AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cyrille de Chartres
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Cyrille de Chartres
Nombre del Personaje: Cyrille de Chartres (Perbidius).
Edad: 2,657 años, pese aparentar 26.
Especie: Vampiro.
Tipo y Nivel Social:
Lugar de Origen: Veii/Veius (Veyes), Liga Etrusca.
Fecha de Muerte: 830 a.C.
Habilidad/Poder: Manipulación de la memoria, persuasión, clarividencia, volar.
Descripción Física:
Descripción Psicológica:
HISTORIA (Contada por Él mismo)
Datos Extras:
-Marcada atracción por quienes profesan devoción y abnegación a su persona.
-Artista autodidacta con el piano y el órgano.
-Admirador de la estética vigente, y profundo impulsor y mecenas de artistas que recuperen el legado clásico.
-Practicante habitual de Alquimia y brujería.
Edad: 2,657 años, pese aparentar 26.
Especie: Vampiro.
Tipo y Nivel Social:
Su nivel en 1,800 es el de la clase media, adoptando un papel básicamente burgués frente a los negocios para seguir generando dinero y líquido financiero. Sin embargo tras veintisiete siglos de existencia ha acumulado grandes riquezas en formato de joyas y monedas de oro, plata y bronce de distintas épocas.
Lugar de Origen: Veii/Veius (Veyes), Liga Etrusca.
Fecha de Muerte: 830 a.C.
Habilidad/Poder: Manipulación de la memoria, persuasión, clarividencia, volar.
Descripción Física:
- Spoiler:
Descripción Psicológica:
Perbidius posee una mente superviviente a más de una veintena de siglos, tiempo que ha sido más que suficiente para tornarla tan compleja como mecánica, y al mismo tiempo provocar su propia degeneración. Engañado por la belleza de un cuerpo estancado en el tiempo parte de su ser ha olvidado el significado de crecer, y ha depositado el peso de su madurez en el paso de las edades. De personalidad caprichosa y en ocasiones volátil, es incapaz de evitar mostrar un carácter frío, calculador y de marcada parsimonia, el cual ciertamente, no deja de ser una máscara en completa oposición a su mente.
Esta dicotomía entre su activa e incansable mente, y su lento y elegante cuerpo le tornan alguien peculiar cuanto menos, ejerciendo un nivel intelectual y una galantería propios de una persona experimentada o de avanzada edad, que sin duda nada tiene que ver con lo que se les muestra en apariencia, a quienes observan su semblante.
Poseyendo una gran facilidad de palabra suele mostrar una inclinación a la teatralidad o a la sutileza, al momento de entablar conversación o contacto con alguien. Sin embargo si su interlocutor le disgustara también es capaz de tornarse terco o callado, encerrando su actuación en un globo de frialdad capaz de estallar en cualquier momento.
En una situación normal disfrutará de cualquier conversación, le llame la atención o no. Ya sea fingiendo entusiasmo o interpretándose a sí mismo, procurará mantener vivo el diálogo hasta que roce el hastío, momento en el que desistirá sin más, pudiendo ser maleducado o brusco incluso, si su acompañante no comprende la indirecta.
El peso de los siglos le han tornado egocéntrico y narcisista, escondiendo en su porte orgulloso un profundo instinto sádico hacia todo aquello que no logra causarle una grata impresión. Su dignidad ha sido alimentada durante su eternidad milenaria, sin embargo conoce su condición y papel, y es consciente de que no siempre puede esperar los modales o el respeto que le agradaría exigir. Por eso mismo, en cierto grado esconde un sentimiento autoritario y legislador, creyendo en su propio liderazgo y capacidades para ser parte de una gran obra, como lo fuera la fundación de Veyes.
Esta dicotomía entre su activa e incansable mente, y su lento y elegante cuerpo le tornan alguien peculiar cuanto menos, ejerciendo un nivel intelectual y una galantería propios de una persona experimentada o de avanzada edad, que sin duda nada tiene que ver con lo que se les muestra en apariencia, a quienes observan su semblante.
Poseyendo una gran facilidad de palabra suele mostrar una inclinación a la teatralidad o a la sutileza, al momento de entablar conversación o contacto con alguien. Sin embargo si su interlocutor le disgustara también es capaz de tornarse terco o callado, encerrando su actuación en un globo de frialdad capaz de estallar en cualquier momento.
En una situación normal disfrutará de cualquier conversación, le llame la atención o no. Ya sea fingiendo entusiasmo o interpretándose a sí mismo, procurará mantener vivo el diálogo hasta que roce el hastío, momento en el que desistirá sin más, pudiendo ser maleducado o brusco incluso, si su acompañante no comprende la indirecta.
El peso de los siglos le han tornado egocéntrico y narcisista, escondiendo en su porte orgulloso un profundo instinto sádico hacia todo aquello que no logra causarle una grata impresión. Su dignidad ha sido alimentada durante su eternidad milenaria, sin embargo conoce su condición y papel, y es consciente de que no siempre puede esperar los modales o el respeto que le agradaría exigir. Por eso mismo, en cierto grado esconde un sentimiento autoritario y legislador, creyendo en su propio liderazgo y capacidades para ser parte de una gran obra, como lo fuera la fundación de Veyes.
