AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El huerto de manzanas
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El huerto de manzanas
{Privado}
El viaje había sido largo y tortuoso, y Thibaut estaba completamente seguro de que hubiera sido mucho más llevadero si es que Basile lo hubiera acompañado desde París. Sin embargo, asuntos de negocios habían retenido al boticario un par de días más en la capital francesa y había sido incapaz de viajar junto con el francés, el cual no había podido esperarlo ya que su madre lo requería a su lado. Los 400 kilómetros que separaban a París de su ciudad natal se hicieron eternos, pero esperaba que el viaje no fuera tan exigente para su amigo. Había dejado todo listo para él: había dispuesto de un carruaje y un par de criados, además de dos caballos, para que lo llevaran hacia su hogar. En el camino se detendrían en la pequeña ciudad de Avallon. Podrían dormir, conseguir nuevos caballos y comer una cena adecuada. Al siguiente día partirían con destino a Saint-Étienne y llegarían alrededor de las 11 de la mañana del día subsiguiente. Pasar una noche en el camino era un sacrificio que había que hacer, por más desagradable que fuera.
A la llegada de Thibaut, su madre y sus hermanos lo recibieron con gran alegría. Su padre se encontraba visitando a uno de sus hermanos, el tío preferido de Thibaut, y se reuniría con ellos un par de días después. El joven se encargó de que todo estuviera perfecto para la llegada de su mejor amigo, quién nunca antes había visitado a su familia. Ellos esperaban al hombre con ansias, ya que Thibaut había hablado mucho de él en sus cartas. Se preparó una pieza en el ala del Château donde dormía el mismo Thibaut y su hermano Dominic, y un criado había sido instruido para que atendiera a Basile cada vez que lo necesitara. Había salido una tarde a recorrer el bosque que se encontraba cerca, cerciorándose de que hubieran hierbas que quizás a su amigo le pudieran interesar para su negocio. Reconoció algunas y otras le eran totalmente desconocidas, pero confiaba que el ojo del boticario pudiera reconocerlas.
Y finalmente, llegó el día en el que Basile arribaría a su hogar. Thibaut se pasó gran parte de la mañana paseándose por el recibidor de su casa hasta que el reloj empezó a marcar las once. Antes de que la tercera campanada se escuchara, Thibaut ya había salido por la puerta principal para esperar a su amigo en el camino de grava que daba al Château d'Beaudelaire. Se debían haber atrasado algo, porque el carruaje no se veía por ningún lado. Aquello era esperable, considerando todas las pozas de barro que se formaban en esa época del año, pero no podía evitar ponerse algo nervioso. Después de unos veinte minutos de pasearse por el frente de la casa, con sus hermanas y su madre mirándolo desde las ventanas del salón de música, pudo divisar al carruaje emergiendo detrás de una gran cantidad de manzanos. Estaba salpicado de barro, pero ese era el vehículo que había destinado para que Basile pudiera llegar. Una gran sonrisa adornó el rostro del muchacho, que veía como los caballos dirigían el carruaje hasta la entrada y se detenían cerca de donde el se encontraba.
Uno de los criados se bajó rápidamente desde su posición para abrirle la puerta a Basile, mientras el otro se encargaba de recoger su equipaje. El primer criado abrió la puerta con un seguro movimiento y desplegó una pequeña escalera para que pudiera bajar más cómodamente. -¡Bienvenido a mi hogar, queridísimo amigo!- exclamó, mientras el parisino se apeaba del vehículo.
- Spoiler:
- Château d'Beaudelaire
Thibaut Beaudelaire- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/02/2012
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Re: El huerto de manzanas
La reostia.
Eso habría pensado Basile de vivir en el s. XXI, pero como era un hombre bien educado de su época lo único que le cruzó la mente fue algo así como "pardiez". Menudo pedazo de castillo tenía la familia de su amigo Thibaut. No puedo evitar pensar con humor que se había ido a enamorar del hombre equivocado, igual debería haberse buscado uno con propiedades. Prácticamente pegó la nariz al cristal de la ventana del carro en el que viajaba cuando el Château d'Beaudelaire apareció ante sus ojos. El boticario llevaba polvo del camino hasta en la ropa interior, con perdón, así que solo soñaba con darse un baño aunque fuera en ese riachuelo tan magnífico. En ese sentido no era escrupuloso, aunque dudaba mucho que a su amigo le pareciera buena idea que Grushenko se pusiera a nadar tal y como Dios lo trajo al mundo delante de toda su familia y del servicio.
- ¡Hola, hola Thibaut! - Exclamó también.
Pensaba saltar del vehículo a tierra, pero ya que el criado se molestaba en poner una escalera Basile la utilizó para alcanzar el suelo. Luego abrazó a su colega y sonrió de oreja a oreja deshaciéndose en elogios para con su hogar.
- ¡Es formidable, colosal! Debí haber venido antes, ciertamente... ¿Qué te parece? ¡Es increíble! ¡Es una obra de...! Por cierto, se me ha quedado el trasero plano de tanto traqueteo, no sé si me entiendes.
Lo último lo dijo en voz baja por si hubiera alguna hermana impresionable en los alrededores.
- ¿Te importa si entrego una carta para mi ayudante a alguno de tus lacayos? Tengo que avisarle de que he llegado y pedirle que se haga cargo de unos recados.
