Retazos | Privado

por **Dulcie Sterling** Sáb Jul 07, 2012 1:49 am

El susurro del viento llegaba a sus oídos como una caricia. Una leve ventisca se colaba por las uniones del carruaje que la trasladaba. Dulcie iba envuelta en una mantilla tejida por sus propias manos. Peinaba una muñeca tan rubia como ella, le alisaba los pliegues del vestido, adecuaba sus volados y acomodaba los diminutos zapatitos. La levantó y la miró sonriendo, la devolvió a su regazo y le cambio el moño blanco del lado derecho al izquierdo. Volvió a observarla, con su boca torcida, ahora le gustaba más. La sentó en sus rodillas de frente a ella, era uno de los tantos regalos que aquel amable Monsieur Argeneau que ya no existía le había hecho. Su muñeca Monique, aquella que la acompañó durante su infancia, descansaba entre los estantes de su habitación. No le gustaba llevarla consigo a esa clase situaciones. Sophie, como era que se llamaba esa, era una de sus preferidas.

En momentos que su cabeza regresaba a la Tierra, era consciente de lo extraño que se veía que una mujer de su reputación adorara jugar con sus muñecas. Había aprendido a preservar a esa pequeña niña que habitaba dentro de ella, era lo único que nunca podrían robarle, de eso estaba segura. No era feliz con lo que hacía, pero ya llevaba tantos años, que había terminado acostumbrándose a que la situación no tenía retorno. Pero algo había sucedido que le había renovado las esperanzas…esas que se esmeraba en ocultar en los rincones más profundos de sus pensamientos, ya que no tenía la certeza, pero juraba que el señor Mikhail, podía meterse en su mente y hurgar en ella.

El coche se detuvo. Dulcie dejó a Sophie recostada sobre el asiento. Se puso los guantes blancos y esperó a que le abrieran la puertecilla. Cuando el chofer lo hizo, tomó su mano para que la ayudara a bajarse. La noche ya había cubierto por completo el cielo. Las estrellas fulguraban con su encanto, la luna estaba a la mitad. Con sus pies en el suelo, acomodó la pluma de su sombrero y se levantó el faldón del vestido verde pastel que llevaba puesto. El empleado acomodó el abrigo que cubría sus hombros, y le indicó que debía seguir el camino de tierra, que no iba caminar mucho, a juzgar porque se distinguía perfectamente la luz de la cabaña; además, le dijo que la esperaría allí, tenía órdenes de llevarla al Castillo de If una vez hubiera terminado ese servicio.

Hizo el recorrido con cuidado para que sus zapatos no se quedaran trabados. Quedó frente a la puerta, soltó el vestido y suspiró profundamente. No deseaba estar allí, la nota anónima pidiendo por ella la asustaba, últimamente, los clientes solían tratarla muy mal, se violentaban fácilmente. Quizá eran los tiempos turbulentos que se vivían en Europa que mantenía los ánimos agitados. Dio dos golpes en la madera para dar aviso de había llegado. Esos instantes que estuvo allí, miró a su alrededor. Los árboles se seguían unos a otros, ajenos a lo que acontecía en el berrinche de la ciudad, allí se respiraba paz, una paz que difícilmente se consiguiera en las calles parisinas, siempre atestadas de gente. Los aromas rústicos le fascinaban, y se mezclaban con su perfume dulce, haciéndole agradable la espera, relajando su rostro por completo, deseando pasear descalza por el pasto húmedo del rocío nocturno, recogiendo flores y riendo…junto a su hermano.

Escuchó pasos en el interior y se irguió, adoptando una actitud diferente, aunque nunca se alejaba completamente de esa niña que era, a pesar de sus veinticinco años. No entendía qué era lo que le fascinaba a tantos hombres de esa ingenuidad de su personalidad, de la inocencia de su rostro, de lo menudo de su cuerpo, de lo generoso de sus curvas. Simplemente, no alcanzaba a dimensionar la naturaleza salvaje de todos los seres, humanos y no humanos. Le daba tristeza creer que ya no quedaban sueños lindos en los inconscientes, que sólo había pesadillas y dolor, por eso, se esmeraba tanto en hacer sentir importantes a quienes estaban con ella, algunos lo apreciaban, otros no necesitaban ningún empujón. Ella aceptaba que su vida no era escrupulosa, pero había vivido y aprendido lo suficiente como para saber que todos merecían perdón, incluso, el mismísimo Tiberius. La puerta se abrió.

por **Larden** Dom Jul 15, 2012 12:48 am

"Como si llegaran a buen puerto/ mis ansias

Se encontró a si mismo reflexionando con extremada prolijidad mientras esperaba a su invitada. Hace tiempo que no lo hacía. Ese sentimiento no le gustaba, le parecía absurdo y un poco tonto, sobre todo si el objeto de sus pensamientos tenia curvas. No era que hubiera prometido privar su cabeza de la figura de otra mujer, nada tenia que ver con mantener sólo para Helena su corazón y su alma; pensar en su cuerpo a esta altura era simplemente discante. La verdad era que lo hacía sentir débil.

