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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Mar Jul 03, 2012 9:05 am

Escuchaba mis pasos resonando contra la alfombra de hojarasca que se extendía a mis pies. Oía mi respiración entrecortada, y los latidos desaforados de mi corazón en mi pecho y en mis heridas. El pelo se me enredaba en las ramas de los árboles, tratando de frenarme, pero no me detenía. Ellos venían y se abalanzarían sobre mí de hacerlo, ¡y no podía permitirlo! Había escuchado a Joshua cerca, muy cerca, llamándome... Y aún escuchaba su voz en la distancia. ¡Alchemilla!, gritaba, ¡ven a salvarme! ¡Papá me ha atrapado y esto...! Pero se entrecortaba, se fundía con los aullidos de los lobos y con las voces que, desgarradoras, gritaban de manera entrecortada y sanguinaria.

Queremos tu sangre... Ven con nosotros, princesa. Ven, ven, ven, ¡ven!

– ¡Jamás! ¡Dejadme en paz! – grité, sacudiendo la cabeza y corriendo más rápido alrededor del bosque, y más, y más, y más, y más rápido, siempre guiada por sus gritos. Joshua. Él me necesitaba, tenía que acudir en su busca. Joshua, mi hermano pequeño; Joshua, la alegría de la casa, Joshua, a quien mi padre me había quitado. Frené en seco.

El tono de las voces había cambiado. Ya no eran monstruos; los había escuchado, incluso, poner pies en polvorosa, alejados seguramente por mi negativa. ¡Inteligentes ellos! Ahora eran ellos, mis guardianes, los muertos, que me rodeaban y me mecían suavemente.

Mátalo.

Abrí los ojos, que sin querer había cerrado, y lo vi. Me miraba con miedo, y Joshua, detrás de él, lo hacía con terror. Se parecía a mi padre; ambos lo hacían, y eso sólo aumentó mi rabia. Él lo había estropeado todo, había arrancado a Alessa y a Joshua de mi lado y él había destrozado nuestra familia. ¿Cómo se atrevía...! ¡Y encima me miraba con esa expresión de confusión, de no entender nada, de no haber roto un plato en su vida! ¿Es que no lo veía? ¡Joshua gemía de dolor detrás de él y pretendía parecer inocente! Solté una risotada indignada, y él frunció aún más el ceño.
– Señorita, ¿puedo ayudarla en...? – comenzó, pero eso me enfureció aún más, hasta el punto de correr hacia él y empotrarlo contra un árbol. Un gemido ahogado de dolor se escapó de entre sus labios, y yo sonreí. Justo lo que se merecía, ¿verdad?

Así es, merece sufrir por lo que le ha hecho a tu hermano, merece pagar por todo... ¡Lo merece! Destrúyelo, Alchemilla. ¡Muerte, muerte, muerte!

– ¡Suelta a mi hermano, monstruo! – grité, ejerciendo presión sobre su cuello y provocando que poco a poco su rostro se volviera de un color cercano al morado. Él se ahogaba, pero aún así negaba con la cabeza, diciendo... ¿diciendo qué? Lo solté un momento, y él aprovechó para empujarme y apartarme de él. Y luego... ¡luego me abofeteó!
– ¿Qué estás haciendo, demente? ¡No vuelvas a tocarme o... tu hermano pagará las consecuencias! – aulló, y Joshua detrás de él sollozó. Aquello fue demasiado.

Elimínalo.

Eso hice. Con un grito propio de un animal herido me lancé hacia él, que no esperaba mi reacción. Joshua cerró los ojos, tan inteligente como solía, y aquello me permitió comenzar a vengar a mi hermano, cada uno de los golpes reluciéndole de manera espectral en la pálida piel. Le devolví a aquel insolente cada uno de los que había depositado sobre mi hermano, ¡y más! Ellos me animaban, me enardecían, me impelían a poner más fuerza en cada uno de los golpes, y así lo hice.

