AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
La Piedra de Scone [Macinorsair]
+9
Béla Bucur
Zeena Macarthur
Travis Belmont
Verónica Franco
Marianne Cromwell
Kareck Cromwell
Virginia Cromwell
Vincent Cromwell
Victoria Cromwell
13 participantes
Página 1 de 1.
La Piedra de Scone [Macinorsair]
=)
Última edición por Victoria Cromwell el Lun Sep 10, 2012 7:45 pm, editado 1 vez
Victoria Cromwell- Realeza Escocesa
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 06/05/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
Finalmente se llegaba al punto intermedio en nuestro camino de un matrimonio sin consumar, habían pasado ya algunos años luego de la unión entre la reina sólo por nombre Victoria, Sin embargo, lo que estaba dentro de mis manos darle a ella, era el transmitirle un reinado limpio y prodigio, lo que desde su arribo al Castillo de Edimburgo se estaba haciendo difícil, puesto que la oposición a su legado no eran hombres comunes, sino la familia con la que compartía más allá de la sangre. Bajo la presión de no poderle coronar con los meritos que concedían un matrimonio, Victoria debía demostrar ser acreedora de la corona, algo muy poco visto en las monarquías, pero ganarse al pueblo Escocés, era una tarea difícil, ver por sus necesidades y la aceptación del mismo resultaba una situación hasta cierto punto determinante; no podía coronar a una reina dónde la mitad de la gente le odiase o le viese como impropia para el trono.
Pese a las dificultades mostradas, dónde una familia ambiciosa y condenada a seguir los pasos de nuestros antecesores, Victoria surgió de entre el violento mar, situándose en la cumbre más alta de la fe con las banderas alzadas en su máximo esplendor. Conquistó gran parte de los hombres y mujeres escoceses, el nombre de la reina apaciguaba los espíritus de los mortales y los llevaba a creer que serian representados de forma honesta.
Los preparativos en el Castillo de Edimburgo llegaban a su fin, los últimos retoques del lugar eran los hermosos candelabros que pendían del techo y otros tantos que adornaban las paredes de la habitación. Ahí entre filas permanecían las banderas con los escudos de las familias que se unían en el acto que le llevaba hasta ahí: Los O’ Riordan y Los Cromwell. A simple vista lucia espectaculary pulcro para la ocasión, todos y cada uno de los detalles eran cuidados por quienes tenían la obligación de arreglar el salón principal, en la cúspide del recinto sobre tres escalones permanecían los tronos de los reyes, en dónde se habían sentado monarcas justos e ingobernables más que por el pueblo de Escocia, debajo, en uno de ellos lucia intacta la piedra de Scone, empleada en todas las ceremonias de coronación de los reyes de Escocia, una reliquia muy particular con bastante importancia para la cultura de las tierras altas. Como último detalle al fondo de aquella habitación se alzaba el escudo principal de la monarquía.
Ceremonia de Coronación
Aquella noche importantes personalidades acudían a una de las ceremonias más importantes de todos los reinos en Europa, desde reyes hasta barones se vestían de gala para presenciar la ceremonia de Coronación de Victoria, todos ellos, diferían en opiniones respecto a la nueva gobernante, pero sólo existía una constante y esa era que la reina seria coronada por Dios mismo.
Para esa ocasión mi vestimenta era pesada y hasta incomoda por momentos, aunque estaba acostumbrado a lucir de esa manera, mi incomodidad no radicaba en lo justo de un pantalón, en una corona o de una túnica real, sino más bien en las miradas acusadoras de una familia que no permitían la coronación pero que acataban las ordenes de su soberano pese a todo. Me enfrentaría al mundo que conocía por brindarle el derecho por matrimonio a la reina ¿Seria la indicada después de todo?, nuestra unión se veía beneficiada por su monopolio en armas, pero no en materia de afecto, era fría y en ocasiones hasta distante. Una Reina para mi gusto debía ser todo lo contrario con su Rey.
-Su majestad, todo está listo, los invitados finalmente han llegado en su totalidad, sólo usted falta para poder dar inicio a la coronación, al Abad ha llegado también y se encuentra en la espera a su arribo- fueron las palabras que interrumpieron la meditación que tenia frente al espejo, mis ojos se dirigieron hasta el muchacho alineado con ropas de gala, el mozo hizo una reverencia al verme y espero indicaciones de mi parte –Adelántate y anuncia mi llegada, no quiero que exista ningún problema, si llegase a haber alguno que interrumpa la ceremonia, no habrá piedad ni contemplación, rodaran sus cabezas, pues mi reina no merece tales desplantes ¿Entendido?- dicté con sabiduría, a lo que el joven realizó nuevamente otra reverencia aceptando mi mandato para salir de la habitación, siguiéndolo me dispuse a tomar mi lugar en el evento.
El mozo siguió su camino y se apresuró a mis pasos tomándome ventaja para anunciar mi llegada, a lo lejos alcance a oler la cera de las velas, así como el incienso que desprendían otros perfumes, al llegar a la habitación, las trompetas de la guardia real sonaron al unísono celebrando mi llegada, eran notas altas y estruendosas –sentí como si fuese la primera vez que me parase en ese lugar- al pasar por la alfombra rumbo al trono en la cima, con mi característico porte altivo en el que se denotaba la seriedad de rostro inquebrantable contemple a mi alrededor. Observando meticulosamente a todos de pie, alcance a visualizar de reojo mientras caminaba las presencias que había solicitado para la ocasión tiempo atras; mi hermano el príncipe Valentine fruncía el seño moderadamente, El rey Viktor Vladislav y su esposa la Reina Ileana me obsequiaron una mirada cómplice, la princesa de Castilla; Marianne aguardaba con la tierna sonrisa que le caracterizaba, los futuros Condes y Duques de Escocia mantenían la calma tan sólo observando lo que sucedía, así como El Barón de dicho lugar había sido invitado, todas las casas reales de Escocia cumplían como era debido. Ahora cada uno de ellos daban fe a la entidad que gobernaría al pueblo de Escocia, mi único temor era el que la misma Reina llegase hasta nosotros con bien.
Pese a las dificultades mostradas, dónde una familia ambiciosa y condenada a seguir los pasos de nuestros antecesores, Victoria surgió de entre el violento mar, situándose en la cumbre más alta de la fe con las banderas alzadas en su máximo esplendor. Conquistó gran parte de los hombres y mujeres escoceses, el nombre de la reina apaciguaba los espíritus de los mortales y los llevaba a creer que serian representados de forma honesta.
Los preparativos en el Castillo de Edimburgo llegaban a su fin, los últimos retoques del lugar eran los hermosos candelabros que pendían del techo y otros tantos que adornaban las paredes de la habitación. Ahí entre filas permanecían las banderas con los escudos de las familias que se unían en el acto que le llevaba hasta ahí: Los O’ Riordan y Los Cromwell. A simple vista lucia espectaculary pulcro para la ocasión, todos y cada uno de los detalles eran cuidados por quienes tenían la obligación de arreglar el salón principal, en la cúspide del recinto sobre tres escalones permanecían los tronos de los reyes, en dónde se habían sentado monarcas justos e ingobernables más que por el pueblo de Escocia, debajo, en uno de ellos lucia intacta la piedra de Scone, empleada en todas las ceremonias de coronación de los reyes de Escocia, una reliquia muy particular con bastante importancia para la cultura de las tierras altas. Como último detalle al fondo de aquella habitación se alzaba el escudo principal de la monarquía.
Ceremonia de Coronación
Aquella noche importantes personalidades acudían a una de las ceremonias más importantes de todos los reinos en Europa, desde reyes hasta barones se vestían de gala para presenciar la ceremonia de Coronación de Victoria, todos ellos, diferían en opiniones respecto a la nueva gobernante, pero sólo existía una constante y esa era que la reina seria coronada por Dios mismo.
Para esa ocasión mi vestimenta era pesada y hasta incomoda por momentos, aunque estaba acostumbrado a lucir de esa manera, mi incomodidad no radicaba en lo justo de un pantalón, en una corona o de una túnica real, sino más bien en las miradas acusadoras de una familia que no permitían la coronación pero que acataban las ordenes de su soberano pese a todo. Me enfrentaría al mundo que conocía por brindarle el derecho por matrimonio a la reina ¿Seria la indicada después de todo?, nuestra unión se veía beneficiada por su monopolio en armas, pero no en materia de afecto, era fría y en ocasiones hasta distante. Una Reina para mi gusto debía ser todo lo contrario con su Rey.
-Su majestad, todo está listo, los invitados finalmente han llegado en su totalidad, sólo usted falta para poder dar inicio a la coronación, al Abad ha llegado también y se encuentra en la espera a su arribo- fueron las palabras que interrumpieron la meditación que tenia frente al espejo, mis ojos se dirigieron hasta el muchacho alineado con ropas de gala, el mozo hizo una reverencia al verme y espero indicaciones de mi parte –Adelántate y anuncia mi llegada, no quiero que exista ningún problema, si llegase a haber alguno que interrumpa la ceremonia, no habrá piedad ni contemplación, rodaran sus cabezas, pues mi reina no merece tales desplantes ¿Entendido?- dicté con sabiduría, a lo que el joven realizó nuevamente otra reverencia aceptando mi mandato para salir de la habitación, siguiéndolo me dispuse a tomar mi lugar en el evento.
El mozo siguió su camino y se apresuró a mis pasos tomándome ventaja para anunciar mi llegada, a lo lejos alcance a oler la cera de las velas, así como el incienso que desprendían otros perfumes, al llegar a la habitación, las trompetas de la guardia real sonaron al unísono celebrando mi llegada, eran notas altas y estruendosas –sentí como si fuese la primera vez que me parase en ese lugar- al pasar por la alfombra rumbo al trono en la cima, con mi característico porte altivo en el que se denotaba la seriedad de rostro inquebrantable contemple a mi alrededor. Observando meticulosamente a todos de pie, alcance a visualizar de reojo mientras caminaba las presencias que había solicitado para la ocasión tiempo atras; mi hermano el príncipe Valentine fruncía el seño moderadamente, El rey Viktor Vladislav y su esposa la Reina Ileana me obsequiaron una mirada cómplice, la princesa de Castilla; Marianne aguardaba con la tierna sonrisa que le caracterizaba, los futuros Condes y Duques de Escocia mantenían la calma tan sólo observando lo que sucedía, así como El Barón de dicho lugar había sido invitado, todas las casas reales de Escocia cumplían como era debido. Ahora cada uno de ellos daban fe a la entidad que gobernaría al pueblo de Escocia, mi único temor era el que la misma Reina llegase hasta nosotros con bien.
Vincent Cromwell- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 97
Fecha de inscripción : 23/04/2012
Localización : Escocia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
El rey de Escocia marchaba a la ceremonia de coronación, y para combatir con las discrepancias de la familia había apellidado en son de su soberanía a todo lo más florido de la nobleza de su reino. Las silenciosas calles de Edimburgo habían resonado noche y día con el marcial rumor de los tambores y los clarines como preludio de la especial situación que se viviría esta noche.
Y ya en la morisca puerta del castillo, ya en la de la ciudad, o en la embocadura de un antiguo puente, no pasaba hora sin que se atendiese el ronco grito de los vigilantes, anunciando la llegada de algún caballero o damisela que, precedidos de su pabellón señorial y seguidos de carrosas y peones, venían a reunirse al grueso de la congregación.
Como no podía ser menos, yo también me encontraba entre la multitud y la algarabía del alcázar. Vistiendo mis más espléndidos hábitos de lujosa confección y pedrería; junto a mi hermano aguardábamos allí, expectantes; éste, con su típica clara expresión de poca importancia ante los demás; yo, con un gesto inconfundible de desprecio hacia los que consagraban al sitial real vacío que debería acompañar a más tardar la noche al rey. Así que siendo testigos de la profanación del apellido y la sangre debíamos guardar silencio, sin derecho a pelear por nuestro nombre y observar como inútiles esclavos.
Mas entre esta fachada de aparente juventud radiante y asombrosa, que los más ancianos de los nuestros observaban desfilar con una estúpida sonrisa de gozo, sentados en los altos tronos que rodeaban el estrado real, lo único que era capaz de robar mi atención por escasos segundos, y por su embriagadora presencia, era un hombre, el príncipe; campeón de todos los torneos y las cortes de amor de la época, cuyos ojos había adoptado yo por emblema en lo más secreto de mi corazón; y cuyo encanto era asunto de la copia de los poetas más versados de la corte.
Siendo él dueño de la paz que solo podía hallar cuando nos hacíamos a un lado de los modos nobles, y cuando nos escabullimos por los pasillos de las más grandes galerías para descargarnos en un apasionado frenesí. Me propuse a disipar mi frustración y mi odio hacia la familia O'Riordan aunque sea mientras lo observaba y mi mente fantaseaba con un nuevo encuentro furtivo, creo que nuestras miradas se encontraron por un instante pero la apartó sin reparo como si nunca hubiera sucedido nada, no podía quejarme, así era él quien desconocía la naturaleza de mis sentimientos.
Y Entre los que asistían, estaban los que pasaban a formar el séquito de patéticos vasallos de Victoria, que tal era el nombre de esta celebrada mujer, a pesar de su carácter arrogante y orgulloso, que no flaqueaban jamás en sus anhelos; y éste, animado con una sonrisa que había creído predecir en sus labios; aquél, con una mirada piadosa que juzgaba haber sorprendido en sus ojos; el otro, con una palabra halagüeña, un finísimo favor o una promesa remota, cada cual esperaba con ansias ser el preferido por la futura reina.
Momentos más tarde volvieron a resonar las trompetas, pero esta vez con una distinta entonación, que sonando a la par de los anunciantes, promulgaban la llegada del monarca del reino. Vincent hacía aparición en la escena con sus mejores galas y con paso altivo y majestuoso. Parecía nervioso y hasta pude adivinar en sus labios cierta alegría, verlo de esta forma me producía dos sentimientos diametralmente opuestos, pues por un lado no podía evitar sentir contento por la propia felicidad que parecía irradiar de su rostro; por el otro, sabiendo quien hacía usufructo de dicho goce me generaba unas incontrolables nauseas.
Entre tambores y el bullicio de la gente codeé a Kareck quien se encontraba muy cerca de mí, y por lo bajo procurando que nadie oyese le comenté - ¿Puedes creer toda esta farsa?, Me provoca urticaria. - le dije muy cerca de su oído. No estaba segura si mi mellizo compartía los mismos sentimientos que yo hacia la ocasión, sin embargo fui incapaz de seguir reprimiéndolos, y como si ello fuera garante de algo tomé el coraje suficiente para decírselo, buscando en él algo de complicidad.
Por vez primera hice uso de mi entera confianza en él al tomar tal audaz jugada, tenía por sabido que mi hermano no era de las personas que les interesaba andarse por los pasillos recolectando chismes, por lo cual callé antes de ponerme a hacer comentarios despectivos sobre los O’Riordan - que ganas no me faltaban - guardando las apariencias y esperando a que éste no hallase el comentario como una falta de respeto a la familia. Pero aunque él discrepara conmigo tachándome de traicionera, creo que ello no cambiaria jamás que deseara en este momento con todas las facultades de mi alma que algo o alguien acabase con ésta asquerosa reunión que celebraban la coronación de una reina impura.
Y ya en la morisca puerta del castillo, ya en la de la ciudad, o en la embocadura de un antiguo puente, no pasaba hora sin que se atendiese el ronco grito de los vigilantes, anunciando la llegada de algún caballero o damisela que, precedidos de su pabellón señorial y seguidos de carrosas y peones, venían a reunirse al grueso de la congregación.
Como no podía ser menos, yo también me encontraba entre la multitud y la algarabía del alcázar. Vistiendo mis más espléndidos hábitos de lujosa confección y pedrería; junto a mi hermano aguardábamos allí, expectantes; éste, con su típica clara expresión de poca importancia ante los demás; yo, con un gesto inconfundible de desprecio hacia los que consagraban al sitial real vacío que debería acompañar a más tardar la noche al rey. Así que siendo testigos de la profanación del apellido y la sangre debíamos guardar silencio, sin derecho a pelear por nuestro nombre y observar como inútiles esclavos.
Mas entre esta fachada de aparente juventud radiante y asombrosa, que los más ancianos de los nuestros observaban desfilar con una estúpida sonrisa de gozo, sentados en los altos tronos que rodeaban el estrado real, lo único que era capaz de robar mi atención por escasos segundos, y por su embriagadora presencia, era un hombre, el príncipe; campeón de todos los torneos y las cortes de amor de la época, cuyos ojos había adoptado yo por emblema en lo más secreto de mi corazón; y cuyo encanto era asunto de la copia de los poetas más versados de la corte.
Siendo él dueño de la paz que solo podía hallar cuando nos hacíamos a un lado de los modos nobles, y cuando nos escabullimos por los pasillos de las más grandes galerías para descargarnos en un apasionado frenesí. Me propuse a disipar mi frustración y mi odio hacia la familia O'Riordan aunque sea mientras lo observaba y mi mente fantaseaba con un nuevo encuentro furtivo, creo que nuestras miradas se encontraron por un instante pero la apartó sin reparo como si nunca hubiera sucedido nada, no podía quejarme, así era él quien desconocía la naturaleza de mis sentimientos.
Y Entre los que asistían, estaban los que pasaban a formar el séquito de patéticos vasallos de Victoria, que tal era el nombre de esta celebrada mujer, a pesar de su carácter arrogante y orgulloso, que no flaqueaban jamás en sus anhelos; y éste, animado con una sonrisa que había creído predecir en sus labios; aquél, con una mirada piadosa que juzgaba haber sorprendido en sus ojos; el otro, con una palabra halagüeña, un finísimo favor o una promesa remota, cada cual esperaba con ansias ser el preferido por la futura reina.
Momentos más tarde volvieron a resonar las trompetas, pero esta vez con una distinta entonación, que sonando a la par de los anunciantes, promulgaban la llegada del monarca del reino. Vincent hacía aparición en la escena con sus mejores galas y con paso altivo y majestuoso. Parecía nervioso y hasta pude adivinar en sus labios cierta alegría, verlo de esta forma me producía dos sentimientos diametralmente opuestos, pues por un lado no podía evitar sentir contento por la propia felicidad que parecía irradiar de su rostro; por el otro, sabiendo quien hacía usufructo de dicho goce me generaba unas incontrolables nauseas.
Entre tambores y el bullicio de la gente codeé a Kareck quien se encontraba muy cerca de mí, y por lo bajo procurando que nadie oyese le comenté - ¿Puedes creer toda esta farsa?, Me provoca urticaria. - le dije muy cerca de su oído. No estaba segura si mi mellizo compartía los mismos sentimientos que yo hacia la ocasión, sin embargo fui incapaz de seguir reprimiéndolos, y como si ello fuera garante de algo tomé el coraje suficiente para decírselo, buscando en él algo de complicidad.
