AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Welcome back (Vaël y Basile)
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Welcome back (Vaël y Basile)
Había pasado unos días encantadores en Saint Étienne con la familia Beaudelaire, todos eran muy amables con él y parecían tenerle estima pese a no haberlo conocido en persona hasta hacía muy poco. Thibaut debía hablar maravillas de su amigo el boticario, porque si no no entendía esa gentileza extrema de sus padres y de sus hermanos, especialmente la más pequeña que se había encandilado totalmente con Basile. Grushenko sonrió dentro del carruaje que lo conducía de vuelta a París. Era mejor para todos que no estuviera disponible para romperle el corazón a la pequeña Noelle, eso habría terminado en el acto con su amistad con Thibaut y el boticario no deseaba hacer daño a ninguno de sus parientes. ¿Pero cómo podía evitar parecerle fascinante a esa chiquilla que no había visto mucho más mundo que su castillo en el campo? Un boticario parisino debía de resultarle tan exótico como un pájaro de colores. Ya se le pasaría en cuanto conociera a un muchacho que la mereciera, solo esperaba que los padres de la chica no albergaran ninguna esperanza al respecto. Al menos su amigo estaría de su parte: puede que no supiera de su relación con Vaël pero sí estaba al tanto de cómo habían terminado las anteriores amantes de Grushenko, y desde luego no deseaba eso para su hermana. Todo quedaría en una anécdota divertida.
El cochero le había advertido que llegarían a París siendo noche cerrada, pero a él no le importaba lo más mínimo. Podía sentarse a dormitar mientras el paisaje cada vez más oscuro pasaba a toda velocidad ante sus ojos como una postal. No temía a los asaltadores de caminos, pues solo llevaba una maleta llena de plantas y hierbas que había estudiado con deleite y cosechado de los jardines colindantes a la propiedad de los Beaudelaire durante su estancia. Ahora quería llegar a casa pronto y acostarse a dormir al lado de alguien a quien había echado de menos durante su viaje, alguien a quien imaginaba ya metido en la cama ajeno a que el regreso de su patrón se aproximaba quilómetro a quilómetro por una carretera llena de adoquines mal alineados. Le iba a estar doliendo el trasero un mes. Cuando al fin pudo apearse de la calesa las piernas casi no le respondían, pero las estiró con el breve paseo que lo separaba de la casa de Vaël. Afortunadamente tenía una llave, lo que le evitaba ir despertando a la casera que se preguntaría qué hacía un visitante lleno de polvo en su puerta de madrugada. Se deslizó con cuidado por el rellano y subió las escaleras anticipando la alegría de la sorpresa que se iba a llevar Sunderland. Sin querer esperar ni un segundo más abrió también la puerta de su casa y se introdujo en el interior de la vivienda. Aún llevaba puestos la capa y el sombrero.
El cochero le había advertido que llegarían a París siendo noche cerrada, pero a él no le importaba lo más mínimo. Podía sentarse a dormitar mientras el paisaje cada vez más oscuro pasaba a toda velocidad ante sus ojos como una postal. No temía a los asaltadores de caminos, pues solo llevaba una maleta llena de plantas y hierbas que había estudiado con deleite y cosechado de los jardines colindantes a la propiedad de los Beaudelaire durante su estancia. Ahora quería llegar a casa pronto y acostarse a dormir al lado de alguien a quien había echado de menos durante su viaje, alguien a quien imaginaba ya metido en la cama ajeno a que el regreso de su patrón se aproximaba quilómetro a quilómetro por una carretera llena de adoquines mal alineados. Le iba a estar doliendo el trasero un mes. Cuando al fin pudo apearse de la calesa las piernas casi no le respondían, pero las estiró con el breve paseo que lo separaba de la casa de Vaël. Afortunadamente tenía una llave, lo que le evitaba ir despertando a la casera que se preguntaría qué hacía un visitante lleno de polvo en su puerta de madrugada. Se deslizó con cuidado por el rellano y subió las escaleras anticipando la alegría de la sorpresa que se iba a llevar Sunderland. Sin querer esperar ni un segundo más abrió también la puerta de su casa y se introdujo en el interior de la vivienda. Aún llevaba puestos la capa y el sombrero.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
¿Cómo había llegado a esa situación? ¿Cómo era posible encontrarse en ese punto? Su cuerpo desnudo estaba estirado sobre las sábanas de su cama, sus muñecas atadas al cabecero ya de forma dolorosa, hasta el punto de que seguramente cuando las soltara, tendría unas feas laceraciones en la piel. Al menos sus tobillos no sufrían del mismo modo, ya que solo lo ataba cuando él se negaba a obedecerle o trataba de patearlo. Puede que después de todo, sus antiguos clientes no fueran tan comprensivos como había pensado en un primer momento, o quizás solo fuera ese y la extraña obsesión que había generado hacia el ayudante de boticario.
Vaël ya sintió que pasaba algo malo mientras volvía a casa de la botica. Sintió un escalofrío por la espalda, la sensación de notar como alguien tiene sus ojos clavados en tu nuca. Pero solo sacudió la cabeza y siguió el camino a su casa, pensando de nuevo en la cuenta atrás para volver a ver a Basile, en lo muchísimo que lo extrañaba y las ganas que tenía de acurrucarse entre sus brazos para dormir, escuchar su voz, sentir sus besos o acariciar su pelo. Sus labios ya habían formado una estúpida sonrisa cuando cruzó la puerta de su casa, sintiendo entonces un violento empujón en su espalda que lo tiró al suelo y su puerta se cerró de golpe.
Las cosas ocurrieron tan rápido que apenas se las vio venir. El vampiro que antes había sido su cliente lo había mordido y prácticamente esclavizado. Aunque seguramente eso no sería lo peor para Vaël, más bien lo más terrible de pasar fue que se empeñara en hacerlo suyo a la fuerza, porque obviamente él se resistió todo lo que pudo y más. No permitiría, mientras estuviera en su mano, que otro hombre tocara su cuerpo, ninguno que no fuera Basile. Aun así poco pudo hacer contra esa bestia. Creía que habrían pasado dos o tres días así, al menos no lo había violado más, quizás solo quería hacerlo una última vez. Estaba cansado, mal alimentado y apenas dormía, aunque lo peor fue cuando escuchó la puerta de su casa abrirse.
- Ba...- dijo de forma apenas audible, no tenía muchas fuerzas la verdad, entre la sangre que le quitaban y que casi no le daba de comer...no tenía muy claro si pretendía matarlo o qué. Lo único que pudo apreciar fue la sonrisa de satisfacción en los labios del vampiro al sentir al otro humano y sus ojos se abrieron como platos, negando - No...d-déjalo. - pidió, pero ya era tarde, pues había salido del cuarto con una sonrisa socarrona, mirando al recién llegado.
El vampiro era un hombre bastante imponente, de cabello oscuro y bien arreglado, no parecía precisamente un perdido de la mano de Dios en la calle y que no tuviera ni qué hacer con su vida. Miró a Basile de arriba a abajo, analizándolo como si estuviese midiendo su valía. Luego solo alzó una ceja con cierto desprecio.
- ¿Por esto? Un insignificante humano lleno de polvo y que huele a plantas. - chasqueó la lengua, haciendo una nueva mueca de desagrado y hablando más alto - Pensé que el cortesano se habría fijado en un hombre de dinero, que pudiera darle todos sus caprichos, que por eso nos dejaba a los demás...y me encuentro con un desperdicio. Eso solo consigue alimentar más mi furia...- aun así solo volvió a sonreír, haciendo un gesto de la mano hacia el cuarto - ¿Acaso no quieres ir a saludar a tu amado?- Vaël trató de removerse, pero no tenía grandes fuerzas. No quería que Basile lo encontrara de esa forma, no quería que pensara cosas que no eran y mucho más...no quería ni por asomo que aquel monstruo le hiciera nada, antes prefería que lo tuviera esclavizado a él de por vida.
Vaël ya sintió que pasaba algo malo mientras volvía a casa de la botica. Sintió un escalofrío por la espalda, la sensación de notar como alguien tiene sus ojos clavados en tu nuca. Pero solo sacudió la cabeza y siguió el camino a su casa, pensando de nuevo en la cuenta atrás para volver a ver a Basile, en lo muchísimo que lo extrañaba y las ganas que tenía de acurrucarse entre sus brazos para dormir, escuchar su voz, sentir sus besos o acariciar su pelo. Sus labios ya habían formado una estúpida sonrisa cuando cruzó la puerta de su casa, sintiendo entonces un violento empujón en su espalda que lo tiró al suelo y su puerta se cerró de golpe.
Las cosas ocurrieron tan rápido que apenas se las vio venir. El vampiro que antes había sido su cliente lo había mordido y prácticamente esclavizado. Aunque seguramente eso no sería lo peor para Vaël, más bien lo más terrible de pasar fue que se empeñara en hacerlo suyo a la fuerza, porque obviamente él se resistió todo lo que pudo y más. No permitiría, mientras estuviera en su mano, que otro hombre tocara su cuerpo, ninguno que no fuera Basile. Aun así poco pudo hacer contra esa bestia. Creía que habrían pasado dos o tres días así, al menos no lo había violado más, quizás solo quería hacerlo una última vez. Estaba cansado, mal alimentado y apenas dormía, aunque lo peor fue cuando escuchó la puerta de su casa abrirse.
- Ba...- dijo de forma apenas audible, no tenía muchas fuerzas la verdad, entre la sangre que le quitaban y que casi no le daba de comer...no tenía muy claro si pretendía matarlo o qué. Lo único que pudo apreciar fue la sonrisa de satisfacción en los labios del vampiro al sentir al otro humano y sus ojos se abrieron como platos, negando - No...d-déjalo. - pidió, pero ya era tarde, pues había salido del cuarto con una sonrisa socarrona, mirando al recién llegado.
