AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Perro callado muerde por dos +18 (privado)
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Perro callado muerde por dos +18 (privado)
Una noche más de vuelta a las calles para llevar a cabo el enésimo encargo de la bruja Storm. Se quejaría por no poder disfrutar de un merecido descanso si no fuera porque le debía todo a esa mujer, y más si finalmente lograba dar con la poción que le permitiera controlar al lobo. Tal vez ser un licántropo no era una amenaza para sí mismo, sino para el resto, pero su aún bondadosa mente no podría lidiar con el conocimiento de haber herido o matado a alguien. Storm podía pedirle que bajara al infierno y volviera que lo haría si con ello obtenía su pago al final. En esa ocasión no tenía que ir al infierno, pero resultaba igual de peligroso. Quería que le trajera un ingrediente muy especial y difícil de obtener, algo por lo que tendría que jugarse el cuello, metafórica y literalmente. El encargo que el último cliente le pidió requería de sangre de vampiro y la única forma de obtenerla era yendo directamente a por uno.
Si durante su infancia aprendió cultura y matemáticas, el periodo con la bruja le había cultivado en peores artes, como eran acechar y pelear. Robar, incluso, en los casos más necesarios -algo de lo que no estaba nada orgulloso. No es que le gustara, seguía en el fondo teniendo el deseo de convertirse en médico, pero saber defenderse no estaba tampoco mal. Y más en los tiempos que corrían. Así que ahí estaba, con pantalones y camisa viejos -pues no sacrificaría los buenos-, buscando a su posible presa cuchillo en mano.
No tuvo que esperar mucho para ver a un objetivo alimentándose de un vagabundo. Era el momento perfecto para atacar, aprovechando la distracción del acto de comer. Se abalanzó hacia él saltándole a la espalda, permitiendo que la víctima escapara mientras iniciaban el escarceo. La fuerza del vampiro lo estampó contra la pared, pero ni así se soltó de él. Cuchillo en mano intentó herirle, pero su piel era dura y el movimiento no ayudaba a encontrar un buen punto. Puede que un vampiro fuera un humano ya muerto, pero mientras siguiera andando era una vida y Hastur no quería sesgarla. Si fuera sencillo hablar con ellos simplemente se la habría pedido, pero sabía que no sacaría nada bueno de ello.
Pronto el cuchillo salió disparado por los aires y la pelea se convirtió en cuerpo a cuerpo. Cada ataque era respondido con mayor brutalidad. El odio de uno alimentaba la tenacidad del otro. Un par de buenos arañazos adornaron enseguida el rostro de Hastur, que sin quedarse atrás logró arrancarle un pedacito de brazo de un mordisco. Parecían un par de perros peleando, enganchados y rabiosos. Él era pacífico, pero el lobo en su interior era todo lo contrario y, tras meses y meses de estar encadenado durante la luna llena, en momentos como aquel parecía tomar fuerza en su interior buscando algo de satisfacción.
Se quedó en desventaja en el momento que otro vampiro vino a ayudar a su amigo. En ese instante Hastur se resignó sabiendo que tenía las de perder y, por mucho que intentó defenderse, entre ambos terminaron doblegándole al suelo. Uno le sujetaba por el cuello, manteniéndole la mejilla pegada a la húmeda y hedionda piedra, mientras el otro se preparaba para el golpe de gracia. El joven alargó el brazo, logrando alcanzar el cuchillo que yacía abandonado no muy lejos para clavárselo a uno de ellos en el tobillo, permitiéndole soltarse para ser agarrado una vez más.
Estaba perdido.
Si durante su infancia aprendió cultura y matemáticas, el periodo con la bruja le había cultivado en peores artes, como eran acechar y pelear. Robar, incluso, en los casos más necesarios -algo de lo que no estaba nada orgulloso. No es que le gustara, seguía en el fondo teniendo el deseo de convertirse en médico, pero saber defenderse no estaba tampoco mal. Y más en los tiempos que corrían. Así que ahí estaba, con pantalones y camisa viejos -pues no sacrificaría los buenos-, buscando a su posible presa cuchillo en mano.
No tuvo que esperar mucho para ver a un objetivo alimentándose de un vagabundo. Era el momento perfecto para atacar, aprovechando la distracción del acto de comer. Se abalanzó hacia él saltándole a la espalda, permitiendo que la víctima escapara mientras iniciaban el escarceo. La fuerza del vampiro lo estampó contra la pared, pero ni así se soltó de él. Cuchillo en mano intentó herirle, pero su piel era dura y el movimiento no ayudaba a encontrar un buen punto. Puede que un vampiro fuera un humano ya muerto, pero mientras siguiera andando era una vida y Hastur no quería sesgarla. Si fuera sencillo hablar con ellos simplemente se la habría pedido, pero sabía que no sacaría nada bueno de ello.
Pronto el cuchillo salió disparado por los aires y la pelea se convirtió en cuerpo a cuerpo. Cada ataque era respondido con mayor brutalidad. El odio de uno alimentaba la tenacidad del otro. Un par de buenos arañazos adornaron enseguida el rostro de Hastur, que sin quedarse atrás logró arrancarle un pedacito de brazo de un mordisco. Parecían un par de perros peleando, enganchados y rabiosos. Él era pacífico, pero el lobo en su interior era todo lo contrario y, tras meses y meses de estar encadenado durante la luna llena, en momentos como aquel parecía tomar fuerza en su interior buscando algo de satisfacción.
Se quedó en desventaja en el momento que otro vampiro vino a ayudar a su amigo. En ese instante Hastur se resignó sabiendo que tenía las de perder y, por mucho que intentó defenderse, entre ambos terminaron doblegándole al suelo. Uno le sujetaba por el cuello, manteniéndole la mejilla pegada a la húmeda y hedionda piedra, mientras el otro se preparaba para el golpe de gracia. El joven alargó el brazo, logrando alcanzar el cuchillo que yacía abandonado no muy lejos para clavárselo a uno de ellos en el tobillo, permitiéndole soltarse para ser agarrado una vez más.
Estaba perdido.
Última edición por Hastur el Jue Abr 05, 2018 4:26 pm, editado 2 veces
Hastur- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 04/10/2017
Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
-Hazlo rápido.
-Oh, vamos, ¿ya quieres acabar con la diversión?
-Falta poco para que salga el sol.
El vampiro que se preparaba para golpear a Hastur levantó los ojos hacia el cielo, que ya no mostraba el color tinta que les garantizaba la seguridad, sino el azul oscuro que degradaba hacia el púrpura que desembocaría en rojos y naranjas en el horizonte cuando el sol asomara sus primeros rayos.
Chasqueó la lengua con fastidio y miró a su compañero.
-¿Nos lo llevamos?
-¡Estás loco!
-¿Tú has visto los juguetitos del sótano?
-Sí. Y no me apetece que el jefe los use conmigo.
-Dudo que se enfade por que los usemos con un perro. -Agarró a Hastur de los pelos y tiró con fuerza para que le mirase a la cara, donde las garras del lobo habían dejado profundas heridas, con parte de la carne colgando asquerosamente por la mejilla. No parecía importarle, porque se recuperaría en cuanto le hincara el diente a alguno de los humanos que pululaban por la mansión-. Tú te vienes con nosotros. Lo vamos a pasar muy bien -le dijo con una sonrisa sádica que se veía convertida en una mueca macabra con sangre goteando de los bordes de la carne desgarrada. Le golpeó con tal fuerza que lo dejó inconsciente.
Cuando despertó, con la ayuda de un cubo de agua helada que le echaron a la cara, estaba encadenado de pies y manos, con gruesos grilletes de hierro, anclados al suelo y por encima de su cabeza, de forma que se veía obligado a manenter las piernas separadas y las manos sobre la cabeza.
Delante de él, los dos vampiros. Uno de ellos todavía con el balde de madera en la mano, goteando agua, igual que hacía su melena empapada.
-Buenos días, Bello Durmiente.
Ya no mostraban las marcas de la carne desgarrada, señal de que se habían alimentado bien de algún desgraciado humano y se habían tomado un rato para que sus cuerpos se reconstruyeran.
Un rápido vistazo alrededor le revelaría que no estaba precisamente en la habitación de invitados. Paredes de piedra, oscura y fría, igual que el suelo. La estancia estaba limpia, pero tenía un ligero rastro de olor a sangre, aunque no pudiera identificar a quién pertenecía.
Cerca de donde le habían encadenado había una mesa de madera, tosca, pero funcional, donde los vampiros habían esparcido varios instrumentos que incluso en la distancia y con la poca luz imperante podía ver que estaban hechos de plata.
En la oscuridad imperante de la mazmorra, el eco del cubo rebotando por el suelo quedó opacado por el quejido del vampiro que lo había sujetado. Se llevó ambas manos a la cabeza y se retorció como si fuera presa de un dolor inmenso. El otro lo miró un instante y, con ojos asustados, comenzó a pasear la mirada por la habitación.
De entre las sombras más negras, donde se encontraba la puerta de hierro que estaba en esos momentos abierta, llegó la luz de una antorcha que se encendió de repente, recortando una silueta a contraluz en el hueco del umbral.
Alto, de hombros anchos, con las manos en los bolsillos del pantalón de vestir que lucía y el gesto impasible.
-Jefe... -murmuró el que se mantenía en pie.
Héctor dio un paso al frente, llenando con su presencia imponente el espacio. Liberó a su subordinado, que cayó de rodillas en el suelo, apoyándose en las palmas de las manos. Con un cabeceo les indicó que se marcharan; una muda orden que los dos obedecieron al momento, uno tirando del otro, que apenas podía moverse.
El titán los siguió con la mirada hasta que los vio desaparecer. Cuando estuvo a solas con el prisionero se tomó la molestia de mirarlo de arriba a abajo. Lo único que varió en él fue la forma en que arrugó la nariz durante un segundo, con desagrado por tener un lobo bajo su techo, aunque fuera con el fin de torturarlo.
Después de todo, no podrían salir de casa hasta que el sol se marchara, eso les daba muchas horas en las que buscar con qué entretenerse.
-Oh, vamos, ¿ya quieres acabar con la diversión?
-Falta poco para que salga el sol.
El vampiro que se preparaba para golpear a Hastur levantó los ojos hacia el cielo, que ya no mostraba el color tinta que les garantizaba la seguridad, sino el azul oscuro que degradaba hacia el púrpura que desembocaría en rojos y naranjas en el horizonte cuando el sol asomara sus primeros rayos.
Chasqueó la lengua con fastidio y miró a su compañero.
-¿Nos lo llevamos?
-¡Estás loco!
-¿Tú has visto los juguetitos del sótano?
-Sí. Y no me apetece que el jefe los use conmigo.
-Dudo que se enfade por que los usemos con un perro. -Agarró a Hastur de los pelos y tiró con fuerza para que le mirase a la cara, donde las garras del lobo habían dejado profundas heridas, con parte de la carne colgando asquerosamente por la mejilla. No parecía importarle, porque se recuperaría en cuanto le hincara el diente a alguno de los humanos que pululaban por la mansión-. Tú te vienes con nosotros. Lo vamos a pasar muy bien -le dijo con una sonrisa sádica que se veía convertida en una mueca macabra con sangre goteando de los bordes de la carne desgarrada. Le golpeó con tal fuerza que lo dejó inconsciente.
Cuando despertó, con la ayuda de un cubo de agua helada que le echaron a la cara, estaba encadenado de pies y manos, con gruesos grilletes de hierro, anclados al suelo y por encima de su cabeza, de forma que se veía obligado a manenter las piernas separadas y las manos sobre la cabeza.
Delante de él, los dos vampiros. Uno de ellos todavía con el balde de madera en la mano, goteando agua, igual que hacía su melena empapada.