La cabaña donde había citado a Dulcie era un regalo, uno que se hizo a si mismo hace un par de meces después de que su dueño original fuera incapaz de llamarse así. Era un pequeño pedazo de terreno en medio del bosque, no era nada ostentoso pero era acogedor. En su interior había una pequeña chimenea, un par de sillones que habían sido traídos de Inglaterra y una pequeña banqueta de colores claros y, suave como la tierra cuando esta húmeda. Tenia un solo dormitorio pero con todo lo necesario para que fuera uno decente. Ademas de todo eso, una modesta, pero bien abastecida cantinera, terminaba por darle ese toque necesario para que cualquier hombre se sintiera como en casa.

James le había achacado su, recientemente acrecentada actividad neuronal, a la espera. Sabia de antemano que solo existía un camino para llegar hasta aquí y, que no era precisamente el más fácil de recorrer, sobre todo para un carruaje. Hacía 20 minutos que había escuchado las ruedas de uno a un par de kilómetros de distancia, si una de las cualidades de Dulcie, o de quien fuera que hubiese recibido la carta citándola, era la puntualidad el sonido de ese carruaje anunciaba su llegada. Como no sentía la necesidad de corroborarlo, decidió tomar una botella de whisky, hubiese sido una muy agradable sorpresa que fuera americano pero en su lugar tuvo que conformarse con el de producción nacional, en realidad no era tan malo, siempre había preferido cualquier otro tipo de whisky sobre el original escoces.

Sabia que no podía alcoholizarse tan rápido, no era por la bebida o por su ritmo, la realidad era que su organismo no lo dejaba, ademas de las habilidades aumentadas, propias de un ser como él, sus capacidades orgánicas estaban alteradas también, procesaba el alcohol más rápido de lo que lo haría un humano normal y su sangre se mantenía libre por más tiempo. Con eso en su consciente bebió directamente de la botella con sumo jubilo, disfrutaba su sabor pero sobre todo su aroma, no importaba su calidad o proceso de destilación, siempre podía percibir ese aroma entre madera y melaza.

La espera estaba por terminar y James seguía pensando en ella, no la tenia en mente con añoranza ni con deseo, no del todo, en realidad pensaba que tenia ella, ella particularmente, para hacer que él se tomara el tiempo de pactar una cita y de asistir puntualmente a la misma. Si bien ella era naturalmente y particularmente difícil de olvidar, lo seria para cualquiera con una mínima idea de la belleza y del deseo, eso no era lo que la mantenía sus pensamientos esa noche, fuese su aroma que, ahora sabia, le recordaba al whisky o su voz; agradable, profunda, vibrante, casi melodiosa, o tal vez sus ojos; la forma en la que miraba o cuando no lo hacia, fuese cualquiera de esas cosas, ninguna lo hacia pensar en ella, como lo que hasta ahora no había podido descifrar. No tener la respuesta le disgustaba, pero lo consolaba saber que si bien no sabia la respuesta, no era porque no pudiese descifrarla, si no porque no tenia la información necesaria. Parte de ahora ella se dirigiera a esa pequeña cabaña era porque James quería saber qué tenia ella que lo hacia pensarla, no todo el tiempo, ni con frecuencia, pero lo suficiente como para dibujar una sonrisa en su rostro al escuchar que llamaba a la puerta. Abrió la puerta suavemente

- Pareces preocupada - le dijo después de estar mirándola por unos segundos, sabia de antemano que ella lo estaba, se había percatado que ella se había tomado su tiempo frente a la puerta antes de tocar. Espero para hablarle, así ella podía estar segura de quien era él, y también, esperaba, se sintiera más relajada.

- Entra, te congelaras ahí afuera, ... - se aparto de la puerta para dejarla entrar.

por **Dulcie Sterling** Dom Jul 15, 2012 11:53 pm

No parecía la niña indefensa, ni tampoco el pobre corderito. Había comprendido, con el tiempo, que el cuerpo hablaba por ella misma, y que si mostraba inseguridad, todo sería peor. Cuando llegaba la hora de convertirse en aquella mujer que no deseaba ser, no se sentía ella misma, era como si esa Dulcie que era dentro del Castillo de If, encerrada en su habitación, jugando con sus muñecas, dejara de existir, para darle paso a esa joven que explotaba su sensualidad y su cuerpo curvilíneo para dar placer, sólo concentrada en ese objetivo. Se preguntaba si disfrutaba, si deseaba, si se excitaba, y la respuesta era vaga, remota, indescifrable… Qué gran sorpresa se llevó al ver quién estaba del otro lado de la puerta, no esperaba que fuera él el que había convocado su presencia. Se relajó, sus músculos ya no estaban tensionados, y pudo sonreír con sinceridad, y no con aquella frivolidad ensayada que caracterizaba a las mujeres que ejercían de prostitutas. Se corrió tímidamente un bucle que le molestaba en la frente y contestó.