Por vez primera hice uso de mi entera confianza en él al tomar tal audaz jugada, tenía por sabido que mi hermano no era de las personas que les interesaba andarse por los pasillos recolectando chismes, por lo cual callé antes de ponerme a hacer comentarios despectivos sobre los O’Riordan - que ganas no me faltaban - guardando las apariencias y esperando a que éste no hallase el comentario como una falta de respeto a la familia. Pero aunque él discrepara conmigo tachándome de traicionera, creo que ello no cambiaria jamás que deseara en este momento con todas las facultades de mi alma que algo o alguien acabase con ésta asquerosa reunión que celebraban la coronación de una reina impura.
Virginia Cromwell- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 06/05/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
Un evento lleno de gente que en busca de poder trata de agradar a la realeza, todos son iguales a los ojos de Kareck que únicamente admira con una sonrisa el ajetreo de los empleados, así como de los invitados que pocas veces tienen oportunidad de estar tan cerca de tan distinguidos personajes de los que él forma parte, aunque en muchas ocasiones deseó que eso no fuera así…
Sí, el tiempo parecía lento aun cuando todos se movían con rapidez, buscando la perfección en cada sonido, cada adorno y cada detalle, una armoniosa unión es lo que se veía en los rincones del lugar…
- Es una experiencia interesante, no, Victoria es una mujer interesante… Después de todo ha cautivado a Vincent…
Responde seco y suave a los comentarios de Virginia, manteniendo en todo momento esos ojos curiosos en la escena que lo inunda de cierta tensión y al mismo tiempo excitación, pues la mayoría de los Cromwell repudian aquella unión y como uno de ellos tal vez debería sentir lo mismo; Sin embargo, eso no sucede con él, ya que pocas veces sucede un matrimonio entre nobles y plebeyos, si, Victoria solo es una plebeya que ha alcanzado el poder con esfuerzo, uno que ninguno de los integrantes del círculo real ha tenido que cruzar…
“Una mujer que nació para ser reina, aun cuando no tiene sangre real… Que persona más afortunada, aunque quizá aun no conoce las desventajas de formar parte de los Cromwell…”
Medita con una mueca de cierto gusto, algo que no se ve comúnmente en él y que muchos podrían pensar que en verdad se encuentra feliz por la unión de su primo con una mujer que solo tiene dinero y suerte.
Ahora lo único que queda es mantenerse firme y altivo, mostrando el porte de un Duque cuyo poder se refleja en un atuendo elegante y costoso, dentro del cual siempre resalta el bastón que heredó de su padre y que casi siempre lleva, pues lo luce como un complemento del anillo que lleva en la mano en la que lo sostiene…
Una ceremonia que sin duda cambiara la relación de una familia y de un país, algo que debe observar con detenimiento, pues no siempre se presentan tales condiciones…
Sí, el tiempo parecía lento aun cuando todos se movían con rapidez, buscando la perfección en cada sonido, cada adorno y cada detalle, una armoniosa unión es lo que se veía en los rincones del lugar…
- Es una experiencia interesante, no, Victoria es una mujer interesante… Después de todo ha cautivado a Vincent…
Responde seco y suave a los comentarios de Virginia, manteniendo en todo momento esos ojos curiosos en la escena que lo inunda de cierta tensión y al mismo tiempo excitación, pues la mayoría de los Cromwell repudian aquella unión y como uno de ellos tal vez debería sentir lo mismo; Sin embargo, eso no sucede con él, ya que pocas veces sucede un matrimonio entre nobles y plebeyos, si, Victoria solo es una plebeya que ha alcanzado el poder con esfuerzo, uno que ninguno de los integrantes del círculo real ha tenido que cruzar…
“Una mujer que nació para ser reina, aun cuando no tiene sangre real… Que persona más afortunada, aunque quizá aun no conoce las desventajas de formar parte de los Cromwell…”
Medita con una mueca de cierto gusto, algo que no se ve comúnmente en él y que muchos podrían pensar que en verdad se encuentra feliz por la unión de su primo con una mujer que solo tiene dinero y suerte.
Ahora lo único que queda es mantenerse firme y altivo, mostrando el porte de un Duque cuyo poder se refleja en un atuendo elegante y costoso, dentro del cual siempre resalta el bastón que heredó de su padre y que casi siempre lleva, pues lo luce como un complemento del anillo que lleva en la mano en la que lo sostiene…
Una ceremonia que sin duda cambiara la relación de una familia y de un país, algo que debe observar con detenimiento, pues no siempre se presentan tales condiciones…
Kareck Cromwell- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 29/05/2012
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
Una línea se traspasa, el futuro dirá si el paso fue correcto.
O no.
O no.
Una semana atrás.
Marianne suspiró llevándose una mano a la sien, sentada, no, más bien echada en el sillón al tiempo que sus ojos se fijaban en la manera en que el vestido tipo imperio se envolvía. Eso de las coronaciones no eran más que una piedra en el zapato y la española tomó una copa de vino blanco para beber un pequeño trago. Lo necesitaba. Sus ojos volvieron a la magnífica tela de satén adornada por flecos dorados en los extremos de la falda y bordados a mano por diez de sus empleadas formando perfectas figuras, hilos de oro sujetando pequeñas filigranas de plata entrelazadas que brillaban de una forma estupenda con el sol y diferente con la luz de las velas. Luego, la hermosa capa roja de terciopelo y un borde de piel, un gusto de la reina que a la diseñadora había incordiado porque era de armiño, una añadidura que llegó tras el diseño y en cajas con las pieles en perfecto estado de conservación. Aún recordaba su expresión de extrañeza porque la capa sólo era de terciopelo rojo y en el fondo blanco según los primeros diseños, hasta que el saber lo que en sus manos tenía le contrajo el estómago y la obligó a salir de ahí al servicio para vomitar. En sus creaciones no contemplaba una barbaridad así, jamás procuró el daño a las especies, pero estuvo obligada a utilizarlos cuando la reina puso el grito en el cielo en el instante en que supo que Marianne no estaba de acuerdo. Presionada, la Princesa cerró los ojos y se dejó aconsejar por una de sus primas, si ya estaban ahí las pieles, al menos darles un uso o habrían muerto en balde.
Ella se concentró desde ese momento en el vestido tras ver con Odette los detalles de la capa e ignoró por completo ésta. Ahora que veía el resultado final, reconocía que su prima tenía buen gusto. Los bordados eran soberbios tanto en el terciopelo como en la piel de gamiño y la capa daba un toque señorial al conjunto. Además de que se acoplaba al vestido por un par de mangas que se colocaban rodeando los hombros de la soberana y que al desprenderse, permitían ver el largo el blanco diseño dándole aún ese toque de elegancia que se necesitaba en una soberana. Aspiró aire y miró las zapatillas, dos por el tipo de ocasión. Unas para la ceremonia de tacón alto y mucho más elaboradas y otras con detalles coquetos y tacón un tanto más bajo para la celebración y que la reina pudiera disfrutar sin agotarse. Por si las dudas, Odette había hecho otras más, con la finalidad de que Su Majestad eligiera y no sintiera que le imponían sus gustos. Los fondos del vestido también se empacaron, así como las enaguas y la ropa interior. Dos de cada, por las mismas circunstancias que los zapatos.
- Quiera Dios que no se me nombre reina y no herede el trono jamás - rogó mientras bebía otro trago de vino observando a sus ayudantes. Se puso en pie para asegurarse que los rubíes bordados al vestido en la cintura estuvieran perfectamente cosidos, así como los diamantes que refulgían. Las joyas debían estar completas, si no de seguro que a la reina fastidiaría tal problema. La tela era demasiado delicada, pero Marianne había logrado una estrategia para que todo fuera colocado y no se viera jalada, todo lo contrario. Revisó las joyas que se le entregarían a Su Majestad y ordenó a Odette las cuidara con celo, para ella misma transportarlas. Todo iría en barco que zarparía el mismo día que la Princesa. Una vez todo acomodado pudo ir a dormir 8 horas seguidas, cuando antes sólo dormía de 2 a 4 horas por día. Agotador había sido todo el proceso desde el diseño, la toma de medidas, la elaboración, las visitas de Su Majestad con los consabidos cambios. Una vez fueron tantos que Marianne se obligó a volver a realizar la pieza desde sus principios pues se negaba a desbaratar y rehacer, la tela no tendría la misma calidad y ella quería lo mejor. Era su obra maestra y quizá la única vez que vistiera a una reina en vistas de la celebración de Katra como Jequesa y sus futuras bodas. Ella era probable que no se coronara y mucho menos Tamina, la esposa de su padre. La última por motivos políticos, así que se afanó en este vestido y puso todo su empeño. Ahora, estaba agotada, pero había valido la pena. Todo quedó perfecto. Esperaba que la reina pensara igual.
Hoy...
Tomó su lugar asignado conforme su status, vestía con una prenda azul rey con adornos en oro y plata, con la banda que la distinguía como parte de la nobleza española. Sus cabellos negros estaban sujetos en un elaborado moño y colocados sobre éstos, la tiara que su padre le obsequiara cuando la nombró princesa. Miró a su alrededor notando a la crema y nata de la sociedad escocesa y los otros reinos. Incluso saludó con una inclinación a la Duquesa de Escocia y a su hermano volteando a ver con curiosidad la catedral. Intentó aprendérselo todo para hacerle un cuadro a la reina, quizá fuera un buen obsequio aparte del vestido. Las trompetas avisaron de la llegada del rey y sonrió al pensar que la nobleza era demasiado rimbombante con sus protocolos, parecía que avisaban de la llegada de un carruaje en lugar de la del rey. Vincent estaba muy atractivo con sus galas que Marianne sólo hizo el bosquejo y supervisó los terminados, todo el proceso se lo encargó a Odette quien resultó ser una magnífica ayudante y sobre todo, le demostró que en sus manos Club Louvier no tendría ningún problema.
Le sonrió cuando él pasó por su lado para darle ánimos, sabía cuán nervioso estaba, la pasada tarde se habían sentado a tomar un té (él) y una taza de chocolate (ella) a platicar de la fiesta de coronación y Marianne intentó que sus tribulaciones se fueran a segundo plano, aunque ahora al ver su rostro supo que mucho no había logrado con él. Y cómo no estar nervioso, un solo error significaría ser el hazmerreír de toda Europa por las personas presentes. Obviamente todas las miradas estaban sobre la consorte y futura reina de Escocia, pero todo se opacaría con una sola equivocación. Así eran los nobles, mucho más venenosos que la gente de extracto social bajo. Un nido de víboras al cual Marianne aún no terminaba de acostumbrarse y que para su fortuna tenía la guía y ayuda de su padre José y de paso, la de Odette a quien con toda la pena de su corazón designaría su enviada y cónsul en Escocia para que pudieran tener una mayor cercanía y prontitud en cuanto a asuntos de estado se refería. Confiaba mucho en ella, sabía que no la defraudaría.
Marianne Cromwell- Realeza Escocesa
- Mensajes : 404
Fecha de inscripción : 07/08/2011
Edad : 30
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
“Cuando el rey llegó por la mañana y lo encontró todo tal como lo había deseado, se casó enseguida con la muchacha, y así fue como se convirtió en reina la linda hija del molinero...”
Rumpelstikin. Cuento folclórico europeo.
Rumpelstikin. Cuento folclórico europeo.
Pese a la maravillosa vista que su cuarto le ofrecía, Verónica no podía dejar de pensar que estaba cometiendo un terrible error. Como solía hacer cada vez que las dudas la carcomían, se sentó en el cómodo alféizar de la ventana y dejó que la fría brisa escocesa se enredara en sus cabellos, mientas rememoraba los acontecimientos del último año y se reconfortó... Quizás el camino nunca tuvo oportunidad de terminar bien, pero conocer a Travis compensaba con creces todos los padecimientos. Con infinitos creces.
Pero, precisamente porque él le importaba tanto no dejaba de juzgarse con excesiva dureza... ¿En qué pensaba cuando se dejó arrastrar a Escocia? Probablemente en lo único que realmente pensaba era en no separarse de Travis y él quería llegar al final de todo. Quería saber por qué Custodia había muerto, porque habían tratado de matarlos. ¿Por qué? Verónica aún se estremecía cuando recordaba lo vivido en París; parecía que de todas las cosas que hicieron allí, lo único que se había quedado con ella había sido aquel atentado que, a Dios y San Pedro gracias, no había quedado en nada... o casi en nada...
Pero no era lo único que la deprimía. Su situación actual también la estaba afectando excesivamente y no sabía si podría tolerarlo mucho más. Suspiró, agobiada por los protocolos que conocía de memoria, temiendo no poder estar a la altura. ¡Ella era una simple pescadora!!! ¿Cómo podía, en nombre de la Madre del Amor Hermoso, haber terminado metida en una Ceremonia Real? Se negaba a creer que todo lo acontecido tuviera siquiera alguna relación con ese momento, pero su llegada parecía obedecer a un director invisible que, dueño de su vida, se placía en oprimirla a cada paso. Deseaba correr muy lejos de todos esos lujos, deseaba olvidar el maletín que yacía en manos de Travis y que se había negado a abrir antes de poner pie en Ayr. Deseaba, desesperadamente, coger de la mano al Belmont y desaparecer los dos, lejos, tan lejos que nadie nunca los separara...
Y era que, por sobre todas las otras cosas, aquella Ceremonia tenía para ella el amargo sabor de la despedida, como si estuviera muy pronta a despertar de un sueño, demasiado hermoso para ser cierto. Sacudió su magnífica cabellera, espantando a todos sus espectros, mientras dejaba que las doncellas de la futura Reina cumplieran una función que alguna vez ella misma ejecutó para otros nobles.
Dos horas después, era la belleza hecha mujer, aunque, al mirarse al espejo, no pudiera reconocerse.
Sentía que se perdía muy, muy dentro de ella misma y tuvo miedo, pero ya era tarde. La única cosa que la consoló en esas tristes y solitarias horas fue el recuerdo de Travis, a quien amaba con la vida. Saber que él cogería su mano y no la dejaría sola fue suficiente para devolverle la calma y dibujar la misma sonrisa que aparecía siempre que dejaba fluir sus sentimientos por él.
***
Cuando los últimos rayos del sol se perdieron tras el horizonte, la joven fue liberada de su lujosa “cárcel”. Un sentimiento de culpa le atenazó el pecho; Victoria, la futura consorte del Rey escocés, había sido un verdadero ángel, acogiéndola en su residencia personal y poniendo al servicio de los dos extranjeros todo tipo de comodidades y lujos. La futura Reina era dulce, amable y condescendiente y Verónica esperaba de todo corazón que su reinado fuese bendecido por Dios. Aun así, no podía evitar sentir que estaba “encerrada” en el lujoso palacio. Y, por eso mismo disfrutó de la breve libertad que tuvo cuando su escolta la recogió para conducirla a la espectacular coronación.
Con un suspiro de decepción, descubrió que el coche que la llevaría a su destino estaba completamente vacío. Siempre había creído que España era la “monja arrebolada” que se ofendía ante los desacatos de sus hermanas europeas, pero ahora las rígidas normas escocesas, que no le permitían el más mínimo contacto con Travis se volvían un opresivo corsé que no estaba segura de querer soportar.
Una vez más, sacudió su cabeza, intentando concentrarse en el paisaje que atravesaban con mediana rapidez, procurando no detener su mente en nada concreto y, así, poder despejarse de todas las cosas que agobiaban sus pensamientos.
***
Cuando comprendió la verdadera dimensión del acontecimiento al que se veía arrastrada sin desearlo, tuvo un ataque de histeria, pero logró disimularlo cuando su guardia personal la conminaba a bajar del carruaje. Era evidente que todo lo más selecto de Europa estaba reunido allí y no puedo evitar preguntarse si tendría que cruzar sus pasos con el Conde de Alba; deseó de todo corazón no volver a verlo nunca más.
Le pareció distinguir al Rey, apostado muy cerca del altar. Su gesto adusto, su porte magnífico, su actitud absoluta eran inconfundibles. Tenía el porte de un monarca y cada poro de su piel destilaba arrogancia y poder a partes iguales. Dedujo, sin dificultad que los nobles apostados a su alrededor eran su familia. Tenían un gesto común, propio de aquellos que han nacido teniéndolo todo y sabiendo que morirán teniéndolo todo. Una parte de sí misma deseó azotarles la cara hasta que pidiesen perdón por su altivez. Sí. A veces, con demasiada frecuencia, Verónica experimentaba violentas pasiones que tenía la fortuna de ocultar en su cabeza sin que nadie viera más allá un par de bonitos ojos y nada más.
Había otros nobles, entre ellos, la princesa de España de la cual sólo había visto retratos, pero no les prestó mayor atención; eran otros los ojos que buscaba, otras las facciones que le darían paz y valor, pero no las veía. Ante ella, había un mar de personas dispuesto a pisotearla si tan solo supiera que ella alguna vez limpió orinales, durmió con cerdos y vendió pescado en un mercado miserable. Qué absurdo enredarse con esa gente que no veía más allá de sí mismos, que no sentía piedad por nadie que no ostentara un largo apellido o justificara su existencia con un enorme caudal económico. No sabía si reír o llorar, pero, aunque deseaba salir corriendo, había prometido a la joven Reina que se quedaría a su Coronación y que luego de eso podría decidir si quería quedarse en Escocia o no...
¡Uf!!! Si al menos no estuviera sola:
– ¡Oh, Travis! ¿Dónde es que te metes, Amor mío? – susurró mientras seguía buscándolo con su mirada calipso – Por favor no tarde, Cielo, no tardes, no tardes... – musitó en una retahíla ilógica, que no tenía otro propósito que procurar la calma que no sentía.
Necesitaba de su hombre, de su abrazo firme, de su valor... y, mientras la Nobleza europea se reunía en torno a tan memorable evento, Verónica solo podía pensar en lo mucho que deseaba sentir el cálido abrazo de Travis protegiéndola de esos extraños a los que, sin embargo, debía tolerar como retribución a la bondad de Victoria.
Si tan solo Verónica hubiera conocido la verdad. Pero no la conocía... y quién sabía si alguna vez llegaría a saberlo todo.
***
Pero, precisamente porque él le importaba tanto no dejaba de juzgarse con excesiva dureza... ¿En qué pensaba cuando se dejó arrastrar a Escocia? Probablemente en lo único que realmente pensaba era en no separarse de Travis y él quería llegar al final de todo. Quería saber por qué Custodia había muerto, porque habían tratado de matarlos. ¿Por qué? Verónica aún se estremecía cuando recordaba lo vivido en París; parecía que de todas las cosas que hicieron allí, lo único que se había quedado con ella había sido aquel atentado que, a Dios y San Pedro gracias, no había quedado en nada... o casi en nada...
