AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Un poco de vino para entrar en calor? (Hugh Willmerston)
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¿Un poco de vino para entrar en calor? (Hugh Willmerston)
La suave y helada brisa que se colaba por la puerta entreabierta choco contra el rostro de Antha quien cerro impulsivamente los ojos a fin de potenciar el sentimiento de bienestar que algo tan ridículo como un poco de viento le ofrecía en una día como este. Bueno, tal vez sería más adecuado referirse a “una noche” puesto que hacía más de una hora que la puesta de sol había secuestrado los últimos vestigios de luz natural.
¿Y ella cuanto tiempo llevaba sentada en el mismo lugar? A estas alturas ya no estaba muy segura, había ingresado al local a mediados de la tarde con el único propósito de abastecer su rugiente estomago con algo de comida de buena calidad, pero después de satisfacer su apetito había decido darse de regalo el resto del día libre.
Estaba sola y eso no era una novedad. Desde que había arribado a Paris podía contar la cantidad de sus conocidos con una sola mano, y no era necesario ni eso para deducir la cantidad de “amigos” con los que contaba por estas épocas. A pesar de los golpes que había recibido en el pasado aún seguía extrañándole la increíble flexibilidad con la que los sentimientos humanos podían virar motivados por el rumbo de los acontecimientos y los cambios de fortuna y posición.
Abrió de golpe los ojos ahuyentando los lúgubres pensamientos que habían empezado a surgir de manera inconscientemente en su mente. Ese era su momento feliz y no iba a dejar que nadie lo arruinara… ni siquiera ella misma.
Sacudió la cabellera y luego uso sus manos para aplacar un poco lo mechones que caían desordenadamente enmarcando su rostro. Tomo entre los dedos índice y corazón la copa de vino tinto medio vacía que reposaba en la mesa frente a ella y la llevo hasta sus labios, sintiendo como el espirituoso líquido calentaba su boca y garganta. Aún no estaba ebria, pero si un tanto “alegre”.
En otra época estaría esperando invitaciones para asistir a alguna ostentosa reunión en donde, muy seguramente, pasaría el resto de la velada rodeada de sus entonces mejores amigas y de algunos pretendientes. Permitió adrede que esta idea permaneciera pues no era para nada triste, al contrario, aunque nunca lo hubiera imaginado se sentía extrañamente feliz de poder libarse de semejantes obligaciones sociales. Así, ella podría permanecer justo donde se encontraba, bebiendo un buen vino irónicamente italiano que el camarero tan afablemente servía en su copa y observando a los parisinos que desafiaban el frío del invierno para aventurarse por las heladas y poco concurridas calles.
Si bien el restaurante no se encontraba vacio tampoco estaba al tope de su capacidad. Podían verse mesas vacías moteando el área entre aquellas ocupadas mientras las suaves notas provenientes el piano de cola ubicado en una de las esquinas ambientaba alegremente el lugar.
-Excusez-moi, Mademoiselle - ah!, allí estaba nuevamente el carismático mesero con la botella presta en su mano derecha. No era más que un chiquillo quien seguramente esperaba tener alguna oportunidad con ella cuando por fin la cantidad de licor ingerida, unida a su evidente soledad, se subieran a su cabeza y empezase a buscar una piel que le consolara.- “Buena suerte imbécil”- pensó mientras le dedicaba una inocente sonrisa y le alcanzaba ligeramente el elaborado recipiente de cristal.
- Merci beaucoup- le soltó con suavidad antes de probar la oscura bebida y esperar hasta que el mesero se alejara en dirección a la cocina para levantar nuevamente la mirada hacia la puerta, esperando el ingreso de algún nuevo comensal mientras uno de sus dedos jugaba distraída con el borde de la copa.
¿Y ella cuanto tiempo llevaba sentada en el mismo lugar? A estas alturas ya no estaba muy segura, había ingresado al local a mediados de la tarde con el único propósito de abastecer su rugiente estomago con algo de comida de buena calidad, pero después de satisfacer su apetito había decido darse de regalo el resto del día libre.
