AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Frente al Arte [Jessamine La Roux]
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Frente al Arte [Jessamine La Roux]
Los últimos rayos del vago sol vespertino comenzaban a perderse tras la colina del Montmartre.
Era invierno. Y eso era siempre aviso de días mas cortos que daban paso a noches mas extensas, envueltas en el frio y la neblina propia de la estación.
Sin embargo aquellos factores que para muchos podrían verse como obstáculos a la hora de embarcarse en una salida, para mi no eran nada en absoluto, salvo meros indicadores de que me era conveniente vestir, dependiendo la tenacidad del frio externo.
Envuelto en una hermosa chalina de piel de zorro, regalo del adorado Pietro, partí hacia el museo del Louvre, reflejando en cada paso mi faceta femenina más palpable. La abultada falda tono gris y la delicada brocheta a juego que recogía mis dorados cabellos también hacían su meticuloso aporte, haciéndome lucir como una sofisticada y caprichosa madeimoselle de la alta alcurnia. Precisamente todas las cosas que era consciente de no ser. Pero ese era un tema que solo le incumbía a mi persona, muy lejana en el deseo de reflejar exteriormente lo que por dentro era cada día.
Una dulce sonrisa simulada y un cordial gesto, dejaron que el portero del museo me dejase ingresar a último momento, pues las visitas a la institución en invierno solían darse hasta horarios más tempranos de lo que generalmente en otras épocas del año. Simplemente por el hecho de que bajo la luz de la Luna, todo en Paris parecía tornarse mas peligroso y sombrío.
Caminando ya por los marmoleados corredores, me deje sumergir por aquel exquisito aire que parecía irradiar eternidad. Pues la historia artística de nuestro planeta estaba atrapada en aquel museo, que resguardaba miles de historias y peculiaridades, meticulosamente grabadas en cada una de aquellas obras cuidadosamente expuestas al público.
“Si Pietro estuviese aquí…” pensé sin poder evitarlo siquiera. Aquella presencia me era tan necesaria como el mismo respirar. Mi vida sin aquel hombre de ojos pardos y sonrisa encandiladora no era nada. Mas no tenía otro remedio que abarcar el tiempo de su ausencia en otras cosas, como por ejemplo, sumergirme en el maravilloso mundo del arte.
Sabía que al Conde le fascinaba hablar sobre todo aquello que generase placer. Y sin duda la pintura, la escultura, la música ¡Basto deleite que entregaban aquellas magnificas disciplinas! ¡Quería compartir cada una de ellas con mi secreto amado! Y soñar con que, tal vez, un día nuestra historia fue expuesta en estas silenciosas paredes que tanto dicen, posiblemente en forma de cuadro o de una hermosa escultura que plasmase a la perfección toda mi devoción hacia él.
Detuve tanto mi andar así mis ojos frente a una obra de Aleksei Antropov. Sin notarlo había transcurrido un largo trayecto del corredor sin siquiera notarlo. No era la primera vez que Pietro abarcaba tanto de mi ser que hacia perderme noción del tiempo y espacio. Sin embargo, analizando el semblante de Elizabeth Petrovna, tan fielmente plasmado en aquel retrato, pude sentir –o eso me pareció- el sistemático andar de otra persona, de otros tacos ajenos a los míos. Lleve la vista hacia un lado con curiosidad, me sorprendía quedan muchas personas dentro del museo a aquellas horas aun.
Era invierno. Y eso era siempre aviso de días mas cortos que daban paso a noches mas extensas, envueltas en el frio y la neblina propia de la estación.
Sin embargo aquellos factores que para muchos podrían verse como obstáculos a la hora de embarcarse en una salida, para mi no eran nada en absoluto, salvo meros indicadores de que me era conveniente vestir, dependiendo la tenacidad del frio externo.
Envuelto en una hermosa chalina de piel de zorro, regalo del adorado Pietro, partí hacia el museo del Louvre, reflejando en cada paso mi faceta femenina más palpable. La abultada falda tono gris y la delicada brocheta a juego que recogía mis dorados cabellos también hacían su meticuloso aporte, haciéndome lucir como una sofisticada y caprichosa madeimoselle de la alta alcurnia. Precisamente todas las cosas que era consciente de no ser. Pero ese era un tema que solo le incumbía a mi persona, muy lejana en el deseo de reflejar exteriormente lo que por dentro era cada día.
Una dulce sonrisa simulada y un cordial gesto, dejaron que el portero del museo me dejase ingresar a último momento, pues las visitas a la institución en invierno solían darse hasta horarios más tempranos de lo que generalmente en otras épocas del año. Simplemente por el hecho de que bajo la luz de la Luna, todo en Paris parecía tornarse mas peligroso y sombrío.
Caminando ya por los marmoleados corredores, me deje sumergir por aquel exquisito aire que parecía irradiar eternidad. Pues la historia artística de nuestro planeta estaba atrapada en aquel museo, que resguardaba miles de historias y peculiaridades, meticulosamente grabadas en cada una de aquellas obras cuidadosamente expuestas al público.
“Si Pietro estuviese aquí…” pensé sin poder evitarlo siquiera. Aquella presencia me era tan necesaria como el mismo respirar. Mi vida sin aquel hombre de ojos pardos y sonrisa encandiladora no era nada. Mas no tenía otro remedio que abarcar el tiempo de su ausencia en otras cosas, como por ejemplo, sumergirme en el maravilloso mundo del arte.
Sabía que al Conde le fascinaba hablar sobre todo aquello que generase placer. Y sin duda la pintura, la escultura, la música ¡Basto deleite que entregaban aquellas magnificas disciplinas! ¡Quería compartir cada una de ellas con mi secreto amado! Y soñar con que, tal vez, un día nuestra historia fue expuesta en estas silenciosas paredes que tanto dicen, posiblemente en forma de cuadro o de una hermosa escultura que plasmase a la perfección toda mi devoción hacia él.
Detuve tanto mi andar así mis ojos frente a una obra de Aleksei Antropov. Sin notarlo había transcurrido un largo trayecto del corredor sin siquiera notarlo. No era la primera vez que Pietro abarcaba tanto de mi ser que hacia perderme noción del tiempo y espacio. Sin embargo, analizando el semblante de Elizabeth Petrovna, tan fielmente plasmado en aquel retrato, pude sentir –o eso me pareció- el sistemático andar de otra persona, de otros tacos ajenos a los míos. Lleve la vista hacia un lado con curiosidad, me sorprendía quedan muchas personas dentro del museo a aquellas horas aun.
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Re: Frente al Arte [Jessamine La Roux]
El tiempo había dejado de ser importante para ella, aún así procuraba que la mayor parte de él pudiera ser aprovechado en todo su esplendor, el tiempo con sus pequeñas hijas no le era favorable, pues ellas procuraban estar recostadas a tempranas horas y tan sólo la soledad era lo que a Jessamine le acompañaba.
En ese día no había hecho más que contemplar las raudas calles de París, desde su llegada no había podido apreciar la noche con tanta claridad, tal pareciera que esa noche seria especialmente recordada por ella, cubierta por un largo vestido color purpura tornasol que a la noche y tras la luz de la luna ejercía un espectáculo de luces que hacían de Jessamine admirable para cualquier mortal que se atreviera a mirarla, la luna y las estrellas incluso debieron de tener envidia ante semejante belleza, una belleza muy peculiar pues sus ojos delineados perfectamente resaltaban la mirada fiera y engatusante de la mujer…o bueno eso era lo que ella aparentaba. Sin lugar a dudas una mujer exquisita pero también una muy bien vestida posiblemente debido a su alto rango dentro de la sociedad Parisina pues Madame La Roux era muy bien vista por la familia tan representativa a la que ella pertenecía, sin embargo su cruel historia iba de la mano de su representante…
Esa noche el Louvre esperaba la visita de La Roux, era bien sabido por ella que durante esas fechas los lugares más importantes de la ciudad eran visitados por pocas personas, muy contadas por la hora incluso, más debido a su importancia su acceso fue incluso celebrado por uno de los guías más importantes y conocedores de todas las exquisitas obras de arte que adornaban las salas del museo, una tras otras los tacos de Jessamine dejaba en claro su presencia, su aroma enloquecia a los minúsculos grupos de lords que apreciaban cada escultura y que sin vacilación sus miradas eran atraídas por aquella joven mujer de piel color mármol “Solo encuentro un poco de tranquilidad en este lugar además del canal con el afluente de agua me calma la rabia, furor por la sangre, que ironía” seria el pensamiento que envuelve el corazón sin latido de Jessamine, un corazón que además de haber perdido la calidez de la vida, también le ha hecho excudarse un poco para amedrentar su cinismo, el sarcasmo y disfrutar más del arte, música, pintura, poesía, incluso el cuerpo humano que tanto le atrae por su bien y pecaminoso sabor “Son incontables las noches que vengo a este lugar y no canso de apreciar los detalles más finos de esas pinturas”…
De pronto sus pensamientos los cuales divagaban en encontrar algo nuevo en esas pinturas, esculturas, se dispersan en entre un susurro muy especial, un nombre “Pietro..” lo cual llamaría su atención, un nombre particular, pero era más la voz que lo aclamaba la que llamaba su atención sobre todo en aquella sala en dónde se había movido con sigilio y sus tacones eran más que el sonido que ella alcanzaba a escuchar superficialmente ya que su mente sólo requería de un poco de imágenes, cuerpos y paisajes preciosos para llamar su atención.
