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En una Fiesta de Disfraces, el Rey queda en Jaque [Áedán Zaitegui y Laurette Louvier] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Laurette/Odette Louvier Lun Jun 04, 2012 12:01 am

Las aspiraciones de uno provocan la destrucción de los demás.

Los habitantes de Nantes siempre están a la espera de uno de los acontecimientos sociales más importantes de todo el año: el cumpleaños de las gemelas Louvier. Desde su nacimiento tan anhelado por sus padres hasta el mismo momento en que se les presentó ante la sociedad en un baile donde las pequeñas dos recién nacidas fueron el centro de atención, no han dejado de mantenerse en el mismo status social. Siempre en la punta, en boca de todos los cotilleos para quienes saben escuchar. Asistiendo a todas las reuniones sociales, pero sobre todo dando cada año una fiesta digna de recordar y de envidiar en todo momento. Y esta vez no será la excepción a pesar de la fatídica muerte del primogénito hijo de la familia, Gregory, a manos de unos salvajes sujetos que obligaron a la familia a emigrar durante algún tiempo a los Países Bajos. Aún y con ello, las invitaciones se entregaron con la suficiente anticipación. La crema y nata de la sociedad francesa asiste a este magno evento, donde se espera incluso mayor opulencia con tal de que las gemelas salgan de su tétrico encierro, de ese luto que nadie respeta y todos murmuran a espaldas de los Louvier.

Y nadie queda decepcionado, desde los magníficos salones adornados con candiles y piezas de arte de gran valor, los sirvientes ataviados de una manera que ante un ojo inexperto podrían ser fácilmente confundidos por algún integrante de la clase alta de no ser porque todos visten igual, con la misma indumentaria plateada y la máscara carmín. Las luminarias entre nobles y aristócratas se pavonean con ropajes que denotan su status social. Los músicos deleitan a los presentes permitiendo que algunos ya estén bailando sin ninguna timidez. Las bebidas son ofrecidas sin el menor de los pudores, como siempre el mejor vino. La comida, ni se diga, lo más delicioso para los exigentes paladares. En la parte más alta está el abuelo supervisándolo todo con la mirada antes de la gran entrada de las dos nietas más pequeñas. Un pesar en el corazón se posa en el instante que recuerda a Gregory, siempre dispuesto a escoltar a sus hermanas hasta el salón principal, tan gallardo y lleno de bríos. Los ojos se cierran esperando que al menos sus nietas puedan gozar de una fiesta organizada con sumo detalle, sobre todo con la finalidad de que por fin alguien se atreva a no sólo pretender a sus pequeñas si no a establecer un vínculo más fuerte ahora que ellas serán las futuras herederas del Ducado.

Sus ojos se postran en aquéllas que bajan las escaleras con sumo cuidado del brazo de la otra, dos gotas de agua idénticas, ninguna falla desde sus vestidos color beige con algunos adornos en tonos azules del más claro al más oscuro creando ilusiones a la vista de que la falda ondea cual olas de mar al instante que ellas caminan. El cabello elevado en un moño donde el cuello está visible para admirar el escote que las mangas en los hombros permiten disfrutar, las máscaras en un tono más azul, colocadas de forma tal que dos pequeños alambres se coloquen tras las orejas y puedan ellas caminar sin sostener las mismas y sobre todo, sin arruinar su peinado con los lazos o las ligas que con normalidad son usados para que el antifaz no caiga. Laurette y Odette hacen una unísona e idéntica reverencia causando las risas de los conocedores y las extrañezas de los forasteros que no conozcan el juego favorito de las hermanas: el cambiar de lugar con la otra y que nadie sepa con quién realmente está hablando. Luego de ser bienvenidas por la sociedad, ambas se separan y buscan diferentes diversiones. Desde Odette platicando sobre la política, hasta Laurette y sus anhelos por saber de la bolsa y cómo van avanzando aprediendo lo más que puede. Si ya está ahí, aunque sea que entienda la mejor parte. La hermana mayor toma una copa de champaña y se la lleva a los labios para mojarlos sólo un tanto mostrándose muy serena y relajada, como normalmente no es, pero que esta fiesta le está provocando. Quizá sea por el tiempo pasado fuera de esos lugares lo que incide en su estado de serenidad, que evita la tensión y sobre todo, la sensación de tener que proteger a su familia. Entre personas conocidas y al tiempo que da otro pequeño trago acercándose a uno de los enormes vitrales, piensa que ésto es a causa de los cambios en su mente y en su ser tras los episodios desagradables en el último año. La pérdida de Gregory es un duro golpe a la familia, pero lento van resignándose, aunque para Odette es difícil, en Laurette cae el peor peso de todos: el de ocupar su lugar como la protectora de su núcleo familiar. Los ojos lento se cierran para dar paso a las sensaciones encontradas que aún no puede definir, pero sobre todo, aceptar. El que ella sea Gregory no le agrada del todo, pero sabe que debe hacerlo. Y tras ver a su hermana pequeña, decide que lo hará. En definitiva.
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Mensaje por Laurette/Odette Louvier Dom Jun 24, 2012 8:03 pm

