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Solo bastan dos horas de descanso, para toda una vida de condena.  2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Anouk Oldekamp Jue Mar 22, 2012 10:07 am

"Correrán ríos de sangre antes de que conquistemos nuestra libertad,
pero esa sangre deberá ser la nuestra."



La noche anterior, un grupo de niño y yo, habíamos estado moviendo cajas de un carruaje a otro. Hugo, como se hacía llamar ahora en Francia el brujo que nos tenía a su mando, había sido descubierto, lo estaban rastreando, y ahora debíamos quitar toda rastro de peligro. Aquellas cajas pesaban, ni siquiera cuatro de nosotros al mismo tiempo podíamos sostener el peso. Si tan solo nos diera de comer de manera correcta. A causa de la debilidad por la falta de nutrientes, muchos de nosotros tiramos parte del cargamento. No solo uno, varios eran los golpes que nos había dado por cada arma, si estaba demasiado cansada y hambrienta, ahora estaba a dolorida, y ni siquiera podía soltar lagrima alguna, o el siguiente golpe sería en el rostro, y mis labios ya estaban demasiado rotos, otro golpe no podría soportarlo.

Hugo, era un brujo de unos 56 años aproximadamente. Según las historias que se cuentan entre sus pertenencias (porque eso somos, cosas, pertenencias, títeres que solo juegan a su favor), desde pequeño se le enseñó sobre la hechicería oscura, muchos de los niños habían visto como mataba a otras personas con solo mover una mano, otros decían que el diablo venía a verlo, le daba fuerzas y se esfumaba. ¿Sería su hijo? Fuera lo que fuera, nadie estaba dispuesto a correr riesgos, si te escapabas, te encontraba, así de fácil. Ninguno se iba a arriesgar a recibir un castigo más grande que aquellos golpes dados. Era mejor obedecer a Hugo. ¿Cómo era Hugo? Media quizás 1.96 cm, si era bastante alto, y su complexión era robusta, no gordo, más bien estaba en forma, pero a comparación de todos nosotros, podíamos decir que estaba bastante subido de peso. Su tes era blanca como la nieve, su cabello negro como entrada la noche, con manos largas, grandes, que infringían gran dolor, pero no, Hugo no era un hombre que viviera con una familia, que tuviera una amada esposa, que tuviera muchos hijos, era un hombre solitario, que se la pasaba disfrutando del cuerpo de niñas como yo. Para mi buena suerte, aun no me tocaba.

¿Cuantas veces te has quejado por no comer? Seguramente muchas, y solo por haber durado a lo mucho seis horas sin ingerir alimento. ¿Has sentido como tú estomago comienza a contraerse? ¿Cómo la boca del mismo empieza a arderte? Apuesto a que nunca te has desmayado por no tener ni un trozo de pan por días, o un poco de agua. No, no lo sabes, no lo sabrás, no lo has sentido, te recomiendo que no vuelvas a quejarte, porque por cada remilgo que das, existimos muchos niños que estamos muriendo por culpa de abusivos como Hugo. ¿Has estado tan cansado que caes por las calles sin importar el fuerte golpe? Hugo solo nos deja dormir dos horas, y si te pasas de ese tiempo te aseguro que los golpes vienen de nuevo, por eso, nosotros hacemos pequeñas rondas, uno de nosotros se queda vigilando el sueño de los demás, y después nosotros vigilamos su sueño, así nadie se pasa del tiempo, así nos ahorramos algunos golpes del día.

Solo bastaron dos horas para volver a hacer los labores. Aquella mañana me había tocado hacer la limpieza de todos los baños, mi recompensa sería un vestido nuevo, poder salir por los alimentos para la siguiente mañana, un buen baño, y un buen plato de comida, por eso le ponía el doble de empeño. Y todo había salido a la perfección. Hugo acariciaba mi mejilla mientras observaba mi figura mientras me bañaba. Odiaba que hiciera eso, tanto como cuando quería acercarse a tocarme, pero no lo hacía, algo lo frenaba, algo me dejaba poder seguir de pie.Se me dieron exactamente 15 francos para poder comprar cualquier tipo de alimento. La señora de la cocina me había hecho de manera amable una lista de alimentos. No sé leer, no puedo engañarlos pero conforme vas creciendo vas aprendiendo algunas mañas para que los comerciantes no te engañen, incluso tú puedes engañarles. Guardé las maneras en una pequeña bolsa que había tejido de color naranja, casi del mismo tono de mi cabello. Era bonita, de hecho cada que podía le tejía alguna a las niña con las que convivía, no puedo negarlo, ahora somos una pequeña familia, debemos cuidarnos como sea.

