AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El salón silencioso. [Privado]{ROC}
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El salón silencioso. [Privado]{ROC}
Aquella noche era, y sería de las más oscuras en Paris. Ella se encargaría de eso. Su enojo no podía pasar desapercibido, se lo repetía infinidad de veces en su cabeza. La expresión de su rostro lo dejaba en claro, y poco le importaban las celebraciones que hubieran, sin embargo, lo tomaría a su beneficio y de los suyos, como siempre. Odiaba sentirse de esa manera, más cuando el tema que la ponía así era demasiado vano, demasiado trillado, dentro de un corazón de hielo, se albergaba una especie de llama, una muy pequeña que sólo podía ser producida por una persona. Sentía como si verdaderamente le hubiesen quitado un brazo, o una pierna, y eso no pasaba, estaba completa, entera, tan hermosa y radiante como siempre, su inteligencia no había sido arrebatada, entonces ¿Qué acontecía por la cabeza de la condesa? Simple, Charles, su primo, su adorado Charles, estaba demasiado cerca de la reina, y de esa maldita inquisidora. La estaban volviendo loca, los celos la carcomían, pero ella era más inteligente, no diría nada al respecto, nadie la podía ver doblegarse.
La noche anterior a la "gran" celebración en Francia. La bruja había recibido una nota en manos de Charles. Axel, un hombre poderoso muy cercano a la princesa, la había invitado, por decirlo de manera suave, a brindar su impecable trabajo dentro y fuera de aquel hermoso palacio. Dejaba en claro la seguridad que quería tener el día siguiente, y lo desapercibida que ella debía pasar. ¿Quién mejor qué Angelique Delacroix para ese trabajo? Nadie. La noche debía de ser tranquila, no se podía permitir tener alguna clase de distracción, se despidió de su primo sin ningún titubeo, no deseaba verlo, no deseaba discutir con él, mucho menos besarlo, por eso lo había despedido de manera fría, como nunca antes. El descanso le vendría bien, al día siguiente debía trabajar a la perfección. Bien era sabido que Angelique no se ensuciaba las manos con trabajos insignificantes, pero aquello se trataba de una situación especial, en ocasiones como esas, se sentía dispuesta a embarrar sus mejores ropajes con brebajes, pociones, e incluso lodo, le divertía aquello, pues el resultado final siempre era a su favor, y el dinero le sobraba para reponer el material perdido.
La rubia había descansado lo suficiente aquella noche, incluso los primeros rayos del sol no habían salido cuando ella ya se encontraba lista y encima de un equino en dirección al palacio. La escoltaban ni más ni menos que 10 de los suyos, los más preparados, los más leales y crueles que podían existir no sólo en Paris, también del mundo. Sumemos a once, si contamos como trabajador a Charles, pero ese era un caso especial, e iba a la par con ella. Se adentraron en los bosques que protegían y llenaban de una hermosa e imponente vista Versalles. La guarda real, la milicia, ya se encontraba haciendo guarda a su alrededor. La bruja sólo movió su rostro, estiró su mano, y fue permitido su paso. Quien se negara a ceder ante ella, pero sobretodo, quien viera lo que estaba por hacer, se quedaría sin la cabeza sobre los hombros. Ya estaba estipulado, y nadie podía refutar su mandato, ni los mandatos de más arriba. Conforme iba avanzando alrededor de Versalles, pequeñas bolsitas con líquidos de dudosa procedencia, eran enterradas, todas de una misma manera, de una misma forma, contando también la distancia que cabalgaba de una señal a otra con el equino. Así estuvieron Angelique y sus trabajadores durante tres horas, dejando a la perfección aquellas bolsitas. ¿De qué trataban?
Cuando por fin terminó su labor en las afueras de Versalles. Angelique se lavó las manos, le habían llevado agua del río, y dejaban que pequeños chorros cayeran a sus blancas manos para purificarlas y borrar las evidencias. Se adentró por la parte trasera a Versalles, nadie del populacho podía verla, nadie tenía permitido saber que estaría a esas horas. Se pidió a todo el personal asistir a un cuarto, ahí les estaban entregando instrucciones de lo que pasaría en la noche. Esa pequeña junta, le daría tiempo.
Angelique se adentró al salón de los espejos. Se encontraba sola, y su cuerpo era cubierto por una capucha negra. Ni siquiera un rizo de cabello rubio se asomaba. Colocó velas del mismo tamaño color negro alrededor de la sala y las encendió, las velas tenían un olor bastante agradable, nadie podría sospechar que era una especie de conjuro. Sacó de entre su capucha un cuchillo, y también un libro negro, lo sostuvo aquello con una mano, con la libre, jaló con fuerza el mantel, quitándolo por completo. Dejándolo caer al suelo impecable. El libro se colocó al frente de la mesa, en la parte principal, dónde el rey estaría sentado junto a sus pomposos invitados. La mujer, movió con rapidez las hojas hasta llegar a la correcta. Comenzó a leer en voz alta, los textos eran en latín. Nadie podría entender, y dado que nadie estaba cerca, no había problema. La bruja tomó el cuchillo, haciendo un corte en la palma de su mano, y creando un dibujo personal en la mesa. La sangre no era mucha, sólo trazaba algunas lineas. Cuando terminó el conjuro, cerró el libro con fuerza, cerró los ojos, aspiró el aroma del salón, y apretó el puño de su manó impidiendo que siguiera saliendo la escandalosa sangre que poseía. El libro y el cuchillo fueron guardados en el mismo lugar, colocó el mantel como pudo, y salió del cuarto. No son antes sonreír, al notar una sombra negra quedarse en una pared, escondiéndose entre las cortinas.
Poco fue el tiempo que tuvo para tomar un baño y cambiar de prendas por unas finas, hermosas prendas que resaltarían su figura, sus facciones. Requería estar perfecta, y verse deseable para el publico en general, era parte de su cargo también cuidar apariencias. Cuando todo estuvo en orden, su gente se adentraba como si de verdaderos burgueses se trataran, alertas a cualquier paso en falso, atentos a la orden de Angelique. Notando que todo estaba tranquilo. Se encontró con Charles, se habían citado en el salón continuo al de la reunión "especial". Ambos se adentraron por entrados contrarias. La mujer lo miró con ese enojo que había dejado a un lado todo el día, se cruzó de brazos y suspiró - He hecho todo lo que se me ha requerido. - Indicó con frialdad, con diferencia, como si se tratara de cualquier otro lacayo, pero estaba por sacar su veneno - ¿Te ha dejado tiempo libre la reina y la inquisidora? - Arqueó una de las cejas - ¿Ya tienes tiempo para mi? Seguramente debes marchar, lárgate de una vez si es así - Le soltó las palabras con rabia, del otro lado del salón. Se sentó en la punta contraria de la mesa. Y ahí, en silencio, prestó atención a lo acontecido en el cuarto de los espejos. Sólo ella podía escuchar.
La noche anterior a la "gran" celebración en Francia. La bruja había recibido una nota en manos de Charles. Axel, un hombre poderoso muy cercano a la princesa, la había invitado, por decirlo de manera suave, a brindar su impecable trabajo dentro y fuera de aquel hermoso palacio. Dejaba en claro la seguridad que quería tener el día siguiente, y lo desapercibida que ella debía pasar. ¿Quién mejor qué Angelique Delacroix para ese trabajo? Nadie. La noche debía de ser tranquila, no se podía permitir tener alguna clase de distracción, se despidió de su primo sin ningún titubeo, no deseaba verlo, no deseaba discutir con él, mucho menos besarlo, por eso lo había despedido de manera fría, como nunca antes. El descanso le vendría bien, al día siguiente debía trabajar a la perfección. Bien era sabido que Angelique no se ensuciaba las manos con trabajos insignificantes, pero aquello se trataba de una situación especial, en ocasiones como esas, se sentía dispuesta a embarrar sus mejores ropajes con brebajes, pociones, e incluso lodo, le divertía aquello, pues el resultado final siempre era a su favor, y el dinero le sobraba para reponer el material perdido.
La rubia había descansado lo suficiente aquella noche, incluso los primeros rayos del sol no habían salido cuando ella ya se encontraba lista y encima de un equino en dirección al palacio. La escoltaban ni más ni menos que 10 de los suyos, los más preparados, los más leales y crueles que podían existir no sólo en Paris, también del mundo. Sumemos a once, si contamos como trabajador a Charles, pero ese era un caso especial, e iba a la par con ella. Se adentraron en los bosques que protegían y llenaban de una hermosa e imponente vista Versalles. La guarda real, la milicia, ya se encontraba haciendo guarda a su alrededor. La bruja sólo movió su rostro, estiró su mano, y fue permitido su paso. Quien se negara a ceder ante ella, pero sobretodo, quien viera lo que estaba por hacer, se quedaría sin la cabeza sobre los hombros. Ya estaba estipulado, y nadie podía refutar su mandato, ni los mandatos de más arriba. Conforme iba avanzando alrededor de Versalles, pequeñas bolsitas con líquidos de dudosa procedencia, eran enterradas, todas de una misma manera, de una misma forma, contando también la distancia que cabalgaba de una señal a otra con el equino. Así estuvieron Angelique y sus trabajadores durante tres horas, dejando a la perfección aquellas bolsitas. ¿De qué trataban?
Cuando por fin terminó su labor en las afueras de Versalles. Angelique se lavó las manos, le habían llevado agua del río, y dejaban que pequeños chorros cayeran a sus blancas manos para purificarlas y borrar las evidencias. Se adentró por la parte trasera a Versalles, nadie del populacho podía verla, nadie tenía permitido saber que estaría a esas horas. Se pidió a todo el personal asistir a un cuarto, ahí les estaban entregando instrucciones de lo que pasaría en la noche. Esa pequeña junta, le daría tiempo.
Angelique se adentró al salón de los espejos. Se encontraba sola, y su cuerpo era cubierto por una capucha negra. Ni siquiera un rizo de cabello rubio se asomaba. Colocó velas del mismo tamaño color negro alrededor de la sala y las encendió, las velas tenían un olor bastante agradable, nadie podría sospechar que era una especie de conjuro. Sacó de entre su capucha un cuchillo, y también un libro negro, lo sostuvo aquello con una mano, con la libre, jaló con fuerza el mantel, quitándolo por completo. Dejándolo caer al suelo impecable. El libro se colocó al frente de la mesa, en la parte principal, dónde el rey estaría sentado junto a sus pomposos invitados. La mujer, movió con rapidez las hojas hasta llegar a la correcta. Comenzó a leer en voz alta, los textos eran en latín. Nadie podría entender, y dado que nadie estaba cerca, no había problema. La bruja tomó el cuchillo, haciendo un corte en la palma de su mano, y creando un dibujo personal en la mesa. La sangre no era mucha, sólo trazaba algunas lineas. Cuando terminó el conjuro, cerró el libro con fuerza, cerró los ojos, aspiró el aroma del salón, y apretó el puño de su manó impidiendo que siguiera saliendo la escandalosa sangre que poseía. El libro y el cuchillo fueron guardados en el mismo lugar, colocó el mantel como pudo, y salió del cuarto. No son antes sonreír, al notar una sombra negra quedarse en una pared, escondiéndose entre las cortinas.
Poco fue el tiempo que tuvo para tomar un baño y cambiar de prendas por unas finas, hermosas prendas que resaltarían su figura, sus facciones. Requería estar perfecta, y verse deseable para el publico en general, era parte de su cargo también cuidar apariencias. Cuando todo estuvo en orden, su gente se adentraba como si de verdaderos burgueses se trataran, alertas a cualquier paso en falso, atentos a la orden de Angelique. Notando que todo estaba tranquilo. Se encontró con Charles, se habían citado en el salón continuo al de la reunión "especial". Ambos se adentraron por entrados contrarias. La mujer lo miró con ese enojo que había dejado a un lado todo el día, se cruzó de brazos y suspiró - He hecho todo lo que se me ha requerido. - Indicó con frialdad, con diferencia, como si se tratara de cualquier otro lacayo, pero estaba por sacar su veneno - ¿Te ha dejado tiempo libre la reina y la inquisidora? - Arqueó una de las cejas - ¿Ya tienes tiempo para mi? Seguramente debes marchar, lárgate de una vez si es así - Le soltó las palabras con rabia, del otro lado del salón. Se sentó en la punta contraria de la mesa. Y ahí, en silencio, prestó atención a lo acontecido en el cuarto de los espejos. Sólo ella podía escuchar.
Angelique Delacroix- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/02/2012
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
No recuerdo hace cuanto tiempo estoy dentro del movimiento, esta orden que fundó Axel, paso de ser mi amigo, a ser mi jefe, ¿se le habrá olvidado que soy su amigo luego de esto? No es que me vaya a poner sentimental por estas cosas, como si fuera una novia no correspondida, ¿o será que no me gusta sentirme menos cuando él esté a mi lado? La jerarquía, la amistad, el buen trato, realmente no sé porque pensé en estas cosas cuando recibí sus indicaciones a la cara, fue tan corto y conciso, entiendo perfectamente que los temas sobre los cines son serios y confidenciales, pero estando a solas aún siendo tratado como un trabajador más, fue realmente extraño.
Aquí estaba, frente a él – Charles, necesito que hables con tu prima Angelique, sus habilidades serán requeridas para esta noche, tenemos motivos suficientes, tras los eventos suscitados para sospechar que ese grupo de revoltosos, diques llamados rebeldes atenten contra los miembros de la orden o contra los soberanos de Francia, mejor punto para hacerlo, Versalles, en su junta, entonces necesito que le pidas aunque no sea lo suyo, un conjuro de protección – cita en voz alta para sí mismo, justo antes de tocar las puertas, de la morada, de su prima. – Y simplemente se fue – golpea en ese momento el portón, con el simple hecho de verle el rostro una de las criadas le abre, toma rumbo a los aposentos de la bruja donde la encuentra, a diferencia de su experiencia, él la trata de la manera cordial de siempre, aunque se tratara de un tema de los cisnes, antes de que mencionara palabra alguna.
Ya se había ordenado a los sirvientes a despejar la zona del segundo piso para evitar cualquier filtración de información, a pesar de todo siempre el tono de voz que llevaba era bajo y pausado, explico al detalle lo que se le había pedido, a pesar de no haber estado muy conforme con la forma en que se lo habían. Angelique que no era ninguna novata, ni santa paloma entiende lo que se le está pidiendo a la perfección, esa perfección que siempre se encargaba de hacer notar ante todos y de la cual se regodeaba. Entonces el movimiento empieza, él nada o poco ya tiene que hacer respecto a la brujería y demás temas, tenía un conocimiento básico de esta porque alguna vez en su infancia leyó y estuvo cerca del mundo donde su prima había crecido, Angelique le había enseñado unos trucos o pasos por así decirlo para descubrir algún hechizo básico o estar protegido de alguno.
Lo que a continuación observaría sin duda le crisparía los nervios, ocho mujeres y dos hombres, no le agradaba que tuviera dos brujos dentro de su séquito, en realidad, ningún hombre ahí, ese pequeño detalle ya le celaba un poco, pero en ese momento no tenía mucho que decir al respecto, no sería correcto, no la iba a dejar partir sola en lo que sea que estuviera haciendo, a caballo siguió muy de cerca a su prima, logrando observar como cada cierta distancia se arrojaban bolsas llenas de algún líquido, realmente dudaba de la procedencia de este líquido, seguro estaba de que no se trataba de agua o de algún líquido corriente, además de que podría resultar peligroso, pero idea tenía, marcaban un territorio o cordón, que estaría como murallas ante cualquier enemigo o ser sospechoso, sobre todo de vampiros o de licántropos los cuales eran los más peligrosos por las noches según el criterio propio.
El resto del viaje no fue nada diferente, se repitió la acción una y otra vez cautelosamente, pero una vez en Versalles todo volvió a la calma, el séquito se replegó, intentó charla con ella pero fue en vano, lucia muy indiferente y metida en sus asuntos así que la dejo pasar, al menos por esta noche tendrían tiempos ambos de ordenar sus ideas, es más, le daría hasta la noche siguiente y se daría también tiempo de pensar. En realidad mucho misterio no podía tener la situación, por así decirlo él se encontraba en falta pero últimamente pasar tanto tiempo en Versalles, lejos de ella, lo que en cualquier situación normal no sería tanto problema, ya antes habían estado separados y más tiempo el factor detonante del enojo ajeno tenia dueños, en realidad dos dueñas, la princesa y su nueva pupila, que a pesar de todo aún poco conocía de ella, Angelique estaba celosa, ¿insegura? No estaba muy seguro de eso ultimo, lo que tenía más claro que el agua de un manantial es que también extrañaba a su prima, a su bruja, a su mujer, a su otro pedazo, a aquella niña pequeña que vio nacer, crecer, seguir sus ideales a cualquier costo, y no reprochaba nada.
Lo curioso de la situación es que eran celos sin razón aparente, ya recostado en la cama de su habitación estaba reflexionando largamente como solía hacer, casi lo olvidaba, ya era su costumbre más pegada y a la que nunca fallaba, tomo su libro de apuntes, la pluma y empezó a escribir todo lo acontecido, sus sentires respecto a Axel, Angelique, si se le daba una larga ojeada a todo lo que él había escrito dentro de este libro quizá en un setenta o ochenta por ciento de todas las hojas se podría observar el nombre de su prima, lo cual solo resaltaba ante sus ojos la fuerte obsesión que tenía con ella, la cual no le importaba o no tomaba en cuenta. Culmina el escrito de la noche con la palabra celos y una sonrisa larga en el rostro, ya que si se analiza tal palabra podemos deducir que los celos son solo el miedo de perder a quien amamos, y eso le reconfortaba.
A la mañana siguiente todo lucia tranquilo, como siempre, Versalles tenía un movimiento poco usual para cualquiera, pero para quien ya estuviera acostumbrado a las bandas, las criadas, guardias y demás era todo prácticamente normal, doncellas por ahí y por allá ayudando, no encontraba a Angelique por ninguna parte, por esto decide marchar de paseo a caballo, unos inconvenientes con la bestia al transcurso del paseo le hicieron su llegada tardía, el animal escapo y tuvo que volver a pie, por suerte no estaba muy lejos, a pesar ingreso devuelta los ojos amargos de su prima se posaban sobre él, no se intimidaba, para nada, a pesar de ella poder envenenarlo o maldecirlo, se sentía tan en control sobre ella, que un beso podría apaciguarla, casi siempre.
Simplemente escucha sus palabras y asiente cuando le comunica que la misión ha tenido éxito – Como ves querida prima, ahora dispongo de tiempo para ti, pero luego de más de un día por fin te has dignado a escucharme – susurra acercándose a ella, avanzando a un costado de la larga mesa – Comprendo perfectamente tus celos, te comunico también por primera y última vez que son infundados, aquí entre nosotros, no me gustan las cuarentonas y bueno, Thorna ya tiene unos años más que tú – sonríe, habla con sorna, todo era una broma – Ha, se olvidaba, que yo recuerde, el que da las órdenes aquí soy yo, no tú, ahora entenderás el porqué no pretendo largarme si es que pensabas que iba a hacerlo – se posa detrás de ella recostando ambas palmas a los costados de su cabeza - ¿Me puedes explicar porqué mis ojos divisaron a dos hombres entre tus filas? Que yo sepa, hasta hace poco solo tenías mujeres dentro de tu séquito personal, ¿a qué se debe el cambió? Espero que se haga otro y quede como antes prontamente – gira bruscamente la silla en la que ella se sienta, para que le vea de frente.
Última edición por Charles D'Aubigne S. el Mar Jul 24, 2012 1:06 am, editado 1 vez
Charles D'Aubigne S.- Realeza Española
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
La rabia evidente de la bruja ponía el ambiente tenso en aquella habitación, era increíblemente poderosa, tanto, que incluso las personas que marcharan a su lado podrían sentir la misma rabia que ella albergaba en su interior. Había aprendido a dejar sus métodos sanguinarios fuera de Versalles, y comportarse como toda una dama - lo que era - frente a tantas personas "importantes", porque ella también lo era, dejando a un lado su hechicería, el cargo que tenía sobre sus hombres, el cargo de duquesa, le daba prioridades que no estaba dispuesta a perder, por nada, ni por nadie. Quizás por eso la rabia que estaba sintiendo en ese momento se mantenían al margen de todo, la escondía en la habitación, no estaba dispuesta a que un ataque de celos, demasiado humano para su gusto, le echará a perder todo lo que había logrado a lo largo de los años. Una mujer joven, hermosa, inteligente, astuta, y sanguinaria, no deja caer todo en un precipicio como si se tratara de una bolsa de agua que puede ser remplazada. Bien sabía que ella también podría ser remplazada, como todos, incluso como los reyes en el tiempo debido, pero se aferraría tanto a su momento, a su realidad, que por más años que pasasen, ella seguiría plantada frente a los otros, imponiendo su voluntad.
Mientras Charles, su primo, su amado a escondidas, se acercaba hacía ella soltando aquellas palabras envueltas en soberbia, la bruja había cerrado los ojos. No le estaba faltando al respecto, lo escuchaba con suma atención, pero su tarea en aquel lugar aun no terminaba, sólo había finalizado una parte. Podía ver aquel salón continuo al suyo cuando cerraba los ojos, el salón de los espejos. Todo estaba perfectamente ordenado, así como ella lo había dejado, ni siquiera había una pequeña arruga en el mantel, nada podía tener un desperfecto mientras ella estuviera mezclada en la situación, porque Angelique era así, perfecta en todo lo que hacía, perfecta en su persona, de hecho a la que más le exigía era a ella misma. También podía escuchar el sonido del viento golpear las ventanas del otro salón, y adentrarse en los pequeños bordes de las mismas, invadiendo la estancia. Gracias a ese detalle estaba segura que escucharía a detalle todo lo que aconteciera en ese salón. Podría escribir el nombre de cada uno de los presentes, y hacer una especie de reseña de cada uno, y de sus palabras, todo lo tendría anotado y archivado en un cuarto secreto en su mansión, todo lo que aconteciera en la corona lo tenía bajo llave, y no una llave cualquiera, sino la llave de la maldad, del conjuro de la muerte. Al percatarse entonces que todo se mantenía en perfecto estado volvió a abrir los ojos, sin apartar esa mueca de disgusto que permanecía en sus delicadas facciones, Charles la estaba haciendo enfadar el doble de lo que ya estaba.
Sus manos en los hombros de la bruja la hizo sentir una gran tensión, odiaba que Charles supiera la manera en que podía doblegarla, la manera en que podía dominarla. No es que fuera a causarle algún tipo de dolor, llanto o muerte, en ese aspecto la bruja sabía que él tenía todas las de perder, pero si existía un punto débil que ella tuviera, simplemente se trataba de él, y por eso, siempre se portaba tan indiferente con él frente a los demás, para no ser descubierta. La rubia estaba en sus manos simplemente por el amor puro y retorcido que en su corazón se albergaba para ese hombre que ahora acariciaba sus hombros. Había estado con otros, incluso se había casado con un par intentando buscar quien sería capaz de quitarle esa maldición. La maldición "Charles" como ella lo llamaba, su vulnerabilidad le hacía sentir odio hacía ella misma, y eso era decir mucho - ¿Darme ordenes? Recuerda que las ordenes que tú me das vienen de más arriba, será por eso que las cumplo ¿No te lo has preguntado? - Aquello había sido un golpe bastante bajo, pero debido a la rabia que había acumulado todos esos días, le era inevitable no sacar tanto veneno de su interior. "Que se mueran otros con mi veneno, no yo". Siempre se repetía esas palabras, y siempre las ponía en marcha, la ventaja que tenía su primo, es que por más mal que ella le deseara con palabras, dentro de ambos sabían sus verdaderos sentimientos, esa necesidad y obsesión que se tenían, y que nadie podría remplazar o en el peor de los cazos romper.
Así era la relación de ambos primos, enfermiza, desastrosa, adictiva, dependiente, amorosa… Podría ser todo lo peor y al mismo tiempo lo mejor, pero lo que si estaba claro era lo prohibida que era ante los ojos de los demás. No sólo era prohibida por lo que la sociedad decía, también prohibida por la maldición de las brujas Delacroix para con los hombres, un mito que era cierto, y que en realidad pocos a estás alturas de la vida ya sabían, pues los mitos se van descomponiendo, o se los va llevando el viento, todo depende del temor de la situación o la importancia, y hablar de amores con brujas no es lo trascendente, sino el daño que pueden causar.