El vampiro era un hombre bastante imponente, de cabello oscuro y bien arreglado, no parecía precisamente un perdido de la mano de Dios en la calle y que no tuviera ni qué hacer con su vida. Miró a Basile de arriba a abajo, analizándolo como si estuviese midiendo su valía. Luego solo alzó una ceja con cierto desprecio.
- ¿Por esto? Un insignificante humano lleno de polvo y que huele a plantas. - chasqueó la lengua, haciendo una nueva mueca de desagrado y hablando más alto - Pensé que el cortesano se habría fijado en un hombre de dinero, que pudiera darle todos sus caprichos, que por eso nos dejaba a los demás...y me encuentro con un desperdicio. Eso solo consigue alimentar más mi furia...- aun así solo volvió a sonreír, haciendo un gesto de la mano hacia el cuarto - ¿Acaso no quieres ir a saludar a tu amado?- Vaël trató de removerse, pero no tenía grandes fuerzas. No quería que Basile lo encontrara de esa forma, no quería que pensara cosas que no eran y mucho más...no quería ni por asomo que aquel monstruo le hiciera nada, antes prefería que lo tuviera esclavizado a él de por vida.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
Esperaba encontrar a Vaël durmiendo plácidamente, sin sobresaltos, tal vez con Cherry en la cama y todo. Esa conejita era demasiado esponjosa como para mantenerla mucho tiempo alejada de uno y sabía que Sunderlan pensaba igual, al antiguo cortesano le gustaban las cosas suaves. Pensaba quitarse la ropa llena de polvo, acostarse junto a él y abrazarlo para darle una sorpresa. Ya tenía ganas de que abriera los ojos y lo mirara de esa forma tan suya, como si Basile fuera lo primero que veía en el mundo. Lo quería todavía más que cuando se marchó a Saint Étienne, si es que eso era posible, pero a veces la vida esperaba al momento en el que eras más feliz para asestarte un golpe que te devolviera de bruces al frío suelo de la realidad.
Aquel tipo desde luego no era Vaël, y al principio el boticario estaba tan aturdido por este descubrimiento que no le dio tiempo a pensar racionalmente en qué podía estar haciendo allí un extraño. Cuando su cabeza arrancó a funcionar de nuevo, curiosamente su primera impresión no fue que el inglés le estuviera engañando ni que tuviera un amigo, sino que quizá le había pasado algo y ese hombre era médico. Se preocupó tanto por él que se quitó el sombrero y avanzó un paso en dirección a su cuarto mientras oía toda la retahíla de palabras que el vampiro tenía para dedicarle. Entonces empezó a comprender de verdad.
- ¿Quién sois? - Preguntó.
No iba a perder el tiempo enfadándose porque el desconocido lo llamase desperdicio, el boticario estaba por encima de esas cosas, era la cara buena de su indiferencia burlona por casi todo. Pero su preocupación aumentó hasta tal grado que casi corrió al dormitorio en cuanto el vampiro lo exoneró. Lo que encontró no contribuyó precisamente a tranquilizarlo. Se sentó junto a él olvidando por un momento que no estaban solos y abrió el primer cajón de su cómoda. Sabía que allí guardaba el abrecartas, lo había visto abrir la correspondencia, y sabía también que a diferencia de muchos otros ése era un objeto con algo de filo. Basile comenzó a cortar las cuerdas sin importarle que el otro pudiera impedírselo en cualquier momento solo con un tirón, sin pensar que igual estaba armado y se daba una puñalada por la espalda.
- No te dije que te amo antes de irme. - Declaró, notando la garganta tan seca como si se hubiera estado bebiendo parte del polvo que le cubría la capa oscura. - Te amo.
A lo mejor ya no tenía más oportunidades de decírselo, porque si aquel hombre no lo mataba Basile sí lo mataría a él. Le iba a clavar el abrecartas en un ojo en cuanto terminase de liberar a Sunderland, y entonces posiblemente lo condenarían por asesino y se pasaría el resto de su vida entre rejas.
Aquel tipo desde luego no era Vaël, y al principio el boticario estaba tan aturdido por este descubrimiento que no le dio tiempo a pensar racionalmente en qué podía estar haciendo allí un extraño. Cuando su cabeza arrancó a funcionar de nuevo, curiosamente su primera impresión no fue que el inglés le estuviera engañando ni que tuviera un amigo, sino que quizá le había pasado algo y ese hombre era médico. Se preocupó tanto por él que se quitó el sombrero y avanzó un paso en dirección a su cuarto mientras oía toda la retahíla de palabras que el vampiro tenía para dedicarle. Entonces empezó a comprender de verdad.
- ¿Quién sois? - Preguntó.
No iba a perder el tiempo enfadándose porque el desconocido lo llamase desperdicio, el boticario estaba por encima de esas cosas, era la cara buena de su indiferencia burlona por casi todo. Pero su preocupación aumentó hasta tal grado que casi corrió al dormitorio en cuanto el vampiro lo exoneró. Lo que encontró no contribuyó precisamente a tranquilizarlo. Se sentó junto a él olvidando por un momento que no estaban solos y abrió el primer cajón de su cómoda. Sabía que allí guardaba el abrecartas, lo había visto abrir la correspondencia, y sabía también que a diferencia de muchos otros ése era un objeto con algo de filo. Basile comenzó a cortar las cuerdas sin importarle que el otro pudiera impedírselo en cualquier momento solo con un tirón, sin pensar que igual estaba armado y se daba una puñalada por la espalda.
- No te dije que te amo antes de irme. - Declaró, notando la garganta tan seca como si se hubiera estado bebiendo parte del polvo que le cubría la capa oscura. - Te amo.
A lo mejor ya no tenía más oportunidades de decírselo, porque si aquel hombre no lo mataba Basile sí lo mataría a él. Le iba a clavar el abrecartas en un ojo en cuanto terminase de liberar a Sunderland, y entonces posiblemente lo condenarían por asesino y se pasaría el resto de su vida entre rejas.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
"Te amo". Definitivamente Vaël no se habría quedado más inútil si el boticario le hubiera dicho que estaba embarazado, que acababan de hacerle rey o que en realidad era una mujer. Los ojos del ex cortesano se quedaron abiertos de par en par, como si todo el cansancio hubiera desaparecido, y fue incapaz de hacer nada mientras el otro cortaba sus ataduras, que ya habían dejado unas feas marcas en su piel. Tenía que reaccionar, tenía que detenerlo, que decirle lo que estaba ocurriendo o al menos intentar que se marchara, pero...¿cuando un hombre le había dicho que le amaba? Ni tan siquiera una mujer lo había hecho en su vida, ni su madre.
Cuando sintió su segunda mano liberada, sacudió la cabeza, tratando de volver al mundo real. Lo único que se le ocurrió de primeras para retenerlo un poco más a su lado, fue rodearlo por los hombros con ambos brazos, pegándolo a su cuerpo y más que nada, pegando los labios a su oreja, respirando ahora de forma agitada mientras sus orbes se clavaban en la figura que los estaba observando fijamente desde el umbral de la puerta, como la mismísima parca.
- B-basile...tienes que irte. - le susurró, notando su cuerpo temblar de forma suave. Probablemente, unos meses antes, en una situación similar, no habría temblado, no tendría miedo y si la muerte tocara a su puerta la habría aceptado sin más. Pero todo era diferente ahora, todo cambiaba cuando el amor llegaba a tu vida, cuando tenías nuevas ilusiones por vivir o cuando veías peligrar la existencia de esa persona tan especial - Esto...él...no es lo que parece. Es peligroso. No quiero que tu vida esté en peligro, te prometo que buscaré la forma de solucionarlo, ¿vale? - le dijo casi de corrido y en su voz se notaba que estaba verdaderamente aterrorizado, preocupado por lo que pudiera pasarle.
- Que conmovedor...la prostituta tratando de salvar a su hombre. Dime algo, ¿qué se siente cuando tienes en tu cama a un hombre que ha compartido el lecho de más de medio París? - comentó socarrón, soltando una risita que iba totalmente a malas y caminando hacia donde ellos se encontraban, provocando al boticario de forma evidente - ¿Qué se siente cuando haces el amor con él y sabes que ha fornicado del mismo modo con tantos otros? Que seguramente cuando vayas por la calle, los hombres que se os quedan mirando es porque saben como es ver el trasero de tu amante...Tantos qeu saben como suenan sus gemidos de placer.- Vaël no era capaz de decir nada a eso, por primera vez podía decirse que sentía vergüenza por su pasado, por lo que este conllevaba para su compañero. Aunque también tenía claro, que su cuerpo no se había entregado a nadie más de la forma en la que se entregaba a Basile.
Cuando sintió su segunda mano liberada, sacudió la cabeza, tratando de volver al mundo real. Lo único que se le ocurrió de primeras para retenerlo un poco más a su lado, fue rodearlo por los hombros con ambos brazos, pegándolo a su cuerpo y más que nada, pegando los labios a su oreja, respirando ahora de forma agitada mientras sus orbes se clavaban en la figura que los estaba observando fijamente desde el umbral de la puerta, como la mismísima parca.
- B-basile...tienes que irte. - le susurró, notando su cuerpo temblar de forma suave. Probablemente, unos meses antes, en una situación similar, no habría temblado, no tendría miedo y si la muerte tocara a su puerta la habría aceptado sin más. Pero todo era diferente ahora, todo cambiaba cuando el amor llegaba a tu vida, cuando tenías nuevas ilusiones por vivir o cuando veías peligrar la existencia de esa persona tan especial - Esto...él...no es lo que parece. Es peligroso. No quiero que tu vida esté en peligro, te prometo que buscaré la forma de solucionarlo, ¿vale? - le dijo casi de corrido y en su voz se notaba que estaba verdaderamente aterrorizado, preocupado por lo que pudiera pasarle.
