Victorian Vampires
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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



NIGEL QUARTERMANE

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Brunhilde G. Schwarz

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Mensaje por Brunhilde G. Schwarz Dom Mar 25, 2012 4:05 am







Edad

41 Años (Apariencia de 20)

Especie

Cambiaformas Felino


Tipo, Clase Social o Cargo

Clase Baja (Nómada)


Orientación Sexual

Heterosexual


Lugar de Origen

Kaiserslautern, Sacro Imperio Romano Germánico

Poderes

Sentidos Aumentados
Agilidad y Reflejos Sobrehumanos
Fuerza Sobrehumana
Sanación Acelerada
Sentido del Peligro
Gran Agilidad y Habilidad de Camuflaje
Poca Fueza y Resistencia en Combate




Descripción Física

Humana

Su piel es ligeramente pálida, que por más que este bajó los rayos del sol esta no consigue cambiar, también es suave y suele tener un poco de suciedad, sus mejillas al sonrojarse le da un aspecto inocente a su rostro. Su caballera le llega un poco por debajo de los hombros, es de color rubio, semejante al tono dorado, el cual también es rizado, el cual cuando está descuidado puede ser semejante a la melena de un león, lo cual viene a ser con bastante frecuencia. Sus ojos son de un tono celeste, pueden parecer fríos, penetrantes y enigmáticos, pero todo está infundido por la intensidad del color en ellos, incluso de lejos puede llegar a ser impactantes, sobre sus ojos tiene unas bonitas y prominentes pestañas. Tiene una cicatriz en la mejilla izquierda que nunca llegó a sanar, y ni siquiera ella recuerda como se la hizo o que se la hizo. Posee unos labios un tanto carnosos, llegando a veces a tener un ligero tono rojizo, y por la cual salen su voz melódica y dulce. Sus manos son finas, llegarían a estar llenas de cortes y heridas pero su sanación acelerada le ha ayudado a mantenerlas con un aspecto delicado, sus dedos no son largos, ni siquiera los son sus uñas que tiene la fea manía de morderlas. Tiene brazos delgados y bien contorneados, gusta de su hermoso y firme busto el cual es proporcional a su delgadez, lo cual hace notorio la pequeña cintura entre él y sus caderas y por último posee unas piernas bien contorneadas y firmes. Es una mujer que tampoco destaca por su altura o peso, apenas rondará el metro sesenta y siete y su peso esta entre los cuarenta y cincuenta kilos.

Brunhilde G. Schwarz Tumblr_lolim2iyIn1qbiwns

Animal




Descripción Psicológica

- Bru, ellos no te van a pagar con la misma moneda.
- No voy a dejar que unos niños se mueran de hambre.

Si algo caracteriza a la joven es su verdadero altruismo con los necesitados, especialmente con los más jóvenes, incluso la poca comida que ella consigue recaudar termina por dárselas a ellos, con lo que termina pasando hambre algunos días hasta que encuentra más. Otro dato a caracterizar de ellas es su extrema amabilidad, siempre que pueda mantendrá una sonrisa en sus labios, hasta que la ocasión la vea ampliamente superada y esa sonrisa se vea borrada de su rostro.


- No, otra vez no.
- Si, creo que sí.

Bajo su dulce apariencia se esconde una persona romántica, en exceso, más de alguna vez ha estado enamorada de alguna persona que ha tenido demasiado cerca o incluso personas que solo había visto por primera vez, los llamados amor a primera vista, pero como todo siempre hay algún problema, nadie iba a estar con una mujer que ni siquiera tenía un techo donde dormir, ningún burgués o casta superior se iba a interesar en ella, simplemente ella para el resto seguía siendo otra mierda más que erradicar de las calles, pero sin embargo aquello no superaba a su sentimiento de romanticismo empedernido, le da ataques de timidez y le tiembla todo el cuerpo por los nervios.


- No sé qué haría sin ti.
- No te preocupes, seguiré estando por aquí para cuando haga falta.

Otra de las virtudes destacables de Brunhilde es su paciencia para escuchar los problemas de las personas, suele analizar la situación, buscando soluciones de todas las formas posibles. Su capacidad no solo da para escuchar sino también para dar consejos a las personas que los necesitan, haciendo que se sienta útil y a la vez viva.


- ¿Cuándo vas a parar?
- Cuando me deje de latir el corazón.

