AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El calor de un cuerpo para olvidar mis penas ( Analeigh Leisser)
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El calor de un cuerpo para olvidar mis penas ( Analeigh Leisser)
El viaje habia sido muy largo y aunque habia de arreglarme algo el olor de salitre se convertia parte de mi, aunque nadie lo notaria pues el lugar olia a perfume barato y tabaco . Encendi mi puro, deseaba el calor de un cuerpo para desahogarme, sin amar sin sentimientos de por medio, sin estupideces de ese tipo. Solamente queria un cuerpo caliente una piel suave donde deslizarme, una boca nada santa para absorver. No queria una jovencita inocente o virginal, no me interesaba, yo queria una puta que sabe lo que quiero, una que no se ande con rodeos, una que lo que quiera de mi sea las monedas de mi pantalon y no mi corazon. Mire alrededor la decadencia de la doble moral de cualquier sociedad, señalan cruelmente a las mismas mujeres que les proporcionan placer, esas que se quedan con su dinero y con la mejor parte se sus terribles piruetas. El sexo olia por todos lados, los labios incandecentes y ebrios, trataron de traerlos hacia ellos, pero no pudieron. Nada le movia,una cantidad de mujerzuelas gastadas y pintorreteadas. De que te quejas Ambrosio es un burdel! Aun con el puro en la mano, mis ojos se quedaron clavados en la mas angelical y hermosa de ella, vestida en mallas negras con la piel casi nivea, una que mas que una puta era un arcangel... seguro que no era como la virgen maria, aunque podia contarle y hacerle todos los pecados que quisiera. Ella parecia no percatarce de que me acercaba tan lento y lacsivo que no podia controlarme, y por que negar que en ese instante deseaba ya estar encima de ella....
Ambrosio Almeida- Inquisidor Clase Media
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Re: El calor de un cuerpo para olvidar mis penas ( Analeigh Leisser)
La noche se presentaba ajetreada dentro del Burdel. Para ser sincera todas las noches lo eran allí dentro, donde las copas, las personas y hasta le humo de los cigarrillos iban de un lado para otro constantemente frente a mi atento y analítico mirar para con todo a mi alrededor mientras aún no generaba a mi lado la compañía necesaria para que el negocio marchase sobre ruedas.
En esos momentos en los que me encontraba sola, generalmente con una copa de vino en mano, me era inevitable el viajar dentro de mi mente, cuestionando o imaginando cosas que seguramente ocupada jamás haría. Pensaba en como hacían muchas de las chicas del Burdel para desligarse de sus sentimientos a la hora de servirle a los innumerables clientes que arribaban todas y cada una de las noches que “La Mansión del Placer” abría sus puertas ¿Acaso tendría que vivir eternamente como ellas, cortando el hilo que une al cuerpo con el corazón? Todas me habían entregado la misma respuesta, la que era más conveniente, más segura. Si no quería salir herida debía asumir esa conducta para con todo aquel que tocase mi cuerpo, como si de una regla de oro se tratase.
Tenía que ser un cuerpo sin sentimientos frente a quien entregara unas cuantas monedas por lo que superficialmente consumiría, ese era el negocio. Las charlas y hasta el trato psicológico venían por cuenta propia y a veces abusaba del mismo por el simple hecho de recordarme que pese a todo no era simplemente una criatura mecánica creada para la satisfacción ajena.
Esto de ser cortesana, empleada del sexo cada vez se tornaba más complejo, pero muy consciente era de que sí quería alcanzar las metas que con tanto deseo llegué a buscar a París, la única alternativa que tenía de momento para sobrevivir sin conocer a nadie era el ganarme la vida de ésta forma, explotando el atributo más instantáneo en mi persona; la belleza.
Sumergida en aquellos pensamientos, mantenía la mirada perdida en un punto inexacto sin siquiera notarlo, cuando de repente un aroma particular invadió y olfato. Era la fragancia de las olas, de la playa. Era el aliento del mar. Retomé la atención a partir de ese salitroso olor cuando sorprendida noté la presencia de un alto caballero de ojos claros muy cercano a mí, como si de una fiera alistándose para cazar a su presa se tratase.
- Monsieur, si supusiese que perdió algo, diría que usted está seguro de que ese algo está en mi posesión – conferí sonriendo levemente como de costumbre a la par que mis ojos recorrían de arriba abajo la anatomía de aquel hombre, quien por su fachada daba la sensación de ser un trabajador del puerto, del mar, como hasta su misma aroma anunciaba.
