AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lid [Ricardo Ramírez]
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Lid [Ricardo Ramírez]
Sólo la taberna genera tanta concentración de sentimientos positivos y negativos al unísono. Donde el licor corre a borbotones, los gritos y risotadas aunados al olor del tabaco no molestan a nadie. Es tan común como la misma luz de los quinqués que ilumina el área en la que los caballeros acarician a las mujeres que traen consigo para obtener de ellas más que simples sonrisas y carantoñas. Es el preludio al sexo y mucho más. Es la apoteosis hecha realidad en el mero instante en que pones un pie dentro. Irais lo sabe y a pesar de eso se inmiscuye en las profundidades de la actividad más denigrante del ser humano. Toma asiento en una mesa para dos, tres personas máximo, redonda ella, de madera, en algunos lugares tallada por algún instrumento punzocortante, en otros rasguñada, pero fuera del manchón de mugre y de cerveza derramada, no hay nada interesante en ella. Un hombre le pregunta qué quiere y a pesar de su vestido limpio y que indica que es una mujer guapa y atractiva, ella le observa para pedir una cerveza, volviendo su mirada hacia el pequeño objeto entre sus manos. No es más que un dado muy usado y cuyo próximo destino pudiera ser el propio cesto de basura o quizá ni llegara ahí. Ella lo juguetea entre los dedos ajena a los demás, a los gritos de triunfo cuando alguien ha vencido en los dados, de las mujeres que buscan algo más de dinero para llevar a casa. Los berridos provenientes del fondo de aquél que ha perdido lo más importante de la noche: su bebida y exige otra más. La algarabía de uno que parece, ha tenido un buen día. Irais no recuerda haber tenido uno bueno desde hace mucho.
Las uñas largas y limpias van hacia la frente y le dan confort rascando la superficie, el cabello oscuro cae en cascadas a su espalda soltándose rebelde del peinado sencillo que ella hizo en la mañana, pero qué importa, ya a estas alturas del día lo único que se busca es el confort de una jornada que ha terminado y la relajación es lo que viene de inmediato. La cerveza es colocada frente a ella que la observa como si fuera la octava maravilla del mundo, desde su color ámbar, las burbujas que se elevan y la espuma en la superficie. Toma el envase y le da un largo trago, disfrutando de la frescura con que llena su boca, el amargo sabor que le desvanece la sed y que al recorrer su garganta se transforma en la bebida más deliciosa que ha probado jamás. Tan libre que se siente tras dos que tres de estas tomas, tan llena de ese calor que ya no hay en casa. Eso teme ahora, ir a esas cuatro paredes que se convirtieron tras pagar con sus últimas joyas, en su terruño. Uno que odia con toda el alma como aquéllos que la obligaron a permanecer ahí. Otro largo trago y saca de su bolsillo un papel arroz para irse preparando un cigarro, el olor le relaja y la hace sonreír de lado. Si sus padres la vieran ahora, se volverían a morir. Cierra los ojos al ensalivar una de las orillas del papel y se afana en dejarlo bien sellado para que el tabaco no se escape... se lame los labios saboreándose y sonríe con placer al instante de colocar el pitillo entre los pliegues de la boca. Aspira aire con intensidad para inundar las fosas nasales con ese aroma inconfundible y busca con qué encender el cigarro. Se palpa la capa en busca de los bolsillos sin sentir la caja de cerillas, luego las faltriqueras del vestido y hace una mueca contrariada. Lo último que le faltaba. Una revisión más concienzuda le hace saber su temor: quién sabe dónde dejó los fósforos.
Otea a su alrededor hasta que sus ojos captan unas espaldas anchas y seguramente pertenecían a un hombre acostumbrado a entrenarse físicamente, por un instante la joven piensa en meterse con él. A últimas fechas su reloj biológico hace de las suyas obligándola a razonar en eso que llaman sexo. No es que fuera antes una remilgosa, pero el tiempo pasa y con él la necesidad de tener a alguien a su lado aunque fuera unas cuantas noches es una idea que no cede en el empeño de la joven de largarla lejos, pero ¿Tan bruta como para decírselo al primer idiota que tenga espaldas atractivas? Aunque el trasero no está nada despreciable ahí depositado en el asiento... la garganta se le seca y sonríe divertida ¿Por qué no? No es que pierda la libertad por acostarse con un hombre y si el sujeto en cuestión resulta ser capaz en la cama, pues esun mérito extra. Además, la virginidad en ocasiones estorba. - ¿Tendrá usted cerillas, señor? - Su mejor sonrisa, la actitud debida, aunque si resulta que no tiene el tipo que le agrada, de seguro que lo pensará de nuevo.
Las uñas largas y limpias van hacia la frente y le dan confort rascando la superficie, el cabello oscuro cae en cascadas a su espalda soltándose rebelde del peinado sencillo que ella hizo en la mañana, pero qué importa, ya a estas alturas del día lo único que se busca es el confort de una jornada que ha terminado y la relajación es lo que viene de inmediato. La cerveza es colocada frente a ella que la observa como si fuera la octava maravilla del mundo, desde su color ámbar, las burbujas que se elevan y la espuma en la superficie. Toma el envase y le da un largo trago, disfrutando de la frescura con que llena su boca, el amargo sabor que le desvanece la sed y que al recorrer su garganta se transforma en la bebida más deliciosa que ha probado jamás. Tan libre que se siente tras dos que tres de estas tomas, tan llena de ese calor que ya no hay en casa. Eso teme ahora, ir a esas cuatro paredes que se convirtieron tras pagar con sus últimas joyas, en su terruño. Uno que odia con toda el alma como aquéllos que la obligaron a permanecer ahí. Otro largo trago y saca de su bolsillo un papel arroz para irse preparando un cigarro, el olor le relaja y la hace sonreír de lado. Si sus padres la vieran ahora, se volverían a morir. Cierra los ojos al ensalivar una de las orillas del papel y se afana en dejarlo bien sellado para que el tabaco no se escape... se lame los labios saboreándose y sonríe con placer al instante de colocar el pitillo entre los pliegues de la boca. Aspira aire con intensidad para inundar las fosas nasales con ese aroma inconfundible y busca con qué encender el cigarro. Se palpa la capa en busca de los bolsillos sin sentir la caja de cerillas, luego las faltriqueras del vestido y hace una mueca contrariada. Lo último que le faltaba. Una revisión más concienzuda le hace saber su temor: quién sabe dónde dejó los fósforos.
