Descanso para un maltrecho cuerpo (privado)

Necesitaba recuperarme de la sangre perdida, mis heridas no tardarían en cerrar en demasía, mas aun así ahora era vulnerable si Guerra dejaba en casa a su presa y volvía a rematarme.
El odio entre ambos se remontaba al mucho antes de yo ser licano, mas sin duda que este me convirtiera encrudeció esa relación que desde luego estaba muy alejada a ser la de “familia”
Mi tío había creado monstruos, bestias infames que querían sin motivo destruir a la humanidad, creían ser jinetes pero solo eran unos dementes educados por un hombre enajenado por la perdida de sus propia mujer e hijos.
Mi tío buscaba la redención, matar y destruir aquello que un día creo, peor no era tan fácil cuando lo que educo eran seres echos para el caos, la muerte y la destrucción.
Esperaba que dios se apiadara de esos seres, que descansaran en paz, pues en la tierra no habría de eso mientras ellos por ella anduvieran.

Acabé frente a la Catedral de Notredam, bajo esta, en las catacumbas, tenían habitáculos para los soldados que como yo, cumplían peligrosas misiones. Los condenados solo eramos eso, herramientas, azotes de dios que podían dar muerte a otros sobrenaturales.
Eramos escoria...

Un párroco me hizo pasar en la clandestinidad de la noche, miró a diestra y a siniestra antes de cerrar las compuertas a mi espaldas, en silencio me pidió con un gesto lo siguiera y prendiendo una de las antorchas descendió hacia la zona baja y podo iluminada, aquella que los fieles no conocían y donde en ocasiones grandes atrocidades se cometían.

Una llave de hierro giró contra la cerradura, el ruido del rechinar de la madera envejecida y de las bisagras sin arreglar dio paso a una habitación sombría con un camastro y poco mas.
Los soldados heridos no necesitado mas que eso, un poco de reposo para nuestros maltrechos cuerpos pues en su mayoría eramos licanos y las heridas cerrarían solas, aun así, una mujer que se había consagrado al señor pasaba con frecuencia para suturar heridas y limpiar cuerpos de sangre seca si la situación así lo requería y en el caso de que la muerte nos encontrara darnos la extrema unción.

Me dejé caer en el catre, mis ojos se perdieron en el amarillento techo mientras daba vueltas a lo que había descubierto, la muerte de los jinetes pasaba por enfrentarlos y ahora sabía cual era la debilidad del licano.

Tras horas en las que no encontré la posición para ser capaz de conciliar el sueño logré caer sumido en un profundo sueño fruto del cansancio y el agotamiento.
Fue el olor inconfundible de esa mujer adentrarse por mis fosas nasales hasta volverme completamente loco lo que me hizo abrir sobresaltado los ojos y con un dolor que quebraba mi cuerpo me puse en píe mas que dispuesto a no permitirle dañas a ningún inquisidor.
Gruñí mostrando mis dientes cuando mis ojos adquirieron un tono amarillo radioactivo y entre la oscuridad del pasillo rápidos fueron mis pasos hacía el olor que me atraía.

Esa mujer debía haber cambiado con algún hechizo su aura pues la sentía distinta, mas desprendía el mismo olor y eso la había delatado.
Los demás condenados dormían heridos, la sangre de razas distintas apestaba aquel lugar húmedo, incluso en ocasiones dependiendo de por que “celda” pasaras el hedor a orín era nauseabundo.

No tardé en clavarme frente a la bruja de ojos negros, ladeé la sonrisa mirando a la jinete, a esa loca que pensaba actuar en nombre de Dios.
-¿tanto te he gustado que vienes a buscarme? -dije con un tono burlón.
La morena me miraba con esa indiferencia que parecía caracterizarla.
-¿ya te has librado de tu guardaespaldas? -apunté llevando mi dedo a la nariz -te diría por si tu no lo sabes que olía a hembra.

Mi intención era obviamente molestarla, lograr que se equivocara, que perdiera la concentración ,pues era una mujer peligrosa y ahora que conocía su debilidad pretendía utilizarla.
-Eres una infeliz, crees que hablas en nombre de dios, mas te contaré un secreto, para este solo somos escoria. Somos oscuros, seres de la noche, yo me redimo cada día dando caza a seres como vosotros ¿por que creéis que dios que es luz iba a querer que aquellos que llevaran a cabo la purga fueran del mundo de las tinieblas? ¿no te das cuenta de que aquel que os crio solo era un pobre hombre enajenado por la perdida?

Hablar era absurdo, así que sin mediar mas palabra salí en su dirección dispuesto a darle caza, yo era un depredador, y ella la bruja que hoy encontraría su fin en la catedral de Notre Dam.
-Le mandaré una misiva a tu amado hermano para que sepa donde ha de recuperar tu cadáver.

