Vivir amando, Amar sufriendo, Sufrir callado[Ocupado][Posible +18]

por **Tania Fernandez** Lun Ene 21, 2013 6:35 am

Se sentía decepcionada, avergonzada y nerviosa… aquel estúpido cliente no le había hecho sentir absolutamente nada, había sido como un contenedor para su semen y nada más, la había dejado lejos de su casa, sucia y medio desnuda. Hombre más estúpido se había encontrado. Su cuerpo estaba cansado, los líquidos del hombre aun estaba dentro de ella, la hacían sentir asquerosa. Por suerte estaba cerca de un rio. Se despojo de sus ropas para poder entrar al rio. Todo líquido de su anterior cliente salió de su hermoso cuerpo mientras nadaba en aquel riachuelo tranquilo y sin mucha corriente, era perfecto para estar un buen rato en ese lugar.

Ya su cuerpo estaba limpio, comenzaba a poderse aquel vestido color marrón con un escote sugerente, estaba fresca, un poco más animada, sus gráciles manos recorrían lentamente como asegurándose que todo estuviera en su puesto, un extraño ruido la desoriento por unos momentos y lleno en ella un temor normal en una dama que esta insegura ¿podría alguien estar tan cerca como para hacerle daño?

-¿Quién anda ahi?- pregunto frunciendo el ceño mientras dejaba sus manos en sus caderas. No hubo respuesta… tal vez era solamente un animal-Tania… estas imaginando cosas- se dijo a sí misma, recogió sus pocas pertenencias y comenzó a caminar hasta la aldea que estaba en el camino.

Dentro del bosque buscaba el camino de regreso, pero otra vez un movimiento entre los arbusto la hizo suspirar agitadamente, deseaba salir de una vez por todas de ese lugar, comenzaba a sentir pánico. Odiaba sentirse inferior y débil… ¿Qué era lo que estaba cerca?. Bufo… no importaba, siguió caminando hasta llegar a la aldea en donde apenas vieron sus ropas sabían que era una mujer de mala muerte, pero ella solamente debía buscar una carreta que la llevara hasta parís y se iría de ese lugar…

por **Darkness Delacroix** Lun Ene 21, 2013 7:45 am

"De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor
ella y el miedo a morir, cruz y raya
cuando ya se puede pronosticar el día y la hora
Hay una fea probabilidad de que el miedo a morir y la desesperación de la muerte sean
normalmente inseparables como la uña y la carne"

Enrique Lihn. De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor

Los galopes de su caballo negro corrían incesantes por la más tupida densidad del bosque, mientras una fina ballesta, que casi parecía de juguete, se sujetaba muy firme a su espalda, con sus estacas enjugadas en veneno. Hoy tocaba jugar al cazador y había salido de casa en busca de un jabalí lechón para uno de sus conjuros. No era que necesitara de un arma de caza, pero bien estaba la idea de aparentar en caso de encontrarse con otros humanos de camino y... hablando de humanos.

Una pareja de románticos enamorados follaba en uno de los carruajes al orilla del camino, se notaba por el movimiento balanceante de este y los gemidos, que no estaba seguro si eran los de un hombre o una mujer. Sonrió de costado y por un momento tuvo ganas de jugarles una mala pasada, una pequeña bromita del día, incendiarles el carruaje con ellos aún adentro quizás, no sería una mala idea. Sólo se salvaron por el estúpido jabalí que se cruzó más adelante por su ángulo visual, así que apresuró las riendas del caballo y se envistió en la cacería de ese pequeño lechón cuya madre tampoco debía de andar muy lejos.

No paso mucho tiempo cuando ya tenía a la madre y al hijo cargados encima de su caballo, pues si bien es cierto sólo necesitaba a la cría, la madre bien podría servir de alimento para un delicioso festín preparado por los esclavos. Ya iba a emprender la retirada cuando vio a una mujer bañándose en el río, a esas horas de seguro se trataba de la misma parejita a la que casi había incinerado momentos atrás. Estiró el cuello en busca de la pareja de la mujer pero no le encontró, ella estaba sola, desvalida y su más absoluta merced.

— Sssshhhttt — tranquilizó a su caballo en un murmullo arrullador, pues éste parecía estar demasiado ansioso por regresar y dejar atrás ese par de cadáveres con los que cargaba, pero Darkness no tenía prisa.

Verla desnuda, en medio del agua, le pareció sin duda un espectáculo morboso y demasiado digno de apreciar. Con toda la calma del mundo, mientras observaba sus senos bañados por el agua cristalina, sacó uno de sus cigarros y lo encendió, cerrando de golpe el encendedor con extraño sonido metálico de los encendedores de plata.

— ¿Quién anda ahí? — preguntó ella, tan ingenua, tan exquisita — Tania… estas imaginando cosas.

«Así que te llamabas Tania» pensó en su mente, inmediatamente dejando su existencia en el tiempo pasado, pobre mujer... realmente parecía no saber ella las cosas que podían pasarle por andar deambulado a solas en medio del bosque y más aún tentando al mismo diablo con su propia desnudez. Ya se lo haría saber, lástima que la lección probablemente no le sirviera para una segunda vez.

