AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El Diamante Azul (Privado)
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El Diamante Azul (Privado)
"Sombras…Desplazaos.
Llenad con vuestra presencia nuestro entorno,
Danzad pequeños diablillos, danzad por la oscuridad…
Danzad para mi…"
Comente complacido mientras salía al jardín hablando a la soledad de la noche.
Camine con tranquilidad, mientras mis pasos resonaban sobre la hierba. De fondo el sonido de las aguas de las fuentes, se escuchaba como un murmullo lejano, un murmullo que comenzó poco a poco a acabarse, pues ahora había una ligera neblina a mi paso, que se extendía por todo el jardín. Las aguas de las fuentes comenzaron a congelarse poco a poco entre tinieblas que se mesclaban con la oscuridad de la misma noche.
Había hecho que las sombras que podía manipular custodiaran aquella mansión, rebelándome la identidad de todo aquel que intentara acercarse, pues necesitaba que aquel lugar estuviese aislado, lo más alejado posible de toda persona.
Necesitaba que por al menos siete días, aquello fuese inaccesible para el resto de seres, con excepción de la dueña, el adultero -o también conocido como “el marido”- y yo. Que ahora era por decirlo de algún modo el “guardián” de aquel lugar. Así que incluso los siervos que atendían a la inmortal estaban fuera. Pues se trataba de limpiar aquella residencia de energías externas. Necesitaba que aquel espacio no se viese alterado para que los rituales que tenía que hacer se formaran con éxito.
Continúe mi caminata con calma y en silencio, notando una ligera brisa fría que comenzaba a formase en el jardín. Hasta que de pronto escuche unos pasos que parecían acercarse. Ya no me encontraba solo. Aspire el aire frio mientras elevaba el rostro hacia el cielo.
Buenas noches, comente sin girarme.
…Una noche hermosa…¿verdad madame?...
Si…Una noche hermosa…y perfecta para hacer vudú. La luna está en su máximo esplendor… Comente entre susurros torciendo una sonrisa nostálgica. ¿Cuanto tiempo hacia que no hacia vudú o mal de ojo a alguien?...Negué con la cabeza, pues había estado demasiado ocupado como para hacer “travesuras” y ya las empezaba a extrañar.
La noche estrellada se mostraba en toda su magnificencia ante mis ojos que contemplaban el firmamento y entonces recordé aquello que aun llevaba en mi bolsillo. Acaricie la superficie de aquella piedra en el interior de mis ropajes.
La verdad es que os estaba esperando…
Llenad con vuestra presencia nuestro entorno,
Danzad pequeños diablillos, danzad por la oscuridad…
Danzad para mi…"
Comente complacido mientras salía al jardín hablando a la soledad de la noche.
Camine con tranquilidad, mientras mis pasos resonaban sobre la hierba. De fondo el sonido de las aguas de las fuentes, se escuchaba como un murmullo lejano, un murmullo que comenzó poco a poco a acabarse, pues ahora había una ligera neblina a mi paso, que se extendía por todo el jardín. Las aguas de las fuentes comenzaron a congelarse poco a poco entre tinieblas que se mesclaban con la oscuridad de la misma noche.
Había hecho que las sombras que podía manipular custodiaran aquella mansión, rebelándome la identidad de todo aquel que intentara acercarse, pues necesitaba que aquel lugar estuviese aislado, lo más alejado posible de toda persona.
Necesitaba que por al menos siete días, aquello fuese inaccesible para el resto de seres, con excepción de la dueña, el adultero -o también conocido como “el marido”- y yo. Que ahora era por decirlo de algún modo el “guardián” de aquel lugar. Así que incluso los siervos que atendían a la inmortal estaban fuera. Pues se trataba de limpiar aquella residencia de energías externas. Necesitaba que aquel espacio no se viese alterado para que los rituales que tenía que hacer se formaran con éxito.
Continúe mi caminata con calma y en silencio, notando una ligera brisa fría que comenzaba a formase en el jardín. Hasta que de pronto escuche unos pasos que parecían acercarse. Ya no me encontraba solo. Aspire el aire frio mientras elevaba el rostro hacia el cielo.
Buenas noches, comente sin girarme.
…Una noche hermosa…¿verdad madame?...
Si…Una noche hermosa…y perfecta para hacer vudú. La luna está en su máximo esplendor… Comente entre susurros torciendo una sonrisa nostálgica. ¿Cuanto tiempo hacia que no hacia vudú o mal de ojo a alguien?...Negué con la cabeza, pues había estado demasiado ocupado como para hacer “travesuras” y ya las empezaba a extrañar.
La noche estrellada se mostraba en toda su magnificencia ante mis ojos que contemplaban el firmamento y entonces recordé aquello que aun llevaba en mi bolsillo. Acaricie la superficie de aquella piedra en el interior de mis ropajes.
La verdad es que os estaba esperando…
Zhepyr D. Asrhan- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
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Re: El Diamante Azul (Privado)
La tenue luz de las velas tiritaba como una hoja bajo el son de la brisa nocturna que se filtraba por aquella ventana entreabierta, suficiente para renovar el cálido ambiente que allí se respiraba, manteniendo las cortinas de satén rojas apartadas para que mi mirada se perdiera por aquél cielo estrellado coronado por la centelleante reina de la noche, tan esférica, grande y brillante que casi podía reflejarme en ella, en aquella luna de difuminados cráteres que tanto me recordaban a los diminutos lunares que adornaban la piel de Jerarld cuando ésta se bañaba en su melosa luz, siendo ella la que guiara las yemas de mis dedos por su anatomía desnuda hasta alcanzar aquellos finos labios risueños que acariciaban mi boca para enloquecerla y así luego saciarla con su bálsamo, su saliva…
Tensé las mandíbulas, tomé una bocanada de aire y cerré los ojos por un momento, meneando luego la cabeza para borrar todo rastro de aquellas fantasías, aquellos recuerdos que probablemente no volvería a sentir en mi piel como si el fuego se grabara en ella. Debía hacerme a la idea.
Me erguí finalmente, abandonando la desnudez al ocultar mi cuerpo entre la textura del albornoz que fue absorbiendo el agua que se deslizaba libremente por mis poros, secando así mi piel aunque no mi cabello, pues este caía por mi espalda como una cortina ondeada y de color azabache por permanecer húmeda. Dejando atrás la bañera de aguas calientes y desempañando el espejo del baño, tomé un peine y desenredé los cabellos durante largos instantes, mirando mi reflejo sin ver nada realmente en él, ni siquiera a mí. ¿Por qué me sentía tan vacía? ¿Qué pedazo faltaba en mí? ¿Qué pieza había perdido? Oh, por supuesto que aquellas preguntas tenían respuesta. De hecho, la respuesta tenía nombre propio. Jerarld, como siempre. Mi fantasma, mi halo y mi anhelo. Siempre era él.
Descalza y sin importarme ese detalle, bajé las escaleras tras alejarme del baño, buscando a mi único huésped de aquella noche, suponiendo que se encontraría en el salón, junto a la hoguera que presidía la chimenea, leyendo quizás un libro de hechizos o de torturas para mortales. Al no verle allí, con la única luz encendida a punto de consumirse sin ser realmente de utilidad para nadie, me acerqué a la cocina, sin encontrarle allí tampoco. Así que, haciendo uso de mis dones vampíricos, aspiré su aroma el suficiente tiempo para saber que se encontraba en mi jardín, quizás admirando la noche o puede que simplemente, paseando por entre sus fuentes. A Jerarld también le agradaba perderse entre aquellas fuentes…
- Mi vida es la noche en sí. ¿Cómo puedo tener preferencias hacia una u otra? Sólo puede cambiar su lucero y aun así, es siempre el mismo.- cavilé en voz alta ante el comentario típico del tiempo que profirió el hechicero en cuanto se percató de mi presencia tras él, caminando hasta sentarme en el borde de la fuente del ángel, aquella en la que años atrás, Jer y yo caímos juntos ante la noticia de nuestro enlace.- ¿Qué esperabas de mí?- le pedí sin mirarle siquiera, demasiado entretenida jugando con el agua estancada, remojando mi mano en ella para crear pequeñas olas en movimientos horizontales sobre su superficie.
Tensé las mandíbulas, tomé una bocanada de aire y cerré los ojos por un momento, meneando luego la cabeza para borrar todo rastro de aquellas fantasías, aquellos recuerdos que probablemente no volvería a sentir en mi piel como si el fuego se grabara en ella. Debía hacerme a la idea.
Me erguí finalmente, abandonando la desnudez al ocultar mi cuerpo entre la textura del albornoz que fue absorbiendo el agua que se deslizaba libremente por mis poros, secando así mi piel aunque no mi cabello, pues este caía por mi espalda como una cortina ondeada y de color azabache por permanecer húmeda. Dejando atrás la bañera de aguas calientes y desempañando el espejo del baño, tomé un peine y desenredé los cabellos durante largos instantes, mirando mi reflejo sin ver nada realmente en él, ni siquiera a mí. ¿Por qué me sentía tan vacía? ¿Qué pedazo faltaba en mí? ¿Qué pieza había perdido? Oh, por supuesto que aquellas preguntas tenían respuesta. De hecho, la respuesta tenía nombre propio. Jerarld, como siempre. Mi fantasma, mi halo y mi anhelo. Siempre era él.
Descalza y sin importarme ese detalle, bajé las escaleras tras alejarme del baño, buscando a mi único huésped de aquella noche, suponiendo que se encontraría en el salón, junto a la hoguera que presidía la chimenea, leyendo quizás un libro de hechizos o de torturas para mortales. Al no verle allí, con la única luz encendida a punto de consumirse sin ser realmente de utilidad para nadie, me acerqué a la cocina, sin encontrarle allí tampoco. Así que, haciendo uso de mis dones vampíricos, aspiré su aroma el suficiente tiempo para saber que se encontraba en mi jardín, quizás admirando la noche o puede que simplemente, paseando por entre sus fuentes. A Jerarld también le agradaba perderse entre aquellas fuentes…
- Mi vida es la noche en sí. ¿Cómo puedo tener preferencias hacia una u otra? Sólo puede cambiar su lucero y aun así, es siempre el mismo.- cavilé en voz alta ante el comentario típico del tiempo que profirió el hechicero en cuanto se percató de mi presencia tras él, caminando hasta sentarme en el borde de la fuente del ángel, aquella en la que años atrás, Jer y yo caímos juntos ante la noticia de nuestro enlace.- ¿Qué esperabas de mí?- le pedí sin mirarle siquiera, demasiado entretenida jugando con el agua estancada, remojando mi mano en ella para crear pequeñas olas en movimientos horizontales sobre su superficie.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Re: El Diamante Azul (Privado)
Observe con calma como se sentaba en la fuente.