Su sonrisa se amplió por completo, ¡bravo!, su primo había notado a los caballeros de su fila, y lo cierto era que Angelique lo había hecho a propósito, y por eso su sonrisa de burla se incrementaba mientras más hablaba - Que observador eres querido conde - Se notaba la frialdad en sus palabras, por la manera en que lo miraba. Recargo su espalda sobre el asiento y se relamió los labios de manera sugerente, le gustaba tanto jugar con fuego, y tentar al cuerpo humano a seguir su deseo - Dos hábiles hombres en la rama de la hechicería, me he buscado a los mejores, a quienes harán trabajos sucios por mi ¿Acaso no te alegra que mis manos blancas no se manchen de Carmín? - Sabía que Charles odiaba los trabajos que ella hacía con su propia mano a pesar de cubrirlos, quizás en ese aspecto sedería. - Además que, no puedo negar, son demasiado agradables ante mi vista, hombres en toda la expresión de la palabras. - Y notó entonces como la rabia ahora inundaba la mirada ajena, la mirada que la había enamorado desde que estaba muy pequeña - No los pienso retirar de mis allegados, así como tú no piensas alejarte de la reina y su pupila, estaremos a mano ¿Te parece? - La rubia no tenía intenciones demás con ellos, todo lo que necesitaba lo tenía con el hombre que estaba frente a ella, pero picar un poco a los celos humanos de vez en cuando era divertido, y los acercamientos entre ellos se volvían más profundos, amorosos y pasionales.
Angelique se inclinó hacía adelante, sin apartar la sonrisa de triunfo que en su rostro estaba marcada. -Ahora mismo yo te ordeno que dejes de tonterías, no estoy aquí para discutir algo que deseo, estoy aquí para trabajar, así como tú también lo estás, tienes que vigilarme, no hacerme una escena de celos ¿Entendiste? - La mujer sacó la punta de su lengua delineando los labios ajenos, los labios que tanto dejaba marcar como suyos - Siéntate frente a mi, coloca tu mano en tú espada, y prepárate, por cualquier cosa que yo te indique - Descanso su mano en su hombro - Aunque aun tenemos tiempo para descansar, me han indicado que aun falta tiempo para que la reunión inicie, y claro, la señal para mi será cuando los fuegos artificiales dejen de resonar a las afueras, mientras tanto tenemos tiempo… - Volvió a recargarse en el asiento, suspirando de manera pesada - ¿Qué te ha dado la reina para que pases tanto tiempo lejos de mi? ¿Qué te ha dado mejor que yo, Charles? - La voz fría de la bruja había disminuido, ahora se notaba un poco la tristeza disfrazada de su alma, era inevitable estar así cuando sentía perder lo que más le importaba. Tenían unos minutos para estar en completa atención al otro, ¿Pelear? Quizás era lo mejor para no distraerse, o quizás no.
Mientras Charles, su primo, su amado a escondidas, se acercaba hacía ella soltando aquellas palabras envueltas en soberbia, la bruja había cerrado los ojos. No le estaba faltando al respecto, lo escuchaba con suma atención, pero su tarea en aquel lugar aun no terminaba, sólo había finalizado una parte. Podía ver aquel salón continuo al suyo cuando cerraba los ojos, el salón de los espejos. Todo estaba perfectamente ordenado, así como ella lo había dejado, ni siquiera había una pequeña arruga en el mantel, nada podía tener un desperfecto mientras ella estuviera mezclada en la situación, porque Angelique era así, perfecta en todo lo que hacía, perfecta en su persona, de hecho a la que más le exigía era a ella misma. También podía escuchar el sonido del viento golpear las ventanas del otro salón, y adentrarse en los pequeños bordes de las mismas, invadiendo la estancia. Gracias a ese detalle estaba segura que escucharía a detalle todo lo que aconteciera en ese salón. Podría escribir el nombre de cada uno de los presentes, y hacer una especie de reseña de cada uno, y de sus palabras, todo lo tendría anotado y archivado en un cuarto secreto en su mansión, todo lo que aconteciera en la corona lo tenía bajo llave, y no una llave cualquiera, sino la llave de la maldad, del conjuro de la muerte. Al percatarse entonces que todo se mantenía en perfecto estado volvió a abrir los ojos, sin apartar esa mueca de disgusto que permanecía en sus delicadas facciones, Charles la estaba haciendo enfadar el doble de lo que ya estaba.
Sus manos en los hombros de la bruja la hizo sentir una gran tensión, odiaba que Charles supiera la manera en que podía doblegarla, la manera en que podía dominarla. No es que fuera a causarle algún tipo de dolor, llanto o muerte, en ese aspecto la bruja sabía que él tenía todas las de perder, pero si existía un punto débil que ella tuviera, simplemente se trataba de él, y por eso, siempre se portaba tan indiferente con él frente a los demás, para no ser descubierta. La rubia estaba en sus manos simplemente por el amor puro y retorcido que en su corazón se albergaba para ese hombre que ahora acariciaba sus hombros. Había estado con otros, incluso se había casado con un par intentando buscar quien sería capaz de quitarle esa maldición. La maldición "Charles" como ella lo llamaba, su vulnerabilidad le hacía sentir odio hacía ella misma, y eso era decir mucho - ¿Darme ordenes? Recuerda que las ordenes que tú me das vienen de más arriba, será por eso que las cumplo ¿No te lo has preguntado? - Aquello había sido un golpe bastante bajo, pero debido a la rabia que había acumulado todos esos días, le era inevitable no sacar tanto veneno de su interior. "Que se mueran otros con mi veneno, no yo". Siempre se repetía esas palabras, y siempre las ponía en marcha, la ventaja que tenía su primo, es que por más mal que ella le deseara con palabras, dentro de ambos sabían sus verdaderos sentimientos, esa necesidad y obsesión que se tenían, y que nadie podría remplazar o en el peor de los cazos romper.
Así era la relación de ambos primos, enfermiza, desastrosa, adictiva, dependiente, amorosa… Podría ser todo lo peor y al mismo tiempo lo mejor, pero lo que si estaba claro era lo prohibida que era ante los ojos de los demás. No sólo era prohibida por lo que la sociedad decía, también prohibida por la maldición de las brujas Delacroix para con los hombres, un mito que era cierto, y que en realidad pocos a estás alturas de la vida ya sabían, pues los mitos se van descomponiendo, o se los va llevando el viento, todo depende del temor de la situación o la importancia, y hablar de amores con brujas no es lo trascendente, sino el daño que pueden causar.
Su sonrisa se amplió por completo, ¡bravo!, su primo había notado a los caballeros de su fila, y lo cierto era que Angelique lo había hecho a propósito, y por eso su sonrisa de burla se incrementaba mientras más hablaba - Que observador eres querido conde - Se notaba la frialdad en sus palabras, por la manera en que lo miraba. Recargo su espalda sobre el asiento y se relamió los labios de manera sugerente, le gustaba tanto jugar con fuego, y tentar al cuerpo humano a seguir su deseo - Dos hábiles hombres en la rama de la hechicería, me he buscado a los mejores, a quienes harán trabajos sucios por mi ¿Acaso no te alegra que mis manos blancas no se manchen de Carmín? - Sabía que Charles odiaba los trabajos que ella hacía con su propia mano a pesar de cubrirlos, quizás en ese aspecto sedería. - Además que, no puedo negar, son demasiado agradables ante mi vista, hombres en toda la expresión de la palabras. - Y notó entonces como la rabia ahora inundaba la mirada ajena, la mirada que la había enamorado desde que estaba muy pequeña - No los pienso retirar de mis allegados, así como tú no piensas alejarte de la reina y su pupila, estaremos a mano ¿Te parece? - La rubia no tenía intenciones demás con ellos, todo lo que necesitaba lo tenía con el hombre que estaba frente a ella, pero picar un poco a los celos humanos de vez en cuando era divertido, y los acercamientos entre ellos se volvían más profundos, amorosos y pasionales.
Angelique se inclinó hacía adelante, sin apartar la sonrisa de triunfo que en su rostro estaba marcada. -Ahora mismo yo te ordeno que dejes de tonterías, no estoy aquí para discutir algo que deseo, estoy aquí para trabajar, así como tú también lo estás, tienes que vigilarme, no hacerme una escena de celos ¿Entendiste? - La mujer sacó la punta de su lengua delineando los labios ajenos, los labios que tanto dejaba marcar como suyos - Siéntate frente a mi, coloca tu mano en tú espada, y prepárate, por cualquier cosa que yo te indique - Descanso su mano en su hombro - Aunque aun tenemos tiempo para descansar, me han indicado que aun falta tiempo para que la reunión inicie, y claro, la señal para mi será cuando los fuegos artificiales dejen de resonar a las afueras, mientras tanto tenemos tiempo… - Volvió a recargarse en el asiento, suspirando de manera pesada - ¿Qué te ha dado la reina para que pases tanto tiempo lejos de mi? ¿Qué te ha dado mejor que yo, Charles? - La voz fría de la bruja había disminuido, ahora se notaba un poco la tristeza disfrazada de su alma, era inevitable estar así cuando sentía perder lo que más le importaba. Tenían unos minutos para estar en completa atención al otro, ¿Pelear? Quizás era lo mejor para no distraerse, o quizás no.
Angelique Delacroix- Hechicero Clase Alta
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
Impotencia, responder al ego mezclado con celos que su prima posee es un bomba de tiempo sin cables, letal y difícil de desactivar. Pero no iba a dejar que mancille su honor con esas palabras, a fin de cuentas podía sacar todo el provecho del mundo de todo lo que ha dicho, simplemente se separa de ella, cortando la cercanía que había en ese momento, si bien su rostro no dibujaba el enojo que sentía la acción propia en si ya lo delataba, tantas dagas lanzas a un mismo cuerpo por una sola razón, celos, mismos celos que le habían llevado a ella a poner dos hombres en su sequito, conocía perfectamente los motivos por los cuales estos sujetos estaban ahí, una mierda de su habilidad y otras cosas más, observar no mata ni ofende a nadie tampoco sin embargo la actitud a su parecer infantil, digna de su edad por supuesto y de ella misma era lo que realmente le molestaba, poner dos hombres en la guardia solo porque está cumpliendo con sus labores, una obligación es entendible, una reacción inmadura intolerable, estira una silla para supuestamente sentarse, como ella ordena, estira la silla mirando su reacción, en el fondo divertido por la credulidad, amaga y tuerce las piernas hacia el asiento, sin embargo de un parpadeo golpea la mesa con ambas manos.
Recobra la postura y la mira con fuego en las pupilas - ¿Cómo dices mujer? ¿Observador? Hasta un mocoso, un infante aún en pañales de trapo puede darse cuenta de lo que pretendes, tu juego, no funcionara, ¿A mano? Yo doy la mano, tu estas dando el meñique, sabes perfectamente y esta vez lo diré muy enserio, sin juegos y sin comentarios hacia personas ajenas a nosotros, estoy trabajando, por el bien este reino, por el bien de todos aquí, cosas realmente importantes, tan importantes que no pueden tus oídos captar, ¿Te queda claro? – se gira con seriedad impoluta hacia los cuadros de la pared, revisa las diferentes escenas y realidad que estos muestran, suelta un suspiro largo pero suave, imperceptible para ella, se lleva la mano derecha a la frente para masajearla, realmente ella creía que iba a ceder ante tan chantaje, chantaje emocional que incluso era demasiado bajo para ella, caer en semejante crueldad, detestaba que aludiera directamente a sus actividades tan recreativas y nobles. Lo detestaba, pero sobre todo le lastimaba, con ira golpea, y fuerza golpea la pared – Te voy a pedir que en definitiva, no me chantajees con semejante cosa, no se te ocurra volver a mencionar esto, y si ellos hacen eso, con más razón aún debería de echarlos y lo más pronto - vuelve a girar para verla mientras se acaricia los nudillos que quedan enrojecidos notoriamente por el fuerte impacto con la dura estructura.
Abre y cierra la mano, sus ataques de ira era preferible ahogarlos en objetos inertes que en ella, aunque los generaba y en desmedida – Como has dicho, soy un simple payaso, un maniquí, un peón que apenas avanza una casilla por vez en este ajedrez, ¿Cómo podría yo defenderte? Soy tan insignificante – le suelta una mirada mezclada entre enojo y frustración, a fin de cuentas no era mentira que seguía ordenes, pero claramente en decirle que se deshaga de esos hombres no habían ordenes de la corona, solo de su propio corazón, las cuales eran sin duda más importante que cualquier patraña real que podría pasar por sus oídos. – Pero mis órdenes, no van hacia ti como un cisne blanco, te lo ordeno como un amante celoso, y si quieres celos como es obvio, reconozco tenerlos, no voy a mentir, a diferencia de ti claro, que caes en actos idiotas y dignos de quinceañeras para expresarlos, caprichosa como siempre, pero siempre, siempre efectiva en tus movimientos, lo admirare hasta el día que caiga bajo tierra - se aproxima a la mesa, descansa las palmas sobre esta.
Lo siguiente era poco ético pero a la vez demostraba su carente machismo – Las mujeres asesinan incluso mejor que un hombre, no necesitas dos hombres brujos en tu guardia para que hagan tus trabajos sucios, repito, los retirares, porque son solo un capricho, una jugarreta para alterar mi tranquilidad, y te digo que inservible, aunque te acuestes con tres mil hombres, no me voy a alejar de la reina y de Versalles, tengo deberes aquí, sabes cuánto he hecho y haría por ti, pero tus caprichos no los tolerare, te he pedido ya comprensión, si realmente te eres capaz de sacrificar por mi algún día, te pido que lo hagas ahora, al menos con esto, no pido nada más que paciencia, comprensión y claro, que retires a esos dos cuando esto termine – todo lo que dice se lo deja claro con una mirada de malestar notable ,ya no tanto seriedad o enojo mismo, las palabras negativas se iban siempre con el viento.
Era curioso el pedido de ella, debería tener bastante claro que no había seguro que él pasará sin velar su seguridad, y que una charla no le iba a distraer de esto, en lo absoluto, tonta, tonta - Yo siempre te cuido, y siempre estoy alerta por ti, este lejos o cerca, ¿No te has dado cuenta que algunas noches ojos ajenos a los que tú conoces vigilan tu casa? ¿Tus sueños? Si yo no estoy para ver por ti, siempre abra alguien tras de mí que lo hará, mantente clara en esto – sacude la cabeza pensando en sus últimas palabras, la reina no le daba nada bueno realmente, solo deberes y trabajo, preocupación, falta de sueño, estrés potente, y algunas veces por este mismo dejar de comer también, ¿De eso estaba celosa? ¿Qué eso creía era de envidiarse hacia otra mujer? – Eres muy tonta, detente solo tres segundos para pensar, ¿Realmente crees qué estoy con ella o Thorna porqué tengo algo con estas? Tener algo con reina sería mi decapitación, y si bien soy muy suicida con las relaciones – la mira con una sonrisa ahora por la obvia referencia - No soy idiota, jamás lo haría por mi propia vida, y no te engañaría con nadie, por el amor que siento hacía ti, pero te conozco – suspira de vuelta.
Acomoda el cuello de su camisa, revisa su espada, debía tener el mango siempre a fácil agarre, un segundo perdido de desenvaine en la guerra definía tu vida o tu muerte, era algo que su padre siempre decía, un gran guerrillero fue él – Te conozco, y sé que aunque te jure mil veces, te explique mil veces, esto no saciara tu duda, ni tu fastidio, menos aún tu ira, la que escupes sin recato y cuidado contra mi incluso - pasa la saliva ligeramente, su manzana se adelante por esto – La reunión, tu señal, de pensar en estas dos cosas mi sangre bombea más rápido, ¿Emoción con temor quizá? Ya te digo, quien no teme por el peligro o la incertidumbre no es valiente, es imbécil, y sí, sé que lo he repetido por años, pero algunas ocasiones pienso que no logras entenderlo del todo bien – se burla un poco, finalmente se sienta en la silla más próxima a la de ella, la mira fijo con el rostro girado, esperando que la charla se calme un poco, para poder hablar de temas mucho más amigables, ha pasado mucho tiempo sin hablar con ella y no es que desee desperdiciarlo viendo si echa a los hombres, si la reina le gusta y mil idioteces más – Por favor, sin más pelea por hoy, cuando haya más tiempo puedes seguir descargándote, sabes que poco me importa – estira el brazo hacia ella para acariciar su mano con la propia, disfruta incluso del tacto solo de su mano, reconforta sin medida, poder sentirla, verla, su figura hermosa y femenina, su aroma natural, el olor de su pelo que captó cuando estuvo tras de ella, luego tantos días.
Aprieta sus dedos entre los propios con fuerza, se notaba el gran deseo que tenia de ella, tanto carnal, sentimental y amical, ya que para su entendimiento, el amor era todo esto mezclado entre sí, tan bien fusionado que fuera imposible separar todo esto – Si por mi fuera pasaría todas las noches y días contigo, si por mi fuera aquí mismo te tomaría, te extraño tanto, y te comprendo, no necesito tus palabras para saber cuándo sufres, no necesito que pongas dos guardias brujos masculinos tras de ti día y noche para que puedas ver sus figuras, para saber que tienes celos, solo que siempre es bueno escucharlo, es bueno para mí escucharte decirlo, lo que sientes y lo que piensas, de mi, de todo en general – no era un romántico perdido, tampoco un amante sensible al cien por ciento, pero era inevitable no suavizarse frente a la única mujer que ama.
Última edición por Charles D'Aubigne S. el Mar Jul 24, 2012 1:05 am, editado 1 vez
Charles D'Aubigne S.- Realeza Española
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
La música resonaba en los pasillos de Versalles, algunos pasillos largos mantenían la oscuridad de la misma noche, no se iluminaban para que aquellos visitantes no caminaran por aquellos lugares, había zonas prohibidas del castillo, lugares secretos que nadie podía pisar a excepción de la corona, y Angelique que protegía esos lugares de intrusos de personas que quisieran interrumpir la tranquilidad y el poder de la realeza. Algunos salones que conectaban entre si dejaban que los invitados pasearan de un lugar a otro, como aquellos peces en el agua. Mujeres que presumían sus elegantes y pomposos vestidos acompañados de los mejores peinados, sin restar importancia a las impresionante joyas. Por su parte hombres inflando el pecho, teniendo platicas sobre sus grandes negocios, hinchando el pecho de orgullo por sus logros, y presumiendo a sus mujeres, quién era más hermosa, quién era mejor en la casa, quien era la mejor en la cama. La realeza era así, tan elegante como retorcida, siempre moviendo las situaciones a su antojo. Aquel que creyera firmemente en su rey poca educación tenía, pues el más idiota es el que cree en su palabra, los demás saben que no tienen de otra. Los bailes no paraban pues la música contagia de ritmo al cuerpo, y gracias al gran bullicio Charles podía golpear la pared sin ser descubierto, y vociferar con fuerza pero sobretodo con rabia contra la rubia, quien permanecía inmutable ante los ataques severos de su primo, pero sobretodo los golpes de dolor y odio que su amante dejaba salir al aire contra ella, ¿Contra quién más? Sólo contra ella.
Arqueaba una ceja cuando las palabras llegaban a sus oídos. La rubia comenzó a sentir un dolor en su interior. ¿La estaba tachando de tonta? Cerró los ojos por unos instantes. ¿Qué se creía? El era quien la estaba abandonando todas los días, quien no llegaba a descansar su cuerpo en la misma cama, quien le privaba de poder hacer el amor como cualquier amante. ¡¡Él era el maldito culpable!! Se limitaba a respirar de manera profunda, tranquilizando las reacciones de rabia que su cuerpo tenía, tranquilizando la manera en que su corazón se había acelerado. Mientras mantenía sus ojos cerrados buscaba concentrarse en su tarea, en la misión que le habían asignado. ¿Por qué la realeza tenía que ser tan tardía en celebraciones como esas? Ella deseaba salir de ahí, que las cosas terminaran de una buena vez, que le dieran el permiso para partir hacía el sur de la ciudad, en las afueras, dónde nadie pudiera encontrarla, irse lo más lejos posible de él, así no sentiría el impulso de golpear su pecho, de reprocharle aquello que en su interior se albergaba. Se puso de pie, ignorando su cercanía. Aquel roce la haría ceder con facilidad por eso debía interrumpirlo de forma abrupta, lo odiaba por saber sus puntos débiles, más bien su único punto débil: Él.
Se dio la vuelta dejándolo ahí, esperando a que dijera algo al respeto. Angelique había dado ordenes estrictas de que nadie podría salir o entrar de ese cuarto a menos de que diera una señal. Cuando estuvo frente a la puerta, alzo sus manos, dio tres toques seguidos y luego dos en diferentes zonas dispersas de la madera. Las puertas se abrieron por completo, dejando que su figura avanzara de manera sensual, sus caderas se quebraban de un lado a otro, era tan extremadamente hermosa que era un pecado no verla. La joven avanzó sin mirar atrás, sabía a dónde ir, sabía que hacer. No dejaría que nadie la vea pues de encontrarse a alguien conocido la entretendrían. Para su buena suerte pudo pasar desapercibida con la ayuda de algunos guardias. Llegó a un pequeño estudio, la princesa se lo había asignado para tener y hacer lo necesario con sus encantamientos y protecciones. De ahí sacó una pequeña cajita de manera, estaba perfectamente elaborada, la madera era oscura, tenía la marca de la dinastía Delacroix, cada una de las cosas que ella elaboraba tenían ese sello. Poco le importaba que supieran que era las hacía. De regreso sonreía radiante, y se adentro al cuarto dónde Charles la esperaba con una cara de confusión - No me mires de esa manera - Se encogió de hombros, las puertas del salón se volvieron a cerrar, retomó la conexión con el salón de los espejos, ella siempre tan preparada. Movió su silla hacía adelante, acercándose a su primo. - Debía ir por estas cosas, no puedes mantener esa mano así, a veces tus ataques de ira me parecen muy eróticos, cuando puedo sacar provecho de ellos, no en estos momentos pues puedes dañarte - Sonrió de manera mordaz, y estiró sus manos para tomar las manos lastimadas. Se veían muy mal.
Antes de comenzar la curación, Angelique acercó sus labios a los nudillos, y los beso, de manera muy suave, sin llegar a ejercer presión para lastimarlo. Se separó para mirarlo a los ojos - Tus manos se necesitan saludables a la hora de servir a la corona, más vale no lo vuelvas a hacer - Limpiaba la zona con precaución, vertía líquidos sobre la misma, la envolvió con rapidez y habilidad. - ¿No te molesta entonces que me meta con tres mil hombres? Ten cuidado con lo que declaras primo, puedes arrepentirte después - Le sonrió con burla, antes que pudiera decir algo estiró su mano cubriendo sus labios impidiendo que dijera algo - Es mentira, no hagas rabietas, no necesito tres mil hombres - Su sonrisa burlona estaba a todo lo que da. Se mordisqueó el labio inferior bastante entretenida. Cuando finalizó su tarea recargó sus manos en el respaldo, ahora sus manos blancas tenían la marca de la vitalidad de su primo. - Pensé que no era necesario decir lo evidente, pero dado que quieres escucharlo - Alzó una de sus manos y acomodó su cabello detrás de la oreja para no tener interrupción de su visión - Estoy celosa de lo que haces, celosa que inviertas más tiempo con la reina y su pupila que conmigo, me da pavor que puedan llegar a sentir interés por ti ¿No lo ves? No soy tonta como tú crees que lo soy, no lo soy, sé que dentro de este reina hay demasiadas perversiones, las paredes me lo gritan, y tú eres bastante atractivo ante la vista femenina - Hizo una pausa para tomar aire, el necesario - Si tan sólo me dieras una pequeña referencia de lo que haces podría sentirme más tranquila, tú me pides cosas como el amante celoso, yo te lo pido como tú mujer enamorada - Desvió la mirada, se sentía tan frágil.
