El encuentro [Jessamine La Roux]

por **Gerard Krumm** Mar Mar 27, 2012 11:51 pm

El invierno. Gélido, dominante e inclemente, así es como por lo menos lo recuerdo, cuando mi cuerpo clamaba por un ferviente calor capaz de apaciguar a la bestia de los vientos del norte. Ahora no es más que una ilusión que afecta al ambiente pero a mí, me deja un lugar especial en donde sea capaz de andar con soltura en sus dominios, que ahora parecen hacerse sentir míos.

Esta noche de invierno resulta particular. Una de las expresiones del arte, el teatro, parece tomar foco de atención para un cúmulo particular de seres, unos a los podría llamar mi especie, sin embargo no me siento profundamente identificado con tal naturaleza.

A mis oídos llegó el rumor de un espectáculo especial que se desarrolla a la sombras de la ciudad de la luz, irónico lo sé, y quizás por eso es que capte tanto mi atención. El teatro, uno hecho para los hijos de la noche.

Depositándose el primer baño de luz lunar sobre la ciudad, me encuentro en mi habitación, disfrutando de un relativo nuevo placer para la efímera humanidad, el cigarro. Un vicio que resulta tan particular en cómo se apodera de los instintos, permitiéndome sentir un calor en mi interior, aunque sea un instante me siento vivo nuevamente, donde mi mente se nubla por el humo, simplemente divaga en una fría soledad donde el pasado, presente y futuro no tiene cabida, únicamente yo soy el dueño de mi vacio.

Ajustando mi traje a la medida, la sedosa plata moldea mi fisionomía a la perfección, contrastando únicamente la roja corbata que emula la sed de sangre que alberga en mi seco corazón. El cigarro se ha consumido.

El teatro clama esta noche invocar un rostro distinto, una máscara que oculte nuestro verdadero ser. Una fiesta de criaturas de fantasía tiene lugar en el recinto donde las actuaciones someten con soberbia los sentimientos de sus espectadores, o mejor dicho los instintos que estos confunden con tales emociones.

-Bienvenido a la función… espero sea de su agrado- es la bienvenida del portero quien con tono juguetón y pintoresco me recibe en la entrada donde el cumulo de hijos de la noche abordan hacia el espectáculo venidero.

por **Úrsula Kierkegaard** Jue Mar 29, 2012 1:40 am

El encaje de seda en mí vestido negro resaltaba su elegancia pues el rojo carmesí de este le daba un toque sensacional y hasta ciertamente seductor, procuraba que en los instantes que decidía acudir al Theatre des Vampires mi figura luciera perfecta, destacando todos mis dotes.

Estaba segura de que esa noche se exhibía una obra particularmente sádica, misteriosas y hasta visualmente aterradoras puesto que era un teatro especialmente hecho para nosotros, los caminantes de la noche:

-¡Madame Jessamine esta noche luce exquisita! – escuche decir por una mujercita de muy avanzada edad pero que habría sido mi compañera desde hace muchos años tras mi llegada a París, sin embargo, ella me parecía especialmente inculta, superficial – pese a su edad que exigía tener al menos un poco de cultura- pero no tanto como para no tomar en cuenta sus opiniones sobre mi atuendo, era muy experimentada y conocedora, yo sabía que su gusto sobre la moda Parisina y por ello, la había contratado, después de todo podía pagar eso y más con mi sustanciosa fortuna – Quiero lucir lo mejor posible, aunque en el teatro sólo me importe poder ver la obra, nunca se sabe que puede llegar a pasar – respondí con la misma elocuencia que me caracterizaba, un suspiro salió de mis labios rojos los cuales maquille con un color salmón – mi favorito por cierto – pues era perfecto para mi vestimenta para esa noche –Madame su carruaje estará listo en unos minutos – en ese momento la voz de Ninna me pareció lejana, distorsionada y poco llamativa para mí, me había sumido en un profundo pensamiento que me llevaba a una época muy particular – no entendía porque- ¿Qué me sucedía? ¿Acaso esa noche reflejaría en mi, un poco de mi historia? Sabía que mis presentimientos eran certeros, usualmente temía a ellos o me provocaban asaltos emocionales refugiándome en las sombras de la oscuridad perpetua de la noche, la noche que sería mi compañera eternamente pues aquellos que tuvieran el mínimo interés de acompañarme en mi camino o eran arrancados de mi lado con la muerte prematura o simplemente desistían en su intento – una pena – pues mi búsqueda aunque por momentos había perdido mi interés por formar una “familia” en algún punto de mi corazón sin vida anhelaba poder hacerlo, pues esperaba darles a mis dos pequeñas hijas motivos suficientes para sentirse acompañadas, no tenía ni la más remota idea de cómo ser madre, en algún momento esas dos pequeñas tenían que crecer.

Permanecí en silencio y por inercia había terminado de maquillar mi rostro resaltando mis pómulos y también mis ojos, revise que mis alhajas estuvieran en perfecto estado y muy bien acomodadas, pero el espejo me brindaba una apariencia diferente la cual contemplé, era fría, seductora, calculadora, radiante, manipuladoramente bella y brutalmente peligrosa, tal cual lucia una mujer de mi posición, una vampiresa, una asesina. De pronto, nuevamente el recuerdo llegó a mi mente era él; un hombre casi bestia que se había cruzado en mi búsqueda de las respuestas que mi creador jamás me había respondido – ni me respondería – y que tras mi viaje al Sacro Imperio Romano Germánico había conocido, sus ojos reflejaban la bestialidad en su alma, algo totalmente comprensible por su naturaleza, era uno de nosotros, pero yo, había mermado mi sed de sangre sin razón, asesinaba poco casi lo necesario, conocía mis propias habilidades y todo lo posiblemente palpable que podía lograr con ello, era inteligente, no caía ante cualquier provocación pero eso no me servía frente a él, quien en un solo cruce de nuestras miradas el fuego se enardeció, éramos incompatibles, la sangre nos hervía al sólo vernos pero era una atracción extraña.

Recordé que esa noche nuestros temas de conversación fueron amenos a pesar de nuestro choque a primera vista, él estaba tan perdido como yo en mis inicios, mis recuerdos me hicieron recordar cómo le instruí por primera vez y di a conocer mis experiencias que aunque vánales, para mi eran únicas; como controlar la sed, el olor de la sangre “Enseñarle lo que la bestia debía controlar y no la sangre seria lo que controlara a la bestia” divague varios minutos hasta que un llamado a la puerta obtuvo mi atención, era Ninna – Señora Jessamine finalmente su carruaje está listo – asentí tomando mi abrigo de preciosa piel blanca y tersa con el que cubrí mi espalda y torso. Abordé el carruaje con aquellos cuatro corceles pura sangre, el cual me llevó de inmediato hasta la plazoleta que antecedía el edificio que en apariencia resultaba elegante, sofisticado, concurrido por la alta alcurnia ¿vampirica? Sí, en efecto, también lo hacíamos…pero nadie lo sabia –Que incrédulos- un hombre de larga cabellera se acercó hasta mi carroza abriendo mi puerta para brindarme apoyo y bajar de este – Bienvenida Madame La Roux, la esperábamos…– apoye mi mano sobre la suya y baje galantemente, para dirigirme al interior del teatro.

por **Gerard Krumm** Jue Mar 29, 2012 9:51 pm

Cada vez más entrada la noche, el gélido eolo se iba apoderando de cada una de las calles y callejones de París, un detalle fácilmente apreciado en las ventanas, que paulatinamente iban empañándose siendo cubiertas por cristales de hielo.

Theatre des Vampires, escondido en lo lejano de los lindeles extremos de la ciudad, se erigía como una edificación cualquiera. Sus muros se elevaban hacia la noche. Los alargados ventanales frontales emulaban fantasías dramáticas, que por un momento entre el juego de luces y sombras pareciesen tener vida propia. El gran portón, tallado con mano mística y cuidadosa, daba antesala a la recepción en la cual, apartando la muchedumbre, se revestía con elegancia de colores ostentosos. El dorado era el sinónimo de poder y elegancia, mientras que las cortinas, alfombras y detalles generales en rojo representaban nuestra naturaleza, esa que vive y muere por una sola cosa… la sangre.