Estaba sola y eso no era una novedad. Desde que había arribado a Paris podía contar la cantidad de sus conocidos con una sola mano, y no era necesario ni eso para deducir la cantidad de “amigos” con los que contaba por estas épocas. A pesar de los golpes que había recibido en el pasado aún seguía extrañándole la increíble flexibilidad con la que los sentimientos humanos podían virar motivados por el rumbo de los acontecimientos y los cambios de fortuna y posición.
Abrió de golpe los ojos ahuyentando los lúgubres pensamientos que habían empezado a surgir de manera inconscientemente en su mente. Ese era su momento feliz y no iba a dejar que nadie lo arruinara… ni siquiera ella misma.
Sacudió la cabellera y luego uso sus manos para aplacar un poco lo mechones que caían desordenadamente enmarcando su rostro. Tomo entre los dedos índice y corazón la copa de vino tinto medio vacía que reposaba en la mesa frente a ella y la llevo hasta sus labios, sintiendo como el espirituoso líquido calentaba su boca y garganta. Aún no estaba ebria, pero si un tanto “alegre”.
En otra época estaría esperando invitaciones para asistir a alguna ostentosa reunión en donde, muy seguramente, pasaría el resto de la velada rodeada de sus entonces mejores amigas y de algunos pretendientes. Permitió adrede que esta idea permaneciera pues no era para nada triste, al contrario, aunque nunca lo hubiera imaginado se sentía extrañamente feliz de poder libarse de semejantes obligaciones sociales. Así, ella podría permanecer justo donde se encontraba, bebiendo un buen vino irónicamente italiano que el camarero tan afablemente servía en su copa y observando a los parisinos que desafiaban el frío del invierno para aventurarse por las heladas y poco concurridas calles.
Si bien el restaurante no se encontraba vacio tampoco estaba al tope de su capacidad. Podían verse mesas vacías moteando el área entre aquellas ocupadas mientras las suaves notas provenientes el piano de cola ubicado en una de las esquinas ambientaba alegremente el lugar.
-Excusez-moi, Mademoiselle - ah!, allí estaba nuevamente el carismático mesero con la botella presta en su mano derecha. No era más que un chiquillo quien seguramente esperaba tener alguna oportunidad con ella cuando por fin la cantidad de licor ingerida, unida a su evidente soledad, se subieran a su cabeza y empezase a buscar una piel que le consolara.- “Buena suerte imbécil”- pensó mientras le dedicaba una inocente sonrisa y le alcanzaba ligeramente el elaborado recipiente de cristal.
- Merci beaucoup- le soltó con suavidad antes de probar la oscura bebida y esperar hasta que el mesero se alejara en dirección a la cocina para levantar nuevamente la mirada hacia la puerta, esperando el ingreso de algún nuevo comensal mientras uno de sus dedos jugaba distraída con el borde de la copa.
Antha Feuer- Humano Clase Media
- Mensajes : 346
Fecha de inscripción : 21/03/2011
Re: ¿Un poco de vino para entrar en calor? (Hugh Willmerston)
Había cosas que, por mucho tiempo que pasase, jamás iban a cambiar. Se solía comentar que, aunque los humanos dijesen una y mil veces que iban a cambiar su forma de ser cuando se hacía algo mal, eso jamás acababa de ocurrir, porque cada cual era como el caprichoso destino había deseado y previsto. Eso era, por poner un ejemplo, una de aquellas cosas que jamás iba a cambiar con el tiempo. Hugh, por su parte, no entendía de cambios de personalidad. Solo había 3 cosas que jamás cambiarían en el vampiro: su aspecto físico, su deseo de sangre y… su gusto por el buen vino.
Hacía demasiados años que su paladar no podía disfrutar de aquellas exquisitas comidas que los humanos preparaban para saciar su apetito. Y eso que las comidas que Hugh solía tomar no eran cualquier cosa. Siempre había tenido en su poder a los mejores cocineros de Inglaterra, los cuales sabían cómo hacer que el paladar se estremeciese… Por culpa de lo que ahora era, de la mala pasada que el destino le había jugado, era incapaz de probar bocado alguno pero se había dado cuenta de que el vino aún era aceptado por lo que quedaba de su cuerpo. Así que era algo que aprovechaba.
