Rudd Whigham a.k.a. Christos

I am what time and circumstance have made me.

► Habilidades y atributos innatos:
→ Habilidades: Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.
→ Atributos: Colmillos afilados, uñas afiladas (en algunos casos), piel y cuerpo resistentes (aunque suave al tacto y a la vista), e inmortalidad.

► Poderes innatos:
→ Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.
→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros vampiros e identificar a los licántropos gracias a su aura colorada y su característico olor.

► Poderes a elegir:
→ Telepatía: Habilidad para sondear los pensamientos superficiales de cualquier sujeto cercano y escucharlos como escucharía hablar a esa persona. Con el tiempo suficiente, puede enterarse casi de cualquier cosa sobre el sujeto.
→ Clarividencia: Habilidad para ver y oír sucesos a distancia. Este poder se activa de forma instantánea y sólo tiene que concentrarse en un lugar o persona para ver y oír lo que sucede a su alrededor. Las visiones pueden ser pasadas o presentes.
→ Visión compartida y visión remota: Habilidad de poder ver a través de los ojos de los demás o en otros casos, hacer que los demás puedan ver lo que estamos viendo en ese momento. Esta habilidad funciona únicamente cuando se toca a la persona.

Christos es un vampiro que posee un porte intimidante, va por la calle enfundado en elegantes trajes porque siempre le gustó estar presentable, es una de esas personas a las que jamás verás mal peinado o con la corbata mal anudada o los zapatos sucios; irradia perfección por donde se le mire y a menudo da más la impresión de ser una escultura de mármol perfectamente moldeada a causa de la extrema blancura que lo caracterizó siempre, incluso antes de convertirse en vampiro. Sus ojos son grandes y de los más azules que llegarás a presenciar en toda tu vida, sus labios son gruesos y carnosos, regularmente contraídos por la seriedad extrema que siempre lo ha caracterizado –al menos desde hace tres años-. Su nariz es mediana y redonda, combina a la perfección con las facciones suaves en su cara que le añaden un toque de jovialidad que lo hacen lucir mucho más joven de lo que en realidad es. Sus cejas son pobladas y de un tono claro al igual que su cabello que es rubio, el cual lleva largo y corto a los lados, siempre peinado hacia atrás, dándole un toque de más seriedad y elegancia. Manos grandes y dedos largos; alto, poseedor de un cuerpo bien torneado, no es ni delgado ni fornido, está en un punto medio entre ambas cosas, incluso algo marcado sin llegar a exagerar. No posee ninguna imperfección a lo largo y ancho de su cuerpo a excepción de esa horrible cicatriz que le cruza el cuello de lado a lado y que fue consecuencia de la herida que le privó del habla el día en que sufrió el atentado que cambió para siempre su vida; siempre la cubre con las corbatas que utiliza. Su voz es ronca y rasposa pero a la vez melodiosa. Christos se mueve con elegancia con movimientos que podrían llegar a parecer perezosos pero que sólo denotan la precisión y fuerza con la que los realiza.

Nos encontramos ante una persona difícil de definir, un imponente hombre –al menos a la vista de los humanos que ignoran su verdadera naturaleza- que camina por la vida completamente negligente de todo. Te ve y al mismo tiempo te analiza mientras el humo de su pipa o cigarrillo lo envuelve y le suma todavía más misterio del que ya posee. Le hablas y él continúa contemplándote, te da la sensación de que está sordo, de que le han comido la lengua los ratones o simple y sencillamente de que no le da la gana responderte. En ocasiones se da media vuelta y te deja hablando solo, en otras se queda pero sólo para seguir respondiéndote con esa aparente frialdad que lo recubre por completo. Puedes ser testigo de como sus ojos grandes y azules se mueven lentamente mientras te mira, como te delinea detenidamente como si no hubiera un mañana y estuviera sumamente interesado en ti, aunque en realidad no lo esté; te hace sentir incómodo, sonrojarte y finalmente desear irte del lugar al ver que no obtendrás una sola palabra suya, ni siquiera un nombre o un forzado saludo por compromiso. Su seriedad es tan insuperable que aún cuando te tomas la molestia de insultarlo o hablarle de mal modo él continúa con esa calma que llega a ser molesta, no lo verás perder los estribos porque él no se da ese lujo, se toma las cosas con tanta tranquilidad que sería realmente difícil verlo enojado o arremetiendo contra alguien por una tontería. Sin embargo, no significa que Christos perdone, en el fondo y detrás de toda esa aparente apacibilidad esconde un lado mortífero que cualquiera temería. Christos no es un vampiro al que le guste ir por la vida molestando o jugueteado con los humanos o sus víctimas, no, a diferencia de muchos él no encuentra placer en hacer daño sólo por aburrición; él asesina solamente cuando es necesario o cuando le es ordenado por los vampiros a los que sirve, y cuando lo hace es capaz de ser el ser más sanguinario que podrías imaginar.