¡Qué buena era prestándole atención a la señal más diminuta que los sentidos me ofrecían! Me encantaba creer que ese detalle solamente era un don para quienes vivieron en el campo teniendo gran contacto con la naturaleza.
Moje sutilmente los labios con el vino de mi copa mientras esperaba la reacción del serio fumador frente a mis orbes.
En esos momentos en los que me encontraba sola, generalmente con una copa de vino en mano, me era inevitable el viajar dentro de mi mente, cuestionando o imaginando cosas que seguramente ocupada jamás haría. Pensaba en como hacían muchas de las chicas del Burdel para desligarse de sus sentimientos a la hora de servirle a los innumerables clientes que arribaban todas y cada una de las noches que “La Mansión del Placer” abría sus puertas ¿Acaso tendría que vivir eternamente como ellas, cortando el hilo que une al cuerpo con el corazón? Todas me habían entregado la misma respuesta, la que era más conveniente, más segura. Si no quería salir herida debía asumir esa conducta para con todo aquel que tocase mi cuerpo, como si de una regla de oro se tratase.
Tenía que ser un cuerpo sin sentimientos frente a quien entregara unas cuantas monedas por lo que superficialmente consumiría, ese era el negocio. Las charlas y hasta el trato psicológico venían por cuenta propia y a veces abusaba del mismo por el simple hecho de recordarme que pese a todo no era simplemente una criatura mecánica creada para la satisfacción ajena.
Esto de ser cortesana, empleada del sexo cada vez se tornaba más complejo, pero muy consciente era de que sí quería alcanzar las metas que con tanto deseo llegué a buscar a París, la única alternativa que tenía de momento para sobrevivir sin conocer a nadie era el ganarme la vida de ésta forma, explotando el atributo más instantáneo en mi persona; la belleza.
Sumergida en aquellos pensamientos, mantenía la mirada perdida en un punto inexacto sin siquiera notarlo, cuando de repente un aroma particular invadió y olfato. Era la fragancia de las olas, de la playa. Era el aliento del mar. Retomé la atención a partir de ese salitroso olor cuando sorprendida noté la presencia de un alto caballero de ojos claros muy cercano a mí, como si de una fiera alistándose para cazar a su presa se tratase.
- Monsieur, si supusiese que perdió algo, diría que usted está seguro de que ese algo está en mi posesión – conferí sonriendo levemente como de costumbre a la par que mis ojos recorrían de arriba abajo la anatomía de aquel hombre, quien por su fachada daba la sensación de ser un trabajador del puerto, del mar, como hasta su misma aroma anunciaba.
¡Qué buena era prestándole atención a la señal más diminuta que los sentidos me ofrecían! Me encantaba creer que ese detalle solamente era un don para quienes vivieron en el campo teniendo gran contacto con la naturaleza.
Moje sutilmente los labios con el vino de mi copa mientras esperaba la reacción del serio fumador frente a mis orbes.
Analeigh Leisser- Mensajes : 180
Fecha de inscripción : 28/06/2011
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Re: El calor de un cuerpo para olvidar mis penas ( Analeigh Leisser)
Sus palabras me fueron como cuchillos y su sensualidad como una trampa. En este mar lleno de desagradables creaturas yo habia encontrado una sirena, con una voz ronca y baja me desarmo, y en vez de ser el cazador me senti la presa. Solte el puro sobre la barra, y jugue al caballero. Tome su mano blanca como el marmol , con unas hermosas uñas sanguineas y la bese sin quitarle los ojos de encima. Sorbio su copa mojandose los labios coralinos. Ella se parecia al mar, con esos aguamarinas en los que podia sumergirme. No te enamores Ambrosio! como si fuera tan facil... me senti un poco mal por lo que pense hace un momento... no me importaba si esta mujer era una cortesana o una princesa Griega, la hubiera deseado igual. me acerque sin verguenza alguna y corte a unos centimetros la distancia que nos separaba...
- Esta noche madame quisiera sucumbir mi embarcacion en su mar, por el precio no se preocupe, le entregaria todos los tesoros que poseo por el placer de mojar sus sabanas- en ese instante tome su mano y en su palma coloque una perla pequeña- este es solo un adelanto- espere su reaccion con ansiedad esperando que terminara aquel preambulo...