En realidad era más bien lo primero que lo segundo, pero como el boticario seguía siendo la imagen de la palabra precaución toda la misiva estaba llena de tonterías para disimular en caso de que alguien la interceptara. Quería que Vaël supiera que había llegado bien, pero no podía poner por escrito ninguna muestra de afecto demasiado expresiva. Aquello empezaba a ser una lata. En la posdata le daba recuerdos para Cherry.
- Tengo un montón de regalos para todo el mundo. Pensaba traer algo, naturalmente, pero mi madre me regañó como a un colegial travieso. Según ella el protocolo exige mucha más cortesía material... concretamente dos maletas de cortesía material. - Señaló el equipaje que uno de los criados estaba descargando del carruaje, a lo que Basile se apresuró a ayudar cogiendo una bolsa en cada mano.
Eso habría pensado Basile de vivir en el s. XXI, pero como era un hombre bien educado de su época lo único que le cruzó la mente fue algo así como "pardiez". Menudo pedazo de castillo tenía la familia de su amigo Thibaut. No puedo evitar pensar con humor que se había ido a enamorar del hombre equivocado, igual debería haberse buscado uno con propiedades. Prácticamente pegó la nariz al cristal de la ventana del carro en el que viajaba cuando el Château d'Beaudelaire apareció ante sus ojos. El boticario llevaba polvo del camino hasta en la ropa interior, con perdón, así que solo soñaba con darse un baño aunque fuera en ese riachuelo tan magnífico. En ese sentido no era escrupuloso, aunque dudaba mucho que a su amigo le pareciera buena idea que Grushenko se pusiera a nadar tal y como Dios lo trajo al mundo delante de toda su familia y del servicio.
- ¡Hola, hola Thibaut! - Exclamó también.
Pensaba saltar del vehículo a tierra, pero ya que el criado se molestaba en poner una escalera Basile la utilizó para alcanzar el suelo. Luego abrazó a su colega y sonrió de oreja a oreja deshaciéndose en elogios para con su hogar.
- ¡Es formidable, colosal! Debí haber venido antes, ciertamente... ¿Qué te parece? ¡Es increíble! ¡Es una obra de...! Por cierto, se me ha quedado el trasero plano de tanto traqueteo, no sé si me entiendes.
Lo último lo dijo en voz baja por si hubiera alguna hermana impresionable en los alrededores.
- ¿Te importa si entrego una carta para mi ayudante a alguno de tus lacayos? Tengo que avisarle de que he llegado y pedirle que se haga cargo de unos recados.
En realidad era más bien lo primero que lo segundo, pero como el boticario seguía siendo la imagen de la palabra precaución toda la misiva estaba llena de tonterías para disimular en caso de que alguien la interceptara. Quería que Vaël supiera que había llegado bien, pero no podía poner por escrito ninguna muestra de afecto demasiado expresiva. Aquello empezaba a ser una lata. En la posdata le daba recuerdos para Cherry.
- Tengo un montón de regalos para todo el mundo. Pensaba traer algo, naturalmente, pero mi madre me regañó como a un colegial travieso. Según ella el protocolo exige mucha más cortesía material... concretamente dos maletas de cortesía material. - Señaló el equipaje que uno de los criados estaba descargando del carruaje, a lo que Basile se apresuró a ayudar cogiendo una bolsa en cada mano.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: El huerto de manzanas
Aquello era definitivamente algo extraño. Estaba tan acostumbrado a considerar a Basile como parte del paisaje parisino que verlo ahora bajándose del carruaje en el camino de grava de su hogar era una gran novedad. ¡Pero por fin había llegado! Respondió con alegría el abrazo que Grushenko le había dado, soltando una carcajada al escuchar las coloridas apreciaciones de su amigo sobre su casa y el viaje. Definitivamente, una visita como el boticario sería un cambio muy bienvenido dentro de la dinámica familiar que se desarrollaba en el Château d'Beaudelaire.
-¡Ya te lo decía yo, deberías haber venido antes! Y comprendo totalmente la sensación, se pasará después de algunas horas- le dijo, soltando otra carcajada. Si, aquella prometía ser una visita muy entretenida. Aun cuando se había traído sus 'deberes' desde París (el gran código legal francés que tendría que aprenderse y algunos papeles del negocio de la viuda de Lord Turner que tendría que revisar), el tiempo que disponía en su casa sería más que provechoso. Además, Basile por fin podría conocer a su familia y esta al hombre. Había hablado tanto de uno al otro que ya era tiempo de hacer las presentaciones pertinentes. Desvió su mirada a la ventana en donde suponía que sus hermanas estarían mirando, y dicho y hecho, ahí estaban. Sonriendo y probablemente discutiendo en detalle la apariencia del recién llegado. Una visita de un joven apuesto desde París en edad de casarse ciertamente revolucionaría a algunas jovencitas del vecindario. Thibaut lo tenía más que claro.
-Por supuesto, puedes pasársela a Jacques y este se encargará de llevarla al correo antes del último despacho hacia París- le respondió a su pregunta, señalando al criado que le había abierto la puerta del carruaje. Se trataba de un hombre de unos 40 años, que había estado al servicio de la familia Beaudelaire desde hacía más de 20 años y gozaba de la total confianza de toda la familia. Este hizo una ligera reverencia, mientras Thibaut tomaba una de las bolsas que Basile había recogido, para ayudarle. Guió a su amigo hacia la entrada del château, asegurándole que su equipaje y todas sus bolsas se encontrarían pronto en la habitación que usaría durante su estadía. Dejando las bolsas en el recibidor, Thibaut invitó al boticario para que pasara al salón en donde se encontraba su familia. Antes de que cruzaran la puerta, en tono medio en broma, medio en serio, le dijo muy bajito. -No temo por Angeline, su corazón está ocupado por otro. Pero Noella es joven e impresionable, así que no aceptaré más que nobles intenciones de tu parte hacia ella- susurró, dándole unas palmadas en el hombro a Basile y soltando una risita, para luego atravesar el umbral de la estancia.