Fíjate en lo que pides y cómo lo pides,
porque de eso depende qué te entregan y cómo te lo entregan.


Aburrida, no hay otra palabra que defina mejor la noche y quizá sea justo porque su cabeza se encuentra en otro lado, en uno donde su familia no puede acceder. Un pequeño trago más a la copa de champaña y sus ojos se desvían para observar con intriga lo acontecido fuera, en el jardín donde algunas parejas caminan. Seguro que no serán pocas las que se pierdan entre los frondosos arbustos y se oigan después de ello algunos gemidos ocultos. Sonríe divertida al rememorar el año pasado, esos comentarios candentes que su hermano hizo al respecto al siguiente día de la fiesta y que fueron callados por sus padres con miradas de reproche por "mancillar" los castos oídos de sus hermanas. Si supieran las cosas que habían oído antes de eso se abochornarían y las mandarían a lavarse las orejas con jabón y lejía. Su reflejo en el contenido de la copa le hace consciente de esa tristeza que debe disimular así como lo hace Odette. Nadie sabe de verdad lo que les cuesta parecer felices a tan pocos meses de la muerte de Gregory. Bebe otro poco y de reojo observa cómo alguien se le acerca con paso firme, pero hay algo en él que le llama la atención. En ese caminar marcial que tiene un... ¿Defecto? ¿Cuál puede ser? Porque acostumbrada como está de codearse con militares, reconoce ipso facto cualquier falla en él. Parpadea y sonríe haciendo una reverencia a su vez ante tal hombre, tan serio él. Aunque se pregunta quién es porque no porta una máscara como todos los presentes, además de que esos ojos y ese rostro los reconocería en cualquier lugar. No, parece que conoce a Odette y le ha confundido con ella. ¡Qué divertido! Al menos el aburrimiento será menor. Aspira un poco de aire y al soltarlo sus movimientos son delicados, sus ojos mucho más dulces y agradables, toda ella es la sensualidad y dulzura andando. Un cisne, aunque qué difícil ha sido aprender eso de su hermana, uno que embelesa como obsesiona a los ojos. Le sonríe mientras que asiente ante su primer pregunta permitiéndole que bese su mano y la mire a los orbes de esa manera tan gallarda que de seguro arrebató corazones en el pasado, pero que ante tantos pretendientes las gemelas tienen más que medido y aunque sonríe con coquetería haciéndole pensar que tiene un punto a su favor, en realidad le intriga la verdadera razón de su comportamiento.

