AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
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La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Hay cementerios solos, tumbas llenas de huesos sin sonido, el corazón de las personas ya han dejado de latir, lo único que queda en aquel lugar es silencio, oscuridad, oscuridad y más oscuridad, como en un naufragio en donde todos mueren, cuando se ahoga el corazón, se puede sentir como se va desgarrando el alma de la piel. Siempre rodeada de cadáveres, de pies de pegajosa losa fría, la muerte ya habitaba en sus huesos, la había visto tantas veces que la invitaba a tomar te todo el tiempo que deseara.
Escucho un sonido a lo lejos, era como un sonido puro, vacio de toda humanidad, parecía ser el ladrido de un perro, Salome, quien estaba sentada en una de las lapidas que habían sido recién puestas giro su rostro hasta donde provenía el sonido, en ese lugar noto un animal saliendo de cierto lugar, de ciertas tumbas. La humedad en aquel lugar crecía, como el llanto o la lluvia que se podría presenciar en cualquier tiempo. Ella veía, siempre veía, aquellos hermosos caballos negros que trasportaban ataúdes con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas, todos blancos como ángeles.
Su rostro giro a una lapida cerca de ella, esa la recordaba muy bien, era de una niña que había quedado con el rostro pensativa, cansada de su vida como mujer de un notario, su cuerpo había sido llevado a su funeral, ella misma había visto como sujetaban su hermoso cuerpo para vestirla de un blanco virginal, la velaron en una casa cerca del rio, Salome asistió solamente por pura cortesía, pero la verdad es que le había fascinado aquel resto de hilo morado que las velas formaban en una pequeña ceremonia, según la tradición de aquella familia, el color de la chica era el morado y se encargaban de hacerle un homenaje con aquellas velas moradas, pero como ella, aquellas velas no durarían mucho, rio a arriban iba, rio arriba se apagarían, esas velas hincadas por el sonido de la muerte, un sonido silencioso
Así es la muerte no tiene sonido, no se escucha, no se ve, pero en aquellos cuatro segundos en donde tu vida será destruida para siempre puedes ver su rostro, un rostro que no podrán describir, porque pronto ellos verán que tendrán la misma tez. Unos pasos suenan, Samole está segura que no son del perro que apareció por ahí, su vestido se mueve con el viento que parece deseoso de escapar de ese lugar, haciendo que un árbol callado se agite con su ansiedad.
-Ahh… Un invitado ¿Desea tomar te?- pregunto la dama mientras gira su cuerpo. Busca alguna señal de vida ¿fue solamente una broma de su mente?. Aun no lo sabe, no conoce muy bien aquella presencia, eso le da a conocer que es alguien nuevo, un alma nueva que podrá conocer y hasta podría sepultar su cuerpo.
camino unos pasos para detenerse, buscando aquello que le producia curisidad, su rostro cambio repentinamente, aquel olor, aquel olor a humedad, pero no una humedad normal, una aguda humedad que se había impregnado en sus pensamientos, en sus recuerdos y que nunca podría desaparecer, aunque pasara mil inviernos… aquel olor no lo olvidaría.
Retrocedió unos pasos frunciendo levemente su ceño y sus labios, mostrando cierto desagrado-¿Qué desean?- pregunto cortante-Ahhh… perros, si de esos que le pides la pata y te la dan- se quedo mirándole por unos segundos volviendo a reir ampliamente… su respiración era agitada, su cuerpo estático se movía de un lado a otro, sin volver a dar un paso. Respiro profundo volviendo a tener una mirada serena y curiosa –que alguien me diga ¿Qué desean de Salome Armeris? Una Traidora de la iglesia…-
Escucho un sonido a lo lejos, era como un sonido puro, vacio de toda humanidad, parecía ser el ladrido de un perro, Salome, quien estaba sentada en una de las lapidas que habían sido recién puestas giro su rostro hasta donde provenía el sonido, en ese lugar noto un animal saliendo de cierto lugar, de ciertas tumbas. La humedad en aquel lugar crecía, como el llanto o la lluvia que se podría presenciar en cualquier tiempo. Ella veía, siempre veía, aquellos hermosos caballos negros que trasportaban ataúdes con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas, todos blancos como ángeles.
Su rostro giro a una lapida cerca de ella, esa la recordaba muy bien, era de una niña que había quedado con el rostro pensativa, cansada de su vida como mujer de un notario, su cuerpo había sido llevado a su funeral, ella misma había visto como sujetaban su hermoso cuerpo para vestirla de un blanco virginal, la velaron en una casa cerca del rio, Salome asistió solamente por pura cortesía, pero la verdad es que le había fascinado aquel resto de hilo morado que las velas formaban en una pequeña ceremonia, según la tradición de aquella familia, el color de la chica era el morado y se encargaban de hacerle un homenaje con aquellas velas moradas, pero como ella, aquellas velas no durarían mucho, rio a arriban iba, rio arriba se apagarían, esas velas hincadas por el sonido de la muerte, un sonido silencioso
A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.
Así es la muerte no tiene sonido, no se escucha, no se ve, pero en aquellos cuatro segundos en donde tu vida será destruida para siempre puedes ver su rostro, un rostro que no podrán describir, porque pronto ellos verán que tendrán la misma tez. Unos pasos suenan, Samole está segura que no son del perro que apareció por ahí, su vestido se mueve con el viento que parece deseoso de escapar de ese lugar, haciendo que un árbol callado se agite con su ansiedad.
-Ahh… Un invitado ¿Desea tomar te?- pregunto la dama mientras gira su cuerpo. Busca alguna señal de vida ¿fue solamente una broma de su mente?. Aun no lo sabe, no conoce muy bien aquella presencia, eso le da a conocer que es alguien nuevo, un alma nueva que podrá conocer y hasta podría sepultar su cuerpo.
camino unos pasos para detenerse, buscando aquello que le producia curisidad, su rostro cambio repentinamente, aquel olor, aquel olor a humedad, pero no una humedad normal, una aguda humedad que se había impregnado en sus pensamientos, en sus recuerdos y que nunca podría desaparecer, aunque pasara mil inviernos… aquel olor no lo olvidaría.
Retrocedió unos pasos frunciendo levemente su ceño y sus labios, mostrando cierto desagrado-¿Qué desean?- pregunto cortante-Ahhh… perros, si de esos que le pides la pata y te la dan- se quedo mirándole por unos segundos volviendo a reir ampliamente… su respiración era agitada, su cuerpo estático se movía de un lado a otro, sin volver a dar un paso. Respiro profundo volviendo a tener una mirada serena y curiosa –que alguien me diga ¿Qué desean de Salome Armeris? Una Traidora de la iglesia…-
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 708
Fecha de inscripción : 01/02/2012
Localización : Entre ataudes
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Era ella, la que en sus sueños había sufrido y en la realidad sentía el dolor de la profanación. Muchas noches fueron las que había deseado conocer a su verdugo, ese que le mandaba semejantes cartas, quien le decía como quería desnudarla bajo el manto plata que la luna dejaba sobre la tierra, la criatura que le recordaba que le pertenecía, esa misma quién le relataba cuentos de terror dónde una mujer era violada, desmembrada, y al final asesinada. Ella era la protagonista de esos cuentos espeluznantes, era la mujer que gritaba en escritos y que en su mente y su cuerpo deseaba que así fuera, sí, eso pasaba con la cambiante, deseaba dolor, porque el morbo del placer mezclado con el sufrimiento le era un placer que deseaba experimentar a cada momento.
Aquella noche repasaba las mil y un cartas que le habían sido enviadas, se había tocado un par de veces, y a pesar que otro la había profanado, no sentía vergüenza, ni temor, ni dolor, deseaba ser tomaba de nueva cuenta con la misma rudeza. Ella era así, nadie sabía porqué se había convertido en una adicta a esas sensaciones, ni siquiera aquellos muertos que bailoteaban a su alrededor. Le hacía honor a su naturaleza animal, se dejaba guiar por los instintos que su cuerpo le exigían, pero buscaba respuestas, y dentro de su casa, releyendo aquellas lineas no encontraría esas conclusiones que tanto necesitaba a sus interrogantes.
Cómo si se tratase de un fantasma, su cuerpo comenzó a andar con sigilo entre los rincones de su hogar, avanzaba a paso firme pero sus oídos no eran capaces de escuchar sus pasos, no había eco, no había nada, sólo oscuridad, o lo que quedaba de ella, porque incluso la oscuridad seguía siendo interrumpida por esa celosa luna. La luna era una curiosa, una maldita curiosa que no dejaba a la noche hacer sus trabajos sucios, ella era la que se sabía todos los secretos oscuros de París, la cambiante quería volar, llegar hasta ella y poder someterla para escribir las historias que le relatara, quizás después lo haría, cuando su vida terminara y se volviera un verdadero fantasma que volaba, y que claro no se veía.
Ni siquiera tenía idea a dónde iba, sus piernas eran las que movían con insistencia aquel cuerpo delgado, la obligaban a caminar, y la forzaban a seguir un camino que ella no conocía, y que por supuesto, no quería tomar. Se tenía que aguantar, no había de otra. Y así avanzó, llevando a su cabeza imágenes sobre el hombre de las cartas, imágenes sobre su protector, imágenes de su violador, y volvía a sentir su cuerpo arder, volvía a sentir que se excitaba, y que necesitaba urgentemente sacar esa corriente de deseos que hervían su sangre, pero ahí no era el lugar adecuado debía esperar, el cementerio no podría ver sus peores deseos, los fantasmas no saciarían su sed.
Y sus miradas se cruzaron, los olores se mezclaron, y se dio cuenta que alguien como ella estaba enfrente, esperando a alguien ¿A quién? No lo sabía, pero cada encuentro es una enseñanza distinta, para la cambiante, cada coincidencia era por algo, un aprendizaje que no podía pasar por alto. - ¿Té? ¿De qué es el té? ¿De flores o hiervas que adornan a los muertos? ¿Tienen el sabor de la muerte? ¿Sabes a lo que sabe la muerte? - No le importaba que siempre juzgaran sus palabras, ¿Quién decía que era correcto y quien no? ¿La sociedad? A ella le importaba poco la sociedad, podían llevarla a la bastilla, se escaparía, y buscaría llegar de nuevo al cementerio para tomar té.
- ¿Iglesia? Dime Salomé ¿Qué es la Iglesia? ¿Lo que ellos te dicen o tú cuerpo? ¿Qué hay de tú iglesia personal? Quiero saber - La sola idea de desnudar el alma de la desconocida le daba sensaciones extrañas, placenteras, distintas, su cuerpo vibró por un momento, extrañas estocadas eléctricas recorrieron cada poro de su piel. Ella sonreía, Maike lo hacía de manera desquiciada, sin tener dobles intenciones, o más bien si, pero para ella lo que los demás entendía como dobles intenciones era lo más normal. - ¿Quieres algo de mi? Oh.. Espera, me llamo Maike, tú nueva acompañante - Sola se había impuesto ser su compañía. ¿Quién podría negárselo? Nadie, su terquedad no dejaría que alguien llegara a correrla, ni siquiera el peor de los dominios, ni siquiera el hombre de las cartas…
Aquella noche repasaba las mil y un cartas que le habían sido enviadas, se había tocado un par de veces, y a pesar que otro la había profanado, no sentía vergüenza, ni temor, ni dolor, deseaba ser tomaba de nueva cuenta con la misma rudeza. Ella era así, nadie sabía porqué se había convertido en una adicta a esas sensaciones, ni siquiera aquellos muertos que bailoteaban a su alrededor. Le hacía honor a su naturaleza animal, se dejaba guiar por los instintos que su cuerpo le exigían, pero buscaba respuestas, y dentro de su casa, releyendo aquellas lineas no encontraría esas conclusiones que tanto necesitaba a sus interrogantes.
Cómo si se tratase de un fantasma, su cuerpo comenzó a andar con sigilo entre los rincones de su hogar, avanzaba a paso firme pero sus oídos no eran capaces de escuchar sus pasos, no había eco, no había nada, sólo oscuridad, o lo que quedaba de ella, porque incluso la oscuridad seguía siendo interrumpida por esa celosa luna. La luna era una curiosa, una maldita curiosa que no dejaba a la noche hacer sus trabajos sucios, ella era la que se sabía todos los secretos oscuros de París, la cambiante quería volar, llegar hasta ella y poder someterla para escribir las historias que le relatara, quizás después lo haría, cuando su vida terminara y se volviera un verdadero fantasma que volaba, y que claro no se veía.
Ni siquiera tenía idea a dónde iba, sus piernas eran las que movían con insistencia aquel cuerpo delgado, la obligaban a caminar, y la forzaban a seguir un camino que ella no conocía, y que por supuesto, no quería tomar. Se tenía que aguantar, no había de otra. Y así avanzó, llevando a su cabeza imágenes sobre el hombre de las cartas, imágenes sobre su protector, imágenes de su violador, y volvía a sentir su cuerpo arder, volvía a sentir que se excitaba, y que necesitaba urgentemente sacar esa corriente de deseos que hervían su sangre, pero ahí no era el lugar adecuado debía esperar, el cementerio no podría ver sus peores deseos, los fantasmas no saciarían su sed.
Y sus miradas se cruzaron, los olores se mezclaron, y se dio cuenta que alguien como ella estaba enfrente, esperando a alguien ¿A quién? No lo sabía, pero cada encuentro es una enseñanza distinta, para la cambiante, cada coincidencia era por algo, un aprendizaje que no podía pasar por alto. - ¿Té? ¿De qué es el té? ¿De flores o hiervas que adornan a los muertos? ¿Tienen el sabor de la muerte? ¿Sabes a lo que sabe la muerte? - No le importaba que siempre juzgaran sus palabras, ¿Quién decía que era correcto y quien no? ¿La sociedad? A ella le importaba poco la sociedad, podían llevarla a la bastilla, se escaparía, y buscaría llegar de nuevo al cementerio para tomar té.
