Toc, toc...¿se puede? (Afrodita)

Pamela había estado varias veces allí, en todo el tiempo que llevaba en París. En aquel sanatorio que se hallaba prácticamente en la periferia de aquella gran ciudad, y...¡cómo no iba a ser así! A los pobres locos tenían que apartarlos del resto de la sociedad para que no le hiciesen daño a nadie. Sobre todo a los más peligrosos, aquellos que probablemente ni siquiera estaban locos de verdad.
La fantasma sentía una secreta fascinación por aquellas pobres almas que habían acabado en un mundo de locura o de gravedad mental. La locura variaba en sus matices a lo largo de los siglos, cuando no era por un problema mental. Y lo quería ver por sus propios ojos. Simple curiosidad.
Y se había sentido completamente desolada con lo que había visto. Era algo tan...¡triste! Sobre todo por cómo trataban a algunos pacientes. Y algunos de ellos ni siquiera estaban locos de verdad. Solamente eran distintos, por un motivo u otro...
Había estado allí unas tres veces, y en esas tres veces se había hecho pasar por una linda muchacha que tenía que visitar a un pariente que residía allí. Y en esas veces había fingido hablar con alguno de ellos...desolada.
Y había estado hablando con alguno de los enfermeros en esas tres veces. Algunos, pues la mayoría le caían relativamente mal, hasta el punto de plantearse la posibilidad de hacer algunas de sus virguerías fantasmales con alguno de ellos. Aunque fuera en un momento en el que se aburriese. Ser un fantasma era muy aburrido a veces, a pesar de todo lo que conllevaba la sensación de libertad.
Pero había trabado amistad con algunos de ellos, sobre todo con la persona con la que se dirigía a hablar aquella mañana. Iba con paso decidido, con un sencillo vestido color azul claro, y el pelo suelto.
Aquella no era de todos modos una simple visita a una amiga. Tenía que hablar con Afrodita de algo muy importante. Algo con lo que esperaba que estuviese de acuerdo y que le entusiasmaba.
Afrodita. ¡Qué bien le caía! Había hablado con ella en esas tres visitas después de alejarse del supuesto pariente al que visitaba, charlando...y charlando de muchas cosas. Era increíble lo fácil que era parecer humano cuando hablas tranquilamente con una persona y te distraes...siempre y cuando no toques a la persona. Eso hace sospechar a cualquiera...con su tacto frío...tan...¡fantasmal!
Se moría de ganas de hablar con Afrodita. Sabía que se sorprendería con lo que estaba a punto de decirle. Era un poco locura.
Cuando llegó a su despacho llamó discretamente a la puerta. Sin molestarse en esperar a que dijese algo abrió tímidamente la puerta y asomó la cabeza por ella. Miró a Afrodita y sonrió tímidamente.
-¿Se puede?