En cuanto la noche cayó sobre la ciudad parisina, Hugh despertó. Ya era algo casi automático… Se vistió de la misma forma que lo hacía siempre, una muy poco pomposa. Esos malditos ricos de hoy en día eran unos horteras de cuidado. ¿No se daban cuenta de que los volantes y los bordados en un hombre parecían extraños? Más que extraños, parecían una cosa que mejor se iba a ahorrar de comentar…
Una vez puso los pies sobre el camino asfaltado con piedras que pasaba justo por delante de su casa, sacó de su chaqueta un reloj que le había acompañado durante mucho tiempo. Las 10 y media de la noche. Siempre puntual, eso estaba bien. Tras guardarlo, comenzó a caminar por la calle con dirección al lugar exacto de París donde mejores vinos servían. El sonido de su bastón al chocar con las piedras, era ya algo más que normal a lo que ya estaba habituado. Cierto era que, para su desgracia, por culpa de aquella ‘herida de guerra’, no era tan ágil como cualquier otro vampiro, pero aún no se había visto envuelto en conflictos de difícil salida, por lo que no iba a preocuparse… de momento.
Tras un buen rato caminando por la capital francesa, Hugh encontró aquel letrero que salía de la pared del local, justo del marco de la puerta. Un letrero hecho de madera y pintado de una forma simplemente exquisita que parecía decir “Solo los ricos pueden permitírselo”. Rió levemente al pensar en aquello y sin más, entró por la puerta, haciendo que una campana repiquetease para avisar a los meseros que un nuevo cliente había ingresado en el lugar.
- ¡Vaya! Pero si es monsieur “no sé qué vino le estoy poniendo”! - dijo nada más ver quién iba a ser el mesero que le iba a atender. Desde luego, él siempre tenía que hacer una entrada a su altura y más aún cuando se trataba de aquel chiquillo al que, para su desgracia, ya había conocido. Hacía algún tiempo habían tenido algún que otro roce puesto que el chico siempre traía el ‘mejor vino’ a todos sus clientes. Era gracioso descubrir que para él, el mejor vino era… cualquiera - ¿Qué recomendación tienes para que sea hoy el mejor vino? ¿Un Château Lafitte? ¿O quizás sea un Cheval Blanc? - preguntó a la vez que el muchacho, con una expresión de odio hacia aquel cliente lo más disimulada posible, le guiaba hasta una de las mesas.
- Ahora mismo le atiendo, monsieur, espere un momento - murmuró aquel chico que pensaba saber más de vinos que un hombre que había vivido casi cuatrocientos años. Hugh hizo un gesto con la mano como dando su aprobación a lo que acababa de decir y, dando golpecitos en el suelo con el bastón, comenzó a mirar por los alrededores. ¿Habría alguien interesante en aquel lugar esa noche?
Entre unos y otros, se pudo encontrar con una chica de cabellos negros la cual llamó su atención. La miró fijamente por un instante… mhhh no estaba mal, podía ser divertido por esa noche. Se levantó sin más de su mesa y se dirigió a la de ella, tomando una silla sin más y sentándose. Cuando lo hubo hecho, resopló y miró a todas partes
- Buen lugar para venir a tomar un delicioso vino… ¿me atrevería a decir que vos sois una entendida de vinos a la que el… buen mesero no ha tomado el pelo entregándole cualquier vino de pobres y diciendo que era el mejor del lugar? - debía admitir que los fallos de aquel chiquillo le iban a servir incluso para acercarse a las mujeres. ¡Era el chico multiusos!
Hacía demasiados años que su paladar no podía disfrutar de aquellas exquisitas comidas que los humanos preparaban para saciar su apetito. Y eso que las comidas que Hugh solía tomar no eran cualquier cosa. Siempre había tenido en su poder a los mejores cocineros de Inglaterra, los cuales sabían cómo hacer que el paladar se estremeciese… Por culpa de lo que ahora era, de la mala pasada que el destino le había jugado, era incapaz de probar bocado alguno pero se había dado cuenta de que el vino aún era aceptado por lo que quedaba de su cuerpo. Así que era algo que aprovechaba.
