AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Simple Song [Cyrille Vezier]
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Simple Song [Cyrille Vezier]
«I know that things can really get rough when you go it alone,
don’t go thinking you gotta be tough, to play like a stone.»
The Shins – “Simple Song”
Por primera vez en su vida, que no era tan larga de todos modos, László sentía nervios. Habían pasado tan sólo unas cuántas semanas desde que había conocido a Cyrille, pero quizá la oportunidad de tener un amigo que no fuese de la calle, un amigo real lo desasosegaba de aquel modo. Había sido poco tiempo relativamente, pero habían pasado muchas cosas, al menos en la vida del cambiaformas así había sido.
Se había enterado que había otros como él, otros allá fuera con la capacidad de cambiar a una forma animal, no sólo eso, también que las leyendas sobre hombres lobo y vampiros eran más que leyendas. A orillas del río conoció también a una mujer que podía hacer magia y entonces caía en cuenta que toda su sabiduría de la calle era una charada, que en verdad sabía menos de lo que le gustaba admitir, y para colmo, uno de esos seres sobrenaturales, un vampiro, le había ofrecido un trabajo, mismo que aún no sabía si aceptaría o no, por ahora le ayudaba en lo que podía, aquel hombre, de alto poder adquisitivo, como Cyrille, le hacía ver que no todos los ricos eran malos. El doctor Stravinsky era un buen hombre a pesar de su naturaleza, aunque le parecía que escondía demasiadas cosas, mismas que no eran de su incumbencia.
No conforme con toda esa información que le había llegado de golpe, también se había enterado de un movimiento revolucionario liderado por un hombre lobo, y para colmo de Lászlo, era conde, el Conde Trudeau, líder de la Hermandad del Dragón Azul a la que ahora el joven pertenecía. Solo podía causar mucho caos, muchos dolores de cabeza a la gente adinerada y con él poder, pero era desorganizado, y era algo momentáneo, que pasaba rápido, que no dejaba gran marca. Con la Hermandad, László podía usar sus habilidades –esas de crear gran dolor, de ser peleonero y gran luchador cuerpo a cuerpo, no las de cambiaformas- y que tuvieran repercusión, que marcaran una diferencia real, por eso se había unido al movimiento, porque eran sus ideales, pero con un sistema, cosa de la que él carecía.
Suspiró pensando en qué de todo aquello iba a contarle a Cyrille y qué no, no quería abrumarlo. Parecía chiquillo inquieto, ansioso de contarle todo lo que le había pasado, volvió a suspirar para tranquilizarse, no podía dejarse llevar tan abruptamente. Aunque confiaba en el joven, no estuvo seguro que hablarle de la Hermandad fuese una buena idea, pues era perseguida por la corona y sabía que Cyrille no diría nada, pero nunca se sabía cuando las paredes escuchaban.
Apresuró el paso hasta la Plaza Tertre, le pareció un lugar adecuado, no tan sórdido como el de su primer encuentro, transitado por todo tipo de personas y céntrico como para que ambos caminaran la misma distancia. László se encargó de hacerle llegar una nota a Cyrille con un sirviente de la casa vecina, que resultó ser hermano de un tabernero de uno de los sitios que más frecuentaba. Eran las ventajas de desenvolverse en ese estrato, todos parecían conocerse entre sí, así que fue relativamente sencillo. No era tan tonto como para ir personalmente a invitar a Cyrille a aquel paseo vespertino.
Iba tarde como de costumbre, corrió los últimos metros hasta doblar la esquina y tener la plaza, llena de gente como era de esperarse frente a sí. No vio de inmediato a su citado, si no iba lo comprendería y no pensaría algo tan trágico como que no quería volver a verlo, sino que la gente de su clase debe ser muy ocupada como para asistir a una cita con un aviso que no daba mucho tiempo de anticipación. Buscó entre el mar de personas estirando el cuello y las manos en los bolsillos.
Se había enterado que había otros como él, otros allá fuera con la capacidad de cambiar a una forma animal, no sólo eso, también que las leyendas sobre hombres lobo y vampiros eran más que leyendas. A orillas del río conoció también a una mujer que podía hacer magia y entonces caía en cuenta que toda su sabiduría de la calle era una charada, que en verdad sabía menos de lo que le gustaba admitir, y para colmo, uno de esos seres sobrenaturales, un vampiro, le había ofrecido un trabajo, mismo que aún no sabía si aceptaría o no, por ahora le ayudaba en lo que podía, aquel hombre, de alto poder adquisitivo, como Cyrille, le hacía ver que no todos los ricos eran malos. El doctor Stravinsky era un buen hombre a pesar de su naturaleza, aunque le parecía que escondía demasiadas cosas, mismas que no eran de su incumbencia.
No conforme con toda esa información que le había llegado de golpe, también se había enterado de un movimiento revolucionario liderado por un hombre lobo, y para colmo de Lászlo, era conde, el Conde Trudeau, líder de la Hermandad del Dragón Azul a la que ahora el joven pertenecía. Solo podía causar mucho caos, muchos dolores de cabeza a la gente adinerada y con él poder, pero era desorganizado, y era algo momentáneo, que pasaba rápido, que no dejaba gran marca. Con la Hermandad, László podía usar sus habilidades –esas de crear gran dolor, de ser peleonero y gran luchador cuerpo a cuerpo, no las de cambiaformas- y que tuvieran repercusión, que marcaran una diferencia real, por eso se había unido al movimiento, porque eran sus ideales, pero con un sistema, cosa de la que él carecía.
Suspiró pensando en qué de todo aquello iba a contarle a Cyrille y qué no, no quería abrumarlo. Parecía chiquillo inquieto, ansioso de contarle todo lo que le había pasado, volvió a suspirar para tranquilizarse, no podía dejarse llevar tan abruptamente. Aunque confiaba en el joven, no estuvo seguro que hablarle de la Hermandad fuese una buena idea, pues era perseguida por la corona y sabía que Cyrille no diría nada, pero nunca se sabía cuando las paredes escuchaban.