La mujer salió del agua, por un par de segundos, él pudo apreciarle en todo su esplendor, desnuda de pies a cabeza, tal y como Dios la echó al mundo y Satanás la arrojó a sus pies. La mirada lasciva se hizo presente y el deseo del sufrimiento ajeno que arrastraron junto con el éxtasis enfermizo de su propia conciencia. Sonrío mientras le veía vestirse y su tabaco se consumía por completo, como un sádico cazador, le dio la esperanza de la huida, pues en verdad él realmente disfrutaba del ambiente cuando éste se cargaba de miedo y terror.

Sin pensar más, dejó caer la colilla al suelo y retomó el avance de su caballo a paso lento, siguiéndole por atrás de los matorrales hasta coger un contundente madero, digno de ocupar en cualquiera de las chimeneas. Entonces hincó sus piernas a las costillas del caballo y emprendió la accionada cacería, pudo ver y disfrutar de su cara de pánico al escuchar el galope acercar, pero prácticamente no alcanzó siquiera a darse la vuelta cuando el madero le golpeó de lleno en la nuca, dejándole inmediatamente inconsciente.

La mujer cayó al piso con un golpe secó y Darknees dejó caer el madero al tiempo que bajaba del animal. No se molestó en recogerla de inmediato, primero desató a ambos jabalíes y dejó caer el cadáver de la madre pues ya había encontrado a quien poner en su lugar. Recogió a esa tal Tania y la amarró entonces a las ancas del caballo junto con su pequeño jabalí y se los llevó a casa.

Cuando ella despertó, estaba completamente desnuda y amarrada de manos y pies, todos juntos en un mismo nudo por detrás de su espalda y el cabello completamente revuelto. Se encontraba en lo que parecía ser un establo, con el piso lleno de paja, con algunos fardos y heces de otros animales repartidos por el piso.

— Hola — saludó la voz de un hombre a sus espaldas, sabedor de que para verle tendría que voltearse y aquello no le sería una tarea fácil — Si estás asustada puedes gritar... anda, te invito... me encanta ese sonido — sonrió de nueva cuenta mientras se sentaba en uno de los fardos a beber un líquido extraño en un pequeño jarrón.

por **Tania Fernandez** Lun Ene 21, 2013 8:21 am

Sintió un pequeño frio recorrer su cuerpo seguido por un escalofrió que la hizo temblar, volvió a bufar levemente mientras seguía caminando para llegar a la entrada de aquel pequeño pueblo que por suerte aun habría un carruaje que estuviera a punto de salir hacia parís, cuando llegara a su habitación se echaría en su pequeña cama, ocultándose entre las sabanas para dormir hasta que su cuerpo se cansara de hacerlo, o esos eran sus planes. Los sonidos de las patas de algún caballo pasando muy cerca de ella, le alertaron, pero antes de poder girar sintió un agudo golpe en su nuca que la hizo caer como un saco de papas. Su cuerpo era maniobrable, la mujer fácilmente se pudo poder en el lomo del animal para ser llevada a otro lugar mientras estaba inconsciente.

No sabía lo que sucedía, comenzaba a despertar de un extraño sueño, mientras sus oídos escuchaban algunos sonidos extraños, aun su mente pensaba que había podido encontrar una carreta que la llevara a su casa y que del cansancio no se había dado cuenta cuando había caída a la cama. Pero un fuerte dolor de cabeza y la imposibilidad de moverse libremente la alerto haciendo que abriera sus ojos de par en par mientras podía sentir el cosquilleo de la paja por todo su cuerpo. Una voz hizo que se esforzara por voltearse para verlo, sus senos redondos y con un color más oscuro de lo normal, salieron a relucir, en realidad no le molestaba, era cortesana y con ellos trabajaba, pero no lo conocía y no pudo evitar sentir un sonrojo en sus mejillas y una leve frustración.

-¿Gritar?- pregunto riendo suavemente –Nadie me escuchara- se alzo los hombros mientras miraba a su alrededor, debía estar en una especie de granja o establo muy lejos de el pueblo en donde antes caminaba. Volvió a mirar al hombre que parecía entretenido por la posición y escases de movimiento de la cortesana. Frunció el ceño al notar que parecía alejarse, por unos segundos sintió miedo de que la dejara en ese lugar, la noche comenzaba a caer y el frio la podría matar, pero todo aquello se fue cuando el volvió a su campo de visión tomando un licor –suponía la venezolana-

Menudo problema se había metido. ¿Ahora como saldría de esa? No estaba segura, pero el agarre de su cuerpo era muy bueno, no podría zafarlos con facilidad y cerca no sentía nada para facilitarle en trabajo. Gruño notablemente frustrada, pues sus planes se iban a la mierda antes de ser ejecutados –Maldito bastardo… ¿Qué sucede contigo?- le gruño sintiendo su sangre hervir cada vez mas -¿acaso eres tan poco hombre que vienes y secuestras doncellas?- “doncellas” esa era una palabra muy fina para ella, le daba cierta risa utilizarla para referirse a ella, pero que mas nadaba, era algo que salió sin pensar, lo unico que le importaba en ese momento era al menos salir viva de aquel inconveniente

off: *-* gracias por responder 1313

por **Darkness Delacroix** Lun Ene 21, 2013 9:21 am

"Más que la tortura de una herida abierta,
mi amor ama el viento que cierra una puerta."