Es una persona decidida, cuando se fija algo como meta no para hasta hacerlo. Siempre cumple con su palabra, dado que no promete las cosas en vano, lo cual le hace ser una persona de confianza y lealtad inquebrantable. Considera que la amistad es primordial en la vida, valora el respeto, el valor y la tolerancia, aunque a veces muchas de esas cosas sean solo un mero sueño de la realidad en la que vive, dado que poca gente trata con respeto a la clase social más baja, por eso tiende a desconfiar de la gente desconocida en primera instancia, puede mostrarse algo fría y precavida, pero poco a poco esa forma de mostrarse se irá desvaneciendo con la confianza.


- Es peligroso estar sola por el bosque.
- No quiero dañar a nadie, levantarme una noche al lado de un cadáver humano.

En cierto modo rehúsa estar acompañada, siempre ha tratado de mantenerse alejada de las personas. Las noches a su alrededor podrían ser fatídicas, ya ha tenido más de un susto despertándose al lado de algún animal muerto, totalmente devorado, ella totalmente ensangrentada y desnuda, lo peor de todo esto, además del cargo de consciencia por haber matado a un animal sin ninguna explicación aparente, es que sufre amnesia, ni recuerda que hizo ni cómo llegó hasta allí, a veces incluso olvida en donde había estado antes de aparecer allí.





Historia



Capítulo 1: Donde todo empezó.

Es difícil comenzar una historia cuando apenas se tiene memoria para recordar hechos anteriores a la infancia. Nadie sabía de dónde había salido aquella pequeña de cabellos dorados que jugaba con la pequeña manta dentro de aquél cesto de mimbre, en cual estaba depositado delante de la puerta del Convento, ¿se trataba de un bebé abandonado o quizás había sido robado? Solo quién lo hubiera puesto allí y llamó a la puerta sabía cuál era la respuesta exacta. Las bisagras del portón de madera rechinaron al abrirse, la monja miró hacia los lados sin saber quién había llamado a la puerta puesto que todo el lugar estaba en un silencio casi sepulcral, lo único que rompía aquel silencio era el cantar de los pájaros y la vocecita de la niña jugando con una esquina de la manta como si nada de lo que estuviera pasando en aquél momento le estuviera afectando, la hermana cogió el cesto de mimbre y metió a la criaturita hacia el interior para ver en qué estado estaba, por suerte no estaba mal alimentada y su vida no corría peligro. Todo esto ocurría en el Convento de Kaiserslautern, en el Sacro Imperio Romano Germánico con fecha del 22 de Mayo de 1759, mismo día que año tras año, esa pequeña sigue cumpliendo años dado que nadie sabía con certeza cuántos días había habido desde su nacimiento y a la que le dieron de nombre Brunhilde Griselda, tomando como apellido el de la hermana que la había encontrado a las puertas del convento.

Los años pasaban bajo el techo del convento recibiendo los cuidados y los mismos de cada una de las hermanas que la cuidaban, pero algo pasaba con aquella pequeña, raramente no creía al ritmo de los demás niño, parecía como si no quisiera abandonar aquella etapa de bebe, como si se hubiera aferrada a ella. Fue algo que estuvieron prestando demasiada atención en ella, la estudiaban y posiblemente de haber salido el rumor de aquellas paredes del convento hoy posiblemente ni siquiera estuviera viva.

Habían pasado ya doce años desde que estaba allí ahora parecía un hermosa niña de cabellos rizados de seis o siete años de edad, había estado aprendiendo el cultivo y herboristería que las hermanas le habían estado enseñando ajena al “don” que llevaba en su interior, ajena a lo que realmente era. Pero todo cambió de la noche a la mañana, nunca mejor dicho. Había hecho una de aquellas cosas infantiles, se había puesto a jugar con otro de los niños, habiendo destrozado parte del cultivo mientras corrían por encima entre tanto juego. Aquella noche no cenó, había sido castigada sin cenar, algo que no hubiera traído mayores problemas si aquella noche el destino no hubiese querido jugar con ella. Ella sin decir una sola palabra se metió entre las sabanas y trató de conciliar el sueño a pesar de que su estomago rugía como un tigre hambriento, al cabo de un momento Morfeo ya la había llevado con ella. En algún momento de la noche ella se levantó de la cama, sus ojos tenían un ligero brillo más azulado, sus ojos se habían rasgado ligeramente, sus movimientos se habían vueltos gráciles y fluidos, bajó por las escaleras sin hacer ningún solo ruido y saliendo del edificio, aquella no era Brunhilde ella seguía durmiendo plácidamente en la cama o al menos eso es lo que creía su subconsciente. Se paró en frente de la puerta del corral en donde se encontraban las ovejas durmiendo plácidamente, saltó la valla con total soltura y justamente cuando se encontraba en el aire, su ropa se hizo pedazos mientras sus extremidades se convertían en patas de algún gran felino de color blanco con moteado en negro, sus ojos volvían a brillar un poco más, desde la parte inferior de su espalda comenzaba a salir una cola, terminando su cuerpo en completar aquella transformación en leopardo de las nieves, atacando con fiereza a una de las ovejas que había en el corral, la que estaba más separadas de todas. En animal quedó hecho trizas bajo un balido ahogado del animal, el gran felino comenzaba a comerse aquella oveja, mientras el resto seguían con su sueño nocturno.