- ¿Iglesia? Dime Salomé ¿Qué es la Iglesia? ¿Lo que ellos te dicen o tú cuerpo? ¿Qué hay de tú iglesia personal? Quiero saber - La sola idea de desnudar el alma de la desconocida le daba sensaciones extrañas, placenteras, distintas, su cuerpo vibró por un momento, extrañas estocadas eléctricas recorrieron cada poro de su piel. Ella sonreía, Maike lo hacía de manera desquiciada, sin tener dobles intenciones, o más bien si, pero para ella lo que los demás entendía como dobles intenciones era lo más normal. - ¿Quieres algo de mi? Oh.. Espera, me llamo Maike, tú nueva acompañante - Sola se había impuesto ser su compañía. ¿Quién podría negárselo? Nadie, su terquedad no dejaría que alguien llegara a correrla, ni siquiera el peor de los dominios, ni siquiera el hombre de las cartas…
Maike Gottshalk- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 18/06/2012
Edad : 34
Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Mujer estúpida, le miraba con notable desprecio y altanería. Si a ella le acusaban de tener un ego que podría compararse con una ballena jorobada, aquella mujer lo tenía como el monte Everest. ¿Proclamarse su acompañante sin previa cita? Aquello la irritaba… no le interesaba quien era ella, si la mismísima reina de corazones estaba hablando frente a ella, Salome se respetaba más que otro ente político o religioso. El gruñido de su garganta fue el más animal que pudo haber sacado, parecía aquellos animales de la sabana sudafricana que buscaban proteger su territorio. La trasformación de su rostro era notable, sus dientes comenzaban a asomarse más grandes y amenazantes pero algo la detuvo, se volvió humana tranquilizando cualquier átomo desesperado por transformarse.
Su mente estaba desquiciada, parecía perdida entre un limbo que nunca podría salir. Suspiro manteniéndose alejada solamente por unos pasos. Era loca pero no estúpida, le miro de reojo notando sus lindos ojos…-¿Quieres saber algo…?- le pregunto sonriendo de oreja a oreja –estaba esperando que saliera algún inquisidor que corriera diciéndome “muere hijo del demonio”- comenzó a reír de buena gana –pero… pero…- no podía seguir hablando su risa se elevo hacia el cielo perdiéndose en el viento que llegaba a sus rubios cabellos. Se limpio una pequeña lagrima que caía por su mejilla provocada de tanta risa, la sonrisa de la mujer le gustaba, se parecía a ella… se parecía a su hermana… ¿su hermana estaría igual de loca si viviera? No lo sabía tampoco lo deseaba averiguar.
-Me ha salido una niña; linda. Pero creo que nada cuerda- comenzó con una mirada serena, casi seria. Había perdido su magia por unos segundos, su mente maquinaba, procesaba la pregunta que hace ya unos minutos le habían hecho. ¿Pensaba que no la respondería? ¡Pero si por eso no la había matado! Era interesante cada palabra formulada por aquella mujer para a la final tener aquel exponente tan deliciosamente interesante. –Mi iglesia… en mi Iglesia hay una hermosa diosa de la muerte- comento entre susurros. Su mirada estaba alta al cielo despejado, sin estrellas, sin luna, sin nubes. Estaban solas, como siempre debía ser. Alzo sus manos queriendo agarrar algo que nunca podría tener –es hermosa, su desnudez hace que me estremezca, sus curvas perfectas, sus pechos grandes y redondos, su rostro pálido, virginal, su hermoso y largo cabello rubio… si ella esta hay, la diosa…- parpadeo un par de veces para luego girar el rostro hacia la mujer y sonreírle abiertamente.
Sus brazos bajaron y se cruzaron para abrazar el cuerpo de la mujer. Esta dio un giro en su mismo eje para dejar salir una risilla ya contenida -¿Quieres saber que hace esa diosa?- pregunto sonriendo de la forma más tierna que su rostro le podía dar. -Cuidar a los cuerpos de las personas cuando su alma se ha ido- susurro de forma lenta y calmada… hermosa luna, no aparecía, Salome tampoco la extrañaba, no era licántropo como para aullarle a la luna, no era vampiro como para apreciar su belleza.
Bestias que nacían si saber exactamente por qué, bestias hermosas que podían tener la habilidad de cambiar tan fácilmente de especie, era afortunada, adoraba ser cambiaformas, sabía que aquella mujer también era cambiaformas. Ahora le había respondido, su iglesia personal era ella misma, su dios era ella, su todo consistía en estar siempre contenta consigo mismo y nunca hacerla enojar. No había nada que le detuviera para destrozarle el cráneo por haberse proclamado tan fácilmente su compañera… le miro de reojo con una sonrisilla con muchas dobles intenciones, no lo escondería, su rostro tampoco.
Era rápida, había sido una inquisidora en sus tiempos mozos, todas las habilidades que habían aprendido en aquel lugar siempre le habían servido mucho. Llego a saltar con estúpida y aburrida facilidad a los aires, sus fuertes piernas le habían dado el impulso suficiente como para mantenerse en aire a una distancia considerable. Pronto bajo llevándose consigo el cuerpo de la mujer para caer las dos en el piso, sus manos tocaron el cuello, para con sus uñas acariciar la piel que re rejuvenecería si le hincara mucho mas sus uñas-Ahora… tu…- le susurro sentándose en sus caderas mientras sus manos estaban en su cuello –debes a aprender a respetar a mi diosa… ¿Qué castigo debería poderte?- se pregunto mientras acercaba su rostro al de ella para crear una vela con su pelo suelto que caía gracias a la gravedad. Le sonrió… era divertida… no le había nada… solo jugaría con ella como un gato lo hace con un ratón luego de haberse comido a toda su familia
Su mente estaba desquiciada, parecía perdida entre un limbo que nunca podría salir. Suspiro manteniéndose alejada solamente por unos pasos. Era loca pero no estúpida, le miro de reojo notando sus lindos ojos…-¿Quieres saber algo…?- le pregunto sonriendo de oreja a oreja –estaba esperando que saliera algún inquisidor que corriera diciéndome “muere hijo del demonio”- comenzó a reír de buena gana –pero… pero…- no podía seguir hablando su risa se elevo hacia el cielo perdiéndose en el viento que llegaba a sus rubios cabellos. Se limpio una pequeña lagrima que caía por su mejilla provocada de tanta risa, la sonrisa de la mujer le gustaba, se parecía a ella… se parecía a su hermana… ¿su hermana estaría igual de loca si viviera? No lo sabía tampoco lo deseaba averiguar.
-Me ha salido una niña; linda. Pero creo que nada cuerda- comenzó con una mirada serena, casi seria. Había perdido su magia por unos segundos, su mente maquinaba, procesaba la pregunta que hace ya unos minutos le habían hecho. ¿Pensaba que no la respondería? ¡Pero si por eso no la había matado! Era interesante cada palabra formulada por aquella mujer para a la final tener aquel exponente tan deliciosamente interesante. –Mi iglesia… en mi Iglesia hay una hermosa diosa de la muerte- comento entre susurros. Su mirada estaba alta al cielo despejado, sin estrellas, sin luna, sin nubes. Estaban solas, como siempre debía ser. Alzo sus manos queriendo agarrar algo que nunca podría tener –es hermosa, su desnudez hace que me estremezca, sus curvas perfectas, sus pechos grandes y redondos, su rostro pálido, virginal, su hermoso y largo cabello rubio… si ella esta hay, la diosa…- parpadeo un par de veces para luego girar el rostro hacia la mujer y sonreírle abiertamente.
Sus brazos bajaron y se cruzaron para abrazar el cuerpo de la mujer. Esta dio un giro en su mismo eje para dejar salir una risilla ya contenida -¿Quieres saber que hace esa diosa?- pregunto sonriendo de la forma más tierna que su rostro le podía dar. -Cuidar a los cuerpos de las personas cuando su alma se ha ido- susurro de forma lenta y calmada… hermosa luna, no aparecía, Salome tampoco la extrañaba, no era licántropo como para aullarle a la luna, no era vampiro como para apreciar su belleza.
Cuando empezaron a desaparecer
como el oasis en los espejismos
a desaparecer sin últimas palabras
tenían en sus manos los trocitos
de cosas que querían
como el oasis en los espejismos
a desaparecer sin últimas palabras
tenían en sus manos los trocitos
de cosas que querían
Bestias que nacían si saber exactamente por qué, bestias hermosas que podían tener la habilidad de cambiar tan fácilmente de especie, era afortunada, adoraba ser cambiaformas, sabía que aquella mujer también era cambiaformas. Ahora le había respondido, su iglesia personal era ella misma, su dios era ella, su todo consistía en estar siempre contenta consigo mismo y nunca hacerla enojar. No había nada que le detuviera para destrozarle el cráneo por haberse proclamado tan fácilmente su compañera… le miro de reojo con una sonrisilla con muchas dobles intenciones, no lo escondería, su rostro tampoco.
Era rápida, había sido una inquisidora en sus tiempos mozos, todas las habilidades que habían aprendido en aquel lugar siempre le habían servido mucho. Llego a saltar con estúpida y aburrida facilidad a los aires, sus fuertes piernas le habían dado el impulso suficiente como para mantenerse en aire a una distancia considerable. Pronto bajo llevándose consigo el cuerpo de la mujer para caer las dos en el piso, sus manos tocaron el cuello, para con sus uñas acariciar la piel que re rejuvenecería si le hincara mucho mas sus uñas-Ahora… tu…- le susurro sentándose en sus caderas mientras sus manos estaban en su cuello –debes a aprender a respetar a mi diosa… ¿Qué castigo debería poderte?- se pregunto mientras acercaba su rostro al de ella para crear una vela con su pelo suelto que caía gracias a la gravedad. Le sonrió… era divertida… no le había nada… solo jugaría con ella como un gato lo hace con un ratón luego de haberse comido a toda su familia
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Sus ojos brillaban con suma diversión, pocas eran las veces que tenía la oportunidad de salir corriendo de casa sin ser vista, y ahora encontraba a alguien tan confusa, quizás tan loca como ella. Su rostro se elevó un poco hacía el cielo, no precisamente con aire de superioridad, más bien lo que deseaba era retener el aire que la mujer rubia desprendía, e identificar la naturaleza. Un cambiaformas, el único que había conocido en toda su vida le había enseñado a identificar olores, entonces supo que estaba enfrente de una hermana de nacimiento, se naturaleza, le dio entonces curiosidad por saber de que se trataba su transformación, si bien había aprendido a identificar a los de su especie, aun le faltaba agudizar el olfato en esos detalles.
Disfrutó de la voz ajena, incluso cerró por unos momentos los ojos para imaginar que con las palabras acariciaba su alma. El tono que tenía esa mujer era relajador, y al mismo tiempo una especie de miedo se expandía desde su estomago hasta sus extremidades, todo era diferente a lo que había conocido, incluso a la manera obligada en que un cambiante le había hecho "el amor", se sintió en paz en medio del vacío, sintió terror en medio de la paz, y sintió alegría dónde debía sentir miedo, pero todo ese revoltijo quizás era normal, pues ella veía, sentía, tocaba, olía, y probaba todo de forma distinta, cuando el cielo es azul para todos los demás, sus ojos le pintan tonos rojizos que la hacen esconderse como un gatito tembloroso, Su refugio era su hogar, y cuadros de destrucción que le eran regalados.
Sintió el abrazo en un parpadeo, y se sintió segura de nuevo, pero no quiso hablar, no quiso interrumpir la melodía proveniente de las cuerdas bucales. Los movimientos que la rubia ejercía eran bastante diferentes a los que conocía del cambiaformas que ahora vivía en su casa. Era cierto que tenía cierto aire salvaje, pero la mujer se movían de forma refinada, elegante, y portaba una sensualidad que seguramente poseía desde la cuna. A ella la habían descrito como una chica humana de sociedad, que no rendía honor a su naturaleza, y quiso copiar algunas formas en su memoria, así quizás podría practicarlas y parecer a lo que su madre en su tiempo fue, y lo que ella por nacimiento era: una cambiante.
- Yo no creo en Dios, ni en los dioses, ni en nada por el estilo. La gente se la pasa pidiéndoles ayuda, amor, comprensión, y muchas cosas distintas, creen que los escuchan, pero no, no hay nadie ahí, nunca lo hubo, y aunque lo hubiera son demasiado egoístas como para cuidarnos - Musité de manera firme. Mi rostro comenzó a moverse, mis labios se ampliaron, una sonrisa amplia, mezquina, indiferente, y al mismo tiempo sensual se asomó por mis labios. No estaba diciendo mentiras, sus creencias eran esas, y aunque ella creyera en diosas, se viera como tal, nadie movería los ideales de una cambiante que ve el mundo al revés, y de una manera bastante retorcida.
- ¿Cómo puedo aprender a respetar a una diosa, sin ni siquiera creer en los dioses? - Sonrió de forma torcida, sin ni siquiera sentir un poco de miedo, ella no temía del dolor, del daño físico, mucho menos de la muerte; durante toda su vida había experimentado toda clase de sensaciones relacionadas con eso. Había sido acosada innumerables veces por un vampiro, éste dejaba en claro que deseaba acabar con ella, pero estaba tan obsesionado con la mente retorcida de Maike que no podía verla mal, incluso después de su violación sentía deseos de seguir experimentando momentos críticos, momentos de dominación sobre ella. Extraño pero cierto.