La incertidumbre le estaba carcomiendo el alma, los celos el corazón, y extrañarlo con tanto deseo su cuerpo. ¿Qué podía hacer ahora mismo? Decidió que lo mejor en ese momento era llevar la fiesta en paz, o eso iba dar a entender por el momento. - Por favor primo, sólo dime algo para que me mantengas tranquila, ¿No te da tristeza verme de esta manera? ¿No te das cuenta que mi único temor es relacionado contigo? Tú eres el culpable que mis noches sean vacías, no me importa si otros ojos me vigilan, sé que son mandados por ti, sería demasiado tonta y poco profesional de no percatarme de otras presencias, sería tirar todo mi trabajo a la basura, pero no los deseo a ellos, te deseo a ti a mi lado… - Hacía muecas pero en ningún momento bajó la vista, ella no podía hacerlo, nadie era digno de hacerla sentir poca cosa - Cada que vuelvas a mandar a alguien a vigilarme lo mataré con mis propias manos, o te mandaré de regalo su cabeza en señal te protesta - Ella no jugaba, él lo sabía mejor que nadie, las amenazas que salían de la boca de aquella rubia eran sentencias de muerte que no podían pasar desapercibidas. Estiró sus manos, esperando a que él tomará las suyas, y cuando lo hizo se ayudo para ponerse de pie, fingiendo en su rostro dolor en su cuerpo, alguna clase de malestar, un pretexto para dejarse caer en su regazo.
Angelique se sentó en el regazo de su primo, la mujer sabía lo que significaba llegar a esa cercanía, podría correr el riesgo de no querer separarse, para su buena suerte nadie podría verlos, no ahí. La rubia colocó ambas manos en sus hombros, las cruzó hasta su nuca y sus dedos se enredaron haciendo que su agarré fuera firme. - Sé que quieres apagar ese dolor de mi interior… Sé que puedes hacerlo con algunas palabras de aliento, no me lo niegues por favor, aparta mi tortura - La bruja inclinó su cabeza hacía adelante, sus labios rozaron con la piel de su primo, hizo presión dejando un beso húmedo en su cuello, y sus labios se corrieron hasta sus mejillas, y luego… - Deberías pedir aunque sea unos días, los que sean necesarios… Para cubrir ese tiempo que no me has dado… - Volvió a dar otros besos, dejando que estos gravaran su esencia. Angelique quería dejar en claro que él era su propiedad. Sus manos viajaron hasta el pecho de su hombre. Sonreí de manera perversa, ella sabía como hacer las cosas, como poder conseguir lo que quería con él, al igual que él con ella, no estaba demás aprovechar, no cuando tenían tiempo para disfrutar.
Arqueaba una ceja cuando las palabras llegaban a sus oídos. La rubia comenzó a sentir un dolor en su interior. ¿La estaba tachando de tonta? Cerró los ojos por unos instantes. ¿Qué se creía? El era quien la estaba abandonando todas los días, quien no llegaba a descansar su cuerpo en la misma cama, quien le privaba de poder hacer el amor como cualquier amante. ¡¡Él era el maldito culpable!! Se limitaba a respirar de manera profunda, tranquilizando las reacciones de rabia que su cuerpo tenía, tranquilizando la manera en que su corazón se había acelerado. Mientras mantenía sus ojos cerrados buscaba concentrarse en su tarea, en la misión que le habían asignado. ¿Por qué la realeza tenía que ser tan tardía en celebraciones como esas? Ella deseaba salir de ahí, que las cosas terminaran de una buena vez, que le dieran el permiso para partir hacía el sur de la ciudad, en las afueras, dónde nadie pudiera encontrarla, irse lo más lejos posible de él, así no sentiría el impulso de golpear su pecho, de reprocharle aquello que en su interior se albergaba. Se puso de pie, ignorando su cercanía. Aquel roce la haría ceder con facilidad por eso debía interrumpirlo de forma abrupta, lo odiaba por saber sus puntos débiles, más bien su único punto débil: Él.
Se dio la vuelta dejándolo ahí, esperando a que dijera algo al respeto. Angelique había dado ordenes estrictas de que nadie podría salir o entrar de ese cuarto a menos de que diera una señal. Cuando estuvo frente a la puerta, alzo sus manos, dio tres toques seguidos y luego dos en diferentes zonas dispersas de la madera. Las puertas se abrieron por completo, dejando que su figura avanzara de manera sensual, sus caderas se quebraban de un lado a otro, era tan extremadamente hermosa que era un pecado no verla. La joven avanzó sin mirar atrás, sabía a dónde ir, sabía que hacer. No dejaría que nadie la vea pues de encontrarse a alguien conocido la entretendrían. Para su buena suerte pudo pasar desapercibida con la ayuda de algunos guardias. Llegó a un pequeño estudio, la princesa se lo había asignado para tener y hacer lo necesario con sus encantamientos y protecciones. De ahí sacó una pequeña cajita de manera, estaba perfectamente elaborada, la madera era oscura, tenía la marca de la dinastía Delacroix, cada una de las cosas que ella elaboraba tenían ese sello. Poco le importaba que supieran que era las hacía. De regreso sonreía radiante, y se adentro al cuarto dónde Charles la esperaba con una cara de confusión - No me mires de esa manera - Se encogió de hombros, las puertas del salón se volvieron a cerrar, retomó la conexión con el salón de los espejos, ella siempre tan preparada. Movió su silla hacía adelante, acercándose a su primo. - Debía ir por estas cosas, no puedes mantener esa mano así, a veces tus ataques de ira me parecen muy eróticos, cuando puedo sacar provecho de ellos, no en estos momentos pues puedes dañarte - Sonrió de manera mordaz, y estiró sus manos para tomar las manos lastimadas. Se veían muy mal.
Antes de comenzar la curación, Angelique acercó sus labios a los nudillos, y los beso, de manera muy suave, sin llegar a ejercer presión para lastimarlo. Se separó para mirarlo a los ojos - Tus manos se necesitan saludables a la hora de servir a la corona, más vale no lo vuelvas a hacer - Limpiaba la zona con precaución, vertía líquidos sobre la misma, la envolvió con rapidez y habilidad. - ¿No te molesta entonces que me meta con tres mil hombres? Ten cuidado con lo que declaras primo, puedes arrepentirte después - Le sonrió con burla, antes que pudiera decir algo estiró su mano cubriendo sus labios impidiendo que dijera algo - Es mentira, no hagas rabietas, no necesito tres mil hombres - Su sonrisa burlona estaba a todo lo que da. Se mordisqueó el labio inferior bastante entretenida. Cuando finalizó su tarea recargó sus manos en el respaldo, ahora sus manos blancas tenían la marca de la vitalidad de su primo. - Pensé que no era necesario decir lo evidente, pero dado que quieres escucharlo - Alzó una de sus manos y acomodó su cabello detrás de la oreja para no tener interrupción de su visión - Estoy celosa de lo que haces, celosa que inviertas más tiempo con la reina y su pupila que conmigo, me da pavor que puedan llegar a sentir interés por ti ¿No lo ves? No soy tonta como tú crees que lo soy, no lo soy, sé que dentro de este reina hay demasiadas perversiones, las paredes me lo gritan, y tú eres bastante atractivo ante la vista femenina - Hizo una pausa para tomar aire, el necesario - Si tan sólo me dieras una pequeña referencia de lo que haces podría sentirme más tranquila, tú me pides cosas como el amante celoso, yo te lo pido como tú mujer enamorada - Desvió la mirada, se sentía tan frágil.
La incertidumbre le estaba carcomiendo el alma, los celos el corazón, y extrañarlo con tanto deseo su cuerpo. ¿Qué podía hacer ahora mismo? Decidió que lo mejor en ese momento era llevar la fiesta en paz, o eso iba dar a entender por el momento. - Por favor primo, sólo dime algo para que me mantengas tranquila, ¿No te da tristeza verme de esta manera? ¿No te das cuenta que mi único temor es relacionado contigo? Tú eres el culpable que mis noches sean vacías, no me importa si otros ojos me vigilan, sé que son mandados por ti, sería demasiado tonta y poco profesional de no percatarme de otras presencias, sería tirar todo mi trabajo a la basura, pero no los deseo a ellos, te deseo a ti a mi lado… - Hacía muecas pero en ningún momento bajó la vista, ella no podía hacerlo, nadie era digno de hacerla sentir poca cosa - Cada que vuelvas a mandar a alguien a vigilarme lo mataré con mis propias manos, o te mandaré de regalo su cabeza en señal te protesta - Ella no jugaba, él lo sabía mejor que nadie, las amenazas que salían de la boca de aquella rubia eran sentencias de muerte que no podían pasar desapercibidas. Estiró sus manos, esperando a que él tomará las suyas, y cuando lo hizo se ayudo para ponerse de pie, fingiendo en su rostro dolor en su cuerpo, alguna clase de malestar, un pretexto para dejarse caer en su regazo.
Angelique se sentó en el regazo de su primo, la mujer sabía lo que significaba llegar a esa cercanía, podría correr el riesgo de no querer separarse, para su buena suerte nadie podría verlos, no ahí. La rubia colocó ambas manos en sus hombros, las cruzó hasta su nuca y sus dedos se enredaron haciendo que su agarré fuera firme. - Sé que quieres apagar ese dolor de mi interior… Sé que puedes hacerlo con algunas palabras de aliento, no me lo niegues por favor, aparta mi tortura - La bruja inclinó su cabeza hacía adelante, sus labios rozaron con la piel de su primo, hizo presión dejando un beso húmedo en su cuello, y sus labios se corrieron hasta sus mejillas, y luego… - Deberías pedir aunque sea unos días, los que sean necesarios… Para cubrir ese tiempo que no me has dado… - Volvió a dar otros besos, dejando que estos gravaran su esencia. Angelique quería dejar en claro que él era su propiedad. Sus manos viajaron hasta el pecho de su hombre. Sonreí de manera perversa, ella sabía como hacer las cosas, como poder conseguir lo que quería con él, al igual que él con ella, no estaba demás aprovechar, no cuando tenían tiempo para disfrutar.
Angelique Delacroix- Hechicero Clase Alta
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
Este lugar no dejaba de sorprender, aún cuando ya lo había visto antes, parecía estar lleno de trampas, escondites, secretos, paredes falsas, y mucha gente siempre alrededor, dando órdenes, gritando, yendo a paso apresurado porqué han recibido una orden importante de algún miembro de la realeza o del consejo, lo que le hacía recordar que él estaba aquí para tomar información, de una forma u otra debía espiar a su prima, incluso usarla para sacar información, la situación era bizarra y muy falta de honor, sin embargo mientras más éxito tuviera él más rápido tendría que dejar a la reina y a su pupila, lo que le haría feliz a Angelique, ese quizá era el consuelo para no sentirse basura al hacer esto. Esperando a que regresara se le pasea esto por la cabeza, dudas y más dudas, luego seriedad, pero.
Una sensación extraña y peculiar se podía sentir en el aire, su cuerpo o su sangre, quizá solo estaba dentro de su cabeza, la veía solo a ella, la escuchaba solo a ella, alrededor millones de distracciones podían escucharse con normalidad, pero en estos instantes era solo ella y él, nadie ni nada más, aprieta los dientes quejándose notablemente, los líquidos arden en sus nudillos y intenta quitarlos pero se detiene y aguanta, cuando besa se relaja un poco, realmente era extraño como en el lugar menos privado y hostil aún podía sentirse cómodo con solo tocarla o que ella lo haga. El poder del amor, suena tontamente cursi pero quizá ese realmente exista, quizá este poder fuera su única esperanza, para intentar hacerla entrar en razón solo un poco, cambiarla no iba a poder, pero calmarla, darle un ritmo de vida más suave a ella, sin tener que cometer tantos actos, sin tener que escuchar palabras tan duras de sus fauces, era la esperanza, el amor.
Quizá en una sensación diferente también se hubiera reído del comentario e incluso le hubiera respondido algo como que si se ponía serio su cuerpo no aguantaría el trato que le daría, acompañado de una sonrisa retadora, pero no era momento, menos por lo que decía a continuación – Yo no vivo para la corona o la orden, ese es mi trabajo y para de mis ideales están en este trabajo, porqué son buen conductor para soñar que logro alcanzar estos, prefiero mis manos sanas para abrazarte, gracias – gira el rostro notablemente fastidiado por el comentario de los hombros y más por la forma en que le hace guardar silencio, le ve alejarse y hace lo mismo como auto reflejo, se apoya también en el respaldar de la silla, pensando en que tenía que pasar esta charla para hacer una jugada clave - Lo repito, la base de toda relación es la comunicación, presuponer puede todo el mundo, pero se siente bien cuando te tienen la consideración y la confianza de decirlo abiertamente, no es la gran cosa yo lo sé, pero vale para mí –sonríe ante sus acciones, era placentera sentirla así después de un buen rato, pero no podía desviarse, ella quería algo concreto, se lo daría y incluso expondría un poco el secreto y a ella si empezará a sospechar algo y a indagar, debía ser cuidadoso, la rodea con los brazos y la sujeta, para luego.
Acercarla por el mentón y la ve directamente – Puede ser que te diga algo para tu tranquilidad, algo serio y concreto, ¿A quién le debes fidelidad a un líder egoísta? ¿O a mí? – suelta entonces el primer bamboleo de su espada, el primer movimiento directo. Ahora él la calla a ella con el dedo para poder hablar suelto – Quiero saber que esta está pasando en la reunión, al menos detalles importantes, si yo consigo lo que busco menos será el tiempo en que este lejos de ti – ahora dudaba, ese líder egoísta era su amigo, su amigo y todo, pero no le quitaba lo egoísta y lo conocía, que era de los que velaban solo por su bien.
Por otro lado, alejando el deshonor, lo bajo y lo poco caballero que está siendo por sacarle información a su propia familia, a su amor, estaba el hecho de que no existía persona más fácil de la cual retirar información que Angelique, no por su personalidad, por el contrario, si fuera otra persona ella jamás soltaría nada, idiota no es, es más astuta que el mismo diablo y por eso mismo dudaba tanto en si proseguir, no por miedo a ser dañado o acusado de algo, ella no lo haría, pero miedo a que ella se inmiscuya demasiado en el asunto sí – Podría tener vacaciones eternas luego de que todo termine con la reina, ¿Lo ves? Sería lo mejor para ambos – tendría que valerse de todo para lograr tener lo que deseaba, información sobre la reunión que aparentemente estaba por dar inicio y el tiempo para convencer a su bruja se acortaba, había que actuar rápidamente y sin dudar más.
La mano con la que sostiene su cadera se inmiscuye dentro de las finas telas de su prima acariciando la zona entre la cadera y el mulso suavemente en círculos con la palma y yemas de los dedos, muy lento y suave buscando provocarla, en la cama era sumisa, pero siendo correctos cuando se excitaba y era causante de esto él, le era fácil cumplir sus caprichos pidiéndole lo que deseaba, el buen sexo le llaman - ¿Qué dices querida prima? Quiero estar junto a ti lo más pronto posible, ayúdame – susurra bajo su oreja de manera suave, pero la voz grave potente recesiva en él no se va para nada, claro no pensaba consumar el acto aquí, sería impropio, estúpido y arriesgado, a pesar de eso aún demasiado tentador.
La cubre acercándola a los pectorales muy lento, acaricia su cabello y lo peina echándolo por completo hacia atrás, las finas telas doradas ante el tacto son suaves y manejables – Me cuesta controlarme estando tú tan cerca, si no estuviéramos en Versalles, ¿Cuándo acabe la reunión estaremos libres, correcto? Pero por el momento solo – pasea la vista hacia la entrada del salón donde ya deben estar todas las altas esferas reunidas, se empezaba a desesperar un poco, tenia que obtener todos los datos o abría fallado la misión, el tiempo perdido no, porqué al menos había podido estar con ella y así como están ahora, con suavidad separa el escote de su vestido para que deje ver más de lo que la imaginación desea.
Sin preámbulos la besa raudo e intenso – No importa que te cuenten, que sientas o que creas, la única dueña de mis besos eres tú, nadie más podría estar como tú lo estas ahora sobre mi, nadie más me podría tocar como tú lo haces, si no te satisfacen las palabras, actúa con los hechos, y decide si me ayudarás a mi o cumplirás tu misión al pie de la letra, lleno de secretismo para él, decide bien, decide pensando en el futuro y en las consecuencias que esto puede traer para ambos, no daré mi brazo a torcer con esto, yo o tu misión, espero que siempre que recuerdes que nada de lo que yo hice o haga será negativo para ti, para mi o para Francia, todo lo contrario, me conoces y seguro ya sabrás algo de él – sentencia tras haber jugado ya su ultima carta, posición incomoda, negativa e incomoda, incluso se sentía culpable por esa forma de chantaje, pero ¿Qué otras opciones tenia? Angelique era más dura que la roca y más terca que un anciano que cree se come al mundo, no existían más chances, ni más posibilidades, con ella se tenía que ir siempre al extremo y nada más servia que no fuera eso.
Carcomiéndose por dentro, por la soda idea de que eligiera a otro o a otros por encima de él, jamás había hecho esto, siempre la tenía por encima de todos, cuando le ayudaba con sus singulares problemas, cuando arreglaba esos malentendidos, cuando le echaba una mano en sus misteriosas desapariciones, para todo siempre ella había estado por delante y no importaba cual fuera la situación, siempre había remado para su lado, no esperaba menos de la mujer que amaba, sin embargo la duda humana que siempre queda y lastima, deseando ahora no haber dicho lo que dijo y deseando estar en otro lugar que no fuera Versalles, ni este gran silencioso salón.
Última edición por Charles D'Aubigne S. el Mar Jul 24, 2012 1:05 am, editado 1 vez
Charles D'Aubigne S.- Realeza Española
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
Con ella no se podía jugar, a ella no se le podía mentir, mucho menos ocultar las cosas. Se dio cuenta que algo andaba muy mal, no era normal que su primo fuera de esa manera, mucho menos con ella. A diferencia de la rubia, Charles era un hombre bastante correcto en hacer actividades, más si se trataba de cuidarla. Quizás por eso tenía un extraño presentimiento a cada palabra que nada. Aquello no era justo y lo sabía. No podía estarla chantajeando de esa manera ¿Qué pretendía? Pero conforme las palabras iban saliendo de la boca de su primo lo comprendió todo. "Las cosas con Axel no iban bien". Se sintió el doble de sorprendida, aquellos hombres eran mejores amigos, se contaban cosas que ni siquiera su sombra estaba enterada, y eso en la realeza era mucho de que hablar, ya que pocas personas eran tan unidas y confiables como ellos. ¿Qué habría pasado para que Axel se quedará guardado un secreto tan vano? Resopló, más tarde se encargaría de averiguar por su cuenta, cuando sus caminos se tuvieran que separar en la fiesta para aparentar, más tarde se acercaría a Axel para darle detalles y para adentrarse en su mente con la ayuda de su hechicería oscura, los demonios del inframundo le debían favores, no podían negarse a averiguarle algo tan fácil, de hacerlo sabía como disolverlos, o como dejar de llevarles almas en pena para hacer sus trabajos sucios. Nadie le había dicho que no podía decirle que pasaba dentro a Charles, pero intuía que ser lo mas prudente debía ser lo correcto, no quedaba de otra. Suspiró de manera profunda mostrando su molestia con él, su inconformidad, ella era muy transparente en ese aspecto, no podía mentirle.
La bruja disfrutaba viendo a su primo de esa manera, sacando palabras que se volvían espadas y se incrustaban en su corazón. El sangrado era evidente, pero entonces una sonrisa frívola apareció en su rostro, una que nunca empleaba cuando estaba con él, pero que sin duda alguna era la más necesaria para el momento, que supiera su inconformidad. - ¿Qué has dicho? - Movió su rostro haciendo como si estuviera pensando, en realidad no había mucho que pensar, simplemente era un poco de dramatización - No, no entiendo como un conde como tú puede llegar tan bajo con su amada - Se relamió los labios con suavidad. - ¿Cuándo fue la primera vez que me tomaste como tuya Charles? ¿Recuerdas ese momento? Era muy pequeña, frágil, pero tonta nunca he sido, quizás ese es uno de los detalles que te hicieron enamorarte de mi - Se mordisqueó por un momento el labio inferior. - Esa noche te dije lo siguiente: No podemos mezclar la relación de amor con los trabajos de la corona, sea cual sea el peligro, o la necesidad, no podemos mezclarlos o terminaremos muy mal - Le sonrió de manera orgullosa al recordar a la perfección cada palabra que le había dicho, y que ahora las ponía al pie de la letra, o no, ellos no podían separar el amor del trabajo, eran uno siempre - ¿Ahora usas eso para favorecerte? ¿Me estás poniendo entre la espada y la pared? - Negó - ¿Quién es más egoísta entonces? Porque no lo entiendo, es peor el amado egoísta, al jefe egoísta, porque con el segundo no se tiene un sentimiento especial, sabes a lo que me refiero no es así? - Sonreía de manera triunfal, y es que Angelique decía la verdad, cuando hay un sentimiento de por medio las acciones son dolorosas, cuando alguien no te importa lo que haga o deje de hacer salía sobrando, y en ese momento lo que su primo le estaba haciendo le estaba destruyendo lo poco de corazón que tenía.
No vio venir ese beso, en un abrir y cerrar de aquellos hermosos ojos, las bocas estaban unidas. Angelique no podía resistirse a esa boca que tanto anhelaba por las noches, correspondía al beso con necesidad, mostrando una especie de sentimiento posesivo que no le daba vergüenza recalcar que tenía. Si tan sólo esos besos fueran dados en otro lugar que no fuera Versalles las cosas serían mejores. Si le sumamos las caricias. Se perdió en el deseo, pero sobretodo se perdió en ese extraño sentimiento de añoranza, de todas esas noches que lo había extrañado dejándolo con la reina, y acrecentando sus celos. Su respiración se vio alterada de manera busca, sus cuerpos chocaban de manera tan sugerente que su piel se había erizado. Necesitaba poder concentrarse, estaban en medio de algo muy importante. Muy a regañadientes se separó de aquellos labios. Mirándolo de manera amenazante, odiaba que supiera que él y sólo él era su punto débil, nadie más.
La bruja se puso de pie cuando sus labios frenaron la unión de sus cuerpos. Se llevó la mano hasta la comisura de los mismos para limpiarlos, se acomodó el cabello, también el vestido. Siendo una mujer que rebozaba belleza, se dedico a buscar un espejo, mirarse en el reflejo de este, y observar que había alguna clase de imperfección en su rostro por el pasional beso que acababan de tener, al notar que todo estaba perfecto sonrió de manera soberbia y orgullosa. Charles había descubierto parte de su cuerpo, girándose para que pudiera verla, se acomodó el escote tapando sus pechos - Atrevido - Susurró, mostrando una sonrisa divertida en los labios, bastante lujuriosa en realidad - Sigamos la charla. ¿A quién le debes respeto no jugando de esa manera tan sucia? ¿A la reina o a tú amada? - Se paseó aproximándose de nueva cuenta, colocándose a un costado - Lo que más deseo es al menos tenerte un par de días para mi, se que no es un pecado pedir eso, de hecho es lo mínimo que puedo pedir, pero si te sirve de algo, podría darte detalles de lo que habría en esa reunión, a mi no me se dieron ordenes para guardar secretos… Y si los hicieran no podía ocultarte muchas cosas, no soy como otros… - Ella sabía que su primo entendería, con otros se refería a él, a ese sin fin de cosas que no le decía y que la hacían rabiar de coraje y celos. Su mano descansó en el hombro masculino, viajó hasta el cuello, donde caricias suaves fueron proporcionadas, y se inclinó, besando su mejilla con suavidad - Hueles delicioso - Susurró a su odio antes de darle una lamida rápida.
- Ahora me dejaré de juegos… Sino lo hago haré que me hagas el amor bajo la mesa, y no creo que desees ver mi cabeza despegada de mi cuerpo en una guillotina ¿Verdad? - Se irguió, mirándolo de arriba hacía abajo de manera suprema - La reunión es simple, en realidad no entiendo porque Axel no te dijo nada, porque es evidente que no deseo que supieras que pasaba, lo extraño es que la reina se meta en asuntos que no le atañen, dado que ella sólo es el adorno del rey, no debería pensar, sabes que puede costarle muy caro hacer eso, en fin, no es mi problema - Suspiró, y se colocó de nueva cuenta en la silla frente a su primo, pero la distancia entre ambas sillas se trataba de sólo un paso - Es una aburrida reunión diplomática dónde reyes de muchos países se centran en los lazos comerciales que pueden tener… Se supone que tal celebración ha empezado, y la reunión ya debería haber iniciado, pero no hay ningún hombre que haya entrado a la sala, están muy lentos, no escucho pasos ni siquiera que los aproxime ¿Tú los escuchas? - Cerró los ojos por unos momentos, el conjuro que había puesto en el salón de los espejos era bastante poderoso, que necesitaba de muchísima energía para ser empleado, ahora esperaba no llegar a quedarse dormida, a fin de cuentas seguía siendo una humana.