- Que conmovedor...la prostituta tratando de salvar a su hombre. Dime algo, ¿qué se siente cuando tienes en tu cama a un hombre que ha compartido el lecho de más de medio París? - comentó socarrón, soltando una risita que iba totalmente a malas y caminando hacia donde ellos se encontraban, provocando al boticario de forma evidente - ¿Qué se siente cuando haces el amor con él y sabes que ha fornicado del mismo modo con tantos otros? Que seguramente cuando vayas por la calle, los hombres que se os quedan mirando es porque saben como es ver el trasero de tu amante...Tantos qeu saben como suenan sus gemidos de placer.- Vaël no era capaz de decir nada a eso, por primera vez podía decirse que sentía vergüenza por su pasado, por lo que este conllevaba para su compañero. Aunque también tenía claro, que su cuerpo no se había entregado a nadie más de la forma en la que se entregaba a Basile.
Última edición por Vaël Sunderland el Sáb Ago 04, 2012 5:54 am, editado 1 vez
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
Sabía que no era el momento para relajarse, pero abrazó a Vaël que temblaba como una hoja y cerró los ojos solo por un instante. Quería grabar aquella sensación en su piel por lo que pudiera pasar después, el latido de sus dos corazones juntos. Le acarició el pelo mientras trataba de pensar a toda velocidad qué hacer a continuación. No hacía falta que el inglés se lo dijera para que Basile se diera cuenta de que aquel tipo era peligroso y no solo por su catadura. Tenía algo... algo que le hacía rememorar aquella vez de pequeño que había creído ver un licántropo entre los arbustos del camino que separaba su casa de la escuela local. Las advertencias de su madre tomaron más sentido ahora, pero por desgracia los cuentos de Madame Grushenko no incluían instrucciones prácticas sobre cómo enfrentarse a determinada clase de criaturas.
Besó a Vaël en los labios porque el otro con toda su cháchara les estaba regalando unos minutos preciosos que el boticario supo aprovechar. Incluso le sonrió a su amante un poco, taimado, con esa calma repentina que solo da la resignación a un destino que se presenta terrible. Si aquel hombre se había tomado la molestia de ir a casa de un cortesano para atarlo y hacerlo padecer durante días en lugar de matarlo era porque no iba realmente contra él la venganza que había planeado. El desconocido quería verlo a él, a Basile, sabía que acudiría y lo esperaba con Sunderland atado a la cama como el cebo para un pez. Bueno, ahora Vaël era libre de las cuerdas que lo habían retenido, y aunque estaba agotado y tenía los labios secos y las muñecas marcadas eso no le impedía caminar y ponerse a salvo en cualquier otra parte.
- Anda, márchate. - Le conminó con cierta dulzura. - ¿Quieres ir a la tienda y esperarme allí? Estoy seguro de que esto es entre él y yo.
Se levantó luego de la cama para encarar al otro hombre. Su sarta de provocaciones daban en el blanco, naturalmente, pero no como para hacerle perder el control de sí mismo. No es que le estuviera descubriendo nada nuevo, a decir verdad, sino que se limitaba a enumerar los detalles de la vida anterior de Vaël sin tener en cuenta que el gran triunfo de Basile era precisamente haber logrado que se apartara de ella por su afecto.
- ¿Qué se siente al saber que después de probar tantos otros cuerpos no os eligió a vos? - Le replicó. - Porque sobre eso gira todo, ¿no es cierto? Estais celoso como un niño de pecho cuando su madre prefiere a otro hermano. Da tanta lástima...
Los nudillos se le pusieron blancos por la fuerza con la que aferraba el abrecartas.
Besó a Vaël en los labios porque el otro con toda su cháchara les estaba regalando unos minutos preciosos que el boticario supo aprovechar. Incluso le sonrió a su amante un poco, taimado, con esa calma repentina que solo da la resignación a un destino que se presenta terrible. Si aquel hombre se había tomado la molestia de ir a casa de un cortesano para atarlo y hacerlo padecer durante días en lugar de matarlo era porque no iba realmente contra él la venganza que había planeado. El desconocido quería verlo a él, a Basile, sabía que acudiría y lo esperaba con Sunderland atado a la cama como el cebo para un pez. Bueno, ahora Vaël era libre de las cuerdas que lo habían retenido, y aunque estaba agotado y tenía los labios secos y las muñecas marcadas eso no le impedía caminar y ponerse a salvo en cualquier otra parte.
- Anda, márchate. - Le conminó con cierta dulzura. - ¿Quieres ir a la tienda y esperarme allí? Estoy seguro de que esto es entre él y yo.
Se levantó luego de la cama para encarar al otro hombre. Su sarta de provocaciones daban en el blanco, naturalmente, pero no como para hacerle perder el control de sí mismo. No es que le estuviera descubriendo nada nuevo, a decir verdad, sino que se limitaba a enumerar los detalles de la vida anterior de Vaël sin tener en cuenta que el gran triunfo de Basile era precisamente haber logrado que se apartara de ella por su afecto.
- ¿Qué se siente al saber que después de probar tantos otros cuerpos no os eligió a vos? - Le replicó. - Porque sobre eso gira todo, ¿no es cierto? Estais celoso como un niño de pecho cuando su madre prefiere a otro hermano. Da tanta lástima...
Los nudillos se le pusieron blancos por la fuerza con la que aferraba el abrecartas.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
Sus labios, sus brazos, su sonrisa...había extrañado todo de aquel hombre, y dada la situación, mucho más de lo que había esperado pues había soñado con él cada minuto que había permanecido allí. Deseando que no volviera y al mismo tiempo que no se le ocurriera hacerlo, por su bien. Y cuando al fin lo tenía cerca, esas sensaciones seguían siendo las mismas pero más intensas. No deseaba que se marchara, no quería que lo dejara allí pero al mismo tiempo deseaba gritarle, insultarle y patearle para que se fuera de esa casa, para que se alejara del peligro. Ya apenas podía prestar atención a si las palabras del vampiro tenían coherencia, porque solo podía escucharlo a él.
Realmente él lo hacía sentir como si fuera una dama en apuros. "Márchate, esto es entre él y yo". ¿Desde cuando Vaël se había convertido en una mujer que necesitara ser protegida por su hombre? No tenía muy claro como le hacía sentir todo aquello. Por un lado evidentemente protegido, pero por otro lo ninguneaba como hombre, le hacía sentir un inútil y eso no le gustaba. Aun así era consciente de su estado y de que poco podría hacer. trató de agarrarlo pero Basile ya se había levantado y no pudo más que dejar escapar un suspiro preocupado.
- No pienso marcharme sin ti. - fue todo lo que alcanzó a decir, escuchando lo que el boticario decía al otro hombre y apretando los dientes. Eso no iba a gustarle, no debía alterarlo más, no debía pelear con él, no podría ganar porque aquello no era una pelea justa ni en igualdad.
El ex cortesano vio como el vampiro alzó algo más la cabeza, como se le abrieron las fosas nasales y adquirió una mueca de rabia contenida, acercándose un poco más al boticario, inclinándose hasta casi pegar nariz con nariz, como si en cualquier momento fuera a darle un cabezazo cargado de rabia y rencor. Vaël se removió, tratando de ponerse en pie, quería parar aquello, quería que se marchara ese inmortal, que los dejara tranquilos.
- ¿Crees que te eligió a ti porque eres especial? - soltó una risita macabra y sus ojos parecieron casi iluminarse - Solo te escogió porque eres común, tan común que ni siquiera te das cuenta del peligro que corres al dirigirte a mi de ese modo. - una de sus manos se alzó rápidamente para agarrar del cuello al boticario, haciendo presión en su garganta con una fuerza insoportable. Vaël exclamó alarmado y se acercó, agarrando la mano del vampiro, el cual abrió la boca, mostrándole a Basile sus imponentes colmillos, como una cobra a punto de atacar - Me pregunto si se quedaría a tu lado si te volvieras un peligro para su vida...
- ¡Déjalo, maldito seas! - casi gritó, más alarmado aun con sus palabras. No podía consentir que a ese monstruo se le pasara por la cabeza la idea de abrazar a su boticario. No podía...había habisto en lo que se convertían, y aunque no los despreciaba ni mucho menos, sabía que se les acababan muchas cosas. Los paseos bajo la luz del sol, el hacer una vida normal y al principio, ni siquiera podrían acercarse el uno al otro sin que su amante sintiera deseos de devorarle, de la forma más literal posible - Por favor, no lo hagas, haré lo que sea, pero no lo condenes. - pidió, con un gemido de exasperación. Ese hombre era como una roca, moverlo era imposible, y no tardó en llevarse un soberano empujón que lo mandó de vuelta a la cama y casi lo hace caer por el otro lado.
Realmente él lo hacía sentir como si fuera una dama en apuros. "Márchate, esto es entre él y yo". ¿Desde cuando Vaël se había convertido en una mujer que necesitara ser protegida por su hombre? No tenía muy claro como le hacía sentir todo aquello. Por un lado evidentemente protegido, pero por otro lo ninguneaba como hombre, le hacía sentir un inútil y eso no le gustaba. Aun así era consciente de su estado y de que poco podría hacer. trató de agarrarlo pero Basile ya se había levantado y no pudo más que dejar escapar un suspiro preocupado.
- No pienso marcharme sin ti. - fue todo lo que alcanzó a decir, escuchando lo que el boticario decía al otro hombre y apretando los dientes. Eso no iba a gustarle, no debía alterarlo más, no debía pelear con él, no podría ganar porque aquello no era una pelea justa ni en igualdad.
El ex cortesano vio como el vampiro alzó algo más la cabeza, como se le abrieron las fosas nasales y adquirió una mueca de rabia contenida, acercándose un poco más al boticario, inclinándose hasta casi pegar nariz con nariz, como si en cualquier momento fuera a darle un cabezazo cargado de rabia y rencor. Vaël se removió, tratando de ponerse en pie, quería parar aquello, quería que se marchara ese inmortal, que los dejara tranquilos.
