[Época actual. París] Con un pie en el abismo (Laisha)

Cuando el prozac dejó de ser suficiente para acallar a sus fantasmas, comenzó a buscar el alivio escapándose de sí mismo, llenando sus fosas nasales con polvo blanco y sus venas con cualquier cosa inyectable que surtiera bastante efecto en su sangre de bestia poderosa. Con el dinero de la herencia que todavía era suyo, podía comprar esos y otros intentos de solución, pero por más que lo intentaba, el vacío y el dolor no desaparecían. Aquella noche las cosas no eran diferentes.

La delgada hoz del cuarto menguante pendía sobre las millones de luces de la ciudad, lo que significaba que no tendría que preocuparse de ser un monstruo un par de semanas más. Podía ir y fingir ser como cualquier sujeto de su edad: salir a beber, divertirse, quizá hasta conquistar alguna chica (o chico, lo que el destino le pudiera delante).Tenía una invitación VIP para el club Sky y estaba considerando seriamente utilizarla; después de todo, no tenía que rendir cuentas a nadie: estaba completamente solo.

Tardó un par de horas en decidirse y alistarse, no sin antes beber algunos vasos de vodka helado para humectarse la garganta. Se montó en el auto sin pensar realmente lo que hacía, pisó el acelerador y recorrió la ciudad hasta llegar al enorme rascacielos donde estaba el club.

***

Lo recibió el ensordecedor ruido electrónico que, no hacía mucho tiempo, él también solía llamar música. Se fijó en el decorado minimalista que la semipenumbra del local no lograba ocultar a sus ojos y supo que de no haber sufrido tantos cambios recientemente, no se encontraría en un sitio así. Él era un violonchelista de gustos mucho más sosegados, que prefería el ambiente intimista de un club de jazz; pero la amargura que ahora impregnaba su vida lo llevaba a buscar la ostentosa sordidez de sitios como aquel, porque ahí olvidaba quién era, quién había sido.

Al igual que en los bajos fondos de la ciudad, ahí corría la droga en grandes cantidades y se toleraba la prostitución, aunque, claro, todo siempre con un aspecto de respetabilidad necesaria para no incomodar a los asistentes. Fachadas, así es como funciona el mundo… y Rocamadour no es la excepción.

Se sentó en una mesa apartada y pidió una botella de vodka, luego otra; pero como el alcohol no lograba enturbiar su cabeza como él deseaba, llamó al camarero y le pidió “algo más fuerte”, mientras le hacía un guiño de complicidad y sacaba de su bolsillo una cantidad lo bastante grande para que sus deseos fueran cumplidos. El joven enseguida captó el mensaje –estaba acostumbrado a ese tipo de peticiones- y desapareció por un momento; luego volvió y dejó sobre la mesa, discretamente, una diminuta bandeja plateada con tres líneas de cocaína. Podría parecer demasiado, pero Rocamadour sabía que menos de eso no serviría de nada. Poco después aspiró la droga con la misma ansiedad de un adicto en pleno síndrome de abstinencia. Una sonrisa satisfecha se dibujó en su rostro… apenas un insignificante cosquilleo le recorría el cuerpo, pero se convenció de que se sentía mejor.

***

Desde su oscuro rincón observaba a la “selecta clientela” del lugar, sin lograr que su desprecio por esa gente disminuyera ni un poco. Había pasado demasiado tiempo ahí sin hacer nada, sin bailar, sin atraer a una linda scort para entretenerse… Se aburría y el aire cargado de cientos de olores mezclados comenzaba a resultarle opresivo.

Se levantó y caminó hacia la salida, maldiciéndose en silencio por creer que en serio podía soportar tanta frivolidad sin inmutarse. No, no era su estilo y lo único que había logrado era magnificar su hastío.

Esperó el ascensor con la mirada fija en la nada, hasta que la atrayente figura de una joven salió del sitio que él acababa de abandonar. Era bastante deseable, de piel lechosa y cabello muy oscuro, cuyo contraste resaltaba unos ojos tan bellos como el resto de su cuerpo.