-Buenos días, Bello Durmiente.
Ya no mostraban las marcas de la carne desgarrada, señal de que se habían alimentado bien de algún desgraciado humano y se habían tomado un rato para que sus cuerpos se reconstruyeran.
Un rápido vistazo alrededor le revelaría que no estaba precisamente en la habitación de invitados. Paredes de piedra, oscura y fría, igual que el suelo. La estancia estaba limpia, pero tenía un ligero rastro de olor a sangre, aunque no pudiera identificar a quién pertenecía.
Cerca de donde le habían encadenado había una mesa de madera, tosca, pero funcional, donde los vampiros habían esparcido varios instrumentos que incluso en la distancia y con la poca luz imperante podía ver que estaban hechos de plata.
En la oscuridad imperante de la mazmorra, el eco del cubo rebotando por el suelo quedó opacado por el quejido del vampiro que lo había sujetado. Se llevó ambas manos a la cabeza y se retorció como si fuera presa de un dolor inmenso. El otro lo miró un instante y, con ojos asustados, comenzó a pasear la mirada por la habitación.
De entre las sombras más negras, donde se encontraba la puerta de hierro que estaba en esos momentos abierta, llegó la luz de una antorcha que se encendió de repente, recortando una silueta a contraluz en el hueco del umbral.
Alto, de hombros anchos, con las manos en los bolsillos del pantalón de vestir que lucía y el gesto impasible.
-Jefe... -murmuró el que se mantenía en pie.
Héctor dio un paso al frente, llenando con su presencia imponente el espacio. Liberó a su subordinado, que cayó de rodillas en el suelo, apoyándose en las palmas de las manos. Con un cabeceo les indicó que se marcharan; una muda orden que los dos obedecieron al momento, uno tirando del otro, que apenas podía moverse.
El titán los siguió con la mirada hasta que los vio desaparecer. Cuando estuvo a solas con el prisionero se tomó la molestia de mirarlo de arriba a abajo. Lo único que varió en él fue la forma en que arrugó la nariz durante un segundo, con desagrado por tener un lobo bajo su techo, aunque fuera con el fin de torturarlo.
Después de todo, no podrían salir de casa hasta que el sol se marchara, eso les daba muchas horas en las que buscar con qué entretenerse.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/04/2017
Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
No quería morir. Se repetía ese mantra mentalmente mientras seguía removiéndose para escapar. No quería morir. Aún tenía que volver a ver a su familia, decirles que estaba bien... o hasta ese momento lo había estado. Ver cuánto había crecido Alí, o si su madre había encontrado al hombre adecuado que cuidara de ella. No quería morir. Ese fue el último pensamiento antes de que le dejaran inconsciente, ajeno al turbio plan que tenían reservado para él, aunque podía hacerse una idea. Los vampiros, los pocos que había conocido, eran todos unos sádicos. Si salía de esa, tenía muy claro que iba a entrenar más, incluso a ir más preparado, y quién sabe si no le diría cuatro cosas a Storm y su maldita manía de mandarle a por los ingredientes más peligrosos de encontrar.
Despertó sobresaltado por el helado baño, pegando un brinco que le permitió saber enseguida que estaba encadenado. Y no era luna llena, de modo que aquello pintaba realmente mal. Al menos seguía llevando los pantalones, detalle que no le pasó inadvertido. Olía a sangre y humedad, una mezcla muy desagradable para su tan fino olfato, y aunque él no pudiera sufrirlo, hacía también frío. Miró hacia arriba, observando el anclaje de los grilletes con la leve esperanza de encontrar un punto débil donde pudiera tirar, pero estaban bien metidos en la piedra. Igual que los que sujetaban sus pies. Estuvo ignorando al par de vampiros, más preocupado por liberarse, hasta que escuchó los gritos y jadeos de uno de ellos.
Durante unos segundos pensó que la bruja oscura le había encontrado y acababa de llegar para rescatarle... pero la esperanza desapareció enseguida. Storm sería incapaz de entrar en la madriguera de un clan de vampiros, no por sí misma. Por no obviar el hecho de que, cuando se centraba en sus pociones, se le iba el santo al cielo. Dudaba incluso que fuera a darse cuenta de que todavía no había regresado a casa.
Tragó saliva, nervioso, y alzó la mirada lentamente una vez se quedaron a solas el recién llegado y él. El miedo que sentía ante la cercana muerte desapareció en el mismo instante que vio el rostro de quien tenía delante. - No puede ser... - murmuró reflejándose la sorpresa y el desconcierto en su rostro. ¡Era Héctor! Jamás podría olvidar su rostro, los recuerdos que este transmitía. Se ruborizó al darse cuenta de la posición en la que se encontraba ante él, atado y medio expuesto, pero entonces se dio cuenta de que el vampiro no parecía reconocerle. Aquello le hizo sonreír con algo de pena, pero al menos la situación había cambiado.
Ya no iba a morir.
-No recordaba que te fuera eso de atar a la gente... No es que lo desapruebe, pero empiezan a dolerme los brazos. ¿Serías tan amable de soltarme? - se dio el lujo de hablarle en confianza, aún a sabiendas que había crecido lo suficiente para no ser reconocido, sobretodo siendo ahora un hombre lobo.
Despertó sobresaltado por el helado baño, pegando un brinco que le permitió saber enseguida que estaba encadenado. Y no era luna llena, de modo que aquello pintaba realmente mal. Al menos seguía llevando los pantalones, detalle que no le pasó inadvertido. Olía a sangre y humedad, una mezcla muy desagradable para su tan fino olfato, y aunque él no pudiera sufrirlo, hacía también frío. Miró hacia arriba, observando el anclaje de los grilletes con la leve esperanza de encontrar un punto débil donde pudiera tirar, pero estaban bien metidos en la piedra. Igual que los que sujetaban sus pies. Estuvo ignorando al par de vampiros, más preocupado por liberarse, hasta que escuchó los gritos y jadeos de uno de ellos.
Durante unos segundos pensó que la bruja oscura le había encontrado y acababa de llegar para rescatarle... pero la esperanza desapareció enseguida. Storm sería incapaz de entrar en la madriguera de un clan de vampiros, no por sí misma. Por no obviar el hecho de que, cuando se centraba en sus pociones, se le iba el santo al cielo. Dudaba incluso que fuera a darse cuenta de que todavía no había regresado a casa.
Tragó saliva, nervioso, y alzó la mirada lentamente una vez se quedaron a solas el recién llegado y él. El miedo que sentía ante la cercana muerte desapareció en el mismo instante que vio el rostro de quien tenía delante. - No puede ser... - murmuró reflejándose la sorpresa y el desconcierto en su rostro. ¡Era Héctor! Jamás podría olvidar su rostro, los recuerdos que este transmitía. Se ruborizó al darse cuenta de la posición en la que se encontraba ante él, atado y medio expuesto, pero entonces se dio cuenta de que el vampiro no parecía reconocerle. Aquello le hizo sonreír con algo de pena, pero al menos la situación había cambiado.
Ya no iba a morir.
-No recordaba que te fuera eso de atar a la gente... No es que lo desapruebe, pero empiezan a dolerme los brazos. ¿Serías tan amable de soltarme? - se dio el lujo de hablarle en confianza, aún a sabiendas que había crecido lo suficiente para no ser reconocido, sobretodo siendo ahora un hombre lobo.
Hastur- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 04/10/2017
Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
-¿Por qué debería? -sonrió de medio lado-. Los perros estáis mejor atados. O muertos.
Sin embargo, había algo en ese lobo. Se habían visto antes, aunque él no lo recordaba. ¿Cómo lo sabía? Porque los pensamientos del licántropo parecían flotar a su alrededor y veía claramente la sorpresa que le había supuesto verle, reconocerle. Había visto su nombre -ése que usaba desde hacía años- formarse entre exclamaciones en esa cabecita, como si su presencia fuera algo bueno, lo cual carecía de sentido, teniendo en cuenta que de todos era sabido que prefería tener a los hijos de la luna lejos de su morada.
Pero... ¿quién era él? ¿De qué se conocían? No podía ser de hacía demasiado, porque era un hombre joven. Incluso teniendo en cuenta el envejecimiento más lento de los lobos y suponiendo que fuera lobo desde su más tierna infancia... no contaría más de cincuenta años. Lo recordaría.
Pero no lo recordaba, no con ese aspecto, no siendo lobo. Tal vez se habían conocido mucho antes, siendo el otro aún humano... No iba a quedarse con las ganas de saberlo.
Agarró con fuerza la melena del lobo, por la nuca, sujetándolo con firmeza para mirarlo a los ojos. Esos ojos... Pero no se detuvo en ellos, pues sólo eran la entrada más rápida a su cabeza. Atravesó las barreras de la mente, sin molestarse en ser sutil o delicado para que el otro no notase la invasión. Podría hacerlo si quisiera, pero no quería. Le importaba muy poco que sintiera que violaba su intimidad o sus recuerdos, quería saber por qué lo conocía y quería saberlo en ese instante.
No tuvo que rebuscar entre cientos de recuerdos, porque inconscientemente, al reconocerle, el lobo los había traído a flote a su mente. Se vio a sí mismo, con el mismo aspecto que mostraba ahora, pero frente a un muchacho bastante más joven, humano, que le miraba con unos enormes ojos llenos de inocencia y que, por mero capricho, había adoptabo como su protegido.
Era algo habitual en el panteón al que había pertenecido. Los dioses y titanes tomaban protegidos o enemigos por mero azar, por algún sacrificio, por premiar actos heroicos o simplemente porque sí. Y Hastur había sido uno de esos porque sí para él. El chiquillo le había dado cobijo de las horas de luz y le había ofrecido comida, aunque él no la hubiera tocado. Había sido su protegido unos meses, con todo lo que eso implicaba a ojos de su cultura. Y finalmente lo había dejado ir, porque estaba demasiado apegado a su familia y Héctor demasiado apegado a su venganza.
Vio también el momento de su transformación y sintió cómo el odio crecía en su interior, cómo el deseo de destrozar a ese lobo y esparcir sus sesos y sus entrañas por la tierra le recorría el cuerpo, hasta el punto de hacerle perder su sempiterno semblante impasible.
Cuando salió de su mente, tenía los ojos brillantes, inyectados en sangre, y los colmillos asomando amenazadoramente en su boca. Rugió con toda la rabia que le bullía en esos momentos en las venas y odió un poco más a los lobos. Todo lo que tocaban lo mancillaban. Le habían robado a Febe y ahora habían convertido a ese niño tan dulce que él había dejado atrás porque no estaba listo para ser arrancado de su familia.
-Debí haberte traído conmigo.
Deslizó la mano hasta acunar su mejilla, de nuevo su rostro calmado, controlado su primer impulso. Le recorrió con el pulgar la punta de la nariz, el perfil de los labios, el mentón, el inicio del cuello.
-¿Qué te han hecho, mi dulce niño? Debí haberte traído... Hubiera evitado que te transformaran en... esto.
Sin embargo, había algo en ese lobo. Se habían visto antes, aunque él no lo recordaba. ¿Cómo lo sabía? Porque los pensamientos del licántropo parecían flotar a su alrededor y veía claramente la sorpresa que le había supuesto verle, reconocerle. Había visto su nombre -ése que usaba desde hacía años- formarse entre exclamaciones en esa cabecita, como si su presencia fuera algo bueno, lo cual carecía de sentido, teniendo en cuenta que de todos era sabido que prefería tener a los hijos de la luna lejos de su morada.
Pero... ¿quién era él? ¿De qué se conocían? No podía ser de hacía demasiado, porque era un hombre joven. Incluso teniendo en cuenta el envejecimiento más lento de los lobos y suponiendo que fuera lobo desde su más tierna infancia... no contaría más de cincuenta años. Lo recordaría.
