Azul cielo | Privado

por **Acheron** Jue Ago 20, 2015 2:12 am

Estaba cubierto de sangre y suciedad, pero no se comparaba con lo sucio que se sentía por dentro pues, sin importar que el humano cuya vida él había arrancado fuera un asesino, nunca se sentía bien al dejar el cuerpo inerte en un lugar donde pudiera ser encontrado. Era distinto, claro, a la sensación placentera de beber hasta la última gota: la lucha previa, el forcejeo de su presa durante el acto, y la rendición final. Todo era parte de una obra majestuosa en la que él era tanto el protagonista como el villano.

La sangre le cubría el rostro, especialmente el contorno de la boca, y bajaba por su cuello hasta perderse en el cuello de su camisa negra; no se notaba por el color, pero ésta también estaba manchada. A pesar de su poco presentable apariencia, no le preocupaba ir caminando por las calles de París pues era lo bastante tarde para que toda la ciudad estuviera dormida y de encontrarse con algún ebrio en las calles al día siguiente no lo recordaría, pero la noche aún era joven como para volver a casa y someterse voluntariamente al encierro.

¿Qué hacer? Con aquella pinta no podría entrar a ningún club nocturno ni queriendo, decidió que lo mejor sería ir a algún lugar tranquilo. De alguna forma sus pies lo guiaron a la laguna, no fue consciente del camino sólo que necesitaba lavarse.

La bahía se encontraba completamente sola y a oscuras, la única iluminación era la luna llena en lo alto del cielo reflejándose en las tranquilas y profundas aguas. Sin pensarlo demasiado se sumergió, el agua estaba helada, incluso para él, pero le sirvió para enjuagar un poco el sentimiento de vacío que últimamente lo embargaba. Se limpió el rostro y se quitó la camisa para cerciorarse que la sangre no quedara impregnada en ella.

Pensando en lo solitaria que resultaba a veces su existencia, tomó rumbo fuera del agua, imaginando en lo mucho que mejorarían las cosas si al menos tuviera alguien con quien compartir aquellos momentos. Se burló de sí mismo pues, cada 2 o 3 siglos, el mismo anhelo volvía; sólo hasta que se convencía que no le haría ningún bien y continuaba como hasta entonces. No se percató que no estaba totalmente sólo hasta que salió por completo del agua llevando su camisa empapada en una mano.

Levantó la mirada buscando a la mujer dueña de aquel perfume que llenaba todo el aire que entraba a sus pulmones, pero no veía a nadie por ningún lado. No podía sentir el aroma más que como un leve perfume traído por el viento, pensó entonces que debía ser su imaginación pero luego se encontró con un reguero de prendas que llevaban desde la calle hasta la orilla de la laguna.

¿Había alguien en el agua aparte de él? ¿Por qué no la sintió? ¿Por qué no vio las prendas antes? Giró 180 grados para mirar de nuevo al agua y fue entonces que la vio. Flotaba con tal elegancia en el centro de la laguna que se podría pensar en ella como una sirena, una ensoñación, casi como si apenas tocase el agua y en algún momento fuera a ponerse de pie sobre la laguna. Pero algo lo alarmó: ella flotaba boca abajo totalmente estática, como si estuviera muerta.

Soltó su camisa y se quitó los zapatos antes de lanzarse nuevamente a la laguna. Nadó tan rápido como pudo hasta alcanzarla y sacar su rostro del agua. Iba preparado psicológicamente para encontrar un cuerpo sin vida, por lo que cuando un par de ojos de un azul tan intenso como el color del cielo en un soleado día de verano lo miraron perplejos, se quedó literalmente sin habla.