El calor de sol le golpeaba en la mejilla, haciendo que esta se le sonrojara levemente, en donde dormía nunca le daba el sol, era extraño no tenía hambre, no sentía su cama sino el frio suelo y estaba mojada por algo casi líquido que la recorría todo el cuerpo y ese sabor amargo que había en su boca. ¿Qué pasaba? Los pasos de alguien se podían escuchar, ella se miró las manos totalmente ensangrentadas, estaba desnuda, dio un pequeño salto hacia atrás a la vez que daba un grito de terror al ver al cordero destripado a su lado. Sus ojos se desviaron ante el sonido de una de las monjas que también presenciaba aquella escena, aquellas palabras que dijo nunca se le olvidarían de la memoria. – Missgeburt (Monstruo) – Sonaban y resonaban en su mente una y otra vez. Sus ojos se abrieron como platos no entendía absolutamente nada, pero todo daba a entender que aquello lo había hecho ella, ¿Quién sino? Ella era la que tenía sangre en la boca y en las manos, el estómago lleno, además de que era su ropa la que estaba en pedazos por el suelo. Temerosa por lo que pudieran hacerle y más aún por lo que pudiera hacer ella misma si aquello se volvía a repetir, salió corriendo abriendo la puerta exterior del convento, mientras la monja corría detrás de ella sin éxito alguno, ella corría y corría sin mirar ni siquiera hacía atrás, sola, desnuda y ensangrentada.

Capítulo 2: Un giro inesperado.

Toda su vida se complicaba a cada paso que daba mientras corría por el bosque cercano al convento de Kaiserslautern, comenzaba a tener frio en el cuerpo por la ausencia de la ropa y la sangre que tampoco ayudaba a que su cuerpo entrara en calor, y comenzaba a volverse pegajosa y maloliente, su estomago se estremecía por la comida que había engullido en forma animal y de un momento a otro todo terminaría fuera de este. Escuchó el relinchar de un caballo a su espalda, giró la cabeza para ver de dónde había salido el caballo al tiempo que su pie tropezaba con una rama y Brunhilde caía de bruces al suelo, haciendo que el manto de las hojas del bosque se quedaran pegadas a su piel por la sangre, confiriéndole un poco de ocultación natural. Buscó con su mirada mientras aún seguía en el suelo, un lugar en donde ocultarse, estaba aterrada no sabía ni siquiera donde estaba y lo único que podía hacer era protegerse, aquel principal instinto que da cuando alguien está aterrada. Pronto encontró un lugar en donde ocultarse, había un árbol de altura media el cual tenía una pequeña cavidad en la parte inferior, cubierta por sus propias raíces, propicia para que un animal pequeño o una persona joven entrara a ocultarse ahí, gateó hasta el interior del tronco, sentándose con las piernas pecadas al pecho, intentando no emitir algún sonido por el miedo.

