The Palace of the Forest [Legiel Cruyff]

La visión de la mansión pareció turbarle, olí su desconcierto ante tanta opulencia, y durante un segundo, también su miedo. Pero no pregunté. Era libre para hablar, y como no lo hizo, simplemente asumí su silencio. Lo coloqué en el suelo con gesto suave -Hemos llegado, ven, te mostraré el interior- le dije, indicándole con un gesto que me siguiera, pero no esperé a que se colocara a mi altura sabiendo que eventualmente lo haría.

Saqué una gran llave de debajo de mi camisa y abrí la portalada de entrada que, como todo en el palacete, era enorme. Nos recibió el hall perfectamente iluminado con una gran lámpara de araña, cada cristal relucía haciendo que casi pareciera mediodía. La alfombra verde, con el escudo de mi familia primorosamente bordado con hilo de oro, nos condujo hasta las escaleras de mármol. Subí a un escalón y me volví abriendo los brazos con gesto teatral -Dobro pozhalovatʹ v moĭ dom, Legiel Cruyff-

Mis labios se entreabrieron ante la imagen de la "casa" de Sasha, era enorme, incluso más grande que en el lugar en donde trabaja de pequeño. Me encogí un poco desviando la mirada suspirando, pensando en que no debía de recordar las cosas malas del pasado por algo tan simple que ver la casa de ese vampiro.

Cuando me bajo, lo escuche en silencio y le seguí hasta llegar a la puerta del lugar. Vi como sacaba de entre sus ropas una gran llave y procedía abrir la puerta, quede más impresionado aún con lo que vi. Todo tan elegante y enorme -para mí- tantos años sin ver algo así, era increíble.

Lo miré después a él caminando al mismo tiempo hasta las escaleras en donde subió un escalón y me miro abriendo sus brazos y diciendo unas palabras que no entendí para nada, solo mi nombre fue lo único que procese pero nada más.

- Emm bueno, ha de saber que haz dicho. Es bonita su casa -recorrí de nuevo con la mirada lo que podía apreciar de ese lado de ese lugar- si muy bonita.

Reí al escucharle -Bienvenido a mi hogar Legiel, eso es lo que he dicho. Y me alegro de que sea de tu agrado pese a que aun no hayas visto prácticamente nada de la casa, si me acompañas, con mucho gusto te enseñaré el resto- ofrecí extendiendo una mano en su dirección, ardía en deseos de enseñarle cada parte de la casa, incluso las más oscuras.

Cuando sus dedos tocaron los míos tiré un poco de él incitándole a subir los escalones –ven- le dije –te mostraré primero tu habitación, y luego si no estás muy cansado podremos ver lo demás- Subiendo la conocida escalinata pude recordar la primera vez que las había recorrido, haciendo los mismos sonidos de sorpresa que ahora podía escuchar de labios de Legiel, por las paredes estaban colgadas algunas de mis mejores obras, enmarcadas en madera dorada primorosamente labrada.
Pese a lo que le había dicho, no pude evitar pararme en el primer descansillo, donde un bello cuadro oval presidía la vista -Es Natasha- susurré con melancolía señalando a la hermosísima mujer rubia que tímidamente parecía sonreír al espectador -Mi esposa, y el bebé que sostiene entre sus brazos es mi hijo, Nikolai- con dedos anhelantes acaricié el lienzo y susurré -Ambos murieron hace más de cuatro siglos-

Durante unos segundos nos invadió un silencio incómodo, Legiel no dijo nada, supuse que tampoco sabría qué decir o que estaría demasiado sorprendido por mi repentina confesión, pero pronto me recompuse volviendo a sonreírle tratando de ignorar el velo de tristeza que había caído entre nosotros -Pero es mejor que dejemos el pasado en el pasado, ven, esta ves sí que te llevaré a la habitación sin distraerme-

Solté un pequeño bufido por su risa ¿Acaso se burlaba de que no supiera su idioma? Había estado años siendo un simple sirviente. No sabía muchas cosas, aparte no iba a estar aprendiéndome todos los idiomas si solo estoy viviendo en un lugar. Pero bueno, él podía reírse de lo que quisiera ¿No? Sonreí levemente cuando dijo que le alegraba que me gustara la casa, pero solo había dicho. La entrada era preciosa y el resto de la casa debía de ser igual, no iba andar asustado por cosas que pasaron en una casa así de grande en el pasado.