— ¿Preocupada? —Negó con su cabeza varias veces—sólo por el clima —respondió con amabilidad. —Si, todavía soy de las que prefieren el clima estival —su voz sonó con simpatía— Permiso —fue su última palabra antes de ingresar.

Cuando pasó por el lado de Larden, sintió su aroma a whisky mezclado con lo rústico de su personalidad y la madera de la cabaña. Dentro, el ambiente era acogedor, la chimenea chispeaba con insistencia, pensó que habría agregado leños hacía pocos minutos. La madera chilló levemente con su caminata tranquila hacia uno de los sillones, parada frente a el, se quitó la mantilla que cubría sus hombros, la dejó sobre el respaldar, y apoyado en éste, el bolso. Giró lentamente para echarle un vistazo a la decoración, sencillo, masculino, aunque pulcro y ordenado. Luego, lo miró con intensidad, él le agradaba, se habían cruzado por casualidad en el burdel un par de veces, ella conocía algunos trozos de su historia, muy triste por cierto, y a pesar de haberse comprometido en ayudarlo con su tarea, no había tenido mucho éxito en la colaboración, era sumamente despistada e ingenua como para tomar nota de mensajes entre líneas o cifrar conexiones que a simple vista no se conseguían. Se había sentido bastante inútil en las ocasiones en que James le había preguntado si había obtenido algún dato que podía servirle de utilidad y ella contestaba que no.

—No sabía que tenías un sitio como éste donde refugiarte, es encantador —comentó al pasar y se dirigió hacia donde se encontraba el whisky, contorneando las caderas con naturalidad. Tomó la botella, sirvió un poco en cada vaso y luego se acercó a él para entregarle el que le correspondía —Toma —le dio un pequeño trago a su bebida— No será escocés, pero es bueno —pensó en voz alta. Tantos años compartiendo el lecho con hombres y no hombres de todo tipo, le habían enseñado ciertas cosas sobre el gusto del sexo opuesto —Brindemos —hizo una breve pausa— por éste reencuentro —chocó su vaso con el de él y volvió a beber.

Una vez más, volteó, y siguió recorriendo la pequeña morada. Su perfume dulce se iba impregnando en el ambiente. Se dirigió hacia los sillones y se apoyó en el respaldo del mismo donde estaban sus pertenencias e hizo girar un par de veces el poco contenido que quedaba en el recipiente, para luego darle un último trago. No le gusta beber, pero la desinhibía y la ayudaba a creerse ese personaje que no la divertía, pero que la ayudaba a jugar. Hubiera querido poder ser sincera con él, pero sólo había dos personas en el mundo con las cuáles lo conseguía, con las cuáles no podía fingir, simplemente, porque uno era imposible de engañar y otro, porque lo adoraba demasiado como para intentar hacerlo; y a pesar de ello, nunca podía dejar de lado la ternura congénita que la caracterizaba, remotamente, recordaba que su padre le decía que tenía la misma personalidad de su difunda madre. James Larden era mucho más alto que ella, también atractivo y enigmático, Dulcie sospechaba que su naturaleza no era completamente humana, no sólo su instinto se lo decía, si no, también, la experiencia. Un vampiro no era, seguro. A ellos los reconocía a leguas, y tampoco había intentado alimentarse de su sangre. Pero sospechaba que un lado suyo era salvaje, su mirada de fuego se lo transmitía.

—Admito que me has dado una gran sorpresa. Pensé que no te vería más —lo dijo con franqueza. Hacía bastante tiempo que no volvía al burdel, sin embargo, le hacían llegar las peticiones al Castillo de If. Argeneau no perdería la oportunidad de obtener dinero.

por **Larden** Dom Oct 07, 2012 12:49 am

como si hubiera donde/ hacerse fuerte,
como si hubiera por fin/ destino para mis pasos…

Desde el mismo momento en el que ella entro a la cabaña, James solo pudo atinar a observarle, así, muy temprano en su metamorfosis, él pudo descifrarla. Si bien reconocía que la chica era hábil y sabia jugar este juego, seguramente a base de pasar por un par de malos ratos que al final se convirtieron en aprendizajes, - por cierto aunque no lo mencionara nunca éste pensamiento fue particularmente mal acogido por el estomago de James, sentía, a pesar de todo, cierta renuencia ante la idea de maltratar a una mujer - pudo notar sin mayor dificultad como Dulcie adoptaba su papel, le resulto de cierta forma encantador, trato de no mostrarse de esa forma con ella mientras la dejaba terminar su acto, aunque inevitablemente una pequeña sonrisa, que también logro dibujar un par de arrugas en los costados de sus ojos, logro escapar de tan afable intento por no arruinar el momento pero que logro contener de inmediato. Estaba seguro que si ella lo hubiese descubierto hubiera preguntado y él con sinceridad no tendría una respuesta que no fuese la verdad, la cual era que estaba encantado con ella.