por **Charlize De Nantes** Sáb Ago 22, 2015 8:03 pm

Había tomado el camino a la laguna, sentía que sus entrañas se desgarraban, le dolía el corazón, sus manos temblaban como si tuviera mucho frío, el sudor le perlaba la frente. Estaba enferma, aunque su enfermedad tenía un nombre, el que marcado a fuego, clamaba por ella, - Dragos… donde estas… maldito bastardo… porque me abandonaste – susurró mientras apresuraba a su montura dando pequeños golpes en el costado del animal. La fiebre le hacía decir incoherencias, pues no había sido él quien la había abandonado, sino ella quien huyera del lado del monarca. Es que muy profundo en su corazón, no estaba segura si deseaba olvidarlo, huir, perderse entre la gente que no la conocía, o volver a su lado, aunque tuviera que enfrentar a la reina y recibir el castigo. Pero, ¿cómo se podría huir eternamente de un vampiro? eso era imposible, además ella lo amaba, por eso había aceptado ser su concubina, la amante del monarca y aunque – por el momento – él le hubiera permitido tomar distancia, alejarla de su lado, - Puesto que si otra hubiera sido la situación Dragos ya la hubiera encontrado y asesinado -, sabía que al monarca le convenía puesto su esposa no le permitiría mantener a sus amantes luego de haberse desposado. Pero, eso no significaba que la dependencia física que tenía con su rey, no le estuviera cobrando un alto precio en esos momentos, al fin y al cabo, ella era además, su esclava de sangre, jamás lograría abandonarlo del todo.

El camino se angostaba mientras se acercaba a su destino. La mujer pudo ver desde lejos la laguna, descendió del caballo apenas éste se detuvo. A trompicones se fue acercando a las márgenes del espejo de agua, deseaba terminar con esa maldición, alejar de su mente, aunque fuera un instante, el rostro de su amante, el sabor de su sangre recorriendo su garganta. Ninel lloraba desconsolada, mientras se quitaba la ropa, entrando al agua helada. Cuando ésta la cubrió hasta la garganta, se dispuso a nadar, así lo hizo, brazada a brazada se fue alejando de la orilla hasta llegar a la mitad de la laguna, Inspiró profundamente para luego hundirse lo más aprisa que pudo en las oscuras aguas. Se imaginó que allí, en el fondo del espejo de agua su amante la esperaría, se hundió cada vez más, los segundos pasaron, uno tras otro, hasta que no soportar mas, sus pulmones intentaron en vano retener el oxígeno, pero lo expulsó. Instintivamente inspiró, haciendo que el líquido entrara en sus pulmones. Uno, dos, tres segundos y perdió la conciencia, su cerebro se fue apagando, como una débil vela en mitad de un campo.

por **Acheron** Mar Ago 25, 2015 10:54 pm

Los ojos más cálidos que viese alguna vez el vampiro no lo miraban realmente a él, estaban vacíos y miraban a la nada, ligeramente dilatados. La mujer no respiraba, pero su corazón aún latía débilmente por lo que no debía haber ocurrido hace mucho. Acheron se apresuró a llegar a la orilla, sentía el deber de salvarle la vida, no quería ver otra persona muerta la misma noche. Al llegar al terreno ligeramente empedrado, la cargó hasta donde había visto su vestido y la recostó sobre este.

Ella estaba desnuda, pero él no había tenido tiempo de contemplarla, no notó la temperatura elevada de su cuerpo ni su pálida aura, simplemente colocó su boca en la de ella empujando aire dentro de sus pulmones. Presión en el pecho 4 veces y nuevamente aire. Repitió el procedimiento al menos 5 veces antes que la mujer comenzara a reaccionar.

La ayudó a sentarse para facilitarle la tarea de escupir el agua, estaba pálida y débil, pero ahora él podía pensar con mayor claridad y fijarse en los detalles. Ella no era una simple humana, tenía fiebre pero no era una simple enfermedad. Era una esclava de sangre y debía tener un buen tiempo sin beber de su Domitor, por ello sus defensas estaban bajas y estaba en la etapa de ansiedad, tal como cualquier adicto cuando su adicción se le es arrebatada. Temblaba de pies a cabeza y tiritaba de frío.

El vampiro maldijo para sus adentros mientras, muy a su pesar, comenzaba a vestirla con las prendas que ella misma dejase dispersas por el suelo antes de meterse al agua. -¿Qué demonios estabas pensando para meterte de esa manera a la laguna a inicios de invierno, eh? ¿Acaso quieres morir? ¿Tu domitor te abandonó y por eso buscas tu muerte?- estaba enojado como un demonio, no paraba de hacer preguntas mientras intentaba hacerla entrar en calor sin dejarla en ningún momento responder o si quiera abrir la boca.

