Dante Trahern

Nombre completo: Dante Trahern
Edad: 840 reales, 30 aparente
Especie: Vampiro
Status Social: Clase Alta
Orientación Sexual: Heterosexual
Lugar de Nacimiento: Los Carpatos, Rumania


Habilidades. Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana. 1. Sanación acelerada. Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves. 2. Percepción del aura. Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros vampiros e identificar a los licántropos gracias a su aura colorada y su característico olor. 3. Infringir dolor por medio de la mente. Capacidad que consiste en infringir dolor a una persona. Esto sólo funciona por medio de la concentración mental y el contacto visual. 4. Ilusión. Capacidad para alterar la relativamente la realidad por medio de alguna ilusión, algo no real para confundir a las personas. 5. Telepatía. Habilidad para sondear los pensamientos superficiales de cualquier sujeto cercano y escucharlos como escucharía hablar a esa persona. Con el tiempo suficiente, puede enterarse casi de cualquier cosa sobre el sujeto.


Dante es un ser oscuro en toda la extensión de la palabra. Dolor es su compañero, tiene una incontrolable manía por hacer y hacerle daño a su cuerpo. Disfruta rompiéndose los huesos por la simple razón de sentir esa increíble sensación. Se le suele ver durante las noches de luna llena, que es cuando decide salir de su auto reclusión, ya que considera que una pelea contra licántropos puede aplacar su ansia lastimándolo - aunque su cuerpo se regenera demasiado rápido -. Los primeros cien años fueron los únicos que disfrutó de la inmortalidad, después de eso, ya nunca más sintió que la eternidad podía ofrecerle algo. Afirma que preferiría haber muerto como humano antes de verse reducido a pasar su soledad en "confinamiento". Uno que él mismo se ha impuesto. Es desconfiado, lo que sin duda hace mella en su ánimo. Excesivamente colérico, se rige por su propio sentido de justicia. Tiene arranques de ira que siempre va ligado con el deseo de castigar a quién lo provoca, sin duda alguna, lo hará y de la peor forma. Hace ya muchos años que dejó de disfrutar del sexo, la mayoría de las mujeres con que se relacionaba eran vampiresas que no se alteraban por su afición a infligir y que le infligiesen daño, pero incluso muchas de ellas no podían soportar revolcarse entre tanta sangre. Las humanas, en cambio, le miraban con horror cuando se volvían conscientes de que enredarse con él era acostarse con la muerte. Esa es la razón por la que Evangeline aún continúa con vida, saber que le está dando caza provoca al demonio que se mutila; mejor aún, algo del desinterés que carece su vida inmortal, desaparece. Es amante de la perfección y la belleza, así como arrogante por naturaleza.


Una noche, - hace cien años - , me encontraba sentado sobre el techo de una catedral, observando. Me preguntaba qué se sentiría tener una compañera que aliviase la carga de la eternidad con su existencia y, como si los Dioses se hubiesen apiadado de mí, como si hubiesen decidido levantarme el castigo, la vi. Caminaba entre las sombras, mirando de vez en cuando sobre su hombro, como si temiera que alguien siguiese sus pasos. Descubrí, con sorpresa, que la curiosidad hacia mella en mí. ¿De verdad? Me cuestioné, como si aquello fuese una maldita broma. ¿Cuándo una humana había despertado algo, - ni pensar en sentimientos -, en mí? El tiempo me había vencido hacía muchas décadas. El silencio había gobernado mis pensamientos desde que me había recluido, apartado de mortales e inmortales en un viejo castillo abandonado. Los humanos habían aprendido a mantener sus narices alejadas, los que no, jamás regresaban. ¡Pobres imbéciles! Como yo, jamás aprendieron que la travesía que se emprendía guiada por la curiosidad solo conducía a los brazos de la muerte. Evangeline era su nombre. Lo descubrí cuando se lanzaba a los brazos de su amante, quien susurraba su nombre con reverencia y devoción. Envidia, celos y una ira que despertaba y hacía retorcer al demonio que habitaba en mí, demostraron que; después de todo, no era tan incapaz de sentir. Retrocede, gruñí, sin saber si me refería a ella, a él o a mí. La muerte, implacable, se llevaba los pensamientos racionales, dejando solo el deseo de destruir. Ella debió escucharme, porque su mirada se desvió hacia el techo. Disfruté de su desafío cuando mis orbes, oscuras de hambre pero no solo por su sangre, la marcaron, la abrasaron. Me alejé, consciente de que tendría que matar, consciente de que iba a regresar, consciente de que nadie la podría salvar.