Apresuró el paso hasta la Plaza Tertre, le pareció un lugar adecuado, no tan sórdido como el de su primer encuentro, transitado por todo tipo de personas y céntrico como para que ambos caminaran la misma distancia. László se encargó de hacerle llegar una nota a Cyrille con un sirviente de la casa vecina, que resultó ser hermano de un tabernero de uno de los sitios que más frecuentaba. Eran las ventajas de desenvolverse en ese estrato, todos parecían conocerse entre sí, así que fue relativamente sencillo. No era tan tonto como para ir personalmente a invitar a Cyrille a aquel paseo vespertino.
Iba tarde como de costumbre, corrió los últimos metros hasta doblar la esquina y tener la plaza, llena de gente como era de esperarse frente a sí. No vio de inmediato a su citado, si no iba lo comprendería y no pensaría algo tan trágico como que no quería volver a verlo, sino que la gente de su clase debe ser muy ocupada como para asistir a una cita con un aviso que no daba mucho tiempo de anticipación. Buscó entre el mar de personas estirando el cuello y las manos en los bolsillos.
Última edición por László de Homem-Christo el Vie Mayo 25, 2012 6:17 pm, editado 1 vez
Invitado- Invitado
Re: Simple Song [Cyrille Vezier]
-No, no te he dado permiso- bramo el osco hombre bajando los peldaños tras de él con vertiginosidad. Si los primeros meses de estadía en aquel lugar había pasado más bien desapercibido por las paredes de su propio hogar ahora se le antojaba como una prisión, algo que no era ni remotamente parecido a la abadía o los viñedos, un lugar en el que realmente no deseaba estar –Lamentablemente hoy no te lo he pedido- contesto, intentando alcanzar la puerta principal antes que su tío. Y así, corriendo con desespero logro salir del lugar sabiendo que después de la rejilla no se atrevería a seguirle más ¿Qué podrían decir los vecinos?
Avanzó sobre el empedrado con un nudo en el estomago y la boca tan seca como una tormenta de arena. Después del encuentro con László las cosas en su “hogar” solo iban de mal en peor. Había conseguido darle trabajo al pequeño que habían logrado rescatar aquel día en las calles, el que al igual que su sirvienta había quedado a merced de quienes se hacían llamar hombres de la ley. Namian era un pésimo cocieron, un sastre descuidado y un limpiador flojo sin embargo parecía poseer cierta habilidad a la hora de cuidar y el jardín de Cyrille comenzaba a agradecer aquellos cuidados extras que recibía cada mes. Aunque, había matado ya algunas rosas por no saber podar.
Pasaba la mayor parte de su tiempo en la iglesia y vaya si aquel resultaba ser un lugar mucho más reconfortante que su propio hogar. Las conversaciones con su tío no habían escaseado las últimas semanas más estas solían terminar siempre en una acalorada discusión que solía incluir temas como el dinero, las propiedades y su vida de lujos, pues al no estudiar ni trabajar todo lo que hacía era gastar. Gastar irresponsablemente el dinero que sus padres le habían dejado “Y algún día tendrás lo que quieres, vivir en las calles como ellos” Cyrille no era un gran matemático o un físico reconocido pero podía asegurar que sus ingresos triplicaban el dinero que solía gastar no solo en el pero en los demás.
En aquel momento, el mismo en que había huido de su casa, no pensó en las consecuencias que ello pudiese acarrear sino en la dicha de haber recibido aquel recado que como viento corrió de voz en voz hasta llegar a él. Y aunque, carecía de claridad por su simpleza decidido asistir suponiendo la hora y un espacio en el lugar. Además de aquella molesta relación no tenía mucho que contar, había conocido a una joven peculiar en la iglesia y había asistido al hogar de un boticario que le había otorgado varias plantas de cuidados exuberantes además de una mujer que hablando un dialecto extraño le sobo los pies.
Llego hasta el lugar acordado alzándose sobre sus puntas para intentar ver más allá de lo que las cabezas ajenas le permitían observar “László” pensó como si hubiese desarrollado alguna habilidad que los comunicara por algo más certero que la voz.
Avanzó sobre el empedrado con un nudo en el estomago y la boca tan seca como una tormenta de arena. Después del encuentro con László las cosas en su “hogar” solo iban de mal en peor. Había conseguido darle trabajo al pequeño que habían logrado rescatar aquel día en las calles, el que al igual que su sirvienta había quedado a merced de quienes se hacían llamar hombres de la ley. Namian era un pésimo cocieron, un sastre descuidado y un limpiador flojo sin embargo parecía poseer cierta habilidad a la hora de cuidar y el jardín de Cyrille comenzaba a agradecer aquellos cuidados extras que recibía cada mes. Aunque, había matado ya algunas rosas por no saber podar.
Pasaba la mayor parte de su tiempo en la iglesia y vaya si aquel resultaba ser un lugar mucho más reconfortante que su propio hogar. Las conversaciones con su tío no habían escaseado las últimas semanas más estas solían terminar siempre en una acalorada discusión que solía incluir temas como el dinero, las propiedades y su vida de lujos, pues al no estudiar ni trabajar todo lo que hacía era gastar. Gastar irresponsablemente el dinero que sus padres le habían dejado “Y algún día tendrás lo que quieres, vivir en las calles como ellos” Cyrille no era un gran matemático o un físico reconocido pero podía asegurar que sus ingresos triplicaban el dinero que solía gastar no solo en el pero en los demás.
En aquel momento, el mismo en que había huido de su casa, no pensó en las consecuencias que ello pudiese acarrear sino en la dicha de haber recibido aquel recado que como viento corrió de voz en voz hasta llegar a él. Y aunque, carecía de claridad por su simpleza decidido asistir suponiendo la hora y un espacio en el lugar. Además de aquella molesta relación no tenía mucho que contar, había conocido a una joven peculiar en la iglesia y había asistido al hogar de un boticario que le había otorgado varias plantas de cuidados exuberantes además de una mujer que hablando un dialecto extraño le sobo los pies.
