Desenterrando el pasado [Johann]

Deir El-Medina, Egipto. Año 1684.

La Tierra de los Contrastes me acogió con los brazos de arena abiertos de par en par, envolviéndome en una turbulenta tormenta de arena que me empujó a esconderme bajo metros y metros del suelo, cavando mi propia tumba para pasar el resto del día hasta que la noche volviese con su oscuridad para protegerme de aquél ambiente que dañaba mi pulcra piel de porcelana. A lo lejos, un búho ululó. Aquella era la señal que había esperado durante tantas horas, por lo que, tras algunas dificultades, logré salir a la superficie, removiendo mis largos cabellos para expulsar de ellos la arena encasillada en mi cabeza, centrando luego mi atención en mi ropaje, teñido también de molesta e incómoda arena que se apegaba a mi cuerpo sin intención de liberarme. Resoplé algo malhumorada y descalza, caminé hasta la cima de una de las dunas que me rodeaban, intentando orientarme. La arena bajo mis pies seguía cálida pese a la negra noche que se presentaba, con un descenso considerable en la temperatura. Por suerte, mi piel a penas era consciente de cuando hacía frío.

Mis ojos, perfectamente adaptados a la negrura, intentaron localizar un oasis o quizás el río Nilo, pero era demasiado pedir y lo sabía, así que rechacé la idea de vagar por más tiempo por aquellas inhóspitas tierras, decidiéndome a ir al grano, a por la razón de aquél largo y exhausto viaje.

Cuando mis pies ya descendían ágilmente por aquella duna, algo captó mi atención lo suficiente como para voltearme y fijarme más detenidamente en aquella tenue y lejana luz que emergía débilmente de algún orificio entre la arena. Este hecho no me hubiera sorprendido de haber estado en cualquier otra parte, pero encontrándome en medio de un desierto, sin población a un radio de varios kilómetros alrededor y tras una feroz tormenta de arena… aquello era realmente inquietante y, siendo yo tan curiosa, ¿cómo no iba eso a inmutarme? Así que allá fui, moviéndome con la rapidez de la luz hacia aquél punto brillante entre la nada y la noche, deteniéndome en seco ante lo que parecía, una entrada a un sepulcro egipcio. Parpadeé un momento y alcé una ceja. ¿Quién vagaría por ahí a esas horas nocturnas? La luz parecía empezar a flaquear, probablemente empezaba a consumirse o quizás el portador del lucero empezaba a alejarse de la puerta, inspeccionando lo descubierto. Miré entonces a lado y lado y mordí mi labio inferior como siempre que la duda me asaltaba, encogiéndome finalmente de hombros para decidirme a investigar aquél extraño suceso.

La situación exacta de aquella tumba era la Ciudad de los Artesanos, un campamento que se construyó durante la Dinastía XIX para los obreros que trabajaban en las tumbas reales, demasiado alejadas del gentío como para desplazarse hasta casa tras el día laboral. Aquello fue suficiente para orientarme y saber que el Nilo no se encontraba demasiado lejos de mí, ya que las Tumbas Reales se encontraban al oeste cruzando el río. Al retroceder un paso y fijarme en aquella entrada sepulcral, me hizo comprender que realmente, se trataba de la tumba de un mero funcionario, siendo una puerta lujosa pero no como las que había visto por ejemplo, en el templo de Abu Simbel. Destacaba pues, una entrada piramidal con un montículo de la misma forma posado sobre la cima de la primera. La puerta propiamente, era de forma rectangular y bastante estrecha, conduciéndome hacia unas escaleras que bajaban unos metros hacia el subsuelo. No necesitaba luz para ver, esa era una de las tantas ventajas de ser inmortal. Me movía con rapidez y sigilo, cesando mis pasos cuando la luz se hizo más potente, escondiéndome tras el muro izquierdo que flanqueaba la entrada a la cripta mortuoria. Me asomé con parsimonia, conteniendo el aliento e intentando no realizar movimientos bruscos, solamente movida por la curiosidad, pues mi objetivo no se trataba de la tumba de un mero funcionario del que, por cierto, supe su nombre, pues había pasado tantos siglos buscando la tumba de Rameses II, que había aprendido a leer algo de egipcio en jeroglífico e incluso en demótico. Como decía, el difunto que allí se encontraba enterrado se hacía llamar Sennedjem y…