HISTORIA (Contada por Él mismo)
La iluminación de la estancia era tenue, apenas presente se dedicaba a dar luz y color a elementos muy concretos de la habitación. El rostro de un joven parisino de cabello corto y castaño quedaba ligeramente aletargado y sonrojado, debido al alcohol que había ingerido no demasiado antes. Su figura descansaba de forma plácida y descuidada sobre un cómodo sofá apenas visible por un par de velas a medio gastar, situadas en una mesilla próxima. El cristal de la copa usada, ya vacía, se hacía patente por el reflejo que conseguía gracias a la luz de la luna. Un haz plateado que se filtraba a través de la ventana entreabierta de la habitación, dibujando la silueta de un elegante piano oscuro. Sentado enfrente del piano se encontraba Cyrille, cuyos elementos a discernir entre la oscuridad eran claramente la piel y los ojos. Una piel blanca y sobrenatural al contraste de la noche, acompañando unos ojos azules y cristalinos, despojados de todo calor humano y emoción patente. La mano diestra se deslizó por el teclado sin hacerlo sonar, desviando de reojo su mirada hacia el ingenuo joven, quién al contemplar los ojos del inmortal, solo dedicó una torpe sonrisa enardecida por su evidente borrachera. A todo ello, el vampiro se alzó del piano con cierta paciencia, dedicando una falsa, aunque agradable sonrisa.
- Veo que habéis disfrutado de mi música, de mi vino. – Mantuvo un breve silencio antes de acercarse entre las sombras de la habitación al sofá y rellenar la copa del muchacho, tendiéndosela paciente. – Ahora os ofrezco un relato, el cual creo tener ya profundamente ensayado. No es, sin duda, la primera vez que lo cuenta y ya en mi experiencia he aprendido a dividirlo en cuatro capítulos.- Cyrille se sentó con elegancia, una vez el joven le tomara la copa de la mano con mudez y ciega admiración, causada en parte por el aletargamiento de su mente ante la bebida. – Al primero de todos ellos, me agrada llamarlo…
Alabastro de Veyes
Perbidius, aquél en quién me centraré en este relato, nació en lo que antaño fuera la Liga Etrusca cuando corría el año 857 a.C. Hijo de familia noble se le negó herencia ninguna, dado que no era el primogénito sino el tercero. En tanto que su futuro quedaba desarraigado del papel patriarcal, su padre le instó a ser un guerrero, no obstante su aspecto enfermizo y su constitución débil, no le hicieron ducho en los artes marciales, relegándole a una vida religiosa, en la que entró para iniciar una escalada hacia los altos cargos de la época. Ciertamente se mostró a temprana edad seducido por los artes oscuros y todo aquello que se antojara misterioso y fuente de conocimiento. Es probable que esa afición creciente, casi adictiva podríamos decir, marcara un círculo desgraciadamente nutrido de malas influencias.
A la edad de 27 años, ese círculo de relativas amistades le mató. Cabe decir que esto no debe entenderse en un sentido literal, dado que solo fue uno de aquellos “amigos”, y realmente pese a matarle, le ofreció una nueva vida con una imperecedera visión hacia la eternidad. Esa extraña y curiosa nueva condición le dotó de un poder que nunca antes hubiera imaginado, y en cierto grado el saber que nunca volvería a morir, que podría sobrevivir a todos cuantos conocía, le volvió ambicioso. Esa ambición sin embargo se antojó estéril durante un largo periodo de tiempo. Incapaz de adaptarse de forma natural a su nueva “vida” era un títere impotente de aquél quién le ofreciera la eternidad. Este juego en realidad se alargó durante tres décadas, treinta largos años de patetismo siendo utilizado hasta que nuestro joven e inmortal Perbidius decidiera poner fin a la vida de su mentor, arriesgándose a conocer por si mismo los secretos de su nueva condición. Practicó los dones que el destino le había otorgado, y también se aficionó a los conocimientos médicos y a los consejos de curanderos.
Pasados cincuenta años de su conversión a la eternidad su ambición estalló, quizás por inercia. Deseaba poner en marcha un proyecto que le hiciera poderoso, cuyo eco, como él mismo, quebrara las barreras del tiempo y la gloria. Por eso mismo en el año 780 a.C. fundó la ciudad etrusca de Veyes. La construcción y alzamiento de un asentamiento como el de Veyes, en un inicio necesitó de grandes inversiones en formas de recursos, y por supuesto de una cierta fuerza militar que asegurara la seguridad y estabilidad de su autoridad. Sus talentos para la diplomacia y su capacidad de cálculo le valieron como estadista, y provocaron que Veyes creciera próspera, protegida por el dominio bélico de un joven general mortal, llamado Vadalar.