- Esta noche madame quisiera sucumbir mi embarcacion en su mar, por el precio no se preocupe, le entregaria todos los tesoros que poseo por el placer de mojar sus sabanas- en ese instante tome su mano y en su palma coloque una perla pequeña- este es solo un adelanto- espere su reaccion con ansiedad esperando que terminara aquel preambulo...
Ambrosio Almeida- Inquisidor Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/08/2011
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Re: El calor de un cuerpo para olvidar mis penas ( Analeigh Leisser)
Sin dudas aquel caballero no era un novato a la hora de tratar con aquellas que cambiaban su cuerpo, su habilidad de satisfacer a otros a cambio de una remuneración. Supuse era comprensible, los hombres de puerto vivían de un lugar a otro con sus negocios, cruzando las guas que separaban los pueblos, las ciudades, los continentes… ¿Cómo iban a perder el tiempo en generar una relación estable, cuando en su interior los periodos largos de tiempo navegando borrarían todo recuerdo de esas personas?
De todas formas, me encantaba creer, tal vez inocentemente que habían marineros que deseosos arribaban a sus puertos para rencontrarse con sus fieles amores. Pero dentro de un Burdel, esa idea simplemente sonaba a un cuento de hadas lejano a la palpable realidad.
Vislumbré la diminuta pero maravillosa perla que el astuto Monsieur dejó en mi mano en forma de incentivo. Sonreí levemente al contemplar aquel preciado tesoro del fondo del mar.
- Para conformar un collar serán necesarias muchas visitas de su parte, pero siempre se empieza por algo – le conferí serenamente a la par que guardaba aquella nacarada esfera en un bolsillo y tomaba la mano rustica del atento hombre. Arianne me había enseñado a nunca parecer encandilada por las atenciones y regalos de los clientes. Una cortesana siempre debía vislumbrarse como un ser insaciable a la hora de las conquistas materiales.
- ¿Desea una copa, un lugar más privado o una copa en un lugar más privado Monsieur? – adherí en forma de chiste para romper el hielo, para también entregarme al momento y olvidar lo que realmente estaba haciendo. Supuse que haciendo eso y enfocándome en la galantería de aquel hombre que seguramente resguardaba miles de historias en su mente el pasar del tiempo se haría más fugaz, menos tedioso. De todas formas me sorprendía en como a tan pocas semanas de ser parte de aquel mundo de intercambio de intereses había adquirido las armas necesarias para sobrellevar la situación, de ser una verdadera cortesana. Aunque con mucho que aprender.
De todas formas, me encantaba creer, tal vez inocentemente que habían marineros que deseosos arribaban a sus puertos para rencontrarse con sus fieles amores. Pero dentro de un Burdel, esa idea simplemente sonaba a un cuento de hadas lejano a la palpable realidad.
Vislumbré la diminuta pero maravillosa perla que el astuto Monsieur dejó en mi mano en forma de incentivo. Sonreí levemente al contemplar aquel preciado tesoro del fondo del mar.
- Para conformar un collar serán necesarias muchas visitas de su parte, pero siempre se empieza por algo – le conferí serenamente a la par que guardaba aquella nacarada esfera en un bolsillo y tomaba la mano rustica del atento hombre. Arianne me había enseñado a nunca parecer encandilada por las atenciones y regalos de los clientes. Una cortesana siempre debía vislumbrarse como un ser insaciable a la hora de las conquistas materiales.
- ¿Desea una copa, un lugar más privado o una copa en un lugar más privado Monsieur? – adherí en forma de chiste para romper el hielo, para también entregarme al momento y olvidar lo que realmente estaba haciendo. Supuse que haciendo eso y enfocándome en la galantería de aquel hombre que seguramente resguardaba miles de historias en su mente el pasar del tiempo se haría más fugaz, menos tedioso. De todas formas me sorprendía en como a tan pocas semanas de ser parte de aquel mundo de intercambio de intereses había adquirido las armas necesarias para sobrellevar la situación, de ser una verdadera cortesana. Aunque con mucho que aprender.