- Encantado de ver el resto de tu casa, es que la entrada era muy bonito y se me paso por la mente que todo debe de ser igual –extendió su mano y la tome sin dudar caminando ante el leve tirón que me dio.

Subíamos por los escalones mientras lo dejaba hablar. Así que iba a mostrarme primero mi habitación, eso estaba bien aunque aún no estaba del todo seguro de quedarme. No es que dudara de él, no mucho pero no me parecía para nada correcto el hacerlo. Solo iba a pintarme. Podía venir todos los días de noche hasta que acabara el cuadro aunque Sasha parecía demasiado talentoso, no creía que demorada mucho, en fin, ya estaba ahí y había aceptado.

- No estoy cansado, bueno, no mucho así que creo poder ver el resto de tu casa –observaba todo lo que se encontraba en el camino a la vez que no podía evitar ciertos soniditos de sorpresa era bello todo y los cuadros que se apreciaban me gustaban muchos ¿Serían suyos? Si fuera así mis suposiciones habían estado correctas y Sasha era poseedor de un gran talento.

Pasamos por un bellísimo cuadro de una mujer con un bebé entre sus brazos, me quede mirándolo con mucha curiosidad. Hasta ahora era el más hermoso, me gustaba y la respuesta de quien era no se hizo esperar ¿Su esposa e hijo? ¿Dónde estarían ellos? ¿Serían igual que él? Todas esas preguntas rondaban mi cabeza pero al final ninguna acertó. Ambos estaban muertos y hace ya bastante tiempo, era una pena.

Suspire notando que el ambiente era muy triste, sasha debía de extrañarlos mucho. Estuvimos unos segundos que se me hicieron eternos de esa manera pero término por sonreírme y decirme que ahora si me llevaría a la habitación, sinceramente no había problema. Negué lentamente.

- No hay problema, tranquilo. Tal vez necesitas desahogarte o no sé, pero tampoco es que te vaya a reprochar algo por eso, es tu casa –le acaricie el brazo y sonreí- bueno vamos.

Oculté mi sonrisa cuando sus dedos se deslizaron sobre mi ropa, sus ganas de confortarme eran como un bálsamo sobre las cicatrices de la pérdida, aunque esta seguía ahí. Tragué un poco de saliva entonces, y traté de recuperar el buen animo, al escuchar sus palabras asentí mirándole –Lo mejor será que deja atrás el dolor y te guie hacia tus nuevas habitaciones- le dije recomponiéndome y alisando la delantera de mi camisa. Subimos un poco más, hasta el tercer piso, donde estaba el cuarto principal y ahora también el suyo.

Al llegar a su altura, nos paramos frente a una hermosa puerta de color marfil con manija plateada, la abrí y le dejé pasar. Nos recibieron las cálidas paredes de papel pintado de color crema con pequeñas rosas anaranjadas cerca del techo, dejé que él pasara primero examinando el que a partir de ahora sería su hogar, pues aunque él pesara que se trataba de algo temporal, ya me encargaría yo de que no fuera así. Miré en rededor examinando el cuarto, llevaba muchos años en desuso, el suelo y las ventanas necesitaba una buena limpieza, pero probablemente ni los muebles ni la cama tendrían polvo pues se hallaban cubiertos por grandes lonas blancas que los protegían de la suciedad.
–Ven, ayúdame a quitar las telas y podrías examinar realmente tu habitación- comenté tomando uno de los extremos, pronto los pocos muebles que había se hallaron descubiertos, estaban todos realizados en madera oscura a juego, con delicadas tallas florales. Tan solo había una silla, una mesita, un pequeño diván, las dos diminutas mesillas panzudas junto al lecho y un espejo de pie móvil. Los dos asientos tenían el acolchado idéntico, de hermosa tela adamascada de color ocre oscuro con los detalles en un tono más pálido ribeteado en hilo de oro, tenían un diseño algo antiguo pues hacía muchos años que los había encargado, pero ello solo acrecentaba el aire romántico que parecía imbuir la estancia aunque tal vez solo fuera la presencia del pelirrojo la que lo provocaba.