Y ahí está, así que... ¿Su Abuelo? Seguramente sí, porque a su padre siempre le llaman por su cargo en la milicia. ¿Buen amigo? ¿De su Abuelo? Parpadea un instante ocultando de inmediato su mofa aprovechando que él busca entre la gente a la cabeza de la familia. Al menos ya tiene dos razones para no presentarlo y el intercambio de miradas con su gemela lo confirma. Odette de inmediato le hace un movimiento de manos en un lenguaje que sólo ellas comprenden y que Laurette se afana en descifrar. "Es... Adán..." no, no pareciera ser Adán, así que se concentra más... "Es... Áedán... Zai... Zai... Zaite... ¡Zaitegui! Militar... español... charlas interesantes... preguntar por el flamenco... diviértete..." Claro que lo iba a hacer. Con esos datos lo tenía más que ubicado por lo que su hermana le contó alguna vez, es lo bueno de tener una magnífica memoria. Voltea a tiempo en el instante en que él regresa la mirada para sonreírle y parpadear esperando a que haga su jugada. La suya ya está siendo planeada a toda velocidad, oteando alrededor hasta encontrar la carnada perfecta. A ver qué tan amigo es de su abuelo, porque normalmente él tiene sólo amistades con altos rangos en el ejército y la mayoría son de la edad de su padre o mucho más grandes y este joven no tendrá más allá de los 40 años... Alza una ceja al instante en que él sigue parloteando y observa la tensión en las sienes, esa vena que aparece normalmente cuando una persona está nerviosa. Se obliga a sonreír, porque ¿Con quién se cree que trata? Si es una Louvier, no cualquier hija de vecina y mucho menos un miembro del servicio para que le ordene llevarle hasta su abuelo y no sólo eso... aspira y tras una sonrisa que no le llega a los ojos, pero que es espléndida, le toma del brazo y le guía entre la gente. Saluda a algunos con la mano agitándola levemente, a otros con sólo mover los dedos y se detiene en ocasiones para recibir los abrazos y felicitaciones que por supuesto ese "caballero" ni siquiera fue capaz de ofrendarle. Por fin, cuando la impaciencia puede que acabara con los ánimos de su compañero, Laurette se digna a llegar hasta donde un grupo de ancianos quienes detienen su conversación para halagarla y darle los consabidos abrazos. - Gracias caballeros por estar con nosotras en esta recepción, un poco más modesta que la del año pasado, pero comprenderán las circunstancias. Ah, abuelito, ¿Recuerdas al señor Zaitegui? Hace mucho que no te veía - le toma del brazo al hombre y lo acerca hacia donde un señor de ojos tan azules como los de las gemelas le observa con curiosidad. Es una venganza y al mismo tiempo una prueba... él es su abuelo, sí, pero el padre de su madre y si no fuera por los rasgos se podría decir que era el hermano del señor Louvier... blancos ambos, de casi la misma estatura, cabello entrecano castaño y esos ojos azules que veían de formas tan diferentes... en el señor Louvier era frialdad pura. En cambio en Van Der Linde, sólo había una tranquilidad y una curiosidad que sus nietos habían heredado... Y una pregunta en esos ojos que ahora se fijan en su nieta, esperando a que conteste a sus dudas, pero eso será cuando el propio señor Zaitegui demuestre la verdad ante la joven... que él no es amigo de su abuelo y que es un taimado arribista que quiere llegar a él de la forma más vil de todas: usando a Odette, sólo que no contaba con que caería en un juego de gemelas en el que él debería reconocer que no le han llevado con el abuelo correcto si es que conoce al señor Louvier, pero si no... Será un juego del que quizá él no salda indemne.
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Mensaje por Laurette/Odette Louvier Dom Ago 12, 2012 12:59 pm

La mente más aguda
es la que más se exprime.

