El silencio más callado es el silencio más gritado... (Darcy) {Flashback}

La fiesta del día anterior no había estado tan mal: era lo que se espraba. Un gran banquete, personas de la corte que iban y venian, los músicos llenando el ambiente con musica solemne, luego festiva y luego solemne de nuevo. Versalles y Francia se enteraban públicamente del compromiso del príncipe rebelde con la Condesa Miriam de Chateaubriand; y a él apenas se le había anunciado hacía tres días. En ese tiempo Darcy había tenido una cena incómoda con su familia dónde el postre fue abandonado sobre la mesa antes de ser si quiera probado. Conoció a la caprichosa Miriam, de cabellos rubios, rostro ovalado y níveo cual muñequita de porcelana, y se comprometió con ella con bombos y platillos, a pesar de que en su rostro no figuró ni una sonrisa. Aunque aún faltaba firmar para el patíbulo, en la boda... Sin embargo Marcus le reveló que era poseedora de una gran fortuna, contrario a su propia familia que día a día según palabras de su padre "perdían distinción entre la corte". Para Darcy esto sólo significaba la oportunidad de ganar más dinero en las apuestas y organizar fiestas con mayor frecuencia. Quizá hasta Bucéfalo terminara siendo aficionado al vino en vez del agua azucarada que ahora recibía. La libertad, por otro lado, tampoco estaba en juego. Podían transcurrir años hasta la boda, aunque era poco probable debido al problema financiero, y si llegaba a adelantarse antes de lo esperado... Su vida no cambiaría demasiado, sólo que ahora tendría compañera de lecho cada noche y sería doblemente vigilado. ¿Qué importaba? Era un artista del escape, tal como ese mago que una vez habían ido a ver al teatro. No importa cuan ddifícil fuera el reto él siempre lograba escapar, así mismo el príncipe rebelde.

Ahora estaba escuchando a Julian a medias, quese paseaba de un lado a otro de la habitación dando su punto de vista sobre el asunto. "Nuestro padre confía en ti para mantener los negocios de la familia. Sin duda no pudo escoger mejor dama para cumplir todos los requisitos dignos de un Fontaine..." Darcy mientras disfrutaba un vaso de whisky sentado junto al escritorio. Las llamas de varios candelabros ardían iluminando la habitación. Sostenía el vaso en una mano y con la otra jugaba con el pequeño cartoncillo de colores vistosos, una invitación a la fiesta celebrada en los Puertos de París. Pensaba en el mejor modo de escabullirse de palacio sin ser notado. "...además es muy hermosa y sus modales son impecables. Acudió a la fiesta de cumpleaaños de Dominique, el año pasado ¿lo recuerdas?" cuestióno. Darcy hizo una mueca, no encontraba el modo para... "¿me estas escuchando?" Terminó el vaso de un sólo trago y lo dejó sobre el escritorio, guardando la invitación en un cajón. Se levanto apenas mirando a su hermano y se dirigió a la puerta.

-Ahora ya no.- comentó y salió. Recorrió los pasillos, necesitaba aire fresco. Los jardines en ese momento se encontraban vacíos, sólo tenuemente iluminados por antorchas colocadas aquí y allá y el resplandor de Versalles que alumbraba el camino entre los pasillos floreados. Caminó sin rumbo y fue cuando divisó a una mujer que se paseaba a la distancia. La siguió hasta que se detuvo en el laberinto, titiubeando si entraro no. Fue la oportunidad del príncipe rebelde para alcanzarla. Sonrió a medias, se cruzo de brazos y se detuvo apenas a unos pasos de distancia. -¿Cómo lo sabía señorita? ¿Acaso lee el futuro?-

Fueron apenas un par de segundos los que duró el silencio. Evidentemente, la dama esperaba otra compañía. Esto sólo hizo que Darcy ampliara la sonrisa. Romper con lo planeado era una de sus cosas preferidas, pese al enojo y desaprobación de la mayoría por ser un comportamiento inapropiado para un príncipe. Sin embargo la visión frente a él, la mera silueta invitaba a jugar, a ser descubierta. Por lo pronto no pensaba defraudarle dando media vuelta.

