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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Thorna Shapplin1 Mar Mar 20, 2012 4:19 am

Abrazada por majestuosos lujos, así me encontraba.
Esperaba desde hacia unos momentos mi encuentro con el sumo Pontífice, siendo la intención de la visita poner a éste al tanto sobre la misión previamente encomendada, en la cual participe en calidad de interrogadora de un valioso apresado recientemente fallecido.

Comodamente sentada en una hermosa banca de cedro barnizado revestida con el más fino terciopelo bordeaux, denoté mediante la contemplación de la exquisitez decorativa de aquel hombre, quien no escatimaba en gastos para vivir de una manera única, envidada por muchos y cuestionada por otros tantos seguramente.
El antiguo y atrapante arte con labrados marcos dorados pendía grácilmente de las pulidas y marmoladas paredes, que no irradiaban otra cosa más que el máximo punto de opulencia viviente del adorado Papa, que tras los muros de la Santa Sede poco y nada reflejaba de lo que supuestamente debía ser un alma llena de humildad y modestia.

¿Alguien habría levantado -aunque sea una vez- una ceja ante aquellos actos codiciosos que se plasmaban en las ostentaciones materiales de la Iglesia? Seguramente aquellas criticas fueron apagadas con los dichos de que más que riquezas, todo lo que radicaba en la casa de Dios no eran mas que valiosos tesoros referentes al avance de la cultura y la religión en la humanidad. Y de ahí su innegable acción de ser adquiridos por la máxima autoridad de cada época.
Sonreí incrédula al pensar que lo único que podía a unir a un Papa con su antecesor y viceversa era la compartida sed de riqueza y poder.

Deje de lado aquellas triviales cuestiones, posándome en el encuadernado escrito que apoyaba sobre mi abultada falda. Allí había documentado todo lo referente al caso de quien poco había dicho previo a su inminente muerte: Amelhíon Giovannis Do Crucerois.

- Cuando su cuerpo sea envuelto en las llamas, que propiamente arderán como las del mismo Infierno, espero que su alma encuentre la forma mas precisa de suplicar por perdón a nuestro misericordioso Señor a la par que su piel se desintegre cuan papel, pues dicha falta de colaboración no es merecedora de compasión alguna. Y no ensuciaré la mano que Dios ha bendecido para buena causa con usted, pero mis ojos presenciaran como aquellos que si lo harán, toman justicia por su deserción a la sinceridad –


Aquellas habían sido, con excelsa precisión, mis ultimas palabras hacia el testarudo hombre, quien poseía mas características de una persona fuera de sus cabales que de una amenaza en sí.
Pero sin duda tenía un arraigo único a la causa que le era fiel. Pues no hubo azote, golpiza o tortura que le hiciese despojar una simple palabra siquiera para aclarar mis dudas con respecto a lo que su firme persona ocultaba. Mis ojos fueron testigos de todos y cada uno de los procedimientos hostiles a los que dicho cuerpo mortal había sido sometido. Y nada había generado una respuesta factible de su parte.
Mientras mi rostro reflejaba frialdad absoluta ante aquellas ordenadas aberraciones a su humanidad, mi interior le maldecía por su falta de colaboración, misma que podía haber incrementado mis conocimientos en este tema que tan abstraído traía a Alejandro II últimamente ¡Y no era para menos! Pero haber contado con un poco de información extra me hubiese posicionado bastante diferente en el tablero de juego. Un acercamiento con Su Santidad en aquellos momentos era algo beneficioso desde muchos aspectos de vista. En mi caso particular, era sumergirme en la mente maestra que movía los hilillos de aquella Institución a la que deseaba ver en ruinas. Escuchar, comprender y analizar en carne propia las ideas provenientes del comandante de toda la Inquisición era más que un paso gigantesco que podría ahorrar mucho tiempo en el plan personal que llevaba a cabo desde hace unos meses, a la vez que protegía y resguardaba la vida de ciertos sobrenaturales que accionaban en mi beneficio tras un mutuo acuerdo, que conllevaba entre otras cosas, intercambios de información.
Sin embargo aquellos avances se habían pausado desde los últimos tiempos, en los que el Papa había estado más atento a cada paso por parte de la Inquisición, siendo todos los conformantes de ésta solicitados con más asiduidad que en épocas anteriores. No me cabía vacilación de que era mejor mantenerme con los ojos bien abiertos, sin generar ningún movimiento que pudiese levantar sospecha alguna, puesto no solo el mirar del sumo Pontífice, sino de todos los miembros de la Inquisición estaban encima de los hombros enemigos y de los aliados también. La desconfianza se palpaba en el mismo aire, ese mismo que desde hace mucho mantengo cegado en una oscura tela de perfecta fidelidad y devoción hacia Dios, incapaz de ser cuestionada por nadie. Premiación de una actuación sin margen de error existente.

Tras una cuantiosa espera, uno de los servidores de Su Santidad me invito cordialmente a dirigirme por un extenso corredor que derivaría en la sala donde el Vicario de Cristo esperaría mi llegada y con ello, todo lo que pudiese informarle al respecto de lo acontecido.

Me adentre en la inmensa sala, exquisitamente decorada como las habitaciones antecesoras a la misma, teniendo ésta un peculiar dejo de sobriedad en cuanto a expensas. Pareciera que la mente del Papa había denotado aquellas pequeñeces en las que me fijaba cada vez que le visitaba.
Con el cuaderno entre manos cruzadas sobre el pecho, me acerque a uno de los ventanales que permitían el acceso de luz al lugar, siéndome inevitable pensar en como contrastaba la realidad del exterior con la de las entrañas del Vaticano. Y sin quererlo, eso derivó en preguntarme si después de todo, la muerte de Amelhíon había servido de algo. Y ¿Habría sido yo la responsable de su perecer?


Última edición por Thorna Shapplin el Dom Abr 01, 2012 11:08 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Lorenzo Lombardi Dom Abr 01, 2012 10:44 pm

Viñedos Lombardi, Florencia Italia
dos días atrás



Los primeros rayos del sol se filtraban por la ventana de la habitación, el inicio de un nuevo día en los viñedos Lombardi, un día que para la pareja de recién casados apenas había acabado. Los invitados a la boda se retiraron entrada la noche, agradeciendo la atención y elogiando la decisión tomada de contraer segundas nupcias con una joven tan educada y de tal belleza. Es cierto, cuando me presente con ella en la hacienda, la voz corrió rápido anunciando que mi prometida era ni más ni menos que la hija del Sumo Pontífice. Un boda sencilla que se preparó en cuestión de días, pero cumpliendo con los ritos católicos y la respectiva publicidad, para que el omnipresente Vicario de Dios no alegase la nulidad del matrimonio.

Como es habitual en mi instinto cazador abro los ojos cuando escucho a los lejos el galope de un caballo, por el aroma sé que no es de mis trabajadores. Beso en la frente a mi esposa antes de vestirme con rapidez, pantalón de montar negro y una camisa holgada blanca, el cabello amarrado con su habitual cinta y bajo para recibir al recién llegado, un mensajero, con palabras concisas y una instrucción clara imposible de desobedecer. Las noticias del mensajero consiguieron que un gruñido brotase de mis labios, para luego entregarle unas monedas de oro por su servicio. Cómo lo consiguen aquellos enviados del Vaticano para encontrarme siempre resulta un misterio para mí, ún perdido en las profundidades de un bosque inexplorado aquellos enviados lograban su cometido.

Nada que hacer, las vacaciones auto otorgadas y la luna de miel se acaban, con Juliet debíamos presentarnos dentro de dos días a una reunión urgente en el Salón de los Arcángeles, a las 9 de la mañana. Miré el reloj, las 6.30, si lográbamos emprender el viaje antes del medio día y viajábamos sin descanso toda la noche, llegaríamos la noche previa a la reunión. Con resignación subí las escaleras hasta el cuarto donde ella me esperaba envuelta apenas por las sabanas y semblante ceñudo, seguramente el galopar del caballo la alerto al igual que a mí.

- Debemos regresar -



Ciudad de Vaticano, Estados Pontificios
Presente



El viaje tardo más de lo pensado, Juliet repentinamente tuvo nauseas todo el viaje de regreso y debimos realizar algunas paradas adicionales en algunas posadas para que ella pudiese descansar y ser precariamente atendida, pues bajo su condición de cambiaformas ningún médico común podía atenderla, finalmente cerca de las 8.30 de la mañana del día citado, el carruaje nos deja frente al Vaticano. Bajo primero para ayudar a Juliet a descender, con seriedad al ver su palidez la llevo al edificio de la inquisición, al piso de los condenados, donde sería atendida. Deposito un beso en su frente y la dejo con un brujo condenado, me hubiese quedado con ella pero el tiempo apremia para alcanzar a llegar a la tan fastidiosa reunión una de la cual desconozco sus motivos y para la cual no me encuentro preparado, suelo estar predispuesto a las reuniones con el Sumo Pontífice, pero la precariedad de la carta y la poca antelación con regrese a los Estados Pontificios me dejan desprevenido. Recorro con prisa él camino hasta el salón de los Arcángeles, pero a mitad del camino un mensajero me intercepta indicándome que la junta es ni más ni menos que en el despacho de Borgia. Gruño al comprender lo ocurrido, el maldito de nuevo nos ha jugado sucio y ha enviado un mensaje imposible de desobedecer, con una orden falsa, que creí sin dudar cuando me hubiese podido zafar de ella.

Bajo hasta la planta baja allí donde está la antesala del despacho del Sumo Pontífice, nadie que impida mi paso, golpeo dos veces la puerta e ingreso sin esperar respuesta, por el hombre Santo hace ya un tiempo que perdí el respeto, y apenas cumplo con la formalidad del protocolo.

- Su Santidad, perdone…- Me anuncio, para luego acallar mis palabras, pues para mi sorpresa él no se encuentra en el lugar sino otra joven inquisidora, su nombre Thorna Shapplin, líder de la facción de bibliotecarios, con ella al igual que con todos mantengo un trato cordial, uno que se limita informes y a solicitar información, eso sin mencionar los clásicos encuentros de reuniones oficiales de líderes - Signora Shapplin, buongiorno.- Saludo con una inclinación de cabeza - ¿Su Santidad también la ha citado hoy? - cuestiono algo confundido, comprendiendo aun menos que es lo que se lleva entre manos Borgia.

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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Lun Abr 02, 2012 6:56 pm

Las palabras se las lleva el viento, pero mientras viva
jamás tendrás las que deseas, "querido Padre".


Todo era parte de una trampa, se lo podía oler a leguas de distancia, pero no quiso poner a su esposo tenso. Todo lo contrario, mantuvo la sonrisa en todo momento intentando que su malestar físico no afectara demasiado el viaje, pero fue imposible. De vez en cuando lograba que la náusea pasara, pero la mayor parte de las veces, la vencía y tenían que detenerse. No entendía qué le hizo mal. Quizá la comida de la boda, aunque toda ésta era de buen ver y comió con mucho apetito. Quizá la leche estaba pasada, pero lo dudaba porque las mujeres iban a ordeñar las vacas todas las mañanas. Sólo se preocupaba por su esposo, que la miraba con cierta impotencia porque ninguno de los remedios que le proporcionaban hacía efecto. Se resignó a mitad del camino y rogó porque en la Inquisición tuvieran algo que aliviara su malestar.

En cuanto llegaron, Lorenzo la acompañó hasta la enfermería donde fue atendida por un condenado y le explicó todo lo que había padecido durante todo el camino. Éste sonrió levemente y le hizo preguntas que la dejaron dudando por unos instantes. ¿Y si...? Se tomó el remedio y tras unos minutos de reposo, lavarse la cara y adecenter su persona caminó hacia el Salón de los Arcángeles, siendo interceptada por uno de los jóvenes Inquisidores quien le dijo que la reunión no sería en ese lugar, si no en el despacho de su padre. Los dientes le rechinaron de rabia. ¡Tenía razón!

El manipulador de su padre haciendo de las suyas como siempre... ella misma sabía la forma en que tenían que comunicarse esas reuniones, pero por un instante dudó... ¿Qué tal si su padre le jugaba una trastada? Y a esa clase de juntas no se podía fallar. De reojo observó a uno de los carceleros del mago a quien ella llevó sus ropas y fue tras él. Disimuló a la perfección su azoro cuando supo que esa misma noche lo mandaron a la hoguera. Dios. Su padre sí que estaba fúrico entonces porque de seguro no logró quitarle al información que necesitaba. O quizá su suero no funcionó. No, no creía eso. Tenía que investigar.