Escuchaba las pisadas del caballo sobre las hojas secas del bosque, estaba muy cerca, tan cerca que podía oír la respiración agitada del animal, el cual se paró posiblemente en donde ella se había caído. Dio un sobresalto cuando escuchó que el jinete había desmontando del animal, murmuraba algo que apenas lograba oír, las piernas le temblaban quería quedarse quieta pero era imposible estando en aquél estado. Escuchó el sonido de las hojas de nuevo, cerró los ojos, no querían que la llevaran de vuelta al convento, no sabía que le iban a hacer a partir de ahora, las lágrimas comenzaban a emanar de sus ojos con solo la idea de que volviera a terminar allí. Aquel sollozo alertó a la persona que estaba rastreando la sangre que encontraba por el bosque, pensaba que sería algún tipo de animal que hubiera terminando herido, pero al escuchar los sollozos de una niña pequeña pensó que la que estaba herida era ella, se acercó con cautela hacia donde la escuchaba, agachándose al lado de las raíces para mirar hacia el interior, lo que vio fue una sorpresa para él estaba totalmente desnuda y llena de sangre, las hojas estaban pegadas a su piel. - ¿Pequeña estás bien? – Preguntó con su voz masculina, tenía cierto grado de preocupación por la pequeña que ni siquiera sabía cómo había llegado hasta allí. Aquella voz no la reconocía no era nadie que hubiera estado por el convento, y aquél acento era totalmente extraño para ella, aquella persona no era de la región, abrió lentamente los ojos, quizás temerosa de ver a aquella persona que le había preguntando como estaba. Se trataba de un hombre bastante maduro, alrededor de los cuarenta años, su pelo era largo y lacio, de color azabache, tenía una barba bastante fina, quizás no se hubiera afeitado en un par de días, tenía una encantadora mirada azul, con rasgos finos y norteños en su cara, sus atuendos eran bastante llamativos, ropas con anchas mangas al igual que el final de sus pantalones. – Es…es…estoy bi…bien. – Contestó de forma tímida y como pudo por el miedo que aún recorría su cuerpo. El hombre se quitó la chaqueta para ofrecérsela a la niña, tendiéndole la mano para sacarla de ahí. - ¿Cómo llegaste hasta aquí? ¿Dónde está tu madre? – Le preguntó mientras la sacaba del agujero. – Corrí… y… co…corrí. – Pronunció casi en un murmuro. – No… no tengo ma…ma…mamá. – Quizás aquél pensamiento que se le vino al hombre a la cabeza en ese preciso momento fue la mejor salida para ella, el hombre pensaba por las palabras de la niña que la sangre era de su madre, parecía que tenía miedo, no quería asustarla más con sus preguntas y menos hacerla revivir aquél trágico momento. La subió a su caballo y cabalgó con ella un par de kilómetros en el bosque hasta llegar a un claro donde había cuatro o cinco carretas alrededor de una fogata que había estado toda la noche encendida, aquello sin duda era una comunidad gitana ambulante.

Una vez que llegaron hasta allí, una de las mujeres que había junto a la caravana bajó a Brunhilde de la montura, la trataba con cariño, mientras le decía que todo iría bien, la ayudarían para que no volviera a estar sola. Aquello fue como un rayo de sol en las tinieblas, estar doce años encerrada en un convento y al día siguiente poder conocer lugares nuevos gracias a uno gitanos ambulantes. La mujer también tenía el pelo azabache, largo y rizado, tenía un falda amplía de color negro, que seguía hasta la parte superior, formando como una especie de traje sin mangas, por la cual dejaba ver una camisa de color rosada y blanca. Sentía el cariño de una persona como nunca, la metió en una pila con agua, a decir verdad ya estaba fría, pero aquello le bastaba a la mujer para intentar quitar la sangre reseca que la niña pequeña llevaba incrustada en la piel y en el pelo, el cual tuvo que ser cortado en parte, algo más corto de lo que llevaba, estaba algo dañado y mal cuidado. Le proporcionaron ropa, comida y alojamiento, además de la protección que se brindaban entre ellos como comunidad, aprendiendo las cosas que ellos hacían, juegos de manos, tragafuegos, era como una especie de espectáculo andantes, algo que le fascinaba después de la rutina del convento.

Capítulo 3: Una nueva forma de ver la vida: La Familia.

Los años más felices de su vida, sin lugar a dudas fueron los vividos durante su época con aquella comunidad de gitanos, recorriendo el Sacro Imperio Romano Germánico de Norte a Sur de Este a Oeste. Durante los viajes acompañaba a Helmuth, el hombre que la recogió del bosque cuando escapó del Convento de Kaiserslautern, el cual se había convertido en una figura paterna para Brunhilde. Le gustaba escuchar aquellas historias que Helmuth le contaba cuando viajaban de un pueblo a otro, historias de fantasías jamás imaginadas, caballeros, princesas, malabaristas y dragones, al principio aquellas historias le aterraban, le recordaban las palabras de las monjas del convento sobre los demonios, sobre los seres del mal mandados del mismo infierno, el paso del tiempo le daba libertad a su mente para imaginar con total libertad las escenas que Helmuth le relataba con sumo detalle, era como si estuviera escuchando a un gran orador, era algo por lo que Helmuth destacaba dentro de aquella comunidad aparte de la protección que le brindaba al resto de la caravana, la oratoria.