Entonces la mirada acechadora de Jessamine se alza por sobre su hombro finalmente dándose cuenta de otra presencia, una diferente a la suya, su esencia digamos que podría parecerle más bien tan común, pero también sus pensamientos puestos como en un libro abierto tan sencillos de leer para su antigua edad tan sólo hacen sonreir torcidamente a La Roux – Una noche serena para poder tomarse el tiempo de apreciar todo este arte ¿No es así?- expresa con elegancia, su pregunta por mucho elocuente traza de sus labios rojos, expresivos, cautivadores.
En ese día no había hecho más que contemplar las raudas calles de París, desde su llegada no había podido apreciar la noche con tanta claridad, tal pareciera que esa noche seria especialmente recordada por ella, cubierta por un largo vestido color purpura tornasol que a la noche y tras la luz de la luna ejercía un espectáculo de luces que hacían de Jessamine admirable para cualquier mortal que se atreviera a mirarla, la luna y las estrellas incluso debieron de tener envidia ante semejante belleza, una belleza muy peculiar pues sus ojos delineados perfectamente resaltaban la mirada fiera y engatusante de la mujer…o bueno eso era lo que ella aparentaba. Sin lugar a dudas una mujer exquisita pero también una muy bien vestida posiblemente debido a su alto rango dentro de la sociedad Parisina pues Madame La Roux era muy bien vista por la familia tan representativa a la que ella pertenecía, sin embargo su cruel historia iba de la mano de su representante…
Esa noche el Louvre esperaba la visita de La Roux, era bien sabido por ella que durante esas fechas los lugares más importantes de la ciudad eran visitados por pocas personas, muy contadas por la hora incluso, más debido a su importancia su acceso fue incluso celebrado por uno de los guías más importantes y conocedores de todas las exquisitas obras de arte que adornaban las salas del museo, una tras otras los tacos de Jessamine dejaba en claro su presencia, su aroma enloquecia a los minúsculos grupos de lords que apreciaban cada escultura y que sin vacilación sus miradas eran atraídas por aquella joven mujer de piel color mármol “Solo encuentro un poco de tranquilidad en este lugar además del canal con el afluente de agua me calma la rabia, furor por la sangre, que ironía” seria el pensamiento que envuelve el corazón sin latido de Jessamine, un corazón que además de haber perdido la calidez de la vida, también le ha hecho excudarse un poco para amedrentar su cinismo, el sarcasmo y disfrutar más del arte, música, pintura, poesía, incluso el cuerpo humano que tanto le atrae por su bien y pecaminoso sabor “Son incontables las noches que vengo a este lugar y no canso de apreciar los detalles más finos de esas pinturas”…
De pronto sus pensamientos los cuales divagaban en encontrar algo nuevo en esas pinturas, esculturas, se dispersan en entre un susurro muy especial, un nombre “Pietro..” lo cual llamaría su atención, un nombre particular, pero era más la voz que lo aclamaba la que llamaba su atención sobre todo en aquella sala en dónde se había movido con sigilio y sus tacones eran más que el sonido que ella alcanzaba a escuchar superficialmente ya que su mente sólo requería de un poco de imágenes, cuerpos y paisajes preciosos para llamar su atención.
Entonces la mirada acechadora de Jessamine se alza por sobre su hombro finalmente dándose cuenta de otra presencia, una diferente a la suya, su esencia digamos que podría parecerle más bien tan común, pero también sus pensamientos puestos como en un libro abierto tan sencillos de leer para su antigua edad tan sólo hacen sonreir torcidamente a La Roux – Una noche serena para poder tomarse el tiempo de apreciar todo este arte ¿No es así?- expresa con elegancia, su pregunta por mucho elocuente traza de sus labios rojos, expresivos, cautivadores.
Úrsula Kierkegaard- Vampiro Clase Alta
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Re: Frente al Arte [Jessamine La Roux]
Mi percepción pocas veces solía alejarse mucho de lo cierto. Aquel sentimiento de tener compañía no había sido errado.
Mis ojos se posaron en la remitente de aquellos serenos parlamentos. A priori su belleza se tornaba cautivadora, sentimiento que no cambiaba tras el pasar del tiempo, en el cual los defectos exteriores suelen denotarse con mas precisión, cuando la vista esta mas enfocada.
Portadora de una excelsa elegancia, su hermosura externa aumentaba la exquisitez que su persona irradiaba, esa que parecía ir de alguna manera entrelazada con el peculiar dejo sombrío que aquellos orbes despojaban inconscientemente.
Mi persona tomo como halago aquella cuestión que mas allá de ser generada por simple curiosidad, simplemente servía como apertura a un intercambio de opiniones.
- Siempre es un buen momento para deleitarse con lo que el arte imparte. Sin embargo el sigilo de la noche da a estas bellezas abstractas un toque de misticismo excepcional. Eso a mi simple parecer, claro está- conferí con serenidad, manteniendo el cuello en su máxima extensión, reflejo de un altivismo externo que siempre solía aparecer cuando me topaba con alguien que sin duda pertenecía a las clases altas de la ciudad.
Fugazmente recordé como en el trascurso de mi adolescencia había adquirido todos aquellos detalles que hacían creer a muchos que era perteneciente a una familia muy adinerada. Cada cena, cada fiesta a la que había sido invitada del brazo de Pietro había impartido un aprendizaje que astutamente absorbí para mi beneficio y sobre todo, para dejar bien parado a aquel que acompañaba, usualmente observado por toda persona que se le cruzase. Claro esta que también aprendí a los dotes protocolares propios de un caballero, más esos eran reflejados cuando mi faceta masculina afloraba, no siendo el caso en aquellas instancias el caso. Frente a la refinada dama era tan o mas femenina que ella. En cada gesto, en cada palabra.
- Disculpe mi falta para con vuestra persona. Madeimoselle Mirage, Allure Mirage – informe en son de presentación ante la exquisita mujer, con un leve gesto en calidad de reverencia.
Volví mis ojos a los de ella, notando la extrema blancura de su tersa piel. Sonreí levemente al pensar que si Pietro la contemplase, sin duda querría sumergir a la misma en aquella embriagadora pasión que éste siempre poseía consigo.
Mis ojos se posaron en la remitente de aquellos serenos parlamentos. A priori su belleza se tornaba cautivadora, sentimiento que no cambiaba tras el pasar del tiempo, en el cual los defectos exteriores suelen denotarse con mas precisión, cuando la vista esta mas enfocada.
Portadora de una excelsa elegancia, su hermosura externa aumentaba la exquisitez que su persona irradiaba, esa que parecía ir de alguna manera entrelazada con el peculiar dejo sombrío que aquellos orbes despojaban inconscientemente.
Mi persona tomo como halago aquella cuestión que mas allá de ser generada por simple curiosidad, simplemente servía como apertura a un intercambio de opiniones.
- Siempre es un buen momento para deleitarse con lo que el arte imparte. Sin embargo el sigilo de la noche da a estas bellezas abstractas un toque de misticismo excepcional. Eso a mi simple parecer, claro está- conferí con serenidad, manteniendo el cuello en su máxima extensión, reflejo de un altivismo externo que siempre solía aparecer cuando me topaba con alguien que sin duda pertenecía a las clases altas de la ciudad.
Fugazmente recordé como en el trascurso de mi adolescencia había adquirido todos aquellos detalles que hacían creer a muchos que era perteneciente a una familia muy adinerada. Cada cena, cada fiesta a la que había sido invitada del brazo de Pietro había impartido un aprendizaje que astutamente absorbí para mi beneficio y sobre todo, para dejar bien parado a aquel que acompañaba, usualmente observado por toda persona que se le cruzase. Claro esta que también aprendí a los dotes protocolares propios de un caballero, más esos eran reflejados cuando mi faceta masculina afloraba, no siendo el caso en aquellas instancias el caso. Frente a la refinada dama era tan o mas femenina que ella. En cada gesto, en cada palabra.
- Disculpe mi falta para con vuestra persona. Madeimoselle Mirage, Allure Mirage – informe en son de presentación ante la exquisita mujer, con un leve gesto en calidad de reverencia.
Volví mis ojos a los de ella, notando la extrema blancura de su tersa piel. Sonreí levemente al pensar que si Pietro la contemplase, sin duda querría sumergir a la misma en aquella embriagadora pasión que éste siempre poseía consigo.
