Un reencuentro con Hades [privado]

por **Ashly Toreto** Miér Jul 11, 2012 5:44 pm

Días apenas habían pasado en la nueva casa, aquella noche sus doncellas ya se habían adecuado al ritmo y ya las había presentado con el ama de llaves de la casa , ya habían comprado ropas para las camas y mas cortinajes para la casa, la costumbre y ahora el servicio que había ofrecido a la hermandad le pedían premura en la fiesta de presentación de su familia, hacia listas de las cosas que requeriría y las cartas pertinentes para poder disponer de dinero en el banco, pensaba en Alastor y sus actividades dentro de la nueva sociedad a la que se habían acercado, - My lady tiene carta de Sir Elliot – una de las doncellas pronuncio con cierto gozo aquella frase y sin duda la alegría había invadido la habitación al escuchar aquella frase, tomo el sobre y un escalofrió recorrió su ser- Gracias retírate, antes llévate esto a Lilian – le dio una lista de cosas y un cofre lleno de talegos - Y ayúdale en lo que te pida por favor necesitamos tener todo listo para la recepción- dijo mirando de nuevo el sobre y despidiéndola con un ademan.

Giraba el sobre pensando que habría sido aquella sensación de pesar que le invadió, el aroma del papel era extraño y amenazante, tomo el abrecartas y con cuidado abrió el sello de león color vino, saco del sobre la carta se levanto del asiento y se acerco a la ventana, beso la firma antes de comenzar la lectura, leia con lentitud casi humana, tratando de entender por que aquellas palabras eran tan tormentosas, su pecho sentía una opresión grande, sus manos temblaban y sus lagrimas recorrían con suavidad su rostro, sus labios dejaron escapar un suspiro que recitaba : Christine, un suspiro mudo y doloso, “Mis queridos y amados hermanos, debo iniciar esta carta con premura, mi Cristhine se ha ido”, sus ojos se cerraron al terminar el primer párrafo y abrazo la carta en su pecho como si al hacer esto el abrazo llegara a su amado Elliot, la separo con prisa y siguió leyendo, el dolor que se reflejaba en aquellas palabras simples, la desesperación la invadió al leer lo que su hermano ponía “Ruego al cielo por un consuelo, y por que me saque de la mente estas ideas de alejarme y terminar con este dolor de cualquier modo, necesitan saberlo, no quiero angustiarlos, lo hemos prometido y procuro cumplir, llegare en tren a Paris, les buscare, necesito este tiempo de viaje a solas, hasta entonces mis amados, les llevo presentes en mi mente y en mi alma” su cuerpo temblaba, sus ojos lloraban y deseaba verle mas que nada en ese momento.

Cuantas veces debían pasar por este tormento, cuantas veces debían ser fuertes y dejar ir a los que aprendían a amar, cuanto mas tardaría en existir un siguiente ser amado que partía, apoyo la frente contra la ventana y elevo sus pensamientos al cielo orando como pedía su hermano, no había a quien dirigir su plegaria pero lo hacia pues aquel dolor bien lo conocía, y deseaba un consuelo para él, aferrada a la carta lloraba aquel dolor que revivía en su mente y en su cuerpo, su alma se dolía por aquella perdida, amaba a la joven le vio crecer y aquel amor que profesaba para su hermano le era invaluable, levanto la vista con recelo odiaba aquellas situaciones, en momentos como esos sus promesas le costaban el dolor de su alma.
Una de las doncellas entro a la habitación con mas sobres en sus manos, se los arrebato con violencia inentendible para la joven y reviso con desesperación buscaba carta de su padre o de su hermano, la noche apenas comenzaba, tomo su capa blanca de la cama, mantenía la carta con recelo en su mano, salió a prisa de la habitación y se dirigió hacia las caballerizas, ensillo uno de los caballos que recién habían comprado y salió a galope hacia los paramos mas lejanos de parís, Alastor estaría cazando; “su hermano que los ama y muere por dentro” aquella despedida resonaba en su mente, el galope le quito al capucha y le despeinaba, su llanto se enjugaba con el viento, y sus recuerdos la invadían, en su mente veía escenas que aquel caballero romano, cada vez que sus ojos se cerraban, veía sus manos llenas de sangre, la sonrisa placida de aquel hermoso hombre y sentía de nuevo que aquella herida en su pecho se abría.

Sintió pronto la presencia de su hermano y dirigió el caballo de nuevo, le miro y sin detener del todo al corcel descendió de el y corrió hacia Alastor le abrazo cediendo al tiempo la carta, se refugio en su pecho mientras le daba tiempo de leerle, siempre encontraría consuelo en ese abrazo, en ese aroma que le acompañaba desde niña.