José Ángel Buesa. Canción de la noche sola

Rió silenciosamente de lo ridículo y absurdo de sus movimientos por intentar verle la cara, se retorcía tal y como el mismo varraco lo había hecho hace un momento mientras le degollaba y exprimía para obtener la sangre caliente de sus aún turgentes venas. El animal seguía vivo mientras se desangraba, esa era la idea, eso era lo que le gustaba; ver como las inocentes vidas se escapaban lentamente de los ojos ajenos sin ningún atisbo de esperanza, sin ningún brillo de ilusión.

Observó los senos de la mujer bailar ante sus ojos con el mismo retorcijón de su cuerpo que prácticamente se mostraba entero y sin ningún pudor, salvo tal vez por ese delicioso color carmín que se posaba sobre sus mejillas, quizás por el esfuerzo o por un frágil grado de vergüenza reprimida por querer mostrarse valiente. Mala idea el retorcerse tanto, algunas de las pajas también hacían daño y rasguñaban la delicada piel sonrosándole en otras áreas, pero a él no le importaba, mientras carmín hubiese en el paisaje, más llamativo resultaría ante sus ojos.

Se desilusionó un poco al darse cuenta de que la mujer no iba a gritar, pero le molestó otro tanto el notar de que hasta se había dado la desfachatez de reír ¿Qué acaso no estaba asustada? Tal parecía que debía jugar con ella aún un poco, enseñarle de modales, de poder y de quien era realmente el dueño de su destino. Pensó en un par de torturas deshonestas ¿No quería gritar? ¿Qué tal si le dejaba achicharrándose al sol sobre una enorme placa de metal? A ver si no gritaría.

Se puso de pie y dejó el jarrón de lado, con la intención de bajar una de las cadenas con las que a veces levantaban a los caballos para poder marcarlos, pero en el camino volvió a escuchar de sus palabras y aquella mención que le hizo perder los estribos. No lo pensó dos veces, ni siquiera reaccionó a hacer otra cosa más que patearle en medio del vientre con toda su fuerza y la punta de su bota, antes de agacharse raudamente y agarrarle del rostro, apretándole entre sus dedos, sin dejarle posibilidad de hacer otra cosa.

— Nadie me llama bastardo — le amenazó antes de regurgitar de su propia garganta y escupirle de lleno encima de la cara. Era sangre del mismo jabalí con algunos condimentos lo que había estado bebiendo hace poco, ella podía sentirlo ahora en el sabor que escurría hacia su boca.

Le soltó con brusquedad y se puso de pie para engancharle a ella de las mismas ataduras y comenzar a jalar de la cadena para hacerle subir y quedar colgando de cabeza, con toda la sangre comenzando a bajar por presión hacia ella. Sacó entonces una pequeña navaja de su cinto y le jaló del cabello para hacerle exponer su cuello en donde hizo un pequeño corte, para nada profundo, pero lo suficientemente amplio para que en aquella posición, la sangre que bajaba de su cuerpo, escurriera hacia fuera de él.

— Vamos a ver entonces, cuánto se tarda en morir la doncella — señaló con una sarcástica reverencia para luego consultar a su reloj y observar la gotera carmín de su cuello — Te doy... veinte minutos — le sonrió con fingida inocencia mientras guardaba otra vez su reloj — Tal vez si me ofreces un buen ruego, o una oferta diferente y llamativa, podría cambiar de opinión.

Se alejó un par de pasos para contemplar el bello espectáculo de su cuerpo desnudo colgando a las propias manos de la muerte que le reclamaban deseosas por aquella sangre que emanaba gota a gota de ese tan poco impoluto cuerpo y que ¿Quién sabe? Tal vez y hasta podría resultarle útil.

por **Tania Fernandez** Lun Ene 21, 2013 10:24 am

¿Acaso un cazador tiene piedad de su presa?
Su presa es su esclavo y su placer es verlo destruido
Tanto física como psicológicamente.

Aun no podía creer que había encontrado a alguien que pudiera superar al maldito de Billacord pero ella aun no estaba consciente de eso, no lo estaba, le miro con ojos recios y sin desear por un momento llegar a tener una desventaja con aquel hombre, aunque ella fuera la que tuviera de perder, chasqueo su lengua mirando hacia un lado mientras sentía los pasos del hombre ir a otra dirección, pero estos se detuvieron y comenzaron a tener otro rumbo, Tania volteo para ver donde se dirigía, pero lo único que sintió pues una gran y amarga punzada en su vientre –aHgg…- sus labios pálidos pues no tenían su peculiar labial rojo se abrieron dejando salir un lastimero gemido de dolor y un poco de saliva que salió de su estomago por el golpe en la parte de abajo. Comenzaba a retorcerse de dolor en aquel lugar de paja, sintiendo como algunas quedaban en su cabello y se metían entre sus músculos, pero antes de poder echarse a llorar del dolor su rostro hispano fue sujetado por aquellos varoniles dedos que le hacían daño -…- era aquella misma sensación que tenía cuando había estado sufriendo con su antiguo amo. Sabia como actuar, cuando sintió la saliva en su rostro, simplemente bajo la mirada hasta que este soltó su rostro y cayó en la paja.