Cada noche es distinta madame. Cada noche tiene su historia, su magia, su encanto…Vos deberíais saberlo bien, pues vivís en ella. La noche es distinta y nos cambia según le parece…¿O es que podéis decir que esta noche es exactamente igual a la de hace cinco meses?...Estoy seguro que incluso vuestra compañía era distinta…
Casi podía imaginarla en el salón ahí con su marido y aquellos niños dando vueltas por ahí. Como la típica estampa familiar. La sola idea de pensar en ello me dio asco. La verdad es que a aquella mujer no le pegaba absolutamente nada tener a dos mocosos a su cargo. Pero, ¿quién era yo para juzgar la forma de vida de aquella súcubus?
Si, te esperaba, quería entregarte algo. Camine situándome detrás de ella, observando la fuente un instante.
Tenía un pequeño e insignificante regalo para ti. Acerque mis dedos a su fría piel y deslice sus cabellos con cuidado hacia un lado, saque la joya que guardaba en un pañuelo de seda y la situé con delicadeza por su cuello, presionando el cierre y acomodando aquella pieza sobre su garganta. Deslice mis dedos por aquella fría piel tan solo un instante. Y entonces observe como miraba su reflejo para ver cómo era aquella joya. Comencé a desplazarme hasta encontrarme delante de ella y sentarme en la fuente a su lado mientras hablaba.
Su brillo es impecable, su nitidez va mas allá de la perfección…sin embargo no es un zafiro…Explique ante su mirada curiosa. Es un diamante azul, una joya única. Quería entregártelo como agradecimiento. Pues en mi cultura es importante hacer entender a nuestros anfitriones que su compañía es grata, comente haciendo un gesto de cabeza, como sutil reverencia delante de ella.
Acerque mis dedos a sus cabellos y los volví a poner a un lado, como los tenia ella en un principio. Fijándome en aquellos ojos castaños que ahora se clavaban en los míos.
Espero que te agrade. Comente sin reprimir una sonrisa, pues a pesar de la oscuridad del lugar, sus ojos, y aquel colgante brillaban con autenticidad y luz propia. Haciendo deslumbrar aquella belleza de los inmortales, que de alguna forma era tan antinatural…como divina…
Cada noche es distinta madame. Cada noche tiene su historia, su magia, su encanto…Vos deberíais saberlo bien, pues vivís en ella. La noche es distinta y nos cambia según le parece…¿O es que podéis decir que esta noche es exactamente igual a la de hace cinco meses?...Estoy seguro que incluso vuestra compañía era distinta…
Casi podía imaginarla en el salón ahí con su marido y aquellos niños dando vueltas por ahí. Como la típica estampa familiar. La sola idea de pensar en ello me dio asco. La verdad es que a aquella mujer no le pegaba absolutamente nada tener a dos mocosos a su cargo. Pero, ¿quién era yo para juzgar la forma de vida de aquella súcubus?
Si, te esperaba, quería entregarte algo. Camine situándome detrás de ella, observando la fuente un instante.
Tenía un pequeño e insignificante regalo para ti. Acerque mis dedos a su fría piel y deslice sus cabellos con cuidado hacia un lado, saque la joya que guardaba en un pañuelo de seda y la situé con delicadeza por su cuello, presionando el cierre y acomodando aquella pieza sobre su garganta. Deslice mis dedos por aquella fría piel tan solo un instante. Y entonces observe como miraba su reflejo para ver cómo era aquella joya. Comencé a desplazarme hasta encontrarme delante de ella y sentarme en la fuente a su lado mientras hablaba.
- Diamante Azul:
Su brillo es impecable, su nitidez va mas allá de la perfección…sin embargo no es un zafiro…Explique ante su mirada curiosa. Es un diamante azul, una joya única. Quería entregártelo como agradecimiento. Pues en mi cultura es importante hacer entender a nuestros anfitriones que su compañía es grata, comente haciendo un gesto de cabeza, como sutil reverencia delante de ella.
Acerque mis dedos a sus cabellos y los volví a poner a un lado, como los tenia ella en un principio. Fijándome en aquellos ojos castaños que ahora se clavaban en los míos.
Espero que te agrade. Comente sin reprimir una sonrisa, pues a pesar de la oscuridad del lugar, sus ojos, y aquel colgante brillaban con autenticidad y luz propia. Haciendo deslumbrar aquella belleza de los inmortales, que de alguna forma era tan antinatural…como divina…
Zhepyr D. Asrhan- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
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Re: El Diamante Azul (Privado)
La piedra, ahora entre las yemas de mis dedos para poder descubrir cada vértice, cada contorno perfectamente tallado, reflejaba la luna como si de un lienzo cubista se tratara, arrancándome una sonrisa maravillada ante tal belleza casi cegadora. Dejé caer aquella pieza por su propio peso, acomodándose sobre mi escote para poder retratar aquella estampa de la fuente, con sus nenúfares desplazándose paulatinamente por aquella superficie cristalina, acompañados por mis manos juguetonas que no se detuvieron ni siquiera frente al presente que aquél hechicero me había brindado con galantería envidiable.
- ¿Cuál es el precio que propones cobrar?- le pedí con voz dulce y melosa, incluso con aquella sonrisa que no había desaparecido todavía de mis labios.- Ya acordamos colaborar mutuamente, cada uno por su interés. Entonces… ¿a qué se debe este caro y exclusivo detalle que ahora adorna mi cuello?
Alcé mi rostro hacia él, pues se había sentado junto a mí en el borde de aquella fuente. A nuestro alrededor, los árboles se mecían como si bailaran un vals con el viento que les guiaba. En uno de sus fuertes tirones, algunas hojas se desprendieron y una se posó sobre el hombro de Zhepyr. Como si nunca antes hubiera visto semejante trivialidad, me dediqué en silencio a escrutar aquella hoja rojiza que parecía haber escapado de un otoño cercano o que quizás, este no había pasado por ella. Como yo misma, siempre eterna e inmutable, viendo el tiempo transcurrir para el resto de mortales pero jamás para mí. Echaba de menos la sensación de perder el tiempo, de contemplar oportunidades, de preocuparme por la toma de decisiones. Casi deseaba poder ver cómo el tiempo anidaba en mi pelo y lo teñía de marfil del mismo modo que mi piel se arrugaba como una pasa...
Me puse en pie, girando mi cuerpo hacia la fuente, con la mirada puesta muy lejos de allí. Seguía desquiciada, lo sabía, me conocía, y debía volver a enfriar mi corazón, mi mente, mis sentidos. Era necesario que Eyra volviera a ser aquella piedra insensible, cruel y altiva que el mundo modeló a su antojo en cuanto Boneau me convirtió en ser nocturno.
Desabroché el nudo del cinturón de tela que mantenía el albornoz como el antifaz de mi anatomía desnuda, dejándolo caer a mis pies antes de subir sobre el banco en el que había estado sentada junto al brujo todo aquél tiempo, decidiéndome a adentrarme en aquellas aguas gélidas, algo sucias incluso, pero que tantos recuerdos me traía. Y no es que buscara bañarme en la nostalgia que ahora me atacaba con la guardia baja, sino que esperaba encontrar en la frialdad de aquella noche unos brazos cálidos que me borraran aquellos mismos recuerdos por los que ahora me desvivía.
- Acompáñame esta noche.- susurré a aquél que me miraba un tanto confuso mientras me sentaba en el fondo de la fuente y recostaba mi espalda contra la figura angelical, levantando pesadamente mi pierna derecha para contemplar cómo uno de aquellos nenúfares se resbalaba por mi pie hasta caer sobre mi vientre.
Con mis ojos fijos en los de él, pude ver aquello que él miraba. Una joven muchacha bañándose desnuda, vistiendo únicamente un colgante de luz añil, en una fuente llena de flores y algunos grillos cantores que se escondían entre algunos de los nenúfares florecidos, pidiéndole casi sensualmente, que fueran los brazos de él los que abrigaran su cuerpo aquella noche llena de soledad presente en cada uno de sus rincones oscuros.
- ¿Cuál es el precio que propones cobrar?- le pedí con voz dulce y melosa, incluso con aquella sonrisa que no había desaparecido todavía de mis labios.- Ya acordamos colaborar mutuamente, cada uno por su interés. Entonces… ¿a qué se debe este caro y exclusivo detalle que ahora adorna mi cuello?
Alcé mi rostro hacia él, pues se había sentado junto a mí en el borde de aquella fuente. A nuestro alrededor, los árboles se mecían como si bailaran un vals con el viento que les guiaba. En uno de sus fuertes tirones, algunas hojas se desprendieron y una se posó sobre el hombro de Zhepyr. Como si nunca antes hubiera visto semejante trivialidad, me dediqué en silencio a escrutar aquella hoja rojiza que parecía haber escapado de un otoño cercano o que quizás, este no había pasado por ella. Como yo misma, siempre eterna e inmutable, viendo el tiempo transcurrir para el resto de mortales pero jamás para mí. Echaba de menos la sensación de perder el tiempo, de contemplar oportunidades, de preocuparme por la toma de decisiones. Casi deseaba poder ver cómo el tiempo anidaba en mi pelo y lo teñía de marfil del mismo modo que mi piel se arrugaba como una pasa...
Me puse en pie, girando mi cuerpo hacia la fuente, con la mirada puesta muy lejos de allí. Seguía desquiciada, lo sabía, me conocía, y debía volver a enfriar mi corazón, mi mente, mis sentidos. Era necesario que Eyra volviera a ser aquella piedra insensible, cruel y altiva que el mundo modeló a su antojo en cuanto Boneau me convirtió en ser nocturno.
Desabroché el nudo del cinturón de tela que mantenía el albornoz como el antifaz de mi anatomía desnuda, dejándolo caer a mis pies antes de subir sobre el banco en el que había estado sentada junto al brujo todo aquél tiempo, decidiéndome a adentrarme en aquellas aguas gélidas, algo sucias incluso, pero que tantos recuerdos me traía. Y no es que buscara bañarme en la nostalgia que ahora me atacaba con la guardia baja, sino que esperaba encontrar en la frialdad de aquella noche unos brazos cálidos que me borraran aquellos mismos recuerdos por los que ahora me desvivía.
- Acompáñame esta noche.- susurré a aquél que me miraba un tanto confuso mientras me sentaba en el fondo de la fuente y recostaba mi espalda contra la figura angelical, levantando pesadamente mi pierna derecha para contemplar cómo uno de aquellos nenúfares se resbalaba por mi pie hasta caer sobre mi vientre.
Con mis ojos fijos en los de él, pude ver aquello que él miraba. Una joven muchacha bañándose desnuda, vistiendo únicamente un colgante de luz añil, en una fuente llena de flores y algunos grillos cantores que se escondían entre algunos de los nenúfares florecidos, pidiéndole casi sensualmente, que fueran los brazos de él los que abrigaran su cuerpo aquella noche llena de soledad presente en cada uno de sus rincones oscuros.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Re: El Diamante Azul (Privado)
Observe la bata que ahora se encontraba a mis pies arqueando una ceja.
