Le Parc aux Cers [Jessamine&Ebony]

por **Úrsula Kierkegaard** Vie Mar 16, 2012 11:48 pm

Frío, así era el clima que a los atardeceres del invierno de París le sentaban mejor –mejor a palabras de La Roux- pero esa noche especialmente encantada se preparaba para partir a un destino diferente, no lejos, muy cercas incluso, pero para ella, suficientemente importante para vestir un exquisito vestido desbordante de elegancia, categoría y distinción.

Haciendo placenteras sus horas ya que en esas estaciones de largos días; más las noches por supuesto, permitían que Jessamine se enganchara con alguna lectura muy bien escogida, por hoy: el periódico que no había tocado en toda la mañana y tarde al menos no cuando el sol estuviera en todo su esplendor, era lo único que yacia en su pequeña mesa de estar, revisaba temas variados sobre todo de sociedad, información que dejara muy en claro la situación actual de la ciudad y por supuesto – siempre que se pudiera- la pondría al tanto, incluso algún misterioso caso que fuera puesto en duda bajo el poder de las autoridades Parísinas, pues hace ya algunas semanas se habrían suscitado hechos suicidas de dos mujeres que brutalmente habían sido asesinadas, más bien destazadas sin piedad, sus miembros desmembrados como si estos hubieran sido arrancados a la fuerza luego de una tortura muy pecaminosa, esto, atrajo su atención comenzando a revisar entre líneas si habría algún misterio por resolver – o más bien- le dieran indicios de que otros “seres” hubieran sido los causantes de ello. Sin embargo no encontró nada muy peculiar, parecía otro día más sin mucho que hacer, un día aburrido para un espíritu divagante y amante de la noche.

Recorriendo lentamente el costado de su cama se colaba la luz de la luna sobre un enorme espejo de su bien armado tocador tan lujoso que podría valer un centenar de monedas así sea destrozado, en donde reposan muy bien cuidados una decena de perfumes de exquisitos aromas que le han obsequiado y también se ha hecho con ellos, pues era grande su amor por cosas tan sublimes que le harían resaltar su encantadora belleza “Esta noche deberá de ser especial” retoqué por ultimo mis mejillas, recorriéndolas finamente, con una precisión y suavidad exquisitas que me permitían disfrutar del momento y mis ojos clavados en mi reflejo me jugaban una treta más, remontándome a hace más de diez años atrás, cuando mi visita por Hungría me había dejado una exhaustiva colección de mascaras con las cuales asistiría a un prestigiado baile de disfraces y en los que claro me propuse lucir espectacular y envidiable, aunque con la belleza de la que era acreedora también competía con una en particular, una mujer de cabello rojo como el fuego, que llamaba su atención, algo –no sabría que fuera – le atraía y dada a su profunda habilidad retorica le había permitido esa noche hacer una profunda amistad que por coincidencias de su destino las habría llevado hasta ahí – Fue una noche magnifica, hace tanto tiempo que no me divertía a mi modo como lo fue entonces – mi sonrisa se ensancho luciendo mi dentadura blanca que contrastaba con mis labios rojos como el carmesí de la sangre ¡La Sangre que ironía! ¿Tan sólo era eso lo que importaba? quizá si, quizá no, sólo sabia que era lo único en el mundo que la hacia conservar su no vida.

No parecía suceder algo más que le atrajera a esos recuerdos, sólo releía la carta que hace un par de días había llegado con un remitente conocido para ella, un nombre que no habría olvidado bajo ninguna circunstancia.