Angelique soltó un bostezo prolongado que se había tapado de manera propia con una de sus manos de manera rápida. La mano se cerró en un puño, y en su rostro dejó en claro el malestar que sentía - Por nada del mundo dejes que me duerma, recuerda que invierto mucha energía aquí, de dormirme podríamos ser descubiertos, y la conexión se perdería - Abrió sus ojos, dejando que Charles observara como su energía se había drenado de manera excesivamente acelerada. Estiró sus manos para tomar las ajabas, sonriendo apenas - Eso es todo lo que se al momento apuesto conde, en cuanto empiece la celebración podría darle alguno que otro detalle, a cambio de favores claro, toda información valiosa debe ser bien remunerada ¿No lo cree? - Su sonrisa sugerente había aparecido de nueva cuenta, era inevitable aquello, ¿Por qué? Simple, extrañaba a su amado, sobretodo a ese amante que le proporcionaba grandes noches de placer. Sus dedos se enredaron, en un gesto de unión mínima pero que sin duda deseaba fuera el inicio de la unión que más tarde sería más intimida y placentera, claro, después de terminar todo el trabajo dentro de Versalles.
La bruja disfrutaba viendo a su primo de esa manera, sacando palabras que se volvían espadas y se incrustaban en su corazón. El sangrado era evidente, pero entonces una sonrisa frívola apareció en su rostro, una que nunca empleaba cuando estaba con él, pero que sin duda alguna era la más necesaria para el momento, que supiera su inconformidad. - ¿Qué has dicho? - Movió su rostro haciendo como si estuviera pensando, en realidad no había mucho que pensar, simplemente era un poco de dramatización - No, no entiendo como un conde como tú puede llegar tan bajo con su amada - Se relamió los labios con suavidad. - ¿Cuándo fue la primera vez que me tomaste como tuya Charles? ¿Recuerdas ese momento? Era muy pequeña, frágil, pero tonta nunca he sido, quizás ese es uno de los detalles que te hicieron enamorarte de mi - Se mordisqueó por un momento el labio inferior. - Esa noche te dije lo siguiente: No podemos mezclar la relación de amor con los trabajos de la corona, sea cual sea el peligro, o la necesidad, no podemos mezclarlos o terminaremos muy mal - Le sonrió de manera orgullosa al recordar a la perfección cada palabra que le había dicho, y que ahora las ponía al pie de la letra, o no, ellos no podían separar el amor del trabajo, eran uno siempre - ¿Ahora usas eso para favorecerte? ¿Me estás poniendo entre la espada y la pared? - Negó - ¿Quién es más egoísta entonces? Porque no lo entiendo, es peor el amado egoísta, al jefe egoísta, porque con el segundo no se tiene un sentimiento especial, sabes a lo que me refiero no es así? - Sonreía de manera triunfal, y es que Angelique decía la verdad, cuando hay un sentimiento de por medio las acciones son dolorosas, cuando alguien no te importa lo que haga o deje de hacer salía sobrando, y en ese momento lo que su primo le estaba haciendo le estaba destruyendo lo poco de corazón que tenía.
No vio venir ese beso, en un abrir y cerrar de aquellos hermosos ojos, las bocas estaban unidas. Angelique no podía resistirse a esa boca que tanto anhelaba por las noches, correspondía al beso con necesidad, mostrando una especie de sentimiento posesivo que no le daba vergüenza recalcar que tenía. Si tan sólo esos besos fueran dados en otro lugar que no fuera Versalles las cosas serían mejores. Si le sumamos las caricias. Se perdió en el deseo, pero sobretodo se perdió en ese extraño sentimiento de añoranza, de todas esas noches que lo había extrañado dejándolo con la reina, y acrecentando sus celos. Su respiración se vio alterada de manera busca, sus cuerpos chocaban de manera tan sugerente que su piel se había erizado. Necesitaba poder concentrarse, estaban en medio de algo muy importante. Muy a regañadientes se separó de aquellos labios. Mirándolo de manera amenazante, odiaba que supiera que él y sólo él era su punto débil, nadie más.
La bruja se puso de pie cuando sus labios frenaron la unión de sus cuerpos. Se llevó la mano hasta la comisura de los mismos para limpiarlos, se acomodó el cabello, también el vestido. Siendo una mujer que rebozaba belleza, se dedico a buscar un espejo, mirarse en el reflejo de este, y observar que había alguna clase de imperfección en su rostro por el pasional beso que acababan de tener, al notar que todo estaba perfecto sonrió de manera soberbia y orgullosa. Charles había descubierto parte de su cuerpo, girándose para que pudiera verla, se acomodó el escote tapando sus pechos - Atrevido - Susurró, mostrando una sonrisa divertida en los labios, bastante lujuriosa en realidad - Sigamos la charla. ¿A quién le debes respeto no jugando de esa manera tan sucia? ¿A la reina o a tú amada? - Se paseó aproximándose de nueva cuenta, colocándose a un costado - Lo que más deseo es al menos tenerte un par de días para mi, se que no es un pecado pedir eso, de hecho es lo mínimo que puedo pedir, pero si te sirve de algo, podría darte detalles de lo que habría en esa reunión, a mi no me se dieron ordenes para guardar secretos… Y si los hicieran no podía ocultarte muchas cosas, no soy como otros… - Ella sabía que su primo entendería, con otros se refería a él, a ese sin fin de cosas que no le decía y que la hacían rabiar de coraje y celos. Su mano descansó en el hombro masculino, viajó hasta el cuello, donde caricias suaves fueron proporcionadas, y se inclinó, besando su mejilla con suavidad - Hueles delicioso - Susurró a su odio antes de darle una lamida rápida.
- Ahora me dejaré de juegos… Sino lo hago haré que me hagas el amor bajo la mesa, y no creo que desees ver mi cabeza despegada de mi cuerpo en una guillotina ¿Verdad? - Se irguió, mirándolo de arriba hacía abajo de manera suprema - La reunión es simple, en realidad no entiendo porque Axel no te dijo nada, porque es evidente que no deseo que supieras que pasaba, lo extraño es que la reina se meta en asuntos que no le atañen, dado que ella sólo es el adorno del rey, no debería pensar, sabes que puede costarle muy caro hacer eso, en fin, no es mi problema - Suspiró, y se colocó de nueva cuenta en la silla frente a su primo, pero la distancia entre ambas sillas se trataba de sólo un paso - Es una aburrida reunión diplomática dónde reyes de muchos países se centran en los lazos comerciales que pueden tener… Se supone que tal celebración ha empezado, y la reunión ya debería haber iniciado, pero no hay ningún hombre que haya entrado a la sala, están muy lentos, no escucho pasos ni siquiera que los aproxime ¿Tú los escuchas? - Cerró los ojos por unos momentos, el conjuro que había puesto en el salón de los espejos era bastante poderoso, que necesitaba de muchísima energía para ser empleado, ahora esperaba no llegar a quedarse dormida, a fin de cuentas seguía siendo una humana.
Angelique soltó un bostezo prolongado que se había tapado de manera propia con una de sus manos de manera rápida. La mano se cerró en un puño, y en su rostro dejó en claro el malestar que sentía - Por nada del mundo dejes que me duerma, recuerda que invierto mucha energía aquí, de dormirme podríamos ser descubiertos, y la conexión se perdería - Abrió sus ojos, dejando que Charles observara como su energía se había drenado de manera excesivamente acelerada. Estiró sus manos para tomar las ajabas, sonriendo apenas - Eso es todo lo que se al momento apuesto conde, en cuanto empiece la celebración podría darle alguno que otro detalle, a cambio de favores claro, toda información valiosa debe ser bien remunerada ¿No lo cree? - Su sonrisa sugerente había aparecido de nueva cuenta, era inevitable aquello, ¿Por qué? Simple, extrañaba a su amado, sobretodo a ese amante que le proporcionaba grandes noches de placer. Sus dedos se enredaron, en un gesto de unión mínima pero que sin duda deseaba fuera el inicio de la unión que más tarde sería más intimida y placentera, claro, después de terminar todo el trabajo dentro de Versalles.
Angelique Delacroix- Hechicero Clase Alta
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
En el fondo se estaba pudriendo, quizá los métodos desesperados y bajos no eran lo más adecuado para la situación, pero realmente necesitaba asegurar el destino de su patria, un bien mayor requiere siempre un sacrificio y este le dolía mucho, sin embargo no era algo que destruiría la relación oculta que llevan o la lastimaría, por el contrario, realmente si quedaba libre de esta labor tan importante para él, que es defender la paz y la soberanía de sus tierras podría estar todo ese tiempo infinito que ella desea y también él claro, pero no todo en la vida es felicidad, placer, risas, sonrisas besos, caricias, las espinas existen en esta tierra y una vez que se te clavan en la piel son difíciles de sacar, por eso mismo estos métodos desesperados y poco caballeros afloran, quizá desesperarse tanto a fin de cuentas no estaba bien, se iba a calmar un poco en ese chantaje, quizá no había que ser tan directo e igual conseguía lo que buscaba, pero lo hecho, hecho esta y no hay marcha atrás que valga, solo continuar con lo que ya ha empezado.
Su figura, su rostro, sus labios, sus movimientos, eran suficientes para entender y captar el desagrado de ella, lo que era obvio, se venía venir, cualquiera con un cuarto de masa gris podría habérselo imaginado, sus primeras palabras son crudas pero ciertas y correctas por la situación, no había nada que se le pueda refutar de estas, precisas y sin ninguna mala intención de por medio en realidad, claro eso era sin contar el siempre latente deseo de ella por ganar cualquier tipo de discusión. Sí que lo recuerda, lo recuerda tan claro como si haya sido ayer y no hace siete años, lo cual lo hace sentir tan sucio, tan enfermo y retorcido pero no lo expresa, quizá porque no le importa en lo más mínimo tratándose de ella esto – A los trece años, y no, pues nunca fuiste tonta, siempre fuiste ingeniosa sobre todo para que me castiguen o me miren o señalen a mí y eso va desde los diez años recuerdo yo, aunque debo admitir que eso nunca me ha molestado, porque siempre he estado para cubrirte, quiera o no quiera – murmura esas últimas palabras.
Aprovecharse sí, lo hacía como un vil y sucio ventajista, ¿Qué otra opción tenía? ¿Y qué podría decir para refutar aquello? Entre la espada y la pared, justo como su amor y su lealtad, que a fin de cuentas siempre triunfaba el primero, pero podía flaquear y ser un poco menos estricto con esto, para poder ayudar a su lealtad de vez en cuando sin perjudicar realmente o de forma completa a su amor, cosa que no permitiría que pasará jamás, ella siempre sería su todo más importante y por encima del resto, pero no siempre se podía cumplir todo al pie de la letra, ni complacer, si la vida fuera rosa y las relaciones perfectas nadie pelaría, nadie discutiría y todos serían felices, pero bueno, este mundo es todo lo contrario a eso, hay que estar bien bendecido por algún ser superior para ser feliz y tener paz real, anhelada en realidad, por él, mucho, demasiado y deseando compartirla con ella también.
Ahora que se escapaba, por estos momentos no podía tenerla entre los brazos por más que quisiera, se sentía incluso un poco desvalido para tomarla, sin derecho de hacerlo por más fuera de lo común que fuera, todo lo que ella le decía le desanimaba más por dentro, pero era justo a fin de cuentas – Si haces a un lado la orden del Cisne, te podré contar lo que hago con la reina, y no digo que la dejes, digo que ya no la tomes como prioridad, que no actúes conmigo como un miembro de la orden del Cisne cuando tratemos temas de Versalles, de la corona, etc , para poder contarte esto, necesito eso – sobre el olor, no era un perfume, en realidad era el aroma de las hierbas aromáticas que se quemaban día y noche en el salón donde trabajaba junto con la reina y sus allegados, si le decía de dónde provenía este olor sin duda dejaba de gustarle en un abrir y cerrar de ojos.
Suspira largo y pesado – Nadie te hará nada, antes sobre mi cadáver y puedo cortar a media Francia con tal de que tu cabeza siga pegada a tus hombros, no suena mal, pero tus gemidos distraerán a nuestros oídos de lo que sucede dentro y queremos escuchar, ¿No? – por otro lado, el peligro de ser descubiertos aterraba y busca ocultarlo con otros argumentos elocuentes aprovechando la situación que les aqueja ahora, esas palabras viniendo de otra mujer, demuestran algo de machismo inconsciente ,lo que era extraño en Angelique, si la reina era un adorno, cualquier mujer de otro diplomático o noble también lo era, por ende se convertía en uno, uno de él, muy por el contrario Charles no la considera así, ni a ninguna esposa, novia o acompañante de cualquiera, son personas todas con derechos, deberes y deseos, unos más nobles que otros – Me sorprende que digas que una mujer es adorno de un hombre, ¿Es verdad lo que dices? Los celos te están distorsionando la manera en que piensas querida prima – se relajaba un poco por sus manos, su tacto era cálido y suave, le tranquilizaba mucho siempre tenerla así de cerca.
Lo que le estaba diciendo solo confirmaba las sospechas que tenían, tratos comerciales, pactos, alianzas, paz, guerra, decisiones que parecían algunas veces ser topadas por un niño en pañales, que no media el sufrimiento o las desdichas del pueblo por las decisiones que tomaban, la idea era vigilar y velar porque estos pactos fueran justos y provechosos entre Francia y España, la reina no era un adorno, Angelique, ni ninguna otra mujer lo era, existen muchísimas mujeres con incluso ideales más nobles que muchos hombres, sobre todo los reyes avaros y codiciosos que no ven más debajo de su nariz, que no se desviven ni una hora por el supuesto pueblo que lo defiende, y el pueblo que representa, las cosas de la vida, tan injustas e inevitables, lo último era relativo y podría cambiarse, por eso mismo se luchaba.
Le ve con matiz muy serio, ignorando el malestar que siente – Tú bien sabes que las mujeres que realmente valen la pena tienen motivos fuertes para salir de esa marca injusta que la sociedad les da, luchar contra ello, contra la marea, la reina y tú no son diferentes en esto, ambas a pesar de no ser iguales para nada en personalidad, saben a que lo se enfrentan cuando van a hacer algo y son capaces de sacrificar algo con tal de obtener lo que desean, en este caso lo que se busca es muy noble, beneficioso, incluso para nosotros dos y para la paz de mi subconsciente, por eso mismo lo guardo con recelo y por eso mismo me dedico con tantas ganas y horas a trabajar para ella, ¿Lo comprendes? Siempre estaré para ti, pero soy una persona aparte de ti y así como tú has buscado ya alguna vez tus objetivos personales y los realizaste, y no opinaré de la forma en que lo hiciste, yo también tengo mis objetivos personales, que nos separan sí, los tuyos también nos separaron un tiempo largo, pero supe entender, tuve también que comerme los celos y el odio que sentí en esos momentos, pero no fue odio por ti, si no por otros - pasea la palma junto con las yemas de los dedos por la pierna derecha ajena.
Esta confiado del resto de palabras, ella no le mentiría, lo marearía un poco sí, le haría desviarse un poco, pero mentirle jamás, eso esperaba - No escucho nada por ese salón, pero el oído humano no es el más efectivo, ¿Tú estás bien? Imagino que llevar acabo tus conjuros y demás te agotan física y mentalmente, pero supongo que mentalmente más aún, avísame si te sientes mal, se puede parar esto – Tampoco tenía razón para esa pregunta, por qué no se le había dado conocimiento de lo que dentro acontecería, ¿Demora? ¿Retraso? ¿Habría que alterarse y tomar precauciones por esto? – No es muy común que este tipo de reuniones se atrasen – comenta con el dejo desconfiado, no por ella, en realidad desconfiado de la situación y del inusual retraso, esperando que nada desventurado haya pasado, con esto de la rebelión, ataques y asaltos, ni Versalles era tan seguro ahora, menos teniendo conocimiento de los seres anti-naturales que abundan en la ciudad y en este grupo de rebeldes.
Ese rescate fue tan exitoso, que hizo dudar a varios del potencial y la capacidad de la corona de defenderse contra este grupo velico que iba en contra de la paz, si bien las cosas nunca han sido las mejores en ningún reino, ver muertos por las calles, gritos y los llantos de los niños no era algo tampoco agradable, seguro a esto último se le justificaba con sacrificios por la paz, siempre, siempre había un método adecuado y razonable de conseguir algo, los extremos siempre han sido y serán innecesarios. Arruga la frente cansando de tanto dilema, ella se había vuelto a arreglar, y ya no daba cabida a mas la situación - Tiempos malos se avecinan, algo dentro de mi me lo dice, pero siempre podré confiar en ti, nunca me harás nada para mal – susurra mientras va jugando con los dedos en la pierna femenina.
Última edición por Charles D'Aubigne S. el Mar Jul 24, 2012 1:02 am, editado 1 vez
Charles D'Aubigne S.- Realeza Española
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
Sólo fueron diez años los que la bruja puede presumir que fue una verdadera niña inocente. Los primeros diez años de su vida se los había pasado entre risas, juegos, amor, abrazos, todo lo que cualquier niño necesita para poder vivir sin tener problema alguno. Siempre estuvo alegre a pesar de no haber conocido a sus padres, siempre recibió la mejor de las educaciones, aunque sólo hubiese visto a Charles como su familiar. Era bastante extraño, esos diez primeros años de su vida lo había visto como una verdadera figura paterna, pues es lo único que conocía, quizás el tiempo, su crecimiento, y la maldad que llevaba su sangre le distorsionó el pensamiento, quizás por eso se había enamorado de él, porque había sido el único ser humano en la tierra que la había amado de manera incondicional. Se dio cuenta que lo amaba de forma diferente cuando su cuerpo, que empezaba a desarrollarse sentía ligeras descargas de emoción cuando lo tenía enfrente, su corazón se aceleraba de manera incontrolable, como si estuviera temblando en la tierra, pero ella era la que temblaba, lo había amado desde que recordaba, y ahora que lo amaba como su hombre, lo que era, no tenía remordimiento alguno, siempre supo que su vida le pertenecía a Charles, su maldita vida, porqué eso era, estaba maldita, su sangre llevaba el encantamiento del demonio y de las brujas, pero no importaba cuales problemas existieran, buscaría como evadir la maldición para entregarse a él, en cuerpo y alma. Quizás por eso sus investigaciones se volvían cada vez más peligrosas, pues buscaba romper la maldición.
La bruja tenía un secreto, uno que ni siquiera el mismo demonio sabía, había sabido guardarlo en su interior, había hecho un conjuro para ni siquiera la bestia más experimentada y entrenada pudiera quitarle ese secreto, uno que era tan simple y que si ponías la atención necesaria lo describirías sin dudar en nada.
En el tiempo que Charles había estado ausente, en el tiempo en que la reina lo había enviado a España para arreglar algunos asuntos que ella no sabía, la bruja se la había pasado investigando, haciendo anotaciones, escondiéndose del mundo en su cabaña en medio del bosque. Se la había pasando torturando, mutilando, sacando sangre a los cuerpos putrefactos, creando nuevos conjuros, nuevos antídotos, lo que fuera con tal de romper esa maldita maldición que la carcomía. La bruja podía ser la peor de las mujeres, y quizás más del noventa por cierto de su corazón estuviera frío, y sin remordimiento alguno, pero el diez por cierto restante ardía en su interior, tenía un nombre que la hacía luchar contra su naturaleza, ese nombre que portaba el caballero que permanecía a lado de él, pero mientras no pudiera encontrar la forma de romper esa maldición, no se la diría, no podría ser una maldita que lo ilusionara a lo tonto, porque con el si pensaba las cosas dos veces, por él podía parar el mundo, lo que fuera para verlo sonreír. Irónico, bastante irónico cuando alguien llegaba a conocerla verdaderamente, y en realidad nadie la conocería completamente, porque otro de los secretos de la bruja ante la sociedad era el amor que profesaba en silencio por su primo.
Las imágenes dentro de su cabeza pasaban a toda velocidad, se detuvieron en esa noche, dónde apenas tenía trece años. Quizás por ese tipo de recuerdos valía la pena buscar nuevos. Angelique recordaba la forma en que Charles le había hecho el amor cuando pequeña, la forma tan delicada en que la había tocado, como había hecho que la tela se resbalara por su cuerpo, los besos que invadieron su piel desnuda, la forma en que había provocado a su cuerpo, como por fin le había quitado su virginidad, porqué ella nunca sintió dolor, solo los nervios de una primera vez, y el placer de su cuerpo ceder. Recordar todo aquello la hacía vibrar, la hacía desear volver a esos tiempos, detener el tiempo, regresarlo, revivirlo. Se dio cuenta que en aquellos tiempos Charles no la dejaba ningún día, y que los siguientes días a su primera vez se habían dicho todo lo que sentían respecto al otro, deseaba momentos así, sólo de ellos, para ellos. ¿Pero cuándo? El tiempo los traicionaba, el tiempo les cargaba de muchas más actividades que no podían ser libradas, responsabilidades que sus cargos les demandaban, Angelique era consiente tanto como su amado Charles.
El silencio se hizo presente en la habitación. Lo único que podía irrumpir ese momento era la forma acelerada en que respiraban. La chica se sentía cansada, su cuerpo se estaba cansando, mientras más tiempo pasará con la conexión de ese conjuro más tiempo tardaría en recuperarse, eso era lo malo de hechizos tan poderosos, lo que eran capaces de provocar en ella, la manera en que se desgastaba, incluso su piel se palidecía, era como si le chuparan parte de su esencia, parte de su vitalidad. La bruja estaba tan cansada que apenas y sentía las caricias de su primo, su cuerpo comenzaba a entumecerse, era extraño, bastante, pero nadie podría comprender esos estados ya que era la última bruja Delacroix, al ser la última nadie podría atenderla como era debido. Podría ser una bruja poderosa si, pero su cuerpo era la de cualquier humana. Sus manos se estiraron hasta que esos dedos hicieron la conexión firme de aquellos amantes - No me siento bien - Susurró muy bajo, odiaba, detestaba tener que preocuparlo de esa manera - No importa que pase, no me dejes dormir, pero tampoco dejes que rompa la conexión, esto depende también de ti, recuérdalo, estamos juntos en esto - Por primera vez en la noche Angelique sonreía de manera tierna, amorosa, radiante para él, aquellos celos los había dejado a un lado, él tenía razón, de terminar lo más pronto posible con esa reunión, con esa recaudación de información para poder partir a casa, cualquier que fuera la conclusión de esa noche lo llevaría consigo para que la cuidara, porque después de momentos como esos a él era el único que necesitaba para su recuperación. Suspiró sin dejar de sonreírle, Angelique se veía más hermosa con el semblante alegre al frívolo que siempre manejaba, pero quizás en eso radicaba el porqué lo hacía, para sólo encantarlo a él.
Se sentía bastante contenta en ese momento. Ambos estaban cediendo ante el otro, no por sus chantajes, ella sabía que si cedían era por el amor que sentían, no había más. - Es algo que tú nunca has entendido, para mi la orden no es más importante, no es mi prioridad, lo cumplo y le soy fiel porque es necesario para los dos, porque nos ayuda también a guardar las apariencias de este mundo que nos juzga por pecadores, mi prioridad tiene un nombre, parecido al tuyo, seguro lo conoces - Se recargó en el asiento, en su silla, se acomodó, mostrando el cansancio que estaba sintiendo. Sus párpados apenas aguantaban estar abiertos algunos segundos, necesitaba alguna clase de remedio para activar su cuerpo, sus energías, necesitaba que Charles notara su estado antes de que fuera tarde, debía seguir hablando, si, era lo más viable, seguir hablando para no permitirse descansar - Siempre me he sentido segura, si la muerte llegara a mi es porque la edad me lo reclama, no por mi juventud, sé bien que serás capaz de hacer lo imposible por verme bien, no debes repetirlo, te tengo la confianza que no me tengo a mi misma por las acciones que hago día con día - Se quedó callada, dejando que el comenzara a hablar, que dijera lo necesario para dejar el alma de la bruja tranquila. Si es que tenía aun alma, claro. A la joven también le alegrara que a pesar de todos sus errores el confiara en ella.