La brisa siguió meciendo la copa de los arboles y yo me gire, primero observándole con detenimiento, luego analizando tal situación.
Una sonrisa torcida recorrió mi semblante al ver como aquella mujer se sentaba y jugueteaba con las aguas de aquella fuente. Definitivamente los inmortales comenzaban a perder el buen juicio con unos tantos siglos de vida, era un hecho contrastado casi científicamente, que ahora podía ver.
Me puse en pie y le mire un instante antes de adentrarme en la fuente tal cual cómo iba, notando como mis finos y carísimos ropajes rojizos comenzaban a empaparse con cada paso que daba hacia ella. Le mire hacia abajo ladeando un poco el rostro, aun observando lo que se podrían traer entre manos aquellos ojos seductores, descubriendo en ellos ese atisbo de lujuria tan particular como indescriptible.
Me puse de cuclillas ante su sonrisa divertida.
¿A que se debe mi presente?...Como te indicaba antes, simplemente quiero que veas que me gusta pagar mis deudas. Tú has confiado en mí, y eso es algo que valoro. Esta pequeña baratija, solo es una forma modesta de demostrarte lo que implica para mí. Comente mientras acercaba mis manos hacia su escote y acariciaba la superficie de aquel cristal con la yema de mis dedos.
Sonrei a aquella mujer mientras la brisa aun fría de la primavera se hacía presente a nuestro alrededor, entre sombras que aun se escabullían y mesclaban en los recovecos de la noche. Fue entonces cuando comencé a fijarme con detenimiento en cada detalle de su sinuoso cuerpo, apreciando esas piernas largas, aquellas caderas sumergidas entre las aguas, esa cintura estrecha y ese sugerente, provocativo y contundente escote que se dejaba ver entre la penumbra del jardín, donde solo yo podía mirar cada rincón de su anatomía.
Pero antes de poder continuar con aquella "apreciación" de su cuerpo, mis ojos bajaron hasta su vientre para encontrar aquel nenúfar que se hallaba en el. Lo tome con la punta de mis dedos y lo deje a un lado procurando no tocarlo en exceso, notando una sonrisa en mis labios por lo absurdo de aquello.
Además…por supuesto! Quien desea desatarse, descansar y relajarse entre las sabanas de exquisito algodón egipcio teniendo a su predisposición una fuente… llena de… nenúfares…? comente con ironia por verle allí de tal forma expuesta ante mí, mientras extendía mis cabellos hacia atrás de forma teatral, acomodándolos para que no se vinieran a mi rostro.
Aprecie una sonrisa en sus labios, ella parecía divertida y eso me complacía. Pues me agradaba encontrar parte de su confianza depositada en mí, no solo porque ella fuese la portadora de una de las reliquias, sino porque parecía que después de todo... aquella inmortal no era tan distinta a la idea que me había hecho...
La brisa siguió meciendo la copa de los arboles y yo me gire, primero observándole con detenimiento, luego analizando tal situación.
Una sonrisa torcida recorrió mi semblante al ver como aquella mujer se sentaba y jugueteaba con las aguas de aquella fuente. Definitivamente los inmortales comenzaban a perder el buen juicio con unos tantos siglos de vida, era un hecho contrastado casi científicamente, que ahora podía ver.
Me puse en pie y le mire un instante antes de adentrarme en la fuente tal cual cómo iba, notando como mis finos y carísimos ropajes rojizos comenzaban a empaparse con cada paso que daba hacia ella. Le mire hacia abajo ladeando un poco el rostro, aun observando lo que se podrían traer entre manos aquellos ojos seductores, descubriendo en ellos ese atisbo de lujuria tan particular como indescriptible.
Me puse de cuclillas ante su sonrisa divertida.
¿A que se debe mi presente?...Como te indicaba antes, simplemente quiero que veas que me gusta pagar mis deudas. Tú has confiado en mí, y eso es algo que valoro. Esta pequeña baratija, solo es una forma modesta de demostrarte lo que implica para mí. Comente mientras acercaba mis manos hacia su escote y acariciaba la superficie de aquel cristal con la yema de mis dedos.
Sonrei a aquella mujer mientras la brisa aun fría de la primavera se hacía presente a nuestro alrededor, entre sombras que aun se escabullían y mesclaban en los recovecos de la noche. Fue entonces cuando comencé a fijarme con detenimiento en cada detalle de su sinuoso cuerpo, apreciando esas piernas largas, aquellas caderas sumergidas entre las aguas, esa cintura estrecha y ese sugerente, provocativo y contundente escote que se dejaba ver entre la penumbra del jardín, donde solo yo podía mirar cada rincón de su anatomía.
Pero antes de poder continuar con aquella "apreciación" de su cuerpo, mis ojos bajaron hasta su vientre para encontrar aquel nenúfar que se hallaba en el. Lo tome con la punta de mis dedos y lo deje a un lado procurando no tocarlo en exceso, notando una sonrisa en mis labios por lo absurdo de aquello.
Además…por supuesto! Quien desea desatarse, descansar y relajarse entre las sabanas de exquisito algodón egipcio teniendo a su predisposición una fuente… llena de… nenúfares…? comente con ironia por verle allí de tal forma expuesta ante mí, mientras extendía mis cabellos hacia atrás de forma teatral, acomodándolos para que no se vinieran a mi rostro.
Aprecie una sonrisa en sus labios, ella parecía divertida y eso me complacía. Pues me agradaba encontrar parte de su confianza depositada en mí, no solo porque ella fuese la portadora de una de las reliquias, sino porque parecía que después de todo... aquella inmortal no era tan distinta a la idea que me había hecho...
Zhepyr D. Asrhan- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
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Re: El Diamante Azul (Privado)
Posé la yema de mi dedo índice sobre sus labios, inclinando mi espalda hacia él y frunciendo el ceño como si me alarmaran u ofendieran sus palabras. Pero lo cierto era, que simplemente adoraba el silencio. ¿Por qué romperlo con inútil palabrería? Ni siquiera me interesaba realmente que me contara de qué tejido eran sus sábanas. Mi mente se limitaba a fantasear con él, desnudándole con la mirada, haciéndolo realidad mediante mis dedos que ahora, desabrochaban los infinitos botones de sus ropajes carmesíes. Lancé lejos de nosotros aquella primera pieza téxtil, no sorprendiéndome al encontrar un nuevo obstáculo, una simple camisa de lino de color ocre, firmemente abotonada de igual modo. No me deshice de ella, volviendo mi espalda hacia atrás para recostarme. Torcí entonces una sonrisa travies y con mi pie derecho, acaricia su cuello y su pecho hasta que, de un ligero empujón, él perdió el equilibrió estando acuclillando frente a mí y cayó hacia atrás hasta zambullirse completamente en las aguas de aquella fuente. Una sonora carcajada escapó de mis labios risueños y joviales. Esperé a que volviera a la superficie en busca del oxígeno robado, ansiosa por continuar aquél juego cuyo desenlace ambos conocíamos sobradamente y que, aun así, nos agradaba tantear el destino y su aliado, el futuro.
- Nunca subestimes a tu contrario.- reí todavía, cerrando los ojos al echar la cabeza hacia atrás, dejando que mis cabellos quedaran mejor ordenados tras mi espalda desnuda.
El silencio volvió a posarse sobre nosotros y un estremecimiento recorrió mi piel.
- Nunca subestimes a tu contrario.- reí todavía, cerrando los ojos al echar la cabeza hacia atrás, dejando que mis cabellos quedaran mejor ordenados tras mi espalda desnuda.
El silencio volvió a posarse sobre nosotros y un estremecimiento recorrió mi piel.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Re: El Diamante Azul (Privado)
Las frías aguas recorrieron mi cuerpo en aquel “ataque” improvisado.
Una sonrisa maliciosa nació de entre mis labios en aquel momento, pues al parecer a la súcubus le gustaba jugar…puede que tanto como a mí.
Mientras aun me hallaba bajo las aguas hice que las sombras se acercaran a nosotros, dejándonos aun mas en penumbra, rodeando la atmosfera con una neblina que nos cubría, usando aquellas formas como distracción, pues sabía que por un instante le impedirían ver con claridad.
Emergí de las aguas con calma, limpiando con cuidado las gotas de agua que se depositaban en mis mejillas. Ahora estaba completamente empapado y la tela de mi camisa se pegaba a cada centímetro de mi torso, dejando entrever mi musculada figura. Desgarre los botones y deje la tela a un lado sin preocuparme por ella. Note como las gotas resbalaban por mis mejillas, perdiéndose por mi cuello y cayendo por torso, tiñéndose con el color de mi piel bronceada.
Mi risa resonó en la noche, y aun usando aquella neblina que había creado me abalance sobre ella, ya sin ninguna camisa que entorpeciese el roce de nuestra piel, deslice mis manos por sus brazos hasta encontrar sus muñecas, las sujete con firmeza mientras me inclinaba para posarme ligeramente encima suyo.
Solo podría subestimar a mi contrario si le considerase como tal…Dime…¿Es que deseas jugar conmigo? indique mientras acercaba mi rostro hacia ella, dejándolo a escasos centímetros del suyo. O es que me estás diciendo que debería considerarte como una enemiga?...susurré con una sonrisa traviesa mientras me acercaba aun mas a ella, deslizando un instante mi mejilla contra la suya, para poder susurrar a su oído, lamiendo con lentitud su cuello con la punta de mi lengua hasta llegar al lóbulo de su oreja, degustando del sabor de su piel, y de la frialdad de su carne.
Hacia frio, la brisa seguía su curso, y ahora una neblina oscura nos rodeaba, sin embargo mi piel seguía tan cálida como siempre, notando incluso como subía de temperatura al encontrar su cuerpo ahora tan cerca del mío.
Una sonrisa maliciosa nació de entre mis labios en aquel momento, pues al parecer a la súcubus le gustaba jugar…puede que tanto como a mí.
Mientras aun me hallaba bajo las aguas hice que las sombras se acercaran a nosotros, dejándonos aun mas en penumbra, rodeando la atmosfera con una neblina que nos cubría, usando aquellas formas como distracción, pues sabía que por un instante le impedirían ver con claridad.
Emergí de las aguas con calma, limpiando con cuidado las gotas de agua que se depositaban en mis mejillas. Ahora estaba completamente empapado y la tela de mi camisa se pegaba a cada centímetro de mi torso, dejando entrever mi musculada figura. Desgarre los botones y deje la tela a un lado sin preocuparme por ella. Note como las gotas resbalaban por mis mejillas, perdiéndose por mi cuello y cayendo por torso, tiñéndose con el color de mi piel bronceada.