Otea a su alrededor hasta que sus ojos captan unas espaldas anchas y seguramente pertenecían a un hombre acostumbrado a entrenarse físicamente, por un instante la joven piensa en meterse con él. A últimas fechas su reloj biológico hace de las suyas obligándola a razonar en eso que llaman sexo. No es que fuera antes una remilgosa, pero el tiempo pasa y con él la necesidad de tener a alguien a su lado aunque fuera unas cuantas noches es una idea que no cede en el empeño de la joven de largarla lejos, pero ¿Tan bruta como para decírselo al primer idiota que tenga espaldas atractivas? Aunque el trasero no está nada despreciable ahí depositado en el asiento... la garganta se le seca y sonríe divertida ¿Por qué no? No es que pierda la libertad por acostarse con un hombre y si el sujeto en cuestión resulta ser capaz en la cama, pues esun mérito extra. Además, la virginidad en ocasiones estorba. - ¿Tendrá usted cerillas, señor? - Su mejor sonrisa, la actitud debida, aunque si resulta que no tiene el tipo que le agrada, de seguro que lo pensará de nuevo.
Irais Faria- Cazador Clase Baja
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Re: Lid [Ricardo Ramírez]
Las sorpresas de la vida vienen cuando uno menos se lo espera. Ricardo bebía sentado sobre un taburete de madera, alta y que lo mantenía quieto al suelo. Bebía una copa de vino demasiado especial. Su estancia desde hace varios años en París, le había servido para instalarse y ser el dueño de una gran mansión, tener a varios a su servicio y al menos tener un sitio y tener a gente con la que confiar. Solo que no se sentía lo demasiado cómodo con ello. Hace mucho tiempo que deseaba haber estado junto con alguien a su lado, no sabía lo que era estar esperando muchos años en la soledad. Estaba en aquella silla o taburete mientras bebía de la copa de vino, mirando al frente mientras repasaba con lentitud los acontecimientos de hace 800 siglos atrás.
Ricardo era una persona que era bastante independiente de otros. Siempre hacia las cosas a su manera, pero de vez en cuando, cuando no tenia mas remedio, el ayudaba a quienes necesitaban de él. Solo que ahora se encontraba en una taberna, escucho el sonido de una bella voz a sus espaldas, pedía fuego o alguna cerilla. Lástima que ahora no tenia encima y así poder complacerla, pero en cuanto se dio la vuelta, una sonrisa socarrona, pícara y con cierto disimulo, la penetro con la mente, lamiéndose los labios con lentitud y después acercando a la fémina agarrándola de la cintura, metiéndola entre sus piernas para tenerla cerca de él, casi a un centímetro de su rostro-...Se me acabaron las cerillas excepto una que tiene que ser lubricada....-susurro en el interior del oído ajeno, mientras llevaba la palma de su mano hacia dentro del vestido para acariciar sin prisa parte del muslo de la mujer.
Podía oler sin necesidad de usar ningún poder las hormonas que se revolucionaban en el cuerpo de la mujer, el olor emanaba a sexo de una noche, pero a la vez de que era alguien casta y pura, parecía haber sido nunca tocada y él mismo se aprovecharía de ello. Seguía manteniéndola en aquel agarre cuando se dispuso a entremeter los dedos en aquel cabello dorado que la mujer tenía, acercándola para lamer su cuello lentamente. Parecía estar fuera de sus cabales, completamente borracho cogió el borde del vestido de la mujer para bajárselo un poco y besarle el hombro desnudo, con lo que recibió después fue un golpe en la cabeza por detrás, seguramente del dueño de la taberna.
Ricardo se quedo plano. Se quedo inconsciente sobre el suelo y como un borracho se quedo ahí quieto. El dueño de la taberna, negaba con pena, se acerco a Ricardo para después cogerlo al hombro junto con otro hombre más, y así finalmente poder llevarlo a la trastienda que había detrás de la barra. Lo dejaron con cuidado, sabían quién era ¿Quién no lo conocía? De cualquier modo, no se iba a despertar después de tantas copas de vino, parecía que iba a explotar pero de momento las había soportado bastante bien.
Ahora...¿Se despertaría?
Ricardo era una persona que era bastante independiente de otros. Siempre hacia las cosas a su manera, pero de vez en cuando, cuando no tenia mas remedio, el ayudaba a quienes necesitaban de él. Solo que ahora se encontraba en una taberna, escucho el sonido de una bella voz a sus espaldas, pedía fuego o alguna cerilla. Lástima que ahora no tenia encima y así poder complacerla, pero en cuanto se dio la vuelta, una sonrisa socarrona, pícara y con cierto disimulo, la penetro con la mente, lamiéndose los labios con lentitud y después acercando a la fémina agarrándola de la cintura, metiéndola entre sus piernas para tenerla cerca de él, casi a un centímetro de su rostro-...Se me acabaron las cerillas excepto una que tiene que ser lubricada....-susurro en el interior del oído ajeno, mientras llevaba la palma de su mano hacia dentro del vestido para acariciar sin prisa parte del muslo de la mujer.