Indefenso en el suelo, comenzaron las patadas. Sus huesos crujían tras cada uno de mis golpes; sus piernas se doblaban en formas imposibles y sus gemidos de dolor me enfurecían aún más. ¡Sufre, sufre como él, no tienes derecho a quejarte, vil y sucio animal! Quería verlo morir. Caí de rodillas al suelo y comenzaron los golpes con las palmas abiertas, los puños cerrados. La sangre manó de las heridas de su cara como ríos rojos brillando bajo la luz de la medianoche, y su olor... su olor me llenó.

Más, más; quieres, queremos más.

Sí. Me moría por más. Quería bañarme en su sangre, quería que inundara el ambiente con su aroma, quería inundarme de fragor carmesí, quería verlo muerto. No, no quería; lo necesitaba. Y por eso, cada golpe era más fuerte que el anterior. No me limitaba, no impedía que sus huesos se destrozaran en mil pedazos (¡música celestial para mis oídos!) e incluso lo fomentaba. Destruí su carne con mis uñas, con ramas que había, tiradas en el suelo, y que una vez habían sido las garras de los aterradoramente vivos árboles.

– Piedad, por favor... – suplicó, con voz débil y temblorosa, tanto que me hizo reír.
– Sólo si me dices dónde tienes a Alessa... – cedí, fulminándolo con la mirada.
– ¿Alessa? No conozco a ninguna Alessa, no sé de qué... – comenzó, mas no dejé que terminara. No podía, no cuando mentía. ¡Mentía! Cada palabra que salía de su boca no era más que una burda falacia. ¡Estupideces! ¿Es que me creía estúpida? ¡Sí, eso era! ¡Por eso no me decía dónde escondía a mi gemela!

Volvió a suplicar, pero aquella vez no lo escucharía. No dejaría que el veneno entrara en mí, no, ni hablar. Con fuerza nacida de la desesperación, hundí los dedos en su pecho y con una rama lo agujeré. Me alimenté de sus gritos, que aumentaron mi fuerza hasta el punto de ser capaz de enredar los dedos en sus costillas y tirar. Estiré, estiré, estiré, varias veces hasta que las abrí de cuajo, y la sangre me salpicó, tiñendo mi piel pálida y mi ropa interior ya manchada de tierra de rojo carmesí.

Su corazón yacía, inerte, en su cavidad torácica. Joshua callaba; ellos también, pero sabía lo que tenía que hacer. Arranqué su corazón de su pecho, y suavemente lo mecí en mis manos. Aparté las impurezas de su superficie con suavidad, para después, instada por el murmullo de las voces... no, de mis consejeros a mi alrededor, darle un mordisco. Escupí el trozo de músculo y llevé el corazón a mis labios para que descargara la sangre en mi boca. Lo hizo... La sangre me llenó, y yo cerré los ojos. Estaba sola. Había perdido la pista de mi hermano de nuevo. Pero, mientras durara la sangre, podría cumplimentar mi venganza.
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Mensaje por Darren Ralph Dom Oct 21, 2012 9:20 pm

Las carcajadas del vampiro - ecos de promesas oscuras - , eran devoradas por las entrañas del bosque sobre el que esa noche gobernaba. Sus presas, que serpenteaban y tropezaban entre los gigantescos robles, estaban lejos de perderlo. ¿Debía terminar con la puta agonía que les carcomía? Sus colmillos se alargaron, como si ese gesto fuera suficiente respuesta para enardecerlo. Era demasiado pronto para atraparlos. El miedo que percibía era tan buen afrodisiaco que la idea de hacerles creer que estaban a salvo era demasiado tentador, demasiado excitador. Un gruñido bajo escapó de su pecho. El depredador se alzaba implacable, esperando el momento, la orden para reclamar su premio. Charles y Daphne, un par de hermanos recién transferidos a su orfanato, habían escapado después de encontrarlo cogiendo con una de las huérfanas en su despacho. La lengua del vampiro chasqueó contra su colmillo. La curiosidad era una puta y ellos estaban a punto de pagar sus servicios. Llevaban corriendo alrededor de una hora. No había encontrado ningún reparo en dejar de disfrutar de la sangre virgen de la niña que temblaba sentada a horcajadas sobre sus piernas, solo porque había sido descubierto. Aquello solo significaba que iría de caza. Mierda. Casi podía saborear la sangre que bombeaba con tanta fuerza a través de sus venas. Una rama chasqueó, anunciándole su ubicación, no era que lo necesitara, sabía exactamente dónde estaban. Se habían detenido. Podía escuchar al hermano calmando a la pequeña, diciéndole que todo estaría bien. Bien y una mierda. Pronto aprendería a no hacer promesas. Fue en ese momento que se centró en las demás voces. Los había escuchado desde el principio, después de todo, los bosques eran el mejor campo de recreo para cazadores y vampiros. Una mueca, con una sonrisa que solo podía describirse como maldita, apareció en su boca. ¿Podría la cacería ponerse más interesante? El grito de un hombre le dijo que sí.