Pero no lo recordaba, no con ese aspecto, no siendo lobo. Tal vez se habían conocido mucho antes, siendo el otro aún humano... No iba a quedarse con las ganas de saberlo.
Agarró con fuerza la melena del lobo, por la nuca, sujetándolo con firmeza para mirarlo a los ojos. Esos ojos... Pero no se detuvo en ellos, pues sólo eran la entrada más rápida a su cabeza. Atravesó las barreras de la mente, sin molestarse en ser sutil o delicado para que el otro no notase la invasión. Podría hacerlo si quisiera, pero no quería. Le importaba muy poco que sintiera que violaba su intimidad o sus recuerdos, quería saber por qué lo conocía y quería saberlo en ese instante.
No tuvo que rebuscar entre cientos de recuerdos, porque inconscientemente, al reconocerle, el lobo los había traído a flote a su mente. Se vio a sí mismo, con el mismo aspecto que mostraba ahora, pero frente a un muchacho bastante más joven, humano, que le miraba con unos enormes ojos llenos de inocencia y que, por mero capricho, había adoptabo como su protegido.
Era algo habitual en el panteón al que había pertenecido. Los dioses y titanes tomaban protegidos o enemigos por mero azar, por algún sacrificio, por premiar actos heroicos o simplemente porque sí. Y Hastur había sido uno de esos porque sí para él. El chiquillo le había dado cobijo de las horas de luz y le había ofrecido comida, aunque él no la hubiera tocado. Había sido su protegido unos meses, con todo lo que eso implicaba a ojos de su cultura. Y finalmente lo había dejado ir, porque estaba demasiado apegado a su familia y Héctor demasiado apegado a su venganza.
Vio también el momento de su transformación y sintió cómo el odio crecía en su interior, cómo el deseo de destrozar a ese lobo y esparcir sus sesos y sus entrañas por la tierra le recorría el cuerpo, hasta el punto de hacerle perder su sempiterno semblante impasible.
Cuando salió de su mente, tenía los ojos brillantes, inyectados en sangre, y los colmillos asomando amenazadoramente en su boca. Rugió con toda la rabia que le bullía en esos momentos en las venas y odió un poco más a los lobos. Todo lo que tocaban lo mancillaban. Le habían robado a Febe y ahora habían convertido a ese niño tan dulce que él había dejado atrás porque no estaba listo para ser arrancado de su familia.
-Debí haberte traído conmigo.
Deslizó la mano hasta acunar su mejilla, de nuevo su rostro calmado, controlado su primer impulso. Le recorrió con el pulgar la punta de la nariz, el perfil de los labios, el mentón, el inicio del cuello.
-¿Qué te han hecho, mi dulce niño? Debí haberte traído... Hubiera evitado que te transformaran en... esto.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 176
Fecha de inscripción : 12/04/2017
Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
Sentir que violaban su mente no dolía. No de la misma forma que dolía una puñalada, ni siquiera con la mínima intensidad con la que dolían sus extremidades por la postura obligada por los grilletes. Era un dolor distinto. Punzante, sí, intenso también, un dolor que paralizaba por completo el cuerpo y cualquier raciocinio posible, sin embargo no causaba el mismo sufrimiento que una herida. No sangraba ni latía. Simplemente estaba ahí... embotando su mente, obligándole a revivir recuerdos del pasado, incluso el que más le hacía padecer: el día que fue mordido. Una silenciosa lágrima descendió por su mejilla ante los sentimientos que despertó aquel recuerdo, mas seguía serio como al principio, esperando a que Hector encontrara lo que buscaba y saliera de su cabeza de una vez por todas.
Se dejó acunar, incluso inclinó la cabeza buscando el contacto de esa mano que le abrió las puertas del placer a muy tierna edad. Sonrió, carente de la inocencia que le había caracterizado cuando se conocieron. Ya no era un niño, era un hombre, uno que cargaba su propia cruz. El trauma, los errores, la distancia con su familia y la soledad parisina habían interrumpido su inocencia.
-Nunca hubiera dejado a mi familia... - respondió a sus palabras con algo que ambos sabían muy bien. Él jamás habría abandonado a su madre y a Alí de no verse obligado. - Y tú tenías un camino que seguir, un niño te habría sido un estorbo.
Tener a Hector en frente alejaba a la Muerte. Iba a seguir viviendo y todo gracias a ese encuentro del pasado, días en los que desconocía el odio que el vampiro sentía hacia los lobos, igual que en ese momento. Pero ya habría tiempo para ponerse al día, en ese instante tenía otras prioridades que rápidamente le hizo saber.
-¿Vas a soltarme de una vez? Esto es incómodo... - arqueó una ceja con total obviedad, moviendo las manos para hacer sonar los grilletes, apremiándole a desatarlo. En su fuero interno daba gracias de que el vampiro se hubiera centrado en los recuerdos juntos y la transformación, no en el hecho de que no había intimado con nadie más desde él. No porque su recuerdo le hubiera marcado, simplemente no sintió tal necesidad de encamarse con otra persona. Aunque quisiera en un futuro formar una familia, antes de ello debía encontrar una solución a su problema de controlar la bestia. Pero si quería que le viera como un hombre, la falta de actividad sexual en ese tiempo sin verse podía hacer que le siguiera como un niño, algo que detestaría. Por otro lado, conocía la lujuria de Hector y, tal y como estaba expuesto, no estaba muy seguro de ser liberado de inmediato, de modo que le miró con esos ojos de cachorro que no había perdido del todo e insistió. - Siento haber atacado a uno de los tuyos... aunque viendo lo que le has hecho, creo que no te habrá molestado tanto. ¿Me sueltas?
Se dejó acunar, incluso inclinó la cabeza buscando el contacto de esa mano que le abrió las puertas del placer a muy tierna edad. Sonrió, carente de la inocencia que le había caracterizado cuando se conocieron. Ya no era un niño, era un hombre, uno que cargaba su propia cruz. El trauma, los errores, la distancia con su familia y la soledad parisina habían interrumpido su inocencia.
-Nunca hubiera dejado a mi familia... - respondió a sus palabras con algo que ambos sabían muy bien. Él jamás habría abandonado a su madre y a Alí de no verse obligado. - Y tú tenías un camino que seguir, un niño te habría sido un estorbo.
Tener a Hector en frente alejaba a la Muerte. Iba a seguir viviendo y todo gracias a ese encuentro del pasado, días en los que desconocía el odio que el vampiro sentía hacia los lobos, igual que en ese momento. Pero ya habría tiempo para ponerse al día, en ese instante tenía otras prioridades que rápidamente le hizo saber.
-¿Vas a soltarme de una vez? Esto es incómodo... - arqueó una ceja con total obviedad, moviendo las manos para hacer sonar los grilletes, apremiándole a desatarlo. En su fuero interno daba gracias de que el vampiro se hubiera centrado en los recuerdos juntos y la transformación, no en el hecho de que no había intimado con nadie más desde él. No porque su recuerdo le hubiera marcado, simplemente no sintió tal necesidad de encamarse con otra persona. Aunque quisiera en un futuro formar una familia, antes de ello debía encontrar una solución a su problema de controlar la bestia. Pero si quería que le viera como un hombre, la falta de actividad sexual en ese tiempo sin verse podía hacer que le siguiera como un niño, algo que detestaría. Por otro lado, conocía la lujuria de Hector y, tal y como estaba expuesto, no estaba muy seguro de ser liberado de inmediato, de modo que le miró con esos ojos de cachorro que no había perdido del todo e insistió. - Siento haber atacado a uno de los tuyos... aunque viendo lo que le has hecho, creo que no te habrá molestado tanto. ¿Me sueltas?
Hastur- Licántropo Clase Baja
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Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
Mantuvo la mano un poco más contra la mejilla de Hastur. Ese simple gesto ya denotaba lo que había cambiado su cuerpo, pues notaba cómo la piel raspaba por la incipiente barba. Sonrió de medio lado y se alejó, hacia la mesa donde estaban todos los "juguetes". Cogió uno de ellos, lo observó un momento en su mano y lo devolvió a su lugar, como si desechara la idea. Cogió las llaves que cerraban los grilletes y regresó frente al licántropo.
Subió los brazos para liberar sus muñecas. Mientras manipulaba los grilletes, era inposible que sus manos no se rozaran. La piel de Hastur le pareció tremendamente caliente. No pudo evitar preguntarse si se debía a la transformación o a que su recuerdo se había vuelvo menos vívido en esos pequeños detalles.
Cuando el cierre estuvo abierto, dio un paso atrás y le dejó algo de espacio. No había dicho más, como si le diera vueltas a algún pensamiento. En verdad lo hacía, quería descuartizar al lobo que había mordido al muchacho con sus propias manos. Pero era una rabia que se diluiría.
Le ofreció la llave para que pudiera liberar por si mismo sus tobillos, observándole mientras lo hacía. Le parecía mentira que fuera el mismo chiquillo, pero no podía negar la evidencia. Podría haberle dicho que no era un estorbo, que se hubiera quedado con él cerca de su familia... pero sería mentirle y no veía el sentido a hacerlo. Había tomado la mejor decisión en ese momento, simplemente las circunstancias habían cambiado.
-¿Vas a huir de mí o vas a seguirme a un sitio más apropiado?
A cualquier otro no le hubiera dado la opción de elegir. Ni siquiera le habría liberado. Habría marcado su cuerpo a hierro y plata y se habría regodeado en su sufrimiento. Pero Hastur no era cualquier otro y la debilidad que había sentido por él de niño pesaba más que el ser que era ahora. "Hastur" importaba más que "licántropo".
Con un gesto de la mano le invitó a seguirle, mientras abandonaba el sótano, sin prestar atención a si dejaba o no la llave, o si cogía alguno de los útiles de la mesa con idea de atacarle por la espalda. Caminaba despacio, pero no le esperaba a pie firme. Si quería marcharse y dar aquel reencuentro por terminado, le dejaría hacerlo.
Pero si le seguía, acabaría a su lado en la biblioteca, junto al hipnótico fuego de la chimenea, degustando vino y hablando de aquellos años que habían transcurrido separados. Quizás hasta podrían hablar de proyectos para el futuro. El suyo era predecible, en realidad; una eternidad viendo pasar las edades del mundo, jugando a ser el rey en el tablero, moviendo torres, alfiles y peones a su antojo. El de Hastur admitía más posibilidades.
Subió los brazos para liberar sus muñecas. Mientras manipulaba los grilletes, era inposible que sus manos no se rozaran. La piel de Hastur le pareció tremendamente caliente. No pudo evitar preguntarse si se debía a la transformación o a que su recuerdo se había vuelvo menos vívido en esos pequeños detalles.
Cuando el cierre estuvo abierto, dio un paso atrás y le dejó algo de espacio. No había dicho más, como si le diera vueltas a algún pensamiento. En verdad lo hacía, quería descuartizar al lobo que había mordido al muchacho con sus propias manos. Pero era una rabia que se diluiría.
Le ofreció la llave para que pudiera liberar por si mismo sus tobillos, observándole mientras lo hacía. Le parecía mentira que fuera el mismo chiquillo, pero no podía negar la evidencia. Podría haberle dicho que no era un estorbo, que se hubiera quedado con él cerca de su familia... pero sería mentirle y no veía el sentido a hacerlo. Había tomado la mejor decisión en ese momento, simplemente las circunstancias habían cambiado.
-¿Vas a huir de mí o vas a seguirme a un sitio más apropiado?