Podía oler sin necesidad de usar ningún poder las hormonas que se revolucionaban en el cuerpo de la mujer, el olor emanaba a sexo de una noche, pero a la vez de que era alguien casta y pura, parecía haber sido nunca tocada y él mismo se aprovecharía de ello. Seguía manteniéndola en aquel agarre cuando se dispuso a entremeter los dedos en aquel cabello dorado que la mujer tenía, acercándola para lamer su cuello lentamente. Parecía estar fuera de sus cabales, completamente borracho cogió el borde del vestido de la mujer para bajárselo un poco y besarle el hombro desnudo, con lo que recibió después fue un golpe en la cabeza por detrás, seguramente del dueño de la taberna.
Ricardo se quedo plano. Se quedo inconsciente sobre el suelo y como un borracho se quedo ahí quieto. El dueño de la taberna, negaba con pena, se acerco a Ricardo para después cogerlo al hombro junto con otro hombre más, y así finalmente poder llevarlo a la trastienda que había detrás de la barra. Lo dejaron con cuidado, sabían quién era ¿Quién no lo conocía? De cualquier modo, no se iba a despertar después de tantas copas de vino, parecía que iba a explotar pero de momento las había soportado bastante bien.
Ahora...¿Se despertaría?
Ricardo Ramírez- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/05/2012
Re: Lid [Ricardo Ramírez]
Divertido es el instante en que él voltea a verla y puede notarse en lo profundo de sus pupilas la atracción que siente por ella, esa forma de tomarla y acercarla para hacerle notar su sensualidad, que tiene de comportarse tan altanera, cargada de una confianza innegable, que le hace ver mucho más atractivo y sexy de lo que ya es. Esos ojos que cautivan haciendo pensar en tonterías como una cama, sábanas revueltas; él acariciando ese muslo al tiempo que sus palabras en doble sentido la obligan a fantasear con miles de alternativas que pueden ser bien usadas para ayudarle en esa necesidad que ahora se vuelve la suya. Un corazón latiendo veloz, una respiración alterada, un subidón de color en el cuerpo, una sonrisa complacida, puesto que no hay forma de evitarlo. Le gusta lo que siente, cómo la toma de la nuca para lamerle el cuello y jadea ante su tacto frío. ¿Acaso...? Hace a un lado el pensamiento para concentrarse en lo que su cuerpo anhela ¿Acaso no quiso eso cuando se atrevió a hablarle? Sus manos se posan en los hombros masculinos, quizá no debiera darle tanto, pero lento sus manos acarician los músculos en silencio, perdida entre lo que él le produce y en parte, su mente va filtrando las ideas que necesita, los detalles que no debe pasar por alto: su respiración casi inexistente, la frialdad de su cuerpo a pesar de la camisa. Hay algo que no le da buena espina, en lo que desconfía y no es el aliento alcohólico, hay algo más peligroso en todo ésto, de lo cual tendrá máximo cuidado.
Aunque sus pensamientos se van de paseo en el instante en que él logra bajar su vestido, un hombro blanco y cremoso, suave al tacto es tomado de forma lujuriosa por una lengua que la obliga a tragar saliva con dificultad, ¿Qué hacer? Dejarlo continuar sería casi igual que ser tomada en el piso o en la barra sin pudores ni tapujos. Impedirlo creará una insatisfacción que no controlará con nada, no la calmará. ¿Entonces? Cierra los ojos para pensar, pero es salvada por los ángeles tornados en el tabernero y otros cuantos que dejan fuera al hombre. Porque a pesar de sus observaciones no le cuadra el hecho de que un sobrenatural haya sido capaz de desmayarse con un golpe tan sencillo. Hay gato encerrado, pero aunque de reojo mira hacia dónde lo llevan, no sigue, se dedica a beberse el resto de su cerveza en silencio y a consumir un cigarro que, por fin, alguien le enciende aunque no puede recordar bien el quién. Se truena el cuello mirando al techo aún inquieta por las caricias de ese varón. ¿Qué tiene que ocupa bien sus pensamientos? Y decide por fin. Paga la cerveza, para levantarse y darle vuelta a la taberna para escalar en pos de la trastienda. Logra colarse abriendo la puerta con unas ganzúas y le busca. Tirado le encuentra, dormido, ebrio. ¿Acaso los vampiros son tan débiles como para caer bajo el embrujo de la bebida? Y saca cuentas, el tabernero tardará en cerrar como 4 horas más, aparte del hecho de que nadie se asomará ni echará en falta al hombre. Se acerca a una ventana donde la luz de la luna la ilumina y bajo éste haz, coloca al vampiro para observarlo. Está segura de que lo vio en algún lado, pero... ¿Dónde?
Aunque sus pensamientos se van de paseo en el instante en que él logra bajar su vestido, un hombro blanco y cremoso, suave al tacto es tomado de forma lujuriosa por una lengua que la obliga a tragar saliva con dificultad, ¿Qué hacer? Dejarlo continuar sería casi igual que ser tomada en el piso o en la barra sin pudores ni tapujos. Impedirlo creará una insatisfacción que no controlará con nada, no la calmará. ¿Entonces? Cierra los ojos para pensar, pero es salvada por los ángeles tornados en el tabernero y otros cuantos que dejan fuera al hombre. Porque a pesar de sus observaciones no le cuadra el hecho de que un sobrenatural haya sido capaz de desmayarse con un golpe tan sencillo. Hay gato encerrado, pero aunque de reojo mira hacia dónde lo llevan, no sigue, se dedica a beberse el resto de su cerveza en silencio y a consumir un cigarro que, por fin, alguien le enciende aunque no puede recordar bien el quién. Se truena el cuello mirando al techo aún inquieta por las caricias de ese varón. ¿Qué tiene que ocupa bien sus pensamientos? Y decide por fin. Paga la cerveza, para levantarse y darle vuelta a la taberna para escalar en pos de la trastienda. Logra colarse abriendo la puerta con unas ganzúas y le busca. Tirado le encuentra, dormido, ebrio. ¿Acaso los vampiros son tan débiles como para caer bajo el embrujo de la bebida? Y saca cuentas, el tabernero tardará en cerrar como 4 horas más, aparte del hecho de que nadie se asomará ni echará en falta al hombre. Se acerca a una ventana donde la luz de la luna la ilumina y bajo éste haz, coloca al vampiro para observarlo. Está segura de que lo vio en algún lado, pero... ¿Dónde?