Como era de esperarse la zona comercial estaba repleta, pero por extraña razón aquella mañana me daban prioridad para comprar las cosas. Mi carrito, (si tenemos un carrito para poder trasladar la comida) pesaba demasiado, lo bueno es que podía jalarlo, y que el camino de regreso estaba bastante plano. Me detuve por un momento ya habiendo terminado mis compras. Observé una manzana, estaba grande, roja y se veía jugosa. Mi estomago empezó a hacer un escándalo, estaba que todos me escucharían. Y efectivamente, varias miradas se vinieron hacía mi. Mis mejillas se enrojecieron, , apreté mi estomago con fuerza - Shtttt, no digas nada - Le susurré con cierta inocencia y entonces, estiré mi mano hacía la maznada. ¿Se darían cuenta que haría falta?
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Mensaje por Invitado Miér Abr 04, 2012 6:50 pm

Desde que estaba solo se había vuelto un hombre autosuficiente, sabía hacer los quehaceres del hogar y cocinaba cuando era necesario, aunque prefería salir a comer por comodidad. Le gustaba hacerlo, le gustaba disfrutar de su soledad, no iba a mentir, no iba a fingir a hacerse el fuerte, extrañaba a Joan y Eilidh cada día de su vida, cada vez más si es que eso era posible, pero extrañarlas, no olvidarlas, no significaba frenarse, embeberse en su miseria, hundirse en esa existencia solitaria que ahora tenía que abatir. Las amaba, las iba a amar siempre, pero su vida continuaba y, a pesar de sus años a cuestas, creía que aún tenía algo por hacer, algún libro que entregar o una experiencia que vivir.

Pensando en aquello se debatió al interior de la casa que ahora habitaba en París, un sencillo apartamento cenca de la zona comercial de la ciudad. Se preguntó si saldría a comer como todos los días, al mismo pequeño y humilde restaurante calles más al norte o si haría algo él. Si era la primera podía sentarse cómodamente a escribir pues aún era temprano, pero si su deseo era el de preparar algo por él mismo, debía apresurarse antes de que todas las buenas legumbres se acabaran en el mercado. Miró el escritorio repleto de papeles (perfectamente apilados casi como si se tratara de una columna gruesa de celulosa) y el tintero. Tenía mucho que escribir, siempre tenía mucho que escribir, pero nada que urgiera para próximos días, podía tomarse la libertad de dejar aquello pendiente, así que finalmente salió.

Al poner un pie fuera del edificio donde vivía las calles, los techos, la luz y la gente, todo comenzó a dibujar líneas imaginarias en su mente, ángulos, figuras geométricas, ecuaciones que debían resolverse y así pues, al ir avanzando, las iba resolviendo con una facilidad pasmosa. De haberse dedicado a las Matemáticas quizá su vida fuese distinta, tendría alguna subvención del gobierno y podría vivir holgadamente mientras dedicaba sus esfuerzos a los números, pero no estaría haciendo lo que le gustaba en realidad, dejaba los problemas de Aritmética, Geometría y Álgebra para descansar; es más, si jamás hubiese tenido el ímpetu de escribir, quizá Joan nunca hubiese volteado a verlo, y agradecía por el tiempo que la tuvo a su lado.

Cuando la gente comenzó a aglomerarse, los sonidos a hacerse más disonantes y los aromas más fuertes supo que estaba cerca del mercado y apresuró el paso. Ahí, la disposición de los puestos representaron nuevas figuras que Ranald imaginariamente dibujaba con una tiza en el pizarrón de su mente, era algo que no podía evitar, había nacido con ese don, y estaba tan acostumbrado, le venía tan natural, que podía caminar con naturalidad, ausente de mente, despreocupado por la vida y la gente no se enteraba que su mente se revolucionaba a una velocidad incomprensible para el promedio.

Se hizo de algunas verduras y carne, la suficiente sólo para él, prepararía un estofado con papas y zanahorias, nada demasiado complicado, tampoco era todo un chef. Supuso que eso sería suficiente y decidió que si quería comer a buena hora, debía apresurarse de regreso a casa, pero entonces pasó frente a un puesto de fruta el aroma dulce llamó su atención y decidió que necesitaba un postre. Se acercó para ver qué llamaba más su atención, manzanas o peras, duraznos o ciruelas. Estaba en aquello cuando más de uno volteó a ver a una niña (al menos se veía muy pequeña y delgada y esa impresión le dio, la de una niña) cuyo estómago pareció incitado por la presencia de la fruta. Sonrió para si ante el incidente pero mientras los demás regresaban a sus propios asuntos, el escritor se le quedó mirando, porque era curioso como infante, porque de inmediato se preguntó por el labio roto y el cabello naranja de la chiquilla, porque así como los números invadían su cabeza, también la necesidad de crear historias lo hacía.

Observó las intenciones de aquella muchacha y se le adelantó, tomando la manzana que era objetivo de su brío de ladrona.

-Quizá nadie lo note –le dijo con la manzana en la mano –pero eso no lo hace correcto –le guiñó un ojo. Sin decir más pagó por esa manzana y por unos duraznos que finalmente fue lo que compró para él-. Ten –le ofreció de nuevo la fruta roja –yo te la regalo.
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Mensaje por Anouk Oldekamp Vie Abr 13, 2012 1:53 am

Mi estomago no dejaba de sonar, lo peor de todo es que el estruendo era demasiado grande, las personas que pasaban apresuradas en aquel mercado se asombraban por el sonido que emanaba de mi interior. ¿Acaso ellas nunca había pasado hambre? Seguramente no, me miraban como si tuviera algo horrible encima, algo asqueroso en el rostro, supongo que es normal, soy de una clase muy baja, que apenas tiene para comer, que el ropaje y calzado tiene que durar casi un año, y que los baños eran de agua casi congelada. Más de dos veces he pasado por esta situación, ya debería estar acostumbrada.