La bruja iba reculando deteniendo con un escudo imaginario mis ataques violentos, tras ella decidido a dar caza a mi presa yo iba saliendo. Quizás la mujer pensaba poder engañarme, sabia lo que buscaba sacarme de allí para enfrentarme a campo abierto, no porque ganara con eso, si no porque estar dentro de la catedral podría traerle nuevos enemigos a los que no podía enfrentar, el problema es que allí la mayoría andaban heridos, eran condenados que buscaban descanso, refugio y tener ahí a alguien tan peligroso como ella bien podía crear una masacre entre los míos.

Por ese motivo fui tras ella, me quería a mi y no a otro.
Le mostré los dientes afilados tras una nueva acometida, podía notar como su escudo se debilitaba aunque sobre este quedaba la marca de los ríos carmesí de mi herido cuerpo.
-¿También tu hermano te sigue como un perrito faldero? ¿o persigue a la humana a la que celas? -le devolví el ataque tratando de mantener la calma aunque por supuesto que mi lobo dentro de mi aullaba.

Los odiaba, esos jinetes reflejo de la locura de mi tío eran el mismo mal, eran unas victimas quizás por creerse aquello que se les contó y grabó a fuego en sus pequeñas mentes infantiles.
-¿por que no escucháis a vuestro padre? Os contará que todo lo que creéis ser es una falacia, no sois los jinetes del apocalipsis, solo una mentira que mi tío creó para vengarse del mundo empujado por el dolor.
Sois una lacra, que se apiade de vosotros dios cuando os mande ante sus puertas porque no lo haré yo.

Me lancé de nuevo hacia ella, peor esta vez había sacado una daga de mi bota que lancé con efecto consiguiendo así que sobrepasara el escudo donde yo me estampe, y se hundiera salvaje en su muslo.
Ladeé la sonrisa al ver su dolor, complacido porque no solo sangraba yo.
-Voy a quemarte en una hoguera bruja, disfrutaré viendo como te reduces a cenizas.

Nuestras miradas se hundieron en la del otro, quería lago de mi ¿pero que?
-Antes de colaborar contigo, prefiero la muerte, salvaré la humanidad de los cuatro locos que educó mi tío, vuestro padre se avergüenza de vosotros -escupí en su cara.

No se como sucedió, su sangre impactó contra mi rostro y tras unas palabras en un idioma antiguo reclamó mi voluntad embragando mi razón hasta convertirme en su perro servicial.
Me dejé llevar por ella no se bien donde, supongo que aunque era consciente o una parte de mi lo era, de que mi cuerpo no me respondía, otra solo quería complacerla.
Apreté los dientes y gruñí, me hubiera gustado arrancarle la cabeza, las entrañas y otra parte de mi sentía adoración por ella y la deseaba.

Me arrastro, no sin un forcejeo, mas mental que físico, en el que ella tenía que poner cada vez mas empeño para moverme y yo apretaba los dientes cabreado conmigo mismo por no disponer de la fuerza mental para romper el sello.
Con esas llegamos a un viejo desván en lo que era un bloque de edificios viejos, habitado en su mayoría por vagabundos enfermos, el hedor era nauseabundo, arrugué la nariz afectándome a mi mucho mas aquel olor que seguramente a la humana que venia conmigo.

Allí no se cortó en atarme de manos, pies y un cepo en el cuello y solo entonces aflojó su hechizo, estaba cansada. Lo veía en sus ojos pero su sonrisa se ladeó de inmediato dándose cuenta de que su plan había salido como quería.
Algo me decía que la jinete era una niña caprichosa que si no se salía con la suya hacía temblar los pilares de la tierra.
-La soberbia es un pecado capital ¿lo sabias? -apunté con desdén gruñendo.

Tiré de las cadenas en un vil intento de alcanzarla y arrancarle la cabeza, mas solo conseguir el sonido metálico de las cadenas al chocar entre si y que mi cuerpo se tensara marcando la musculatura y las venas que asomaban a través de mi piel.
-¡Suéltame puta! -gruñí escupiendo babas

Estaba herido, había ido a la catedral en busca de refugio para mi maltrecho cuerpo pero lago me decía que eso a ella le daba lo mismo, había dicho que me usaría, peor ¿para que?
-No voy a ayudarte -dije con rotundidad dejandole claro que su plan distaba mucho de funcionar si de mi dependía -pierdes el tiempo, mátame.