Pero no era lo único que la deprimía. Su situación actual también la estaba afectando excesivamente y no sabía si podría tolerarlo mucho más. Suspiró, agobiada por los protocolos que conocía de memoria, temiendo no poder estar a la altura. ¡Ella era una simple pescadora!!! ¿Cómo podía, en nombre de la Madre del Amor Hermoso, haber terminado metida en una Ceremonia Real? Se negaba a creer que todo lo acontecido tuviera siquiera alguna relación con ese momento, pero su llegada parecía obedecer a un director invisible que, dueño de su vida, se placía en oprimirla a cada paso. Deseaba correr muy lejos de todos esos lujos, deseaba olvidar el maletín que yacía en manos de Travis y que se había negado a abrir antes de poner pie en Ayr. Deseaba, desesperadamente, coger de la mano al Belmont y desaparecer los dos, lejos, tan lejos que nadie nunca los separara...
Y era que, por sobre todas las otras cosas, aquella Ceremonia tenía para ella el amargo sabor de la despedida, como si estuviera muy pronta a despertar de un sueño, demasiado hermoso para ser cierto. Sacudió su magnífica cabellera, espantando a todos sus espectros, mientras dejaba que las doncellas de la futura Reina cumplieran una función que alguna vez ella misma ejecutó para otros nobles.
Dos horas después, era la belleza hecha mujer, aunque, al mirarse al espejo, no pudiera reconocerse.
Sentía que se perdía muy, muy dentro de ella misma y tuvo miedo, pero ya era tarde. La única cosa que la consoló en esas tristes y solitarias horas fue el recuerdo de Travis, a quien amaba con la vida. Saber que él cogería su mano y no la dejaría sola fue suficiente para devolverle la calma y dibujar la misma sonrisa que aparecía siempre que dejaba fluir sus sentimientos por él.
***
Cuando los últimos rayos del sol se perdieron tras el horizonte, la joven fue liberada de su lujosa “cárcel”. Un sentimiento de culpa le atenazó el pecho; Victoria, la futura consorte del Rey escocés, había sido un verdadero ángel, acogiéndola en su residencia personal y poniendo al servicio de los dos extranjeros todo tipo de comodidades y lujos. La futura Reina era dulce, amable y condescendiente y Verónica esperaba de todo corazón que su reinado fuese bendecido por Dios. Aun así, no podía evitar sentir que estaba “encerrada” en el lujoso palacio. Y, por eso mismo disfrutó de la breve libertad que tuvo cuando su escolta la recogió para conducirla a la espectacular coronación.
Con un suspiro de decepción, descubrió que el coche que la llevaría a su destino estaba completamente vacío. Siempre había creído que España era la “monja arrebolada” que se ofendía ante los desacatos de sus hermanas europeas, pero ahora las rígidas normas escocesas, que no le permitían el más mínimo contacto con Travis se volvían un opresivo corsé que no estaba segura de querer soportar.
Una vez más, sacudió su cabeza, intentando concentrarse en el paisaje que atravesaban con mediana rapidez, procurando no detener su mente en nada concreto y, así, poder despejarse de todas las cosas que agobiaban sus pensamientos.
***
Cuando comprendió la verdadera dimensión del acontecimiento al que se veía arrastrada sin desearlo, tuvo un ataque de histeria, pero logró disimularlo cuando su guardia personal la conminaba a bajar del carruaje. Era evidente que todo lo más selecto de Europa estaba reunido allí y no puedo evitar preguntarse si tendría que cruzar sus pasos con el Conde de Alba; deseó de todo corazón no volver a verlo nunca más.
Le pareció distinguir al Rey, apostado muy cerca del altar. Su gesto adusto, su porte magnífico, su actitud absoluta eran inconfundibles. Tenía el porte de un monarca y cada poro de su piel destilaba arrogancia y poder a partes iguales. Dedujo, sin dificultad que los nobles apostados a su alrededor eran su familia. Tenían un gesto común, propio de aquellos que han nacido teniéndolo todo y sabiendo que morirán teniéndolo todo. Una parte de sí misma deseó azotarles la cara hasta que pidiesen perdón por su altivez. Sí. A veces, con demasiada frecuencia, Verónica experimentaba violentas pasiones que tenía la fortuna de ocultar en su cabeza sin que nadie viera más allá un par de bonitos ojos y nada más.
Había otros nobles, entre ellos, la princesa de España de la cual sólo había visto retratos, pero no les prestó mayor atención; eran otros los ojos que buscaba, otras las facciones que le darían paz y valor, pero no las veía. Ante ella, había un mar de personas dispuesto a pisotearla si tan solo supiera que ella alguna vez limpió orinales, durmió con cerdos y vendió pescado en un mercado miserable. Qué absurdo enredarse con esa gente que no veía más allá de sí mismos, que no sentía piedad por nadie que no ostentara un largo apellido o justificara su existencia con un enorme caudal económico. No sabía si reír o llorar, pero, aunque deseaba salir corriendo, había prometido a la joven Reina que se quedaría a su Coronación y que luego de eso podría decidir si quería quedarse en Escocia o no...
¡Uf!!! Si al menos no estuviera sola:
– ¡Oh, Travis! ¿Dónde es que te metes, Amor mío? – susurró mientras seguía buscándolo con su mirada calipso – Por favor no tarde, Cielo, no tardes, no tardes... – musitó en una retahíla ilógica, que no tenía otro propósito que procurar la calma que no sentía.
Necesitaba de su hombre, de su abrazo firme, de su valor... y, mientras la Nobleza europea se reunía en torno a tan memorable evento, Verónica solo podía pensar en lo mucho que deseaba sentir el cálido abrazo de Travis protegiéndola de esos extraños a los que, sin embargo, debía tolerar como retribución a la bondad de Victoria.
Si tan solo Verónica hubiera conocido la verdad. Pero no la conocía... y quién sabía si alguna vez llegaría a saberlo todo.
***
Verónica Franco- Humano Clase Media
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 09/12/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
-Es suficiente, gracias-Sentenció con calma mientras una de las criadas volvía a intentar dar más retoques a sus vestiduras o a rociarle con algún otro tipo de perfume-Podéis retiraros.
-Pero señor, su excelencia nos pidió qu…-La muchacha fue interrumpida con una simple negación de cabeza, pero en la que denotó la rotundidad de su respuesta. Con gesto adusto abandonó la habitación, dejando a Travis sumido en el silencio, sin haberse movido siquiera del sitio.
El sol estaba apunto de esconderse, dejando tras de sí largas y oscuras horas en las que acontecimientos demasiado trascendentes tendrían lugar. En aquella historia, él mismo se sentía frente a un futuro ciertamente escabroso, del que nada bueno esperaba encontrar. Una negra sombra se cernía para él y para Verónica, y estaba sintiendo cada vez con más intensidad que pronto tendría que dejarla sola. “Nos separan más cosas que un rígido protocolo” Se dijo a si mismo con abyecto resentimiento.
Sentía la boca seca y la musculatura agarrotada. ¿Cuanto tiempo debía hacer que no se relajaba realmente? Más del que deseaba, pero no podía permitírselo ahora. Todo lo recorrido hasta el momento junto a ella pronto tendría una conclusión; saldrían a la luz los motivos que separaron a Verónica de los suyos. Y entonces empezaría otro viaje que explicase porqué después de tantos años, volvían a sacarla de su anonimato. Sería un viaje que Travis no compartiría, pues el destino de la mujer volaba muy por encima del suyo…Tan cercanos hasta entonces y tan lejanos al tiempo. El hombre había fantaseado demasiado con una vida junto a ella, pero no era para él.
Solo le quedaba una cosa por hacer allí y era acompañarla, ayudarla a iniciar su vida. Se dio un vistazo en el enorme espejo de la habitación. Pulcro, elegante y poco llamativo…Realmente había cambiado muy poco para todo lo distinto que se sentía. Ahora quería ver más que la imagen que aquel espejo le devolvía; añoraba otro reflejo a su lado. Habían arriesgado tanto, avanzaron tanto por un destino incierto,…Y se esfumaba todo como el humo de una calada en el viento estival.
Habría querido gritar, destrozar algo con sus propias manos, puede que incluso permitirse llorar el dolor que traía consigo la verdad. En su lugar solo pudo respirar profundamente y dirigirse como un autómata hacia el carruaje. Tenía el resto de su vida para lamentarse, pero aquella noche seguía teniendo trabajo y a Verónica a su lado.
Los salones del castillo decían muchas cosas. La ornamentación y demás filigranas hablaban sobre el gusto y el dinero; los escudos de armas, cuadros y esculturas sobre el poder y la familia; y los invitados y sirvientes sobre el respeto o miedo que tan fácilmente se confunden. Era fácil sentirse incomodo allí, demasiado si creías que la gente se fijaba en ti. Pero Travis ya sabía que en entornos así era prácticamente invisible a los ojos de la nobleza puesto que estos no ven más que lo que quieren ver.
Aprovechándose de ello deambuló lentamente entre los asistentes, todos expectantes mas no todos eufóricos. Los clanes escoceses más importantes se habían reunido. Aparcaron sus diferencias personales durante una noche en que el que la única disputa era la legitimidad de la futura reina. Los rumores se deslizaban de forma sibilina entre la alta sociedad, pero no era así entre el resto del pueblo. Como había podido comprobar en noches anteriores, opiniones encontradas sobre sus monarcas salían de las tabernas con la misma intensidad que el olor a alcohol. Y si los borrachos, a los que en realidad la coronación solo afectaba de forma colateral, ya se encontraban divididos…entre los apoderados la tensión se magnificaba.
Y de forma cada vez menos sutil, la presencia de Verónica se presentaba como una jugada destinada a afianzar la posición de la futura reina. Si todo cuanto sabía por el momento era cierto, su anfitriona buscaba algo de ella.
“No aceptes nunca una concesión por parte de la nobleza si no estás dispuesto a dar un trato recíproco” Se reprendió de forma tardía, pues para ellos ya no había marcha atrás. Ya habían aceptado, aunque fuese solo por conocer la verdad. Travis ahora lo lamentaba en lo más profundo de su ser…pues había vendido a Verónica, la había puesto en el tablero de aquel ajedrez que hasta entonces le había sido ajeno. Era su lugar, si, pero tenía que haber sido ella quien decidiese ocuparlo.
La sala comenzó a guardar silencio y el gentío a mantener la compostura cuando la figura del rey hizo presencia. El regente caminó con porte altivo y sereno bajo la atenta mirada que iba más allá de su propia nación. Dirigentes y representantes de diversos países ocupaban puestos destacados. Y mientras el regente esperaba la entrada de su reina, Travis buscaba a la suya entre la multitud.
A pesar de haber grabado a fuego su rostro en su memoria, casi no la reconoció de no haber sido por su particular color de cabello. Se detuvo un instante solo para contemplarla de lejos. Sus ojos viajaban por la sala en busca de alguien más que hubiese notado la presencia de Verónica o mejor dicho, que la hubiese identificado. Mas no encontró nada…Había demasiados rostros que batir.
Se regaló unos minutos más solo para observarla antes de acercarse. No podía entender como la gente a su alrededor no parecía verla, pues su imagen era un placer para la mirada. A cada paso podía notar sus nervios, lo leía en su cuerpo. Reprimió sus impulsos, pues de buena gana la habría abrazado y sacado de allí. Quizá debiera haberlo hecho.
-Nadie se fija en ti más de lo que tú te fijas en ellos-Se situó a su lado sin mover la mirada del altar-Mantente en la multitud pero al tiempo al margen de los demás y evita las presentaciones y los cruces de miradas. No notarán que estás aquí,… aunque a mi me ha sido imposible-Susurró en tono relajado, intentando que el cumplido la relajara un poco. La tomó de la mano y entrelazó sus dedos con los de ella.
Todo su mundo giraba entorno a aquel trono vacío y su futura dueña. Por ahora se limitaron a observar y aguardar juntos a que todo empezase.
-Pero señor, su excelencia nos pidió qu…-La muchacha fue interrumpida con una simple negación de cabeza, pero en la que denotó la rotundidad de su respuesta. Con gesto adusto abandonó la habitación, dejando a Travis sumido en el silencio, sin haberse movido siquiera del sitio.
El sol estaba apunto de esconderse, dejando tras de sí largas y oscuras horas en las que acontecimientos demasiado trascendentes tendrían lugar. En aquella historia, él mismo se sentía frente a un futuro ciertamente escabroso, del que nada bueno esperaba encontrar. Una negra sombra se cernía para él y para Verónica, y estaba sintiendo cada vez con más intensidad que pronto tendría que dejarla sola. “Nos separan más cosas que un rígido protocolo” Se dijo a si mismo con abyecto resentimiento.
Sentía la boca seca y la musculatura agarrotada. ¿Cuanto tiempo debía hacer que no se relajaba realmente? Más del que deseaba, pero no podía permitírselo ahora. Todo lo recorrido hasta el momento junto a ella pronto tendría una conclusión; saldrían a la luz los motivos que separaron a Verónica de los suyos. Y entonces empezaría otro viaje que explicase porqué después de tantos años, volvían a sacarla de su anonimato. Sería un viaje que Travis no compartiría, pues el destino de la mujer volaba muy por encima del suyo…Tan cercanos hasta entonces y tan lejanos al tiempo. El hombre había fantaseado demasiado con una vida junto a ella, pero no era para él.
Solo le quedaba una cosa por hacer allí y era acompañarla, ayudarla a iniciar su vida. Se dio un vistazo en el enorme espejo de la habitación. Pulcro, elegante y poco llamativo…Realmente había cambiado muy poco para todo lo distinto que se sentía. Ahora quería ver más que la imagen que aquel espejo le devolvía; añoraba otro reflejo a su lado. Habían arriesgado tanto, avanzaron tanto por un destino incierto,…Y se esfumaba todo como el humo de una calada en el viento estival.
Habría querido gritar, destrozar algo con sus propias manos, puede que incluso permitirse llorar el dolor que traía consigo la verdad. En su lugar solo pudo respirar profundamente y dirigirse como un autómata hacia el carruaje. Tenía el resto de su vida para lamentarse, pero aquella noche seguía teniendo trabajo y a Verónica a su lado.
* * *
Los salones del castillo decían muchas cosas. La ornamentación y demás filigranas hablaban sobre el gusto y el dinero; los escudos de armas, cuadros y esculturas sobre el poder y la familia; y los invitados y sirvientes sobre el respeto o miedo que tan fácilmente se confunden. Era fácil sentirse incomodo allí, demasiado si creías que la gente se fijaba en ti. Pero Travis ya sabía que en entornos así era prácticamente invisible a los ojos de la nobleza puesto que estos no ven más que lo que quieren ver.
Aprovechándose de ello deambuló lentamente entre los asistentes, todos expectantes mas no todos eufóricos. Los clanes escoceses más importantes se habían reunido. Aparcaron sus diferencias personales durante una noche en que el que la única disputa era la legitimidad de la futura reina. Los rumores se deslizaban de forma sibilina entre la alta sociedad, pero no era así entre el resto del pueblo. Como había podido comprobar en noches anteriores, opiniones encontradas sobre sus monarcas salían de las tabernas con la misma intensidad que el olor a alcohol. Y si los borrachos, a los que en realidad la coronación solo afectaba de forma colateral, ya se encontraban divididos…entre los apoderados la tensión se magnificaba.
Y de forma cada vez menos sutil, la presencia de Verónica se presentaba como una jugada destinada a afianzar la posición de la futura reina. Si todo cuanto sabía por el momento era cierto, su anfitriona buscaba algo de ella.
“No aceptes nunca una concesión por parte de la nobleza si no estás dispuesto a dar un trato recíproco” Se reprendió de forma tardía, pues para ellos ya no había marcha atrás. Ya habían aceptado, aunque fuese solo por conocer la verdad. Travis ahora lo lamentaba en lo más profundo de su ser…pues había vendido a Verónica, la había puesto en el tablero de aquel ajedrez que hasta entonces le había sido ajeno. Era su lugar, si, pero tenía que haber sido ella quien decidiese ocuparlo.
La sala comenzó a guardar silencio y el gentío a mantener la compostura cuando la figura del rey hizo presencia. El regente caminó con porte altivo y sereno bajo la atenta mirada que iba más allá de su propia nación. Dirigentes y representantes de diversos países ocupaban puestos destacados. Y mientras el regente esperaba la entrada de su reina, Travis buscaba a la suya entre la multitud.
A pesar de haber grabado a fuego su rostro en su memoria, casi no la reconoció de no haber sido por su particular color de cabello. Se detuvo un instante solo para contemplarla de lejos. Sus ojos viajaban por la sala en busca de alguien más que hubiese notado la presencia de Verónica o mejor dicho, que la hubiese identificado. Mas no encontró nada…Había demasiados rostros que batir.
Se regaló unos minutos más solo para observarla antes de acercarse. No podía entender como la gente a su alrededor no parecía verla, pues su imagen era un placer para la mirada. A cada paso podía notar sus nervios, lo leía en su cuerpo. Reprimió sus impulsos, pues de buena gana la habría abrazado y sacado de allí. Quizá debiera haberlo hecho.
-Nadie se fija en ti más de lo que tú te fijas en ellos-Se situó a su lado sin mover la mirada del altar-Mantente en la multitud pero al tiempo al margen de los demás y evita las presentaciones y los cruces de miradas. No notarán que estás aquí,… aunque a mi me ha sido imposible-Susurró en tono relajado, intentando que el cumplido la relajara un poco. La tomó de la mano y entrelazó sus dedos con los de ella.
Todo su mundo giraba entorno a aquel trono vacío y su futura dueña. Por ahora se limitaron a observar y aguardar juntos a que todo empezase.
Travis Belmont- Humano Clase Media
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 19/12/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
Los regalos enviados a la Reina no se hicieron esperar, desde semanas pasadas, las cantidades rebasaban a la pequeña habitación a dónde eran confinados, estos no escatimaban en valor, todos sin excepción, variaban entre alhajas, perfumes y telas muy finas exportadas de lugares inimaginables. Desde su llegada a Escocia apenas algunos meses atrás pocos eran los tiempos o días que alcanzaban para acompañar a su pequeña hermana Mycka e incluso sus negocios habían quedado a manos de sus más fieles administradores. Puesto que la herencia familiar ahora moraba en manos de Zeena y por supuesto, que de ningún modo dejaría que estos cayeran en desventurados destinos.
Todo atraía consigo el beneplácito momento de ver como su amiga tan cercana, finalmente obtenía frutos de un esfuerzo que ella presenciaba a medida que su matrimonio se conformaba con el Rey Escocés. Nada era fácil de obtener en aquellas instancias, las costumbres Escocesas eran sumamente estrictas y pocos eran los monarcas que decidían enlazarse con mujeres que no fuesen nacidas en la realeza.