El olor a sangre impregnó el aire, pero no fue eso lo que le atrajo hasta ellos, sino los sollozos del hombre y la ira que nublaba la mente de la humana. Había penetrado sus barreras con bastante facilidad, pero solo había encontrado odio. El interés que había despertado en él solo se había incrementado al verla golpear con tal salvajismo. Estaba tan centrada en romper huesos, en hacer callar a su víctima que no escuchó las carcajadas que soltaba desde lo alto de uno de los gigantescos árboles. No había querido abandonar su mente. Ese odio que le cegaba lo alimentaba. Lo seducía. Lo excitaba. Lo embriagaba. ¡Demonios! ¿Cuánto más podría hacer si se le llevaba a los límites? Observó con júbilo lo que se desarrollaba. El humano había dejado de respirar pero eso no le importaba, seguía atacándolo con tal desesperación que quiso follarla ahí, sobre su creación. Nada le impedía hacerlo. Lo que él quería lo tomaba. Era suyo para cogerlo. Ella no era diferente. Era una humana, no podría hacer nada contra su fuerza, por mucho que lo intentara y esperaba que lo intentara, maldita sea. Se dejó caer desde la rama en que observaba cuando ella escarbaba a través de su cavidad torácica. Caminó hasta donde se encontraba el cuerpo, apreciando la forma en que ella cerraba su boca sobre el órgano. Sus párpados habían bajado, sumiéndola en la completa oscuridad. Los rayos de la Luna, que caían sobre lo que quedaba del hombre, solo realzaba su tenebrosidad. Un gruñido animal vibró con fuerza desde su garganta, pero no fue el grito de sorpresa de la humana lo que escuchó. Los niños que habían escapado del orfanato y huido hacia los bosques habían tropezado con ellos. Los orbes enfebrecidos del vampiro se clavaron en la niña. Siempre podía obligar a la humana a observarlos. ¿Se excitaría cómo él? ¿O trataría de evitarlo? En un abrir y cerrar de ojos se encontró tras los hermanos. Sus manos se cerraron sobre el cabello de la niña y el hombro de su hermano. - ¿Son estos los niños que buscabais, chérie? La apreció tal cual, con la sangre sobre su boca, la mirada ansiosa. Oh sí, se iban a divertir.
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Mensaje por Invitado Lun Oct 29, 2012 9:45 am

La sangre sabía como a hierro. Tenía un aroma profundo, apetecible y tremendamente salvaje, como un himno animal que resonaba donde antes había estado la voz del hombre. Sentía su energía llenarme con cada latido de mi corazón, el líquido bajarme por la garganta y por el cuello, manchándome la piel pálida. Mis manos estaban viscosas, casi dormidas; del corazón que sostenía apenas quedaban superficies con sangre, porque la había bebido casi toda. Y, durante ese tiempo, todo había estado bien...

Sangre a los dioses de la sangre. Sangre como sacrificio, como ofrenda. Has cumplido, princesa, ya te has vengado...