Caminó con premura hacia el despacho de su padre, si los había citado a Lorenzo y a ella no debía ser por algo bueno. Quizá se enteró de su matrimonio. Aunque no pudo evitar sonreír al pensar cuál de los dos es el que había descubierto. Lorenzo fue muy astuto al pensar en las dos bodas. La primera a escondidas, en privado, para ser más que simples compañeros y que su unión estuviera bendecida. La segunda, para callar a su padre y evitar que pudiera echar abajo la primera boda. Demasiado inteligente, se lo reconocía a su esposo. Sintió un vahido y se detuvo en el marco de la puerta, aspirando profundamente antes de mirar al techo. Seguía pálida, pero tenía que sacar fuerzas de flaqueza para salir avante.

Entró cuando se sintió mejor tras tocar con suavidad la puerta de la manera que al Sumo Pontífice agradaba. Si se iban a pelear, que saliera de él y no de ellos. Sin embargo, al entrar a la habitación luciendo un vestido de color tinto con aplicaciones en beig y un peinado que su esposo reconocería que había sido modificado, mucho más señorial y con algunos caireles cayéndole alrededor del rostro. Caminó a mitad de la habitación y comprobó intrigada que Thorna y a Lorenzo estaban solos. ¿Qué estaba pasando? Miró el lugar de su padre vacío y alzó una ceja. Hizo una reverencia a Thorna y de paso una inclinación a Lorenzo respetuosa puesto que quizá la primera aún no sabía que ellos estaban casados y si su padre los citó para algo diferente, no quería levantar revuelo. No aún. Aunque su mirada vagó de uno a la otra para sonreír levemente acercándose al mueble y tomar una copa de su interior para luego, tomar una jarra y servir agua en su interior.

- No creo que a mi padre le importe si tomamos un poco de agua - dijo tranquila y tomándose la libertad que, como hija del Sumo Pontífice le otorgaba para hacer ese servicio - ¿Les invito una copa mientras esperamos? Supongo que por algo está llamando a tres de los Líderes y no sé ustedes, pero me muero de sed de tanto correr para llegar a tiempo - hizo una mueca ofreciéndoles la copa a Thorna conforme la etiqueta marcaba. En cuanto ella la tomó, sirvió a Lorenzo y luego a ella misma para acercarse a la ventana y mirar afuera mientras bebía en silencio. No iba a preguntar para qué los habían citado porque seguramente Thorna tampoco lo sabía.


¿Qué se traía entre manos su padre ahora?
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Mensaje por Papa Borgia Mar Abr 03, 2012 5:12 am



Quien descubre los secretos del amigo, pierde el crédito, y no hallará un amigo a su gusto.

Salmo XXVII, 17





No hay cosa que haga enojar tanto a Alejandro II que la traición, la ineptitud, la ignorancia de lo que se busca y no se obtiene. Nunca perdonará a aquéllos que no se esfuercen al máximo para entregarle lo que él desea. Las excusas son para cualquier ente que esté fuera de la Inquisición, pero nunca para un integrante del Santo Oficio. Los pasos del Sumo Pontífice avanzan con rapidez hacia su despacho donde supone ya están los tres Líderes a quienes ha convocado a junta. Desea que Lorenzo o Julet se le opongan para tener razones suficientes para desquitar esta ira que siente por no haber obtenido lo que anhela, para darle un buen golpe a su hija. Aunque pronto recuerda que será imposible si es que Thorna está presente. Hace una mueca de desdén pensando en lo que algunos Inquisidores le comentaron respecto al brujo que fue ejecutado hace días.

El Papa no solicitó antes la presencia de la Líder de la Segunda Facción esperando a que ésta ordenara todos sus apuntes para entregárselos en limpio y con una contundente afirmación de lo que el mago sabía y lo que no. Aunque, tras escuchar los comentarios de aquéllos que presenciaron el interrogatorio, está levemente seguro de que las respuestas de la mujer no satisfacerán sus necesidades lo cual le hace pensar y juzgar cuál será la mejor forma de reaccionar a ésto. Si el brujo fue ejecutado, es señal inequívoca de que mucha información no se obtuvo de él. Esa fue la orden del Sumo Pontífice. No tiene sentido continuar con algo que no tiene la menor de las soluciones. Aunque hay algo que sí no ordenó. La ejecución inmediata del sobrenatural. Quería darle tiempo a Thorna para que ésta pudiera interrogarlo, pero ¿Quién había sido el causante de su muerte? ¿Quién lo ordenó? Aunque esa última respuesta está más que resuelta y el inepto castigado de una forma tal que servirá de escarmiento por mucho tiempo...

Ingresa al despacho con paso firme, haciendo denotar que no está de humor, que no quiere estupideces y sobre todo, no quiere problemas so pena de soltar la rabia que trae dentro... y es que alguien más le dijo que la última cortesana apresada no es la que busca, no es la Hechicera de la Estirpe que tanto anhela obtener. Así que la ha mandado matar y de paso, darle una decena de latigazos al idiota que le ha hecho perder su valioso tiempo y le ha ilusionado. Se acerca directo al mueble y sólo por la presencia de Thorna, toma una copa de agua como los demás tienen en las manos. Señala con la diestra la mesa circular en la que pueden trabajar y toma asiento en la cabecera con modales rígidos y tensos.

- Los he citado para que escuchen a la Líder de la Segunda Facción y podamos dilucidar el sentido de las respuestas del mago al interrogatorio que ella le practicó antes de que fuera muerto. Me refiero a Amelhión Do Crucerois, un capitán de barco que vino exigiendo que no condenáramos a más sobrenaturales a la muerte y que dejáramos de verter sus cadáveres al océano - se mira las manos con detenimiento antes de frotarlas y fijar sus ojos en Thorna quien pudo sentirse amedrentada por esa mirada normalmente dulce y amable, pero ahora llena de un belicoso sentimiento que la instaba a bajar la mirada y a no mantenerla mucho tiempo en el rostro del Sumo Pontífice. Estaba muy enojado, sobre todo porque confiaba que ella tenía la capacidad de hacer esta labor bien y le había fallado... - bien, empieza a decirme qué obtuviste de tus indagaciones, pero primero explícame por qué no evitaste que lo mataran si es que tus intentos por robarle la información habían sido precarios - parpadea apoyándose en el respaldo de su silla con la mirada fija en la mujer, los rumores le habían llegado a últimas fechas de que Thorna no tenía absolutamente nada que pudiera ayudarles, pero si eran ciertos ¿Por qué la Inquisidora había permitido que el hombre falleciera? ¿Por qué dio lugar a que la orden se ejecutara si aún no estaba satisfecha con lo que tenía? ¿Por qué, siendo la Líder de la Segunda Facción, no había solicitado la ayuda de la Líder de la Tercera Facción para que le proporcionara los medios, ya dígase un suero, un artilugio para torturar al hombre y que le dijera toda la verdad? ¿Por qué?

- Ya luego Juliet me dirá cómo es eso de que Karl y Gévauda están muertos desde hace más de dos semanas y ella no se ha dignado a pisar el Vaticano como habíamos acordado y antes de que Lorenzo meta su cuchara como tiene la costumbre de hacer, quiero informarles que no vengo de humor - mira al hombre con la fuerza que nunca utiliza con él, pero que ahora le brota como agua de manantial, haciéndole pensárselo antes de hacer una estupidez - así que no me hagan pensar situaciones que no debieran pasar - su mirada regresa a su hija quien traga saliva incómoda. Nota de inmediato su palidez, quizá estuviera enferma, aunque ojalá y haya pescado a Lorenzo de una vez por todas, está harto de tener que encararlo cada vez que desea hacer algo.


- Sí, ésta es una reunión para aclarar puntos, sobre todo Lorenzo quiero que me expliques por qué dos de tus soldados han resultado ser traidores, me refiero a Don Alfonso de Bravente y a Nikolaides Andreatos, pero primero las damas mientras los otros dos piensan... Thorna, explícame... soy todo oídos -
sonríe con fingida amabilidad, porque sus ojos fulguran con mucha ira contenida. Ahora sí puede escuchar a gusto a uno por uno, pues para eso les ha dicho sus acusaciones primero para que mediten lo que le van a responder porque si no, tiene afuera ya a varios Inquisidores para que hagan el trabajo necesario y los apresen. Está harto de las ineptitudes, de los fracasos, de las desilusiones. Aburrido, enfadado, hastiado. Y no busca quién se la hizo, si no... quién se la paga.
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Mensaje por Thorna Shapplin1 Jue Abr 05, 2012 1:26 am

Todo lo ocurrido hasta la llegada del Santo Pontífice podría describirse como una seguidilla de sucesos incomodos e inesperados que advertían de antemano lo comprometido del asunto a llevarse a cabo nada menos que frente a otros dos Líderes de Facción; Lorenzo Lombarid y Juliet Borgia, hija misma del último arribado, proyectante de un carácter severo y rígido como en pocas veces se le había visto. Otro presagio de mal augurio para la singular reunión a iniciarse.

Tras haber saludado cordialmente con un gesto a los presentes, humedecí delicadamente los labios con aquella bien recibida copa de agua protocolariamente ofrecida por Juliet, tan atenta como yo a los vocablos que punzantemente Su Santidad comenzaba a despojar sin anestesia alguna, resaltando precisas inaptitudes en cada falla aún no explicada por sus ejecutores.
Recibí todas y cada una de aquellas demandas en completo silencio, observando los inquietos labios de Alejandro II que no tomaban pausa alguna entre critica y critica, resaltando aún más su notoria molestia ante todo lo últimamente acontecido.
Baje la mirada en reflejo de sumisión ante su poderío, pese a que mi interior era invadido por cierto regocijo al percibir al cerebro de la Inquisición bajo aquel estado de fastidio palpable. Parecía ser que después de todo, las fichas del tablero eran más complicadas en deslizarse de lo que a simple vista suponían.

De todas formas, pese a ese sentimiento interno de callada satisfacción provocado por la falta de contento en el mismo rostro del Papa, personalmente me era algo sumamente engorroso recibir aquellos enjuiciamientos frente a dos personas completamente ajenas al desempeño de mi trabajo tanto en la Segunda Facción, así como en la labor que el Sumo Pontífice me había encomendado, pretendiendo obtener resultados óptimos, que para mi desdicha no habían sido alcanzados.

Finalizadas las tajantes y exigentes palabras del Vicario de Cristo que invitaban a la exposición de lo conseguido tras el pasado mandamiento de interrogatorio, me acerque a la maderada y lustrada mesa circular, apoyando junto a la presencia de Alejandro II los encuadernados escritos referentes a todo lo acontecido desde la llegada del brujo a los Estados Pontificos, hasta su conocida y violenta muerte.
- Si bien no es necesaria para alguno de ustedes la introducción del porqué estamos hablando hoy del fallecido Amelhión Do Crucerois procederé a enmarcar ciertos datos de relevancia en la caso. Este mortal, dotado con habilidades sobrenaturales propias de un hechicero singular, apareció en las instalaciones Santas con un determinado número de exigencias que evidenciaban su entero conocimiento al respecto de las medidas que la Inquisición ha de tomar con todos aquellos anómalos que amenazan el bienestar del prójimo. Ante el asumir tanto de su naturaleza, así de cómo de ciertos saberes que estrictamente deben ser resguardados por esta sacra Institución, se procedió al encarcelamiento de dicho hombre, con la principal intención de indagar sobre todo, si aquellas exigencias fueron enviadas por otros a los que el señor Do Crucerois representaba – bebí un sorbo de agua a la par que aclaraba tanto mi garganta como las ideas en mi cabeza, lejana de posar atención en alguno de los presentes, siendo sus miradas sutilmente evadidas por mis ojos, posados sobre el cristalino ventanal de la recamara, donde cada palabra proferida era impartida de forma general, anulando aquel trato directo con el Sumo Pontífice.

- Encargada de someter al hechicero a una serie de preguntas que se rehusó firmemente a contestar, se procedió a la utilización de métodos lacerantes con el fin de obtener la información buscada. Déjenme aclarar que no hubo subyugación alguna que robase siquiera el más mísero dato conocido por dicho hombre. Y he de esa aberrante alevosía que solo proyectaba una falta de respeto hacia Dios, que su cuerpo ardió envuelto en llamas, adelantándosele en carne propia aquel eterno destino que le esperaba en el mismo Infierno –
informé con claridad, proyectando con el cuello extendido que la decisión tomada en cuanto a la ejecución de brujo me había parecido la correcta. Y pese a que en verdad aquella resolución iba en contra de mis mas internos y profundos principios, sabía que en dicha instancia era sellar por siempre la boca de Amelhión ante de que otros inquisidores, o hasta incluso en mismo Papa, obtuviesen valiosa información que podía perjudicar a toda una estirpe de sobrenaturales.
A veces una baja excusa la salvación de toda una raza.