Cuando hizo ademán, llamándole para que se acercara, sospecho de quién podría tratarse. Las damas en la corte no estan acostumbradas a dar órdenes. El príncipe rebelde permaneció impasible a su gesto, aguardando a que ella misma revelara su identidad. Entonces ella dio la vuelta, se trataba de su prima, Alexandrine, con quién compartía algunos hobbies y aficiones. Para empezar a ambos les gustaba el chocolate, un placer visto como pecado por su padre, Marcus. Su prima también era entendida de caballos pura sangre, ya antes habían pasado horas hablando de eso y practicando la equitación en los amplios jardines de Versalles. Aunque su padre no veía con buenos ojos su cercanía. Jamás se lo habá dicho de frente pero Darcy sospechaba que era por las cosas que se rumoraban a su espalda. Alexandrine, pese a todo, parecía no haber hecho mucho caso de eso. -¿Miedo? Estoy embelesado con su figura... Alexandrine- Ladeó un poco la cabeza, admirando la belleza que día con día crecía en su prima. La sonrisa radiante, los cabellos castaños que enmarcaban su rostro tan inocente. Rió por lo bajo -Me vendría bien un poco de su intuición en las fiestas- señaló recordando todo el dinero que había perdido en la últiama apuesta. Ella estaba al tanto de ciertas costumbres del príncipe rebelde, rara vez encontraba reproches en sus palabras. -Nadie puede leer el futuro- entrelazo su brazo con el que le ofrecía -¿Cuál sería el objetivo de todo esto si supiésemos lo que va a pasar? Me basta con adelantarme al movimiento del contrincante- bromeó siguiendo su mirada hasta el intrincado laberinto. -Me complace dar un paseo en su compañía, prima- volvío a reír -No es la única que conoce los pasajes secretos en el Palacio y fuera de él- susurró a su oído, mientras se encaminaba a dar un paseo rodeando el laberinto. Éste tenía tres entradas y salidas, y como los demás lugares en Versalels era digno de ser recorrido más de una vez. Aunque a la mayoría de los nobles les gustaba caminar por los senderos rectos y los estanques bien delíneados, en vez de memorizar los giros y recodos del laberinto, por lo tanto no muchos conocían su intrincada naturaleza. -Puedo saber ¿por que ha aparecido ante mí en medio de la nada?- Eran pocas las personas a las que su prima frecuentaba. Darcy no necesitaba esforzarse demasiado para adivinar de quién se trataba, pero fingió por un momento no saberlo. -¿Para leerme mi futuro?- buscó su mirada, casi retándole a que fuera ella quien tuviera que adivinar.

Arqueo la ceja a las afirmaciones de Alexandrine, entretenido. Era fácil jugar en su compañía, aunque ambos fingieran comportarse ante los ojos de la sociedad. Darcy no la veía de un modo carnal pero tampoco podía negar su belleza. ¿Se asemejaría en algo la futura esposa que le había sido elegida a su prima? Lo dudaba, aunque en el fondo desease que al menos su carácter no fuera soso y aburrido. No es que pensara pasar muchas horas en su compañía, sólo las necesarias para mantener las apariencias y una digna reputación. El resto del tiempo le pertenecía, era suyo, muy a pesar de todos.

-Admirar no es un pecado, aunque si hubiera un castigo por ello, estaría bien dispuesto a pagarlo por usted.- sonrió a medias. -El temor más bien radica en no obtener lo deseado- aseguró. Alexandrine acusó sus festas de ser impropias para una dama. Amplió la sonrisa a sus confesiones susurradas. -Siempre hay modos de burar a los vigilantes. Disfraces, máscaras... Así compartiría mis ganancias con usted. Y yo le protegería- sostuvo su mirada evaluando su respuesta a la propuesta. El príncipe rebelde era muy capaz de llevarla a cabo si se lo pedía. Hacer las cosas en compañía siempre es más satisfactorio aunque el final no llegue a ser el deseado.

Alexandrine se dejaba guiar por los jardines como un tierno corderito. Exstía una confianza mutua que radicaba en la seguridad de que el otro no traicionaría los pactos y acuerdos secretos.

Apenas llegaban a la mitad del recorrido para poder llegar a la siguiente entrada del laberinto. -Apuesto a que usted no puede leerme el futuro.- especificó. -A menos que practique las artes oscuras a escondidas mientrs todos los demás vamos a la misa los domingos.- especuló siguiendo aquél juego de afirmaciones paganas en susurros como si en efecto estuvieran ocultándose. Darcy soltó una carcajada. -No entiendo que tiene que ver los trucos de la baraja y las apuestas con las tácticas de guerra. A menos que hablamos de ajederez y aún así no es algo que me interesse más de lo que se esperaría.- La vista de Darcy estaba concentrada en el paisaje del camino que recorrían hasta que Alexandrine entrelazo ambas manos sin soltar el agarre del brazo. Observo ese gesto y frunció el ceño, luego sonrió. -¿Que me gusta?- se rió -¿Tanta es su vanidad prima? Como dije, su compañía siempre me es grata.- Los laberintos quedaban atrás y Alexandrine sonreía como una niña que acaba de cometer una travesura, dulce y angelical, pero peligrosa en cierto sentido. -Probablemente fuera como dice. Atraído por su etérea figura me aventuré a descubrir si de casualidad era alguna criatura enviada por los destinos para rebelarme el futuro.- bromeó y la hizo detenerse para luego, con firme gentileza hacerle girar hacia él. Tomo su menton para hacerlo elevar aún más. El falso orgullo se dibujaba en su rostro igual que lo había visto en otras mujeres. -Miente.- advirtió entornando la mirada. -Usted me esperaba para leer mi futuro, ¿no es así?-