Dado a ello, la noticias de su llegada al palacio alertaba los instintos de la familia, especialmente a la Duquesa a la cual no agradaba de ninguna forma tener que doblegar su orgullo frente a Victoria, la nueva Reina de Escocia. Pero todo el suceso llenaba de complacencia a la fresca Zeena, quien de modo triunfal festejaba en su interior la bofetada con guante blanco que obsequiaban a Virginia. Tanto ella como la Reina momentos anteriores a la recepción degustaban en sus conciencias la rabieta de la duquesa tal como lo esperaban y por si fuera poco se lo restregarían en su propia cara y ella nada podría hacer.
Una sonrisa surcó su rostro, las mozas que asistían a la joven le ayudaban a vestir los ropajes adecuados para la ocasión; un precioso vestido color ambarino que congeniaba perfecto con sus bucles de la inusual cabellera color fuego. Su piel contrastaba correctamente con sus atuendos así como las alhajas de muy fina procedencia, varias de ellas como sus aretes de circonios y rubíes habían sido obsequiados por sus Jeques preferidos del medio oriente. Cada centímetro de su cuerpo ocupaban una gran parte de la atención de las mujeres quienes dando al fin un suspiro concluían su encomienda.
Rumbo al palacio de Edimburgo las guirnaldas adornaban las calles del pueblo de Escocia, la multitud se encargaba de restringir el paso a los carruajes tan lujosos y sus corceles, la escolta del Rey eran los encargados de permitir el avance de sus invitados sin el problema de que estos fuesen lastimados o violentados por la algarabía de los grupos o también la oposición.
Aquello parecía más un desfile de luces y colores que contrataban con elegantes vestidos y caballeros, paredes adornadas por las banderas Escocesas y también de murmullos que congeniaban opiniones acerca de la procedencia de la Reina que estaba por coronarse –algo que merecía que le cortasen la cabeza pero no era el tiempo ni el momento-. Los esfuerzos rendían sus frutos, la sala del Rey dónde se llevaría a cabo la coronación lucia delicada y elegante, previamente los detalles de su arreglo acaecían bajo el cuidado de Zeena, quien muy detalladamente cumplía la voluntad de Victoria. En cada rincón del Palacio se podía alcanzar a percibir un toque femenino de su alteza.
Mientras avanzaba pausadamente el porte altivo y nada desmerecedor de Zeena competía con varias de las mujeres de gran belleza que ahí estaban citadas, su envidiable divinidad atraía la mirada de los hombres solteros o casados, no importaba su verdadero status. Justo en ese instante los invitados acudieron con calma a ocupar sus lugares asignados. Momentos después el anuncio del monarca y Rey de Escocia era inminente, bajo trompetas estridentes y la voz garbosa de un hombre que anunciaban su ingreso a la sala, el espectáculo daba inicio.
Vincent luciendo como un digno primogénito al trono avanzaba encantadoramente por el pasillo, demostrando su presencia íntegra, ni un milímetro de posible abatimiento se podía ver en su rostro, él lucia como el perfecto esposo para la Reina que ahora se coronaba.
En tanto el Rey culminaba su avance, a lo lejos, entre la multitud de los invitados reales, alcanzó a observar la figura de la mujer que sistemáticamente analizaba el escenario; Virginia junto a su hermano el Duque de Escocia, permanecían de pie observando lo que acontecía y dónde posiblemente la lengua de la duquesa no se limitaría en soltar su ponzoña. “Siempre dónde tengo que estar, ha de aparecer la serpiente más ponzoñosa, os presento querida Duquesa a su nueva Reina…” sonrío por lo bajo guardando la compostura, pues aunque le alegraba estar en primera fila para alcanzar a notar la reacción de Virginia debía respetar el protocolo escocés.
Todo atraía consigo el beneplácito momento de ver como su amiga tan cercana, finalmente obtenía frutos de un esfuerzo que ella presenciaba a medida que su matrimonio se conformaba con el Rey Escocés. Nada era fácil de obtener en aquellas instancias, las costumbres Escocesas eran sumamente estrictas y pocos eran los monarcas que decidían enlazarse con mujeres que no fuesen nacidas en la realeza.
Dado a ello, la noticias de su llegada al palacio alertaba los instintos de la familia, especialmente a la Duquesa a la cual no agradaba de ninguna forma tener que doblegar su orgullo frente a Victoria, la nueva Reina de Escocia. Pero todo el suceso llenaba de complacencia a la fresca Zeena, quien de modo triunfal festejaba en su interior la bofetada con guante blanco que obsequiaban a Virginia. Tanto ella como la Reina momentos anteriores a la recepción degustaban en sus conciencias la rabieta de la duquesa tal como lo esperaban y por si fuera poco se lo restregarían en su propia cara y ella nada podría hacer.
Una sonrisa surcó su rostro, las mozas que asistían a la joven le ayudaban a vestir los ropajes adecuados para la ocasión; un precioso vestido color ambarino que congeniaba perfecto con sus bucles de la inusual cabellera color fuego. Su piel contrastaba correctamente con sus atuendos así como las alhajas de muy fina procedencia, varias de ellas como sus aretes de circonios y rubíes habían sido obsequiados por sus Jeques preferidos del medio oriente. Cada centímetro de su cuerpo ocupaban una gran parte de la atención de las mujeres quienes dando al fin un suspiro concluían su encomienda.
***
Rumbo al palacio de Edimburgo las guirnaldas adornaban las calles del pueblo de Escocia, la multitud se encargaba de restringir el paso a los carruajes tan lujosos y sus corceles, la escolta del Rey eran los encargados de permitir el avance de sus invitados sin el problema de que estos fuesen lastimados o violentados por la algarabía de los grupos o también la oposición.
Aquello parecía más un desfile de luces y colores que contrataban con elegantes vestidos y caballeros, paredes adornadas por las banderas Escocesas y también de murmullos que congeniaban opiniones acerca de la procedencia de la Reina que estaba por coronarse –algo que merecía que le cortasen la cabeza pero no era el tiempo ni el momento-. Los esfuerzos rendían sus frutos, la sala del Rey dónde se llevaría a cabo la coronación lucia delicada y elegante, previamente los detalles de su arreglo acaecían bajo el cuidado de Zeena, quien muy detalladamente cumplía la voluntad de Victoria. En cada rincón del Palacio se podía alcanzar a percibir un toque femenino de su alteza.
Mientras avanzaba pausadamente el porte altivo y nada desmerecedor de Zeena competía con varias de las mujeres de gran belleza que ahí estaban citadas, su envidiable divinidad atraía la mirada de los hombres solteros o casados, no importaba su verdadero status. Justo en ese instante los invitados acudieron con calma a ocupar sus lugares asignados. Momentos después el anuncio del monarca y Rey de Escocia era inminente, bajo trompetas estridentes y la voz garbosa de un hombre que anunciaban su ingreso a la sala, el espectáculo daba inicio.
Vincent luciendo como un digno primogénito al trono avanzaba encantadoramente por el pasillo, demostrando su presencia íntegra, ni un milímetro de posible abatimiento se podía ver en su rostro, él lucia como el perfecto esposo para la Reina que ahora se coronaba.
En tanto el Rey culminaba su avance, a lo lejos, entre la multitud de los invitados reales, alcanzó a observar la figura de la mujer que sistemáticamente analizaba el escenario; Virginia junto a su hermano el Duque de Escocia, permanecían de pie observando lo que acontecía y dónde posiblemente la lengua de la duquesa no se limitaría en soltar su ponzoña. “Siempre dónde tengo que estar, ha de aparecer la serpiente más ponzoñosa, os presento querida Duquesa a su nueva Reina…” sonrío por lo bajo guardando la compostura, pues aunque le alegraba estar en primera fila para alcanzar a notar la reacción de Virginia debía respetar el protocolo escocés.
Zeena Macarthur- Humano Clase Alta
- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 08/06/2012
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
Una invitación enviada días atrás, al observar el sello real cuando la mujer sostenía el sobre frente a él en aquella bandeja de plata fue algo que en realidad no lo sorprendió. Con sumo cuidado tomó el abrecartas rompiendo la cera para leer el contenido de la misiva. Se quedó solo en la habitación, sus ojos se movieron siguiendo las líneas en tinta negra con aquella perfecta letra y una sonrisa se formó en sus labios al confirmar la razón por la que había sido enviada hasta él. La coronación de la reina, digno evento que sabía ocurriría pronto después de que rumores se extendieran por doquier en la ciudad y sus alrededores. Incluso en aquellos alejados todo sobre ello se había escuchado, de las calles hasta esos pasillos.
Era difícil pensar en un regalo digno de tal evento para ofrecerlo, después de todo ¿qué sabía él de los gustos de la futura reina? pensó que entre todo debía se capaz de enviar uno correspondiente al lugar que ocuparía a partir de ahora. Al contrario que muchos, no tenía nada a favor o en contra y el razonamiento de eso era que hasta ahora no había visto a la mujer que ocuparía uno de los cargos que le otorgarían un poder que pocos podían imaginar o al que se podían rebelar directamente, que acompañaría a Vincent Cromwell en la Corona. Su juicio no podía jusgarla sin antes darse cuenta de qué clase de persona era, guiarse de chismes y rumores no era una buena estrategia. De hecho, creía que podía sentir cierto interés en ver cómo se desarrollaban los eventos, aquel día marcado para llevar a cabo el ‘tan’ esperado día era solo el comienzo de un largo camino que todos debían recorrer, seguro que en el Palacio estaría todo menos en calma y tranquilidad, eso le hacía cierta gracia.
Él probablemente no cumplía con cierto requisito, su rostro rara vez se veía en las fiestas, pero desde ese día en el que una de ellas había traído a sus puertas la muerte simplemente no se sentía a gusto en ellas. Su madre se había esmerado en que pudiese desenvolverse de la mejor manera en un lugar lleno de personas que no podía decir si eran confiables. Ser parte de la nobleza era más que simplemente lo que podría percibirse a simple vista. Todos ocultan algo, se mueven conforme a conveniencias u obligaciones, ellos no eran la excepción a esa regla.
Los preparativos, todo lo que se tenía que tener listo para algo de un calibre como ese se notaría en todos los niveles. Joyas, ese posiblemente era el mejor regalo que podía ofrecer a una mujer que no conocía. El sobre cayó sobre la mesa de noche antes de que se alejara de ella.
Ese día, contrario a sus costumbres, fue un carruaje el que le llevó hasta el Castillo, sus vestimentas de un tono oscuro, para él no podía haber un color que se viese más elegante. Por supuesto que su naturaleza se había vuelto más oscura en esos años y tal vez era su forma de expresarlo. Solo esperaba no llamar demasiado la atención en el interior, no era bajo de estatura, pero muchos de los hombres que allí habría tampoco lo serían.
Era hora del juego, de confundirse, de ser parte de ellos, de codearse y reírse como si sus asuntos fuesen de su interés, cuando lo que importaba eran lo dirigentes que desde ahora gobernarían, el pueblo ahora tenía una reina. No solo el de él, el futuro de todos dependía de ellos, estaban en la cabeza. Las vestimentas, las joyas, los peinados; todo tipo de atavíos para demostrar riquezas o una posición superior de alguna manera. Entre todo ello, eso parecía natural, como si fuese cotidiano, pero fuera de esas puertas, más allá de ese lugar no era eso lo primordial.
El porte de las personas sin embargo era algo que saltaba a la vista, todo aquel que había sido criado dentro de la aristocracia escocesa podía notarse apenas con una mirada, claro que las ropas tenían las insignias que los avalaban como miembros de la realeza, eran cosas que sin duda todos allí conocían, aquellos detalles en las prendas podían decirle a todos que el era el actual barón sin importar que no le hubiesen visto hasta ahora.
Saludó a quienes posaban su vista sobre él, amabilidad y una sonrisa discreta mientras se escabullía entre los presentes. Nunca antes había estado presente en una coronación, cuando Vincent -ahora presente y caminando para llamar la atención de todos tan solo con su aparición en la sala- había heredado el trono, había sido su padre quien presenciara lo que él haría esta vez en el caso de la mujer que obtendría la corona al contraer nupcias con él. Los que no estaban conformes con la decisión y los que se alegraban. Esto era toda una controversia desde que la noticia había salido a la luz. La familia real sobre todo debía tener alguna idea muy específica sobre aquella unión.
La Piedra del Destino, aquel bloque de arenisca sería el testigo de la "aceptación" de todo el pueblo ante la que hoy se coronaba reina, Victoria, su nombre desde ese momento ya estaba marcada en la hstoria de Escocia; no podía decir que aquello fuese una decisión unánime pero el Rey lo había decidido, solo faltaba observar a la que se erigiría sobre ellos, con las palabras que la deselvolverían ante los ojos de todos en esa ceremonia protocolaria en la que ellos eran los miembros de ese público selecto que había sido elegido con anticipación.
Era difícil pensar en un regalo digno de tal evento para ofrecerlo, después de todo ¿qué sabía él de los gustos de la futura reina? pensó que entre todo debía se capaz de enviar uno correspondiente al lugar que ocuparía a partir de ahora. Al contrario que muchos, no tenía nada a favor o en contra y el razonamiento de eso era que hasta ahora no había visto a la mujer que ocuparía uno de los cargos que le otorgarían un poder que pocos podían imaginar o al que se podían rebelar directamente, que acompañaría a Vincent Cromwell en la Corona. Su juicio no podía jusgarla sin antes darse cuenta de qué clase de persona era, guiarse de chismes y rumores no era una buena estrategia. De hecho, creía que podía sentir cierto interés en ver cómo se desarrollaban los eventos, aquel día marcado para llevar a cabo el ‘tan’ esperado día era solo el comienzo de un largo camino que todos debían recorrer, seguro que en el Palacio estaría todo menos en calma y tranquilidad, eso le hacía cierta gracia.
Él probablemente no cumplía con cierto requisito, su rostro rara vez se veía en las fiestas, pero desde ese día en el que una de ellas había traído a sus puertas la muerte simplemente no se sentía a gusto en ellas. Su madre se había esmerado en que pudiese desenvolverse de la mejor manera en un lugar lleno de personas que no podía decir si eran confiables. Ser parte de la nobleza era más que simplemente lo que podría percibirse a simple vista. Todos ocultan algo, se mueven conforme a conveniencias u obligaciones, ellos no eran la excepción a esa regla.
Los preparativos, todo lo que se tenía que tener listo para algo de un calibre como ese se notaría en todos los niveles. Joyas, ese posiblemente era el mejor regalo que podía ofrecer a una mujer que no conocía. El sobre cayó sobre la mesa de noche antes de que se alejara de ella.
-.- o -.-
Ese día, contrario a sus costumbres, fue un carruaje el que le llevó hasta el Castillo, sus vestimentas de un tono oscuro, para él no podía haber un color que se viese más elegante. Por supuesto que su naturaleza se había vuelto más oscura en esos años y tal vez era su forma de expresarlo. Solo esperaba no llamar demasiado la atención en el interior, no era bajo de estatura, pero muchos de los hombres que allí habría tampoco lo serían.
Era hora del juego, de confundirse, de ser parte de ellos, de codearse y reírse como si sus asuntos fuesen de su interés, cuando lo que importaba eran lo dirigentes que desde ahora gobernarían, el pueblo ahora tenía una reina. No solo el de él, el futuro de todos dependía de ellos, estaban en la cabeza. Las vestimentas, las joyas, los peinados; todo tipo de atavíos para demostrar riquezas o una posición superior de alguna manera. Entre todo ello, eso parecía natural, como si fuese cotidiano, pero fuera de esas puertas, más allá de ese lugar no era eso lo primordial.
El porte de las personas sin embargo era algo que saltaba a la vista, todo aquel que había sido criado dentro de la aristocracia escocesa podía notarse apenas con una mirada, claro que las ropas tenían las insignias que los avalaban como miembros de la realeza, eran cosas que sin duda todos allí conocían, aquellos detalles en las prendas podían decirle a todos que el era el actual barón sin importar que no le hubiesen visto hasta ahora.
Saludó a quienes posaban su vista sobre él, amabilidad y una sonrisa discreta mientras se escabullía entre los presentes. Nunca antes había estado presente en una coronación, cuando Vincent -ahora presente y caminando para llamar la atención de todos tan solo con su aparición en la sala- había heredado el trono, había sido su padre quien presenciara lo que él haría esta vez en el caso de la mujer que obtendría la corona al contraer nupcias con él. Los que no estaban conformes con la decisión y los que se alegraban. Esto era toda una controversia desde que la noticia había salido a la luz. La familia real sobre todo debía tener alguna idea muy específica sobre aquella unión.
La Piedra del Destino, aquel bloque de arenisca sería el testigo de la "aceptación" de todo el pueblo ante la que hoy se coronaba reina, Victoria, su nombre desde ese momento ya estaba marcada en la hstoria de Escocia; no podía decir que aquello fuese una decisión unánime pero el Rey lo había decidido, solo faltaba observar a la que se erigiría sobre ellos, con las palabras que la deselvolverían ante los ojos de todos en esa ceremonia protocolaria en la que ellos eran los miembros de ese público selecto que había sido elegido con anticipación.
Invitado- Invitado
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
¿Qué significa ser parte de la realeza? Era una pregunta que se hacía cada noche que se levantaba a andar por las oscuras calles de Transilvania o por los fríos pasillos de su palacio. Él es parte de ese status pero no era algo que entendiera a plenitud a pesar de su ya longevo gobierno con altas y bajas pero que sólo eran un precio que había que pagar por una estabilidad que de igual forma no sabía si existía aunque su pueblo no se quejaba así que para él estaba bien; por otro lado, sabía que su pueblo tenía que ser libre y sin carencias, que el orgullo rumano tendría que destacar en todo y sobre todos, que la raza guerrera de la que ellos provenían sólo les ha ido heredando valentía y honor… Eso era lo que Viktor deseaba para su pueblo y lo que intentaba transmitirle.
Hace no muchos días un mensajero tocó a la puerta de los Dracul, era de día en donde el sol abrazaba cálidamente la belleza rumana y que los Cárpatos cobijaban con sombra fresca a la bella ciudad que el Rey ha tomado como morada instalando en ella el castillo que es el símbolo de la libertad y al mismo tiempo la prisión que lo encierra a cada amanecer y lo libera caída la noche. Ese día se recibió la notificación en un sobre sellado con el escudo real de Escocia en una mancha de cera roja. Viktor la recibió pero primero la observó detenidamente y prosiguió a abrirla encontrándose una carta perfectamente doblada y una caligrafía impecable que se resume en una invitación hasta el Palacio real de los Cromwell que tendrá un evento sin igual y del que se le ha hecho participe por los lazos cercanos que hay entre los monarcas. El rey apenas y sonrió pues no es que le encantara la idea de ir y menos a una celebración de ese tipo pero casi podía jurar que la nota venía escrita por el puño y letra de Vincent así que lanzó un largo y profundo suspiro y se levanto de la silla – Ileana... – Su voz ronca rezumbó entre las cuatro paredes de su despacho apenas iluminado.
