AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The Future is Blinding [Áine Novak]
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The Future is Blinding [Áine Novak]
-Epic45, "The Future is Blinding"
Si estaba ahí, era porque se trataba de un hombre curioso, un hombre de ciencia, por eso y porque la asfixiante vida de dar clases y no ejercer amenazaba con mellar su cordura, más de lo que ya estaba. Necesitaba distraerse y esa era una buena distracción. Ese medio día en la Universidad, un alumno había preguntado cómo cambiaban las acciones de un hombre al saber su futuro, o parte de su futuro al menos. La polémica no se hizo esperar entre el grupo de próximos psicólogos de los que Lodewijk se hacía cargo. Guardó silencio mientras los observaba y escuchaba, sólo eso, los dejó a ellos formarse su propia opinión.
Lodewijk no era tan escéptico como su apariencia y su actuar pudieran dar a entender, tenía sus reservas en muchos temas referentes a los que sus alumnos discutían; ¿se podía saber el futuro? Después de todo, él podía transformarse en un perro y en un lobo, y uno de sus amigos era un poderoso brujo, pero aun así, jugar con los hilos que manejaban todo le parecía, hasta cierto punto, inverosímil. No le gustaba que todo estuviera escrito ya, era más creyente del libre albedrío.
Como fuera, después que terminó sus clases, fue a su oficina pero el asunto siguió dando vueltas dentro de su cabeza, no tenía mucho que hacer así que decidió ir a ver qué sucedía. Necesitaba salir de todos modos, esas cuatro paredes lo asfixiaban, no era como antes, que también se recluía en cuatro paredes en una oficina en el centro, en donde recibía a la gente que necesitaba su ayuda, y él los ayudaba no porque quisiera, sino porque la mente humana siempre había sido el eterno acertijo que él luchaba por descifrar, aunque estaba consciente que no existía una respuesta concreta. Simplemente le fascinaba la extrañeza del comportamiento humano y qué conducía a cada individuo a actuar como lo hacía. Era una suerte de su pasado, su formación, su educación y sus traumas, pero desentrañar cómo había sido todo aquello y como repercutía en cada ser de forma distinta era lo interesante.
No iba a ser el primero, mucho menos el último hombre de su estatus social que pisara ese lugar. Sabía que muchos poderosos dejaban en manos de videntes las decisiones importantes, él por su lado simplemente quería comprobar las teorías que sus alumnos tuvieron a bien en discutir esa mañana. ¿Conocer el futuro modifica el comportamiento presente? Era una gran pregunta, interesante sin duda y acudió al sitio en donde podía comenzar a resolver su duda. Fue a pie, le gustaba caminar, y poco a poco dejó atrás la ciudad para adentrarse al colorido y caótico sitio donde los gitanos hacían sus suertes. Su circo, donde seguramente alguien estaría dispuesto a leer su futuro por un par de francos.
Una vez ahí, se quedó mirando todo a su alrededor, observándolo con escrutinio, preguntándose a donde debía dirigirse para sus fines. No había demasiada gente, creyó que durante la noche habría más y apenas atardecía, pero sí había uno que otro despistado por ahí, quizá buscando lo mismo que él, aunque para fines distintos. Se quedó plantado en medio de un camino de tierra, buscando alguien que pudiera decirle a dónde debía dirigirse.
Lodewijk no era tan escéptico como su apariencia y su actuar pudieran dar a entender, tenía sus reservas en muchos temas referentes a los que sus alumnos discutían; ¿se podía saber el futuro? Después de todo, él podía transformarse en un perro y en un lobo, y uno de sus amigos era un poderoso brujo, pero aun así, jugar con los hilos que manejaban todo le parecía, hasta cierto punto, inverosímil. No le gustaba que todo estuviera escrito ya, era más creyente del libre albedrío.
Como fuera, después que terminó sus clases, fue a su oficina pero el asunto siguió dando vueltas dentro de su cabeza, no tenía mucho que hacer así que decidió ir a ver qué sucedía. Necesitaba salir de todos modos, esas cuatro paredes lo asfixiaban, no era como antes, que también se recluía en cuatro paredes en una oficina en el centro, en donde recibía a la gente que necesitaba su ayuda, y él los ayudaba no porque quisiera, sino porque la mente humana siempre había sido el eterno acertijo que él luchaba por descifrar, aunque estaba consciente que no existía una respuesta concreta. Simplemente le fascinaba la extrañeza del comportamiento humano y qué conducía a cada individuo a actuar como lo hacía. Era una suerte de su pasado, su formación, su educación y sus traumas, pero desentrañar cómo había sido todo aquello y como repercutía en cada ser de forma distinta era lo interesante.