Bajé la mirada por escasos segundos, si pagaba una manzana de más, seguramente se darían cuenta y me preguntarían de ella, y si me comía una que ya estuviera contemplada, bueno, tendría las mismas consecuencias. Mi sorpresa ahora era grande, un hombre ya de entrada edad, aunque no se veía tan viejo, no lo sabía, pero lo que me sorprendía es que no solo se había quedado observándome, también se había acercado, pocas personas hacen algo, y menos me ofrecen una manzana. Me quedé un poco nerviosa observando sus expresiones, el silencio reino el lugar, por decir silencio, porque todo estaba lleno de personas, pero es que por la situación me sentía tan extraña, en un abrir y cerrar de ojos nos habían llevado a otra habitación, una donde solo nos encontrábamos él, la manzana y yo, por eso el silencio reinaba.

Después de aquel "silencio" incomodo, empecé a temblar, a negar con brusquedad, mi cabeza se movía de un lado a otro como si estuviera evitando golpes. - No, no señor, yo no soy una ladrona, no pensaba robarla - Apenas y se podía entender lo que decía, tartamudeaba, y por lo poco que había dormido, no es que tuviera mucha fuerza para cargar el carrito de comida, y ponerme a hablar con desconocidos. No pude negarme al ofrecimiento de la manzana, solté las cosas haciendo que un estruendo volviera a llamar la atención de la gente, con lo mucho que me gustaba ser vista, sin pensarlo dos veces la lleve a mis labios dando una gran mordida. - Deliciosa - Dije de manera poco clara pero ahora por el alimento que me impedía hablar. La manzana estaba tan jugosa, que por mis labios empezó a escurrir aquel liquido casi transparente, ni siquiera me fijé en los modales, mucho menos si me seguía viendo aquel hombre o no, estaba necesitando de eso como nunca. Cuando llevaba casi más de la mitad, me di cuenta de que seguramente parecía un animal hambriento, sentí mi rostro demasiado caliente, estaba sonrojada apostaba lo que fuera a que así era, y con la manga de mi vestido, limpie lo poco del liquido dulzón que aun quedaba escurriendo en mi rostro.

Hugo siempre nos había dejado en claro que no debíamos acercarnos a extraños, lo decía cada que nos daba buenos castigos, incluso cuando estábamos en medio del trabajo, sus palabras exactas eran: "Cuidado aquel que mencione algo de aquí, o morirá de la peor manera, si creen que esto es doloroso, no saben lo que les espera". Le creía a sus palabras, aquel hombre era poderoso, en ocasiones le llegaban cartas de Versalles, bueno eso decían las cocineras y algunas de limpieza que sabían leer, yo apenas y sabía contar las monedas que me daban, y eso me costaba bastante trabajo, solo se me había enseñado lo indispensable para poder hacer las compras. - No debería hablarle - Susurré mirando a todos lados. ¿Qué pasaría si alguien me estuviera vigilando? Evidentemente no era una niña cualquier de la calle, de ser así, no tendría para comprar toda esta comida, pero también se notaba (por obviedad) que no era ninguna niña privilegiada. ¿Se notarían mis golpes?

Terminé aquella manzana, estirando mi mano para tirarla en un bulto de basura que un hombre había formado hace apenas unos minutos, en aquel mercado siempre había quienes dejaban regada la basura, ya fuera papel o comida que no querían, no por eso yo iba a hacer lo mismo, si ya alguien se había encargado al menos de amontonarla, nada me costaba dejarlo en ese lugar. - ¿Por qué me ha dado la manzana? ¿No es usted de aquí, verdad? La gente de Paris no acostumbra a hacer este tipo de cosas, siempre pasan de lado sin volver a ver a las personas como yo… - Volví a acomodar el mango del carrito de vibres que estaba comprando. - Yo no debería hablar con usted - Volví a repetir, sintiendo la mano de Hugo sobre mi cuerpo, dándome cuenta que podía terminar casi muerta de los castigos, era tarde, era hora de marchar.
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Mensaje por Invitado Vie Abr 27, 2012 5:12 am

Ranald se quedó muy atento a la chica, escuchando su voz vacilante, sus semblante temeroso, el escritor no dijo, ni hizo nada, se sintió como un explorador que busca por todos los medios hacer contacto con una criatura esquiva, tenía que ser cuidadoso, no ser brusco para no espantarla. ¿Por qué de pronto ese interés? Ranald solía decir, y navegaba con esa filosofía como su bandera, que todas las personas eran interesantes, todas eran dignas de ser escuchadas, de ser inspiración de alguna historia emocionante, pero sabía, porque no era tonto, que todos eran interesantes en igual medida, había algunas que llamaban la atención, y esta niña caía en esa categoría especial. Quizá no era evidente para todo el mundo, bastaba con verla, empeñada en pasar desapercibida, pero para el ojo experto del inglés, esos eran los individuos que importaban, que marcaban la diferencia. No siempre, tenía que aceptarlo, se abrían las puertas, había tenido que dejar pasar muchas oportunidades de escuchar historias interesantes de voz de sus protagonistas por la propia cerrazón de éstos, tampoco era impulsivo y se abalanzaba a lanzar preguntas como loco, debía medir el terreno y todo fluiría. A sus años, la paciencia no era una virtud, era una herramienta tan necesaria como el martillo para el herrero.