Mi risa resonó en la noche, y aun usando aquella neblina que había creado me abalance sobre ella, ya sin ninguna camisa que entorpeciese el roce de nuestra piel, deslice mis manos por sus brazos hasta encontrar sus muñecas, las sujete con firmeza mientras me inclinaba para posarme ligeramente encima suyo.
Solo podría subestimar a mi contrario si le considerase como tal…Dime…¿Es que deseas jugar conmigo? indique mientras acercaba mi rostro hacia ella, dejándolo a escasos centímetros del suyo. O es que me estás diciendo que debería considerarte como una enemiga?...susurré con una sonrisa traviesa mientras me acercaba aun mas a ella, deslizando un instante mi mejilla contra la suya, para poder susurrar a su oído, lamiendo con lentitud su cuello con la punta de mi lengua hasta llegar al lóbulo de su oreja, degustando del sabor de su piel, y de la frialdad de su carne.
Hacia frio, la brisa seguía su curso, y ahora una neblina oscura nos rodeaba, sin embargo mi piel seguía tan cálida como siempre, notando incluso como subía de temperatura al encontrar su cuerpo ahora tan cerca del mío.
Zhepyr D. Asrhan- Hechicero Clase Alta
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Re: El Diamante Azul (Privado)
Ahogué un jadeó nacido tras ese contacto entre ambos y reí con picardía, satisfecha de hallar en aquél hombre a penas conocido, el juego que animaría mi noche y quizás algunos de mis días.
- Esa es la cuestión, amigo mío… el deseo… y el jugar.- comenté con un rin tintin altamente sensual mientras me abría de piernas para que mi cuerpo recibiera el suyo como si nos tratásemos de dos piezas que encajan perfectamente entre si.
Cuando tuve su cadera sobre la mía, alcé mis piernas y las entrelacé para crear un cerco alrededor de su cintura, apretándolo para que las distancias se fundieran en el calor que de su anatomía emanaba. Ladeé entonces mi cabeza y besé su garganta una sola vez antes de deslizarme hacia un lateral de su cuello, hincándole el diente con sutileza, intentando no dañarle excesivamente, sorbiendo de aquél elixir de color rubí que ahora manchaba mis labios antes de descender por mi garganta en pequeñas raciones.
- Tu turno.- reí, relamiendo la herida que había dejado mis colmillos sobre su piel, esperando quizás que moviera una ficha más interesante si aun cabía, con ganas de que aquél mortal saciara algo más que mi simple apetito.
- Esa es la cuestión, amigo mío… el deseo… y el jugar.- comenté con un rin tintin altamente sensual mientras me abría de piernas para que mi cuerpo recibiera el suyo como si nos tratásemos de dos piezas que encajan perfectamente entre si.
Cuando tuve su cadera sobre la mía, alcé mis piernas y las entrelacé para crear un cerco alrededor de su cintura, apretándolo para que las distancias se fundieran en el calor que de su anatomía emanaba. Ladeé entonces mi cabeza y besé su garganta una sola vez antes de deslizarme hacia un lateral de su cuello, hincándole el diente con sutileza, intentando no dañarle excesivamente, sorbiendo de aquél elixir de color rubí que ahora manchaba mis labios antes de descender por mi garganta en pequeñas raciones.
- Tu turno.- reí, relamiendo la herida que había dejado mis colmillos sobre su piel, esperando quizás que moviera una ficha más interesante si aun cabía, con ganas de que aquél mortal saciara algo más que mi simple apetito.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Diamante Azul (Privado)
Deslice mis manos por su espalda, apretándola contra mi, notando como sus cabellos mojados se pegaban a su espalda y se enredaban en mis manos.
Deje que el aire de mis pulmones escapase por entre mis labios cuando ella comenzó a lamer mi cuello, pues aunque sentía sus dientes sobre mi piel y notaba como algunas gotas eran sorbidas por sus labios, también sentía un apesumbrado placer, debido quizás a aquella lengua juguetona.
Deslice mis manos por su espalda y las baje hasta depositarlas sobre sus caderas.
Mi turno…Repetí divertido antes de torcer una sonrisa y sujetarla aun de sus caderas para poder sumergirla conmigo en las aguas, Sus piernas aun seguían enredadas en mi cintura sin separarse de mi, por lo que su figura quedo debajo de la mía, mientras mis manos se despegaban de sus caderas para subir cuidadosamente por su vientre y por sus senos, deje que mis manos subieran hasta situarse sobre su rostro, donde sosteniéndole le robe un beso, en busca de su lengua, notando en sus labios y en aquella humedad el sabor de mi propia sangre.
Nos elevamos de las aguas dejando solo nuestras cabezas a flote. Mientras mis manos aun seguían sujetando su rostro.
Mordí su labio inferior y tire un poco de el antes de soltarlo. Le mire con seriedad.
Me gusta jugar…Pero no te confundas, no soy la cena. Comente con cierto deje divertido antes de volver a acomodar su figura, aprisionandola contra la mía.
Deje que el aire de mis pulmones escapase por entre mis labios cuando ella comenzó a lamer mi cuello, pues aunque sentía sus dientes sobre mi piel y notaba como algunas gotas eran sorbidas por sus labios, también sentía un apesumbrado placer, debido quizás a aquella lengua juguetona.
Deslice mis manos por su espalda y las baje hasta depositarlas sobre sus caderas.
Mi turno…Repetí divertido antes de torcer una sonrisa y sujetarla aun de sus caderas para poder sumergirla conmigo en las aguas, Sus piernas aun seguían enredadas en mi cintura sin separarse de mi, por lo que su figura quedo debajo de la mía, mientras mis manos se despegaban de sus caderas para subir cuidadosamente por su vientre y por sus senos, deje que mis manos subieran hasta situarse sobre su rostro, donde sosteniéndole le robe un beso, en busca de su lengua, notando en sus labios y en aquella humedad el sabor de mi propia sangre.
Nos elevamos de las aguas dejando solo nuestras cabezas a flote. Mientras mis manos aun seguían sujetando su rostro.
Mordí su labio inferior y tire un poco de el antes de soltarlo. Le mire con seriedad.
Me gusta jugar…Pero no te confundas, no soy la cena. Comente con cierto deje divertido antes de volver a acomodar su figura, aprisionandola contra la mía.
Zhepyr D. Asrhan- Hechicero Clase Alta
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Re: El Diamante Azul (Privado)
- Quizás no eres la cena… pero sí mi postre.- respondí con un guiño infantil, girándole de tal modo que ahora era su espalda la que se recostaba contra la figura del ángel, deshaciéndome del agarre de sus manos sobre mi rostro para tener más espacio y poder así envolver la piel de su torso, cuello y mandíbulas de besos sutiles y a veces apasionados, riendo cuando parecía que mis caricias le arrancaban consquillas.
Mis dedos se enredaron en sus cabellos y mi boca se detuvo frente a la suya, acariciando sus labios con mi lengua, decidiéndome, tras tentarle hasta la saciedad, a explorar los rincones de su cueva húmeda, hallando en esta una lengua tan juguetona como la mía, enredándolas entre si, deslizando entonces una de mis manos desde su cabello hasta su pecho, bajando hacia su abdomen, chocando con sus molestos pantalones que sin duda, eran el último obstáculo que me separaba del goce y el placer ilimitado.
- Esta noche… házme tuya.- le pedí en un susurro tan frágil y desesperado que por un segundo, me recordé como aquella ingenua humana que una vez fui, tan cobarde que prefería lanzarse a los brazos de otro para no arder en la desesperación de no hallar el calor que verdaderamente anhelaba.
Pero el caso era que Jerarld no estaba conmigo aquella noche. Zhepyr sí. Y pensaba olvidar aquellos agridulces recuerdos, aquél nombre que aun me detenía el aliento, con tal de llenar aquél vacío que mi marido había dejado en mi pecho tras su marcha. Zhepyr no era mi cena, cierto. Se había convertido sin quererlo, en la pieza que faltaba para completar el puzzle de mi cordura. O quizás, incluso más que eso...
Mis dedos se enredaron en sus cabellos y mi boca se detuvo frente a la suya, acariciando sus labios con mi lengua, decidiéndome, tras tentarle hasta la saciedad, a explorar los rincones de su cueva húmeda, hallando en esta una lengua tan juguetona como la mía, enredándolas entre si, deslizando entonces una de mis manos desde su cabello hasta su pecho, bajando hacia su abdomen, chocando con sus molestos pantalones que sin duda, eran el último obstáculo que me separaba del goce y el placer ilimitado.
- Esta noche… házme tuya.- le pedí en un susurro tan frágil y desesperado que por un segundo, me recordé como aquella ingenua humana que una vez fui, tan cobarde que prefería lanzarse a los brazos de otro para no arder en la desesperación de no hallar el calor que verdaderamente anhelaba.
Pero el caso era que Jerarld no estaba conmigo aquella noche. Zhepyr sí. Y pensaba olvidar aquellos agridulces recuerdos, aquél nombre que aun me detenía el aliento, con tal de llenar aquél vacío que mi marido había dejado en mi pecho tras su marcha. Zhepyr no era mi cena, cierto. Se había convertido sin quererlo, en la pieza que faltaba para completar el puzzle de mi cordura. O quizás, incluso más que eso...
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Diamante Azul (Privado)
No esperaba aquel giro por su parte, así que encontrarle aprisionándome a mi me sorprendió gratamente.
Deje que mis manos se perdiesen por su cintura y bajasen por el interior de sus muslos, perdiéndose entre su entrepierna,jugueteando con aquella zona prohibida, arrancándole algún que otro jadeo.
Contemple su cabeza extendida hacia atrás notando como su voz, su tacto y la cercanía de nuestra piel, hacia que deseara poseer cada centímetro de su cuerpo.
Acerque mis labios a su cuello y comencé a besarlo con fogosidad. Necesitando de ella, de su aroma y de su carne.
Esta noche…Solo estamos tu y yo…Esta noche eres solo mía. Susurre cerca de su oído antes de morder el lóbulo de su oreja.
Recosté mi espalda sobre la figura del ángel y baje las manos a la hebilla del cinturón, desabrochándolo, mientras mis manos y las suyas me ayudaban a deslizar aquella prenda por entre mis piernas, aunque como me hallaba atrapado bajo su anatomía parecía resistirse robándonos mas de una sonrisa cómplice, hasta que finalmente no quedo nada mas que su cuerpo sobre el mío. Sin ninguna atadura ni nada mas que se opusiera sobre nosotros.
Lleve mis manos a sus muslos y los abrí aun mas, tomándole desde la cintura para hacer que su figura quedase mas apretada a mi, ahora su cadera se posicionaba casi sobre la mía, mientras mis besos reseguían por su cuello, subiendo hasta su mentón, que ahora comenzaba a morder poco a poco…
Deje que mis manos se perdiesen por su cintura y bajasen por el interior de sus muslos, perdiéndose entre su entrepierna,jugueteando con aquella zona prohibida, arrancándole algún que otro jadeo.