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Re: Frente al Arte [Jessamine La Roux]
Lejos de sorprenderle todo ese protocolo y más bien pareciera si estuviese acostumbrada a la etiqueta de Francia, un recuerdo le viene a la mente como si por un momento la situación que estaría viviendo en ese entonces le cautivara su oscuro corazón pues no son más que unos años atrás los que ella junto a su “familia” habían visitado el mismo día y en la misma hora ese lugar, todo por supuesto muy bien planeado por su adorado futuro esposo que luego asesinaría a sangre fría en uno de los callejones de París, aunque aquella imagen pudiera haberle erizado la piel no fue así, fría y calculadora en un acto de cordialidad misma que había estado practicando a solas en su recamara para no desentonar en la sociedad, sus labios se abrieron por inercia y sus ojos que en cierto modo expresaban un vacio particular se encararon con los de la joven de belleza exquisita...
– Un gusto Madeimoselle Mirage – habiendo dicho su memoria que era muy buena por cierto remontaba un poco las distintas familias que había conocido a lo largo de los años en París, pues tras su llegada tendría que ir familiarizándose con aquellos, pues en su naturaleza estaba el de seducir un buen amante o también buscar entre sus mas allegados alguien que le mantuviera distraída, algo tan vanal y muy fácil de sustituir, pero para Jessamine constaba de un largo y extendido tiempo para ganarse su confianza…
-Mirage…un apellido que no había escuchado, aunque claro imagino que es demasiado extenso este lugar para conocerlos a todos…- sus palabras estuvieron siempre dentro de la cortesía y amabilidad, su sed hace unos días ya había sido apagada por la sangre de sus dos mozos más fieles, era imprescindible tenerlos para su supervivencia. No estaba dentro de La Roux equivocarse tampoco de permitir asesinar a alguien tan hermoso, sería un escándalo a su reputación, una vampiresa benevolente con los humanos, utilizarlos para su bien común era algo que le salía perfectamente pero en ese momento no buscaba más que una enriquecida charla con alguien obviamente con un conocimiento sobre arte muy avanzado, pues en sus congéneres era muy obvio que lo aprendido seria solo por su enorme habilidad mental y la cantidad de años, en cambio los humanos eran diferentes aprendían y lo ponían en práctica ¡Maravilloso para ella! Pues trataban en cierto modo de complacerle
– Oh…pero que grosera he sido, soy Madame La Roux, Jessamine – hice una pausa para bajar un poco el rostro muy finamente apenada mientras con elegancia respondía su presentación con una reverencia de notable categoría – Disculparas que a veces puede ser un poco desconfiada, pero siempre que procuro venir a estas horas es para estar un poco sola, aunque es muy bien recibida una excelente compañia de alguien que aprecie el arte como usted...– le mencione con atisbo, dándole la suficiente atención, aunque no del todo esta se quedaba en sus ojos, también veía las venas que cruzaban por todo su cuerpo flameantes del exquisito liquido vital que le daba la vida al tan solo probarlo.
– Un gusto Madeimoselle Mirage – habiendo dicho su memoria que era muy buena por cierto remontaba un poco las distintas familias que había conocido a lo largo de los años en París, pues tras su llegada tendría que ir familiarizándose con aquellos, pues en su naturaleza estaba el de seducir un buen amante o también buscar entre sus mas allegados alguien que le mantuviera distraída, algo tan vanal y muy fácil de sustituir, pero para Jessamine constaba de un largo y extendido tiempo para ganarse su confianza…
-Mirage…un apellido que no había escuchado, aunque claro imagino que es demasiado extenso este lugar para conocerlos a todos…- sus palabras estuvieron siempre dentro de la cortesía y amabilidad, su sed hace unos días ya había sido apagada por la sangre de sus dos mozos más fieles, era imprescindible tenerlos para su supervivencia. No estaba dentro de La Roux equivocarse tampoco de permitir asesinar a alguien tan hermoso, sería un escándalo a su reputación, una vampiresa benevolente con los humanos, utilizarlos para su bien común era algo que le salía perfectamente pero en ese momento no buscaba más que una enriquecida charla con alguien obviamente con un conocimiento sobre arte muy avanzado, pues en sus congéneres era muy obvio que lo aprendido seria solo por su enorme habilidad mental y la cantidad de años, en cambio los humanos eran diferentes aprendían y lo ponían en práctica ¡Maravilloso para ella! Pues trataban en cierto modo de complacerle
– Oh…pero que grosera he sido, soy Madame La Roux, Jessamine – hice una pausa para bajar un poco el rostro muy finamente apenada mientras con elegancia respondía su presentación con una reverencia de notable categoría – Disculparas que a veces puede ser un poco desconfiada, pero siempre que procuro venir a estas horas es para estar un poco sola, aunque es muy bien recibida una excelente compañia de alguien que aprecie el arte como usted...– le mencione con atisbo, dándole la suficiente atención, aunque no del todo esta se quedaba en sus ojos, también veía las venas que cruzaban por todo su cuerpo flameantes del exquisito liquido vital que le daba la vida al tan solo probarlo.
Úrsula Kierkegaard- Vampiro Clase Alta
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Re: Frente al Arte [Jessamine La Roux]
La dama sin dudas parecía más informada de su entorno de lo que en realidad parecía. Mas no era sorpresa que algunas mujeres, rebosantes de riquezas inacabables abocaran su inaprovechado tiempo en nutrirse con todo lo referente a la ciudad, incluso con lo respectivo a quienes poblaban la misma.
- Suele decirse que ni la eternidad alcanza para conocer todo lo que nos rodea – respondí con una leve sonrisa, típica para una dulce damisela, mas no para mi, quien debía imponer todas y cada una de aquellas expresiones externas a fuerza.
Una leve molestia se genero en mi interior al pensar que quizá aquella mujer conocía la verdad de mi familia, aquella que sumergida en los caprichos y protocolos de la clase alta terminó ahogada en su propia sangre, tras la despiadada y merecida muerte que Pietro les había concedido.
Era esa una de las razones por las que ahora no contaba con todos aquellos lujos de la infancia, pues para que mi vida pasase desapercibida de todos aquellos sucesos mal vistos por la sociedad, debía acoplarme a un nuevo estilo de vida que no diera referencia alguna a aquella familia que aun recargaba en mi apellido, al que por alguna extraña razón, nunca quise abandonar.
“Jessamine La Roux” sellé en mi fiel mente, procurando recordar aquel nombre para alguna futura ocasión, cuando frente a mi adorado Pietro, pudiese preguntarle si conocía a aquella mujer que solo irradiaba belleza y riqueza absoluta, además de tener una característica particular que asociaba con mi amado protector; disfrutar de los paseos solitarios en horas de la noche. Algo que pese a sorprenderme, no lo hacia tanto en un hombre, pero sin dudas en una dama con tanta elegancia sobre si, era algo a lo que mas de uno seguramente posaría intriga.
- Personalmente, creo que bajo el silencio de la noche las obras trasmiten algo completamente diferente a lo que reflejan en el día – le comente en forma de secreto, acercando a mis labios una de las manos, vestidas por aquellos sedosos guantes a juego con las otras piezas conformantes del atuendo que portaba con la mayor gracia posible, como si inconscientemente, cuan mujer verdadera, tuviese un enfrentamiento de belleza y ostentaciones con la que mis ojos vislumbraban como si de otra obra de arte se tratase, pues era inevitable admitir que su belleza era deslumbrante.
- Sin embargo, la precaución a de estar presente a cada momento. Paris es hermosa por las noches, tan así como peligrosa – adherí con un aire de intriga, como si en parte creyese a los dichos propios y a la vez no tanto. La verdad era que desde que los brazos del Conde me habían salvado, jamás había vuelto a temerle a nada, como si el mismo sentimiento de miedo hubiese abandonado voluntariamente mi persona, aquella que cada día se renovaba, tanto en forma de hombre, como en forma de la mujer que los orbes ajenos eran capaces de vislumbran en todo su esplendor.
- Suele decirse que ni la eternidad alcanza para conocer todo lo que nos rodea – respondí con una leve sonrisa, típica para una dulce damisela, mas no para mi, quien debía imponer todas y cada una de aquellas expresiones externas a fuerza.
Una leve molestia se genero en mi interior al pensar que quizá aquella mujer conocía la verdad de mi familia, aquella que sumergida en los caprichos y protocolos de la clase alta terminó ahogada en su propia sangre, tras la despiadada y merecida muerte que Pietro les había concedido.
Era esa una de las razones por las que ahora no contaba con todos aquellos lujos de la infancia, pues para que mi vida pasase desapercibida de todos aquellos sucesos mal vistos por la sociedad, debía acoplarme a un nuevo estilo de vida que no diera referencia alguna a aquella familia que aun recargaba en mi apellido, al que por alguna extraña razón, nunca quise abandonar.