Analeigh Leisser- Mensajes : 180
Fecha de inscripción : 28/06/2011
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Re: El calor de un cuerpo para olvidar mis penas ( Analeigh Leisser)
Mire con satisfaccion que el obsequio habia sido de su agrado, aquel arcangel, habia mostrado en visos, su lado mas interesado. Sonrei ante la ocurrencia del collar, pues en su boca esas palabras no parecian fingidas, aunque en algun momento mostraria su lado mas artistico actuando. No me importaba de mucho que tomara el control de la situacion, lo tenia realmente, manejando su cuerpo con suavidad, sensualidad y poca sutileza pero sin llegar ser vulgar, un talento que volvia seguramente locos a todos los hombres, pues ya me estaba volviendo loco a mi. El bullicio del burdel me parecia lejano, y ante la deseada propocision respondi roncamente a su oido:
- La copa, el lugar y la compañia lo quiero todo- sonrei- no le interesaria a usted conocer la historia de la perla y saber lo que tendre que hacer para hacer su collar?... pero sabe usted bien motivado...
Olfatee como un sabueso su cuello absorviendo su perfume dulzon, y deposite en el un beso, marcando mi territorio, como un lobo en calor, para que nadie me la quitase... queria salir deprisa de aquel lugar y conocer la guarida de el arcangel..
- La copa, el lugar y la compañia lo quiero todo- sonrei- no le interesaria a usted conocer la historia de la perla y saber lo que tendre que hacer para hacer su collar?... pero sabe usted bien motivado...
Olfatee como un sabueso su cuello absorviendo su perfume dulzon, y deposite en el un beso, marcando mi territorio, como un lobo en calor, para que nadie me la quitase... queria salir deprisa de aquel lugar y conocer la guarida de el arcangel..
Ambrosio Almeida- Inquisidor Clase Media
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Re: El calor de un cuerpo para olvidar mis penas ( Analeigh Leisser)
El hombre frente a mis ojos estaba decidido. Sus palabras, sus acciones y hasta su mirar demostraban con claridad que no había titubeo alguno en él. Nada en su persona daba reflejo de alguien que dejase un mero lugar a la sorpresa en las situaciones. Él había arribado al Burdel en busca de algo y a eso iba, sin pérdidas de tiempo de por medio. Y en esa instancia era yo quien debía ofrecerle lo que el pidiese.
Su voz, su forma de enmarcar con aquél beso que luego de aquella perla recibida mi entera persona física sería momentáneamente de su total posesión me hicieron reconocer que no había tiempo alguno que perder. Quién sabe, el próximo navío podía partir antes de lo esperado.
- Me interesaría conocer sus historias y muchas otras cosas más Monsieur - le comuniqué para posteriormente morder mi labio inferior en son de provocación sutil a la par que delicadamente tomaba su mano y por una última vez antes de partir a mi habitación asignada re ojee su completa y rustica anatomía.
El camino se abrió ante nosotros y fácilmente lo dirigí, como si de una guía se tratase por la escalera principal que moría a los pies del pasillo que daba a las numerosas puertas, cada una perteneciente a una de las cortesanas que estaban de turno esa noche.
Y finalmente llegamos al pórtico que me pertenecía, el que se abrió con un leve movimiento de mi mano sobre el pestillo, generando que tanto aquel hombre de mar y perlas y yo nos encontráramos alejados del resto, envueltos en la privacidad que aquellas fragantes cuatro paredes ahora nos entregaban.
- Le invito a ponerse completamente cómodo Monsieur mientras le preparo una copa – le incité acercándome a la pequeña mesa que servía como mostrador de un par de copas y unas traslucidas botellas de vino, ron y whisky.
Algo inexacto en mi mente me decidió por servir una copa de ron para el caballero. Alguien de esa apariencia solo sería satisfecho por una bebida fuerte. Cómicamente me cuestione internamente si el alcohol sería lo único fuerte que le gustaría.
Le entregue en sus propias manos la copa y le miré fijamente pasando una de mis manos sobre su hombro, bajando lentamente por su brazo y finalizando en la punta de sus dedos. Todo aquel recorrido de manera muy delicada, como si de una tela sedosa que recorre la piel se tratase. El ambiente, la privacidad y la sugestión ya estaban en el juego. Ahora no quedaba más que el deducir que movimiento se suponía debía venir a continuación.
Su voz, su forma de enmarcar con aquél beso que luego de aquella perla recibida mi entera persona física sería momentáneamente de su total posesión me hicieron reconocer que no había tiempo alguno que perder. Quién sabe, el próximo navío podía partir antes de lo esperado.
- Me interesaría conocer sus historias y muchas otras cosas más Monsieur - le comuniqué para posteriormente morder mi labio inferior en son de provocación sutil a la par que delicadamente tomaba su mano y por una última vez antes de partir a mi habitación asignada re ojee su completa y rustica anatomía.