- ¿Crees que te eligió a ti porque eres especial? - soltó una risita macabra y sus ojos parecieron casi iluminarse - Solo te escogió porque eres común, tan común que ni siquiera te das cuenta del peligro que corres al dirigirte a mi de ese modo. - una de sus manos se alzó rápidamente para agarrar del cuello al boticario, haciendo presión en su garganta con una fuerza insoportable. Vaël exclamó alarmado y se acercó, agarrando la mano del vampiro, el cual abrió la boca, mostrándole a Basile sus imponentes colmillos, como una cobra a punto de atacar - Me pregunto si se quedaría a tu lado si te volvieras un peligro para su vida...
- ¡Déjalo, maldito seas! - casi gritó, más alarmado aun con sus palabras. No podía consentir que a ese monstruo se le pasara por la cabeza la idea de abrazar a su boticario. No podía...había habisto en lo que se convertían, y aunque no los despreciaba ni mucho menos, sabía que se les acababan muchas cosas. Los paseos bajo la luz del sol, el hacer una vida normal y al principio, ni siquiera podrían acercarse el uno al otro sin que su amante sintiera deseos de devorarle, de la forma más literal posible - Por favor, no lo hagas, haré lo que sea, pero no lo condenes. - pidió, con un gemido de exasperación. Ese hombre era como una roca, moverlo era imposible, y no tardó en llevarse un soberano empujón que lo mandó de vuelta a la cama y casi lo hace caer por el otro lado.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
No había sido su intención ningunear a Vaël sino protegerlo, instarlo a que se alejara de allí, pero si ofenderlo iba a ser la forma de que el inglés se molestara y se marchara tampoco estaría mal como estrategia. Basile solo respiraría tranquilo cuando Sunderland dejara aquella habitación y le daba igual lo que sucediera después. Bueno, obvio que preferiría vivir y que el vampiro desapareciera para siempre, pero no era estúpido y sabía que después de sus provocaciones la historia tenía pocas posibilidades de acabar tan bien. El "felices para siempre" ya no era una opción, o eso creía el boticario vistas las circunstancias. En cierto modo era irónico porque sin saberlo se estaba acercando a pasos agigantados a ese "para siempre", pero no se le ocurrió pensar sobre ello. Allí había un tipo que amenazaba su integridad y la de Vaël y tenía que alejarlos al uno del otro como fuera.
- He dicho que te vayas. - Repitió.
¿Se notaba en su voz tanta desesperación como le parecía, o había conseguido sonar como un tío duro? No tenía muchas esperanzas al respecto porque ya no podía pensar ni tramar nada con claridad. Ahora se debatía entre la seguridad del inglés y la suya propia, porque el nuevo avance del vampiro le disparó todos los sensores de alarma. Su cuerpo le pedía salir corriendo de allí ya mismo sin mirar atrás, nunca había experimentado nada parecido. ¿Era eso lo que se sentía estando frente a un sobrenatural? ¿Qué hay de la calma que dicen que precede al momento de la muerte? Basile no sentía nada parecido a tranquilidad, más bien todo lo contrario. Hizo voltear el abrecartas en su mano y cuando vio aquellos colmillos le lanzó una puñalada sin detenerse a pensar antes las consecuencias. Dio en el blanco, tal vez porque el otro no se lo esperaba o porque - una posibilidad mucho más escalofriante - le daba lo mismo lo que aquel humano pudiera hacerle con un arma que comparada con su fuerza de inmortal era como un palillo de los dientes. El caso es que la sensación de triunfo por haberle herido en medio del pecho, por hacerle un corte que consideró profundo, se vio rápidamente empañada cuando el hombre lo agarró del cuello.
Intentó zafarse al principio, antes de que la falta de oxígeno en el cerebro le nublara los sentidos y le impidiera moverse con la energía necesaria para soltarse. Los dedos se le aflojaron y el abrecartas cayó al suelo con un tintineo metálico que tal vez sería lo último que el boticario oiría en este mundo, y entonces entendió que iba a morir. No vio pasar su vida en imágenes ni divisó ninguna luz, aunque sí tuvo un momento para recordar a su madre y a sus amigos. Thibaut, querido niño, con la nariz salpicada de pecas. Talena, la gitana fogosa que se vestía de hombre. Agradezco haberos conocido.
Tuvo además dos últimas emociones tan intensas que lo sacudieron: la primera fue una chispa de ira contra Vaël, porque estaba claro que en el pasado se había enredado con aquel tipo. ¿Cómo había podido hacerlo? Un vampiro violento y brutal. ¿Eso le había gustado? ¿Cómo, cómo era posible? El boticario sintió un instante de lástima por sí mismo, por tener que pagar con la vida el capricho absurdo del que había sido cortesano. Solo un instante que se diluyó pronto en su alma como si nunca hubiera estado allí. La segunda, mucho más brillante y lúcida, no fue otra que amor; un sentimiento tierno que lo estremeció de la cabeza a los pies y lo engrandeció en un momento, elevándolo por unos segundos a un nivel mucho más alto del que cualquier sobrenatural llegaría jamás por su simple naturaleza. Había vivido una historia que merecía ser vivida, y eso le dio la certeza de que también su muerte merecería la pena. Ese amor sirvió para reconciliarlo con el mundo y sobre todo consigo mismo justo antes de perder completamente el sentido. Cuando vio entre la nebulosa de luces parpadeantes que los colmillos se acercaban peligrosamente a su cuello pudo mirar hacia donde estaba Vaël, desnudo todavía, y verlo como cuando lo había conocido: indomable y hermoso, como sería siempre. Su último latido fue para él.
Sumido en las brumas de la inconsciencia no se enteró de que el vampiro lo mordía y bebía de su sangre con avidez, una sangre que a pesar de los tragos le manchó la camisa y la barbilla de su depredador. Aunque hubiera estado alerta no le hubiera hecho daño, porque la intención de aquel ser no era que dejara de existir sino que se convirtiera en algo mucho más temible que un cadáver. Quería beberlo entero, dejarlo exangüe, para después darle una nueva identidad. Probablemente lo único que Basile tendría en común con su antiguo yo cuando despertara sería el cuerpo y el nombre. Pero el boticario ya no reflexionó sobre eso, ni sobre nada. Se limitó a quedarse pálido poco a poco como una estatua de mármol.
Y luego murió.
- He dicho que te vayas. - Repitió.
¿Se notaba en su voz tanta desesperación como le parecía, o había conseguido sonar como un tío duro? No tenía muchas esperanzas al respecto porque ya no podía pensar ni tramar nada con claridad. Ahora se debatía entre la seguridad del inglés y la suya propia, porque el nuevo avance del vampiro le disparó todos los sensores de alarma. Su cuerpo le pedía salir corriendo de allí ya mismo sin mirar atrás, nunca había experimentado nada parecido. ¿Era eso lo que se sentía estando frente a un sobrenatural? ¿Qué hay de la calma que dicen que precede al momento de la muerte? Basile no sentía nada parecido a tranquilidad, más bien todo lo contrario. Hizo voltear el abrecartas en su mano y cuando vio aquellos colmillos le lanzó una puñalada sin detenerse a pensar antes las consecuencias. Dio en el blanco, tal vez porque el otro no se lo esperaba o porque - una posibilidad mucho más escalofriante - le daba lo mismo lo que aquel humano pudiera hacerle con un arma que comparada con su fuerza de inmortal era como un palillo de los dientes. El caso es que la sensación de triunfo por haberle herido en medio del pecho, por hacerle un corte que consideró profundo, se vio rápidamente empañada cuando el hombre lo agarró del cuello.
Intentó zafarse al principio, antes de que la falta de oxígeno en el cerebro le nublara los sentidos y le impidiera moverse con la energía necesaria para soltarse. Los dedos se le aflojaron y el abrecartas cayó al suelo con un tintineo metálico que tal vez sería lo último que el boticario oiría en este mundo, y entonces entendió que iba a morir. No vio pasar su vida en imágenes ni divisó ninguna luz, aunque sí tuvo un momento para recordar a su madre y a sus amigos. Thibaut, querido niño, con la nariz salpicada de pecas. Talena, la gitana fogosa que se vestía de hombre. Agradezco haberos conocido.
Tuvo además dos últimas emociones tan intensas que lo sacudieron: la primera fue una chispa de ira contra Vaël, porque estaba claro que en el pasado se había enredado con aquel tipo. ¿Cómo había podido hacerlo? Un vampiro violento y brutal. ¿Eso le había gustado? ¿Cómo, cómo era posible? El boticario sintió un instante de lástima por sí mismo, por tener que pagar con la vida el capricho absurdo del que había sido cortesano. Solo un instante que se diluyó pronto en su alma como si nunca hubiera estado allí. La segunda, mucho más brillante y lúcida, no fue otra que amor; un sentimiento tierno que lo estremeció de la cabeza a los pies y lo engrandeció en un momento, elevándolo por unos segundos a un nivel mucho más alto del que cualquier sobrenatural llegaría jamás por su simple naturaleza. Había vivido una historia que merecía ser vivida, y eso le dio la certeza de que también su muerte merecería la pena. Ese amor sirvió para reconciliarlo con el mundo y sobre todo consigo mismo justo antes de perder completamente el sentido. Cuando vio entre la nebulosa de luces parpadeantes que los colmillos se acercaban peligrosamente a su cuello pudo mirar hacia donde estaba Vaël, desnudo todavía, y verlo como cuando lo había conocido: indomable y hermoso, como sería siempre. Su último latido fue para él.
Sumido en las brumas de la inconsciencia no se enteró de que el vampiro lo mordía y bebía de su sangre con avidez, una sangre que a pesar de los tragos le manchó la camisa y la barbilla de su depredador. Aunque hubiera estado alerta no le hubiera hecho daño, porque la intención de aquel ser no era que dejara de existir sino que se convirtiera en algo mucho más temible que un cadáver. Quería beberlo entero, dejarlo exangüe, para después darle una nueva identidad. Probablemente lo único que Basile tendría en común con su antiguo yo cuando despertara sería el cuerpo y el nombre. Pero el boticario ya no reflexionó sobre eso, ni sobre nada. Se limitó a quedarse pálido poco a poco como una estatua de mármol.