Pero no, eso no era suficiente. El corazón estaba ya muerto, frío e inerte. Lo mordí, pero el músculo se había convertido en una barrera impenetrable, y los pequeños restos de la pared sólo eran impedimentos para abrirlo. Gruñí, con un sonido más parecido a algo bestial que a algo humano, y cuando escuché su voz alcé la mirada.

Es uno de ellos... Vampiro.

No necesitaba ser una hechicera, ¡muy poderosa además!, para saberlo. La manera que tenía casi de brillar en la oscuridad, esa fuerza que tenía y que parecía contener, ¡la vejez que había en sus ojos! Incluso la lujuria y la sed de sangre eran reconocibles en él, que me miraba y estaba acompañado. ¿Joshua...?

No, mira otra vez. Sólo es un crío afortunado que nunca ha sufrido como tus hermanos. ¿Estás dispuesta a consentir eso...?

Por un momento, el rostro de mi pequeño hermano se superpuso al aterrado de aquella criatura, y eso bastó para que arrojara el corazón al suelo y me levantara, como movida por un resorte. Al momento siguiente, la expresión de terror de aquel niño había sustituido a la de mi hermano y mi mirada se tornó afilada y dura, igual que mi tono.

– No... No son ellos a quien busco. Estos son privilegiados a los que ya les ha llegado el momento de dejar de beber de ese manantial de fortuna. – murmuré, sabedora de que él me escucharía. ¿Quién sería? ¿Qué buscaba? ¿Qué quería? Ah, me daba igual, lo único que importaba eran ellos, tan pequeños, tan puros... tan distantes a mis hermanos como era posible. Me enfurecían.

Sabes lo que tienes que hacer. Mata a los impostores, que te devuelvan a los de verdad.

Me lancé hacia ellos como si hubiera sido un lobo apoyado sobre sus patas traseras. Corrí en su dirección, me valí de que estaban sujetos y aterricé frente al niño, que lloraba desconsoladamente. ¿Quería llorar? ¡Ellos sí que sabían lo que era hacer llorar! Acaricié su mejilla con mi mano ensangrentada, recogí su lágrima, y la lamí con delicadeza. Después, me acerqué a él como si fuera a darle un beso, pero en lugar de eso arranqué de un mordisco la tierna piel de su mejilla. Esa era la carne más sabrosa, de eso no cabía duda...

El grito de la niña acompañó a la sangre que le caía a él a borbotones, pero no dejé que chillara. Le tapé a él la boca, y me lancé como un animal herido a beber del manantial rojo que había abierto en su piel infantil, tan sumamente pueril como culpable de los crímenes que no había cometido como era. Más, quería más... Incluso lamí sus dientes a través del boquete que había abierto en su piel para beber de aquella sangre, mezclada con saliva. Sólo entonces me levanté de nuevo, con una amplia sonrisa y los ojos entrecerrados.

Sufrirán... y se merecen todas y cada una de las partes del dolor al que los someterás.

Me acerqué a él, a quien parecía un espectador a la espera de unirse al espectáculo. Pequeña en tamaño comparada con él, casi como un hada frente a un gigante, lo examiné con ojos escrutadores, y me lamí los labios, la sangre que tenía en ellos como baluarte de mi seguridad.

– ¿Quién eres? – inquirí, ladeando la cabeza y con curiosidad mezclada con recelo. Sabía qué era, pero no qué quería de mí, y esa era la pregunta más acuciante en aquel momento.
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Mensaje por Darren Ralph Jue Ene 31, 2013 12:25 am