A cualquier otro no le hubiera dado la opción de elegir. Ni siquiera le habría liberado. Habría marcado su cuerpo a hierro y plata y se habría regodeado en su sufrimiento. Pero Hastur no era cualquier otro y la debilidad que había sentido por él de niño pesaba más que el ser que era ahora. "Hastur" importaba más que "licántropo".
Con un gesto de la mano le invitó a seguirle, mientras abandonaba el sótano, sin prestar atención a si dejaba o no la llave, o si cogía alguno de los útiles de la mesa con idea de atacarle por la espalda. Caminaba despacio, pero no le esperaba a pie firme. Si quería marcharse y dar aquel reencuentro por terminado, le dejaría hacerlo.
Pero si le seguía, acabaría a su lado en la biblioteca, junto al hipnótico fuego de la chimenea, degustando vino y hablando de aquellos años que habían transcurrido separados. Quizás hasta podrían hablar de proyectos para el futuro. El suyo era predecible, en realidad; una eternidad viendo pasar las edades del mundo, jugando a ser el rey en el tablero, moviendo torres, alfiles y peones a su antojo. El de Hastur admitía más posibilidades.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
Pudo ver en su aura la furia que sentía por haberle reencontrado como lobo y, por un instante, se preguntó si le habría decepcionado. Aún quedaban en él rastros de aquel niño inocente que miraba a Hector cual héroe de cuento, asombrado por todas las historias que le había contado los días que pasó en su casa, deseoso de recibir su aprobación... Pero apenas le había tocado y él mismo odió nuevamente lo que era, lo que le obligaron a ser. Ojalá hubiera podido reencontrarle siendo ya un médico respetado, pero no había sido así, el destino quiso que no fuera así. Destino... ¿por qué venía esa idea a su mente si ni siquiera creía en ello? Tal vez por el vampiro, quien en el pasado le contó historias de titanes y dioses y que incluso ellos estaban sujetos a ese sino ya escrito. Hastur creía que todo aquello que le fue narrado no eran más que cuentos infantiles que a esas alturas costaba más creer.
Se frotó las doloridas muñecas antes de tomar la llave y agacharse para desatarse también los pies, siguiéndole en silencio con gesto serio, pero a la vez curioso mirando alrededor. Aquel era el sitio donde el cainita moraba, y su madre siempre lo decía: el hogar habla más de uno que su propia historia. Aquella mazmorra dejaba claro que su "héroe" tenía un lado oscuro y retorcido, un lado que quiso relacionar con el odio a los licántropos y no con el mundo en general. Se negaba a manchar la imagen que seguía teniendo de él en su cabeza, aunque solo fuera para mantener viva su inocencia infantil.
Su rostro fue un libro abierto cuando entró en la biblioteca. ¡Tantos conocimientos juntos! Su gusto por el saber le hacía desear devorar cada uno de esos tomos, mas se contuvo en actos, no en sueños. - Nunca había visto tantos libros juntos... - musitó acercándose al fuego, controlándose para no ir a leer los lomos o incluso a acariciarlos. La bruja tenía una pequeña biblioteca, pero nada en comparación de aquella en la que se encontraba. - ¿Los has leído todos?
Se tomó la confianza de sentarse en la otra butaca, pero rechazó el vino con un movimiento de mano. No bebía alcohol, como mucho cerveza muy de vez en cuando y en pocas cantidades. Le gustaba tener la mente despejada y bien despierta, en parte para controlar al lobo, en parte para poder seguir absorbiendo conocimiento de cuanto ocurriera a su alrededor. Suspiró y volvió a fijar la mirada en él, tomando la palabra. - Has visto en mis recuerdos cómo me convertí, pero no cómo llegué aquí. Poco después de que te fueras mi madre se casó y tuve un hermano, Alí - sonrió al pensar en él, lleno de nostalgia. - Cuando llegó la primera luna llena... le ataqué. No era yo mismo, la bestia dominaba. Por suerte no le hice nada, pero aquel suceso fue decisivo para hacer algo al respecto. Vine a Francia para alejar de ellos el peligro, pero también para encontrar un modo de controlar lo que soy. Al menos sigo teniendo una meta, aunque haya tenido que resignarme a no poder cumplir la otra. ¿Qué hay de ti? ¿Qué ha sido de tu vida? De haber sabido que vivías aquí te habría venido a ver mucho antes.
Se frotó las doloridas muñecas antes de tomar la llave y agacharse para desatarse también los pies, siguiéndole en silencio con gesto serio, pero a la vez curioso mirando alrededor. Aquel era el sitio donde el cainita moraba, y su madre siempre lo decía: el hogar habla más de uno que su propia historia. Aquella mazmorra dejaba claro que su "héroe" tenía un lado oscuro y retorcido, un lado que quiso relacionar con el odio a los licántropos y no con el mundo en general. Se negaba a manchar la imagen que seguía teniendo de él en su cabeza, aunque solo fuera para mantener viva su inocencia infantil.
Su rostro fue un libro abierto cuando entró en la biblioteca. ¡Tantos conocimientos juntos! Su gusto por el saber le hacía desear devorar cada uno de esos tomos, mas se contuvo en actos, no en sueños. - Nunca había visto tantos libros juntos... - musitó acercándose al fuego, controlándose para no ir a leer los lomos o incluso a acariciarlos. La bruja tenía una pequeña biblioteca, pero nada en comparación de aquella en la que se encontraba. - ¿Los has leído todos?
Se tomó la confianza de sentarse en la otra butaca, pero rechazó el vino con un movimiento de mano. No bebía alcohol, como mucho cerveza muy de vez en cuando y en pocas cantidades. Le gustaba tener la mente despejada y bien despierta, en parte para controlar al lobo, en parte para poder seguir absorbiendo conocimiento de cuanto ocurriera a su alrededor. Suspiró y volvió a fijar la mirada en él, tomando la palabra. - Has visto en mis recuerdos cómo me convertí, pero no cómo llegué aquí. Poco después de que te fueras mi madre se casó y tuve un hermano, Alí - sonrió al pensar en él, lleno de nostalgia. - Cuando llegó la primera luna llena... le ataqué. No era yo mismo, la bestia dominaba. Por suerte no le hice nada, pero aquel suceso fue decisivo para hacer algo al respecto. Vine a Francia para alejar de ellos el peligro, pero también para encontrar un modo de controlar lo que soy. Al menos sigo teniendo una meta, aunque haya tenido que resignarme a no poder cumplir la otra. ¿Qué hay de ti? ¿Qué ha sido de tu vida? De haber sabido que vivías aquí te habría venido a ver mucho antes.
Hastur- Licántropo Clase Baja
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Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
Héctor cerró la puerta de la biblioteca tras él. No la atrancó, pero no era necesario. Esa puerta cerrada era una clara señal para no molestarle. La mansión Fortier era grande y acogía bajo su techo a al menos una docena de acólitos del titán y un buen puñado de humanos. Todos podían ir y venir a su antojo, siempre que respetaran las normas de la casa. Salvo a tres lugares: la habitación del vampiro, el balcón que ocupaba la estatua de Febe y aquella biblioteca. Recientemente se había añadido la habitación de Hania a esa lista. Tenía un par de criadas que se encargaban de mantenerlo todo limpio y en perfecto orden, pero ninguna de ellas osaba traspasar una puerta que su patrón hubiera cerrado. Así que estaban solos.
Ocupó su butaca de siempre, junto al fuego. No tenía frío, pero le gustaba la luz que daban las llamas y el crepitar de la chimenea, el cómo el olor a leña quemándose casaba con el de la tinta y el papel de los libros o el cuero de las encuadernaciones. Echó un distraído vistazo alrededor.
-Casi todos. Algunos varias veces. Tengo demasiados años y mucho tiempo libre. No siempre me apetece ir a beber o buscar compañía.
Obvió el ofrecimiento a llevarse algún tomo si lo deseaba, porque estaba más interesado en conocer qué había pasado en aquellos años. Y prefería que se lo contara él. Podría leerlo en su mente, con la misma facilidad que cualquiera de aquellos libros, pero prefería pensar que podía mantener la confianza de Hastur como cuando era más joven. Un pensamiento nostálgico, pero agradable.
-París me está dando este año sorpresas. Puede que tenga que ver con la alineación de los planetas. -Y no, no sonaba irónico, porque no lo estaba siendo, creía firmemente en la influencia de la posición de los elementos del cielo, en la voluntad de los destinos-. Hace unos meses encontré a la última personita de mi estirpe. Ahora a ti. ¿Qué será lo próximo?
Entrecerró los ojos, mirando fijamente a Hastur. Sopesando pros y contras. Y se le ocurrió una idea descabellada, pero que podría dar muy buen resultado si salía bien. Posiblemente apremiada por esa sensación de sobreprotección que había saltado en su cerebro hacia aquel muchacho.
-¿Sigues queriendo ser médico? Porque tengo un proyecto entre manos, a largo plazo. Y quizás podríamos llegar a un acuerdo interesante.
En su cabeza, el pensamiento tomaba forma. El orfanato de Hania necesitaría personal sanitario. Él no iba a dejarlo en manos de alguien que no fuera de su entera confianza. El tema sobrenatural era un problema y no siempre podía arreglarse con un movimiento de capital. Podría funcionar.
Los dioses tenían sus predilectos, sus protegidos. Con motivo o por mero capricho. Y estaba claro que Hastur era el de Héctor.
Ocupó su butaca de siempre, junto al fuego. No tenía frío, pero le gustaba la luz que daban las llamas y el crepitar de la chimenea, el cómo el olor a leña quemándose casaba con el de la tinta y el papel de los libros o el cuero de las encuadernaciones. Echó un distraído vistazo alrededor.
-Casi todos. Algunos varias veces. Tengo demasiados años y mucho tiempo libre. No siempre me apetece ir a beber o buscar compañía.
Obvió el ofrecimiento a llevarse algún tomo si lo deseaba, porque estaba más interesado en conocer qué había pasado en aquellos años. Y prefería que se lo contara él. Podría leerlo en su mente, con la misma facilidad que cualquiera de aquellos libros, pero prefería pensar que podía mantener la confianza de Hastur como cuando era más joven. Un pensamiento nostálgico, pero agradable.
-París me está dando este año sorpresas. Puede que tenga que ver con la alineación de los planetas. -Y no, no sonaba irónico, porque no lo estaba siendo, creía firmemente en la influencia de la posición de los elementos del cielo, en la voluntad de los destinos-. Hace unos meses encontré a la última personita de mi estirpe. Ahora a ti. ¿Qué será lo próximo?
Entrecerró los ojos, mirando fijamente a Hastur. Sopesando pros y contras. Y se le ocurrió una idea descabellada, pero que podría dar muy buen resultado si salía bien. Posiblemente apremiada por esa sensación de sobreprotección que había saltado en su cerebro hacia aquel muchacho.
-¿Sigues queriendo ser médico? Porque tengo un proyecto entre manos, a largo plazo. Y quizás podríamos llegar a un acuerdo interesante.
En su cabeza, el pensamiento tomaba forma. El orfanato de Hania necesitaría personal sanitario. Él no iba a dejarlo en manos de alguien que no fuera de su entera confianza. El tema sobrenatural era un problema y no siempre podía arreglarse con un movimiento de capital. Podría funcionar.
Los dioses tenían sus predilectos, sus protegidos. Con motivo o por mero capricho. Y estaba claro que Hastur era el de Héctor.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
Tampoco él sentía frío, pero poco acostumbrado como estaba a los vampiros, encontrándose en una casa plagada de estos le hacía querer buscar algo de calor que alejara el frío mortuorio que se respiraba en el ambiente, algo que no le habría importado en el pasado, como humano, pero que sus sentidos de lobo no aceptaban igual de bien. Los libros dejaron de interesarle cuando habló de una "personita". ¿De quién se trataría? No hubiera imaginado jamás que Hector tendría familia, tal vez por la certeza de que como vampiro era incapaz de tener descendencia, y nuevamente, igual que de pequeño, sintió el abismo de los siglos y siglos que el vampiro cargaba a sus espaldas. ¿Tanto podía durar una herencia genética para haber llegado hasta esos días? El mundo seguía estando lleno de misterios.
