Cosas de pobres (Mirka)

por **Robin Ballard** Sáb Abr 21, 2012 5:01 pm

21/04 a las 10:00 am

Hacía una mañana espléndida para salir a pasear. En los barrios de la periferia de París se veía a los niños jugando en la calle con gran jolgorio, y conforme uno se acercaba al centro de la ciudad aumentaba el número de niñeras muy bien vestidas con carritos de bebé. A Robin le gustaba observar a la gente. Había comenzado como una afición por necesidad cuando tuvo que aprender a marchas forzadas a imitar a los hombres, a andar y hablar como ellos, y ahora no podía evitar mirar a todos con más fijeza de la que a veces era correcta. Le gustaban las cofias almidonadas de las doncellas y las caras regordetas de los niños que dormían dentro de los cochecitos, ajenos al ajetreo del mundo. Todos deberían poder tener una infancia así. No había salido de la casa de los Lessange para distraerse sino para cumplir con un recado importante: ir al mercado que se levantaba en la plaza los sábados y regresar con algo de carne del animal que fuera. Seguro que con el presupuesto que tenía el matrimonio los huéspedes de su casa habían comido gato asado más de una vez, pero Robin no era tan exquisito como para quejarse. Lo mismo le daba ternera que perro mientras tuviera algo que llevarse a la boca con regularidad, lo demás era secundario. Claro estaba que los ricos se podrían permitir sus excentricidades, pero no así los ciudadanos más humildes como el muchacho que ahora nos ocupa, que caminaba con paso ligero entre los distintos puestos de verduras y especias. - Menudo trajín tenemos aquí, Vincent. - Nadie iba a fijarse en que había un chico hablando solo en medio de tanta algarabía, pese a lo cual Robin hablaba bajito. Sabía que verlo conversando con el aire llamaría la atención. - ¿Dónde habrá un tendero de cárnicos? - Se subió a un cajón de coles vacío y oteó por encima de las cabezas de la multitud, buscando algo que lo orientara. Llevaba las monedas que le había dado la señora Lessange en un saquito de cuero que colgaba de su cuello por debajo de la ropa, justo por encima del vendaje que como todos los días le oprimía el pecho como uno de esos corsés que llevaban las damas.

por **Mirka Hroššová** Sáb Abr 21, 2012 5:31 pm

Sábado, día de mercado. Ir a comprar nunca había sido mi gran pasión, y menos aún ahora que tenía que contar cada franco como si fuera el último que fuera a tener en mi poder. Mi vida dependía de cómo administraba mi dinero, y eso era algo que había aprendido a hacer rápidamente. No fue fácil, pero la escasez de monedas y el hambre ayudaron mucho.

Me dirigí a la despensa, un pequeño armario de madera que había junto a la cocina-chimenea. La abrí y comprobé mis provisiones como cada semana. Lo único que había era un cacho de pan duro casi mohoso y un trozo de queso. -Deprimente- suspiré. ¿Alguna vez vería aquel armario con algo más que no fueran restos de hacía días? Bien es verdad que tenía más gastos, pero con eso no podría sobrevivir ni dos días. Me vestí y con las monedas que guardé para comida me dirigí al mercado.

Como todos los sábados, cada rincón entre los puestos estaba lleno de gente. Tenía que utilizar los codos para poder abrirme paso, y en ocasiones me incliné peligrosamente hasta casi caer por los empujones. Tuve que gritar para que se disculparan, pero lo único que recibí fue una mirada de indiferencia. Di un par de codazos más hasta llegar a una zona en la que no había tanta densidad de seres humanos, pero aun así estaba lejos de la zona de venta de comida. Continué mi propia guerra buscando huecos entre las personas.

Al fondo vi el primer puesto de frutas y verduras. -Un poco de verde no me vendrá mal- pensé mientras me dirigía hacia él. Compré un par de manzanas y una col y continué las compras. Revisé el dinero restante y calculé que me llegaría para comprar algo de carne. Lo guarde a buen recaudo en el bolsillo del vestido y busqué el puesto que me interesaba, el que vendía la carne más barata. Había hecho buenas migas con los dueños de los puestos porque siempre compraba en los mismos. Me costó un tiempo aprender cuáles eran los más baratos, pero una vez lo supe me convertí en un cliente fiel.