Aquél era un lugar donde podía hacer lo que quisiera fuera de las normas ya demasiadas conocidas que le había implementando las monjas en aquél convento. No pasó mucho tiempo en el cual uno de los acróbatas se percató de la agilidad de la joven cuando comenzó a trepar por un árbol para recoger una túnica que había ido a parar a la rama de un árbol a causa del viento. Desde ese momento empezó a practicar con los acróbatas para hacer aquellos movimientos que eran tan sutiles y gráciles que escapaban a lo que la mayoría de la gente podía hacer. Aquello de dar vueltas y más vueltas le gustaba, aquella sensación de mareo que le dejaba al realizar las volteretas o incluso la subida de adrenalina cuando caminaba por la cuerda tensada, requería mucha concentración y entrenamiento, caminar a cincuenta centímetros del suelo no conllevaba ningún peligro pero ella cerraba los ojos y se imaginaba que estaba en lo alto de la carpa con todo aquél público mirándola con expectación, eran sensaciones que jamás había sentido y un tanto difícil de expresar por su parte.

Meses más tarde comenzaba a introducirse en las actuaciones más fáciles, adaptándose a la presión en el momento de la actuación, al principio cometía algunos errores de novata pero poco a poco aquellos errores iban dejando paso a una buena actuación de piruetas y movimientos gráciles.

Había pasado mucho tiempo, ni siquiera sabía realmente cuando años habían pasado al lado de lo que ahora es su familia, los pequeños se habían hecho ya mayores, pero sin embargo ella seguía aparentando se una niña, hasta el punto que le habían puesto un apodo para los espectáculos, La Eterna Niña. De nuevo el destino le deparaba otro cambio en su vida, este sin embargo lleno de tristeza y melancolía. Había caído la noche hacía algunas horas, el fuego de la hoguera se tambaleaba iluminando en el centro de todas las carretas que formaban la caravana, estaba tumbada sobre su cama, escuchando la conversación que tenía dos varones en el centro de la fogata, se escuchaba el viento recorrer entre las ramas de los árboles, el invierno estaba cerca, y por lo tanto la lluvia y la nieve. Escuchó un fuerte golpe en lo alto de su carreta, como se hubiera caído una rama encima o hubieran tirado una piedra en el techo, pero que a la vez había hecho que la fogata se apagara y los hombres se hubieran quedado en silencio. ¿Se habían puesto en alerta y por eso se habían callado? Se levantó ligeramente para mirar por una de las ventanas, solo se escuchaba el viento y su nariz recogió un olor jamás antes olfateado, ¿pero que era? Sus ojos se abrieron al ver a los dos hombres tirados en el suelo bajo un ligero charco de sangre, la luna llena dejaba ver aquella escena horrenda. Algo en ella le decía que aquello no marchaba bien, que el peligro era inminente, esperaba que aquello solo fuera una pesadilla en un profundo sueño pero el grito de “¡A las armas!” de Helmuth la sacó de aquél deseado pensamiento, aquello estaba ocurriendo de verdad, no sabía quien había hecho aquello pero sabía que Helmuth sí. Salió de la caravana a toda prisa, quería ayudar, le habían enseñado a defenderse pero en cuanto Helmuth la vio la mandó de nuevo hacia el interior de la caravana, aquello era demasiado peligroso para ella, comenzó a discutir con ella ya era “mayor” para defenderse sola, sus ojos captador un movimiento a su derecha, demasiado rápido para poder reaccionar cuando sintió como la empujaban con violencia, salió despedida, siendo golpeada contra una de las carretas, su cuerpo cayó al suelo aturdido, no había visto quién la había empujado, pero aquella fuerza no era propia de una persona normal. El suelo daba vueltas, todo estaba confuso por el golpe, los hombres luchaban contra ¿era otra persona? Todo estaba demasiado borroso, pero lo que si lograba oír era que Helmuth le decía que huyera.

Su cuerpo se movió de forma involuntaria cuando vio a uno de los varones también salir despedido por encima de una de las caravanas, aquella persona, si podía llamarse así no era normal, comenzó de nuevo a correr sin mirar atrás hasta que sus piernas le fallaron y cayó al suelo por el cansancio ¿Cómo habría terminado todo aquello? Quería volver para ver cómo estaban pero ¿Era lo más acertado? Su mente se debatía entre la orden que le había dado Helmuth a lo que ella quería en aquél momento. Finalmente se quedó allí recuperando el aliento mientras estaba atenta a todo ruido posible que pudiera oír a su alrededor no quería verse sola ante el peligro y menos encontrarse con aquella cosa que estaba luchando con los hombres.