Un movimiento localizado en el interior de aquella sala alertó mis sentidos y mis músculos se tensaron, petrificándome tras la representación de uno de los dos inpus que flanqueaban su entrada. El silencio volvió a brillar y de nuevo, osé mirar por el rabillo del ojo, escrutando las paredes ricamente adornadas. En uno de los extremos pude adivinar las representaciones del dios Ra Herajté en forma de netcher sosteniendo la llave Ankh y junto a un símbolo de seguimiento, embarcado en el mesketet mientras una duplicación del dios Thot le adora. Justo bajo esa pintura mural, le seguía una representación del océano primigenio que envuelve varios registros en los que, siguiendo su principio del Hekau, aparecen el difunto Sennedjem junto a su esposa segando los campos del más allá, ejerciendo también como ganadero, mostrando pues, un más allá en el que abundaría la comida y las tierras serían fértiles. En los laterales, se representaron banquetes y otras adoraciones a dioses, aunque habían escenas más inquietantes, como la que representaba Anubis junto al cuerpo momificado de Sennedjem y al que le practicaba el ritual de Apertura de Boca, un rito en el que se buscaba el revitalizar los sentidos del difunto o de las estatuas, ya que a las esculturas también se les practicaba al creer, los pobres ilusos, que su dios habitaba realmente en aquél pedazo de piedra con ojos. En el caso de los difuntos, lo hacían bajo la creencia de que de aquél modo, él podría recuperar la vista, el oído, el sabor, el tacto… en el más allá. ¿Qué obsesión tenían en el más allá? Junto a aquella escena, se representó al dios Osiris, fácilmente identificable por su piel verde que recuerda a la putrefacción que él personificaba, vestido momiformemente, llevando consigo el látigo nekheh y el cetro hega. Flanqueando su figura, la duplicación del ojo Udjat de Horus y a los pies del dios, su fetiche, un par de animales decapitados y colgados de un cetro, atados de patas y de los que emergen una flor de loto. En la zona del techo abovedado, aparece una imagen de Ra Herajté, ya sabes, la fusión entre Ra y Horus, representando el Ra matinal y que en dicha escena tomaba la mano de Sennedjem y le conducía hacia el mesketet que lidera una representación zoomorfa de Osiris, aludiendo a la recepción del difunto en el más allá. Junto a esa escena, aparece otra en la que Sennedjem y su esposa adoran a cuatro divinidades bajo la forma del netcher, intuyendo que se trataban de los cuatro dioses relacionados con el proceso de momificación, ya que cada uno de ellos custodiaba cada uno de los recipientes en los que se guardaban los órganos del difunto. Finalmente, en el lado opuesto al primer extremo comentado, hallé la imagen en la que se representaba a dos inpus que protegían dos tumbas, la de Sennedjem y la de su esposa. Sobre ambos chacales, representaciones obvias de Anubis, dos ojos Udjat. Bajo las tumbas, Sennedjem y su mujer adoraban a doce dioses también bajo la forma de netcher, entre los que se podía identificar a Osiris, Ra Herajté y…

¡Sus ojos! Una grisácea mirada penetró en mi alma y zarandeó mi cuerpo rígido e inmóvil. Pestañeé un momento y recordé que debía fingir, nunca mostrar sorpresa ante un desconocido, pues quién sabía si podía convertirse en un enemigo potencial de la noche a la mañana. Y sí, aquél sujeto, aquél saqueador que ahora me había descubierto, aun manteniendo sus manos desenrollando la momia y cubriendo la tumba de las venas usadas hacía milenios… me conmovió de un extraño modo, y ni siquiera el fuerte y pestilente olor a muerto, logró despertar en mí el shock causado.

- ¡Oh… que Ammit me devore…!- exclamé sin ser consciente plenamente de lo que significaba aquella absurda expresión, recostando mi cuerpo contra el muro, ya descubriéndome plenamente ante aquél joven desconocido que, extrañamente, me daba la sensación de conocerle mejor que a nadie.

A los pies del vampiro, varias decenas de uxebtis se arremolinaban de forma desordenada y caótica. ¿Qué era lo que buscaba aquél asalta-tumbas? ¿Quién era aquél hombre y por qué había despertado algo en mí? Lo único cierto de todo aquello, era que ahora no sólo la curiosidad había sembrado raíces en mí. Había algo más… y debía descubrir el qué.