En cuanto la noche cayó sobre la ciudad parisina, Hugh despertó. Ya era algo casi automático… Se vistió de la misma forma que lo hacía siempre, una muy poco pomposa. Esos malditos ricos de hoy en día eran unos horteras de cuidado. ¿No se daban cuenta de que los volantes y los bordados en un hombre parecían extraños? Más que extraños, parecían una cosa que mejor se iba a ahorrar de comentar…
Una vez puso los pies sobre el camino asfaltado con piedras que pasaba justo por delante de su casa, sacó de su chaqueta un reloj que le había acompañado durante mucho tiempo. Las 10 y media de la noche. Siempre puntual, eso estaba bien. Tras guardarlo, comenzó a caminar por la calle con dirección al lugar exacto de París donde mejores vinos servían. El sonido de su bastón al chocar con las piedras, era ya algo más que normal a lo que ya estaba habituado. Cierto era que, para su desgracia, por culpa de aquella ‘herida de guerra’, no era tan ágil como cualquier otro vampiro, pero aún no se había visto envuelto en conflictos de difícil salida, por lo que no iba a preocuparse… de momento.
Tras un buen rato caminando por la capital francesa, Hugh encontró aquel letrero que salía de la pared del local, justo del marco de la puerta. Un letrero hecho de madera y pintado de una forma simplemente exquisita que parecía decir “Solo los ricos pueden permitírselo”. Rió levemente al pensar en aquello y sin más, entró por la puerta, haciendo que una campana repiquetease para avisar a los meseros que un nuevo cliente había ingresado en el lugar.
- ¡Vaya! Pero si es monsieur “no sé qué vino le estoy poniendo”! - dijo nada más ver quién iba a ser el mesero que le iba a atender. Desde luego, él siempre tenía que hacer una entrada a su altura y más aún cuando se trataba de aquel chiquillo al que, para su desgracia, ya había conocido. Hacía algún tiempo habían tenido algún que otro roce puesto que el chico siempre traía el ‘mejor vino’ a todos sus clientes. Era gracioso descubrir que para él, el mejor vino era… cualquiera - ¿Qué recomendación tienes para que sea hoy el mejor vino? ¿Un Château Lafitte? ¿O quizás sea un Cheval Blanc? - preguntó a la vez que el muchacho, con una expresión de odio hacia aquel cliente lo más disimulada posible, le guiaba hasta una de las mesas.
- Ahora mismo le atiendo, monsieur, espere un momento - murmuró aquel chico que pensaba saber más de vinos que un hombre que había vivido casi cuatrocientos años. Hugh hizo un gesto con la mano como dando su aprobación a lo que acababa de decir y, dando golpecitos en el suelo con el bastón, comenzó a mirar por los alrededores. ¿Habría alguien interesante en aquel lugar esa noche?
Entre unos y otros, se pudo encontrar con una chica de cabellos negros la cual llamó su atención. La miró fijamente por un instante… mhhh no estaba mal, podía ser divertido por esa noche. Se levantó sin más de su mesa y se dirigió a la de ella, tomando una silla sin más y sentándose. Cuando lo hubo hecho, resopló y miró a todas partes
- Buen lugar para venir a tomar un delicioso vino… ¿me atrevería a decir que vos sois una entendida de vinos a la que el… buen mesero no ha tomado el pelo entregándole cualquier vino de pobres y diciendo que era el mejor del lugar? - debía admitir que los fallos de aquel chiquillo le iban a servir incluso para acercarse a las mujeres. ¡Era el chico multiusos!
Hugh Willmerston- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 66
Fecha de inscripción : 27/03/2011
Re: ¿Un poco de vino para entrar en calor? (Hugh Willmerston)
Los ojos de la Antha reposaban nuevamente sobre su copa. Se había cansado del intermitente abrir y cerrar de la puerta, y del desfile de personajes variopintos que entraban y salían, cuando escucho un comentario sarcástico segundos después del tintinear de la campanilla que anunciaba un nuevo visitante.
Levanto la mirada para encontrarse con un hombre vestido de manera simple pero, aún así, bastante elegante. Llevaba en sus manos un bastón y poseía unos profundos e inteligentes ojos claros y una piel bastante pálida, tal vez causada por el frío del exterior.
Antha sonrió abiertamente ante el comentario, al parecer el hombre era un cliente habitual del lugar y la expresión descompuesta del mesero solo podía confirmar aquella teoría. Tomó un nuevo sorbo de vino mientras su sonrisa se ensanchaba de solo imaginarse a quien podría estar recurriendo el muchacho en un intento de buscar una reserva que hiciese al ácido caballero tragarse sus palabras.