- Me gusta Italia - Susurró, cambiando el tema de manera brusca, no valía la pena tocarse por un momento la validad, el orgullo, y por supuesto el ego. Debían llevar la fiesta en paz, estar peleando se había vuelto su especialidad, pero en medio de Versalles, en una reunión tan importante no podían distraerse - Después de que esto termine quiero unas vacaciones en Italia, me gustaría conocer Venecia ¿Qué dices? - Aquello era lo más prudente que Angelique había hecho en mucho tiempo, no sabía si era el cansancio, o quizás la añoranza que le tenía, sumando claro profesionalidad en esas cosas lo que le había provocado suavizarse por un momento. La cabeza la comenzaba a dar demasiadas vueltas. - Alejados de Paris, sin tener los cargos de realeza, simplemente tú y yo, nadie nos conocerá si vamos de forma discreta… No te niegues, ante eso no por favor - Abrió los ojos buscando su mirada, deseando que su simple expresión facial le delatara si le gustaba o no la idea.
La bruja tenía un secreto, uno que ni siquiera el mismo demonio sabía, había sabido guardarlo en su interior, había hecho un conjuro para ni siquiera la bestia más experimentada y entrenada pudiera quitarle ese secreto, uno que era tan simple y que si ponías la atención necesaria lo describirías sin dudar en nada.
En el tiempo que Charles había estado ausente, en el tiempo en que la reina lo había enviado a España para arreglar algunos asuntos que ella no sabía, la bruja se la había pasado investigando, haciendo anotaciones, escondiéndose del mundo en su cabaña en medio del bosque. Se la había pasando torturando, mutilando, sacando sangre a los cuerpos putrefactos, creando nuevos conjuros, nuevos antídotos, lo que fuera con tal de romper esa maldita maldición que la carcomía. La bruja podía ser la peor de las mujeres, y quizás más del noventa por cierto de su corazón estuviera frío, y sin remordimiento alguno, pero el diez por cierto restante ardía en su interior, tenía un nombre que la hacía luchar contra su naturaleza, ese nombre que portaba el caballero que permanecía a lado de él, pero mientras no pudiera encontrar la forma de romper esa maldición, no se la diría, no podría ser una maldita que lo ilusionara a lo tonto, porque con el si pensaba las cosas dos veces, por él podía parar el mundo, lo que fuera para verlo sonreír. Irónico, bastante irónico cuando alguien llegaba a conocerla verdaderamente, y en realidad nadie la conocería completamente, porque otro de los secretos de la bruja ante la sociedad era el amor que profesaba en silencio por su primo.
Las imágenes dentro de su cabeza pasaban a toda velocidad, se detuvieron en esa noche, dónde apenas tenía trece años. Quizás por ese tipo de recuerdos valía la pena buscar nuevos. Angelique recordaba la forma en que Charles le había hecho el amor cuando pequeña, la forma tan delicada en que la había tocado, como había hecho que la tela se resbalara por su cuerpo, los besos que invadieron su piel desnuda, la forma en que había provocado a su cuerpo, como por fin le había quitado su virginidad, porqué ella nunca sintió dolor, solo los nervios de una primera vez, y el placer de su cuerpo ceder. Recordar todo aquello la hacía vibrar, la hacía desear volver a esos tiempos, detener el tiempo, regresarlo, revivirlo. Se dio cuenta que en aquellos tiempos Charles no la dejaba ningún día, y que los siguientes días a su primera vez se habían dicho todo lo que sentían respecto al otro, deseaba momentos así, sólo de ellos, para ellos. ¿Pero cuándo? El tiempo los traicionaba, el tiempo les cargaba de muchas más actividades que no podían ser libradas, responsabilidades que sus cargos les demandaban, Angelique era consiente tanto como su amado Charles.
El silencio se hizo presente en la habitación. Lo único que podía irrumpir ese momento era la forma acelerada en que respiraban. La chica se sentía cansada, su cuerpo se estaba cansando, mientras más tiempo pasará con la conexión de ese conjuro más tiempo tardaría en recuperarse, eso era lo malo de hechizos tan poderosos, lo que eran capaces de provocar en ella, la manera en que se desgastaba, incluso su piel se palidecía, era como si le chuparan parte de su esencia, parte de su vitalidad. La bruja estaba tan cansada que apenas y sentía las caricias de su primo, su cuerpo comenzaba a entumecerse, era extraño, bastante, pero nadie podría comprender esos estados ya que era la última bruja Delacroix, al ser la última nadie podría atenderla como era debido. Podría ser una bruja poderosa si, pero su cuerpo era la de cualquier humana. Sus manos se estiraron hasta que esos dedos hicieron la conexión firme de aquellos amantes - No me siento bien - Susurró muy bajo, odiaba, detestaba tener que preocuparlo de esa manera - No importa que pase, no me dejes dormir, pero tampoco dejes que rompa la conexión, esto depende también de ti, recuérdalo, estamos juntos en esto - Por primera vez en la noche Angelique sonreía de manera tierna, amorosa, radiante para él, aquellos celos los había dejado a un lado, él tenía razón, de terminar lo más pronto posible con esa reunión, con esa recaudación de información para poder partir a casa, cualquier que fuera la conclusión de esa noche lo llevaría consigo para que la cuidara, porque después de momentos como esos a él era el único que necesitaba para su recuperación. Suspiró sin dejar de sonreírle, Angelique se veía más hermosa con el semblante alegre al frívolo que siempre manejaba, pero quizás en eso radicaba el porqué lo hacía, para sólo encantarlo a él.
Se sentía bastante contenta en ese momento. Ambos estaban cediendo ante el otro, no por sus chantajes, ella sabía que si cedían era por el amor que sentían, no había más. - Es algo que tú nunca has entendido, para mi la orden no es más importante, no es mi prioridad, lo cumplo y le soy fiel porque es necesario para los dos, porque nos ayuda también a guardar las apariencias de este mundo que nos juzga por pecadores, mi prioridad tiene un nombre, parecido al tuyo, seguro lo conoces - Se recargó en el asiento, en su silla, se acomodó, mostrando el cansancio que estaba sintiendo. Sus párpados apenas aguantaban estar abiertos algunos segundos, necesitaba alguna clase de remedio para activar su cuerpo, sus energías, necesitaba que Charles notara su estado antes de que fuera tarde, debía seguir hablando, si, era lo más viable, seguir hablando para no permitirse descansar - Siempre me he sentido segura, si la muerte llegara a mi es porque la edad me lo reclama, no por mi juventud, sé bien que serás capaz de hacer lo imposible por verme bien, no debes repetirlo, te tengo la confianza que no me tengo a mi misma por las acciones que hago día con día - Se quedó callada, dejando que el comenzara a hablar, que dijera lo necesario para dejar el alma de la bruja tranquila. Si es que tenía aun alma, claro. A la joven también le alegrara que a pesar de todos sus errores el confiara en ella.
- Me gusta Italia - Susurró, cambiando el tema de manera brusca, no valía la pena tocarse por un momento la validad, el orgullo, y por supuesto el ego. Debían llevar la fiesta en paz, estar peleando se había vuelto su especialidad, pero en medio de Versalles, en una reunión tan importante no podían distraerse - Después de que esto termine quiero unas vacaciones en Italia, me gustaría conocer Venecia ¿Qué dices? - Aquello era lo más prudente que Angelique había hecho en mucho tiempo, no sabía si era el cansancio, o quizás la añoranza que le tenía, sumando claro profesionalidad en esas cosas lo que le había provocado suavizarse por un momento. La cabeza la comenzaba a dar demasiadas vueltas. - Alejados de Paris, sin tener los cargos de realeza, simplemente tú y yo, nadie nos conocerá si vamos de forma discreta… No te niegues, ante eso no por favor - Abrió los ojos buscando su mirada, deseando que su simple expresión facial le delatara si le gustaba o no la idea.
Angelique Delacroix- Hechicero Clase Alta
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
No importa a quien tengas en frente, no importa quién te lo cuente, o como lo susurren, nunca hay final feliz para situaciones como esta, porque siempre es más fácil dudar que creer. Pero esta había que creer, tenía que creer, solo porqué se trataba de ella cegarse sin tener una constancia de algo siempre fue considerado y no solo por él como algo idiota, era algo muy parecido a la religión, los dioses paganos, etc. Creer en algo so lo por fe y sin ninguna base atrás de esto te convertía en idiota, tan parecido ese efecto al amor, el amor que te vuelve idiota, y esta mezcla en él, gracias a ella se volvía perfecta y adecuada, pero sobre todo ignorada, Angelique no me mentiría, menos con sus palabras actuales, que de cierta manera tranquilizan el espíritu, temía demasiado que la orden fuera ahora algo primordial en ella, algo de lo que necesite para sacar provecho, siendo parte de la orden, se puede decir que existía un poco más de libertad para moverse por la oscuridad y actuar de forma impune, en silencio, sin testigos, solo conciencia.
Dichosos y libres ya consolados los que sean capaces de ignorar el pesar de este ultimo y único testigo antes citado, dichosos, incluso bendecidos, por ser capaces de perpetrar fechorías, acciones quizá poco honorables o no muy justas y después de esto dormir tranquilos, o medianamente tranquilos, algo que Charles es incapaz en un cien por ciento, lo que puede hacer duda entonces si es que siempre actúa bien o por miedo a esa intranquilidad o porqué realmente le nace hacerlo, creo que si fuera capaz de responder algo como eso su mejor argumento sería, y el más justo y real, por una mezcla de ambas, lo cual no resultaba nada parecido, para nada. Lo que no puede controlar aún es la falta de conocimiento, sobre todo si de ella se trata, siempre, a lo largo de su vida, vagos recuerdos de ella, vago recuerdo de su nacimiento, una niña que lloraba, lloraba y no tenía quien la consuele, solo él podía hacerlo y lo hacía, lo hace y lo hará, siempre así fue.
Es extraño, porque a veces el mismo se siente un padre, cuando no lo es, ni debería de serlo, pero dada la situación siempre fue así, protección hacia ella, cuidado, amor, un amor que nunca jamás fue fraternal, nunca jamás la vio como hija, o como hermana o como prima o lo que fuera que tenga un lazo sanguíneo, siempre la vio diferente. Al inicio como una bebe que llegó a estimar, luego como a una niña deseo cuidar, después como a una jovencita que deseo y pudo poseer, y ahora como una gran mujer, que lamentablemente está llena de heridas, cicatrices que no se logran divisar en la piel, que para tener consciencia de esta, hay que calcar en lo más profundo, en donde quizá casi nadie pueda llegar, dentro de ella, un privilegio se podría decir, pero sonaba mucho más como a tortura cruel para él. Porque de lo poco que conocía, ese poco le hacía sufrir por ella, y poco podía y puede ahora hacer por ella, existen cosas que ni las palabras, ni los actos pueden cambiar, y encerrado en esto siempre ha estado, en la incapacidad.
Justo como en esta situación, incapaz de ayudarla, ¿Qué se suponía que debía de hacer? ¿Acaso ella estaba tomando energía también de él? Era extraño, y de tanto pensar y pensar y verla demasiado angustiado la idea diviso y esta no estaba lejos, por el contrario al alcance de la mano, sabe que tiene y puede hacer por ella – No dejaré que estés así, en ese estado deplorable por mucho tiempo, a mí también me duele – Si no fuera porque realmente debe de saber que sucederá y que pasará ahí dentro ya le hubiera hecho cancelar ese hechizo, al menos el de protección y el mismo encargarse proteger la puerta desde las sombras, y la conciencia caía en pesar, caía sobre él con toda su fuerza. - Esta bien, guarda silencio por ahora, luego podremos charlar todo aquello que estas deseando y proponiendo, no me pienso negar, Italia es de los pocos lugares de los cuales realmente tengo interés en conocer - Solo le queda fingir bien una sonrisa, ¿Cómo poder negarse a algo que ella pida luego de esto? No existía forma de hacerlo, además siendo una actividad completamente alejada de todo a lo que están sujetos ambos, la idea es fabulosa y adecuada, quizá por y durante ese tiempo la mente, la de ambos, se aleje de los problemas y del pasado.
Solo se acerca a ella donde esta recostada no sentada ya en realidad, se agazapa hacia ella para dejar un beso suave sobre su frente, tenía que cuidar de ella en este estado y lo haría bien, con algo de su propia ayuda, días atrás ella le regaló una especie de pociones o brebajes, como se quiera decir, el sabor no era nada agradable y el olor está bien disimulado, beberlo en una situación extra estaba bien, pero para el cansancio que tiene diario, pues la verdad que no lo vale, andar bebiéndolo todos los días, por lo cual dejo unas dos tomas de estos compuestos líquidos, se encontraban en la habitación, junto con su silla-trono traída del palacio, fue regalo de su madre, y su armadura de acero desteñido en blanco, de diseño en frente la corona símbolo de su familia esta armadura regalo de su padre - Te voy a dar esos líquidos que me diste hace un tiempo, no los bebí todos, porque no era para tanto, pero creo que la situación actúa lo amerita – Dijo esto, entonces marchó, fue hasta la habitación, tomo los pequeños envases, muy simples de disimular, junto con la espada que se encontraba sobre la cama, por algún motivo estaba intranquilo.
Ya de vuelta se puede notar el enojo y la disconformidad en su rostro por la situación, ahí adentro se demoraban demasiado en empezar, el protocolo era cansino y ahora mismo incluso más desesperante que cuando estas siendo parte de este, pero sobre todo esto estaba la preocupación por ella, desde antes ya había iniciado sus labores y ahí dentro solo sabían alargar más el esfuerzo de Angelique, no era justo, por eso siente que debe pararla, pero no, no puede hacerlo, solo queda que estos líquidos le den el aliento para seguir, siempre fue una chica fuerte, pero aún así no le daba la suficiente tranquilidad todo esto, rápido destapa la primera esencia de vidrio, y se la acerca la rostro - Me imagino que ya la debes haber probado antes de habérmela entregado, para ver si realmente funcionaba, así que no será mucha molestia para beber esto, supongo – agachado y sujetándola por el hombro para mantener el cuerpo firme, y que el contenido quedase dentro.
Eleva el material, a un angulo adecuado y el líquido cae dentro de los labios ajenos, ahí puede ver como la garganta reacciona ante el líquido que está pasando, parecía mostrar menos fastidio que el que él mostró cuando lo bebió, realmente deseando que con esto la situación estuviera ya un poco más controlada, en realidad no tenía conciencia alguna de cuanto durase el efecto e esta medicina o lo que sea que fuera, pero experimentado ya sus efectos, solo sabe que será para bien y le dará algo de tiempo, para continuar con sus labores y con suerte, obtener la información necesaria, si ella se bebía el ultimo frasco y aún no se acababa la reunión la haría quebrar el conjuro, sin importar ya si la información que necesita se obtiene o no, más importante que España, era ella, y eso era bastante claro, más importante que nadie era ella y nada lo haría cambiar, nada.
Venecia es una ciudad perfecta, un ambiente pacífico, romántico y agradable, inmejorable quizá, pero un buen lugar de descanso para dos mentes y cuerpos magullados por el trajín de la vida dura diaria, sin ninguna responsabilidad más que pasarla bien y disfrutar, lo mejor sería disfrutar a su lado, una semana estaría bien, más que eso no iba a poder escaparse de los deberes con la reina y sumándole los de la orden, demasiado atraso, ya iba a tener que poner una muy buena excusa para la semana, pero valdrá la pena - Esta decidido, haremos un viaje a Venecia, solo tú y yo y nada más que eso, una semana es lo máximo que puedo pedir y eso ya me costará bastante, pero yo se que vale la pena, siempre estar a tu lado lo vale – Al parecer ya luce mejor ella, la medicina aquella realmente es mágica, si no fuera porque desde que llegó a vivir con la familia de ella, jamás se creería tales cuentos, y menos lo usaría, pero a fin de cuentas, alegre por esto.
Charles D'Aubigne S.- Realeza Española
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
Nada cambiaba en realidad. Las ventanas estaban perfectamente cerradas, con cortinas de color vino, que oscurecían la estancia, tenían que visualizarse con algunas velas encendidas en lugares estratégicos, se habían dado ordenes estrictas de no preguntar, de incluso no pensar al respecto a los sirvientes, y no es que costara mucho trabajo que ellos entendieran, pues de no obedecer las leyes de la corona sería mucho más fácil perder la cabeza de manera tortuosa y violenta, que morir por la necesidad de alimento. Los dos primos, los dos amantes estaban solos entre cuatro paredes, sintiendo que la distancia era tan corta para el roce de sus cuerpos y al mismo tiempo tan cercana para un tibio beso en la frente. Ella se sentía bien al recordar con quien estaba, incluso su pecho se inflaba de orgullo al haber escogido a su primo como su amado, todo podía dar vueltas, todos se podían arrancar la cabeza los unos a los otros, pero mientras él estuviera a su lado todo podría estar bien. Sus ojos se paseaban por la estancia, se deleitaban por las decoraciones elegantes y hermosas que se tenían en ese lugar, algunos cuadros ella los había mandado a colocar, otros simplemente se adaptaban por ser regalos importantes, le gustaba el ambiente, ese salón principalmente le recordaba a su hogar, tan intimo, cálido y al mismo tiempo tan mezquino. Ella simplemente era así, un corazón cálido con una sola persona, pero la frialdad del mismísimo polo norte cuando se trataba de los demás, y de manera más profunda cuando se trataba de los negocios.
Notó entonces que sentía que la gravedad no la hacía justicia, sentía su cuerpo muy pesado, pero más que nada sus parpadeos, y no deseaba hablar porque sentía pesada la lengua. Parpadeaba sin parar, y bostezaba con frecuencia, la joven bruja estaba verdaderamente cansada, aquel tipo de hechizos le absorbía más energía de lo querido, y aunque fuera poderosa, tuviera experiencia, y estuviera familiarizada con todos esos rituales siempre sería lo mismo, quizás se haber pactado con algunos espíritus extras le habrían dado más tranquilidad, pero al no haberlo hecho se tenía que aguantar. ¿Qué más le quedaba? Angelique Delacroix era una mujer perfeccionista, sabiendo que alguien podía hacer semejante hechizo esa noche, decidió que no podía salir de mejor manera sino lo hacía ella. Nadie más superaba sus habilidades, nadie podía compararse con ella, por eso debía hacerlo, aunque al día siguiente no pudiera levantarse, aunque una enfermedad derrumbara todo lo que podría hacer después, ella sabía de los riesgos graves que corría de salir mal algo, riesgos que no le decía a Charles, pero que dispuesta estaba por correr. La chica se había quedado en sus pensamientos, ignorando dónde estaba, con quien estaba, que hacía, para que lo hacía. Se estaba perdiendo en un abismo negro de cansancio, y sintió un dolor apoderarse de su cuerpo.
-Uhmmm- Intentó decir alguna palabra, pero notó que en un principio no podía, decidió que era momento de pedir ayuda, de la única persona que podía dársena y de la única persona que necesitaba, su primo - Me duele… - Susurró, y una de sus manos, de manera lenta y pesada se movió hasta la parte de su seno izquierdo, a la altura de su corazón. Su pecho se inflaba y se desinflaba con rapidez, y se notaba que le costaba respirar. Decidió que tenía que abrir los ojos, poder observar algo agradable: A él. La mano libre subió y tocó con suavidad la mejilla masculina, le gustaba el taco rasposo que él le proporcionaba gracias a su barba que comenzaba a crecer con rapidez. Pasaba los dedos por esa cara que tanto amaba, sus dedos se pasaron por sus labios, remarcando la forma de ambos. Se relamió de manera propia los suyos, tenía bastante seca la boca - Tengo sed - Susurró muy bajo, y apretó la mandíbula de Charles, cuando estaba en ese estado sus peores vicios, demonios, y deseos salían a la luz. Era ahí cuando seaba perder el control y dejarse llevar por el deseo que se apoderaba de ella, de ese que deseaba liberar con él. Sonrió con descaro.
- Dame agua Charles - Le indicó, esperó a que lo hiciera, y mientras él se volteaba, la joven se puse de pie de manera torpe, débil, temblorosa, se notaba mareada, se notaba cansada, pero eso no le importaba. - No, no quiero agua - Susurró de manera lascivia. Su rostro se había demacrado demasiado, dejándole ver unas ojeras enormes, pero no por eso perdía la belleza arrebatadora que portaba. La bruja sonreía con deseo, estiró sus manos, y avanzó unos pasos, cuando no pudo más enredó sus manos en el cuello de su primo, y se sostuvo de él. Aspiró su aroma con fuerza, se mordisqueó el labio inferior, y su rostro se escondió en la curvatura de su cuello. Dejó un sendero de besos hasta su hombro, besos húmedos que se perdían en la tela de su ropa, sonreía traviesa. - Tengo muchas ganas de beber de ti, todo lo que sea posible - Susurró de nueva cuenta, ahora lengüeteando el lóbulo de su oreja. - ¿Nos podrán descubrir? ¿Crees que eso podría pasar? ¿Dejarás que descubran nuestro secreto? Te deseo ahora - Le confesó, buscando la mirada preocupada de su primo.
Angelique sabia de los riesgos que corría al tentar a su primo, al tentar a la suerte, pero en esas situaciones su mente se debilitaba, su corazón se derretía y su cuerpo era el que demandaba todo el tiempo. Inevitablemente sintió coraje, siempre se había creído tan fuerte, y él la doblegaba de tal manera que pocos podrían creerlo, sino es que nadie.
Aun con sus brazos sosteniéndose de su cuello, Angelique Delacroix decidió que debía dar entonces el primer paso, se impulso con sus pies, con la poca fuerza que tenía hacía el enfrente, sus labios primero rozaron los labios ajenos, el olor de su boca la hizo sonreír - Mío - Susurró de manera inconsciente, y de manera maliciosa atrajo sus labios, mordisqueando el inferior, su rostro se ladeó, y sus labios abrieron paso a una lengua que parecía encantada por una melodía exótica. La joven besó a su amante con deseo, con fuerza, de manera posesiva, olvidando el lugar, el hechizo, y todo lo demás, su cuerpo volvió a reanimarse, si, eso era lo que necesitaba, poder llenarse de la energía de Charles, y activar cada parte de su figura para recobrar la compostura, y esa sería la única manera de obtener la fuerza que necesitaba para seguir esa noche. Todo lo tenía planeado, incluso que él pudiera quedarse con ella sin levantar sospechas, sin que la reina lo solicitara en otra reunión, o queriendo otorgarle otra misión, así era de sencillo.
- Están entrando, cada uno de los invitados, el rey a dejado que cada uno entre primero, y después el se adentrará a la sala para comenzar con la reunión, se ven todos tranquilos - Angelique había soltado los labios de su primo, incluso se había separado de manera brusca, la energía del beso la había recuperado por completo, incluso la palidez de minutos atrás no había dejado rastro. Se caminó hasta la mesa de aquel salón, colocó ambas manos en la madera y cerró los ojos, podía decir a su primo que escuchaba algunas cosas pero jamás decirle que veía lo que pasaba, y no precisamente por que desconfiara, lo hacía por la seguridad de él, porque inclusive con todo y titulo, el corría riesgos de ser descubierto por espías sobrenaturales, y no estaba dispuesta a hacer que la sangre de la única persona que amaba, corriera frente a esos "gobernantes".
Notó entonces que sentía que la gravedad no la hacía justicia, sentía su cuerpo muy pesado, pero más que nada sus parpadeos, y no deseaba hablar porque sentía pesada la lengua. Parpadeaba sin parar, y bostezaba con frecuencia, la joven bruja estaba verdaderamente cansada, aquel tipo de hechizos le absorbía más energía de lo querido, y aunque fuera poderosa, tuviera experiencia, y estuviera familiarizada con todos esos rituales siempre sería lo mismo, quizás se haber pactado con algunos espíritus extras le habrían dado más tranquilidad, pero al no haberlo hecho se tenía que aguantar. ¿Qué más le quedaba? Angelique Delacroix era una mujer perfeccionista, sabiendo que alguien podía hacer semejante hechizo esa noche, decidió que no podía salir de mejor manera sino lo hacía ella. Nadie más superaba sus habilidades, nadie podía compararse con ella, por eso debía hacerlo, aunque al día siguiente no pudiera levantarse, aunque una enfermedad derrumbara todo lo que podría hacer después, ella sabía de los riesgos graves que corría de salir mal algo, riesgos que no le decía a Charles, pero que dispuesta estaba por correr. La chica se había quedado en sus pensamientos, ignorando dónde estaba, con quien estaba, que hacía, para que lo hacía. Se estaba perdiendo en un abismo negro de cansancio, y sintió un dolor apoderarse de su cuerpo.