Egipto…Cuna de los dioses antiguos…tierra de nómadas, de comerciantes y de los más bellos paisajes de la tierra…
Era la fascinación por su cultura y por la historia de los faraones lo que me había llevado hasta allí una vez más. Y es que no me cansaba de volver a aquellas generosas tierras llenas de magia.
Aunque en esta ocasión, mi viaje no había sido por casualidad. Había venido por las constantes noticias de saqueos que llegaban a mis oídos. Pues innumerables comerciantes de todas partes estaban viniendo a saquear tumbas. Cuestión que me indignaba tanto o más que como si me estuviesen robando algo a mi mismo!....Asi que sin demora había partido hacia Egipto una vez más, para tomar cartas en el asunto personalmente!
Y es que no podía impedir los constantes saqueos….Pero si que podía llevarme y proteger los elementos mas delicados y valiosos del lugar. Pues no pensaba permitir que cualquiera pusiera sus manazas en aquellas obras…

-Esto es Impresionante, desbordante, emocionante, impactante! …Y más!! Mas cosas acabadas en “ante”! Comente riéndome solo, mientras ajustaba el aumento del lente que acababa de posicionar sobre mi ojo derecho, para poder visualizar los pequeños grabados del sarcófago. Pues después de aquel largo viaje -por tierra, por mar, luego por tierra y luego por el desierto- por fin había llegado. Y ahora me hallaba dentro de unas de las pirámides, claro que esta estaba sumergida en la tierra y no era vista desde ningún lugar. Yo habia llegado porque mis estudios me habían brindado la posición exacta de aquella tumba. Pero los demás…Já! Esos con suerte encontrarían aquello por casualidad. Sobretodo después de la tormenta de arena que estaba cayendo.

Pase uno de los pinceles sobre la superficie de oro, quitando con suavidad el fino polvo de la arena, y luego deslice mis dedos por la superficie, leyendo las inscripciones entre susurros para cerciorarme bien de quien se hablaba en aquellos grabados.
Una sonrisa de oreja a oreja cruzo mi rostro cuando acabe de traducir y leer mentalmente todo aquello.
Mein Gott...Me ergi conteniendo el aliento y alce el puño en señal de victoria, di unos cuantos saltos sin lograr contener la emoción de aquel momento. Pero respire profundamente, intentando serenarme. Si!!!!Oh si! Definitivamente eres tu pequeño, eres tu a quien venía buscando!
Vale…vale Johan…Un dos….relájate….estas a punto de abrir la tumba de uno de los personajes más interesantes de la historia…..tres…cuatro…..serás el primero en ver lo que hay en su interior después de milenios enteros….cinco…seis…Oh dios que emocionante!! Hice unos movimientos de cabeza, para relajar mi cuello y comencé a desenrollar la gruesa tela blanca que rodeaba mi cuello y que había tenido que usar como capucha para pasar desapercibido en el lugar, aunque claro. La gente no tenía más que mirarme a los ojos para quedar como el “extranjero” que era.
Deje aquellos ropajes a un lado para sentirme mas cómodo y me posicioné con extremo cuidado a un lado de aquel altar, puse mis manos sobre la superficie, y quite con cuidado lo que era la tapa del sarcófago, depositándola a un lado con mucha suavidad, levantando el polvo de aquella estancia. Aquella era una de las ventajas de mi condición vampírica, pues no necesitaba un equipo para poder trabajar y encontrar lo que quería. Podía usar mi fuerza para lanzar muros abajo o quitar tapas de mas de mil kilos de peso…Y tampoco temía las maldiciones que pudiesen caerme,. -maldiciones o habladurías que siempre comentaban y preocupaban las gentes del lugar- ya que después de todo ¿Que podía pasarme? ¡Ya estaba muerto! A menudo me reia de la muerte, pues ella ya se había olvidado de mi. Asi que, ¿que mas daba arriesgar la vida una vez más?
Con una sonrisa de oreja a oreja tome los uxebti y los analice ampliamente dejándolos en el suelo a mis pies después de haberlos visto todos. Solo entonces preste más atención a mi amigo. Comencé a desenrollar las vendas.

