Entre máscaras y deseos (Alejandro)

por **Claude Lessex** Jue Jul 08, 2010 12:04 pm

Era ya bastante entrada la noche. Hacía unas horas que mi función había terminado, pero yo tenía por costumbre quedarme un rato más en el escenario, como despidiéndome de él. Miraba las butacas vacías, el telón cerrado, y el suelo por el que antes habíamos caminado los actores, que cuando todo acababa parecía tan... muerto, inerte.
Tras cumplir con esa rutina mía, fui a vestirme con la ropa de calle, nada demasiado elegante... mi presupuesto no llegaba para carísimos trajes, coches de lujo o brillantes accesorios. Yo era tan sencillo como mi propia personalidad. Salí del teatro, respirando el aire puro y fresco de la noche, que me saludó revolviéndome el cabello de forma casi juguetona. Yo cerré los ojos y me dejé llevar por esa sublime sensación de libertad, de plenitud... Abrí los ojos de nuevo, y miré el cielo plagado de estrellas, con la luna reinando todo desde lo alto. Era maravilloso.
Me saqué un cigarrillo, el único vicio un poco caro que realmente me permitía, y lo prendí, llevándomelo a los labios y dando una suave succión. La nicotina y el sabor de hierbas del tabaco entraron en mi organismo calmándolo, llenándolo de paz. Era cierto que el tabaco relajaba, al menos en mi caso. No sabía si en el de los demás también.
Me dediqué a ver los coches pasar, seguramente vehículos de la gente importante de la ciudad. Admiraba a quienes habían amasado una fortuna suficiente como para mantener uno de esos coches, e incluso varios... Aunque yo sabía bien que en el dinero no estaba la felicidad, entendía también que era una buena ayuda para poder vivir una vida comoda y plena.

por **Alejandro Di Releaux** Jue Jul 08, 2010 4:39 pm

Teatro igual a bufet libre. Sangre humana allá donde pares, allá donde mires, huelas. Cuellos deliciosos esperando ser atravesados por los poderosos colmillos de un ser de la noche, vease yo mismo.
La unica razón por la que visitaba el teatro humano una vez a la semana era el poder abastecerme de sangre, allí siempre podia hincarle el dienta a alguna humana o humano... y si éste podia darme algo mas que sangre tambien se agradecía. Nunca solia quedarme en la representación, daba una vuelta, miraba a los actores y al publico, descartando a los que peor aspecto tenian y registrando en mi memoria los que se me antojaban deliciosos. Despues de la ronda de reconocimiento salí a la calle, transitada de coches, y me encendi un cigarrillo a esperar a que la función diese a su fin. Una vez esta acabo entre de nuevo en el teatro en busca de una humana, mas bien de el cuello, suave y liso, de una humana.
Tras quedar satisfecho con su sangre, la cual no fue dificil de conseguir ya que con mi voz podia conseguir cualquier cosa, y tambien con el voluptuoso cuerpo de la joven humana, que extrañamente no me satisfajo todo lo que hubiese deseado, sali de nuevo a la calle, cuando el teatro estaba vacio, y vi a un muchacho moreno, tanto de piel como de cabello que se fumaba tranquilamente un cigarro. Dirigí mi mirada a la linea perfecta de su cuello y sonrei de lado, una sonrisa amablemente falsa, como todas en mi. Me acerqué con lentitud y predisposición a hacer mi mejor interpretación, a veces pensaba que podria ser un gran actor. Una vez a varios pasoso del humano hice un leve movimiento con la cabeza a modo de saludo o reverencia educada sin perder mis sonrisa. -Disculpe Monsieur, me preguntaba si compartiria uno de sus cigarrillos con este descuidado caballero que olvido los suyos.- pregunte indirectamente con voz suave, adornadamente falsa pero perfectamente creible.

por **Claude Lessex** Jue Jul 08, 2010 4:47 pm

Estaba tranquilo, sosegado... como ausente en mi propio mundo, lejos de ese que tantos disgustos podía darle a un chico como yo. De repente escuché una voz tras de mí, una voz sibilina, susurrante... bastante atractiva debería agregar. No habría necesitado girarme siquiera para saber que el hombre que hablaba era apuesto, su voz ya me lo decía todo. Pero aún así lo hice. Me di la vuelta y vi al ejemplar de masculinidad que se erguía ante mí.
Era moreno, de tez pálida y ojos claros... Se podría decir que tenía unas facciones perfectas, al igual que el cuerpo que se podía averiguar bajo el elegante traje que portaba sobre sus tensos músculos. Una onda de calor recorrió todo mi frágil cuerpo, pero yo me contuve. No sería la primera vez que contemplaba a un hombre atractivo capaz de encenderme.
Me llevé la mano al bolsillo de la chaqueta que llevaba, una normal que denotaba mi estatus social a la perfección, y le tendí el tabaco con una cerilla para encendérselo. No sería yo quien le negase el dulce placer de la nicotina... y menos a un hombre así.

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