- Lamentablemente no hay ningún dato de suma relevancia que nutra los avances cosechados hasta el momento – añadí con un dejo de simulada pena por aquella negligencia frente a la orden delegada. Apoyé la copa sobre la mesa y posé vista en la encuadernación de aquellos escritos que poco y nada decían. Recordé que sería prudente archivarlos como toda información tras que Alejandro II ojeara los mismos, algo de lo que dudaba poseyera interés.
Sin esperar cuestionamiento o apreciación alguna en ese preciso instante, lleve la mirada hacia la ubicación de la señorita Juliet, dando pie a que la misma continuase con las solicitudes anteriormente proferidas por su exasperado padre.
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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Jue Abr 05, 2012 2:33 pm

La peor de las desavenencias sucede siempre
en la familia, son quienes te golpean peor
que tus propios enemigos...


La presencia del Papa Borgia la sacó de sus meditaciones, volteó a mirarle y descubrió en él la expresión que no le hubiera agradado ver antes. De reojo observó a Lorenzo en cuanto su padre se dirigió a Thorna y sus ojos le rogaron que no le provocara. Lo conocía demasiado bien y ni siquiera el saber que estaban casados le controlaría lo suficiente para ordenar incluso hasta su propia ejecución. Algo lo había hecho rabiar a tal grado que la misma Tamina temía por su seguridad y la de su ahora esposo. Así que obedeció mansamente y se acomodó a la derecha de Alejandro II para beber un poco más de agua en total silencio escuchando primero cómo la reprimenda iba hacia Thorna y luego se dirigía hacia ella.

¿Qué contestarle? Al menos tenía el tiempo suficiente para ello mientras que veía a la Líder de la Segunda Facción hacer todo lo que a su padre no le gustaba: las repeticiones. De seguro la información ya se la sabía, porque si Juliet que había permanecido lejos por 15 días conocía todo ésto, pues su padre que ponía especial atención en todo lo que le rodeaba, pues mil veces más. Sobre todo con los informantes de los que disponía. Juliet no los conocía del todo para dar una opinión al respecto de ellos, pero sí sabía que eran demasiado cínicos y cizañosos para dar una real y coherente indicación de lo que sucedía en la Inquisición.

Sus ojos observaron un largo instante a Thorna y parpadeó al escuchar que había sido ella quien había mandado matar al Brujo. ¿Acaso estaba loca? Porque sólo alguien así era capaz de contestarle eso a su padre de esa forma tan franca, tan tranquila, como si no esperara ninguna reprimenda. ¿Era tan valerosa, tan osada o tan... idiota? Preguntas que de seguro en el instante en que su padre terminara de escucharlos a todos se resolverían... Tragó saliva levemente al ver que ella terminaba su explicación y el Santo padre volteaba a verla a ella... esperando su explicación.

- Karl fue derrotado por el Líder de la Facción Uno, Lorenzo Lombardi. No antes de que me hiriera de gravedad, por lo que de camino al refugio, hube de encontrarme con el hombre lobo. Desconozco si al momento de que el Signore Lombardi me alcanzó y disparó contra el licántropo fue él quien lo derrotó o yo misma, pero Luigi llegó a por nosotros y nos llevó a la residencia que al efecto tenemos - se lamió los labios dándose cuenta de que repetía el mismo error de Thorna, pues el Sumo Pontífice ya conocía todo eso - tardé unos días en recuperarme y el signore Lombardi me ofreció quedarme unos días en su hacienda en Florencia. Así que acepté... - y se preparó para el golpe que iba a recibir sin duda alguna - pero primero nos casamos en París y luego... al llegar a la hacienda - se trabó un poco...

Es que ya veía al energúmeno formarse en el interior de su padre, primero había estado muy contento hasta que había hablado de "casarse" y entonces todo había cambiado en él, sus ojos echaban chispas y su rostro se tornó violentamente rojo, causando un estremecimiento de miedo en la cambiaformas que no supo cómo controlar. Sería una perra con sus congéneres, con los que estaban bajo su mando incluso con sus sirvientes, pero ¿con él? Nunca. No podía, simplemente recordaba las palizas de niña, esa maldita red de plata que él tenía en su poder y que le echaba como manta para que ella no pudiera salir de ahí. Cómo quemaba. Y ese recuerdo le hizo de inmediato bajar la cabeza.

- Donde... en la hacienda... nos c-casamos en... en una... e-en una fiesta pública, donde fueron invitadas todas las familias de renombre de Flo-Florencia , incluidos los Lombardi -
cerró los ojos con fuerza al verlo apretar a él los puños. Agradecía la presencia de Thorna porque de no estar ella ahí... de estar sólo Lorenzo y Juliet, seguramente su padre no habría respondido tan bien a todas estas palabras. A los hechos ya consumados, puesto que se presentaba como la esposa de Lorenzo, no como su hija. Y ni siquiera le había pedido permiso para unirse en santo matrimonio.

Lo peor no era eso, si no la jugarreta de Lorenzo que ahora el Papa podría vislumbrar. No podía echar abajo el matrimonio de no ser que tuviera todas las miradas de los poderosos en Florencia. De toda la famiilia Lombardi inclusive. No, hacerlo sería catastrófico para él que ya estaba emparentado con los Inquisidores. Juliet aspiró aire profundamente y de forma distraída se secó una gota de sudor que bajaba por su rostro hasta ser desprendida de su piel en la mejilla derecha. Se lamió los labios porque estaban más que resecos, esperando una acción de su padre.

No podía decirle que fue a propósito el no invitarlo, el que Lorenzo no hubiera pedido la mano de Juliet como el protocolo establecía para no arriesgarse a que el Papa no se la otorgara, porque lo conocían mejor que nadie. Eran Lorenzo y Juliet quienes mejor conocían al Sumo Pontífice de toda la Inquisición al completo, en quienes él más podría temer y a quienes más debía mantener controlados y ahora no sólo se le escapaban de las manos, podía intuir Juliet, si no que aparte, hacían una unión que no le convenía a Alejandro II. ¿Sería acaso que Lorenzo lo vio y por lo tanto, exigió que se casaran lo más pronto posible tras consumar su unión?

De pronto, todo le dio vueltas, el malestar que había sentido todo el camino se incrementó y sin permitir siquiera que su padre lo evitara, corrió al servicio privado del Santo Padre, para encerrarse y soltar todo lo que aún tenía en el estómago. Sentía cómo todo se le complicaba aún más con su enfermedad y jadeó al tiempo que su garganta se lasceraba por la indigna actividad. Cuando todo terminó, se limpió la cara con agua y se quedó sentada en el piso, mirando el techo al tiempo que procuraba recuperar la compostura. Tenía que hacerlo si no, capaz de que su padre iba a por ella y eso sí que no lo iba a permitir. No quería un pleito entre Lorenzo y él... no aún.

Sacando fuerzas de flaqueza, se lavó la boca con agua, se secó el rostro y regresó justo a tiempo, su padre ya iba a por ella y tenía sentado a Lorenzo y a Thorna, el primero rojo del coraje y la segunda intentando disimular. Fue tomada del brazo con una fuerza innecesaria haciéndole daño, pero ella aparentó que no pasaba nada, lo que quizá enfureció más a su padre porque la llevó hasta la mesa haciendo mucho más presión en el brazo hasta que ella cayó en el asiento apresurándose a recomponer la apariencia, mirando a Lorenzo con intensidad, calmándole. No estaba su padre de humor y por favor, no quería darle una razón para que lastimara a su hermana...


Porque él era tan capaz de hacerlo, como que Juliet seguía sintiéndose mal.



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Mensaje por Lorenzo Lombardi Dom Abr 22, 2012 1:30 pm

Cada una de las palabras dichas por Alejandro Borgia no es más que la antesala de una reunión demasiado extensa en la cual se enrostrarían los errores de los convocados, como si se tratase de un juicio, uno donde el juez ya tenia parte tomada y solo esperaba tener las excusas de los acusados como una razón más para sentenciarlos, o tomar represalias posteriores. Conozco demasiado bien las artimañas de aquel hombre que se dice Santo y a quien sirvo, para mi disgusto, pero que mis principios y mi fe me mantiene ligado. Ciertamente me declaro un hombre de fe, pero que discrepa por sobremanera en la forma en que el líder de la Iglesia lleva las cosas. Si el Sumo Pontífice fuese el representante de Dios en la tierra, se tratara de un dios justo y castigador, contrario a aquello que se profesa en las Santas misas que el vaticano promueve.

Aunque mis intenciones son simples, ponerme d pie y retirarme de allí, preso de un arrebato de rebeldía como la sumatoria de mis últimas actuaciones desde que me ausentase en misión, me mantengo y allí y sigo las ordenes de nuestro Sumo Inquisidor, pues ese es el rol que el Santo Padre cumple en aquel momento. Me quede allí atento a las informaciones que la Líder de la Segunda Facción ha de de entregar, nada bueno a decir verdad, la corroboración de un sospecha que desde hace a unos meses tenemos, infiltrados en la Suma Inquisición. La lógica es innecesaria al ser tan evidentes los hechos, si un sobrenatural maneja información confidencial hay al menos un infiltrado, el que debió ser enviado de algún lado, las palabras claves son tres quien, como y donde, ¿Quién es el espía?, ¿Cómo se infiltro? ¿De dónde fue enviado? Preguntas que debían ser resultas a la brevedad, terminada aquella incomoda reunión me dirigía a revisar los últimos reclutamientos. Como líder de la Facción de Soldados, prácticamente todos los ingresos, independiente la facción pasaban en algún punto por mi filtro, soy de los pocos que tiene el catastro completo de sobrenaturales y círculos más cercanos aun cuando la Facción de Espías maneja un registro bastante similar.

En mi mente preparo lo que será mi respuesta lógica, natural y que no diese cabida acusaciones innecesarias, y aunque nada nos podrá librar del mal humor del Su Santidad en los próximos días, si podría dejarlo con las palabras en la boca e imposibilitado de causar más daño que aquel que causa tan solo con su presencia en mi ahora esposa. Juliet en efecto entregó la información que en mi primera misiva hice saber al Santo Padre, con los detalles relevantes del enfrentamiento en Paris, incluida la herida de gravedad. Aunque el que siguió, desato la furia de nuestro acusador, su rostro encrispado, su puño apretado y sus ojos acusadores sobre mí, me fulminaron cuando la cambiaformas palideció aun más para encerrarse en el servicio por lo que resultaron largos minutos. Mi primer impulso fue ponerme de pie e ir a auxiliarla, pero de inmediato me contuve, salir de aquella habitación agravaría las faltas ya existentes.

- Su Santidad, verá que mi esposa no se ha sentido bien. Por lo mismo nuestro regreso tardo más de lo planeado- lo miré directamente a los ojos, sin rastro de temor o duda en mi voz, demasiada seguridad y un dejo de desafío en mi actitud - Ahora con su permiso- me puse de pie encaminando mis pasos a la puerta, donde, como era de costumbre un lacayo esperaba en caso de recibir instrucciones, allí le solicite trajese una infusión para la joven Borgia.

- Mientras Juliet se recupera y traen algo para ella, comenzare con mi reporte- informo como si fuese en mi en quien recayese el control total de la situación - En mi último reporte le notifique del delicado estado de salud de Juliet, quien estuvo al borde de la muerte. Un estado lamentable que providencialmente pudimos atender a tiempo, en una de las residencias de apoyo de la inquisición. Pero aquello ya lo sabe- una sonrisa irónica afloro en mis labios - También ha de recordar del compromiso pactado hace ya unos meses, el mismo que por razones supremas, se trato con suma discreción- mentí con intención al extenderle el periódico donde se explica detalladamente en las paginas sociales la boda y sus pormenores, un historia que yo mismo enviase para su publicación - Debido a la delicada salud de Juliet realizamos un primera ceremonia antes de partir a Florencia, decisión mía he de añadir. En Florencia se oficio la que ante la sociedad, son las primeras nupcias de la hija del Sumo Pontífice y las segundas nupcias del Líder de Facción, viudo hace ya algunos años - mis palabras fueron dicha con sorna y desafío, dejando entrever que nada quedo fuera de lugar, y que no podría objetar la unión - El acta de matrimonio se encuentra en este sobre, debidamente registrada- continué entregando la misiva enviada con los respectivos sellos eclesiásticos.

Sabía bien que el hombre ante mi estallada de furia en su interior, pero que nada podría hacer ante una coartada debidamente respalda, con las más respetables familias de Florencia como testigos y ahora, la presencia de la Líder de Facción Segunda. Aquello era un guerra de egos entre el Papa y mi persona.