-Asquerosos saqueadores de tumbas! Malogrando el patrimonio sagrado con sus asquerosas y manipuladoras manos de comerciantes!!!Mire la cabeza de la momia -Oh no temas pequeño. Comente mientras acariciaba lo que en otro tiempo habría sido su rostro. Yo cuidare de ti! Y me llevare tus amuletos para que nadie pueda poner sus manazas en ellas. Y después te volveré a guardar con algunas sorpresitas para que nadie más pueda zarandearte…Tome su cabeza vendada entre mis manos y me acerque a lo que era su rostro para comentarle al muerto. –Pero todo esto será un pequeño secretito entre tu y yo….Nadie debe saberlo…Comente entre susurros asintiendo entre la soledad y la penumbra de aquella sala, cual demente solitario.
Deje su cabeza en su posición original y continúe desenrollando uno de sus brazos, sus manos y dedos. Descubriendo primero que nada un pequeño ornamento que me cabía en la palma de la mano. Parecía ser parte de un cetro. Tome uno de los pinceles más finos que tenia y comencé a pasarlos por las vetas, mi respiración había parado hacia bastantes minutos, y ningún ruido me interrumpía salvo el crepitar del fuego de las antorchas y el cepillar ligero de mi pincel sobre la fina superficie del mas majestuoso rubí que mis ojos hubiesen visto jamás...

Pero entonces alguien se movio, sentí un extraño aroma en el aire. Debia de tratarse de una mujer. Me gire para ver de quien se trataba. Para contemplar casi como si fuese un espejismo, la figura de una mujer joven. Sus ropajes parecían sencillos, pero marcaban bien sus curvas, de pies a cabeza.
-Jovencita…Se puede saber que haces tu aquí?…Comente con enfado mientras me acercaba un poco a ella para poder ver su rostro que aun permanecía en la oscuridad. Era imposible que alguien hubiese llegado hasta allí! ¿como era posible? Camine con cierta rabia hacia ella. Pues seguramente se trataba de una saqueadora...¿Quien sino podría ser?

Refunfuñé.-Tu no deberías estar…!!Mis labios se vieron en aquel momento vacios de palabras. Pues los ojos de aquella mujer me quitaron el aliento. Su rostro de piel ligeramente dorada, y sus ojos castaños parecieron clavarse con fuerza en los míos…Mientras que su melena de grandes ondas oscuras caía como una cascada enmarcando un rostro de aspecto frágil y dulce.
Quería pedir a aquella jovencita que se marchara de allí, pero en aquel momento supe que no podría decirle absolutamente nada. Pues algo en ella me sobrecogió. Su aroma y aquel brillo en sus ojos indicaba que era de mi raza, seguramente mas mayor que yo…. pero no se trataba de eso. Sino de aquella aura poderosa y fuerte que me hizo desviar la mirada sin poder aguantarla, cuando yo nunca había temido mirar a nadie, salvo al energúmeno que se había hecho llamar "mi padre".
Trague saliva y parpadee, intente que el aire volviese a mis pulmones y pasados unos segundos tuve la osadía de girar el rostro con calma para volver a mirar sus ojos.

¿Quién eres?...Seas quien seas…No deberías estas aquí. Este lugar es peligroso. Le indique con mas calma, y mas cortesía.Cosa que me extrañaba incluso a mi mismo.
Contemple aquellos ojos un instante mas y me mordí los labios, ¿Qué me estaba ocurriendo? Me sentía incomodo y nervioso. Como si aquella mujer tuviese algún poder sobre mí. Extendí mis cabellos algo desordenados hacia atrás y ajuste el cuello de mi camisa como si asi pudiese llegarme mas aire, girándome para mirar la momia que delante de mi había dejado a medio vendar.

¿Como has llegado hasta aquí?...Nadie conoce este lugar…Comente a la joven que a mis espaldas comenzaba a avanzar hacia mi. ¿Oh es que se lo has dicho tu!? Comente a la momia mientras sentía como una sonrisa nerviosa afloraba a mis labios.

Tras escrutar su figura de abajo arriba, torcí una sonrisa pícara y divertida, ignorando toda su palabrería y acercándome a él del mismo modo que contoneaba mis caderas y hacía un movimiento de mi cabeza para que mis cabellos se alborotasen tras mi espalda. Lástima que fuese un pedazo de hielo insensible al clima, pues seguramente de ser humana, el sudor brillaría en mi piel y aquél hombre habría caído hipnotizado a mis pies. Aunque, a decir verdad, no necesitaba un par de gotas adornar mi piel. Me bastaba con mi belleza natural.