Y luego murió.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
Se había quedado con la cabeza dándole vueltas por el golpe, el vampiro no había tenido medida a la hora de mandarlo al otro lado. Se aferró a las sábanas, sacudiendo la cabeza para luchar por mantenerse sereno, porque no era momentos de flaqueza ni mucho menos, más aun cuando sintió un ruido venir de ambos hombres. Realmente...realmente Basile lo había ignorado, había seguido su plan de atacar al vampiro. ¿Es que no estaba viendo sus colmillos? ¿Es que no estaba escuchando nada?
Sintió que era incapaz de emitir sonido alguno, solo tenía los ojos como platos, mirando aquella escena que le causó nauseas, principalmente porque sabía todo lo que conllevaba y un pánico atroz lo recorrió. Conocía a los vampiros, esclavos de su inmortalidad, nunca se ataban a nadie porque total...¿qué significaba una vida humana para ellos? Fue un pensamiento egoísta, mucho además, pero no pudo evitarlo, su vida sin el boticario ya no tenía ningún sentido, no podría simplemente volver a vivir como antes después de haber disfrutado a su lado. Se le bañaron los ojos en lágrimas que no se molestó en ocultar y se movió con rapidez, acercándose a él cuando el vampiro había terminado con su trabajo y lo miraba, relamiéndose la esencia de su hombre de los labios.
- Que disfrutes de tu amor, puta. - sus labios formaron una sonrisa maliciosa y cruel, pero Vaël ya no le prestaba atención, solo aferraba el cadáver por el momento muerto de su amante, levantándose para moverlo, para subirlo a la cama.
Realmente ni siquiera fue consciente del momento en que el vampiro se había marchado o de como lo había hecho, no escuchó la puerta, ni la ventana, no escuchaba nada. Una vez dejó el cuerpo en la cama, apenas pasaron unos instantes antes de que empezara a gritar y retorcerse. El dolor de la muerte para volver a la consciencia, Vaël quería quedarse a su lado, pero sabía que había algo más importante que hacer, así que desnudo como estaba corrió hacia la cocina, medio tropezando en el salón mientras los quejidos del boticario llenaban sus oídos de forma dolorosa. Agradeció que su casera fuera medio sorda, sin duda.
Sus manos temblorosas empezaron a buscar los tarros de mermeladas y frutas en conservas, llevándolas al suelo donde se dejó caer de rodillas, abriéndolos y comenzando a comer, con los dedos ensangrentados aunque ni sabía de quién era esa sangre, ni le importaba. Solo se concentró en inflarse, en engullir todo lo que pudo. No sabía cuanto iba a durar el cambio, si era mucho o poco, pero no pensaba perder ni un segundo de tiempo. No iba a dejar que Basile se fuera y como neófito iba a tener hambre, seguro, alguna vez, en esos momentos posteriores al sexo, le habían contado un poco como funcionaban las cosas, por eso se centró en alimentarse, en recuperarse un poco, para ser su comida.
Dejó de escuchar gritos y se levantó, con los dedos aun húmedos del almíbar y la mermelada, pasándose el dorso de la mano por los labios para al menos poder estar algo más decente. Caminó de vuelta al cuarto, asomándose para verlo en la cama recostado, por el momento parecía dormido, quizás estaba descansando después de los dolores. Vaël se subió en la cama a gatas, de forma lenta, temblando pero controlándose, porque aunque ahora fuera a abrir los ojos como una bestia, seguía siendo Basile, y estaba así por su culpa, él lo había puesto en el punto de mira de otros hombres cuando el pobre boticario siempre había vivido una vida tranquila. Los remordimientos lo atacaban con más fuerza que nunca cuando se recostó a su lado, de costado, mirando hacia él y abrazándose a uno de sus brazos, esperando, como una bandeja con el desayuno preparado sobre la mesita de noche. Era una imagen de lo más patética, seguro.
- Perdóname, mi amor...- susurró, apenas con un hilo de voz. El vampiro pensaba que Vaël no estaría con uno de ellos, que repudiaría al boticario como había hecho con los demás. Probablemente porque no entendía que una vez te has enamorado, te da igual en lo que se pueda convertir tu amante. Ahora el miedo que guardaba el ex cortesano en su interior, no era otro que el de ser repudiado y abandonado por su amante, si es que aun lo podía llamar así.
Sintió que era incapaz de emitir sonido alguno, solo tenía los ojos como platos, mirando aquella escena que le causó nauseas, principalmente porque sabía todo lo que conllevaba y un pánico atroz lo recorrió. Conocía a los vampiros, esclavos de su inmortalidad, nunca se ataban a nadie porque total...¿qué significaba una vida humana para ellos? Fue un pensamiento egoísta, mucho además, pero no pudo evitarlo, su vida sin el boticario ya no tenía ningún sentido, no podría simplemente volver a vivir como antes después de haber disfrutado a su lado. Se le bañaron los ojos en lágrimas que no se molestó en ocultar y se movió con rapidez, acercándose a él cuando el vampiro había terminado con su trabajo y lo miraba, relamiéndose la esencia de su hombre de los labios.
- Que disfrutes de tu amor, puta. - sus labios formaron una sonrisa maliciosa y cruel, pero Vaël ya no le prestaba atención, solo aferraba el cadáver por el momento muerto de su amante, levantándose para moverlo, para subirlo a la cama.
Realmente ni siquiera fue consciente del momento en que el vampiro se había marchado o de como lo había hecho, no escuchó la puerta, ni la ventana, no escuchaba nada. Una vez dejó el cuerpo en la cama, apenas pasaron unos instantes antes de que empezara a gritar y retorcerse. El dolor de la muerte para volver a la consciencia, Vaël quería quedarse a su lado, pero sabía que había algo más importante que hacer, así que desnudo como estaba corrió hacia la cocina, medio tropezando en el salón mientras los quejidos del boticario llenaban sus oídos de forma dolorosa. Agradeció que su casera fuera medio sorda, sin duda.
Sus manos temblorosas empezaron a buscar los tarros de mermeladas y frutas en conservas, llevándolas al suelo donde se dejó caer de rodillas, abriéndolos y comenzando a comer, con los dedos ensangrentados aunque ni sabía de quién era esa sangre, ni le importaba. Solo se concentró en inflarse, en engullir todo lo que pudo. No sabía cuanto iba a durar el cambio, si era mucho o poco, pero no pensaba perder ni un segundo de tiempo. No iba a dejar que Basile se fuera y como neófito iba a tener hambre, seguro, alguna vez, en esos momentos posteriores al sexo, le habían contado un poco como funcionaban las cosas, por eso se centró en alimentarse, en recuperarse un poco, para ser su comida.
Dejó de escuchar gritos y se levantó, con los dedos aun húmedos del almíbar y la mermelada, pasándose el dorso de la mano por los labios para al menos poder estar algo más decente. Caminó de vuelta al cuarto, asomándose para verlo en la cama recostado, por el momento parecía dormido, quizás estaba descansando después de los dolores. Vaël se subió en la cama a gatas, de forma lenta, temblando pero controlándose, porque aunque ahora fuera a abrir los ojos como una bestia, seguía siendo Basile, y estaba así por su culpa, él lo había puesto en el punto de mira de otros hombres cuando el pobre boticario siempre había vivido una vida tranquila. Los remordimientos lo atacaban con más fuerza que nunca cuando se recostó a su lado, de costado, mirando hacia él y abrazándose a uno de sus brazos, esperando, como una bandeja con el desayuno preparado sobre la mesita de noche. Era una imagen de lo más patética, seguro.
- Perdóname, mi amor...- susurró, apenas con un hilo de voz. El vampiro pensaba que Vaël no estaría con uno de ellos, que repudiaría al boticario como había hecho con los demás. Probablemente porque no entendía que una vez te has enamorado, te da igual en lo que se pueda convertir tu amante. Ahora el miedo que guardaba el ex cortesano en su interior, no era otro que el de ser repudiado y abandonado por su amante, si es que aun lo podía llamar así.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
El tiempo transcurre más lento cuando uno dispone de todo el que pueda desear. Imaginad que se pudiera coger un segundo entre las manos, tocarlo, y luego estirarlo como si fuera tan elástico que jamás se rompiera ni se diera de sí. Imaginad todas las experiencias vitales que cabrían en ese tiempo nuevo que ya no tiene nombre, en ese lapso suspendido en algún lugar a medio camino entre la vida y la muerte. Basile no había aprendido aún a jugar con esa nueva dimensión de las cosas, y por eso al abrir los ojos después del que sería su último sueño no supo decir si había estado inerte una hora o un año. No, en realidad fue antes de abrir los ojos cuando supo que todo era diferente, le bastó con aguzar el oído y el olfato para darse cuenta de que era un extraño en su propio cuerpo. Tenía los músculos agarrotados después de haberse estado retorciendo sobre las sábanas pero no notaba acelerado el corazón. ¡Su corazón! Ya no latía, estaba quieto como si fuera cualquier otro órgano, como una oreja. Qué sensación más extraña. Se percató paulatinamente de que tampoco necesitaba ya respirar, aunque lo hizo por inercia, ensanchó los pulmones cogiendo aire...
... y le inundó el olor más delicioso que jamás había percibido.
No era fácil describirlo porque aunaba el aroma de los alimentos más exquisitos con otra cosa, un instinto mucho más primario, algo animal. Basile se dio cuenta demasiado tarde de que ahora tenía poco de hombre y mucho de bestia, pero cuando abrió los ojos estaba ya enfebrecido por su nueva condición y olvidó quién era antes y qué hacía allí. Sus pupilas se contrajeron al tiempo que giraba la cabeza para localizar la fuente del olor. Allí junto a él había un hombre tumbado, sin ropa, con la boca manchada de almíbar y que desprendía ese vampor que lo embriagaba entero y lo sacaba fuera de sí. Rugió como un león enjaulado mientras se incorporaba, tenía hambre, o no... era algo mucho más grande que el hambre, porque esa es una emoción que puede reprimirse incluso cuando se está a punto de morir de inanición. Lo que sentía Basile no podía controlarse, ni siquiera quería intentarlo. ¿Por qué debería hacerlo? Quería beber sangre y allí tenía toda la que quería dispuesta en bandeja, como si Vaël fuera un cordero que no sabe que acaba de meterse derecho en el matadero.