Poseído – y no solo por sus demonios –, la mano del vampiro se cerró con fuerza sobre el cuello de la fémina. La fuerza que usaba para levantarla, le obligaba a estirarse si quería permanecer aún sobre tierra. Sus rostros se encontraron en el camino. Los colmillos del vampiro salieron excitados como si se tratasen de su falo. Los pensamientos de ella solo atizaban su morbo. Antes de que la cuestión muriera en sus labios, la boca de Darren se apoderó con bestialidad de sus fauces. Golpeó su lengua contra la de ella sin tregua. Él no necesitaba respirar, así que si quería tragar ese maldito aire, tenía que responder con la misma fiereza que había demostrado al huérfano y al cabrón que se encontraba tirado. Escuchó movimiento a su lado, la niña seguramente se había acercado a ayudar a su hermano. La mano que aún tenía libre la clavó sobre el trasero de la joven, acercándola firmemente contra su cuerpo. Cuando detuvo los movimientos de su boca, solo fue para que sus caninos se divirtieran. Desgarró parte del labio inferior, la sangre impíamente brotó, un sacrificio para su Dios. Se había alimentado antes de ir de cacería, lo que hiciera a partir de entonces solo sería para su diversión. ¡Y un coño! Él no necesitaba de un puto pretexto como la sed de sangre para jugar al gato y al ratón. Le soltó con brusquedad, pero no se alejó. Aunque podría seguir a sus presas toda la jodida noche, tenía mejores planes ahora que había tropezado con un personaje de lo más enigmático. – Soy el tipo que os joderá a ti y a tus condenadas pesadillas. Había visto la superficie y ahora quería hundirse hasta la mierda en ellas. – Pero no te corras todavía, aún no he decidido qué haré con ellos. El corazón de la hembra golpeaba con fuerza, tan cerca y a la vez tan lejos, de sonar como los órganos de los pequeños. El miedo en ellos era atronador…. El de ella, apabullante.

- Acércate, Daphne. La niña no obedeció en primera instancia, pero cometió el error de mirarlo fijamente. Cayó a su merced antes de que pudiese parpadear. Estaba atrapada. El deseo de complacerlo iba a ser de lo más intenso. Llegaría a lastimarse – a herir a su hermano – si eso le provocaba a él satisfacción. – Despójate de toda tu ropa y haz lo mismo con Charles. Las pequeñas manos se dirigieron rápidamente al viejo vestido. Darren sentía una maldita inclinación por poseer a las más pequeñas de su orfanato. La mayoría de las veces no necesitó dejarlas secas, ellas no habían podido acunar su falo ni soportar el dolor de sus brutales embestidas. La sangre que corría por los muslos de ellas solo servía para bañar su miembro y volverlo – si era posible – aún más loco por terminar. Daphne era exactamente de las que a su verga le gustaba. ¿Cuán estrecho estaría su esfínter? ¿Cuán mojada podría estar antes de recibirlo en su vaina? – Habéis dicho que no son los niños que buscabais, así que eso los convierte en solo míos. La mirada en la pequeña era vidriosa. Estar en el limbo era el menor de sus problemas. El infierno estaba por desatarse a su alrededor. Ella despertaría justo cuando las llamas le devorasen. En su rápido recorrido por la mente de la mujer, había visto a los hermanos que se ‘le habían perdido’. Había más ahí y el vampiro solo podía empezar a elucubrar. - ¿O habéis cambiado de opinión? Con un simple movimiento de su mano, valiéndose de lo que sin querer le había revelado, creó una ilusión para darle a ellos, la imagen que tanto quería ver. La habilidad de Darren había sido pulida a través de los años. Cuatrocientos, le hacían todo un experto.
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Mensaje por Invitado Vie Feb 01, 2013 11:43 am

La pregunta encontró su final en la boca del vampiro. Era invasor, lo suficiente para que frunciera el ceño, pero tenía algo tan jodidamente arrollador que, antes de saberlo, me dejé llevar. ¡Nuestras lenguas batallaron como Robbie lo hacía con ellos cuando iba a por mí y mis compañeros intentaban protegerme! No. La lucha fue mejor, más encarnizada, menos sangrienta. Al menos, hasta que me mordió el labio inferior y se alimentó de mí.

¿Sigues necesitando preguntar qué es lo que quiere, Alchemilla?

¡Es un vampiro, puede querer cualquier cosa!

Sí, pero es evidente que te quiere a ti. Míralo. Escúchalo. Témelo... y ansíalo.