Llego hasta el lugar acordado alzándose sobre sus puntas para intentar ver más allá de lo que las cabezas ajenas le permitían observar “László” pensó como si hubiese desarrollado alguna habilidad que los comunicara por algo más certero que la voz.
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Re: Simple Song [Cyrille Vezier]
Estuvo un rato más plantado en el perímetro de la plaza, moviendo el cuello como jirafa en busca de las hojas más altas y frescas. Se preguntó si la nota había sido clara, él sólo le pidió a alguien que sí supiera escribir que por favor la redactara, pero al final nunca se enteró del contenido y simplemente confió en las habilidades del otro. Suspiró y un hombre chocó con él, ninguno de los dos se disculpó, pero László se dio cuenta que estaba pesimamente posicionado en la concurrida plaza y se movió, seguía observando entre cada espacio que dejaba entrever la multitud como una persiana. Allá en una esquina había muchos congregados, seguramente se trataba de un espectáculo callejero, que eran muy comunes y se dirigió a ese lugar, sin embargo, caminó abriéndose paso entre el gentío mirando a un lado y al otro, por si lograba ver a Cyrille.
Antes de llegar a donde un mimo presentaba su acto, su atención fue captada por otra cosa. Ahí estaba él, igual o más perdido que él buscando en un sitio tan concurrido, László pensó que tal vez no había sido tan grandiosa idea citarse ahí después de todo, pero ahí estaba finalmente y sonrió de lado; dejó el espectáculo callejero para después, giró sobre sus talones y caminó a donde estaba su amigo, o potencial amigo, al menos.
-¡Hey! –lo llamó a pocos metros de llegar hasta él para captar su atención-, qué bueno que llegaste –dijo con sincera alegría, sonriendo con ese gesto torcido suyo, que parecía retador todo el tiempo, quizá así lo era, porque así era él, y nunca podía deslindarse de ese cariz aunque la intención fuese otra. Finalmente se plantó frente a Cyrille y lo observo –espero que no haya sido muy apresurado o que esto te haya causado problemas-. László tenía la idea, sin fundamentos, de que todos los integrantes del escalón social al que pertenecía el otro, se la vivían ocupados, o tenían que pedir mil permisos, a todos los integrantes de sus familias, para poder salir. No, nunca lo había visto con sus propios ojos, sólo eran conjeturas, quizá para convertir en esa gente en una antítesis declarada de su propia persona, que era libre y no hacía básicamente nada con su tiempo, que podía verse a la hora que fuera con quien se le pegara su gana. Era un defecto muy arraigado en el joven, una creencia firme pero sin bases, la de querer convertir todo lo que combatía en “malo”, pero comenzaba a saber y entender que las coas no eran blanco y negro y que existía toda una escala de grises en medio. Cyrille había sido el primer golpe de realidad, la Hermandad y el Doctor Stravisnky luego.
-Bien –se puso de puntitas y luego se balanceó hacia atrás sobre sus talones como hiciera un niño pequeño-, prometí mostrarte la ciudad, pero me gustaría saber si sigues dispuesto –fue lo primero que dijo. Su voz sonó segura y temeraria, guiñó un ojo casi como acto reflejo y finalmente colocó un gesto astuto, como el del zorro en el que lograba convertirse, sobre su rostro.
París los estaba esperando, y por alguna razón, por algo intrínseco en László, sabía que los problemas también estaban ahí. Pero problemas como tener que huir de un tabernero enojado o de un sacerdote ofendido, nunca problemas grandes. No con Cyrille a su lado al menos, no quería que esa tarde acabaran en La Bastilla.
Antes de llegar a donde un mimo presentaba su acto, su atención fue captada por otra cosa. Ahí estaba él, igual o más perdido que él buscando en un sitio tan concurrido, László pensó que tal vez no había sido tan grandiosa idea citarse ahí después de todo, pero ahí estaba finalmente y sonrió de lado; dejó el espectáculo callejero para después, giró sobre sus talones y caminó a donde estaba su amigo, o potencial amigo, al menos.
-¡Hey! –lo llamó a pocos metros de llegar hasta él para captar su atención-, qué bueno que llegaste –dijo con sincera alegría, sonriendo con ese gesto torcido suyo, que parecía retador todo el tiempo, quizá así lo era, porque así era él, y nunca podía deslindarse de ese cariz aunque la intención fuese otra. Finalmente se plantó frente a Cyrille y lo observo –espero que no haya sido muy apresurado o que esto te haya causado problemas-. László tenía la idea, sin fundamentos, de que todos los integrantes del escalón social al que pertenecía el otro, se la vivían ocupados, o tenían que pedir mil permisos, a todos los integrantes de sus familias, para poder salir. No, nunca lo había visto con sus propios ojos, sólo eran conjeturas, quizá para convertir en esa gente en una antítesis declarada de su propia persona, que era libre y no hacía básicamente nada con su tiempo, que podía verse a la hora que fuera con quien se le pegara su gana. Era un defecto muy arraigado en el joven, una creencia firme pero sin bases, la de querer convertir todo lo que combatía en “malo”, pero comenzaba a saber y entender que las coas no eran blanco y negro y que existía toda una escala de grises en medio. Cyrille había sido el primer golpe de realidad, la Hermandad y el Doctor Stravisnky luego.
-Bien –se puso de puntitas y luego se balanceó hacia atrás sobre sus talones como hiciera un niño pequeño-, prometí mostrarte la ciudad, pero me gustaría saber si sigues dispuesto –fue lo primero que dijo. Su voz sonó segura y temeraria, guiñó un ojo casi como acto reflejo y finalmente colocó un gesto astuto, como el del zorro en el que lograba convertirse, sobre su rostro.
París los estaba esperando, y por alguna razón, por algo intrínseco en László, sabía que los problemas también estaban ahí. Pero problemas como tener que huir de un tabernero enojado o de un sacerdote ofendido, nunca problemas grandes. No con Cyrille a su lado al menos, no quería que esa tarde acabaran en La Bastilla.