“Jessamine La Roux” sellé en mi fiel mente, procurando recordar aquel nombre para alguna futura ocasión, cuando frente a mi adorado Pietro, pudiese preguntarle si conocía a aquella mujer que solo irradiaba belleza y riqueza absoluta, además de tener una característica particular que asociaba con mi amado protector; disfrutar de los paseos solitarios en horas de la noche. Algo que pese a sorprenderme, no lo hacia tanto en un hombre, pero sin dudas en una dama con tanta elegancia sobre si, era algo a lo que mas de uno seguramente posaría intriga.
- Personalmente, creo que bajo el silencio de la noche las obras trasmiten algo completamente diferente a lo que reflejan en el día – le comente en forma de secreto, acercando a mis labios una de las manos, vestidas por aquellos sedosos guantes a juego con las otras piezas conformantes del atuendo que portaba con la mayor gracia posible, como si inconscientemente, cuan mujer verdadera, tuviese un enfrentamiento de belleza y ostentaciones con la que mis ojos vislumbraban como si de otra obra de arte se tratase, pues era inevitable admitir que su belleza era deslumbrante.
- Sin embargo, la precaución a de estar presente a cada momento. Paris es hermosa por las noches, tan así como peligrosa – adherí con un aire de intriga, como si en parte creyese a los dichos propios y a la vez no tanto. La verdad era que desde que los brazos del Conde me habían salvado, jamás había vuelto a temerle a nada, como si el mismo sentimiento de miedo hubiese abandonado voluntariamente mi persona, aquella que cada día se renovaba, tanto en forma de hombre, como en forma de la mujer que los orbes ajenos eran capaces de vislumbran en todo su esplendor.
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Re: Frente al Arte [Jessamine La Roux]
Sus palabras me causaron risa, una risa divertida dentro de mi mente, pues era bastante curioso que una dama tan distinguida y que también se exponía a los peligros de París, hablara conmigo - justamente conmigo - sobre lo peligrosa que podría ser la ciudad de París “Más peligrosa debo ser yo para ustedes...y para ti” debía tener un descaro muy notable para decírselo, sin embargo opté mejor por cubrir mi rostro finamente con el dorsal de mi mano en la que no había olvidado poner mi argolla matrimonial y tampoco las hermosas alhajas decoradas de rubíes, esmeraldas y zirconias, especialmente estas piedras que para mi definían mis estados emocionales, un rubí para la pasión que deseaba encontrar en mi solitaria vida, más que la pasión era un poco de compañía, alguien con la suficiente fuerza para aclamar el amor inmortal que podría ofrecerle, pero era difícil, más que difícil imposible; pues, luego de encontrar fugazmente el amor habría de romper los “lazos mortales” abandonándolos a su suerte al menos que estuviéramos lo suficientemente seguros para no desperdiciar su vida y condenarlos a la existencia de la noche.
Ellos no tenían ni la más remota idea de lo triste que puede ser una vida tan extensa, que por ello tiene un ciclo, un tiempo que tendría que acabarse: nacer, vivir, reproducirse y morir para Jessamine había quedado en medio de aquel circulo, ni siquiera había tenido el placer de poder ser madre, lo más cercano a ello eran sus dos pequeñas hijas a quienes mantenía alejadas sin poder hacer nada más por ellas que protegerlas de que en algún momento la verdad sobre su vida saliera a la luz.
-Si hubiera un tiempo perfecto para poder apreciar el arte desde un punto tal que nos dejara impávidos seria en la noche, cuando la luz de la luna alumbra y resalta su belleza natural – respondí exquisita segura de cada una de las cosas que decía en ese momento, pues mi conocimiento sobre pintura y artes era mi especialidad, tendría que ser una inculta para ir a un lugar con ese prestigio para no tener en claro lo que tendría frente a mi –Aunque muchos de los mortales y hasta seres inmortales lo habrían hecho- y solo se sumergían en el libertinaje, el alcohol, los juegos de azar, mujeres, sexo y dejaban pasar su vida sin ninguna clase de aspiración, eso era lo que asombraba a La Roux, pues la notoria falta de amor por si mismos los había llevado a una época en dónde el respeto se había perdido, no se alimentaba la curiosidad artística, pareciendo una especie de circo donde el mejor espectáculo era el que gustaba y no tanto el arte que realmente se veía y valia en la obra –decepcionante de verdad -.
Mientras ponía mi atención, giré mi cuello un poco para perfilar mi rostro al de la hermosa señorita, mi intuición me decía que posiblemente no había sido la primera vez que había visto a alguien como yo – o estado con alguien como yo – “Puedo notar que se ha estado culturizando, quizá tenga un tutor, que delicia!” mis sentidos estaban a flor de piel, aflorándose y alertandose durante la conversación, era una pena que encima de tener que fingir ser una mortal de la alta alcurnia, tenía que recordar cada nombre de las familias más adineradas de París “Mirage…” repetí de nuevo su apellido buscando una y otra vez en mi extensa lista mental pero encontré muy poco – o nada- quizá no había sido de mi interés, pero ¿Cómo podría dejar pasar una belleza tan extraña? Inteligente, asidua en el arte, bella - tenía que aceptarlo -, plenamente bella – en la edad de más jovial – no le daba ni unos 21 años a lo mucho, aunque parecía mucho menor, por otro lado sus ojos parecían a simple vista haber pasado por una vida adversa llena de complicaciones, tragedias, quizá por ello Jessamine se encontraba ahí de pie perfilándose a ella admirándola con toda la sala en conjunto los cuales hacían una pintura invaluable digna de admiración - ¿Acaso ha visto a La Joconde? ¿Admirable no lo cree? Esconder un pensamiento tras una sonrisa diría. ¡Qué enigmática sensación! Dicen que sólo es el reflejo de los pensamientos de su creador…En mi opinión creo que están equivocados, la pintura si bien reflejan pensamientos, apuntaría que son más plasmadas las emociones más intensas, esas mismas que son prohibidas de expresar en las sociedades – comenté admirada aunque en mi interior yo sabía que ya había sido participé de todo eso de lo que hablaba y me reía fugazmente por saberlo – Aunque dicen que en París es la ciudad en dónde todo es posible de ver ¿tú qué piensas? – cerré mi comentario con aquella pregunta, una de las tantas que me había hecho durante mi estancia en esa ciudad y que también les había realizado a otros tantos amantes, compañeros y seguidores universales que habían tenido el placer o no tanto placer de compartir con ella.
Ellos no tenían ni la más remota idea de lo triste que puede ser una vida tan extensa, que por ello tiene un ciclo, un tiempo que tendría que acabarse: nacer, vivir, reproducirse y morir para Jessamine había quedado en medio de aquel circulo, ni siquiera había tenido el placer de poder ser madre, lo más cercano a ello eran sus dos pequeñas hijas a quienes mantenía alejadas sin poder hacer nada más por ellas que protegerlas de que en algún momento la verdad sobre su vida saliera a la luz.
-Si hubiera un tiempo perfecto para poder apreciar el arte desde un punto tal que nos dejara impávidos seria en la noche, cuando la luz de la luna alumbra y resalta su belleza natural – respondí exquisita segura de cada una de las cosas que decía en ese momento, pues mi conocimiento sobre pintura y artes era mi especialidad, tendría que ser una inculta para ir a un lugar con ese prestigio para no tener en claro lo que tendría frente a mi –Aunque muchos de los mortales y hasta seres inmortales lo habrían hecho- y solo se sumergían en el libertinaje, el alcohol, los juegos de azar, mujeres, sexo y dejaban pasar su vida sin ninguna clase de aspiración, eso era lo que asombraba a La Roux, pues la notoria falta de amor por si mismos los había llevado a una época en dónde el respeto se había perdido, no se alimentaba la curiosidad artística, pareciendo una especie de circo donde el mejor espectáculo era el que gustaba y no tanto el arte que realmente se veía y valia en la obra –decepcionante de verdad -.