-Cofcof- tosía buscando retirar un poco de paja y salivaba de sus labios, al mismo tiempo que alzaba su rostro para no ahogarse y tener un poco de aire, no podía saber bien lo que hacía, por unos minutos lo perdió para luego verlo enganchando algo entre las piernas para luego sentir como era arrastrada, por unos segundos sintió un gran temor, su rostro choco con la paja mientras era levantado, entrecerró sus ojos para luego sentir como una presión recorría todo su cuerpo desnudo, sus senos estaban haciendo presión hacia abajo, hacia donde la gravedad los llamaba, su cabello igual, miro hacia abajo encontrándose en una posición que simplemente no le gustaba. Sintió como algunos gimoteos salían de su ser. Había pasado por muchas cosas con Billacord pero este comenzaba a robarle el premio de bastardo torturador.

¿Morir? Abrió sus ojos como platos buscando desesperadamente soltarse de aquel agarre, hay la diferencia entre él y Billacord. Comenzaba a sentir realmente miedo, pero no pudo hacer mas nada que sentir como aquella afilada hoja traspasaba su carne, haciéndole tener un ardor que luego fue comenzado por la fluidez moderada de sangre. Billacord sabía que había un límite en sus torturas, a el no le convenía que Tania muriera pues no tendría cortesana para trabajar y una cortesana menos era un ingreso menos, pero aquel hombre no tenia aquello, el podría dejarla morir tranquilamente.

Pensó que el estar pensando en la muerte, le haría sentir miedo, pero en realidad solamente tenía algunos sentimientos encontrados mientras cada gota caía fuera de su cuerpo la aproximaba a una muerte en donde no hay retorno. No se sentía con ganas de luchar por su vida. ¿Qué ganaría? Nadie lloraría a una puta como ella, solamente sería un cuerpo mas descomponiéndose entre la tierra, para luego convertirse en abono. Dos gotas mas salieron de su rostro, pero esta vez no eran de sangre, eran lágrimas que brotaban como capullos de sus ojos marrones. Si lo llamaba, si lo buscaba… no cambiaría nada, su vida solamente sería peor, era mejor morir así todo su sufrimiento acabaría… ¿Qué estaba diciendo Tania? Comenzaba odiar a aquel hombre ella nunca se hubiera comportado así, era una mujer segura que no importaba en cual lio se metiera ella saldría fácilmente y con suerte solamente con una follada o dos –Espera…- susurro sintiendo que la posición no la ayudaba a mucho –Si deseas esas cosas yo te la puedo ofrecer, me han entrenado muy bien- expreso mostrando cierto miedo y sumisión en su voz y tal vez una pizca de dolor al pronunciar aquellas palabras. Volvería a la Tania de antes, a la que simplemente actuaba como le decían para no ser castigada severamente por alguno de los verdugos de su antiguo amo –Soy una linda zorrita sin dueño que puede acostumbrarse y moldearse a sus gustos extremos… solamente pido que no me mate – indico buscando de donde no tenia aquella confianza que siempre había tenido, pronto encontró una pizca, lo suficiente para hacerla sonreír o solamente realizar una mueca –piénselo así… si muero le quedara una dolorosa erección que veo por allí, pero si me salva de la muerte, puedo hacer que esa erección desaparezca con tratos muy exclusivos, que me enseñaron de formas poco ortodoxas- quiso alzarse de hombros para quitarle importancia a sus palabras. Ya había movido su jugada, solamente esperaba que fuera lo suficientemente buena para que él se convenciera de dejarla libre y detener la hemorragia.

por **Darkness Delacroix** Dom Ene 27, 2013 8:17 pm

"Las llamas del malvado
amor con otro amor más encendido;
y consiguió el estado,
que no fue concedido
al huésped arrogante en bien fingido."

Fray Luis de León. Oda VI De la Magdalena

Los gemidos dolorosos de la garganta de la mujer, eran verdaderas piezas de arte para los oídos de Darkness, aquel ser despreciable e inhumano que tan fácil podía olvidarse de la compasión ¿Conocía en verdad esa palabra? Cualquiera diría que no, pero era algo que aún no se ponía a hacer juego con sus seres más cercanos, quizás si supiera lo que era, pero no con ella, con esa pobre diabla que había caído a sus manos una simple tarde de aburrimiento en dónde había tenido la desdicha de cruzarse en su camino y tentarle a la maldad con su carácter extrovertido.

La madera del establo filtraba luz por entre las rendijas de madera, indicaba la luz del día pleno día, dándole a la mujer alguna noción del tiempo transcurrido. El aroma a paja seca y el cosquilleo en la nariz que provocaba su polvillo también estaban presentes, más no parecía haber más animales en ese lugar quienes estaban hablando. El aroma ácido del heno delataba que en algún momento si había animales de cuidado, quizás ahora andaban pastando, o al igual que el jabalí, estarían hechos parte de un sacrificio.

Se paseaba por alrededor del cuerpo colgante, disfrutando de cada paso que, rítmicamente, había sincronizado a cada gota que caía. Era ese su juego, un juego de tortura del cual disfrutaba jugar, tanto como disfrutaba de escucharla sufrir. Cada gemido era una recompensa a sus oídos, cada músculo tensado, cada trozo de piel colgante se hacía un regalo para sus ojos celestes. Quizás de ella sacase un poco más que un trozo de carne comestible para sus perros, tal vez usase su sangre para algún conjuro, pero mucho parecía ella distar de ser una oveja limpia, y por eso se paseaba indeciso. Después de todo, dejarla morir no sonaba como una mala alternativa.