-Basile, permíteme presentarte a mi madre, madame Beaudelaire, y a mis hermanas, mademoiselle Beaudelaire y mademoiselle Noella Beaudelaire- dijo Thibaut con una gran sonrisa, de acuerdo a las convenciones de la época. Su madre y sus hermanas se habían incorporado de sus asientos luego de que entraran los dos caballeros y a medida de que los iba nombrando, hacían una ligera reverencia. Las tres eran muy parecidas a Thibaut, altas y delgadas, con el mismo color café rojizo de cabello y la misma mirada bondadosa. -Encantada de conocerlo finalmente, monsieur Grushenko- dijo su madre, con voz trémula y delicada. Su acento al pronunciar el apellido de Basile era aun más marcado que el de Thibaut, lo que le produjo algo de gracia al hijo. -Mi padre y hermano han sido llamados en algunos asuntos de negocios a la ciudad, pero estarán presentes para la cena- explicó, consciente de que hubiera sido mucho mejor de que se encontraran todos para realizar todas las presentaciones debidas.
-¡Ya te lo decía yo, deberías haber venido antes! Y comprendo totalmente la sensación, se pasará después de algunas horas- le dijo, soltando otra carcajada. Si, aquella prometía ser una visita muy entretenida. Aun cuando se había traído sus 'deberes' desde París (el gran código legal francés que tendría que aprenderse y algunos papeles del negocio de la viuda de Lord Turner que tendría que revisar), el tiempo que disponía en su casa sería más que provechoso. Además, Basile por fin podría conocer a su familia y esta al hombre. Había hablado tanto de uno al otro que ya era tiempo de hacer las presentaciones pertinentes. Desvió su mirada a la ventana en donde suponía que sus hermanas estarían mirando, y dicho y hecho, ahí estaban. Sonriendo y probablemente discutiendo en detalle la apariencia del recién llegado. Una visita de un joven apuesto desde París en edad de casarse ciertamente revolucionaría a algunas jovencitas del vecindario. Thibaut lo tenía más que claro.
-Por supuesto, puedes pasársela a Jacques y este se encargará de llevarla al correo antes del último despacho hacia París- le respondió a su pregunta, señalando al criado que le había abierto la puerta del carruaje. Se trataba de un hombre de unos 40 años, que había estado al servicio de la familia Beaudelaire desde hacía más de 20 años y gozaba de la total confianza de toda la familia. Este hizo una ligera reverencia, mientras Thibaut tomaba una de las bolsas que Basile había recogido, para ayudarle. Guió a su amigo hacia la entrada del château, asegurándole que su equipaje y todas sus bolsas se encontrarían pronto en la habitación que usaría durante su estadía. Dejando las bolsas en el recibidor, Thibaut invitó al boticario para que pasara al salón en donde se encontraba su familia. Antes de que cruzaran la puerta, en tono medio en broma, medio en serio, le dijo muy bajito. -No temo por Angeline, su corazón está ocupado por otro. Pero Noella es joven e impresionable, así que no aceptaré más que nobles intenciones de tu parte hacia ella- susurró, dándole unas palmadas en el hombro a Basile y soltando una risita, para luego atravesar el umbral de la estancia.
-Basile, permíteme presentarte a mi madre, madame Beaudelaire, y a mis hermanas, mademoiselle Beaudelaire y mademoiselle Noella Beaudelaire- dijo Thibaut con una gran sonrisa, de acuerdo a las convenciones de la época. Su madre y sus hermanas se habían incorporado de sus asientos luego de que entraran los dos caballeros y a medida de que los iba nombrando, hacían una ligera reverencia. Las tres eran muy parecidas a Thibaut, altas y delgadas, con el mismo color café rojizo de cabello y la misma mirada bondadosa. -Encantada de conocerlo finalmente, monsieur Grushenko- dijo su madre, con voz trémula y delicada. Su acento al pronunciar el apellido de Basile era aun más marcado que el de Thibaut, lo que le produjo algo de gracia al hijo. -Mi padre y hermano han sido llamados en algunos asuntos de negocios a la ciudad, pero estarán presentes para la cena- explicó, consciente de que hubiera sido mucho mejor de que se encontraran todos para realizar todas las presentaciones debidas.
Thibaut Beaudelaire- Humano Clase Alta
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Re: El huerto de manzanas
No estaba acostumbrado a que hubiera hombres enguantados a su alrededor para llevarle las maletas, ayudarle a bajar de los carros, sostenerle el sombrero ni quitarle el gabán. Empezaba a ponerse un poco nervioso y solo llevaba allí cinco minutos, esperaba que a nadie se le hubiera ocurrido asignarle un ayuda de cámara que se quedara plantado al lado de la puerta de su habitación cuando se desnudara por la noche. Esperaba que en el caso de haberlo - cosa bastante probable - Vaël no lo incluyera en la larga lista de posibles infidelidades a las que Basile podía verse tentado durante su viaje. Sonrió con afecto al recordar la preocupación del que ahora era formalmente su aprendiz cuando le dijo que iba a pasar unos días nada menos que con Thibaut. Lo comprendía, claro, pero el inglés podía fiarse de él y no se debía solo al hecho de que Beaudelaire le viera el mismo atractivo que a una brizna de hierba. Es que aunque el pelirrojo fuese el hombre que se quedara de pie en habitación mirando como Grushenko se quitaba la ropa no iba a ocurrir nada entre ellos, ahora el boticario lo sabía y le hacía gracia haber sido tan tonto en el pasado.