- Robándole los uxebtis al muerto conseguirás que tenga que trabajar el resto de su eternidad. Acabas de arrebatarle los siervos de la otra vida.- comenté riendo levemente, aunque mis palabras eran ciertas en consonancia a las creencias que rodeaban a los antiguos egipcios y a lo que aquellas piezas simbolizaban.- Y déjame advertirte, que desenvolviéndole las vendas propiciarás la putrefacción de su cuerpo y su desaparición en polvo.- añadí mientras caminaba a su alrededor hasta detenerme tras su espalda, posando mis manos sobre sus hombros, poniéndome de puntillas y acercando mi rostro a su oído.- Al fin y al cabo, eres un saqueador como los demás. Pero eso ya lo sabes.

Solté una carcajada y me alejé de él para acercarme a uno de los muros decorados con aquellas pinturas que reflejaban los deseos posteriores a la muerte, sintiendo en mis pulmones cómo el oxígeno empezaba a escasear.

- Ésta tumba ha permanecido sellada durante milenios, por ello se ha conservado todo exactamente tal y como la dejaron.- comenté sin mirarle, acariciando la pared con la yema de mis manos, cuidado de no dañar la pintura con mi tacto.- El aire ha entrado aquí tras nuestra incursión, pero al respirarlo empieza a faltar de nuevo. Si fuésemos un ser vivo, mortales, ya hubiésemos perecido.

Me giré de nuevo hacia él, sonriéndole, mirando el fiambre que empezaba a inundar la estancia con un olor nauseabundo que, gracias al escaso oxígeno que podía ya respirar, apenas percibí. Tomé del brazo al que había interrumpido in fraganti, rodeando su cuello con mis brazos antes de empujarle contra una pared, usando la fuerza que los siglos de vida me habían dado, empotrándole con algo de fiereza para olisquear el cuello al descubierto, intentando descifrar su identidad, creyendo que su aroma me brindaría respuestas, quizás imágenes a mi memoria, pues algo me decía que nos habíamos conocido antes o nos unía algún que otro lazo. Pero nada, a mi mente ningún recuerdo afloró. Aquello me desarmó un tanto, pero no dejé que mi sonrisa desfalleciera. Aproveché la posición para morderle el lóbulo de su oreja en un gesto sensual y provocativo. Solté una carcajada infantil y busqué sus ojos, confusos y nerviosos. Adoraba sentir aquella sensación de poderío sobre el resto.

- ¿Cuál es tu nombre, forastero?- le pedí con un guiño de ojo y voz traviesa, jugueteando con el cuello de su camisa como si flirteara con él. Bueno, de hecho, estaba flirteando con él.

Mujeres…tan inquietantes como interesantes.
Me hayaba extrañamente, delante de una que me confundía un poco. Pues algo en ella me parecía familiar, pero por otra parte me intimidaba…Era una sensación extraña que se me fue complemente de la cabeza cuando ella comenzó a lamer el lóbulo de mi oreja.
Parpadee. E hice una mueca con el rostro quieto, mire a la izquierda…luego a la derecha quedándome algo pensativo. Normalmente las mujeres solian ser descaradas conmigo porque yo les incitaba a ello, pero no al revés, ahora era yo el que estaba siendo “acosado” , aquello se me hizo raro, pero no estaba nada mal.

Mientras ella aun me aprisionaba le tome por los brazos apartándola escasos centímetros de mi.
Mmmmmmmmm…Veamos…Comencé a contemplarle de abajo a arriba con total calma y con todo descaro. Piernas esbeltas…caderas redondeadas….cintura estrecha. Me fije en su busto unos cuantos segundos y arquee una ceja. Una noventa y cinco quizás un poco mas…se…jejeje…indique con una media sonrisa. Y continúe subiendo la vista fijándome en su escote en su cuello y luego en sus facciones. Tome su rostro entre mis manos y lo eleve un poco girándolo con suavidad hacia ambos lados. Piel morena, ojos grandes, rasgos marcados, cabello largo…mmm. Tus rasgos engañan un poco….Pero diría que eres nórdica.
Comente después de analizar su anatomía y sus rasgos, como si fuera un sujeto más de mis investigaciones. Fue entonces cuando tome su cintura y me hice a un lado apartándome un poco de aquellas generosas curvas que me aprisionaban. No sin darle un azote en el culo antes de alejarme.
-Firme y en forma…Esta juventud promete…Comente haciendo referencia a aquel trasero.