— Espera... — susurró ella y él se detuvo, deteniendo aquel andar rítmico impuesto por su sangre — Si deseas esas cosas yo te la puedo ofrecer — continuó la mujer.

«¿Qué cosas?» se preguntó en el interior de su mente, sin tener la gana de exteriorizarlo aún. Se reconocía intrigado, pero no quería darle aún esa ventaja, esperaría a que sus palabras cayeran por su propio peso al igual que toda ella. Rió brevemente al entender la dirección que iban tomando las palabras de la mujer mientras volvía a retomar su paseo. La paja crujía por debajo de sus pies, quebrándose en trozos a cada uno de sus pasos implacables. Paso a paso, analizaba sus palabras, aunque más que todo, le parecía un ridículo intento por tratar de conservar su penosa vida, pero hacía el intento, y su intento se le hacía divertido.

Rió a carcajadas cuando le escuchó mencionar la palabra erección y le miró realmente divertido, esa mujer realmente tenía el don de ser graciosa, y si ella quería una erección, probablemente y hasta se lo consideraría. ¿Quién sabe? Quizás y hasta le quedaba gustando y luego ella misma le buscaría para repetirlo, así mismo como la podría matar aún más del espanto y eso era lo que más tentador le parecía. Se detuvo delante de ella y le observó mientras se rascaba la barbilla.

— ¿Formas poco ortodoxas, eh? — sonrió de costado, con un aire macabro en la mirada y se acercó hasta ella para pellizcar sus pezones mientras le hablaba — Así que quieres follar... huuuummmm... ¿Qué tanto deseas follar? — le preguntó agachándose hacia un costado para mirarle frente a frente — ¿Quieres que te lo pongan y te lo entierren hasta el fondo hasta hacerte gemir de placer... sin importar los orígenes y las apariencias exteriores de tu... “zorrito”? — rió brevemente — ¿Lo follarías aún cuando te asustara su apariencia? — le preguntó, esta vez, golpeando sus pezones con la punta de sus dedos, al igual que cuando se sacude una pelusa de encima del hombro.

Su propuesta le había hecho sentirse curioso, mil cosas se le habían pasado por la cabeza para hacerle a esa mujer, quizás el perdonarle la vida no sería una mala idea después de todo, quizás y hasta se lo disfrutaba, aunque de eso ya no tenía la mejor duda. Ya hasta se lo imaginaba.

por **Tania Fernandez** Jue Ene 31, 2013 2:51 pm

Podía sentir el ardor en su cuello, como su rostro era manchado por aquella sangre que lentamente recorría su cuello, su rostro y hasta manchaba sus cabellos. De cierta forma sentía que aquel líquido carmesí se perdía innecesariamente, si un vampiro estuviera en ese lugar, lloraría al ver aquella atrocidad. ¿Por qué desperdiciar una fuente de vida, de poder y de muchas cosas más… de aquella forma? Aquel hombre solamente era uno más entre muchos que aun no habían llegado al punto de encontrar aquella línea que los llevaban a ser perfectos, a obrar (cualquier cosa que ellos quisieran obrar, ya sea buena o mala) con tanta perfección que no había necesidad de ensuciar un lugar con un simple liquido como era la sangre de una cortesana. Los vampiros habían llegado a cierto punto de la evolución que podían matar tranquilamente por aquella sustancia sin dejar rastro de su matanza, pero no eran todos así, habían algunos estúpidos, algunos novatos que no había llegado a esa perfección del arte de disfrutar las cosas pocos ortodoxas o los Tabú de la vida, sin dejar rastro alguno.

La perfección, codiciada por muchos, encontradas por pocos. Había distintas cosas que emanaban perfección, ella por ejemplo, era un claro ejemplo de perfección latina, de mujer perfecta, con anchas y apetitosas caderas, senos redondos, duros, nada flácidos, su cintura estrecha, su rostro simétrico, ojos, labios, nariz, orejas, todo en su lugar de manera tan perfecta que parecía hasta imposible que una mestiza como ella tuviera una belleza tan exótica y seductora. Solamente se podía decir que la selección y la biología la habían favorecido y ella se aprovechaba de aquellos atributos que la naturaleza le había dado para poder salir con vida de aquel lugar. Aun se cuestionaba la razón de porque el ser humano luchaba por su vida, específicamente ella, pues en realidad, solamente era una puta mas, nadie le lloraría, tal vez algún que otro cliente se lamentaría, pero rápidamente encontraban a otra cortesana que moviera las caderas como ella y se olvidarían del nombre de la antigua puta que les servía.

Se lamento. Quien dirá que lo aprendido años atrás, cuando la separaron de su familia, cuando la engatusaron, cuando enamoraron a aquella joven dulce, amable e inocente, le serviría en estos momentos. No deseaba volver a recordar el rostro de aquel hombre que con dulces palabras la había cegado y ella; quien necesitaba unos brazos cálidos y un especie de príncipe. Se entrego a él, se entrego a sus brazos para poder escapar de una vida que parecía la peor de todas. ¡Qué niña más tonta e ingenua había sido! Luego de haberse bajado de aquel barco conoció el infierno de una forma distinta a la que los religiosos lo pintaban. Había entrado por la puerta de la ignorancia encontrándose con uno de los siete pecados capitales, viviendo en el, explorando cada uno de sus significados hasta que literalmente la hacían convertido en un ser que sin sexo no podía vivir.