De no haber estado decidido a marcharse, se habría acercado a ella, indudablemente; pero su humor se estaba volviendo cada vez más negro y ni siquiera lo intentó. Sin embargo, ella pareció presentir que era observada y sus miradas terminaron cruzándose. Él le dedicó una media sonrisa y la saludó con un gesto de la mano antes de entrar en la caja metálica del elevador. Siguió mirándola mientras apretaba cualquier botón y las puertas se cerraban. “Es una lástima” , pensó, dejándola atrás.

***
Sólo cuando notó que no descendía, tuvo la idea de ir hasta la azotea del edificio; seguro de que allí habría un poco de paz, silencio y aire fresco.

Así era. No había ni un alma que pudiera perturbarlo en sus oscuras tribulaciones. Era perfecto.

Miró hacia el cielo, donde los reflejos de la iluminación citadina y la bruma de la contaminación ocultaban gran parte de las estrellas. Se acercó al pequeño muro que rodeaba la acera y se sentó en él para contemplar el fondo de aquel abismo artificial cubierto de asfalto.

Dejó que el vértigo lo invadiera y se puso de pie en el borde del edificio, sin dejar de mirar hacia abajo, como si aquellas profundidades lo llamaran con una voz seductora. De pronto todo pareció aclararse en su cabeza y se sintió estúpido por no haberlo pensado antes; ahí estaba la respuesta, solamente que él no había tenido las agallas de aceptarlo. Quizá había cedido ante el morbo de averiguar más sobre lo que era ahora, pero en ese momento el futuro no le importaba, sólo quería dejarse caer, sentir el aire golpeando su rostro a toda velocidad antes de romperse el cráneo en miles de pedacitos.

Puso un pie en el aire y contuvo la respiración.

Estaba a punto de lanzarse, cuando el ruido de unos pasos aproximándose lo hizo girar rápidamente la cabeza en busca del causante…

Sentada a la orilla de la cama sostenía entre sus manos y contemplaba aquel sobre, aún sellado, que habían insistido en dejarle sobre la mesita de noche. Sabía que contenía una invitación, precisamente para esta noche, mas no sabía a donde. Aquel Junior al que había complacido en noches pasadas al parecer tenía intenciones de volverla a mirar ya fuera trabajando o divirtiéndose un poco. “Lo que es poder derrochar el dinero” pensaba mientras se encogía de hombros y continuaba en la disyuntiva de si abrirlo o no. El abrirlo era una tentación mucho mayor a la cual difícilmente podría evitar resistirse.

Los tiempos no estaban como para permitirse el lujo de convertir una de sus noches en mera diversión. Las cuentas no se pagaban solas y peor aún sin alimentarse de que le servia incluso poder pagar sus deudas. De nada. Esta noche era como todas las anteriores no podía ni debía dejar de ganar unos francos

Finalmente después de tanto pensarlo abrió el sobre y la sonrisa al leer el nombre del lugar, “Sky”, le ilumino el rostro. Después de todo no era tan mala idea asistir, tenia todas las de ganar para conseguirse un buen “cliente”, solo debía ser discreta.

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En la esquina a la misma hora de todas las noches ya la esperaba el taxista que solía llevarla al centro nocturno donde trabajaba Esta vez le indico que la ruta sería diferente. El chofer le sonrió, asintió y de inmediato puso el motor en marcha. En escasos 20 minutos ya se encontraba frente a las puertas del edificio donde se encontraba el club. Bajo del taxi le sonrió al chofer para luego girarse y adentrarse al lugar.

El lugar estaba lleno, la música en su máxima expresión haciendo retumbar no solo los oídos de los presentes sino también las propias paredes. Se dirigía a la barra cuando a su encuentro llego el joven que le había invitado. Sin necesidad de palabras la guió hasta la barra, le ofreció asiento sentándose después él a su lado muy cerca de ella rozando su pierna con la de la chica. Ordeno algo de beber para ambos. Los vasos con whisky no tardaron en llegar. Choco su vaso contra el de ella y luego ambos se lo llevaron a los labios hasta beber el contenido casi de un solo trago. Después de un par de bebidas se levanto la hizo girar su cuerpo para quedar de frente a él, la tomo por la cintura y se inclino buscando sus labios besándola con posesión y acercándola a su cuerpo. Supo entonces que no iba a permitir que nadie mas se le acercará que esta noche él la reclamaba como suya, solamente suya.