Finalmente le llegó el turno a la cama, al contrario que la mayoría de las camas de mi casa no tenía dosel ni cortinaje, pero eso no le restaba belleza. Estaba tallada en la misma madera del resto de muebles, el respaldo, primorosamente labrado con detalles vegetales, tenía un acolchado en cómodo y suave terciopelo negro contra el que se apoyaban varias almohadas de plumas, estaban recubiertas de tela ocre, anaranjada y verde que imitaban admirablemente los colores del otoño. Mientras uno de sus extremos descansaba sobre el cabecero, el otro lo hacía sobre el edredón también de tela de Damasco, esta vez teñida de varios colores, entre los que destacaban los ya citados y un profundo granate en algunos extremos, que no pude dejar de observar, hacía juego con el vibrante cabello pelirrojo de mi invitado.

Me giré a mirar al susodicho, y al ver sus rápidos parpadeos y su boquiabierta expresión, no pude dejar de preguntar –¿Te gusta tu nuevo cuarto, Legiel?-

El movimiento afirmativo por mi parte no se hizo esperar, mejor eso que ver al vampiro recordar cosas tristes de su pasado. Por alguna extraña razón aquello no me gustaba así que mejor dejarme guiarme a mi nueva habitación.

El camino no fue largo, solo una subida más y ya nos encontrábamos en frente de una puerta de color marfil, era bella y ya mi mente se imaginaba como sería la habitación. De seguro sería sorprendente para mí ya que estaba acostumbrado a cosas sencillas pero no me quedaba de otra ¿Verdad? Cuando abrió la puerta me dejo pasar primero, me quede observando está demasiado sorprendido. Era mucho más de lo que me imaginaba, no sabía si aceptar quedarme en esa habitación ¿Acaso no tendría una más pequeña y sencilla? Me quede quieto parpadeando un par de veces sin habla. Solo pide salir de mi estupor en el momento en que me pidió ayuda con quitar las telas que cubrían los muebles para evitar que se llenaran de polvo.

- Oh si claro –me acerque hasta donde se encontraba y comenzamos a retirar esa tela dejando a relucir los bellos muebles del lugar, no eran muchos pero hacían un buen contraste a la habitación. Me parecía mucho para mí, enserio que no sabía si aceptar dormir ahí. Sé que me quedaré unos cuantos días pero tampoco era para tanto ¿Verdad? Suspire ahora solo quedaba la cama que me sorprendió por completo, era bella y se veía acogedora, blandita. Buena para dormir cómodo, mi expresión no cambio mucho, el lugar me tenía sorprendido- es hermosa pero… no puedo quedarme aquí, es demasiado para mi ¿No tienes algo más pequeño? No es que no encuentre cómodo es solo que es tan grande -suspire posando mi mano en la frente, ojala no se tomara aquello para mal.

Me hizo gracia su comentario pero no dije nada, al fin y al cabo la vez anterior que me había reído sin malicia se había enfadado conmigo.
-No hay habitaciones más pequeñas que esta, solo más grandes, además, tal vez ahora se te haga muy grande, pero en cuanto pasen unos días podrás acostumbrarte bien a ella- Le sonreí tratando de infundirle confianza -al menos dale una oportunidad- susurré acercándome, luego retiré su cabello de su cara, haciendo que sus ojos fueran más visibles siquiera y le besé en la frente con sumo cuidado.

Noté su piel temblar ante mi toque, pero eso no hizo que me apartara -No te he ofrecido este trabajo para aprovecharme de ti, ni este cuarto para impresionarte. No deseo hacerte daño, si te quiero en mi casa es porque necesito pintarte de todo corazón- Levanté su rostro algo asustado mirando fijamente aquellas brillantes pupilas verde manzana -Confía en mí Legiel, jamás te he deseado mal alguno. Ni siquiera en el momento en que nos conocimos quería herirte, si me acerqué era porque el hambre era demasiado fuerte, pero en este mismo instante te juro que no volverá a ocurrir- acabé con voz grave y tranquila.

Luego lo solté y retrocedí unos cuantos pasos -Perdóname por sujetarte tan de improviso, pero realmente necesitaba aclarar las cosas entre nosotros. Entonces, ¿te quedarás en esta habitación?-

¿Enserio era la habitación más pequeña? Mis labios se entreabrieron por el asombro pero no dije nada. Deje que siguiera hablando y pensé que tal vez si tenía razón, no, no la tenía. No podría acostumbrarme ha una habitación de ese tamaño, ni el tiempo en que viví en aquella casa cuando joven pude hacerlo tampoco podría ahora pero yo ya había aceptado en que modelaría para él así que ya no podía echarme para atrás, era un hombre de palabra.