-Uhmmm- Intentó decir alguna palabra, pero notó que en un principio no podía, decidió que era momento de pedir ayuda, de la única persona que podía dársena y de la única persona que necesitaba, su primo - Me duele… - Susurró, y una de sus manos, de manera lenta y pesada se movió hasta la parte de su seno izquierdo, a la altura de su corazón. Su pecho se inflaba y se desinflaba con rapidez, y se notaba que le costaba respirar. Decidió que tenía que abrir los ojos, poder observar algo agradable: A él. La mano libre subió y tocó con suavidad la mejilla masculina, le gustaba el taco rasposo que él le proporcionaba gracias a su barba que comenzaba a crecer con rapidez. Pasaba los dedos por esa cara que tanto amaba, sus dedos se pasaron por sus labios, remarcando la forma de ambos. Se relamió de manera propia los suyos, tenía bastante seca la boca - Tengo sed - Susurró muy bajo, y apretó la mandíbula de Charles, cuando estaba en ese estado sus peores vicios, demonios, y deseos salían a la luz. Era ahí cuando seaba perder el control y dejarse llevar por el deseo que se apoderaba de ella, de ese que deseaba liberar con él. Sonrió con descaro.
- Dame agua Charles - Le indicó, esperó a que lo hiciera, y mientras él se volteaba, la joven se puse de pie de manera torpe, débil, temblorosa, se notaba mareada, se notaba cansada, pero eso no le importaba. - No, no quiero agua - Susurró de manera lascivia. Su rostro se había demacrado demasiado, dejándole ver unas ojeras enormes, pero no por eso perdía la belleza arrebatadora que portaba. La bruja sonreía con deseo, estiró sus manos, y avanzó unos pasos, cuando no pudo más enredó sus manos en el cuello de su primo, y se sostuvo de él. Aspiró su aroma con fuerza, se mordisqueó el labio inferior, y su rostro se escondió en la curvatura de su cuello. Dejó un sendero de besos hasta su hombro, besos húmedos que se perdían en la tela de su ropa, sonreía traviesa. - Tengo muchas ganas de beber de ti, todo lo que sea posible - Susurró de nueva cuenta, ahora lengüeteando el lóbulo de su oreja. - ¿Nos podrán descubrir? ¿Crees que eso podría pasar? ¿Dejarás que descubran nuestro secreto? Te deseo ahora - Le confesó, buscando la mirada preocupada de su primo.
Angelique sabia de los riesgos que corría al tentar a su primo, al tentar a la suerte, pero en esas situaciones su mente se debilitaba, su corazón se derretía y su cuerpo era el que demandaba todo el tiempo. Inevitablemente sintió coraje, siempre se había creído tan fuerte, y él la doblegaba de tal manera que pocos podrían creerlo, sino es que nadie.
Aun con sus brazos sosteniéndose de su cuello, Angelique Delacroix decidió que debía dar entonces el primer paso, se impulso con sus pies, con la poca fuerza que tenía hacía el enfrente, sus labios primero rozaron los labios ajenos, el olor de su boca la hizo sonreír - Mío - Susurró de manera inconsciente, y de manera maliciosa atrajo sus labios, mordisqueando el inferior, su rostro se ladeó, y sus labios abrieron paso a una lengua que parecía encantada por una melodía exótica. La joven besó a su amante con deseo, con fuerza, de manera posesiva, olvidando el lugar, el hechizo, y todo lo demás, su cuerpo volvió a reanimarse, si, eso era lo que necesitaba, poder llenarse de la energía de Charles, y activar cada parte de su figura para recobrar la compostura, y esa sería la única manera de obtener la fuerza que necesitaba para seguir esa noche. Todo lo tenía planeado, incluso que él pudiera quedarse con ella sin levantar sospechas, sin que la reina lo solicitara en otra reunión, o queriendo otorgarle otra misión, así era de sencillo.
- Están entrando, cada uno de los invitados, el rey a dejado que cada uno entre primero, y después el se adentrará a la sala para comenzar con la reunión, se ven todos tranquilos - Angelique había soltado los labios de su primo, incluso se había separado de manera brusca, la energía del beso la había recuperado por completo, incluso la palidez de minutos atrás no había dejado rastro. Se caminó hasta la mesa de aquel salón, colocó ambas manos en la madera y cerró los ojos, podía decir a su primo que escuchaba algunas cosas pero jamás decirle que veía lo que pasaba, y no precisamente por que desconfiara, lo hacía por la seguridad de él, porque inclusive con todo y titulo, el corría riesgos de ser descubierto por espías sobrenaturales, y no estaba dispuesta a hacer que la sangre de la única persona que amaba, corriera frente a esos "gobernantes".
Angelique Delacroix- Hechicero Clase Alta
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
Resistir ante los encantos de ella para cualquier mortal debía de ser difícil, pero para él, lo es aún más. ¿Entonces vence el sentido común o el placer del cuerpo? Teniendo en cuenta que en toda su vida su cabeza, la de arriba. Siempre fue la que tomo las decisiones. Y ya llegando a la tercera base el hecho de que esa constante cambiara podría sonar demasiado inmaduro para su gusto. A pesar de ello por un momento la atmósfera de incertidumbre, mediano silencio y tensión total desaparecía de la mente gracias a ella y sus movimientos.
Parece ser que la poción hace efecto más rápido de lo que esperaba, piensa un poco ahora en si debería de tomarlas realmente, quizá por ella ser bruja, aunque no. Ha leído en su totalidad todos los libros sobre el lado desconocido del mundo que ha podido, tiene a saber que solo los vampiros, hombres-lobo y esos seres que se transforman en animales que en ese preciso momento no recuerda el nombre. Esos son los únicos con capacidades físicas diferentes a las humanas, quizá la misma adrenalina del momento despertaba a su prima de ese letargo torpe en el que lucia inmersa.
O quizá fuera este un truco para desviar la atención de lo que era realmente importante ahora, esa maldita reunión que aún no comenzaba oficialmente, ella más astuta que el diablo pero con menos años, siempre a sabido guardarse las cosas y tratar de resolverlas por su cuenta, siempre a querido ser suficiente, auto-suficiente, capaz de todo, su propio carácter la impulsa a volverse, a ser así. Y sabiendo como actuaría ahora, quizá ocultar información sería la forma en que ella mantendría el peligro lejos del ser que quiere. Noble gesto, noble sobremanera al tratarse de ella, que poco se preocupa por los demás, solo por él. Pero poco provechoso para su interés "laboral"
Siempre le ha gustado llevar los juegos sexuales de forma cruel a ella, la provocación a su máxima expresión, ese éxtasis que se auto-genera al sentirse deseada, ya lo conoce, no es nuevo aún así como un novicio más de mil veces sucumbe ante el mismo truco, que será, que será ese encanto mortal que tanto atrae, pero que será esta noche que podría contrarrestarlo. Aprovechando la nueva posición de ella la eleva del suelo, y con la otra mano reduce su cuerpo a recostarse sobre la mesa boca abajo y con el trasero sujetado para que quede arriba, contrarrestar el juego, con el mismo juego, nunca lo hizo, entonces tal vez si es que ella algo planeara, esto sería algo fuera de ese plan.
Y bien, quien bebería de quien, quien abusaría de quien, quien dominaría a quien, por un par de minutos este juego sería el indicado después de no haber reaccionado ante ninguna de sus pasadas provocaciones muy notoriamente hablando. Mientras no gimoteara por lo que viniera a continuación, nada podría delatar lo que estarían haciendo. Y así empieza, con el cortar el aire con el brazo, para terminar impactando en palma abierta el glúteo derecho de su mujer, que se comportaba como una pequeña traviesa, como un sucubo que te ofrecía el trago prohibido, un irresistible trago y en bandeja te hacia visualizar cada consecuencia nefasta que conllevaría este líquido pasando por tu garganta. Como antes se dijo, actitud cruel que merecía "castigo"
Entonces un segundo azote impacta en la otra nalga, el efecto era más sacudida que dolor, debido a la ropa y el poco afán de querer dañar en las palmadas que le daba, ese no era el objetivo, y sin decir palabra por el momento, solo analizando su reacción, era ¿Divertido? En su vida cotidiana, el lastimar, pellizcar, dominar, inclusive, sodomizar, lo ultimo jamás esta presente, por el contrario, los únicos factores que le han hecho irse contra alguna persona son la injusticia y la defensa propia que para su suerte sabe llevar muy bien. Pero con ella, el sexo sucio, turbio, el juego cruel, le tentaba, si, disfrutaba desmedidamente dominarle, tenerla bajo su poder, más que sentirse especial por ser ella, sodomizarla, se siente retorcidamente bien, y por ello es que unos momentos pierde noción de ese salón.
Ir un poco más lejos, quería observar el rojo en esa suave, fina y blanca piel, ejerciendo fuerza sobre ella para que no levantará, solo con la mano libre logra retroceder las faldas del vestido, que por suerte era algo corto. Así también enganchando los inicios de los dedos en la tela, baja la pomposa prenda interior muy de la época y fina, se podía notar aún en la obscuridad los acabados de esta, que ahora yace entre sus tobillos y un poco más arriba, como era de esperarse la piel se encontraba sonrosada por no haber tenido contacto directo, ahora lo tendría - Es mi turno- Advierte solo.
No había que decir más al respecto, la química con ella le dejaría claro ya el resto de dudas que tuviera sobre su accionar, que en el fondo seguro a ella también le este gustando, en la cama siempre ha sido suya. Casi un pecado agitar la mano contra sus perfectos glúteos, tensos y duros, un pecado tentador. Y otra vez, sin embargo ahora en lapsos menos interrumpidos impacta las nalgas alternadamente con la palma abierta, gozando con medida cada sonido hueco de los impactos, poco a poco realzando el color rojo de la piel, que contrasta de sus piernas y coxis ya. Un rojizo llamativo. Entonces la sensación de que el sentido común perdió se hace obvia, al haber azotado a su prima sobre una mesa del palacio.
Toque picante de la noche, un beso delicado para cada glúteo rojizo - Debí de haber hecho esto cuando eras niña, cada vez que hacías una malacrianza, seguro te hubiera cambiado un poco la forma de ser y a mi mucho, demasiado – Se refiere que quizá estaría demasiado pervertido, por la sensación que esto le daba, y el bulto sobre su ropa de correas y tela delataba, ver esos labios asomarse además por debajo de los glúteos era solo un plus, una cereza para el pastel.
Pasa el dedo entre ellos delicadamente, bajando este hasta el botón que estimula solo por unos segundos para después quitar el peso de ella, la idea era haber respondido con una provocación mucho más invasiva que la suya para anularla, y tras haberla dominado dejarla, pero en su interior, así como su bestia fue agitada y salió, la de ella luego de esto saldría como mucha fuerza y entonces este iluso plan sería en vano, ¿Y ahora? Ajustar las riendas y lograr quitar de su cabeza las mil sensaciones, la tentación y pensar solo en el salón, por el cual no tenía cara de preguntar, no por el momento, eso sería todo. Unos pasos para atrás, y cerrando los ojos se sienta en una de las sillas amobladas, evitando ver la escena que había dejado.
Parece ser que la poción hace efecto más rápido de lo que esperaba, piensa un poco ahora en si debería de tomarlas realmente, quizá por ella ser bruja, aunque no. Ha leído en su totalidad todos los libros sobre el lado desconocido del mundo que ha podido, tiene a saber que solo los vampiros, hombres-lobo y esos seres que se transforman en animales que en ese preciso momento no recuerda el nombre. Esos son los únicos con capacidades físicas diferentes a las humanas, quizá la misma adrenalina del momento despertaba a su prima de ese letargo torpe en el que lucia inmersa.
O quizá fuera este un truco para desviar la atención de lo que era realmente importante ahora, esa maldita reunión que aún no comenzaba oficialmente, ella más astuta que el diablo pero con menos años, siempre a sabido guardarse las cosas y tratar de resolverlas por su cuenta, siempre a querido ser suficiente, auto-suficiente, capaz de todo, su propio carácter la impulsa a volverse, a ser así. Y sabiendo como actuaría ahora, quizá ocultar información sería la forma en que ella mantendría el peligro lejos del ser que quiere. Noble gesto, noble sobremanera al tratarse de ella, que poco se preocupa por los demás, solo por él. Pero poco provechoso para su interés "laboral"
Siempre le ha gustado llevar los juegos sexuales de forma cruel a ella, la provocación a su máxima expresión, ese éxtasis que se auto-genera al sentirse deseada, ya lo conoce, no es nuevo aún así como un novicio más de mil veces sucumbe ante el mismo truco, que será, que será ese encanto mortal que tanto atrae, pero que será esta noche que podría contrarrestarlo. Aprovechando la nueva posición de ella la eleva del suelo, y con la otra mano reduce su cuerpo a recostarse sobre la mesa boca abajo y con el trasero sujetado para que quede arriba, contrarrestar el juego, con el mismo juego, nunca lo hizo, entonces tal vez si es que ella algo planeara, esto sería algo fuera de ese plan.
Y bien, quien bebería de quien, quien abusaría de quien, quien dominaría a quien, por un par de minutos este juego sería el indicado después de no haber reaccionado ante ninguna de sus pasadas provocaciones muy notoriamente hablando. Mientras no gimoteara por lo que viniera a continuación, nada podría delatar lo que estarían haciendo. Y así empieza, con el cortar el aire con el brazo, para terminar impactando en palma abierta el glúteo derecho de su mujer, que se comportaba como una pequeña traviesa, como un sucubo que te ofrecía el trago prohibido, un irresistible trago y en bandeja te hacia visualizar cada consecuencia nefasta que conllevaría este líquido pasando por tu garganta. Como antes se dijo, actitud cruel que merecía "castigo"
Entonces un segundo azote impacta en la otra nalga, el efecto era más sacudida que dolor, debido a la ropa y el poco afán de querer dañar en las palmadas que le daba, ese no era el objetivo, y sin decir palabra por el momento, solo analizando su reacción, era ¿Divertido? En su vida cotidiana, el lastimar, pellizcar, dominar, inclusive, sodomizar, lo ultimo jamás esta presente, por el contrario, los únicos factores que le han hecho irse contra alguna persona son la injusticia y la defensa propia que para su suerte sabe llevar muy bien. Pero con ella, el sexo sucio, turbio, el juego cruel, le tentaba, si, disfrutaba desmedidamente dominarle, tenerla bajo su poder, más que sentirse especial por ser ella, sodomizarla, se siente retorcidamente bien, y por ello es que unos momentos pierde noción de ese salón.
Ir un poco más lejos, quería observar el rojo en esa suave, fina y blanca piel, ejerciendo fuerza sobre ella para que no levantará, solo con la mano libre logra retroceder las faldas del vestido, que por suerte era algo corto. Así también enganchando los inicios de los dedos en la tela, baja la pomposa prenda interior muy de la época y fina, se podía notar aún en la obscuridad los acabados de esta, que ahora yace entre sus tobillos y un poco más arriba, como era de esperarse la piel se encontraba sonrosada por no haber tenido contacto directo, ahora lo tendría - Es mi turno- Advierte solo.
No había que decir más al respecto, la química con ella le dejaría claro ya el resto de dudas que tuviera sobre su accionar, que en el fondo seguro a ella también le este gustando, en la cama siempre ha sido suya. Casi un pecado agitar la mano contra sus perfectos glúteos, tensos y duros, un pecado tentador. Y otra vez, sin embargo ahora en lapsos menos interrumpidos impacta las nalgas alternadamente con la palma abierta, gozando con medida cada sonido hueco de los impactos, poco a poco realzando el color rojo de la piel, que contrasta de sus piernas y coxis ya. Un rojizo llamativo. Entonces la sensación de que el sentido común perdió se hace obvia, al haber azotado a su prima sobre una mesa del palacio.
Toque picante de la noche, un beso delicado para cada glúteo rojizo - Debí de haber hecho esto cuando eras niña, cada vez que hacías una malacrianza, seguro te hubiera cambiado un poco la forma de ser y a mi mucho, demasiado – Se refiere que quizá estaría demasiado pervertido, por la sensación que esto le daba, y el bulto sobre su ropa de correas y tela delataba, ver esos labios asomarse además por debajo de los glúteos era solo un plus, una cereza para el pastel.
Pasa el dedo entre ellos delicadamente, bajando este hasta el botón que estimula solo por unos segundos para después quitar el peso de ella, la idea era haber respondido con una provocación mucho más invasiva que la suya para anularla, y tras haberla dominado dejarla, pero en su interior, así como su bestia fue agitada y salió, la de ella luego de esto saldría como mucha fuerza y entonces este iluso plan sería en vano, ¿Y ahora? Ajustar las riendas y lograr quitar de su cabeza las mil sensaciones, la tentación y pensar solo en el salón, por el cual no tenía cara de preguntar, no por el momento, eso sería todo. Unos pasos para atrás, y cerrando los ojos se sienta en una de las sillas amobladas, evitando ver la escena que había dejado.
Charles D'Aubigne S.- Realeza Española
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
Ella podía hacerlo, notar que poco a poco avanzaba todo adentro del salón de los espejos. Aquellos reyes se adentraban, sonreír de manera hipócrita, cuchicheaban entre ellos, unos con otros de los que se conocían, y unos contra otros de los que mejores se llevaban, o mejor dicho, quienes les daban mejores tratos, más riquezas, y mejores mujeres. Todo se trataba de eso. Sabía de memoria aquellos rostros, los nombres, los lugares en dónde eran monarcas. No precisamente por estar frente a ellos en otras ocasiones, o intercambiar palabras, más bien por el estudio que ella hacía antes de cada trabajo que le otorgaban. Les parecían interesantes, y al mismo tiempo aburridos, se notaba lo frustrados que se encontraban por esas situaciones. Angelique simplemente se limitaban a reírse por los rostros ajenos. Suspiraba en silencio por el tedio que le daba cada palabra que musitaban, y al mismo tiempo quería salir corriendo de ese cuarto continuo, llevares a su primo, eso era lo único que le importaba en ese momento, llevarse a Charles con ella, sentirse feliz entre sus brazos, y aprovechar todo lo que no habían podido por su parentesco, pero sobretodo por sus cargos, esos siempre tan recatados que les prohibían un sin fin de cosas.
Le parecía sorprendente el silencio que Charles estaba haciendo en ese momento, pero lo que más le dejaba sin habla era la forma en que después de un beso pasional permaneciera tranquilo, pero aquello le daba ventajas, pues pondría completa atención a lo que estaba pasando, ella siempre se distraía con su primo, no ponía toda su atención porque, el único que merecía su atención era él, fuera como fuera. Era extraño si, por como todo mundo la conocía, ella era indiferente ante la vida, injusta, malévola y mezquina, pero con él no. Su primo la llevaba a otro tipo de parajes, la hacía sonreír, la hacía soñar, pero sobretodo la hacía desear cosas que nunca antes hubiese implorado, por ejemplo tranquilidad, una familia, hijos, y tenerlo a él hasta que sus sentidos no dieran para más. La joven guardó silencio para poder percibir el silencio que él dejaba en el ambiente. Y entonces pudo percibir la respiración agitada que el tenía, tanto como la suya, se deseaban tanto como se amaban, quizás por eso aguantaban tantas cosas que los mantenían alejados. ¿Acaso era el momento de guardar silencio?
Sintió el calor de su cuerpo, lo grande que él era, porque era alto, musculoso, fornido, todo un caballero que puede ser deseado, y por el cual si los demás supieran que era suyo la envidiarían. Le gustaba sentirlo cerca porque la excitaba de sobremanera, y lo peor del caso es que debían guardar su distancia, no porque alguien entrara sin permiso, más bien por no parar, por que los besos los llevarían a las caricias, y ellas a eliminar las prendas de sus cuerpos, y después a hacer el amor. Angelique no podía negarse a él, no tenía la fuerza ni el valor para hacerlo, lo necesitaba por encima de todas las cosas, y su cuerpo lo reclamaba con insistencia. Ella pasaba noches enteras suplicando a los espíritus oscuros, esos que le mandaba Lucifer para cerrar tratos, por que lo llevaran de vuelta a casa, pero muchas veces las suplicas no resultaban pues ellos siempre pedían cosas a cambio, y ella en ocasiones prefería aguantarse a hacer cosas que pudieran enfadarlo, o hacer que sintiera más desilusión. Quien creyera que ella no podría doblegarse ante nadie, debería de ver la forma en que Charles era su dominante, pues las paredes encerraban secretos, y su único secreto importarte era ese, su amor y deseo.
Angelique no se esperaba esa reacción, de hecho primero pensó que quizás la abrazaría por encima de la mesa, pero al notar la posición, y luego la cercanía que ambas zonas intimas, supo que algo estaba siendo muy diferente a lo usual, y lo que vino a continuación se lo confirmo, pero fue tan sorpresivo que no dijo nada, prefirió disfrutar ese momento que nunca había imaginado que tendrían.
Su cuerpo se estiro con el primer golpe, ocasionando que se arqueara por completo. Charles había dado justo en el blanco, en la parte circular de su glúteo, fue sorpresivo, y a la vez excitante, no dijo nada, se quedó tranquila, y luego sintió el próximo golpe, haciendo que la rubia estirara sus brazos y se tomara con fuerza de los bordes de la mesa. Aquellos golpes habían sido rudos, y le habían dado unas punzadas que necesitaba volver a sentir. Se estaba irguiendo, buscaba encararlo para preguntar que estaba haciendo pero le fue frenado el momento. En cambio recibió más, con la piel expuesta. Se mordisqueó con fuerza el labio inferior, frenando así que los sonidos de sus labios salieran, para que sus quejidos no los delataran e interrumpieran la reunión de enfrente, pero también que pudieran parar ellos. Así estuvieron, y no pudo evitar respingar, y su cadera se movió con ligereza, dejándole en claro a su amado que estaba disfrutando aquel acto, y que pedía más en silencio. Sus silencios eran bien interpretados, se conocían demasiado bien.
- Primo… Charles - Susurró agitada, moviendo su rostro para intentar verlo. Angelique estaba sintiendo su cuerpo arder, y más cuando comenzó a estimularla, sus ojos se nublaron en una nube de excitación, carraspeó varias veces, y se obligo a seguir con ella postura, pero sus caderas se movían, su fuerza se había ido a esa zona de su cuerpo, a las caderas, buscando chocar contra el bulto que seguramente ya se había formado de su primo. Aquello era erótico, demasiado por dónde lo vieras, y estaba cegada y dispuesta a entregarse a él en ese lugar, sin importar que, pero cuando se sintió lista para entregarse, notó que se separó, y gruñó demasiado alto, volteando a verlo. Se inclino para acomodar su ropa, y también sus faldas. Sus mejillas estaban enrojecidas gracias al placer de su cuerpo. Sintió su trasero arder, por eso no se recargo en nada.
- ¿De qué se trata esto conde? ¿Qué pretendes primo? ¿Por qué me haces eso Charles? - Angelique estaba furiosa, su cuerpo temblaba a causa del deseo imperioso que tenía por él. Lo miraba incrédula al verlo sentado de esa manera. Sus manos estaba en forma de dos puños, deseaba darle un fuerte golpe en venganza, pero no, ella no podía, ni quería lastimarlo. - No vuelvas a hacerlo - Ordenó bastante furiosa - Estoy trabajando - Se excusó. Antes de que su primo abriera los ojos, ya se encontraba avanzando, y se colocó detrás de él, de la silla. Se inclinó un poco para poder quedar a la altura de su rostro, ahí, sus labios podían rozar su oído, y hablar de manera baja y discreta - Esos juegos no son divertidos, no aquí, no puedes dejarme con estás ganas de tocarte y seguir - Le lamió el lóbulo de la oreja son suavidad y luego lo tomó entre sus dientes. Su brazo se había estirado y entonces su palma había descansado donde su bulto sobresalía, ejerciendo pequeños apretones. Ahí estaba ella, estimulando el miembro de su primo por encima de la tela. Esperando a que pasara más en aquella reunión que ya estaba comenzando a dar frutos - Los dos nos quedaremos con las ganas de salir de aquí para poseernos - Dijo con firmeza, convencida, moviendo la tela, sintiendo como la erección incrementaba - Pero como ahora es tiempo de trabajar - Lo soltó, y se recargó de lado en la pared de enfrente, no podía ni siquiera con el roce de sus prendas con su trasero. Se quedó tranquila, intentando mantener su deseo al margen y poder terminar por una buena vez esa misión.