Última edición por László de Homem-Christo el Vie Mayo 25, 2012 6:18 pm, editado 1 vez
Invitado- Invitado
Re: Simple Song [Cyrille Vezier]
“Quizás si te subes en alguna banca” pensó para sus adentros intentando vislumbrar entre el mar de personas algún objeto de mayor altitud que le permitiese quedar con un panorama mejor que el de los demás. No era un hombre especialmente alto y en aquellos instantes se le antojo haber heredado la altura de su padre, aquel hombre que robaba miradas por donde pasaba por su estirado cuerpo. Era, sin embargo mejor de esa manera, sin tener que causar giros de cabeza ni cambios de atención. Un hombre más, entre tantos otros del lugar. Aunque parecía a ver uno diferente en torno al cual todos se comenzaban a arrebujar, o por lo menos una gran parte de las personas que pasaban cerca a él.
<¡Hey!> ¿Era un hey para él? <Qué bueno que llegaste> ¡László! Giro sobre sus talones con vertiginosidad para toparse entonces con el rostro tan conocido que no tenia tanto de conocer, vaya incongruencia -¿Creíste que no lo haría?- fueron las primeras palabras en escapar de sus labios al escucharle decir que cavia la posibilidad de su ausencia aquel día. Negó repetidas veces hasta acomodar todos y cada uno de sus pensamientos en su debido lugar –Siempre hay tiempo para los amigos- ¿Qué acababa de decir? Acababa de pronunciar el titulo más ostentoso de todos, de todos los que él podía dar pues al ser aspirante a sacerdote era todo lo que podía otorgar. Desvió la mirada en todas direcciones, evadiendo aquel tema de los problemas y demás, si que los tenia pero aquello no era culpa de László y en nada le serviría siquiera comentarlo. Sobre todo porque nunca le había gustado ser el centro de caridad o el necesitado de consuelo.
Una amplia sonrisa deformo sus labios de hito en hito haciendo más diminutos su ya de por si diminutos ojos “Ojos de gato” le solía decir el padre Laurent en aquel juego de ofensas cariñosas en que se solían adentrar “Cuidado le sacas un ojo a alguien con tu nariz” ¿Qué habría sido de aquel buen hombre? Seguramente había tenido que partir a evangelizar pueblos lejanos donde la palabra de Dios era aún desconocida, recordaba que en una ocasión un niño le había preguntado si Jesús era el hombre al que su madre le compraba la carne -Y dispuesto se queda corto- exclamó con entusiasmo, llevaba toda la convicción de dejar sus modales y conocimientos detrás para adentrarse en aquel mundo que tanto tiempo había deseado conocer.
Quizás en aquella ocasión le podría enseñar su propia casa, la taberna y un comedor los habían conocido la vez anterior y no creía que le fuese a llevar a un burdel aunque de igual manera había asistido en una ocasión. Y había conocido a una mujer a la que había bautizado por Heli -¿Y a dónde iremos?- cuestiono cuando la curiosidad le dejo con demasiadas posibilidades en que pensar.
<¡Hey!> ¿Era un hey para él? <Qué bueno que llegaste> ¡László! Giro sobre sus talones con vertiginosidad para toparse entonces con el rostro tan conocido que no tenia tanto de conocer, vaya incongruencia -¿Creíste que no lo haría?- fueron las primeras palabras en escapar de sus labios al escucharle decir que cavia la posibilidad de su ausencia aquel día. Negó repetidas veces hasta acomodar todos y cada uno de sus pensamientos en su debido lugar –Siempre hay tiempo para los amigos- ¿Qué acababa de decir? Acababa de pronunciar el titulo más ostentoso de todos, de todos los que él podía dar pues al ser aspirante a sacerdote era todo lo que podía otorgar. Desvió la mirada en todas direcciones, evadiendo aquel tema de los problemas y demás, si que los tenia pero aquello no era culpa de László y en nada le serviría siquiera comentarlo. Sobre todo porque nunca le había gustado ser el centro de caridad o el necesitado de consuelo.
Una amplia sonrisa deformo sus labios de hito en hito haciendo más diminutos su ya de por si diminutos ojos “Ojos de gato” le solía decir el padre Laurent en aquel juego de ofensas cariñosas en que se solían adentrar “Cuidado le sacas un ojo a alguien con tu nariz” ¿Qué habría sido de aquel buen hombre? Seguramente había tenido que partir a evangelizar pueblos lejanos donde la palabra de Dios era aún desconocida, recordaba que en una ocasión un niño le había preguntado si Jesús era el hombre al que su madre le compraba la carne -Y dispuesto se queda corto- exclamó con entusiasmo, llevaba toda la convicción de dejar sus modales y conocimientos detrás para adentrarse en aquel mundo que tanto tiempo había deseado conocer.
Quizás en aquella ocasión le podría enseñar su propia casa, la taberna y un comedor los habían conocido la vez anterior y no creía que le fuese a llevar a un burdel aunque de igual manera había asistido en una ocasión. Y había conocido a una mujer a la que había bautizado por Heli -¿Y a dónde iremos?- cuestiono cuando la curiosidad le dejo con demasiadas posibilidades en que pensar.
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Re: Simple Song [Cyrille Vezier]
László podía ser todo lo reaccionario, incendiario, políticamente incorrecto y violento que un chico de su edad y su energía podía ser, pero distaba mucho de ser antisocial, una buena borrachera sólo podía entenderse en compañía de otros, lo mismo una revuelta callejera, un combate a puño limpio, que aunque se tratara de un problema de dos, siempre estaba el gentío que se reunía alrededor a clamar vítores, a burlarse, o sólo a curiosear; todo era un acto social, incluso el movimiento del que ahora formaba parte era eso, era cierto que le gustaba trabajar solo, era más fácil, pero también sabía del poder de la gente, de la gente unida sobre todo, uno de sus lemas era: poder para la gente, no podía deslindarse de eso, y de un modo muy básico, pero por lo miso, visceral y profundo, lo entendía a pesar de, en general, preferir la soledad. Sin embargo, aquella tarde era distinto, era socializar sí, pero distinto, ambos no hablaban el mismo idioma, tenían que encontrar caminos de comunicación para entenderse, puntos de coincidencia para asirse y de ahí partir, László no podía decirle «vamos a la Taberna de Saunière» y esperar ser seguido, tenía que explicarse, contextualizarlo y eso brindaba una emoción y un matiz muy especial a la reunión, era como invitarlo a su mundo, mostrarle la belleza que él veía aunque nadie más lo hiciera, porque para el joven cambiaformas había algo que venía desde las entrañas y era franco y era tácito y era procaz, algo en una nariz sangrando, en un puñetazo bien dado, en el ardor de carne y huesos que era simplemente sublime, un poema. Desde luego él no era capaz de interpretarlo con palabras, sólo lo sentía como sentía el sol quemándolo o el agua mojándolo.