Camine hacia mi querida momia abandonada que parecía quejarse en silencio reclamando mi atención. Así que le contemple con cuidado, fijándome en la mano de la que había extraído aquel ornamento con el rubí, fijándome que en la otra mano también sujetaba otro ornamento similar, comencé a tirar con suavidad de él. Pero se estaba resistiendo. Así que me subí sobre la momia con agilidad, sentándome encima de lo que en algún momento habría sido su cadera para poder así forcejear con aquellos dedos tiesos que sujetaban con firmeza aquel objeto. Pues no queria destruir parte de su cuerpo.
Comencé a soltarlo con cuidado mientras sonreia pensando en las cosas que había dicho aquella jovencita.

No te preocupes, la putrefacción solo podría agravarse si prolongásemos nuestra estancia aquí, pero eso no tiene porque ser así. Igualmente tienes razón, será mejor no respirar, no les quitemos el aire a estos pobres seres incomprendidos...Comente mientras sacaba el lente de aumento de mi bolsillo acercándome para ver con mayor precisión como unas hebras casi microscópicas se enganchaban al metal del ornamento, casi como si se hubiesen fundido.
Oh así que es por eso que no quieres salir…Saque una de las pinzas que llevaba en el bolsillo trasero mientras aquella jovencita se acercaba a ver qué hacía. Puede que sintiese curiosidad hacia lo que estaba haciendo…o que simplemente le pareciera divertido ver a un inmortal sobre una momia. Me quite el pequeño lente de aumento y se lo pase a ella sin preguntarle siquiera. Mientras que con las pinzas sacaba con sutileza las fibras enganchadas para poder sacar el rubí de la mano huesuda de la momia.

Saqueador?...Si quizás… ¿por qué no?…soy tantas cosas. Comente con una sonrisa aun sin mirarle. Aunque dudo que los saqueadores tengan todos los títulos de arqueología que tengo yo…Te tengo! Comente mientras sacaba al fin el ornamento con el rubi. Quitándome de encima de la momia para sentarme en el borde de la tumba, quedando con las piernas colgando mientras elevaba el cristal para ver las grietas que este tenia. Ves esto muñeca?...comente acercándole el cristal. lleva milenios aquí y parece que hubiese sido tallado ayer…Sonreí complacido al ver aquel objeto…Por cierto me llamo Johannes…Pero puedes llamarme querido si quieres. Y si...Creo que me llevare los uxebtis. Después de todo, estos pobres llevan sirviendo a este hombre toda la eternidad y necesitan vacaciones. Comente con una sonrisa de alegría, más que nada por las magnificas piezas que había logrado sacar y que disfrutaría investigando.

Tras examinar el anillo decidí esconderlo en mi escote, recolocando mis pechos para que ocultasen aquél cristal. Sonreí al muchacho que empezaba a recoger los uxebtis y me crucé de brazos recostando mis espalda contra la pared.

- ¿Muñeca? Verás, guapetón, yo no soy la muñeca de nadie. En cambio tú... podrías ser cualquiera de mis títeres.- reí, haciendo honor a la soberbia que me caracterizaba.- Y me sorprenden tus virtudes, seguro que triunfas en tus investigaciones... -comenté mientras jugaba con un mechón de cabello putrefacto que la momia conservaba en su cráneo.- Lo cierto es que soy vikinga... aunque con matices que no vienen a cuento, no creo que te interese escuchar mi árbol genealógico esta noche, precisamente.

Dejé, un tanto asqueada, aquellos cabellos negros dónde los había encontrado, caminando ahora hacia uno de aquellos rincones de la sala en la que había una estatua, seguramente, una estatua de reserva para que el Ka del difunto pudiera identificar su momia y restar al fin el paz, sin tener que vagar por el mundo de los mortales en busca de su cuerpo. Los ojos de la escultura parecían vivos gracias a aquellas incrustaciones en concha y nácar, resiguiendo sus facciones con la yema de mis dedos, deslizándose por su cuello y aquella vestimenta típica, aquella falda de lino que se amueblaba al trono-bloque del que estaba compuesto. En la peana, unos jeroglíficos rezaban lo que parecía ser, una maldición contra todos los enemigos de Egipto personificados en los saqueadores de tumbas. Cuando quise advertir a mi compañero de aventuras, fue demasiado tarde. Algún engranaje de puso en marcha y de varos agujeros situados en la parte superior de los muros empezaron a desprender arena y más arena...