Sus ojos se entrecerraron un poco al notar la claridad del día entrar por algunas rendijas, chocando con su cuerpo de forma agresiva, podía sentir aquel calor en las partes expuestas, pero también un frio apoderarse de su cuerpo, que también parecía estar temblando de forma involuntaria. ¿Acaso su cuerpo de forma instintiva le temía a la muerte? No lo sabía. El sonido de los pies del hombre le parecían simplemente fastidioso, la alteraba, la estresaba, no había nada bueno dentro de su mente, pues el no hablar hacia que su cuerpo temblaba aun mas, aumentando el miedo que había dentro de ella. Siempre había sido buena para demostrar sus sentimientos, si sentía aburrimiento, lo demostraba, si su cuerpo deseaba expresar miedo, ella sin vergüenza lo mostraba, pues eran expresiones normales que uno no podía, ni debía ocultar, aquella la hacía una persona, le daba un alma y así no se quedaba como otro personaje más en una historia que se estaba contando entre las letras de algún escritor, adicto al drama y momentos deprimentes de la vida.

Cuando por fin se detuvo, pudo sentir un suspiro de alivio salir de sus labios, asintió como pudo confirmando lo que le preguntaba, sus ojos fueron hasta donde sus manos iban, sintiendo como dos corrientes paseaban por su cuerpo hasta establecerse en los músculos, dándole una sensación extraña, conocida y como siempre agradable. Sus mejillas estaban llenas de sangre, sus ojos se fijaron en lo de él mientras escuchaba aquellas palabras. Su noto le parecía familiar, aquella esencia que el tenia le era conocida y aunque en otra ocasión fuera maldecido por conocer a ese tipo de personas, en ese momento solamente dio gracias a dios de que fuera de la misma calaña que mucho de sus primeros hombres, quienes buscaban destruir a la antigua Tania para crear simplemente un ser que estuviera dispuesta a ofrecer su cuerpo sin importar nada. Hace mucho tiempo había aprendido a no juzgar lo que había dentro ni fuera de una persona. Ella era una cortesana, el alma o forma de ser de la persona no debía importar, lo que debía importar era los francos que podría ofrecer, pero esta vez no había francos de por medio, estaba su vida en juego y eso lo hacia un negocio en donde no se debía pensar, solamente actuar con precisión y tomar las decisiones correctas.

-yo no soy nadie para estar criticando las apariencias o preferencias de una persona- aclaro rápidamente mientras sentía como uno de sus pezones era levemente golpeado-Soy apenas un contenedor de semen que puede ser utilizado por quien sea lo suficientemente inteligente como para pagar por mis servicios- claro está en ese momento no le cobraría a él, pues el pagaría con dejarla viva, o eso esperaba. Ya había aprendido a no confiar en las promesas de un hombre-Mon Amour soy una cortesana, no soy una mujer, no soy una persona, tal vez ni siquiera una amante, solamente soy una cortesana- indico con una sonrisa amargada en sus labios –Si usted quiere que folle con un asno yo con gusto lo hare, no chisteare en su orden, pues se quien es el que tiene las riendas de mi vida en estos momentos- aquello la hizo reír, simplemente le había parecido gracioso verse en esa situación, dejo salir una risilla para luego aclarar su garganta y proseguir con lo último que debía decir. –Detenga la hemorragia y como dije, tendrá una zorrita exótica por días si le apetece-

por **Darkness Delacroix** Sáb Feb 02, 2013 11:07 pm

"Guante de los bordes borde a borde.
Olorosa verdad tocada en vivo, al conectar
la antena del sexo
con lo que estamos siendo sin saberlo."

Fernando Sabido Sánchez. Quemadura del segundo

Las palabras de la mujer corroboraron todas sus sospechas; ella era una cortesana, una puta en palabras más simples y directas. Era una mujer dispuesta al servicio del dinero, como muchas otras, como su propia madre. De sólo pensar en la similitud que poseía esa mujer con la que una vez le había parido, literalmente le provocó ganas de arrancarle la cabeza ahí mismo, pero no... no podía dejarse llevar por los impulsos, no era correcto.

Se alzó toda la altura que antes se había agachado, separando de ese modo sus miradas para ocultar su expresión de asco, de odio y aborrecimiento a las de su calaña, aquellas que se acostaban con todo y con todos, transmitiendo enfermedades y sembrando hijos bastardos, tal y como ella le había llamado minutos atrás como si le conociera, como si en verdad fuera adivina. Se alejó de ella, con la nariz aún arrugada y le dio la espalda.

— Follar con un asno... — repitió sus propias palabras, como si realmente se lo considerara, y es que en el fondo en verdad lo hacía. Lo imaginaba vívidamente; el acto y sus sangrientas consecuencias — No — respondió tan sólo un momento después — No durarías lo suficiente, te rajarías apenas a la primera envestida y te desangrarías aún más rápido de lo que tengo pronosticado.