Una sonrisa tonta se dibujó en su rostro cuando Cyrille se refirió a él como su amigo, pero no dijo nada, no quería arruinarlo, lo tomó del hombro y lo zarandeó un poco.
-Perfecto –dijo con voz clara y entusiasta-, me gusta que estés dispuesto –se separó y miró al tumulto de gente poniendo las manos en jarra, incluso curveando un poco la espalda y sacando el pecho. Luego hizo gesto de estar pensando, frunció el ceño y los labios –la otra vez ya viste qué es lo que hago todos los días –aceptó ante la pregunta sobre su itinerario de la jornada –no creas que mi vida es tan emocionante, pero hay un sitio… -no ahondó más, en cambio tomó del brazo al otro y lo jaló –espero sepas trepar paredes, es fácil, las desigualdades de los ladrillos te facilitan las cosas –atravesó a la multitud abriéndose paso, dejando poco a poco el ruido y la algarabía atrás.
Más tarde tenía otro plan, pero para eso tenían que esperar que esas familias que se reunían en la plaza se marcharan a hacer que sus hijos descansaran, y los vagos como él salieran; no iba a ser nada peligroso, sólo una fiesta callejera en calles aledañas al centro de gente humilde en conmemoración de algún santo que László no se había tomado la molestia de memorizar. Pero por ahora se dirigía a un teatro, si mal no recordaba, era la hora en la que los ensayos se llevaban a cabo.
Una sonrisa tonta se dibujó en su rostro cuando Cyrille se refirió a él como su amigo, pero no dijo nada, no quería arruinarlo, lo tomó del hombro y lo zarandeó un poco.
-Perfecto –dijo con voz clara y entusiasta-, me gusta que estés dispuesto –se separó y miró al tumulto de gente poniendo las manos en jarra, incluso curveando un poco la espalda y sacando el pecho. Luego hizo gesto de estar pensando, frunció el ceño y los labios –la otra vez ya viste qué es lo que hago todos los días –aceptó ante la pregunta sobre su itinerario de la jornada –no creas que mi vida es tan emocionante, pero hay un sitio… -no ahondó más, en cambio tomó del brazo al otro y lo jaló –espero sepas trepar paredes, es fácil, las desigualdades de los ladrillos te facilitan las cosas –atravesó a la multitud abriéndose paso, dejando poco a poco el ruido y la algarabía atrás.
Más tarde tenía otro plan, pero para eso tenían que esperar que esas familias que se reunían en la plaza se marcharan a hacer que sus hijos descansaran, y los vagos como él salieran; no iba a ser nada peligroso, sólo una fiesta callejera en calles aledañas al centro de gente humilde en conmemoración de algún santo que László no se había tomado la molestia de memorizar. Pero por ahora se dirigía a un teatro, si mal no recordaba, era la hora en la que los ensayos se llevaban a cabo.
Invitado- Invitado
Re: Simple Song [Cyrille Vezier]
La dejo tirar de su brazo ideando imaginariamente el mejor sendero a seguir entre los trazos inconexos y movimientos zigzagueantes en que se movían los pies de las personas, mientras unos iban otros venían, si unos deseaban seguir a la derecha se encontraban con un muro de personas que planeaban moverse a la izquierda. Encontró un camino libre que pronto se vio obstruido por una mujer y su hijo, un infante con las mejillas tan grandes como la piel se podía estirar, viro el rostro encontrando un lindero, que, se vio obstruido en cuanto tuvo la iniciativa de señalarlo por un grupo de jóvenes que ocupaban el doble del espacio necesario por sus pomposos y exuberantes vestidos. Y cada que encontraba un posible camino algo, o alguien, lo obstruían al instante.
Se dejo guiar entonces, sin volverse a preocupar en encontrar una salida del lugar porque László parecía abrirse camino por sí mismo aun y a pesar de que a ojos de Cyrille no existía camino aparente a seguir –De niño trepaba arboles- se limito a comentar y no podía decir que fuese un hábil escalador. Recordaba cierta ocasión en que su madre le había metido senda regañada por haber roto los pantalones que habían tardado más de un mes en llegar en un especifico pedido de las tierras árabes y, de paso, haberse raspado las rodillas hasta el grado en que la carne por debajo de la piel era todo lo que se podía ver –Pero no era muy bueno- se atrevió a confesar después de haber remediado en su memoria aquel incidente, y podía recordar un trillar más, hasta que su madre se había hartado y mandado cortar todo árbol cercano a su hogar. Las plantas de vid no servían para ser escaladas.
Fue entonces, mientras dejaban el barbullo de las personas a sus espaldas que comenzó a razonar aquella simple oración “Espero sepas trepar paredes” László no había dicho arboles, y si seguía pensando llegaba a una simple y llana conclusión, se iban a adentrar en un lugar en que quizás no fuesen bien deseados. Porque las paredes servían para dividir, a los ricos de los pobres, las cosas de uno de los demás, lugares públicos de privados, su casa tenía una reja porque su tío no deseaba gente indeseada en su interior, los castillos tenían muros porque los reyes y nobles deseaban exclusividad pero ¿Qué encontraría al otro lado de esa pared?, más bien imaginaria en esos instantes, era algo que su curiosidad le orillaba a conocer. Así tuviese que terminar con los pantalones rotos y las rodillas cortadas para saber.