Al menos un par de horas pasaron juntos. Las suficientes para beber, bailar un poco y hacer uso de uno de los privados disponibles con los que contaban para clientes exclusivos como con el que se encontraba Laisha. Le dio disimuladamente un buen fajo de billetes cuando volvían a la barra. Luego le dio un último beso y se perdió de vista. Ella se bebió otro par de tragos y luego se marcho ya no tenía mas nada que hacer ahí.

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-Por todos los cielos- exclamo por lo bajo apenas al toparse con ese rostro un tanto desencajado tal vez triste o dolido con alguien o simplemente con la vida. Últimamente eso era algo común. No había día en que no conociera a alguien dolido con la vida. Incluso ella misma se contaba entre ellos aunque la mayor parte del tiempo lo sabía ocultar muy bien.

Esos ojos desorbitados y ese rostro que apenas y sonrió lucían extraños en extremo. Negó con la cabeza no era difícil darse cuenta que ese hombre se encontraba completamente perdido. Y muy probablemente con divagaciones en su cabeza casi a punto de la locura. No era para menos con la cantidad de droga que seguramente se había metido. Quizás mentalmente ya se encontraba viajando rumbo a la luna y a saber que más.

No cruzaron palabra alguna solamente sus miradas se cruzaron escasos segundos y un fugaz saludo con su mano fue lo que obtuvo de él. Los segundos que mantuvo contacto con sus miradas fueron los suficientes para comprender que no era buena idea que una persona en semejante estado anduviera sola por las calles.

Ella no entro en el ascensor, no por temor, no, estaba acostumbrada o al menos había aprendido a lidiar con drogadictos y borrachos. Creyó como mejor opción dejarlo irse solo y ya luego ir tras de él sin que lo notase.

El subió sin preguntar ni esperar siquiera a ver si la chica subía o no. Torpemente acciono el botón y la puerta se cerró. Alzo la mirada. Quieta observaba como los números en color rojo brillante por encima de la puerta ascendían, en lugar de descender, uno a uno hasta hacer alto en el último de los pisos. Entonces sin pensarlo ni dudarlo trepo ella en aquella caja metálica. Ascendió varios pisos entre las cuatro paredes de ese aparatoso cubo. A más de un par de pisos por llegar al final bajo y opto por ascender por las escaleras retrasando con ello su aparición ante aquel joven que la tenía intrigada y preocupada.

Con cuidado y muy lentamente abrió la puerta que daba a la azotea del edificio. Un viento frío golpeo su rostro y sacudió su hermosa cabellera negra. Y lo que sus ojos encontraron al frente le sacudió todo, absolutamente todo en su interior. Trago saliva, respiro profundo y luego comenzó a acercarse intentando no hacer ruido y que por una imprudencia de ella el joven terminara haciendo lo que aún dudaba, lanzarse al vació.

El silencio era tal que el eco de sus pasos se escucho y él de inmediato se giraba para encontrarse por segunda ocasión con ella. Dudo si hablarle desde donde estaba, aún un par de metros retirada de él, o acercarse lo más posible –Necesitaba estar sola y un poco de aire fresco y pensé que…….aquí iba a estar sola- dijo fingiendo una excusa del porque se encontraba ahí -¿puedo hacerle un poco de compañía?- pregunto acercándose muy lentamente un poco más –si le molesta puedo dejarlo solo- continuaba hablando con voz suave y tranquila intentando persuadirlo y que se olvidará de la locura que estaba a punto de cometer..

Escuchó la voz trémula dirigiéndose a él y giró el rostro lo suficiente para descubrir que se trataba de la chica a la que había visto antes de subir. Pues bien, aquella interrupción acababa de echar a perder su pequeño plan; aunque eso indicara que su convicción no era tan férrea como lo había pensado.

Se dio la vuelta y la miró desde esa altura, examinándola con cierta frialdad. Notó que era joven –justo de esa edad que solía resultarle tan atractiva – y confirmó la impresión de su primer vistazo: era hermosa y con cierto deje de inocencia en su rostro; pero aquello le pareció imposible, pues nadie que visitara sitios como el Sky podría jactarse de poseer aquella virtud. “En fin”, pensó sin disimular su desgano, ni la expresión vacía de sus ojos, antes de responderle. -No te creo. Me has visto subir y me has seguido. Lamento si mi saludo te hizo pensar algo que no era-. Se detuvo.