Irais Faria- Cazador Clase Baja
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Re: Lid [Ricardo Ramírez]
Solo hacia parte de la obra de teatro que daría juego al instante en el que se despertara, en el momento en el que recobrase la consciencia y poder tocar a esa rubia que se le había acercado con sed de sexo y algo de sadismo. Bien, el se lo daría, la haría gemir como nunca lo habría hecho, pero en ello, tendría que despertarse y así poder tomarla, tan solo, se había callado en el sueño, seguía en ese silencio, intentando ser mejor que otros, intentando ser más rápido en la memoria de recordar aquel rostro tan familiar.
Si y no ¿Quién era? ¿Era del pasado? ¿O del futuro? No, del futuro no podía ser, era demasiado perfecta, demasiado exacta a su visión de cada mañana cuando dormía bajo tierra, en una gran cama acolchada y envuelta de sabanas de color carmesí. Un color, su color ideal y su favorito.
Se despertaba, si, podía escuchar a mil millas o más cerca gritos de un marido maltratando a su mujer, gimió a causa de ello, le producía placer el dolor en lo ajeno, de repente abrió los ojos de par en par, viéndola, si, a Anna Faria delante de él pero no, estaban en una época bastante avanzada. Más avanzada aun desde que aquella noche en el enlace de ambos, los Faria habían traicionado a los Ramírez. Ah, no, era una falsa alarma o ¿en realidad se habría despertado? Sujetaba algo entre su mano, dentro de su mano sujetaba lo que parecía la muñeca de la mujer que estaba a su lado, la sujetaba, procurando de no hacerla mover de ningún sitio, no de ninguno.
La mantuvo ahí-Quieta...deberías moverte pues el silencio se mueve más rápido que tu...-¿Se creía que se tenía más razón por ser hombre? Si era mujer de linaje conocido, bien estaría con nuevas esperanzas en poner un pie en libertad, en alguien, en el camino de alguien en el que poder caminar bastante, en el qué entorpecerse raramente y de vez en cuando incomodar hasta querer llegar a la comodidad.
Quería saber si esa mujer se llamaba o era de aquel linaje que él buscaba para vengarse, pero nada-Como te llamas?-Pregunto ahora el curioso era él, quería seguir tumbado, estaba cómodo, no se iba a mover para romper la postura en la que estaban pero dichoso es el destino que siempre lo cambia todo, quizás todo a peor o mejor, para rellenar un estomago de ilusiones tontas.
¿Qué es eso? Un símbolo en su pecho musculoso? No, era una cicatriz en la que se podría ver la señal de alguna pelea. De la pelea de vivir.
Si y no ¿Quién era? ¿Era del pasado? ¿O del futuro? No, del futuro no podía ser, era demasiado perfecta, demasiado exacta a su visión de cada mañana cuando dormía bajo tierra, en una gran cama acolchada y envuelta de sabanas de color carmesí. Un color, su color ideal y su favorito.
Se despertaba, si, podía escuchar a mil millas o más cerca gritos de un marido maltratando a su mujer, gimió a causa de ello, le producía placer el dolor en lo ajeno, de repente abrió los ojos de par en par, viéndola, si, a Anna Faria delante de él pero no, estaban en una época bastante avanzada. Más avanzada aun desde que aquella noche en el enlace de ambos, los Faria habían traicionado a los Ramírez. Ah, no, era una falsa alarma o ¿en realidad se habría despertado? Sujetaba algo entre su mano, dentro de su mano sujetaba lo que parecía la muñeca de la mujer que estaba a su lado, la sujetaba, procurando de no hacerla mover de ningún sitio, no de ninguno.
La mantuvo ahí-Quieta...deberías moverte pues el silencio se mueve más rápido que tu...-¿Se creía que se tenía más razón por ser hombre? Si era mujer de linaje conocido, bien estaría con nuevas esperanzas en poner un pie en libertad, en alguien, en el camino de alguien en el que poder caminar bastante, en el qué entorpecerse raramente y de vez en cuando incomodar hasta querer llegar a la comodidad.
Quería saber si esa mujer se llamaba o era de aquel linaje que él buscaba para vengarse, pero nada-Como te llamas?-Pregunto ahora el curioso era él, quería seguir tumbado, estaba cómodo, no se iba a mover para romper la postura en la que estaban pero dichoso es el destino que siempre lo cambia todo, quizás todo a peor o mejor, para rellenar un estomago de ilusiones tontas.
¿Qué es eso? Un símbolo en su pecho musculoso? No, era una cicatriz en la que se podría ver la señal de alguna pelea. De la pelea de vivir.
Ricardo Ramírez- Humano Clase Alta
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Re: Lid [Ricardo Ramírez]
Lo primero que toda cazadora sabe es no meterse sola en problemas si no vislumbra a qué se enfrentará o bien, cómo salir de ellos y las armas que utilizará en el proceso. Y héla aquí, desconociendo la mayor parte de la situación, aunque para su fortuna lo que ha visto es suficiente para traer entre sus ropas una estaca y algo de agua bendita. Es guapo, demasiado viril, interesante y le produce escalofríos el sólo verlo. Se le antoja lo que muchos dicen es el encuentro más íntimo entre todo hombre y mujer, pero ¿Con un vampiro? Está loca si mete las narices tan profundo aunque ¿Cuándo ha hecho algo sano mentalmente desde la muerte de su familia? Su rostro es muy atractivo, esos labios son capaces de arrebatarle la razón y que el instinto sea el que prime, para que le mantenga de frente y saborear los pliegues de su boca hasta que su mente no piense más que en él. Aunque no se miente, semejante hombre es capaz de hacerle el mayor de los daños, un vampiro con normalidad busca su satisfacción carnal y luego viene el alimentarse de ella. Una mano rodea su muñeca haciéndola respingar, parpadea sabiendo que ya no hay marcha atrás en el instante en que él ha abierto los ojos y la observa como si quisiera desarmarla, entrar a lo profundo de su mente. Sus palabras le arquearon una ceja. Demasiado filosóficas para su gusto, chasquea la lengua e intenta soltarse sin éxito, él aprieta y le hace consciente de su fuerza. ¿Arrepentirse? Nunca, no tiene sentido más que seguir adelante y salir del atolladero. - Irais ¿Y el suyo? - no se queda atrás, puesto que también necesita darle un nombre a toda esa masculinidad latente, que la envuelve como su mano a la muñeca.