- Naturalmente, Jaques. - Respondió enarcando una ceja. - ¿Cuál de todos estos sirvientes con el cuello almidonado...?
Pero no terminó la pregunta porque el susodicho hizo una reverencia. Esperaba que no hubiera oído su broma, no todo el mundo compartía su sentido del humor. Basile le entregó dos cartas: la de Sunderland y una misiva breve para su madre. Después siguió a Thibaut, rodando los ojos al escuchar su advertencia.
- No se me ocurriría ni en un millón de años intentar hincar el diente a una de tus...
Parecía que ese era el día de sus frases sin acabar, porque ya entraban y allí estaban las mujeres dispuestas a recibirlo. Las tres tenían el mismo aire familiar y se notaba que eran personas nobles y buenas, nada que ver con los miembros más estirados de la alta sociedad. Era esperanzador saber que todavía quedaban aristócratas amables en el mundo.
- Pero querido Thibaut, no hace falta que nos presentes. Sabría que estas encantadoras damas son parientes tuyas aunque las viera en medio de París en día de mercado. - El parecido era innegable. Concretamente Angeline era como su hermano pero con faldas, lo cual creaba un efecto ciertamente surrealista. - Lo mismo digo señora. Señoritas...
Besó las tres manos como correspondía al protocolo, pero sin llegar realmente a tocar con los labios el dorso de ninguna de ellas. Podía imaginar lo desagradable que resultaría ser fémina y que todos los caballeros anduvieran dejando gotas de saliva en sus dedos. Ugh.
- Mi madre envía también sus recuerdos para ustedes. Y con mis mejores deseos... - Abrió la bolsa de viaje que portaba en la mano y se la encontró llena de hierbas y frascos que contenían infusiones misteriosas. - Oh no, esta es la de trabajar. El mayordomo ha debido de subir los regalos a mi habitación por error.
- Naturalmente, Jaques. - Respondió enarcando una ceja. - ¿Cuál de todos estos sirvientes con el cuello almidonado...?
Pero no terminó la pregunta porque el susodicho hizo una reverencia. Esperaba que no hubiera oído su broma, no todo el mundo compartía su sentido del humor. Basile le entregó dos cartas: la de Sunderland y una misiva breve para su madre. Después siguió a Thibaut, rodando los ojos al escuchar su advertencia.
- No se me ocurriría ni en un millón de años intentar hincar el diente a una de tus...
Parecía que ese era el día de sus frases sin acabar, porque ya entraban y allí estaban las mujeres dispuestas a recibirlo. Las tres tenían el mismo aire familiar y se notaba que eran personas nobles y buenas, nada que ver con los miembros más estirados de la alta sociedad. Era esperanzador saber que todavía quedaban aristócratas amables en el mundo.
- Pero querido Thibaut, no hace falta que nos presentes. Sabría que estas encantadoras damas son parientes tuyas aunque las viera en medio de París en día de mercado. - El parecido era innegable. Concretamente Angeline era como su hermano pero con faldas, lo cual creaba un efecto ciertamente surrealista. - Lo mismo digo señora. Señoritas...
Besó las tres manos como correspondía al protocolo, pero sin llegar realmente a tocar con los labios el dorso de ninguna de ellas. Podía imaginar lo desagradable que resultaría ser fémina y que todos los caballeros anduvieran dejando gotas de saliva en sus dedos. Ugh.
- Mi madre envía también sus recuerdos para ustedes. Y con mis mejores deseos... - Abrió la bolsa de viaje que portaba en la mano y se la encontró llena de hierbas y frascos que contenían infusiones misteriosas. - Oh no, esta es la de trabajar. El mayordomo ha debido de subir los regalos a mi habitación por error.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: El huerto de manzanas
Thibaut agradeció silenciosamente que su entrada al salón hubiera interrumpido la expresión de su amigo, ya que, por muy buen amigos que fueran, la imagen de Basile hincándole cualquier cosa a alguna de sus hermanas era una que quería mantener fuera de su mente. Su expresión había sido honesta, no temía por Angeline ya que su atención ahora estaba permanentemente fijada en otro de sus amigos, pero Noella era muy joven y la idea de un hombre parisino, soltero y de visita quizás fuera demasiado tentadora como para empezar a practicar en el arte de la coquetería que recién estaba descubriendo. Pero si Basile le aseguraba que sus intenciones serían honorables, confiaba en que su amigo mantuviera su palabra. No lo había decepcionado desde que se hubieran conocido tantos meses atrás, así que no iba a empezar a desconfiar de él ahora.
Se sonrió al ver como se intercambiaban los saludos entre ellos. Los modales de la capital distaban en forma no tan tenue de los acostumbrados en el campo, y no pudo evitar soltar una risita al ver como su hermana menor abría mucho sus ojos y se sonrojaba al sentir como Basile tomaba su mano y hacía el amago de besársela. Angeline también había captado la escena y con una mirada cómplice, compartió la risa de su hermano mayor. Sería una visita interesante, aunque mucho más corta de lo que le hubiera gustado. Basile no podía dejar desatendido su botica por tanto tiempo, y la preocupación por su madre era más que razonable. Dejarla sola en París, por mucho que algunos sirvientes estuvieran con ella para hacerle compañía, no era el esquema ideal.