Un movimiento en derredor llamo su atención justo para observar como el hombre se levantaba de su mesa y se acercaba a la suya. Por lo visto el bastón no era solo un adorno pues el andar del sujeto denotaba una no tan sutil cojera. No podía llegaba imaginarse que querría él y la sorpresa se filtro por su rostro cuando finalmente se sentó en una silla a su lado.
Sus facciones eran crudas y varoniles. Su porte, elegante y sofisticado, denotaba su estatus social y en sus ojos se podía ver un leve tinte burlón que se mantenía aunque su boca estuviese cerrada. En combinación era un hombre bastante apuesto y, aparentemente, interesante. Afortunadamente para Antha, las decepciones de su vida le habían demostrado lo tonto que podría llegar a ser el confiarse de las apariencias, especialmente si estas venían en compañía de un “empaque” atractivo, y se había prometido a si misa no volver a cometer la imprudencia de no certificar los supuestos con hechos.
Si bien es cierto que debería sentirse indignada por la desfachatez con la que había invadido su espacio sin siquiera solicitar previamente su aprobación, la verdad era que la curiosidad de entender que motivaba aquel comportamiento superaba cualquier respuesta automática que su propio ego pudiese generar.
- Buen lugar para venir a tomar un delicioso vino… ¿me atrevería a decir que vos sois una entendida de vinos a la que el… buen mesero no ha tomado el pelo entregándole cualquier vino de pobres y diciendo que era el mejor del lugar? – Antha escuchó las palabras pensando en lo curiosas que eran para dar inicio de una conversación con una perfecta extraña; aunque claro, él no era por mucho un ciudadano común.
-Se atreve usted a demasiado y demasiado pronto – contestó permitiendo que la comisura de los labios adoptarán una posición a la vez relajada y tirante pero sin dejar que la sonrisa aflorara nuevamente – Pues “me atrevería a decir” – continuo imitando su estilo y tono de voz – que usted me conoce muy poco como para “atreverse” a manifestar tal conjetura… aunque la misma haya sida formulada a manera de pregunta- Haciendo una pausa levanto la copa y realizo un movimiento giratorio con su muñeca, forzando al oscuro liquido a desplazarse por las paredes de cristal.
-Aunque tengo que admitir – habló de nuevo antes de permitir que su interlocutor replicara – que he de estar de acuerdo con la primera parte de su frase: en verdad es un buen lugar para tomar una buena copa de vino... Con respecto a lo segundo no sabría que contestar –le ofreció una enorme sonrisa entre picara y divertida – probablemente podría usted, como buen conocedor, darme su opinión y tal vez culturizarme un poco sobre el tema – esta vez permaneció en silencio esperando que el sarcasmo en la última parte no pasara desapercibido por el hombre. Después de todo sí estaba algo tomada, pues de otra manera no se comportaría tan abierta con un desconocido y menos aún se permitiría impregnar los movimientos de su cuerpo con el evidente dejo de coquetería.
Por medio de un delicado gesto de su mano llamó al mesero para que el chico trajera una copa extra y la botella de Chianti de la que había estado disfrutando hasta ahora… o lo que quedaba de ella.
Levanto la mirada para encontrarse con un hombre vestido de manera simple pero, aún así, bastante elegante. Llevaba en sus manos un bastón y poseía unos profundos e inteligentes ojos claros y una piel bastante pálida, tal vez causada por el frío del exterior.
Antha sonrió abiertamente ante el comentario, al parecer el hombre era un cliente habitual del lugar y la expresión descompuesta del mesero solo podía confirmar aquella teoría. Tomó un nuevo sorbo de vino mientras su sonrisa se ensanchaba de solo imaginarse a quien podría estar recurriendo el muchacho en un intento de buscar una reserva que hiciese al ácido caballero tragarse sus palabras.
Un movimiento en derredor llamo su atención justo para observar como el hombre se levantaba de su mesa y se acercaba a la suya. Por lo visto el bastón no era solo un adorno pues el andar del sujeto denotaba una no tan sutil cojera. No podía llegaba imaginarse que querría él y la sorpresa se filtro por su rostro cuando finalmente se sentó en una silla a su lado.
