La llamada de los muertos (Libre)

por **Terpsícore Tsartsaris** Lun Mar 19, 2012 8:07 pm

Llevaba mucho tiempo sin tocar, bien porque no había encontrado el lugar idóneo o bien porque, sencillamente, no había sentido toda la necesidad de la que ella requería para ello. Pero esa noche, esa noche era ideal: llovía, hacía frío, estaba melancólica y la noche anterior había tenido un sueño. A ella le gustaba ponerle música a sus sueños. Algunos, aunque podía parecer imposible, la desvelaban, la dejaban sin aliento, apenas con visión en sus avellanados ojos. Despertaba súbitamente sintiendo que le arrancaban el corazón con una fuerza mucho más poderosa que toda su existencia; otras veces había despertado mojada debido a que soñando había muerto ahogada. Era tanta la cercanía con la realidad que a veces se había despertando dudando sobre si había sido un sueño o si realmente lo había palpado con la punta de los dedos. Esa noche soñó con su amado y se imaginó cómo habría sido su senda existencia. Después, había recordado cómo fue estar a su lado hasta que él desapareció para siempre.

La lluvia apretó y en pocos minutos todo el camposanto se convirtió en una laguna momentánea. Algunas de las lápidas se cubrieron de agua hasta casi la mitad y un profundo hedor invadió el lugar cuando el viento sopló y removió las zonas de tierra húmeda. En ocasiones, Ter se preguntaba qué habría sido de su cuerpo de haber muerto y sido enterrada. ¿La habrían enterrado en una simple caja de madera y se la habrían comido los gusanos? Si su amado no hubiese muerto, ¿los habrían enterrado a ambos en féretros de mármol o marfil? ¿Habrían vagado los dos juntos por siempre? Pensando en esto un escalofrío recorrió su cuerpo y se frotó los brazos buscando inútilmente un calor que lo combatiera, mas no encontró otra cosa que su propia piel, fría como el hielo. Solamente bastó un instante para que se diera cuenta de la estupidez que estaba intentando. Miró una última vez el cementerio desde la puerta de la capilla y, dándole la espalda al lugar sacro, abrió las portezuelas con aires de alma en pena que sabía lo que tenía que hacer.

Dio varios pasos y caminó hasta aproximadamente el centro de la pequeña capilla. Cual no fue su sorpresa al descubrir allí, en medio de las sombras y cubierto por una creciente capa de polvo, un pequeño piano de madera. De sus ojos parecieron nacer chispas de emoción que fueron creciendo conforme disminuía la distancia entre ellos y el piano. En el momento en que se sentó frente al instrumento, dejó de ser una vampiresa como cualquier otra. Cuando sus manos levitaron sobre las teclas, se transformó en Terpsícore, la auténtica Terpsícore, esa que era capaz de darlo todo por aquello a lo que (o quien) le fuese fiel. Esa que hizo de la música y la experiencia su propia religión.

La primera nota coincidió de pleno con un trueno cuyo sonido inundó todo el valle. El resto se acompasó a la perfección a los siguientes y a las gotas que golpeaban el suelo con fuerza. Sus ojos se habían tornado rojizos y sus labios entreabiertos dejaban escapar suspiros de satisfacción a la vez que su cuerpo se balanceaba de un lado hacia otro al ritmo de la música. Ter se dejaba llevar, de eso no cabía la menor duda. Aunque la melodía era suave y lenta poseía una fuerza descomunal, tanta, que nada más empezar a sonar la emocionó hasta el punto de hacerla llorar, cayendo las lágrimas sin que apenas sus ojos se empañasen. Miraba al frente, a la oscura pared, por las ventanas, de vez en cuando hacia la puerta... pero siempre terminaba mirando las teclas o dejándose llevar, cerrando los ojos y suspirando.

Tocaba una melodía joven, muy joven, con apenas un año de vida pero que ya había conseguido acaparar el corazón de muchísimas personas. Su compositor era aun gran maestro... y eso nunca nadie lo ponía, ni pondría en duda jamás. Fueron unos minutos que, salvo por la melodía, transcurrieron en silencio, unos minutos en los que la vampiresa no hizo otra cosa que pensar en él... en el eterno dueño de su corazón.

por **Júpiter Gallach** Lun Mar 26, 2012 9:06 am

Era cierto que ojos que no ven, corazón que no siente. . . .

Es cierto que no veo, pero siento con mi corazón solitario que la noche y el frio siempre me acompaña.. . . . .

¿Y será cierto que no podre ver mas allá de un futuro cercano?

No estaba más que acompañada por un puñado de flores secas al tacto. No sabía que estaba viendo, pues toda esperanza había perdido ya. Mi bastón, aquel amigo de mi infancia que me regalo un bonito bastón de madera, apoyaba la palma de mi mano para sujetarme. Difícil era ya vivir, sin poder ver, pero adivinar con el tacto, gusto o pendiente de sonidos. El silencio, lo relacionaba con aquel lugar sombrío, aquel en el que estaría mi queridísimo amigo el cual escuche su repentina y temprana muerte por sus sirvientes. Me fui yo misma, lejos de aquel lugar. No quería nada que ver con aquella gente.

A un lado y al otro.

Movía mi bastón para caminar. El suelo era firme, duro y olía a arenisca. Estornude pues algo de polvo se había metido en mis fosas nasales produciéndome varias cosquillas. De nuevo otro estornudo, pero este por el tenue frio que hacía en el ambiente. ¿Qué sería? ¿De noche o de Día? El tiempo era largo para mi, solamente, cuando estaba cansada, me dormía y ya. Me metía en los callejones de Paris, para poder coger algo de comida que hubiera en algún chirriante barril de basura. Me aferre al bastón para seguir caminado ciegamente, obviamente, ¿Cómo si no? Seguía caminando y con el bastón toque lo que parecía un pico de algo. ¿Una mesa o una tumba? ¿Alguna esquina haciendo una curva a algún camino?

-¡Meeow!-Escuche el maullido de un gato. Un gato. No tenia porque pensar en el color de este siendo yo, con un ramo de flores secas yendo por un lugar silencioso. Seguramente algún gato negro perdido. De lado a lado y tiro porque me ha tocado este destino. Paso a pasito caminaba para así, finalmente llegar a escuchar algo que se oía vagamente.

Espero que no le importe la respuesta >...<

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