Su mente se puso en banco por un momento cuando de pronto en su habitación en aquella casa de campo que pertenecía a una familia amigada a la suya y dónde actualmente había fungido como seno familiar irrumpe uno de los mozos que además de las aves nocturnas, la luna, el viento incluso acompañaban esa noche a la bella dama – ¿Pedir un poco de respeto y que toques la puerta es mucho para ti?- señala tajante, enfurecida por la repentina interrupción a sus pensamientos, que aunque no estuviera teniendo ninguno, muchas veces disfrutaba del silencio de la soledad con la que tanto tiempo había compartido, pasando tanto tiempo sola le habría hecho disfrutar de sí misma, de sueños que quizás en otrora vida no habría podido realizar, rodeada de lujos un poco incomprendidos por su valor material, pues no era eso lo que ella más apreciaba; era su “paz interior” lo que le seducía y cuidaba con bastante recelo, esa noche la paz se la daba aquella reunión a la cual le traería buenos y gratas memorias – Lo…lo siento Madame La Roux, es que ha llegado por usted aquel carruaje que ha pedido la lleve al centro de la ciudad, ahí le espera una reservación previa a su nombre en el Restaurant Le Parc aux Cerfs, mi señora – cada vez el mozo bajaba la mirada sumiso, perplejo por la abrupta interrupción que no me había hecho ninguna gracia –Esta bien, trae mi abrigo, dejaré pasar tu estupidez por esta vez, aunque voy a darte menos mesada para la próxima, así entiendes el valor del respeto. – señale con desdén, soberbia, dándole poca importancia a su importuna intromisión, di un último acomodo a mi cabello corto y él me cubrió con mi chalina purpura, no era que sintiera demasiado frío, diría que únicamente estaba siendo precavida para aparentar ser normal; pues no se puede tener frío cuando estás muerto. Desplazándome hasta las afueras de la residencia subí al carruaje mi largo con mucho cuidado y propiedad… el mismo que me llevaría hasta aquella cita con una vieja conocida, diría que una de las mejores experiencias de mi vida inmortal.

por **Ebony Bathory** Dom Mar 18, 2012 1:01 pm

El día agobiaba mucho a Ebony, pasar encerrada en cuatro paredes, tras unas espesas cortinas oscuras, las horas de luz se hacía insoportable, y más sin haber encontrado todavía una pareja digna para hacer más soportable el hecho de permanecer encerrada involuntariamente, la verdad es que odiaba cualquier cosa impuesta si ella no lo aprobaba, odiaba tener esas limitaciones, pero eran inevitables, formaban parte de su naturaleza aunque no se acostumbrase por muchos siglos que pasaran...por suerte era Invierno y las horas de Sol eran más cortas que las de la Luna.

Pero esta noche estaba entusiasmada... sin embargo no se permitía esos sentimientos, esas emociones y menos manifestarlas en público, estar ilusionada por alguien como era el caso, pensaba que era impropio para ella, denotaba debilidad, sí, era una mujer que prefería repeler esos estados de ánimo, esos sentimientos en particular, a menos que fueran fingidos porque la situación lo requería, pero esta noche estaba sencillamente alegre podría decirse, iba a reencontrarse con una vieja conocida que hacía tiempo que no veía, desde aquélla significativa noche en Hungría, en ese baile de máscaras, donde la gente más elitista de la sociedad se presentaba con sus preciosas y carísimas máscaras y trajes, ésas veladas eran de las mejores...

Se puso un vestido verde oscuro y negro ceñido por arriba de mangas largas, con un escote que dejara ver un poco sus encantos y la parte de abajo del vestido se ensanchaba, como solían vestir las mujeres de clase alta de esa época, con altas costuras, elegante, femeninas y siempre realzando la forma de la mujer, cualquier mujer que se pusiera esos vestidos podía pasar de mediocre a espectacular en segundos, éso sí, no todas saben dintiguirse y ser glamurosas de manera natural, y Ebony lo conseguía y por supuesto cuando socializaba y permitía que alguien fuera de su entorno debían ser parecidos a ella en ese sentido, la clase y la distinción, y con quien iba a encontrarse esta noche era todo éso, y además, de su misma estirpe, pues a menos que un humano fuera especial, éstos no le llamaban la atención más que para pasar un buen rato o como sustento y placer.