Pese a que muchos otros participaron en la fundación y configuración de la ciudad de Veyes, me centraré únicamente en la figura de Vadalar. Este resultó atrayente para Perbidius, se trataba de un joven general, experto en sus disciplinas y de ascendencia noble, su largo cabello de fuego era uno de sus elementos más característicos. Puesto a prueba durante varias campañas y combates contra el creciente poder romano, pronto la opinión de Vadalar empezó a tornarse importante y Perbidius creyó que su proyecto requeriría al joven general durante mucho tiempo más del que el destino estuviera dispuesto a otorgarle a su mortal corazón. Por ello, cinco años después de la fundación de Veyes, otorgó la eternidad a Vadalar.
A partir de ese momento el proyecto de Veyes cobró vida de un modo más potente, iniciando un seguido de campañas militares exitosas, bajo el mando del inmortal Vadalar. Al cabo del tiempo Perbidius y Vadalar fueron dioses para su pueblo, demonios para sus enemigos y rumores absurdos para los extranjeros, dado su nulo envejecimiento. La competencia con Roma se alargó durante siglos llegando su punto culminante en una escaramuza regional que se alargó diez años. El ejército romano logró confundir la táctica de Veyes, y Vadalar marchó con su ejército al sur…en tanto que los romanos asaltaban de día la ciudad pobremente guarnecida y la reducían a cenizas. El dolor y el sufrimiento de Perbidius fueron incalculables, quedando sepultado bajo la ciudad que había alzado, restando en un largo y tenebroso letargo que se prolongaría décadas.
Afortunadamente su fin no llegó entonces, dado que Vadalar rescató su cuerpo de las ruinas de la ciudad, y sabiendo adoptar las decisiones correctas en el momento adecuado, aceptó la soberanía romana. Al despertar de Perbidius la situación era radicalmente distinta de cómo existiera a su caída. Vadalar se había convertido forzadamente en un administrador, obligado a suplir las tareas que Perbidius ejercía, reconstruyendo la ciudad. El general le había demostrado con ese acto la importancia de Veyes, y salvaguardando su vida había conmovido el carácter frío de Perbidius por primera vez en muchos siglos. Desde entonces gobernaron los dos, como hermanos, como una corona con dos cabezas. Desgraciadamente el proyecto romano se fue tornando grotesco con el paso del tiempo, y pese a que Perbidius intentó financiar actividades y personajes contrarios al orden romano, la estabilidad de la ciudad y sus territorios se tornó férrea con la coronación de Octavio Augusto…
Durante unos segundos Cyrille se mantuvo callado, contemplando el rostro impresionado y estático del joven, quién no había podido terminarse la copa de vino. Ciertamente la historia le debía parecer en exceso fantasiosa, o quizás sencillamente sin sentido de ser contada en esa íntima situación. No obstante el silencio otorga, y sin perder demasiado tiempo en contemplar las facciones enrojecidas del muchacho parisino, Cyrille de Chartres prosiguió su relato con ánimo, ofreciendo una sonrisa agradable, a la par que enarcaba una ceja tenuemente. – El segundo capítulo, lo llamo…
Mármol Romano
Sobre el año 27 d.C. Perbidius y Vadalar abandonaron Veyes y todo cuanto había significado para ellos. Convencidos de la inmortal gloria romana decidieron impregnarse de esa ciudad, y sobretodo adoptar un nuevo modelo de existencia. Los tiempos en que con orgullo habían exhibido su oscura dote habían concluido, y en Roma deberían pasar inadvertidos, valiéndose de nombres falsos y pseudónimos. Afortunadamente su reinado en Veyes les había procurado una considerable suma de riquezas con las que mantener ciertas comodidades en la urbe capital. Durante sus primeros tiempos en la ciudad se mantuvieron claramente al margen de toda política o influencia. Sus habilidades se centraron en el comercio y la inversión, explotando sus riquezas con la única y banal intención de generar mayores riquezas. Su tesoro creció exponencialmente a lo largo de décadas, cambiando de nombres y negocios con asiduidad.