Mientras ponía mi atención, giré mi cuello un poco para perfilar mi rostro al de la hermosa señorita, mi intuición me decía que posiblemente no había sido la primera vez que había visto a alguien como yo – o estado con alguien como yo – “Puedo notar que se ha estado culturizando, quizá tenga un tutor, que delicia!” mis sentidos estaban a flor de piel, aflorándose y alertandose durante la conversación, era una pena que encima de tener que fingir ser una mortal de la alta alcurnia, tenía que recordar cada nombre de las familias más adineradas de París “Mirage…” repetí de nuevo su apellido buscando una y otra vez en mi extensa lista mental pero encontré muy poco – o nada- quizá no había sido de mi interés, pero ¿Cómo podría dejar pasar una belleza tan extraña? Inteligente, asidua en el arte, bella - tenía que aceptarlo -, plenamente bella – en la edad de más jovial – no le daba ni unos 21 años a lo mucho, aunque parecía mucho menor, por otro lado sus ojos parecían a simple vista haber pasado por una vida adversa llena de complicaciones, tragedias, quizá por ello Jessamine se encontraba ahí de pie perfilándose a ella admirándola con toda la sala en conjunto los cuales hacían una pintura invaluable digna de admiración - ¿Acaso ha visto a La Joconde? ¿Admirable no lo cree? Esconder un pensamiento tras una sonrisa diría. ¡Qué enigmática sensación! Dicen que sólo es el reflejo de los pensamientos de su creador…En mi opinión creo que están equivocados, la pintura si bien reflejan pensamientos, apuntaría que son más plasmadas las emociones más intensas, esas mismas que son prohibidas de expresar en las sociedades – comenté admirada aunque en mi interior yo sabía que ya había sido participé de todo eso de lo que hablaba y me reía fugazmente por saberlo – Aunque dicen que en París es la ciudad en dónde todo es posible de ver ¿tú qué piensas? – cerré mi comentario con aquella pregunta, una de las tantas que me había hecho durante mi estancia en esa ciudad y que también les había realizado a otros tantos amantes, compañeros y seguidores universales que habían tenido el placer o no tanto placer de compartir con ella.
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Re: Frente al Arte [Jessamine La Roux]
¡Que dama más interesante! Quien sabe en que majestuosa Universidad había adquirido todo aquel meticuloso analizar en cuanto al arte. O tal vez desde la infancia misma sus mayores le traían a los museos, impregnándose en su absorbente cabecita –propia de todo infante- de excelsos conocimientos referentes al arte que ahora se plasmaba silente y enmarcado frente a nuestros ojos, estáticos sobre las marmoladas paredes del respetado Louvre.
- Yo creo que La Joconde es un reflejo de ambos sentimientos. El presente en la mujer retratada y el de Leonardo Da Vinci al momento de plasmar su arte – promoví dando mi opinión personal al tiempo que mis ojos dejaban de lado la belleza viviente de mí repentina acompañante para contemplar la enigmática pintura de la cual tantos escritos existían.
- Aunque también doy atributo al sentimiento personal. Mientras más alegre el alma de uno, más notoria la sonrisa de Mona Lisa. Eso me han dicho… - añadí con un leve sonreír. No sabia si creer en esos dichos, pero me alegraba conocerlos. Sobre todo, porque cada vez que pensaba en Pietro, La Joconde sonreía para mi, con en aquel instante en que mis ojos denotaban aquella misteriosa sonrisa retratada.
Avance unos pasos hacia atrás, dirigiéndome al sector medio del corredor donde transitaba, extendiendo el cuello en su máximo punto para observar con los ojos hacia el cielo, la meticulosidad plasmada en los techos del museo. En ese preciso instante de aguda atención, me concienticé el transcurso de la hora. Seguramente ya nadie, excepto los guardias de la institución estarían dentro de la misma. Muy extraño había sido que aun no hubiesen solicitado nuestra retirada ¿O acaso aquella impregnada en el brillo de sus numerosas alhajas era conocida por las autoridades del Louvre, permitiéndole el libre acceso por las inmediaciones del mismo sin limite de horario alguno? Todo era posible, mejor dicho, con estatus y poder, todo era posible.
Pose nuevamente mi angelical mirada sobre la onerosa dama, regalándole una tierna y cálida sonrisa, después de todo, que mas deseaba yo que poder codearme con gente de la alta alcurnia que me saturara de exquisitos conocimientos propios de la aristocracia francesa. Sería algo con lo que sorprendería a mi amado Pietro sin dudas, pues todo lo que conocía hasta ese momento sobre el primer mundo, era de su mano y aunque sea por una instancia me gustaría reflejarle independencia en algo.
- ¿Su esposo no ha podido acompañarle en esta oportunidad madame? – cuestione apacible para generar amenidad con la mujer, tras haber notado aquella excepcional joya en su dedo, seguramente sello demarcador del estado civil de la misma.
- Yo creo que La Joconde es un reflejo de ambos sentimientos. El presente en la mujer retratada y el de Leonardo Da Vinci al momento de plasmar su arte – promoví dando mi opinión personal al tiempo que mis ojos dejaban de lado la belleza viviente de mí repentina acompañante para contemplar la enigmática pintura de la cual tantos escritos existían.
- Aunque también doy atributo al sentimiento personal. Mientras más alegre el alma de uno, más notoria la sonrisa de Mona Lisa. Eso me han dicho… - añadí con un leve sonreír. No sabia si creer en esos dichos, pero me alegraba conocerlos. Sobre todo, porque cada vez que pensaba en Pietro, La Joconde sonreía para mi, con en aquel instante en que mis ojos denotaban aquella misteriosa sonrisa retratada.
Avance unos pasos hacia atrás, dirigiéndome al sector medio del corredor donde transitaba, extendiendo el cuello en su máximo punto para observar con los ojos hacia el cielo, la meticulosidad plasmada en los techos del museo. En ese preciso instante de aguda atención, me concienticé el transcurso de la hora. Seguramente ya nadie, excepto los guardias de la institución estarían dentro de la misma. Muy extraño había sido que aun no hubiesen solicitado nuestra retirada ¿O acaso aquella impregnada en el brillo de sus numerosas alhajas era conocida por las autoridades del Louvre, permitiéndole el libre acceso por las inmediaciones del mismo sin limite de horario alguno? Todo era posible, mejor dicho, con estatus y poder, todo era posible.
Pose nuevamente mi angelical mirada sobre la onerosa dama, regalándole una tierna y cálida sonrisa, después de todo, que mas deseaba yo que poder codearme con gente de la alta alcurnia que me saturara de exquisitos conocimientos propios de la aristocracia francesa. Sería algo con lo que sorprendería a mi amado Pietro sin dudas, pues todo lo que conocía hasta ese momento sobre el primer mundo, era de su mano y aunque sea por una instancia me gustaría reflejarle independencia en algo.
- ¿Su esposo no ha podido acompañarle en esta oportunidad madame? – cuestione apacible para generar amenidad con la mujer, tras haber notado aquella excepcional joya en su dedo, seguramente sello demarcador del estado civil de la misma.
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Re: Frente al Arte [Jessamine La Roux]
Los instantes en esa sala eran nítidos para mi habilidosa mente, la cual había cultivado todas las noches de mi desgarradora existencia, para mí no era nuevo conocer humanos exquisitos que conocieran a la perfección las artes mucho menos que me dieran a conocer sus opiniones sobre ellas, al contrario me parecía agradable poder intercambiar opiniones con ellos, mi larga edad me había amaestrado en el arte de la retorica, el buen uso de las palabras me había abierto las puertas a la sociedad de París, con ello también me había hecho acreedora de un renombre gracias a mi marido, pero aunque existían múltiples familias adineradas yo había tenido el extremo cuidado de elegir a la familia con la que me codearía y adoptaría como mia - y llevaría claro su apellido muy en alto tal cual lo requería mi status-
Esa noche había sido precavida, no tenía el mínimo interés de salir por las calles de París a buscar a alguien que poseyera el elixir más buscado por los inmortales; La sangre, una sangre exquisita que se degustaba en mis labios, yo no quería el día de hoy –al menos por este momento – un ser humano frágil que me diera sólo dolor de cabeza por tenerlo que seducir embriagándolo de lo maravilloso que podría ser la inmortalidad si lo obtuviera, después de todo esa había sido mi táctica luego de muchos años, a los hombres principalmente les llamaba y seducía el sólo hecho de poder adquirir una fuerza descomunal, un poder de atracción nato o cualquiera de las diferentes habilidades que podrían desarrollar luego de ser transformados. Todos ellos buscaban aunque muy inconscientemente tener la inmortalidad de la cual yo aunque gozaba de sus menesteres, no tenia cabida en mi vida, una vida llena de lujos que a mí no me parecía apasionante, pues había sufrido incontables perdidas, todas las personas que habían tomado un lugar especial en mi corazón frio y muerto habían dejado de existir, concediéndole a a muerte la oportunidad de velar por sus almas y apartarlos de mi existencia. Lo odiaba, odiaba tener que perderlos, odiaba tener que acostumbrarme a las inmundicias del mundo, de las migajas de la noche en la que era el único tiempo de mi historia en la que podía respirar la libertad, una libertad a medias pues también en el transcurso del tiempo que yo admiré a la humanidad fui testigo de cómo la iglesia se regía sobre el mundo buscando transmitir la palabra de “dios” ese dios que me había abandonado, pues yo en mi naturaleza renegaba de esa institución a mi criterio podrida y llena de bajos escrúpulos –sin embargo – esa noche yo me disponía sólo a lograr calmar la bestia que llevaba dentro y eso era solamente en aquel sitio en dónde me encontraba, lleno de hermosas muestras de arte que no me cansaba de apreciar cada noche que yo pudiera hacerlo, pero en ese momento algo más me atraía, la mirada extraña de la joven mujer – o al menos eso parecía – que se encontraba frente mío y que yo gustosa detallaba muy lentamente cada parte de su anatomía, su cuello, su cintura, su piel pálida muy parecida a la mía, sus ojos sedientos de respuestas y también su boca que transmitía más de lo que a simples palabras quería decir, me intrigó su discurso, era claro que ella estaba instruida en las artes o conocía gran parte de ellas y me lo hacía saber ¡Eso me encantaba!