-También para mí ha sido una sorpresa encontrarte. No mentiré diciendo que he estado todo este tiempo pensando en ti, aunque sí hubo momentos, pero las circunstancias de la vida han hecho que quedaras relegado a un simple buen recuerdo del pasado... - calló ante la atenta mirada que recibía del cainita, incomodándose un poco y haciéndolo saber al moverse inquieto en el asiento. Confiaba en él, no era ese el problema, pero su pasado se había resumido a cuentos y sexo, y esa mirada no encajaba en absoluto con el inicio de una historia de dioses y titanes. Sin embargo, se llevó una nueva sorpresa ante esa proposición, tan repentina que durante unos segundos balbuceó sin saber qué decir.
Se puso en pie, paseando indeciso por delante del fuego. Aunque en el fondo le gustaba que aún se acordara de sus deseos de niño. - Querer, quiero... pero ¿quién aceptaría a un lobo en el hospital? Ahora soy un peligro, no un sanador precisamente... - suspiró y se detuvo, mirándole, cayendo en que aún le miraba de aquel modo. Se llevó una mano al abdomen por inercia y le miró con suspicacia. - ¿Qué clase de acuerdo? Porque si hubiera querido ser puta lo habría sido, Hector... pero ambos sabemos que no estoy hecho para eso.
Jamás tendría estómago para vender el cuerpo. Hector le había enseñado en el pasado que el cuerpo era un templo y así seguía creyéndolo.
-También para mí ha sido una sorpresa encontrarte. No mentiré diciendo que he estado todo este tiempo pensando en ti, aunque sí hubo momentos, pero las circunstancias de la vida han hecho que quedaras relegado a un simple buen recuerdo del pasado... - calló ante la atenta mirada que recibía del cainita, incomodándose un poco y haciéndolo saber al moverse inquieto en el asiento. Confiaba en él, no era ese el problema, pero su pasado se había resumido a cuentos y sexo, y esa mirada no encajaba en absoluto con el inicio de una historia de dioses y titanes. Sin embargo, se llevó una nueva sorpresa ante esa proposición, tan repentina que durante unos segundos balbuceó sin saber qué decir.
Se puso en pie, paseando indeciso por delante del fuego. Aunque en el fondo le gustaba que aún se acordara de sus deseos de niño. - Querer, quiero... pero ¿quién aceptaría a un lobo en el hospital? Ahora soy un peligro, no un sanador precisamente... - suspiró y se detuvo, mirándole, cayendo en que aún le miraba de aquel modo. Se llevó una mano al abdomen por inercia y le miró con suspicacia. - ¿Qué clase de acuerdo? Porque si hubiera querido ser puta lo habría sido, Hector... pero ambos sabemos que no estoy hecho para eso.
Jamás tendría estómago para vender el cuerpo. Hector le había enseñado en el pasado que el cuerpo era un templo y así seguía creyéndolo.
Hastur- Licántropo Clase Baja
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Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
-Jamás te he considerado una puta y creo que nunca te he tratado como tal -la tensión en sus palabras fue evidente. Hasta podría verse su aura vibrar con un deje de rabia-. Siéntate. Y escucha, que se note que esos sentidos hiperdesarrollados que tienes ahora sirven para algo más que para sacarme de mis casillas.
No le había gustado esa reacción, lo entendía, sí, pero no le gustaba. Cuando volvió a hablar lo hizo con el mismo tono de siempre, como si el momento anterior no hubiera pasado.
-Estoy contruyendo un orfanato para Hania. Hania es la mujer que te he dicho que he encontrado. Para resumirlo, yo soy el inicio de mi línea de sangre y ella el final, hay demasiados grados en medio para ponerle un nombre. De cara a la galería soy su tío. Los mortales no comprenden ciertas cosas. Así que he comprado una propiedad y la estamos poniendo bonita. Y... aquí es donde viene el trato, si dejas de pensar estupideces... el orfanato necesitará personal sanitario permanente. Uno o dos médicos, un par de enfermeras... Obviamente tendrías que acabar los estudios primero, para mí esto es un negocio y tengo por costumbre invertir en activos rentables.
No le había gustado esa reacción, lo entendía, sí, pero no le gustaba. Cuando volvió a hablar lo hizo con el mismo tono de siempre, como si el momento anterior no hubiera pasado.
-Estoy contruyendo un orfanato para Hania. Hania es la mujer que te he dicho que he encontrado. Para resumirlo, yo soy el inicio de mi línea de sangre y ella el final, hay demasiados grados en medio para ponerle un nombre. De cara a la galería soy su tío. Los mortales no comprenden ciertas cosas. Así que he comprado una propiedad y la estamos poniendo bonita. Y... aquí es donde viene el trato, si dejas de pensar estupideces... el orfanato necesitará personal sanitario permanente. Uno o dos médicos, un par de enfermeras... Obviamente tendrías que acabar los estudios primero, para mí esto es un negocio y tengo por costumbre invertir en activos rentables.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
-Solo quería dejar las cosas claras. En Francia me han propuesto cosas raras en muchas ocasiones, y ambos sabemos que no eres precisamente un santo... - y que él ya no era el niño inocente que aceptaba todo sin preguntar. Se relajó y volvió a sentarse, más curioso con ese trato. - ....hablas de ese orfanato como quien decide regalarle un ramo a una dama. No recordaba que estás colmado de dinero - frunció los labios, pero no le dio importancia. Solo le sorprendía la forma en la que hablaba la gente a la que el dinero no suponía en absoluto un problema. Hector era todo lo contrario a lo que Hastur había vivido. Para él, hubo una época en la que incluso un mendrugo de pan era cuestión de sacrificios. De hecho, antes de ser mordido por el lobo, su madre y él ya empezaron a ver qué milagros podían llevar a cabo para poder mandarle a él a estudiar.
-Así que tu idea... es educarme para en un futuro convertirme en médico de ese orfanato - torció el gesto con cierto gusto, meditándolo. Todo resultaba demasiado bonito y fácil para alguien que había crecido en la dura África. - Admito que suena muy bien, pero... te deberé entonces un gran favor - le miró fijamente a los ojos. Los suyos grandes, un tanto incómodos, y totalmente abiertos como un libro. A Hastur no le gustaba que le regalaran nada. - Sí, después estaría trabajando para ti, una inversión como tú dices, pero... me estás ofreciendo el sueño de mi vida así, con total facilidad... tanto que ni siquiera puedo creerlo. Y aunque mi vida ahora sea mucho más longeva, no sé si seré capaz de devolverte el favor. No me sentiría capaz de cobrar por mis servicios habiendo pagado tú mi carrera, y del aire no puedo vivir.
-Así que tu idea... es educarme para en un futuro convertirme en médico de ese orfanato - torció el gesto con cierto gusto, meditándolo. Todo resultaba demasiado bonito y fácil para alguien que había crecido en la dura África. - Admito que suena muy bien, pero... te deberé entonces un gran favor - le miró fijamente a los ojos. Los suyos grandes, un tanto incómodos, y totalmente abiertos como un libro. A Hastur no le gustaba que le regalaran nada. - Sí, después estaría trabajando para ti, una inversión como tú dices, pero... me estás ofreciendo el sueño de mi vida así, con total facilidad... tanto que ni siquiera puedo creerlo. Y aunque mi vida ahora sea mucho más longeva, no sé si seré capaz de devolverte el favor. No me sentiría capaz de cobrar por mis servicios habiendo pagado tú mi carrera, y del aire no puedo vivir.
Hastur- Licántropo Clase Baja
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Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
-Creo que no lo estás entendiendo. No es un regalo, Hastur. Son negocios. Voy a hacerte un préstamo para estudiar y tú me lo devolverás con intereses, como corresponde. Y luego trabajarás para mí a cambio de un salario, como otros tantos de mis trabajadores. Voy a abrir ese orfanato por el mero capricho de Hania y, como comprenderás, prefiero que el médico encargado sea alguien que conozca su condición y que esté en posición de evitar un accidente. O de ocultarlo debidamente si ocurre.
Para el titán, aquella negociación parecía mero trámite. Estaba más que acostumbrado a ese tira y afloja, a hacer una oferta y recibir a cambio una contrapartida. Visiblemente cómodo en su butaca, junto al fuego, todos sus gestos se limitaron a cruzar una pierna sobre la otra y entrelazar sus dedos, sin despegar los ojos del muchacho que tenía delante.
Tenía dinero suficiente para pagarle los estudios de esa vida y de las cuatro siguientes si quería. Y no le dolía lo más mínimo gastarlo a espuertas. Llevaba demasiados siglos en la tierra y tenia contactos suficientes y le debían favores suficientes para poder dilapidar parte de su fortuna. Negocios rentables, tratos políticos. Héctor era en muchos casos el poder en la sombra, como ocurría con el propio Consejo de los Vampiros.
Demasiado inteligente para convertirse en una figura de poder visible, el titán prefería mover otros hilos con los que mantenerse siempre en esa posición privilegiada.
Además, quería tener a Hastur cerca. Ya le había dejado atrás una vez y no le había gustado nada el resultado. No iba a permitir que pasara de nuevo. Había tenido protegidos en el pasado, seguramente los tendría en el futuro. Pero ahora, en el presente, bajo el nombre de Héctor Lebeau-Fortier, su protegido sería ese niño de ojos grandes e inocentes que buscaba convertirse en médico.
-No tienes que contestarme ahora. Puedes pensarlo el tiempo que quieras. De todos modos, faltan algunos meses para que comience un nuevo curso en la universidad.
Para el titán, aquella negociación parecía mero trámite. Estaba más que acostumbrado a ese tira y afloja, a hacer una oferta y recibir a cambio una contrapartida. Visiblemente cómodo en su butaca, junto al fuego, todos sus gestos se limitaron a cruzar una pierna sobre la otra y entrelazar sus dedos, sin despegar los ojos del muchacho que tenía delante.
Tenía dinero suficiente para pagarle los estudios de esa vida y de las cuatro siguientes si quería. Y no le dolía lo más mínimo gastarlo a espuertas. Llevaba demasiados siglos en la tierra y tenia contactos suficientes y le debían favores suficientes para poder dilapidar parte de su fortuna. Negocios rentables, tratos políticos. Héctor era en muchos casos el poder en la sombra, como ocurría con el propio Consejo de los Vampiros.
Demasiado inteligente para convertirse en una figura de poder visible, el titán prefería mover otros hilos con los que mantenerse siempre en esa posición privilegiada.
Además, quería tener a Hastur cerca. Ya le había dejado atrás una vez y no le había gustado nada el resultado. No iba a permitir que pasara de nuevo. Había tenido protegidos en el pasado, seguramente los tendría en el futuro. Pero ahora, en el presente, bajo el nombre de Héctor Lebeau-Fortier, su protegido sería ese niño de ojos grandes e inocentes que buscaba convertirse en médico.
-No tienes que contestarme ahora. Puedes pensarlo el tiempo que quieras. De todos modos, faltan algunos meses para que comience un nuevo curso en la universidad.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
No tenía ni idea de cómo le devolvería el dinero, pero estaba más tranquilo sabiendo que debía hacerlo, que solo era un préstamo. Empezó con una sonrisa que terminó en carcajada, inclinándose hacia adelante con los brazos apoyados en las rodillas. Sus ojos brillaban, pues después de tanto tiempo lamentándose por haber perdido cualquier oportunidad de cumplir su sueño, ahí estaba Hector para hacerlo posible. De pequeño le hizo compañía mientras su madre trabajaba en otro pueblo, y ahora volvía a aparecer para echarle otra mano.