-Sé que no eres una ladrona –dijo entonces sonriendo mientras ella devoraba la manzana –sé que el hambre puede jugar malas pasadas –habló con ese tono de hombre que ha visto demasiadas cosas, y aunque así era, Ranald distaba de haberlo visto todo, y él estaba consciente de ello-. ¿No deberías? Pero lo estás haciendo, supongo que tus padres te han dicho que no hables con extraños –algo que solía él mismo decirle a su difunta hija –hazles caso, pero créeme, no te haré daño, aunque fuese mi intención, ¿no crees que este es un lugar muy concurrido como para atreverme? Hasta los psicópatas cubren bien sus huellas si no quieren ser descubiertos, aunque no soy ni lo uno, ni lo otro, ni te quiero hacer daño, ni soy un psicópata –terminó con un tono parecido a la broma, sin borrar el amago de sonrisa de su rostro.

Aguardó de nuevo mirándola, eran evidentes los golpes que marcaban su cuerpo, pero de nuevo, era un alpinista, un paso en falso y podía caer en una trampilla formada por el hielo, no podía aturdirla con preguntas que obviamente no eran de su incumbencia.

-Ah –suspiró –no deberías juzgar a todos por unos cuántos, no, no soy de aquí, vengo de Inglaterra, pero en mis pocos meses en esta ciudad, la gente me ha tratado con amabilidad, creo que… -pausó y miró al frente –que no te has topado con las personas correctas, gente amable y gente déspota hay en todo el mundo –la volvió a mirar. Para Ranald era muy sencillo hablar como lo estaba haciendo , hablar era escribir en el aire, a menudo creía, hablar de él hacía que otros confiaran, no le molestaba dar datos irrelevantes como su país de origen o el corto tiempo que llevaba en la ciudad gala. Al contrario, eran instrumentos para conseguir entablar conversaciones. Había algo en él, en su voz, en su cara, en sus canas que ayudaban a completar el cuadro de hombre fiable. Era su don, uno de tantos.

-¿Tienes más hambre? Podría comprar otra fruta para ti –miró a su alrededor –no tengas miedo, si intentara cometer homicidio tengo demasiados testigos y no soy tan tonto –rio de nuevo esperando alguna reacción de la chica. Necesitaba saber que seguía ahí con él, que su mente no había vagado ya lejos y que su cuerpo pronto también se iría. Ese cabello rojo, ese labio partido, ese rostro infantil, todo gritaba al interior del escritor que no la dejara ir, ahí yacía una historia, una quizá no muy bonita, pero sí digna de contarse.
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Mensaje por Anouk Oldekamp Mar Mayo 01, 2012 6:08 pm

Había terminado por fin esa deliciosa manzana. Hubiera deseado lo que fuera porque eso no ocurriera. Una gran manzana, enorme que no pudiera sostenerla con mis dos manos no sería mala idea, pero a pesar de tener ese gran deseo sabía que no existía tal cosa. Llevé una de mis pequeñas manos a mi rostro, al haber comido de manera tan acelerada un poco del jugo de la manzana se había escurrido por mis labios también por mi vestido. Me alarmé de sobremanera pues Hugo se daría cuenta que había comido algo. Miré para todos lados, tenía que haber algún poso de agua cerca, podría sacar un poco de agua con alguna cubeta sin ningún problema, dejaría el carrito de comida a un lado así no tendría problema de que alguien me lo robara. Mi mirada reflejó una gran tristeza al notar que no había nada, y la tristeza se hizo más grande cuando escuché sus palabras - Antes de… - Recapacité antes de decir más palabras que revelara mi realidad - Cuando vivía con ellos me lo decían a diario, nunca lo he hecho, de verdad es la primera vez - De nuevo me sentía confundida, con un pesar que inundaba mi cuerpo, se daría cuenta de mi situación, sin embargo yo no estaba haciendo mucho esfuerzo para evitar aquello, quizás era momento de hablar.

Recordé el rostro de mi padre, no es que el hombre que tuviera enfrente fuera de entrada edad, mi padre tampoco lo era pero podía notar alguna que otra arruga, su cuerpo ligeramente encorvado, quizás solo era la pose no lo sabía, sus ojos expresivos ya se veía un poco tristes por las mismas arrugas que se iban formando, su cabello canoso, quería sollozar. Los únicos hombres que había visto desde mi secuestro, habían sido los ayudantes de Hugo y él mismo. Nadie que pareciera de la edad de mi progenitor, aquel hombre me traía un recuerdo que creía ya había escondido en mi interior, pero el recordar y saber que nunca más los vería me traída un dolor aun más intenso que aquella noche, la noche de la "tragedia".

Giré mi rostro observando un reloj de arena que el señor de las manzanas utilizaba, si recordaba bien las enseñanzas que me daban mis padres me había ahorrado unos minutos los suficientes para poder agradecer de manera correcta al caballero. - No conozco asesinos, solo conozco abusivos - Susurré muy despacito. Tomé con delicadeza los bordes del carrito de comida para acercarme al hombre. No podía alzar demasiado la voz, nadie podía escucharlos, debía corresponder sus palabras, no precisamente por sentirme en deuda al haber callado mi estomago con la manzana, simplemente debía decirlo porque eso quería, porque mi corazón me lo indicaba. Había tenido tantos sueños donde había sido liberada que quizás no estaba tan equivocada, quizás quien me rescataría de la vida que tenía era él, todo podía pasar. Mi fe aun no se había apagado, era una llama demasiado pequeña pero no se había apagado. - ¿Usted conoce los abusos? - No intentaba decir que él fuera alguien abusivo, pero quizás podría haber presenciado alguno, aquí afuera en el mundo exterior hay demasiadas cosas grises, negras, oscuras, a estás alturas ya todos quizás habían presenciado algo malo.