-¿Qué vamos a encontrar al otro lado de la pared?- no estaba seguro de querer saber, quizás sería más emocionante tener que trepar primero para después comprender. Si, una recompensa en base a un esfuerzo. Un incentivo a seguir.
"Como una ciudad cuya muralla ha sido derribada, es el hombre cuyo espíritu no tiene freno."Proverbios 25:28
Se dejo guiar entonces, sin volverse a preocupar en encontrar una salida del lugar porque László parecía abrirse camino por sí mismo aun y a pesar de que a ojos de Cyrille no existía camino aparente a seguir –De niño trepaba arboles- se limito a comentar y no podía decir que fuese un hábil escalador. Recordaba cierta ocasión en que su madre le había metido senda regañada por haber roto los pantalones que habían tardado más de un mes en llegar en un especifico pedido de las tierras árabes y, de paso, haberse raspado las rodillas hasta el grado en que la carne por debajo de la piel era todo lo que se podía ver –Pero no era muy bueno- se atrevió a confesar después de haber remediado en su memoria aquel incidente, y podía recordar un trillar más, hasta que su madre se había hartado y mandado cortar todo árbol cercano a su hogar. Las plantas de vid no servían para ser escaladas.
Fue entonces, mientras dejaban el barbullo de las personas a sus espaldas que comenzó a razonar aquella simple oración “Espero sepas trepar paredes” László no había dicho arboles, y si seguía pensando llegaba a una simple y llana conclusión, se iban a adentrar en un lugar en que quizás no fuesen bien deseados. Porque las paredes servían para dividir, a los ricos de los pobres, las cosas de uno de los demás, lugares públicos de privados, su casa tenía una reja porque su tío no deseaba gente indeseada en su interior, los castillos tenían muros porque los reyes y nobles deseaban exclusividad pero ¿Qué encontraría al otro lado de esa pared?, más bien imaginaria en esos instantes, era algo que su curiosidad le orillaba a conocer. Así tuviese que terminar con los pantalones rotos y las rodillas cortadas para saber.
-¿Qué vamos a encontrar al otro lado de la pared?- no estaba seguro de querer saber, quizás sería más emocionante tener que trepar primero para después comprender. Si, una recompensa en base a un esfuerzo. Un incentivo a seguir.
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Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Re: Simple Song [Cyrille Vezier]
Miró a Cyrille por sobre su hombro y se limitó a sonreír sin decir más. Pensó en que trepar muros y trepar árboles, aunque parecían tareas parecidas no lo eran, o no se lo parecían a László al menos, experto en ambas, quizá era su habilidad para transformarse en un ducho zorro que podía brincar y escabullirse por lugares inimaginables la que lo hacia tener esa perspectiva. Pero no, no era momento de platicarle a su amigo de todo aquello, ya tendría un respiro para eso, un instante adecuado en donde las señales le gritaran desgañitándose que era ese periquete el indicado, y definitivamente no escuchaba dichas señales, no las veía, tan sólo se sentía demasiado entusiasmado por toda la situación y aunque solía ser arrojado, visceral e imprudente, esta vez no lo sería.
El barullo quedó atrás, aún se escuchaban las miles de voces que componían aquella melodía disonante viajando a través de las calles, rebotando en los muros de las casas, llegando a ellos de forma distorsionada pero reconocible, se detuvo al fin que habían dejado a la gente atrás y László se giró, no hizo falta ningún tipo de contacto con el otro, puso los brazos en jarra nuevamente y sacó el pecho.
-Es diferente pero… ven –entonces hizo contacto, tomó a su acompañante del brazo y avanzó un par de metros así hasta que se toparon con una pared desgastada aunque no se veía descuidada, sólo vieja pero resistente, pintada recientemente de un color claro, tenía suficientes fisuras y desigualdades como para poder apoyar ahí pies y manos, László alzó la mirada hasta el límite del muro, no era exageradamente alto, como si nadie temiera que pudieran invadir esa propiedad en específico.
Sin mediar otra frase o palabra, el joven vago se encaramó a la pared y se asió de aquellas imperfecciones que eran sus herramientas de escaladores improvisados, subió uno o dos metros y se detuvo, giró el rostro hacia abajo para ver a Cyrille.
-No es como un árbol, creo que es más fácil –dijo con tono cándido-, ¡apúrate! –presionó –o nos verán –siguió avanzando mirando hacia arriba, hacia su meta –no te preocupes, no venimos a hacer nada malo sólo… -alcanzó el final del muro y se acomodó para sentarse ahí, extendió la mano para ayudar a Cyrille a alcanzarlo más rápido y fácil –seguro a ti te hubieran dejado entrar a este sitio sin problemas, pero ese no es el meollo de este asunto, estás aquí para verlo todo como yo lo veo, y yo me meto a este sitio de este modo –sonrió de tal modo que sus ojos se cerraron –recuerdo que me dijiste que tocabas el piano, ¿cierto? Bueno, yo vengo aquí a escuchar a un pianista, seguro lo disfrutarás –alzó el rostro para ver la posición del sol –los ensayos están por empezar –y desapareció dejándose caer al otro lado de la barda.
El barullo quedó atrás, aún se escuchaban las miles de voces que componían aquella melodía disonante viajando a través de las calles, rebotando en los muros de las casas, llegando a ellos de forma distorsionada pero reconocible, se detuvo al fin que habían dejado a la gente atrás y László se giró, no hizo falta ningún tipo de contacto con el otro, puso los brazos en jarra nuevamente y sacó el pecho.
-Es diferente pero… ven –entonces hizo contacto, tomó a su acompañante del brazo y avanzó un par de metros así hasta que se toparon con una pared desgastada aunque no se veía descuidada, sólo vieja pero resistente, pintada recientemente de un color claro, tenía suficientes fisuras y desigualdades como para poder apoyar ahí pies y manos, László alzó la mirada hasta el límite del muro, no era exageradamente alto, como si nadie temiera que pudieran invadir esa propiedad en específico.