Contemple su cabeza extendida hacia atrás notando como su voz, su tacto y la cercanía de nuestra piel, hacia que deseara poseer cada centímetro de su cuerpo.
Acerque mis labios a su cuello y comencé a besarlo con fogosidad. Necesitando de ella, de su aroma y de su carne.
Esta noche…Solo estamos tu y yo…Esta noche eres solo mía. Susurre cerca de su oído antes de morder el lóbulo de su oreja.
Recosté mi espalda sobre la figura del ángel y baje las manos a la hebilla del cinturón, desabrochándolo, mientras mis manos y las suyas me ayudaban a deslizar aquella prenda por entre mis piernas, aunque como me hallaba atrapado bajo su anatomía parecía resistirse robándonos mas de una sonrisa cómplice, hasta que finalmente no quedo nada mas que su cuerpo sobre el mío. Sin ninguna atadura ni nada mas que se opusiera sobre nosotros.
Lleve mis manos a sus muslos y los abrí aun mas, tomándole desde la cintura para hacer que su figura quedase mas apretada a mi, ahora su cadera se posicionaba casi sobre la mía, mientras mis besos reseguían por su cuello, subiendo hasta su mentón, que ahora comenzaba a morder poco a poco…
Zhepyr D. Asrhan- Hechicero Clase Alta
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Re: El Diamante Azul (Privado)
Mordí mi labio inferior antes de echar mi cabeza hacia atrás, arqueando mi espalda justo cuando sus manos más apretaron mi cintura para atraerla hacia él, pues en ese inocente gesto aproveché para abrir más todavía mis piernas y hacer cabida a su miembro viril que sin pudores ya, penetró en mis adentros de forma precisa, sutil y decidida, arrancándome un sonoro gemido que asustó a algunas aves nocturnas que dormitaban sobre las ramas de los árboles que sin quererlo, se habían convertido en los únicos testigos de aquél juego prohibido, pues la luna había quedado ya oculta tras la neblina formada por Zhepyr.
- Sólo tuya…- repetí jadeante, sonriendo al descubrir que mi mente se nublaba y ya ni siquiera recordaba mi propio nombre.
Mis dedos se aferraron a sus cabellos por un momento antes de descender hacia sus firmes brazos, contorneando sus músculos con delicadeza excepto en las primeras embestidas, puesto que mis uñas arañaron su piel cuál fiera desatada.
Mis músculos se tensaban y destensaban al ritmo de aquella danza carnal que, pese a la frialdad externa de la noche, mi cuerpo ardía y se cubría de sudor aun y estando en el agua. Su calidez propiamente humana sumado a la situación excitante en sí, hizo de aquella fuente un verdadero caldero de pócima hirviendo y de cuerpos desnudos batallando contra los mínimos espacios que se creaban entre ambos, deseando fervientemente unirnos más allá de los límites físicos que imponían la piel y los huesos.
- Sólo tuya…- repetí jadeante, sonriendo al descubrir que mi mente se nublaba y ya ni siquiera recordaba mi propio nombre.
Mis dedos se aferraron a sus cabellos por un momento antes de descender hacia sus firmes brazos, contorneando sus músculos con delicadeza excepto en las primeras embestidas, puesto que mis uñas arañaron su piel cuál fiera desatada.
Mis músculos se tensaban y destensaban al ritmo de aquella danza carnal que, pese a la frialdad externa de la noche, mi cuerpo ardía y se cubría de sudor aun y estando en el agua. Su calidez propiamente humana sumado a la situación excitante en sí, hizo de aquella fuente un verdadero caldero de pócima hirviendo y de cuerpos desnudos batallando contra los mínimos espacios que se creaban entre ambos, deseando fervientemente unirnos más allá de los límites físicos que imponían la piel y los huesos.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Diamante Azul (Privado)
Sujete sus caderas con firmeza, tomándole y girándome con ella, posicionándome encima, sin separarme ni un ápice de su cercanía, sujetándole para aumentar así el ritmo de las embestidas mientras mis manos navegaban ahora por aquellas montañas, aprisionándolas y dándoles forma con mis manos.
Note que mi respiración se agitaba,mis latidos aumentaban, mi piel ahora estaba empapada en sudor. Un sudor que caía mezclándose con el agua que como las sabanas, nos cubría con su humedad.
Arquee mi espalda entre embestidas, notando como sus piernas se aprisionaban aun mas en mi cintura, mientras mis manos ahora viajaban por su cuello y subían por su nuca, enredándose en sus cabellos, mientras acercaba mis labios a los suyos, sediento de ellos, hambriento de su carne.
Deguste esos labios con ansiedad, mordiéndolos, lamiéndolos y saboreándolos posesivamente. Antes de volver a girarme con ella dentro de aquella fuente, cuyas aguas ahora se movían violentas salpicando a todos lados ante nuestros movimientos bruscos y llenos de pasión, extendí mi cabeza hacia atrás a la vez que sujetaba sus caderas y sus manos se depositaban sobre mi pecho…
Le contemple entre la neblina que nos rodeaba, notando una ligera sonrisa en mis labios, pues parecía que el tiempo se había detenido, y solo había entre nosotros, el calor, el contacto, el placer, e incluso el dolor de los arañazos y los mordiscos espontáneos…
Note que mi respiración se agitaba,mis latidos aumentaban, mi piel ahora estaba empapada en sudor. Un sudor que caía mezclándose con el agua que como las sabanas, nos cubría con su humedad.
Arquee mi espalda entre embestidas, notando como sus piernas se aprisionaban aun mas en mi cintura, mientras mis manos ahora viajaban por su cuello y subían por su nuca, enredándose en sus cabellos, mientras acercaba mis labios a los suyos, sediento de ellos, hambriento de su carne.
Deguste esos labios con ansiedad, mordiéndolos, lamiéndolos y saboreándolos posesivamente. Antes de volver a girarme con ella dentro de aquella fuente, cuyas aguas ahora se movían violentas salpicando a todos lados ante nuestros movimientos bruscos y llenos de pasión, extendí mi cabeza hacia atrás a la vez que sujetaba sus caderas y sus manos se depositaban sobre mi pecho…
Le contemple entre la neblina que nos rodeaba, notando una ligera sonrisa en mis labios, pues parecía que el tiempo se había detenido, y solo había entre nosotros, el calor, el contacto, el placer, e incluso el dolor de los arañazos y los mordiscos espontáneos…
Zhepyr D. Asrhan- Hechicero Clase Alta
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Re: El Diamante Azul (Privado)
Situada sobre él, siendo yo ahora quién dictara la profundidad y el ritmo de sus embestidas, volvía a arañar la piel de su pectoral como si de una gata me tratara, sellando su piel no tan sólo con mi aroma sino también con mis huellas dactilares. Alguna gota de sangre escapaba entonces de aquellas magulladuras, incitándome a lamérselas con cautela, resiguiendo los contornos de sus músculos hasta llegar a su nuez, besándola antes de ascender hacia su mentón, mordiéndoselo, siguiendo mi viaje por sus mandíbulas, sus labios, su nariz, sus pómulos, su oreja...
Poco a poco, había ido abandonando la razón para adentrarme en un torbellino en el que sólo existía la locura, la lujuria, la pasión y el placer. Y aquella noche, envueltos por las sábanas de niebla, ambos nos fundimos en un único ser, conociéndonos, compartiendo y disfrutando en conjunto.
Mis besos volvieron a vestir su desnudez, bajando ahora hasta su entrepierna, a la que había descuidado por unos minutos y que ahora deseaba recompensar con mi máxima atención, devorando y lamiendo su miembro como si fuera un juguete nuevo fuese para mí, riendo con complicidad cada vez que mis ojos contemplaban su rostro descompuesto por el goce producido tanto por mi boca como por mis manos, dejándome envolver por la química que recorría nuestros cuerpos para, tras morderme de nuevo el labio inferior, cabalgar sobre él sin más rumbo que el destiempo.
Poco a poco, había ido abandonando la razón para adentrarme en un torbellino en el que sólo existía la locura, la lujuria, la pasión y el placer. Y aquella noche, envueltos por las sábanas de niebla, ambos nos fundimos en un único ser, conociéndonos, compartiendo y disfrutando en conjunto.
Mis besos volvieron a vestir su desnudez, bajando ahora hasta su entrepierna, a la que había descuidado por unos minutos y que ahora deseaba recompensar con mi máxima atención, devorando y lamiendo su miembro como si fuera un juguete nuevo fuese para mí, riendo con complicidad cada vez que mis ojos contemplaban su rostro descompuesto por el goce producido tanto por mi boca como por mis manos, dejándome envolver por la química que recorría nuestros cuerpos para, tras morderme de nuevo el labio inferior, cabalgar sobre él sin más rumbo que el destiempo.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Diamante Azul (Privado)
Entre embestidas, entre arañazos, entre el choque de nuestros cuerpos se encontraba la lujuria, la lujuria desmedida y el desenfreno sin fin provocado por la pasión de aquella noche oscura.
Mis manos de deslizaban por su cuerpo, sujetándolo y manteniéndolo cerca. Pues entre la frialdad de su piel y la calidez de la mía, se hallaba el justo equilibrio entre ambos....Ambos…tan distintos, tan diferentes y tan semejantes en aquella noche.
Cuando sus labios se encontraron una vez más con los míos, acaricie sus mejillas. Deje que las yemas de mis dedos recorrieran sus pómulos, y bajaran por su cuello, recorriendo su escote con calma, notando como se erizaba su piel con el contacto mis dedos. Sostuve su cintura y le gire con cuidado, sentándole sobre mis piernas, sujetando sus curvas con mis manos, mientras ella extendía hacia atrás la cabeza, apoyándola en mi hombro, y dejando al descubierto un cuello que yo besaba con fervor.
Deje que mis manos bajaran muy suavemente, deslizándose por debajo de sus senos y continuando su camino por su costado, acariciando sus costillas y deslizándose por su vientre, bajando poco a poco con una de mis manos, mientras que con la otra sujetaba su cintura, para impedir que la frialdad de su piel se alejara de mi.
Bese su hombro y reseguí su cuello con mi lengua, mordiéndolo y saboreandolo en ocasiones.
Me mordí los labios degustándolos, pues en ellos aun se encontraba su sabor. Pero entonces algo me distrajo, y es que algunas gotas comenzaron a caer sobre mis hombros y a deslizarse por los músculos de mi espalda. Reseguí con mi nariz su fino cuello antes de elevar el rostro. La noche seguía solitaria, la neblina nos rodeaba sutil como un manto entre las aguas, Y las nubes ahora arremolinadas sobre nosotros se mostraban imponentes, ocultando la luna.