Echándose sobre él con los ojos encendidos y los colmillos listos los hundió en su carne, buscando la fina piel de su cuello como si llevara haciéndolo tantos años que hubiera automatizado ya el proceso. No sabía cuántos tragos podía tomar sin matarlo pero en ese instante no le importaba, no temía lastimarlo, en realidad le daba exactamente igual a cuántos humanos tuviera que dejar secos para calmar su sed. No recordaba si aquel hombre en concreto había significado algo para él porque solo veía un cuello blanco y delicioso del que comenzó a tomar con avidez. Podría seguir así toda la tarde o hasta que Sunderland muriera, lo que ocurriera primero, pero un golpe de suerte del destino salvó al antiguo cortesano de ese destino fatal. La transformación de Basile todavía no había culminado por completo y un nuevo latigazo de dolor lo sacudió entero, haciendo que al convulsionarse se separara de Vaël contra su voluntad. Aquella sacudida duró solo un momento, un instante fugaz, pero además de recorrerle entero el cuerpo fue como si encendiera una chispa en su mente. Miró al humano y su cara se transfiguró por el horror del acto cometido.
- ¿Vaël? - Preguntó, encontrando que su voz era ahora más grave.
Cómo describir la desesperación del segundo en el que comprendió que ahora, además de amarlo, deseaba matarlo. Y no estaba seguro de cuál de las dos emociones iba a prevalecer.
... y le inundó el olor más delicioso que jamás había percibido.
No era fácil describirlo porque aunaba el aroma de los alimentos más exquisitos con otra cosa, un instinto mucho más primario, algo animal. Basile se dio cuenta demasiado tarde de que ahora tenía poco de hombre y mucho de bestia, pero cuando abrió los ojos estaba ya enfebrecido por su nueva condición y olvidó quién era antes y qué hacía allí. Sus pupilas se contrajeron al tiempo que giraba la cabeza para localizar la fuente del olor. Allí junto a él había un hombre tumbado, sin ropa, con la boca manchada de almíbar y que desprendía ese vampor que lo embriagaba entero y lo sacaba fuera de sí. Rugió como un león enjaulado mientras se incorporaba, tenía hambre, o no... era algo mucho más grande que el hambre, porque esa es una emoción que puede reprimirse incluso cuando se está a punto de morir de inanición. Lo que sentía Basile no podía controlarse, ni siquiera quería intentarlo. ¿Por qué debería hacerlo? Quería beber sangre y allí tenía toda la que quería dispuesta en bandeja, como si Vaël fuera un cordero que no sabe que acaba de meterse derecho en el matadero.
Echándose sobre él con los ojos encendidos y los colmillos listos los hundió en su carne, buscando la fina piel de su cuello como si llevara haciéndolo tantos años que hubiera automatizado ya el proceso. No sabía cuántos tragos podía tomar sin matarlo pero en ese instante no le importaba, no temía lastimarlo, en realidad le daba exactamente igual a cuántos humanos tuviera que dejar secos para calmar su sed. No recordaba si aquel hombre en concreto había significado algo para él porque solo veía un cuello blanco y delicioso del que comenzó a tomar con avidez. Podría seguir así toda la tarde o hasta que Sunderland muriera, lo que ocurriera primero, pero un golpe de suerte del destino salvó al antiguo cortesano de ese destino fatal. La transformación de Basile todavía no había culminado por completo y un nuevo latigazo de dolor lo sacudió entero, haciendo que al convulsionarse se separara de Vaël contra su voluntad. Aquella sacudida duró solo un momento, un instante fugaz, pero además de recorrerle entero el cuerpo fue como si encendiera una chispa en su mente. Miró al humano y su cara se transfiguró por el horror del acto cometido.
- ¿Vaël? - Preguntó, encontrando que su voz era ahora más grave.
Cómo describir la desesperación del segundo en el que comprendió que ahora, además de amarlo, deseaba matarlo. Y no estaba seguro de cuál de las dos emociones iba a prevalecer.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
Un escalofrío atacó su cuerpo de forma intensa, recorriendo toda su espina dorsal, expandiendo el miedo por cada fibra de su ser. A pesar de entregarse de forma consciente, no podía eliminar el pánico de cualquier humano cuando se ve a un paso de la muerte. Vaël nunca había temido a ese destino, tarde o temprano a todos les llegaba su hora, sin embargo, no podía eliminar la sensación de pavor ante la imagen de desaparecer, de dejar atrás a Basile cuando probablemente más lo necesitaría. Esos ojos se clavaron en los suyos, vio al monstruo y simplemente lo aceptó, quedando recostado boca arriba mientras el neófito atacaba su cuello sin miramientos.
No era la primera vez que sentía esa sensación atacarlo, embargar su cuerpo, cada centímetro de este. Vaël siempre se había considerado un salvaje, que disfrutaba del dolor, quizás era lo único que su boticario nunca podría haberle dado, ese punto de rudeza descontrolada. Aunque igualmente nunca le habría importado, habría prescindido de cualquier cosa solo para estar con él. Ahora quizás debería prescindir de la vida. Dejó escapar un gimoteo por el dolor, sintiendo como se le iba escapando de las manos, apretando los dedos de los pies, las sábanas en sus manos.
El mayor se apartó, haciéndolo jadear, incorporándose levemente, mirándolo con ojos cansados. Una chispa de Basile apareció en esa bestia y el inglés supo que no debía dejarla escapar, no había tiempo para la inconsciencia, debía atar a su hombre como le fuera posible. Sus labios formaron una sonrisa, comprensiva y de disculpa al mismo tiempo. Llevó las manos a sus mejillas, ahora frías y se acercó a su rostro para depositar un suave beso en sus labios, sin importarle mancharse de su propia sangre, ¿en serio iba a dar importancia a algo tan banal?
- Todo está bien...- susurró, controlando el temblor de su cuerpo, el de su voz. Trató de empujarlo suave para que se recostara en la cama, sin apartar las manos de su rostro, pasando los pulgares por los labios enrojecidos del boticario - Tienes que ser fuerte, Basile. Tienes que ser más fuerte de lo que nunca has sido, debes mantenerte consciente y no dejar que el hambre te domine.- hablaba con voz melosa, casi amorosa, como si él fuera un experto en todo aquello. Bendita su curiosidad, benditas sus mil preguntas a los vampiros con los que había retozado - ¿Lo harás? Yo confío en ti...
No creía que fuera a servir de mucho atarlo si él iba a ser más fuerte y ágil, por eso ni lo intentó, mejor intentar disuadirlo con palabras. Despacio se movió para levantarse. Se sentía débil, claro que sí, pero era un hombre y debía cuidar de su amante, porque si Grushenko debía ser fuerte, él no se quedaba atrás.
- Buscaré a alguien, solo espérame, aguanta un poco, ¿de acuerdo? - ¿cuántos vagabundos por las calles de París no habrían sido ya víctimas de algún inmortal? ¿Cuántos no estarían dispuestos a cualquier cosa por unos francos?
Iba a cuidar a Basile. Fuera hombre o bestia...
No era la primera vez que sentía esa sensación atacarlo, embargar su cuerpo, cada centímetro de este. Vaël siempre se había considerado un salvaje, que disfrutaba del dolor, quizás era lo único que su boticario nunca podría haberle dado, ese punto de rudeza descontrolada. Aunque igualmente nunca le habría importado, habría prescindido de cualquier cosa solo para estar con él. Ahora quizás debería prescindir de la vida. Dejó escapar un gimoteo por el dolor, sintiendo como se le iba escapando de las manos, apretando los dedos de los pies, las sábanas en sus manos.
El mayor se apartó, haciéndolo jadear, incorporándose levemente, mirándolo con ojos cansados. Una chispa de Basile apareció en esa bestia y el inglés supo que no debía dejarla escapar, no había tiempo para la inconsciencia, debía atar a su hombre como le fuera posible. Sus labios formaron una sonrisa, comprensiva y de disculpa al mismo tiempo. Llevó las manos a sus mejillas, ahora frías y se acercó a su rostro para depositar un suave beso en sus labios, sin importarle mancharse de su propia sangre, ¿en serio iba a dar importancia a algo tan banal?
- Todo está bien...- susurró, controlando el temblor de su cuerpo, el de su voz. Trató de empujarlo suave para que se recostara en la cama, sin apartar las manos de su rostro, pasando los pulgares por los labios enrojecidos del boticario - Tienes que ser fuerte, Basile. Tienes que ser más fuerte de lo que nunca has sido, debes mantenerte consciente y no dejar que el hambre te domine.- hablaba con voz melosa, casi amorosa, como si él fuera un experto en todo aquello. Bendita su curiosidad, benditas sus mil preguntas a los vampiros con los que había retozado - ¿Lo harás? Yo confío en ti...
No creía que fuera a servir de mucho atarlo si él iba a ser más fuerte y ágil, por eso ni lo intentó, mejor intentar disuadirlo con palabras. Despacio se movió para levantarse. Se sentía débil, claro que sí, pero era un hombre y debía cuidar de su amante, porque si Grushenko debía ser fuerte, él no se quedaba atrás.
- Buscaré a alguien, solo espérame, aguanta un poco, ¿de acuerdo? - ¿cuántos vagabundos por las calles de París no habrían sido ya víctimas de algún inmortal? ¿Cuántos no estarían dispuestos a cualquier cosa por unos francos?
Iba a cuidar a Basile. Fuera hombre o bestia...