Sin mediar otra frase o palabra, el joven vago se encaramó a la pared y se asió de aquellas imperfecciones que eran sus herramientas de escaladores improvisados, subió uno o dos metros y se detuvo, giró el rostro hacia abajo para ver a Cyrille.
-No es como un árbol, creo que es más fácil –dijo con tono cándido-, ¡apúrate! –presionó –o nos verán –siguió avanzando mirando hacia arriba, hacia su meta –no te preocupes, no venimos a hacer nada malo sólo… -alcanzó el final del muro y se acomodó para sentarse ahí, extendió la mano para ayudar a Cyrille a alcanzarlo más rápido y fácil –seguro a ti te hubieran dejado entrar a este sitio sin problemas, pero ese no es el meollo de este asunto, estás aquí para verlo todo como yo lo veo, y yo me meto a este sitio de este modo –sonrió de tal modo que sus ojos se cerraron –recuerdo que me dijiste que tocabas el piano, ¿cierto? Bueno, yo vengo aquí a escuchar a un pianista, seguro lo disfrutarás –alzó el rostro para ver la posición del sol –los ensayos están por empezar –y desapareció dejándose caer al otro lado de la barda.
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Re: Simple Song [Cyrille Vezier]
Intentaba avanzar sin prestar mayor atención a la preocupación que se alzaba en sus adentros, una preocupación que iba de la mano con algún otro sentimiento que no logro comprender, una impaciencia que en la abadía se habría recriminado con cientos de padres nuestros y una noche en vela. Más aquella no era la impaciencia que había conocido en su infancia, no la que lo consumía cuando el olor del pan recién horneada se colaba hasta su habitación los días en que Teva se encontraba con el humor necesario para pasar medio día en la elaboración de la receta. Una, más bien, que se entremezclaba con otras tantas cosas para formular algo nuevo que en sus labios no encontró nombre ¿Cómo saberlo si jamás lo había sentido?
Que László lo llevase casi a cuestas se comenzaba a volver rutinario, la muestra clara y tangible de la ausencia de conocimiento en la materia, en el tipo de vida que llevaba el otro. Y casi como un mártir todo a su alrededor se lo hacía recordar “Ya aprenderás” intento así tranquilizar aquellos retortijones y vuelcos en el estomago que no le dejaban en paz. Los atribuyó a desconocer, a moverse como un ciego en tierra de ilustrados –Eres un mal maestro- sonrió, con la nuca sobre la espalda para memorizar los puntos clave en que sus piernas y manos se afianzaban de la pared. Caer no le aterraba más si había de ser su primera vez, habría de hacerlo bien.
Extendió sus manos sujetándose a las piedras salientes más altas que logro sujetar, apoyando su piel para impulsar su cuerpo hacia arriba ¿Desde siempre habían sido sus brazos así de débiles? Sentía la tensión en sus hombros cada que subía un palmo más y los codos le temblaban por el esfuerzo ¿Más fácil decía él? Tardo más del doble de tiempo que el otro, apoyo su estomago del borde de la barda y observo lo que se encontraba al otro lado. Si alguna vez había estado en aquel lugar seguramente la entrada principal era bien diferente al lugar por el cual decidían pasar ahora.
-Aguarda- susurro dando un paso torpe que lo dejo colgando de un brazo al otro lado, se soltó con rapidez aterrizando primero con los pies y acto seguido, revotando sobre sus rodillas. Y como si el golpe no le hubiese lastimado se irguió en un santiamén -¿Hemos venido entonces a escuchar a un pianista?- la emoción suplió por fin aquel otro sentimiento. No recordaba cuando era la última vez que había decidido asistir a un concierto, quizás en sus primeras semanas en París. Cuando la pérdida de sus padres era aun demasiado cercana para permitirle a su tío actuar conforme su avaricia. Y de aquello hacia más de medio año. Sacudió sus manos avanzando con rapidez hasta su encuentro con el otro. No deseaba que debido a su torpeza los fuesen a descubrir por qué había descubierto que, en cada acción de László iba implícita la agilidad.
Que László lo llevase casi a cuestas se comenzaba a volver rutinario, la muestra clara y tangible de la ausencia de conocimiento en la materia, en el tipo de vida que llevaba el otro. Y casi como un mártir todo a su alrededor se lo hacía recordar “Ya aprenderás” intento así tranquilizar aquellos retortijones y vuelcos en el estomago que no le dejaban en paz. Los atribuyó a desconocer, a moverse como un ciego en tierra de ilustrados –Eres un mal maestro- sonrió, con la nuca sobre la espalda para memorizar los puntos clave en que sus piernas y manos se afianzaban de la pared. Caer no le aterraba más si había de ser su primera vez, habría de hacerlo bien.
Extendió sus manos sujetándose a las piedras salientes más altas que logro sujetar, apoyando su piel para impulsar su cuerpo hacia arriba ¿Desde siempre habían sido sus brazos así de débiles? Sentía la tensión en sus hombros cada que subía un palmo más y los codos le temblaban por el esfuerzo ¿Más fácil decía él? Tardo más del doble de tiempo que el otro, apoyo su estomago del borde de la barda y observo lo que se encontraba al otro lado. Si alguna vez había estado en aquel lugar seguramente la entrada principal era bien diferente al lugar por el cual decidían pasar ahora.
-Aguarda- susurro dando un paso torpe que lo dejo colgando de un brazo al otro lado, se soltó con rapidez aterrizando primero con los pies y acto seguido, revotando sobre sus rodillas. Y como si el golpe no le hubiese lastimado se irguió en un santiamén -¿Hemos venido entonces a escuchar a un pianista?- la emoción suplió por fin aquel otro sentimiento. No recordaba cuando era la última vez que había decidido asistir a un concierto, quizás en sus primeras semanas en París. Cuando la pérdida de sus padres era aun demasiado cercana para permitirle a su tío actuar conforme su avaricia. Y de aquello hacia más de medio año. Sacudió sus manos avanzando con rapidez hasta su encuentro con el otro. No deseaba que debido a su torpeza los fuesen a descubrir por qué había descubierto que, en cada acción de László iba implícita la agilidad.