Sonrió de costado y se giró levemente para mirarla. Le gustaba esa clase de sumisión, debía reconocerlo, aunque por supuesto no era aún lo que él deseaba obtener. Sin embargo, le hacía sentir respetado, temido; porque a sus ojos miedo y respeto siempre irían de la manos. Lo había aprendido el día que asesinó a su madrastra y lo había corroborado cuando más tarde ayudó a Yulia a asesinar a su primer esposo. Entonces le tomó el gusto a la muerte de aquellos que no merecían la vida y también al placer del sufrimiento de quienes tenían mejor suerte, esos que, como Tania, hacían lo que fuera por seguir luchando con su vida.

Tan sólo bastó un movimiento en una especie de gancho, con dos de sus dedos, para que las cadenas se soltaran y la dejasen caer a ella con un golpe sordo, sobre la misma paja que ahora amortiguaba su caída. Ya no se desangraría, la misma gravedad le ayudaría a su cuerpo para que, de forma natural, formara un coágulo en poco tiempo y estancara el sangrado ya que, después de todo, el corte era pequeño, lo suficiente para que muriera desangrada lentamente, gota a gota.

No dijo nada, ni tampoco se acercó para ayudarle o mofarse en su cara. Simplemente se sentó sobre un par de fardos de paja que estaban apilados justo delante de ella, y desde ahí le observó en silencio. Aún estaba atada de manos y pies, imaginaba que el golpe había causado dolor y quería disfrutar aún un poco de su cara y de ese esfuerzo ingenuo por recobrar un poco de dignidad y movimiento.

— No me gustan las putas — habló por fin — Demasiado sucias, por decirlo de alguna manera. No tienen ningún tipo de criterio, ni tampoco estómago para elegir los miembros que se devoran; uno tras otro y sin siquiera lavarse el coño — tuvo ganas de meterle los dedos hasta el fondo de la vagina y hacerle tragarse sus fluidos, pero sabía que ella lo haría sin ningún tipo de miramientos. Era su trabajo, era lo que hacía; una puta sin pudor.

Chasqueó la lengua y desvió la mirada hacia un cúmulo de paja hacia el otro costado del establo. No perdería más el tiempo, la mujer no aprendería de higiene a esas alturas de la vida, mucho menos cuando el dinero valía lo suficiente para que se olvidara de ella. Así fue como se dejó de rodeos y dejó que de su boca escapasen un par de palabras en una lengua ininteligible para que de la paja acumulada se alzase una nueva presencia; un cadáver en descomposición que llevaba ahí quien sabe cuantos días. Ese era el olor a heno, esa acidez de una fermentación avanzada producida por el contacto con la materia orgánica de aquellos residuos vegetales.

El difunto caminó hacia Darkness como si de pronto hubiera cogido vida, como su fuese un verdadero zombie de las leyendas urbanas y la mitología de los esclavos negros. Un verdadero muerto en vida, con andar tambaleante y la carne expuesta en varias de sus partes, que a su andar dejaba una huella de aroma pestilente, antes retenido por el peso de lo que le cubría. El brujo sonrió y le recibió con los brazos abiertos, como si de un padre se tratara, pero en vez de estrecharle en un abrazo, sus manos fueron directamente a sus pantalones los cuales desabrochó y bajó para tomar posesión de su miembro a medio comer por gusanos, los que sacudió para comenzar a masturbarle como si fuese una mera actividad cotidiana.

— No me gustan las putas — repitió — Pero a mi amigo sí — sonrió, dedicándole una mirada malintencionada — Yo soy más bien... del tipo voyerista — volvió a sonreír y dejó de frotar el aparato sexual del difunto, cuya apariencia tampoco daba rastros de haber sido agraciado en vida. — Todo tuyo — agregó al tiempo que la marioneta humana se giraba para acercarse hasta ella, seguida del mismo brujo quien se acercaba también para tomar a la cortesana de los cabellos y hacerle levantarse del suelo hasta quedar a la altura del pene semidescompuesto — Chúpalo, perra. Chúpalo y dime lo que se siente — le ordenó con la misma rabia con la que le jalaba del pelo.

por **Tania Fernandez** Jue Mar 07, 2013 4:11 pm

Era un mal día para ella, eso ya lo había deducido por aquel momento en que lamentablemente era tal vez una víctima a lo mejor se lo merecía, pero eso lo dudaría siempre. Las personas debes sobrevivir de alguna manera, el mundo es cruel, si no eres lo suficientemente fuerte, te traga y escupe con facilidad. A ningún dios le importaba lo que sucediera con ella o con algún otra persona, era simplemente innecesaria, pero ella se mantenía con vida y se movía en un mundo que simplemente la repudiaba por su condición y forma de ser, pero aun mas por su trabajo. La bastarda de una familia española, la marginada, la odiada, pero aun así caprichosa por naturaleza y orgullosa, tal vez una de los rasgos que heredo de un padre que nunca más volvería a ver, no porque no quisiera, más bien porque ella misma se avergonzaría al estar frente de el, siendo lo que era en esos momentos. Los chimes que le habían llegado era que ya habían podido tener otro hijo, así que ella no hacía falta, de todos modos, era lo que era, una maldita bastarda que abría las piernas por algunos francos, tal vez así fue su madre, buscando algunas monedas extras para su bolsillo vacio.