El tiempo comenzaba a ser era imprevisible y extraño, y era porque se acercaba el eclipse…Un momento mágico que muchos esperarían con fervor…
Extendí mi cabeza hacia atrás sintiendo el peso de aquellas gotas al caer sobre mi rostro, empapándome aun mas, haciendo que mis cabellos se pegaran a mi rostro, las gotas se deslizaban por mis mejillas, bajando por mi cuello y por parte de mi torso antes de caer sobre la piel de ella, comenzando así a recorrer su escote y su vientre, donde ahora mis manos se alojaban y bajaban hacia sus rincones más escondidos...
Estaba seguro de que si las gotas de agua comenzaban a caer sobre ella, yo también las sentiría, pues en aquel momento, y en aquella noche ambos eramos solo uno y nada mas…
Mis manos de deslizaban por su cuerpo, sujetándolo y manteniéndolo cerca. Pues entre la frialdad de su piel y la calidez de la mía, se hallaba el justo equilibrio entre ambos....Ambos…tan distintos, tan diferentes y tan semejantes en aquella noche.
Cuando sus labios se encontraron una vez más con los míos, acaricie sus mejillas. Deje que las yemas de mis dedos recorrieran sus pómulos, y bajaran por su cuello, recorriendo su escote con calma, notando como se erizaba su piel con el contacto mis dedos. Sostuve su cintura y le gire con cuidado, sentándole sobre mis piernas, sujetando sus curvas con mis manos, mientras ella extendía hacia atrás la cabeza, apoyándola en mi hombro, y dejando al descubierto un cuello que yo besaba con fervor.
Deje que mis manos bajaran muy suavemente, deslizándose por debajo de sus senos y continuando su camino por su costado, acariciando sus costillas y deslizándose por su vientre, bajando poco a poco con una de mis manos, mientras que con la otra sujetaba su cintura, para impedir que la frialdad de su piel se alejara de mi.
Bese su hombro y reseguí su cuello con mi lengua, mordiéndolo y saboreandolo en ocasiones.
Me mordí los labios degustándolos, pues en ellos aun se encontraba su sabor. Pero entonces algo me distrajo, y es que algunas gotas comenzaron a caer sobre mis hombros y a deslizarse por los músculos de mi espalda. Reseguí con mi nariz su fino cuello antes de elevar el rostro. La noche seguía solitaria, la neblina nos rodeaba sutil como un manto entre las aguas, Y las nubes ahora arremolinadas sobre nosotros se mostraban imponentes, ocultando la luna.
El tiempo comenzaba a ser era imprevisible y extraño, y era porque se acercaba el eclipse…Un momento mágico que muchos esperarían con fervor…
Extendí mi cabeza hacia atrás sintiendo el peso de aquellas gotas al caer sobre mi rostro, empapándome aun mas, haciendo que mis cabellos se pegaran a mi rostro, las gotas se deslizaban por mis mejillas, bajando por mi cuello y por parte de mi torso antes de caer sobre la piel de ella, comenzando así a recorrer su escote y su vientre, donde ahora mis manos se alojaban y bajaban hacia sus rincones más escondidos...
Estaba seguro de que si las gotas de agua comenzaban a caer sobre ella, yo también las sentiría, pues en aquel momento, y en aquella noche ambos eramos solo uno y nada mas…
Zhepyr D. Asrhan- Hechicero Clase Alta
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Re: El Diamante Azul (Privado)
Entre gemidos y jadeos aquella locura sin nombre empezaba a dominar mis sentidos y pensamientos, sin siquiera titubear, pues ya me había lanzado a sus brazos en cuerpo y alma, ahora era yo quién le pertenecía al brujo del mismo modo que él me pertenecía a mí aquella noche.
Tomé un par de sus dedos, juguetona, mientras mis ojos le miraban con picardía, llevándomelos a los labios para primero, besar sus yemas con delicadeza, sintiendo el escalofrío que recorrió su cuerpo con aquél simple gesto, lejos de la pasionalidad que Zhepyr había descubierto en mí. Luego los deslicé hacia mi boca, jugando con ellos mediante mi lengua que, invasora, los envolvía en saliva a la vez que mis dientes mordían sus dedos en un juego de seducción y tentación a la que, por supuesto, el hechicero cayó con desesperación, tomándome de nuevo con fuerza por la cintura para guiar unos movimientos diseñados desde otra galaxia, lejos del mundo terrenal que ambos conocíamos. Bebimos de la saliva del otro, nos fundimos con la carne del otro, nos deseamos hasta enloquecer, arañándonos la piel que se interponía con nuestro ferviente deseo de poseernos más si aun cabía. Nuestras piezas del puzzle, encajadas, anhelaban ir más allá de aquellas barreras, explorando los confines del placer desmedido.
Otro gemido escapó de mis labios y mi espalda se arqueó más todavía, sintiendo mis venas hervir en lujuria. Tanto, que casi creí sentir mi corazón latir de nuevo por un segundo. Mis entrañas se inundaron de aquél elixir que conformaba el clímax recién experimentado por parte de ambos, quedando con la respiración acelerada y una sonrisa que iluminaba mi rostro como la misma luna en el firmamento. Me dejé caer por unos momentos sobre su pecho, acomodando mi cabeza en éste para tranquilizar mi aliento desbocado. Finalmente, suspiré, aliviada por el momento de la desinhibición de las tensiones acumuladas durante ese mes en el que Jerarld me había abandonado. Me sentía satisfecha, amada, cuidada, protegida, adorada... Y mi piel todavía olía a él, pese a que la lluvia ya descargaba con fuerza sobre nosotros. No me importaba, ya no. Ya no estaba sola aquella noche. Ya el frío había desaparecido de mis sentidos, arropada por el calor que me brindaba mi amante. Una sonrisa complacida escapó de mis labios ante tal pensamiento mientras mis dedos dibujaban formas sin sentido sobre la piel de Zhepyr.
- En la cocina hay fresas con nata. ¿Te apetecen?- le ofrecí con una pequeña risa traviesa.
Tomé un par de sus dedos, juguetona, mientras mis ojos le miraban con picardía, llevándomelos a los labios para primero, besar sus yemas con delicadeza, sintiendo el escalofrío que recorrió su cuerpo con aquél simple gesto, lejos de la pasionalidad que Zhepyr había descubierto en mí. Luego los deslicé hacia mi boca, jugando con ellos mediante mi lengua que, invasora, los envolvía en saliva a la vez que mis dientes mordían sus dedos en un juego de seducción y tentación a la que, por supuesto, el hechicero cayó con desesperación, tomándome de nuevo con fuerza por la cintura para guiar unos movimientos diseñados desde otra galaxia, lejos del mundo terrenal que ambos conocíamos. Bebimos de la saliva del otro, nos fundimos con la carne del otro, nos deseamos hasta enloquecer, arañándonos la piel que se interponía con nuestro ferviente deseo de poseernos más si aun cabía. Nuestras piezas del puzzle, encajadas, anhelaban ir más allá de aquellas barreras, explorando los confines del placer desmedido.
Otro gemido escapó de mis labios y mi espalda se arqueó más todavía, sintiendo mis venas hervir en lujuria. Tanto, que casi creí sentir mi corazón latir de nuevo por un segundo. Mis entrañas se inundaron de aquél elixir que conformaba el clímax recién experimentado por parte de ambos, quedando con la respiración acelerada y una sonrisa que iluminaba mi rostro como la misma luna en el firmamento. Me dejé caer por unos momentos sobre su pecho, acomodando mi cabeza en éste para tranquilizar mi aliento desbocado. Finalmente, suspiré, aliviada por el momento de la desinhibición de las tensiones acumuladas durante ese mes en el que Jerarld me había abandonado. Me sentía satisfecha, amada, cuidada, protegida, adorada... Y mi piel todavía olía a él, pese a que la lluvia ya descargaba con fuerza sobre nosotros. No me importaba, ya no. Ya no estaba sola aquella noche. Ya el frío había desaparecido de mis sentidos, arropada por el calor que me brindaba mi amante. Una sonrisa complacida escapó de mis labios ante tal pensamiento mientras mis dedos dibujaban formas sin sentido sobre la piel de Zhepyr.
- En la cocina hay fresas con nata. ¿Te apetecen?- le ofrecí con una pequeña risa traviesa.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Diamante Azul (Privado)
Pasión, desenfreno, lujuria…
Definitivamente eran los elementos que sumados entre si producían lo que llamaban felicidad.
Y ya si a eso le sumábamos poder, dinero, dominio y lujo…Empezábamos a hablar del éxtasis por excelencia. Lo único que valía realmente la pena en la vida.
La lluvia caía con fuerza sobre nosotros, mientras yo, con el cuello estirado hacia atrás dejaba descansar mi cabeza sobre el borde de aquella fuente, mientras que Eyra aun reposaba sobre mi pecho, recorriendo con sus dedos mi piel calida. El comentario de las fresas me robo una sonrisa sincera.
Fresas…repetí mientras alzaba poco a poco la cabeza para mirarle a ella, aun con aquella sonrisa picara, Hice una mueca como queriendo decir. “Que quieres que te diga querida…No suena nada mal”
Supongo que prefiero los dátiles…Indique mientras me acercaba a sus labios, lamiendo su labio inferior para después morderlo, enterrando por un instante mi dientes en su carne, degustándolos realmente. Pues son mas dulces, secos, carnosos…como tus labios. Indique mientras me alejaba unos centímetros de ellos para poder palparlos con las yemas de mis dedos. Soy un hombre del desierto, querida. Comente bromeando con ella. Comencé a sentarme, para posteriormente ponerme en pie, mientras sujetaba su mano, alzándola conmigo.
Fue en aquel momento, cuando aun nos encontrábamos dentro de aquella fuente que percibí que había alguien cerca, intentando pasar por el escudo que había creado con mis encantamientos. Posiblemente era algún curioso, algún noctámbulo que pasaba fuera de la residencia y que ahora con toda la mala suerte del mundo se veia rodeado por mis sombras, que enturbiarían su mente aturdiéndole y conduciéndole hacia la entrada de la casa.
Ambos salimos de la fuente y yo tome mi abrigo, posándolo sobre mis hombros aun empapados, a la vez que Eyra caminaba a su residencia sin preocuparse por su indumentaria.
Nos adentramos en lo que era la cocina de aquella residencia, mientras Eyra paseaba de un lugar a otro, trayendo algunas copas vacías, situando el ornamentado y lujoso bol de fresas, robándome nuevamente una sonrisa divertida.