Recostado, invita a estar a su lado, a echarse y cerrar los ojos oliendo su masculino cuerpo, acariciando sus hombros, sus pectorales y por qué no, darle un beso buscando su lengua la compañera hasta pegar las caderas y... se echa aire al rostro con su propia boca parpadeando al sentirlo porque no es tan frío como hubiese querido. Ese vampiro tiene todas las de ganar y la sorprende halándola hacia él, tropieza y cae encima para tragar saliva al sentirle. ¡Qué diferencia entre el pensarle y el tenerle! Su mano se recarga en el abdomen para tener un punto en el cual apoyarse y levantarse, pero no tiene éxito en primera porque él se lo impide y en segunda porque la atrevida mano se afana en sentir los músculos del hombre, tan delineados, tan palpables. Uh, ¿Quién iba a pensarlo? Ansía verlos, jadea ante el impulso incontrolable de agacharse y pasar la lengua por ellos, por darles una mordida. ¿De cuándo acá es tan lujuriosa? Tiene que ver con el aura de este vampiro, su sensualidad nata, su seducción aún pasiva que la enloquecerá como se torne en activa. Ojalá no suceda, pero tiene un mal presentimiento al respecto. Como la envicie se verá en grandes problemas. Ahora descubre que fue una mala idea el seguirle, el satisfacer su curiosidad, porque eso le quemará los dedos y mucho más.
Recostado, invita a estar a su lado, a echarse y cerrar los ojos oliendo su masculino cuerpo, acariciando sus hombros, sus pectorales y por qué no, darle un beso buscando su lengua la compañera hasta pegar las caderas y... se echa aire al rostro con su propia boca parpadeando al sentirlo porque no es tan frío como hubiese querido. Ese vampiro tiene todas las de ganar y la sorprende halándola hacia él, tropieza y cae encima para tragar saliva al sentirle. ¡Qué diferencia entre el pensarle y el tenerle! Su mano se recarga en el abdomen para tener un punto en el cual apoyarse y levantarse, pero no tiene éxito en primera porque él se lo impide y en segunda porque la atrevida mano se afana en sentir los músculos del hombre, tan delineados, tan palpables. Uh, ¿Quién iba a pensarlo? Ansía verlos, jadea ante el impulso incontrolable de agacharse y pasar la lengua por ellos, por darles una mordida. ¿De cuándo acá es tan lujuriosa? Tiene que ver con el aura de este vampiro, su sensualidad nata, su seducción aún pasiva que la enloquecerá como se torne en activa. Ojalá no suceda, pero tiene un mal presentimiento al respecto. Como la envicie se verá en grandes problemas. Ahora descubre que fue una mala idea el seguirle, el satisfacer su curiosidad, porque eso le quemará los dedos y mucho más.
Irais Faria- Cazador Clase Baja
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Re: Lid [Ricardo Ramírez]
No había mas cabida que echar la cabeza hacia atrás, sintiendo aquel calentón que alentaba a su entrepierna con aquella lamida, gimiendo en silencio, sujetándola aun de la muñeca para que con la otra mano subirla hasta sus caderas, tenerla ahí...¿qué hacia? Mirándola, la miraba fijamente sin quitarle el ojo de encima, no sabía qué hacer para tenerla más cerca, la tumbo con rapidez sobre aquella cama de tamaño medio, una pierna entre las de la mujer, lamio su cuello llevando su pelo hacia atrás, tirando de él y con la mano libre que tenía ya comenzaba a meterla mano por debajo de aquella escueta blusa.
Agarrando uno de sus senos para comenzar a masajearlos, lamer el interior de su oreja con un aire erótico, sacando la mano para cogerla de las mejillas con ambas manos y negar con una sonrisa malévola, llena de sadismo y asomando meramente sus colmillos, moviéndose más sobre ella y así poder estar encima de ella, con las piernas a los lados.
-Creo que te has metido en la boca del lobo....Irais Faria...-Susurro su nombre, el nombre que sabía de sobra quien era, aquella vestimenta, aquel rostro igual al de Ana Faria, la mujer que por inseguridad no se había casado con el mas había montado un boicot para destruir la boda en la que él iba a salir o ambos saldrían ganando, agarro las muñecas ajenas para ponerlas sobre la cabeza de la misma, mirándola con un deseo que ni los dioses podrían imaginar, sonriendo-...Tenéis el mismo rostro que vuestra antecesora Ana Faria, solo que ella tenía el cabello mas sedoso y limpio, moreno y aunque me pese, no tenía un culo tan flácido...-Rio en lo que había de segunda sala tras la barra de la taberna.
¿Cómo había sabido que era ella? Simple, ella olía igual, el mismo gesto al beber bebida, aquellos rastros eran únicos, cada persona nace con una seña, una identificación personal, un olor personal que siempre es el mismo entre todos los miembros de familia, aunque de algún modo lo intuyo al verla entrar en la taberna con aquel talante, Ana era igual, solo que lo ocultaba bajo las faldas de sus vestidos.