- Eres hermosa, tus cabellos brillan aun sin luz alguna, tienen vida propia, nunca había sentido el cuerpo de una mujer tan cerca… - Susurró muy bajito, su voz salió de forma lasciva, aquello había sido nuevo, bastante natural, y la situación de peligro que vivía la envolvía en un deseo grande, distinto. Estaba buscando cosas nuevas. Después de su violación, de la tranquilidad en la que se había tomado las cosas, su adicción a lo peligroso y extremo había crecido. Se relamió los labios - ¿Cuál es tu nombre, diosa de la muerte? Deseo saberlo -
Disfrutó de la voz ajena, incluso cerró por unos momentos los ojos para imaginar que con las palabras acariciaba su alma. El tono que tenía esa mujer era relajador, y al mismo tiempo una especie de miedo se expandía desde su estomago hasta sus extremidades, todo era diferente a lo que había conocido, incluso a la manera obligada en que un cambiante le había hecho "el amor", se sintió en paz en medio del vacío, sintió terror en medio de la paz, y sintió alegría dónde debía sentir miedo, pero todo ese revoltijo quizás era normal, pues ella veía, sentía, tocaba, olía, y probaba todo de forma distinta, cuando el cielo es azul para todos los demás, sus ojos le pintan tonos rojizos que la hacen esconderse como un gatito tembloroso, Su refugio era su hogar, y cuadros de destrucción que le eran regalados.
Sintió el abrazo en un parpadeo, y se sintió segura de nuevo, pero no quiso hablar, no quiso interrumpir la melodía proveniente de las cuerdas bucales. Los movimientos que la rubia ejercía eran bastante diferentes a los que conocía del cambiaformas que ahora vivía en su casa. Era cierto que tenía cierto aire salvaje, pero la mujer se movían de forma refinada, elegante, y portaba una sensualidad que seguramente poseía desde la cuna. A ella la habían descrito como una chica humana de sociedad, que no rendía honor a su naturaleza, y quiso copiar algunas formas en su memoria, así quizás podría practicarlas y parecer a lo que su madre en su tiempo fue, y lo que ella por nacimiento era: una cambiante.
- Yo no creo en Dios, ni en los dioses, ni en nada por el estilo. La gente se la pasa pidiéndoles ayuda, amor, comprensión, y muchas cosas distintas, creen que los escuchan, pero no, no hay nadie ahí, nunca lo hubo, y aunque lo hubiera son demasiado egoístas como para cuidarnos - Musité de manera firme. Mi rostro comenzó a moverse, mis labios se ampliaron, una sonrisa amplia, mezquina, indiferente, y al mismo tiempo sensual se asomó por mis labios. No estaba diciendo mentiras, sus creencias eran esas, y aunque ella creyera en diosas, se viera como tal, nadie movería los ideales de una cambiante que ve el mundo al revés, y de una manera bastante retorcida.
- ¿Cómo puedo aprender a respetar a una diosa, sin ni siquiera creer en los dioses? - Sonrió de forma torcida, sin ni siquiera sentir un poco de miedo, ella no temía del dolor, del daño físico, mucho menos de la muerte; durante toda su vida había experimentado toda clase de sensaciones relacionadas con eso. Había sido acosada innumerables veces por un vampiro, éste dejaba en claro que deseaba acabar con ella, pero estaba tan obsesionado con la mente retorcida de Maike que no podía verla mal, incluso después de su violación sentía deseos de seguir experimentando momentos críticos, momentos de dominación sobre ella. Extraño pero cierto.
- Eres hermosa, tus cabellos brillan aun sin luz alguna, tienen vida propia, nunca había sentido el cuerpo de una mujer tan cerca… - Susurró muy bajito, su voz salió de forma lasciva, aquello había sido nuevo, bastante natural, y la situación de peligro que vivía la envolvía en un deseo grande, distinto. Estaba buscando cosas nuevas. Después de su violación, de la tranquilidad en la que se había tomado las cosas, su adicción a lo peligroso y extremo había crecido. Se relamió los labios - ¿Cuál es tu nombre, diosa de la muerte? Deseo saberlo -
Maike Gottshalk- Cambiante Clase Alta
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Decidió que no era momento de reírse a todo pulmón mientras aquella mujer escupía cosas sin interés para ella, no le llenaba, no era interesante. Apenas era una mocosa que buscaba respuestas a unas preguntas que aun no estaban dichas. Las personas así le parecían aburridas. Deberían entender que Salome es una mujer que apenas busca tacto humano (si no fuera con un cadáver no estaría rodeada de personas) así que al ver el creciente interés de la joven por ella, simplemente se sentía… ¿Cómo se sentía? Ah… bueno sería difícil explicarlo, ella no sabía cómo actuar con sentimientos ni palabras, estaba un poco aturdida, tal vez por la misma locura de la mujer que tenia al frente y de que ella se sintiera de alguna forma ¿acosada?.
-No entiendes lo que digo… ahh… me caes mal- susurro notando que interrumpía a la mujer, pero esta seguía hablando, se dio media vuelta disgustada mientras esta seguía hablando –No entiendes…- había cruzado sus brazos y se mantenía en aquella poción mientras la joven hablaba…. No…. Escupía estupideces. Dejo salir un suspiro para calmarse y no comenzar un arrebato de ira por aquella mujer estar hablando cosas que a ella no le venía sin sentido. Decidió responderle la pregunta lanzada, simplemente porque le había agradado como le había llamado, sonaba bien saliendo de sus labios-…- giro en su mismo eje dejando que todo su cuerpo se moviera de una manera grácil pero a la vez esquizofrénica, dio unos salticos para estar más cerca de la mujer, aun no tenía ganas de pegarle, ya que por suerte para ella sus palabras fueron dejadas muy atrás y solamente aquel halago fue recibido –Bueno… a ver…- susurro -¿Cuál era mi nombre?- se pregunto ella misma –Salome Ameris; Ex Inquisitora. Actual Enemiga de la iglesia, Dueña de una herrrrmosa funeraria y persona con mucha información para dar…- dijo haciendo una reverencia como todo un caballero que no era.
-Madame… debe entender algo… o mejor dicho, le explicare algo, aunque sí recuerdo las mierdas que hablo anteriormente antes de darme aquel cumplido puede que mi cólera crezca, pero en fin…- dejo salir un suspiro mientras buscaba un mechos de su cabello y entrelazaba sus dedos en ellos mientras fijaba sus ojos azules en el rostro y todas las fracciones de la mujer –Dioses somos todos… Diosa eres tú, diosa soy yo… lo que quiero decir es que, no necesitar respetar ni creer en nadie...- dejo salir una risa estruendosa, amplia y sin miedo de ser escuchada en otro país-es decir…- seguía riendo, *Shiff* sus ojos comenzaban a derramar lagrimas y su estomago comenzaba a reír -¿acaso somos humanos? Jajajakajkajkajakja… humanos…. Comunes…. Si aquellos humanos…. ¿Humanos? Son menos que eso, creo que los perros deberían gobernar el mundo y los humanos ser sus mascotas- las incoherencias comenzaron a salir de su boca mientras reía hasta el punto de sentir sus costillas.
Pronto dejo salir un suspiro que la alivio de aquella carga que sentía en su diafragma, seco algunas lagrimas que salían de sus ojos para luego mirar a la mujer que tenia al frente -¿entendiste?- pregunto curiosa –Somos dioses, no debemos respetar a nadie, simplemente debemos hacernos oídos sordos a los lamentos y llantos de los demás y hacer lo que se nos da la regalada gana… así que… no tienes que respetar… porque eres una diosa y una muy sexy debo admitir– dijo ladeando su rostro mientras sus ojos recorrían la pequeña pero delicada y a la vez deliciosa cintura de la dama con una mirada lasciva. Volvió a girar su cuerpo poniendo sus manos detrás de su espalda y comenzar a caminar con salticos pequeños, miraba hacia abajo buscando algunas piedras para saltar encima de ella, con su mirada buscaba la siguiente y se impulsaba lo suficiente como para llegar hasta ella, si era un pequeña como una joven practicante de ballet se ponía en puntitas mientras con la otra pierna se hacía equilibrio.
Ella le había preguntado su nombre y ella se lo había dado, giro en mientras estaba en aquella pequeña piedra sin tambalearse, alzo la pierna libre lo suficiente como para mantener el equilibrio suficiente-esta pregunta me parece muuuy aburrida…̃- sonrió ampliando sus labios hasta cerca de sus orejas -¿Quién cojones eres tú?- pregunto dando un saltico para quedar en el suelo. Había tonado que había creado una gran distancia entre aquella mujer y su persona, no era porque le tenía miedo, simplemente odiaba quedarse en un lugar por mucho tiempo…
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Incluso la locura no puede entenderse, porque por más que aquellos deseen darle una explicación, tampoco existe una cura, nadie sabe de dónde proviene, y tampoco se le puede dar un pequeño significado, la locura puede ser o no ser, puede tocarse o no, puede olerse o no, todo es un conjunto diferente, en mundos diferentes, en cabezas distintas, y la locura quizás pueda ser lo normal, o lo normal ser simplemente normal y ver la locura, pero entonces volvemos a buscar respuestas de una palabra que no podré dejar de ser, o detenerse, es porque es, y ha surgido por la naturaleza errónea y critica del hombre, no se va a extinguir porque necesita existir para curar dolores, o quizás para huir de problemas o futuros compromisos, la locura también es conveniente, todo una cómplice de la vida, ¿y la creen mala? no, es natural, es pura, nunca ficticia, siempre complaciente.
Entonces sus palabras se vuelven poco importantes para un desconocido, poco tolerables, incluso molestas, pero también las ajenas le eran un fastidio, no necesitaba explicaciones vanas, ella se había convertido en una loca porque lo quería, y nunca escuchaba a los demás, prefería quedarse callada, lograr que le den lo que quiere, como una niña caprichosa, había dejado de lado su naturaleza animal, la había hecho suya pero al mismo tiempo la ocultaba para no explicar o para no entender algo que se le había arrancado desde pequeña. Ver a esa mujer le recordó las historias sobre personas en psiquiátricos que su nana le había mencionado siempre con el fin de protegerla de ser encerrada. Maike temía, sólo eso temía, a la gente tan enferma como ella, porque ni ella misma sabía controlarse, no sabría como controlar a los demás.
Aquella risa era escandalosa, poco tolerable, nada refinada, bastante irritable, y se notó por la forma en que la miraba ahora, Maike odiaba a la gente escandalosa, prefería pasar desapercibida siempre, solo llamar la atención a quien lo valía. Alzó la mano, como queriendo crear una especie de barrera, de esas que impiden el paso del aire, pero ahora con el sonido, hizo una mueca y luego llevó una mano a su cadera, la veía tan irritada que en ocasiones movía el rostro para ver a otro lado, la castaña no era una mujer tolerante, de hecho perdía los estribos con facilidad, y ese creo que sería una de sus veces dónde no deseaba escuchar mucho de alguien tan loco como ella.
- Shhhtttttttttt - Alargó la forma en que la callaba, llevándose un dedo a los labios para dramatizar un poco el asunto. - Shhhhttttttt - Volvió a remarcar y sus ojos miraban el cielo - Cállate, ¿no ves que tus tonterías no dejan escuchar las voces de los dioses de arriba - Sonrió de forma burlona y caminaba de un lado a otro inquieta, el peligro y el conocimiento estaban frente a ella. No conocía muchas naturalezas cambiantes, y cada que conocía una se empapaba de esa esencia, tan única y pura, la naturaleza misma adentrándose al cuerpo de un humano para hacerlo suyo, tan extraño, tan deseado y tan aclamado al mismo tiempo por cualquier humano, pero no, no, no, no cualquiera puede tener ese privilegio, solo unos cuantos.
- Tus movimientos - Susurró más para ella que para la otra cambiante. Le gustaban los movimientos de esa mujer, eran peligrosos, salvaje, y al mismo tiempo sensuales, rayados en el eróticos puro, de esos que deseas tener pero ni con años de practica puedes tenerlos. Complicado, extraño, y diferente a lo conocido. - Tus movimientos me gustan, son como los de las serpientes, sabes que si te acercas mucho pueden matarte en un abrir y cerrar de ojos, eres letal y lo sabes, pero al mismo tiempo existe el gran deseo de seguir viendo - Ella no era de esas mujeres que se ahorraban los pensamientos, no, prefería sacarlos de su mente para que no se unieran a los remolinos internos, a las dudas que quieren ser saciadas y que luego se vuelven tormentos.
- ¿Yo? puedo ser muchas cosas, pero soy una cambiante como tú, hieles delicioso ¿Qué animal eres? - Sonrió de forma amplia - Y vine a disfrutar de la noche con los muertos, platicar con ellos y ver si se levantan - Calla por un momento y la sigue estudiando con la mirada. - Me llamo Maike, ese es mi nombre, y no soy de estás tierras ni pretendo serlo, solo dominarlas - Ensanchó la sonrisa, de esas amplias y demoniacas, de esas que perturban simplemente por estar en un rostro que puede mostrar pureza, pero que quizás nada tenga que ver con eso. La mujer suspiró y luego se sentó en una lapida, sin dejar de observar ese cuerpo en movimiento.