- ¡Hay que salir de aquí o haremos compañía a tu amiguito El Momificado!- grité, abriéndome paso entre la arena que ya cubría mi cintura y empezaba a bloquear la puerta de salida de la tumba.

Inclinado como me hallaba, guarde los uxebtis en una de mis bolsas sin hacer caso a la jovencita impetuosa que a mis espaldas caminaba por la estancia, hasta que de pronto mis pies comenzaron a llenarse de arena.

Parpadee confuso y me levante de golpe aun sujetando la bolsa en una de mis manos. Pero que?...Que has hecho!? Sus ojos miraron la escultura que se hallaba frente a ella y yo camine hacia la misma. Leyendo rápidamente las inscripciones.
El faraón….blablabla…todos malditos….blablabla…Saqueadores morirán atrapados…
¿Trampa de arena?...escapatoria donde mira el sol Mire a todos lados.
Donde mira el sol…me cruce de brazos mientras la recamara se llenaba de arena con rapidez. La joven me observaba algo perpleja, pues no había tiempo que perder y yo en aquel momento meditaba sin mas en voz alta.Donde mira el sol….el sol en esta ubicación…la luz de entrar aquí entraría por la derecha y apuntaría a esa pared de ahí…la pared izquierda…cuando sale el sol…aquí sale el sol a las seis…si la pared fuera un reloj de sol…Entonces la idea ilumino mi mente.
Hey vikinga. Ayúdame! Comente mientras caminaba hacia ella tomándole de la mano para que entre ambos aun medio enterrados en la arena nos desplazáramos hasta la pared izquierda. Ves estos bloques? La sexta hilera de bloques…aquí. Toda esta hilera es la sexta.aqui sale el sol a las 6. si esta pared fuese un reloj de sol. las seis serian la sexta hilera de bloques... Indique con una sonrisa de oreja a oreja, aun maravillado ante el ingenio de los antiguos egipcios. Tienes que Palpar cada bloque, uno de ellos se tiene que hundir hasta el fondo! La joven parecía un tanto extrañada, pero palpo las rocas y yo hice lo mismo con las mías, pero ninguna daba resultado. Y por el diseño de aquellas estancias, tenia que ser asi. Tenia que haber una salida! Siempre la había!
La arena comenzó a subir mas y mas hasta que de pronto comenzó a cubrir nuestros propios hombros.
Aaaah! Maldita sea! Ábrete ya! Comente dando un gran manotazo a una de las rocas, que se hundió hasta el fondo, a la vez que yo miraba a aquella joven realmente sorprendido. Pues antes de que pudiera hacer nada una trampilla se abrió bajo nuestros pies haciendo que nosotros junto con la arena comenzáramos a deslizarnos en la oscuridad. rodando sin cesar incontables metros hasta que el suelo nos paro.

Me levante poco a poco y busque a la vikinga sin nombre entre la multitud de arena que se hallaba a nuestro alrededor…
Madre mía…menudo caos. A mi lado, mi bolsa reposaba junto con algunos uxebtis desparramados, los tome con cuidado, respirando aliviado cuando vi que se hallaban en perfectas condiciones. Los volví a guardar en la bolsa y saque un trozo de tela junto con una vara de madera. La encendí con rapidez improvisando una antorcha. Fue entonces cuando vi que ella se levantaba quitando la arena de sus ropajes.
camine hacia la vikinga.

Oh por cierto…"muñeca"
Introduje la mano en el interior de su mas que generoso escote y urge con mis dedos en el hasta que tope con el rubí que le había pasado antes, y que había visto como se había guardado en el escote. Lo saque de ahí, y lo lance al aire, agarrando la pieza al vuelo en el mismo aire de forma agil en señal de victoria. Lo siento querida pero esto es mío... SI. Es mío...! Y no me malinterpretes! si quisiera coquetear contigo, ya habrías caído a mis pies. Comente con orgullo, muy seguro de mi mismo. Pues lo que le decía era cierto, y ninguna féminia rehuía de mi compañía.
Me incline un poco y me acerque a su rostro.
Que? Que vas a hacer? Me vas a bofetear? Indique entre pícaro y retador. Pues mi descaro normalmente me valía esas “respuestas”. Pero la cuestión era….que yo nunca me arrepentía de nada.