Su pregunta me sacó de mis pensamientos y me atrajeron a la realidad, un realidad dolorosa que había atraído a mí el mismo día que termine con mi esposo, aquel que había descubierto mi secreto y que con recelo guardaba en mi corazón maltrecho y podrido, observe mi sortija con un diseño ostentoso pero lejos de caer en lo mal visto, pues adquiría un tono carmesí en la joya principal con piedras preciosas que lo detallaban a la perfección brindándole un aspecto elegante y muy sofisticado – El murió hace tiempo en un dramático accidente que sacudió a nuestra familia…- respondí con poca sinceridad, pues no podía decirle a la dama que había sido cruelmente asesinado por mi – al menos que la quisiera matar y succionar toda su sangre - no tenía la mínima intensión de acabar con la vida de un ser humano tan exquisito – Pero nuestra familia a soportado su ausencia, aunque muchas veces podemos llegar a extrañar mucho a nuestros seres queridos, quizá usted sepa lo que concierne a un sentimiento como el duelo o el extrañar a las personas que amamos después de su pérdida – mis palabras estaban llenas de un sentido muy particular pues ellas se impregnaban de misterio, de doble sentido pues deseaba saber a toda costa lo que en realidad pensaba Madeimoselle Mirage, dado que gracias a su larga edad había adquirido la facilidad de leer las mentes de los hombres o mujeres mortales y con ello la puerta de múltiples ventajas se habrían abierto a sus ojos – Pero más me sorprende que este usted tan sola Madeimoselle Mirage, aunque viendo el lugar dónde nos encontramos imagino que debe de sentirse a salvo – expuse con notable franqueza mis labios se encorvaron dibujando una magnifica sonrisa capaz de hacer cautivar a quien quiera que la observara, estaba haciendo uso de mis conocimientos en los sentimientos humanos, sentimientos que durante mucho tiempo había decidido no pasar por alto pues habían sido de gran ayuda para obtener todo lo que yo quisiera.
Esa noche había sido precavida, no tenía el mínimo interés de salir por las calles de París a buscar a alguien que poseyera el elixir más buscado por los inmortales; La sangre, una sangre exquisita que se degustaba en mis labios, yo no quería el día de hoy –al menos por este momento – un ser humano frágil que me diera sólo dolor de cabeza por tenerlo que seducir embriagándolo de lo maravilloso que podría ser la inmortalidad si lo obtuviera, después de todo esa había sido mi táctica luego de muchos años, a los hombres principalmente les llamaba y seducía el sólo hecho de poder adquirir una fuerza descomunal, un poder de atracción nato o cualquiera de las diferentes habilidades que podrían desarrollar luego de ser transformados. Todos ellos buscaban aunque muy inconscientemente tener la inmortalidad de la cual yo aunque gozaba de sus menesteres, no tenia cabida en mi vida, una vida llena de lujos que a mí no me parecía apasionante, pues había sufrido incontables perdidas, todas las personas que habían tomado un lugar especial en mi corazón frio y muerto habían dejado de existir, concediéndole a a muerte la oportunidad de velar por sus almas y apartarlos de mi existencia. Lo odiaba, odiaba tener que perderlos, odiaba tener que acostumbrarme a las inmundicias del mundo, de las migajas de la noche en la que era el único tiempo de mi historia en la que podía respirar la libertad, una libertad a medias pues también en el transcurso del tiempo que yo admiré a la humanidad fui testigo de cómo la iglesia se regía sobre el mundo buscando transmitir la palabra de “dios” ese dios que me había abandonado, pues yo en mi naturaleza renegaba de esa institución a mi criterio podrida y llena de bajos escrúpulos –sin embargo – esa noche yo me disponía sólo a lograr calmar la bestia que llevaba dentro y eso era solamente en aquel sitio en dónde me encontraba, lleno de hermosas muestras de arte que no me cansaba de apreciar cada noche que yo pudiera hacerlo, pero en ese momento algo más me atraía, la mirada extraña de la joven mujer – o al menos eso parecía – que se encontraba frente mío y que yo gustosa detallaba muy lentamente cada parte de su anatomía, su cuello, su cintura, su piel pálida muy parecida a la mía, sus ojos sedientos de respuestas y también su boca que transmitía más de lo que a simples palabras quería decir, me intrigó su discurso, era claro que ella estaba instruida en las artes o conocía gran parte de ellas y me lo hacía saber ¡Eso me encantaba!
Su pregunta me sacó de mis pensamientos y me atrajeron a la realidad, un realidad dolorosa que había atraído a mí el mismo día que termine con mi esposo, aquel que había descubierto mi secreto y que con recelo guardaba en mi corazón maltrecho y podrido, observe mi sortija con un diseño ostentoso pero lejos de caer en lo mal visto, pues adquiría un tono carmesí en la joya principal con piedras preciosas que lo detallaban a la perfección brindándole un aspecto elegante y muy sofisticado – El murió hace tiempo en un dramático accidente que sacudió a nuestra familia…- respondí con poca sinceridad, pues no podía decirle a la dama que había sido cruelmente asesinado por mi – al menos que la quisiera matar y succionar toda su sangre - no tenía la mínima intensión de acabar con la vida de un ser humano tan exquisito – Pero nuestra familia a soportado su ausencia, aunque muchas veces podemos llegar a extrañar mucho a nuestros seres queridos, quizá usted sepa lo que concierne a un sentimiento como el duelo o el extrañar a las personas que amamos después de su pérdida – mis palabras estaban llenas de un sentido muy particular pues ellas se impregnaban de misterio, de doble sentido pues deseaba saber a toda costa lo que en realidad pensaba Madeimoselle Mirage, dado que gracias a su larga edad había adquirido la facilidad de leer las mentes de los hombres o mujeres mortales y con ello la puerta de múltiples ventajas se habrían abierto a sus ojos – Pero más me sorprende que este usted tan sola Madeimoselle Mirage, aunque viendo el lugar dónde nos encontramos imagino que debe de sentirse a salvo – expuse con notable franqueza mis labios se encorvaron dibujando una magnifica sonrisa capaz de hacer cautivar a quien quiera que la observara, estaba haciendo uso de mis conocimientos en los sentimientos humanos, sentimientos que durante mucho tiempo había decidido no pasar por alto pues habían sido de gran ayuda para obtener todo lo que yo quisiera.
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Re: Frente al Arte [Jessamine La Roux]
Un peculiar sentimiento de aflicción o mas bien de incomodidad se despertó en mi bien oculto interior al acoger en mi oído el lamentable suceso que seguramente estaba grabado tanto en el corazón de la distinguida damisela así como en el de todos los conformantes de su familia, aquella que ya no contaba con una presencia fundamental en todo núcleo consanguíneo.
Aunque no percibí un rastro confirmante de su dolencia, simule tras una compasiva mirada comprender en totalidad el sentimiento amargo que trae consigo la perdida de un ser querido.
Pero en la lejanía estaban aquellos afligidos ojos de reflejar un sentimiento puramente verídico, pues la muerte de aquellos por los que existía físicamente sobre la Tierra había generado un regocijo inexplicable en mi persona, dándole a la misma la alegría mas inmensa de todas; el topar y vislumbrar la humildad del inmortal Pietro Furio, liberándome con sus exquisitas manos del penumbroso lazo que me ataba con aquellos dos esbirros titulados como madre y padre que incrédulos se desangraban en los suelos, teniendo como ultima visión la mirada de un hijo sumergido en un sentimiento de frescura como nunca antes.
- Lamento mucho el dificultoso camino por el que tanto usted como su familia ha tenido que transitar, madame – proferí con la voz entrecortada, adhiriéndole más credibilidad a aquella simulada humildad que acrecentaba la personalidad de una joven frágil e inofensiva.
- Más lo destacable es que ha tenido el nervio suficiente para avanzar en esta vida. Observándole desde el Cielo junto al Señor, seguramente su esposo esté orgullosa de vuestra perseverancia señora La Roux – añadieron aquellas palabras proyectantes de una fidelidad y devoción extrema hacia la deidad cristiana, misma que condecoraba a sus fieles y puros seguidores al eterno descanso a su lado, en añorado Paraíso.