Entonces sus palabras se vuelven poco importantes para un desconocido, poco tolerables, incluso molestas, pero también las ajenas le eran un fastidio, no necesitaba explicaciones vanas, ella se había convertido en una loca porque lo quería, y nunca escuchaba a los demás, prefería quedarse callada, lograr que le den lo que quiere, como una niña caprichosa, había dejado de lado su naturaleza animal, la había hecho suya pero al mismo tiempo la ocultaba para no explicar o para no entender algo que se le había arrancado desde pequeña. Ver a esa mujer le recordó las historias sobre personas en psiquiátricos que su nana le había mencionado siempre con el fin de protegerla de ser encerrada. Maike temía, sólo eso temía, a la gente tan enferma como ella, porque ni ella misma sabía controlarse, no sabría como controlar a los demás.
Aquella risa era escandalosa, poco tolerable, nada refinada, bastante irritable, y se notó por la forma en que la miraba ahora, Maike odiaba a la gente escandalosa, prefería pasar desapercibida siempre, solo llamar la atención a quien lo valía. Alzó la mano, como queriendo crear una especie de barrera, de esas que impiden el paso del aire, pero ahora con el sonido, hizo una mueca y luego llevó una mano a su cadera, la veía tan irritada que en ocasiones movía el rostro para ver a otro lado, la castaña no era una mujer tolerante, de hecho perdía los estribos con facilidad, y ese creo que sería una de sus veces dónde no deseaba escuchar mucho de alguien tan loco como ella.
- Shhhtttttttttt - Alargó la forma en que la callaba, llevándose un dedo a los labios para dramatizar un poco el asunto. - Shhhhttttttt - Volvió a remarcar y sus ojos miraban el cielo - Cállate, ¿no ves que tus tonterías no dejan escuchar las voces de los dioses de arriba - Sonrió de forma burlona y caminaba de un lado a otro inquieta, el peligro y el conocimiento estaban frente a ella. No conocía muchas naturalezas cambiantes, y cada que conocía una se empapaba de esa esencia, tan única y pura, la naturaleza misma adentrándose al cuerpo de un humano para hacerlo suyo, tan extraño, tan deseado y tan aclamado al mismo tiempo por cualquier humano, pero no, no, no, no cualquiera puede tener ese privilegio, solo unos cuantos.
- Tus movimientos - Susurró más para ella que para la otra cambiante. Le gustaban los movimientos de esa mujer, eran peligrosos, salvaje, y al mismo tiempo sensuales, rayados en el eróticos puro, de esos que deseas tener pero ni con años de practica puedes tenerlos. Complicado, extraño, y diferente a lo conocido. - Tus movimientos me gustan, son como los de las serpientes, sabes que si te acercas mucho pueden matarte en un abrir y cerrar de ojos, eres letal y lo sabes, pero al mismo tiempo existe el gran deseo de seguir viendo - Ella no era de esas mujeres que se ahorraban los pensamientos, no, prefería sacarlos de su mente para que no se unieran a los remolinos internos, a las dudas que quieren ser saciadas y que luego se vuelven tormentos.
- ¿Yo? puedo ser muchas cosas, pero soy una cambiante como tú, hieles delicioso ¿Qué animal eres? - Sonrió de forma amplia - Y vine a disfrutar de la noche con los muertos, platicar con ellos y ver si se levantan - Calla por un momento y la sigue estudiando con la mirada. - Me llamo Maike, ese es mi nombre, y no soy de estás tierras ni pretendo serlo, solo dominarlas - Ensanchó la sonrisa, de esas amplias y demoniacas, de esas que perturban simplemente por estar en un rostro que puede mostrar pureza, pero que quizás nada tenga que ver con eso. La mujer suspiró y luego se sentó en una lapida, sin dejar de observar ese cuerpo en movimiento.
Maike Gottshalk- Cambiante Clase Alta
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Era tan irónico, extraño y retorcido, dos caras de la locura totalmente diferentes, pero a la vez muy iguales, eran aquellas las cosas que divertían a Salome, pero a la vez hacia que un deseo creciente comenzara a invadir su cuerpo y era aquel capricho de llevar aquello que nacía mucho más lejos y saber hasta dónde podría llegar todo aquello.
Aquella mujer era de las personas que la cambiante podría disfrutar mucho, pero que a la misma vez odiaba vilmente, todo por culpa de sus palabras y acciones. Podría enamorarla, hacerla flotar pero al mismo tiempo la llevaba al infierno, era como una tormenta que nunca se acaba. Violenta lluvia de lava que salía de sus labios hiriendo a la cambiante de forma sutil. No hería sus sentimientos, ya que no podía herir algo que no tenía.
Aclaro su garganta, al parecer algo de saliva la había hecho atragantar, acomodo su cabello hacia atrás en un intento vano de acomodarlo, ya que lo único que hizo fue alborotarlo aun más, pero así le gustaba, le daba un aire felino a su aspecto. Un leve gruñido invadió el lugar, frunció considerablemente el ceño mientras veía los movimientos de aquella mujercita –Ah… bueno…- suspiro dando unos pasos hacia atrás moviendo su cabeza de un lado a otro –Eres como esas personas que saben que decir- le dijo mientras su vestimenta danzaba con el viento andante y errante.-Soy de aquellos que le salen lindas orejitas y son peludos y muy… muy… Gatunos!- alzo sus manos haciendo unas orejas encima de su cabeza para luego reír-Miau..̃-
-bueno lo que hagas o dejes de hacer me interesa muy poco- dijo ladeando su cabeza luego de bajar sus manos-Bueno… Maike, estas tierras tampoco son las mías… de ninguna tierra provengo, ya hace muchos años que estoy en donde no debo estar y soy la que no debo ser- el hermoso cielo nocturno parecía adornar aquella visita inesperada. Los muertos debían estar alegres por ver a dos mujeres hermosas y con algunos tornillos perdidos y otros sueltos, caminando entre sus tumbas mientras sus pieles eran comidas por gusanos hambrientos que descompondrían todo hasta dejar apenas huesos.
Salome inclino su cabeza para ver la inscripción de la lapida en la que ella estaba sentada, sonrió ampliamente al leer el nombre de aquel ocupante –Oh Señor Mac Qeen tiempo sin saber de usted- saludo animada la lapida como si de aquella persona en realidad estuviera en ese lugar. Lo recordaba bien, en realidad parecía que podría recordar a todos sus clientes, era un viejo empresario proveniente del nuevo mundo, Nueva Orleans para ser exactos, había vivido mucho tiempo en aquel lugar y deseaba pasar sus últimos años en un lugar diferente, eligió parís… para luego a los tres días contagiar Sífilis y morir por la fiebre que ataco su cuerpo.
-los humanos de hoy en día ya no duran nada- dijo suspirando con aire decepcionada –y mucho menos las cortesanas! Ahora con enfermedades que pueden llenar mi tienda con hombres con enfermedades embarazosas, pero… ¿sabes? Es divertido las reacciones de aquellas enfermedades- dijo riendo ampliamente –es divertido-
Aquella mujer era de las personas que la cambiante podría disfrutar mucho, pero que a la misma vez odiaba vilmente, todo por culpa de sus palabras y acciones. Podría enamorarla, hacerla flotar pero al mismo tiempo la llevaba al infierno, era como una tormenta que nunca se acaba. Violenta lluvia de lava que salía de sus labios hiriendo a la cambiante de forma sutil. No hería sus sentimientos, ya que no podía herir algo que no tenía.
Aclaro su garganta, al parecer algo de saliva la había hecho atragantar, acomodo su cabello hacia atrás en un intento vano de acomodarlo, ya que lo único que hizo fue alborotarlo aun más, pero así le gustaba, le daba un aire felino a su aspecto. Un leve gruñido invadió el lugar, frunció considerablemente el ceño mientras veía los movimientos de aquella mujercita –Ah… bueno…- suspiro dando unos pasos hacia atrás moviendo su cabeza de un lado a otro –Eres como esas personas que saben que decir- le dijo mientras su vestimenta danzaba con el viento andante y errante.-Soy de aquellos que le salen lindas orejitas y son peludos y muy… muy… Gatunos!- alzo sus manos haciendo unas orejas encima de su cabeza para luego reír-Miau..̃-
-bueno lo que hagas o dejes de hacer me interesa muy poco- dijo ladeando su cabeza luego de bajar sus manos-Bueno… Maike, estas tierras tampoco son las mías… de ninguna tierra provengo, ya hace muchos años que estoy en donde no debo estar y soy la que no debo ser- el hermoso cielo nocturno parecía adornar aquella visita inesperada. Los muertos debían estar alegres por ver a dos mujeres hermosas y con algunos tornillos perdidos y otros sueltos, caminando entre sus tumbas mientras sus pieles eran comidas por gusanos hambrientos que descompondrían todo hasta dejar apenas huesos.
Salome inclino su cabeza para ver la inscripción de la lapida en la que ella estaba sentada, sonrió ampliamente al leer el nombre de aquel ocupante –Oh Señor Mac Qeen tiempo sin saber de usted- saludo animada la lapida como si de aquella persona en realidad estuviera en ese lugar. Lo recordaba bien, en realidad parecía que podría recordar a todos sus clientes, era un viejo empresario proveniente del nuevo mundo, Nueva Orleans para ser exactos, había vivido mucho tiempo en aquel lugar y deseaba pasar sus últimos años en un lugar diferente, eligió parís… para luego a los tres días contagiar Sífilis y morir por la fiebre que ataco su cuerpo.
-los humanos de hoy en día ya no duran nada- dijo suspirando con aire decepcionada –y mucho menos las cortesanas! Ahora con enfermedades que pueden llenar mi tienda con hombres con enfermedades embarazosas, pero… ¿sabes? Es divertido las reacciones de aquellas enfermedades- dijo riendo ampliamente –es divertido-
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Era cómo tener frente a frente al sol, y a la luna. Uno frente al otro disputando su territorio, su poderío. No es que hubiera uno para discutir en realidad, pero siempre la presencia imponente de uno opaca al otro, y sin embargo el otro no se queja, en está ocasión las dos imponían, las dos llamaban, se trataba de dos especies de maldiciones, dispuestas a apoderarse de aquello que estuviera a su paso. Salomé simulaba la luz del sol, y no precisamente por ser fuente de vida, más bien por la destrucción del fuego, del dolor que lleva la claridad. Maike por otro lado llevaba a la oscuridad, a la complicidad de la amargura, de la soledad y la tristeza. Todo era digno de ver en ese instante, y al mismo tiempo retorcido, pocos entenderían aquella platica, aquellos que lo hicieran estarían tan retorcidos como las cambiantes.
La observó, de forma tranquila, sin querer llegar a parecer tampoco necesitada de atenciones, no lo era, ella siempre había buscado esconderse del ojo ajeno. La razón era el peligro, sola ya era un peligro propio, estando frente a la mirada de los demás, era mucho peor. Su miedo venía de situaciones que había visto, de abusos de otras criaturas, de humanos que yacían en el suelo delirando casi llegando a la muerte. Sin embargo siguió observándola para poder tener detalle de cada movimiento, los cambiantes le parecían seres de admirar, la razón era por su elegancia humana, y la mezcla entre el salvajismo y la sensualidad de un animal. Podían tener la tranquilidad de un ave, y poder defenderse con la fuerza de un furioso animal.
La luna misma ensanchó la sonrisa mostrando su luz blanca en aquel gesto. Maike no se trataba de la cambiante más reconocida no, al contrario, de hecho muchas de sus costumbres eran humanas, poco tenía aprendiendo de su estado animal, y de hecho le daba vergüenza reconocer que no se sentía una cambiante, pero podía sacar las garras si aquella mujer la tentaba. Ronroneó, maulló, y se relamió luego los labios al verla actuar de esa manera. Suspiró de forma profunda, negó y después avanzó por el lugar buscando donde sentarse. No le quedó de otra que sentarse sobre una lapida, pero no sólo hizo eso, también se recostó a lo largo, la noche estaba tranquila, fresca, y ella estaba dispuesta a relajarse un poco.
- Quizás sea nada más en Paris, de dónde vengo duran demasiado, incluso más de lo que deberían, la vida no es un regalo que debería tener cualquiera, los humanos pueden ser débiles, pero eso no les da el derecho de ser tontos, demasiado superficiales con sus reglas. - Comienza a jugar con un mechón de su cabello, lo enreda en sus dedos de forma coqueta, pero sólo mira al cielo estrellado. - Las enfermedades fueron inventadas por ellos mismos, no se dan cuenta que su simple miedo por vivir y luego morir los llevan a esos momentos - Se ríe, es cierto, ellos inventan su propia forma de muerte, desde su manera de comer, hasta la forma en la que se relacionan, o incluso como visten.
- Las otras razas no tienen miedo a la muerte, no generan enfermedades porque sus pensamientos siempre están en la supervivencia, en la superación, y en lo poderosos que pueden ser, he ahí la diferencia - Quizás estaba hablando puros disparates, siempre ella decía disparates que sólo su nana entendía y muy de vez en cuando, porque ya no le quedaba de otra después de tanta convivencia. - Ahora mismo no tienes miedo a que te pase algo, por eso no haces nada, por eso sólo sonríes, porque sabes de tu capacidad, apuesto a que si una de aquí fuera humana, ya habría salido llorando, corriendo sin mirar atrás - Suspiró empezando a sentir sueño.
- Me da curiosidad saber… ¿Cómo conociste a ese hombre? ¿Acaso tú lo mataste? - La miro sonriendo de forma cómplice - No entiendo porque hacen tanto drama los humanos cuando una criatura de nosotras los mata, pues cuando ellos juzgan sus pecados, sus delitos, sus males los llevan a una muerte peor, pasando por una privación de la libertad, después con la humillación publica, y al final una muerte lenta y tortuosa hasta que se quedan sin aire - Ensancha la sonrisa, luego forma una mueca de disgusto, los humanos eran tan falsos, tan hipócritas, no debían tener cara para reprochar nada.