Tenía pensado ir solo pues el hecho de dejar Rumania desprotegida no le era una buena idea además la soledad era algo que ya tenía por pocos momentos desde la llegada de Ileana y antes con Anca…
Pregunta que no era la primera vez que cruzaba por su mente pero lo hecho, hecho está y la comodidad de permanecer en su tierra natal no tenía precio, después de todo por momento no le era intolerable la presencia de su esposa sino que todo lo contrario, hablaba poco con ella pero no podía dejar de mirarla sabiendo que ella entendería su silencio cada vez que él quisiera algo de ella así era su relación, quizá algunas veces hablaban de historia y su ímpetu y juventud le seducían y otros momentos la ignoraba por completo pero para esa fecha tenían que viajar juntos así que dejó al mando a su protegida a quien para poder tenerla ahí tuvo que adoptar: Anca. Ella regirá en la ausencia de los Reyes.
Es verdad que el monarca Rumano es frío y silencioso, que su gente poco lo conoce pero que no se ve descontento dado que la figura de la reina ha sido bien adoptado por la muchacha que tiempo atrás desposó y quien ahora lo acompañan en un día de celebración por la nación escocesa. No es un hombre con grandes ostentosidades pues prefiere tener lo necesario pero también desea poder y le agrada que las multitudes le respeten.
Finalmente han llegado y los preparativos parecen infinitos pero todo con un orden digno de admirar, Viktor podía ver distintas expresiones en la multitud mientras deambulaba desde su coche en la compañía silenciosa de su consorte; algunos de cansancio, frustración, alegría, conformismo y demás emociones que eran la clara estampa del pueblo escoces… Igual, tampoco le importaba pues sólo había ido para no desairar a su gran amigo y hermano. Así es como el coche se detiene con el relinchar de los caballos negros que se quedan estáticos con esa mirada escarlata fija en la oscuridad.
El cochero abre la puerta y sale Viktor con un traje sobrio y elegante sin dejar a un lado su bastón de fina madera e incrustaciones de oro en la empuñadura, un sombrero de copa alta y una ligera gabardina negra que ondea conforme se mueve. Ya completamente fuera del vehículo extendió el brazo al interior y tomó la mano de su mujer a quien ayudo a bajar.
- Bueno, ya estamos aquí – expresó emitiendo un suspiro disponiéndose a andar poniendo el antebrazo para que Ileana lo tomara de ahí
Ingresaron en medio del bullicio al anunciar su nombre donde la decoración es digna de sus mandatarios y honorable familia así como el de los invitados que ya estaban ahí; los miró pero no se detuvo a hablar con alguno, ninguno de ellos le eran de interés así que avanzó sin más contemplación susurrando – No hay mucha conformidad con este evento –
Hace no muchos días un mensajero tocó a la puerta de los Dracul, era de día en donde el sol abrazaba cálidamente la belleza rumana y que los Cárpatos cobijaban con sombra fresca a la bella ciudad que el Rey ha tomado como morada instalando en ella el castillo que es el símbolo de la libertad y al mismo tiempo la prisión que lo encierra a cada amanecer y lo libera caída la noche. Ese día se recibió la notificación en un sobre sellado con el escudo real de Escocia en una mancha de cera roja. Viktor la recibió pero primero la observó detenidamente y prosiguió a abrirla encontrándose una carta perfectamente doblada y una caligrafía impecable que se resume en una invitación hasta el Palacio real de los Cromwell que tendrá un evento sin igual y del que se le ha hecho participe por los lazos cercanos que hay entre los monarcas. El rey apenas y sonrió pues no es que le encantara la idea de ir y menos a una celebración de ese tipo pero casi podía jurar que la nota venía escrita por el puño y letra de Vincent así que lanzó un largo y profundo suspiro y se levanto de la silla – Ileana... – Su voz ronca rezumbó entre las cuatro paredes de su despacho apenas iluminado.
Tenía pensado ir solo pues el hecho de dejar Rumania desprotegida no le era una buena idea además la soledad era algo que ya tenía por pocos momentos desde la llegada de Ileana y antes con Anca…
¿Qué demonios había estado pensando aquel día?
Pregunta que no era la primera vez que cruzaba por su mente pero lo hecho, hecho está y la comodidad de permanecer en su tierra natal no tenía precio, después de todo por momento no le era intolerable la presencia de su esposa sino que todo lo contrario, hablaba poco con ella pero no podía dejar de mirarla sabiendo que ella entendería su silencio cada vez que él quisiera algo de ella así era su relación, quizá algunas veces hablaban de historia y su ímpetu y juventud le seducían y otros momentos la ignoraba por completo pero para esa fecha tenían que viajar juntos así que dejó al mando a su protegida a quien para poder tenerla ahí tuvo que adoptar: Anca. Ella regirá en la ausencia de los Reyes.
Es verdad que el monarca Rumano es frío y silencioso, que su gente poco lo conoce pero que no se ve descontento dado que la figura de la reina ha sido bien adoptado por la muchacha que tiempo atrás desposó y quien ahora lo acompañan en un día de celebración por la nación escocesa. No es un hombre con grandes ostentosidades pues prefiere tener lo necesario pero también desea poder y le agrada que las multitudes le respeten.
Finalmente han llegado y los preparativos parecen infinitos pero todo con un orden digno de admirar, Viktor podía ver distintas expresiones en la multitud mientras deambulaba desde su coche en la compañía silenciosa de su consorte; algunos de cansancio, frustración, alegría, conformismo y demás emociones que eran la clara estampa del pueblo escoces… Igual, tampoco le importaba pues sólo había ido para no desairar a su gran amigo y hermano. Así es como el coche se detiene con el relinchar de los caballos negros que se quedan estáticos con esa mirada escarlata fija en la oscuridad.
De vuelta...
El cochero abre la puerta y sale Viktor con un traje sobrio y elegante sin dejar a un lado su bastón de fina madera e incrustaciones de oro en la empuñadura, un sombrero de copa alta y una ligera gabardina negra que ondea conforme se mueve. Ya completamente fuera del vehículo extendió el brazo al interior y tomó la mano de su mujer a quien ayudo a bajar.
- Bueno, ya estamos aquí – expresó emitiendo un suspiro disponiéndose a andar poniendo el antebrazo para que Ileana lo tomara de ahí
Ingresaron en medio del bullicio al anunciar su nombre donde la decoración es digna de sus mandatarios y honorable familia así como el de los invitados que ya estaban ahí; los miró pero no se detuvo a hablar con alguno, ninguno de ellos le eran de interés así que avanzó sin más contemplación susurrando – No hay mucha conformidad con este evento –
Béla Bucur- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 14/05/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
Naciones, conjuntos de tierra impregnadas en costumbres, religiones y sobre todo valores majestuosos que diferencian a una patria de la otra y viceversa. Ileana, una mujer amante de la naturaleza no era gran aficionada a los despliegues ceremoniales impartidos por el hombre, mas bien la monarca veía a éstos como plagas causantes de los desgaste de la Tierra, mundo lleno de inimaginables paraísos que la humanidad destruía día a día por la simple razón del beneficio, de la avaricia. Muchos años atrás todo había dejado de ser una cuestión de necesidad. Ya no se hablaba de abastecimientos, ahora solo valía tener más que el resto, aunque fuese innecesario.
Sus ojos observaron por una última instancia la grandeza de los Cárpatos, espacio adorado por aquel que ahora iba resguardado bajo la oscuridad mas negruzca por el bien de su persona, camino hacia las tierras altas de Escocia, donde se llevaría a cabo la celebración ni mas ni menos que de la nueva asunción monárquica y femenina de la consorte del Rey Vincent II, amigo cercano y querido de Viktor.
Mientras los caballos recorrían aquel largo trayecto que llevaría más jornadas de las pensadas, Ileana se dedicaba a observar en silencio los paisajes que se cruzaban con su vista a través de la pequeña ventanilla de cristal del transporte donde se situaba. Su mente recolectaba aquellas postales naturales con regocijo, prometiéndose en algún momento de su vida arribar a ellas con intención de explorarles mas minuciosamente, no de simple paso como en tales instancias.
No conocía mucho al hombre que contraería nupcias pero sabia que su esposo si y el sentimiento de apoyo, incondicionalidad y fidelidad de la rumana hacia su consorte era igual o mayor al que de un hombre ciego que es guiado por el brazo de su acompañante. Si Viktor estimaba al caballero ella lo haría aunque su visión interna del mismo se configurara de forma diferente, después de todo, la pelirroja tenia su forma de ser y ver al mundo. Nadie le arrebataría eso que vivía dentro de su silenciosa persona exterior.
Anka había quedado atrás y lamentaba que la joven no hubiese podido llegar a Escocia junto a ellos, su compañía amena alivianaría seguramente aquel viaje solamente seguido por los susurros del viento y los cocheros que claramente no intercambiaban palabras con la reina dados los protocolos marcados. Ileana no podía negar que su casamiento había provocado en ella aquel notorio desapego hacia las personas, prefiriendo estar sola en todo momento, en todo lugar, solamente acompañada por el verde de los pastos, el colorido de las flores de los jardines y los variados azulados del cielo dependiendo la hora que los visualizase.
Edimburgo, ciudad con tierras oscuras, nutridas por historias milenarias, de batallas y peleas por una independencia finalmente conseguida. Una época de alegría para un pueblo que se mostraba alegre, adornado por guirnaldas y colores que recibían una nueva etapa en su historia. Una que tenía como protagonista a una dama que no contaba con sangre azul en sus venas y que rompía el linaje de una familia que desde hace mucho tiempo atrás es reconocida en Escocia. Eso fue lo que la rumana llego a conocer antes de su llegada al palacio real de la Corte escocesa. Pocas veces eran las que se formaba una curva simpática en los labios de la pelirroja, esta era una de esas. Ella había comprendido en carne propia el sentimiento de no poseer sangre real y sin embargo asumir dicho cargo como soberana, pero Viktor se había encargado de que ella nunca lo hubiese visto de esa forma, como la perdida de linaje o tradición estrictamente marcada. Tal vez, la diferencia radicaba en que el vampiro tenia claro en su sabia y antigua mente que en cierta forma le era conveniente en poseer a su lado a una mujer de confianza para que velara por sus asuntos mientras la luz del sol resplandecía. Ileana jamás le había fallado, jamás había paso sobre su decisión y siempre estaba allí como su presa, como su cáliz de sangre pura y templada. Una adquisición mayor de l que podía pedir.
Los coches arribaron a Escocia por la mañana, dando tiempo suficiente a que su reina tomase un descanso necesario en una mansión ofrecida por los mismos reyes de Escocia para que los rumanos tuviesen una estancia cómoda y amena. Baúles simples y no numerosos descargaron los atuendos y accesorios necesarios para que la reina se alistase para la ceremonia. Ella era una dama simple, no creía en la ostentación. Prefería un pueblo feliz que el brillo de cualquier diamante sobre su pecho. Elegante si, pero con lo justo, ni mas ni menos.
Se observo en el espejo con los últimos rayos del Sol y solamente espero a que la noche llegase, como cada día, para presenciar la aparición de su consorte, hombre de poco hablar pero que no dejaba suposición en el aire, él hacia que todo se comprendiese aunque no fuese por el medio oral.
Aprecio inmenso deberían tener estos dos caballeros como para que uno de ellos decidiese llevar adelante su matrimonio a horas de la noche, algo tan inhabitual pero sumamente conveniente para el vampiro invitado. Aquel lazo era fuerte y considerado y eso le alegraba a ella. Ojala encontrase en el escoces algún indicio de cómo debería ella adentrarse aun mas en la estima de su propio esposo. Las distancias y los silenciosos la consumían lentamente, peor jamás se quejaría con él, con nadie.
El viaje en el carruaje hasta el palacio real fue tan silencioso como cualquier otra noche. Ni un evento de tal calibre haría la diferencia entre ellos dos. Observaba el cielo oscuro y la presencia de los astros que atestiguarían aquella unión entre dos personas que se amaban, o que procurarían hacerlo.
Descendió gracias a la ayuda de su consorte y antes de dar avance tras los anuncios y trompetas que advertían de su llegada, se tomo un par de segundos para observar los entornos al palacio, para descifrar la magia del aire escoces y su naturaleza autóctona, factores que Ileana gustaba de degustar en cualquier sitio a donde llegase.
El espacio donde se llevaría a cabo la coronación lucia esplendoroso, elegante y digno de una conmemoración como aquella. Las personas se veían animadas, intrigadas, molestas y ansiosas, algo normal para una congregación tal numerosa de gente. Ileana saludo cordialmente con gestos de su cabeza a quienes se le acercasen amablemente y aunque su esposo desease de escapar de aquellos protocoles, uno de los dos debía velar porque la cordialidad rumana se mantuviese intacta para con los extranjeros, después de todos, estaban en tierras ajenas, no en las suyas.
Se ubicó serena y lentamente como de costumbre en una de las primeras filas. No observo a quienes se encontraban a su lado, pues no le interesaba. Alzó su mentón cuan reina debería y sin reflejar gesto alguno sus oídos se hicieron con el comentario de su esposo - Tampoco lo hubo cuando usted me desposo Rey, sin embargo puede estar seguro que el pueblo rumano me aprecia de igual o mayor forma que usted. Soy el rostro matutino de Rumania - los finos labios de Ileana se abrieron casi imperceptiblemente para comentar aquellas palabras hacia su marido, ofreciéndole así también una verdad que pesaba en la realidad de ambos; si bien el poder radicaba sobre las espaldas de Viktor, su estimación por el pueblo era totalmente merecida gracias al acercamiento de Ileana a la población conformante de su amada patria.
Sus ojos observaron por una última instancia la grandeza de los Cárpatos, espacio adorado por aquel que ahora iba resguardado bajo la oscuridad mas negruzca por el bien de su persona, camino hacia las tierras altas de Escocia, donde se llevaría a cabo la celebración ni mas ni menos que de la nueva asunción monárquica y femenina de la consorte del Rey Vincent II, amigo cercano y querido de Viktor.
Mientras los caballos recorrían aquel largo trayecto que llevaría más jornadas de las pensadas, Ileana se dedicaba a observar en silencio los paisajes que se cruzaban con su vista a través de la pequeña ventanilla de cristal del transporte donde se situaba. Su mente recolectaba aquellas postales naturales con regocijo, prometiéndose en algún momento de su vida arribar a ellas con intención de explorarles mas minuciosamente, no de simple paso como en tales instancias.
No conocía mucho al hombre que contraería nupcias pero sabia que su esposo si y el sentimiento de apoyo, incondicionalidad y fidelidad de la rumana hacia su consorte era igual o mayor al que de un hombre ciego que es guiado por el brazo de su acompañante. Si Viktor estimaba al caballero ella lo haría aunque su visión interna del mismo se configurara de forma diferente, después de todo, la pelirroja tenia su forma de ser y ver al mundo. Nadie le arrebataría eso que vivía dentro de su silenciosa persona exterior.
Anka había quedado atrás y lamentaba que la joven no hubiese podido llegar a Escocia junto a ellos, su compañía amena alivianaría seguramente aquel viaje solamente seguido por los susurros del viento y los cocheros que claramente no intercambiaban palabras con la reina dados los protocolos marcados. Ileana no podía negar que su casamiento había provocado en ella aquel notorio desapego hacia las personas, prefiriendo estar sola en todo momento, en todo lugar, solamente acompañada por el verde de los pastos, el colorido de las flores de los jardines y los variados azulados del cielo dependiendo la hora que los visualizase.
Edimburgo, ciudad con tierras oscuras, nutridas por historias milenarias, de batallas y peleas por una independencia finalmente conseguida. Una época de alegría para un pueblo que se mostraba alegre, adornado por guirnaldas y colores que recibían una nueva etapa en su historia. Una que tenía como protagonista a una dama que no contaba con sangre azul en sus venas y que rompía el linaje de una familia que desde hace mucho tiempo atrás es reconocida en Escocia. Eso fue lo que la rumana llego a conocer antes de su llegada al palacio real de la Corte escocesa. Pocas veces eran las que se formaba una curva simpática en los labios de la pelirroja, esta era una de esas. Ella había comprendido en carne propia el sentimiento de no poseer sangre real y sin embargo asumir dicho cargo como soberana, pero Viktor se había encargado de que ella nunca lo hubiese visto de esa forma, como la perdida de linaje o tradición estrictamente marcada. Tal vez, la diferencia radicaba en que el vampiro tenia claro en su sabia y antigua mente que en cierta forma le era conveniente en poseer a su lado a una mujer de confianza para que velara por sus asuntos mientras la luz del sol resplandecía. Ileana jamás le había fallado, jamás había paso sobre su decisión y siempre estaba allí como su presa, como su cáliz de sangre pura y templada. Una adquisición mayor de l que podía pedir.
Los coches arribaron a Escocia por la mañana, dando tiempo suficiente a que su reina tomase un descanso necesario en una mansión ofrecida por los mismos reyes de Escocia para que los rumanos tuviesen una estancia cómoda y amena. Baúles simples y no numerosos descargaron los atuendos y accesorios necesarios para que la reina se alistase para la ceremonia. Ella era una dama simple, no creía en la ostentación. Prefería un pueblo feliz que el brillo de cualquier diamante sobre su pecho. Elegante si, pero con lo justo, ni mas ni menos.
Se observo en el espejo con los últimos rayos del Sol y solamente espero a que la noche llegase, como cada día, para presenciar la aparición de su consorte, hombre de poco hablar pero que no dejaba suposición en el aire, él hacia que todo se comprendiese aunque no fuese por el medio oral.
Aprecio inmenso deberían tener estos dos caballeros como para que uno de ellos decidiese llevar adelante su matrimonio a horas de la noche, algo tan inhabitual pero sumamente conveniente para el vampiro invitado. Aquel lazo era fuerte y considerado y eso le alegraba a ella. Ojala encontrase en el escoces algún indicio de cómo debería ella adentrarse aun mas en la estima de su propio esposo. Las distancias y los silenciosos la consumían lentamente, peor jamás se quejaría con él, con nadie.
El viaje en el carruaje hasta el palacio real fue tan silencioso como cualquier otra noche. Ni un evento de tal calibre haría la diferencia entre ellos dos. Observaba el cielo oscuro y la presencia de los astros que atestiguarían aquella unión entre dos personas que se amaban, o que procurarían hacerlo.
Descendió gracias a la ayuda de su consorte y antes de dar avance tras los anuncios y trompetas que advertían de su llegada, se tomo un par de segundos para observar los entornos al palacio, para descifrar la magia del aire escoces y su naturaleza autóctona, factores que Ileana gustaba de degustar en cualquier sitio a donde llegase.
