AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En el fondo del abismo {Darcy} [flashback]
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En el fondo del abismo {Darcy} [flashback]
Rara vez ella salía de su hogar sin empleados, pero esa vez, ella necesitaba hacerlo. Katerina necesitaba ir a la Iglesia, confesarse y esperar que Dios quitase ese sentimiento que comenzaba a carcomer su alma. Ella estaba consiente que el odio era malo y que todo aquel que lo sintiera, estaba cometiendo un pecado. ¿Pero que ella podía hacer al respecto? Solo orar y esperar a que Dios purificase su alma.
La joven entró a la iglesia, utilizando una fina tela sobre su cabeza, en señal de respeto hacía a Dios. Pero esa no era la única 'tarea' que tenía esa mantilla, sino que protegía que nadie allí le reconociera. Aunque después de todo, ella no debía preocuparse por lo que los demás pensaran de ella, sino por lo que el Señor pensase.
Caminó por la amplia y majestuosa catedral, buscando un banco. No era difícil, todos estaban vacíos. Parecía ser que las personas preferían estar afuera, divirtiéndose a tener un rato de reflexión. Pero ese no era el momento para pensar sobre eso, se dijo ella misma. Ese era el momento para ella reflexionar, y rogarle a Dios que volviera a purificar su alma.
La joven se arrodilló y llevó sus manos a su rostro, bajando este. —¡Oh, Dios! Quita este sentimiento de odio de mi alma. Esto no esta bien.— comenzó la chica, mientras que sus mejillas se humedecían por sus lagrimas. Ella comenzaba a odiar a su propia familia paterna, por el daño que le estaban haciendo a sus padres.
Hacía un tiempo atrás, su padre poseía el título de conde, igual que lo poseía ella, debido a que a su madre le fue negado este-quizás por haber provenido de una familia pobre y ser antiguamente una cortesana en París. Ella estaba consiente de que el "empleo" antiguo de su madre no era uno bueno, pero ella había cambiado por su padre, ¿por que su familia no podía comprenderlo?. Ella se había casado y había tenido dos hijos, se había convertido en una mujer respetable, y aun así, su familia la detestaba, a tal punto de arrebatadle el título de nobleza a su padre.
Eso no era algo malo, había pensado ella al comienzo, era solo un tonto título. Los títulos, según ella, no hacían a la persona. Eran solo una añadidura, algo mas que poseían las personas acaudaladas. Por eso a ella no le había preocupado el que le hubiesen arrebatado eso.
Pero a su padre si. Él estaba en una depresión por perder esa "añadidura" con la que había nacido. Los comentarios alrededor de él estaban llevándolo a su final. Y ella amaba demasiado a su padre como para ignorar el hecho de que él podía suicidarse por la vergüenza.
Dios, haz que este odio hacia mi familia se disuelva. Quita de mi mente el deseo de venganza— rogó una vez mas con voz quebrada. ¿Ella iría al infierno por tener ese pensamiento? Ella jamas había hablado sobre eso que sentía en su interior, por miedo a que la rechazaran. Ella no estaba segura si era correcto sentir ese odio y desprecio hacia los que compartían con ella sangre. —¿Es correcto, Dios? ¿Es correcto que yo los odie y desee que mueran por hacer a mi familia infeliz?— cuestionó una vez mas, llevándose como respuesta el silencio. —Oh, por favor, Dios. Dame una señal de que me estas escuchando.— pidió por última vez Katerina.
Ella no podría soportar ver como otro miembro de su familia moría. Y mucho menos de esa manera. Su padre era el ser que mas amaba en el mundo, junto con su madre, y ver que se consumía de esa manera, la estaba llevando al borde de un colapso. ¿Pero que podía hacer? Ella era solamente una chica, ella no tenía muy claro lo que hacían los hombres en esos momentos. Ella deseaba saber que hacer. No importaba que debía hacer, no importaba si con eso ella se iba al mismísimo infierno.