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
Si se concentraba en no respirar podía resistir más o menos la tentación. Bueno, en realidad no, seguramente si no había saltado de nuevo sobre Vaël era simplemente porque acababa de beber y no tenía ya tanta hambre como antes, pero por desgracia la sed de un neófito no era algo que se aplacara con unos cuantos tragos. Basile quería más, mucho más, y que el inglés lo besara no ayudaba precisamente a que se controlara. Se apartó de él como si le repugnara, rugiendo de nuevo, lanzando un zarpazo al colchón que dejó la marca de sus uñas rasgadas en la tela. La lana emergió de las heridas como las tripas de un animal al que han abierto en canal.
- ¡No hagas eso! - Le gritó sin ninguna consideración.
En ese momento estaba demasiado ocupado tratando de no comérselo como para reparar en si daba miedo o no. ¿Cómo podía hablarle como si fuera humano? Ya no era el mismo y las palabras de Vaël no le bastaban. De hecho no le servían ni para empezar. Se revolvió cuando el otro le indicó que se tumbara, resistiéndose y a la vez luchando contra su propia resistencia. Era agotador y solo llevaba de esa forma cinco minutos.
- No... no... - Se quejó como si tuviera fiebre y delirara, sus palabras eran inconexas y casi inaudibles. - No me toques... no te acerques a mí...
Se volvió hasta quedar boca abajo y apretó la cabeza contra la almohada tan fuerte que se hizo daño en la nariz, pero no le importó. El dolor le ayudaba a centrarse en otra cosa que no fuera aquel suculento manjar que tenía tan cerca, solo con alargar la mano... Su autocontrol se terminó justo en el instante en que Vaël salió de la vivienda, y le fue de un pelo porque nada más cerrar la puerta sin duda oyó el fortísimo golpe de Basile al otro lado impactando contra ella. Arremetió a golpes con la madera, arañándola, intentando echarla abajo para beber otra vez esa sangre que le volvía loco. Los rugidos que estaba largando tenían que estar poniendo alerta a todo el barrio, así que sería mejor que la casera no estuviera en el piso de abajo. El neófito olfateó, constatando que en efecto la mujer no se hallaba en su hogar. ¿Dónde estaría a aquellas horas de la madrugada? ¡Madrugada! Fuera no había sol, así que Basile podía aprovechar la ausencia de Vaël para escapar. No sabía a dónde podría ir pero tenía que largarse, tenía que huir de allí antes de que su hombre regresara y tuviera oportunidad de matarlo, sabiendo al mismo tiempo que si lo mataba él ya no querría vivir más. ¿Qué podía hacer con aquella angustia? Puede describirse pero no entenderse, estaba tan desesperado que pensó en subir al tejado y saltar. ¿No sería dulce? Pero los vampiros no podían morir porque ya estaban muertos. Tendría que esperar a que amaneciera y luego exponerse a la luz del sol, quemarse, reducirse a cenizas y dejar de existir. Vaël...
- Vaëeeeeeeeeeeel. - Gimió, sin saber ya si hablaba en voz alta o si todo sonaba en su mente. - Tengo... hambre.
Sollozó y se dejó caer al suelo, debilitado de pronto, convulsionando nuevamente cuando otra oleada de dolor lo embargó y lo arrastró hacia la calma tan bienvenida de la inconsciencia. Así estuvo unos minutos hasta que sintió algo blando y cálido contra su brazo izquierdo y abrió los párpados, medio ebrio, divisando algo borroso y blanco con un par de orejas puntiagudas y dos ojillos rojos como cerezas. "Cherry", pensó, porque estaba demasiado flojo para hablar, "mira lo que soy ahora, mira lo que soy...". La conejita trepó a su regazo y se quedó allí con él, esperando el regreso de Vaël como si con su peso de pluma pudiera impedir que un vampiro se levantara y se marchara. Como si también quisiera ocuparse a su manera de que Basile esperara allí.
- ¡No hagas eso! - Le gritó sin ninguna consideración.
En ese momento estaba demasiado ocupado tratando de no comérselo como para reparar en si daba miedo o no. ¿Cómo podía hablarle como si fuera humano? Ya no era el mismo y las palabras de Vaël no le bastaban. De hecho no le servían ni para empezar. Se revolvió cuando el otro le indicó que se tumbara, resistiéndose y a la vez luchando contra su propia resistencia. Era agotador y solo llevaba de esa forma cinco minutos.
- No... no... - Se quejó como si tuviera fiebre y delirara, sus palabras eran inconexas y casi inaudibles. - No me toques... no te acerques a mí...
Se volvió hasta quedar boca abajo y apretó la cabeza contra la almohada tan fuerte que se hizo daño en la nariz, pero no le importó. El dolor le ayudaba a centrarse en otra cosa que no fuera aquel suculento manjar que tenía tan cerca, solo con alargar la mano... Su autocontrol se terminó justo en el instante en que Vaël salió de la vivienda, y le fue de un pelo porque nada más cerrar la puerta sin duda oyó el fortísimo golpe de Basile al otro lado impactando contra ella. Arremetió a golpes con la madera, arañándola, intentando echarla abajo para beber otra vez esa sangre que le volvía loco. Los rugidos que estaba largando tenían que estar poniendo alerta a todo el barrio, así que sería mejor que la casera no estuviera en el piso de abajo. El neófito olfateó, constatando que en efecto la mujer no se hallaba en su hogar. ¿Dónde estaría a aquellas horas de la madrugada? ¡Madrugada! Fuera no había sol, así que Basile podía aprovechar la ausencia de Vaël para escapar. No sabía a dónde podría ir pero tenía que largarse, tenía que huir de allí antes de que su hombre regresara y tuviera oportunidad de matarlo, sabiendo al mismo tiempo que si lo mataba él ya no querría vivir más. ¿Qué podía hacer con aquella angustia? Puede describirse pero no entenderse, estaba tan desesperado que pensó en subir al tejado y saltar. ¿No sería dulce? Pero los vampiros no podían morir porque ya estaban muertos. Tendría que esperar a que amaneciera y luego exponerse a la luz del sol, quemarse, reducirse a cenizas y dejar de existir. Vaël...
- Vaëeeeeeeeeeeel. - Gimió, sin saber ya si hablaba en voz alta o si todo sonaba en su mente. - Tengo... hambre.
Sollozó y se dejó caer al suelo, debilitado de pronto, convulsionando nuevamente cuando otra oleada de dolor lo embargó y lo arrastró hacia la calma tan bienvenida de la inconsciencia. Así estuvo unos minutos hasta que sintió algo blando y cálido contra su brazo izquierdo y abrió los párpados, medio ebrio, divisando algo borroso y blanco con un par de orejas puntiagudas y dos ojillos rojos como cerezas. "Cherry", pensó, porque estaba demasiado flojo para hablar, "mira lo que soy ahora, mira lo que soy...". La conejita trepó a su regazo y se quedó allí con él, esperando el regreso de Vaël como si con su peso de pluma pudiera impedir que un vampiro se levantara y se marchara. Como si también quisiera ocuparse a su manera de que Basile esperara allí.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
Tenía que pensar y actuar rápido. Buscó ropa, le daba igual, la más sencilla bastaría. Con un paño húmedo se fue limpiando la herida, cubriéndola mientras salía de la casa. Solo podía confiar en el destino para que Basile permaneciera allí esperándolo tal y como le había pedido. Sus pasos eran algo inseguros mientras su cuerpo intentaba mantenerse en activo pero él sabía exactamente a donde se dirigía, donde podría encontrar ayuda.
No tardó mucho en llegar al burdel, en su día había buscado que su casa no estuviera demasiado lejos de este y ahora lo agradecía. Allí algunos se lo quedaron mirando por su mal aspecto, pero había visto cosas peores, además, no tardaron en reconocerlo las prostitutas, sus ex compañeras y amigas. De todas formas no tenía tiempo para hablar con ellas, preguntó por una en particular y fue a su habitación, por suerte estaba sola, ¿otro golpe del destino que debía agradecer? Por el momento solo podía apurarse y entró en el cuarto tras llamar, haciendo que ella se sorprendiera enormemente.
- Sweetie...te necesito. - jadeó, dejándose caer en la cama de la cortesana que en seguida cerró la puerta, acercándose para sentarse a su lado y poner la mano en su frente, buscando algo que darle de beber.
- Por el amor del cielo, Vaël, ¿qué demonios te ha pasado? - preguntó preocupada, no tardando en atraer la mirada de su amigo, que tras incorporarse para beber un poco de algo fuerte que ni ganas tenía de reconocer, comenzó a hablar. Explicó por encima quién era Basile en su vida, lo que había pasado y la situación en la que se encontraba en ese momento. La mujer lo miraba con ojos horrorizados, pero no por el tema vampírico, más bien por lo horrible de lo que le contaba. Ella era conocida por ser una mujer madura y dispuesta a cualquier cosa si le pagaban bien. Conocía muchos secretos de muchas personas y Vaël no podría confiar en nadie más para contarle algo así. Después de decirle sus intenciones, ella frunció el ceño, pensativa - No te preocupes, cariño. Dame unos minutos.
Ella se levantó, airosa y con paso firme y seguro, como siempre. Vaël le dio esos minutos mientras los aprovechaba para descansar en aquella cama por la que tantos hombres habían pasado. Sus pensamientos estaban lejos, sin embargo, con Basile. Cuando la puerta se volvió a abrir, dos muchachas más entraron con la mujer. Una era algo jovencita y él no la reconoció, la otra era algo más mayor y sí habían compartido horas juntos, le dedicó una sonrisa que Vaël no pudo corresponder. Poco después, los cuatro caminaban por París, tratando de hacer el menos ruido posible hasta poder llegar a la casa del hombre. El inglés había ido todo el camino apoyado en el hombro de la muchacha más joven, que era condenada y sospechosamente fuerte. Por un segundo sus ojos se fijaron en ella, tenía la piel clara y era terriblemente hermosa, como una muñeca de porcelana...
- Eres...- no terminó la frase, no hizo falta, la chica le dedicó una sonrisa de lo más esclarecedora y Vaël no pudo sino mirar a "Sweetie" con ojos aun más respetuosos. Realmente esa mujer podría resolver cualquier problema que le pusieran delante, era impresionante la de secretos que conocía.