- Como segundo punto, e iré en orden de extensión y relevancia para los convocados - mi atención se evade cuando veo a Juliet aparecer aun débil y tambaleándose levente, me incorporo y acomodo en su asiento, seguro que alcanzo a oír parte de las primeras explicaciones - Sobre los soldados traidores que usted mencionase al comienzo. Alfonso de Bravente, hijo del ilustre benefactor de esta causa Don Fernando Bravente, fue incluido en la facción de soldados por su noble instrucción Su Santidad. Quien según la evaluación realizada antes de su incorporación, resultase ser un hombre que disfruta demasiado de la buena vida y algunos vicios, recuerdo incluso haberle informado de mis temores que él se vendiese a quien le ofreciese aquello. No dudo que lo hiciese, pero para fortuna de la Santísima Inquisición, su primera y última misión, fue investigar a un hierbatero él que ya se encuentra cautivo.- En ese momento una joven de cabellos negros y que no supera los 20 años entra con la bandeja, observo su comportamiento, demasiado temerosa e intimidada que su mirada no se despega del suelo. Una nueva adquisición para el servicio personal del hombre Santo al que debemos rendir cuentas, sin duda no solo estaba allí para servir el té - Graccie Signorina - detuve mi despliegue de las acusaciones mientras ella disponía todo según mi petición - Su Santidad, cada día más jovenes las doncellas, supongo ha de tener muy buenas recomendaciones - palabras cargadas de sarcasmo y de una doble interpretación, conocía bien las mañas del hombre en cuestión.

- Nikolaides Andreatos, ¿no fue el inquisidor a quien quise llevar a juicio por encontrarlo en los calabozos abusando de una cortesana a acusada de hechicería? Ese caso quedo en sus manos su Santidad, no en las mias. - descarte la segunda acusación con la misma facilidad que él hiciese antes con los reparos que puse respecto a esos dos hombres.

Sabía bien que a mi lado Juliet se aterrorizaba por mi actitud, pocas veces presencio un enfrentamiento verbal con su padre y que Thorna por su parte estaba quedando relegada ante una lucha de voluntades que pocos en la Inquisición conocían a ciencia cierta. Los Lombardi, mi familia, siempre fue demasiado creyente de la institución, pero desde que el actual Papa asumiese el cargo de líder de la iglesia, me convertí en su contrapeso y en una piedra en el camino para sus tortuosos planes. Tome la mano de Juliet y dirigí ahora mi mirada la otra mujer, pues pretendía enfocarme a los acontecimientos relativos al brujo.

- Amelhión Do Crucerois, brujo confirmado que se encontraba bajo la vista de algunos espias, segun mis registros ea un brujo soltario, sin familia conocida. Esporadicamente se le veía por Paris en compañia de sujetos sospechosos. Su aprension fue postergada a la espera de obtener nuevos antecedentes. ¿Estoy en lo correcto?- inquirí sin esperar respuesta - Al menos desde hace dos años que se le investiga, por sus relaciones con el matrimonio Formorians, irlandeses que fueron apresados y torturados hasta la muerte hace 12 años, acusados de brujeria. Los cargos en contra de ellos era el de brujería y asociacion ilicita con fines revolucionarios. Solo se corroboro la brujería, se sabe que tenian un hijo, el cual segun el reporte fue quemado vivo, Eleathan Formorians se llamaba.

- De la informacion entregada me preocupan tres cosas. Si el brujo Amelhión tenía antecedentes tan certeroz de las Inquisicion, y se pudo infirtrar en las dependencias santas, significa que tenemos un espía. La existencia de un infiltrado, nos demuestra que tenemos una asociacion de sobrenaturales, bastante organizada. Nos apremia saber quien es el espía, y para ello toda la inquisición queda bajo sospecha, sin excepción. Aunque supongo que su Santidad ya tiene una seleccion previa de hombres de confianza, ¿Estoy en lo correcto?-

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Mensaje por Papa Borgia Lun Abr 30, 2012 8:12 pm



El temor de Jehová es el principio del conocimiento.
La sabiduría y la disciplina son lo que han despreciado los que simplemente son tontos

Prov. I, 7

Bla, bla, bla, bla, bla, bla... un remeo constante son las palabras de Thorna ¿Acaso se habrá equivocado al elegirla como Líder de Facción? Cierra los ojos y coloca los codos en la superficie pulida de la mesa tallándose las sienes. Bla, bla, bla, bla... y más información ociosa que sólo busca... ¿Qué? ¿Demostrarle a Alejandro II que es una inútil y que ni siquiera sabe lo que es presionar a una persona para que entregue todos sus secretos y en caso contrario sea la siguiente opción la tortura? ¿Acaso es tan idiota que no tiene dos dedos por delante para entender cuán valiosa era esa indagación? Bien, no funcionó en ese momento la utilización de... ¿Cómo los denominó Thorna? Ah sí, "medios lascerantes". Qué rimbombante mujer, ¿Por qué no llamar las cosas por su nombre? "Tortura" y nada más.

Inútil, completamente una imbécil, eso es Thorna, con ganas de abofetearla, de gritarle cuán estúpida ha sido mandando matar al brujo. Se le ha ido de las manos la mejor oportunidad de obtener los datos necesarios para lo que requiere. Debe controlarse, no hacer un exabrupto, aunque las palmas de las manos tan tensas son el mejor indicio de cómo se siente. Las venas remarcadas son el mejor testimonio de su exasperación, de lo que produjo Thorna con toda esa palabrería que no tiene absolutamente nada nuevo que entregarle. ¿Es o se hace? Si resulta lo segundo entonces que se prepare, porque Alejandro II buscará la forma de hacerla pedazos. Nadie viene a engañarle, absolutamente n-a-d-i-e.

Sin embargo, haciendo gala de un control sobrenatural y antes de decirle nada a Thorna, su mirada se dirige a su hija. Que se equivoque, ruega al cielo. Que lo haga por favor. Y lo hace, mismas repeticiones que a Alejandro II lo ponen de peor humor. Una mirada es suficiente para que ella dude en decirle, así que Lorenzo se la llevó a su Hacienda, qué considerado él. Sus ojos se tornan más pesados aún haciendo que la cambiaformas tartamudée. Sonríe al comprobar el efecto que aún tiene con Juliet y es cuando la mueca se le evapora. A su mente llegan de nuevo las frases de "nos casamos... y luego en Florencia..." ¿Casados? Los ojos casi se salen de sus órbitas. ¿Casados? Y ella vuelve a repetirlo en su discurso que le crispa aún más los nervios. Aprieta los puños al saber la lista de asistencia en la boda de su hija.

- ¡Qué maravilla! - ríe sin el menor ápice de diversión en la voz, así que no hay forma de hacer nada en contra de ellos. Reconoce que fue una excelsa jugada y de seguro, de Lombardi. Lo mira de reojo y le parece que sonríe mientras que él está tragándose toda la bilis. Tamborilea los dedos en la mesa, han hecho su movimiento... hará el suyo. Ese cambio de humor de fúrico a una frialdad absoluta puede hacer que Juliet se aterre, pero ella no lo ve, sale corriendo al servicio sin poder evitarlo. ¿Enferma? Un punto más a su favor, porque la presionará hasta que no pueda más.

Le concede unos minutos ignorando las futiles palabras de su ahora yerno, aprovechando que él se dirige a la puerta principal recompone su apariencia y vuelve a ser el mismo hombre tranquilo, pero su frialdad puede sentirse en cada poro, verse inclusive. Lo primero de sus explicaciones le daba completamente igual, lo segundo en cambio le obligó a tomar el periódico y en un alarde de egocentrismo, leerlo a una velocidad que demostraba cuán rápido lo hacía y cómo se había educado para obtener de los documentos, con una sola ojeada, la mayor información. Todo el plan era perfecto, no puede negarlo. Creado y bien ensayado para que no pueda hacerle nada, pero ¿Quién dice que no puede? Una sonrisa aflora en sus labios un solo instante para desaparecer al siguiente.

Sin ponerle la mayor atención a Lorenzo se pone en pie, pero el Líder de la Primera Facción es más rápido y ayuda a una más que patética Juliet presa de la sudoración a sentarse. El Papa la toma del brazo con fiereza encajándole las uñas para que ella sienta el dolor y la frustración que le vence al tiempo que le pregunta si está mejor. Es agradable ver cómo ella disimula esa incomodidad, una gran artista, una actriz consumada. El Papa le pone la mano en la frente y con un mohín le limpia el sudor como si le interesara su estado de salud, pero lo único que importa son los cardenales que le está haciendo en el brazo ahora mismo, con la fuerza con que lo aprieta ocultándolo a ojos de los otros dos Inquisidores con su propio cuerpo. Vuelve a tomar asiento y espera ahora con la espada desenvainada los comentarios de Lorenzo sabiendo de antemano que saldrá con varios aspectos que le harán disgustar peor, pero al menos ya parte de su furia ha salido, ahora a acumular más. Aún así, ya tiene en su mente lo que puede utilizar en contra de ambos, un as que Juliet teme a horrores que utilice, aunque su desfachatada rebeldía le crispa mil veces más los nervios y decide dar una estacada profunda en el ego de Lombardi. Una que el Inquisidor deseara jamás haberse metido con él.

- Las recomendaciones de mi personal no son de tu incumbencia, Lorenzo. Y a todo ésto, tus apreciaciones sobre el caso me hacen consciente de que estoy en lo correcto, estoy pensando justamente darte una nueva misión en Rumanía. Me parece más que adecuado que tu experiencia sea aprovechada allá. Aunque temo mucho que necesito a Juliet aquí al menos por un tiempo en lo que ella entrena a alguien que pueda ser su sucesor - la mira con intensidad esperando que ella se le rebele también para asestarle otro golpe mortal - así que tendremos que arreglárnoslas sin tu conocimiento sobre el ramo. Veré de alguien que se ponga en tu lugar el tiempo que estés ausente, no creo que sean más de 2-3 años en lo que los elementos que están a prueba se acoplen a las actividades propias de la Inquisición. Sé que puedo confiar en tu criterio ya que es cierto todo lo que me advertiste sobre esos dos elementos nocivos. Partes mañana en la mañana. Ah, por cierto - sonríe ladino - espero que no te opongas a ésto, muchos han hablado maravillas sobre tí y he enviado ya cartas a Rumanía indicándoles que el señor de la casa Lombardi será su entrenador y líder. Todos están ansiosos de tenerte a su lado, hay demasiados sobrenaturales sueltos que muchos mueren sin siquiera saber qué les atacó. Sé que tú no serás uno de esos, pero sobre todo, que no defraudarás a tu familia. Toda ella está de acuerdo en que tú estés allá y sé que no les decepcionarás. ¿Verdad?

No puede negarse, hacerlo significaría la deshonra de su familia sin un pretexto suficiente para ello y Alejandro II se los ha quitado absolutamente todos. No hay nada que pueda evitar que se largue de no ser que llegue a un pacto con el propio Papa. Está harto de Lorenzo, de sus retos, de su lucha de egos, que intente por todos los medios oponérsele. La gota que derrama el vaso es ésta, hacerlo frente a Thorna. La única escapatoria es dejar de ser Inquisidor y el Sumo Pontífice sabe que JAMÁS lo hará. Sea pues, jugará esa última carta que tenía bien oculta para que nadie sospechara. No sería sorprendente que el Inquisidor falleciera víctima de un ataque sorpresa de los sobrenaturales. Tan abundantes que son. Toda la familia Lombardi estaría del lado de la ahora viuda. Sí, no lo había pensado, sonríe ahora con suficiencia. Lorenzo le dio la mejor de las cartas para dominar a su estirpe: que su propia hija sea ahora la señora del Inquisidor la convierte automáticamente en una más de ellos. Ha dejado entrar por la puerta grande al monstruo a su terruño familiar. Uno que lleva por nombre Alejandro II.


Última edición por Papa Borgia el Dom Jun 10, 2012 12:37 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Thorna Shapplin1 Lun Abr 30, 2012 10:48 pm

Sabía que toda aquella adornada y erudita locuacidad no había dicho absolutamente nada nuevo para Alejandro II. Consciente de todas y cada una de aquellas palabras esbozadas, había asumido de antemano el mal posicionamiento que mis acciones habrían de generar en la meticulosa y atenta mente del Sumo Pontífice. Sin embargo, algo me decía que mis actos pasaban sigilosamente a un plano donde la atención no estaba enfocada.
¿Quién iba a decir que los otros dos Líderes de Facción fuesen ahora mis chivos expiatorios, potenciales mermadores de las represalias que el Papa pudiese tener para conmigo?

Sumergida en un semblante sereno y hasta ajeno a lo acontecido, eran mis ojos y oídos los que con sumo detalle, registraban cada acto de aquel singular Circo que se daba en los aposentos administrativos del Vicario de Dios.
Si mi posición en el asunto fuese otra, seguramente hubiese liberado la nerviosa risa que mi interior resguardaba. Y pese al descollar del sentimiento de ansiedad que, ya despierto e inquieto por conocer de una vez las nuevas asignaciones de Alejandro me agobiaba, era inevitable disfrutar de todo aquel drama familiar que sosegadamente tenía el privilegio de presenciar ¿Acaso dicha situación podría ser mas conveniente? Sin siquiera mover un dedo ya tenía en los mismos los hilos que, enlazados individualmente a los cuellos de Juliet, Lorenzo y hasta el propio Papa, sería capaz de jalar cuando me fuese necesario. Incrédula me encontraba que ninguno de ellos, destacados por su singular intelecto hayan tenido reparo en denotar mi presencia, mi escucha en el lugar sobre todo. Seguramente, la falta de medidas pertinentes radicaban en la ilusa confianza que éstos posaban sobre mi persona, aquella que disfrazada por años bajo una excelsa actuación, se había encargado de disipar cualquier sospecha, anulando todo vestigio de duda sobre mi discreción ante cualquier acontecimiento dentro de las paredes de la Santa Sede.