La joven entró a la iglesia, utilizando una fina tela sobre su cabeza, en señal de respeto hacía a Dios. Pero esa no era la única 'tarea' que tenía esa mantilla, sino que protegía que nadie allí le reconociera. Aunque después de todo, ella no debía preocuparse por lo que los demás pensaran de ella, sino por lo que el Señor pensase.
Caminó por la amplia y majestuosa catedral, buscando un banco. No era difícil, todos estaban vacíos. Parecía ser que las personas preferían estar afuera, divirtiéndose a tener un rato de reflexión. Pero ese no era el momento para pensar sobre eso, se dijo ella misma. Ese era el momento para ella reflexionar, y rogarle a Dios que volviera a purificar su alma.
La joven se arrodilló y llevó sus manos a su rostro, bajando este. —¡Oh, Dios! Quita este sentimiento de odio de mi alma. Esto no esta bien.— comenzó la chica, mientras que sus mejillas se humedecían por sus lagrimas. Ella comenzaba a odiar a su propia familia paterna, por el daño que le estaban haciendo a sus padres.
Hacía un tiempo atrás, su padre poseía el título de conde, igual que lo poseía ella, debido a que a su madre le fue negado este-quizás por haber provenido de una familia pobre y ser antiguamente una cortesana en París. Ella estaba consiente de que el "empleo" antiguo de su madre no era uno bueno, pero ella había cambiado por su padre, ¿por que su familia no podía comprenderlo?. Ella se había casado y había tenido dos hijos, se había convertido en una mujer respetable, y aun así, su familia la detestaba, a tal punto de arrebatadle el título de nobleza a su padre.
Eso no era algo malo, había pensado ella al comienzo, era solo un tonto título. Los títulos, según ella, no hacían a la persona. Eran solo una añadidura, algo mas que poseían las personas acaudaladas. Por eso a ella no le había preocupado el que le hubiesen arrebatado eso.
Pero a su padre si. Él estaba en una depresión por perder esa "añadidura" con la que había nacido. Los comentarios alrededor de él estaban llevándolo a su final. Y ella amaba demasiado a su padre como para ignorar el hecho de que él podía suicidarse por la vergüenza.
Dios, haz que este odio hacia mi familia se disuelva. Quita de mi mente el deseo de venganza— rogó una vez mas con voz quebrada. ¿Ella iría al infierno por tener ese pensamiento? Ella jamas había hablado sobre eso que sentía en su interior, por miedo a que la rechazaran. Ella no estaba segura si era correcto sentir ese odio y desprecio hacia los que compartían con ella sangre. —¿Es correcto, Dios? ¿Es correcto que yo los odie y desee que mueran por hacer a mi familia infeliz?— cuestionó una vez mas, llevándose como respuesta el silencio. —Oh, por favor, Dios. Dame una señal de que me estas escuchando.— pidió por última vez Katerina.
Ella no podría soportar ver como otro miembro de su familia moría. Y mucho menos de esa manera. Su padre era el ser que mas amaba en el mundo, junto con su madre, y ver que se consumía de esa manera, la estaba llevando al borde de un colapso. ¿Pero que podía hacer? Ella era solamente una chica, ella no tenía muy claro lo que hacían los hombres en esos momentos. Ella deseaba saber que hacer. No importaba que debía hacer, no importaba si con eso ella se iba al mismísimo infierno.
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Katerina Vodianova- Humano Clase Alta
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Re: En el fondo del abismo {Darcy} [flashback]
Era extraño volver a aquella atedral después de tanto tiempo. Y no sólo una vez, sino cada Domingo para la Misa, porque aunque Darcy se pensara más que invitado a los Infiernos al morir, también creía que algo debía de valer asistir como mandaban als reglas. ¿Tal vez un siglo o dos menos de una eternid? ¡Nunca se sabe! Además siempre esat la opción de arrepentirse en el último momento. Es válido. Aunque nadie aún a escrito o definido en la Bilia o en otro texto sagrado las aplicaciones para "lycans" y "vampiros". El lobo sabía muy bien que todos esos seres de la noche, entraban precisamente en la categoría de "demonios".