Jamás sonríe o demuestra algún tipo de afecto hacia alguien, es como si fuera una cosa y no un ser “vivo”. Crea confusión en quien le conoce porque son incapaces de descifrar esa mente suya o lo que está pasando por su cabeza cuando los mira de esa manera, tan cautivante como desconcertantemente, porque eso es lo que provoca en los demás, que sientan fascinación y molestia al mismo tiempo, ganas de que deje de mirarlos, de que se largue y no volver a verlo; y deseos de que nunca deje de hacerlo, de poder disfrutar de su presencia tan enigmática, tan única. Fiel y respetuoso, acata las órdenes que Aria y Hannes Bergström le den, sin chistar y sin importar lo que estas sean. Se muestra sosiego aún cuando lo llaman por algún apodo ofensivo a causa de su mudez, haciendo de cuenta que no ha escuchado o que no le importa.

Christos es un vampiro reflexivo, poseedor de una inteligencia tan suprema que se nota a simple vista, es una lástima que ya no hable tan seguido y haga escuchar su voz ronca y melodiosa, porque siempre tuvo los comentarios más atinados para cualquier conversación. Y por supuesto que ha cambiado, él no era así hace tres años, cuando aún gozaba de la vida al lado de su pequeña familia conformada por su esposa y pequeño hijo de apenas unos meses; en ese entonces solía ser un hombre más alegre, cariñoso y enamorado, capaz de dar la vida por los seres queridos de los que hoy no tiene recuerdo alguno. En el fondo Christos siente un vacío muy grande, a menudo se pregunta quien fue y que pasó en esos treinta y un años, jamás obtiene respuesta.

Despertar un día y darte cuenta de que no recuerdas nada de tu vida o de quien eres puede resultar algo terrible pero también generoso, sobre todo cuando se ha tenido una vida tormentosa como la de Rudd Whigham. Su vida –en especial su infancia- fue tan caótica que innumerables veces deseo desaparecer de la faz de la tierra o por lo menos olvidarse de quien era y a todos los que le rodeaban, y se le cumplió.

Rudd no recuerda su verdadero nombre o el significado de su apellido, no sabe que fue el hijo de un hombre de clase media cuyo padre se dedicó toda su vida a embalsamar cadáveres y que más tarde seguiría sus pasos dedicándose a lo mismo. James Whigman era un hombre honorable, sencillo pero muy solitario, las personas lo consideraban extraño por su profesión y porque era muy retraído; nunca se supo si a causa de algún padecimiento psicológico o sencillamente porque su físico no era nada agraciado y estaba tan acomplejado que le era prácticamente imposible poder entablar alguna amistad o una relación sentimental con alguna dama. Era alto, muy fornido, pero lo que más lo hacía notar eran las secuelas que le habían quedado a causa de la poliomielitis que sufrió en la infancia; tenía una pierna más delgada y más corta que la otra y le obligaba a caminar con ayuda de un bastón, dando la impresión de que se arrastraba en lugar de caminar. Los únicos encuentros que tuvo con mujeres fueron las veces que uso su dinero para pagar por algún favor sexual y fue precisamente con una prostituta que su vida cambiaría.