-No necesito pensarlo, Hector, ¡por supuesto que acepto! Ser médico es todo cuanto siempre he querido desde que era bien pequeño. Me da igual si trabajo en un gran hospital, en un orfanato, o a la vuelta de la esquina. Ayudar al enfermo es todo cuanto quiero - se mordió el labio ansioso, emocionado. Daba igual si aún faltaban unos meses, pensaba ponerse a estudiar para llegar bien preparado a la escuela. - ¿Crees que debería decirles que soy un lobo? Aunque entonces no me aceptarían... pero los días después de luna llena siempre estoy débil y sospecharían... - habló rápido, mirando de un sitio a otro mientras le daba vueltas a los detalles. - ¿Debería cortarme el cabello? Me gusta tenerlo largo, pero tal vez lo vean con malos ojos. Los catedráticos son muy estirados. ¿Tú qué opinas?
Nuevamente se puso en pie divagando mientras andaba de un lado a otro. - Ya verás cuando se lo cuente a mamá. ¡Estará super contenta! Tal vez incluso pueda buscarme un pequeño piso para mí y traerlos a la ciudad, seguro que aquí vivirían mejor que en África... Aunque sigue estando el problema de mi transformación. Claro que puedo irme al bosque en esas noches - se quedó quieto y miró a Hector. - ¡No puedo esperar tantos meses! - rió. - ¿Me dejarás rebuscar en tus libros? Quiero empezar a prepararme. Bueno, si te parece bien. También puedo ayudarte a cambio aquí en casa.
En cuanto se dio cuenta de la diarrea verbal se detuvo y tuvo la decencia de verse avergonzado por la explosiva reacción. Se retiró el cabello del rostro con una mano y le miró más serio. - Gracias... - susurró - de corazón. Gracias por todo. Me da igual que lo veas como negocios, para mí es mucho más que eso. Es mi vida. Mi futuro. Y tú lo vas a hacer posible.
-No necesito pensarlo, Hector, ¡por supuesto que acepto! Ser médico es todo cuanto siempre he querido desde que era bien pequeño. Me da igual si trabajo en un gran hospital, en un orfanato, o a la vuelta de la esquina. Ayudar al enfermo es todo cuanto quiero - se mordió el labio ansioso, emocionado. Daba igual si aún faltaban unos meses, pensaba ponerse a estudiar para llegar bien preparado a la escuela. - ¿Crees que debería decirles que soy un lobo? Aunque entonces no me aceptarían... pero los días después de luna llena siempre estoy débil y sospecharían... - habló rápido, mirando de un sitio a otro mientras le daba vueltas a los detalles. - ¿Debería cortarme el cabello? Me gusta tenerlo largo, pero tal vez lo vean con malos ojos. Los catedráticos son muy estirados. ¿Tú qué opinas?
Nuevamente se puso en pie divagando mientras andaba de un lado a otro. - Ya verás cuando se lo cuente a mamá. ¡Estará super contenta! Tal vez incluso pueda buscarme un pequeño piso para mí y traerlos a la ciudad, seguro que aquí vivirían mejor que en África... Aunque sigue estando el problema de mi transformación. Claro que puedo irme al bosque en esas noches - se quedó quieto y miró a Hector. - ¡No puedo esperar tantos meses! - rió. - ¿Me dejarás rebuscar en tus libros? Quiero empezar a prepararme. Bueno, si te parece bien. También puedo ayudarte a cambio aquí en casa.
En cuanto se dio cuenta de la diarrea verbal se detuvo y tuvo la decencia de verse avergonzado por la explosiva reacción. Se retiró el cabello del rostro con una mano y le miró más serio. - Gracias... - susurró - de corazón. Gracias por todo. Me da igual que lo veas como negocios, para mí es mucho más que eso. Es mi vida. Mi futuro. Y tú lo vas a hacer posible.
Hastur- Licántropo Clase Baja
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Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
Frunció levemente el ceño, rompiendo su estoica e imperturbable expresión serena ante tanta carcajada. Recordaba la risa de Hastur bastante más infantil, más aguda, menos vibrante. El cambio era notable, ya no era la voz de un niño y el vampiro no tenía claro si le agradaba o no. Por un lado, era como mancillar un precioso recuerdo. Por otro, le pareció un sonido impactante, inesperado y atrayente.
Le dejó hablar sin interrumpirle, escuchando cómo brotaban esos pensamientos atropelladamente. Casi podía verlos en su mente antes que salieran las palabras entre sus labios. Ese entusiasmo le provocó una sensación placentera, como una droga. Cuando se detuvo y le miró, dándole las gracias, tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para no agarrarlo de la nuca y arrancarle los labios a mordiscos. La imagen del muchacho encadenado en el sótano cobró de pronto un matiz realmente tentador.
Pero lo dejó correr. Acababan de reencontrarse y en su recuerdo Hastur era un niño dulce e inocente, moldeable entre sus manos, que respondía avergonzado a sus acciones y se esforzaba por complacerle, mientras que el hombre que tenía delante sería perfectamente capaz de resistirse a él. De qué forma tan visceral deseó seducirlo y someterlo al placer una vez más, como si el tiempo no hubiera pasado.
Mas lo había hecho. Y demasiado rápido. No quería convertir la oferta que le había hecho en algo con dobles intenciones. Eran cosas diferentes. De una parte estaba su deseo de protección, de ofrecerle un futuro mejor, de verlo conseguir su sueño y ser parte constante en esa vida. De otra, el deseo carnal más primario. No iba a negar lo evidente; había adorado el cuerpo de Hastur antes y podría volver a hacerlo hasta el agotamiento. Pero no era el objetivo que perseguía con su ofrecimiento, así que mantendría ese deseo sólo para sí.
Por el momento.
-Puedes coger los libros que quieras -aseguró, haciendo un ademán con la mano, poniendo la biblioteca a su disposición-, siempre y cuando los cuides y los devuelvas a su lugar cuando acabes con ellos. Estudia a fondo, porque no intercederé para que te pongan las cosas fáciles. Obtendrás el título por tus propios medios. Nadie en esa facultad debe saber ni lo que eres, ni que tienes relación conmigo. Tienes que aprender a guardar secretos.
Se levantó, con calma, con un movimiento fluido y elegante. Dio los dos o tres pasos que le acercarían a Hastur y metió los dedos en su melena, desde la raíz, junto a la sien, deslizándolos tras la oreja del lobo. Qué tentación más grande apretar con fuerza y devorarlo... Pero sus dedos siguieron su camino suavemente hasta escapar entre las sedosas puntas.
-No te lo cortes. Me gustas así.
Le dejó hablar sin interrumpirle, escuchando cómo brotaban esos pensamientos atropelladamente. Casi podía verlos en su mente antes que salieran las palabras entre sus labios. Ese entusiasmo le provocó una sensación placentera, como una droga. Cuando se detuvo y le miró, dándole las gracias, tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para no agarrarlo de la nuca y arrancarle los labios a mordiscos. La imagen del muchacho encadenado en el sótano cobró de pronto un matiz realmente tentador.
Pero lo dejó correr. Acababan de reencontrarse y en su recuerdo Hastur era un niño dulce e inocente, moldeable entre sus manos, que respondía avergonzado a sus acciones y se esforzaba por complacerle, mientras que el hombre que tenía delante sería perfectamente capaz de resistirse a él. De qué forma tan visceral deseó seducirlo y someterlo al placer una vez más, como si el tiempo no hubiera pasado.
Mas lo había hecho. Y demasiado rápido. No quería convertir la oferta que le había hecho en algo con dobles intenciones. Eran cosas diferentes. De una parte estaba su deseo de protección, de ofrecerle un futuro mejor, de verlo conseguir su sueño y ser parte constante en esa vida. De otra, el deseo carnal más primario. No iba a negar lo evidente; había adorado el cuerpo de Hastur antes y podría volver a hacerlo hasta el agotamiento. Pero no era el objetivo que perseguía con su ofrecimiento, así que mantendría ese deseo sólo para sí.
Por el momento.
-Puedes coger los libros que quieras -aseguró, haciendo un ademán con la mano, poniendo la biblioteca a su disposición-, siempre y cuando los cuides y los devuelvas a su lugar cuando acabes con ellos. Estudia a fondo, porque no intercederé para que te pongan las cosas fáciles. Obtendrás el título por tus propios medios. Nadie en esa facultad debe saber ni lo que eres, ni que tienes relación conmigo. Tienes que aprender a guardar secretos.
Se levantó, con calma, con un movimiento fluido y elegante. Dio los dos o tres pasos que le acercarían a Hastur y metió los dedos en su melena, desde la raíz, junto a la sien, deslizándolos tras la oreja del lobo. Qué tentación más grande apretar con fuerza y devorarlo... Pero sus dedos siguieron su camino suavemente hasta escapar entre las sedosas puntas.
-No te lo cortes. Me gustas así.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/04/2017
Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
Un fuerte latido rompió en su pecho cuando la mano de Hector se deslizó por su melena. Se había quedado prendado una vez más por esa profunda mirada. Los años habían pasado, pero seguía sintiendo la misma sensación cuando le miraba: que podía traspasarle el alma. Aquella creencia infantil se había convertido en una realidad, Hector era bien capaz de meterse en su mente, pero contrario a verlo como un punto más para admirarle, ahora era algo que rehuía totalmente. No tenía secretos, su vida era demasiado mundana para que hubiera algo de interés en su cabeza, no obstante sí guardaba con mucho recelo el sentimiento que aún guardaba dentro de sí por el vampiro. Menos puro y más adulto.
-Está bien... - susurró sin romper el contacto con sus ojos. Pero como no quería verse cual cordero desvalido, se apartó fingiendo una serenidad que no sentía en ese instante. - Y no te preocupes, los libros para mí son sagrados, y más estos por ser tuyos. Pienso esforzarme al máximo con los estudios, eso no lo pongas en duda, aunque para ello duerma menos - sonrió infantil, pues sin decirlo directamente acababa de confesar que era un apasionado del noble arte de guardar reposo en cama. Ya fuera por el lobo o por estar aún creciendo, necesitaba dormir mucho más que cuando era un niño. También se debía a que la bruja oscura lo tenía todo el día y muchas noches trabajando sin descanso, ya fuera llevando a cabo encargos o aprendiendo alguna poción nueva.
Su mirada ya se estaba perdiendo en los lomos más cercanos, curioso por saber qué conocimientos le esperaban entre aquellas estanterías. Paseó acariciando algún que otro, sobretodo aquellos cuyas letras góticas y retorcidas resultaban más difíciles de leer. - ¿Cómo es esa Hania de la que me has hablado? ¿Se parece en algo a ti? - le miró de reojo con media sonrisa traviesa, recordando que le había dicho que era algo así como su nieta. - ¿Eres... sobreprotector con ella cuando se le acercan hombres? - su curiosidad en ese aspecto era totalmente sana, pero la tenía. Dejó los libros y volvió a tomar asiento, dándose cuenta que podía parecer que tanto paseo era una excusa para mantenerse alejado de su contacto. Que sí, que lo era, pues temía las consecuencias ante una nueva caricia. No se veía capaz de controlarse, no después de tanto tiempo sin verle.