Tomé nuevamente la cristalina copa, empapando mis labios con aquella agua que ya había perdido su frescor, remarcando tanto el paso del tiempo como la acalorada tensión que residía en aquella recamara donde mi presencia se desvanecía por completo, bajo el intercambio verbal entre los que mis ojos vislumbraban.
En un determinado ápice temporal, había sido enterada del secreto casamiento que hacía hervir la sangre de Alejandro, por más que tratase de ocultarlo ¿Una unión beneficiosa? Posiblemente para ellos, quienes sin notarlo adquirían una alianza que se vería manifestada en sus accionares para con la Inquisición tarde o temprano. A mis ojos era como si las Facciones a los que la damisela y el caballero lideraban, se hubiesen fusionado en una. El intercambio de información y demases entre ellos no se aplazaría mucho más, si no es que el mismo se estuviese dando ya con anterioridad ¿Era eso lo que molestaba a Borgia? Lo dudaba, pero claro estaba que en aquel triangulo faltaban espacios por esclarecer, piezas a encajar. Yo me ocuparía de ello.

Algo característico del Padre Santo era su predecible reacción ante determinadas cosas, sin embargo lo imposible, lo difícil de suponer eran sus peculiares recursos, aquellos que siempre tenía bajo su manga para que los vehículos conllevadores a sus designios jamás escaparan lo suficiente de los resistentes carriles que tan puntillosamente había construido. Y estaba completamente segura de que el señor Lombardi ni tenía en mente aquella inesperada misión que tanto frente a la presencia de su reciente esposa como a la mía, el astuto Borgia le entregaba con tanto gusto.

Un silencio incómodo se genero en la habitación. Y en mi faceta más humana me acerqué hasta donde TJuliet, apoyando mi mano izquierda sobre uno de los hombros de la cambiaformas, con la intención de infligir una sensación reconfortante en la mujer, pues la noticia proferida por su progenitor lejos estaba de ser digerida con facilidad. “Siempre tan atenta, Thorna, siempre tan atenta” resonó en mi retorcida cabeza, a la par que los ojos se posaban en el semblante de la Líder de la quinta Facción. Tomé un pañuelo de mi bolsillo y lo empapé con el agua restante de mi copa. Acto seguido apoyé humedecida y perfumada tela en la nuca de la dama, quien lucía cada vez peor en su aspecto más superficial - Usted debería ser atendida, lejos de esta habitación antes de que se desvanezca por completo señora - conferí serena observando a Juliet, moviendo involuntariamente mis orbes hacia su padre y su esposo debidamente, esperando alguna reacción por parte de éstos para con la lívida mujer. Y pese a que poco me importaba el estado de salud de ella, tenía en claro que perderla no sería beneficioso, por lo contrario, ya había movido la ficha del acercamiento, de la atenta y humilde compasión sobre ella.

Repentinamente, frente a todo lo sucedido, comprendí el porqué de la serenidad del Papa. Con su hija convaleciente y su prematuro yerno sometido a aceptar una misión casi suicida no había nada que pudiese preocuparle con gravedad. Aquel despreciable individuo salía con la suya en una nueva oportunidad. Pero ¿Y si pusiera frente a su santa humanidad un obstáculo para complicar su siempre airosa existencia? Mordí mi labio inferior por un instante, liberándolo junto a un resonante suspiro. Lo conveniente era esperar, ver como se desenlazaba todo aquel drama novelesco. Después de todo tenía presente de que sí Lorenzo aceptaba, podría ofrecerle seguridad con mis contactos en Rumania. Aunque claro, eso solamente pasaría si ganase por completo la confianza de su débil y seguramente entristecida esposa. Camufladas a la perfección, mis acciones a futuro exprimirían a la cambiaformas con una fuerza mayor a la que su padre le profería momentos atrás, creyendo no ser notado por mis ojos, que disimuladamente, no perdían detalle alguno.
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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Mar Mayo 01, 2012 7:44 pm

Cuando todo parece oscuro,
es cuando empeoran.


¿Qué había pasado en ese momento en que ingresó al servicio para liberar su estómago y parte de su alma con lo malo que tenía dentro? Lorenzo habló de su compromiso, de su boda y todo frente a Thorna. ¿Acaso no sabía quién era su padre? ¿Por qué incitarlo de esa forma a hacer daño? Ayudada de su marido, tomó asiento y escuchó todas las palabras que Lombardi tenía para su padre y sólo le dio más dolor de cabeza. Tomó la copa de agua sólo para sentir el frescor contra su mano, incapaz de alzarla porque sabía que se le caería. Más y más rabia entre su padre y Lorenzo, esa agresividad latente y constante que tanto la hacía temblar. Las disputas entre estos dos gigantes sólo dejan a su paso destrucción y Juliet es una de las más afectadas.

Siempre entre la espada y la pared, entre la fidelidad que le debe a Alejandro II y el amor que, ahora le es permitido sentir respecto de su adorado Lorenzo, pero es este desatino entre ambos lo que sabe, un día, terminará matándola. Y definitivamente eso sucederá, su padre la tomó del brazo y la hizo consciente de eso, de que su furia no cedería y aunque a ojos de los demás no se notaba, ella sabía que al momento de desnudarse ante Lorenzo éste encontrará las marcas. Se llevó los dedos a la sien, apretó los dientes y aguantó, tiene que hacerlo. No hay otra forma de continuar avante. La puerta se abrió y una joven entró con una infusión para ella que agradeció sobremanera el gesto, bebió lento, pero casi se atraganta cuando escuchó las palabras de Lorenzo sobre lo joven que era la muchacha. Se cubrió el rostro con la servilleta llevada al efecto y tosió una y otra vez hasta que por fin pudo serenarse.

Volteó a mirar a Lorenzo, suplicando con los ojos que no incitara más a Alejandro II, lo rogaba una y otra vez, pero parecía ser inútil. Ambos machos se habían obsesionado con esa estúpida lucha de voluntades donde uno tendría las de perder y casi estaba segura que no sería su padre. Y la respuesta a ello fue aplastante. Le temblaron las manos y tuvo que dejar la tasa en su platito al escuchar las intenciones del Sumo Pontífice de alejar de ella a su marido. ¿Rumanía? La misma Juliet había estado ahí y las situaciones nunca eran del todo seguras, siempre había algo que se salía de balance y de seguro que Lorenzo lo sabía. Le temblaron los labios mirando a su esposo, no, no quería perderlo por el amor del cielo. No quería que se alejara de ella, no ahora que por fin había obtenido lo que siempre anheló: a él. Los ojos de la cambiaformas observaron a Lorenzo con ansiedad, con nerviosismo.

El estómago se le revolvió de nuevo y tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no volver al servicio. No supo cuándo alguien le puso una mano en el hombro ni el instante en que le colocaron una tela fría en la nuca, sólo sintió el alivio que eso suponía y cerró los ojos con fuerza. Aspiró y soltó el aire, aspiró y soltó. Se lamió los labios resecos y observó a ambos contrincantes, estaban listos para matarse, aunque ella deseaba que Lorenzo fuera astuto y no lo encarara. No ahora. Que intentara convencerlo de alguna otra forma, es que necesitaban estar juntos ¿Acaso no veía la jugarreta de su padre? Los separaría, por eso hablaba de que no podía dejar ir a Juliet, no los dejaría estar juntos y lo estaba mandando al matadero y con el consentimiento de toda su familia, de la Inquisición.

Gruñó y separó las manos de Thorna de su cuerpo, no quería que nadie la tocara. Se puso en pie y caminó hacia la ventana, para mirar afuera y entrecerrar los ojos. Alzó la barbilla tragando saliva dispuesta a defender lo que era suyo. Su padre ya había dado muestras de una maldita desconsideración y justo sería ponerlo en su lugar, pero eso sería a solas. Sin Thorna, sin Lorenzo. Negociaría con el demonio del Vaticano. Y estaba segura de que ganaría.

*lamento lo chiquito del post*
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Mensaje por Lorenzo Lombardi Miér Mayo 16, 2012 5:20 pm

De los presentes en aquella habitación, solo puedo confiar en una sola figura, la misma que se encuentra sometida a la voluntad de un hombre que en viste de santo pero que bajo esos trajes es un verdadero demonio, un ser tan detestable como aquellos mismo que cazo día tras día desde que tengo conciencia. Thorna es una mujer que nunca ha defraudado en sus labores, pero por lo mismo, tanta pulcritud es algo que me obliga desconfiar, nadie puede sonreír todo el tiempo no cometer errores, porque si fuese así no estaría entre los humanos o sirviendo a un hombre como Alejandro II Borgia. Sé que posee una gran capacidad en su área, en la investigación, por los mismo ha de tener la misma capacidad para ocultar, si acaso la atención de la reunión no se hubiese desviado tan inoportunamente hacia el secreto matrimonio entre Juliet y yo, hubiese destacado aquel punto ante la ausencia de protocolos en la ejecución del brujo… pero todo a su tiempo.

- Su Santidad, respecto a Rumania, se bien cuan necesaria es una intervención allá, pero por el momento me parece que es acá en la Santa Sede donde radican los problemas. - enfatizo mientras leo minuciosamente el informe de la líder de facción sobre el incidente con el mago - Según entiendo, el entro directamente a uno de los salones que en teoría están mejor resguardados ¿Cómo lo hizo? ¿Quién le ayudo a entrar? Su Santidad, es menester reforzar las medidas de seguridad no solo en el Vaticano, sino en su misma residencia personal. Si estos subversivos han sido tan audaces de infiltrarse, nada impide un ataque directo a su persona- puntualice mientras mirada se desviava en direcciona un lánguida Juliet, a quien evidentemente le preocupaba algo más que sus contantes nauseas.

- Sospecho, que alguien en los mas íntimos círculos de la Santísima Inquisición ha osado traicionarnos, arrastrado consigo a unos cuantos aliados. ¿Cuántos hombres son realmente de su confianza? ¿Cuántos de los más cercanos realmente le son incondicionales?- claro aquella pregunta bien sabia yo la respuesta, ninguno, todos podían flaquear, pues Borgia no es un hombre de amigos, sino un hombre de chantajes, que por medio de manipulaciones consigue aliados - En mi caso al menos, tiene el respaldo de mi apellido, mi reciente matrimonio y mis años a su servicio que avalan el lugar que ostento en la Inquisición. ¿Le parece prudente enviarme lejos? A riesgo de nueva oleada de insubordinación entre los soldados. - Un suspiro cansado, pero no fingió, le estaba dando en el gusto la bastardo que se las da de santo - Su Santidad, lo acaecido con extinto mago Amelhión, es, en gran medida mi irresponsabilidad por ausentarme por tan larga temporada y dejar nada dispuesto. - y allí estaba, presentando una rendición con tal de obtener tiempo y evitar un mal venido viaje a Rumania - No me niego a ir a Rumania, pero al menos deme tiempo de reorganizar toda la seguridad del Vaticano, de cuestionar la idoneidad de cada soldado y encontrar a los traidores.- Allí estaba mi negociación con él, no solo se trataba de inculparme de un error que no me correspondiese, sino de inclinarme ante él con palabras disfrazadas, un lengujae que ambos entendíamos por sobre manera.

Guarde un largo silencio, mientras Juliet parecía totalmente perdida en el paisaje, bien entendía yo estaba sopesando mis palabra y alguna medida agradeciendo que entendiese el lenguaje de su mirada. ¿Cómo entender a la mujer con quien había encontrado al felicidad plena? Si, ahora Borgia nos tenia atados, pero quiera Dios que pronto nos libremos de tal martirio, pues un hombre como él no puede triunfar por sobre un sentimiento tan puro como el que encontré en compañía de ella. Me puse de pie y camine en dirección a mi esposa, la abrace por la cintura antes de llevar mi mano a su frente, fría como él hielo, emepeada de sudor, realmente su estado era de preocupar - Santo Padre, su hija necesita atención, podemos enfocarnos a lo que nos atañe realmente o la excusara de retirarse para ser atendida. - Insisti en regresar al punto de interés inicial, la secta secreta a la cual pertenece el mago - Thorna, si tienes un nuevo antecedente que aportar, algo que no esté en reporte, porfavor… - supliqué, una antes una cita con aquel hombre se hizo tan extensa.

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Mensaje por Papa Borgia Dom Jun 10, 2012 2:17 pm


Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo;
diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos.
A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común».