-Ruego que no se preocupe por eso ahora, monsieur Grushenko, ya habrá tiempo para algún intercambio de regalos- le respondió la madre de Thibaut, con una expresión que se asemejaba a la que exponía al visitarla alguno de sus hermanos. No lo había pensando hasta ahora, pero la diferencia de edad entre su madre y su amigo no era tan abismal. Tan solo 15 años separaba a Aurore de Beaudelaire de Grushenko, pero la diferencia de actitudes era más que evidente. La madre de Thibaut se había casado muy joven y había tenido hijos muy joven también, por lo que su semblante reflejaba toda la serenidad y sabiduría de una señora de sociedad. Basile, en cambio, aun se encontraba en la flor de su juventud. Sus modales eran frescos y algo pintorescos, dignos de alguien al que aun deseaba conocer más, aprender cosas nuevas y aplicarlas durante su día a día. La diferencia si que era abismal en ese respecto. -No esperes volver a París con menos paquetes de los que trajiste. Si conozco a mi querida madre, te enviará con muchísimos de regalos de vuelta- le dijo en voz baja a su amigo con un guiño, mientras se acercaba a donde estaban todos ellos desde la puerta del salón y tomaba asiento en uno de los sillones y su hermanas seguían su ejemplo.
-Se que debe venir agotado tras un viaje tan largo, pero permítame ofrecerle una taza de té antes de que Thibaut le muestre en donde quedan sus aposentos- siguió diciendo Aurore, señalando una silla para que Basile pudiera sentarse. Le hizo una señal a uno de los criados que estaba en la habitación y este casi sin hacer ruido se retiró en dirección a la cocina.
Thibaut se sentía cómodo, en casa. Y esperaba que su amigo pudiera sentir lo mismo, por mucho de que fuera su primera visita a su hogar. Pasando una mano por su cabello, apartó un par de mechones que caían sobre sus ojos. -Espero que nuestro tranquilo modo de vida no te sea demasiado monótono, Basile, ya que encontrarás que las actividades a realizar en el campo no son tan variadas como en la ciudad- le dijo Thibaut, mirando a Grushenko desde donde estaba sentado. Sabía que probablemente lo único que quisiera hacer en ese momento era darse un baño después de un viaje tan largo, pero las convenciones sociales eran algo que no podían evadirse. Aun así, había instruido a un sirviente que le tuviera lista la bañera exactamente treinta minutos después de que hubiera llegado. Algo era algo, y si podía asegurarle agua a la temperatura adecuada y todo lo que necesitara para refrescarse, se sentiría contento.
Se sonrió al ver como se intercambiaban los saludos entre ellos. Los modales de la capital distaban en forma no tan tenue de los acostumbrados en el campo, y no pudo evitar soltar una risita al ver como su hermana menor abría mucho sus ojos y se sonrojaba al sentir como Basile tomaba su mano y hacía el amago de besársela. Angeline también había captado la escena y con una mirada cómplice, compartió la risa de su hermano mayor. Sería una visita interesante, aunque mucho más corta de lo que le hubiera gustado. Basile no podía dejar desatendido su botica por tanto tiempo, y la preocupación por su madre era más que razonable. Dejarla sola en París, por mucho que algunos sirvientes estuvieran con ella para hacerle compañía, no era el esquema ideal.
-Ruego que no se preocupe por eso ahora, monsieur Grushenko, ya habrá tiempo para algún intercambio de regalos- le respondió la madre de Thibaut, con una expresión que se asemejaba a la que exponía al visitarla alguno de sus hermanos. No lo había pensando hasta ahora, pero la diferencia de edad entre su madre y su amigo no era tan abismal. Tan solo 15 años separaba a Aurore de Beaudelaire de Grushenko, pero la diferencia de actitudes era más que evidente. La madre de Thibaut se había casado muy joven y había tenido hijos muy joven también, por lo que su semblante reflejaba toda la serenidad y sabiduría de una señora de sociedad. Basile, en cambio, aun se encontraba en la flor de su juventud. Sus modales eran frescos y algo pintorescos, dignos de alguien al que aun deseaba conocer más, aprender cosas nuevas y aplicarlas durante su día a día. La diferencia si que era abismal en ese respecto. -No esperes volver a París con menos paquetes de los que trajiste. Si conozco a mi querida madre, te enviará con muchísimos de regalos de vuelta- le dijo en voz baja a su amigo con un guiño, mientras se acercaba a donde estaban todos ellos desde la puerta del salón y tomaba asiento en uno de los sillones y su hermanas seguían su ejemplo.
-Se que debe venir agotado tras un viaje tan largo, pero permítame ofrecerle una taza de té antes de que Thibaut le muestre en donde quedan sus aposentos- siguió diciendo Aurore, señalando una silla para que Basile pudiera sentarse. Le hizo una señal a uno de los criados que estaba en la habitación y este casi sin hacer ruido se retiró en dirección a la cocina.