-Está bien... - susurró sin romper el contacto con sus ojos. Pero como no quería verse cual cordero desvalido, se apartó fingiendo una serenidad que no sentía en ese instante. - Y no te preocupes, los libros para mí son sagrados, y más estos por ser tuyos. Pienso esforzarme al máximo con los estudios, eso no lo pongas en duda, aunque para ello duerma menos - sonrió infantil, pues sin decirlo directamente acababa de confesar que era un apasionado del noble arte de guardar reposo en cama. Ya fuera por el lobo o por estar aún creciendo, necesitaba dormir mucho más que cuando era un niño. También se debía a que la bruja oscura lo tenía todo el día y muchas noches trabajando sin descanso, ya fuera llevando a cabo encargos o aprendiendo alguna poción nueva.
Su mirada ya se estaba perdiendo en los lomos más cercanos, curioso por saber qué conocimientos le esperaban entre aquellas estanterías. Paseó acariciando algún que otro, sobretodo aquellos cuyas letras góticas y retorcidas resultaban más difíciles de leer. - ¿Cómo es esa Hania de la que me has hablado? ¿Se parece en algo a ti? - le miró de reojo con media sonrisa traviesa, recordando que le había dicho que era algo así como su nieta. - ¿Eres... sobreprotector con ella cuando se le acercan hombres? - su curiosidad en ese aspecto era totalmente sana, pero la tenía. Dejó los libros y volvió a tomar asiento, dándose cuenta que podía parecer que tanto paseo era una excusa para mantenerse alejado de su contacto. Que sí, que lo era, pues temía las consecuencias ante una nueva caricia. No se veía capaz de controlarse, no después de tanto tiempo sin verle.
Hastur- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 04/10/2017
Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
Volvió a ocupar su asiento, dándole espacio para que mirara los libros. Y tomándose espacio él mismo para no dejarse llevar y morderle la boca. Sería tan sencillo... Pero eso haría huir a Hastur y lo último que deseaba era perderlo de vista de nuevo.
-Hania es un rayo de luna. Es dulce e inocente. Y preciosa. Además tiene un gran potencial, pero le falta desarrollarlo. Encontrarla ha sido un inesperado regalo. -Esperó a que se sentase de nuevo antes de contestar a la siguiente pregunta-. De momento no me he tenido que poner especialmente sobreprotector, pero si llega el momento en que algún hombre la hace sufrir... -afiló la sonrisa con un claro deje de sadismo-, quizás le muestre por qué los mortales temían tanto a los dioses.
Sería muy capaz de hacerlo. Como deseaba descuartizar al licántropo que se había atrevido a convertir a Hastur. Pero el daño estaba hecho y tenía que elegir entre odiar a ese muchacho por lo que era o hacer una excepción con él por ser quien era. Meneó la cabeza, alejando el pensamiento; la debilidad que tenía por Hastur era mucho más grande que el odio que sentía por toda una raza.
-Te la presentaré cuando se propicie la ocasión -porque si iba a estar yendo y viniendo por su casa, era evidente que se conocerían en algún momento y prefería hacer las presentaciones como correspondía. Sobre todo para evitar que Hania entendiera que la presencia de un licántropo en la casa abría la veda para que otros accedieran al interior de sus muros.
-Hania es un rayo de luna. Es dulce e inocente. Y preciosa. Además tiene un gran potencial, pero le falta desarrollarlo. Encontrarla ha sido un inesperado regalo. -Esperó a que se sentase de nuevo antes de contestar a la siguiente pregunta-. De momento no me he tenido que poner especialmente sobreprotector, pero si llega el momento en que algún hombre la hace sufrir... -afiló la sonrisa con un claro deje de sadismo-, quizás le muestre por qué los mortales temían tanto a los dioses.
Sería muy capaz de hacerlo. Como deseaba descuartizar al licántropo que se había atrevido a convertir a Hastur. Pero el daño estaba hecho y tenía que elegir entre odiar a ese muchacho por lo que era o hacer una excepción con él por ser quien era. Meneó la cabeza, alejando el pensamiento; la debilidad que tenía por Hastur era mucho más grande que el odio que sentía por toda una raza.
-Te la presentaré cuando se propicie la ocasión -porque si iba a estar yendo y viniendo por su casa, era evidente que se conocerían en algún momento y prefería hacer las presentaciones como correspondía. Sobre todo para evitar que Hania entendiera que la presencia de un licántropo en la casa abría la veda para que otros accedieran al interior de sus muros.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
-Vaya, eres todo un padrazo ahora... - comentó con una sonrisa divertida. El recuerdo que tenía de Hector era muy parecido a lo que el cainita acababa de expresar acerca de esa tal Hania, bondad sobreprotectora, sin embargo era consciente que su inocencia de antaño podía nublar mucho la realidad. Recordaba muy bien los días que pasaron juntos, pero la experiencia de un niño no siempre reflejaba la verdad. ¿Hector habría sido así de sádico en el pasado, como lo presenciado en la mazmorra, o algo había cambiado en esos años? Sentía curiosidad, a la par que una extraña sensación de que debían conocerse de nuevo, una vuelta a empezar. Aquello era lo que le impedía bajar las barreras, la necesidad de saber, con la mente más adulta, quién era ese hombre.
El sonido lejano del campanario le recordó el tiempo transcurrido y se puso tenso de inmediato, alzándose en pie. - Tengo que regresar, la bruja se preguntará dónde me he metido - no es que esperara que la mujer saliera a buscarle, no era en absoluto su estilo, pero si tardaba demasiado estaría rabiosa por no traerle a tiempo el ingrediente encargado. Y entonces se acordó. La misión por la cual había salido y terminado reencontrándose con Hector. Se mordió el labio y le miró con curiosidad. Lo que iba a pedirle tal vez sería pasarse de la raya, pero no perdía nada por intentarlo. - ¿Crees que podrías... darme un poco de sangre de vampiro? - soltó con toda la inocencia que fue capaz de reunir, como el niño que pide un caramelo a sus padres antes de la cena. - La bruja para la que trabajo la necesita y si vuelvo con las manos vacías me castigará.
Castigar no era exactamente la palabra. O, más bien, no era la intención de la bruja. Básicamente no podría enseñarle la poción que estaban llevando a cabo y eso, el perderse un nuevo conocimiento, era para Hastur como un castigo. - De hecho he acabado aquí en tu casa en un intento de conseguirla por mí mismo, pero si pudieras ofrecérmela... sería de gran ayuda, Hector - usó su nombre con toda intención, igual que le miraba fijamente a los ojos con expresión vacía de toda seriedad. Como bien le había dicho, ya no era un niño inocente, sabía por dónde iban los tiros y qué trucos podía usar. Y, con Hector, empezaba a tener claro que usar los recuerdos era una buena baza. - No tiene por qué ser tuya, la de cualquiera me sirve.
El sonido lejano del campanario le recordó el tiempo transcurrido y se puso tenso de inmediato, alzándose en pie. - Tengo que regresar, la bruja se preguntará dónde me he metido - no es que esperara que la mujer saliera a buscarle, no era en absoluto su estilo, pero si tardaba demasiado estaría rabiosa por no traerle a tiempo el ingrediente encargado. Y entonces se acordó. La misión por la cual había salido y terminado reencontrándose con Hector. Se mordió el labio y le miró con curiosidad. Lo que iba a pedirle tal vez sería pasarse de la raya, pero no perdía nada por intentarlo. - ¿Crees que podrías... darme un poco de sangre de vampiro? - soltó con toda la inocencia que fue capaz de reunir, como el niño que pide un caramelo a sus padres antes de la cena. - La bruja para la que trabajo la necesita y si vuelvo con las manos vacías me castigará.
Castigar no era exactamente la palabra. O, más bien, no era la intención de la bruja. Básicamente no podría enseñarle la poción que estaban llevando a cabo y eso, el perderse un nuevo conocimiento, era para Hastur como un castigo. - De hecho he acabado aquí en tu casa en un intento de conseguirla por mí mismo, pero si pudieras ofrecérmela... sería de gran ayuda, Hector - usó su nombre con toda intención, igual que le miraba fijamente a los ojos con expresión vacía de toda seriedad. Como bien le había dicho, ya no era un niño inocente, sabía por dónde iban los tiros y qué trucos podía usar. Y, con Hector, empezaba a tener claro que usar los recuerdos era una buena baza. - No tiene por qué ser tuya, la de cualquiera me sirve.
Hastur- Licántropo Clase Baja
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Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
Frunció el ceño ante la mención de una bruja y de la posibilidad de que hubiera un castigo para Hastur. Fuese quien fuese esa mujer más le valía no tocarle un pelo, porque retorcerle la mente como le había hecho a su subordinado en el sótano sería moco de pavo.
No iba a tener un arrebato de celos posesivos, porque el licántropo no era nada suyo. O sí, pero algún modo. Su protegido, porque así lo había decidido momentos antes. Pero no le importaba si esa mujer de la que hablaba era algo parecido a una madre o si compartían pasión y lujuria bajo las sábanas. Lo que no le iba a permitir era el "castigo".
Sangre de vampiro. Eso era algo fácil de conseguir. Y no podía negárselo a esos ojos y a la forma en la que pronunció su nombre. Un timbre diferente de voz, pero sentía esa necesidad subyacente en ella. Real o imaginaria, daba lo mismo. Asintió y entrecerró los ojos, fijos en la nada; su mente funcionando demasiado rápido, siempre extendiendo su control sobre todo lo que ocurría en su mansión y los alrededores, siempre conectado a todos sus acólitos.
Una orden que no necesitó ser pronunciada para ser acatada con premura. El mismo vampiro del sótano tocó la puerta de la biblioteca apenas un par de minutos más tarde, entrando cuando le fue indicado y avanzando varios pasos hasta detenerse a algo más de un metro de donde ellos estaban, con la mirada baja.
-Sírvete -invitó con un gesto de la mano. No iba a ofrecer su propia sangre a alguien desconocido, porque sabía lo poderosa que era la magia de sangre y, si bien su poder era suficiente para resistir una gran parte de conjuros... No había necesidad alguna de arriesgarse.
No iba a tener un arrebato de celos posesivos, porque el licántropo no era nada suyo. O sí, pero algún modo. Su protegido, porque así lo había decidido momentos antes. Pero no le importaba si esa mujer de la que hablaba era algo parecido a una madre o si compartían pasión y lujuria bajo las sábanas. Lo que no le iba a permitir era el "castigo".
Sangre de vampiro. Eso era algo fácil de conseguir. Y no podía negárselo a esos ojos y a la forma en la que pronunció su nombre. Un timbre diferente de voz, pero sentía esa necesidad subyacente en ella. Real o imaginaria, daba lo mismo. Asintió y entrecerró los ojos, fijos en la nada; su mente funcionando demasiado rápido, siempre extendiendo su control sobre todo lo que ocurría en su mansión y los alrededores, siempre conectado a todos sus acólitos.
Una orden que no necesitó ser pronunciada para ser acatada con premura. El mismo vampiro del sótano tocó la puerta de la biblioteca apenas un par de minutos más tarde, entrando cuando le fue indicado y avanzando varios pasos hasta detenerse a algo más de un metro de donde ellos estaban, con la mirada baja.
-Sírvete -invitó con un gesto de la mano. No iba a ofrecer su propia sangre a alguien desconocido, porque sabía lo poderosa que era la magia de sangre y, si bien su poder era suficiente para resistir una gran parte de conjuros... No había necesidad alguna de arriesgarse.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/04/2017
Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
Esperó paciente y con la incertidumbre punzando alrededor de su nuca; por la mirada seria de Hector era difícil saber si iba a acceder a su extraña petición o no, pero cuando el otro vampiro apareció no pudo más que reaccionar separando los labios, formando con estos un mudo "oh". La bondad que habitaba en Hastur le hacía sentirse incómodo ante aquella situación. El cainita, aunque le hubiera atacado previamente en la calle y más tarde encerrado en una mazmorra fría, tenía cierto perdón al hacerlo puesto que el lobo atacó primero. Había sufrido un castigo por parte de su amo, uno doloroso como bien fue testigo de ello, y ahora era obligado a entregar su sangre sin opción a réplica. Sintió pena. En África había visto muchas veces los esclavos maltratados, siendo arrastrados en contra de su voluntad y vendidos al mejor postor. Su madre había evitado que él y su hermano lo presenciaran, pero era el pan de cada día en aquellas tierras.