El sonido de la puerta le era familiar, si, ese portazo que haces al cerrar lo habían hecho hace segundos, dejándolos solos, a Irais-No sé si te suena el nombre de Ricardo Ramírez...-lamio su cuello con ansias, a la vez que dio una embestida falsa con sus pantalones, haciendo rozar sexo contra sexo, al igual que su antecesora, esta mujer le hacía despertar del sueño en el que había estado metido tanto tiempo, se había fornicado a un millar de muchachas, cortesanas hasta dejarlas sin sangre en el cuerpo, pero nunca nadie le había despertado el libido tanto como Ana Faria y en este caso Irais Faria no era una excepción de ello. Igualmente se lo despertaba de alguna manera y por ello se había llevado el premio gordo.
Agarrando uno de sus senos para comenzar a masajearlos, lamer el interior de su oreja con un aire erótico, sacando la mano para cogerla de las mejillas con ambas manos y negar con una sonrisa malévola, llena de sadismo y asomando meramente sus colmillos, moviéndose más sobre ella y así poder estar encima de ella, con las piernas a los lados.
-Creo que te has metido en la boca del lobo....Irais Faria...-Susurro su nombre, el nombre que sabía de sobra quien era, aquella vestimenta, aquel rostro igual al de Ana Faria, la mujer que por inseguridad no se había casado con el mas había montado un boicot para destruir la boda en la que él iba a salir o ambos saldrían ganando, agarro las muñecas ajenas para ponerlas sobre la cabeza de la misma, mirándola con un deseo que ni los dioses podrían imaginar, sonriendo-...Tenéis el mismo rostro que vuestra antecesora Ana Faria, solo que ella tenía el cabello mas sedoso y limpio, moreno y aunque me pese, no tenía un culo tan flácido...-Rio en lo que había de segunda sala tras la barra de la taberna.
¿Cómo había sabido que era ella? Simple, ella olía igual, el mismo gesto al beber bebida, aquellos rastros eran únicos, cada persona nace con una seña, una identificación personal, un olor personal que siempre es el mismo entre todos los miembros de familia, aunque de algún modo lo intuyo al verla entrar en la taberna con aquel talante, Ana era igual, solo que lo ocultaba bajo las faldas de sus vestidos.
El sonido de la puerta le era familiar, si, ese portazo que haces al cerrar lo habían hecho hace segundos, dejándolos solos, a Irais-No sé si te suena el nombre de Ricardo Ramírez...-lamio su cuello con ansias, a la vez que dio una embestida falsa con sus pantalones, haciendo rozar sexo contra sexo, al igual que su antecesora, esta mujer le hacía despertar del sueño en el que había estado metido tanto tiempo, se había fornicado a un millar de muchachas, cortesanas hasta dejarlas sin sangre en el cuerpo, pero nunca nadie le había despertado el libido tanto como Ana Faria y en este caso Irais Faria no era una excepción de ello. Igualmente se lo despertaba de alguna manera y por ello se había llevado el premio gordo.
Ricardo Ramírez- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/05/2012
Re: Lid [Ricardo Ramírez]
¿Que si está en problemas? Claro que sí, no porque él la tenga de espaldas contra el colchón, si no porque ella ansía que le dé más de lo que en apariencia está entregándole. Su cuerpo masculino despierta instintos y sensaciones que no conocía, la obligan a respirar profundo para arquear su cuerpo ante las caricias, sobre todo la de esa mano que causa que la zona se erotice, se vuelva tan sensible que sólo es necesario un roce superficial para que un temblor la recorra. Está perdida como siga dándole el tiempo para explorarla, pero aún a sabiendas de ello, jadea al sentir que toca su seno, su lengua la obliga a gemir un decibel más alto para encajar las uñas en esos bíceps marcados, todo él es erótico ¿Tendrá algo que ver con su condición de vampiro? Irais se enfrentó a muchos de los de su clase, pero él parece ser tan diferente. ¿Cómo encararlo entonces? Le obliga a verlo, sus ojos están tan llenos de un malsano anhelo de hacer daño, sus colmillos emergen haciéndole temblar las pupilas. Aspira para jalar fuerza y alzar la barbilla en una franca posición de rebeldía. Hasta que él pronuncia su apellido. Faria. ¿Cómo diantres sabe eso? Sus músculos se pusieron en tensión, el saber que él la identifica con Ana le provoca un vuelco en el estómago. Oh Dios. Intenta soltarse sin lograrlo y se le hiela la piel al escuchar que cierran la puerta, se han ido todos y no habrá nadie que pueda ayudarle, que ponga la cara o al menos se asome para darle algunos segundos para ayudarla.
Ricardo Ramírez. Casi grita al saberlo. Ricardo Ramírez. ¿Cómo no saber de él? Su padre lo mencionaba cada vez que leían sobre Ana Faria, la que logró la exterminación de los Ramírez. No, no quedaron aniquilados, que uno de ellos esté aquí frente a ella; aún peor, es un vampiro, un inmortal que tiene la capacidad de aplastarle la cabeza contra el piso con una rapidez que no le permitiría meter siquiera las manos. Es lo más aterrador que pudo haberle pasado, no tiene a nadie que pueda ayudarla, protegerla. Traga saliva cuando él lame su cuello, si él quiere, puede dejarla seca aunque ella intente debatirse, pelear, pero ¿Le permitirá hacer lo que le plazca? Aprieta los dientes. No, no es su día de morir, de que le permita vencerla. No, no hoy. Aspira fuerte palpando uno de sus bolsillos de su abrigo para tomar la pistola encañonándole la sien. - Seré una Faria, pero no soy una infante indefensa, ni una mujer que necesite de alguien para que la proteja, así que te recomiendo vayas haciéndote atrás. Sé que la pistola no te matará, pero seguro que te costará regenerarte un buen tiempo - tiene sus artimañas. No es un bocado fácil, que no le quede la menor duda. Lo obliga a separarse de ella, para ponerse en pie y apuntarle firme, sin dudas. Niega mirando hacia atrás para no caerse, pero algo le llama la atención y voltea justo a tiempo, una serpiente se lanza contra su pie y ella le dispara volándole la cabeza, pero eso significa que ha descubierto sus espaldas. Y atrás de ella tiene a alguien mucho más peligroso que también tiene colmillos: Ricardo.