Y allí estaba ella, creyéndose la ganadora de esta gesta y si en inicio así era pues yo era el reo y ella la captora, su herida no pintaba bien, las mías tampoco pero yo era un licano, si tenía que apostar cual de los dos se desangraría antes sin duda apostaba por la bruja.
Ladeé la sonrisa al ver la rabia teñir sus ojos, me odiaba, odiaba lo que era, pero no sabia mas si era mi condición de licano o de inquisidor o una mezcla de ambas que le recordaban en demasía a su propio hermano

Me mantuve allí mirándola con una sonrisa ladeada mientras con un cuchillo roído por el tiempo cerraba su herida.
-Parece que estas sudando ¿tienes calor? ¿frio? -me relamí los labios -¿fiebre? ¿cuanto crees que vas a aguantar ahí mirándome? Saca un conejo de la chistera bruja porque algo me dice que morirás de una infección antes de doblegar mi voluntad.

Rugió mostrándome los dientes en un gesto un tanto lobuno que me hizo reír.
-Al parecer tu te has criado entre chuchos, no entiendo si pretendes con ese calificativo ofenderme o por contra piropearme.
La bruja no se daba por vencida y me pedía una respuesta, curaría mi herida si me sometía.

Le escupí apretando los dientes, devolviendole el rugido acompañados ahora de ese halo amarillo del que gozaba mi especie.
-nunca me someteré a ti y a tu corrompida voluntad.
Estas loca, enferma, solo eres una pequeña demente que se cree alguien que no es, me das pena, diría que hasta asco, aseguras que te deseo, erras, no hay nada en ti que pueda agradarme, odio lo que representas, odio en lo que te han convertido.

Tiré de nuevo de las cadenas gruñendo mientras nos mirábamos con fijeza.
-Te voy a proponer algo, suéltame antes de que te desvanezcas en esa silla y te doy mi palabra de inquisidor que me ocuparé de que no mueras, te devolveré el favor y estaremos en paz.
Ella me miraba furibunda, creo que una parte de ella era consciente que de permanecer allí los dos podía llevarla al filo de una espada o de mis colmillos.

Ladeé la sonrisa ligeramente al ver como se tambaleaba, ambos estábamos jodidos, la situación era critica y al final solo la razón se impondría, si no me soltaba ambos moriríamos. Su desafió retumbo en mis orejas, aseguraba que no le importaba morir, mas algo me decía que erraba en tan convencimiento.
-¿segura? -pregunté relamiendome los labios resecos.

Por unos instantes nos miramos desafiantes, todo estaba dicho y la decisión en sus manos, mano que movió justo antes de perder el sentido para liberarme, había ganado este pulso a la jinete.
Mi palabra, eso le di, mi palabra de inquisidor y aunque sabía que matarla era lo mas sensato no lo hice, no porque ella salvó mi vida antes aunque solo fuera para utilizarme.

Era un hombre de fe, no era un mentiroso así que cargué con su cuerpo y tirando con mi antebrazo todo l oque había sobre la mesa dejé allí caer su cuerpo.
-Aguanta un poco bruja.
Deslicé mis dedos por la herida que acaba de cauterizar, su piel tenía un aspecto asqueroso, los bordes rojos, la piel levantada, bajo había pus, aquello no pintaba nada bien y el oxido corría por su sangre demasiado deprisa.

Golpeé su rostro un par de veces hasta que despertó, el dolor la hizo aullar mientras sus dedos aferraban mi camisa.
-Tranquila, no puedes dormirte, morirás.
El latido de su corazón menguaba, si se dormía su sistema circulatorio la llevaría a la muerte.
-Voy a tratar de limpiar tu herida, va a doler.

No llevaba allí plantas, tendría que ir al bosque a cogerlas, había varias que harían de antibiótico.
-Volveré, pero no te duermas ¿entiendes? -dije dándole un nuevo par de golpes hasta que me devolvió su mirada airada.

Salí corriendo a toda velocidad hacia la profundidad del bosque, no tarde demasiado en recolectar lo necesario, paré en una tienda y compre un par de botellas de alcohol, así como vendas y regresé junto a ella.
La hechicera seguía viva, respiraba con mucha dificultad y si rostro estaba empapado en sudor.
-Bebe -le pedí incorporando su cuerpo para que diera un buen trago -lo vas a necesitar y no diré que no voy a disfrutar escuchándote gritar.

Devolví mis dedos a su muslo, acaricié los bordes de la herida despacio, tenía unas buenas piernas, la piel suave y caliente y el coño muy cerca.
-voy -avisé al coger el cuchillo para levantar la piel infectada, la escuche gritar histérica aferrándose a la madera.
Con las gasas empujé la pus fuera de la herida limpiándolo con chorros de alcohol.

Me maldecía entre gruñidos lo que me llevo a ladear la sonrisa mientras seguía curando su herida.
Al final mastiqué las plantas hasta crear una pasta con la que cubrí la herida y las vendas las coloque sobre esta con firmeza.
-Es todo cuanto puedo hacer, ha de bajar la infección, solo si eso sucede sobrevivirás.