Sus facciones eran crudas y varoniles. Su porte, elegante y sofisticado, denotaba su estatus social y en sus ojos se podía ver un leve tinte burlón que se mantenía aunque su boca estuviese cerrada. En combinación era un hombre bastante apuesto y, aparentemente, interesante. Afortunadamente para Antha, las decepciones de su vida le habían demostrado lo tonto que podría llegar a ser el confiarse de las apariencias, especialmente si estas venían en compañía de un “empaque” atractivo, y se había prometido a si misa no volver a cometer la imprudencia de no certificar los supuestos con hechos.
Si bien es cierto que debería sentirse indignada por la desfachatez con la que había invadido su espacio sin siquiera solicitar previamente su aprobación, la verdad era que la curiosidad de entender que motivaba aquel comportamiento superaba cualquier respuesta automática que su propio ego pudiese generar.
- Buen lugar para venir a tomar un delicioso vino… ¿me atrevería a decir que vos sois una entendida de vinos a la que el… buen mesero no ha tomado el pelo entregándole cualquier vino de pobres y diciendo que era el mejor del lugar? – Antha escuchó las palabras pensando en lo curiosas que eran para dar inicio de una conversación con una perfecta extraña; aunque claro, él no era por mucho un ciudadano común.
-Se atreve usted a demasiado y demasiado pronto – contestó permitiendo que la comisura de los labios adoptarán una posición a la vez relajada y tirante pero sin dejar que la sonrisa aflorara nuevamente – Pues “me atrevería a decir” – continuo imitando su estilo y tono de voz – que usted me conoce muy poco como para “atreverse” a manifestar tal conjetura… aunque la misma haya sida formulada a manera de pregunta- Haciendo una pausa levanto la copa y realizo un movimiento giratorio con su muñeca, forzando al oscuro liquido a desplazarse por las paredes de cristal.
-Aunque tengo que admitir – habló de nuevo antes de permitir que su interlocutor replicara – que he de estar de acuerdo con la primera parte de su frase: en verdad es un buen lugar para tomar una buena copa de vino... Con respecto a lo segundo no sabría que contestar –le ofreció una enorme sonrisa entre picara y divertida – probablemente podría usted, como buen conocedor, darme su opinión y tal vez culturizarme un poco sobre el tema – esta vez permaneció en silencio esperando que el sarcasmo en la última parte no pasara desapercibido por el hombre. Después de todo sí estaba algo tomada, pues de otra manera no se comportaría tan abierta con un desconocido y menos aún se permitiría impregnar los movimientos de su cuerpo con el evidente dejo de coquetería.
Por medio de un delicado gesto de su mano llamó al mesero para que el chico trajera una copa extra y la botella de Chianti de la que había estado disfrutando hasta ahora… o lo que quedaba de ella.
Antha Feuer- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/03/2011
Re: ¿Un poco de vino para entrar en calor? (Hugh Willmerston)
Miró de reojo a la muchacha cuando le dijo todo aquello... ¿que había sido demasiado atrevido por su parte? Bueno, si analizaba los hechos, podía darse cuenta de que no había hecho otra cosa más que sentarse sin pedir permiso alguno en una mesa en la que había una joven... ¿eso era ser atrevido? Mh... de acuerdo, si, era serlo. Sonrió de forma divertida solo con pensarlo y miró ahora fijamente a aquella humana a los ojos. Él jamás se cortaba a la hora de hablar, ya fuese con hombres, mujeres o... animalitos del bosque como eran los licántropos y los cambiaformas...
Esperó a que la chica terminase de hablar, puesto que no le había dado tiempo a responderle a lo primero que había dicho. Inmediatamente había continuado con la charla pero Hugh no era de los que se quedaban callados o les dejaban con la palabra en la boca. Aunque fuese tarde, pensaba replicar a lo que la morena había dicho...
- ¡Oh! Será que quizás soy demasiado atrevido para la sociedad de hoy en día. Me atrevo a hacer conjeturas porque... ¡hasta donde yo sé esto es un país libre! Veamos, soy rico, soy un hombre... por mucho que quramos negarlo esta sociedad está tildada de machismo mire donde mire, así que... creo que tengo todo el derecho del mundo a expresarme tal y como lo he hecho. ¿Será acaso que le ha incomodado mi comportamiento?- preguntó rodando los ojos, como si estuviese pensando en si era posible que hubiese ocurrido algo como aquello. Él siempre había sido una persona diferente al resto de la sociedad, ya incluso cuando era un humano... así que a nadie le cogía por sorpresa que Hugh se comportase de aquel modo. Al menos a nadie que hubiese cruzado aunque solo fuese una palabra con él.