Thibaut se sentía cómodo, en casa. Y esperaba que su amigo pudiera sentir lo mismo, por mucho de que fuera su primera visita a su hogar. Pasando una mano por su cabello, apartó un par de mechones que caían sobre sus ojos. -Espero que nuestro tranquilo modo de vida no te sea demasiado monótono, Basile, ya que encontrarás que las actividades a realizar en el campo no son tan variadas como en la ciudad- le dijo Thibaut, mirando a Grushenko desde donde estaba sentado. Sabía que probablemente lo único que quisiera hacer en ese momento era darse un baño después de un viaje tan largo, pero las convenciones sociales eran algo que no podían evadirse. Aun así, había instruido a un sirviente que le tuviera lista la bañera exactamente treinta minutos después de que hubiera llegado. Algo era algo, y si podía asegurarle agua a la temperatura adecuada y todo lo que necesitara para refrescarse, se sentiría contento.
Thibaut Beaudelaire- Humano Clase Alta
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Re: El huerto de manzanas
La familia de Thibaut era muy cortés pero Basile no esperaba realmente otra cosa. No habría creído que los padres y hermanos de su amigo fuesen personas hostiles viendo el carácter que tenía él, no precisamente llano ni anodino pero sí dulce y comedido. Su madre parecía ser exactamente igual y al boticario le gustó inmediatamente, alegrándose de que madame Grushenko hubiese insistido tanto en que llevara miles de regalos al Chateau. Se había quejado mucho en su momento por la exageración de su progenitora, pero ahora se daba cuenta de que con menos presentes se habría sentido en deuda con la gratitud de aquellas mujeres tan encantadoras. Concretamente la pequeña Noella le divirtió en el acto cuando se sonrojó de aquella forma tan poco disimulada que Basile tuvo la delicadeza de ignorar. Miró a Thibaut de reojo como diciendo "yo no he hecho nada" por lo que pudiera parecer, no fuera que su amigo se empezara a mosquear antes de tiempo por ver en el comportamiento de Basile intenciones que no albergaba realmente. Había sido solo una casualidad: él era un hombre soltero todavía no muy mayor y ella una niña que habría salido poco de Saint Étienne. El boticario tampoco le daba más importancia al asunto.
- Naturalmente, madame, con mucho gusto. - Tomó asiento fijándose por vez primera en que la madre de los Beaudelaire era una mujer joven. - Agradezco la taza de té.
La cogió entre las manos y se acomodó en su sillón disfrutando de la quietud de aquel lugar. Recién empezaba a darse cuenta de que le vendría bien un descanso cuando Thibaut se disculpó por la monotonía que acusaría en su hogar.
- Nada de eso, Thibaut, ya sabes que yo me entretengo en cualquier lugar donde crezcan plantas y aquí hay muchas más que en París. - Sonrió divertido mientras daba un sorbo.
- Naturalmente, madame, con mucho gusto. - Tomó asiento fijándose por vez primera en que la madre de los Beaudelaire era una mujer joven. - Agradezco la taza de té.
La cogió entre las manos y se acomodó en su sillón disfrutando de la quietud de aquel lugar. Recién empezaba a darse cuenta de que le vendría bien un descanso cuando Thibaut se disculpó por la monotonía que acusaría en su hogar.
- Nada de eso, Thibaut, ya sabes que yo me entretengo en cualquier lugar donde crezcan plantas y aquí hay muchas más que en París. - Sonrió divertido mientras daba un sorbo.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: El huerto de manzanas
Aquel era el sabor que más relacionaba con su hogar: té que su padre hacía que trajeran de las Indias, con un toque de limón. Reconfortante durante las heladas noches de invierno y resfrescante durante las largas tardes de verano. Así era el té que le gustaba a su madre y de pura costumbre, todo el resto de la familia acostumbraba a beberlo de esa manera. Pasaron unos segundos antes de que alguno digiera algo, pero los sonidos que los manzanares provocaban al pasar el viento entre sus ramas eran tan armoniosos que casi era una lástima interrumpir la quietud. La apreciación por las pequeñas cosas era lo que siempre volvía a desarrollar cada vez que volvía a Saint-Étienne y lo que se le iba olvidando cada vez que pasaba demasiado tiempo en la capital.
-Espero, monsieur Grushenko, que nos acompañe al baile del Chateau de Rochetaillée- empezó a decir Angeline, dejando su propia taza en su regazo y sonriéndole al recién llegado. -Será dentro de cuatro días y según lo que tengo entendido, usted todavía estará con nosotros para la ocasión- agregó, contenta de que la sonrisa de su hermana menor todavía no delatara lo mucho que le gustaría escuchar una respuesta afirmativa de parte del parisino. El decoro era algo que a las mujeres de la familia Beaudelaire siempre se les inculcaba, y en ocasiones como aquella era en donde tenía que demostrarlo.
-Ahora que lo mencionas, Angeline, sería una excelente idea. Estoy seguro de que al viejo Rochetaillée no le importará que traigamos a alguien más, y siempre es bueno tener a más caballeros para que ninguna dama se quede sin pareja durante los bailes- dijo Thibaut, contento de que su hermana le hubiera recordado aquello. Aquel baile era una de las principales razones por lo que había viajado a su ciudad natal en esa fecha, ya que se esperaba de una familia tan importante como la de él que hicieran su aparición en aquella instancia. Además, los Rochetaillée eran viejos amigos de la familia y sus bailes eran comidilla de las conversaciones de muchos kilómetros a la redonda. Sería divertido. -¿Qué me dices, Basile? ¿Te animas a conocer a todo Saint-Étienne en un par de días más?- le preguntó a su amigo, esperando que asintiera sin demasiada demora. El mismo había conocido al boticario en una situación similar y sabía que era un bailarín más que dispuesto y excelente compañía en reuniones así. Aunque quizás tendría que advertirle que sería muy observado, ya que no era tan común ver caras nuevas demasiado seguido en aquella parte de Francia.