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Re: Simple Song [Cyrille Vezier]
En cuanto sus pies tocaron el suelo al otro lado del muro, una sensación invadió el cuerpo delgado pero berroqueño de László, una estructura que lucía frágil, capaz de romperse ahí mismo al impactarse contra el piso y que sin embargo, había aguantado más golpes –golpes reales- que muchos de los hombres corpulentos que se jactaban de duros. Claro que había un factor que jugaba en favor suyo, tenía esa habilidad de transformarse en animales y con el tiempo descubrió que la misma le daba cierta fuerza, agilidad y resistencia mayores a la del promedio; sin duda una bendición para un sujeto como él desenvuelto siempre en riñas callejeras y borracheras de taberna.
Esa sensación vino desde la planta de los pies, que habían recibido el impacto al caer y subió por su cuerpo como agua en su punto de ebullición, pero no era un sentimiento nuevo, estuvo seguro y rebuscó rápidamente en su historial: estaba emocionado. Así de sencillo, porque en realidad el vago era así, muy sencillo, no era un hombre que ocultara sus motivaciones, que dijera algo y pensara otra cosa diferente, László era franco todo el tiempo, y como él, sus emociones borboteaban casi con descontrol.
Miró a Cyrille descender un poco más de trabajo que él, sonrió, pero su gesto distaba mucho de pintarse con burla, sonrió sólo divertido, como un amigo que ríe con el otro porque le ha pasado algo, un accidente no demasiado grave y resulta chusco. Iba a reanudar la marcha por aquel patio trasero de teatro, lleno de tramoyas, disfraces, baúles y otros artilugios en los que el cambiaformas no reparó, pero se detuvo cuando Cyrille se lo pidió y lo miró desconcertado un segundo para después alzar ambas cejas, inflar el pecho y asentir con cierta efusividad.
-Sí –contestó –siempre que puedo vengo a escucharlo –no aclaró que para él no era necesario acercarse demasiado, su oído, con las propiedades que le daban sus formas caninas, era más sensible y podía escucharlo a la distancia, las notas, las melodías, incluso, si no había demasiado ruido en la calle, bastaba con sentarse sobre el camino, con la espalda recargada en esa pared que brincaron, y podía escucharlo. No tenía muy claro cómo era un piano, mucho menos cómo funcionaba, lo había visto rápido un par de veces, pero nunca se había detenido a estudiar su estructura, en la calle era más fácil ver violinistas o guitarristas, eran instrumentos más prácticos.
Al notar la emoción en la voz de Cyrille, László supo que no había errado en su decisión de llevarlo ahí como primera aventura, sin contar el desencuentro en el mercado en el que se conocieron y su posterior charla mientras ambos comían. Lo tomó de la muñeca y lo jaló.
-Rápido –apuntó –o nos pueden ver por aquí, y no entramos precisamente de la forma legal –se movió con agilidad y cautela, cuidando de no dejar atrás a su acompañante, se detuvo cuando unos hombres avanzaban de forma perpendicular a ellos con unas cajas de madera que lucían pesadas y hablaban entre ellos, luego reanudó su marcha y entraron por una puerta negra, llegaron a la parte trasera del escenario y ahí, solitario, estaba el piano.
-Llegamos a tiempo –sonrió sin despegar la vista del instrumento, por fin podía contemplarlo, y mejor aún, en silencio, de ese modo cobraba una nueva dimensión.
Esa sensación vino desde la planta de los pies, que habían recibido el impacto al caer y subió por su cuerpo como agua en su punto de ebullición, pero no era un sentimiento nuevo, estuvo seguro y rebuscó rápidamente en su historial: estaba emocionado. Así de sencillo, porque en realidad el vago era así, muy sencillo, no era un hombre que ocultara sus motivaciones, que dijera algo y pensara otra cosa diferente, László era franco todo el tiempo, y como él, sus emociones borboteaban casi con descontrol.
Miró a Cyrille descender un poco más de trabajo que él, sonrió, pero su gesto distaba mucho de pintarse con burla, sonrió sólo divertido, como un amigo que ríe con el otro porque le ha pasado algo, un accidente no demasiado grave y resulta chusco. Iba a reanudar la marcha por aquel patio trasero de teatro, lleno de tramoyas, disfraces, baúles y otros artilugios en los que el cambiaformas no reparó, pero se detuvo cuando Cyrille se lo pidió y lo miró desconcertado un segundo para después alzar ambas cejas, inflar el pecho y asentir con cierta efusividad.
-Sí –contestó –siempre que puedo vengo a escucharlo –no aclaró que para él no era necesario acercarse demasiado, su oído, con las propiedades que le daban sus formas caninas, era más sensible y podía escucharlo a la distancia, las notas, las melodías, incluso, si no había demasiado ruido en la calle, bastaba con sentarse sobre el camino, con la espalda recargada en esa pared que brincaron, y podía escucharlo. No tenía muy claro cómo era un piano, mucho menos cómo funcionaba, lo había visto rápido un par de veces, pero nunca se había detenido a estudiar su estructura, en la calle era más fácil ver violinistas o guitarristas, eran instrumentos más prácticos.
Al notar la emoción en la voz de Cyrille, László supo que no había errado en su decisión de llevarlo ahí como primera aventura, sin contar el desencuentro en el mercado en el que se conocieron y su posterior charla mientras ambos comían. Lo tomó de la muñeca y lo jaló.
-Rápido –apuntó –o nos pueden ver por aquí, y no entramos precisamente de la forma legal –se movió con agilidad y cautela, cuidando de no dejar atrás a su acompañante, se detuvo cuando unos hombres avanzaban de forma perpendicular a ellos con unas cajas de madera que lucían pesadas y hablaban entre ellos, luego reanudó su marcha y entraron por una puerta negra, llegaron a la parte trasera del escenario y ahí, solitario, estaba el piano.
-Llegamos a tiempo –sonrió sin despegar la vista del instrumento, por fin podía contemplarlo, y mejor aún, en silencio, de ese modo cobraba una nueva dimensión.
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