Una vez la chica estuvo por completo cubierta le escurrió el cabello y recogió de tal forma que no se pegara, aún húmedo, a su espalda y, finalmente, se arrodilló frente a ella para tomarle las manos en las suyas y comenzar a frotarlas suavemente. Su piel fría no era lo mejor para calentarlas, pero esperaba que la fricción hiciera su efecto.

Notó su propia desnudes, al menos de cintura para arriba, cuando sintió una ráfaga fría de viento en la espalda, pero lo ignoró, de cualquier forma su camisa estaba empapada así como el resto de las ropas que llevaba puestas. Para entonces se encontraba un poco más calmado y, con un tono ligeramente más amigable, le preguntó sin dejar de frotar sus pequeñas y suaves manos -¿Te encuentras mejor? Lamento ser un gruñón, pero no doy crédito a que quieras acabar con tu vida de esta manera- se disculpaba pues, a fin de cuentas, ella no era nada suyo como para pedir explicaciones y ella no se las debía.

por **Charlize De Nantes** Miér Sep 02, 2015 7:59 pm

Negro, suave, silencioso, como el vientre de la madre, como el retorno a la nada. Así podía describir, Ninel, lo que estaba sintiendo, una lenta desconexión con el dolor, con el sufrimiento. Ya no sentiría aquella angustia, esa ansiedad que le desgarraba las entrañas. Aun muriendo no podía dejar de pensar en él, en su reacción al no poder hurgar en sus pensamientos, hablarle entre sueños o llegar a ella en la noche para saciar esa sed egoísta, aún en el filo entre la vida y la muerte, su corazón gritaba el nombre de Dragos, - ¿sentirá mi muerte? – Creyó preguntarse, -si... esto es la muerte, acaso, seguir eternamente pensando en… ¿él? – Se angustió nuevamente, - no, quiero morir, morir y no recordar más su desprecio, su silencio, su desamor -. En ese momento sintió un tirón, y sus ojos abiertos miraron sin ver, la luna blanca y radiante en el inmenso cielo. Aquello que la había arrastrado ahora la llevaba en andas. Ninel cerró sus ojos, solo deseaba morir, desaparecer, fundirse con la nada, pero algo no la dejaba.

El aire entrando por sus pulmones la hizo reaccionar, el agua salió por su boca y nariz, haciendo que tosiera, estaba totalmente aturdida y muerta de frio, temblando como una posesa. En la semi - inconsciencia había creído escuchar una voz, un hombre le recriminaba lo que había intentado hacer, - que sabes tú para condenar mis actos – caviló, buscando con la mirada, aun perdida, el rostro de quien se creería su salvador, pero que para la esclava, solo era un entrometido.

Confundida, no opuso resistencia cuando comenzó a vestirle como si se tratase de una muñeca, recién cuando los minutos pasaron y estando vestida, pudo por fin , fijar su vista en el rostro de quien le hablaba como si existiera entre ellos alguna relación. Enarcó levemente la ceja derecha, y sus ojos se clavaron en los del extraño, - así que sabes que soy – le dijo temblando y casi castañeteando los dientes, - pues entonces comprendes que en vez de ayudarme… me condenas a seguir con ésta pesada carga – dijo entrecerrando los ojos, enojada con aquel vampiro, - también se lo que eres… ninguno de los dos somos dulces corderitos – le espetó, mientras tironeaba sus manos para escapar del contacto con el extraño, - si, si… ya estoy mejor… - susurró, haciendo una mueca de niña enojada, - pero no comprendo porque… porque lo hiciste… estaba tan bien… por un momento pensé… que podría librarme de ésta maldición… - dijo con un tono de voz dolido, quebrado por el hecho de saber que ya no podría volver a intentarlo, por lo menos, no esa noche.

Pasaron unos segundos, en los que Ninel, intentó encontrar un poco de paz en su interior devastado, - gracias… creo… - susurró, antes de continuar - aunque no he de negar… que hace tan solo un segundo… hubiera querido clavarle una estaca en el pecho… por ser tan gruñón – sonrió levemente, siempre le sucedía lo mismo, en momentos de suma tensión, siempre salía con algún comentario que hacía romper el clima de tensión que se había generado, entre ella y su salvador.

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