- Si tú lo dices te creeré, aunque me será bastante difícil. Estoy acostumbrado en dormir en lugares no tan espaciosos -suspire sintiéndolo mucho más cerca de mí. Lo mire de reojo y note como retiraba los cabellos de mi rostro depositando un beso en mi frente. Temblé levemente sintiendo las mejillas arder ¿Por qué había hecho eso? Y sin entender el porque no lo aparte, me quede así a su lado. Lleve una de mis manos en el lugar donde dejo el beso y baje la mirada algo apenado, escuchándolo.

Me aseguraba que no me trajo para aprovecharse, que no intentaba nada conmigo. Solo deseaba pintar y ya. Quería que confiara en su persona. Lo mire a sus bellos ojos y asentí ante cada palabra que seguía pronunciando. Se oía demasiado sincero, que amable era.

- E-esta bien, lo haré... confiare en ti pero solo porque estas siendo sincero conmigo Sasha -se alejo de mi y negué- no hay problema con eso -susurre dando unos pasos más hacia dentro de la habitación- si no me queda de otra lo haré. Gracias por darme un techo para dormir.

Le sonreí una última vez y abandoné el cuarto. Durante un momento me quedé parado mirando la puerta tratando de poner en orden mis sentimientos, cuando no lo conseguí simplemente caminé hasta mi propio cuarto encerrándome dentro, notando cómo el desorden me rodeaba.

Ese día los sirvientes no habían entrado a limpiar por orden mía y tuve que ponerme a recoger yo mismo mis ropajes. Me importó menos de lo que había esperado, aunque tampoco me tomé demasiadas molestias, simplemente tomé las prendas colocándolas sobre el diván para después arrojar sobre él la misma ropa que me acaba de quitar.

Me tendí en la cama así, desnudo, y no me molesté en taparme, de cualquier modo no podía sentir el frío. En mi mente, seguía fresca la imagen del pelirrojo que descansaba a unos poco metros de mí, y en mis labios, todavía podía notar el suave pero especiado sabor de su piel.
Me di la vuelta en el lecho centrando mi mirada en la parte de arriba de la tela que componía el dosel, rememorando cada parte de aquel hermoso rostro pálido rodeado de delicadas ondas carmesí. Mañana, me dije, mañana por fin podría plasmar aquella belleza en mi lienzo.

Después cerré los ojos susurrando a la nada un simple buenas noches, sin que la cara de Legiel hubiera abandonado mis pensamientos un solo segundo.

Fin de la Primera Parte

Cuando él se marcho de la habitación yo me quede ahí de pie aún admirando aquel enorme lugar y su exquisita decoración. De verdad que hacia años que no estaba en un lugar así y no podía más que sentirme incomodo y nervioso, pero tenía que hacerme la idea de que nada pasaría aquí y que sería mi hogar hasta que Sasha terminara su pintura. Suspire y camine hasta la gran cama sentándome, pensando ahora en como dormiría. No tenía mi camisón para dormir y el hacerlo desnudo tampoco era una idea que me gustara pero hacerlo con el vestido tampoco sería bueno, entrecerré los ojos y agache la cabeza dándome cuenta que no me quedaba de otra que dormir en ropa interior.

Me desvestí, dejando el vestido a un lado de manera ordenada y me recosté mirando hacia el techo de manera distraída, mañana debía de ir a trabajar y esperaba que el vampiro no se enojara con que saliera así sin más. De paso aprovecharía de buscar algo de ropa para traer porque no iba a estar con la misma todos esos días ¿Verdad? Entrecerré los ojos y me di la vuelta, tenía que descansar si quería salir temprano como todos los días. Cerré los ojos por completo y no tarde nada en dejarme llevar por los brazos de morfeo.

Al despertar, ya podía ver que estaba algo avanzado el día y no era para menos, acababa de recordar que faltaba poco para el amanecer cuando me dormí, como pasaba el tiempo estando al lado del vampiro. Mejor era levantarse, arreglar la cama y vestirme para ir a buscar ropa e ir a trabajar.

En silencio hice todo aquello saliendo con cuidado de la habitación y bajando por escaleras hasta llegar a la entrada y salir de esa mansión. Recordaba perfectamente el camino que había tomado el otro en la madrugada para llegar a este bosque así que no me sería un problema. Llegue a la casa donde me estaba quedando algo rápido, me bañe y me puse un nuevo vestido, este era de color negro, muy ligero y que llegaba unos dos dedos sobre las rodillas. Guarde en una bolsa unos cuantos y salí de la habitación para dirigirme hacía la plaza.