La recepción resultaba muy acogedora. A pesar del cúmulo de entidades, que dispersas, se iban apoderando del lugar, mi código de vida no me permitía relacionarme con ellos. Acepto mi naturaleza, el monstruo que albergo dentro de este cascaron humano, pero rara vez me relaciono con algún otro hijo de la noche. Resultamos en la mayoría incompatibles. Por lo que mi expediente de conocidos se reduce en gran parte a mujeres. Una mujer vampiro es un placer que roza la divinidad.

Cada rostro, cada esencia, era recubierta por una máscara, parecía ser la exigencia de esa noche. Mi caso no era la excepción. Una máscara elaborada se posaba en mi tés fría, sostenida casi por magia propia. Plata en su totalidad, encajaba perfecta con mi vestimenta. La máscara era la fiel representación de mi yo interno.

Spoiler:

Entre la espera del inicio de la obra, los espectadores no dejaban de llegar. Arremolinándose sin cesar, iban y venían, tales demonios danzantes. Colores de fantasía representando entidades desconocidas. Se podría decir que por una noche no éramos nosotros mismos. Intentando disimular el demonio que realmente somos y del que nunca podremos separarnos.

Sin embargo entre los lobos, siembre se escabullían ovejas. Era algo imposible de esconder. Humanos atrevidos que en busca experiencias tentadoras, atrevidas y diferentes terminaban saciando su morbo bizarro, creyendo que solo son espectadores de una ficción, un mundo oscuro creado para entretenerlos. Que tontos son. Ilusos creyentes que dormirán hoy en el calor de su cama y terminarán vagando en un mundo distinto de los muertos, de donde la parca es el juez, jurado y carcelero.

Heme aquí, buscando el entretenimiento frío en un arte conducida bajo un concepto diferente.

- Damas y caballeros – vociferaba una ronca voz entre el bullicio de las conversaciones del salón, era el anfitrión –La función comenzará dentro de unos instantes, por lo que se les agradece ir ocupando sus puestos… y prepárense para ser testigos de los secretos del arte oscuro, en donde la frontera de lo surreal y la realidad se rompen… ¿qué es verdad? y ¿qué es mentira? – discurso seductor que tal cántico buscaba despertar la curiosidad del público, que sin importar los años, siglos o milenios, todos siempre albergaremos en nuestro interior.

Así es como una nueva serie de puertas toman protagonismos, siendo de manera inverosímil abiertas de par en par seguidas de un chillido característico por la falta de aceite en las bisagras. El pastor muestra el camino y los invitados de esta noche lo siguen. Preferí esperar a que todos se adentraran mientras deleitaba mi vista con la calidad de pinturas que albergan los muros internos del gran teatro, donde la historia del drama parecía ser escrita con una acides muy particular. Muy raras veces solía ver una calidad de arte tan tétrica y oscura. Me encantaba. Me recordaba lo que alguna vez fui. Mis décadas vagando como bestia sobre la tierra. Arrancando vidas sin piedad.

Recuerdos van y vienen. Podía asegurar que un segundo del tiempo real, en mi mente se transformaron en siglos. Viéndome a mí mismo bañado de sangre. Perdido en un bosque de sombras que buscaban atraparme. Sin duda la época más sanguinaria de mi existencia.

Ahora el animal es la herramienta de un monstruo mucha más oscuro. Uno que tiene conciencia de sus actos… un monstruo que bautice Gerard Krumm.

por **Úrsula Kierkegaard** Jue Mar 29, 2012 11:59 pm

Tal como lo intuía la fría noche de París me preparaba una velada exquisita…

Volví mi rostro hacia el carruaje por un momento sabia que olvidaba algo que Ninna me había pedido no dejar en casa, pero en cuestión de un segundo mi objeto de transición de esa noche estaba en mi posesión, la tomé con mis manos muy delicadamente pues el material del que estaba hecho no era muy fácil de conseguir, había tenido el cuidado de conservar ese obsequio casual de uno de mis viajes por el mundo que yo conocía, era un antiguo regalo de uno de mis…¿Cómo podría llamarle sin llegar a citarles como “cena”? -pretendientes – quizá era la palabra que buscaba. Era toda una obra de arte y esa noche iba a ser el disfraz que mejor lucia con mí vestido negro y encajes carmesí.

Continúe mi camino hasta el interior del edificio, lucia como siempre, excepto que esta vez estaba decorado con colores extravagantes, flores frondosas y luces multicolores que le daban una apariencia hermosa a la recepción, estaba rodeada de hombres y mujeres que lucían vestidos despampanantes y colores radiantes, sus mascaras eran igualmente hermosas.

De momento una voz ronca aturdió mis oídos – Atención, segunda llamada, les pedimos cordialmente que ocupen sus asientos, segunda llamada, segunda…- la voz pausó y el silencio que de momento fue producido por el eco de la misma se rompió con el barullo de todos aquellos que aguardaban por entrar a la sala principal del Teatro a ocupar sus lugares, siguiendo mis pasos tranquilamente y sin apresurarme por llegar hasta mi asiento llegue a él, dentro de la sala había un enorme telón carmín que caía con elegancia sobre el escenario – Tercera llamada comenzamos…- por cercas de tres actos contemple una verdadera obra de arte, bizarra, morbosa, llena de sangre y muertes – lo que para mí era muy normal – pero para los humanos que asistían a estas proyecciones vampíricas era impresionante, atrayentemente estúpido, aunque visualmente era desagradable dada su ignorancia sobre el tema de las artes ocultas, sobre nuestra especie, aún así asistían buscando poder entrar en nuestro mundo o sentirse parte de él.

Cuando la obra terminó por montarse a nuestros ojos, nuestras miradas feroces se ocultaban en las sombras, el olor de la sangre producida era flameante, pero muchos de nosotros estábamos seguros de tolerar la sed, el ardor en nuestras gargantas, me levante de mi asiento y me dirigí a las afueras en la recepción en dónde observé con mesura las vestimentas de mis semejantes pero debido a sus mascaras nos era imposible reconocernos, sólo asentía con mi cabeza muy grácilmente a sus saludos, pues mi mascara era peculiarmente diferente a la de ellos, su hechura llamaba la atención; de rojos intensos y oscuros que a la luz de las velas, antorchas y candelabros hacían un espectáculo de matices que contrastaban con mi vestido:

Spoiler:

Era una noche intensa con lujos y colores, disfraces, vestidos, trajes con alta costura, tal parecía que la alta alcurnia de vampiros había sido invitada en su totalidad, camine de manera galante casi juguetona por los pasillos entre la muchedumbre hasta encontrarme con una oscura ventana que no era alumbrada por ningún tipo de luminosidad más que la luz natural de la luna llena, me detuve frente al ventanal con la máscara cubriendo mi rostro y la cual a primera vista contornee con mis ojos sobre el cristal -era perfecta - reflejaba exactamente lo que yo era, lo que la bestia en mi interior era, sumí mis pensamientos en las sombras del paisaje que frente a mis ojos se dibujaba, deje de lado la fiesta a mi alrededor, los murmullos de la muchedumbre se escuchaba a lo lejos, para mí en ese momento era más interesante ver definidamente el espectáculo fuera de la superficialidad de una mascarada hecha para seres que sólo hablábamos con la mirada…

por **Gerard Krumm** Sáb Mar 31, 2012 1:22 am

El teatro, que pieza tan fundamental en los engranajes de la cultura moderna donde sus variadas presentaciones a través del tiempo estimulan el sentir de los vivos y los muertos.

Dejándome llevar, previamente a los inicios del espectáculo, conduje mi caminar hacia uno de los pisos superiores, llegando a colarme en uno de los balcones posteriores de la sala principal. A pesar de la excelente asistencia, logre apoderarme totalmente del sitio, permitiéndome enfocar mi completa atención al espectáculo que empezaba a nacer frente a mis ojos y por el que todos los demás seguro esperaban.

El tono burlesco con que se recitaban las actuaciones era una sátira al hombre, sus deseos, sueños y fantasías se tergiversaban de maneras oscuras, bizarras y hasta el final morboso, donde la vida y la muerte no significaban más que otra ambigüedad ácida para adornar nuestra existencia. La ignorancia es felicidad, así era como lograba percibir en el aire las sensaciones insulsas de los humanos que con diversión exagerada disfrutaban excitantes el desarrollo de los hechos sobre las tablas. Seres oscuros y de luz, la vida y la muerte, la noche y el día, todo no era más que simplemente la representación de la mítica dualidad del bien y el mal. No negare que me causaba gracia, sabiendo que la realidad es más compleja y el mal es algo con lo que el bien no puede luchar. Esa victoria ya se decidió hace mucho tiempo.