Solo durante algunos reinados de Emperadores proclives a la degeneración, Perbidius se mostró proclive a intervenir, disfrutando de la locura romana y la propia depravación que podía suponer un cargo imperial elegido a dedo, y no por méritos. No es difícil buscar en la historia y en los recopilatorios que épocas fueron influenciadas por los dos inmortales, allí donde la sangre y la locura corran, sus labios predicaban más. Con el tiempo, esa clase de situaciones y la excesiva dimensión de los dominios romanos, fueron convirtiendo el Imperio en un órgano obsoleto, y aquello que para Perbidius pudiera haber sido una ciudad inmortal, progresivamente tomó el carácter de la suciedad y el fin de sus días. Para cuando Roma cayó con toda la organización occidental, Vadalar y Perbidius ya habían marchado con sus tesoros y posesiones hacia el este…
Cyrille cruzó las piernas en un gesto sencillo, uniendo las palmas con sutileza posteriormente para contemplar al muchacho, quién empezaba a notar el peso del alcohol mas allá de su fatigada mente, rozando el sueño sus húmedos ojos. El inmortal parpadeó entonces con cierta indiferencia, provocando que el joven se incorporara en un acto torpe, intentando acercarse a él para darle su calor. En un acto puramente funcional Cyrille interpuso su mano y le empujó de nuevo contra el sofá, sonriendo de forma forzada para seguir el relato de un modo mecánico, que empezó a inquietar al muchacho, quién ya restaba confundido.- Al tercer capítulo lo titulo…
Roca Bizantina
Habrás notado la poca pasión que he dedicado a Roma, ciertamente no ocurrió demasiado allí. Hay que comprender dos conceptos fundamentales, el primero es el hecho de que esa era la ciudad que había derribado el proyecto inicial de Perbidius, y el segundo es que la nueva concepción existencial, vivir entre las sombras y el subterfugio, convirtieron la vida de ambos inmortales en algo más sutil, paciente y calmado. Sin embargo lo que ahora he de contar acerca de ambos es completamente opuesto, dado que en la ciudad de Constantinopla construyeron su más grande y alta obra, y allí moraron durante mil años. Esta obra no tuvo rival en el mundo de los inmortales, o al menos no que Perbidius supiera. Habiendo aprendido de los errores cometidos en Roma, creyendo en la inmortalidad de la ciudad, Perbidius y Vadalar establecieron lazos e influencias entre personas de renombre de la poderosa y esplendorosa ciudad. Crearon compañías de construcción y financiaron programas de obras públicas con su capital privado acumulado a lo largo de siglos. Armados con esos puntos a su favor, no les costó iniciar una construcción en el subsuelo de Constantinopla, un Salón subterráneo de difícil acceso al que se le otorgaría el nombre de la Cámara Esmeralda. Ese lugar, en un inicio un agujero de piedra estéril bajo el subsuelo, se fue convirtiendo en la residencia de Perbidius y Vadalar, a la par que se llenaba progresivamente con sus riquezas y tesoros, llevados desde Roma y otros puntos mediterráneos en que poseyeran intereses comerciales.
La existencia de un lugar así, pronto llamó la atención de algunos inmortales en las inmediaciones, provocando que acudieran curiosos para ver la obra de los dos eternos etruscos. Perbidius al contemplar por vez primera como otros inmortales se cruzaban en su camino, pensó en unirlos a su proyecto, y en un gesto de magnanimidad, y en cierto grado pecando de falta de humildad, realizó una nueva inversión junto a Vadalar, expandiendo la Cámara de modo que se convirtiera en una pequeña Corte para los Eternos. Una corte donde ambos gobernarían por igual, como reyes, y quizás en sus demagogos sueños, como emperadores en un eco infinito, sin que la muerte les atrapara o los infiernos les reclamaran.
Habían llegado a la hermosa Constantinopla sobre el año 490 de nuestra era, y para inicios del siglo XII las obras se habían tornado imparables. La expansión de las cavidades subterráneas era continua y se financiaba con el capital de los dos reyes de la Corte Esmeralda, y con las aportaciones de numerosos miembros que utilizaban el lugar como refugio, a cambio de obedecer las leyes y códigos impuestos por los regentes. La fundación de una enorme ciudad subterránea quedó completada hacia finales del año 1,400.
La suerte no obstante no parecía acompañar a Perbidius o a Vadalar, y el ariete turco golpeó la roca Bizantina con fuerza, amenazando con el desmoronamiento final de la ciudad. Ambos sabían que el fin se acercaba, ya lo habían vivido anteriormente en Roma y no cometerían el error de quedarse hasta el final en el cerco que día a día se cerraba entorno a la ciudad. El abandono de su corte, del imperio subterráneo que habían construido en las grutas de Constantinopla, sumió en una terrible indiferencia a Perbidius, quién perdería las intenciones y ambiciones de realizar otro gran proyecto durante siglos…
Cyrille entrecerró la mirada con gesto pensativo, retornando sus azulados irises a la oscuridad perpetua del techo. Durante unos instantes pareció que todo había terminado allí, que el relato había concluido sin ninguna clase de moraleja o sustancial conocimiento. El joven le observaba incapaz de moverse o decir nada, en parte por su estado y en parte por supuesto, por la inseguridad que sentía progresivamente, tras el movimiento brusco antes de que el inmortal empezara a hablar de Constantinopla. Relajado en cierto grado por el paso de los minutos en un vacío silencio, y por la inmóvil actitud de Cyrille, el joven parisino se recostó en su hombro, observando callado la copa de vino sobre la mesa. Ante esa actitud, el inmortal volvió a llenar la habitación con su suave entonación. – Hay un cuarto capítulo…
Tiempo de Arcilla
Perbidius y Vadalar escondieron sus riquezas para preservarlas de saqueos, o sencillamente de la propia guerra que asolaba la región de un modo violento y brutal. Ese había sido su primer paso, y el segundo sería el de vagar por la Europa oriental sin rumbo, buscando una zona alejada de los conflictos sangrientos que parecían estar enloqueciendo al mundo. Cruzaron el Reino de Serbia, visitaron Viena y contemplaron las ciudades de los Príncipes alemanes. Todo parecía banal y carecer de significado, arrastrando una existencia milenaria de un modo artificial y carente de motivaciones. Perbidius habría muerto en cualquier situación complicada en esos terribles años, en absoluto aferrado a la idea de su Eternidad.