I Corintios 12, 4-7


El circo montado alrededor de la figura del Sumo Pontífice le enerva más de lo que todo lo que pudieron hacer en su oportunidad. Ni siquiera el ver a su hija en ese estado físico le aminala un poco la furia que le llena el cuerpo. Chasquea la lengua al ver la atención que se le presta a una que podría ser una víbora andante, salvaje y traicionera. ¿Acaso no la ven realmente? ¿Lorenzo estará tan ciego como para no notar a quién tiene bajo su cuerpo cuando yacen o a quién tras sus espaldas? Tarde que temprano Juliet sacará esas garras, como ahora que hace a un lado a Thorna y se aleja de ella para ir a donde una ventana y mirarla. Ni siquiera dio las gracias por la forma en que la Inquisidora la cuidó. No le sorprende, todo lo contrario puesto que él la educó así. Aunque la forma en que tiene de verlo le llena de curiosidad ¿Acaso se le opondrá por fin? Ha esperado este encuentro desde que ella tuviera 12 años y supiera que tenía una hermana gemela. La ha dejado andar a sus anchas, pero a últimas fechas los reportes indican que no puede seguir con ella dentro de la Inquisición. Tiene que eliminarla, aunque el método aún está meditándolo.

Qué decir de Thorna, la perfecta Inquisidora, la bibliotecaria que todo lo sabe, todo lo puede, todo lo es. Demasiado poder para alguien tan pequeño e insignificante... Sus actitudes distan mucho de ser los de un Inquisidor cualquiera, siempre bucando destacar y ser la número uno, ocultando quizá otras carencias que el Papa está rascando y ha encontrado con un deleite propio de los más horripilantes hombres en la historia del mundo. Tiene su punto de Aquiles, aquél que apretará en el momento indicado, cuando ésta se le salga de control, como ahora mismo lo ha hecho. Deberá entonces mandar a alguien a que siga sus pasos, algún espía de esos que son muy buenos, no un condenado porque no desea que si Thorna resulta ser traidora, el miembro de la 5ta. facción lo oculte o lleguen a un acuerdo. No, quiere a alguien fiel y cree saber en quién depositará esa confianza ahora que ha vuelto: la hermosa Minerva.

Y Lorenzo, siempre tan impetuoso, tan bruto al no saber cuándo debe encararle y en qué ocasiones no. Ya mucho le ha puesto en evidencia, así que no puede más que sonreír al ver qué tan rápido recula y mete el rabo cual perro, entre las patas. Asustado, finge un problema mayor del que ya tiene el Papa analizado, que él puede organizar las filas del Santo Oficio. Ahora sí, pero antes retozando con su hija bien que estaba. Tiene muchas cuentas que pagar, pero sobre todo, qué explicar. Así que se queda callado al escuchar sus rápidas palabras analizando cada una, sílaba por sílaba, dejando caer un espeluznante silencio que no es interrumpido más que por la inquietud de los presentes. Parecieran todos ellos los culpables y él, ese Inquisidor que los ha atrapado para darles su juicio sobre lo acontecido. ¿Qué decirles con exactitud? La mente es un basto universo del cual Alejandro II toma una estrella y la expone con voz tranquila, lo que dista de su corazon y su intelecto en realidad:

- Bien, pensaré qué haré con ustedes, pero mientras tanto, tengo un problema entre manos y los elegí a ustedes por su capacidad de deducción y de encontrar todo lo que necesitan, así que ésta es la misión - revuelve los papeles de Thorna y separa algunos, subrayando las frases que le llaman la atención del reporte, pero sobre todo, agregando otras con mano tranquila y letra muy garigoleada, pero legible, firme y constante, lo que dice mucho de él - éstas frases estoy seguro de que las escuché en algunos escritos de tres, cuatro condenados en los años de 1780 a 1790... búsquenlos en los anales que seguramente Thorna ha de tener acomodados, tráiganme los escritos y pobre de ustedes como les pase algo a esos pergaminos - mira a Thorna con elocuencia, pero también a Juliet. Cree saber un poco qué es lo que ambas preparan, pero es indispensable saberlo por completo, para no darles oportunidad de escapar o bien, tener el placer de sodomizarlas en la mesa que al efecto utiliza contra las brujas - errores no quiero. Lorenzo, ayúdales y vigílalas, que no les pase absolutamente nada, pero sobre todo que no vayan a escapar - la sonrisa es más amplia mirando a Thorna... tamborilea los dedos en la mesa pensativo, con ésto tendrá una respuesta al estúpido e insulso reporte de la Líder y de paso, verá qué tan fieles son. Tanto por lo que encuentren, como por lo que el mismo Alejandro II encuentre de ellas...
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Mensaje por Thorna Shapplin1 Dom Jul 08, 2012 8:55 pm

Sentía como lentamente Alejandro y todas sus astutas acciones iban afinando los límites de los caminos que nos había impulsado a transitar en el mismo nombre de Dios. Aquellas decisiones solamente me llevaban a asumir la idea de que ahora en más mis pasos hacia el objetivo personal que perseguía desde hacia años dentro de la Iglesia solamente se vería mas enlentecido, mas distante por el momento. No podía darme el gusto de continuar mis acciones como hasta el momento, de lo contrario no tardaría mucho en quedar complemente en evidencia antes los endemoniados y analíticos ojos de aquellos que servían ciegamente al Papa. Y si eso pasaba, además de la desmoronarían completa de mi secreto trabajo, la muerte no demoraría en presentarse también, y de la forma mas dolorosa posible, pues muy conocido por excelentes fuentes tenía de los métodos de Alejandro II para con aquellos que tenían el descaro de traicionarle y posteriormente ser descubiertos.

Hubiese manifestado cierta molestia al denotar como la cambiaformas ni siquiera agradecía el atento gesto que tuve para con ella, pero opté por mantener aquel rostro sereno, distante de lo que en verdad sucedía, como si mis oídos fuesen sordos, pretendiendo no meter narices en asuntos que no eran de mi incumbencia, pero que a su vez quedaban grabados en mi mente, sigilosamente, por mera conveniencia. La paciencia era necesaria a flor de piel en aquellos casos, ya llegaría la forma en acercarme a Juliet, ya llegaría. Me era indispensable, sobre todo para hacerme con la información de cuales de sus servidores condenados tenia la habilidad de leer la mente ajena. No temía en absoluto que mis pensamientos fuesen captador por un sobrenatural, puesto que tenia de mi lado un numero considerable de herramientas adquiridas para bloquear aquella videncia mental. Solo yo era capaz de conocer los recovecos mas oscuros de mi mente y si era descubierta seria por todo, menos por lo que surcaba mis pensamientos. El tema de conocer criaturas con tal habilidad radicaba en que necesitaba hacerme con información sobre ciertas personas adentradas en mi propia Facción. Debía esclarecer la duda de hasta que punto aquellos que me rodeaban eran completamente fieles como para no delatar la falta de ciertos documentos, aquellos que habían estado desapareciendo misteriosamente del archivo de la Inquisición por voluntad personal. Por el bien de unos cuantos sobrenaturales que no de ser por dichas acciones, ya estarían hechos cenizas en las mazmorras del Vaticano.

Aplaudiría a Lorenzo, pero no era pertinente en absoluto en aquellas instancias. El Líder había sabido utilizar todas y cada una de sus palabras tanto para despertar sospechas en torno a la Inquisición y así remarcar su indispensable necesidad en el Vaticano para solucionar los fallos ocurridos, lo que indirectamente anulaba la idea del viaje a Rumania ¿Pero Borgia aceptaría tan fielmente todos aquellos comentarios? El longevo no podía ser tan estúpido, pero todo indicaba que gustaba parecerlo. Alcé una ceja inevitablemente al hacerme con los dichos del Papa, sobre todo por las pequeñas insinuaciones que éste dejaba entrever en sus inesperadas peticiones.
No pensaba en absoluto que el Sumo Pontífice notara aquellas diminutas similitudes con casos documentados una década atrás, pero parecía ser que la memoria del maldito no podía ser tomada por frágil.

Sonreí como pocas veces, tan firme y serena como siempre, pero sin poder esconder la leve decepción que me causaban los vocablos de mi superior. Hubiese gustado observar a Juliet, y hacerle entender de que ahora más que nunca debíamos generar un lazo entre ambas, pero el pésimo estado de salud de la mujer no dejaba lugar a mucha cosa mas que a su inútil presencia en aquella habitación.

- Puede contar con que haré de sus tareas algo carente de complicaciones, señor Lombardi - le comenté al Líder de la Primera Facción al momento que mis ojos se clavaron automáticamente en los suyos con rigidez, como si el sentirme vigilada por éste fuese toda una ofensa para mi persona, que para aquellas alturas debía ser incuestionable en cuanto a fidelidad, bueno, por lo menos a nivel superficial.

- Tendrá los documentos apenas los mismos sean analizados debidamente por la Biblioteca de la Inquisición, Su Santidad -
adherí de forma medida al llevar mis ópalos al Sumo Pontífice. Alcé el mentón porque la situación lo requería. Debía proyectarme firme y hasta ofuscada con el Papa, deseaba que éste creyera que había accionado mal frente a mi calidad de obrar. Necesitaba hacer que el hombre retrocediese con sus palabras, con sus designios ¡No podía continuar con aquel acorralamiento constante que cada vez me deja sin menos espacios para moverme! Tenía que encontrar la forma y debía hacerlo cuanto antes.

Tomé los documentos pertinentes que yacían sobre la mesa, con los claros detalles marcados por Alejandro y estando lista para partir, solo me mantuve en silencio, como si esperase alguna indicación mas o simplemente el visto bueno para retirarme de una vez de aquella incomoda habitación que me había traído mas dolores de cabeza de los que pensaba. Y lo peor de todo; no tenia la posibilidad de manifestarlo siquiera, lo que requería el doble de esfuerzo físico y mental al que cualquiera de los presentes estaba utilizando ahora.

Alejandro se acercaba a la verdad con cada paso, y yo, yo debía encargarme de desviar su andar a como diese lugar.


*lamento mucho la demora. Sepan disculpar el retraso.
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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Miér Jul 25, 2012 8:59 pm

Reconozco a la sierpe frente a mí,
puesto que de ella aprendí.

Aspiró aire una y otra vez intentando recuperar el control de su cuerpo, de la situación que se le iba de sus manos con cada una de las palabras vertidas en esa habitación por las personas presentes. Le estaban dando demasiadas armas a su padre y lento iba vislumbrando el tablero en el que él movía las piezas para llegar al jaque mate. ¿Hacer algo era necesario? Realmente no, si no esperar hasta que él mostrara las cartas a la mesa y con ello ver qué es lo que pretendía. Una mano acarició su frente y miró de reojo a Lorenzo para negar alejándose de él dos pasos, no podía lucir tan débil, no debía hacerlo. Estaba educada para ser siempre fuerte y eso haría. Apretó los dientes y aspiró profundo para acercarse a uno de los cajones del escritorio de su padre recordando que tenía algo que podía servirle. De una pequeña caja sacó unas hojas de menta y empezó a masticarlas en tanto escuchaba atenta las formas en que Lorenzo quería ahora zafarse de la situación en la que su padre le había acomodado.

Una idea interesante, pero sabía que a Alejandro II no le importaba un rábano si había o no traidores en la Inqusición, si éstos habían llegado tan lejos como infiltrarse y darle la información a un brujo. Todo tenía un fin y él sólo tenía que jalar los hilos adecuados para llamar a la araña. Se recargó en el escritorio con los brazos cruzados mientras sus muelas trituraban la menta lento esperando que su estómago pronto reaccionara. Era una cambiaformas y tenía que sanar con mayor rapidez que la mayoría de los humanos presentes. Tragó saliva con el sabor de la hoja pasando por su garganta en tanto cerraba los ojos para meditar de nuevo. Sonrió con cinismo al instante en que él le vio "utilidad" a Lorenzo. Era un malnacido, mucho más de lo que ella jamás sería. Aspiró aire de nuevo y sofocó un eructo que procuró que no fuera audible, sonrojándose por la pena y pidiendo le disculparan por ello, pero sintió cómo su estómago empezó a responder por fin.

El silencio a continuación le instó a acercarse a Lorenzo y asentir haciéndole ver que iba mejorando. Se acercó a la mesa y tomó asiento con tranquilidad esperando con paciencia a que el Sumo Pontífice terminara. Una vez hecho, escuchó las indicaciones y tomó uno de los manuscritos para revisar las frases. Ella alguna vez antes de Thorna, había pedido los anales cuando era una jovencita. Algo así recordaba y creía saber en qué tomos estaba. El escucharlo dudar de su fidelidad no era algo que la preocupara. Su padre era un perro que siempre ladraba y jamás mordía. Al menos no tan profundo como para arrancar el miembro. Si lo hacía con una potencia que ella aguantara, no importaba entonces cuántas veces reincidiera, porque sanaría. Acostumbrada estaba a ésto y más, a sobrellevarlo, a saber cuándo responderle y el instante en el que guardar silencio y agachar la cabeza. Tantos años a su lado dieron su fruto. ¿Escapar? Eso iba dirigido a Thorna al parecer, porque con el hecho de poner a Lorenzo sobre ellas, dejaba a dos culpables y Juliet sabía a la perfección que a ella la tenía más que atada con Tamina. Así que su padre desconfiaba de Thorna... ¿Sería alguien de valía para la propia cambiaformas? Tendría que averiguarlo.