Risas, aplausos, gritos y hasta la muerte de una bella joven se dieron lugar esa noche en el teatro. Todo un acto pintoresco que dieron gala a un recital de buenos momentos, algo que no disfrutaba ya hace mucho. Ciertamente París era el sitio que complacería mis gustos.

La obra terminó y mi mente se lleva otra nueva serie de recuerdos para degustar. No dudaré en asistir en una próxima ocasión si las circunstancias apremian.

El telón cierra y los aplausos no se hacen esperar por parte del público, quienes animados se preparaban para la próxima parte de la función, una en donde éramos los actores principales. Una peculiar reunión, un baile, una junta, realmente no sé cómo definir tal encuentro, sin embargo a pesar de mi repulsión a las multitudes, el anonimato de la máscara me permitiría escabullirme entre los cúmulos de lenguas afiladas. París es una ciudad grande y sumando mi reciente llegada, encontrar alguien con quien socializar y compartir una plática inteligente resultaría muy entretenido. No todo es complacer los vicios salvajes de otro yo, sino las nuevas necesidades que han surgido con el hombre moderno.

El salón destinado a la reunión social resaltaba por sus dos pisos. Ahí descubrí que la arquitectura del teatro es engañosa, siendo más grande de lo que aparenta en el exterior. Al fondo del salón, un par de escaleras en curva se desplegaban lado a lado revistiendo el mármol de los escalones en un grueso fieltro carmesí. En lo alto me erigí; percibía una vista total del lugar. Bajo mi posición, la sinfonía de la música entretenía los oídos de los presentes. La elegancia ciertamente resulto ser el eje de todo, donde sería raro saber que alguien ajeno a un estatus de clase alta se encontraba entre los presentes.

Fue ahí que una sensación particularmente diferente se filtro a través de mis ojos, ahogando mi ser en una curiosidad desbordante. Al fondo del salón, más allá de las pláticas bulliciosas, una escarlata y delicada fisionomía se escapaba de cualquier círculo social, ignorándolos, sumida en lo que parece una concentración que la lleva más allá de cumplir una formalidad social. Fue eso lo que robo mi atención, alguien que parece llevar con conciencia propia sus deseos personales suprimiendo lo que su alrededor le exige. Era inevitable la atracción que me llevo casi sin darme cuenta hacia donde ella se encontraba. Por un momento admito que mis instintos más primitivos me domaron, el Alpha que encierro dentro de mí se zafo momentáneamente de sus cadenas de sangre.

-La soledad, es la confortable compañía para escuchar nuestros propios pensamientos- menciono pausadamente, evidencia de haber contenido y encadenado los instintos. Era yo nuevamente, exteriorizando mis percepciones justo tras de ella, observándose el tenue reflejo de nuestros figuras en el cristal del ventanal.

Ella roja, salvaje e indómita… Yo de plata, frío y calculador.

por **Úrsula Kierkegaard** Lun Abr 02, 2012 6:47 pm

En mis oídos sonaba la música de carnaval que ejecutaban cerca del lugar en dónde me encontraba, aunque intentaba no mezclar mi mente con ella, una tonada llamó mi atención más sólo hizo que mis pensamientos se fueran cada vez más lejos sumiéndose y contemplando la oscuridad, el paisaje blanco de los pequeños copos de nieve que habían empezado a caer hace no menos de algunos minutos. En cambio yo estaba ahí como una estatua perpetua, silenciosa entre las sombras, mi piel como el mármol resaltaba con la luz de la luna además de que la máscara que cubría mi rostro hacia un contraste lúgubre de mi anatomía - ¿coincidencia? – yo era tan oscura como aquel paisaje que contemplaba, pero mi concordancia con la sociedad esa noche no me beneficiaba, no llamaba mi atención aunque en un inicio había sostenido una actitud diferente.

La música seguía sonando, alce mis brazos para cruzarlos sobre mi pecho rígido e hice un suave movimiento con mi cadera afines de seguir el ritmo de la melodía suave que había interrumpido la fiesta que a mis expensas seguía divirtiendo a las razas frívolas e indiferentes que gustaban de ella “Cuanta belleza hay en el mundo y seguimos sin poder contemplarla” dije bajo mi propia conciencia, la vida y mi no vida me había enseñado innumerables lecciones que me habrían hecho apreciar la vida antes y después de la muerte –yo sólo era un cascaron hermoso – que se llenaba de contados sentimientos hacia los seres humanos, los envidiaba por tener una vida corta, no tenían porque esconderse de los rayos del sol, podían contemplar la luz que a mí me mataba -¡malditos!- aunque la única maldita era yo y todos esos hombres y mujeres que degustaban de la sangre caliente que albergaba en las venas de los seres que tanto odiábamos y gustábamos –todo al mismo tiempo – que irónico. Empuñé mis manos contra mi abrigo de hermosa piel que aunque sólo era un lujo para cubrir mi piel fría y marmoleada, me gustaba sentir la suavidad y consistencia.

-La soledad, es la confortable compañía para escuchar nuestros propios pensamientos-

De pronto una voz extraña aturdió mis sentidos, una máscara diferente a la mía se encontraba reflejada en el mismo ventanal que antes me mostraba un hermoso paisaje blanco y negro – desistí en encontrar una explicación – pues sus palabras me hicieron voltear cubierta por mi mascara, mis ojos grises entornaron su figura analizándola a la perfección, él era diferente a los que yo conocía, aunque en un principio me pareció insignificante, me molestaba ser interrumpida como frecuentemente lo hacían mis mozos y ladys, aún así en un tono cortés respondí a su pregunta – Disculpe caballero no había notado su presencia – incline mi cuerpo como muestra de respeto hacia él, trate de ver por encima del rabillo de mi ojo muy discretamente su vestimenta, podía notar que se trataba de un hombre de alta alcurnia, quizá algún señor extranjero o quizá un simple hombre que había elegido acudir a esa fiesta muy bien vestido – En efecto muchas veces la soledad es la única que permanece a nuestro lado, es la única que no reprocha si nos cuestionamos, la única que viene y se va sin decir nada…Es fiel amiga de quienes disfrutamos de su presencia…- le respondí con gracia, aunque mi sentido del humor era más bien sarcástico y tajante, esta vez había moderado mi trato hacia alguien desconocido, conservé la calma y mi notable categoría, haciendo gala a mis modales muy bien estudiados procedí a preguntar - ¿No lo cree así? Señor... – el tono de mi cuestionamiento inquirió otro más sugestivo para hacerle notar mi duda acerca de su nombre, pues las mascaras entre nosotros impedía conocer a simple vista nuestras identidades…

por **Gerard Krumm** Miér Abr 04, 2012 11:13 am

La belleza es algo subjetivo, en donde dicen que las cosas son bellas dependiendo del ojo con que la admires, sin embargo, no hay ojo que pueda negar tal belleza. Aún resguardando su virgen rostro tras las muralla de porcelana de su máscara, puedo percibir la calidad de hermosura que tal musa propagaba con su solo respirar, siendo únicamente visibles el contacto de nuestras miradas divinas. El tiempo se congeló en ese instante, viéndome reflejado en sus orbes de plata. Por un momento sentí que me sumergía en el omnipotente vacío del universo. Una sensación que no sentía hace mucho tiempo.

-Krumm, Gerard Krumm- fueron mis primeras palabras. Firmes, frías pero sin embargo siempre encantadoras. Sería un acto de mala educación continuar sin presentarme. La caballerosidad era uno de los muchos dotes que desarrolle con el tiempo, y que he logrado perfeccionar meticulosamente –Disculpe el atrevimiento en interrumpirla, sin embargo me ha atraído su soledad, que al parecer compartimos en niveles y posiciones diferentes, Mademoiselle… - continué el discurso que había iniciado hace unos instantes, reflejándole a la dama en palabras estructuradas la sensación que ambos compartíamos al tiempo en que indagaba enfrente de quien tenía el gusto de erigirme. Un nombre que probablemente marcaría un interés más profundo por ella.

La soledad es tan compleja y abstracta. Sin duda como hijos de la noche, demonios que asechamos en las sombras, comprendemos por mucho el significado de la misma. Abstraer los sentimientos y por ende nuestras debilidades es una arte para nosotros. Algo que aprendí de mi vida humana es que el miedo puede olerse al momento que se desprende de nuestros poros, y eso es una debilidad que marca la diferencia entre el vencedor y el perdedor, entre la vida y la muerte.