La observó, de forma tranquila, sin querer llegar a parecer tampoco necesitada de atenciones, no lo era, ella siempre había buscado esconderse del ojo ajeno. La razón era el peligro, sola ya era un peligro propio, estando frente a la mirada de los demás, era mucho peor. Su miedo venía de situaciones que había visto, de abusos de otras criaturas, de humanos que yacían en el suelo delirando casi llegando a la muerte. Sin embargo siguió observándola para poder tener detalle de cada movimiento, los cambiantes le parecían seres de admirar, la razón era por su elegancia humana, y la mezcla entre el salvajismo y la sensualidad de un animal. Podían tener la tranquilidad de un ave, y poder defenderse con la fuerza de un furioso animal.
La luna misma ensanchó la sonrisa mostrando su luz blanca en aquel gesto. Maike no se trataba de la cambiante más reconocida no, al contrario, de hecho muchas de sus costumbres eran humanas, poco tenía aprendiendo de su estado animal, y de hecho le daba vergüenza reconocer que no se sentía una cambiante, pero podía sacar las garras si aquella mujer la tentaba. Ronroneó, maulló, y se relamió luego los labios al verla actuar de esa manera. Suspiró de forma profunda, negó y después avanzó por el lugar buscando donde sentarse. No le quedó de otra que sentarse sobre una lapida, pero no sólo hizo eso, también se recostó a lo largo, la noche estaba tranquila, fresca, y ella estaba dispuesta a relajarse un poco.
- Quizás sea nada más en Paris, de dónde vengo duran demasiado, incluso más de lo que deberían, la vida no es un regalo que debería tener cualquiera, los humanos pueden ser débiles, pero eso no les da el derecho de ser tontos, demasiado superficiales con sus reglas. - Comienza a jugar con un mechón de su cabello, lo enreda en sus dedos de forma coqueta, pero sólo mira al cielo estrellado. - Las enfermedades fueron inventadas por ellos mismos, no se dan cuenta que su simple miedo por vivir y luego morir los llevan a esos momentos - Se ríe, es cierto, ellos inventan su propia forma de muerte, desde su manera de comer, hasta la forma en la que se relacionan, o incluso como visten.
- Las otras razas no tienen miedo a la muerte, no generan enfermedades porque sus pensamientos siempre están en la supervivencia, en la superación, y en lo poderosos que pueden ser, he ahí la diferencia - Quizás estaba hablando puros disparates, siempre ella decía disparates que sólo su nana entendía y muy de vez en cuando, porque ya no le quedaba de otra después de tanta convivencia. - Ahora mismo no tienes miedo a que te pase algo, por eso no haces nada, por eso sólo sonríes, porque sabes de tu capacidad, apuesto a que si una de aquí fuera humana, ya habría salido llorando, corriendo sin mirar atrás - Suspiró empezando a sentir sueño.
- Me da curiosidad saber… ¿Cómo conociste a ese hombre? ¿Acaso tú lo mataste? - La miro sonriendo de forma cómplice - No entiendo porque hacen tanto drama los humanos cuando una criatura de nosotras los mata, pues cuando ellos juzgan sus pecados, sus delitos, sus males los llevan a una muerte peor, pasando por una privación de la libertad, después con la humillación publica, y al final una muerte lenta y tortuosa hasta que se quedan sin aire - Ensancha la sonrisa, luego forma una mueca de disgusto, los humanos eran tan falsos, tan hipócritas, no debían tener cara para reprochar nada.
Maike Gottshalk- Cambiante Clase Alta
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Aquella niña tenía mucho que aprender, Salome dejo salir una risilla mientras la escuchaba y la pregunta la hizo reír aun mas, no aquello ya no eran risas, eran carcajadas. Era una mocosa pero a la vez inteligente, pero a la vez tan estúpida que a Salome le daban ganas de vomitar de solo verla. ¿Contradictorio? Todo era así, la cambiante podría pensar una cosa, decir otra y hacer algo totalmente distinto a las otras dos cosas, era dependiendo del estado de humor que llegara a tener al momento de ejecutar algo.
-Yo no soy una asesina…- susurro mirando la lapida –yo solamente arreglo sus cuerpos para su última reunión antes de que los seres, los conocidos se despida de un recipiente vacio… solamente hago eso- respondió suavemente mientras entrecerraba sus ojos –Pero eso no quiere decir que yo no asesine a mis propias víctimas- le miro dejando caer hacia un lado su cabeza -¿quieres que te enseñe?- pregunto sonriendo ampliamente.
-a él lo conocí en una fiesta hace mucho tiempo, cuando apenas era un joven libertino que buscaba solamente diversión, yo era muy buena amiga de su padre, era un viejo loco como yo, lamentándolo mucho humano y murió poco después- tenía pocos amigos. Tan pocos que se podría decir que no tenía amigos, las únicas personas con las que trataba ciertamente era con sus cadáveres.
-Las personas que asesino- desvió la mirada de la lapida para centrarse en la chica –Son aquellas que o buscan algún enfrentamiento conmigo o simplemente me estorban en mis planes- alzo sus hombros sin darle mucha importancia –pero claro, no trato sus cuerpos con la misma delicadeza que lo hago con mis cliente- entrecerró sus ojos sonriendo de forma placentera de solamente pensar, de recordar, de maquinar como sus manos –o su forma animal- destrozaba completamente aquel cuerpo dejando apenas rastros de lo que fue su víctima.
Sacudió un poco su cabeza, buscando restarle importancia a aquellos recuerdos de sus batallas cuando los estúpidos inquisidores buscaban su cabeza ¿Cuántos habían caído por culpa de ella? Lo desconocía, no llevaba una cuenta de cuantos enemigos que la iglesia había mandando –Y bueno… ¿Qué pasa con usted?- pregunto entrecerrando los ojos por un momento. La brisa de aquella noche era tan deliciosa como para detenerse unos segundos a apreciarla en el rostro del cambiante. Pronto volvió a abrir sus ojos azules llenos de misterio y locura -¿has matado a alguien con tus propias manos?- pregunto curiosa por la respuesta
-Yo no soy una asesina…- susurro mirando la lapida –yo solamente arreglo sus cuerpos para su última reunión antes de que los seres, los conocidos se despida de un recipiente vacio… solamente hago eso- respondió suavemente mientras entrecerraba sus ojos –Pero eso no quiere decir que yo no asesine a mis propias víctimas- le miro dejando caer hacia un lado su cabeza -¿quieres que te enseñe?- pregunto sonriendo ampliamente.
-a él lo conocí en una fiesta hace mucho tiempo, cuando apenas era un joven libertino que buscaba solamente diversión, yo era muy buena amiga de su padre, era un viejo loco como yo, lamentándolo mucho humano y murió poco después- tenía pocos amigos. Tan pocos que se podría decir que no tenía amigos, las únicas personas con las que trataba ciertamente era con sus cadáveres.
-Las personas que asesino- desvió la mirada de la lapida para centrarse en la chica –Son aquellas que o buscan algún enfrentamiento conmigo o simplemente me estorban en mis planes- alzo sus hombros sin darle mucha importancia –pero claro, no trato sus cuerpos con la misma delicadeza que lo hago con mis cliente- entrecerró sus ojos sonriendo de forma placentera de solamente pensar, de recordar, de maquinar como sus manos –o su forma animal- destrozaba completamente aquel cuerpo dejando apenas rastros de lo que fue su víctima.
Sacudió un poco su cabeza, buscando restarle importancia a aquellos recuerdos de sus batallas cuando los estúpidos inquisidores buscaban su cabeza ¿Cuántos habían caído por culpa de ella? Lo desconocía, no llevaba una cuenta de cuantos enemigos que la iglesia había mandando –Y bueno… ¿Qué pasa con usted?- pregunto entrecerrando los ojos por un momento. La brisa de aquella noche era tan deliciosa como para detenerse unos segundos a apreciarla en el rostro del cambiante. Pronto volvió a abrir sus ojos azules llenos de misterio y locura -¿has matado a alguien con tus propias manos?- pregunto curiosa por la respuesta
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Ya no quiso estar de pie, ahora buscaba comodidad, irónico recordando el lugar en el que se encontraban. Se sentó en una lapida blanca, liza, con la forma de un libro abierto, una escultura que tenía las grabaciones de la fecha de nacimiento, y la fecha de muerte de la persona. Esa obra de arte la utilizó cómo una especie de almohada. Pues en poco tiempo ya la tenían descansando, con el cuerpo mirando hacía el cielo, con las manos recargadas en el estomago, sus dedos enredados entre si. Las piernas alargadas por la lapida. De la rodilla para abajo caían hacía la tierra, pero ella estaba cómoda, muy a gusto, disfrutando demasiado del fresco de la noche, y de la charla que estaba teniendo. Ella disfrutaba, todo, aunque su mente estuviera vuelta un tornado.
Escuchó con atención las palabras ajenas. La parecieron contradictorias, aburridas, y al mismo tiempo acertadas. No le pidas a Maike entender algo a tú manera, ella lo va a entender a su conveniencia, no hay más, todo está claro cuando dejas de luchar al respecto. Le pareció interesante lo que decía, porqué la muerte no le parecía mala, incluso no le parecía mala cuando alguien la otorgaba por diversión, venganza, o por ayuda. La muerte es la muerte, y llega en el momento preciso, nadie debe de juzgar la forma, sólo valorar que ha llegado, pues quiere decir que tú misión ha pasado, y tienes que irte a descansar, y alegarte de ese mundo podrido.
- Interesante - Se volvió un poco, dejando que su figura se ladeara por completo. Su cabeza ahora se recargaba en la palma de su mano, que se había levanto y extendido para hacer ese trabajo. - ¿es muy difícil? Es decir, hacer los preparados para un cuerpo, algunos deben de ser excesivamente apestosos, que asco, yo no sería capaz de tocar cuerpos llenos de pecados, pecados que no son míos ni me interesan, pero debe ser entretenida la historia que viene por detrás si, con las cosas que puedes enterarse, las personas dolidas siempre hablan, parece cómo si en realidad nos interesara - Se encoge de hombros, simplemente para darle un poco de dramatismo a las cosas.
- Yo nunca he matado, pero si he visto la muerte, y el dolor, no he matado porqué no se ha dado el motivo, ni el momento, pero cuando llegue el momento no dudaré en hacerlo, porqué no le veo lo malo, cada quien hace lo que le conviene, así cómo tú lo haces en la muerte que das, y en la muerte que preparas - Le sonríe, y vuelve a recostarse. Muerte, locura, planes, vidas, todo y nada al mismo tiempo. Todo lo que da miedo, y todo lo que no debe de ser tan tomado en cuenta, cosas que pasan aunque no quieras, aunque llores y patalees porqué eso no suceda, así es, tan fácil, nadie sabe, incluso quien cree saberlo no lo sabrá, la muerte existe y punto.
- ¿Te gusta el arte? Quizás eres una artista, una que hace cosas distintas a las que comúnmente clasifican cómo tal. Pídele a un pintor o escultor que deje un cuerpo tan perfecto cómo tu lo dejas, seguramente no podrán y lo tacharan de aberración, pero dime ¿Lo es? ¿Debería serlo? Todas esas etiquetas sociales son aburridas ¿No lo crees? Yo si, yo si lo creo - Ensanchó la sonrisa. Ahora que ella lo mencionaba, le daba mucha curiosidad ver aquel proceso de su trabajo. Algo que no cualquiera soportaría ver, pero estaba segura ella si, porqué trabajos con las muertes son menos fuertes que dolor con la vida.
Escuchó con atención las palabras ajenas. La parecieron contradictorias, aburridas, y al mismo tiempo acertadas. No le pidas a Maike entender algo a tú manera, ella lo va a entender a su conveniencia, no hay más, todo está claro cuando dejas de luchar al respecto. Le pareció interesante lo que decía, porqué la muerte no le parecía mala, incluso no le parecía mala cuando alguien la otorgaba por diversión, venganza, o por ayuda. La muerte es la muerte, y llega en el momento preciso, nadie debe de juzgar la forma, sólo valorar que ha llegado, pues quiere decir que tú misión ha pasado, y tienes que irte a descansar, y alegarte de ese mundo podrido.
- Interesante - Se volvió un poco, dejando que su figura se ladeara por completo. Su cabeza ahora se recargaba en la palma de su mano, que se había levanto y extendido para hacer ese trabajo. - ¿es muy difícil? Es decir, hacer los preparados para un cuerpo, algunos deben de ser excesivamente apestosos, que asco, yo no sería capaz de tocar cuerpos llenos de pecados, pecados que no son míos ni me interesan, pero debe ser entretenida la historia que viene por detrás si, con las cosas que puedes enterarse, las personas dolidas siempre hablan, parece cómo si en realidad nos interesara - Se encoge de hombros, simplemente para darle un poco de dramatismo a las cosas.
- Yo nunca he matado, pero si he visto la muerte, y el dolor, no he matado porqué no se ha dado el motivo, ni el momento, pero cuando llegue el momento no dudaré en hacerlo, porqué no le veo lo malo, cada quien hace lo que le conviene, así cómo tú lo haces en la muerte que das, y en la muerte que preparas - Le sonríe, y vuelve a recostarse. Muerte, locura, planes, vidas, todo y nada al mismo tiempo. Todo lo que da miedo, y todo lo que no debe de ser tan tomado en cuenta, cosas que pasan aunque no quieras, aunque llores y patalees porqué eso no suceda, así es, tan fácil, nadie sabe, incluso quien cree saberlo no lo sabrá, la muerte existe y punto.