Tras su eterno bagaje alcanzaron a finales del siglo XV la frontera francesa. Se establecerían ambos en la región de la Vendée, donde se convertirían en un terror regional al cual se le otorgarían numerosos nombres. Causarían muerte y enfermedad a su paso, el olor a muerte y el agrio tinte de la sangre serían sus huellas en el mundo que ardía con su sueño esmeralda. El antaño cauto y frío Perbidius se convertiría durante largo periodo en una simple bestia, en un animal sediento de sangre incapaz de razonar o cimentar plan alguno. La degeneración le había alcanzado, y todo cuanto había construido para evitar enfrentarse a la Verdad se había desmoronado, su Eternidad era una maldición y estaba encerrado en ella, tal de una jaula se tratara, odiándose y lamentándose en secreto cada noche.
Afortunadamente de la buena arcilla se pueden construir espectaculares obras, y Perbidius no quedaría reducido a barro en Francia. Con el tiempo, junto a Vadalar, fue recuperando sus fuerzas y su temple. La vida rural le había deformado psicológicamente, necesitaba volver a las grandes ciudades, al ocio más profundo. París, la ciudad de París era un plato apetecible, sin embargo no estaba preparado aún…por ello hace setenta años se estableció en Chartres, donde recuperar sus cualidades. La ciudad le devolvió la vida y sus pasiones. Quedó encantado con la estética de la época y las modas que evocaba Francia. Aprendió a tocar el piano y el órgano, y pronto empezó a financiar artistas que considerara cualificados, por el simple capricho de ejercer de mecenas. Y eso fue… hace setenta años…
Cyrille desvió pacientemente su mirada hacia el joven parisino, cuyo rostro restaba apoyado en su hombro. Con una sonrisa reposó sus labios cerca de su frente, y deslizó su mano diestra por el brazo del muchacho.- Perbidius llegó a París, y cuando llegó a esta ciudad se alojó en una habitación cualquiera, en un lugar cualquiera..e invitó a alguien cualquiera…a beber con él..- Su voz se tornó en susurro, notando como la piel del joven se tensaba poco a poco.- Perbidius se sentía pleno de vida, de nuevo en el ambiente correcto, y ofreció su historia incluso..su larga historia.- Cerró los ojos con lentitud unos instantes para notar como el joven intentaba liberarse sin fuerzas, la mano del inmortal se aferró con fuerza a su bíceps y le mantuvo inmóvil, abriendo pacientemente los ojos. – Y ahora que Perbidius te ha encontrado..¿sabes que va a ocurrir?...
Una sonrisa, un grito ahogado…y la sangre fluye a la Eternidad.
- Veo que habéis disfrutado de mi música, de mi vino. – Mantuvo un breve silencio antes de acercarse entre las sombras de la habitación al sofá y rellenar la copa del muchacho, tendiéndosela paciente. – Ahora os ofrezco un relato, el cual creo tener ya profundamente ensayado. No es, sin duda, la primera vez que lo cuenta y ya en mi experiencia he aprendido a dividirlo en cuatro capítulos.- Cyrille se sentó con elegancia, una vez el joven le tomara la copa de la mano con mudez y ciega admiración, causada en parte por el aletargamiento de su mente ante la bebida. – Al primero de todos ellos, me agrada llamarlo…
Alabastro de Veyes
Perbidius, aquél en quién me centraré en este relato, nació en lo que antaño fuera la Liga Etrusca cuando corría el año 857 a.C. Hijo de familia noble se le negó herencia ninguna, dado que no era el primogénito sino el tercero. En tanto que su futuro quedaba desarraigado del papel patriarcal, su padre le instó a ser un guerrero, no obstante su aspecto enfermizo y su constitución débil, no le hicieron ducho en los artes marciales, relegándole a una vida religiosa, en la que entró para iniciar una escalada hacia los altos cargos de la época. Ciertamente se mostró a temprana edad seducido por los artes oscuros y todo aquello que se antojara misterioso y fuente de conocimiento. Es probable que esa afición creciente, casi adictiva podríamos decir, marcara un círculo desgraciadamente nutrido de malas influencias.