Mary Anne se llamaba la mujer de la vida galante que quedó embarazada de él luego de haber compartido cama en varias ocasiones; al enterarse de la noticia la mujer se lo reveló al hombre quien feliz le hizo saber que él se haría cargo de todo pero cuya sonrisa se desvaneció cuando la puta le informó que estaba loco si creía que ella tendría a ese niño. Luego de varios encuentros en los que James le rogó que no se deshiciera del niño la mujer finalmente aceptó tenerlo e hicieron un trato en el que las cláusulas eran claras: ella daría luz al niño y se lo entregaría para que él se hiciera cargo, mientras ella seguiría con su vida y se daría sus lujos con la gran cantidad de dinero que James le reuniría para el día del parto. El frío que hacía el día en que nació Rudd no se comparó en absoluto con la frialdad que su madre demostró durante todo el proceso de parto, donde en lugar de parecer que estaba a punto de tener u hijo parecía que estaba vomitando algo que odiaba llevar en su interior. Cuando el niño finalmente nació ella no quiso verlo, se negó rotundamente a que se lo mostraran y a cargarlo, James fue el único que estuvo feliz de la llegada del que sería su único hijo. Apenas pudo ponerse en pie, la mujer abandonó la casa y pasaron muchas semanas hasta que James volvió a verla.

Rudd creció en un ambiente solitario, idéntico al que su padre siempre había tenido toda su vida. El niño vio varias veces a la mujer que lo parió porque su padre siguió llevándola a casa para contratar sus servicios, y los escuchó hacer el amor en el cuarto de al lado mientras intentaba jugar con sus juguetes sin lograr concentrarse. Cada vez que Mary Anne se posaba frente al niño lo veía como a cualquier otro, jamás se conmovía o sentía deseos de abrazarlo o tomarlo entre sus brazos.

Los años pasaron y Rudd cumplió la mayoría de edad, para ese entonces ya se había convertido en la viva imagen de su madre, había heredado su belleza y su padre se sentía aliviado de que no hubiese heredado su fealdad; a la gente le parecía increíble que ese muchacho alto, rubio y de ojos tan azules como el océano fuera hijo de “El cojo James” -como le llamaban todos- porque no se parecían en nada. Para esos días Rudd ya había aprendido el arte del embalsamamiento y ayudaba a su padre en el trabajo pero él soñaba con dedicarse a otra cosa, el arte siempre había sido una de sus más grandes fascinaciones, deseaba ser pintor o escritor, tal vez escultor, lo que fuese pero que estuviera ligado a eso que tanto había aprendido a adorar. El joven Rudd solía pasear por el centro de Nueva York y posarse frente a las galerías de arte a contemplar las obras, fue justo ahí cuando conoció a la mujer que lo había parido años atrás, que completamente alcoholizada se abalanzó sobre él cuando lo reconoció confesándole que ella había sido la puta de su padre a la que le había pagado por no deshacerse de él para luego echarse a reír ante aquella cruel confesión. Rudd la reconoció, recordó todas esas veces en las que siendo un pequeño la había visto acudir a su casa y hacerle compañía a su padre; se sintió defraudado ante la idea de saber que su padre jamás había sido capaz de decirle quien era esa mujer; se sintió avergonzado al saber que era el hijo de una prostituta y el producto de una noche lujuriosa por la que había pagado su padre.