Su figura de fuego y rostro de mármol no dejaba tentar a mi contraparte interna, esa que retenía con poderosas cadenas y que con tenacidad controlaba. Lo admito, me sentí atraído y el hecho de que tenía siglos sin sentirme así, era un factor que hacía más tentadora la situación. Era algo inevitable.

Es en ese momento que los hilos circunstanciales se cruzan a mi favor. Que oportuno. La sinfonía que ambientaliza el escenario cobra un ritmo diferente, por lo que actuando con el protocolo encantador y caballeroso extiendo mi palma diestra, plantando la invitación –Me permite el gusto de acompañarme en esta pieza–

Un momento intrigante que encendía mi sangre.

por **Úrsula Kierkegaard** Miér Abr 11, 2012 10:16 pm

Una brisa fría se colaba por los pequeños espacios que quedaban sueltos entre los ventanales, haciendo que los cristales comenzarán a empañarse cada vez que mi respiración y la de él se mezclaban, mi corazón se estrechó, como si de alguna forma el nombre que entonaban sus labios tuviera una especie de peso sobre mí. Su nombre sonaba una y otra vez en mi cabeza – Gerard Krumm – admito que un nombre bastante interesante, mismo que reflejaba inciertamente una parte de la personalidad que cubría bajo la máscara plateada.

Enmascarada, cubriendo cada detalle de mi rostro, deje de lado mis pretensiones, olvidé la típica sonrisa falsa que sé encorvaría en mi boca para ofrecer un poco de cordialidad a mi interlocutor, procuraba que en todo momento estuvieran presentes mis modales, la cortesía que reparaba mi personalidad, una que había usurpado cualquier rincón de mi cruel especie. Entonces por segunda vez en aquella noche taciturna rompí el silencio – Un placer Lord Krumm, mi nombre es Mademoiselle La Roux, Jessamine – dije con mesura y elegancia, haciendo una pequeña reverencia con mi cuerpo, reflejando la gala sobre mis conocimientos de etiqueta y sociedad, después de todo estaba muy bien “amaestrada” en ese tipo de situaciones, mi posición social me permitía estudiar a la perfección sobre los conocimientos de la corte alta.

De pronto la música en el salón se mezcló con el silbido del viento que se colaba por los recovecos de los ventanales y una frondosa nube blanca que iluminaba por la luz de la luna la cubrió espectacularmente, brindándonos en aquel espacio una sombra especial, como si ella fuera cómplice de nuestras realidades, mi intuición me decía a gritos poder aceptar la proposición del hombre frente mío, más mi naturaleza indomable y casi arrebatadora me impedían ceder a sus encantos…- Muchas gracias lord, pero espero no se ofenda si declino su invitación, más si me gustaría compartir con usted otra charla más amena en un lugar menos concurrido…- el tono elegante de mi voz por un momento flaqueo y se volvió arrebatadoramente dulce, conocía perfectamente esa faceta mía en dónde mi única intensión era salir beneficiada por el momento, deseaba saber muy en el interior de mi alma oscura, cuáles eran las verdaderas intensiones de ese caballero – Después de todo ¿Qué podía perder? – Era brutalmente peligrosa, si deseaba hacerme daño, yo lo haría primero, aunque decidí proceder sigilosamente, precisamente como me lo dictaba mi sexto sentido.

por **Gerard Krumm** Vie Abr 27, 2012 10:09 pm

No cabe duda de que era diferente. Una mujer que por mérito propio va alentando más mi interés en ella. Una seducción, un llamado de lujuria y deseo, elegante y firme que con perspicacia cautivaba mi atención. Por muchos he sido considerado un ser encantador, pero esta noche he encontrado la existencia que confronta con la mía. Una que debate con gracia justa y se mueve tal gacela entre las palabras correctas. Acciones que demarcaban una mujer capaz de tener lo que quería.

La música deleitaba a los invitados, quienes danzando al ritmo sinfónico invocan un espectáculo de elegancia y gracia. Sin embargo para mí, el escenario evocaba un infierno silencioso donde lo único que captaba era la voz cual musa que con particular acento me hizo estremecer en un recuerdo, abordándome en una espesa nube donde sin más se dejó caer el torrencial de ideas.

Mis viajes por Europa han abarcado toda la periferia nororiental, una cordillera de manto verde donde la historia se cuenta por sí sola. Guerras, amores, traiciones, las clásicas epopeyas medievales de las cuales fuí participe hace mucho tiempo y que me siguieron por muchos siglos más. Aquel acento escondido de la señorita La Roux, me resulto familiar. El canto de sus palabras era la representación de los clanes del norte vikingo. Su sola voz tuvo tal poder de invocación. Hace mucho que los recuerdos de aquellos tiempos no me invadían. No por razones sentimentales, sino que simplemente para mí eran el pasado polvoriento que nunca regresará.

El tiempo no se ha detenido, sin embargo he sentido que he alterado su física , ralentizándolo una eternidad. Entonces es aquí donde me encuentro, en el rechazo seductor de la diosa de fuego, que con gracia me evade y me llama a jugar en su propio terreno, uno donde ella ponga las reglas y se sienta la autora intelectual de cada uno de los movimientos. Era un juego de estrategia… que yo también sabía jugar.

- Un placer Mademoiselle La Roux…- respondí tal autómata, como si esas palabras estuviesen predefinidas en mi vocabulario. Gestos protocolares que llevados y practicados por tanto tiempo que simplemente es mi forma natural de ser. –Resulta una lástima no poder embellecer esta pieza con su presencia ferviente…- palabras que expreso por el rechazo plantado, una dama que sabe representar su presencia exquisita con sus palabras, fría y delicada, una rara y exótica combinación -… Sin embargo…- continuo, alterando el suspenso y el énfasis del momento, dejándola los segundos suficientes a la expectativa de una respuesta, jugando su juego, que particularmente esta noche tengo deseos de continuarle -…rechazarle tal tentadora invitación resultaría una pena.- respondí con mi característico encanto, pero esta vez embriagándolo con esencia vanidosa, retándola indirectamente. La risa fina y perversa se ocultaba tras mi mascara que imponente, mantenía perpetuamente el semblante frío.

Así fue como con presteza deslice mi cuerpo hacia un lado y con mi zurda mano extendida en un acto elegante y cortes la invite hacia la salida del teatro. Ya la reunión había cumplido su cometido. La privacidad aquí resultaba un lujo, pero en los callejones circundantes del teatro, una caminata podría resultar más interesante e íntima. París era conocido por sus hermosos jardines. Jardines que a estas horas muestran la espectacularidad de sus flores de sombras y penumbras. A la noche no habría nada que temerle, al contrario la noche ha de temernos a nosotros, sus más temibles hijos.

Cada segundo que pasaba, estaba más seguro… sin duda alguna… y pronto estaría por darle respuesta a mi tan redundante incógnita…

Esta era la historia de la luna de plata y el sol de fuego…

por **Úrsula Kierkegaard** Mar Mayo 01, 2012 12:27 pm

Algo me decía que no sería una noche cualquiera, mi compañía lo hacía notar, asentí a su invitación para salir de la sala del teatro, mientras caminaba a paso lento contorneando mi silueta muy femenina, hacia lucir paso a paso mi elegante vestido por los corredores, a lo lejos se escuchaba como el eco de la música, los pasos, los murmullos, las risas apagadas y las miradas recelosas se apagaban.

-Y dígame Monsieur Krumm ¿usted no es de por aquí? Ya que su acento me parece muy marcado – proferí mientras avanzaba, reflejando la seguridad misma tras cada paso firme que daba como un cisne hermoso que se desliza a través de las aguas profundas de los lagos, hermosos, perfectos, que extienden sus alas para despegar a un viaje que sólo ellos son capaces de determinar, dueños de sus propias vidas.

Sus ojos me parecían conocidos, mi memoria a pesar de ser tan exacta, no ubicaba a ciencia cierta el proceder de mi acompañante, había algo diferente en él, era bien sabido que más del ochenta por ciento de los visitantes aquella noche consistían en vampiros amantes de las artes, de la pomposidad y el glamour, en mi caso sólo asistía por figurar entre la sociedad Parisina, ya que La Roux, era una mujer viuda, aquejada por la pérdida tan prematura de su querido esposo - ¡Qué bien fingía! – me hacía daño, claro que me dolía haber tenido que matar, asesinar a sangre fría a mi querido Jacques, pero tenía que hacerlo, había descubierto mis intensiones, mi naturaleza, y eso, estaba prohibido.