Aun me quedaban unos puestos cuando vi a un muchacho subido en unos cajones oteando el mercado. Parecía que buscaba algo o a alguien. Me acerqué por detrás. -¿Necesitáis ayuda, Monsieur?- dije casi gritando para hacerme oir.

por **Robin Ballard** Sáb Abr 21, 2012 6:02 pm

Se volvió a mirar a la propietaria de aquella voz y saltó del cajón de coles al suelo con cuidado de no aterrizar sobre el pie de nadie. Era una chica algo mayor que él pero de menor estatura, indudablemente guapa y también indudablemente pobre a juzgar por su vestido. Robin dedujo de ese dato que cualquier puesto que ella pudiera recomendarle no sería caro, así que asintió mientras se animaba a sonreír un poco. A la gente no le inspiraba confianza que siempre estuviera serio, así que se esforzaba en aparentar lo contrario. - Me envían a comprar algo de carne pero no encuentro por ningún lado. - Dicho así parecía que el chico fuera un poco estúpido, pero con toda esa gente abarrotando el mercado de extremo a extremo era comprensible que se hallara cuanto menos un poco perdido. A Mirka no le costaría sacar también deducciones de sus calzas remendadas y del lazo desgastado del cuello de su camisa, así que no creyó necesario especificar que contaba con un presupuesto limitado. Se contentaba con que no hubiera moscas por encima de la que iba a ser su cena. - No vengo mucho por aquí pero cada vez veo más gente. - Dijo cuando le empujaron por tercera vez consecutiva. Cuando volviera a casa de los Lessange le pediría a Laroux que fuera él a comprar y a cambio Robin llevaría a su hija al colegio por las mañanas antes de entrar a trabajar. Laroux era el otro huésped al que acogía el matrimonio en su casa, tenía una niña pequeña y ocupaban la habitación de al lado de la suya.

por **Mirka Hroššová** Dom Abr 22, 2012 3:44 pm

De un salto el joven bajó de los cajones al suelo de una manera bastante ágil. Con la cantidad de gente que frecuentaba el mercado era bastante complicado moverse, pero él había conseguido volver al suelo sin caer encima de nadie. Una vez le tuve de frente me di cuenta de que era más alto que yo, aunque no era algo que me resultase extraño. Las últimas personas que había conocido eran bastante más altas que ella. Me fijé en su cara. Era muy joven, y por el atuendo no parecía que durmiera entre lingotes de oro. Calculé que no tendría más de veinte años, probablemente menos. Me recordó a mi cuando tuve que salir de Praga.

-Es fácil perderse con tanta gente- alguien desde atrás me empujó levemente. Pude mantener el equilibrio con el pie derecho sin perder nada de lo que llevaba en la cesta que había cogido para la sesión de compras. -Yo también busco el puesto de carne, podéis venir conmigo. Tienen buena carne a muy buen precio- le ofrecí. Me fijé en su cara un poco más detalladamente. Era tan joven… Sus rasgos eran muy finos, me atrevía a decir que femeninos. Pero el resto de su cuerpo no, por lo que no le di demasiada importancia.

-No queda muy lejos en esa dirección, pero con esta cantidad de gente tardaremos más de lo normal- señalé en la dirección donde se encontraba el puestito y comencé a caminar. Tenía que ir apartando gente como plantas en una selva. Algunas se paraban en mitad de la calle para charlar a viva voz. Lo cierto era que había demasiado ruido como para poder hablar en un tono normal.