La compasión le hizo acercarse con cierta cautela al vampiro, mirándole al rostro antes de susurrar un suave "lo siento". Se sacó del pantalón una pequeña navaja, cuya empuñadura había sido remendada con cuerdas, y le cogió la mano, preparándose para hacerle el corte. Pero se detuvo y volvió a mirarle. - Perdóname por haberte atacado antes por la espalda... Por mi culpa has recibido un castigo duro y ahora te ves obligado a esto. A cambio de un poco de tu sangre te debo un favor, búscame y cóbralo cuando quieras... - le sonrió fugaz y procedió con el corte, metiendo una pequeña cantidad de su sangre en un botecito de cristal que sacó también del cinto. Una vez listo, usó la bandana de tela beige que llevaba atada a la cintura para limpiarle la herida con delicadeza y le dio las gracias.
Una vez más miró a Hector y asintió con la cabeza con gratitud. - Gracias, Hector. Supongo que volveremos a vernos pronto... Hasta entonces, cuídate - con una última sonrisa, se dio la vuelta y salió de la estancia recorriendo los pasillos hasta dar con la salida.
El aire de la calle le quitó enseguida el frío mortuorio que se respiraba en la casa debido a los vampiros que allí dentro habitaban. No perdió tiempo en regresar con la bruja, quien -como era habitual- no se dio cuenta de la tardanza del lobo. Juntos llevaron a cabo la poción que tenían a medias, pero aquella noche no fue capaz de concentrarse tanto como otras veces. En su mente había vuelto a instalarse Hector y los sentimientos revoloteaban por su cabeza cual hervidero que le impedía pensar con claridad.
Conforme los días pasaron, Hastur empezaba a creer que aquel encuentro había sido producto de un sueño. O tal vez seguía siendo muy crédulo al pensar que Hector iría a buscarle. No tenía muy claro qué debía sentir acerca del vampiro, su mente seguía siendo una pelea entre la ilusión de volver a verle, y el recelo de caer en un abismo del que no sería capaz de escapar. El ataque del lobo y los acontecimientos posteriores habían aletargado su cuerpo, borrando de su interior cualquier deseo de intimar con alguien más, pero la reaparición del titán fue cual imán para sus hormonas, que parecían revolucionadas y le provocaban extraños sueños húmedos por las noches. Probablemente por el celibato impuesto por la comodidad de no involucrarse en problemas.
No obstante, no pensaba esperar más. Si el vampiro no iba a verle, sería él quien fuera, reclamando aquel trato al que llegaron y que tan importante resultaba para Hastur. Su futuro. Había estado preguntando y el inicio de la carrera de medicina sería en apenas dos semanas, de modo que si seguía en pie la propuesta de Hector, debían empezar a llevar a cabo los preparativos.
Aprovechando la noche libre que le dio la bruja, se puso ropa un poco más decente y salió directo a la casa. Nada lujoso, simplemente unos pantalones y camisa que aún no había hecho falta remendar por su poco uso. Habían sido de uno de los amantes de la bruja, pero era mejor eso que ir cual mendigo ante el vampiro. Al llegar se encontró de frente con el cainita que fue castigado por su culpa y su primer reflejo fue sonreír. Gesto que no fue devuelto en absoluto. - Vengo a ver a Hector... ¿se encuentra aquí? - cerró los dedos entorno a la bandana de su cintura, un tanto nervioso por si resultaba atacado ante la ausencia del titán.
La compasión le hizo acercarse con cierta cautela al vampiro, mirándole al rostro antes de susurrar un suave "lo siento". Se sacó del pantalón una pequeña navaja, cuya empuñadura había sido remendada con cuerdas, y le cogió la mano, preparándose para hacerle el corte. Pero se detuvo y volvió a mirarle. - Perdóname por haberte atacado antes por la espalda... Por mi culpa has recibido un castigo duro y ahora te ves obligado a esto. A cambio de un poco de tu sangre te debo un favor, búscame y cóbralo cuando quieras... - le sonrió fugaz y procedió con el corte, metiendo una pequeña cantidad de su sangre en un botecito de cristal que sacó también del cinto. Una vez listo, usó la bandana de tela beige que llevaba atada a la cintura para limpiarle la herida con delicadeza y le dio las gracias.
Una vez más miró a Hector y asintió con la cabeza con gratitud. - Gracias, Hector. Supongo que volveremos a vernos pronto... Hasta entonces, cuídate - con una última sonrisa, se dio la vuelta y salió de la estancia recorriendo los pasillos hasta dar con la salida.
El aire de la calle le quitó enseguida el frío mortuorio que se respiraba en la casa debido a los vampiros que allí dentro habitaban. No perdió tiempo en regresar con la bruja, quien -como era habitual- no se dio cuenta de la tardanza del lobo. Juntos llevaron a cabo la poción que tenían a medias, pero aquella noche no fue capaz de concentrarse tanto como otras veces. En su mente había vuelto a instalarse Hector y los sentimientos revoloteaban por su cabeza cual hervidero que le impedía pensar con claridad.
Conforme los días pasaron, Hastur empezaba a creer que aquel encuentro había sido producto de un sueño. O tal vez seguía siendo muy crédulo al pensar que Hector iría a buscarle. No tenía muy claro qué debía sentir acerca del vampiro, su mente seguía siendo una pelea entre la ilusión de volver a verle, y el recelo de caer en un abismo del que no sería capaz de escapar. El ataque del lobo y los acontecimientos posteriores habían aletargado su cuerpo, borrando de su interior cualquier deseo de intimar con alguien más, pero la reaparición del titán fue cual imán para sus hormonas, que parecían revolucionadas y le provocaban extraños sueños húmedos por las noches. Probablemente por el celibato impuesto por la comodidad de no involucrarse en problemas.
No obstante, no pensaba esperar más. Si el vampiro no iba a verle, sería él quien fuera, reclamando aquel trato al que llegaron y que tan importante resultaba para Hastur. Su futuro. Había estado preguntando y el inicio de la carrera de medicina sería en apenas dos semanas, de modo que si seguía en pie la propuesta de Hector, debían empezar a llevar a cabo los preparativos.
Aprovechando la noche libre que le dio la bruja, se puso ropa un poco más decente y salió directo a la casa. Nada lujoso, simplemente unos pantalones y camisa que aún no había hecho falta remendar por su poco uso. Habían sido de uno de los amantes de la bruja, pero era mejor eso que ir cual mendigo ante el vampiro. Al llegar se encontró de frente con el cainita que fue castigado por su culpa y su primer reflejo fue sonreír. Gesto que no fue devuelto en absoluto. - Vengo a ver a Hector... ¿se encuentra aquí? - cerró los dedos entorno a la bandana de su cintura, un tanto nervioso por si resultaba atacado ante la ausencia del titán.
Hastur- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 04/10/2017
Re: Perro callado muerde por dos +18 (privado)
No había sido necesario reunir a las personas que habitaban en su casa para que supieran que la férrea norma de no permitir a ningún lobo pasar más allá de la verja -a menos que su destino fuera el sótano- no se aplicaba a Hastur. Le bastaba implantar ese pensamiento en las mentes a las que tenía libre acceso bajo su techo.
-En la biblioteca -fue la escueta respuesta que recibió por parte del cainita.
No se alegraba de verle allí, sobre todo porque Hector estaba molesto con él y de todos era sabido que el rencor del vampiro no era algo que pudiera ignorarse. El castigo físico que sufrió en la mazmorra había sido momentáneo y su cuerpo sobrenatural había eliminado cualquier secuela en cuestión de minutos. Pero ya no se contaba entre sus favoritos y eso implicaba que era un peón prescindible y que debería esforzarse el doble para ganar de nuevo su favor y evitar a toda costa enfadarle de nuevo, porque el castigo entonces sería terrible. El último peón que hizo enfadar al titán estuvo atrapado una semana en el sótano, en una ilusión que le hacía ver amanecer. La ilusión recreaba fielmente el proceso, la piel quemándose, las ampollas, el dolor, el olor, las cenizas. A un ritmo tan lento que era toda una tortura. Sin embargo, aunque el dolor era real, la propia ilusión recreaba la llegada de la luna como un bálsamo que aliviaba y sanaba sus heridas... sólo para volver a ver salir el sol.
Ironías del Panteón Helénico.
Le dejó paso, pero no le acompañó. Prefería mantenerse lejos de él, porque estaba claro que era el predilecto de su señor. Cuando Hastur llegó a la biblioteca, Héctor estaba allí, sentado junto al fuego, con un libro en las manos, abierto más o menos por la mitad.
Al escuchar la puerta abrirse, levantó la vista de las páginas para gritarle a quien quiera que fuese que había dicho que no quería ser molestado. Pero antes incluso de que la hoja de madera le dejara ver a Hastur supo que se trataba de él y ese pensamiento murió con la misma rapidez con que se había generado.
-Hastur. Qué agradable sorpresa. Ya pensaba que no ibas a venir por aquí hasta que no empezaras a necesitar libros para estudiar. -Después de todo, el curso empezaba en unas semanas y él le había ofrecido todo lo que necesitara. Incluso había hecho que le enviaran un sobre con todos los documentos para la inscripción, por si acaso al muchacho se le pasaba presentar la solicitud.
-En la biblioteca -fue la escueta respuesta que recibió por parte del cainita.
No se alegraba de verle allí, sobre todo porque Hector estaba molesto con él y de todos era sabido que el rencor del vampiro no era algo que pudiera ignorarse. El castigo físico que sufrió en la mazmorra había sido momentáneo y su cuerpo sobrenatural había eliminado cualquier secuela en cuestión de minutos. Pero ya no se contaba entre sus favoritos y eso implicaba que era un peón prescindible y que debería esforzarse el doble para ganar de nuevo su favor y evitar a toda costa enfadarle de nuevo, porque el castigo entonces sería terrible. El último peón que hizo enfadar al titán estuvo atrapado una semana en el sótano, en una ilusión que le hacía ver amanecer. La ilusión recreaba fielmente el proceso, la piel quemándose, las ampollas, el dolor, el olor, las cenizas. A un ritmo tan lento que era toda una tortura. Sin embargo, aunque el dolor era real, la propia ilusión recreaba la llegada de la luna como un bálsamo que aliviaba y sanaba sus heridas... sólo para volver a ver salir el sol.
Ironías del Panteón Helénico.
Le dejó paso, pero no le acompañó. Prefería mantenerse lejos de él, porque estaba claro que era el predilecto de su señor. Cuando Hastur llegó a la biblioteca, Héctor estaba allí, sentado junto al fuego, con un libro en las manos, abierto más o menos por la mitad.
Al escuchar la puerta abrirse, levantó la vista de las páginas para gritarle a quien quiera que fuese que había dicho que no quería ser molestado. Pero antes incluso de que la hoja de madera le dejara ver a Hastur supo que se trataba de él y ese pensamiento murió con la misma rapidez con que se había generado.
-Hastur. Qué agradable sorpresa. Ya pensaba que no ibas a venir por aquí hasta que no empezaras a necesitar libros para estudiar. -Después de todo, el curso empezaba en unas semanas y él le había ofrecido todo lo que necesitara. Incluso había hecho que le enviaran un sobre con todos los documentos para la inscripción, por si acaso al muchacho se le pasaba presentar la solicitud.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/04/2017
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