Finalmente llegamos al exterior del pasillo, y ahí estaba lo que yo momentos atrás contemplaba tan rigurosamente entre líneas, una ventana y cristales empañados, deslice mis manos por mis brazos aguantados y acomodé mi abrigo, decidí dejar mi mascara aunque ya no me encontraba dentro de la festividad en el interior del Teatro, pues no daría yo el primer paso para despojarme de lo único que me mantenía en cierto modo en el anonimato, al menos para mi acompañante.

Y ahí estábamos los dos como unas estatuas, perpetuas entre las sombras de la noche, yo dispuesta a hundir mis incisivos en su cuello y él tan calmo como la bestia que acecha a su presa.

por **Gerard Krumm** Sáb Mayo 05, 2012 8:14 pm

La función hace ya mucho que había terminado, cerrando con un broche de oro que mantuvo alimentado el parlamento de sus espectadores durante la reunión, en donde a pesar de la música aún podía escuchar los comentarios, críticas y opiniones. Algunas tan cerca de la realidad y otras absurdas que solo eran el efecto de un bajo entendimiento de las artes, ignorantes que fingen ser sabios. Lo peor, era que muchos de ellos eran inmortales. Qué pena ha de ser vivir ajeno al paso del tiempo, siendo un inculto total.

Sin embargo, yo estaba montando mi propia función privada, y mi coprotagonista acaba de aceptar participar en ella. Su silueta curva hipnotizaba con el caminar silencioso de sus pasos que bajo aquel vestido de fuego asemejaba deslizarse o hasta flotar por el suelo. Mi mascara de plata se había tornado roja carmesí, efecto del reflejo de observarla atentamente. Misteriosa indudablemente, ella también era una maestra del encanto.

Sus palabras susurran a través de la porcelana, y su dulce y fría voz aborda mis atentos sentidos –Muy perspicaz de su parte en darse cuenta de mi acento, que sin mentirle escondo celosamente…- comente siguiéndole el paso, erigiendo mi postura firme y altiva al lado de ella tal alfil protector de la reina –...siendo usted la primera en percatarse de el- continúe el parlamento más sin embargo esta vez mi francés se esfumaba con cada palabra y mis orígenes germánicos se liberan calmos, reluciendo galantes en mi cantico –Evidentemente no soy Parisino, mucho menos Francés, soy un hijo del Sacro Imperio Romano Germánico- respondí seguro y hasta orgulloso. Una tierra de grandes hombres.

Entre mis palabras, nuestras efigies condujeron de un bullicioso recinto a una silenciosa libertad. Las afueras del Teatro. Un sosegado y tétrico paraje. La noche ya estaba muy entrada y la luna tenuemente iluminaba algunos rincones en donde su ausencia era reforzada por los faroles de corazón llameante, que sin duda batallaban una fuerte lucha con el frío que los oprimía.

Ella mostraba una especie de recelo por develar su identidad. Aún a pesar de encontrarnos a pocos pasos fuera del teatro, no mostraba un indicio de querer quebrantar esa privacidad. Dudo que fuese por miedo, pena, o hasta un tonto sentimiento de reserva. Una facultad casi innata de nuestra casta es el despojo de tales sentimientos. Y dudo que ella fuese la excepción.

De todas formas no la culpo, entre vampiros, el mundo se torna una espada, en donde resbalar significa un gran y eterno error. Es por esta razón que muevo la primera pieza. Más allá de un banal sentimiento de confianza, es por la extraña sensación que me resulta familiar, una sensación provocada por su presencia y encanto. Era extraño decirlo, pero no lo podía explicar. Con pausado movimiento, entre el taconear de los pasos conjugados y sin prevención alguna acerco mi diestra mano a mi rostro y me despojo de la artesanal fachada de mi máscara. Mi fría tés se ve liberada y el brillo de mis ojos por fin recobran su natural esplendor –Esto ya no será necesario…-

Heme aquí, el señor del norte… Gerard Krumm

por **Úrsula Kierkegaard** Vie Mayo 25, 2012 10:50 pm

Algo que aún no sabía que era, llamaba mi atención, diría que soy poseedora de una personalidad curiosa, aunque mis instintos “animales” también alimentaban el recelo y la curiosidad, mi perseverancia era aclamada por el ego, era natural someterme a cuestionamientos y admiraciones ajenas, aunque esa noche en especial no había tenido el interés de enfocarme a un grupo de hombres y mujeres de sociedad.

Cuanto más se adentraba la noche y el frio se volvía severo en las afueras del teatro yo y mi acompañante deseábamos descubrir nuestros rostros por completo, develar lo que yacía detrás de la máscara resultaba intrigante. Pese a ser su acento lo que inicialmente habría llamado mi atención, sus ojos también lo hacían, en ellos encontraba un profundo azul tan claro como el océano al cual no veía desde hace siglos.

La vida inmortal que ahora tenía desgarraba mis entrañas al ceder a mi mente los recuerdos del pasado, esos recuerdos que castigaban mi existencia, descubría que un rostro perfecto y una fortuna incalculable jamás me darían de nuevo la alegría de sentir con mis pies la suavidad de la arena y los rayos del sol en mi rostro, el olor de la briza de mar impregnarse en mi piel así como el viento acariciando el cabello.
Esa libertad, graciosamente ya no era parte de mi destino, ocupado en la sociedad Parisina, en malgastar la fortuna de un marido asesinado luego de haber descubierto lo que se encontraba detrás de la preciosa muñeca de porcelana ¡Qué horror!, ¿En qué me había convertido?

Daria dos pasos atrás para huir de mi pasado -si pudiera hacerlo-, en ocasiones como estas maldecía una y otra vez la suerte que alcanzaba a la vida rebosante de juventud que yo lucia en ese instante cuando la muerte tocó a mi puerta, abrazándome en la frialdad de su regazo, condenándome a la soledad, condenándome a pasar el resto de mis días en las sombras.

Interrumpiendo mis pensamientos con las palabras de mi acompañante, ahí me encontraba de nueva cuenta en la realidad, el ahora, cuando de nuevo admitió ser extranjero y liberarse de la máscara que cubría su rostro para mayor comodidad, los primeros rasgos de aquel hombre me hicieron abrir los ojos bajo la sorpresa al descubrirse en su totalidad; si mi pasado se empeñaba en atosigarme con recuerdos, vaya que esta vez se llevaba el premio al primer lugar, como si de una obra de teatro masoquista se tratase. A simple vista podía reconocer sus facciones, sus labios delgados y nariz afilada, la palidez en su rostro era exactamente la misma desde hace siglos, pero en esta ocasión las oraciones salían en perfecta sintonía con su exterior física, a primera vista todo un caballero, la bestia que yo en mi búsqueda había conocido ya no existía más.

-Veo señor Krumm, que éste día está lleno de sorpresas, no sólo me sorprendió con el haberlo conocido, también me sorprende con la grata compañía de un viejo…amor – mencioné revelando el secreto detrás de un rostro aún cubierto por la máscara –Los años te han hecho cambiar, Gerard- tras decir aquellas palabras quité cuidadosamente el disfraz que me mantenía en el anonimato.

por **Gerard Krumm** Jue Mayo 31, 2012 8:27 pm

El espejismo del pasado se revela tenuemente en la brumosa marea de mis pensamientos y recuerdos. Las figuras toman forma lentamente bajo una tinta de matices grises. El tiempo le había robado el color a mis recuerdos, carentes de algún sentido sentimental para mi congelado corazón.

Fue así como las formas invocaron el recuerdo de aquella noche de tormenta en la que me encontraba perdido, vagando en la oscuridad en un laberinto boscoso que se tornaba infinito ante mi inhumana mirada. La sangre empapaba mis manos, mi cuerpo y rostro. No, no era mía. Pertenecían sin duda a una de las muchas vidas que arrebate sin razón y sentido en aquella época, en mis inicios, donde el demonio era todo. Una bestia sin sentimientos ni escrúpulos, sedienta de sangre por hambre, necesidad y placer morboso. Mis instintos eran tan bajos como las de un animal hambriento. La única diferencia era que yo siempre estaba deseoso de comer.

Todo era igual hasta que en mi incesante búsqueda de esa noche, de dar vueltas por algún rincón perdido del mundo, se convirtió en la victima de un aroma peculiar, embriagante, dulce. Las imágenes se dispersan en borrosas oleadas de tinieblas hasta que di con la fuente.