Ahí tome cualquier lado que estuviera vacío y comencé a bailar, recibiendo a veces algunas monedas por los espectadores o nada por algunos. Estuve así largas horas hasta que se hizo de noche, tenía que volver antes de que me viniera a buscar pensando en que me había retractado. Recogí mis francos ganados y los guarde en su caja dentro de la bolsa, acomode mis cabellos y me dirigí a su casa.

Esperaba que estuviera despierto, no quisiera molestar su descanso.

Desperté en cuanto sentí sus pasos sobre la madera a pesar de lo pronto que era. No me levanté sin embargo, incluso a través de las tupidas cortinas de terciopelo que tapaban los ventanales de mi habitación podía sentir el calor del sol que parecía esperar para calcinar mi cuerpo.
Me pregunté hacia dónde iba, pero al cabo de un rato el cansancio me pudo y volví a caer dormido sobre la almohada.

Cuando desperté de nuevo, el astro rey que tanto odiaba comenzaba a ocultarse ya, pero Legiel, a quien había sentido abandonar la casa antes, no había vuelto a dar señales de vida. Me pregunté dónde estaría, y qué estaría haciendo. Finalmente, me preparé, pensando en ir a buscarle, usaría mis dones si fuera necesario para hacerle regresar, un rostro como el suyo merecía estar reflejado entre mi obra y no pensaba quedarme quieto mientras el chico se echaba para atrás. Lo había intentado por las buenas, me dije, si lo prefería por las malas, que así fuera.

Me asomé al balcón un momento dejando que la luz de las estrellas me bañara, echaba eso de menos en París, los modernos faros de petróleo habían sustituido el brillo estrellado en las noches parisinas. El mundo moderno me fascinaba sí, pero también me hacía sentir nostálgico respecto a las cosas sencillas como aquella. Absorto en mis pensamientos estaba, aun mirando al firmamento, cuando un pequeño ruido en el camino principal me alertó. Una figura pelirroja comenzaba a aproximarse a la casa. El pequeño me había ahorrado la molestia de tener que ir a buscarlo y lo que es más, de forzarlo a venir conmigo.

Retirándome del balcón, bajé las escaleras a paso veloz, abriendo la pesada puerta con tan solo una mano en el mismo instante en que sus gráciles dedos se posaban en el pomo. Su sorpresa me resultó revigorizante, y sonreí inclinándome levemente.
-Bienvenido Legiel, tu ausencia me ha preocupado, pero no hablemos aquí- dije apartándome del umbral -pasa, pasa, si es posible- afirmé mientras cerraba la puerta y caminaba con paso firme guiándolo hacia mi estudio.
-Me gustaría comenzar a pintarte en este mismo instante-

La sorpresa me invadió al momento en que la puerta se abrió habiendo apenas tocado el pomo con mis dedos, mostrando la figura del dueño de casa. Debía de admitir que de alguna manera no me esperaba verlo despierto aunque no sabía bien como eran sus hábitos, tal vez sólo descansaba unos momentos y después se quedaba en su habitación refugiado del sol. Ya habrá el momento de saber más de ese hombre, por ahora ya me estaba esperando para comenzar con la pintura.´


- Gracias, perdona por no avisarte pero como dijiste que puedo salir cuando yo quiera fui a buscar algo de ropa y a trabajar -me encogí de hombros entrando a la mansión para comenzar a seguirlo- no hay problema aunque me gustaría darme un baño primero, estoy algo sudado y no me siento cómodo así -lleve mi mano a la frente y suspire deslizando los dedos hasta mi cabello jugando con un mechón de forma distraída- ¿Puedo, verdad?.


Detuve los pasos fijando la mirada en su espalda. Esperando una respuesta por parte suya, ya que aunque me estuviera quedando aquí, está era su casa y no podía andar moviéndome y ocupando sus cosas así sin más. Aparte que esa casa me hacía recordar a la mansión en donde trabajaba cuando niño y me daba un poco de miedo, simplemente no podía olvidar todo lo malo del pasado.

Le examiné de arriba a abajo viendo cómo su ropa se le pegaba a la piel, lo encontré perversamente sensual, pero ciñéndome a mi papel de hombre cortés e inofensivo, asentí con una sonrisa.