-Espero, monsieur Grushenko, que nos acompañe al baile del Chateau de Rochetaillée- empezó a decir Angeline, dejando su propia taza en su regazo y sonriéndole al recién llegado. -Será dentro de cuatro días y según lo que tengo entendido, usted todavía estará con nosotros para la ocasión- agregó, contenta de que la sonrisa de su hermana menor todavía no delatara lo mucho que le gustaría escuchar una respuesta afirmativa de parte del parisino. El decoro era algo que a las mujeres de la familia Beaudelaire siempre se les inculcaba, y en ocasiones como aquella era en donde tenía que demostrarlo.
-Ahora que lo mencionas, Angeline, sería una excelente idea. Estoy seguro de que al viejo Rochetaillée no le importará que traigamos a alguien más, y siempre es bueno tener a más caballeros para que ninguna dama se quede sin pareja durante los bailes- dijo Thibaut, contento de que su hermana le hubiera recordado aquello. Aquel baile era una de las principales razones por lo que había viajado a su ciudad natal en esa fecha, ya que se esperaba de una familia tan importante como la de él que hicieran su aparición en aquella instancia. Además, los Rochetaillée eran viejos amigos de la familia y sus bailes eran comidilla de las conversaciones de muchos kilómetros a la redonda. Sería divertido. -¿Qué me dices, Basile? ¿Te animas a conocer a todo Saint-Étienne en un par de días más?- le preguntó a su amigo, esperando que asintiera sin demasiada demora. El mismo había conocido al boticario en una situación similar y sabía que era un bailarín más que dispuesto y excelente compañía en reuniones así. Aunque quizás tendría que advertirle que sería muy observado, ya que no era tan común ver caras nuevas demasiado seguido en aquella parte de Francia.
Thibaut Beaudelaire- Humano Clase Alta
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Re: El huerto de manzanas
Mientras Thibaut y las mujeres se dedicaban a beber su té con una elegancia natural aprendida desde la infancia Basile se esforzaba al máximo por ser fino. Puede que no se notara desde fuera porque no estaba haciendo fuerza en sentido físico y por tanto no se ponía colorado, pero le costaba horrores no ser él mismo. No es que normalmente tomara el té sin pantalones ni nada tan espantosamente grosero, pero digamos que en su casa eran mucho más relajados en lo que a modales se refería por la sencilla razón de que provenía de un linaje humilde de comerciantes de hierbas. Madame Grushenko se conformaba con que su hijo no metiera las manos en el plato cuando era pequeño y no se detenía en sutilezas como si tenía la espalda recta o los codos apoyados sobre la mesa. Ahora sentía que el cuello le iba a crujir de un momento a otro de lo tieso que estaba en su butaca. Imitando a su amigo incluso estiraba ligeramente el dedo meñique para agarrar su taza, era todo un primor. Agradeció que Angeline sacara un tema de conversación porque se estaba concentrando tanto en no hacer ruidos con la garganta al tragar que iba a terminar por asfixiarse.
- ¿Un baile? - Repitió para ganar tiempo. - En... cuatro días.
Aquello era para pensarlo. Por un lado le gustaba mucho bailar y sabía que tenía éxito entre las señoritas cuando se lo proponía, pero ahora ya no estaba interesado en engatusar a nadie. La familia de Thibaut era muy agradable y le apetecía pasar la velada con ellos, pero igual eso haría que Noella se hiciera falsas ilusiones. Y por otro lado estaba el hecho de que si le costaba comportarse para beberse el té no quería ni pensar en pasar toda la noche danzando entre los representantes de la clase alta. Cualquier resbalón, palabra fuera de lugar o arruga en la chaqueta y sería un proscrito social para el resto de su vida. Bueno, quizá exageraba un poco, pero prefería quedar bien. Por otro lado había conocido a su mejor amigo en una circunstancia similar, y cuando lo miró recordando aquello y se cruzó con sus ojos supo que pensaban lo mismo. Alargó un brazo y le palmeó el hombro con afecto al pelirrojo, sabiendo que tampoco iba a ser para tanto. Si algo caracterizaba al boticario era su habilidad asombrosa para salir airoso de cualquier situación gracias a su sentido del humor.
- Acepto encantado. - Asintió. - ¿Recuerdas nuestro primer encuentro? - Se volvió hacia la madre de Thibaut y sus hermanas. - El muchacho llevaba el cuello tan almidonado que pensé que tenía problemas de espalda. Así fue como me fijé en él. - Sonrió ampliamente sin pensar en que igual las señoras se lo tomaban a mal. - Ahora que lo pienso... igual mi cuello no está bastante almidonado para ese baile al que quieren llevarme. Me temo que no frecuento demasiados castillos habitualmente.
- ¿Un baile? - Repitió para ganar tiempo. - En... cuatro días.
Aquello era para pensarlo. Por un lado le gustaba mucho bailar y sabía que tenía éxito entre las señoritas cuando se lo proponía, pero ahora ya no estaba interesado en engatusar a nadie. La familia de Thibaut era muy agradable y le apetecía pasar la velada con ellos, pero igual eso haría que Noella se hiciera falsas ilusiones. Y por otro lado estaba el hecho de que si le costaba comportarse para beberse el té no quería ni pensar en pasar toda la noche danzando entre los representantes de la clase alta. Cualquier resbalón, palabra fuera de lugar o arruga en la chaqueta y sería un proscrito social para el resto de su vida. Bueno, quizá exageraba un poco, pero prefería quedar bien. Por otro lado había conocido a su mejor amigo en una circunstancia similar, y cuando lo miró recordando aquello y se cruzó con sus ojos supo que pensaban lo mismo. Alargó un brazo y le palmeó el hombro con afecto al pelirrojo, sabiendo que tampoco iba a ser para tanto. Si algo caracterizaba al boticario era su habilidad asombrosa para salir airoso de cualquier situación gracias a su sentido del humor.