- ¿Te gusta el arte? Quizás eres una artista, una que hace cosas distintas a las que comúnmente clasifican cómo tal. Pídele a un pintor o escultor que deje un cuerpo tan perfecto cómo tu lo dejas, seguramente no podrán y lo tacharan de aberración, pero dime ¿Lo es? ¿Debería serlo? Todas esas etiquetas sociales son aburridas ¿No lo crees? Yo si, yo si lo creo - Ensanchó la sonrisa. Ahora que ella lo mencionaba, le daba mucha curiosidad ver aquel proceso de su trabajo. Algo que no cualquiera soportaría ver, pero estaba segura ella si, porqué trabajos con las muertes son menos fuertes que dolor con la vida.
Maike Gottshalk- Cambiante Clase Alta
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Se había distraído un poco mirando el cielo negro que en esos momentos le acompañan, tenía pocas estrellas, una luna hermosa, redonda y grande poniéndose prácticamente en la mitad del lugar, pareciéndose mostrar imponente y sensual ante todos. Sonrió con cierta ternura, le gustaba que le preguntaran sobre su trabajo, pero en ese momento no obtendría las reacciones normales que la gente realizaba cuando ella describía todo el proceso, pero eso no lo hacía menos interesante, en mas añadía un grado de interés superior a los otros, por la simple razón de no tener que ver todos los días una persona llenamente interesada en lo suyo, así que sería una conversación muy controversial para ella como persona extravagante que siempre busca ver aterrorizadas a las personas porque con ello se divierte
-No es tan difícil como parece- respondió animada mientras unía sus manos con cierta tranquilidad y las protegía poniéndoselas por detrás de la espalda, mientras quedaba en ese lugar, de pie, sin mover un musculo, con sus ojos siendo guiados por la figura de la mujer que se movía para acomodarse, ella no le veía necesidad, se sentía bien de pie –son muertos no hablan, pero puedes explorar sus cuerpos sin ninguna restricción, sin ningún tabú- siguió hablando mientras de ella salía un leve suspiro, no de cansancio o resignación, solamente quería que esa energía saliera de ella de esa forma.
¿Una artista? Aquello le hizo reír levemente, pero tal vez ella tenía razón, nunca había visto aquello así, aunque claro, siempre había estado orgullosa de su trabajo y sentía que sin eso no sobreviviría, era su hobbie, su forma de despejar su mente de un mundo lleno de sufrimiento. ¿Cómo sería si su hermana estuviera vivía? ¿Hubieran tenido una vida diferente? No lo sabía, tal vez si, no se veía con ella realizando los trabajos que hacía en todos los cuerpos que llegaban a su lugar de trabajo.
La muerte era su amiga, no su enemiga, entre más gente muriera, no importara de la forma que lo hiciera, ella seguiría siendo rica, era un negocio que nunca moriría ni caería a la quiebra, pues siempre habría muertos por pestes, guerras y otras cosas que tal vez nunca sabrían porque sucedió –Bueno querida, yo siento que le hago un bien a la humanidad- comento luego de un rato analizando sus palabras –soy como un doctor de muertos, aprovecho a buscar cosas ocultas en los cuerpos; así puedo saber que fue la causa de muerte, tener información que puede ayudar a los demás- concluyo con una sonrisa amplia y picara –pero también hay otras cosas que puedo hacer, que son por decirlo así… otra parte de mi trabajo-
Se encogió los hombros mientras cruzaba los brazos como resignándose. Había sido entrenada por los mejores cazadores e inquisidores, ella había sido uno de los primeros inquisidores de aquel lugar llamado la iglesia, ella y su hermana formaron los “inquisidores condenados”. Buscaban información, eliminaban a los de su propia raza, luego de cierto tiempo aquello fue marcándole –A veces algunos trucos no se pueden olvidar- dijo mientras se quedaba mirando el cielo con cierta melancolía
-No es tan difícil como parece- respondió animada mientras unía sus manos con cierta tranquilidad y las protegía poniéndoselas por detrás de la espalda, mientras quedaba en ese lugar, de pie, sin mover un musculo, con sus ojos siendo guiados por la figura de la mujer que se movía para acomodarse, ella no le veía necesidad, se sentía bien de pie –son muertos no hablan, pero puedes explorar sus cuerpos sin ninguna restricción, sin ningún tabú- siguió hablando mientras de ella salía un leve suspiro, no de cansancio o resignación, solamente quería que esa energía saliera de ella de esa forma.
¿Una artista? Aquello le hizo reír levemente, pero tal vez ella tenía razón, nunca había visto aquello así, aunque claro, siempre había estado orgullosa de su trabajo y sentía que sin eso no sobreviviría, era su hobbie, su forma de despejar su mente de un mundo lleno de sufrimiento. ¿Cómo sería si su hermana estuviera vivía? ¿Hubieran tenido una vida diferente? No lo sabía, tal vez si, no se veía con ella realizando los trabajos que hacía en todos los cuerpos que llegaban a su lugar de trabajo.
La muerte era su amiga, no su enemiga, entre más gente muriera, no importara de la forma que lo hiciera, ella seguiría siendo rica, era un negocio que nunca moriría ni caería a la quiebra, pues siempre habría muertos por pestes, guerras y otras cosas que tal vez nunca sabrían porque sucedió –Bueno querida, yo siento que le hago un bien a la humanidad- comento luego de un rato analizando sus palabras –soy como un doctor de muertos, aprovecho a buscar cosas ocultas en los cuerpos; así puedo saber que fue la causa de muerte, tener información que puede ayudar a los demás- concluyo con una sonrisa amplia y picara –pero también hay otras cosas que puedo hacer, que son por decirlo así… otra parte de mi trabajo-
Se encogió los hombros mientras cruzaba los brazos como resignándose. Había sido entrenada por los mejores cazadores e inquisidores, ella había sido uno de los primeros inquisidores de aquel lugar llamado la iglesia, ella y su hermana formaron los “inquisidores condenados”. Buscaban información, eliminaban a los de su propia raza, luego de cierto tiempo aquello fue marcándole –A veces algunos trucos no se pueden olvidar- dijo mientras se quedaba mirando el cielo con cierta melancolía
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Le pareció muy curioso que alguien se emocionara al hablar de algo no usual, la mayor parte del tiempo las personas se espantan de temas que no son cotidianos, o más bien temas que no conocen, es algo realmente exasperante, pues sólo porque no lo conocen no tienen porque tacharlo de aburrido, o malo, incluso suelen decir extraño. ¿Por qué no lo llamaban especial? ¿O qué tal único? Todo está tan distorsionado, todo es tan cambiante, todo se mueve y no quiere decir que sea malo, o que deba menospreciarse, la vida humana, más bien el cerebro humano es tan minúsculo en ocasiones que no se permite conocer o ver más, si tan sólo se viera más la estancia en la tierra resultaría muchísimo más interesante. No sólo para unos, sino para todos en general.
El miedo es el peor amigo de todos, es aquel que frena incluso al más poderoso para no hacer cosas "indebidas", cosas que le prohiban seguir con aquella zona cómoda de las que todas las personas son incapaces de salir, aquellos que salen de lo cotidiano disfrutan de los placeres, permiten que su mente se abra dejando que goce de una realidad que aunque se distorsiona, es la mejor, pues no está cegada. El miedo no era malo, nunca lo sería porque te lleva a vencer barreras y gozar, pero en exceso suele ser abrumador, le parecía interesante que Salomé no mostrara miedo a nada, pero estaba consiente que quizás al conocerla poco no tenía una idea de su debilidad, pero no es que le interesara.
Nunca había visto la muerte cómo algo malo, la presenciaba, incluso bailaba con ella cuando recibía aquellas cartas enfermizas que aquel vampiro le dedicaba, no le molestaba, le parecía interesante, incluso excitante e infinita, porque si de algo estaba la cambiante segura, es que lo único eterno era la muerte, porque incluso un vampiro puede estar condenado a la muerte verdadera cuando llega a una batalla, por eso y por más razones sentía una especie de atracción por el peligro, por la sangre, y por la muerte, pero eso sólo lo sabía su vampiro, y ella, nadie más, y no pensaba decirlo.
-¿Qué cosas has aprendido de los cuerpos en descomposición? ¿Qué cosas son las que llegan a ser distintas de la de un cuerpo vivo? Claro, aparte del cambio de temperatura que se tiene, quisiera me dijeras lo que te llama de ellos, yo he visto algunos cuerpos muertos, he estado cerca, olido la putrefacción que emanan, pero nunca me había puesto a pensar en ello, quisiera saber un poco más, sino te molesta claro - Ella podía estar loca, pero nunca obligaría a nadie a decir, o a hacer cosas que no quisieran, aquello le parecía patético y absurdo, además porque no le gustaba la idea de pensar que alguien la pudiera obligar a algo.
Sus ojos se cerraron imaginando las cosas, imaginando lo que podía llegar a pasar de ir a investigar en un cuerpo inerte, pero lo cierto es que si le llamaba su atención, quizás lo complicado de las cosas era aceptar lo que le gustaba, pero dado que eso no era problema, prefería esperar a que le diera la aprobación, estaba con ganas de conocer ese negocio, nunca había pensado ¿dónde habría parado su madre? Quizás incluso en el negocio de su compañera cambiante, la idea le pareció tan absurda pero tan descabelladamente emocionante. Se soltó a reír sola a mitad de la noche. Creando una especie de sonido fantasmagórico.
El miedo es el peor amigo de todos, es aquel que frena incluso al más poderoso para no hacer cosas "indebidas", cosas que le prohiban seguir con aquella zona cómoda de las que todas las personas son incapaces de salir, aquellos que salen de lo cotidiano disfrutan de los placeres, permiten que su mente se abra dejando que goce de una realidad que aunque se distorsiona, es la mejor, pues no está cegada. El miedo no era malo, nunca lo sería porque te lleva a vencer barreras y gozar, pero en exceso suele ser abrumador, le parecía interesante que Salomé no mostrara miedo a nada, pero estaba consiente que quizás al conocerla poco no tenía una idea de su debilidad, pero no es que le interesara.
Nunca había visto la muerte cómo algo malo, la presenciaba, incluso bailaba con ella cuando recibía aquellas cartas enfermizas que aquel vampiro le dedicaba, no le molestaba, le parecía interesante, incluso excitante e infinita, porque si de algo estaba la cambiante segura, es que lo único eterno era la muerte, porque incluso un vampiro puede estar condenado a la muerte verdadera cuando llega a una batalla, por eso y por más razones sentía una especie de atracción por el peligro, por la sangre, y por la muerte, pero eso sólo lo sabía su vampiro, y ella, nadie más, y no pensaba decirlo.
-¿Qué cosas has aprendido de los cuerpos en descomposición? ¿Qué cosas son las que llegan a ser distintas de la de un cuerpo vivo? Claro, aparte del cambio de temperatura que se tiene, quisiera me dijeras lo que te llama de ellos, yo he visto algunos cuerpos muertos, he estado cerca, olido la putrefacción que emanan, pero nunca me había puesto a pensar en ello, quisiera saber un poco más, sino te molesta claro - Ella podía estar loca, pero nunca obligaría a nadie a decir, o a hacer cosas que no quisieran, aquello le parecía patético y absurdo, además porque no le gustaba la idea de pensar que alguien la pudiera obligar a algo.
Sus ojos se cerraron imaginando las cosas, imaginando lo que podía llegar a pasar de ir a investigar en un cuerpo inerte, pero lo cierto es que si le llamaba su atención, quizás lo complicado de las cosas era aceptar lo que le gustaba, pero dado que eso no era problema, prefería esperar a que le diera la aprobación, estaba con ganas de conocer ese negocio, nunca había pensado ¿dónde habría parado su madre? Quizás incluso en el negocio de su compañera cambiante, la idea le pareció tan absurda pero tan descabelladamente emocionante. Se soltó a reír sola a mitad de la noche. Creando una especie de sonido fantasmagórico.
Maike Gottshalk- Cambiante Clase Alta
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Primeros los colores y luego los humanos de ultimo los sentimientos
-La muerte
-La muerte
-Me enseña…- se quedo por unos momentos pensativas ante la interrogante de la chica, no porque no tuviera armas para defenderte, más bien porque deseaba dar una explicación clara, verdadera y sencilla. Los seres humanos eran complicados, eso era poco para lo que ella había encontrado, todo su ser, su cuerpo, sus funciones, su forma de pensar, todo el SER humano era sumamente complicado. La podía ver a ella como una especie de científico buscando respuestas en donde más nadie la buscaría, separando, comparando, diferenciando, entendiendo.
Había llegado a entender que el miedo era una forma en el cual los seres humanos tenían su forma de saber a lo que no estaban acostumbrados y a lo que si estaban. ¿Por qué no se acostumbraban a morir? ¿Por qué le temían a la dulce muerte? Si ella solamente hacia su trabajo. Su amiga, la muerte, no se llevaba a una persona su no era necesario o no le había llegado su hora. Todos los tenemos, aunque fueras vampiro, todos tenemos una fecha para morir. –Que somos iguales pero a la vez tan distintos- explico entre su suave susurro que sabía que ella entendería.