Ricardo Ramírez. Casi grita al saberlo. Ricardo Ramírez. ¿Cómo no saber de él? Su padre lo mencionaba cada vez que leían sobre Ana Faria, la que logró la exterminación de los Ramírez. No, no quedaron aniquilados, que uno de ellos esté aquí frente a ella; aún peor, es un vampiro, un inmortal que tiene la capacidad de aplastarle la cabeza contra el piso con una rapidez que no le permitiría meter siquiera las manos. Es lo más aterrador que pudo haberle pasado, no tiene a nadie que pueda ayudarla, protegerla. Traga saliva cuando él lame su cuello, si él quiere, puede dejarla seca aunque ella intente debatirse, pelear, pero ¿Le permitirá hacer lo que le plazca? Aprieta los dientes. No, no es su día de morir, de que le permita vencerla. No, no hoy. Aspira fuerte palpando uno de sus bolsillos de su abrigo para tomar la pistola encañonándole la sien. - Seré una Faria, pero no soy una infante indefensa, ni una mujer que necesite de alguien para que la proteja, así que te recomiendo vayas haciéndote atrás. Sé que la pistola no te matará, pero seguro que te costará regenerarte un buen tiempo - tiene sus artimañas. No es un bocado fácil, que no le quede la menor duda. Lo obliga a separarse de ella, para ponerse en pie y apuntarle firme, sin dudas. Niega mirando hacia atrás para no caerse, pero algo le llama la atención y voltea justo a tiempo, una serpiente se lanza contra su pie y ella le dispara volándole la cabeza, pero eso significa que ha descubierto sus espaldas. Y atrás de ella tiene a alguien mucho más peligroso que también tiene colmillos: Ricardo.
Irais Faria- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 26/05/2012
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Re: Lid [Ricardo Ramírez]
No vayas mirando hacia allá...Se levanto de la cama a la vez que la humana se ponía de pie, quedándose entre las sombras, donde de verdad pertenecía. La fémina tenía un buen cuerpo, tenia puesto sus ojos color carmesí en el cuerpo de la mujer, esbelto, de suaves curvas y elegantes mostraba, se lamio los labios sin poder remediarlo, se restregó las manos en señal de que iba a jalar un magnifico banquete, pero ¿Por qué no usarlo a su favor? Podría ser evidente que la partida ya estaba ganada, que ya no mostraría piedad ante los Faria que después de muchos años en la soledad y escondiéndose hasta esperar el momento adecuado.
Bien estaba detrás, sin que ella le escuchara, sus pies se movían al igual que la serpiente, quieta, silenciosa hasta que consiguió tenerla contra su pecho, le rodeo la cintura lentamente para apegarla a su pecho, que sus nalgas estuviesen aferradas a su entrepierna, dio una embestida, si, pero las ropas parecían molestarlo aunque no hizo mucho por quitarse la ropa en ese instante, lamio con desprecio infinito el cuello de aquella mujer del que abuso de uno de sus senos con descaro, con la otra mano cogió su blusa haciendo un jirón para poder mostrar sus ropas interiores-....Santa madre de los Faria y de los que Anna Faria te dio estos senos....-Con la otra mano y juntándola con la otra aparto la tela de la blusa andrajosa de hilos y bastante desaliñada tirándola al suelo, a donde dios quisiera saber dónde. Tanteaba cada vez más cerca de la fruta prohibida, con ambas manos en los senos, comenzando un vaivén en sus movimientos circulares mientras con sus muslos dirigía los ajenos contra una pared del perímetro de aquella pequeña habitación.
La mantuvo así durante unos cinco minutos más, lamiendo, tocando y sintiendo con sus cinco sentidos el cuerpo de la mujer debajo suya y sobre la pared. Podría tomarla al instante, pero sería demasiado aburrido romper el encanto tan pronto, se divertiría a su costa, incitándola a que tomara de él, lo que él deseaba que tomase entre aquella cavidad bucal de la que cogió del mentón con una mano y la llevo hacia sus labios, besándolos lentamente mientras que con sus caderas volvió a atreverse a moverlas contra las nalgas de la mujer, haciéndole notar lo excitado que estaba y cuanto deseaba poseerla. De algún modo no sabía si ese sentimiento de posesión iba a serle de valor o le iba ser beneficioso en el futuro. Quería pensar que si, pero tenía que ir con cautela. Los colmillos comenzaban a sobresalir de su dentadura, pero aguanto porque aun no era el momento.
Bien estaba detrás, sin que ella le escuchara, sus pies se movían al igual que la serpiente, quieta, silenciosa hasta que consiguió tenerla contra su pecho, le rodeo la cintura lentamente para apegarla a su pecho, que sus nalgas estuviesen aferradas a su entrepierna, dio una embestida, si, pero las ropas parecían molestarlo aunque no hizo mucho por quitarse la ropa en ese instante, lamio con desprecio infinito el cuello de aquella mujer del que abuso de uno de sus senos con descaro, con la otra mano cogió su blusa haciendo un jirón para poder mostrar sus ropas interiores-....Santa madre de los Faria y de los que Anna Faria te dio estos senos....-Con la otra mano y juntándola con la otra aparto la tela de la blusa andrajosa de hilos y bastante desaliñada tirándola al suelo, a donde dios quisiera saber dónde. Tanteaba cada vez más cerca de la fruta prohibida, con ambas manos en los senos, comenzando un vaivén en sus movimientos circulares mientras con sus muslos dirigía los ajenos contra una pared del perímetro de aquella pequeña habitación.