-Has de esperar un instante hasta que el baño esté preparado, pero mis sirvientes son rápidos. Mientras tanto- le dije quitándome la chaqueta y colocándola sobre sus hombros -ponte esto, no sería bueno que te enfriaras- Luego cerré los ojos y llamé a dos sirvientas para que prepararan el agua caliente y las hierbas aromáticas, pétalos de rosa y jazmín especifique, eran fragancias delicadas que me ayudaban a pintar y que siempre deseaba poder respirar en la suave piel de un joven tan hermoso como Legiel.

Cuando todo estuvo listo, tomé su mano -Vamos, ahora podrás bañarte como deseabas- le dije conteniendo mi sonrisa al imaginar su delicado cuerpo acariciado por las suaves pompas de jabón. al llegar al baño, le abrí la puerta como había tomado costumbre de hacer, mientras con la otra mano le empujaba suavemente dentro. Le había llevado al más hermoso de mis baños.

Sobre una tarima, reposaba la amplia bañera cubierta por un delicado dosel de tela granate semitransparente, las columnas que lo sostenían eran de madera blanca tallada con motivos florales que desembocaban en un pie griego. El suelo, de mármol veteado en rosa, relucía con el brillo de las velas sostenidas por cuatro grandes candelabros de cobre, el mismo material que el interior de la tina.

Se acercó como si no pudiera creer lo que veía, yo mismo, al observar las burbujas y aspirar el suave aroma a flores sentí el deseo de unirme al pelirrojo en su baño, aunque estaba seguro de que lo que más me llamaba a ello, era una bella rosa llamada Legiel Cruyff.
Al ver cómo se sonrojaba al verme aun allí, me volví para abandonar el cuarto dejando que mi mirada bajara por su figura, reflejada en el enorme espejo de cuerpo entero que había frente a la bañera.

-Disfruta de tu baño, Legiel- susurré antes de cerrar la puerta.

Percibí a la perfección su mirada recorrer mi cuerpo, pero en ese momento estaba cansado como para reclamar algo, así que solo fruncí el ceño tomando con más fuerza el bolso donde llevaba las pertenecías que ocuparía el tiempo que me quedará en esa mansión, escuchándole ahora. Estuve tentado a decirle que no era necesario, yo mismo podía prepararlo. Recibir tantas atenciones no era lo mío y me sentía incomodo, más aún cuando puso su chaqueta sobre mis hombros, era demasiado.

- Sasha, esto es demasiado. Puedo hacer yo las cosas. Se que soy tú invitado...? Por así decirlo pero me siento incomodo ser tratado así, siempre he hecho mis cosas solos y ser atendidos por sirvientes es... extraño y no tengo frío, gracias -saque aquella prenda de mis hombros y se la extendí.. No quería que se tomara mi actitud a mal pero simplemente no me sentía cómodo con este tipo de cosas.

No fue mucho lo que tuve que esperar, me guío por el lugar hasta llegar al baño el cual me dejo deslumbrado ¡Era enorme! No pude evitar acercarme un poco, observando de mejor manera el lugar como si fuera un niño pequeño viendo algún juguete increíble. Me acerque más a la bañera sintiendo un leve aroma que me gusto y suspire, acordándome del dueño de casa ¿Acaso se iba a quedar? Me voltee un poco para verlo, esperando alguna acción pero nada. Me sonroje levemente al pensar en que si iba a quedarse, pero como si el sonrojo fuera una señal se despidió dejándome solo.

Ahora podía sentirme tranquilo y disponer a bañarme.

Sonreí, y casi deseé tener un pequeño agujerito en la pared por el que poder espiarle, pasé luego una mano por mi cara pensando en qué clase de viejo verde me había convertido.

Con ese pensamiento me fui a mi estudio, mezclé los pigmentos con el aceite de linaza y coloqué el lienzo sobre mi caballete predilecto, luego cerré los ojos y me puse a pintar. No importaba el tema, no importaba el dibujo en sí, ni la forma, solo lo que mi mente proyectaba.

Cuando abrí los ojos de nuevo, frente a mí había algo que no esperaba, era una pintura como nunca había visto antes, una explosión de color, en el centro una única cara rodeada por una mata llameante. La suya.
Reí al verla, porque casi no podía creer que ya me conociera aquel rostro, aquella hermosa faz de memoria. Aunque viendo la perfección de sus rasgos se entendía el por qué.

Allí, mirándome fijamente con unos brillantes ojos verdes estaba Legiel Cruyff.