No iba a ser el primero, mucho menos el último hombre de su estatus social que pisara ese lugar. Sabía que muchos poderosos dejaban en manos de videntes las decisiones importantes, él por su lado simplemente quería comprobar las teorías que sus alumnos tuvieron a bien en discutir esa mañana. ¿Conocer el futuro modifica el comportamiento presente? Era una gran pregunta, interesante sin duda y acudió al sitio en donde podía comenzar a resolver su duda. Fue a pie, le gustaba caminar, y poco a poco dejó atrás la ciudad para adentrarse al colorido y caótico sitio donde los gitanos hacían sus suertes. Su circo, donde seguramente alguien estaría dispuesto a leer su futuro por un par de francos.
Una vez ahí, se quedó mirando todo a su alrededor, observándolo con escrutinio, preguntándose a donde debía dirigirse para sus fines. No había demasiada gente, creyó que durante la noche habría más y apenas atardecía, pero sí había uno que otro despistado por ahí, quizá buscando lo mismo que él, aunque para fines distintos. Se quedó plantado en medio de un camino de tierra, buscando alguien que pudiera decirle a dónde debía dirigirse.
Última edición por Lodewijk van Otterloo el Mar Mayo 29, 2012 2:02 am, editado 1 vez
Invitado- Invitado
Re: The Future is Blinding [Áine Novak]
Otra noche llegaba al campamento gitano, otra noche más iniciaban los trabajos de los que allí vivían. De cada rincón se escuchaban risas, conversaciones, música y cantares.
Tras las telas que cubrían la puerta de la tienda de Áine se escuchó el tintineo de unas monedasz, la gitana se giró sobre sus talones desnudos y observó el fragil cuerpo de la niña que la miraba con aquellos enormes ojos de color azul y una larga cabellera negra recogida en dos trenzas, era imposible no reconocer a una niña del poblado, pues todas tenían rasgos realmente hechizantes.- ¿Ocurre algo Clara?.-Terminó por preguntar la mujer mientras terminaba de colocar la última tela de su falda. La niña solo negó con la cabeza y se sentó sobre uno de los cojines observándola.- Vaya... Veo que hoy toca el juego del silencio, está bien. Silencio, veamos si me ganas.-Añadió divertida Áine, guiñándole un ojo antes de girarse de nuevo.
La tienda estaba iluminada por velas, que estaban colocadas en lugares estratégicos, buscando con ello la iluminación total del lugar. En uno de los laterales, cerca de donde estaba la pequeña zíngara había una cuidada cama sobre el suelo, con telas que a simple vista parecían ser de lo más suaves y tentadoras. En el centro estaba una pequeña mesilla, en la cual había varias cosas posadas y hacia el final estaba el 'armario' de la mujer, al igual que su 'tocador'.
A través del espejo observó a la pequeña que parecía entretenida con una larga tela transparente de color azul, se la ponía y se la quitaba, una y otra vez, buscando encontrar la posición correcta de ella sobre su pequeño cuerpo, eso provocó que Áine dejase escapar una pequeña risita, pero eso no perturbó los juegos de la niña en ningún momento. Finalmente apartó la mirada de ella y se observó a si misma, un largo suspiro salió de sus labios al pensar en la larga noche que le esperaba. Con cuidado recogió un largo mechón de pelo hacia atrás con una horquilla, tras eso terminó de acomodar sus accesorios y se giró acercándose a la pequeña, apunto estaba de pedirle aquella tela, pero optó por coger otra.