Vio como la chica llamaba al mesero para que fuese a atenderlos de nuevo. Sonrió recordando que ella había dicho que estaba de acuerdo con la primera parte de lo que él había comentado antes y, solo con ver la cara que ponía aquel chiquillo al ver que Hugh se había apoderado de la que podía haber sido, con unas copas de más, su acompañante aquella noche, el vampiro ya se dio por satisfecho. ¡Incluso sin darse cuenta hacía cosas que molestaban a los demás! Definitivamente su existencía servía para algo...
- Debo decirle que si deja que sea el chiquillo este quien le culturice en cuestión de vinos, hará el ridículo en cualquier reunión de la alta sociedad en la que salga el tema. Después de todo, el pobre ni siquiera habrá tenido la oportunidad de probar alguno de estos vinos porque su jefe le daría de latigazos inmediatamente - no pudo evitar mirar de reojo el gesto que habría puesto aquel chico. Definitivamente, Hugh no hacía más que ganarse enemigos allá a donde fuese, pero eso se le hacía aún más divertido - Supongo entonces que simplemente quereis disfrutar del lugar, puesto que me habeis dado a entender que no sois una gran conocedora de vinos, ¿no es así? -
Esperó a que la chica terminase de hablar, puesto que no le había dado tiempo a responderle a lo primero que había dicho. Inmediatamente había continuado con la charla pero Hugh no era de los que se quedaban callados o les dejaban con la palabra en la boca. Aunque fuese tarde, pensaba replicar a lo que la morena había dicho...
- ¡Oh! Será que quizás soy demasiado atrevido para la sociedad de hoy en día. Me atrevo a hacer conjeturas porque... ¡hasta donde yo sé esto es un país libre! Veamos, soy rico, soy un hombre... por mucho que quramos negarlo esta sociedad está tildada de machismo mire donde mire, así que... creo que tengo todo el derecho del mundo a expresarme tal y como lo he hecho. ¿Será acaso que le ha incomodado mi comportamiento?- preguntó rodando los ojos, como si estuviese pensando en si era posible que hubiese ocurrido algo como aquello. Él siempre había sido una persona diferente al resto de la sociedad, ya incluso cuando era un humano... así que a nadie le cogía por sorpresa que Hugh se comportase de aquel modo. Al menos a nadie que hubiese cruzado aunque solo fuese una palabra con él.
Vio como la chica llamaba al mesero para que fuese a atenderlos de nuevo. Sonrió recordando que ella había dicho que estaba de acuerdo con la primera parte de lo que él había comentado antes y, solo con ver la cara que ponía aquel chiquillo al ver que Hugh se había apoderado de la que podía haber sido, con unas copas de más, su acompañante aquella noche, el vampiro ya se dio por satisfecho. ¡Incluso sin darse cuenta hacía cosas que molestaban a los demás! Definitivamente su existencía servía para algo...
- Debo decirle que si deja que sea el chiquillo este quien le culturice en cuestión de vinos, hará el ridículo en cualquier reunión de la alta sociedad en la que salga el tema. Después de todo, el pobre ni siquiera habrá tenido la oportunidad de probar alguno de estos vinos porque su jefe le daría de latigazos inmediatamente - no pudo evitar mirar de reojo el gesto que habría puesto aquel chico. Definitivamente, Hugh no hacía más que ganarse enemigos allá a donde fuese, pero eso se le hacía aún más divertido - Supongo entonces que simplemente quereis disfrutar del lugar, puesto que me habeis dado a entender que no sois una gran conocedora de vinos, ¿no es así? -
Hugh Willmerston- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/03/2011
Re: ¿Un poco de vino para entrar en calor? (Hugh Willmerston)
Antha soltó una sonora risotada que no ayudo para nada a subir la ya maltratada autoestima del pobre mesero quien sirvió el vino en la nueva copa y se alejo apresuradamente con el rubor cubriendo cada centímetro de su rostro.