Le parecía sorprendente el silencio que Charles estaba haciendo en ese momento, pero lo que más le dejaba sin habla era la forma en que después de un beso pasional permaneciera tranquilo, pero aquello le daba ventajas, pues pondría completa atención a lo que estaba pasando, ella siempre se distraía con su primo, no ponía toda su atención porque, el único que merecía su atención era él, fuera como fuera. Era extraño si, por como todo mundo la conocía, ella era indiferente ante la vida, injusta, malévola y mezquina, pero con él no. Su primo la llevaba a otro tipo de parajes, la hacía sonreír, la hacía soñar, pero sobretodo la hacía desear cosas que nunca antes hubiese implorado, por ejemplo tranquilidad, una familia, hijos, y tenerlo a él hasta que sus sentidos no dieran para más. La joven guardó silencio para poder percibir el silencio que él dejaba en el ambiente. Y entonces pudo percibir la respiración agitada que el tenía, tanto como la suya, se deseaban tanto como se amaban, quizás por eso aguantaban tantas cosas que los mantenían alejados. ¿Acaso era el momento de guardar silencio?
Sintió el calor de su cuerpo, lo grande que él era, porque era alto, musculoso, fornido, todo un caballero que puede ser deseado, y por el cual si los demás supieran que era suyo la envidiarían. Le gustaba sentirlo cerca porque la excitaba de sobremanera, y lo peor del caso es que debían guardar su distancia, no porque alguien entrara sin permiso, más bien por no parar, por que los besos los llevarían a las caricias, y ellas a eliminar las prendas de sus cuerpos, y después a hacer el amor. Angelique no podía negarse a él, no tenía la fuerza ni el valor para hacerlo, lo necesitaba por encima de todas las cosas, y su cuerpo lo reclamaba con insistencia. Ella pasaba noches enteras suplicando a los espíritus oscuros, esos que le mandaba Lucifer para cerrar tratos, por que lo llevaran de vuelta a casa, pero muchas veces las suplicas no resultaban pues ellos siempre pedían cosas a cambio, y ella en ocasiones prefería aguantarse a hacer cosas que pudieran enfadarlo, o hacer que sintiera más desilusión. Quien creyera que ella no podría doblegarse ante nadie, debería de ver la forma en que Charles era su dominante, pues las paredes encerraban secretos, y su único secreto importarte era ese, su amor y deseo.
Angelique no se esperaba esa reacción, de hecho primero pensó que quizás la abrazaría por encima de la mesa, pero al notar la posición, y luego la cercanía que ambas zonas intimas, supo que algo estaba siendo muy diferente a lo usual, y lo que vino a continuación se lo confirmo, pero fue tan sorpresivo que no dijo nada, prefirió disfrutar ese momento que nunca había imaginado que tendrían.
Su cuerpo se estiro con el primer golpe, ocasionando que se arqueara por completo. Charles había dado justo en el blanco, en la parte circular de su glúteo, fue sorpresivo, y a la vez excitante, no dijo nada, se quedó tranquila, y luego sintió el próximo golpe, haciendo que la rubia estirara sus brazos y se tomara con fuerza de los bordes de la mesa. Aquellos golpes habían sido rudos, y le habían dado unas punzadas que necesitaba volver a sentir. Se estaba irguiendo, buscaba encararlo para preguntar que estaba haciendo pero le fue frenado el momento. En cambio recibió más, con la piel expuesta. Se mordisqueó con fuerza el labio inferior, frenando así que los sonidos de sus labios salieran, para que sus quejidos no los delataran e interrumpieran la reunión de enfrente, pero también que pudieran parar ellos. Así estuvieron, y no pudo evitar respingar, y su cadera se movió con ligereza, dejándole en claro a su amado que estaba disfrutando aquel acto, y que pedía más en silencio. Sus silencios eran bien interpretados, se conocían demasiado bien.
- Primo… Charles - Susurró agitada, moviendo su rostro para intentar verlo. Angelique estaba sintiendo su cuerpo arder, y más cuando comenzó a estimularla, sus ojos se nublaron en una nube de excitación, carraspeó varias veces, y se obligo a seguir con ella postura, pero sus caderas se movían, su fuerza se había ido a esa zona de su cuerpo, a las caderas, buscando chocar contra el bulto que seguramente ya se había formado de su primo. Aquello era erótico, demasiado por dónde lo vieras, y estaba cegada y dispuesta a entregarse a él en ese lugar, sin importar que, pero cuando se sintió lista para entregarse, notó que se separó, y gruñó demasiado alto, volteando a verlo. Se inclino para acomodar su ropa, y también sus faldas. Sus mejillas estaban enrojecidas gracias al placer de su cuerpo. Sintió su trasero arder, por eso no se recargo en nada.
- ¿De qué se trata esto conde? ¿Qué pretendes primo? ¿Por qué me haces eso Charles? - Angelique estaba furiosa, su cuerpo temblaba a causa del deseo imperioso que tenía por él. Lo miraba incrédula al verlo sentado de esa manera. Sus manos estaba en forma de dos puños, deseaba darle un fuerte golpe en venganza, pero no, ella no podía, ni quería lastimarlo. - No vuelvas a hacerlo - Ordenó bastante furiosa - Estoy trabajando - Se excusó. Antes de que su primo abriera los ojos, ya se encontraba avanzando, y se colocó detrás de él, de la silla. Se inclinó un poco para poder quedar a la altura de su rostro, ahí, sus labios podían rozar su oído, y hablar de manera baja y discreta - Esos juegos no son divertidos, no aquí, no puedes dejarme con estás ganas de tocarte y seguir - Le lamió el lóbulo de la oreja son suavidad y luego lo tomó entre sus dientes. Su brazo se había estirado y entonces su palma había descansado donde su bulto sobresalía, ejerciendo pequeños apretones. Ahí estaba ella, estimulando el miembro de su primo por encima de la tela. Esperando a que pasara más en aquella reunión que ya estaba comenzando a dar frutos - Los dos nos quedaremos con las ganas de salir de aquí para poseernos - Dijo con firmeza, convencida, moviendo la tela, sintiendo como la erección incrementaba - Pero como ahora es tiempo de trabajar - Lo soltó, y se recargó de lado en la pared de enfrente, no podía ni siquiera con el roce de sus prendas con su trasero. Se quedó tranquila, intentando mantener su deseo al margen y poder terminar por una buena vez esa misión.
Angelique Delacroix- Hechicero Clase Alta
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
¿Y, si desaparecemos dejando todas nuestras obligaciones? ¿Y, si el tiempo se detiene para siempre? ¿Y, si no nos arrepentimos de nuestras futuras decisiones? ¿Y, si decido dedicar la vida a amarte? ¿Y, si me gustaría salir corriendo a tu lado? Y, si.
Aún entre cuatro paredes y puertas de manera se puede sentir libre si esta con ella, ¿entonces por qué? ¿Por qué no podría ser un poco egoísta? Esto ahora rozaba su mente, a la par que su prima el cuerpo, entonces le veía, se pregunta, ¿por qué no puedo ser solo un poco parecido a ti? Hacer algo solo por provecho personal como ya alguna vez tú lo has hecho, no entendía como en este estado podría estar pensando en estas cosas, o quizá esas mismas sensaciones sumadas a las hormonas le habían desatado un deseo egoísta, propio y despreocupado para todos los demás. No emitía palabra, pero si una mirada penetrante hacia ella, que entonces no son necesarias palabras, ella ya debería de saber que algo pasaba y era serio.
Que quizá no tenía nada que ver con la situación actual y lo que hace unos momentos ambos han hecho, o quizá tenía todo que ver con ello, solo con ella podría haber actuado de esa forma, solo con ella podría ser así de sincero, de real, de espontaneo, se podría solo dar el gusto de ser impulsivo con ella, porque no le juzgaba para nada, entonces ahí nuevamente pensó, ¿por qué no puedo ser como tú? Tampoco pasaría el quince o veinte por ciento del día preocupado pensando, analizando la situación de su prima, y lo que pudiera hacer o lo que le pueda pasar por todo lo anterior, quizá dentro de sí en el fondo no podía evitar hacerlo, solo esperaba que fuera por su moral y no por la sociedad.
Entonces la venganza que Angelique llevo a cabo desató mucho más que una erección, o un deseo, desató un destino. Se levanta de golpe, se gira para tenerla frente, el rostro del hombre es serio, serio como cuando se ha perdido a alguien, serio como cuando en el fondo estas muy estresado o fastidiado por alguna cosa muy secreta, pero no puedes estar enojado, solo serio, se lo iba a decir en ese momento, tomaría una decisión egoísta quizá, dejar Francia a su suerte justo ahora, un acto de total irresponsabilidad, pero al menos en España podría continuar con sus labores sociales, un consuelo que no aliviaba ese pensar, sin embargo, sería egoísta esta vez, así sería.
Sin pensarlo más se fue acercando hacia su prima, hasta que finalmente estuvo frente a ella a menos de un centímetro, podía sentir la respiración ajena, mientras él parecía estático - Vámonos de París, de Francia, vayamos a España, fuera de la capital, a cualquier provincia, menos cerca del condado, sería el primer lugar donde puedan buscarme o a ti – Quiere ser egoísta ahora, ser egoísta le llevaría a ser feliz, pues egoísta entonces ha de ser, por ella, por sí mismo, por ambos, por un futuro que injustamente esperaba, un futuro que muy lejano se plasmaba, pero ya no, no debía de ser así.
Cambiando este turbio ambiente en el cual se han desarrollado estos instantes de vida entre ellos, seguro que todas las cosas en las que vive pensando van a dejar de estar ahí latentes, quizá no del todo, pero en su gran mayoría, no tendría que alejarse de ella, por lo que estaría siempre al tanto de lo que está haciendo, aunque ya lo hice gracias a informantes, todo esto podría verlo con sus propios ojos y sin escucharlo de la boca de nadie más.
También podrían tener la vida tranquila, lejos de los peligros que conlleva ahora ser un residente parisino de la realeza, lejos de la revolución, lejos de la reina, lejos de estar lejos entre ellos, de todo aquello que de alguna forma los dos repudiaban y deseaban cambiar del todo, y para siempre, solo vivir como una pareja normal, que se conoce, se enamora, se ama, se reproduce y finalmente muere, solo eso, no huir del que dirán, del que podría pasar, incluso de maldiciones o temores sacrílegos familiares, no es mucho pedir ser feliz, pero bien dicen que muy pocos consiguen lo que desean en esta vida, pues sería de esos muy pocos.
Lo mejor es que nadie iba a poder juzgar, en las provincias poco se sabe o nada de la raleza de rangos medios o bajos, por lo que ambos pasarían desapercibidos, claro sería un conocimiento, pero lo que implica familia, ordenes, y demás. No estarían a tela del habla ajeno, todo sonando demasiado bueno para ser cierto, faltaba solo convencerse junto a ella de que era posible y tomar la decisión definitiva de ir a tomar entre brazos ese destino tranquilo del que ya antes se hablo tomar - Si, quiero dejemos París de una vez, al diablo todo esto, al diablo Francia, al diablo la orden del cisne, al diablo Axl, Thorna, la reina, vámonos, vete conmigo a España – le pide muy serio y a la vez bastante ansioso, mucho más de lo que nunca antes se le puede haber visto.
Simplemente aprieta el cuerpo de Angelique contra la pared, abrazándolo con fuerza por la cintura, los latidos propios estaban muy acelerados, y solo esperaba que ella diera un si definitivo, jamás estuvo al tanto al cien por ciento de lo que estuviera haciendo en París o con quien lo estaba haciendo, deben de ser otros brujos o brujas, de seguro muy buenos también, común en ella siempre solo buscar lo mejor de lo mejor, ¿estaría dispuesta a dejar todo eso atrás? ¿A salir de ese mundo de la magia negra, todo aquello negativo que a él le incomodaba sobre manera, pues era turbio y muy alejado de lo que acostumbraba a conocer.
Aún entre cuatro paredes y puertas de manera se puede sentir libre si esta con ella, ¿entonces por qué? ¿Por qué no podría ser un poco egoísta? Esto ahora rozaba su mente, a la par que su prima el cuerpo, entonces le veía, se pregunta, ¿por qué no puedo ser solo un poco parecido a ti? Hacer algo solo por provecho personal como ya alguna vez tú lo has hecho, no entendía como en este estado podría estar pensando en estas cosas, o quizá esas mismas sensaciones sumadas a las hormonas le habían desatado un deseo egoísta, propio y despreocupado para todos los demás. No emitía palabra, pero si una mirada penetrante hacia ella, que entonces no son necesarias palabras, ella ya debería de saber que algo pasaba y era serio.
Que quizá no tenía nada que ver con la situación actual y lo que hace unos momentos ambos han hecho, o quizá tenía todo que ver con ello, solo con ella podría haber actuado de esa forma, solo con ella podría ser así de sincero, de real, de espontaneo, se podría solo dar el gusto de ser impulsivo con ella, porque no le juzgaba para nada, entonces ahí nuevamente pensó, ¿por qué no puedo ser como tú? Tampoco pasaría el quince o veinte por ciento del día preocupado pensando, analizando la situación de su prima, y lo que pudiera hacer o lo que le pueda pasar por todo lo anterior, quizá dentro de sí en el fondo no podía evitar hacerlo, solo esperaba que fuera por su moral y no por la sociedad.
Entonces la venganza que Angelique llevo a cabo desató mucho más que una erección, o un deseo, desató un destino. Se levanta de golpe, se gira para tenerla frente, el rostro del hombre es serio, serio como cuando se ha perdido a alguien, serio como cuando en el fondo estas muy estresado o fastidiado por alguna cosa muy secreta, pero no puedes estar enojado, solo serio, se lo iba a decir en ese momento, tomaría una decisión egoísta quizá, dejar Francia a su suerte justo ahora, un acto de total irresponsabilidad, pero al menos en España podría continuar con sus labores sociales, un consuelo que no aliviaba ese pensar, sin embargo, sería egoísta esta vez, así sería.
Sin pensarlo más se fue acercando hacia su prima, hasta que finalmente estuvo frente a ella a menos de un centímetro, podía sentir la respiración ajena, mientras él parecía estático - Vámonos de París, de Francia, vayamos a España, fuera de la capital, a cualquier provincia, menos cerca del condado, sería el primer lugar donde puedan buscarme o a ti – Quiere ser egoísta ahora, ser egoísta le llevaría a ser feliz, pues egoísta entonces ha de ser, por ella, por sí mismo, por ambos, por un futuro que injustamente esperaba, un futuro que muy lejano se plasmaba, pero ya no, no debía de ser así.
Cambiando este turbio ambiente en el cual se han desarrollado estos instantes de vida entre ellos, seguro que todas las cosas en las que vive pensando van a dejar de estar ahí latentes, quizá no del todo, pero en su gran mayoría, no tendría que alejarse de ella, por lo que estaría siempre al tanto de lo que está haciendo, aunque ya lo hice gracias a informantes, todo esto podría verlo con sus propios ojos y sin escucharlo de la boca de nadie más.
También podrían tener la vida tranquila, lejos de los peligros que conlleva ahora ser un residente parisino de la realeza, lejos de la revolución, lejos de la reina, lejos de estar lejos entre ellos, de todo aquello que de alguna forma los dos repudiaban y deseaban cambiar del todo, y para siempre, solo vivir como una pareja normal, que se conoce, se enamora, se ama, se reproduce y finalmente muere, solo eso, no huir del que dirán, del que podría pasar, incluso de maldiciones o temores sacrílegos familiares, no es mucho pedir ser feliz, pero bien dicen que muy pocos consiguen lo que desean en esta vida, pues sería de esos muy pocos.
Lo mejor es que nadie iba a poder juzgar, en las provincias poco se sabe o nada de la raleza de rangos medios o bajos, por lo que ambos pasarían desapercibidos, claro sería un conocimiento, pero lo que implica familia, ordenes, y demás. No estarían a tela del habla ajeno, todo sonando demasiado bueno para ser cierto, faltaba solo convencerse junto a ella de que era posible y tomar la decisión definitiva de ir a tomar entre brazos ese destino tranquilo del que ya antes se hablo tomar - Si, quiero dejemos París de una vez, al diablo todo esto, al diablo Francia, al diablo la orden del cisne, al diablo Axl, Thorna, la reina, vámonos, vete conmigo a España – le pide muy serio y a la vez bastante ansioso, mucho más de lo que nunca antes se le puede haber visto.
Simplemente aprieta el cuerpo de Angelique contra la pared, abrazándolo con fuerza por la cintura, los latidos propios estaban muy acelerados, y solo esperaba que ella diera un si definitivo, jamás estuvo al tanto al cien por ciento de lo que estuviera haciendo en París o con quien lo estaba haciendo, deben de ser otros brujos o brujas, de seguro muy buenos también, común en ella siempre solo buscar lo mejor de lo mejor, ¿estaría dispuesta a dejar todo eso atrás? ¿A salir de ese mundo de la magia negra, todo aquello negativo que a él le incomodaba sobre manera, pues era turbio y muy alejado de lo que acostumbraba a conocer.
Charles D'Aubigne S.- Realeza Española
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
Su cuerpo era una especie de recipiente, uno que aprende a abrir su tapa para recibir información, ella solo guarda aquello que le conviene, que desea, o que necesita, como situaciones iguales a está. Está deseosa de saber que paso es el siguiente en la lista, necesita que esa reunión avance, que concluya y poder descansar su cuerpo de aquella energía otorgada para la complicidad, para atraer la información necesaria y así salir de ahí, abrazarse a ese cuerpo masculino, y llegar a casa, desnudar no sólo su cuerpo, también su alma, y entregarse por completo, a él, a ese que se posaba con seriedad frente a ella. Deseosa estaba, ardiendo pues muchos habían sido los días lejos de él, los títulos y su parentesco los alejan, y eso hace más difícil y al mismo tiempo adictiva la relación, pero se preocupa. ¿Qué pasaría si él saliera dañado al descubrirlos? Ella podía ser inmune a muchas cosas gracias a su herencia Delacroix, pero él, su alma gemela no, por eso lo protegería con su vida misma, lo traería del mismo lago de los muertos para poder abrazarlo unos segundos más y entregarse al purgatorio mismo. Ella, la despampanante y hermosa rubia se sentía confundida y al mismo tiempo temerosa en ese momento, y aquello era extraño, pues nada la abrumaba, nada la intimidaba, sólo él, su talón de Aquiles. Sonríe de forma breve, y después se distrae con ese rostro serio, algo no andaba bien y ella merecía, exigía saberlo. Charles sabía que debía decirle.
Le gusta la forma en que la domina, con esa mirada tan masculina, adora sentir su cuerpo fornido empujando su delicada figura, quizás sea parte de esa atracción desmedida que siente por él. Angelique posee una maldición, una que ha aprendido a amar, no puede ver ni mirar a otro hombre que no sea aquel que ha aprendido a amar, ella quizás experimente atracción por alguien más, incluso deseos de tocarlo, pero no lo hará, pues se ha bloqueado, se ha cerrado a esa posibilidad, para ella sólo existe un hombre, sólo importa uno, y en ocasiones eso le frustra, pues le aterra saber que alguien pueda tener dominado su ser, sin embargo todo se basa en una confianza, en esa que tiene hacía él, ciega, enferma y entregada, por eso no teme a algo que él pueda hacerle, confía en él tanto como lo ama. Una ventaja o desventaja que ambos han sabido respetar, pues Charles es un hombre de bien, un caballero que protege y respeta a su dama, y por eso ella termina amándolo a cada instante más y más. ¿Quién podría negarse a amar a un caballero que no abusa del poder que tiene en alguien? Su perdición, Charles era su perdición.
Se da cuenta entonces que son un secreto que ni siquiera las voces de la oscuridad se atreven a desafiar. Nadie podría mencionarlos, ni siquiera relacionarlos pues son los mejores actores, aquellos que saben disimular su amor irracional y enfermizo, pero cuando las puertas se cierran, son los amantes desesperados. Ella deseaba abrazarlo sin poder soltarlo, sin que al día siguiente tenga que marchar a su hogar, apartada de todos, escondida de su realidad, porque ella es así, debe mantenerse fuera de los reflectores públicos, aunque si titulo lo dicte, es normal aquello lo ha exigido no sólo la princesa, también la reina. No entendía porque debe protegerse, ellos tienen la fuerza, el poder y el dinero necesario para borrar del mapa a cualquiera que los quiera quiera poner en evidencia. Se trataba de una especie de unión, por un lado ella podía ser la espada, esa arma blanca que suele dar dolor, y causar el caos infinito de incluso una nación. Él en cambio era la armadura, el escudo que protegía a esa hermosa mujer, y se protegía a si mismo, su Charles siempre tan pendiente de su seguridad, necesitaba pagarle todo eso que hacía por ella.
Podía ver la erección, notarla detrás de esa tela, sentía incluso las palpitaciones de aquel falo al cerrar los ojos, y no pudo evitar suspirar, emocionada y deseosa por aún causar aquella excitación en él. Le sonríe y avanza hacía atrás hasta chocar contra la pared, su mano se extiende y gracias a eso sus yemas de los dedos acarician su mejilla, podía sentirse rasposa, era notorio que le estaba creciendo la barba. Le negó en forma de reproche, más bien jugueteaba con él un poco, eso intentaba. ¿Qué estaba pasando que ella no podía enterarse? ¿Por qué el silencio? ¿Por qué no le sonreía? Ella necesitaba que le sonreía. El sorpresivo abrazo posesivo por la cintura la hizo sentir tranquila, Lo necesitaba referente a ella, lo necesitaba por completo porque estaba cerca. Cuando él estaba lejos era más fácil compensar la distancia, pero cuando lo tenía cerca y no podía tocarlo aquello la podía casi histérica, y a punto de explotar. ¿Por qué aquello era tan complicado? Debían hacerlo más fácil por el bien de los dos.
Los ojos de Angelique se dispararon saltones, mostrando la sorpresa que sus palabras le daban. Aquello era más complicado de lo que él podía imaginar, tormentoso para los dos, pero sin duda aunque aquello sonara descabellado era lo que necesitaba, y lo haría, lo haría por él y por ella, por que su necesidad era grande.
- ¿Acaso crees que esto es tan fácil? ¿Lo crees de verdad Charles? ¿Crees que podemos marcharnos como si nada? ¿Qué pasará cuando noten que los primos se han ido? Levantaremos sospechas, y las cosas se volverán complicadas, peligrosas y casi mortales para nosotros, no sé si podría arriesgar tu bienestar, no sé si podría arriesgar tú vida pues necesito verte, saber que estás con vida aunque estés lejos de mi en las noches donde debemos ser los mejores amantes, y amarnos bajo el manto de la luna - Angelique se estaba poniendo sería demasiado, y su mirada se había llenado de cólera, de una indescifrable, de esas que pocas veces muestra, y no lo hace para no intimidad a nadie, pero sabía que él no se intimidaría de ella. - Si, vamos, me iré contigo hasta el fin del mundo, pero no me prohibas que sea lo que soy, algo con lo que vengo adentro, en ocasiones me sentiré desesperada y trataré de hacer lo que siempre he hecho, controlar la oscuridad, pero estaré contigo, y me frenaré lo más que pueda - Suspiró.
- Cambiaré el nombre de mis propiedades antes de irnos, no dejaré que nos quiten nada, y nos seguirán dando dinero, nos iremos a España, lejos de todo, pero debes permitirme practicar lo que soy, de no hacerlo puedo morir Charles, porque esto es parte de mi, es mi legado, es mi huella. - Lo mira desesperada, necesitaba que él la aceptara, necesitaba que él la amara con todo y sus fallas, que le rechazara ese tema la ponía mal, porque ella era eso, lo único que sabía hacer. - Me has prometido antes un viaje a Italia - Soltó una risita cómplice, y enredó sus manos con las de él, liberando su cintura de su agarre. - Deseo ir a ese lugar, deseo viajar contigo y que hacer que todo marche bien desde ese viaje - Se encogió de hombros y sus manos se enredaron en su espalda, haciéndolo girar, haciendo que ahora él estuviera acorralado contra la pared. Sus manos ahora estaban por arriba de sus hombros, y su rostro estaba inclinado hacía adelante, logrando que pudieran verse - Más vale no te niegues a los deseos de la bruja - Le guiñó un ojo con coquetería.