-Es aquí- me giré para que me escuchara mejor. -Creo que ahora no tiene mucha clientela, así que no tardaremos demasiado- sonreí mientras me abría paso para ver la mercancía del puesto. -Buenos días, Gerard- saludé al vendedor rechoncho y bajito que estaba detrás del mostrador.

por **Robin Ballard** Lun Abr 23, 2012 12:06 pm

Robin no sabía si pensar en ella como una muchacha o como una mujer, pero decidió que ante la duda mejor optar por lo segundo. Siempre era preferible excederse con el trato cortés a hacerlo con las cordialidades. Se ve que era natural sufrir empujones allí porque cuando la gente se juntaba en manada, o tal vez era más adecuado decir "en rebaño", se olvidaba de que las normas éticas que componían las bases de la sociedad seguían estando vigentes. En realidad para el chico aquellos empellones eran caricias comparadas con todos los malos tratos que había sufrido su joven y tierna piel de adolescente, pero eso no justificaba de ninguna manera a todos los abusones que campaban por allí a sus anchas apartando a la gente a codazos como si fueran ganado en un corral demasiado angosto. - ¡Eh, cuidado! - Increpó a un niño que se le coló corriendo entre las piernas como si fueran las dos columnas que sostenían un puente.
Se alegró de saber que la mujer buscaba también el puesto de la carne porque así despacharía rápido su asunto pendiente y podría volver a casa de los Lessange, que a pesar de contar solo con tres habitaciones y albergar a cinco personas era notablemente menos agobiante que aquella plaza de mercado. - Gracias, os sigo. No os preocupéis que no me perderé, estoy acostumbrado a mi pesar por culpa de mi trabajo a tener que meterme en medio de la multitud a menudo. - Esa era la parte mala de querer tomar buenos artículos de actualidad sobre los sucesos acaecidos en una ciudad como París, pero cuando se trataba de conseguir noticias a Robin le daba igual que lo apretara la gente hasta convertirlo en tortilla.
Por suerte parecía que el sitio donde el tal Gerard tenía la carne expuesta quedaba metido en una bocacalle y al menos podían moverse sin pisar a nadie. Robin suspiró aliviado al conseguir dar dos pasos seguidos sin demorarse media hora. Saludó también al vendedor con una inclinación de cabeza mientras inspeccionaba las piezas de buey, aguardando a que la mujer pidiera primero. Aprovechó el inciso para sacar el saquito de cuero de dentro de su ropa, abrirlo y contar las monedas de las que disponía.

por **Mirka Hroššová** Mar Abr 24, 2012 3:32 pm

El poco tránsito de gente que había alrededor del puesto de Gerard y los aledaños era una tranquilidad para los que queríamos comprar los productos que ahí se vendían. No había niños corriendo de un lado a otro y tropezándose con nuestros pies ni gente que andaba sin cuidado alguno empujando y clavando los codos.

Observé el género del puesto. Había muchos tipos de carne, como también había muchos tipos de precios. Automáticamente miré donde estaban los más baratos, casi siempre carne de vaca bastante fibrosa, pero eso era mejor que nada. -Mirka, ¡querida!- me saludó el carnicero. Era un hombre no demasiado alto, medio calvo y con el resto del pelo grisáceo. Llevaba una barba de tres días del mismo color que el pelo que cubría gran parte de su cara redonda. La nariz era rojiza, ancha y un poco aplastada, como si se hubiera dado un golpe contra un cristal. Los ojos eran de un bonito color verde y bastante grandes, al igual que su barriga.

Miré a la derecha y vi que su hijo estaba en el puesto con él. Dominique era un chico algo mayor que yo, unos pocos años nada más. Era más alto que su padre y más guapo también, pero tenían un gran parecido padre e hijo. Siempre que los veía juntos pensaba que Gerard sería tan apuesto como Dominique en sus años mozos, pero el tiempo pasaba para todos. Crucé una rápida mirada con el joven hijo del dueño y me volví a mirarle. -Siempre tan amable, mi querido Gerard- si se enterase de la aventura que había tenido con su hijo recién prometido estoy segura de que dejaría de ser amable y me serviría la carne con un escupitajo de regalo. Parecía que, por el momento, no sabía nada al respecto.

