Baby does what baby please. And baby must have what she sees... [Ficha Adonia.]

No es una chica que destaque por su altura, es más bien normal, con 1’68. Es de constitución delgada y finas curvas, formando un cuerpo esbelto. Su pelo dorado es ondulado tirando a liso, cayéndole hasta llegar casi a la cintura y suele teñírselo cuando se aburre de castaño y casi siempre se lo alisa. Su tez es clara y con facciones harmoniosas en los que destacan sus expresivos ojos de un gris oscuro enmarcados por unas cejas de unos tonos más oscuros que su pelo dorado. Su nariz es pequeña y los labios carnosos, característicos porque siempre estarán curvados en una agradable sonrisa.

Amy es una chica que hasta el momento podría decirse que ha tenido una vida llena de amor y felicidad, tal vez es debido a eso que ha hecho de ella una chica alegre y extrovertida, pero también algo ingénua ya que no conoce la dureza de la vida. Pero aún así se muestra una chica muy curiosa con lo que le rodea, queriendo siempre aprender cosas nuevas que puedan aportarle más experiencia y sobretodo que le aporte emoción en su rutinaria y perfecta vida. Es como si inconscientemente siempre estuviera esperando a que llegara ese momento en el que ocurriera algo que pusiera su vida paras arriba y le obligara a improvisar y conocer nuevas experiencias y situaciones. Aunque es una muchacha dulce y soñadora también se caracteriza por ser valerosa, aunque no siempre se ha presentado la oportunidad para poder demostrásrselo a ella misma y eso también ha hecho que sea algo insegura respecto a sus capacidades.

En general, es una muchacha espontánea, nunca se sabe cómo puede reaccionar en determinadas situaciones, a veces hasta ella misma se sorprende. Pero como todos también tiene sus defectos, y entre los de ella destacan el que es tremendamente despistada y su terrible genio, aunque sus enfados normalmente suelen durar apenas cinco minutos. Al haber tenido todo en la vida, la ha convertido también en un ser bastante orgulloso y caprichoso, le cuesta reconocer sus propios errores y no acepta que le lleven la contraria, y si lo hacen puede llegar a ser tremendamente tozuda para convencer.

Adonia era la única hija de un matrimonio que aparentemente perfecto a ojos de los demás, vivía desahogadamente entre lujos, brindándole a su hija una buena educación en las mejores escuelas de Inglaterra, protegiéndola en todo momento… Parecían una familia realmente unida. Así que la vida de la pequeña Adonia era apacible a pesar de no tener hermanos, su infancia era la típica de cualquier niña de familia adinerada, llena de amor y felicidad, y eso marcó mucho su personalidad.

Pero ella, al ser tan pequeña, no se daba cuenta de que en verdad esos padres que tanto quería y admiraba guardaban sus secretos, pero toda la verdad cayó como un jarro de agua fría cuando una mañana vió a su padre llorando desconsoladamente en su gran despacho, sin caer en que su hija lo estaba observando intrigada, sin saber qué estaba ocurriendo. Y fue con el paso de los días que llegó a comprender, dentro de lo que cabía, que su padre lloraba porque su mujer, la madre de ella, no volvió nunca más a casa. Adonia era pequeña y no llegaba a entender todo aquello, y tuvo que creer a su padre cuando éste cada noche le decía que su madre se había ido de viaje unos días y que volvería pronto.

A los dos meses se trasladaron de ciudad para ir a vivir a un lugar más tranquilo, dejos de las habladurías de la gente, que envenenaban al padre de Adonia día a día, así fue como llegaron a Canterbury. Con el paso de los años, aquella niña de apenas seis años se iba convirtiendo poco a poco en una hermosa mujer que mostraba curiosidad por el mundo que le rodeaba, y el padre, siendo consciente de ello decidió revelarle el gran secreto que les unía a ambos; la magia. Adonia siempre sospechó que no era una niña normal, habían veces que cuando llegaba a enfadarse, las cosas de su alrededor estallaban o se movían de su lugar, pero sabiendo la verdad mostró un verdadero interés por aprender más sobre su verdadera naturaleza, y padre e hija supieron curar las heridas causadas por el abandono de su madre mostrándole ese misterioso mundo de los hechizos en el que Adonia resultó ser una gran aprendiz.

Pero un día cualquiera su curiosidad decide jugarle una mala pasada cuando espiando a su padre conversar con uno de sus amigos, éste le revela haber visto a su mujer en la ciudad de Londres años atrás y al parecer, embarazada. Sabiendo Adonia la verdad, decide tramar un plan para encontrar a su madre y pedirle explicaciones, así que le pide permiso a su padre para que le deje ir a la ciudad una temporada con la excusa de buscar un maestro que pueda seguir enseñándole magia y que él pudiera seguir con sus negocios sin que ella fuera una molestia.