No solamente buscaba información en sus cuerpos, también buscaba información de la persona que había sido, si era interesante se lamentaba de no haber sabido todos los secretos de la persona antes de morir, si no lo era, se aburría rápido y la preparación para un ritual que para ella no tenía sentido. (Pero ganaba dinero con él) la dejaba a algunos de los escasos empleados que soportaban su temperamento. Era una mujer difícil de manejar, muchos la odiaban, la iglesia era una de ellas, además de algún que otro gran ex-empresario que había hecho caer en bancarrota.
En ocasiones la contrataban para poder buscar información necesaria, en realidad poco le interesaba lo que podrían hacer con la información que ella obtenía por medios modestos y otros no modestos. –Una de las cosas que puedo descubrir es la causa de su muerte. Si fue asesinado por una bala, puedo ser inteligente y descubrir de donde proviene la bala- explico. Era un trabajo de detective que la mantenía entretenida y de alguna forma u otra cuerda. –Cuando hay muertes similares, puede que haya un patrón y yo lo descubra hasta encontrar al causante- se alzo los hombros entrecerrando sus ojos mientras podía sentir una fría brisa en su rostro aterciopelado.
Volvió a alzar su rostro encontrándose con la chica que parecida interesada en sus palabras, Salome sonrió, la veía como una pequeña niña que estaba absorbida completamente por un cuento de piratas que un mayor relataba con esmero, buscando que cada palabra que formulara no perdiera la emoción y suspenso de la historia, para así no perder la atención de sus oyentes. Sus ojos felinos se agudizaron un poco al escuchar a la distancia algunos ruidos extraños que no provenían del crujir de las maderas bajo sus pies, ni del andar de los gusanos entre los cadáveres en descomposición. Era alguna carroza que se dirigía a la gran ciudad que aparecía por esos lugares, sin percatarse de que dos cambiaformas estaban cerca de ellos, aquello la hizo sonreír aun más, en sus labios había una mueca distorsionada por tanta diversión que sentía en esos momentos. Sus ojos volvieron a ver a los de la chica dedicándole por unos segundos a detallarla, sus ojos, su fino rostro, hasta sus delicados pechos que salía de aquel vestido que parecía un poco incomodo. -y dime… ¿Cuál es tu historia Mon Amour?- pregunto cruzando sus brazos.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Prestó entonces atención a su hermana de raza. En silencio analizó cada movimiento que hacía, intentaba descifrar sus gestos corporales, los faciales, y también lo que sus ojos intentaban transmitir, pero como pocas veces, aquella mujer le parecía un torbellino, que poco dejaba a conocer, y mucho dejaba para curiosear y preguntar. Quizás eso era uno de los encantos de Salomé, el tener un magnetismo, un aura de misterio que cualquiera que la tuviera enfrente quisiera probar, o empaparse un poco al menos. La mujer simplemente se rindió, mejor evitaba cansarse un poco con aquel análisis truncado, disfrutaría del intercambio de palabras, de lo que pudiera aprender esa noche, ya después, quizás en un futuro si se volvían a ver, intentaría de nuevo el conocerle por sus acciones corporales.
La igualdad no se le había enseñado desde que nació, al menos cuando su padre le enseñó su diferencia entre el resto de los seres humanos, ella no era una humana, aunque su recipiente la hacía ver cómo tal, quizás por eso la primera frase no la pudo entender del todo, quizás le quería dar a entender que todos eran iguales ante la muerte, si, seguramente eso era, pero al estar tan ajena al tema, se confundió en primer estancia, después analizó de nuevo la frase, y se percató que era lo correcto, al menos estaba yendo por buen camino, no creía tan disparatada a la mujer que tenía enfrente, quizás estaba más cuerda que todos los demás en el mundo.
- Nunca morirás de hambre - Dijo de forma irónica, pero muy sincera y entretenida. - La muerte te está dando el soporte para tú vida, poco a poco te lo está dando, te está alimentando ¿no es gracioso? La muerte misma te da una vida digna, pues, no conozco a muchos que trabajen en esa rama, y seguramente se pagan grandes cantidades con tal de descubrir las causas de muerte - Se encogió de hombros, estaba demasiado confundida, ese tema le parecía, ahora que lo pensaba bien, demasiado interesante. Debía analizar un poco toda su vida, a final de cuentas, todo la llevaba a la muerte.
Se quedó pensativa, quizás lo que buscaba era eso, llegar a su muerte, y en realidad no necesitaba hacer un esfuerzo, con cada uno de los minutos que pasaba, se acercaba más y más a ese momento, porque mientras más pasaban los años, más cerca estaba de terminar en una tumba, o quizás en los brazos de Salomé, porque no descartaba la idea que esa cambiante que tenía enfrente pudiera preparar su cuerpo para su desenlace, incluso sería interesante pagarle antes de tiempo por hacerlo, si, aquello si que sería entretenido. Conocer a quien le iba a dar la preparación necesaria para ir al ¿otro mundo?
- Mi historia no es tan entretenida - Comentó con una sonrisa amplia y torcida. - Mi padre me ha mandado muy lejos, dónde según él un vampiro no pueda alcanzarme - Suspiró negando, sabía que su olor llamaba al vampiro incluso aunque estuvieran en otros mundos. - Lo vi violar y asesinar a una niña cuando yo lo era, desde ese entonces siento que la muerte que el emana me busca, y ya me encontró, él desea probar mi sangre, desea profanar mi cuerpo, pero no lo hace, por alguna extraña razón, no lo hace - Se quedó pensativa, sin saber si seguir con su relato, o simplemente quedarse callada.
La igualdad no se le había enseñado desde que nació, al menos cuando su padre le enseñó su diferencia entre el resto de los seres humanos, ella no era una humana, aunque su recipiente la hacía ver cómo tal, quizás por eso la primera frase no la pudo entender del todo, quizás le quería dar a entender que todos eran iguales ante la muerte, si, seguramente eso era, pero al estar tan ajena al tema, se confundió en primer estancia, después analizó de nuevo la frase, y se percató que era lo correcto, al menos estaba yendo por buen camino, no creía tan disparatada a la mujer que tenía enfrente, quizás estaba más cuerda que todos los demás en el mundo.
- Nunca morirás de hambre - Dijo de forma irónica, pero muy sincera y entretenida. - La muerte te está dando el soporte para tú vida, poco a poco te lo está dando, te está alimentando ¿no es gracioso? La muerte misma te da una vida digna, pues, no conozco a muchos que trabajen en esa rama, y seguramente se pagan grandes cantidades con tal de descubrir las causas de muerte - Se encogió de hombros, estaba demasiado confundida, ese tema le parecía, ahora que lo pensaba bien, demasiado interesante. Debía analizar un poco toda su vida, a final de cuentas, todo la llevaba a la muerte.
Se quedó pensativa, quizás lo que buscaba era eso, llegar a su muerte, y en realidad no necesitaba hacer un esfuerzo, con cada uno de los minutos que pasaba, se acercaba más y más a ese momento, porque mientras más pasaban los años, más cerca estaba de terminar en una tumba, o quizás en los brazos de Salomé, porque no descartaba la idea que esa cambiante que tenía enfrente pudiera preparar su cuerpo para su desenlace, incluso sería interesante pagarle antes de tiempo por hacerlo, si, aquello si que sería entretenido. Conocer a quien le iba a dar la preparación necesaria para ir al ¿otro mundo?
- Mi historia no es tan entretenida - Comentó con una sonrisa amplia y torcida. - Mi padre me ha mandado muy lejos, dónde según él un vampiro no pueda alcanzarme - Suspiró negando, sabía que su olor llamaba al vampiro incluso aunque estuvieran en otros mundos. - Lo vi violar y asesinar a una niña cuando yo lo era, desde ese entonces siento que la muerte que el emana me busca, y ya me encontró, él desea probar mi sangre, desea profanar mi cuerpo, pero no lo hace, por alguna extraña razón, no lo hace - Se quedó pensativa, sin saber si seguir con su relato, o simplemente quedarse callada.
Maike Gottshalk- Cambiante Clase Alta
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Era cierto, nunca moriría de hambre, por eso había elegido aquel negocio tan interesante, pero también productivo, pues siempre, al menos dos personas necesitaban un servicio de funeraria en un día. Era un negocio que la mantenía ocupada casi todo los días, pocas veces descansaba, pocas veces dejaba trabajo encargado a sus ayudantes, prefería hacerlo ella misma, no importaba que se tratara de estar desde las siete de la mañana hasta las doce de la noche metida entre cadáveres, corriendo contra el tiempo y la descomposición, quien era su primera enemiga para terminar su obra de arte. La muerte era una buena compañera, pero también una traicionera de primera, nunca sabias como actuaria, ella debía ser astuta y siempre estar junto a ella deduciendo lo que ha hecho y las razones por las que ha actuado así. Le gustaba los acertijos y la muerte lo sabía, por eso siempre le daba nuevas cosas por las cuales ella debía esforzarse al máximo para conseguir una respuesta clara y satisfactoria.
-Ninguna historia es entretenida- dijo ella riendo suavemente –solamente debes saberla contar- dijo indicándole que podía seguir. ¿Qué no era entretenida? Aquella mujer estaba loca ¿a cuántos seres le perseguía un vampiro quien ya lo había encontrado pero no hacía nada? Claramente a él le encantaba los juegos, Salome lo comprendía muy bien, era mas satisfactorio ver como su víctima se revolcaba de desesperación, entraba y salía de la locura, para luego estar caminando como una artista del circo, en una cuerda tan floja que temes caerte en cualquier momento y que si no tenia suerte, caería a un abismo que jamar regresaría.
La cambiante se había puesto pensativa, ella adoraba encontrar información extraña y que podría ser útil para alguien, tal vez el vampiro le apareciera algunos días después para preguntarle algunas cosas sobre aquella chica, eso sí sería divertido. Dejo salir una risilla al imaginarse aquel hombre buscando información sobre ella, pero despejo su mente, pues apenas sabia tan poco de todo aquello, que no serviría de nada. -¿Cómo crees que concluya todo esto?- pregunto la cambiante. Dejo salir una leve mueca de disgusto al escuchar a lo lejos algunos pasos, tal vez de unos hombres que caminaban cerca, pero no parecían interesado en atreverse a entrar, pero solamente su presencia le molestaba de sobremanera, pronto los dejo de oír y volvió su rostro a ser normal, con una mirada tranquila pero al mismo tiempo activa e interesada en cualquier reacción que la joven tenía.
Se podría decir, que las dos eran personas curiosas, sus ojos estaban fijos en la otra, mirando cada una de sus reacciones, buscando analizar todo rasgo que saliera a flote durante aquella conversación. Era divertido ver que nada era como uno lo planeaba, ninguna de las dos mujeres tenía un patrón de comportamiento, no hacían las cosas dos veces, parecían simples esquizofrénicas que no podían mantenerse quietas por unos segundos y muchos menos formular palabras coherentes, pero, todo lo que ellas decían, tenia coherencia, tal vez no para un público de humanos, que como masa son un montón de inútiles, pero para ellas todo lo que la otra decía tenía sentido y no se veía como una historia fantástica inventada por una loca.
-Ninguna historia es entretenida- dijo ella riendo suavemente –solamente debes saberla contar- dijo indicándole que podía seguir. ¿Qué no era entretenida? Aquella mujer estaba loca ¿a cuántos seres le perseguía un vampiro quien ya lo había encontrado pero no hacía nada? Claramente a él le encantaba los juegos, Salome lo comprendía muy bien, era mas satisfactorio ver como su víctima se revolcaba de desesperación, entraba y salía de la locura, para luego estar caminando como una artista del circo, en una cuerda tan floja que temes caerte en cualquier momento y que si no tenia suerte, caería a un abismo que jamar regresaría.
La cambiante se había puesto pensativa, ella adoraba encontrar información extraña y que podría ser útil para alguien, tal vez el vampiro le apareciera algunos días después para preguntarle algunas cosas sobre aquella chica, eso sí sería divertido. Dejo salir una risilla al imaginarse aquel hombre buscando información sobre ella, pero despejo su mente, pues apenas sabia tan poco de todo aquello, que no serviría de nada. -¿Cómo crees que concluya todo esto?- pregunto la cambiante. Dejo salir una leve mueca de disgusto al escuchar a lo lejos algunos pasos, tal vez de unos hombres que caminaban cerca, pero no parecían interesado en atreverse a entrar, pero solamente su presencia le molestaba de sobremanera, pronto los dejo de oír y volvió su rostro a ser normal, con una mirada tranquila pero al mismo tiempo activa e interesada en cualquier reacción que la joven tenía.
Se podría decir, que las dos eran personas curiosas, sus ojos estaban fijos en la otra, mirando cada una de sus reacciones, buscando analizar todo rasgo que saliera a flote durante aquella conversación. Era divertido ver que nada era como uno lo planeaba, ninguna de las dos mujeres tenía un patrón de comportamiento, no hacían las cosas dos veces, parecían simples esquizofrénicas que no podían mantenerse quietas por unos segundos y muchos menos formular palabras coherentes, pero, todo lo que ellas decían, tenia coherencia, tal vez no para un público de humanos, que como masa son un montón de inútiles, pero para ellas todo lo que la otra decía tenía sentido y no se veía como una historia fantástica inventada por una loca.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Maike disfrutaba de la brisa fría que se encontraba esparciéndose aquella noche. Su piel blanquecina se erizaba a cada tanto. Lo cierto es que aquellas reacciones tenían un porque, uno que nunca se había atrevido ni ella misma a aceptar, era cierto, probablemente era una loca desquiciada, su padre seguramente le tendría miedo por eso, quizás esa era la verdadera razón del porqué la había mandado a vivir lo más lejos posible de él, simplemente se quería librar de ella, pero no encontraba la manera de decirlo y se escudaba con que la lejanía era su bienestar, así ninguno de los dos se dañaba, y ese vampiro la olvidaba. ¡COSA ESTUPIDA! Los vampiros jamás olvidan lo que más desean, pues son tan soberbios y altaneros que lo que buscan es poder tomar lo que desean y luego dejarlo.