Mi tortura empezó aquélla noche. Las imágenes que llenaban mi mente iban acompañas de la humana, excepto que no era yo quien la envolvía en sus brazos, sino el amante de sus encuentros clandestinos. Volví. Noche tras noche. Odiando las ataduras invisibles del Sol, pero Evangeline nunca apareció. ¿Había huido? El simple pensamiento me volvía loco pero, tras un año buscándola, acepté mi derrota. Por supuesto, los dioses solo habían estado jugando con mi cordura. Arrastraba a mi víctima por el Cementerio cuando la vi, dos años después, arrodillada sobre una de las lápidas. Su olor había quedado impregnado en mí que, ni pasado cientos de años, la habría podido confundir. El olor del mar me golpeó. No fue difícil comprender que era el olor de sus lágrimas lo que el viento esparcía. Finalmente la había encontrado, contra todas las probabilidades y en el país menos esperado. No fue hasta que me acerqué, no fue hasta que ella se levantó que reparé en su vientre abultado y en su mano protectora. El movimiento fue instintivo, mi mano se cerró sobre su cuello en un fiero agarre. Quería lastimarla. Quería maldecirla. Quería… matarla. Había pasado un año metido en una estricta búsqueda mientras ella había escapado con su amante. La sed de venganza se apoderó de mí, matarla era tan fácil, solo tenía que apretar un poco más… ¡Un poco más! Iba a castigarla. La ira me carcomía las entrañas. No me importaba saber que ella no era la culpable de mi fascinación, aquello podía pasarlo por alto después de una eternidad vacía.

La solté sin la menor muestra de arrepentimiento, como si se tratara de un trapo viejo, como si el hijo que esperaba no mereciese mi consideración. No necesitaba que me recordara que jamás vería a una mujer embarazada llevando a mi hijo. Mi sangre estaba maldita y hacía muchas centurias que había dado caza al vampiro que me había convertido, Evangeline merecía lo mismo. Reparé en sus orbes y la obligué a seguirme a los bosques. Pobre del humano que se cruzase en mi camino, sería mi aperitivo. “Ahora.” Urgía una voz en mi cabeza. “Aún no.” Le gruñía, alterado por el grado de violencia en mi cabeza. Con una mano sobre su hombro, la obligué a detenerse, ya no me importaba si alguien escuchaba sus gritos, cuando alguien encontrase su localización, estaríamos lejos. En cuanto se volvió para enfrentarme, mi mano se enterró en su vientre. El jadeo, cálido sobre frío, me golpeó el cuello cuando se aferró a mi torso para mantenerse en pie. – Me tendrás a mí. Eso deberá bastar por el resto de la eternidad. Su corazón comenzaba a fallar, pero ya había decidido maldecirla. ¿Cómo, sino, conseguiría no volverme loco en los próximos años? Si aquélla noche hubiese sabido que una semana después despreciaría su presencia, le habría concedido la paz junto a su hijo nonato. Le odio, me odia y, aunque pude haber terminado con su amarga existencia; son sus intentos de darme muerte la razón de que siga mínimamente interesado por la inmortalidad a la que llevo centurias abrazado. - Ah, Evangeline, ¿dónde te habréis escondido ahora? ¿Qué estáis haciendo? ¿Planeando tu próximo movimiento?


# Está aburrido de su existencia.
# No cree en las relaciones duraderas. La eternidad es mucho tiempo para pasarla con una sola persona.
# Añora la luz del día, muchas veces ha pensado con ver un último amanecer.
# Su obsesión por Evangeline no tiene límites.