-Quiero carne para uno- comencé a pedir. Valoré cual era la mejor entre las más baratas y finalmente me decidí. -De esa pieza- -¿Sólo para uno, querida? ¿Cuándo vas a casarte?- era la pregunta de todos los días, y recibió la respuesta de todos los días. -Cuando crea que debo hacerlo- aunque no lo decía en un tono grosero, no era una pregunta que me gustase responder.

por **Robin Ballard** Jue Abr 26, 2012 3:34 pm

Robin escuchó cómo llamaba el carnicero a la mujer y supo que su nombre era Mirka. Aquello definitivamente no era francés, ¿sería extranjera? No se lo había parecido por su acento pero bien podría ser, allí había mucho ruido de fondo y cuando uno alzaba la voz para hacerse oír tendía a exagerar todas las sílabas. Tampoco es que el muchacho tuviera unas aptitudes muy finas como para desenmascarar dejes de otros idiomas, y más si no estaba atento como era el caso. Se colocó al lado de la chica para evitar llevarse más empellones y para examinar de paso el género. Con dos de aquellas piezas bastaría par alimentar durante toda la semana a los Lessange, a los dos Laroux y a sí mismo. Sonrió satisfecho porque su incursión al mercado iba a ser todo un éxito pese a su reticencia inicial, no le gustaban nada las aglomeraciones, se sentía demasiado expuesto.
Sonrió sin poder evitarlo cuando Gerard le preguntó a Mirka si iba a casarse. ¿Por qué toda la gente mayor hacía lo mismo? El jefe de Robin no paraba de insistir en que París estaba lleno de niñas hermosas, como si él fuera un poco tonto y no pudiera escoger por sí mismo en caso de querer hacerlo. Nadie concebía que había personas que preferían estar solas, eso era impensable. En su caso particular iban a tener que acostumbrarse todos, porque por sus circunstancias personales sería imposible que jamás pudiera tener siquiera amigos íntimos como no terminara con aquella farsa, y no tenía tal intención. Desde que se pusiera las ropas de Vincent había empezado a vivir de verdad por primera vez. - ¿Me ponéis a mí para cinco, por favor? Me fío de vuestro criterio. - Le señaló varias opciones para que el tendero no fuese a escoger la carne más cara, pero dentro de eso le dejó margen libre de acción. Se volvió hacia Mirka. - ¿Siempre compráis aquí? Yo he venido tan pocas veces al mercado que no tengo puestos de referencia.

por **Mirka Hroššová** Dom Abr 29, 2012 3:18 pm

Para cinco, vaya. La familia de aquel muchacho era bastante amplia, si es que vivía con su familia. Gerard delegó en su hijo mi pedido para centrarse en el de Robin. Mientras el carnicero le servía la carne que había pedido, Dominique me cobró. Colocó la carne en una balanza y calculó lo que valía. Después, como hacía cada vez que estaba de buen humor, me rebajó el precio -Medio franco- dijo guiñándome un ojo de manera cómplice. Saqué de mi bolsillo algo más y se lo di de buena gana. Lo que llevaba valía casi un franco según mis cálculos. Unos céntimos más no me supondrían mucho y Gerard no notaría la pérdida de dinero tan fácilmente.

-La carne si- contesté mientras guardaba algunas monedas en el bolsillo y recogía mi compra para meterla en la cesta junto a las manzanas y la col. -Es la más barata que conozco lo suficientemente buena como para poder comerla- había puestos más baratos, pero la carne tenía un color un tanto amarronado y alrededor del puesto había un olor que no predecía nada bueno sobre el estado de la carne. Prefería no comer carne a morir intoxicada por un pequeño placer. Y es que, con el dinero tan apurado, cualquier comida que no fuera pan y leche era un placer, al menos para mí.

Esperé mientras terminaba de hacer sus compras junto al chico. Hacía un día bastante bueno, no llovía y la temperatura no era especialmente heladora. Además, no tenía prisa. En mi casa no me esperaba nadie, sólo las tareas que cada día me tocaba hacer. Había veces que me gustaría llegar a casa sabiendo que alguien me recibiría en la puerta. Me acordé de Mia, ahora tendría cinco años. -Ojalá estuvieras aquí- pensé, pero me quité ese pensamiento de la cabeza inmediatamente. Intentaba no pensar en ella, pero era imposible.