Las actitudes de Thorna eran muy creíbles, se podía leer cuán ofendida estaba, pero había algo en esos reportes que ahora mismo Juliet leía con celeridad que no le cuadraba. Habían frases tan inocentes que podían continuar con el interrogatorio ¿Por qué entonces matar al Brujo? Quizá la bibliotecaria no fuera tan inocente como lo hacía parecer. Se preguntaba si no tenía cola que le pisaran. Si era así, de seguro que Lorenzo lo encontraría con facilidad, por eso su padre le había pedido a él que fuera su supervisor. El de ambas, pero seguro Alejandro II sabía que a Juliet no la tendría tan vigilada. Aquí la peligrosa al parecer, era Thorna. Tomó un tercer documento para leerlo recargándose en el asiento al tiempo que alzó una ceja para mirar a la bibliotecaria tras un comentario.

- Thorna, te recuerdo que el Papa es la máxima autoridad en la Inquisición, si él dice que comas gusanos, lo haces. Si te dice mátalo, sacas la pistola y disparas. Si te dice que Lorenzo y tu servidora te ayudarán en la búsqueda, te callas y nos señalas dónde iniciar, claro a menos que ocultes algo - ¿Por qué le daba pistas a Thorna de lo que realmente estaba haciendo a los ojos de su padre? ¿Para que callara y dejara de quedar en evidencia? Era algo que no entendía, quizá fuera su forma de dar las gracias, salvándola de una oleada de furia que se vislumbraba en el semblante de su padre y que ahora mismo Juliet no quería ver. Suficiente tenía con que otra vez se le volviera a revolver el estómago y la obligara a taparse la boca con la mano izquierda dejando el documento en la mesa para aspirar y rogar porque la náusea se fuera. Estaba frita como continuara enferma, pero ¿Qué le había hecho daño?

*Perdón por la tardanza :S*
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Mensaje por Thorna Shapplin1 Sáb Ago 18, 2012 10:14 pm

Necesitaba enfocarme. Encontrar una hendidura, un hueco en el cual ubicarme momentáneamente mientras todo aquello que iba aconteciendo se reordenaba en mi cabeza, que para las presentes alturas estaba sumergida en confusos pensamientos. Podría decir que al reacción de la hija de Alejandro para conmigo no me había sorprendido, pero mentiría ¿Acaso tan cegada estaba Juliet para defender la misma mano que le azotaba constantemente? El mundo se había tornado un terreno complejo y no seria novedad que tras aquella hostilidad superficial existiese la adoración mas profunda, más masoquista.

Alcé las cejas, ambas, no pude evitarlo. Porque hasta en cierto punto me resultaba cómico que ella se creyese capaz de conferirme tales comentarios de esa forma. Podría ser que la realidad dictase que su posición era mas favorable que la mía dado su parentesco con el Sumo Pontífice, pero su accionar, eso iba en contra de toda afectividad. Era palpable y sobre todo el Papa no había tenido reparos de manifestarlo en otras ocasiones. En la habitación se respiraba todo menos alegría y comodidad y eso no era un sentimiento que solamente se desprendía de mi persona, encargada de proyectarse como la persona mas segura y sosegada de todos los presentes.

Los documentos se apoyaron sobre mi pecho, donde residía aquella cruz de plata que desde la niñez llevaba conmigo. Aquel relicario que pertenecía a mi padre anulaba cualquier indicio real que mi corazón sintiese hacia éste. Nadie pensaría jamás que un odio desmesurado había sido capaz de incrustarme en la Inquisición para derrocar a la Iglesia en su nombre, solamente porque él querría todo lo contrario. Un caballero, un siervo honrad de Dios que había dado todo de si para la Santa Sede, creando en su propio hogar a una pequeña niña que tomaría de cometido principal en su vida, derrumbar todo aquello que su padre había generado y mucho más.

- He comprendido todo a la perfección. Siendo así, necesito vuestra compañía en Venecia, donde debo recolectar información de manera personal. Y como las tareas en nombre de Dios son lo más importante, espero ninguna dolencia o malestar atrase el viaje. Mañana debemos partir, siempre y cuando Su Santidad no tenga problemas con ello - allí estaba la sutil respuesta para recordarle a Juliet que yo no era un obstáculo, en aquella instancia ella lo era. No podía dejar que mi orgullo como inquisidora frente a los ojos de su padre se viese machacado, claro que no. Para la única persona que podía disfrazarme de sumisa era para él, simplemente por todas las conveniencias que eso generaba. Paso a paso, con mucho esfuerzo había tomado posición junto a su persona y nadie lo echaría a perder, ni siquiera su propia hija.

Mis ojos se dirigieron nuevamente a la máxima autoridad dentro de la sofocante recamara. Esperaba su aprobación para salir de aquel molesto aposento y dirigirme sin perdida de tiempo alguno a organizar todo lo referente al viaje mencionado. Indirectamente le hacía un favor a Lorenzo y Juliet, sacándolos por un tiempo de los ojos del vejestorio, los que les traería cierta paz. Muy momentánea, puesto que camino a Venecia sería donde analizaría a los mismos, sus intenciones y lo beneficiosos que podrían llegar a serme. Si la realidad dictaba lo contrario, lamentablemente lo necesario seria contactar a un par de los sobrenaturales que estaban bajo mi cuidado para que éstos encontrasen la forma de deshacerse de la pareja en su estancia por Italia. Sabía que Lorenzo no seria una presa fácil de atrapar, pero que más daba, si se me aseguraba su muerte no dudaría en entrar en batalla contra él. Nadie quedaría para informar tal acto. Luego me excusaría en que una banda de vampiros nos atacaron por sorpresa, siendo yo la única sobreviviente a tal masacre.

Sí, la idea era algo retorcida, pero imprescindible. Si ellos estaban de mi lado contarían con mi apoyo, si no lo eran, solamente podía sacarlos del camino, no tenía otra opción. Era mi cabeza y la de todos los seres sobrenaturales o la de ellos dos. Y no había necesidad de consultar una balanza para ver cual de las dos alternativas resultaba prevalecer sobre la otra.
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Mensaje por Lorenzo Lombardi Dom Ago 26, 2012 1:07 am

Cada segundo en aquella habitación es un segundo menos de oxigeno vital para cada uno de los convocados, pues Alejandro Borgia ha tejido trampas individuales bajo los pies de cada cual, esperando a que trastabillemos y caigamos en sus redes. Ninguno de nosotros está libre de pecado, no a los ojos del hombre santo que nos controla como marionetas carentes de voluntad, somos, muy a nuestro pesar partes de un montaje que él ha preparado. Son precisamente esos errores del pasado, esas sutiles manchas en nuestros expedientes son las que se han convertido en los hilos con que ahora él intenta controlarnos. Si, para desgracia de los hombres de fe, aquellos realmente creemos en ese Dios que envió a su hijo para redimirnos de nuestros pecados y que nos entregamos a esa ilusión de ser católicos, nos encontramos sometidos a las malas prácticas de Su Santidad. Ya nada de lo que se ve entre los muros de Vaticano o de a Santa Inquisición, es un real acto de fe, por el contrario todo responde a deseos subyugados y principios trastocados, muchos simplemente se han entregado a la cacería de los sobrenaturales para justificar sus ansias de matar.

Pero en este salón las motivaciones no son as ansias de matar, de Juliet puedo asegurar que no son sus instintos asesinos los que la tienen amarrada a un hombre que detesta y que bajo toda lógica intenta no desafiar abiertamente. En el caso de la bibliotecaria, se bien que si quisiese manchar sus manos de sangre la tendría entre mis soldados, y no como colega entre los lideres, repaso mentalmente cada una de sus actuaciones al mando de su sección y no veo ningún error, perfecta en todo y ese, es precisamente su error, tanta pulcritud no es humana a menos que se esté ocultando algo. Es exactamente lo que prosigue aquello que corrobora algo que por evidente, se ha escapado de los ojos expertos. La joven líder de facción se trae algo entre manos, y ha de ser algo grande para que el Sumo Pontífice sea capaz de obviar mi ofensa a contraer nupcias con su hija sin su consentimiento.

- Signorina Shapplin, lamento contrariarla- alzo la mirada para cruzarla con la de ella, si las cosas son como desde ya se están bosquejando, no podré sacarle ojo de encima a partir de momento en que crucemos el umbral de aquel cuarto - Pero creo que será más eficiente que revisemos aquella información en conjunto, sin filtro previo, pues los presentes estamos todos igualmente capacitados para leer y filtrar información- levemente arqueo una ceja para ver la expresión del titiritero que es nuestra máxima autoridad - Claro, si su Santidad está de acuerdo. De lo contrario se hará su santa voluntad- sin evitarlo un leve tono burlesco acompaña las dos últimas palabras, ese constante desafío entre dos caracteres cuyos egos se enfrentan en pos de un mano y un objetivo tan opuestos como el agua y el aceite.

Por mi parte comienzo a impacientarme, sé, sin necesidad de cruzar mirada con Juliet, siento su malestar, en especial por el tono en que se dirigió a la, desde ese momento acusada, pues de todos es la que más oculta ante los ojos de su santidad y los míos propios. No hay en aquella institución hombre o mujer alguna que escape de mi ojo crítico, se podría decir que tengo, en mi retina un archivo personal de los líderes y sus segundos al mando, todo enfocado a sus propias motivaciones que los atan a servicio de la inquisición… pero es Thorna la que se ha escapado de mi expediente, una mujer tan abnegada en su trabajo, sin errores y de quien solo se sabe que es líder de facción..pero... ¿Qué se oculta tras esos ojos? Demasiados secretos, sin lugar a dudas, pues de lo contrario no se esmeraría tanto en ser “perfecta”.

Inquieto tamborileo los dedos al notar como Juliet se enreda en aquella engorrosa situación, entrelazando palabras que bien pueden ser pistas sobre las intenciones de nuestra suprema autoridad. Busco su mirada pero ella me esquiva, con el rostro empapado de sudor y sus mejillas palidecidas, es evidente que su malestar a ha pasado, pero no del todo y su salud me preocupa, tanto o más que la posible traición de a que hasta hace poco fuese una de las fiables inquisidoras. Un profundo suspiro sale de mis labios antes de tomar las anotaciones de Thorna y revisar aquello que el Papa anotase, una caligrafía pulcra, la de ambos, solo que la Borgia denota severidad. Demasiados vacios en una declaración que es tan perfecta, que deja entre líneas escrita la palabra “traición”.

- ¿Venecia? Un lugar que se escapa de todo lo que en este reporte aparece. ¿Qué tiene aquel lugar que nos pueda ser de utilidad?- pregunto directamente aquello que se bien debe rondar a cabeza del sumo pontífice, una mueca de disgustado se dibuja en mi rostro un viaje no es adecuado si la salud de mi mujer no mejora, pero si el deber así lo exige no podremos evadirlo - A mi ver, el viaje puede esperar. Pero como bien ya señalase Juliet, es la voluntad de Su Santidad la que debemos obedecer…aunque no siempre estemos de acuerdo con ella- busco a hombre mencionado, quien se encuentra sirviéndose una copa de vino, de aquellos que periódicamente le llegan desde mis reservas - …aunque no siempre estemos de acuerdo con ella- añado con calma, evidenciando aquello que todos pensamos, pero no todos son capaces de decir.

Tomo un trozo de pergamino y comienzo a escribir, con caligrafía curva y prolongada los antecedentes que a mi ver, deben ser el centro de nuestra investigación o al menos el punto de partida. Primero la residencia del mago y aquellos con quienes se relacionase en el último año, antecedentes que no figuran en ninguna parte del reporte y que en otra circunstancia hubiesen sido omisibles, pero en este momento hablamos de una posible conspiración e infiltrados - Juliet, necesitaremos a uno de los condenados que nos ponga al corriente de los círculos en que se desenvuelve el mago- busco sus ojos, aunque en ese momento de mi labios solo brotan palabras relacionadas al deber, busco en sus ojos un poco de si habitual vitalidad y a su vez darle alivio, espero que pronto podamos salir de allí para poder atenderla en la privacidad de mi residencia.