Fue en aquel momento, cuando antes de esperar su respuesta que visualice una antigua antorcha en la pared. Moví la mía hasta ella y ésta se encendió, encendiendo también las antorchas conjuntas en una especie de efecto domino. Iluminando toda la estancia….Una estancia que se mostraba majestuosa e imponente ante nosotros. Pues los cientos de metros estaban llenos de las mas espectaculares esculturas, decorados y ornamentos de diversos tipos. enormes figuras se erguían entre grabados, y columnas…quede maravillado ante tanto arte…Aunque mi acompañante también quedo deslumbrada, aunque habría apostado que ella no veia arte alli, sino que sus ojos seguramente se fijarían en detalles insignificantes como que cada pieza estaba realizada en oro macizo y piedras preciosas.

Indescriptible. Sin palabras. Demasiado.

Las sensaciones que recorrieron mi espalda hasta la punta de los pies, simplemente fueron… increíbles. ¡Cuánta belleza! ¡Cuántas reliquias ¡Cuánta historia! ¡Cuánto oro! ¡Cuánto… de todo! Mis ojos centellearon y mi boca se abrió por la sorpresa y encandilamiento del momento que ahora vivía sin haberlo planeado realmente. Ignoré a mi compañero de aventuras, descendiendo por una rampa hasta llegar a rodearme de aquellas riquezas, tomando una, examinándola al detalle, dejándola en otro sitio para tomar otra, contornear sus formas con las yemas de mis dedos, saltar a otra pieza, ésta última una vasija enorme, de oro y piedras preciosas, imaginándomela como centro de mesa como parte de la decoración de mi casa. ¡Oh, y aquella espada quedaría divina colgada en la pared! ¡Y ese jarrón de cuello alto! ¡Y aquella corona! ¡Aaaah! ¡Y esos ungüentos!

- Haremos lo siguiente, explorador de pacotilla.- dije al fin, cruzándome de brazos a la altura de mi pecho y girándome hacia él con la seriedad en mis gestos.- La mitad para ti, la mitad para mí. ¿Trato hecho?

De repente y antes de que Johannes pudiera responder, la frialdad en la sala se hizo notoria incluso para mi piel, que se estremeció levemente y se erizó como si se sintiera en peligro. Conocía aquella sensación demasiado bien y en aquella ocasión, la presencia de fantasmas en la zona no me gustó para nada. Ocultos usando su don de la invisibilidad, una voz femenina, agria y repelente, se pronunció con severidad con la lengua egipcia que, traducido, vendría a decir lo siguiente:

- ¡Vosotros, usurpadores de aquello que nos mantiene con vida en el más allá, ladrones de riquezas brindadas por aquellos que nos amaron en vida y rezaron por nuestros ka cuando nuestro cuerpo fue momificado. A vosotros, meros esclavos de la sociedad que os consume y os corroe, os maldecimos!

Resoplé poniendo los ojos en blanco y cruzándome de brazos a la altura del pecho, girándome hacia el muchacho que se encontraba unos pasos más atrasado que yo.

- ¡Já! ¿Esta gente no sabe que ya estamos maldecidos?- ironicé riendo, antes de que una copa de cristal con incrustaciones en oro aterrizara sobre mi cabeza arrancándome un jadeo producido por el dolor y la sorpresa.- Hey, no es mi culpa que os aburráis encerrados aquí sin poder dar uso a lo que tenéis. ¡Dejad que nosotros...! Ni se te ocurra volver a lanzar ese candelabro a mi cabeza... te lo advierto, saco de ka flotante.- amenacé de pronto, moviendo mi cuerpo en una posición de ataque, incitando a nuestros nuevos amigos que se mostraran de una buena vez, ya que la cobardía era algo que simplemente, detestaba.

Sólo la mujer que había hablado al principio usó la corporeidad, asombrándome su vestuario, aquella peluca negra que adornaba su cabeza rasurada, con los ojos pintados en kohl negro y una sonrisa casi desquiciante. Calzada con unas sandalias blancas, empezó a avanzar hacia nosotros con la soberbia envolviendo cada uno de sus pasos. Odiosa porque sí, vamos.

- Despedíos de la libertad... y de vuestra vida, sanguijuelas. -añadió la mujer fantasmagórica una vez se puso frente a mí, alzando su mano para colocarla sobre mi frente, cerrando sus ojos y empezando así a pronunciar unas palabras en egipcio antiguo que a penas comprendí, aunque lo que sí supe es que vertía sobre mí un hechizo.