-Puedo enseñaros otros puestos en los que suelo comprar mi comida- comenté rápidamente para cambiar de tema conmigo misma. -Hay tantos que es difícil saber cuáles son los más baratos-

por **Robin Ballard** Mar Mayo 01, 2012 4:39 am

No sabía si era suya o si entre aquellos dos - Mirka y el hijo del carnicero - había algo. Igual no podía evitar darle vueltas a todo porque en el fondo seguía siendo una chica y a las mujeres les perdía cotillear, pero Robin nunca se había considerado una fémina a la usanza. Los tejemanejes de los demás le traían bastante sin cuidado porque ya tenía suficiente con cuidarse de que no descubrieran los suyos. La gente que tenía menos trato con él llegaba a veces a considerarlo un muchacho taciturno y algo hosco por ese celo con el que guardaba su intimidad, con uñas y dientes si era necesario. Solo el matrimonio Lessange sabía que no era oriundo de París, aunque se había inventado otro pueblo como el de su procedencia por el miedo a que alguien pudiera establecer conexión entre un borracho asesino de Rouen y su hija perdida. - Sí, bueno, seguro que más baratas hay. - Coincidió mientras recogía su paquete y daba las gracias al tendero. - Pero habría que ver si conseguís arrebatársela a las lombrices que se la están comiendo. - Sonrió medio disculpándose por si su humor no era apto para todos los estómagos.
Le vendría bien tener referencia de otras tiendas económicas por si le tocaba volver al mercado algún día. Ahora únicamente tenía ganas de huir de la multitud apiñada en la plaza, pero si se marchaba y en el futuro se veía en la necesidad de dar vueltas como un tonto por no haber prestado atención a Mirka se lamentaría. - Me vendría muy bien, gracias. - Contestó colocándose hacia atrás un mechón del flequillo que había logrado burlar la represión del fijador. - Oh, pero permitidme. - Le cogió la bolsa a la mujer porque se suponía que los tipos hacían esa clase de cosas.

por **Mirka Hroššová** Miér Mayo 09, 2012 3:49 pm

(Perdona el retraso :S)

Como había supuesto, aceptó mi oferta para enseñarle los puestos que durante tanto tiempo me había empeñado en buscar, aquellos que ofrecían los alimentos más baratos. Lo cierto es que no tenía muchas oportunidades de enseñarle a nadie mi colección de puestos, ya que no solía relacionarme en exceso con gente a la que le pudieran interesar. Aquel muchachito era el único con el que me había encontrado al que parecía que mis investigaciones le interesaban algo.

-Creo que es mejor dejar a las lombrices tranquilas- comenté -siempre que puedas evitarlas- esperé a que se terminaran todos los trámites con el carnicero y una vez estuvimos listos comencé a caminar. -De acuerdo entonces, vayamos- casi no me dio tiempo a dar un paso cuando Robin se ofreció a llevarme la cesta de la compra. -No es necesario...- pero fue más rápido que yo. Dejé que me la llevara, no me importaba y quizá se sintiera más a gusto. -Gracias- le dije sonriente.

Comencé a caminar, primero para salir del callejón donde se encontraba el puesto de cárnicos. Dejamos la tranquilidad del puestito para volver a adentrarnos en el bullicio de las calles del mercado. Miré hacia atrás para comprobar si Robin me seguía, era fácil perderse entre tanta gente. -El puesto de verduras no está muy lejos- dije esquivando a un crío que corría como un loco por la calle -En la dirección contraria en la que hemos venido- seguí avanzando, pero muy despacio.

Después de unos pocos metros pude divisar a lo lejos el puesto. -Es aquel- me giré hacia Robin para comprobar que seguía detrás de mi -El del tendero rubio de barba- señalé en la dirección en la que se encontraba. -El de pan está hacía el otro lado, girando en aquella esquina- señalé hacia el otro lado de la calzada.