En el momento en que salio, las ropas quedaron en el olvido. Me encamine hasta la tina y sin pensarlo dos veces me deslice por está sintiéndola muy grande pero el agradable tacto del agua con mi piel me hacía no pensar en ese tipo de cosas. De todas formas aunque le dijera que no era necesario tantos lujos, él simplemente me llevaría la contraría, era su casa y es quien decide las cosas.

Suspire y cerré los ojos relajándome por completo, un buen baño me relajaba después de trabajar. Me gustaba lo que hacía, no se ganaba mucho pero me alcanzaba para sobrevivir y que es lo importante. Agradecía poder hacer aquello en vez de algo que no me gustará, no podría ser yo si hiciera un trabajo que no fuera de mi agrado. Como cuando era pequeño pero ahora estaba en libertad.

El agua comenzó a enfriar de a poco y me levante tomando una toalla que estaba cerca. Seque bien mi cuerpo para comenzar a vestirme; un vestido de color rojo, con algunos detalles en tono un poco más oscuro que el principal que se ceñía a mi figura y unas zapatos bajos.

Guarde la ropa que me había quitado antes y me decidí a ir donde podía encontrarse Sasha. Tarde unos pocos minutos cuando le vi muy concentrado en un cuadro, movía pincel con agilidad y me acerque por mera curiosidad aunque al ver como dejaba de pintar decidí de tenerme y le mire en silencio hasta que mejor decidí romper aquello.

- Espero no haber tardado demasiado -susurré sabiendo perfectamente que me escucharía.

Apoyé el pincel y me di la vuelta mirándole con una sonrisa -No tiene importancia, ya te he dicho que puedes sentirte como en casa, así que también puedes entretenerte cuanto desees-

Examiné su aspecto, aquel hermoso vestido rojo se adaptaba a cada delicada curva de su cuerpo, que casi le hacían parecer una mujer, pero no una cualquiera, sino una auténtica diosa. Aun así, odie aquella tela con pasión, deseando arrancársela sin piedad y exponer así aquella delicada piel que tanto ansiaba plasmar sobre mi lienzo.

Me moví en silencio, casi como un depredador, rodeándolo, examinando su aspecto delicado y andrógino, definitivamente, Legiel Cruyff era una obra de arte en sí mismo. Con cuidado coloque las manos sobre sus hombros y deslicé la ceñida tela granate desnudándolos, pude ver su vergüenza, su ¿aquello que se reflejaba en sus ojos era miedo?
-No tienes nada que temer- susurré contra su oído -Tu belleza me deja sin aliento, pero mi corazón ya tiene dueño. Además, todos mis compañeros han sido voluntarios- solté una pequeña carcajada y me aparté dejando que recompusiera sus ropajes.
-Solo quería comprobar que tu piel era tan hermosa como imaginaba. Como he visto que es así, ¿te parece si comenzamos?-
Señalé entonces hacia la esquina donde había montado mi decorado -¿Por qué no te quitas la ropa y te tumbas en el diván? No temas, me daré la vuelta mientras te desnudas, y puedes taparte tímidamente con el corte de seda púrpura que hay ahí-
Terminé de hablar y me di la vuelta esperando su respuesta, deseaba poder escuchar el sonido de la ropa cayendo, pero lo que más quería en aquel momento era mirar de reojo y verlo por completo.

Aunque me repitiera esas palabras una y otra vez no era alguien que le gustaba dejar a las personas esperando, por eso más que nada había dicho eso. Ya después habría tiempo para entretenerme  cuando terminará el cuadro, aunque no sabía exactamente cuánto se tardaría en ello.

- Puede que no tenga importancia pero a mí no me gusta hacer esperar –me encogí de hombros observando aquella habitación minuciosamente como si buscara algo, pero no era más que intentaba ignorar aquel pequeño nerviosismo que me provocaba el sentir su mirada en mi cuerpo. No me gustaba esa sensación así que no pude evitar fruncir levemente en ceño, aunque aquello duro poco cuando sus manos fueron posadas en donde no debería.

El que otro hombre me tocara no era algo que me agradece, me hacía sentir nervioso y asustado; expuesto… como detestaba demostrar aquello pero con lo que estaba haciendo simplemente no podía quedarme como si nada ¡Me estaba sacando la ropa! Si iba a pintarme desnudo prefería hacer yo eso, no él.  Mordí levemente mi labio inferior ante sus palabras queriendo desvanecerme en esos momentos pero estaba más que claro que eso era imposible, ese vampiro sabía como molestarme.