Seria un mal educado si me deleitase en soledad, ¿no crees? ¿Que tal un pequeño “aperitivo” antes de la cena? indique sacando una daga del abrigo, para situarla sobre mi muñeca izquierda, haciendo un corte limpio en ella a la vez que dejaba que las gotas carmesíes cayesen sobre una de las copas vacías, llenándola unos cuatro centímetros antes de que la herida se cerrase.
Ofrecí la copa, deslizándola hacia ella. Aquello no era frecuente en mí, mi sangre no era jamás algo con lo que jugar, pues era demasiado preciada. Sin embargo en aquel momento quise que ella la bebiese, era algo que de alguna forma me producía cierta morbosidad.
Deslice el pulgar por mi muñeca ahora intacta. Era allí donde tenía los diversos tatuajes con símbolos antiguos. Símbolos que representaban la maldición que me había caído al hacerme con una de las reliquias. Cualquier daño que se hiciera sobre aquellos símbolos sanaba al instante. Pues representaba que por mas que intentase, aquellos símbolos no se irían jamás, convirtiéndome en un ser maldito…Pero eso era parte de otra historia, algo que en esta noche no me preocupaba apenas.
Toc Toc dije mientras tomaba una de las fresas, mirándola un momento para terminar dándole un mordisco, centrándome en aquel fruto jugoso mientras que en aquel mismo momento sonaba la puerta con su característico
TOC TOC!
Eyra me miro un tanto extrañada mientras yo sostenía la mitad de la fresa entre mis dedos.
La cena a domicilio acaba de llegar, pero será mejor que te tomes el aperitivo antes, sino...Se enfriará…
Indique mientras salía de la cocina y me dirigía a la entrada. Donde abrí la puerta mirando al hombre que acababa de llegar conducido por mis sombras.
Posiblemente tendría unos treinta años, era un hombre joven, de cabellos negros y sombrero de copa. Posiblemente un habitante de las cercanías que ahora entraba en la casa mientras yo cerraba y caminaba detrás de él, contemplando como bajo mi total dominio se dirigía hacia la cocina, quitándose el sombrero mientras permanecía inmóvil, rígido y con la mirada perdida.
Me acerque hacia la mesa, y tome otra fresa, disfrutando del rostro algo sorprendido de mi anfitriona.
“Bon appetit”
Definitivamente eran los elementos que sumados entre si producían lo que llamaban felicidad.
Y ya si a eso le sumábamos poder, dinero, dominio y lujo…Empezábamos a hablar del éxtasis por excelencia. Lo único que valía realmente la pena en la vida.
La lluvia caía con fuerza sobre nosotros, mientras yo, con el cuello estirado hacia atrás dejaba descansar mi cabeza sobre el borde de aquella fuente, mientras que Eyra aun reposaba sobre mi pecho, recorriendo con sus dedos mi piel calida. El comentario de las fresas me robo una sonrisa sincera.
Fresas…repetí mientras alzaba poco a poco la cabeza para mirarle a ella, aun con aquella sonrisa picara, Hice una mueca como queriendo decir. “Que quieres que te diga querida…No suena nada mal”
Supongo que prefiero los dátiles…Indique mientras me acercaba a sus labios, lamiendo su labio inferior para después morderlo, enterrando por un instante mi dientes en su carne, degustándolos realmente. Pues son mas dulces, secos, carnosos…como tus labios. Indique mientras me alejaba unos centímetros de ellos para poder palparlos con las yemas de mis dedos. Soy un hombre del desierto, querida. Comente bromeando con ella. Comencé a sentarme, para posteriormente ponerme en pie, mientras sujetaba su mano, alzándola conmigo.
Fue en aquel momento, cuando aun nos encontrábamos dentro de aquella fuente que percibí que había alguien cerca, intentando pasar por el escudo que había creado con mis encantamientos. Posiblemente era algún curioso, algún noctámbulo que pasaba fuera de la residencia y que ahora con toda la mala suerte del mundo se veia rodeado por mis sombras, que enturbiarían su mente aturdiéndole y conduciéndole hacia la entrada de la casa.
Ambos salimos de la fuente y yo tome mi abrigo, posándolo sobre mis hombros aun empapados, a la vez que Eyra caminaba a su residencia sin preocuparse por su indumentaria.
Nos adentramos en lo que era la cocina de aquella residencia, mientras Eyra paseaba de un lugar a otro, trayendo algunas copas vacías, situando el ornamentado y lujoso bol de fresas, robándome nuevamente una sonrisa divertida.
Seria un mal educado si me deleitase en soledad, ¿no crees? ¿Que tal un pequeño “aperitivo” antes de la cena? indique sacando una daga del abrigo, para situarla sobre mi muñeca izquierda, haciendo un corte limpio en ella a la vez que dejaba que las gotas carmesíes cayesen sobre una de las copas vacías, llenándola unos cuatro centímetros antes de que la herida se cerrase.
Ofrecí la copa, deslizándola hacia ella. Aquello no era frecuente en mí, mi sangre no era jamás algo con lo que jugar, pues era demasiado preciada. Sin embargo en aquel momento quise que ella la bebiese, era algo que de alguna forma me producía cierta morbosidad.
Deslice el pulgar por mi muñeca ahora intacta. Era allí donde tenía los diversos tatuajes con símbolos antiguos. Símbolos que representaban la maldición que me había caído al hacerme con una de las reliquias. Cualquier daño que se hiciera sobre aquellos símbolos sanaba al instante. Pues representaba que por mas que intentase, aquellos símbolos no se irían jamás, convirtiéndome en un ser maldito…Pero eso era parte de otra historia, algo que en esta noche no me preocupaba apenas.
Toc Toc dije mientras tomaba una de las fresas, mirándola un momento para terminar dándole un mordisco, centrándome en aquel fruto jugoso mientras que en aquel mismo momento sonaba la puerta con su característico
TOC TOC!
Eyra me miro un tanto extrañada mientras yo sostenía la mitad de la fresa entre mis dedos.
La cena a domicilio acaba de llegar, pero será mejor que te tomes el aperitivo antes, sino...Se enfriará…
Indique mientras salía de la cocina y me dirigía a la entrada. Donde abrí la puerta mirando al hombre que acababa de llegar conducido por mis sombras.
Posiblemente tendría unos treinta años, era un hombre joven, de cabellos negros y sombrero de copa. Posiblemente un habitante de las cercanías que ahora entraba en la casa mientras yo cerraba y caminaba detrás de él, contemplando como bajo mi total dominio se dirigía hacia la cocina, quitándose el sombrero mientras permanecía inmóvil, rígido y con la mirada perdida.
Me acerque hacia la mesa, y tome otra fresa, disfrutando del rostro algo sorprendido de mi anfitriona.
“Bon appetit”
Zhepyr D. Asrhan- Hechicero Clase Alta
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Re: El Diamante Azul (Privado)
Sonreí complacida por su ofrecimiento, removiendo la copa de cristal entre los dedos de mi mano derecha, contemplando maravillada el color de su sangre en contraposición con el pulcro cristal de la copa. Cerré los ojos y acerqué mi nariz a ella, olisqueándola por un intenso momento, despertándose mis instintos depredadores.
- Hecha la ofrenda de sangre... ¿cuál es el deseo que pides?- le susurré a su oído antes de guiñarle el ojo y beber de la copa, manteniendo el líquido carmesí en mi boca durante unos segundos de más, deleitándome con su dulce sabor, un tanto extraño respecto a los simples humanos.
Relamí la copa, no pude evitarlo, dejándola reluciente de nuevo ante la sorprendida y divertida mirada de Zhepyr. En cuanto a mi cena... le hice una seña con mi dedo índice y le pedí que se acercara a mí, manipulando su mente para que obedeciera a una órden dada por mis pensamientos, en completo silencio.
- Si me disculpas, querido, voy a darme otro baño... pero ésta vez, ahorraré agua, lo prometo.- reí dejando sobre la encima la copa vacía en cuanto el apuesto muchacho desapareció de la cocina rumbo al baño del segundo piso, dónde probablemente a esa altura, ya se habría desnudado y esperaba impaciente que mis uñas abrieran el grifo de sus venas para llenar la bañera con el elixir de su menospreciada vida mortal.
Me despedí de mi invitado con un efímero beso en la comisura de sus labios, riendo levemente como si fuese una adolescente que intentara flirtear con él. Tras dejarle con la sola compañía de las fresas, ascendí por las escaleras en busca de mi cena mientras, por el camino, ya me deshice de la misma bata con la que había acudido al encuentro de Zhepyr en el jardín. Al abrir la puerta del baño, allí estaba él, dándome la espalda sin temor, sin sentimiento alguno, de hecho. Aquello me resultaba un tanto aburrido, pero aquella noche no deseaba terminarla limpiando las paredes de sesos humanos. Así, llevé a cabo mi fantasía y me bañé con su sangre tras desprenderme del cadáver al que lancé por la ventana en una bolsa de plástico. Más tardé lo incendiaría en el bosque y asunto resulto. Pero ahora... oh sí, cerré los ojos, zambulléndome en la bañera, dejando que la sangre cubriera toda mi anatomía, tomando pequeños sorbos de ella y sonriendo feliz ante aquella estampa que, junto a Jerarld, no podría pasárseme siquiera por la mente. Volví a emerger y con mis manos llevé mis cabellos hacia atrás, relamiéndome los labios antes de abrir los ojos y encontrarme cara a cara con el brujo, quién me miraba de una forma extraña, aunque eso podría haberse dado por la escasa luminosidad que ofrecían las pocas velas encendidas alrededor del baño.
- ¿Quieres acompañarme?- le invité, alzando mi mano hacia él para que la tomara y así guiarle hacia las profundidades de la bañera... y de mis piernas.
- Hecha la ofrenda de sangre... ¿cuál es el deseo que pides?- le susurré a su oído antes de guiñarle el ojo y beber de la copa, manteniendo el líquido carmesí en mi boca durante unos segundos de más, deleitándome con su dulce sabor, un tanto extraño respecto a los simples humanos.
Relamí la copa, no pude evitarlo, dejándola reluciente de nuevo ante la sorprendida y divertida mirada de Zhepyr. En cuanto a mi cena... le hice una seña con mi dedo índice y le pedí que se acercara a mí, manipulando su mente para que obedeciera a una órden dada por mis pensamientos, en completo silencio.
- Si me disculpas, querido, voy a darme otro baño... pero ésta vez, ahorraré agua, lo prometo.- reí dejando sobre la encima la copa vacía en cuanto el apuesto muchacho desapareció de la cocina rumbo al baño del segundo piso, dónde probablemente a esa altura, ya se habría desnudado y esperaba impaciente que mis uñas abrieran el grifo de sus venas para llenar la bañera con el elixir de su menospreciada vida mortal.