Los escalofríos bajaban por mi espalda, me ponían la piel de gallina y tensaban mi cuerpo. A mi alrededor, ellos susurraban palabras de advertencia de la amenaza de un chupasangre, pero yo los ignoraba. Estaba concentrada lamiendo la herida de mi boca, que él me había hecho, y mirándolo, a él y a los niños. A esos niños que dejé de ver como unos críos cualesquiera y vi como a mis hermanos.

No, mira dos veces, no puede ser, ¡no!

– ¿Alessa...? ¿Josh...? – susurré, y apreté las uñas contra las palmas de mis manos para asegurarme de que no soñaba. Pero no, ellos no se hacían más difusos; al contrario, parecían fortalecerse. Y yo no sabía si lo que sentía era un alivio tan grande que me sobrepasaba o un cierto miedo al rechazo, pero fuera lo que fuera hacía que me temblaran las piernas. Estaban vivos. ¡Por fin los había encontrado!

– ¡Sois vosotros! – exclamé, e ignorando la flaqueza de mis miembros salí corriendo hacia ellos. Ni siquiera noté que estaban desnudos, ni que parecieran más pequeños que como los recordaba. Eran mis hermanos, y los apreté con fuerza contra mí. Todo estaba bien... Todo estaba muy bien.

¿Eso crees?

¿Qué...? No. Alessa es al menos tan alta como yo; es mi gemela, ¡no puede ser tan diminuta! Y Josh siempre ha tenido la piel áspera, de jugar en el parque aunque mamá le dijera que no lo hiciera en invierno. Algo no iba bien. Lo noté enseguida, pero no quise creerlo; los acerqué más a mí, pero eso sólo aumentaba la sensación de que algo iba mal. Algo iba muy pero que muy mal.

Y esto sólo acaba de empezar, Alchemilla.

De golpe, el rostro carbonizado de Alessa pidiéndome ayuda se sobrepuso al rostro –mi rostro– que tenía frente a mí. La tez de Josh se volvió azulada, y empezó a escupir un agua que me manchaba el vestido. Se estaba ahogando, porque no podía respirar bajo el agua. Ella estaba ardiendo, como un asado que ha pasado demasiado tiempo en el horno. Y yo... Yo lo contemplaba todo como si soñara, pero era real. O lo parecía.

– ¿Qué pasa! ¿Por qué están así! ¿Qué estás haciendo conmigo! ¡Haz que pare, haz que se detenga todo esto! Ellos no son reales... ¡Mis hermanos están vivos, no están muriendo como los estoy viendo ahora! – chillé, y miré al vampiro con rabia. Ese ser aún tenía mi sangre en su boca, y se divertía jugando conmigo, porque todo era obra suya. Tenía que serlo. Por eso, no pensé.

Adelante, ¡acaba con él!

Salí disparada hacia él con rapidez, como si me hubieran escupido con la rabia que mostraban todos mis movimientos. Hasta que no estuve sobre él, no dejé ver la gruesa rama caída que había cogido del suelo. Y, entonces, fui rápida... pero no certera. Se la hinqué en el pecho, pero lejos del corazón. Eso sólo le dolería, pero no lo mataría. ¡Estúpida, estúpida Alchemilla!

– Son tuyos, porque no son ellos. No lo son, ¿me oyes! Ellos están bien. Sí, ellos me esperan. Debo ir a buscarlos. Debo... ¿Quién demonios eres? – escupí, mirándolo con odio y evitando mirar a donde estaban mis herma... no. A donde estaban quienes fingían serlo. Sí, eso sí.

Vamos, Alchemilla, sólo un vistacito...

¡No! Me negaba a hacerlo, no quería darle el placer al chupasangre con un palo saliéndole del pecho. La imagen, en realidad, era incluso divertida. Parecía un dulce... un gran dulce cruel y amargo. No pude evitarlo: me eché a reír. El problema estaba en que mis carcajadas ocultaban un lamento terrible, la incertidumbre de no saber dónde estaban las únicas personas que me quedaban en el mundo. Y, como mirara a los niños que tanto se les parecían, acabaría perdida para siempre.
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