No sabe si reír o enojarse, alza una ceja mirando a su abuelito que le corresponde con una mirada tal que la hace consciente de que hay algo que se le escapa de las manos. Lord Zaitegui conoce a su abuelo Van Der Linde. Ni más ni menos. Y no sólo eso, su abuelito le trata como un viejo conocido de esos a los que le alegra ver. Está metida en un aprieto, porque en el instante en que su abuelo volteé a verla para saber por que lo trajo hasta su presencia y no hasta la de Lord Louvier, no tiene aún una buena razón más que hacerse la tonta y decir que fue pura equivocación. Quizá Lord Zaitegui se lo crea, pero ¿Su Abuelo? ¿Conociéndola? Frunce los labios y busca con la mirada a Odette. La encuentra pronto y cuidando que nadie la vea, le manda un mensaje a su típico lenguaje de señas que es contestado con celeridad por la menor de las gemelas quien de inmediato se despide para subir a donde su abuelo en tanto Laurette sigue sonriendo con alegría, aceptando abrazos y cumplidos sobre lo guapísima que se ve esa noche. Ojalá su abuelo no la descubra como Laurette, cae en la cuenta. Voltea a ver a Van Der Linde quien sigue ocupado con Lord Zaitegui. ¡Dios! Menudo enredo. Como le diga "Laurette" la que se le va a armar. Ya se imagina con las miradas de su padre y sus dos abuelos esperando a que les responda por qué le ha hecho esa broma tan pesada a Lord Zaitegui. ¡Maldición! La trampa que le tendió a Lord Zaitegui la empieza a rodear de una forna non grata. ¿Qué hacer, qué hacer?

Su abuelo para su fortuna sale en su rescate llevándose a Lord Zaitegui lejos para su confusión y sorpresa. ¿Acaso se lo ha sospechado? Se lame los labios y sus ojos se posan en los del español primero quien parece no haberse percatado de la jugarreta o bien, no le da la menor importancia ahora que está hablando con su abuelo. Laurette aprovecha la oportunidad que su abuelito le da y va a con Lord Louvier, ayudada por Odette quien ya lo puso en antecedentes. Sube las escaleras ahora que su hermana baja las mismas y tras una sonrisita cómplice, llega a con el anciano para tomar asiento a su lado mientras ambos miran a todos los que se encuentran disfrutando de la fiesta. - El hombre junto a mi abuelo Van Der Linde dice que te conoce, que es tu mejor amigo. Me parece que miente, pero ahora no estoy tan segura debido a que el abuelo está muy a gusto con él, pero tú y yo sabemos muy bien que la familia Van Der Linde en ocasiones es demasiado ilusa o inocente respecto de otros, no sé... ¿Quieres que haga algo con respecto a él o le doy la espalda? - frunce los labios en tanto observa a su abuelo. Dirán lo que quieran de él, pero ella lo adora, es un hombre fuerte, en muchas ocasiones no se toca el corazón para defender lo que es suyo y eso es lo que le admira. De que tiene defectos, como todos, pero Laurette siempre confiará en él. Pase lo que pase. - No, no te alejes, ve qué quiere realmente y cuando no puedas obtener más información, tráelo, pero asegúrate de que yo posea todo lo que lograste extirparle. Y Laurette, ten cuidado, pero sobre todo hija, diviértete, no pago esta fiesta para que un pelele venga a arruinarla - sonríe y Laurette acepta el beso que le dan en la frente antes de ponerse en pie y bajar de nuevo.

Justo a tiempo, su hermana mira a Lord Zaitegui con ojos de ¿Qué voy a hacer con él? Sonríe leve, intentando por todos los medios que no se note que no es... ella, la hermana. A veces el juego de gemelas se les iba de las manos, pero espera que ésta no sea una de esas ocasiones. Odette se lame los labios y sin dudarlo, sonríe a su hermana y la saluda con la mano antes de llevarse un dedo detrás de la oreja y rascarse en un mohín de nerviosismo. - Lord Zaitegui, creo que se confunde de gemela, yo estaba hablando con usted, así que le pido de la manera más atenta me siga escoltando si así lo prefiere, a menos que tenga una mejor idea de pasar el tiempo - Odette no duda en decir una excusa e irse al otro extremo del salón para diversión de la mayor quien nota cómo él sigue las notas de la canción. Curioso, aunque se pregunta si sus sospechas de que él no camina del todo bien son ciertas, decide de una vez salir de la duda - una canción interesante ¿Me invitará a bailar o seguirá las notas hasta que terminen sin decidirse? - acostumbrada a que todos le dan lo que quiere, le encantará ver cuál es la excusa que le pondrá si no danza a su lado, pero sobre todo, si le dirá la verdad de su condición física o sólo es parte de su imaginación.
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