Sus brazos podrían disfrutar demasiado la suave caricia del frio de la noche. Le recordaba a su vampiro, a ese maldito loco enfermo que deseaba poseerla, aquel que le enviaba retratos de mujeres mutiladas pero completas, llenas de placer, después quizás de haber recibido una buena mamada, o una deliciosa cogida. Si, ella era así, no se andaba con tabúes estúpidos que representaban los actos sexuales, a ella recordar, y llamarlos de esa forma tan vulgar la hacían sentir como si estuviera disfrutando el acto en ese momento. Ella era loca, arrojada, detrás de ella había un vampiro que deseaba destrozarla de placer, y la una incoherencia de esa ecuación resaltaba en tinta roja: Su virginidad.
- El me está tocando en este momento - Cerró los ojos, se relamió los labios, y sus manos comenzaron a moverse de un lado a otro, primero por los propios brazos, después por su cuello, ella misma se ejerció presión como una loca dejando marcas rojas, luego bajo por sus senos, los cuales dio cierto enfades, bajo por su abdomen, por su pelvis, y al final lleno a su intimidad, pero no hizo nada, ni siquiera escabulló sus dedos, abrió sus ojos en sorpresa y la volteó a ver - Cuando me toco siento que está conmigo, no le tengo miedo, nunca se lo he tenido, por el contrario, lo deseo, y lo quiero a mi lado… No me importa que me mate - Sonrío de medio lado.
- ¿No es obvio como terminará? Estoy segura que no querrá que alguien más mancille mi piel que no sea él, entonces en su manía por sentirme suya, me va a buscar, y claro, yo estaré dispuesta, ni siquiera objetaré, dejaré que haga a mi antojo. Puede beber de mi, quiero que me tome de la mejor manera, quiero perder mi virginidad con él, aunque me mate en el momento ¿No es obvio? Estoy dispuesta… - Le sonrió de forma lujuriosa, porque cuando la cambiante hablaba de su vampiro, no había oro escenario que ese, le podían juzgar y poco le importaba, total, su padre no podía verla, y ella no deseaba que la viera en mucho tiempo.
- ¿Y tú? ¿No te da deseo tocar cada cadáver? Debe ser extraño, pero entre tanto muerto también debe ser placentero, cuéntame a los muertos se les puede parar? Me da curiosidad - Sonríe de forma muy amplia, sin duda no se estaba burlona, la realidad es que su mente retorcida estaba comenzando a salir a flote, miedo ya no le daba esa que tenía enfrente, ahora simplemente sentía una gran curiosidad, era momento de seguir disfrutando de la noche, de las platicas, y de lo que quizás en un futuro se podía tener.
Sus brazos podrían disfrutar demasiado la suave caricia del frio de la noche. Le recordaba a su vampiro, a ese maldito loco enfermo que deseaba poseerla, aquel que le enviaba retratos de mujeres mutiladas pero completas, llenas de placer, después quizás de haber recibido una buena mamada, o una deliciosa cogida. Si, ella era así, no se andaba con tabúes estúpidos que representaban los actos sexuales, a ella recordar, y llamarlos de esa forma tan vulgar la hacían sentir como si estuviera disfrutando el acto en ese momento. Ella era loca, arrojada, detrás de ella había un vampiro que deseaba destrozarla de placer, y la una incoherencia de esa ecuación resaltaba en tinta roja: Su virginidad.
- El me está tocando en este momento - Cerró los ojos, se relamió los labios, y sus manos comenzaron a moverse de un lado a otro, primero por los propios brazos, después por su cuello, ella misma se ejerció presión como una loca dejando marcas rojas, luego bajo por sus senos, los cuales dio cierto enfades, bajo por su abdomen, por su pelvis, y al final lleno a su intimidad, pero no hizo nada, ni siquiera escabulló sus dedos, abrió sus ojos en sorpresa y la volteó a ver - Cuando me toco siento que está conmigo, no le tengo miedo, nunca se lo he tenido, por el contrario, lo deseo, y lo quiero a mi lado… No me importa que me mate - Sonrío de medio lado.
- ¿No es obvio como terminará? Estoy segura que no querrá que alguien más mancille mi piel que no sea él, entonces en su manía por sentirme suya, me va a buscar, y claro, yo estaré dispuesta, ni siquiera objetaré, dejaré que haga a mi antojo. Puede beber de mi, quiero que me tome de la mejor manera, quiero perder mi virginidad con él, aunque me mate en el momento ¿No es obvio? Estoy dispuesta… - Le sonrió de forma lujuriosa, porque cuando la cambiante hablaba de su vampiro, no había oro escenario que ese, le podían juzgar y poco le importaba, total, su padre no podía verla, y ella no deseaba que la viera en mucho tiempo.
- ¿Y tú? ¿No te da deseo tocar cada cadáver? Debe ser extraño, pero entre tanto muerto también debe ser placentero, cuéntame a los muertos se les puede parar? Me da curiosidad - Sonríe de forma muy amplia, sin duda no se estaba burlona, la realidad es que su mente retorcida estaba comenzando a salir a flote, miedo ya no le daba esa que tenía enfrente, ahora simplemente sentía una gran curiosidad, era momento de seguir disfrutando de la noche, de las platicas, y de lo que quizás en un futuro se podía tener.
Maike Gottshalk- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/06/2012
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Tranquila, El peligro viene ya
Para llorar, no es el tiempo ahora
Para llorar, no es el tiempo ahora
Esos eran los ojos del deseo, el deseo de lo prohibido, de lo extraño, de lo inusual, los conocía muy bien, pues en ella también estaba aquella mirada, aquella energía que a muchos hacia retroceder y pensar dos veces antes de hablar con ella. Sabía bien las palabras de la mujer, la comprendía y ella misma se sentía aun más loca por comprenderla, se sorprendió un poco por los movimientos provocativos de la cambiante, pero simplemente se quedo mirándola, detallando como sus manos iban por su cuerpo, tratado de imitar el toque del vampiro, pero era imposible, el no la estaba tocando, que triste era aquello y tan bizarro que era las novelas de amor que a Salome tanto le encantaba y que si un escritor se atreviera a relatar ese tipo de historias ella sería su mayor fans.
Rio dulcemente por aquella pregunta, era una joven diferente a los demás, hablaba de la muerte como deberían hacerlos todos, pues la muerte era otra parte de la vida, era como nacer, las personas celebraban los nacimientos, también celebraban los decesos, era un ciclo. ¿Por qué apartarlo?. Negó suavemente con la cabeza –Depende del cuerpo, en ocasiones aun tienen algunas habilidades, mientras se va enfriando, las pierden… pero hay algunas hierbas e inyecciones puedes llegar a ver una erección- se alzo de hombros. Aunque pudiera verse como alguien capaz de utilizar tantos cuerpos que llegaban a sus manos para el placer de su cuerpo.
-No me interesa un cuerpo estático, vacio de emociones…- se apresuro a decir rápidamente – Digamos que soy como tu vampiro, me encanta ser caprichosa, perseguir a la persona que ha hecho que en mi haya un deseo, seducirla, acosarla, violarla, ver sus expresiones, sus emociones, todos sus matices y los cambios que en su cuerpo pueden haber- ahora fue ella quien se relamió los labios pensando en sus pasados amores, amores que había perdido contacto y que creía que pocos vivían.
-No estoy cortada con el mismo cuchillo que tu vampiro, pero tengo ciertos gustos igual que él, pues lo que he has dicho me ha agradado, hasta me ha simpatizado- le dijo mientras ladeaba una de sus cabezas, mientras le miraba atentamente –Soy muy habilidosa para encontrar cosas perdidas… ¿Quieres que te ayude a encontrarlo?- sonrió ampliamente. Si, le ofrecía sus servicios, no le importaba si eso significaba la muerte de aquella joven, no le importaba su bienestar, pues la diversión para Salome le era más importante y verla cerca de ese amor peligroso era para ella demasiado excitante como para no ser parte de esa ecuación –oh… ¿prefieres que él te encuentre…? Te aseguro que muy pronto lo hará y eso que no soy adivina- rio, acomodándose su cabello hacia un lado.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: La aguja de la muerte a unido nuestros hilos[Privado]
Maike escuchaba con mucha atención las palabras que su hermana de naturaleza le compartía, jamás de los nunca había sentido interés o atracción por el tema de los muertos, de hecho le parecía triste, pero la idea de poder experimentar un poco con cuerpos sin autoridad propia le pareció sencillamente interesante, quizás en algún momento de su vida, lo hará, le pediría a ella que le llevara a su mundo, a ese extraño mundo. Adentrarse en lo desconocido siempre suele dar miedo, incluso muchos no desean hacerlo, pero se tiene que hacer a vivir con la incertidumbre. ¿Un miembro erecto sin vida el cuerpo para poder montar? ¿Cuánto tiempo duraría ese efecto? Interesante sería experimentar sin duda, pero ella tiene nula vida sexual.
La cambiante tiene una mente pervertida sin duda, siempre pensando en como podría ser un su primera vez, como alguien sería capaz de tomarla con deseo, aquello lo quiere hacer sin duda un buen recuerdo, un momento que sea digno de platicar incluso, no le importa lo que opinen de ella, a fin de cuentas nadie la conoce, completamente nadie. El silencio acompaña sus deseos carnales en ese momento, si alguien llegara y la tomara con fuerza, si, se dejaría hacer lo que fuera, su intimidad se moja de pensarlo, incluso le saltaría encima a la rubia que tiene enfrente para poder experimentar un poco más. ¿Sería capaz? No, porque aunque su mente este pensando a mil por hora, la timidez le gana, le traiciona. Aunque claro el deseo se le quede escondido.
- Entonces ¿Jamás lo ha hecho con un cuerpo sin vida? ¿Jamás? Pensé que tendría demasiada experiencia en ese tema - Le gustaba aquel lugar sin duda, apenas y se podía escuchar susurros a lo lejos, el viento chocar con fuerza contra alguna lapida, solo la respiración insinuante de la cambiante, deliciosa, demasiado deliciosa, su olor, su presencia segura y soberbia, si, si, le recuerda un poco a ese vampiro que la busca de forma constante. Se queda un rato más en silencio, como para pensar su oferta, le gustaría encontrar al vampiro, pero al mismo tiempo es tentación seguir con aquel juego. ¡Que contradicción! ¿Qué debía ella hacer?
- No, espero que el llegue pronto, el miedo y a veces la emoción que representa me gusta demasiado, como dicen por ahí, soy masoquista sin duda, no puedo evitarlo - Se encoge de hombros de forma despreocupada - Usted dígame una cosa ¿me llevaría a ver aquellos cuerpos sin vida? Quizás compre un par para poder saciar algunas dudas y hacer algunos experimentos, eso si que me gustaría - Le miró con esa sonrisa amplia, con perturbación, entre silencios sepulcrales y la vida misma que ellas tenían.
- ¿Qué es la vida para usted, Salomé? ¿Qué tiene de valor para usted seguir viviendo? ¿Cómo se divierte? Aparte de todo aquello que hace ¿qué le da placer? Placer en el cuerpo, ya sabe - Su sonrisa traviesa se dibuja en sus labios, ella se los relame con suavidad sin dejar de verle, no se estaba insinuando, aunque pareciera en realidad que lo hacía.
La cambiante tiene una mente pervertida sin duda, siempre pensando en como podría ser un su primera vez, como alguien sería capaz de tomarla con deseo, aquello lo quiere hacer sin duda un buen recuerdo, un momento que sea digno de platicar incluso, no le importa lo que opinen de ella, a fin de cuentas nadie la conoce, completamente nadie. El silencio acompaña sus deseos carnales en ese momento, si alguien llegara y la tomara con fuerza, si, se dejaría hacer lo que fuera, su intimidad se moja de pensarlo, incluso le saltaría encima a la rubia que tiene enfrente para poder experimentar un poco más. ¿Sería capaz? No, porque aunque su mente este pensando a mil por hora, la timidez le gana, le traiciona. Aunque claro el deseo se le quede escondido.
- Entonces ¿Jamás lo ha hecho con un cuerpo sin vida? ¿Jamás? Pensé que tendría demasiada experiencia en ese tema - Le gustaba aquel lugar sin duda, apenas y se podía escuchar susurros a lo lejos, el viento chocar con fuerza contra alguna lapida, solo la respiración insinuante de la cambiante, deliciosa, demasiado deliciosa, su olor, su presencia segura y soberbia, si, si, le recuerda un poco a ese vampiro que la busca de forma constante. Se queda un rato más en silencio, como para pensar su oferta, le gustaría encontrar al vampiro, pero al mismo tiempo es tentación seguir con aquel juego. ¡Que contradicción! ¿Qué debía ella hacer?
- No, espero que el llegue pronto, el miedo y a veces la emoción que representa me gusta demasiado, como dicen por ahí, soy masoquista sin duda, no puedo evitarlo - Se encoge de hombros de forma despreocupada - Usted dígame una cosa ¿me llevaría a ver aquellos cuerpos sin vida? Quizás compre un par para poder saciar algunas dudas y hacer algunos experimentos, eso si que me gustaría - Le miró con esa sonrisa amplia, con perturbación, entre silencios sepulcrales y la vida misma que ellas tenían.
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Maike Gottshalk- Cambiante Clase Alta
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