Le gusta la forma en que la domina, con esa mirada tan masculina, adora sentir su cuerpo fornido empujando su delicada figura, quizás sea parte de esa atracción desmedida que siente por él. Angelique posee una maldición, una que ha aprendido a amar, no puede ver ni mirar a otro hombre que no sea aquel que ha aprendido a amar, ella quizás experimente atracción por alguien más, incluso deseos de tocarlo, pero no lo hará, pues se ha bloqueado, se ha cerrado a esa posibilidad, para ella sólo existe un hombre, sólo importa uno, y en ocasiones eso le frustra, pues le aterra saber que alguien pueda tener dominado su ser, sin embargo todo se basa en una confianza, en esa que tiene hacía él, ciega, enferma y entregada, por eso no teme a algo que él pueda hacerle, confía en él tanto como lo ama. Una ventaja o desventaja que ambos han sabido respetar, pues Charles es un hombre de bien, un caballero que protege y respeta a su dama, y por eso ella termina amándolo a cada instante más y más. ¿Quién podría negarse a amar a un caballero que no abusa del poder que tiene en alguien? Su perdición, Charles era su perdición.
Se da cuenta entonces que son un secreto que ni siquiera las voces de la oscuridad se atreven a desafiar. Nadie podría mencionarlos, ni siquiera relacionarlos pues son los mejores actores, aquellos que saben disimular su amor irracional y enfermizo, pero cuando las puertas se cierran, son los amantes desesperados. Ella deseaba abrazarlo sin poder soltarlo, sin que al día siguiente tenga que marchar a su hogar, apartada de todos, escondida de su realidad, porque ella es así, debe mantenerse fuera de los reflectores públicos, aunque si titulo lo dicte, es normal aquello lo ha exigido no sólo la princesa, también la reina. No entendía porque debe protegerse, ellos tienen la fuerza, el poder y el dinero necesario para borrar del mapa a cualquiera que los quiera quiera poner en evidencia. Se trataba de una especie de unión, por un lado ella podía ser la espada, esa arma blanca que suele dar dolor, y causar el caos infinito de incluso una nación. Él en cambio era la armadura, el escudo que protegía a esa hermosa mujer, y se protegía a si mismo, su Charles siempre tan pendiente de su seguridad, necesitaba pagarle todo eso que hacía por ella.
Podía ver la erección, notarla detrás de esa tela, sentía incluso las palpitaciones de aquel falo al cerrar los ojos, y no pudo evitar suspirar, emocionada y deseosa por aún causar aquella excitación en él. Le sonríe y avanza hacía atrás hasta chocar contra la pared, su mano se extiende y gracias a eso sus yemas de los dedos acarician su mejilla, podía sentirse rasposa, era notorio que le estaba creciendo la barba. Le negó en forma de reproche, más bien jugueteaba con él un poco, eso intentaba. ¿Qué estaba pasando que ella no podía enterarse? ¿Por qué el silencio? ¿Por qué no le sonreía? Ella necesitaba que le sonreía. El sorpresivo abrazo posesivo por la cintura la hizo sentir tranquila, Lo necesitaba referente a ella, lo necesitaba por completo porque estaba cerca. Cuando él estaba lejos era más fácil compensar la distancia, pero cuando lo tenía cerca y no podía tocarlo aquello la podía casi histérica, y a punto de explotar. ¿Por qué aquello era tan complicado? Debían hacerlo más fácil por el bien de los dos.
Los ojos de Angelique se dispararon saltones, mostrando la sorpresa que sus palabras le daban. Aquello era más complicado de lo que él podía imaginar, tormentoso para los dos, pero sin duda aunque aquello sonara descabellado era lo que necesitaba, y lo haría, lo haría por él y por ella, por que su necesidad era grande.
- ¿Acaso crees que esto es tan fácil? ¿Lo crees de verdad Charles? ¿Crees que podemos marcharnos como si nada? ¿Qué pasará cuando noten que los primos se han ido? Levantaremos sospechas, y las cosas se volverán complicadas, peligrosas y casi mortales para nosotros, no sé si podría arriesgar tu bienestar, no sé si podría arriesgar tú vida pues necesito verte, saber que estás con vida aunque estés lejos de mi en las noches donde debemos ser los mejores amantes, y amarnos bajo el manto de la luna - Angelique se estaba poniendo sería demasiado, y su mirada se había llenado de cólera, de una indescifrable, de esas que pocas veces muestra, y no lo hace para no intimidad a nadie, pero sabía que él no se intimidaría de ella. - Si, vamos, me iré contigo hasta el fin del mundo, pero no me prohibas que sea lo que soy, algo con lo que vengo adentro, en ocasiones me sentiré desesperada y trataré de hacer lo que siempre he hecho, controlar la oscuridad, pero estaré contigo, y me frenaré lo más que pueda - Suspiró.
- Cambiaré el nombre de mis propiedades antes de irnos, no dejaré que nos quiten nada, y nos seguirán dando dinero, nos iremos a España, lejos de todo, pero debes permitirme practicar lo que soy, de no hacerlo puedo morir Charles, porque esto es parte de mi, es mi legado, es mi huella. - Lo mira desesperada, necesitaba que él la aceptara, necesitaba que él la amara con todo y sus fallas, que le rechazara ese tema la ponía mal, porque ella era eso, lo único que sabía hacer. - Me has prometido antes un viaje a Italia - Soltó una risita cómplice, y enredó sus manos con las de él, liberando su cintura de su agarre. - Deseo ir a ese lugar, deseo viajar contigo y que hacer que todo marche bien desde ese viaje - Se encogió de hombros y sus manos se enredaron en su espalda, haciéndolo girar, haciendo que ahora él estuviera acorralado contra la pared. Sus manos ahora estaban por arriba de sus hombros, y su rostro estaba inclinado hacía adelante, logrando que pudieran verse - Más vale no te niegues a los deseos de la bruja - Le guiñó un ojo con coquetería.
Angelique Delacroix- Hechicero Clase Alta
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
La verdad no se puede tapar con un dedo, ni se hacen pequeños los problemas o las vallas en el camino que notablemente tienen, pero esto no se significa que al hacer el pedido Charles no contara con estos, en realidad está consciente de esto al cien por ciento de lo que va a implicar este movimiento, lo planeo desde siempre, en realidad siempre fue un plan secundario por si algo pasaba, la posibilidad de la que revolución explote en su máximo y Francia ceda ante estos era una posibilidad , él jamás dice nunca, jamás le quita la consideración a algo, quizá ese es el secreto por el cual tras los años se mantiene en una relación con un miembro de su familia, una relación carnal que nadie conoce, solo ellos dos.
Primero que nada se necesitaba un transporte para todas las pertenencias de ambos, solo las pequeñas, las importantes, objetos movibles, no demasiado pesados, puesto que debían ser retiradas con secretismo, y indicaría que esto ocurra a oscuras, a espaldas de todo Versalles en su caso y a espaldas de la ciudad en caso de Angelique, para que nada saliera mal y no fuera descubierto, el mismo por su parte sacaría sus objetos más personales, los ojos en Versalles son hábiles pero solo para lo que les importa, y normalmente no son objetos que entran y salen en lo que se fijan, para nada. Unos simples muebles pasarían como una remodelación común y corriente, nada más que eso. Sin embargo estos serían llevados a alta mar, con rumbo a España.
Él no tiene propiedades aquí, en realidad no es de invertir el oro en ellas, pero tiene entendido que ella tiene unas dos o tres por Francia, simplemente mantiene firme la cadera ajena y se dispone a hablar - Por las dudas, deberías de dejarle una propiedad a alguien de confianza, aquí y el resto darlas en venta lo más pronto que puedas – Le va indicando como poder hacer que este plan salga bien y a la perfección - Contrataré a una embarcación privada de carga, manda a algunos de tus más fieles trabajadores a que transporten las pertenencias pequeñas y de valor que consideres importantes, yo haré lo mismo, pero esto solo de noche, así nadie estará presente de esto, y los pocos que se enteren seguro no dirán nada, podemos enmarcarlo como una mudanza y nada más – Sobre la magia, que se iba a poder hacer, solo suspira ante el tema.
Es inevitable al parecer, pero haría que disminuyera la actividad de la magia negativa, de a oscura, de la demoniaca, simplemente alejarla de esto al máximo que se pueda sin dañarla, sin embargo no la iba a privar de esto, la magia blanca le parece mucho más adecuada y menos peligrosa para todos. Además estaba más cómodo de esa forma. Solo era cuestión de que ella se acostumbre a aquello - Esta bien, pero evitaras la magia oscura, lejos del palacio, dentro solo magia blanca, mandaré a acondicionar una habitación para ti, en donde puedas hacer como gustes con ella, en España nadie conoce nuestros lazos sanguíneos, por lo que no necesitaremos estar preocupados con ello, solo los empleados más viejos del lugar nos conocen, y para nuestra suerte están ya ancianos, no creo que estén lo suficiente lucidos como para poder enterarse de mucho- sonríe por el comentario, pero no por burla, solo que era jocoso.
Finalmente los puntos importantes estarían saldados - Con las personas con las que te ves en París, ¿qué harás? Estoy al tanto que frecuentas a un brujo y demás, debes estar consciente que esas actividades se verán interrumpidas desde que viajes a Italia, será Italia, después España, no volveremos a Francia, pero al menos por el momento no. Por seguridad, no sabemos qué tantos se enojaran, ni que tanto lo harán con nuestras inadvertidas partidas, me da lástima dejar las cosas así, pero es lo que más deseo, tú, y estas por encima de todo lo demás, es así de simple – Reclama los labios de su mujer con intensidad y derecho.
Italia traería sorpresas, buenas de hecho, pero lo guardaría todo con el mayor recelo posible, este es el acontecimiento más importante de su vida, desde que la conoció, desde que se enamoro de ella, jamás había pasado nada más importante que aquello hasta la noche de hoy, no se podía dar el lujo de arruinar el futuro increíble que deseaba y tenía ilusión de tener con ella, al parecer nada ni nadie les detendría ahora, nada de lo que pueda suceder lo haría. Y así se quedarían para siempre.
No quiere esperar, más, simplemente pone manos a la obra, aunque ella estuviera entre dudas y reclamaciones, o puntos aún por examinar, no había vuelta atrás a la idea, se aleja de ella para ir a las puertas centrales del salón, las abre, vuelve hacia ella y sujeta su brazo para así arrastrarla fuera del lugar, dejan do la misión, todo a la mitad, al diablo, como dijo hace unos minutos, al diablo todo aquello que era obligación, separación y que dirán, lastimosamente la hermosa ciudad significaba esto para los dos. Tras unos minutos de recorrer largos pasillos adornados lleno de lujo, y bajar escaleras de incontables escalones, finalmente se vieron fuera del lugar, libres.
Pero solo de Versalles, pues no volverían nunca jamás a este lugar, era un hecho desde ya. París quizá obtendría otra oportunidad, su segunda y ultima, pero en un largo tiempo, cuando quizá toda la tormenta que actualmente recibe esta ciudad e incluso el país pasara, de otro modo no volverían, pues representa notable peligro para ellos, no solo por el título, sino porque de algún contratiempo sufrir el país, y el abandono de estos, sería una gran carga de culpabilidad que sin duda sería fatal, y conllevaría a un juicio, claro, si es que Francia resistía a la revolución.
Por otro lado si los Fontaine cayeran, pues si ida sería lo más acertado que pudieron hacer, evitándose así el maltrato y quizá la muerte por mano de los revolucionarios, cual fuera la opción en realidad, ni uno de las dos chances existentes sería propia o provechosa para ellos, por eso Charles en realidad no deseaba volver, por ningún motivo, cual fuera, es mejor dejar el mal pasado atrás, y vivir el buen futuro. Y con este sentir ingresa a la carroza tras haber ayudado a Angelique en su subida, pues una nueva vida les estaría esperando.
Charles D'Aubigne S.- Realeza Española
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Re: El salón silencioso. [Privado]{ROC}
Las cosas daban vueltas en la mente de la rubia. No entendía en que momento habían llegado a eso, estaba en el limbo, no entendía si aquellas decisiones eran las correctas, habían muchas cosas más por las cuales debían de pensar, no sólo en ellos, en ocasiones pensar para una sola persona es complicado, es diferente ¿Por qué? Sencillo, siempre existen terceros que salen lastimados, y aquí sería todo una nación. Aquellos que verdaderamente conocen a la bruja saben que no sólo existe maldad en ella, desde que se le había otorgado ese cargo sabía ayudar a los demás, o sino lo sabía al menos le hacía el intento, buscando como alimentar algunas colonias poco beneficiadas. Ella era así, una especie de moneda con dos caras, con un lado completamente oscuro pero por otro lado con algo de esperanza en su persona. Quizás lo bueno que tenía en su vida se resumía a una persona, a la persona a la que amaba: Charles. Su Charles.
Observó por momentos el salón, y por momentos a Charles, sus ojos se veían brillantes, como si hubiera hecho una especie de descubrimiento, todo aquello que decía salía con un convencimiento y con unas ganas que ella no entendía de dónde salían. Aquello debía ser una buena señal, que él comenzara a pensar las cosas con tanta determinación y seguridad la hacía sentir segura. La seguridad era una de las cosas que más le gustaban de su primo, siempre estaba rodeada de gente que era profesional si, pero titubeaba por una u otra cosa, por esa razón sabía que sino hacía las cosas ella, no saldrían bien, sin embargo con él podía permitirse incluso fallar y nadie lo notaría. Aunque claro, ella en ningún momento se permitía un fallo, no le gustaba, no le parecía, no deseaba fallar porque se exigía lo que nunca nadie le exigiría. Suspiró con fuerza y cerró los ojos.
Por su parte se pierde un poco de la conversación, claro que no desea ser grosera, mucho menos malintencionada con su primo, pero dado que estaba aún en conexión con el conjuro del cuarto continuo comienza a escuchar las palabras, nota por completo cómo los monarcas comienzan a hablar, ella tiene acceso a toda esa información, puede almacenarla en su cerebro, quizás a la larga aquello le sirva de algo, ella no lo sabía completamente, pero estaba consiente que, tener tantas palabras de monarcas la hacen poderosa, y al mismo tiempo puede ser buscada, aunque bueno, nadie sabe de lo que está haciendo, sólo la reina, o quizás la princesa, a esas alturas no lo sabía, y no le importaba demasiado, debía estar consciente que en cualquier momento saldría de ese lugar para nunca volver.
Vuelve a él porque reclama sus labios de forma posesiva, su primo estaba consciente que ella le pertenecía, no tenía mucho que aclarar al respecto, quizás por eso se tomaba tales atrevimientos, y no es que a ella le molestaran no, a Angelique le gustaba saber que al menos una persona en el mundo era capaz de poder dominarla, y que mejor que él. Entonces sus labios comienzan a moverse de forma posesiva también, haciendo que su rostro se ladeé, y también que su lengua se enrede con la ajena, aquello era una especie de vals maldito, uno que no debería ser permitido gracias a sus lazos sanguíneos, pero que sin duda a ninguno de los dos le importa. Ella era feliz así. Él era feliz así.
- Haré lo necesario con mis propiedades, no estoy dispuesta a venderlas, son importantes para mi - Recalca con su voz bastante alterada, el beso ha hecho que su respiración sea agitada, y que incluso su cuerpo haya pedido más, claro sumado a lo que había pasado minutos antes, dónde el deseo, lo prohibido, el amor y la tentación se habían disparado. Angelique era presa de algo distinto a lo que vivía diariamente, no tenía control de la situación en ese momento, y eso le desagradaba, le gustaba ser quien mandara por completo, inclusive si Charles estaba en la habitación, pero dado que él había tenido la gran idea y sobre todo la iniciativa, prefirió guardar silencio y asentir a tales palabras. La confusión no ayudaba para nada.
- No voy a discutir sobre mis habilidades, al menos no ahora, no deseo comenzar a pelear antes de tiempo, y no quiero alterarme por tonterías, Charles. - Le mira a los ojos de forma seria, ella sabía que de no seguir sus practicas, sus alianzas con esas energías oscuras probablemente moriría antes de llegar a España, lo sabía bien, lo conocía, los espíritus y demonios con los cuales había tratado no la dejarían ir como si nada, no cuando ella era una de sus mejores clientes, sino es que la mejor. Suspiró y asintió al verlo apartarse de ella, le sonrió a lo lejos al ver abrir las puertas, los guardias estaban ahí, y ni siquiera se movieron un poco al verlos partir, simplemente seguían ordenes.
- ¿Así que sabes incluso con quienes me reúno por las noches? - Lo mira de reojo, habla muy bajo mientras avanzan por los grandes pasillos del lugar. Echaría de menos Versalles, le gustaba demasiado, aquella majestuosidad infinita, aquella soberbia arquitectura entre todas, simplemente mágica. La joven sonríe un poco, dejaría atrás eso pero sin duda alguna iría a un lugar mejor. ¿Irían a aquel lugar dónde se habían criado? Si en España no tenían idea de su relación sin duda aquello sería una gran ventaja, una que sabría aprovechar mucho, pero que al mismo tiempo no haría a un lado el secretísimo que tenían. pues le divertía demasiado y amaba tanto esa parte de su relación: el misterio.
- Dile adiós entonces a lugar, dile adiós a la reina y a su inquisidora pues nunca más las volverás a ver, dile adiós a los reyes, a sus planes y al hambre de Paris, a la revolución que está por levantarse en armas pero sobre todo que está por vencer, lo sabes, lo sé, ellos marcaran la nueva era, la república está por asomarse, y no me imagino los cambios que pueden llegarse a tener - Concluyó cuando el carruaje comenzó a avanzar, concluyó entrecerrando los ojos, recargando su espalda en el cómodo asiento, y su cabeza en el hombro ajeno.
Angelique sabía que tendría que restringirse de mucho, que la vida estaba por cambiar, que sus costumbres y deseos serían nuevos, diferentes y en conjunto, pero no se arrepentía, ella, la esencia de ella nunca se rompería, porque la sangre Delacroix sería eterna, y junto a él dejarían la descendencia, dejarían que su sangre siguiera con vida generaciones tras generaciones, y nada de eso lo destruiría. Ahora la joven estaba lista para una nueva etapa. El salón silencioso se tragaría las palabras que aquellos monarcas habían dicho, guardia el secreto que encerraba Versalles, y sonreiría por completo pues, nadie sabría nunca lo que había pasado, y lo que estaba por pasar, ella, sólo ella, la bruja Delacroix.
Observó por momentos el salón, y por momentos a Charles, sus ojos se veían brillantes, como si hubiera hecho una especie de descubrimiento, todo aquello que decía salía con un convencimiento y con unas ganas que ella no entendía de dónde salían. Aquello debía ser una buena señal, que él comenzara a pensar las cosas con tanta determinación y seguridad la hacía sentir segura. La seguridad era una de las cosas que más le gustaban de su primo, siempre estaba rodeada de gente que era profesional si, pero titubeaba por una u otra cosa, por esa razón sabía que sino hacía las cosas ella, no saldrían bien, sin embargo con él podía permitirse incluso fallar y nadie lo notaría. Aunque claro, ella en ningún momento se permitía un fallo, no le gustaba, no le parecía, no deseaba fallar porque se exigía lo que nunca nadie le exigiría. Suspiró con fuerza y cerró los ojos.
Por su parte se pierde un poco de la conversación, claro que no desea ser grosera, mucho menos malintencionada con su primo, pero dado que estaba aún en conexión con el conjuro del cuarto continuo comienza a escuchar las palabras, nota por completo cómo los monarcas comienzan a hablar, ella tiene acceso a toda esa información, puede almacenarla en su cerebro, quizás a la larga aquello le sirva de algo, ella no lo sabía completamente, pero estaba consiente que, tener tantas palabras de monarcas la hacen poderosa, y al mismo tiempo puede ser buscada, aunque bueno, nadie sabe de lo que está haciendo, sólo la reina, o quizás la princesa, a esas alturas no lo sabía, y no le importaba demasiado, debía estar consciente que en cualquier momento saldría de ese lugar para nunca volver.
Vuelve a él porque reclama sus labios de forma posesiva, su primo estaba consciente que ella le pertenecía, no tenía mucho que aclarar al respecto, quizás por eso se tomaba tales atrevimientos, y no es que a ella le molestaran no, a Angelique le gustaba saber que al menos una persona en el mundo era capaz de poder dominarla, y que mejor que él. Entonces sus labios comienzan a moverse de forma posesiva también, haciendo que su rostro se ladeé, y también que su lengua se enrede con la ajena, aquello era una especie de vals maldito, uno que no debería ser permitido gracias a sus lazos sanguíneos, pero que sin duda a ninguno de los dos le importa. Ella era feliz así. Él era feliz así.
- Haré lo necesario con mis propiedades, no estoy dispuesta a venderlas, son importantes para mi - Recalca con su voz bastante alterada, el beso ha hecho que su respiración sea agitada, y que incluso su cuerpo haya pedido más, claro sumado a lo que había pasado minutos antes, dónde el deseo, lo prohibido, el amor y la tentación se habían disparado. Angelique era presa de algo distinto a lo que vivía diariamente, no tenía control de la situación en ese momento, y eso le desagradaba, le gustaba ser quien mandara por completo, inclusive si Charles estaba en la habitación, pero dado que él había tenido la gran idea y sobre todo la iniciativa, prefirió guardar silencio y asentir a tales palabras. La confusión no ayudaba para nada.
- No voy a discutir sobre mis habilidades, al menos no ahora, no deseo comenzar a pelear antes de tiempo, y no quiero alterarme por tonterías, Charles. - Le mira a los ojos de forma seria, ella sabía que de no seguir sus practicas, sus alianzas con esas energías oscuras probablemente moriría antes de llegar a España, lo sabía bien, lo conocía, los espíritus y demonios con los cuales había tratado no la dejarían ir como si nada, no cuando ella era una de sus mejores clientes, sino es que la mejor. Suspiró y asintió al verlo apartarse de ella, le sonrió a lo lejos al ver abrir las puertas, los guardias estaban ahí, y ni siquiera se movieron un poco al verlos partir, simplemente seguían ordenes.
- ¿Así que sabes incluso con quienes me reúno por las noches? - Lo mira de reojo, habla muy bajo mientras avanzan por los grandes pasillos del lugar. Echaría de menos Versalles, le gustaba demasiado, aquella majestuosidad infinita, aquella soberbia arquitectura entre todas, simplemente mágica. La joven sonríe un poco, dejaría atrás eso pero sin duda alguna iría a un lugar mejor. ¿Irían a aquel lugar dónde se habían criado? Si en España no tenían idea de su relación sin duda aquello sería una gran ventaja, una que sabría aprovechar mucho, pero que al mismo tiempo no haría a un lado el secretísimo que tenían. pues le divertía demasiado y amaba tanto esa parte de su relación: el misterio.
- Dile adiós entonces a lugar, dile adiós a la reina y a su inquisidora pues nunca más las volverás a ver, dile adiós a los reyes, a sus planes y al hambre de Paris, a la revolución que está por levantarse en armas pero sobre todo que está por vencer, lo sabes, lo sé, ellos marcaran la nueva era, la república está por asomarse, y no me imagino los cambios que pueden llegarse a tener - Concluyó cuando el carruaje comenzó a avanzar, concluyó entrecerrando los ojos, recargando su espalda en el cómodo asiento, y su cabeza en el hombro ajeno.
Angelique sabía que tendría que restringirse de mucho, que la vida estaba por cambiar, que sus costumbres y deseos serían nuevos, diferentes y en conjunto, pero no se arrepentía, ella, la esencia de ella nunca se rompería, porque la sangre Delacroix sería eterna, y junto a él dejarían la descendencia, dejarían que su sangre siguiera con vida generaciones tras generaciones, y nada de eso lo destruiría. Ahora la joven estaba lista para una nueva etapa. El salón silencioso se tragaría las palabras que aquellos monarcas habían dicho, guardia el secreto que encerraba Versalles, y sonreiría por completo pues, nadie sabría nunca lo que había pasado, y lo que estaba por pasar, ella, sólo ella, la bruja Delacroix.
TEMA CERRADO
Angelique Delacroix- Hechicero Clase Alta
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