Mis recuerdos de esa época salvaje de mi existencia no son muy detallados. Por esa razón la única imagen que recuerdo luego es su rostro. Sus labios moviéndose sutilmente invocando palabras sin sonido. Su profunda mirada me penetra hasta lo más profundo de mi ser domando el corazón de la bestia. Su presencia evoca la lira de Orpheo y yo sin duda era el Cerberos que caía ante la melodía.

Es ese el instante que me hace volver en sí. Los pasajes en el laberinto de mis memorias sólo duraron una porción de instante menor al suspiro que sin expresarlo lo simule en mi interior.

Toda la noche se había conjugado en una serie de sucesos particulares, específicos y cuidados por una voluntad superior a nuestros destinos. La casualidad es sólo una definición inventada por aquellos que no hayan razón alguna a los hechos que se desarrollan frente a sí, sin embargo este no era el caso ya que la respuesta era obvia. El encuentro se dio porque así debía. Tan sencillo y ambiguo como tal respuesta no podía haber.

Ella no había cambiado nada. Su piel blanca asemejaba a la porcelana, delicada, única, tanto que tocarla hacía pensar que sería un sacrilegio.

Sus labios afilados y carnosos hipnotizaban con punzante deseo, capaces de desconcentrar los sentidos más afilados y los ojos más reservados.

Los ojos de cristal era el fiel acompañamiento de su perfecta tés de creación divina.

Todas las culturas tenían una imagen para representar tal calidad de belleza, imposible de cuantificar. Afrodita para los Griegos, Cleopatra para los Egipcios, Valquirias para los Nórdicos. Ella representaba todas ellas en una sola imagen, nada más espectacular. Por alguna razón mi frío corazón alguna vez sintió la efímera pasión y deseo del amor. El antiguo amor.

-Sin embargo tú, sigues siendo tan bella como recuerdo. Algunas cosas cambian… otras para mi gusto personal, no.- esgrime las palabras casi en un susurro, que claro se escurría de mi boca hacia sus odios. Mi mirada se perfiló lo suficiente para que en su interior pudiese reflejar nuevamente su rostro perfecto.

-Espero que este nuevo yo sea una compañía más placentera de la que pude proporcionar la última vez que nos vimos- Más tiempo del que hubiese deseado. Los meses se volvieron años y los años siglos. Sin embargo aún así, aquí la tenía frente a mí nuevamente, sintiendo como ese tiempo se evapora, deleitando mi deseo con su compañía la cual merecía los cortejos más adecuados -Porque de la tuya ya estoy disfrutando placenteramente-

Cientos de mujeres he conocido en mi duradera vida. Algunas más encantadoras que otras. Elocuentes, tímidas, atrevidas, morbosas, bizarras. Cada caso simplemente vívido y olvidado, su existencia tenía un propósito y yo me aseguré que lo cumplieran. Pero Jessamine, la reina de fuego, fue una historia diferente.

La mujer que domo a la bestia y forjo el primer clavo de lo que hoy soy… Gerard Krumm.

por **Úrsula Kierkegaard** Jue Mayo 31, 2012 11:15 pm

El cambio era notorio, desde sus palabras y discurso, hasta la propiedad con las que decía cada una de éstas. Mis labios se sellaron al momento de escucharle, mientras él hablaba mis pensamientos abandonaron el recipiente de porcelana al cual llamaba cuerpo, porque eso era lo que realmente figuraba para mí. Ya no era una mujer que chispaba con la juventud de la vida, no era la flor del campo con la que era comparada en mi vida mortal.

Los hombres se sumaban a mis encantos, gracias a la potente belleza la cual me adjudicaba un impecable desenvolvimiento en los lugares a dónde acudía. Pero aquella noche, la noche en que nuestros ojos se cruzaron por primera vez, era inconfundible y difícil de olvidar. A comparación de ese instante, había una gran diferencia, el corazón indomable de una bestia perseguida por recuerdos ingratos, el corazón lastimado y el ego herido también.

Cada vez que lo preguntaba interiormente, sabía que, la razón por la que mis ojos admiraban a Gerard Krumm no era un espejismo, amé en algún tiempo a la bestia que albergaba en su corazón muerto, sus ojos inalcanzables y sus pensamientos inadvertidos, centellaban bajo el brillo del misterio, algo que consideraba indescifrable. No, no éramos parte de un sueño incumplido, nosotros, teníamos nuestra historia, claro, a nuestro modo. Si teníamos algo que contar, seria la forma tan pecaminosa en la que el destino nos unió.

Con un poco más de siglo cumplidos, él ya era parte de la oscuridad, dónde la luna sólo era testigo de sus pasos, que, a expensas humanas tomaba sus vidas sin pensar, un asesino con el instinto a flor de piel, una bestia, para nuestra raza, yo, no tenía ni siquiera 50 años de mi conversión, pero a pesar de esto, la vida y las circunstancias, me habían obsequiado la virtud de la paciencia, la prudencia y el abierto pensamiento. Era mayormente una bestia con ropa elegante, modales y cerebro. Al conocerle puse a prueba lo que destacaba mi personalidad, al principio, su desfachatez y arrogancia causaban constantes dolores de cabeza. Después el corazón que no teníamos empezó a necesitarse mutuamente.

Era todo un misterio, sentirse en la necesidad de actuar en beneficio del amor, convenientemente mis deseos se cumplían en él, mis expectativas lograban llenar –o al menos eso pensaba- todos mis sentidos. Hasta que un día, desapareció.

La rabia me cegó por un instante y como si la luna se avergonzara de mis pensamientos y lo que había ocurrido en mi pasado se cubrió por un montón de nubes envolviéndonos a ambos en las penumbras – Eres diferente, debo admitirlo, por un momento dude de que fueras tú, aquel vampiro que conocí hace siglos. – Si, lo había conocido hace tanto que me dolió un poco recordar la incertidumbre que golpeo con pesar mi rabioso corazón – Gracias por el cumplido, Gerard…- lo tutee, ya no me importaba el protocolo ni la etiqueta, después de haber vivido juntos aquella novela – Aunque después de tanto años, creo que me debes una explicación…- agregué a mi discurso con cierto desdén, mi rostro permanecía sereno, sin expresión alguna, fingir demencia y que no me importaba no era difícil para mí.

Aunque más difícil me resultaba estar de frente a él sin poderlo besar o acariciar, sumirnos en el golpe del deseo y apagar el fuego que ahondaba tanto tiempo en mi, solos los dos, como dos bestias haciendo caso a sus instintos.

por **Gerard Krumm** Vie Jun 01, 2012 12:06 pm

Un dulce placer conduce a un punzante cuestionamiento. Lo más naturalmente esperado se había desencadenado. Más allá de su belleza divina, su carácter siempre fue bien definido, uno el cuál nuevamente me acorralaba buscando dominarme.

Haber conocido a Annie, nombre por el cual la conocí, su verdadero nombre, fue la sensación más humana que he experimentado desde que abandone mi humanidad y fuí devorado por la muerte. Mi alma condenada vago mucho tiempo por el mundo, desorientada y perdida, pero cuando llegó el día en que me tope con ella, el efímero sentir cálido de un corazón latente se volvió a sentir en mi pecho.

El tiempo junto a ella resultó único, valorando cada instante. A pesar de la frialdad de nuestra especie, de lo inexpresivo de nuestros corazones y del cementerio de sentimientos que albergábamos, la conexión que teníamos era… salvaje. El placer que puede alcanzar un humano es simplemente una pizca de lo que verdad puede alcanzar la conexión poderosa y penetrante entre vampiros, no, entre Annie y yo. Las palabras carecen de sentido, no había manera de definir tal nivel de éxtasis.

Luego de años juntos, vagando por el mundo, por la eternidad, por el puente de pecados pasionales y lujos vanidosos, luego de que la bestia empezó a ser encadenada en lo más profundo de mi prisión corporal y un nuevo ser renacía, la historia se condujo hacia un corredor estrecho que pondría en peligro la propia existencia, no sólo mía, también la de ella.

-Siempre tan directa… siempre disfrute de tu compañía dominante- ironía que me permitía ante su solicitud de respuestas, a la cual tenía total derecho. Justo en ese instante el camino de piedra pulida de las calles de París configura una cuidada transición erigiendo la belleza natural de un jardín del edén. Un parque cercano, solitario, proponía el recinto adecuado ante las próximas revelaciones. El destino seguía configurando las correctas circunstancias para tan fortuito encuentro.