A la edad de 27 años, ese círculo de relativas amistades le mató. Cabe decir que esto no debe entenderse en un sentido literal, dado que solo fue uno de aquellos “amigos”, y realmente pese a matarle, le ofreció una nueva vida con una imperecedera visión hacia la eternidad. Esa extraña y curiosa nueva condición le dotó de un poder que nunca antes hubiera imaginado, y en cierto grado el saber que nunca volvería a morir, que podría sobrevivir a todos cuantos conocía, le volvió ambicioso. Esa ambición sin embargo se antojó estéril durante un largo periodo de tiempo. Incapaz de adaptarse de forma natural a su nueva “vida” era un títere impotente de aquél quién le ofreciera la eternidad. Este juego en realidad se alargó durante tres décadas, treinta largos años de patetismo siendo utilizado hasta que nuestro joven e inmortal Perbidius decidiera poner fin a la vida de su mentor, arriesgándose a conocer por si mismo los secretos de su nueva condición. Practicó los dones que el destino le había otorgado, y también se aficionó a los conocimientos médicos y a los consejos de curanderos.
Pasados cincuenta años de su conversión a la eternidad su ambición estalló, quizás por inercia. Deseaba poner en marcha un proyecto que le hiciera poderoso, cuyo eco, como él mismo, quebrara las barreras del tiempo y la gloria. Por eso mismo en el año 780 a.C. fundó la ciudad etrusca de Veyes. La construcción y alzamiento de un asentamiento como el de Veyes, en un inicio necesitó de grandes inversiones en formas de recursos, y por supuesto de una cierta fuerza militar que asegurara la seguridad y estabilidad de su autoridad. Sus talentos para la diplomacia y su capacidad de cálculo le valieron como estadista, y provocaron que Veyes creciera próspera, protegida por el dominio bélico de un joven general mortal, llamado Vadalar.
Pese a que muchos otros participaron en la fundación y configuración de la ciudad de Veyes, me centraré únicamente en la figura de Vadalar. Este resultó atrayente para Perbidius, se trataba de un joven general, experto en sus disciplinas y de ascendencia noble, su largo cabello de fuego era uno de sus elementos más característicos. Puesto a prueba durante varias campañas y combates contra el creciente poder romano, pronto la opinión de Vadalar empezó a tornarse importante y Perbidius creyó que su proyecto requeriría al joven general durante mucho tiempo más del que el destino estuviera dispuesto a otorgarle a su mortal corazón. Por ello, cinco años después de la fundación de Veyes, otorgó la eternidad a Vadalar.
A partir de ese momento el proyecto de Veyes cobró vida de un modo más potente, iniciando un seguido de campañas militares exitosas, bajo el mando del inmortal Vadalar. Al cabo del tiempo Perbidius y Vadalar fueron dioses para su pueblo, demonios para sus enemigos y rumores absurdos para los extranjeros, dado su nulo envejecimiento. La competencia con Roma se alargó durante siglos llegando su punto culminante en una escaramuza regional que se alargó diez años. El ejército romano logró confundir la táctica de Veyes, y Vadalar marchó con su ejército al sur…en tanto que los romanos asaltaban de día la ciudad pobremente guarnecida y la reducían a cenizas. El dolor y el sufrimiento de Perbidius fueron incalculables, quedando sepultado bajo la ciudad que había alzado, restando en un largo y tenebroso letargo que se prolongaría décadas.
Afortunadamente su fin no llegó entonces, dado que Vadalar rescató su cuerpo de las ruinas de la ciudad, y sabiendo adoptar las decisiones correctas en el momento adecuado, aceptó la soberanía romana. Al despertar de Perbidius la situación era radicalmente distinta de cómo existiera a su caída. Vadalar se había convertido forzadamente en un administrador, obligado a suplir las tareas que Perbidius ejercía, reconstruyendo la ciudad. El general le había demostrado con ese acto la importancia de Veyes, y salvaguardando su vida había conmovido el carácter frío de Perbidius por primera vez en muchos siglos. Desde entonces gobernaron los dos, como hermanos, como una corona con dos cabezas. Desgraciadamente el proyecto romano se fue tornando grotesco con el paso del tiempo, y pese a que Perbidius intentó financiar actividades y personajes contrarios al orden romano, la estabilidad de la ciudad y sus territorios se tornó férrea con la coronación de Octavio Augusto…
Durante unos segundos Cyrille se mantuvo callado, contemplando el rostro impresionado y estático del joven, quién no había podido terminarse la copa de vino. Ciertamente la historia le debía parecer en exceso fantasiosa, o quizás sencillamente sin sentido de ser contada en esa íntima situación. No obstante el silencio otorga, y sin perder demasiado tiempo en contemplar las facciones enrojecidas del muchacho parisino, Cyrille de Chartres prosiguió su relato con ánimo, ofreciendo una sonrisa agradable, a la par que enarcaba una ceja tenuemente. – El segundo capítulo, lo llamo…
Mármol Romano
Sobre el año 27 d.C. Perbidius y Vadalar abandonaron Veyes y todo cuanto había significado para ellos. Convencidos de la inmortal gloria romana decidieron impregnarse de esa ciudad, y sobretodo adoptar un nuevo modelo de existencia. Los tiempos en que con orgullo habían exhibido su oscura dote habían concluido, y en Roma deberían pasar inadvertidos, valiéndose de nombres falsos y pseudónimos. Afortunadamente su reinado en Veyes les había procurado una considerable suma de riquezas con las que mantener ciertas comodidades en la urbe capital. Durante sus primeros tiempos en la ciudad se mantuvieron claramente al margen de toda política o influencia. Sus habilidades se centraron en el comercio y la inversión, explotando sus riquezas con la única y banal intención de generar mayores riquezas. Su tesoro creció exponencialmente a lo largo de décadas, cambiando de nombres y negocios con asiduidad.