Me llevé la mano al estomago unos momentos - Siempre tengo hambre - Le confesé sintiendo como mi cuerpo temblaba ante tal confesión, como si mis formas quisieran decirle que era evidente que aquellos temblores que con el tiempo había adquirido era por mi falta de alimento y sobretodo de horas al dormir. - Monsieur, no todos somos afortunados de poder tener un pan para callar los gritos de nuestro interior - Me encogí de hombros, esbocé una sonrisa pequeña pero bastante sincera. Quizás había cambiado mi estilo de vida de una manera bastante abrupta sin embargo aquellos buenos modales que me habían otorgado los primeros años de mi vida no se me borrarían, además que viviendo los abusos que tenía era claro que debía existir un gran respeto por los hombres no solo de Paris, también del mundo.

Aferré mis manos con fuerza de nuevo al carrito, parecía que el hombre quería seguir conmigo, o al menos esa impresión me daba. - Señor, poco es el tiempo con el que cuento, pero si usted acepta puede acompañarme hasta ciertos limites para llevar aun nuestra conversación. ¿Le parece? - Hice una reverencia educada, despidiéndome de ser necesario. En ocasiones mordisqueaba mi labio intentando que no prestara mucha atención a la abertura que tenía, sabía que era evidente pero no deseaba que me preguntara al respecto. Hugo tenía ciertas manías para hacer que cada uno de nosotros dijéramos la verdad, por más sagrado que fuera el secreto. Me esperé solo algunos segundos, no podía esperar tiempo, para mi cada granito de arena que caía del otro lado era oro y por supuesto salvarme o no de un buen castigo.
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Solo bastan dos horas de descanso, para toda una vida de condena.  Empty Re: Solo bastan dos horas de descanso, para toda una vida de condena.

Mensaje por Invitado Mar Mayo 15, 2012 7:36 pm

La observó atento, precavido, silencioso mientras ella devoraba la manzana, se preguntó cuánto tiempo había pasado desde que esa niña había probado una fruta tan fresca, porque estuvo seguro que sí era alimentada con regularidad, era delgada pero tenía fuerza, quien quiera que estuviese a su cargo no la quería muerta y no supo si eso le provocó alegría o un terror terrible; conocía de boca de los propios verdugos historias atroces de cómo prolongaban la existencia de sus víctimas sólo para seguir profiriendo sobre ellas castigos inhumanos, esperó de corazón que ese no fuese el caso. Arqueó una ceja cuando ella habló tras engullir la fruta, habló en pretérito que sonaba más venturoso y se preguntó qué tanto su presente no lo era. Esa chiquilla plantaba muchas preguntas en la mente del escritor, y eso era bueno, Ranald lo sabía, de tratar de responder todas esas cuestiones nacían sus obras.

No dijo nada, en cambio se puso a pensar en su propia tragedia. Consideraba, porque conocía a las personas, que todos cargaban una tragedia personal, más grande o más pequeña, pero así era, cada uno estaba marcado y moldeado por sus vivencias y circunstancias, y muchos, como él, no lo dejaban en claro a simple vista, para el mundo, Ranald Hrasky era el escritor amable y bonachón que escucha y que platica como si contara un cuento, en sus ojos, en sus gestos, en él no se podía leer con claridad la pérdida de una hija y la posterior pérdida de una esposa; en cambio, había personas como la niña frente a él que gritaban a todo pulmón que su vida no era sencilla, que dentro de las cuatro paredes de donde quiera que viviera, algo turbio sucedía, su silencio, su aspecto, su mirada eran más claros a la hora de hablar sobre su tragedia, y aun así, la gente solía pasarla por alto, en parte porque esa era la intención de la chica y en parte porque cada uno tenía sus propios problemas como para detenerse a mirar los de otro. Era egoísta, pero completamente humano.

Por supuesto que había escuchado aquel susurro, pero antes de poder decir algo, escuchó la siguiente pregunta y rio.

-Todos lo conocemos, en mayor o menos medida, de primera mano o como simples espectadores, pero, tristemente… -suspiró –es parte de este proceso llamado vida y aunque suene cruel, siempre habrá alguien que sea más abusado que uno y alguien que lo sea menos –culminó mirando como el resto de la gente seguía haciendo transacciones mercantiles.

-¿Quieres otra fruta? –se apresuró a ofrecerle cuando ella habló, entornó la mirada ante sus palabras, y aunque como había apuntado antes, no se veía desnutrida, no dudaba que padeciera hambre y muchas otras cosas-, una tragedia sin duda –no esperó a que ella respondiera, estiró la mano y tomó otra manzana y se apresuró a pagarle al tendero, no la extendió de inmediato a su interlocutora, aguardó.