Tras verse en el espejo y ver que lucía impecable con su vestido, su pelo recogido y bien peinado con ese sombrero a juego con el vestido, sus labios perfectamente perfilados de un tono rosado, maquillada lo justo para que su condición vampírica no hiciera parecer que tenía un aspecto enfermizo por lo pálida que pudiera ser, y con unas gotas de su perfume más caro que recordaba el aroma de los muguetes, se encaminó hacia ese pequeño restaurante, donde sólo la gente con un mínimo de dinero y clase social podía ir; "Le Parc aux Cerfs", pues ahí había quedado con ella, con Jessamine, una antigua conocida, compañera e incluso su fugaz amante.
Ésta vez fue sola, sin su valet personal que le seguía a todas partes a menos que ella le dijera lo contrario.

por **Úrsula Kierkegaard** Miér Mar 21, 2012 1:49 am

La noche parecía cómplice de ese instante, nunca imaginé que nuevamente tendría que coincidir con mi intrigante acompañante, pues aunque nosotras desde hace ya bastante tiempo habíamos perdido el contacto, el interés permanecía, no estaba segura de cómo iba a ser mi reacción, el tiempo en el carruaje me parecían eternos, yo podría haber llegado hasta mi destino en un abrir y cerrar de ojos, pero eso hubiera implicado dos cosas: exponerme a la vida nocturna de París y también asesinar a todos aquellos que me habrían visto llegar sin carruaje, con mi distinción y categoría dentro de la sociedad Parisina.

Decidí esperar un momento más después de todo ¿Qué era el tiempo para mí? Si no una parte ya detenida, que no ejercía ningún tipo de cambio en mi, había tenido más ocho siglos en un perfecto estado de juventud, reflejando en mi inmortalidad mis tan sólo veinticinco años en dónde yo me había quedado suspendida en el tiempo, pues mi reloj mortal se había detenido a esas edad sólo por capricho de un hombre que me habría cambiado la vida –y la no vida - .
Sumida en mis pensamientos y con la luna de testigo finalmente arribó mi carruaje jalado por dos corceles negros como el azabache al mejor restaurant de París, ubicado en el centro de la ciudad y claro uno de los lugares más concurridos por la elite Parisina, ahí se degustaban los más exquisitos sabores de vinos tintos de cosechas muy antiguas, aunque claro dentro de la colección de vinos de Jessamine era casi imposible ganarle ya que por su antigüedad había guardado muy celosamente algunas botellas de cosechas casi extintas y de incalculable valor, de pronto un hombre muy bien parecido se acercó hasta mi carruaje deslizando su mano para abrir la puertezuela y de la que yo baje muy elegantemente, ofrecí con delicadeza mi mano cubierta por un guante de seda blanca que en un gesto de caballerosidad y entera disposición tomó – Madame La Roux es una grata sorpresa tenerla con nosotros, por favor sígame que tenemos la misma mesa que a usted tanto le agrada – le ofrecí una sonrisa enigmáticamente encantadora, el hombre sólo bajo su mirada admirado – Tal vez por la belleza tan abrumante que yo estaba segura que poseía– seguí mi camino haciendo un sutil gesto con mi cabeza en señal de aceptación y me dirigí hasta el interior del restaurant en dónde ya me esperaban dos copas de vino servidas con la mejor cosecha de la casa, exclusivamente para mí y mi acompañante.

En aquella habitación tan sólo se encontraba una pequeña mesa lo suficientemente grande como para permitir que dos personas sean capaces de hablar con bastante cercanía para compartir un momento personal e intimo, puesto con cubiertos de plata finamente pulidos y copas de cristal decidí sentarme finamente a la espera de Ebony, hace tanto tiempo que mi acompañante había no sólo dejado de admirarme con su particular belleza, sino que además extrañaba compartir un momento con alguien que entendiera la misma historia por la que yo había estado pasando durante varios siglos atrás.

por **Ebony Bathory** Mar Jun 19, 2012 4:43 pm

Otra vez tocaba esperar, ahora en el carruaje que la llevaría a su destino, no estaba impaciente estaba más bien aburrida, por suerte en menos de diez minutos ya se encontraba ahí, sino lo habría pagado el pobre conductor.

Bajó ayudada por alguien que debía de pertenecer al servicio de aquél restaurant, no sabía bien, pues ni se fijó, sólo con que le ayudaran caballerosamente y se siguiera el protocolo le bastaba.
No tuvo que decir nada, apenas si respondió al saludo de aquél hombre que conocía su apellido "Mademoiselle Bathory", ya la esperaban, al parecer Jessamine debía de encontrarse ya en el local por lo que simplemente la dirigieron hacia allí.
Le dedicó una gran sonrisa nada más verla, una sonrisa un tanto sensual a la par de dulce.

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