-¿Lista, mi reina mora?.-Preguntó Áine rompiendo el juego, la joven sonrió y asintió mientras se levantaba, llevaba sobre su cabeza el velo con el que jugaba, Áine lejos de quitárselo, se acercó para acomodárselo bien, lo sujetó con un par de horquillas y asintió.- Perfecta, ahora... Vamos, venga.-Le dio un suave empujón para animarla y observó como salía corriendo en dirección a la tienda de su familia. En el corto recorrido que la siguió con la mirada, se encontró con la silueta de un desconocido, jamás lo había visto por el campamento, pero eso no le resultó extraño, allí llegaban personas de todas partes cada noche, unos repetían, otros solo visitaban el campamento una vez y no volvían aparecer.
Vaciló unos instantes, ella no tenía porque hacer de guía de nadie, tenía su propio trabajo allí y no era precisamente ese. Aún así, algo la incitó a dirigirse hacia él. Con pasos tranquilos y pausados se acercó al nuevo visitante, sus pies desnudos podían sentir el tacto de la tierra y la hierba, al igual que sus oidos podían percibir ese peculiar sonido que terminaba volviéndose una melodía al juntarse con el tintineo de las monedas de su vestimenta. Al estar a unos pasos lo observó callada, sus grandes ojos permanecían fijos en la figura del varón y su cuerpo no se movió lo más mínimo durante unos segundos, segundos que para ella fueron eternos.- ¿Perdido tal vez, caballero? -La voz suave y sensual de la gitana salió cantarina. Con suavidad colocó una de las manos sobre la cadera, dejando caer después todo el peso sobre la pierna de ese mismo lado.- Quizás yo pueda ayudaos.-Aseguró, con ese toque divertido y enigmático característico de las gitanas.
Tras las telas que cubrían la puerta de la tienda de Áine se escuchó el tintineo de unas monedasz, la gitana se giró sobre sus talones desnudos y observó el fragil cuerpo de la niña que la miraba con aquellos enormes ojos de color azul y una larga cabellera negra recogida en dos trenzas, era imposible no reconocer a una niña del poblado, pues todas tenían rasgos realmente hechizantes.- ¿Ocurre algo Clara?.-Terminó por preguntar la mujer mientras terminaba de colocar la última tela de su falda. La niña solo negó con la cabeza y se sentó sobre uno de los cojines observándola.- Vaya... Veo que hoy toca el juego del silencio, está bien. Silencio, veamos si me ganas.-Añadió divertida Áine, guiñándole un ojo antes de girarse de nuevo.
La tienda estaba iluminada por velas, que estaban colocadas en lugares estratégicos, buscando con ello la iluminación total del lugar. En uno de los laterales, cerca de donde estaba la pequeña zíngara había una cuidada cama sobre el suelo, con telas que a simple vista parecían ser de lo más suaves y tentadoras. En el centro estaba una pequeña mesilla, en la cual había varias cosas posadas y hacia el final estaba el 'armario' de la mujer, al igual que su 'tocador'.
A través del espejo observó a la pequeña que parecía entretenida con una larga tela transparente de color azul, se la ponía y se la quitaba, una y otra vez, buscando encontrar la posición correcta de ella sobre su pequeño cuerpo, eso provocó que Áine dejase escapar una pequeña risita, pero eso no perturbó los juegos de la niña en ningún momento. Finalmente apartó la mirada de ella y se observó a si misma, un largo suspiro salió de sus labios al pensar en la larga noche que le esperaba. Con cuidado recogió un largo mechón de pelo hacia atrás con una horquilla, tras eso terminó de acomodar sus accesorios y se giró acercándose a la pequeña, apunto estaba de pedirle aquella tela, pero optó por coger otra.
-¿Lista, mi reina mora?.-Preguntó Áine rompiendo el juego, la joven sonrió y asintió mientras se levantaba, llevaba sobre su cabeza el velo con el que jugaba, Áine lejos de quitárselo, se acercó para acomodárselo bien, lo sujetó con un par de horquillas y asintió.- Perfecta, ahora... Vamos, venga.-Le dio un suave empujón para animarla y observó como salía corriendo en dirección a la tienda de su familia. En el corto recorrido que la siguió con la mirada, se encontró con la silueta de un desconocido, jamás lo había visto por el campamento, pero eso no le resultó extraño, allí llegaban personas de todas partes cada noche, unos repetían, otros solo visitaban el campamento una vez y no volvían aparecer.