Por unos segundos ya no deseaba vivir, como muchas veces le había pasado, cuando la habían obligado a estar con tantos hombres que ya ni recordaba su rostro, pero como siempre, tal vez era la cobardía que florecía de vez en cuando, cuando estaba decidida a ser valiente y proclamar por la única salida, que le daría paz y descanso, así que callaba lastimosamente, esperando que aquel hombre realizara lo que quiera con ella. El sonido de las cadenas le pareció aterrador, la gravedad rápidamente la llevo al piso, el cual rápidamente causo un sonido sordo, aunque había caído sobre la paja, sentía como la presión del golpe recorría todo su cuerpo, haciéndola retorcerse de dolor. Dejo salir un leve jadeo, tratando de moverse un poco para quedar con el rostro boca arriba, pero su expresión de dolor le hacía difícil moverse, le dolía un poco el cuello, y el hombro derecho, hasta un costado, tal vez se hubiera roto dos o tres costillas si no fuera por la paja que amortiguo un poco la caída.

Aun sentía la sangre recorrer su cuerpo, pero por suerte pronto se secaría y el flujo dejaría de brotar. Luego de unos segundos pudo acostumbrarse a estar en aquella posición, ya sentía menos sangre saliendo y un leve suspiro de alivio salió de sus pulmones, aun tenía un leve dolor en el costado, pero poco a poco desaparecía. Frunció el ceño, pero rápidamente busco relajar el rostro, para no mostrar algún signo de rabia o enojo, aunque por su mente pasaba mil y un insulto dirigido para su espectador, era mejor quedarse en silencio mientras escuchaba las estupideces que decía . el era otro de ellos, otro hombre que solamente juzga sin saber la historia completa de aquellas mujeres que venden sus cuerpos, tampoco le buscaría corregir aquello, en ocasiones, algunas personas, ya estaban echadas a perder y el era una de ellas.

Le escucho decir algo que no entendió, pero aun así le prestó atención hasta que algo se movió en un rincón del lugar, como pudo se movió para ver lo que sucedía, encontrándose con la figura tambaleante de algo que comenzaba a acercarse cada vez mas. Los ojos de Tania se habían abierto como platos y su piel prácticamente llego a ser de tez blanca, mientras todo su cuerpo se cubría de un pequeño manto de sudor frio-¿Qué rayos eres tú?- susurro volviendo la vista a aquel hombre, esta vez era una mirada llena de sorpresa, pero también de repudio y odio. Aquel olor que se aproximaba era insoportable, tuvo ganas de gritar, pero sabía que eso no sería útil, su estomago se comenzaba a sentir mal y una señal de desear vomitar apareció, pero nada salió por suerte. –oh dios mío, no…- susurro teniendo aun más ganas de vomitar. Estaba a punto de gritar, de suplicar de su vida de pedirle que le soltara, no quería ni ver lo que estaba haciendo, pero ya veía los pantalones de aquel ser muerto abajo y su sexo lleno de gusanos ayudaba a incrementar sus ganas de vomitar.

Habían tantas cosas en su cabeza que las palabras del hombre llegaban apenas por pedazos, su cuerpo comenzó a sudar cada vez más, sentía un gran frio en su cuerpo, instintivamente comenzó a revolcarse para intentar alejarse de aquella abominación. La palabra voyerista retumbo en su mente, era como un coro que la llenaba de horror y asco se había dado la vuelta pero, fue en vano, pronto sintió los pasos al frente de ella y la pestilencia prácticamente en su nariz, su mueca de asco no fue normal, quería morirse en ese momento, ya no le importaba nada mas, en su mente solamente pasaba la idea de morir, tal vez si insultaba lo suficiente a aquel tipo este se hartaría de ella y la mataría. No importaba como lo hiciera, no importaba cuando dolor fuera infligido, con tal de que pudiera sentir su último suspiro salir de aquel cuerpo. –Ahg…- estaba a punto de llorar, pero las lagrimas simplemente no salían, como pudo se arrodillo, sintiendo algunos de sus cabellos ser desgarrados de su cuello cabelludo. –No, No quiero, estás loco- dijo negando con su cabeza de forma energética, pero lo único que recibía era otras jalonadas aun más fuertes que la hacían acercarse a aquel pene apático y con gusanos.

Podía sentir el olor de la descomposición en su nariz, ya no había vuelta atrás, el no iba a cambiar de opinión, aunque ella se resistiera, solamente quedaría meterle el pene de forma forzosa. Aguanto la respiración y cerró los ojos, para luego darle una pequeña lamida a la punta del sexo de aquel cadáver, pero pronto sintió como gracias al empujón de aquel hombre entraba todo a su boca. Sus ojos se abrieron con algunas lágrimas acumuladas en sus lagrimales, lo sentía en la garganta, su olor era insoportable y sentía que pronto vomitaría, pero como pudo trago ya su almuerzo para que volviera al estomago. Dentro de su boca lo acomodo para poder comenzar a chupar aquella carne podrida, dio algunos lametazos y jugó con algunos movimientos de lengua, pero no pudo mas, podía sentir los gusanos dentro de su boca, rozando su lengua y eso la asqueo de forma brutal. Rápidamente se vino en vomito sin poder hacer algo, aun tenía el pene del cadáver dentro de su boca, por unos segundos sintió que se iba a ahogar, hasta que por fin lo saco y comenzó a sacar todo el vomito que venía y venia, parecía que no se iba a terminar, pues apenas recordaba el fétido olor otro torrencial de desechos aparecía de su boca

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