- Pese a que mi familia resida en la campiña francesa, nunca me he sentido sola en París, madame, pues siempre llevo en el corazón a aquellos que aprecio cada día de mi vida – informe al tiempo que posaba delicadamente una de mis enguantadas manos sobre el pecho, enfatizando aquel comentario sentimental que lejano era al referirse a la familia en sí, pues mi corazón solo tenia espacio para los dos seres mas deslumbrantes de esta Tierra; Dios y Pietro Furio.
- Más el sentimiento de seguridad que mi ser refleja en estos momentos, se debe a estas frías e inmensas paredes, a los bosquejados ojos que nos vigilan en estos instantes y a su refinada y amena presencia, mi señora – la dulce sonrisa que invadió mi delicado rostro en aquel momento enmarco aun mas la calidez de aquellos vocablos empalagosos que solamente buscaban endulzar a la onerosa dama a una flor que adornada en confianza, humildad y admiración, le atraparía en sus pétalos para digerirle y absorber lo mas provechoso de su enigmática persona.
Aunque no percibí un rastro confirmante de su dolencia, simule tras una compasiva mirada comprender en totalidad el sentimiento amargo que trae consigo la perdida de un ser querido.
Pero en la lejanía estaban aquellos afligidos ojos de reflejar un sentimiento puramente verídico, pues la muerte de aquellos por los que existía físicamente sobre la Tierra había generado un regocijo inexplicable en mi persona, dándole a la misma la alegría mas inmensa de todas; el topar y vislumbrar la humildad del inmortal Pietro Furio, liberándome con sus exquisitas manos del penumbroso lazo que me ataba con aquellos dos esbirros titulados como madre y padre que incrédulos se desangraban en los suelos, teniendo como ultima visión la mirada de un hijo sumergido en un sentimiento de frescura como nunca antes.
- Lamento mucho el dificultoso camino por el que tanto usted como su familia ha tenido que transitar, madame – proferí con la voz entrecortada, adhiriéndole más credibilidad a aquella simulada humildad que acrecentaba la personalidad de una joven frágil e inofensiva.
- Más lo destacable es que ha tenido el nervio suficiente para avanzar en esta vida. Observándole desde el Cielo junto al Señor, seguramente su esposo esté orgullosa de vuestra perseverancia señora La Roux – añadieron aquellas palabras proyectantes de una fidelidad y devoción extrema hacia la deidad cristiana, misma que condecoraba a sus fieles y puros seguidores al eterno descanso a su lado, en añorado Paraíso.
- Pese a que mi familia resida en la campiña francesa, nunca me he sentido sola en París, madame, pues siempre llevo en el corazón a aquellos que aprecio cada día de mi vida – informe al tiempo que posaba delicadamente una de mis enguantadas manos sobre el pecho, enfatizando aquel comentario sentimental que lejano era al referirse a la familia en sí, pues mi corazón solo tenia espacio para los dos seres mas deslumbrantes de esta Tierra; Dios y Pietro Furio.
- Más el sentimiento de seguridad que mi ser refleja en estos momentos, se debe a estas frías e inmensas paredes, a los bosquejados ojos que nos vigilan en estos instantes y a su refinada y amena presencia, mi señora – la dulce sonrisa que invadió mi delicado rostro en aquel momento enmarco aun mas la calidez de aquellos vocablos empalagosos que solamente buscaban endulzar a la onerosa dama a una flor que adornada en confianza, humildad y admiración, le atraparía en sus pétalos para digerirle y absorber lo mas provechoso de su enigmática persona.
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Re: Frente al Arte [Jessamine La Roux]
Dentro de la sala sólo nuestras voces se alcanzaban a escabullir entre las paredes, el enigmático lugar parecía que había estado esperando nuestro encuentro, yo me apoyaba sobre mis brazos los cuales había cruzado con mucha delicadeza, cuidando no desarreglar ni una sola parte de mi elegante atuendo, acomode mi abrigo de tal forma que me hiciera lucir mi largo y blanco cuello. En muchas ocasiones Cosette y Celestine habían notado que mi piel era lechosa y muy blanca, además de que la mayor parte del tiempo preferían no abrazarme, puesto que también, mi temperatura corporal no les brindaba la calidez que ellas buscaban en una madre, mi pecho era rígido, incomodo hasta cierto punto, extrañaba no poder abrazar a alguien con la misma intensidad y fuerza a la que yo estaba acostumbrada; aunque Einar lo hacía con frecuencia, yo prefería no buscar sus brazos, me era imposible soportar que me considerara parte de su propiedad, ya que yo La roux no era, ni pertenecía a nadie, sólo a mí misma.
Por otro lado las disculpas de la joven sobre el tema retomado y el destino trágico de mi familia me pareció importarle poco, aunque ella se esforzaba por expresarme la mayor cantidad de veces lo triste que podría ser mis acontecimientos ¿Y qué esperaba yo? ¿Qué todos y cada uno de los que supieran de la trágica historia de mi esposo, me consolaran?. En mi interior yo reía, burlaba a la muerte tantas veces como yo quisiera, mi vida inmortal me había dado un toque sarcástico y humor negro tan iguales como los de un monstruo sin sentimiento o remordimiento alguno, no escarmentaba más que en vidas ajenas que, a mí, me encantaba perturbar, los humanos me parecían “graciosos”, tanto, que cuando eran sacos de emociones y sentimientos, las palabras que yo usaba con ellos me hacían sentir muy bien, puesto que su vulnerabilidad era…¿Cómo decirlo? Admirablemente inútil, todo lo creían, pero había sus excepciones y al parecer me encontraba en un caso peculiar. Creían que era engañada de la manera más vil, pero lo que ellos no estaban acostumbrados a experimentar es que la muerte los acechaba tan cercas, letal, hermosa o hermosos, como lo era yo.
Moví mi cabeza asintiendo amablemente luego de escucharla – No se preocupe Mademoiselle, estoy segura de que mi amado Pierre está en un sitio mejor, quizá en uno más hermoso que esta sala en dónde nos encontramos – mencione hipócritamente, arquee mis labios formando una sonrisa que a ojos de cualquier podría parecer hipnotizante - Que lástima que este lejos de su familia, estoy segura de que también puedo comprenderla, mis dos hijas se encuentran lejos también desde que murió su padre, para continuar con su educación fuera de la ciudad…- le exprese revelando la situación actual de las dos mujercitas que estaban a mi cargo, procuré que al tiempo de mencionarlas se escuchara lo más creíble posible, adjudicándome como una madre abnegada y preocupada por sus dos pequeños retoños, que si bien era cierto, no coexistían del todo como parte de mi vida, prefería estar sola, sin nadie que fuera capaz de cuestionarme o ponerme en evidencia.
-Pero déjeme decirle Mademoiselle Mirage, que en mi tiene a partir de hoy una buena amiga, que si necesita algún tipo de ayuda ¡Cualquiera que sea!, no dude en acercarse a mí. Podría serle de compañía en esta enorme ciudad, estoy segura - mis encantadoras palabras salieron de mis labios como versos en poesía, parecía que yo era amante de la retoria más fina existente en el mundo de la alta sociedad, pues decían que el tono que imprimía en ellas eran como miel para las abejas, dulce y exquisita, imposible de evitar, yo era acreedora de una persuasión que había nacido hace más de quinientos años, lógicamente, que por experiencia, la lengua pocas veces traicionaba mis pensamientos, era cauta, tan cauta que obtenía siempre lo que yo quisiera.
En ese momento fui interrumpida, el silencio también se resquebrajo con el sonido de unos botines color almendra – Madame La Roux, hemos llamado a su carruaje tal cual nos lo pidió, a la hora exacta y en el lugar exacto, espero que haya disfrutado de su…- el hombre de edad un poco avanzada desvió su mirada dándose cuenta de mi compañía, tomándolo por sorpresa, ya que no era de esperarse encontrar a alguien más a altas horas de la noche, no al menos en el Louvre – Oh disculpe, si les he interrumpido, no era mi intensión Mademoiselles – disculpándose inclino su torso en señal de respeto, yo le miré agraciada promoviendo muy sutilmente mi mano de un lado a otro, dándole mi aprobación – Por supuesto, no se preocupe, en un momento abordo el carruaje - señalé y con una sola mirada el hombre entendió mi orden instantáneamente, alejándose del lugar a la brevedad, dejándonos solas nuevamente.