Con tan sólo dieciocho años huyó de casa, incapaz de poder volver a la cara al hombre que lo había engañado por tantos años. No fue fácil, pero Rudd logró conseguir empleo como cargador en el mercado de la ciudad, con sacrificios juntó el dinero necesario y cuando pudo hacerlo subió a un barco y se encaminó hacia París; allí conoció a la que haría su esposa cuatro años más tarde después de su llegada a la capital francesa, con quien procrearía a Freddy, su primer y único hijo. Sólo cuando fue conciente de que finalmente había encontrado una estabilidad emocional cuando se percató de que había logrado formar una familia de la que él nunca antes había gozado, pero el gusto le duró poco. El día en que Rudd perdió su memoria y con ella toda su vida fue el mismo día en el que también perdió su voz para siempre. Rudd y su esposa Kallisté jamás imaginaron que serían atacados mientras dormían, esa noche fue Kallisté quien se levantó al escuchar un ruido proveniente de la sala y fue allí mismo donde fue masacrada. Cuando Rudd se despertó y buscó a su esposa la encontró tendida sobre la alfombra de la casa, completamente destrozada y en medio de un charco de su propia sangre; el muchacho cayó de rodillas, completamente horrorizado por la escena y la tomó entre sus brazos mientras lloraba y se lamentaba por el suceso, por no haber estado despierto para cuidar de ella. Rudd besó sus labios por última vez y la soltó cuando recordó que su hijo también corría peligro, cuando se puso de pie para correr a buscarlo a su habitación alguien lo golpeó en la cabeza tan fuertemente que logró tumbarlo y atontarlo, cosas que le dieron la total libertad de actuar a sus anchas a su atacante. Rudd no podía moverse pero en sus ojos abiertos podía verse el reflejo de la persona que acabaría con su vida. Lo primero fue silenciarlo para siempre, el atacante sacó una afilada navaja de entre sus ropas y rebanó su garganta tan profundamente que le desgarró las cuerdas vocales incapacitándolo para el habla; mientras Rudd se desangraba junto al cadáver de su esposa fue golpeado y martirizado al grado de dejarlo moribundo, pero siguió vivo, milagrosamente lo hizo. Cuando el verdugo terminó de hacer lo que quiso con él lo llevó hasta un barranco y lo lanzó al vacío para asegurarse de que moriría con el impacto. Rudd Whigman –increíblemente a pesar del gran corte en su garganta y la mucha sangre que había perdido- agonizó alrededor de treinta minutos en los que todo en su mente era blanco, no podía pensar en nada que o fuera todo ese dolor que le carcomía el alma; quiso gritar pero no pudo, quiso moverse pero no tuvo las fuerzas o la motivación suficientes para hacerlo y simplemente se dio por vencido entregándose a la muerte que lo acechaba como los cuervos a la carroña.

Cuando abrió los ojos fue como volver a nacer. La primera imagen que su increíblemente nítida mirada tuvo al frente fue a una mujer que con los labios ensangrentados le sonrío con perspicacia. La mujer desapareció, pero antes le confesó lo que le había hecho, la nueva vida que le había regalado y lo que debía hacer a continuación para honrar su regalo. El ahora vampiro se incorporó cuando la mujer desapareció de su vista, no comprendía nada, creía que todo había sido una mala broma de su parte pero corroboró sus palabras cuando sintió aquel ardor le quemaba la garganta. Asesinó a su primera víctima en un callejón y por vez primera experimentó el éxtasis que le acarreaba el beber sangre humana. Lo entendió todo, o mejor dicho, luchó por hacerlo, pero terminó de entender solamente cuando los conoció a ellos, a Aria y Hannes Bergström, dos vampiros a quien consideró un ejemplo a seguir y que en el afán de aprender de ellos se les ofreció como su fiel sirviente sin pedir nada a cambio, excepto empaparse con sus conocimientos. Hoy en día es conocido como “Christos”, nombre que le adjudicó la misma Aria Bergström al no tener idea de su pasado ni un nombre con el cual llamarlo. Han pasado tres años desde su muerte y sigue sin recordar, todo lo que conoce es la sensación de alivio cuando la sangre fluye por su garganta y la sensación de vacío que le habita el cuerpo.

► Durante su transformación recuperó la capacidad del habla debido a la regeneración de tejidos en su cuerpo, sin embargo a partir de ese momento dejó de hablar, son pocas veces las que lo hace y siempre con frases cortas o monosílabos, a menos de que la situación amerite lo contrario.
► Tiene el poder de comunicarse con otros por medio de la mente, haciéndoles escuchar su voz en su cabeza o bien adentrándose en sus sueños.
► Tiene un gran vicio con el tabaco, fuma casi todo el día, a todas horas.
► En ocasiones tiene memorias de su pasado pero jamás han sido más que leves detalles que no comprende en absoluto.