por **Robin Ballard** Sáb Mayo 12, 2012 2:03 am

Robin, o Rob, como acostumbraban a llamarle sus más allegados, parecía un pollito siguiendo a su madre, la gallina clueca, en medio de toda la aglomeración de gente de aquella plaza. Había aceptado gustoso que Mirka le llevara a donde fuera porque así no tenía que pensar en cuál era el mejor atajo para cruzar tal o cual bocacalle. La mujer le orientaba y él solo debía concentrarse en no perder de vista la espalda de su vestido, mirando un poco más arriba de la cintura para que encima ella no creyera que aprovechaba la situación para regodearse en la suave curva que formaba su cuerpo femenino bajo la columna. Obviamente a Robin no le interesaban las chicas, pero eso era algo que nadie diría a simple vista porque afortunadamente su disfraz estaba bien conseguido. Al comienzo pensó que no lograría su propósito ni de casualidad, que en cuanto diera un solo paso fuera de la carreta donde escapó vestida con las ropas de Vincent todos la señalarían escandalizados, pero la gente solo veía lo que quería ver y si se les presentaba delante a una niña con traje de hombre la tomaban como a tal.
Metió su paquete dentro de la cesta de Mirka para llevarlo con más comodidad y la siguió así prestando atención a todo lo que le decía, grabando a fuego en su mente la ubicación de los puestos que le recomendaba y soportando estoicamente cada empujón y cada pisotón. Cuando se los daban los críos no le importaba tanto, eran cosas de pequeños, pero no entendía por qué tenían que asestarle codazos los adultos. ¿Es que no sabían mirar por dónde iban? - Muchas gracias. - Le dijo educadamente mirando en cada dirección que le señalaba su nueva conocida. - Pero creo que ahora necesito salir de aquí o comenzaré a lanzar coles a diestro y siniestro. - Dijo coles porque era lo que había más cerca en un cajón. Naturalmente no iba a ponerse a tirar verduras a la cabeza de la gente, pero la tendera que lo había oído se apresuró a apartar su mercancía de aquel muchacho tan temperamental.

FdR. No importa : )

por **Mirka Hroššová** Dom Mayo 13, 2012 3:50 pm

Ya le había enseñado la gran mayoría de los puestos de interés que había en el mercado. Lo cierto era que gente como nosotros no tenía mucho que hacer allí, comprar lo suficiente para sobrevivir. Esa era la triste realidad. De vez en cuando quizá podía permitirme algún que otro capricho, como una carne de mejor calidad o alguna verdura diferente. Pero eso era las veces que conseguía ahorrar los suficiente para ello.

-Sí, será mejor que salgamos de aquí- asentí. Me dirigí hacia el otro lado de la calle para llegar detrás de los puestos, un lugar un tanto sucio por los restos de los propios puestos pero vacío de gente. Aquel lugar era un sitio verdaderamente bullicioso y agobiante y no me extrañaba nada que Robin quisiera salir de allí.

Costó más tiempo del normal en cruzar, pero finalmente lo conseguimos. Comprobé que el joven me seguía de cerca y no se había perdido en la multitud y me metí entre dos puestos hacia la parte de atrás. -Esta es la mejor forma de salir de aquí. La más rápida al menos- comenté un poco jadeante mientras me pasaba la mano por la frente. -Del mercado no conozco ningún otro puesto, para comprar pescado te aconsejo que visites el puerto- continué -la única mujer vendedora es la que tiene los precios más baratos- me encogí de hombros.

-¿Puedo ayudaros en algo más?- me ofrecí.

por **Robin Ballard** Lun Mayo 21, 2012 3:18 pm

Hacía mucho tiempo que Rob había dejado de creer en Dios, pero ahora se preguntaba si no habría sido Él quien había puesto a Mirka en su camino. ¡Vaya guía más espléndida! Había conseguido hacerle en una hora un resumen estratégico que él solo no habría compuesto ni en un mes de visitas al mercado. Los patrones de su casa de huéspedes iban a quedar encantados con toda aquella información táctica, y él también. - ¿Cómo voy a agradeceros todo esto? - Le preguntó realmente comprometido con su causa. - Puedo acompañaros y llevaros esto. - Se ofreció alzando un poco la cesta de la mujer que estaba cargando por propia voluntad. Igual ahora ella le confesaba que vivía en la otra punta de la ciudad, pero a Robin nunca le había molestado pasear. Al poco de llegar a París procuraba dejarse ver lo menos posible, pero ahora su espíritu inquieto - el mismo que le había valido un puesto en la redacción del periódico para el que esperaba trabajar como reportero algún día - guiaba sus pasos.
Dirigió la mirada hacia la multitud que habían dejado atrás y suspiró aliviado, pensando que a diferencia de él su hermano siempre sabía cómo hacer respetar su espacio personal entre toda la gente. - Te habría gustado esto, Vin. - Pensó en voz alta antes de darse cuenta de que había hablado demasiado cerca de Mirka. Enrojeció hasta la raíz del cabello, iba a pensar que estaba chiflado, pero tampoco era tan extraño encontrar personas que hablaban solas.