Volvió a sentarse en la tapia, pero esta vez de espaldas al vacío. Extrajo una caja de cigarrillos del bolsillo de su chaqueta y encendió uno, aspirando profundamente. Sintió el humo llenando sus pulmones y se deleitó con la idea de que la nicotina comenzara a expandirse por su cuerpo… le gustaba la sensación de envenenarse por el puro placer de hacerlo. Liberó la amarga bocanada, dirigiéndola hacia el cielo y luego le ofreció la cajetilla a la chica.

Tenía los ojos levemente entornados y su voz había adquirido una expresividad aterradora, aunque en su interior no dejó de hacerle cierta gracia que siempre pasara algo cuando estaba al borde del suicidio, como si alguien (o algo) más allá de su comprensión no estuviera dispuesto a permitirle librarse de su dolor de esa manera.

-Puedes quedarte si quieres… si mi aura maligna no enturbia el aire fresco que viniste a buscar- dijo en tono irónico. –Después de todo, ya no es prudente concluir lo que estaba haciendo – dio otra calada al cigarrillo-, no sería justo implicar a alguien más en un asunto tan privado, pero ya que te ofreces tan amablemente a hacerme compañía, ¿por qué no te sientas aquí y disfrutas conmigo burlándote del vértigo? ¿O acaso te dan miedo las alturas?- señaló con la mano el sitio junto a él, casi como en una insinuación, pero volvió a su silencio, a la espera de que pasara cualquier cosa.

La mirada penetrante del chico sobre ella le calo tan hondo que su cuerpo reacciono estremeciéndose, erizándosele la piel completamente. Inhalo y exhalo profundo tranquilizándose y pensando como reaccionar ante la evidente e inevitable frialdad con que la trataría. Al escucharlo hablar todo en su interior fue como si se hubiese hecho pequeñito. A pesar de ello una actitud como esa no le iba a ganar. No era ni la primera ni sería la última vez que alguien intentará intimidarla con semejantes tratos.

Era de esperarse que no fuera ningún incrédulo. Eso le gusto a Laisha aunque eso le complicaría un poco las cosas. No importaba lo que tuviera que hacer era una chica de retos cuanto y más cuando en el reto estaba de por medio un hombre. Esos eran los retos que más le gustaban. Le contemplaba mirándole de lado manteniendo su ingenua sonrisa. Ahora que le miraba bien esos ojos enigmáticos y ese porte duro y frío le hacían lucir bastante atractivo. “Lastima” pensó recordando que un poco antes lo encontró a punto de lazarse al vacío. –Pues si quieres creerme si no, no importa- se encogió de hombros –no es la primera vez que un hombre cree que le sigo los pasos- dijo despreocupada, restándole importancia a lo que él opinaba. Aunque tuviera toda la razón no era tan tonta como para reconocerlo al menos no todavía.

Le miro sentarse quedando de frente a ella, dando la espalda al vacío. Sonrió. Al menos ya había logrado que de momento desistiera. Ahora si, se acerco por completo justo cuando el lanzaba una bocanada de humo al cielo. Aspiro profundamente el humo. Bajo la mirada sonriendo aún y dejándole ver cuan embriagador le resultaba el aroma del cigarrillo. No simplemente le resultaba embriagador ese aroma le excitaba. Con una sonrisa ladina tomo la cajetilla que le ofrecía. Extrajo un cigarrillo y se inclino para que el chico le pasara fuego de su propio cigarro. Sus miradas se cruzaron un instante y luego se alzaba volviendo a su posición original.

-Son muchas otras cosas las que verdaderamente enturbian el aire- respondió ignorando la ironía de su comentario –disculpe la intromisión- dijo como si en verdad le apenara. Ya que la invitaba se sentó a su lado dando una larga calada a su cigarro –sinceramente, si, me dan miedo las alturas pero tal vez hoy valga la pena enfrentarme a ese miedo- con una mano sostenía el cigarro en tanto que la mano libre la llevaba sobre la tapia, bueno eso intento porque antes que caer sobre la tapia caía sobre la mano del chico –perdona- dijo con el rostro encendido retirando de inmediato su mano desviando la mirada y dando una calada más al cigarro. Lo que no quería era incomodarlo más por ello su reacción de retirar su mano pero si por ella hubiera sido hubiera tomado entre la de ella ese calido tacto. Algo identificaba a la joven con el chico no sabía el que pero estaba segura de que algo los unía en sus historias independientes. Quizás el dolor y las ganas de querer acabar con su vida. Ella había superado su deseo de morir y ahora tenía un respeto por la vida y un deseo enorme de vivir a pesar de las injusticias y sin sabores por los que la vida se encargaba de arrastrarla. -si quiere nos podemos lanzar juntos al vacío así no habrá ningún testigo- sería capaz de arrastrarla a ella junto con él, obviamente ella no pensaba lanzarse simplemente era conciente de que lo peor que podía hacer era dar la contra en cambio si le demostraba que comprendía podía ganar mayor terreno y conseguir al menos un poco de su confianza –si usted se tira, yo me tiro…..usted dice….- una vez mas apoyaba su mano y por segunda ocasión esta se apoyaba sobre la mano del chico solo que esta vez ni se preocupo por retirarla y él tampoco hizo mucho por apartarla.

Al sentir la mano de la joven sobre la suya comprendió que era más osada de lo que parecía. Se había tomado todas sus increpaciones con una amabilidad inaudita, casi sin darles importancia, y permaneció a su lado en actitud desafiante, aunque la impresión que le daba la calidez de su piel era otra. “Interesante” , pensó y sonrió para sí mismo.

Pero esa muchacha ignoraba que, a sus ojos, no era más que el instrumento de una cruel divinidad que le negaba el derecho a dejarlo morir por su propia mano. Suspiró pesadamente (quizá por millonésima vez en la noche) y la miró inquisitivo. Sabía que no podía hablar en serio, pero de cualquier modo le respondió decidido a provocarla. –No podría cargar con tu muerte, además de que sería un gran desperdicio que tu cuerpo terminara hecho picadillo allá- dijo moviendo la cabeza en un gesto que indicaba la calle, quién sabe cuántos pisos más abajo. –Mejor olvidemos ese asunto por ahora. Quédate aquí, así yo puedo fingir que te estoy agradecido por arrancarme de las seductoras garras de la muerte-.

El cigarrillo se había consumido entre sus dedos mientras hablaba. Arrojó al suelo la colilla y volvió a su silencio hostil sin dejar de mirar a su acompañante. Los grandes ojos que lo escrutaban le parecieron un misterio. Entonces se preguntó qué impresión le estaría provocando con su parloteo nauseabundo sin que ésta simplemente se hubiera dado media vuelta dejándolo hacer lo que los locos suelen hacer cuando vuelven a estar solos tras un patético intento de suicidarse.

De pronto volvió a sentir que su cabeza era un caos, pero aquello ya nada tenía que ver con la muerte o el abismo. “Maldita mutabilidad de sentimientos”. Sus sentidos se abrían lentamente a la presencia femenina que permanecía a su lado, la fragancia, la tibieza, el ligero cosquilleo eléctrico que recorría su interior. Aquello le hizo reparar en todo el tiempo que había pasado desde la última vez que se había ido a la cama con una mujer; era mucho considerando su temperamento tan propicio a “enamorarse” con facilidad: últimamente su atención había sido acaparada por alguno que otro muchacho casi tan inestable como él; pero en ese momento su cuerpo reaccionaba un poco más impetuosamente, sentía una innegable atracción por ella. Tragó saliva y agitó una mano en el aire como tratando de alejar unas ideas que resultaban tan poco pertinentes en semejante situación… porque no lo eran ¿no? Igual no apartó su mano del contacto casi fortuito que ella había establecido, comenzaba a gustarle de veras.

-Y ya que vas a acompañarme, ¿no crees que sería una buena idea presentarnos?-. A diferencia de un momento antes, ahora se esforzaba por sonar amable pues a final de cuentas ella no era la culpable de su ánimo sombrío. –Yo soy … mhhh… Rocamadour, - dijo tomando la mano de ella entre las suyas – dime, ¿a quién debo agradecer y cómo debo hacerlo?- terminó dirigiéndole una sonrisa soslayada, olvidándose poco a poco del enojo y esperando que la todavía anónima chica pudiera sustituirlo por algo mejor.