El camino se abrió ante nosotros y fácilmente lo dirigí, como si de una guía se tratase por la escalera principal que moría a los pies del pasillo que daba a las numerosas puertas, cada una perteneciente a una de las cortesanas que estaban de turno esa noche.
Y finalmente llegamos al pórtico que me pertenecía, el que se abrió con un leve movimiento de mi mano sobre el pestillo, generando que tanto aquel hombre de mar y perlas y yo nos encontráramos alejados del resto, envueltos en la privacidad que aquellas fragantes cuatro paredes ahora nos entregaban.
- Le invito a ponerse completamente cómodo Monsieur mientras le preparo una copa – le incité acercándome a la pequeña mesa que servía como mostrador de un par de copas y unas traslucidas botellas de vino, ron y whisky.
Algo inexacto en mi mente me decidió por servir una copa de ron para el caballero. Alguien de esa apariencia solo sería satisfecho por una bebida fuerte. Cómicamente me cuestione internamente si el alcohol sería lo único fuerte que le gustaría.
Le entregue en sus propias manos la copa y le miré fijamente pasando una de mis manos sobre su hombro, bajando lentamente por su brazo y finalizando en la punta de sus dedos. Todo aquel recorrido de manera muy delicada, como si de una tela sedosa que recorre la piel se tratase. El ambiente, la privacidad y la sugestión ya estaban en el juego. Ahora no quedaba más que el deducir que movimiento se suponía debía venir a continuación.
Analeigh Leisser- Mensajes : 180
Fecha de inscripción : 28/06/2011
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Re: El calor de un cuerpo para olvidar mis penas ( Analeigh Leisser)
El juego siguio su curso. Cada movimiento quedaba marcado en mi memoria, y el arcangel o la sirena, como quisiera verla, deslizo el velo de la distancia lejos de nosotros. El burdel desaparecia, y mi concentrarion estaba toda depositada en ella. Completa y hermosa, provocadora y tentadora, mordio lentamente su labio carnoso como un fruto, como una fresa. Una fresa salvaje. A pesar de su comportamiento sorprendentemente elegante, un reflejo que mi instinto noto su salvajismo debajo del la mirada baja. Sonrio, al momento que ella nombra su interes en historias de mar.
- Te puedo asegurar, que mi mente es una biblioteca de ellas, una por cada puerto- acaricio su muslo...
Me lleva sin encontrar resistencia hacia el pasillo en el que solo se ve puertas y se escuchan gemidas. LLegamos delante su portillo, el cual abrio sin ninguna dificultad. Admiro la bella habitacion, pero solo un instante, por que no puedo evitar mirar a su dueña. me quito el abrigo dejandolo en el espaldar de la silla, tomando mi lugar, estirando mi brazo para recibir el ron. Demasiado despierta esta hermosura Ambrosio!, me empujo el trago sin asco, y alargo mi brazo para traer su cuerpo hacia mi, y sentarla en mis piernas, acaricio por encima de la ropa su cuerpo...
- Lista para la primera historia...- La beso.
- Te puedo asegurar, que mi mente es una biblioteca de ellas, una por cada puerto- acaricio su muslo...
Me lleva sin encontrar resistencia hacia el pasillo en el que solo se ve puertas y se escuchan gemidas. LLegamos delante su portillo, el cual abrio sin ninguna dificultad. Admiro la bella habitacion, pero solo un instante, por que no puedo evitar mirar a su dueña. me quito el abrigo dejandolo en el espaldar de la silla, tomando mi lugar, estirando mi brazo para recibir el ron. Demasiado despierta esta hermosura Ambrosio!, me empujo el trago sin asco, y alargo mi brazo para traer su cuerpo hacia mi, y sentarla en mis piernas, acaricio por encima de la ropa su cuerpo...
- Lista para la primera historia...- La beso.
Ambrosio Almeida- Inquisidor Clase Media
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Re: El calor de un cuerpo para olvidar mis penas ( Analeigh Leisser)
Fugacidad. Esa era la sensación generada en mi al presenciar y sentir cada acción por parte del marinero. Toda aquella actuación, preparamiento y desenvoltura que era necesaria con otros clientes parecía haber sido dejada de lado ante aquel caballero, que con cada segundo que pasaba solo reafirmaba aún más su claridad en cuanto a los asuntos de piel en los Burdeles se trataba.