La mantuvo así durante unos cinco minutos más, lamiendo, tocando y sintiendo con sus cinco sentidos el cuerpo de la mujer debajo suya y sobre la pared. Podría tomarla al instante, pero sería demasiado aburrido romper el encanto tan pronto, se divertiría a su costa, incitándola a que tomara de él, lo que él deseaba que tomase entre aquella cavidad bucal de la que cogió del mentón con una mano y la llevo hacia sus labios, besándolos lentamente mientras que con sus caderas volvió a atreverse a moverlas contra las nalgas de la mujer, haciéndole notar lo excitado que estaba y cuanto deseaba poseerla. De algún modo no sabía si ese sentimiento de posesión iba a serle de valor o le iba ser beneficioso en el futuro. Quería pensar que si, pero tenía que ir con cautela. Los colmillos comenzaban a sobresalir de su dentadura, pero aguanto porque aun no era el momento.
Ricardo Ramírez- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/05/2012
Re: Lid [Ricardo Ramírez]
Claro que fue un error garrafal, imperdonable porque le da acceso total a su cuerpo y él no duda en tomarlo, desde pegar su contorno al suyo, haciéndola consiente de lo que él puede hacer, de quién es y qué tanto la desea. Dios, esa lengua pasando por su cuello es incitante, es decadente. Es un Ramírez, debe metérselo en la cabeza y buscar la forma de zafarse de esos brazos que ahora buscan su busto, que lo encuentran y sin miramientos, lo rozan con posesividad. ¿Qué clase de vampiro es? ¿Cómo se atreve a hacerle como le plazca? Se remueve inquieta, pero lo único que logra es que él maldiga y su blusa quede hecha jirones en el piso para el deleite del macho quien se alza sobre ella. Corrección detrás de ella. Sus caricias son adictivas, tanto que no puede encontrar la forma de zafarse y cuando él encuentra sus pezones ni siquiera la piensa. Su olor es cada vez más fuerte, más intenso y ella gimotea al tiempo que pega sus caderas a las masculinas. Demasiado viril para su salud mental. Sus manos la sostienen contra la pared, pero es imposible que su cuerpo no se arqueé, no anhele más. Jadea y recarga la cabeza contra el hombro masculino dándole mayor acceso. Nunca supo que ésto puede ser así de intenso, de fogoso, de mojado. Su beso le hace anhelar más, que sus manos bajaran hacia ese vértice que ahora se transforma en pura agua sólo por él. Arrima más su cuerpo al de él, acepta el movimiento de sus caderas contra sus glúteos, esa virilidad que pronto está lista para albergarse en su interior. Traga saliva y niega de nuevo, no puede, no debe, pero es tan intenso. Es un Ramírez, pero es tan delicioso. Es su enemigo, pero es tan excitante.
Sus caderas se mueven con vida propia, su mano derecha aprieta la masculina que está posada en su seno, arquea el cuello, dejando que algunos mechones se peguen a su piel sudorosa por la temperatura que su cuerpo tiene. Jadea recargando la cabeza contra el hombro, mostrando su cuerpo semidesnudo, buscando una satisfacción mayor. No debe, pero su cuerpo no entiende de razones, voltea hacia él, pegándose a la pared, jalando su camisa hacia ella, buscando sus labios, saboreándolos, sólo una vez, se promete. No puede hacerle daño, se piensa. Arranca la camisa del cuerpo del hombre para bajar entre besos, caricias y mordiscos por todo su cuerpo, su tórax. Qué bien estaba, bien proporcionado, musculado, le mojaba aún más. Mordió sus abdominales antes de subir, lamiendo sus pezones, mordisqueándolos, succionándolos. Aspirando su aroma hasta llegar a su cuello y morderlo, dejando a la vista el suyo antes de ir a por sus labios, besándolo a su vez, su lengua entrelazándose con la suya, mordisqueándola, provocándolo en cierta forma. Se sentía demasiado excitada, quería tenerlo en su interior ya, pero aún se resistía. Quería también disfrutarlo más y eso es lo que hacía. Adictivo, no sólo por ser un vampiro, no sólo por ser un Ramírez, si no por ser el tipo de hombre que le hacía estremecer. Podría ser el mismo demonio en persona, pero ella quería que la quemara completamente.
Sus caderas se mueven con vida propia, su mano derecha aprieta la masculina que está posada en su seno, arquea el cuello, dejando que algunos mechones se peguen a su piel sudorosa por la temperatura que su cuerpo tiene. Jadea recargando la cabeza contra el hombro, mostrando su cuerpo semidesnudo, buscando una satisfacción mayor. No debe, pero su cuerpo no entiende de razones, voltea hacia él, pegándose a la pared, jalando su camisa hacia ella, buscando sus labios, saboreándolos, sólo una vez, se promete. No puede hacerle daño, se piensa. Arranca la camisa del cuerpo del hombre para bajar entre besos, caricias y mordiscos por todo su cuerpo, su tórax. Qué bien estaba, bien proporcionado, musculado, le mojaba aún más. Mordió sus abdominales antes de subir, lamiendo sus pezones, mordisqueándolos, succionándolos. Aspirando su aroma hasta llegar a su cuello y morderlo, dejando a la vista el suyo antes de ir a por sus labios, besándolo a su vez, su lengua entrelazándose con la suya, mordisqueándola, provocándolo en cierta forma. Se sentía demasiado excitada, quería tenerlo en su interior ya, pero aún se resistía. Quería también disfrutarlo más y eso es lo que hacía. Adictivo, no sólo por ser un vampiro, no sólo por ser un Ramírez, si no por ser el tipo de hombre que le hacía estremecer. Podría ser el mismo demonio en persona, pero ella quería que la quemara completamente.
Irais Faria- Cazador Clase Baja
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