Por otro lado las disculpas de la joven sobre el tema retomado y el destino trágico de mi familia me pareció importarle poco, aunque ella se esforzaba por expresarme la mayor cantidad de veces lo triste que podría ser mis acontecimientos ¿Y qué esperaba yo? ¿Qué todos y cada uno de los que supieran de la trágica historia de mi esposo, me consolaran?. En mi interior yo reía, burlaba a la muerte tantas veces como yo quisiera, mi vida inmortal me había dado un toque sarcástico y humor negro tan iguales como los de un monstruo sin sentimiento o remordimiento alguno, no escarmentaba más que en vidas ajenas que, a mí, me encantaba perturbar, los humanos me parecían “graciosos”, tanto, que cuando eran sacos de emociones y sentimientos, las palabras que yo usaba con ellos me hacían sentir muy bien, puesto que su vulnerabilidad era…¿Cómo decirlo? Admirablemente inútil, todo lo creían, pero había sus excepciones y al parecer me encontraba en un caso peculiar. Creían que era engañada de la manera más vil, pero lo que ellos no estaban acostumbrados a experimentar es que la muerte los acechaba tan cercas, letal, hermosa o hermosos, como lo era yo.
Moví mi cabeza asintiendo amablemente luego de escucharla – No se preocupe Mademoiselle, estoy segura de que mi amado Pierre está en un sitio mejor, quizá en uno más hermoso que esta sala en dónde nos encontramos – mencione hipócritamente, arquee mis labios formando una sonrisa que a ojos de cualquier podría parecer hipnotizante - Que lástima que este lejos de su familia, estoy segura de que también puedo comprenderla, mis dos hijas se encuentran lejos también desde que murió su padre, para continuar con su educación fuera de la ciudad…- le exprese revelando la situación actual de las dos mujercitas que estaban a mi cargo, procuré que al tiempo de mencionarlas se escuchara lo más creíble posible, adjudicándome como una madre abnegada y preocupada por sus dos pequeños retoños, que si bien era cierto, no coexistían del todo como parte de mi vida, prefería estar sola, sin nadie que fuera capaz de cuestionarme o ponerme en evidencia.
-Pero déjeme decirle Mademoiselle Mirage, que en mi tiene a partir de hoy una buena amiga, que si necesita algún tipo de ayuda ¡Cualquiera que sea!, no dude en acercarse a mí. Podría serle de compañía en esta enorme ciudad, estoy segura - mis encantadoras palabras salieron de mis labios como versos en poesía, parecía que yo era amante de la retoria más fina existente en el mundo de la alta sociedad, pues decían que el tono que imprimía en ellas eran como miel para las abejas, dulce y exquisita, imposible de evitar, yo era acreedora de una persuasión que había nacido hace más de quinientos años, lógicamente, que por experiencia, la lengua pocas veces traicionaba mis pensamientos, era cauta, tan cauta que obtenía siempre lo que yo quisiera.
En ese momento fui interrumpida, el silencio también se resquebrajo con el sonido de unos botines color almendra – Madame La Roux, hemos llamado a su carruaje tal cual nos lo pidió, a la hora exacta y en el lugar exacto, espero que haya disfrutado de su…- el hombre de edad un poco avanzada desvió su mirada dándose cuenta de mi compañía, tomándolo por sorpresa, ya que no era de esperarse encontrar a alguien más a altas horas de la noche, no al menos en el Louvre – Oh disculpe, si les he interrumpido, no era mi intensión Mademoiselles – disculpándose inclino su torso en señal de respeto, yo le miré agraciada promoviendo muy sutilmente mi mano de un lado a otro, dándole mi aprobación – Por supuesto, no se preocupe, en un momento abordo el carruaje - señalé y con una sola mirada el hombre entendió mi orden instantáneamente, alejándose del lugar a la brevedad, dejándonos solas nuevamente.
Úrsula Kierkegaard- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 29/02/2012
Localización : Paris, Francia
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Re: Frente al Arte [Jessamine La Roux]
Eran solo dos los momentos en los que el transcurso del tiempo no tenía percepción alguna en mi consciencia; estando entre los brazos de mi adorado Pietro o simplemente cuando una velada encantadora me tomaba como participe.
Podría decir con seguridad que la presente coyuntura era una de esas contadas oportunidades en las que pese a los dichos –creíbles o no- mi esencia, mi interior encontraba cierto regocijo en el encuentro. Seguramente la excepcionalidad, lo inesperado del mismo era aquello que generaba la diferencia, además por supuesto de todo lo emanado desde aquella mujer que mis ojos contemplaban encantadamente. Cautivante, no había otra palabra para describirle. Cautivante e inmensamente rica, delicada y educada.
Escuché a mis entrañas desear ser como ella. Por mí y por Pietro.
Como cuando alguien degusta de un plato exótico y la boca repentinamente descubre un nuevo gusto, una pizca de picante o agridulce sabor. Esa fue mi reacción al percibir la llegada de aquel empleado. Educado, preciso e irradiante de un inmenso respeto a la mujer, seguramente conocida y aclamada hasta por las mismas paredes del Museo con cada una de sus visitas.
Su momento de partir había llegado y con eso, mi tiempo para abordarle, para hacerme con su presencia por unos instantes más.
¿Volvería a verle? Lo anhelaba. Y procuré desde el fondo de mí ser, de mi silenciosa y secreta dualidad en hacérselo saber. No importaba su reacción, en aquel instante solo valía mi intención de grabar en su mente mi interés hacia ella y todo lo que la confeccionaba como persona, como una humana excepcional.
- Sería un inmenso, un inexplicable placer para mí verle nuevamente madame La Roux. Tan así que mi jovial mente no encuentra mejor forma de expresárselo - las palabras no tardaron en respaldarse por una perceptible suplica en los brillantes ojos con los que le veía. Una sonrisa amena, anhelante también reforzaba la que ahora parecía ser una innegable petición. Una simple pero encantadora solicitud de parte de una joven mujer que a su reflejar, había encontrado su punto de inspiración, de respeto y admiración si el tiempo le obsequiaba un nuevo encuentro con la dama.
- ¿Será eso posible? - ¡Oh! La inevitable insistencia, producto de la ansiedad típica de la juventud, del interés desbordante, de la necesidad de respuesta.
Repentinamente el tiempo volvió a hacerse presente en mi cuerpo. Juraría escuchar el pendular de relojes inexistentes, alejados de mi persona pero presentes en mis oídos, en mi mente, en el latir de mi corazón nervioso, ansioso por una replica, por una aceptación.
Tic-toc una y otra vez. Resonando con ecos ni más ni menos que en el Museo del Louvre a plena noche ¿Y yo? Yo solo aguardando que aquellos delineados labios se expresasen para mí.
Expreso una inmensa disculpa por la demora en la respuesta.
Podría decir con seguridad que la presente coyuntura era una de esas contadas oportunidades en las que pese a los dichos –creíbles o no- mi esencia, mi interior encontraba cierto regocijo en el encuentro. Seguramente la excepcionalidad, lo inesperado del mismo era aquello que generaba la diferencia, además por supuesto de todo lo emanado desde aquella mujer que mis ojos contemplaban encantadamente. Cautivante, no había otra palabra para describirle. Cautivante e inmensamente rica, delicada y educada.
Escuché a mis entrañas desear ser como ella. Por mí y por Pietro.
Como cuando alguien degusta de un plato exótico y la boca repentinamente descubre un nuevo gusto, una pizca de picante o agridulce sabor. Esa fue mi reacción al percibir la llegada de aquel empleado. Educado, preciso e irradiante de un inmenso respeto a la mujer, seguramente conocida y aclamada hasta por las mismas paredes del Museo con cada una de sus visitas.
Su momento de partir había llegado y con eso, mi tiempo para abordarle, para hacerme con su presencia por unos instantes más.
¿Volvería a verle? Lo anhelaba. Y procuré desde el fondo de mí ser, de mi silenciosa y secreta dualidad en hacérselo saber. No importaba su reacción, en aquel instante solo valía mi intención de grabar en su mente mi interés hacia ella y todo lo que la confeccionaba como persona, como una humana excepcional.
- Sería un inmenso, un inexplicable placer para mí verle nuevamente madame La Roux. Tan así que mi jovial mente no encuentra mejor forma de expresárselo - las palabras no tardaron en respaldarse por una perceptible suplica en los brillantes ojos con los que le veía. Una sonrisa amena, anhelante también reforzaba la que ahora parecía ser una innegable petición. Una simple pero encantadora solicitud de parte de una joven mujer que a su reflejar, había encontrado su punto de inspiración, de respeto y admiración si el tiempo le obsequiaba un nuevo encuentro con la dama.
- ¿Será eso posible? - ¡Oh! La inevitable insistencia, producto de la ansiedad típica de la juventud, del interés desbordante, de la necesidad de respuesta.
Repentinamente el tiempo volvió a hacerse presente en mi cuerpo. Juraría escuchar el pendular de relojes inexistentes, alejados de mi persona pero presentes en mis oídos, en mi mente, en el latir de mi corazón nervioso, ansioso por una replica, por una aceptación.
Tic-toc una y otra vez. Resonando con ecos ni más ni menos que en el Museo del Louvre a plena noche ¿Y yo? Yo solo aguardando que aquellos delineados labios se expresasen para mí.
Expreso una inmensa disculpa por la demora en la respuesta.
Allure- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/07/2011
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