Al final logro reponerse, respiro hondo aprovechando que ella habíase alejado un poco para, saber luego, que tomaría la botella y serviría dos tragos. Con una expresión más relajada, pasado ya la primer reacción que provocaba volver a verla después de un largo tiempo, tomo el trago que Dulcie le ofrecía, se crispo un poco por su comentario sobre el whisky pero pensó luego que quizá en alguna otra ocasión tendría a bien hacerla caer en su error. Y continúo observándola en silencio.

Un tanto ya, por demás evidente, le resultaba su pequeño acto, causa de muy pocas razones era que alguien agitara su vaso de la forma en la que ella lo hizo, y todas en realidad conducían a lo mismo; deseos de embriagarse. Le hubiera comentado que si bien, él se había tomado la molestia para hacerla traer hasta ahí, donde a casi nadie veía y donde tantas veces se sintió seguro después de las noches de luna llena, no era precisamente para que terminaran embriagándose y en la cama, para eso estaba el burdel, pero intuyo que si lo hacia podría obtener un efecto no deseado en ella, podría quizá orillarla más hacia su papel en el burdel y menos hacia el que él buscaba esa noche, a la otra Dulcie; confiado no solo de que existía sino también de que lograría encontrarla.

Habiendo finalmente, Dulcie, terminado con su paseo, James diviso lo que parecía ser un ápice de lo que buscaba, por unos cuantos segundos después de ver su vaso vacío noto a Dulcie un tanto distante, se alejó por unos cuantos segundos, que quizá le parecieron horas de aquella cabaña y se transporto a otro lugar, él por su parte al observarla deseo saber que estaba pensando, y por unos instantes pareció adoptar la misma postura que su acompañante hasta que esta lo hizo salir del trance con una pregunta.

—Admito que me has dado una gran sorpresa. Pensé que no te vería más —

— No entiendo por qué pensaste que no habrías de verme de nuevo — le dijo con sinceridad — Si bien nuestros encuentros nunca han tenido una razón de ser y nunca fueron tan recurrentes, siempre he regresado a ti — en ese momento algo vino a la mente de James y se pudo notar por la pausa que hizo — Sera acaso que en lugar de eso es más bien que me has extrañado — añadió después de la pausa con una sonrisa en el rostro, de esas pocas que solo ella era capaz de causar.

La verdad era que James había adoptado ahora su papel, si bien nunca se mostró con Dulcie más que como James Larden, el vago detective que busca venganza por sobre todo, esa noche decidió poner en practica esas habilidades.

— No respondas, solo estoy jugando contigo, la verdad es que, yo también pensé que no volvería a verte. No es que no te haya buscado, es que he estado ocupado - comento mientras caminaba hacia ella — Pero si no te importa no quisiera hablar de ello ahora, ahora mismo solo me apetece una cosa — añadió al tiempo que había recorrido ya todo el camino que los separaba y tomándola de la mano la tenia ahora de pie frente a el mientras él jugaba con su cabello — Veo que tenias razón sobre el clima — le dijo al sentir su tacto un tanto frio — ¿Por qué no te acercar al fuego? — pregunto — Ven, vamos — le dijo mientras la tomaba ahora de ambas manos y la hacía caminar hacia el fuego cogiendo en el camino la botella de whisky.

Cuando estuvo ahí hizo girar el cuerpo de Dulcie de tal forma que ella quedara de espaldas, y frente al fuego y él detrás suyo aun sosteniendo sus manos pero ahora apoyadas sobre la cintura de ella y de tal forma que estas quedaran cruzadas como si de un abrazo se tratase.

— Esta noche puedes estar tranquila, hoy no te preguntare sobre mí y mi caso, esta noche... simplemente somos tu y yo — le susurro al oído mientras apoyaba la barbilla en su cuello, incluso podía escuchar el rozar de su barba contra su delicada piel — Solo tu y yo — esa ultima frase fue lenta y se acompañó luego por los labios de James que comenzaron a recorrer su cuello pasando por detrás de su oreja y regresando de nuevo.

Aun es ese juego de sus labios James tomo la botella de whisky que sostuvo todo el tiempo con su mano y la arrojo al fuego. El alcohol de la botella ardió de inmediato y el estallido del vidrio hizo un gran estruendo. Y James apenas estaba comenzando.

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