Me despedí de mi invitado con un efímero beso en la comisura de sus labios, riendo levemente como si fuese una adolescente que intentara flirtear con él. Tras dejarle con la sola compañía de las fresas, ascendí por las escaleras en busca de mi cena mientras, por el camino, ya me deshice de la misma bata con la que había acudido al encuentro de Zhepyr en el jardín. Al abrir la puerta del baño, allí estaba él, dándome la espalda sin temor, sin sentimiento alguno, de hecho. Aquello me resultaba un tanto aburrido, pero aquella noche no deseaba terminarla limpiando las paredes de sesos humanos. Así, llevé a cabo mi fantasía y me bañé con su sangre tras desprenderme del cadáver al que lancé por la ventana en una bolsa de plástico. Más tardé lo incendiaría en el bosque y asunto resulto. Pero ahora... oh sí, cerré los ojos, zambulléndome en la bañera, dejando que la sangre cubriera toda mi anatomía, tomando pequeños sorbos de ella y sonriendo feliz ante aquella estampa que, junto a Jerarld, no podría pasárseme siquiera por la mente. Volví a emerger y con mis manos llevé mis cabellos hacia atrás, relamiéndome los labios antes de abrir los ojos y encontrarme cara a cara con el brujo, quién me miraba de una forma extraña, aunque eso podría haberse dado por la escasa luminosidad que ofrecían las pocas velas encendidas alrededor del baño.
- ¿Quieres acompañarme?- le invité, alzando mi mano hacia él para que la tomara y así guiarle hacia las profundidades de la bañera... y de mis piernas.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Diamante Azul (Privado)
Contemple en la oscuridad como Eyra se extendía los cabellos hacia atrás en aquel baño sangriento, en el cual cada poro de su piel era recubierto por aquel líquido carmesí…
Me quede un instante apoyado en el borde de la puerta, observándole, notando aquella sensación embriagadora. Su cuerpo exuberante recubierto por la sangre, era como una especie de fantasía ante mis ojos, una especie de fantasía lujuriosa y excitante que se presentaba ante mi incitándome a perderme una vez más entre sus piernas.
Era la muerte, bañándose en la vida.
Sonreí. Pues aquella mujer me caia mejor de lo que habia esperado en un principio.
-La última vez que me bañe en sangre tenía diecisiete años. Reí al recordarlo, a la vez que me dirigía con las manos enlazadas a mi espalda hacia ella, mirándola hacia abajo en la bañera. Aquella fue la ultima vez que los criados me desobedecieron comente con nostalgia en mi mirar.
Negué con la cabeza y contemple sus curvas cubiertas solo por el color rojo. Sostuve su mano y me senté en el borde de la bañera. Inclinándome hacia ella para poder sostener su rostro, girándolo un instante antes de lamer desde su mandíbula hasta su mejilla con lentitud. Degustando aquel sabor y haciendo una pequeña mueca de desagrado.
Era demasiado joven, su sabor es casi ofensivo. Comente ante la mirada divertida de mi anfitriona.
En aquel momento me puse en pie deshaciéndome de mi abrigo, metiéndome en la bañera, ubicándome en el lado opuesto de esta. Mientras apoyaba mis brazos en los borde contemplando con seriedad a mi anfitriona que delante de mi me miraba con gesto pícaro.
Ha pasado mucho tiempo desde mi último baño de sangre, estoy perdiendo las buenas costumbres, indique cerrando los ojos afectado por mi “mala conducta” Deje que mis parpados descansaran y comencé a deslizar uno de mis pies cerca de sus piernas, avanzando por su muslo hasta llegar hacia su entrepierna. Comenzando a juguetear con aquella zona prohibida mientras dejaba que mi cabeza descansara en el borde, dejando que mi cuerpo se hundiese un poco mas en aquel liquido.
Antes me has preguntado que cual era mi deseo…Y mas que un deseo tengo una pregunta…Dime Eyra. ¿Que puedes hacer tu por mi?...¿Que deseas... hacer por mi? Comente mientras abría los ojos y una sonrisa maliciosa afloraba en mis labios al observarla. Notando entre la oscuridad de la habitación como la lujuria crecía por momentos, como si nos encontrásemos ante una situación prohibida. Ante un secreto…
Aquella noche compartíamos un baño…Pero había algo mas en el aire que hacia de todo esto algo divertido.
Había una conexión, un factor en común.
Parecía como si por un momento, hubiese encontrado a una compañera de juegos. Seria divertido compartir el resto de la noche con tan perversa dama.
Me quede un instante apoyado en el borde de la puerta, observándole, notando aquella sensación embriagadora. Su cuerpo exuberante recubierto por la sangre, era como una especie de fantasía ante mis ojos, una especie de fantasía lujuriosa y excitante que se presentaba ante mi incitándome a perderme una vez más entre sus piernas.
Era la muerte, bañándose en la vida.
Sonreí. Pues aquella mujer me caia mejor de lo que habia esperado en un principio.
-La última vez que me bañe en sangre tenía diecisiete años. Reí al recordarlo, a la vez que me dirigía con las manos enlazadas a mi espalda hacia ella, mirándola hacia abajo en la bañera. Aquella fue la ultima vez que los criados me desobedecieron comente con nostalgia en mi mirar.
Negué con la cabeza y contemple sus curvas cubiertas solo por el color rojo. Sostuve su mano y me senté en el borde de la bañera. Inclinándome hacia ella para poder sostener su rostro, girándolo un instante antes de lamer desde su mandíbula hasta su mejilla con lentitud. Degustando aquel sabor y haciendo una pequeña mueca de desagrado.
Era demasiado joven, su sabor es casi ofensivo. Comente ante la mirada divertida de mi anfitriona.
En aquel momento me puse en pie deshaciéndome de mi abrigo, metiéndome en la bañera, ubicándome en el lado opuesto de esta. Mientras apoyaba mis brazos en los borde contemplando con seriedad a mi anfitriona que delante de mi me miraba con gesto pícaro.
Ha pasado mucho tiempo desde mi último baño de sangre, estoy perdiendo las buenas costumbres, indique cerrando los ojos afectado por mi “mala conducta” Deje que mis parpados descansaran y comencé a deslizar uno de mis pies cerca de sus piernas, avanzando por su muslo hasta llegar hacia su entrepierna. Comenzando a juguetear con aquella zona prohibida mientras dejaba que mi cabeza descansara en el borde, dejando que mi cuerpo se hundiese un poco mas en aquel liquido.
Antes me has preguntado que cual era mi deseo…Y mas que un deseo tengo una pregunta…Dime Eyra. ¿Que puedes hacer tu por mi?...¿Que deseas... hacer por mi? Comente mientras abría los ojos y una sonrisa maliciosa afloraba en mis labios al observarla. Notando entre la oscuridad de la habitación como la lujuria crecía por momentos, como si nos encontrásemos ante una situación prohibida. Ante un secreto…
Aquella noche compartíamos un baño…Pero había algo mas en el aire que hacia de todo esto algo divertido.
Había una conexión, un factor en común.
Parecía como si por un momento, hubiese encontrado a una compañera de juegos. Seria divertido compartir el resto de la noche con tan perversa dama.
Zhepyr D. Asrhan- Hechicero Clase Alta
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Re: El Diamante Azul (Privado)
Un sonoro gemido escapó de mis labios, haciendo que mi cabeza cayera hacia atrás y mis ojos se cerraran momentáneamente ante la intrusión de su pie en mi secreto... bueno, en realidad si eso era un secreto, era uno de aquellos a voces. El caso es, que su contacto me estremeció y mientras me mordía el labio inferior sensualmente, volví a la posición original en la que Zhepyr me había encontrado, mirándole ahora con ferviente deseo.
- ¿Qué qué deseo... hacer por ti?- repetí con un tono vocal que buscaba provocar en aquél brujo el efecto producido por un orgasmo.
Mientras le hablaba entre susurros pícaros, empecé a moverme por la bañera hasta ponerme a gatas, deslizándome por su cuerpo en busca de su boca, aposentándome sobre su pecho, enredando mis manos en su nuca para que mis dedos jugaran con su cabello. Mi sonrisa dio paso a besos y mordiscos a lo alto y largo de sus mandíbulas prominentes.
- Quiero hacerte gozar hasta que creas hallarte frente a las puertas del Cielo... quiero que desgastes mi nombre entre gemidos y selles mi cuerpo con tu aroma...
Reí, mordisqueando ahora el lóbulo de su oreja, lamiéndoselo luego antes de robarle un beso y empezar a descender hasta zambullirme completamente en la sangre, buscando con mi lengua aquél miembro erecto que deseaba jugar conmigo aquella noche casi tanto como yo con él. Sin más preámbulo, lo ejercité con lentitud para añadirle profundidad y rapidez a mis movimientos bocales, hasta sentir sus músculos tensarse y su virilidad preparándose para sí, acariciar su particular Cielo hallado a la altura de mi campanilla, quién recibiría gustosamente la materialización de tanto placer.
No obstante, cesé los juegos antes de llegar a ese momento, saliendo a la superficie sonriente a la espera de un reproche por parte de mi compañero de juegos. Lo cierto era, que quería alargar aquella noche mucho más tiempo de lo permitido, por ello, deseaba no terminar en un simpre juego situado en cualquier preámbulo de una relación sexual. Yo, como siempre, quería más.
Más de él.
- ¿Qué qué deseo... hacer por ti?- repetí con un tono vocal que buscaba provocar en aquél brujo el efecto producido por un orgasmo.
Mientras le hablaba entre susurros pícaros, empecé a moverme por la bañera hasta ponerme a gatas, deslizándome por su cuerpo en busca de su boca, aposentándome sobre su pecho, enredando mis manos en su nuca para que mis dedos jugaran con su cabello. Mi sonrisa dio paso a besos y mordiscos a lo alto y largo de sus mandíbulas prominentes.
- Quiero hacerte gozar hasta que creas hallarte frente a las puertas del Cielo... quiero que desgastes mi nombre entre gemidos y selles mi cuerpo con tu aroma...
Reí, mordisqueando ahora el lóbulo de su oreja, lamiéndoselo luego antes de robarle un beso y empezar a descender hasta zambullirme completamente en la sangre, buscando con mi lengua aquél miembro erecto que deseaba jugar conmigo aquella noche casi tanto como yo con él. Sin más preámbulo, lo ejercité con lentitud para añadirle profundidad y rapidez a mis movimientos bocales, hasta sentir sus músculos tensarse y su virilidad preparándose para sí, acariciar su particular Cielo hallado a la altura de mi campanilla, quién recibiría gustosamente la materialización de tanto placer.
No obstante, cesé los juegos antes de llegar a ese momento, saliendo a la superficie sonriente a la espera de un reproche por parte de mi compañero de juegos. Lo cierto era, que quería alargar aquella noche mucho más tiempo de lo permitido, por ello, deseaba no terminar en un simpre juego situado en cualquier preámbulo de una relación sexual. Yo, como siempre, quería más.
Más de él.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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