Ni un paso en falso [Allure Mirage]

por **Pietro Furio** Miér Mayo 30, 2012 6:50 pm

No bajes la guardia, precioso. No, no cometas semejante imprudencia.

Le observaba fijamente, con ojos brillantes de depredador. Oculto en la penumbra que ahogaba la luz trémula de los faroles, Pietro le observaba, estudiándolo, como un fenómeno jamás antes visto.

Lo conocía, claro está. Entonces se esforzaba por recordar sus pequeños detalles, las sutilezas que describían su cuerpo con romántica imprecisión: el cuerpo estrecho, frágil y liviano; los cabellos rubios, de aroma fuerte y ambiguo; la voz de sirena, de embrujo; y el lunar de su rostro, el sello personal.

Conde vistiendo casaca fina, escondía sus manos en los bolsillos, jugueteando en su interior con sus dedos. Esperaba encontrar algo allí dentro. La memoria vívida de encuentros pasados, de acercamientos, de calidez sobre su frialdad y de caricias sobre arañazos. Se sorprendía a sí mismo sonriendo, pícaro, al recordar encuentros no muy lejanos de auténtico placer.

¿Qué haces aquí? Solo. No bajes la guardia.

Los pasos incautos del chico lo acercaban a la trampa, lo acercaban a él. Cuando el calor corporal ajeno, que ya percibía a metros de distancia, dejó su carácter placentero y se transformó en un agridulce tormento, Pietro abandonó las sombras y saltó a la vista del chico.

- En otros tiempos, alguien como usted, caminando aquí, solo, entre las calles de Paris, a tan altas horas de la noche... - se interrumpió. Sus ojos, ahora vivos como chispas inquietas, trazaron una línea desde los pies hasta la cabeza de cabellos rubios -. Se describiría como un suicidio.

por **Allure** Mar Jun 12, 2012 10:50 pm

Abandonó la fiesta solo por le hecho de notar que ya no tenía más que hacer allí. A medida que los invitados parten, los grupos se tornan más reducidos, herméticos, siendo aquellos que se conocen más allá de los protocolos de saludo quienes olvidan el pasar del tiempo, compartiendo anécdotas adornadas con sorbos de licor.

Acomodo su grisácea casaca luego de ajustar el nudo de su sobria corbata, oscura y a juego con el chaleco que portaba bajo su abrigo. Posó su serena mirada en el obstaculizado horizonte y luego de llenar sus pulmones de gélido aire, dejo atrás la contaminación visual que le generaban las numerosas cornisas frente a sus ocelos y partió con paso firme hacia su hogar.

Pensaba que no tener un medio de transporte para hacerse mas rápido con su domicilio podría vislumbrarse como algo beneficioso, ya que esta carencia le obligaba a transitar las calles en un momento particular en que la presencia de otros escaseaba. Pocos eran los que se daban el lujo de experimentar el silencio en Paris. Él creía ser uno de ellos.

Sus pies generaban una compleja musicalidad al chasquear con los oscuros y húmedos adoquines, una melodía que solamente aquel cuya mente encontrase luz en la más inmensa oscuridad escucharía.
Pese al peligroso escenario que pudiese suponer el caminar sin protección alguna sobre una ciudad impregnada de rumores asesinos con respecto a la noche, pensó que bajo su faceta masculina nada tendría que temer. Un hombre joven, galante, de paso firme y actitud decidida proyectaría a los desconocidos depredadores todo menos ser una presa fácil.

Moviéndose con tranquilidad por las laberínticas calles parisinas, su mente divagaba en mundos utópicos de los que gustaría ser parte aunque sea en el universo de los sueños.
Algodonadas nubes le servirían de colchón para recostar su desnudo cuerpo, ofrecido de pies a cabeza a su demonio amante, que aparecía según sus necesidades, según sus nostalgias… Según sus intenciones.

Bufó recordándole, extrañándole. Pero nada podía hacer para traerlo de vuelta, pues no había invocación que surtiese efecto. Allure ya había asumido resguardar su imagen como aquel ser imposible, como el héroe que a nada puede atarse porque aun tiene muchas misiones que cumplir, muchas almas que liberar.

Y cuando todas esas ideas y vueltas se cruzaban por su ambigua mente, los vocablos mas exquisitos del mundo llegaron a sus oídos.
¡Oh Dios, bendita sea su generosidad! Era la voz de Pietro. Aún vivía, viril, hermoso, encantador y enigmático.
“¿Por cuánto tiempo lo retendrás frente a mis ojos está vez?” se cuestionó, posando su mirar en el dueño de su acelerada respiración, del correteo inquieto de su sangre, de cada recoveco de su existencia.

- Por usted moriría todas las veces que fuese necesario - replico sin titubeo, sin duda alguna de que cumpliría con sus dichos si fuese necesario.
Sus pasos, cortos pero veloces, cuan infante ansioso anularon toda distancia con el caballero. Su aroma inerte, profunda y misteriosa seguía intacta. Allure mordió su labio inferior para contener todo lo que el maldito Pietro despertaba en su persona. Después de todo ¿Merecía tales atenciones el italiano tras los numerosos desplantes por los que el ingenuo joven había tenido que pasar?

Ojala tuviese la respuesta. Ojala pudiese obligarse a hallarla.

Miro al cielo oscuro y volvió su mirada en la del moreno. En su alma le pidió a Dios que le guiase, una vez mas.

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