El espacio donde se llevaría a cabo la coronación lucia esplendoroso, elegante y digno de una conmemoración como aquella. Las personas se veían animadas, intrigadas, molestas y ansiosas, algo normal para una congregación tal numerosa de gente. Ileana saludo cordialmente con gestos de su cabeza a quienes se le acercasen amablemente y aunque su esposo desease de escapar de aquellos protocoles, uno de los dos debía velar porque la cordialidad rumana se mantuviese intacta para con los extranjeros, después de todos, estaban en tierras ajenas, no en las suyas.
Se ubicó serena y lentamente como de costumbre en una de las primeras filas. No observo a quienes se encontraban a su lado, pues no le interesaba. Alzó su mentón cuan reina debería y sin reflejar gesto alguno sus oídos se hicieron con el comentario de su esposo - Tampoco lo hubo cuando usted me desposo Rey, sin embargo puede estar seguro que el pueblo rumano me aprecia de igual o mayor forma que usted. Soy el rostro matutino de Rumania - los finos labios de Ileana se abrieron casi imperceptiblemente para comentar aquellas palabras hacia su marido, ofreciéndole así también una verdad que pesaba en la realidad de ambos; si bien el poder radicaba sobre las espaldas de Viktor, su estimación por el pueblo era totalmente merecida gracias al acercamiento de Ileana a la población conformante de su amada patria.
Ileana Leluc- Realeza Rumana
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 19/06/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
Antes de acudir a la celebración, Valentine llevó a cabo su propia ceremonia. Se vestía él, pues, frente a un espejo amplio de su habitación personal, allá en el palacio familiar, prenda a prenda, pieza por pieza, atendiendo detalles con la minuciosidad esperada de alguien que busca, ya concienzudo o sin intención, el retraso de lo inevitable. No asumía aquello, sin embargo, la coronación de Victoria, como algún evento fatídico; el repudio más aristocrático era solapado por la diversión que encontraba Valentine en la perversión inusual de las buenas costumbres. Por momentos creía atrapar un olor en el aire denso y asfixiante: las sangres mezcladas.
Una vez estuvo preparado, engalanado en prendas propias de realeza, de telas finas y exquisita confección, no tardó en llegar al lugar citado. Los preparativos rayaban en lo rococó, de exagerada ornamentación y derrochante lujo. Ante semejante espectáculo, bien cualquiera podría sentirse Rey y no príncipe; fantaseó con la posibilidad de él recibiendo la corona y, a sus pies, frío e inerte, el cuerpo de su hermano como justa ofrenda.
Los invitados se entretenían los unos a los otros. Él hacía las de testigo u omnisciente, escrutando con ojos inquietos los detalles de cuanto acontecía. Por allá algunos nobles en cuchicheo comprometedor y pícaro, por acá algunos que esgrimían las muecas de desprecio más divertidas. Y hacia el final, en la línea destinada a los familiares de la afortunada pareja, brillante como piedra preciosa o diamante entre carbón, Virginia robó su atención por unos segundos. Aprovechó, pues, jamás perezoso, e intercambió miradas silenciosas de ruido; entre tanto ruido se confesaban deseo y algo más. ¡Primero lo primero, Valentine! Que las bajas pasiones a menudo son el verdugo que deja caer la guillotina sobre la cabeza de la ambición.
Cuando abrió los mares de multitud con pretensión bíblica de poder, el escudo de la familia saltó a su vista como depredador sobre presa, acaparando su atención. Valentine sonrió y en su mente volvía a viajar hacia escenarios hipotéticos, esos que entramaba con tanto detalle que a menudo le resultaba difícil distinguirlos de la realidad inmediata. León y Unicornio, Fuerza y Magia. ¿Acaso uno superior al otro? Si trasladara la imagen a su primera fantasía de antojo entonces Vincent luciría melena en lugar de cabellos y él un cuerno en su frente. El cuerno no sería otra cosa que la estaca clavada en la yugular de la fiera. ¿Después? La corona. Y la corona era, en verdad, asunto de verdadera importancia. Pronto sería ajustada a la cabeza estrecha, frágil y aún fría de una mujer magnética: Victoria.
Valentine fruncía el entrecejo, advertido por su hermano, le pareció. El desfile de coronas, riquezas y posesiones reales se había hecho con su estómago. Aunque sólo fue un segundo, la máscara sobre su rostro había filtrado un malestar verdadero. Enseguida se recompuso, volvió a sonreír con placidez inusitada y aguardó lo siguiente, el momento esperado. Sobre los beneficios o perjuicios que tendría la coronación de Victoria en sus planes más que personales, poco debía preocuparse. Bien era sabido que Victoria no era blanco fácil de su manipulación, pero en el momento justo, cuando las piezas engranaran en su debido sitio, cedería. Todos lo harían.
De pie, entonces, en la línea destinada a los Cromwell, encerró su muñeca izquierda con los dedos derechos. Canturreó o tarareó en murmullos alguna canción, quizás un himno; no el de Escocia o alguno conocido, más bien uno personal. La ceremonia comenzaría, incluida la propia, de la que sólo él conocía. Los preparativos habían sido dados, los dados lanzados, las cartas echadas. Los jugadores estaban allí, tan presentes y vivos como nadie lo querría.
¡A jugar!
Una vez estuvo preparado, engalanado en prendas propias de realeza, de telas finas y exquisita confección, no tardó en llegar al lugar citado. Los preparativos rayaban en lo rococó, de exagerada ornamentación y derrochante lujo. Ante semejante espectáculo, bien cualquiera podría sentirse Rey y no príncipe; fantaseó con la posibilidad de él recibiendo la corona y, a sus pies, frío e inerte, el cuerpo de su hermano como justa ofrenda.
Los invitados se entretenían los unos a los otros. Él hacía las de testigo u omnisciente, escrutando con ojos inquietos los detalles de cuanto acontecía. Por allá algunos nobles en cuchicheo comprometedor y pícaro, por acá algunos que esgrimían las muecas de desprecio más divertidas. Y hacia el final, en la línea destinada a los familiares de la afortunada pareja, brillante como piedra preciosa o diamante entre carbón, Virginia robó su atención por unos segundos. Aprovechó, pues, jamás perezoso, e intercambió miradas silenciosas de ruido; entre tanto ruido se confesaban deseo y algo más. ¡Primero lo primero, Valentine! Que las bajas pasiones a menudo son el verdugo que deja caer la guillotina sobre la cabeza de la ambición.
Cuando abrió los mares de multitud con pretensión bíblica de poder, el escudo de la familia saltó a su vista como depredador sobre presa, acaparando su atención. Valentine sonrió y en su mente volvía a viajar hacia escenarios hipotéticos, esos que entramaba con tanto detalle que a menudo le resultaba difícil distinguirlos de la realidad inmediata. León y Unicornio, Fuerza y Magia. ¿Acaso uno superior al otro? Si trasladara la imagen a su primera fantasía de antojo entonces Vincent luciría melena en lugar de cabellos y él un cuerno en su frente. El cuerno no sería otra cosa que la estaca clavada en la yugular de la fiera. ¿Después? La corona. Y la corona era, en verdad, asunto de verdadera importancia. Pronto sería ajustada a la cabeza estrecha, frágil y aún fría de una mujer magnética: Victoria.
Valentine fruncía el entrecejo, advertido por su hermano, le pareció. El desfile de coronas, riquezas y posesiones reales se había hecho con su estómago. Aunque sólo fue un segundo, la máscara sobre su rostro había filtrado un malestar verdadero. Enseguida se recompuso, volvió a sonreír con placidez inusitada y aguardó lo siguiente, el momento esperado. Sobre los beneficios o perjuicios que tendría la coronación de Victoria en sus planes más que personales, poco debía preocuparse. Bien era sabido que Victoria no era blanco fácil de su manipulación, pero en el momento justo, cuando las piezas engranaran en su debido sitio, cedería. Todos lo harían.
De pie, entonces, en la línea destinada a los Cromwell, encerró su muñeca izquierda con los dedos derechos. Canturreó o tarareó en murmullos alguna canción, quizás un himno; no el de Escocia o alguno conocido, más bien uno personal. La ceremonia comenzaría, incluida la propia, de la que sólo él conocía. Los preparativos habían sido dados, los dados lanzados, las cartas echadas. Los jugadores estaban allí, tan presentes y vivos como nadie lo querría.
¡A jugar!
Valentine Cromwell- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 03/06/2012
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
Sobre la piedra de Scone, las coronaciones.
Sobre el cadalso, las ejecuciones.
¿Cuál será el destino de la nueva Reina?
Sobre el cadalso, las ejecuciones.
¿Cuál será el destino de la nueva Reina?
El escenario ante ella se torna cada vez más álgido, en algunos lugares rígido, en otros tan suave como la seda que compone sus vestidos. Sus participantes o protagonistas van colocándose en sus lugares con pasos regios que pretenden mostrar al resto de los presentes cuán orgullosos están de su vida, del status social que les brinda haber nacido en una cuna de oro. ¿Realmente eso les ayuda a ser mejores que los demás y pisotearlos como se les venga en gana? Esa es una de las razones por la cual en su oportunidad, la familia Louvier deseó llevar a cabo una revuelta en su propia cuna. Aquél lugar que vio nacer a un hermano mayor que llevaba la batuta y a dos gemelas que le apoyaban en todo lo que él pidiera. Sus ojos bajan para ver sus prendas en un tono azul muy oscuro. Un recuerdo de lo que al final obtuvieron: muerte, sangre y secretos que distanciaron a la familia. Sus manos cubiertas por unos guantes del mismo tono del vestido se apretaron al pensar que ella fue una de las causantes de esa caída tan vertiginosa que obligó a los Louvier a desplazarse de hogar hacia los Países Bajos. La revolución no es un tema tan fácil de tratar, pero sobre todo, de lograr, pero siempre tiene un punto en particular de encuentro, desde la revolución de EEUU en pos de su independencia de una Inglaterra opresora, hasta los brotes de disconformidad en varios lugares del planeta: la rimbombante nobleza que pisa los cuellos de aquéllos que le sirven. Sí, opresión, servidumbre, una la causa, la otra la consecuencia, pero ambas envueltas en la misma premisa en pos de una solución en forma de una sangrienta contienda sin fin en la que sólo los vencedores tendrán el derecho de contar la historia a su manera. Siempre ha sido el destino de todas las sociedades: los perdedores se olvidan con el paso del tiempo y sólo quedan las justificaciones de los que vencen en los campos de batalla sean éstos un jardín, una región, un senado, una coronación...
Por todos lados escucha personas descontentas, no es una mayoría porque hay aquéllas que callan. Mas sin embargo, el saber que muchos no aprecian a Victoria como su próxima reina le hace pensar si Marianne, su prima, sabrá al respecto de ello. La joven española aún es inexperta en estas lides en las que Odette es una gran veterana. Es un joven capullo de flor que acaba de regresar de una prisión de la que pocos saben más que dos o tres frases vagas y faltas de contenido y que la otrora Louvier no permite obtengan mayor información. ¿Qué le habrá pasado para evitar el tema a toda costa? Otra consecuencia de la nobleza. Los que son amables son devorados por los más amañados y corruptos congéneres que sólo esperan para encajar los colmillos y deshacerse de sus enemigos para usurpar los lugares frente a los reyes o incluso, los mismos reinados. En conclusión para Odette, hay tres tipos de nobles: a) Los que se creen tocados por la mano de Dios y que hacen de sus vidas lo que les venga en gana. Incapaces pues, de velar por su pueblo o la gente que tienen bajo su mando. Egoístas, charlatanes, traicioneros, arribistas, ahí están algunos ejemplos de cómo reconocerlos. b) Los que siempre están escondidos, que no asoman la cabeza por miedo a que una gran guadaña se las corte, siendo ésta esgrimida por cualquier otra persona llámese otro noble, el pueblo, algún otro enemigo. Pusilánimes, temerosos, faltos de criterio, mentirosos, son justo sus adjetivos calificativos. Y la más inexistente de todas: c) Los nobles que están dispuestos a ayudar a su pueblo a pesar de las consecuencias, que siguen avante, de pie y listos para el combate a pesar de ver frente a ellos a un enorme dragón con el nombre que se le guste dar en el momento histórico predeterminado. Valerosos, visionarios, fieles a su pueblo, leales y con un gran sentido del honor. Así son ellos. Aunque para encontrarlos es como buscar una aguja en un pajar o bien, un ambar bajo un campo de piedras repleto de escorpiones. Escaso, nulo.
Sus ojos vagan por toda la sala, olvidándose de cada hermoso arreglo que hace lucir el toque femenino de la futura reina, que anuncia justo cuánto se tardaron en organizarlo y que todo quede perfecto. ¿Y para qué? ¿Alguien notó siquiera a tres pordioseros que fueron sacados a palos de las inmediaciones del lugar donde se llevaría a cabo la coronación? El pueblo es primero, antes que estos arreglos mequetrefes que consumieron de las arcas una cantidad que bien pudo haber sido utilizada para crear un orfanato o de perdida un comedor para los necesitados a cambio de jornadas laborales. Un precio justo que sólo quedará en el pensamiento de Odette. Por eso se unió a la revolución, porque los ideales de ésta de una libertad y una equidad, que no igualdad, eran perfectos. Marianne de vez en cuando tiene ideas parecidas, aunque Odette se pregunta si ese secuestro no dejó secuelas que a lo largo del tiempo pueden derivar en una insanidad mental que la haga peligrosa no sólo para la familia, si no para su pueblo como una de las hijas del Rey y heredera al trono detrás de los gemelos que Su Majestad Don José Alfonso De Castilla acaba de ver nacer hacía unos meses. Los niños son tan propensos a los accidentes y a las enfermedades, sin contar con los enemigos declarados del Rey que se han llevado ya del mundo de los vivos a dos Príncipes con anterioridad.
Se pregunta qué clase de Rey es entonces Vincent Cromwell. Los rumores sobre su familia recorren toda Europa. Una estirpe asentada en el trono escocés desde hace muchos años, capaz de controlar y llevar la paz del pueblo sin que aún se rebele, pero ¿Qué consecuencias reales, políticas, económicas, sociales tendrá la coronación de Victoria de quien se dice es mucho más agresiva que el mismísimo Rey? ¿Acaso el Rey Vincent es un pusilánime que permite que su esposa haga lo que se le venga en gana? Una pena, porque Marianne lo tiene en otro criterio, quizá sea justo por el hecho de su inexperiencia que su prima no logra ver los matices tan tenues que Odette sí tras tantos años en las Cortes Francesas y de los Países Bajos. Acostumbrada pues, a los hervideros de víboras y serpientes venenosas, de alacranes y arañas ponzoñosas no hay nada que no pueda manejar. Quizá por eso Marianne la invitó a ir, aunque Odette tiene un ligero presentimiento de que su asistencia tiene un precio alto que pagar. ¿Qué estará meditando su prima?
Las cornetas sonaron con fuerza haciendo eco en todo el lugar, los susurros acallaron y las miradas atentas se posaron en el rey que ataviado como la costumbre y el hedonismo indica, camina hacia el atrio del salón. Majestuoso, educado para ésto y más, toda su vida se ha desenvuelto alrededor de la corona que ahora porta como Soberano y señor de Escocia. Por un instante sus miradas se entrelazan y Odette siente recorrerla una descarga eléctrica. Ese hombre tiene unos ojos cuya intensidad sólo se la ha visto alguna vez al Rey Dragos en una ocasión cuando impuso su voluntad de forma tajante y determinada. Es pues, el Rey Vincent un hombre de cuidado, fuerte e inteligente. Quizá su prima no esté tan desencaminada al juzgarlo. Puede que Marianne no sepa de las artimañas de las cortes, pero sí puede que esté más familiarizada con el alma de las personas. Y justo son éstas las que determinan el proceder del noble, a pesar de lo que lo rodée, es su capacidad de raciocinio y su sentimientos los capaces de gobernar un pueblo con mano dura, pero justa que con una blanda, pero llena de imperfecciones y delitos. ¿Será pues, el Rey Vincent de los primeros? ¿Será la futura Reina Victoria, de los segundos? ¿Cuál será el destino de esta pareja? Sólo el tiempo lo dirá.
Por todos lados escucha personas descontentas, no es una mayoría porque hay aquéllas que callan. Mas sin embargo, el saber que muchos no aprecian a Victoria como su próxima reina le hace pensar si Marianne, su prima, sabrá al respecto de ello. La joven española aún es inexperta en estas lides en las que Odette es una gran veterana. Es un joven capullo de flor que acaba de regresar de una prisión de la que pocos saben más que dos o tres frases vagas y faltas de contenido y que la otrora Louvier no permite obtengan mayor información. ¿Qué le habrá pasado para evitar el tema a toda costa? Otra consecuencia de la nobleza. Los que son amables son devorados por los más amañados y corruptos congéneres que sólo esperan para encajar los colmillos y deshacerse de sus enemigos para usurpar los lugares frente a los reyes o incluso, los mismos reinados. En conclusión para Odette, hay tres tipos de nobles: a) Los que se creen tocados por la mano de Dios y que hacen de sus vidas lo que les venga en gana. Incapaces pues, de velar por su pueblo o la gente que tienen bajo su mando. Egoístas, charlatanes, traicioneros, arribistas, ahí están algunos ejemplos de cómo reconocerlos. b) Los que siempre están escondidos, que no asoman la cabeza por miedo a que una gran guadaña se las corte, siendo ésta esgrimida por cualquier otra persona llámese otro noble, el pueblo, algún otro enemigo. Pusilánimes, temerosos, faltos de criterio, mentirosos, son justo sus adjetivos calificativos. Y la más inexistente de todas: c) Los nobles que están dispuestos a ayudar a su pueblo a pesar de las consecuencias, que siguen avante, de pie y listos para el combate a pesar de ver frente a ellos a un enorme dragón con el nombre que se le guste dar en el momento histórico predeterminado. Valerosos, visionarios, fieles a su pueblo, leales y con un gran sentido del honor. Así son ellos. Aunque para encontrarlos es como buscar una aguja en un pajar o bien, un ambar bajo un campo de piedras repleto de escorpiones. Escaso, nulo.
Sus ojos vagan por toda la sala, olvidándose de cada hermoso arreglo que hace lucir el toque femenino de la futura reina, que anuncia justo cuánto se tardaron en organizarlo y que todo quede perfecto. ¿Y para qué? ¿Alguien notó siquiera a tres pordioseros que fueron sacados a palos de las inmediaciones del lugar donde se llevaría a cabo la coronación? El pueblo es primero, antes que estos arreglos mequetrefes que consumieron de las arcas una cantidad que bien pudo haber sido utilizada para crear un orfanato o de perdida un comedor para los necesitados a cambio de jornadas laborales. Un precio justo que sólo quedará en el pensamiento de Odette. Por eso se unió a la revolución, porque los ideales de ésta de una libertad y una equidad, que no igualdad, eran perfectos. Marianne de vez en cuando tiene ideas parecidas, aunque Odette se pregunta si ese secuestro no dejó secuelas que a lo largo del tiempo pueden derivar en una insanidad mental que la haga peligrosa no sólo para la familia, si no para su pueblo como una de las hijas del Rey y heredera al trono detrás de los gemelos que Su Majestad Don José Alfonso De Castilla acaba de ver nacer hacía unos meses. Los niños son tan propensos a los accidentes y a las enfermedades, sin contar con los enemigos declarados del Rey que se han llevado ya del mundo de los vivos a dos Príncipes con anterioridad.