- Ahora, antes que se nos escape - de un modo inconsciente me encuentro tomando las riendas de una reunión que no presido y que mucho menos convoque, leo la últimas pagina del reporte líneas que no fueron escritas por otra mano que no es la de la joven Shapplin y tampoco la de Borgia, sino la de uno de los soldados bajo mi mando - Como es posible que esa noche se infiltrasen al menos cuatro sobrenaturales, y que estos saliesen con vida del edificio. - arqueo una ceja con enfado, ese es error de mi sección pues los soldados de turno no cumplieron con su deber, pero si acaso ese día no se cumplió con el itinerario de rondas es porque alguien modifico los esquemas de seguridad que yo mismo desarrollase junto a los tecnólogos - Su Santidad, necesito saber quien puso a estos hombres a hacer guardia, pues según dispuse ellos debieron estar en misión fuera de la ciudad- una mueca de fastidio pasa por mi rostro, si la traición es tal como alterar documentación confidencial, nadie es de fiar.

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Mensaje por Papa Borgia Dom Ago 26, 2012 11:38 am

Dios no cierra una puerta sin abrir otra

Refrán irlandés.

Alejandro está levemente contrariado con cada respuesta de Thorna, pero para su curiosidad, Juliet interviene de una forma "providencial". ¿Sería acaso que algo planea? No, no puede ser que Thorna y Juliet se unan. No debe ser. Ese Lorenzo siempre está metiendo las narices donde no le llaman y en caso de que Thorna se aliara con su hija, entonces sí tendría problemas. Entre los cónyuges podría darse una pequeña revuelta, algo que no está dispuesto a soportar, pero tiene las armas para ponerlos a ambos en su lugar, en cambio con la Bibliotecaria aún tiene algunos problemas para encontrar el punto débil, todos lo tienen, sólo es cuestión de tiempo. Entrecierra los ojos pensando qué hacer mientras tanto, aún así, confía que la Bibliotecaria le sea lo suficientemente fiel o que su trabajo le guste para conservarlo.

Así debe ser. Camina en silencio por el lugar, ese gran despacho que le fuera entregado en cuanto había tomado el cargo de Sumo Pontífice. un lugar que es de todo su gusto, desde los ornamentos hasta los cuadros. Evadiendo el mueble donde están sentados, se acerca hasta la chimenea que encendida no importando si hace mucho calor o no, él es un hombre curiosamente frío, por lo que el calor es bienvenido en todo momento. Observa el crepitar de las llamas en total silencio al tiempo que entrecierra los ojos. Todos los datos vertidos a los Inquisidores y los posteriores descubiertos por ellos, podrán ser lo que destape justamente la veta de oro o quizá la entierre por completo. Inquieto, se acerca hacia un mueble de donde saca una botella de vino tinto Lombardi y sirve en una copa, ignorando a los demás. Aunque Lorenzo puede ver que justo le quedan dos envases llenos de ese líquido embriagador al paladar, de dulce manufactura y soberbia cosecha, así que deberá hacer nota mental de ello, Alejandro II pronto querrá más.

Copa en mano, regresa a sentarse y mira a Lorenzo. A pesar de todo, sabe que en caso de que Thorna sea una traidora, él hará lo posible para desenmascararla. Es el mejor Inquisidor que tiene ahora. Sabe que no le fallará. Es justo el que más se le opone, pero por igual, en el que Alejandro II pone toda su confianza. Por eso es que liderea la Facción 1. Aunque se haya casado con Juliet no le agrada del todo, hubiera deseado oficiar la ceremonia de perdida porque fuera de todo el roce que tiene con la cambiaformas, esta boda es algo que le interesa mucho al Papa. Una alianza perfecta y que le permite tener mayor acceso a las fuentes de historia que los Lombardi han conservado al paso del tiempo. Todo es tal cual sus planes cuando llegó a la oficina de Lorenzo y puso los ojos del Inquisidor en su hija que le evitaba en los pasillos, cuando le hizo ver que era perseguida y estaba por unirse a un vampiro, incitando sus celos. Sí, había salido muy bien.

Un poco más de vino y la mirada se fija en Thorna, ¿Venecia? Algo se le escapa, pero quiere saber el qué. Ir a Venecia es algo que no está contemplado en su estrategia. Deja que Lorenzo pregunte esperando que ella conteste. No la dejará huir, ahora que indique todo lo que para él, son cuestiones que deberá vislumbrar o confesar. En caso de que su respuesta vaya por las ramas y no sea directa, se encargará de presionarla hasta que explote. Quizá por eso Juliet le hizo el comentario y la obligó a mantenerse en la línea. Juliet. De reojo la mira. Entrecierra los orbes al notar que no es mentira, realmente está mal físicamente. Ese sudor frío lo demuestra, ese temblor imperceptible también. ¿Cómo lo sabe? Sencillo, tiene las manos apretando sus brazos fuertemente dejándose blanca la pupa de la uña. No es que le preocupe en lo más mínimo si muere, si vive, si qué, pero sabe que sin ella, los Condenados podrían salirse de control. En Silver no confía, le parece demasiado pusilánime y quizá timorato. No le parece adecuado que la supla. Deberá encontrar su sustituto. Y pronto.

Otro trago y vuelve a revisarla de pies a cabeza. Su hija adoptiva, realmente su sobrina. Alguna vez pensó en tenerla para sí, esos cabellos castaños en la almohada, su aliento dulce y lechoso, esa forma de moverse tan sensual como exótica. Un gato, una gata en su lecho que le arañara la espalda. Una mujer tan hermosa como peligrosa. Le gusta tanto, pero es muy diferente de su gemela. A Tamina sí la hubiera perseguido de no ser porque su hermano se opuso tajantemente. Prohibida, pero eso no quita que la desée, esa tranquilidad en cada rasgo, esa elegancia, la sensualidad. Era una bomba erótica que incitaba inconscientemente. El pensar pasar sus manos por ese cuerpo le sube los colores. Juliet no es Tamina, pero espera un día catarla. Dicen que las gemelas son dos partes de una misma alma, así que a pesar de no ser la hermana correcta, él de todas formas la probaría. Y ansía el día en que pueda hacerlo, aunque Lorenzo intente matarlo. Cierto, eso de trasladarlo no le parece tan mala idea. Siempre puede morir en el camino y dirían que fueron unos sobrenaturales, pero todo a su tiempo. Primero que le sirva como ahora, en el momento en que deje de hacerlo, entonces sí se encargará de mandarlo a la misión más difícil de todas para que deje viuda a su joven esposa. Así pues, el día que la consuele, lo hará sexualmente. Una bruja más en su lista, una raya en la piel del tigre. No por nada es el Líder de la Inquisición y sabe que, de pedírselo a Juliet cederá. La vida de Tamina está en sus manos. Tiene todas las de ganar.

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Mensaje por Thorna Shapplin1 Jue Ago 30, 2012 11:35 pm

La movida era clara, el turno de buscar mi acorralamiento había llegado. Mantuve la calma a flor de piel como si nada hablado en aquella habitación despertase sentimiento alguno en mi persona, pero la realidad era otra muy diferente, como todo lo que en mi se exponía; por un lado la superficialidad conveniente y por otro el peso verdadero de las situaciones golpeteando cada recoveco de mi interior. Cada palabra a partir de ahora sería vista con la lupa más atenta y estaba preparada para ello, no por algo me había convertido en la Líder de la Facción II. No por algo tenia un ejercito de sobrenaturales a mis espaldas que a cambio de información no dudarían en quitarme a todas aquellas garrapatas de encima. A la única persona que le era verdaderamente fiel era a mi misma y por eso mismo debía accionar de forma correcta, porque en aquella instancia no estaba salvando ninguna cabeza excepto la mía.

Culpar a Lombardi por su turno de dardos unos tras otros hacia mi no llevaría el asunto a ningún lado, si no fuese mal visto hasta hubiese aplaudido por como el Líder de la Facción I había desviado una reunión que pintaba mal para si mismo en un arrinconamiento hacia mi persona en cuestión de pocos minutos. Astuto y eficaz, bien valido tenía su posición dentro de la Inquisición, pero lamentablemente no había respeto que valiera cuando alguien se interponía en mi camino. Las opciones eran claras y reiteradas una y otra vez en mi cabeza; adherirlos o eliminarlos.

Fruncí el rostro, tantos cuestionamientos alterarían a cualquier persona, sobre todo a una que ha cumplido cada misión de forma impecable, sin fallas hasta el momento. Cuan actriz consagrada, despojé un suspiro resonante, proyectante de la ofuscación que para aquellas alturas se suponía debía estar afectando a mi persona. Clavé la mirada en el semblante del siciliano como invitándolo a cerrar la boca de una vez, sus palabras ya se abocaban a juzgar mi calidad de trabajo, caracterizado por una excelsa calidad desde todo punto de vista - Cada reporte que llega a las manos de Su Santidad, así también a los Líderes de Facción no solamente es revisado y recopilado por mi, sino por los bibliotecarios mas prestigiosos de la Inquisición, no hay nada que deba revisar en esos archivos de lo que no este consciente señor Lombardi… Más comprenderá que es imposible que entregue ciertas explicaciones cuando los espacios en blanco del reporte apuntan hacia errores pertinentes a otras áreas ajenas a la Segunda Facción - vocablos tajantes e incriminatorios como una ráfaga que era devuelta al italiano tal y como había sido recibida por parte de éste mismo momentos atrás. Pero no podía estancarme allí, no caería en el juego de que mis palabras solo buscaban pasarle culpa a alguien más. Alejandro II era astuto y esa clase de movimientos sucios no pasarían por alto para él - Mi solicitud de viaje a Venecia custodiada por a quien el Sumo Pontífice crea pertinente radica en que se han recolectado datos interesantes sobre servidores de Do Crucerois que parecerían estar residiendo en la ciudad nombrada - aquella falsedad era rebelada como la realidad más pura, sobre todo porque tenia la tranquilidad de que los documentos y reportes ficticios ya habían sido creados y archivados como cualquier otra adquisición bibliotecaria de valor para la Inquisición ¿Quién sospecharía de eso? Aquellas carpetas en la Biblioteca resguardaban información con validez histórica y temporal, nada pasado por alto, todo perfectamente encastrado para que luciera sumamente real.

Pasando por sus palabras Juliet a un segundo plano, observé al Papa remojar sus labios con aquel vino oscuro y fragante. Manteniendo la molestia en el rostro desee internamente que el vejestorio estuviese bebiendo veneno y así finalmente todo aquel circo que era su mando en la Inquisición llegara a su fin. Pero no tardaría en arribar otro como él o seguramente peor. La Iglesia debía morir de raíz y el fallecimiento de un Papa no cambiaria nada en absoluto. Para mí, Alejandro II era una pieza que debía cuidar al punto de ganarme su entera confianza y hacer encontrar no solo su talón de Aquiles sino el de toda la maquinaria a sus espaldas.

- Mi labor jamás ha dejado un cabo suelto o guiado a otras Facciones a la derrota, por ende dejaré claro que no toleraré que mis acciones sean cuestionadas y mucho menos por quienes no cumplen sus deberes como corresponden. Jamás me he ausentado de mis obligaciones porque simplemente vivo para esto y por ende veo como una falta de total respeto calificar la tarea principal de mi vida como incorrectamente ejercida - el toque desde el ángulo personal, porque después de todo era una mujer, una humana que servía sin excusas a Dios por la inmensa devoción que resguardaba hacia éste. Eso les hacía creer a ellos y de ahí el dejarles entrever un aspecto que en verdad no existía pero que sería suficiente para demostrarles que era de carne, hueso y amor al Rey de los Cielos, nada más. No obstante, más allá de la teatralidad con la que buscaba apartar dudas sobre mi persona, aquellos vocablos también llevaban la acusación hacia los dos inquisidores presentes, conocidos en la Santa Sede por sus “románticas escapadas” que a muchos de los mas sacrificados empleados de la Inquisición no les caía en gracia alguna. Si la idea era resaltar faltas, no dudaba en recordarles a todos que mientras yo me ocupaba de recolectar información, otros se encontraban contrayendo matrimonio lejos del Vaticano. Cuan arma de doble filo, cortaría para cualquiera de los dos lados de la hoja sin misericordia para ninguno.

Acaricié mi rostro delicadamente, como si hubiese entrado en razón y pensado que aquel comentario a nivel personal hubiese estado fuera de lugar. Sin embargo internamente tenia presente que la actuación continuaba y que solo buscaba hacerles creer a ellos que la emocionalidad me había ganado en aquella ocasión, rebelando que después de todo tenia un lado vulnerable; mi trabajo, aquel que debía ser siempre impecable por sobre todas las cosas, otra pauta para anular sospechas, después de todo ¿Quién escondería la traición detrás de lo que supuestamente adora mas? Esperaba respuestas, esperaba órdenes y sobre todo esperaba marcharme de una vez sin manchas en mi pulcro historial. Tanto había costado cosecharlo como para que en el instante menos esperado alguien derribase mis verdaderos cometidos.
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