-Me parece bien –dijo, supuso que no iba a obtener más de ella por el momento, se alegraba que hubiese nacido de la pelirroja la invitación, eso hablaba de que su capacidad de hacer que la gente confiara en él no estaba para nada menguada por el tiempo. Hizo un ademán con la mano para que ella avanzara primero y luego él comenzó a caminar a su lado, cuando hubieron avanzado un par de metros, entonces sí, ofreció la manzana-, ten –dijo sin más y sin detenerse, le sonrió amable.

-Claro –dijo de la nada –se me olvidaba, me llamo Ranald Harsky, a menudo cuando la conversación es interesante me olvido de los modales –rio -¿cuál es tu nombre? –tan esquiva como era, no esperaba que le dijera su nombre tan fácilmente, o le diera uno real si quiera.

Sí, a pesar de que la charla se había dado a cuentagotas, Ranald no iba a negar que lo poco que dejaba entrever esa muchacha era muy intrigante, tanto lo que le decía, como lo que callaba, todo era motivo de preguntarse una y mil veces la historia de la joven. Caminó a su lado, esperando que develara un poco más de aquel misterio.


Última edición por Ranald Hrasky el Vie Jun 08, 2012 12:17 am, editado 1 vez
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Solo bastan dos horas de descanso, para toda una vida de condena.  Empty Re: Solo bastan dos horas de descanso, para toda una vida de condena.

Mensaje por Anouk Oldekamp Mar Mayo 29, 2012 4:13 pm

¿Estaba siendo demasiado atrevida? No lo sabía, quizás si, quizás no, era una manera desesperada de pedir ayuda. No sabía cuanto tiempo más iba aguantar con esa vida, era demasiado dura, y mi cuerpo en ocasiones no quería ceder, es decir, ya no quería continuar. Lo notaba al despertar, mis piernas en ocasiones ya no querían moverse, deseaban quedarse en cama, recostadas, descansando las grandes caminatas que tenían que soportar, y el peso de mi cuerpo, que, aunque no pesara mucho, llegaba a sentir como si un elefante estuviera cargando. ¡Y nunca he cargado un elefante! Quizás sólo era parte de mi imaginación. Sonreí de manera interna ante mi comparación, cualquiera que pudiera leer mis pensamientos diría que empezaba a perder la cordura. ¿Quién no la perdería al vivir así?

Recordé aquellas palabras que Hugo nos hacía creernos, tragarnos: Todos reciben lo que merecen. ¿Eso era verdad? Nunca me había portado mal con mis padres, se habían sentido siempre orgullosos de mi, me consentían por corresponder sus peticiones y enseñanzas. ¿Qué mala conducta estaba pagando? Por más que le diera vueltas a mi cabeza, nada encajaba, pero tal vez estaba pagando la condena de mi familia, porque aun llegaba el apellido Oldekamp, un apellido respetado y temido. Quizás nunca sabré a ciencia cierta porque pasaron las cosas, pero aunque llegará al porqué, eso no cambiaría mi presente, y mi futuro. La esperanza muere al último, y aunque se está muriendo en mi interior, aun queda una pequeña flama que me hace poder despertarme, y sobretodo, me ayuda a mover las piernas para salir de la cama.

Caminé sin prestar mucha atención al gentío de nuestro alrededor. Cuando eres transparente, incluso empiezas a ignorar lo que pasa en el mundo, sólo vives con la creencia de que nada de ti importa, y que aunque quieras gritar, nadie te escuchará. Jalaba con suavidad el carrito, uno de los niños con los que "vivía" se había encargado de hacer que las ruedas avanzaran, sin que yo ejerciera mucha fuerza, o me cansara demasiado por la cantidad de cosas que debía comprar.

Recordé que iba acompañada, y le dediqué una sonrisa significativa al hombre. Mi mano se estiró de manera automática tomando aquella manzana. No tardé demasiado en morderla. Mi estomago le agradecía, incluso aquel vació que tenía por la falta de alimento de tantos días le agradecía. Imaginaba como una pequeña bolsita se comenzaba a llenar, y como se estiraba soportando el peso de la manzana masticada. No sabía cuanto tiempo duraría con esa sensación de poder comer sin remordimientos, pero no desperdiciaría la oportunidad, volver a sentirme satisfecha era algo "nuevo", pues desde que vivía con mis padres no lo experimentaba, y no se sentía mal, pero al recordar a todos aquellos que no comerían en aquel lugar, que ahora era mi "hogar", el remordimiento se hizo presente. Tres fueron las mordidas que le había dado a la manzana, y después la oculté, entre mis vestidos, ya sabría más tarde a quien dársena.

No quise decir su nombre, o al menos no por el momento, simplemente quería ver que tanto podía ser capaz de decir sin necesidad de darle más información. ¿Qué tal y su rostro bondadoso era mentira? ¿Qué tal y era uno de los enviados de Hugo? De solo pensarlo me horrorice, y mi cuerpo tembló de manera bastante obvia. Aunque a estás alturas, de nada servía que me detuviera. - ¿Por qué la gente es tan indiferente? No lo entiendo, las mujeres también tienen hijos, los hombres también tienen hijos ¿Acaso serían así si perdieran a un hijo? Es decir, imaginese que tuviera una hija, y de repente un día no aparece, se la llevan lejos, ¿Sería tan indiferente a los niños como yo, sabiendo que su hija puede estar así? ¿Por qué no tienen corazón? ¿Por qué no nos salvan? Todos necesitamos salvadores, no sólo el Dios que fue crucificado por nosotros, también salvadores que vivan ahora, que prediquen su palabra no sólo en las iglesias, también en las acciones - Comenzaba a desesperarme, hace mucho que no tocaba el tema con alguien, y tocarlo me sumergía más en un poso oscuro, uno sin fondo. Quizás lo correcto ya no es salir del poso, o intentar salir, porque un movimiento en falso y podría volver a caer, pero esta vez, recibiendo grandes heridas, de esas que jamás se borran. ¿Ranald me llevaría de vuelta a la luz, y luego a la oscuridad? Estaba por verse.
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Solo bastan dos horas de descanso, para toda una vida de condena.  Empty Re: Solo bastan dos horas de descanso, para toda una vida de condena.