Solo durante algunos reinados de Emperadores proclives a la degeneración, Perbidius se mostró proclive a intervenir, disfrutando de la locura romana y la propia depravación que podía suponer un cargo imperial elegido a dedo, y no por méritos. No es difícil buscar en la historia y en los recopilatorios que épocas fueron influenciadas por los dos inmortales, allí donde la sangre y la locura corran, sus labios predicaban más. Con el tiempo, esa clase de situaciones y la excesiva dimensión de los dominios romanos, fueron convirtiendo el Imperio en un órgano obsoleto, y aquello que para Perbidius pudiera haber sido una ciudad inmortal, progresivamente tomó el carácter de la suciedad y el fin de sus días. Para cuando Roma cayó con toda la organización occidental, Vadalar y Perbidius ya habían marchado con sus tesoros y posesiones hacia el este…
Cyrille cruzó las piernas en un gesto sencillo, uniendo las palmas con sutileza posteriormente para contemplar al muchacho, quién empezaba a notar el peso del alcohol mas allá de su fatigada mente, rozando el sueño sus húmedos ojos. El inmortal parpadeó entonces con cierta indiferencia, provocando que el joven se incorporara en un acto torpe, intentando acercarse a él para darle su calor. En un acto puramente funcional Cyrille interpuso su mano y le empujó de nuevo contra el sofá, sonriendo de forma forzada para seguir el relato de un modo mecánico, que empezó a inquietar al muchacho, quién ya restaba confundido.- Al tercer capítulo lo titulo…
Roca Bizantina
Habrás notado la poca pasión que he dedicado a Roma, ciertamente no ocurrió demasiado allí. Hay que comprender dos conceptos fundamentales, el primero es el hecho de que esa era la ciudad que había derribado el proyecto inicial de Perbidius, y el segundo es que la nueva concepción existencial, vivir entre las sombras y el subterfugio, convirtieron la vida de ambos inmortales en algo más sutil, paciente y calmado. Sin embargo lo que ahora he de contar acerca de ambos es completamente opuesto, dado que en la ciudad de Constantinopla construyeron su más grande y alta obra, y allí moraron durante mil años. Esta obra no tuvo rival en el mundo de los inmortales, o al menos no que Perbidius supiera. Habiendo aprendido de los errores cometidos en Roma, creyendo en la inmortalidad de la ciudad, Perbidius y Vadalar establecieron lazos e influencias entre personas de renombre de la poderosa y esplendorosa ciudad. Crearon compañías de construcción y financiaron programas de obras públicas con su capital privado acumulado a lo largo de siglos. Armados con esos puntos a su favor, no les costó iniciar una construcción en el subsuelo de Constantinopla, un Salón subterráneo de difícil acceso al que se le otorgaría el nombre de la Cámara Esmeralda. Ese lugar, en un inicio un agujero de piedra estéril bajo el subsuelo, se fue convirtiendo en la residencia de Perbidius y Vadalar, a la par que se llenaba progresivamente con sus riquezas y tesoros, llevados desde Roma y otros puntos mediterráneos en que poseyeran intereses comerciales.
La existencia de un lugar así, pronto llamó la atención de algunos inmortales en las inmediaciones, provocando que acudieran curiosos para ver la obra de los dos eternos etruscos. Perbidius al contemplar por vez primera como otros inmortales se cruzaban en su camino, pensó en unirlos a su proyecto, y en un gesto de magnanimidad, y en cierto grado pecando de falta de humildad, realizó una nueva inversión junto a Vadalar, expandiendo la Cámara de modo que se convirtiera en una pequeña Corte para los Eternos. Una corte donde ambos gobernarían por igual, como reyes, y quizás en sus demagogos sueños, como emperadores en un eco infinito, sin que la muerte les atrapara o los infiernos les reclamaran.
Habían llegado a la hermosa Constantinopla sobre el año 490 de nuestra era, y para inicios del siglo XII las obras se habían tornado imparables. La expansión de las cavidades subterráneas era continua y se financiaba con el capital de los dos reyes de la Corte Esmeralda, y con las aportaciones de numerosos miembros que utilizaban el lugar como refugio, a cambio de obedecer las leyes y códigos impuestos por los regentes. La fundación de una enorme ciudad subterránea quedó completada hacia finales del año 1,400.