Vaciló unos instantes, ella no tenía porque hacer de guía de nadie, tenía su propio trabajo allí y no era precisamente ese. Aún así, algo la incitó a dirigirse hacia él. Con pasos tranquilos y pausados se acercó al nuevo visitante, sus pies desnudos podían sentir el tacto de la tierra y la hierba, al igual que sus oidos podían percibir ese peculiar sonido que terminaba volviéndose una melodía al juntarse con el tintineo de las monedas de su vestimenta. Al estar a unos pasos lo observó callada, sus grandes ojos permanecían fijos en la figura del varón y su cuerpo no se movió lo más mínimo durante unos segundos, segundos que para ella fueron eternos.- ¿Perdido tal vez, caballero? -La voz suave y sensual de la gitana salió cantarina. Con suavidad colocó una de las manos sobre la cadera, dejando caer después todo el peso sobre la pierna de ese mismo lado.- Quizás yo pueda ayudaos.-Aseguró, con ese toque divertido y enigmático característico de las gitanas.
Áine Novak- Gitano
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 16/11/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: The Future is Blinding [Áine Novak]
Miró al cielo distraídamente, aunque gracias a sus habilidades podía seguir prestando atención a todo a su alrededor, en especial a los sonidos, tenía un fino sentido del oído causa de su capacidad de transformarse en perro. No era alguien que se diera por vencido tan fácil, iba a obtener lo que quería, todo para él era un reto, y en su enorme ego, creía capaz de conquistarlo todo; hasta ahora la vida no le había demostrado lo contrario, era astuto, inteligente y encantador, no tenía por qué ser de otro modo, excepto que… Tampoco podía decir que todo siempre salía como él planeaba, la muestra era que ahora enseñaba y no practicaba la Psiquiatría, algo que definitivamente se le había salido de las manos.
Avanzó unos pasos más sin prestar demasiada atención, mirando a un lado y luego al otro como el ser curioso que era, tuvo que detenerse cuando una niña pasó en frente de él, y si no lo hubiese hecho, seguramente hubieran chocado y la pequeña caído al suelo. Miró en dirección a donde la niña desapareció y luego giró al sitio de donde había salido corriendo, no sin antes percatarse del tintineo que se acercaba. Al mirar en aquella dirección vio a una mujer, joven y claramente gitana, sonrió ante la pregunta e hizo una reverencia con la cabeza, siempre era educado con todo mundo, sabía que eso abría muchas puertas.
-Vaya que sí estoy perdido –admitió con tono afable, desenfadado, voz clara y suave, la fachada que siempre usaba ante todo mundo –especialmente los desconocidos-, rara vez, quizá sólo cuando ejecutaba su profesión, dejaba ver el verdadero ser que era, cruel, desalmado, ególatra, frío y manipulador, navegaba con bandera de hombre correcto, y de cierto modo lo era, sólo que también era todas esas otras cosas que alejarían a cualquiera-. Creo que sí puede ayudarme –seguía con ese tono cortés y sutil –es mi primera vez en un sitio como este –explicó mintiendo, había estado antes en territorio de los gitanos, aunque esa era la primera vez que iba para el menester que lo condujo ahí –tengo curiosidad –se giró por completo para quedar frente a ella, no era alto, pero la descomunal seguridad con la que se desenvolvía lo hacía parecer más prominente de lo que era físicamente –no me lo tome a mal –y esa sonrisa carismática se instaló en su rostro como una de las verdades más irrefutables sobre la tierra: ese hombre era todo amabilidad, y sí, lo era, pero nada de bondad había en él –la verdad no sé si creer en lo que se dice sobre su gente y quiero quitarme esas dudas, ¿en verdad pueden leer lo que el futuro depara? –preguntó intrigado, su duda era real, la forma en que habló, sin embargo, no lo era, pero sonaba tan natural en él, que era imposible creer lo contrario. Había perfeccionado el arte del engaño al pasar de los años, de aquel chiquillo solitario pasó a ser un joven social, aunque nunca se sintió parte del conjunto, nunca desfiló en las filas de la sociedad de forma convencional, estaba ahí siempre, pero aprendió a observar y analizar, y por eso le gustaba ir a reuniones y fiestas, sólo fingiendo ser parte de ellos, la gente se abría y dejaba entrever su lado obscuro.