Mensaje por Invitado Vie Jun 08, 2012 12:20 am

Era evidente para el escritor que cualquiera que fuese la vida que esa niña vivía o sobrevivía la había moldeado muy definidamente, quizá demasiado para ser tan joven. Él, un hombre maduro, que había visto y vivido muchas cosas (y que aún creía que le faltaban experiencias por probar) extrañaba ser así de zagal, así de limpio, porque eso eran los jóvenes, lienzos en blanco que poco a poco llenaban con los paisajes de sus propias pericias; o eso le parecían la mayoría al menos, contenedores listos para que la sabiduría de los que vinieron antes los llene y la combinación de todo forje su carácter y personalidad; quizá era un pensamiento demasiado inocuo. Pero aquí encontraba la excepción a la regla, porque siempre existía esa rareza en la monotonía, y eran esas personas fuera de lo ordinario las que le interesaban al inglés.

La chica parecía haber vivido mucho en poco tiempo, madurado a golpes, pero no dejaba de ser joven, de tener inocencia inherente a su edad, bastaba con escucharla para saberlo. Ranald no era adivino, eso era evidente, carecía de cualquier habilidad extraordinaria, fuera de su impresionante capacidad para los números, y él las conocía de primera mano, esas capacidades que algunos consideraban un don y otros una maldición porque a lo largo de su carrera había hablado con vampiros, hombres lobo, cambiaformas y brujos. Sabía qué tan peligrosos eran, pero su curiosidad siempre era más poderosa. Y en esa incapacidad del escritor de poder leer la mente o conocer el pasado y futuro de las personas, existía una habilidad adquirida, practicada y pulida, la de leer entre líneas, la de llenar los huecos que las frases dejaban con gestos, ademanes y la mirada de su interlocutor. Esa chiquilla eso era, una chiquilla que dada su propia experiencia y su propia visión desprovista de luz –quiso suponer por todo lo que decía- creía que el mundo era sencillo incluso cuando era obvio que para ella no lo había sido, que las cosas y peor aún, las personas se podían dividir en bienhechores y villanos, no la culpaba, su edad quedaba delatada ante pensamientos y declaraciones tan naïve.

-Creo que estás un poco confundida –le dijo con tranquilidad, tampoco iba a ponerse a explicarle que el camino era largo, incluso para ella –no todos son como dices, no puedo saber con qué clase de personas te has topado en tu vida –giró el rostro y le sonrió –supongo que no con las correctas por todo eso que dices, pero el bien y el mal no son regla de medición para absolutamente nada –miró el camino adelante que poco a poco los conducía fuera del mercado. Por supuesto que sus palabras calaron hondo, aunque a su hija no se la habían llevado, o tal vez sí, el fuego se la había arrebatado y sin querer miró al cielo-. Estoy seguro que no todos son indiferentes a tu desventura, y en general, las personas no son indiferentes a las desgracias ajenas, no todas al menos –guardó silencio y siguió caminando-. Es evidente… -rompió la tregua momentánea en el intercambio de palabras –que no conozco los detalles de tu historia, no conozco ni siquiera tu nombre, pero también queda muy claro que se han encargado de pisotear tu fe en las personas –se detuvo y se giró para quedar frente a ella y obligarla a detenerse también, posó una mano en el hombro de la joven –no pierdas la fe, aun existen personas que… tú tacharías de buenas. Muchas veces vemos humanos, pero no humanidad… y aun así, créeme… -le pidió –porque lo he visto, hay quienes conservan su humanidad.

La soltó, giró y siguió caminando, su paso era despreocupado, parecía completamente ajeno a su alrededor y a la vez al tanto de todo lo que pasaba, su expresión casi siempre era tranquila, avanzó rápido dejándola atrás y se detuvo para girarse un poco, sólo la cabeza y el torso.

-¿Es muy lejos a donde vamos? –preguntó y se quedó ahí esperando por ella. Presentía, porque era muy lógico, que no llegaría demasiado lejos como su acompañante en esa caminata vespertina, debía aprovechar el tiempo, quizá atreverse a concertar otra cita aunque no estuvo seguro que ésta le fuese concedida. La pregunta la hizo incentivada por la necesidad de regresar a terreno seguro y menos escabroso en su conversación, sabía que las trivialidades desviaban la atención, no quería incomodarla al presionar sobre el tema que le interesaba: su vida, sus circunstancias, el misterio que la envolvía.
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Solo bastan dos horas de descanso, para toda una vida de condena.  Empty Re: Solo bastan dos horas de descanso, para toda una vida de condena.