Hasta ahora los hechos le demostraban que no se había equivocado, el individuo sentado en su mesa estaba resultando ser de lo más entretenido… de una manera bastante peculiar.
-Para ser usted tan hábil en el arte del cinismo al referirse a los demás – hizo una pequeña pausa para señalar con una ligera inclinación de la cabeza el lugar por donde había desaparecido el mesero - debería tener un poco mas de practica en detectar el mismo cuando se lo aplican a usted – Comentó entre risas para luego tomar un pequeño sorbo de vino.
-Y dado que no ha captado la intención de mi comentario se lo explicare de una manera más directa – giró los ojos pensativamente por un segundo antes de continuar – Bueno, lo acepto, es posible que no me ha haya expresado correctamente; Dios sabe que pocas veces la gente entiende lo que quiero decir!... en fin, la parte de la culturización lo decía con ironía pues si bien no me considero una experta, tampoco soy completamente analfabeta en el tema… pero por favor, no crea en mis palabras – entorno un poco los ojos, mirándole fijamente mientras sonriendo señalaba la copa llena que aguardaba frente a él- Pruébelo y cuénteme como le parece… quien sabe, tal vez tenga usted suerte y consiga que le pida excusas y hasta acepte sus enormes conocimientos
No pudo evitar ni el discursito ni las bromas, los tragos en su cabeza ayudaban notablemente a su lengua y además la emocionaba el encontrar un interlocutor digno para un duelo elegante de voluntades.
Tomo otro sorbo (-Demonios, tengo que parar por un rato-pensó), para a continuación levantar una mano a modo de advertencia.
-Ah, lo olvidaba: ahora ya no permito que la gente decida que me gusta así que puede despreocuparse con respecto a que nuestra bebida haya sido escogida por aquel mocoso – una nueva pausa – y no, la respuesta a su primera pregunta es no!.
Apoyó el codo derecho sobre la mesa y dejo descansar su barbilla sobre la muñeca extendida a la vez que permitía que su cabellera se moviera un poco hacia adelante y... allí se quedo, mirando curiosa y fijamente al hombre.
Hasta ahora los hechos le demostraban que no se había equivocado, el individuo sentado en su mesa estaba resultando ser de lo más entretenido… de una manera bastante peculiar.
-Para ser usted tan hábil en el arte del cinismo al referirse a los demás – hizo una pequeña pausa para señalar con una ligera inclinación de la cabeza el lugar por donde había desaparecido el mesero - debería tener un poco mas de practica en detectar el mismo cuando se lo aplican a usted – Comentó entre risas para luego tomar un pequeño sorbo de vino.
-Y dado que no ha captado la intención de mi comentario se lo explicare de una manera más directa – giró los ojos pensativamente por un segundo antes de continuar – Bueno, lo acepto, es posible que no me ha haya expresado correctamente; Dios sabe que pocas veces la gente entiende lo que quiero decir!... en fin, la parte de la culturización lo decía con ironía pues si bien no me considero una experta, tampoco soy completamente analfabeta en el tema… pero por favor, no crea en mis palabras – entorno un poco los ojos, mirándole fijamente mientras sonriendo señalaba la copa llena que aguardaba frente a él- Pruébelo y cuénteme como le parece… quien sabe, tal vez tenga usted suerte y consiga que le pida excusas y hasta acepte sus enormes conocimientos
No pudo evitar ni el discursito ni las bromas, los tragos en su cabeza ayudaban notablemente a su lengua y además la emocionaba el encontrar un interlocutor digno para un duelo elegante de voluntades.
Tomo otro sorbo (-Demonios, tengo que parar por un rato-pensó), para a continuación levantar una mano a modo de advertencia.
-Ah, lo olvidaba: ahora ya no permito que la gente decida que me gusta así que puede despreocuparse con respecto a que nuestra bebida haya sido escogida por aquel mocoso – una nueva pausa – y no, la respuesta a su primera pregunta es no!.
Apoyó el codo derecho sobre la mesa y dejo descansar su barbilla sobre la muñeca extendida a la vez que permitía que su cabellera se moviera un poco hacia adelante y... allí se quedo, mirando curiosa y fijamente al hombre.
Antha Feuer- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/03/2011
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