Avanzó sin borrar la sonrisa, le dio la espalda a la gitana y se llevó las manos a los bolsillos del pantalón arqueando la espalda de modo que la cara dio al cielo. Iba impecablemente vestido, pero él siempre andaba así, no importando el contexto. Giró el rostro y la miró por sobre su hombro.
-¿Me podrá ayudar? –dijo con un tono parecido a un ruego, le estaba pidiendo un favor, no quería recibir un «no» como respuesta y por ello debía medir sus palabras y cómo éstas eran entonadas, debía reducir el margen de error. Se volteó de nuevo para verla –estoy seguro que podrá hacerlo –ahora la adulaba un poco, no demasiado. Todas eran técnicas aprendidas con el tiempo para conseguir lo que se proponía. Lodewijk solía decir que él siempre ganaba, era una mentira, no siempre lo hacía, pero podía tomarse como una verdad debido a las poquísimas ocasiones en las que de hecho perdía.
Avanzó unos pasos más sin prestar demasiada atención, mirando a un lado y luego al otro como el ser curioso que era, tuvo que detenerse cuando una niña pasó en frente de él, y si no lo hubiese hecho, seguramente hubieran chocado y la pequeña caído al suelo. Miró en dirección a donde la niña desapareció y luego giró al sitio de donde había salido corriendo, no sin antes percatarse del tintineo que se acercaba. Al mirar en aquella dirección vio a una mujer, joven y claramente gitana, sonrió ante la pregunta e hizo una reverencia con la cabeza, siempre era educado con todo mundo, sabía que eso abría muchas puertas.
-Vaya que sí estoy perdido –admitió con tono afable, desenfadado, voz clara y suave, la fachada que siempre usaba ante todo mundo –especialmente los desconocidos-, rara vez, quizá sólo cuando ejecutaba su profesión, dejaba ver el verdadero ser que era, cruel, desalmado, ególatra, frío y manipulador, navegaba con bandera de hombre correcto, y de cierto modo lo era, sólo que también era todas esas otras cosas que alejarían a cualquiera-. Creo que sí puede ayudarme –seguía con ese tono cortés y sutil –es mi primera vez en un sitio como este –explicó mintiendo, había estado antes en territorio de los gitanos, aunque esa era la primera vez que iba para el menester que lo condujo ahí –tengo curiosidad –se giró por completo para quedar frente a ella, no era alto, pero la descomunal seguridad con la que se desenvolvía lo hacía parecer más prominente de lo que era físicamente –no me lo tome a mal –y esa sonrisa carismática se instaló en su rostro como una de las verdades más irrefutables sobre la tierra: ese hombre era todo amabilidad, y sí, lo era, pero nada de bondad había en él –la verdad no sé si creer en lo que se dice sobre su gente y quiero quitarme esas dudas, ¿en verdad pueden leer lo que el futuro depara? –preguntó intrigado, su duda era real, la forma en que habló, sin embargo, no lo era, pero sonaba tan natural en él, que era imposible creer lo contrario. Había perfeccionado el arte del engaño al pasar de los años, de aquel chiquillo solitario pasó a ser un joven social, aunque nunca se sintió parte del conjunto, nunca desfiló en las filas de la sociedad de forma convencional, estaba ahí siempre, pero aprendió a observar y analizar, y por eso le gustaba ir a reuniones y fiestas, sólo fingiendo ser parte de ellos, la gente se abría y dejaba entrever su lado obscuro.
Avanzó sin borrar la sonrisa, le dio la espalda a la gitana y se llevó las manos a los bolsillos del pantalón arqueando la espalda de modo que la cara dio al cielo. Iba impecablemente vestido, pero él siempre andaba así, no importando el contexto. Giró el rostro y la miró por sobre su hombro.
-¿Me podrá ayudar? –dijo con un tono parecido a un ruego, le estaba pidiendo un favor, no quería recibir un «no» como respuesta y por ello debía medir sus palabras y cómo éstas eran entonadas, debía reducir el margen de error. Se volteó de nuevo para verla –estoy seguro que podrá hacerlo –ahora la adulaba un poco, no demasiado. Todas eran técnicas aprendidas con el tiempo para conseguir lo que se proponía. Lodewijk solía decir que él siempre ganaba, era una mentira, no siempre lo hacía, pero podía tomarse como una verdad debido a las poquísimas ocasiones en las que de hecho perdía.
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