Mensaje por Anouk Oldekamp Jue Jun 21, 2012 1:31 am

Quizás él tenía razón, no todo se podía dividir entre bueno y malo, pero era lo único que había aprendido a lo largo de mi vida. La primera etapa de mi vida sólo había disfrutado. Se me enseñaba como cualquier niña de sociedad, pero se me había enseñado a vivir de manera correcta, de manera feliz, mis padres incluso hacían muchos actos de beneficencia, quizás por eso siempre había tenido un corazón tan sensible. Todo había cambiado en tan sólo una noche, y con el cambio vino la maldad, el sufrimiento, ese dolor que ahora reflejaba en mi mirada. No quise decir nada porque deseaba procesar cada palabra que me decía, sé, porque lo puedo sentir, que él no me diría algo con malas intenciones, o con el afán de confundirme, por eso debería apreciar que este cerca de mi, incluso que me hubiera dado dos maznadas para callar mi escandaloso estomago. Le sonreí de manera inevitable, desde que había sigo secuestrada, nadie se había tomado la molestia si quiera de dedicarme una mirada sincera, sin lastima, simplemente una mirada de comprensión.

Me detuve para poder mirarlo de frente, y asentí conforme sus oraciones iban saliendo de sus labios. - También sé que hay problemas más grandes que el mío, muchas personas no tienen ni siquiera que comer, o donde dormir, yo lo tengo, poco quizás, pero lo tengo - Muchos de los niños que vivían donde ella, tenían la vida mucho más difícil y pesada, algunos se quedaban dormidos en sus deberes, otros apenas y comían porque ya habían perdida la costumbre, otros morían de cansancio. Había visto a varios ya morir, y a otras pocas llevárselas para los negocios clandestinos, las que ya tenían la suficiente edad para poder ofrecer su cuerpo a cambio de monedas. Por eso tenía miedo de crecer, no quería ser tratada como un objeto, y tirada después del "trabajo". La sola idea me hizo sentir asco. Hice una mueca sin dejar de verlo, y pronto me relaje.

Seguí caminando, mirándole la espalda. Mordí mi labio inferior con inocencia, no sabía que decirle, o que contarle. Tenía ganas de decirle mi nombre, pero también me daba miedo. Él no podría hacerme algo malo. Los hombres de Hugo no lo hacían, sabía que Hugo tenía una especie de fijación en mi, lo notaba en su mirar, y quizás por eso era mucho más peligroso que me quedara viviendo ahí. Nunca le había conocido una mujer, o algún niño que pudiera llamarle papá, y siempre me miraba, en ocasiones hasta cuando me bañaba. ¿No es absurdo? Apenas soy una niña, deberían matarlo por depravado, pero no lo harán porque es muy poderoso, y tiene demasiado dinero. A la que matarían sería a mi por falsas acusaciones. - Esta a veinte minutos caminando señor, aun tengo tiempo para poder conversar si lo desea - Le sonreí de manera amplia llegando hasta donde se encontraba - ¿Le interesa saber por que pienso así? - Lo miré de reojo curiosa. Quizás podría contarle parte de mi vida, si él contaba mi historia quizás después alguien podría reconocerme, y llevarme de vuelta a casa, pero si lo escuchaba todo Hugo, seguramente me encerraría para nunca más salir ni a ver la luz del sol.

Guardé silencio unos momentos, avance en silencio, dejaría que el meditara si quería escuchar o no. Cuando no recibí respuesta decidí hablar - Yo nací en un lugar muy lejano, mis padres tenían o tienen muchas riquezas, y yo nací en medio de ese cuento de hadas, tenía un hermano mayor, y nos llevábamos muy bien, jugábamos en cada tiempo libre. ¿Sabe que ese País era muy bonito? La gente sonreía más, y las personas con mucho dinero ayudaban a los necesitados, quizás yo creía eso todo el tiempo porque mis papas lo hacían - Me encogí de hombros, mencionar que tenía unos padres y ahora no los tenía me causaba cierto pesar, como si haber sido arrancada de ellos hubiera ocurrido días antes, me dolía tanto como si hubiera sido ayer, y aun soñaba con volver a verlos. Soñaba con mi vida de antes. No hace daño soñar, lo malo es cuando te aferras a sueños ya imposibles.

Sonreí como si estuviera frente a la gran casa de mis padres, frente al gran jardín. Me detuve, y cerré los ojos para mantener más viva esa imagen en mis pensamientos. - Había una gran entrada. La casa estaba resguardada con un gran muro de piedra, y sólo habían tres puertas para hacer que pasaran los carruajes y las personas, la principal era muy bonita, con barrotes colores azules, como mis ojos, mi padre siempre decía que al ver ese color al llegar, le daba aun más emoción saber que podría verlo en mi mirar al llegar a casa, los jardines siempre estaban verdes, con flores de muchos colores, y me dejaban plantar cuantas flores yo quisiera, mi hermano siempre me ayudaba, todo era tan perfecto - Suspiré, volví a abrir los ojos y seguí avanzando - ¿Cómo es su casa señor? Seguramente es muy bonita. - Mi sonrisa era inocente, pero sincera y cálida. Me sentía tan cómoda platicando con él. Ojalá hubiera alguien así en el refugio - Espero no verlo solo este día señor - Indiqué, cediendo a próximos encuentros, donde pudiera abrir más mis recuerdos, y mi corazón.
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