Se pregunta qué clase de Rey es entonces Vincent Cromwell. Los rumores sobre su familia recorren toda Europa. Una estirpe asentada en el trono escocés desde hace muchos años, capaz de controlar y llevar la paz del pueblo sin que aún se rebele, pero ¿Qué consecuencias reales, políticas, económicas, sociales tendrá la coronación de Victoria de quien se dice es mucho más agresiva que el mismísimo Rey? ¿Acaso el Rey Vincent es un pusilánime que permite que su esposa haga lo que se le venga en gana? Una pena, porque Marianne lo tiene en otro criterio, quizá sea justo por el hecho de su inexperiencia que su prima no logra ver los matices tan tenues que Odette sí tras tantos años en las Cortes Francesas y de los Países Bajos. Acostumbrada pues, a los hervideros de víboras y serpientes venenosas, de alacranes y arañas ponzoñosas no hay nada que no pueda manejar. Quizá por eso Marianne la invitó a ir, aunque Odette tiene un ligero presentimiento de que su asistencia tiene un precio alto que pagar. ¿Qué estará meditando su prima?
Las cornetas sonaron con fuerza haciendo eco en todo el lugar, los susurros acallaron y las miradas atentas se posaron en el rey que ataviado como la costumbre y el hedonismo indica, camina hacia el atrio del salón. Majestuoso, educado para ésto y más, toda su vida se ha desenvuelto alrededor de la corona que ahora porta como Soberano y señor de Escocia. Por un instante sus miradas se entrelazan y Odette siente recorrerla una descarga eléctrica. Ese hombre tiene unos ojos cuya intensidad sólo se la ha visto alguna vez al Rey Dragos en una ocasión cuando impuso su voluntad de forma tajante y determinada. Es pues, el Rey Vincent un hombre de cuidado, fuerte e inteligente. Quizá su prima no esté tan desencaminada al juzgarlo. Puede que Marianne no sepa de las artimañas de las cortes, pero sí puede que esté más familiarizada con el alma de las personas. Y justo son éstas las que determinan el proceder del noble, a pesar de lo que lo rodée, es su capacidad de raciocinio y su sentimientos los capaces de gobernar un pueblo con mano dura, pero justa que con una blanda, pero llena de imperfecciones y delitos. ¿Será pues, el Rey Vincent de los primeros? ¿Será la futura Reina Victoria, de los segundos? ¿Cuál será el destino de esta pareja? Sólo el tiempo lo dirá.
Laurette/Odette Louvier- Humano Clase Alta
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 06/05/2012
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
Una coronación. Una ocasión especial. Todavía recordaba cuando mi abuelo me relataba la coronación del rey anterior, con un entusiasmo parecido al que dejaba ver cuando contaba un cuento de hadas. Decía que había sabido siempre que comenzaría una era dorada tras el comienzo de ese reinado, tal como, efectivamente, había sido. El reinado de nuestro fallecido rey había sido una época dorada para toda Escocia, eso era algo que nadie, absolutamente nadie, podía negar. Algo que recordaba con nostalgia. Y ahora las cosas iban a cambiar...o no. El día en el que recibí la invitación estuve muchas horas dándole vueltas a la cabeza, expectante, nerviosa y con un montón de cosas rondándome por la cabeza. Era algo parecido a lo que me había sucedido cuando nuestro anterior rey había fallecido, cuando Vincent Cronwell ascendió al trono.
Pero ahora...¿qué ocurriría ahora? ¿Seguiría esa época dorada? ¿Nuestro país andaría hacia una época aún más dorada, o las cosas irían a peor? Este pensamiento me llenaba de incertidumbre, y en cierto modo no sabía que pensar. Incluso sentía cierta desconfianza, ya que me había enterado de que nuestra nueva reina no tenía ascendencia real. Me había contagiado un poco por la desconfianza de muchos. Pero procuraba no hacer juicios premeditados. Nunca, nunca, los hacía.
Podía alegrarme además de haber recibido la invitación poco después de haber regresado de mi viaje a Francia. Tenía tiempo de sobra para prepararme y para asistir a la coronación. Más concretamente unos cinco días.
Así que, el día de la coronación, la mañana siguiente, mi dama de compañía y varios criados más estuvieron ayudándome a colocarme mi mejor vestido, un traje de pedrería y de color oscuro que me quedaba bastante bien...no por algo era mi mejor vestido. Negro y esmeralda, y con unos zapatos increíbles. Y con un collar de esmeraldas en el cuello. Las esmeraldas...que simbolizaban la vida eterna. Adoraba las esmeraldas Estuve horas arreglándome, y dejando que trabajasen con mi cabello hasta dejarlo en un elegante moño con algunos tirabuzones. Elegante, y con la sensación de estar a punto de caer en un abismo. Si no le hubiese ocurrido nada a mi familia quizás sería mi hermana la que estaría aquí, y no yo, que aún soy algo torpe. Mi hermana, que era más elegante, más dada a estas situaciones, sobre todo porque me habían mantenido alejada de los asuntos reales por varios motivos, hasta los dos últimos años, por supuesto. Mi hermana, a la que hecho tanto de menos. Jamás me habría imaginado que iría yo como la baronesa de Escocia a la coronación de la nueva reina.
Y cuando estuve lista me monté en mi carruaje y partí. Contemplaba el paisaje mientras el carruaje pasaba y pasaba hacia el palacio de Edimburgo, y el tiempo se me antojaba de algún modo insoportablemente lento. Canturreaba algo para mis adentros mientras tanto, para amenizar la espera, que se hacía para mí algo cada vez más y más lento...cada vez más y más lento...como si el tiempo se detuviese.
Cuando llegué me situé en la línea que me estaba destinada, paciente, contemplando a mi alrededor a todos los demás, gente de la realeza con la que apenas había trato, aunque más o menos me sabía sus apellidos, y algunos nombres. Era hora de codearse con ellos, darse más a conocer, y formar parte de aquello. De aquello, de aquella gente. Muchos de ellos, que pretendían ser lo que no son, otros que quizás tuviesen cierta sensatez y otros de los que no sabría que pensar.
Y entonces, en un momento determinado, sonaron las trompetas que anunciaban la llegada del rey. Le contemplé con cierta curiosidad. Joven, muy joven, y majestuoso. ¿Cómo se sentiría en aquel momento? No sabía que penar. No podía saber qué pensar del rey.
No...aún no lo sabía. Había oído rumores, miles de rumores sobre el rey y su nueva Victoria, montones, montones de rumores, pero jamás podías estar segura de qué era cierto y qué no, cómo gobernaría el país, o cómo lo haría o no lo haría.
Luego contemplé la piedra de Scone. La piedra del destino, dónde se hacían las coronaciones. El destino...el caprichoso destino. Suspiré y sonreí débilmente, mirando hacia dónde había entrado el rey, a la espera de que entrase la que sería nuestra futura reina.
Pero ahora...¿qué ocurriría ahora? ¿Seguiría esa época dorada? ¿Nuestro país andaría hacia una época aún más dorada, o las cosas irían a peor? Este pensamiento me llenaba de incertidumbre, y en cierto modo no sabía que pensar. Incluso sentía cierta desconfianza, ya que me había enterado de que nuestra nueva reina no tenía ascendencia real. Me había contagiado un poco por la desconfianza de muchos. Pero procuraba no hacer juicios premeditados. Nunca, nunca, los hacía.
Podía alegrarme además de haber recibido la invitación poco después de haber regresado de mi viaje a Francia. Tenía tiempo de sobra para prepararme y para asistir a la coronación. Más concretamente unos cinco días.
Así que, el día de la coronación, la mañana siguiente, mi dama de compañía y varios criados más estuvieron ayudándome a colocarme mi mejor vestido, un traje de pedrería y de color oscuro que me quedaba bastante bien...no por algo era mi mejor vestido. Negro y esmeralda, y con unos zapatos increíbles. Y con un collar de esmeraldas en el cuello. Las esmeraldas...que simbolizaban la vida eterna. Adoraba las esmeraldas Estuve horas arreglándome, y dejando que trabajasen con mi cabello hasta dejarlo en un elegante moño con algunos tirabuzones. Elegante, y con la sensación de estar a punto de caer en un abismo. Si no le hubiese ocurrido nada a mi familia quizás sería mi hermana la que estaría aquí, y no yo, que aún soy algo torpe. Mi hermana, que era más elegante, más dada a estas situaciones, sobre todo porque me habían mantenido alejada de los asuntos reales por varios motivos, hasta los dos últimos años, por supuesto. Mi hermana, a la que hecho tanto de menos. Jamás me habría imaginado que iría yo como la baronesa de Escocia a la coronación de la nueva reina.
Y cuando estuve lista me monté en mi carruaje y partí. Contemplaba el paisaje mientras el carruaje pasaba y pasaba hacia el palacio de Edimburgo, y el tiempo se me antojaba de algún modo insoportablemente lento. Canturreaba algo para mis adentros mientras tanto, para amenizar la espera, que se hacía para mí algo cada vez más y más lento...cada vez más y más lento...como si el tiempo se detuviese.
Cuando llegué me situé en la línea que me estaba destinada, paciente, contemplando a mi alrededor a todos los demás, gente de la realeza con la que apenas había trato, aunque más o menos me sabía sus apellidos, y algunos nombres. Era hora de codearse con ellos, darse más a conocer, y formar parte de aquello. De aquello, de aquella gente. Muchos de ellos, que pretendían ser lo que no son, otros que quizás tuviesen cierta sensatez y otros de los que no sabría que pensar.
Y entonces, en un momento determinado, sonaron las trompetas que anunciaban la llegada del rey. Le contemplé con cierta curiosidad. Joven, muy joven, y majestuoso. ¿Cómo se sentiría en aquel momento? No sabía que penar. No podía saber qué pensar del rey.
No...aún no lo sabía. Había oído rumores, miles de rumores sobre el rey y su nueva Victoria, montones, montones de rumores, pero jamás podías estar segura de qué era cierto y qué no, cómo gobernaría el país, o cómo lo haría o no lo haría.
Luego contemplé la piedra de Scone. La piedra del destino, dónde se hacían las coronaciones. El destino...el caprichoso destino. Suspiré y sonreí débilmente, mirando hacia dónde había entrado el rey, a la espera de que entrase la que sería nuestra futura reina.
Briseida Denwonts- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 24/06/2011
Localización : Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
"La pasión de dominar
es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano".
es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano".
Sus ojos se abrieron con el brillo esplendoroso del astro Rey, aquel mismo que con los rayos templados y primaverales que surcaban a través de los inmensos ventanales de la recamara real, susurraban a los oídos de Victoria que aquel sería uno de los días más especiales de su vida. Finalmente la escocesa no solo sería la esposa de la máxima autoridad de las tierras altas sino que, se transformaría mediante una esplendorosa ceremonia en aquella que reine junto a él, hombro con hombro como todos monarcas deberían. Su voz se haría alta entre los murmullos de una sociedad con sectores desconformes por la decisión de Vincent, pero a ella poco le importaba, desde la próxima noche todas sus palabras serian calladas con un mero suspiro de la Reina de Escocia, única portadora de la corona que solo ella merece, que solo ella ha sabido como ganar.
Los preparativos habían comenzado desde mucho tiempo atrás, sobre todo los abocados a la organización de los invitados, al trato que estos recibirían y sobre todo a la vestimenta que la soberana y su esposo portarían el día de la ceremonia. Victoria se había encargado sigilosamente de que todo el continente estuviese al tanto directa o indirectamente de aquel acontecimiento sin precedentes, entre tantas cosas, porque ella no tenia descendencia de sangre azul pese a ocupar el majestuoso cargo que su esposo le ofrecería. La pelirroja aprovechaba la oportunidad para reírse en la cara de todos aquellos que la tildaban de una simple mujer de alta alcurnia, ahora la Reina observaría de la altura que le proporcionaría la mano de Dios a todos, a los mismos Cromwell que hicieron todo lo posible a su alcance para que su unión y coronación no se llevara a cabo. Habían fallado, Victoria no podía estar más feliz al respecto y se restregaría en la herida de su nueva familia con una fiesta sin precedentes, que jamás serian capaces de extinguir de sus mentes.
Guirnaldas coloridas, símbolo de festejo y primavera adornaban todas las calles de Edimburgo y otros pueblos de Escocia, nación sacrificada que ahora disfrutaba mayormente el regocijo de saber que una nueva Reina llegaría para representarles, para defenderles cuan escudo de toda invasión, de toda nueva garra que quiera hacerse con sus tierras como en el pasado. Si bien no era querida por muchos aspectos, Victoria era apreciada por otros, tales como por ser una mujer rígida, de carácter férreo que no doblaba su brazo frente a ninguna otra nación. Bajo su voz Escocia exigía lo que merecía y no menos, nunca menos.
Doncellas altamente calificadas para el alistamiento de Victoria le siguieron durante toda la mañana donde por protocolos exigidos no intercambio cruces con su Rey, algo que generaba un misticismo particular a la situación, donde aquellos dos volverían a ver sus rostros en un inmenso salón coronado con un altar con el mas impetuoso de los testigos, la Piedra de Scone, quien recibiría con toda su historia impregnada a la nueva Reina de su longeva nación.
La tarde paso fugazmente, como si el mismo día quisiese que la noche arribase de una vez para que se diera rienda suelta a la conmemoración. Victoria aun no entendía porque su esposo había optado por llevar a cabo el festejo bajo el cielo oscuro, pero realmente no valía la pena cuestionar su decisión. Ni el Sol ni la Luna cambiarían su destino en absoluto, estaba segura de ello.
Mientras dos pares de manos pulían con minuciosa precisión el tocado de sus rojos cabellos, otras tantas acomodaban delicadamente el vestuario de la detallista dama que bien tenían por conocido, no titubeaba en absoluto a la hora de reflejar su molestia cuando algo no era llevado a cabo como deseaba. La tención en los rostros de aquellas jóvenes mujeres era equiparable al temor que sus ojos reflejaban por verse victimas de la ira de su soberana. Todo debía estar a la perfección sobre ella, ni mas ni menos y quien no supiese ejecutar sus tareas debidamente pagaría por ello, sentiría el peso que el puño de la esposa del Rey había ganado con el pasar de los años.
Los invitados arribaban con lentitud y orden, pese a los tumultos de población que se generaban en las afueras de los parajes conformantes del palacio de Edimburgo. La expectativa de la gente era alta y muchos morían por la curiosidad de saber con que clase de lujos se llevaría a cabo el evento.
Los carruajes entraban y salían, los rostros ms reconocidos de la nación y el continente hacían presencia con sus mejores atributos. Los representantes de otras monarquías dejaban en claro la simpatía hacia la nueva Reina, buscando de esa forma futuras alianzas no tardasen en ser aceptadas. La coronación de Victoria tenía una relevancia mucho mayor a lo que todos veían a simple vista. Para ella tal congregación era vislumbrar como todo lo que anhelaba convergía de forma excelsa bajo su mirada altiva, bajo el poder que adquiriría al portar la corona. Sus deseos avariciosos estaban mucho mas cerca de ser cumplidos y toda aquella aristocracia seria testigo de eso, consciente o inconscientemente. El error ya estaba hecho y ni Vincent lo sabía. Lo cierto es que no había vuelta atrás, no, ella se encargaría que el retroceso de tal decisión nunca se presentase. Victoria morirá en la vejez y siendo Reina, se lo había jurado a su mismo padre, después de todo estaba allí gracias a nadie más que él y su gran poderío armamentístico, atrayente de Vincent tanto como la inteligencia y belleza que su esposa poseía.
Todos en posición y silencio, expectantes, ansiosos de que todo diera comienzo. Las trompetas parecieron descifrar aquel mensaje mudo por parte de los invitados y resonaron con orgullo y firmeza, así aquellos jóvenes que llevaban los ropajes de la milicia nacional anunciaban a toda voz la presencia de la señora Victoria Cromwell en el extenso salón donde se llevaría adelante su coronación.
Con pasos lentos la figura esperada se dejo impregnar en el peso que todas y cada una de las miradas presentes caían sobre ella. Con sus ópalos fijos al frente a donde se encontraba su adorado e impecable esposo aguardándola, la futura Reina se dio el gusto de generar algunos vistazos casi imperceptibles sobre algunos rostros conocidos. Pudo denotar el fruncimiento en el semblante de la Duquesa escocesa que automáticamente fue opacado por la presencia de aquella que sería muy pronto nombrada Condesa, Verónica.
La mezcla de sensaciones era tan exquisita como un refinado plato que se degusta lentamente, haciendo llegar al paladar un abanico de paisajes y recuerdos que confluyen armoniosamente para generar algo nuevo, sin precedentes. Así se sentía Victoria, desbordante de un novedoso regocijo jamás antes percibido en su persona. Su semblante macizo no proyectaba nada más que la seriedad pertinente para el evento, no aceptaría ninguna queja por reflejar alegrías fuera de lugar.
El vestido de Victoria hablaba por ella misma. Un conjunto excepcional y envidiable que proyectaba fielmente el gusto de la soberana. Su confeccionadoras no le habían fallado en absoluto, todo estaba en donde debía, las telas eran las mas refinadas y habían sido trabajas con excelsa meticulosidad ¡Y la capa! La capa era el accesorio mas perfecto que Victoria podía haber imaginado, aquella piel llevada por dos doncellas pendía de los hombros de la futura Reina de forma majestuosa e imponente tal y como la escocesa lo era. Estaba consciente de que debería agradecer a aquella que con sus manos bendecidas había otorgado el porte estético que la pelirroja necesitaba para afirmar aun más su presencia en aquel concurrido sitio.
Llegó hasta el altar donde la mano firme de su Rey la recibió amablemente. Quiso sonreír pero prefirió no hacerlo, no había nada de simpático en aquel acto. Los sentimientos debían resguardarse internamente en aquellas circunstancias donde Victoria solamente quería reflejar el compromiso que estaba a punto de asumir de la forma más responsable y firme posible hacia los testigos. Su capa ahora recaía sobre los escalones previos a aquel montículo esplendoroso donde el Rey se haría con las palabras y acciones específicas que le otorgaran a su esposa un poder tan maravilloso como el suyo. Todo el mundo de pie y Victoria con los ojos firmes sobre Vincent, esperando éste diera comienzo a la ceremonia, aquella que la escocesa había soñado desde que era una niña. Nació para ser una Reina y finalmente su momento había llegado. Los obstáculos, las palabras y todo aquello que alguna vez se cruzo en su camino ahora se tornaba obsoleto, porque la meta, para bien o mal, había sido alcanzada. Dios recibiría en sus brazos a Victoria como una hija especial, como aquella mujer que fielmente debe acompañar a su elegido por el bienestar de un pueblo, de una sociedad, de una nación ¡Que Escocia y su gente reciba a la Reina Victoria frente a la magnifica Piedra de Scone!