Todos estos eran sus pensamientos mientras el padre Cornwel le dedicaba algunas palabras extras despues de la acostumbrada Misa. No tenía suficiente con repetir más de diez veces en el sermón lo que les pasaría a los condenados en el Infierno, también debía decírselo de frente. Darcy mantenía la mirada fria y la media sonrisa lobuna mientras el padre le decía las preocupaciones que tenia después de no haberlo visto en tanto tiempo. Incluso el anciano sacerdote recordaba aquella confesión sobre su hermano menor... En aquél tiempo el entonces príncipe creyó que mantendría distancias en adelante, pero al parecer aún después del exilio se sostenía fiel en... ¿la fe del arrepentimiento? La única razón por la que el lobo accedía a intercambiar con el padre, era por que le interesaba saber la postura de la Iglesia Católica en Francia. Cuáles eran los actualez problemas que la Corona no corregía a que "fieles" habían descuidado. Pero no logró nada de esto, más que frustrarse con una cálida plática sobre el perdón y la misericordia del Señor. No quizó imaginar que hubiera pasado de saber todo lo que estaba tramando en contra de la Monarquía...
Al final terminó por excusarse so pretexto del tiempo y salió del pequeño despacho para encaminarse a la salida. Fue entonces que escuchó una voz familiar que clamaba por señales y pedía librarse del terrible sentimiento de venganza que le embargaba. Darcy suspiró, ¿todos confabulaban hoy? ¿o simplemente Dios se burlaba de él a traves de sus "corderos"? Quizá ambas cosas. Avanzó un poco más por el pasillo que se formaba netre dos hilera de bancas y la vio. Era aquella mujer que había perdido el título de Condesa hacía tiempo... Katerina.
-"Ojo por ojo"- interrumpió sus plegarias antes de acercarse. Hizo un asentimiento con la cabeza a modo de saludo -Señorita Katerina, disculpe mi intromisión... Pero si me permite decir, a Dios no le gusta discutir sobre esas cosas... Se espera que uno simplemente- frunció el ceño -lo deje ir. A menos que usted lo desee de otro modo, por su puesto.-
Todos estos eran sus pensamientos mientras el padre Cornwel le dedicaba algunas palabras extras despues de la acostumbrada Misa. No tenía suficiente con repetir más de diez veces en el sermón lo que les pasaría a los condenados en el Infierno, también debía decírselo de frente. Darcy mantenía la mirada fria y la media sonrisa lobuna mientras el padre le decía las preocupaciones que tenia después de no haberlo visto en tanto tiempo. Incluso el anciano sacerdote recordaba aquella confesión sobre su hermano menor... En aquél tiempo el entonces príncipe creyó que mantendría distancias en adelante, pero al parecer aún después del exilio se sostenía fiel en... ¿la fe del arrepentimiento? La única razón por la que el lobo accedía a intercambiar con el padre, era por que le interesaba saber la postura de la Iglesia Católica en Francia. Cuáles eran los actualez problemas que la Corona no corregía a que "fieles" habían descuidado. Pero no logró nada de esto, más que frustrarse con una cálida plática sobre el perdón y la misericordia del Señor. No quizó imaginar que hubiera pasado de saber todo lo que estaba tramando en contra de la Monarquía...
Al final terminó por excusarse so pretexto del tiempo y salió del pequeño despacho para encaminarse a la salida. Fue entonces que escuchó una voz familiar que clamaba por señales y pedía librarse del terrible sentimiento de venganza que le embargaba. Darcy suspiró, ¿todos confabulaban hoy? ¿o simplemente Dios se burlaba de él a traves de sus "corderos"? Quizá ambas cosas. Avanzó un poco más por el pasillo que se formaba netre dos hilera de bancas y la vio. Era aquella mujer que había perdido el título de Condesa hacía tiempo... Katerina.
-"Ojo por ojo"- interrumpió sus plegarias antes de acercarse. Hizo un asentimiento con la cabeza a modo de saludo -Señorita Katerina, disculpe mi intromisión... Pero si me permite decir, a Dios no le gusta discutir sobre esas cosas... Se espera que uno simplemente- frunció el ceño -lo deje ir. A menos que usted lo desee de otro modo, por su puesto.-
Henry Birdwhistle- Hechicero/Realeza
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Re: En el fondo del abismo {Darcy} [flashback]
Katerina aun continuaba con sus plegarias. Iba por su segundo Ave María y aun no tenía una respuesta. ¿Acaso no era importante para Dios? Quizas sus problemas no eran lo suficientemente importantes para Él, considerando los problemas de otros. ¿Llorar por un padre deprimido por haber perdido su título cuando habían niños que morían de hambre? Eso era algo egoísta y sin duda alguna la hacía avergonzarse.
¿Pero que mas podía hacer? Ella no deseaba ver morir a su padre. Si debía ser egoísta, si debía condenarse a los mismísimos infiernos por que su padre volviera a ser como antes... pues a ella no iba a importarle. Por eso se mantuvo con su cabeza baja, murmurando sus plegarias, cuando una voz fuerte y varoníl la hizo saltar-literalmente- del susto.
Ella imaginaba que estaba sola en esa iglesia, pero parecía ser que se había equivocado. Allí había una persona. Y no era cualquiera, sino el mismísimo Conde Darcy, uno de los condes de los Países Bajos y un conocido de ella.
¿Él la había escuchado? ¿La había escuchado despotricar de esa manera, hablando sobre su odio hacía su familia y su deseo de que Dios la escuchase? De seguro iba a pensar que ella era una mala mujer, una demente. —C-conde Darcy— balbuceo, mientras hacía una ligera reverencia con su cabeza, en señal de respeto.
Con ligeresa y algo de brusquedad, la chica bajó su mirada y limpió los restros de lágrimas que tenían sus palidas mejillas. "A Dios no le gusta discutir esas cosas". Sí, ya ella se había dado cuenta de ello. Dios no le había respondido a todas sus peticiones. Esta no era la primera vez que ella venía a la Igesia para pedir una guía, sino la quinta o quizas la sexta. Ya ella no llevaba la cuenta.
No deseaba ser considerada una hereje, pero comenzaba a pensar que Dios no tenía tiempo para ella. Ya mucho había pasado cuando su hermano-una persona inocente- había muerto asesinado, rogandole a Él a diario por su alma. Quizas Dios ya se había cansado de escucharla.
La joven respiró hondo y se obligó a sonreir. Una sonrisa falsa en su delicado rostro, algo raro en ella. Por lo general la chica o sonreía por que realmente asi lo deseaba o simplemente no lo hacía. Ella no era de esas que andaban por ahí presumiendo. Pero en ese caso, ella debía aparentar serenidad.
—Hay momentos donde uno no simplemente puede "dejarlo ir", Conde Darcy. Hay veces donde hay que apartar el orgullo y recurrir a las suplicas.— comentó ella, observando el templo sagrado. Las imágenes de santos, ángeles y de la Madre de Dios, en esos momentos, no la estaban ayudando a reconfortarse. —El problema esta cuando ellos no responden a las suplicas de sus fieles. ¿Que se hace en esos casos? Se dice que se debe tener fe siempre, y que se deben cumplir con sus sagrados mandamientos, ¿pero que ocurre cuando ellos no nos escuchan, conde Darcy? ¿Es válido romper las reglas impuestas?— la joven mantenía su mirada colocada sobre una de esas imágenes de santos y ángeles. Eran hermosas criaturas, llenas de perfección. ¿Como una hermosa criatura como esa le interesaría los problemas de un mero humano?
La mujer se percató de sus palabras y negó la cabeza, abochornada. —Lo lamento, conde Darcy, no deseo aburrirle el día con mis tontos comentarios, que pueden ser malinterpretados como blasfemos.— se disculpó ella en voz baja.
¿Pero que mas podía hacer? Ella no deseaba ver morir a su padre. Si debía ser egoísta, si debía condenarse a los mismísimos infiernos por que su padre volviera a ser como antes... pues a ella no iba a importarle. Por eso se mantuvo con su cabeza baja, murmurando sus plegarias, cuando una voz fuerte y varoníl la hizo saltar-literalmente- del susto.
Ella imaginaba que estaba sola en esa iglesia, pero parecía ser que se había equivocado. Allí había una persona. Y no era cualquiera, sino el mismísimo Conde Darcy, uno de los condes de los Países Bajos y un conocido de ella.
¿Él la había escuchado? ¿La había escuchado despotricar de esa manera, hablando sobre su odio hacía su familia y su deseo de que Dios la escuchase? De seguro iba a pensar que ella era una mala mujer, una demente. —C-conde Darcy— balbuceo, mientras hacía una ligera reverencia con su cabeza, en señal de respeto.
Con ligeresa y algo de brusquedad, la chica bajó su mirada y limpió los restros de lágrimas que tenían sus palidas mejillas. "A Dios no le gusta discutir esas cosas". Sí, ya ella se había dado cuenta de ello. Dios no le había respondido a todas sus peticiones. Esta no era la primera vez que ella venía a la Igesia para pedir una guía, sino la quinta o quizas la sexta. Ya ella no llevaba la cuenta.
No deseaba ser considerada una hereje, pero comenzaba a pensar que Dios no tenía tiempo para ella. Ya mucho había pasado cuando su hermano-una persona inocente- había muerto asesinado, rogandole a Él a diario por su alma. Quizas Dios ya se había cansado de escucharla.
La joven respiró hondo y se obligó a sonreir. Una sonrisa falsa en su delicado rostro, algo raro en ella. Por lo general la chica o sonreía por que realmente asi lo deseaba o simplemente no lo hacía. Ella no era de esas que andaban por ahí presumiendo. Pero en ese caso, ella debía aparentar serenidad.
—Hay momentos donde uno no simplemente puede "dejarlo ir", Conde Darcy. Hay veces donde hay que apartar el orgullo y recurrir a las suplicas.— comentó ella, observando el templo sagrado. Las imágenes de santos, ángeles y de la Madre de Dios, en esos momentos, no la estaban ayudando a reconfortarse. —El problema esta cuando ellos no responden a las suplicas de sus fieles. ¿Que se hace en esos casos? Se dice que se debe tener fe siempre, y que se deben cumplir con sus sagrados mandamientos, ¿pero que ocurre cuando ellos no nos escuchan, conde Darcy? ¿Es válido romper las reglas impuestas?— la joven mantenía su mirada colocada sobre una de esas imágenes de santos y ángeles. Eran hermosas criaturas, llenas de perfección. ¿Como una hermosa criatura como esa le interesaría los problemas de un mero humano?
La mujer se percató de sus palabras y negó la cabeza, abochornada. —Lo lamento, conde Darcy, no deseo aburrirle el día con mis tontos comentarios, que pueden ser malinterpretados como blasfemos.— se disculpó ella en voz baja.
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Katerina Vodianova- Humano Clase Alta
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Re: En el fondo del abismo {Darcy} [flashback]
Darcy leyó en ella la desperación que había teñido su propio rostro hacía algunos años. Las súplicas a aquellos seres angelicales, a los santos, a la virgen y las miradas inertes y frías que había resivido de vuelta. Las respuestas que no iban más allá de sus propios ecos repetidos por las paredes exquisitamente adornadas de la casa de dios. "Cierre los ojos y mire en su interior" había dicho el padre, aún lo recordaba como si fuera ayer y Darcy obedeció pero eso fue antes de que se encontrara con el lobo cada vez que lo intentaba. El dolor, la tristeza, el enojo, todo estaba en adentro, desgarrandole y afuera la fría indiferencia de los seres superiores, de los dioses, de los reyes que se burlaban de la muerte que se había apostado junto al lecho de su madre.
Dejó ir estos recuerdos para fijarse en los ojos grises de Katerina, unos que le parecían más familiares de lo que ella podía imaginar. Le tendió la mano para ayudarle a levantar de la banca dónde se encontraba.
-Esta bien señorita, le entiendo mejor de lo que piensa. Venga conmigo, las respuestas no deben discutirse aqui- Le sonrió a medias y le condujo fuera de la Iglesia, porque aunque a los condenados dios no les respondiese sus plegarias y súplicas, siempre tiene el poder de agegar un par de siglos o milenios a la eternidad.
Decendieron por los escalones de la Catedral y se encaminaron por la avenida sin rumbo fijo. -Suplicar nunca ha traído ningún beneficio, señorita Katerina... Por otro lado existen respuestas a sus plegarias en otros lugares, pero todo depende de que tan dispuesta este a sacrificarse por lograrlo. ¿Daría su mismísima alma? Romper reglas es válido siempre y cuando este muy consciente de las consecuencias y las asuma con una sonrisa en el rostro.- Darcy levantó la vista hacia la copa de los árboles sembrados en las banquetas de concreto. -Yo estuve en su lugar una vez.. y puedo mostrarle el camino, si en verdad lo desea.- Katerina siempre le parecía Darcy una chica dulce y un tanto ingenua, aunque inteligente. No le había tratado suficiente para decir de otro modo, ahora al verle dirigir sus oraciones a dios en la Catedral, de alguna manera se había sentido más cerca de ella que nunca. Tal vez por eso ahora caminaba a su lado, proponiendole soluciones. Bueno en realidad le recordaba la posibilidad de condenar su alma para lograr sus fines, pero la intención era ayudarle. Y quizás sacar provecho de eso también.
Dejó ir estos recuerdos para fijarse en los ojos grises de Katerina, unos que le parecían más familiares de lo que ella podía imaginar. Le tendió la mano para ayudarle a levantar de la banca dónde se encontraba.
-Esta bien señorita, le entiendo mejor de lo que piensa. Venga conmigo, las respuestas no deben discutirse aqui- Le sonrió a medias y le condujo fuera de la Iglesia, porque aunque a los condenados dios no les respondiese sus plegarias y súplicas, siempre tiene el poder de agegar un par de siglos o milenios a la eternidad.
Decendieron por los escalones de la Catedral y se encaminaron por la avenida sin rumbo fijo. -Suplicar nunca ha traído ningún beneficio, señorita Katerina... Por otro lado existen respuestas a sus plegarias en otros lugares, pero todo depende de que tan dispuesta este a sacrificarse por lograrlo. ¿Daría su mismísima alma? Romper reglas es válido siempre y cuando este muy consciente de las consecuencias y las asuma con una sonrisa en el rostro.- Darcy levantó la vista hacia la copa de los árboles sembrados en las banquetas de concreto. -Yo estuve en su lugar una vez.. y puedo mostrarle el camino, si en verdad lo desea.- Katerina siempre le parecía Darcy una chica dulce y un tanto ingenua, aunque inteligente. No le había tratado suficiente para decir de otro modo, ahora al verle dirigir sus oraciones a dios en la Catedral, de alguna manera se había sentido más cerca de ella que nunca. Tal vez por eso ahora caminaba a su lado, proponiendole soluciones. Bueno en realidad le recordaba la posibilidad de condenar su alma para lograr sus fines, pero la intención era ayudarle. Y quizás sacar provecho de eso también.
Henry Birdwhistle- Hechicero/Realeza
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Re: En el fondo del abismo {Darcy} [flashback]
Los ojos claros de la mujer mostraban su desesperación. En mas de una ocasión se había dicho a si misma que ella estaba comportandose de manera tonta. Que no tenía motivos para llorar o para sentirse de esa manera. Pero como en cada una de esas veces, la imagen de su sufrido padre venía a su mente, y hacía que su corazón se comprimiese de una manera dolorosa, aparte de que un odio inmenso se apoderaba de su razón.
Odiaba a su familia, eso estaba muy claro. Era malo, pero no podía hacer nada para evitarlo. Ellos jamas la habían tratado como parte de la familia, al menos no de manera directa y verdadera. Sus tratos siempre habían sido fríos e hipócritas, por el mero hecho de ser hija de una ''pobretona francesa''. Hasta hacía un par de meses atras, ella les escribía por costumbre y cortesía, pero ahora, luego de lo que le habían hecho a su padre, desheredandolo y siendo los causantes de la desgracia y deshonra de su familia, ella solo deseaba que se muriesen. Podía ser cruel e inclusive ella podía ganar el infierno por semejante pensamiento, pero el odio y la humillación eran mas de lo que ella podía soportar.
Katerina asintió a las palabras del conde y le tomó la mano, para asi acompañarlo a salir del templo sagrado. Allí no había nadie, salvo a ellos dos. Pero habían conversaciones, como ya él había dicho, que no debían ser respondidas en lugares como ese. Aparte de eso, ella le avergonzaba bastante hablar sobre ese tema en la casa de Dios. Ya mucho tenía con ir a pedir señales divinas.
La joven mujer descendió junto al conde por los escalones de la catedral y a pesar de que no tenían un rumbo fijo, a ella no le importo en lo mas mínimo. Sus ojos claros aun se encontraban humedecidos por las antiguas lágrimas, por lo que con una de sus manos los secó.
¿Dar su alma? Si, ella estaba dispuesta a ello, ya lo había pensado en mas de una ocasión. —Mi alma no es nada ante la felicidad de mis padres. Por eso no me importaría entregarsela al mismo Lucifer...— si su madre la escuchase... la acusaría de ser una hereje. —¿Ha estado en mi lugar, conde Darcy?— realmente no se lo esperaba de una persona tan inteligente como él. Se lo esperaba de alguien como ella, pero como él, no. —¿Usted me mostraría el camino? ¿Acaso no estaría condenandose usted tambien?— cuestionó ella con cierta ingenuidad en su voz.
Odiaba a su familia, eso estaba muy claro. Era malo, pero no podía hacer nada para evitarlo. Ellos jamas la habían tratado como parte de la familia, al menos no de manera directa y verdadera. Sus tratos siempre habían sido fríos e hipócritas, por el mero hecho de ser hija de una ''pobretona francesa''. Hasta hacía un par de meses atras, ella les escribía por costumbre y cortesía, pero ahora, luego de lo que le habían hecho a su padre, desheredandolo y siendo los causantes de la desgracia y deshonra de su familia, ella solo deseaba que se muriesen. Podía ser cruel e inclusive ella podía ganar el infierno por semejante pensamiento, pero el odio y la humillación eran mas de lo que ella podía soportar.
Katerina asintió a las palabras del conde y le tomó la mano, para asi acompañarlo a salir del templo sagrado. Allí no había nadie, salvo a ellos dos. Pero habían conversaciones, como ya él había dicho, que no debían ser respondidas en lugares como ese. Aparte de eso, ella le avergonzaba bastante hablar sobre ese tema en la casa de Dios. Ya mucho tenía con ir a pedir señales divinas.
La joven mujer descendió junto al conde por los escalones de la catedral y a pesar de que no tenían un rumbo fijo, a ella no le importo en lo mas mínimo. Sus ojos claros aun se encontraban humedecidos por las antiguas lágrimas, por lo que con una de sus manos los secó.
¿Dar su alma? Si, ella estaba dispuesta a ello, ya lo había pensado en mas de una ocasión. —Mi alma no es nada ante la felicidad de mis padres. Por eso no me importaría entregarsela al mismo Lucifer...— si su madre la escuchase... la acusaría de ser una hereje. —¿Ha estado en mi lugar, conde Darcy?— realmente no se lo esperaba de una persona tan inteligente como él. Se lo esperaba de alguien como ella, pero como él, no. —¿Usted me mostraría el camino? ¿Acaso no estaría condenandose usted tambien?— cuestionó ella con cierta ingenuidad en su voz.
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Katerina Vodianova- Humano Clase Alta
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