por **Mirka Hroššová** Sáb Mayo 26, 2012 6:56 am

Parecía que el muchacho estaba convencido de que me tenía que agradecer el hecho de que le dijera los puestos más baratos. Para mí no me suponía ningún tipo de trato, es más, agradecía poder compartir con los demás mis hallazgos. -No es necesario que me acompañéis- comencé, pero parecía realmente dispuesto a hacerlo, como si fuera su deber. -Ni que carguéis la cesta- la señalé con la mano. -Pero si gustáis- me encogí de hombros. Tenía que admitir que agradecía tener a alguien que me llevara los bultos cuando tenía que comprar la comida, pero aquel chico no era mi sirviente. Sólo era un muchacho que parecía sentirse en deuda conmigo.

Comencé a caminar en dirección a mi hogar. Nada más darme la vuelta le escuché hablar, como si estuviera hablándole a alguien. Mi primer impulso fue girarme pensando que quería decirme algo, pero después de procesar las palabras que escuche me di cuenta que no hablaba conmigo. Parecía que él también pensaba en alguna persona, al igual que yo pensaba en Mia. No le juzgué, cuando me encontraba a solas me había descubierto a mi misma hablando con la niña que ahora sería.

Salimos de las calles que abarcaban el mercado y nos adentramos en otra mucho menos transitada. Mi casa no quedaba muy lejos, por lo que el camino no sería muy largo y él no tendría que cargar con la cesta mucho tiempo. -El mercado no queda muy lejos de mi casa, unos pocos metros en esa dirección-

por **Robin Ballard** Miér Mayo 30, 2012 3:39 pm

Robin estaba decidido a representar a la perfección su papel de muchacho solícito. Había observado con frecuencia que las chicas eran por lo general más caprichosas y él prefería encasillarse en el extremo contrario con tal de que nadie atara cabos con su verdadera identidad. En realidad el disfraz que ocultaba su sexo era tan ridículo como una venda en el pecho, una camisa ancha y unos calzones, pero la gente siempre veía lo que quería ver y rara vez se preguntaba si algo de lo que sus ojos le presentaban como certero podía ser un engaño. - Entonces vivís en un buen lugar. - Concluyó. - La casa donde yo me hospedo está algo lejos y cuando vengo a hacer compras importantes me toca caminar cargado una media hora. No es me importe, me gusta andar... pero si quisiera tirar de cosas pesadas me compraría un perro de esos que parecen un caballo y que son tercos a la hora de moverse. - Sonrió con su propia metáfora, imaginándose a sí mismo, tan menudo y flaco como era, estirando de la correa de un can de proporciones superlativas que sentado en el suelo se negara a avanzar.
- Ha estado bien lo que le habéis contestado antes al carnicero. - Dijo de pronto, sintiendo que tal vez aquella mujer se creyera a veces sola en su peculiar forma (y en cierto sentido moderna) de ver el mundo. - Me refiero a lo de no casaros aún. - Luego se dio cuenta de que igual estaba yendo demasiado lejos y enrojeció otra vez. Tenía la piel tan blanca que cualquier atisbo de vergüenza se traducía inmediatamente en unas mejillas coloradas difíciles de pasar pro alto. - Quiero decir que parece que una mujer soltera no va a ninguna parte hoy en día y eso es subestimar al sexo femenino. A vuestro sexo. - Aclaró para marcar una diferencia entre Mirka y él, que supuestamente era varón.

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Cosas de pobres (Mirka)

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