Una vez recuperado el aliento, comenzó a andar de vuelta, si seguía escuchando la pelea se quedaría alejada, sino se acercaría a investigar, pero lo que vio desde lejos y no escuchar ruido alguno proveniente de una pelea le hicieron temer lo peor. Los cuerpos estaban tirados por el suelo sin vida, todos ellos, estaban destrozados como si un animal los hubiera atacado pero cuando ella se había marchado estaban luchando contra un hombre. ¿Qué había ocurrido allí? ¿Había venido algún lobo a mordisquear los cadáveres? Pero si hubiera sido lobo habría alguna manada cerca. Su vista buscó a su alrededor hasta hallar el cuerpo inerte de Helmuth, corrió hasta él y se arrodilló a su lado sin poder contener las lágrimas al verlo sin vida, todo lo que había tenido más parecido a una familia se lo habían arrebatado en menos de hora aquella fatídica noche. Cerró los ojos de Helmuth y suspiró entristecida, no sabía qué hacer, ni siquiera a donde ir, lo peor de todo posiblemente es que ni siquiera sabía en donde estaba, ahora tocaba otra nueva etapa de su vida adaptarse y sobrevivir con todo lo que le habían enseñado durante estos largos años.

Capítulo 4: Entre naturaleza.

Sus pasos la llevaron a la seguir con la vida de nómada, hasta que encontró una pequeña cabaña abandonada en medio del bosque, todo estaba lleno de polvo, pero sin embargo había todo lo necesario para subsistir allí, su anterior dueño lo había dejado todo, incluso había un par de mudas, a decir verdad bastante grandes para ella, las cuales podría arreglarse con un par de cortes y una buenas puntadas con la aguja.

Aquél nuevo inicio de su vida fue duro, volvía sus pesadillas, volvían los amaneceres en lugares extraños, al lado de algún animal muerto, bañada en sangre y desnuda, por suerte su sentido de la orientación era excelente, siempre encontrando el camino a casa, incluso a veces se llevaba la pieza que aparecía muerta a su lado a la cabaña. Le aterraba el hecho de pensar que un día despertaría al lado de una persona muerta o incluso que un día no volviera a despertar, porque ni siquiera sabía que hacía aquellas noches que amanecía a saber dónde.

Con el tiempo comenzó a intercambiar la comida que cazaba o los remedios naturales por enseres o ropa en uno de los pueblos cercanos, había que sobrevivir de alguna forma, y el trueque era una de ellas.

Por otro lado, las apariciones sangrientas dejaron de producirse, quizás alguna aislada sin explicación alguna, no seguían un patrón definido o al menos eso pensaba ella cada vez que intentaba recordar que había hecho antes de ir a la cama. Comenzó a aprender todo lo que el bosque podía darle, plantas, setas, los animales que habitaban en ella, incluso se fabricó una lanza y un arco para cazar a los ciervos y animales similares, aparte claramente de poder usarla como arma defensiva para los animales depredadores, como los lobos o incluso en el caso de darse contra un oso.

Su vida social se había esfumado, nunca había tenido visita en aquella cabaña, y a decir verdad nunca había visto nadie en las zonas colindantes a donde se encontraba, tenía que irse dirección a los pueblos para ver a alguien, en cierto modo era una tranquilidad para ella contra más lejos estuviera la civilización menos posibilidades de despertarse al lado de un cadáver humano.

La rutina se convirtió en su mejor amiga, junto a la soledad, hasta los días en los que nos encontramos.


Datos Extras

Desconoce que es una cambiaformas, una persona normal tampoco es.
Es zurda.
Solo habla Latín y Alemán. No sabe escribir ni leer.
Le encanta los animales, sobre todo los caballos.
Tiene conocimientos sobre herbolistería, medicina, caza y supervivencia.
Esta acostumbrada al frío, solo necesita poca ropa para soportarlo.





Última edición por Brunhilde G. Schwarz el Mar Abr 10, 2012 11:21 am, editado 6 veces
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Mensaje por Invitado Lun Mar 26, 2012 12:42 pm

Cuando termines postea acá mismo para que un miembro del staff pase a aprobar tu ficha
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Mensaje por Brunhilde G. Schwarz Mar Abr 10, 2012 11:24 am

Ficha Terminada
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Mensaje por Nigel Quartermane Miér Abr 11, 2012 8:22 pm

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Bienvenida al foro
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