- Acepto encantado. - Asintió. - ¿Recuerdas nuestro primer encuentro? - Se volvió hacia la madre de Thibaut y sus hermanas. - El muchacho llevaba el cuello tan almidonado que pensé que tenía problemas de espalda. Así fue como me fijé en él. - Sonrió ampliamente sin pensar en que igual las señoras se lo tomaban a mal. - Ahora que lo pienso... igual mi cuello no está bastante almidonado para ese baile al que quieren llevarme. Me temo que no frecuento demasiados castillos habitualmente.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: El huerto de manzanas
Aquella oferta parecía haber tomado a su amigo por sopresa. Sus expresiones eran las que siempre ponía cuando le preguntaba algo para lo que no tenía una respuesta lista. Sin embargo, el boticario pareció recuperarse rápidamente y con una sonrisa, Thibaut recibió las palmadas en su hombro que un sonriente Basile le daba. Sus hermanas ambas rieron ante la broma que exclamó a costa de Thibaut, el que no pudo más que excusarse de alguna manera. -¡Fue una circunstancia desafortunada! Ese fue mi primer baile solo en París y sucedió durante la primera semana de mi estadía en la ciudad. Todavía me estaba quedando en un hotel. Y por supuesto que la criada almidonó demasiado mis cuellos- dijo con una risa y encongiéndose de hombros, mientras su madre lo miraba con una sonrisa. -Puede pasarle a cualquiera, ¿no?-. Después de haber acabado su té, dejó su taza en una mesita al lado del sillón en donde estaba sentado. La criada que venía entrando a la habitación se encargó rápidamente de esta y empezó a retirar la vajilla que ya habían desocupado. No la de su madre, por supuesto, que le gustaba tomarse su tiempo con su té.
-No deberías preocuparte por la formalidad de este evento, Basile, nadie se arregla demasiado para los bailes del viejo Rochetaillée. Ya que ni el mismo anfitrión lo hace- eran en realidad bailes de campo, para agradecer un invierno lluvioso que auspicia buenas cosechas. Nada era demasiado estirado. Si incluso Thibaut había sido el que se sorprendiera en París tras ver lo mucho que todos se arreglaban para bailes de sociedad en la ciudad. Ciertamente, todo era más relajado en el campo. Además no era extraño divisar al anfitrión de ese anual evento con sus zapatillas de levantarse.
Thibaut sonrió ante ese recuerdo cuando una pequeña campanilla sonó. El instrumento estaba asociado a la pequeña puerta del salón que usaban los criados. -Monsieur Beaudelaire, ya se encuentra lista la habitación de monsieur Grushenko- dijo uno de criados que se encargaban de atender a la familia. Era uno de los más jóvenes, y había estado viviendo con ellos unos ocho meses. -¡Perfecto, Jean!- exclamó Thibaut, mientras se incorporaba del sillón. -Señoritas, si nos disculpan, iré a mostrarle a Basile su habitación- y además de dejarlo descansar unos momentos de un viaje tan largo, pobre Basile, pensó además, yendo hacia la puerta de la habitación y esperando a su amigo ahí. El ala de su hogar que ocuparían se encontraba en el segundo piso. Solo tenían que subir por la escalera de mármol y caminar un par de metros para llegar a la morada de su invitado. Y Thibaut confiaba que, como lo decían sus criados, todo estuviera listo para recibir a su amigo.
-No deberías preocuparte por la formalidad de este evento, Basile, nadie se arregla demasiado para los bailes del viejo Rochetaillée. Ya que ni el mismo anfitrión lo hace- eran en realidad bailes de campo, para agradecer un invierno lluvioso que auspicia buenas cosechas. Nada era demasiado estirado. Si incluso Thibaut había sido el que se sorprendiera en París tras ver lo mucho que todos se arreglaban para bailes de sociedad en la ciudad. Ciertamente, todo era más relajado en el campo. Además no era extraño divisar al anfitrión de ese anual evento con sus zapatillas de levantarse.
Thibaut sonrió ante ese recuerdo cuando una pequeña campanilla sonó. El instrumento estaba asociado a la pequeña puerta del salón que usaban los criados. -Monsieur Beaudelaire, ya se encuentra lista la habitación de monsieur Grushenko- dijo uno de criados que se encargaban de atender a la familia. Era uno de los más jóvenes, y había estado viviendo con ellos unos ocho meses. -¡Perfecto, Jean!- exclamó Thibaut, mientras se incorporaba del sillón. -Señoritas, si nos disculpan, iré a mostrarle a Basile su habitación- y además de dejarlo descansar unos momentos de un viaje tan largo, pobre Basile, pensó además, yendo hacia la puerta de la habitación y esperando a su amigo ahí. El ala de su hogar que ocuparían se encontraba en el segundo piso. Solo tenían que subir por la escalera de mármol y caminar un par de metros para llegar a la morada de su invitado. Y Thibaut confiaba que, como lo decían sus criados, todo estuviera listo para recibir a su amigo.
Thibaut Beaudelaire- Humano Clase Alta
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