-Lamento haberte abandonado aquella noche Annie, sin embargo las circunstancias me obligaron- una prudente pausa se confecciono en mi antes de poder desahogar la historia -Aún siendo lo que somos, fuertes, indomables, eternos… nuestra inmortalidad es subjetiva, bien lo debes de saber. Nuestra humanidad es sólo un efímero recuerdo en lo profundo del baúl de nuestras memorias. Somos solitarios, codiciosos y prepotentes, esa es nuestra naturaleza… pero contigo sentí el sentimiento más humano del que tengo conocimiento. Yo era una bestia y tú eras la joya a la que estaba destinado proteger. Nuestra condición es la dualidad entre la maldición de una vida entre sombras y la bendición del poder que esta otorga- el prólogo sentimental hacía florecer una faceta mía que sólo pocos han podido ver, por no decir que únicamente ella ha tenido ese honor. –Durante el tiempo que estuvimos refugiados en Rumania, me enteré que un grupo de vampiros rastreaban a una mujer… otra vampira. Parecía que tenían un asunto “poco formal” que atender con ella… esa vampiro había matado a uno de los suyos. Recuerda lo conservadores que son algunos sobre el trato entre los de nuestra clase. Era mucha casualidad, sabiendo yo el juicio que le habías propinado a tu creador. Por esa razón una noche di cacería a un par de ellos. Eran fuertes, pero aún era vampiros jóvenes, su fuerza no fue suficiente, fáciles de corromper me adentre en sus memorias, logrando observar el retrato de poco elaborado de aquella mujer… no era difícil darme cuenta que eras tú. El tiempo se congeló, en el momento en que pensaba que hacer. No podía permitir que se hicieran contigo y matarlos seguramente traería más. Fue ahí que la única solución posible se apodero de mí. La decisión más difícil que he tenido que tomar. Maté a todos menos a uno a quien contamine con falsa información luego de un severo castigo, provocando que su búsqueda por ti cesara y así convertirme yo en la presa de sus deseos de venganza. Tú mataste a uno de ellos, yo mate a once. Esa fue la última noche en que supiste de mí. Te seguí por un tiempo, lo suficientemente alejado para cerciorarme de que no continuaran en tu cacería… hasta que la culpa y el deseo no me permitieron seguir y separe mi camino del tuyo al saber que ya estabas a salvo. Me odié por las decisiones tomadas, pero sé que era lo correcto Annie. Siempre te tuve en mi mente-

Los secretos se revelan de maneras tan extrañas y complejas que en ese momento me era imposible saber cuál sería su respuesta. Nunca pude leer su mente, su fuerza era demasiado grande y mi debilidad por ella me lo impedía.

Al finalizar del relato, las palabras se consumieron en el frío de la noche y de mi bolsillo extraje el reloj de plata que siempre me acompaña. “Nunca olvides”. Nunca pude olvidar.

por **Úrsula Kierkegaard** Vie Jun 01, 2012 7:50 pm

No cabía duda alguna, él no era ya la bestia que había conocido. Los sentimientos a flor de piel – si así podríamos llamarle- resultaban ambiciosos para los de nuestra especie. Acostumbramos sentir de nuestra propiedad aquello que nos conociera, en mi caso, yo le pertenecía y él a mí.

“Annie” ¿Hace cuanto no pronunciaban mi nombre?, ¿A caso lo tenía perdido en un viejo cajón que conservaba como recuerdo en la memoria?, para mí, sólo para mí y hace siglos también para Gerard. Yo lucia estupefacta, no daba credibilidad a sus palabras, cuanto más escuchaba su relato, en mi interior algo –no sé que era exactamente- me llenaba el vacio, respondía mis dudas ¿Pero serian ciertas?, aunque tenía el gran beneficio de la duda, pues a pesar de ser caminantes de las sombras, nunca me había mentido. Inhale y exhale tras su respuesta, para apaciguar al demonio que tenia dentro, ese demonio que me llenaba la cabeza de dudas y respuestas también.

Era cierto que en mis ansias por la libertad el asesinato de Einar, era algo inminente, corrompía mi verdadera razón de existencia y eso, ni a él ni a nadie se lo iba a permitir. En mis recuerdos revivía el sabor de la sangre en mis labios, la succión del líquido vital que recorría mis venas, obsequiándome el aprendizaje, así como línea de vida de mi creador. Se trataba de un inexplicable placer que envolvía los más recónditos sentidos de los inmortales, éramos pocos los que sobrevivíamos al enfrentamiento de un creador, y yo, afortunadamente había corrido con suerte, fuerza y poder.

Entonces con un gruñido cual bestia enardecida por el coraje y la rabia exploté frente al hombre que por tantos siglos aguardé - ¡Y a caso me creías tan débil para no saber en qué momento defenderme! - objete con precisión, mis palabras fueron severas, nada agradecidas, más bien llenas de dolo, por una parte tenía razón ¿Por qué no había acudido a mi?, ¿Por qué no decirme nada y sólo desaparecer?, si tanto me amaba ¿A caso no era justo que me informara la situación? – Fuiste egoísta – repliqué con los ojos fijos en Gerard, si estos fueran capaces de asesinar, hubiera estado cercas de hacerlo – Pudimos haberlos asesinado los dos juntos, exterminarlos sin ningún problema, pudimos haber hecho tantas cosas para evitar que nos encontraran. Éramos invencibles, casi intocables, fue más el dominio de tus sentimientos los que nos hicieron sufrir durante tanto tiempo la incrédula mirada del destino – me detuve en seco para mirar a lo lejos la luna que se había despejado por completo alumbrando con su luz plateada los rincones de aquel lugar – Te busqué por años, estuve esperándote siglos, pensé que habías muerto o habías sido asesinado por los malditos de la Inquisición, los pensamientos más oscuros y llenos de penumbra nublaron mi cabeza, hasta que finalmente la resignación llegó a mi – expliqué con notoria tristeza en mis ojos o más era la melancolía que durante muchos años había guardado en mi recipiente sin vida, tan duro como una piedra o mármol – Cuando llegué a Paris, me dispuse a dejar de vagar por el mundo, planté un pie sobre ésta ciudad con el único propósito de continuar, con o sin ti…Conocí a mi difunto esposo, a quien asesine a sangre fría después de haber descubierto mi verdadera identidad, heredé una gran fortuna así como dos hijas…mortales, me volví una mujer impetuosa, caprichosa y malhumorada con mis cercanos, guardo las apariencias con aquellos que no me conocen del todo…-perfile mi rostro hacia él mientras la luz de la luna resplandecía en mi cara algo que me dio un toque entre sombrío y místico – Es cierto que somos bestias y estamos destinados a la soledad siempre y cuando no encontremos a nuestro compañero en la eternidad…yo lo encontré y lo perdí el mismo día. Con o sin ti sobreviví…- ya no tenía razones para callar aquello, ya mis labios que durante tantos años se habían mantenido sellados, ahora era la oportunidad de expulsar lo que pensaba, sin temor a ser juzgada o abandonada nuevamente. Por otro lado mentía, sí, era cierto que sobreviví, con la mitad de algo que no era mio, un vacío incalculable que sólo Gerard y su compañía podían llenar, el abismo en mi interior sólo era comparable con la inmensidad más allá del amor, lujuria o deseo que podía existir en el mundo.

Yo tenía en mi mente la vaga idea de pasar el resto de mi eternidad con la bestia hecha hombre, nunca, ni por asomo, dude de su palabra, tampoco de su lealtad, al contrario. Más el camino y la vida por muy desgraciada que hayan sido me dejaban entender las razones por primera vez de lo que, hace tanto había sucedido.

por **Gerard Krumm** Lun Jun 04, 2012 5:08 pm

Sus punzantes palabras no representaban en mí nada más que el estigma a consecuencia de las decisiones que yo mismo tome. Cómo hijos engendros de la noche, el dolor es algo efímero, tan poco sustancioso que llegado un momento prácticamente no existe para nosotros, sin embargo, el reproche justo de Annie se clavo tal estaca en mi pecho. Un vacío se apodero de mí en ese instante, un parpadeo que se convirtió en eternidad.