¿Por cuántos de ellos habría pasado antes de llegar a éste? ¿Cuántas damiselas habrían probado sus besos para luego verlo partir en algún navío sin rumbo exacto? ¿Y cuántas en este momento le extrañarían?
Vaya cantidad de interrogantes que se me formaban en la cabeza al tratar de imaginarme como era el rustico Monsieur por fuera del terreno carnal. Y pues no tenía otra opción más que poner todo aquello en tela de suposiciones, pues el mismo no había despojado siquiera su nombre ante mí ¿Pero aquello realmente importaba? La respuesta automática por muchas de las chicas con las que trabajaba hubiese sido negativa. Lo que valía era la recompensa, la remuneración por un buen trabajo. Por un cliente debidamente satisfecho.
Pero para mí, algo nueva en el mundo de los favores sexuales, había cosas mínimas para recordarme que no era un ensamble utilizado para cumplir una función única y determinada. Yo necesitaba pese a ser una prostituta, una mujer que vendía su ser exterior, algo que “humanizara” el trato con los clientes. Sería por eso que las horas en las que más satisfecha quedaba eran aquellas cuando los clientes solo pagaban porque una les escuchase y les aconsejase de la forma más objetiva posible. Aunque en verdad, esas veces eran las menos en el negocio.
- Para muchas, pero me gustaría conocer el nombre de quien tiene su autoría – conferí provocativa y camufladamente tras un suspiro, generado por aquel apasionado beso inesperado.
El caballero comenzaba a tomar las riendas del asunto. Sus piernas irradiaban calidez sobre la seda y el encaje que recubría mis muslos apoyados cómodamente al estar sentada sobre él. Sus manos comenzaban a descubrir perimetralmente mi cuerpo. Y yo solo reflejaba en mis fijos orbes el supuesto deleite de ser tocada, de ser explorada por aquel hombre de mar, que más que enloquecermea esas alturas, generaba mí una intriga peculiar.
Le tomé con una mano por la barbilla y lo mire penetrantemente. Quería ver más allá de sus ojos. Le besé con euforia y apoye ambas manos sobre su pecho. Solo había descubierto que con el transcurso del tiempo lo único a lo que arribaba era a despertar aún más su deseo.
¿Por cuántos de ellos habría pasado antes de llegar a éste? ¿Cuántas damiselas habrían probado sus besos para luego verlo partir en algún navío sin rumbo exacto? ¿Y cuántas en este momento le extrañarían?
Vaya cantidad de interrogantes que se me formaban en la cabeza al tratar de imaginarme como era el rustico Monsieur por fuera del terreno carnal. Y pues no tenía otra opción más que poner todo aquello en tela de suposiciones, pues el mismo no había despojado siquiera su nombre ante mí ¿Pero aquello realmente importaba? La respuesta automática por muchas de las chicas con las que trabajaba hubiese sido negativa. Lo que valía era la recompensa, la remuneración por un buen trabajo. Por un cliente debidamente satisfecho.
Pero para mí, algo nueva en el mundo de los favores sexuales, había cosas mínimas para recordarme que no era un ensamble utilizado para cumplir una función única y determinada. Yo necesitaba pese a ser una prostituta, una mujer que vendía su ser exterior, algo que “humanizara” el trato con los clientes. Sería por eso que las horas en las que más satisfecha quedaba eran aquellas cuando los clientes solo pagaban porque una les escuchase y les aconsejase de la forma más objetiva posible. Aunque en verdad, esas veces eran las menos en el negocio.
- Para muchas, pero me gustaría conocer el nombre de quien tiene su autoría – conferí provocativa y camufladamente tras un suspiro, generado por aquel apasionado beso inesperado.
El caballero comenzaba a tomar las riendas del asunto. Sus piernas irradiaban calidez sobre la seda y el encaje que recubría mis muslos apoyados cómodamente al estar sentada sobre él. Sus manos comenzaban a descubrir perimetralmente mi cuerpo. Y yo solo reflejaba en mis fijos orbes el supuesto deleite de ser tocada, de ser explorada por aquel hombre de mar, que más que enloquecermea esas alturas, generaba mí una intriga peculiar.
Le tomé con una mano por la barbilla y lo mire penetrantemente. Quería ver más allá de sus ojos. Le besé con euforia y apoye ambas manos sobre su pecho. Solo había descubierto que con el transcurso del tiempo lo único a lo que arribaba era a despertar aún más su deseo.
Analeigh Leisser- Mensajes : 180
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