- No tengo miedo ¿Por qué debería? –fruncí los labios ante lo último que dijo-  creo que no debo dudar de esas palabras. A fin de cuentas eres... algo guapo, obviamente quienes quieran algo contigo lo harán voluntarios –me acomode las ropas cuando se separó y yo también lo hice otro  bajando la mirada, no me atrevía a mirarlo a los ojos ya que había terminado dedicando palabras que me hacían sentir avergonzado. Él era tan… negué lentamente sacando los pensamientos que se estaban formando en mi mente- eres tan considerado –dije con un tono algo sarcástico- mnh  lo haré pero de verdad no te voltees hasta que te diga.

Solté esas palabras ya más calmado y al ver como se volteaba deslice el vestido con cuidado junto con la otra prenda que cubría mi cuerpo quedando por completo desnudo. Me encamine hasta el diván y tome aquella seda de forma dudosa porque no sabía que era "cubrirse tímidamente" para él, ah, que más daba ¿Verdad? Me cubrí la parte de mi cuerpo que más vergüenza me daría si la viera y suspire.

- Ya puedes darte vuelta -murmure sin verlo, sí, aun seguía avergonzado- Ah... no se como debo de ponerme, no he hecho esto antes -me sentí demasiado idiota al admitir que no sabía en que posición podía modelar.

Reí un poco al oír su calificación, era consciente de mi atractivo, me había facilitado mucho las cosas a lo largo de mi vida, pero el hecho de que fuera expresado con tanta timidez, me llenó de ternura.
Para distraerme, tomé con cuidado las cajitas de cristal que contenían los polvos molidos que compondrían los colores del muchacho en el lienzo, que como Legiel estaría dentro de poco, yacía desnudo frente a mí.

Escuché el sonido de la ropa al caer y tuve que contenerme para no volver la cabeza y echar una mirada fugaz, quería ver cada parte de aquella piel suave. Desvié mi atención hacia los pigmentos a medio mezclar en mi paleta, y estaba terminando de unirlos al aceite de linaza cuando oí su siguiente comentario.

-El sarcasmo no te pega, Legiel- contesté algo molesto, era promiscuo, lo reconocía, pero no me gustaba que se pusiera en duda mi caballerosidad. Algo molesto con el chico, me di la vuelta en cuanto escuché el suave crujido del diván cuando se sentó, sin embargo, al verle no pude mantener mi enfado, estaba arrebatador.

Echado sobre el asiento de terciopelo verde azulado oscuro y apagado, la tela de seda azul pavo real cubriendo sus partes íntimas y un poco de su pierna derecha, su cabello rojo como el fuego cayendo en suaves ondas sobre su hombro y brazo sobre el que se había apoyado y sus ojos verdes brillando, casi crepitando ante la luz mortecina del opulento candelabro que iluminaba su sencilla desnudez.

Para no saber cómo posar, pensé, lo hacía mejor que muchos expertos. Era un talento natural.

-Así estás perfecto, no te muevas- susurré, con la voz más baja de lo que había previsto y me puse a pintar.

"El sarcasmo no te pega, Legiel"

Fruncí el ceño ante esas palabras, no me había gustado para nada el tono con el cual lo había dicho y como se volteaba molesto hacía mi. No creía que se pondría de esa forma por lo que dije, aunque tal vez si me había pasado un poco con él ya que  a fin de cuentas no me había hecho nada malo a excepción de nuestro primer encuentro. Suspire y relaje mi expresión antes de hablar.

-  Vale... no quise molestarte,  perdón Sasha -su mirada se fijo en mi como inspeccionándome. No sabía como posar para estas cosas y debía de admitir que cierto nerviosismo me recorría el cuerpo y este aumentaba por la mirada del otro, por eso decidí mejor soltarle que no tenía la menor idea de como debía de ponerme para posar para él así que espere por alguna sugerencia en una posición de lo mas normal o eso creía.

Abrí los ojos un poco más de lo normal por el comentario que dio ¿Así estaba bien? Vaya... no pensé que una posición tan simple le gustaría aunque tal vez era el contexto de la pinta o quien sabe. Mejor para mí ya que así no iba a tener que hacerme un gran lío aunque más adelante mi cuerpo se resentiría por mantener esa pose pero no importaba, pese a todo y el poco tiempo que llevamos conociéndonos me agradaba el vampiro aunque no iba a decírselo de manera abierta. Relaje la expresión y lo deje trabajar.