La suerte no obstante no parecía acompañar a Perbidius o a Vadalar, y el ariete turco golpeó la roca Bizantina con fuerza, amenazando con el desmoronamiento final de la ciudad. Ambos sabían que el fin se acercaba, ya lo habían vivido anteriormente en Roma y no cometerían el error de quedarse hasta el final en el cerco que día a día se cerraba entorno a la ciudad. El abandono de su corte, del imperio subterráneo que habían construido en las grutas de Constantinopla, sumió en una terrible indiferencia a Perbidius, quién perdería las intenciones y ambiciones de realizar otro gran proyecto durante siglos…
Cyrille entrecerró la mirada con gesto pensativo, retornando sus azulados irises a la oscuridad perpetua del techo. Durante unos instantes pareció que todo había terminado allí, que el relato había concluido sin ninguna clase de moraleja o sustancial conocimiento. El joven le observaba incapaz de moverse o decir nada, en parte por su estado y en parte por supuesto, por la inseguridad que sentía progresivamente, tras el movimiento brusco antes de que el inmortal empezara a hablar de Constantinopla. Relajado en cierto grado por el paso de los minutos en un vacío silencio, y por la inmóvil actitud de Cyrille, el joven parisino se recostó en su hombro, observando callado la copa de vino sobre la mesa. Ante esa actitud, el inmortal volvió a llenar la habitación con su suave entonación. – Hay un cuarto capítulo…
Tiempo de Arcilla
Perbidius y Vadalar escondieron sus riquezas para preservarlas de saqueos, o sencillamente de la propia guerra que asolaba la región de un modo violento y brutal. Ese había sido su primer paso, y el segundo sería el de vagar por la Europa oriental sin rumbo, buscando una zona alejada de los conflictos sangrientos que parecían estar enloqueciendo al mundo. Cruzaron el Reino de Serbia, visitaron Viena y contemplaron las ciudades de los Príncipes alemanes. Todo parecía banal y carecer de significado, arrastrando una existencia milenaria de un modo artificial y carente de motivaciones. Perbidius habría muerto en cualquier situación complicada en esos terribles años, en absoluto aferrado a la idea de su Eternidad.
Tras su eterno bagaje alcanzaron a finales del siglo XV la frontera francesa. Se establecerían ambos en la región de la Vendée, donde se convertirían en un terror regional al cual se le otorgarían numerosos nombres. Causarían muerte y enfermedad a su paso, el olor a muerte y el agrio tinte de la sangre serían sus huellas en el mundo que ardía con su sueño esmeralda. El antaño cauto y frío Perbidius se convertiría durante largo periodo en una simple bestia, en un animal sediento de sangre incapaz de razonar o cimentar plan alguno. La degeneración le había alcanzado, y todo cuanto había construido para evitar enfrentarse a la Verdad se había desmoronado, su Eternidad era una maldición y estaba encerrado en ella, tal de una jaula se tratara, odiándose y lamentándose en secreto cada noche.
Afortunadamente de la buena arcilla se pueden construir espectaculares obras, y Perbidius no quedaría reducido a barro en Francia. Con el tiempo, junto a Vadalar, fue recuperando sus fuerzas y su temple. La vida rural le había deformado psicológicamente, necesitaba volver a las grandes ciudades, al ocio más profundo. París, la ciudad de París era un plato apetecible, sin embargo no estaba preparado aún…por ello hace setenta años se estableció en Chartres, donde recuperar sus cualidades. La ciudad le devolvió la vida y sus pasiones. Quedó encantado con la estética de la época y las modas que evocaba Francia. Aprendió a tocar el piano y el órgano, y pronto empezó a financiar artistas que considerara cualificados, por el simple capricho de ejercer de mecenas. Y eso fue… hace setenta años…
Cyrille desvió pacientemente su mirada hacia el joven parisino, cuyo rostro restaba apoyado en su hombro. Con una sonrisa reposó sus labios cerca de su frente, y deslizó su mano diestra por el brazo del muchacho.- Perbidius llegó a París, y cuando llegó a esta ciudad se alojó en una habitación cualquiera, en un lugar cualquiera..e invitó a alguien cualquiera…a beber con él..- Su voz se tornó en susurro, notando como la piel del joven se tensaba poco a poco.- Perbidius se sentía pleno de vida, de nuevo en el ambiente correcto, y ofreció su historia incluso..su larga historia.- Cerró los ojos con lentitud unos instantes para notar como el joven intentaba liberarse sin fuerzas, la mano del inmortal se aferró con fuerza a su bíceps y le mantuvo inmóvil, abriendo pacientemente los ojos. – Y ahora que Perbidius te ha encontrado..¿sabes que va a ocurrir?...
Una sonrisa, un grito ahogado…y la sangre fluye a la Eternidad.
Datos Extras:
-Marcada atracción por quienes profesan devoción y abnegación a su persona.
-Artista autodidacta con el piano y el órgano.
-Admirador de la estética vigente, y profundo impulsor y mecenas de artistas que recuperen el legado clásico.
-Practicante habitual de Alquimia y brujería.
Perbidius- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 27/09/2010
Re: Cyrille de Chartres
Excelente historia, bienvenido al foro, que te diviertas
Ficha aceptada.
Ficha aceptada.
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
- Mensajes : 10717
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