Victoria Cromwell- Realeza Escocesa
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 06/05/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
El interior del lugar parecía haber sido decorado con la mejor de las galas, y lo ameritaba, pues se conmemoraba una de las fechas más importantes en el país, los hombres y mujeres más importantes de la aristocracia habían acudido hasta la ocasión, todo sin excepción era meticulosamente cuidado, no existía un margen de error posible que pudiese darse por lo que Vincent se limitaba a observar todos los rostros que fijaban sus miradas al Rey. Principalmente la familia que duramente le juzgaba en silencio, que no entendía la razón a su causa y mucho menos aceptaban la sangre impura de la mujer que estaba a punto de coronar. Sin embargo, Victoria era para mí un apoyo vital que no conocía en otro ser, ni siquiera en el hermano que en silencio repetía algún tipo de frases que sólo él entendía. Consiente estaba yo de su pereza por asistir a ese tipo de eventos dónde poco a poco su poder se veía obstruido por mis decisiones, nuestra relación básica no producía más que cizaña y ponzoña, éramos un príncipe y un Rey destinados a odiarnos y tolerarnos al mismo tiempo.
No pasó mucho para que mis ojos se dirigieran hasta la rubia que acompañaba a la mejor y única amiga que días antes había dado un soplo de aliento a los intranquilos pensamientos que me auguraban un decisión dónde no estaba del todo seguro por tomar. Marianne lucia tan serena que alcanzó a proyectarme un poco de su calma, pero lo que no pude controlar fue mi intriga por saber el nombre de su acompañante, jamás le había visto. Cuando exhale e inhale recordé por primera vez en mucho tiempo mi coronación ¿Victoria sentiría lo mismo? El impulso de saberte observado y juzgado por todos, postrarte en un lugar que siempre estaría visible a los ojos del pueblo de Escocia, la responsabilidad que representaba sostener en la cabeza y la espalda un título real como la Reina. Si me equivocaba o no, ya no era el momento para arrepentirme, si sabía o no si la decisión tomada por influencia de mi padre era apropiada no era asunto que podía solucionar abandonando la sala y negándole la entrada a Victoria.
A los costados de los tronos que se alzaban majestuosos esperando que fueran tomados con la efigie de mi esposa un grupo de cinco sacerdotes y un arzobispo, los miembros del clero que además de presenciar la ceremonia tendrían el poder que les concede la Iglesia sobre los reyes y los pueblos, nombrando junto conmigo a la nueva integrante de la realeza Escocesa. Se es bien conocido que es la Iglesia además del Rey quien tiene el poder de nombrar a los monarcas de manera simbólica, representando a las leyes de Dios así como el poder que éste tiene, que, todos y cada uno de los gobernantes de los países deberán de respetar y representar con el pueblo ofreciéndoles un status y sitio entre los fieles, Escocia no se quedaba atrás pues desde su independencia de Inglaterra había adquirido la fe cristiana aunque muchos de sus habitantes continuaban siendo páganos o simplemente no creían más que en el Rey que les gobernaba y de ahora en más también debían su fe a la Reina que férreamente les defendía.
Cerré los ojos con el propósito de disipar las dudas que impropias surcaban por mi mente, suspiré abriéndolos nuevamente para enfocar la mirada en la puerta custodiada por varios de los guardias reales y caballeros que servían a la corona Escocesa, en lo alto las trompetas reiteradamente se elevaban para anunciar la llegada de la celebrada o más aún venerada Reina sin coronar. Con su porte altivo y orgullo tal como caracterizaba a Victoria se mecía con paso firme sobre el umbral que la acercaría hasta dónde yo me encontraba, lucia especialmente hermosa, tan altiva como una verdadera soberana a punto de recibir lo que le correspondía –y que a criterios de muchos no aceptaban-. Victoria podía ser odiada o amada por su pueblo, una mitad la celebraba y la otra podía guardar silencio debido a su inconformidad pero nunca rebelarse ante la palabra de su Rey. Entre hombres de importante carácter político y social emergía como una titánide orgullosa de sus logros y yo no tenía ni una pizca de incauto o ingenuo sabía que por dentro se regocijaba finalmente por su triunfo sobre la familia Cromwell, especialmente por mi prima la Duquesa Virginia.
Me encaminé hasta el primer escalón para extender mi mano y tomar la de ella, tal como habíamos estipulado y por protocolo no habíamos coincidido en aquel día, ver nuevamente su rostro se me hacía parte de la costumbre diaria que debía tomar, un hábito al cual recurría por las mañanas cuando en nuestra recamara amanecíamos para iniciar un nuevo día. Para mí como Rey y hombre de la época era extraño despertar en el lecho de una sola dama –la juventud me pedía a gritos cuerpos nuevos con los cuales experimentar y probar la pasión que contenía- aquel soltero codiciado había sido eclipsado por la más extraña y encantadora de las mujeres. Una mujer que ahora se coronaba Reina.
Las manos se enlazaron como un distintivo de afecto y reciprocidad entre ambos, nuestras miradas se cruzaron y logré ver en sus pupilas un destello excepcional de plenitud. Lentamente los hombres de la Iglesia nos rodearon, el arzobispo que era un hombre de avanzada edad realizó una reverencia inclinando su cabeza, el silencio reinante en el salón del Rey fue interrumpido por la voz del anciano que precedía la celebridad -In nómine Patris, et Filii, et Spíritu Sancti. Amen – rozó el rostro de Victoria alzando la bendición sobre su cuerpo y cabeza dando por iniciado aquel evento tan esperado por toda Escocia y también por la familia que en silencio era participe de ello –Qui díceris Paráclitus Altíssimi dónum Déi, Fons vivus, Ignis , Cáritas, Et spiritális únctio…- continuó con aquellas palabras las cuales hacían referencia al Dios que concedía los derechos ante sus ojos y poder para Victoria “Tú que eres llamado consolado don del Dios altísimo y Señor, vertiente viva, fuego, que es la caridad, y también espiritual y divina aunción” –Deo Patri sit glória, Et Filio, qui a mórtuis Surréxit, ac Paráclito, In saeculórum saécula. Amen…(Al padre demos gloria, pues es Dios, a su hijo que resucitó, y también al espíritu consolado por todos los siglos de los siglos, honor. Amén)- al terminar el canto proferido por los hombres del clero en el idioma habitual de latín asentí para dar fe a sus acciones.
El silencio se prolongó por unos minutos y dejé que nuestras manos se soltaran, siguiendo el protocolo que debía tomar en aquella asunción del trono por parte de la Reina, me dirigí hasta el sitial para detenerme frente a él y dirigirme a los presentes que ahí se mantenían expectantes ante el espectáculo.
-Hoy, Escocia acoge entre sus brazos la llegada de una nueva Reina, hoy se corona la mujer más importante de este pueblo que con mucha dignidad y fervor ha logrado mantenerse con la frente en alto, anteponiendo antes que todo al gran pueblo y gente de Escocia que nosotros sus reyes representamos- mi voz sonó clara haciéndose omnipresente en todos los rincones del salón inclusive más allá de éste -He aquí a la sierva de Dios que se inclina ante su poder para ser bendecida por mano de nuestro señor, he aquí a la sierva de su Rey y de Escocia, el rostro cálido del invierno, el abrazo cariñoso de sosiego en la guerra…- logré sentirme orgulloso de ella, inmaculada y perfecta se postraba ante los nobles.
Victoria era la mujer que mi padre había deseado para mí; destacada, de buena familia, importante emblema nacional por su fuerte podría armamentístico que se extendía en importantes países Europeos. Pero a mi Vincent Cromwell y Rey de Escocia no me importaban las banalidades de las que ella podía ser acreedora, mucho menos del poder que ésta tenía sobre su herencia familiar, me importaba darle al pueblo una Reina de respetar, fácilmente admirable y comprendida, una soberana digna de los Honores de Escocia, que eran ni más ni menos que las joyas de la corona Escocesa, aquellas que habían sido consentidas a importantes monarcas del País, incluyendo a mi padre y madre.
No pasó mucho para que mis ojos se dirigieran hasta la rubia que acompañaba a la mejor y única amiga que días antes había dado un soplo de aliento a los intranquilos pensamientos que me auguraban un decisión dónde no estaba del todo seguro por tomar. Marianne lucia tan serena que alcanzó a proyectarme un poco de su calma, pero lo que no pude controlar fue mi intriga por saber el nombre de su acompañante, jamás le había visto. Cuando exhale e inhale recordé por primera vez en mucho tiempo mi coronación ¿Victoria sentiría lo mismo? El impulso de saberte observado y juzgado por todos, postrarte en un lugar que siempre estaría visible a los ojos del pueblo de Escocia, la responsabilidad que representaba sostener en la cabeza y la espalda un título real como la Reina. Si me equivocaba o no, ya no era el momento para arrepentirme, si sabía o no si la decisión tomada por influencia de mi padre era apropiada no era asunto que podía solucionar abandonando la sala y negándole la entrada a Victoria.
A los costados de los tronos que se alzaban majestuosos esperando que fueran tomados con la efigie de mi esposa un grupo de cinco sacerdotes y un arzobispo, los miembros del clero que además de presenciar la ceremonia tendrían el poder que les concede la Iglesia sobre los reyes y los pueblos, nombrando junto conmigo a la nueva integrante de la realeza Escocesa. Se es bien conocido que es la Iglesia además del Rey quien tiene el poder de nombrar a los monarcas de manera simbólica, representando a las leyes de Dios así como el poder que éste tiene, que, todos y cada uno de los gobernantes de los países deberán de respetar y representar con el pueblo ofreciéndoles un status y sitio entre los fieles, Escocia no se quedaba atrás pues desde su independencia de Inglaterra había adquirido la fe cristiana aunque muchos de sus habitantes continuaban siendo páganos o simplemente no creían más que en el Rey que les gobernaba y de ahora en más también debían su fe a la Reina que férreamente les defendía.
Cerré los ojos con el propósito de disipar las dudas que impropias surcaban por mi mente, suspiré abriéndolos nuevamente para enfocar la mirada en la puerta custodiada por varios de los guardias reales y caballeros que servían a la corona Escocesa, en lo alto las trompetas reiteradamente se elevaban para anunciar la llegada de la celebrada o más aún venerada Reina sin coronar. Con su porte altivo y orgullo tal como caracterizaba a Victoria se mecía con paso firme sobre el umbral que la acercaría hasta dónde yo me encontraba, lucia especialmente hermosa, tan altiva como una verdadera soberana a punto de recibir lo que le correspondía –y que a criterios de muchos no aceptaban-. Victoria podía ser odiada o amada por su pueblo, una mitad la celebraba y la otra podía guardar silencio debido a su inconformidad pero nunca rebelarse ante la palabra de su Rey. Entre hombres de importante carácter político y social emergía como una titánide orgullosa de sus logros y yo no tenía ni una pizca de incauto o ingenuo sabía que por dentro se regocijaba finalmente por su triunfo sobre la familia Cromwell, especialmente por mi prima la Duquesa Virginia.
Me encaminé hasta el primer escalón para extender mi mano y tomar la de ella, tal como habíamos estipulado y por protocolo no habíamos coincidido en aquel día, ver nuevamente su rostro se me hacía parte de la costumbre diaria que debía tomar, un hábito al cual recurría por las mañanas cuando en nuestra recamara amanecíamos para iniciar un nuevo día. Para mí como Rey y hombre de la época era extraño despertar en el lecho de una sola dama –la juventud me pedía a gritos cuerpos nuevos con los cuales experimentar y probar la pasión que contenía- aquel soltero codiciado había sido eclipsado por la más extraña y encantadora de las mujeres. Una mujer que ahora se coronaba Reina.
Las manos se enlazaron como un distintivo de afecto y reciprocidad entre ambos, nuestras miradas se cruzaron y logré ver en sus pupilas un destello excepcional de plenitud. Lentamente los hombres de la Iglesia nos rodearon, el arzobispo que era un hombre de avanzada edad realizó una reverencia inclinando su cabeza, el silencio reinante en el salón del Rey fue interrumpido por la voz del anciano que precedía la celebridad -In nómine Patris, et Filii, et Spíritu Sancti. Amen – rozó el rostro de Victoria alzando la bendición sobre su cuerpo y cabeza dando por iniciado aquel evento tan esperado por toda Escocia y también por la familia que en silencio era participe de ello –Qui díceris Paráclitus Altíssimi dónum Déi, Fons vivus, Ignis , Cáritas, Et spiritális únctio…- continuó con aquellas palabras las cuales hacían referencia al Dios que concedía los derechos ante sus ojos y poder para Victoria “Tú que eres llamado consolado don del Dios altísimo y Señor, vertiente viva, fuego, que es la caridad, y también espiritual y divina aunción” –Deo Patri sit glória, Et Filio, qui a mórtuis Surréxit, ac Paráclito, In saeculórum saécula. Amen…(Al padre demos gloria, pues es Dios, a su hijo que resucitó, y también al espíritu consolado por todos los siglos de los siglos, honor. Amén)- al terminar el canto proferido por los hombres del clero en el idioma habitual de latín asentí para dar fe a sus acciones.
El silencio se prolongó por unos minutos y dejé que nuestras manos se soltaran, siguiendo el protocolo que debía tomar en aquella asunción del trono por parte de la Reina, me dirigí hasta el sitial para detenerme frente a él y dirigirme a los presentes que ahí se mantenían expectantes ante el espectáculo.
-Hoy, Escocia acoge entre sus brazos la llegada de una nueva Reina, hoy se corona la mujer más importante de este pueblo que con mucha dignidad y fervor ha logrado mantenerse con la frente en alto, anteponiendo antes que todo al gran pueblo y gente de Escocia que nosotros sus reyes representamos- mi voz sonó clara haciéndose omnipresente en todos los rincones del salón inclusive más allá de éste -He aquí a la sierva de Dios que se inclina ante su poder para ser bendecida por mano de nuestro señor, he aquí a la sierva de su Rey y de Escocia, el rostro cálido del invierno, el abrazo cariñoso de sosiego en la guerra…- logré sentirme orgulloso de ella, inmaculada y perfecta se postraba ante los nobles.
Victoria era la mujer que mi padre había deseado para mí; destacada, de buena familia, importante emblema nacional por su fuerte podría armamentístico que se extendía en importantes países Europeos. Pero a mi Vincent Cromwell y Rey de Escocia no me importaban las banalidades de las que ella podía ser acreedora, mucho menos del poder que ésta tenía sobre su herencia familiar, me importaba darle al pueblo una Reina de respetar, fácilmente admirable y comprendida, una soberana digna de los Honores de Escocia, que eran ni más ni menos que las joyas de la corona Escocesa, aquellas que habían sido consentidas a importantes monarcas del País, incluyendo a mi padre y madre.
Vincent Cromwell- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 97
Fecha de inscripción : 23/04/2012
Localización : Escocia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La Piedra de Scone [Macinorsair]
En realidad no tenía un interés en especial por la ceremonia, pero debía presenciarla porque era un hecho importante para la familia y un deber como Duque de Escocia, esas eran las únicas razones por las que se mantenía firme y con un gesto ameno aun cuando su mente divagaba en otros asuntos, perdiendo la mirada en los numerosos adornos que simplemente le recordaban la apariencia que debía guardar, pues que gran mentira es la presencia de un enviado de la Iglesia Católica cuando ellos manejan un arte prohibido “Que ironía” Pensaba mientras cada oración y palabra hacia Dios se pronunciaba en la coronación…
Durante algunos segundos después cerró los ojos e inclino el rostro, mostrando un aire pensativo mientras aquella promoción de plebeya a Reina continuaba sin generarle un verdadero sentimiento de aceptación, pero no es que le molestara, simplemente le daba igual lo que pasara “Después de todo esto solo es un prólogo, me interesa más ver como se manejará Victoria. No, la Reina Victoria” Pensamiento que le genera una sonrisa pícara, como si esperase ansioso el saber cómo se darían las cosas dentro del seno familiar de los Cromwell y aún más porque él no tenía un bando, más bien se consideraba neutral en ese conflicto que tal vez se hiciera más grande y esa idea es la que por instinto lo llevó a voltear un poco el rostro para observar a Virginia, sin duda ella sería una de las más afectadas, pues conocía bien el odio que siempre ha sentido por la nueva Reina. Es así como suspiró y regresó la mirada hacia el centro del espectáculo, en donde lo único que impera son las apariencias, pues un solo titubeo y todo podría cambiar, sí, eso era algo que no podía aceptar con facilidad… Todo ese teatro creado por conseguir un beneficio más, nadie actuaba por mera decisión…
Al final ya ni siquiera se tomó la molestia de continuar pensando en esa gente que no tenía un solo significado para él, ya que todos eran la misma clase de personas y eso lo tenía muy claro.
Durante algunos segundos después cerró los ojos e inclino el rostro, mostrando un aire pensativo mientras aquella promoción de plebeya a Reina continuaba sin generarle un verdadero sentimiento de aceptación, pero no es que le molestara, simplemente le daba igual lo que pasara “Después de todo esto solo es un prólogo, me interesa más ver como se manejará Victoria. No, la Reina Victoria” Pensamiento que le genera una sonrisa pícara, como si esperase ansioso el saber cómo se darían las cosas dentro del seno familiar de los Cromwell y aún más porque él no tenía un bando, más bien se consideraba neutral en ese conflicto que tal vez se hiciera más grande y esa idea es la que por instinto lo llevó a voltear un poco el rostro para observar a Virginia, sin duda ella sería una de las más afectadas, pues conocía bien el odio que siempre ha sentido por la nueva Reina. Es así como suspiró y regresó la mirada hacia el centro del espectáculo, en donde lo único que impera son las apariencias, pues un solo titubeo y todo podría cambiar, sí, eso era algo que no podía aceptar con facilidad… Todo ese teatro creado por conseguir un beneficio más, nadie actuaba por mera decisión…
Al final ya ni siquiera se tomó la molestia de continuar pensando en esa gente que no tenía un solo significado para él, ya que todos eran la misma clase de personas y eso lo tenía muy claro.
Kareck Cromwell- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 29/05/2012
Temas similares
» Piedra sobre Piedra - Tsétsé
» Prólogo: La Macinorsair
» Piedra del Sol → Privado
» una piedra en el camino [SEAN O'ROUKE]
» Piedra Luna [Privado]
» Prólogo: La Macinorsair
» Piedra del Sol → Privado
» una piedra en el camino [SEAN O'ROUKE]
» Piedra Luna [Privado]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour