Scott White, El vampiro | Libre | Época Actual

por **Scott White** Vie Abr 22, 2016 4:14 am

15 de mayo 2016
época actual

El mismo sueño, ¿o era pesadilla?; no, era un sueño de unas tierras que ya no existían, de un paraíso ultrajado y de una relación destruída, un amor que nunca fue correspondido y que llevó al alguna vez Cisne a los brazos de la muerte en vida. —Moriría por tristeza, sucumbiría antes que la soledad consumiera mi alma, justo cuando tus recuerdos se convirtieran en lamentos sería el momento adecuado para que yo perdiera la vida —eran las últimas palabras de Scott antes que despertara totalmente exaltado y en reacción las palabras de su amo eran las siguientes.
—No puedes sucumbir ante una soledad cuando en ti ya no existe el alma —de la oscuridad de la casa que pertenecía a Oliver Wayne, cómo se hacía llamar en 2016, el inmortal de piel tan blanca como el más fino copo nieve que Scott observó en vida en la helada tierra de Suecia, una piel nívea, dura y muy parecida en textura como el más fiel marfil. Con cabello oscuro de un negro azabache sobre sus ojos de un intenso y aterrador azul brillante, la nariz escupida como si se tratara de una obra de Miguel Ángel y aquellos labios delgados, seductores como el fuego de una hoguera en tiempos de un frío insoportable o igual a una aurora boreal en las reconditas montañas de la Antartida; así en la oscuridad se expresaba su amo.
—La amo tanto que aún en su muerte no puedo dejar de pensar en ella. No lo digas, sé que me ocultó una verdad que me destrozó por un tiempo y; sin embargo, no fue suficiente para que renunciara a ella. Mi corazón se lo entregué, los Nottinghams cayeron por mi necedad de amarla y ahora de los Cisne queda una misera empresa que lucha por su supervivencia en Wall Street. Son poco más de dos siglos los que llevo viviendo como inmortal y unos años más que viví como un Cisne, un mortal que entregó su amor a una mujer —Los dos siglos de vida fueron una revolución de experiencias en Scott White, quien a diferencia de Oliver conservó su nombre y apellido cuando llegaron a America.

—Se lo dijo gentil mujer, yo soy un vampiro. ¿Qué ganaría con engañarla?, esta noche por vez primera desde que soy un inmortal quisiera narrar mi historia. Dígame, ¿usted ha experimentado el amor, cree que existe?, necesito saber cómo piensan ahora, en estas últimas décadas no he hecho más que matar a gente cuando bebo de ellos —se encontraban en uno de departamentos de Nueva York, no era un barrio pobre pero tampoco lujoso; a dos cuadras estaba el metro que conectaba toda la ciudad y que Scott usó minutos antes del encuentro con aquella mujer que escucharía su historia y haría lo que quisiera con ella, a Scott realmente no le importaba. Caminando con los brazos cruzados vio desde la ventana el tránsito local; podía percibir los pensamientos de la joven aunque no podía jactarse de que siempre fue así. Usar sus poderes no fue sencillo, del mismo modo que fue el aprenderlos y descubrirlos; aunque el leer la mente le traía muchos benecifios como lo era la abundancia y si quería la glotonería de volverse rico. El prefería mantener su perfil bajo, no quería encontrarse con antiguos vampiros que le hicieron daño, cambiantes y licántropos que en un momento ansiaron volverse vampiro para compartir la eternidad con sus verdaderos amores pero debido a su naturaleza contraria era imposible que vampiro convirtiera a un cambiante o a un licántropo lo que incluía a Scott que tuvo la osadía de intentar esa abominación que casi terminaba con su vida. Por supuesto, esa historia la relataría más adelante, por ahora tenía que contar quién era Scott White, el Cisne Negro de los Nottinghams.

Se dio media vuelta y contempló a la mujer, era atractiva y ese pensamiento lo remontó a los eventos que asistía como lo dirían actualmente, un playboy. Antes de conocer a Megan, una campesina de las más decadentes tierras de Escocia, de aquel antiguo Imperio Británico. —Espero que esté lista para escuchar mi historia y sobre todo la comprenda. Confío que hará buen uso de ella —sonrió, sus colmillos se asomaron ligeramente y cubriéndose con una servilleta los hizo desaparecer—. No te preocupes no beberé de ti, sólo quiero que escuches y redactes si así lo deseas —volvió a caminar a la ventana recargándose en una pared aledaña al marco—. En el siglo XVIII y XIX los White eran una de las familias más poderosas del planeta. Gracias a ellos Inglaterra se convirtió en la primera potencia económica, militar e industrial. Hasta mediados del siglo XVIII hubo un regimen basado en las leyes de ascendencia de los reyes, me refiero a que los primogénitos tomaban el poder. Charles White decidió que ésto no podía seguir así, de este modo dividió el imperio entre sus tres hijos, tres administraciones que se encargarían de gobernar en America, Europa y Asia. Pero él sabia que necesitaba una administración general. Por ésto, implantó una ley donde cada familia a la que llamó casa, subiría durante quince años al poder y administraría el poder de las otras casas. Yo pertenecí a la casa de los Nottinghams, ubicada en la hermosa ciudad de Nottinghm en Inglaterra, en mi niñez y parte de mi juventud el poder perteneció a mi familia. Por la ley serían a mis hijos quienes tomarían el poder durante los treinta años que duraría el reinado de la suma de los Londinenses y Yorkshires; por ese motivo nos educaban para ser grandes administradores, visionarios e innovadores en todas las disciplinas —hizo una pausa y suspiró, luego, miró el techo de un colado atractivo y regresó su vista a la ciudad—. ¿Tiene alguna duda?, no me gustaría continuar si no resuelvo sus preguntas antes de que empezara mi vida mortal y conociera a la mujer que cambió mi vida como mortal —volvió su mirada a la joven sin abandonar su postura.

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