-Sí, tienes razón… fui egoísta- Mis primeras palabras en respuestas eran más allá de cualquier cosa, lo obvio y único que definió mis acciones pasadas. Egoísmo. –Si pensar en tú seguridad antes que en mí vida propia es ser egoísta… entonces lo acepto- sentencie sin remordimiento, desconozco si era porque realmente no lo tenía a causa de mi naturaleza o simplemente que la máscara de engaños y apariencias a la que estaba acostumbrado a mostrar a todo aquel que me rodease, se había fijado tanto que simplemente respondía en un tono y postura insensible.

-Es cierto, somos vampiros, negar nuestra naturaleza es inevitable… pero tú misma lo has dicho, éramos casi intocables. Aún nosotros que estamos bendecidos por la carencia del tacto del tiempo, somos susceptibles a morir, a regresar al polvo de donde provenimos, a la fría y eterna nada- module mi voz, que serena y fría intentaba apagar las llamas de ira y frustración que consumían la consciencia de ella –Sin embargo no podía darme el lujo de colocar tu vida al azar, en un ruleta en donde cualquier cosa podía haberte pasado. Así como esa noche salí victorioso, era algo que no sabía hasta el momento en que todo terminó. Esa noche se volvió perpetua y venenosa. Sabía lo que había hecho, mi existencia a cambio de la tuya, era un precio que estuve dispuesto a pagar y del cual no me arrepiento… y volvería a hacerlo si fuese necesario-

Clave mis ojos en ella. Se dice que entre vampiros podemos entendernos con sólo mirarnos. Vemos la verdad y la mentira en la profundidad vacua de nuestra mirada. Si dudaba de mí, aquí estaba dándole la mejor respuesta. Somos monstruos de la noche, pero aún así el peor de los demonios tiene algo que sentir en su interior.

Los siglos se acumulan en mis espaldas, siendo los más pesados esos donde la ausencia de ella se estableció punzantemente. Aunque maneje el presente a mi conveniencia, desconozco el futuro construido tras este encuentro, pero sin importar que, saber que ella todavía existe, que pude volver a sentir el fuego de su mirada posarse en mí, es suficiente para descongelar el corazón, mi corazón.

-Me reconforta saber que mi batalla valió la pena…-

por **Úrsula Kierkegaard** Mar Jul 03, 2012 9:42 pm

¿Realmente su “pelea” había valido la pena?, vivir o morir entonces daba igual, sus acompasadas palabras sonaban una y otra vez ¿Era persuasión la que intuía en ellas? Se deslizaban como el agua en una hoja de papel, humedeciéndolo e impregnándolo de la duda. Entonces la duda golpeo como un fuerte mazo la conciencia de la bestia, dando justo en el blanco, el orgullo, el ego que durante los siglos alimentaba de mis víctimas, pero ninguno golpeaba tanto y rasgaba con tanta vehemencia como lo había hecho Gerard Krumm.

-Que iluso fuiste Gerard, ni con los siglos vívidos has logrado persuadir el interés o los sentimientos si es que así podemos llamarles como el amor, el afecto o quien sabe que sea esto que logra llenar el vacío de nuestros recipientes…-

Lo que más dolía – si es que dolor podría llamarse al sufrimiento incierto de no tener nada- era la insuficiencia de lágrimas para llorar, no cavia ningún ápice de ellas, estaban ausentes desde mi paso a la no vida. Mis ojos, eran dos zafiros sin vida, vacuos, oscuros, sólo se podía ver en ellos la rabia contenida, el deseo por verlo sometido en mis brazos y porque no, también exterminarlo, acabarlo, esa era la bestia que hablaba por Jessamine.

Aunque el llanto quería ser partícipe de la conversación entre ambos vampiros, no era posible, pero la rabia se apoderó de su cuerpo y próximo un gruñido más fuerte se alcanzó a escuchar de sus labios rojos, sus colmillos se mostraron vívidamente, voraces y amenazantes

-Aléjate de mí y desaparece-

El orgullo no dejaba respirar, tampoco pensar, la bestia se apoderaba de Jessamine y los instintos se imponían a flor de piel, aunque contenía gran parte de su enojo, era notoria la ira contenida, los gruñidos no cesaban y sus pupilas se dilataban al mirar al vampiro, la profundidad de los océanos se alcanzaba a transparentar en sus grisáceas orbes, que con bullicio escudriñaban la figura del caballero.

Pasados los segundos su cuerpo tenso y visiblemente incomodo se relajaba lentamente, su rostro pasaría a ser taciturno y un poco descolocado, sabía que se estaba equivocando al reclamarle, aunque sus palabras estaban llenas de razón, cosa que sabia a la perfección.

-Estuviste fuera tanto tiempo que me acostumbré a estar sin ti…Mi vida ya no te pertenece, tampoco la compañía, he de suponer que sabrás perder. –

No dijo más, la estatua aterciopelada y congelada por el tiempo permaneció de pie, cubierta por el elegante abrigo que le distinguía como la dama de sociedad que era, la alta alcurnia la había acunado dentro de sus lujos, lucia como la ofrenda perfecta para cualquier caballero, la acalorada charla culminó al retirarse de su presencia, con pasos calmados retomó su camino con la esperanza de que el la detuviera y quizá, sólo quizá le robase un beso.

por **Gerard Krumm** Jue Jul 05, 2012 11:57 am

El tiempo, no es más que una variable que condiciona nuestra propia existencia. Aún a pesar de este, de lo prolongado que ha sido, puedo recordar lo dura que fue mi vida como hombre, como un simple humano. Mi debilidad era esa, lo susceptible que era a los cambios de mi entorno, siendo la muerte la frontera que determinaría el fin permanente de una etapa a la que jamás podría regresar.

Sufrir como hombre, aún siendo un monstruo inmortal. Es así como me sentía en ese preciso instante. Mi coraza de fría carne, impenetrable e insensible era la única barrera que resguardaba tal prisión lo afligido que me sentía por haberle fallado a la única persona que me preocupaba por no defraudar.

Sus palabras eran duras pero justas. No tenía el derecho ni el deber para reclamarle nada. Yo tomé una decisión hace mucho tiempo y sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarla, pero aún a sabiendas de ello, no había preparación que me acondicionara para esta experiencia.

Veía el sufrimiento, el dolor que ella sentía. Sin expresarlo en totalidad, sin exteriorizar esa terrible presión, YO podía sentirla, como nos quemaba, como nos consumía. ¿Era esta la pasión y el amor? ¿Era así como se pagan las consecuencias los hijos de la noche al traicionar a sus promesas pasionales? Un terrible tormento sentir un dolor que no se puede expresar. Aún definiéndolo en palabras, estas son frías y punzantes.

Luego de encontrarla nuevamente, de saber que rehízo su vida, que halló su estabilidad y ha empezado a reencontrase con lo más cercano a la felicidad, me cuestioné si nuestro encuentro haría más bien un mal que un bien. No obstante, la deseaba, ese calor ferviente que me quema a través de su mirada, de su respiración.

Ella reclamaba con sus palabras mi exilio de su vida, pero en sus ojos me tentaba a desobedecer las leyes a las que nunca hice caso. Siempre fui un rebelde que hace sus propias normas, que juega bajo sus propias leyes. Aquí no era cuestión de ganar o perder, aquí era cuestión de estar juntos nuevamente y esa era mi única premisa.

Sus ideas se encadenaron tan rápidamente sin derecho a mi intervención oportuna que simplemente lo último que logro escuchar son el inicio del taconear de sus pasos cuales poco a poco pretenden incrementar la línea fronteriza entre nosotros, de unos simples metros a un infinito y vacuo vacío.

No podía permitirlo, simplemente en ese momento no me importaba más nada que ella. Si los planetas giran alrededor de un núcleo, ella era ese sol al que deseaba acercarme. Luego de siglos de su ausencia, volverla a encontrar y a tenerla tan de cerca, me devolvió la sensación de lo insignificante que es la propia existencia, MI existencia, sin ella.

Uno, dos, tres, cuatro pasos dio y como cadenas frías, mis brazos se extendieron para tomarla, retornarla hacia mi teniéndola de frente, tan cerca que nuestras respiraciones se vuelven un alarido único que apacigua al viento. La presión de nuestras imponentes presencias chocando, contrastando en un duelo ambiguo y subjetivo se consumió en un ápice cuando rompí todas las reglas y mis labios erigen una danza con los de ella. Carnosos y fogosos; el tiempo cambia mucho pero hay cosas que siempre deseo que permanezcan igual.

La deseo, la necesito… la amo, son sensaciones que aunque no termino de definir y reencontrar anhelo volverlas a tener. Sin ella, sentir eso es como el viento moviendo las montañas… imposible.

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