Una vez atravesaron la puerta de la casa, la muchacha más joven lo dejó a cargo de las otras dos y ella fue la encargada de tomar a Basile y llevarlo hacia la habitación, probablemente porque era la única que podía compararse en fuerza con él, la única de su raza. Era aterrador que en un solo día hubieran pasado tres vampiros diferentes por su salón.
- Se llama Prime, o así se hace llamar. Llegó hace unos meses pero yo la conocía desde hace mucho tiempo. - aseguró, sonriendo suave y mirando de nuevo a Vaël mientras lo llevaba hacia la mesa del salón para que se pudiera sentar.
- Debes descansar, nosotras lo alimentaremos hasta que te recuperes, Prime lo mantendrá bajo control. - habló entonces la otra muchacha, la que también había compartido burdel e incluso hombre con él. El ayudante de boticario aun recordaba cuando la había ayudado en una situación de lo más escabrosa.
- Gracias Rose. Gracias a las tres...- susurró, echándose un poco hacia atrás, mientras Rose le dejaba un beso en la frente y se iba al cuarto para, probablemente, ser la primera comida de Basile. Había tenido miedo, pero con Prime, una vampiresa allí, y se veía que no era precisamente una novata, ya se quedaba más tranquilo sobre la seguridad de las mujeres y la suya propia, para qué negarlo. Tendría que buscar la forma de pagarles aquello. Sweetie tampoco se quedó quieta, ya se había puesto manos a la obra en la cocina para alimentar a Vaël y por supuesto, a Rose en cuanto lo necesitase - Cherry...
La conejita estaba dando pequeños saltitos hacia el cuarto, ni siquiera se había fijado en ella, pero en ese momento se levantó para tomarla en brazos, sentándose de nuevo con ella en el regazo y mirando hacia la puerta abierta, dejando escapar un suspiro. ¿Cuánto duraría aquello? ¿Días? ¿Semanas?...Lo que fuera, tenía que aguantar, al menos agradecía no estar solo. Definitivamente, nunca estaría lo suficientemente agradecido a las putas de París. Como muchos otros hombres.
No tardó mucho en llegar al burdel, en su día había buscado que su casa no estuviera demasiado lejos de este y ahora lo agradecía. Allí algunos se lo quedaron mirando por su mal aspecto, pero había visto cosas peores, además, no tardaron en reconocerlo las prostitutas, sus ex compañeras y amigas. De todas formas no tenía tiempo para hablar con ellas, preguntó por una en particular y fue a su habitación, por suerte estaba sola, ¿otro golpe del destino que debía agradecer? Por el momento solo podía apurarse y entró en el cuarto tras llamar, haciendo que ella se sorprendiera enormemente.
- Sweetie...te necesito. - jadeó, dejándose caer en la cama de la cortesana que en seguida cerró la puerta, acercándose para sentarse a su lado y poner la mano en su frente, buscando algo que darle de beber.
- Por el amor del cielo, Vaël, ¿qué demonios te ha pasado? - preguntó preocupada, no tardando en atraer la mirada de su amigo, que tras incorporarse para beber un poco de algo fuerte que ni ganas tenía de reconocer, comenzó a hablar. Explicó por encima quién era Basile en su vida, lo que había pasado y la situación en la que se encontraba en ese momento. La mujer lo miraba con ojos horrorizados, pero no por el tema vampírico, más bien por lo horrible de lo que le contaba. Ella era conocida por ser una mujer madura y dispuesta a cualquier cosa si le pagaban bien. Conocía muchos secretos de muchas personas y Vaël no podría confiar en nadie más para contarle algo así. Después de decirle sus intenciones, ella frunció el ceño, pensativa - No te preocupes, cariño. Dame unos minutos.
Ella se levantó, airosa y con paso firme y seguro, como siempre. Vaël le dio esos minutos mientras los aprovechaba para descansar en aquella cama por la que tantos hombres habían pasado. Sus pensamientos estaban lejos, sin embargo, con Basile. Cuando la puerta se volvió a abrir, dos muchachas más entraron con la mujer. Una era algo jovencita y él no la reconoció, la otra era algo más mayor y sí habían compartido horas juntos, le dedicó una sonrisa que Vaël no pudo corresponder. Poco después, los cuatro caminaban por París, tratando de hacer el menos ruido posible hasta poder llegar a la casa del hombre. El inglés había ido todo el camino apoyado en el hombro de la muchacha más joven, que era condenada y sospechosamente fuerte. Por un segundo sus ojos se fijaron en ella, tenía la piel clara y era terriblemente hermosa, como una muñeca de porcelana...
- Eres...- no terminó la frase, no hizo falta, la chica le dedicó una sonrisa de lo más esclarecedora y Vaël no pudo sino mirar a "Sweetie" con ojos aun más respetuosos. Realmente esa mujer podría resolver cualquier problema que le pusieran delante, era impresionante la de secretos que conocía.
Una vez atravesaron la puerta de la casa, la muchacha más joven lo dejó a cargo de las otras dos y ella fue la encargada de tomar a Basile y llevarlo hacia la habitación, probablemente porque era la única que podía compararse en fuerza con él, la única de su raza. Era aterrador que en un solo día hubieran pasado tres vampiros diferentes por su salón.
- Se llama Prime, o así se hace llamar. Llegó hace unos meses pero yo la conocía desde hace mucho tiempo. - aseguró, sonriendo suave y mirando de nuevo a Vaël mientras lo llevaba hacia la mesa del salón para que se pudiera sentar.
- Debes descansar, nosotras lo alimentaremos hasta que te recuperes, Prime lo mantendrá bajo control. - habló entonces la otra muchacha, la que también había compartido burdel e incluso hombre con él. El ayudante de boticario aun recordaba cuando la había ayudado en una situación de lo más escabrosa.
- Gracias Rose. Gracias a las tres...- susurró, echándose un poco hacia atrás, mientras Rose le dejaba un beso en la frente y se iba al cuarto para, probablemente, ser la primera comida de Basile. Había tenido miedo, pero con Prime, una vampiresa allí, y se veía que no era precisamente una novata, ya se quedaba más tranquilo sobre la seguridad de las mujeres y la suya propia, para qué negarlo. Tendría que buscar la forma de pagarles aquello. Sweetie tampoco se quedó quieta, ya se había puesto manos a la obra en la cocina para alimentar a Vaël y por supuesto, a Rose en cuanto lo necesitase - Cherry...
La conejita estaba dando pequeños saltitos hacia el cuarto, ni siquiera se había fijado en ella, pero en ese momento se levantó para tomarla en brazos, sentándose de nuevo con ella en el regazo y mirando hacia la puerta abierta, dejando escapar un suspiro. ¿Cuánto duraría aquello? ¿Días? ¿Semanas?...Lo que fuera, tenía que aguantar, al menos agradecía no estar solo. Definitivamente, nunca estaría lo suficientemente agradecido a las putas de París. Como muchos otros hombres.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
Cuando notó que alguien intentaba moverlo se resistió por pura tozudez, con rabia, como si quisiera hacer prevalecer su derecho a decidir cuándo quería acostarse y cuando no. Obviamente no le sirvió de nada revolverse porque la muchacha pese a su aspecto era fuerte como un roble. Otra vampiro, sin duda, porque era poseedora de esa tez clara tan característica de los de su raza que seguramente ahora Basile luciría también. Ese era el menor de sus problemas, el color de su piel, así que no perdió mucho tiempo reflexionando sobre el particular. Había nuevos olores en la casa, pero de nuevo uno se imponía sobre todos los demás hasta el punto que casi los anulaba. ¿Por qué precisamente Vaël tenía que desprender el aroma más delicioso? Le sería mucho más fácil abstenerse de matarlo si apestara, o si simplemente oliera a humano neutral. No entendía por qué su presencia entre todas las demás era la que le despertaba el mayor instinto asesino, pero su lucha interna era tal que lo agotaba hasta que su lado más peligroso vencía, y entonces intentaba abalanzarse sobre Sunderland para devorarlo. Cada una de las veces que lo intentó la otra vampiresa se lo impidió, inmovilizándolo e incluso golpeándolo cuando Basile se ponía más agresivo. Fue una verdadera pelea la que se llevó a cabo en aquella alcoba, hasta tal punto que la cama del ex cortesano terminó hecha trizas y sus cortinas desgarradas.
Cuando la tal Prime consiguió medio serenarlo a base de tortas entró Rose, una mujer de la que el boticario no conocía ni el nombre pero que se dispuso con asombrosa resignación para que Basile bebiera de ella. El neófito así lo hizo, aunque se requirieron los "servicios" de Prime cuando la meretriz estaba ya casi seca y aun así el boticario se negaba a separar los colmillos de su piel. De no ser por ella Rose habría muerto sin que el vampiro más joven se parara ni un segundo a lamentarse antes de buscar otra presa, hasta tal punto estaba desquiciado. Cuando recuperaba momentáneamente la lucidez llamaba a Vaël, le pedía que se alejara de él, intentaba escapar en vano y se lamentaba de la bestia en la que se había convertido. Cuando otra vez su naturaleza se apoderaba de él rugía y de nuevo gritaba el nombre de Sunderland, pero para que se acercara lo suficiente como para hundirle los colmillos en la garganta. Iban a pasar unos días moviditos, de eso no cabía duda.
Cuando la tal Prime consiguió medio serenarlo a base de tortas entró Rose, una mujer de la que el boticario no conocía ni el nombre pero que se dispuso con asombrosa resignación para que Basile bebiera de ella. El neófito así lo hizo, aunque se requirieron los "servicios" de Prime cuando la meretriz estaba ya casi seca y aun así el boticario se negaba a separar los colmillos de su piel. De no ser por ella Rose habría muerto sin que el vampiro más joven se parara ni un segundo a lamentarse antes de buscar otra presa, hasta tal punto estaba desquiciado. Cuando recuperaba momentáneamente la lucidez llamaba a Vaël, le pedía que se alejara de él, intentaba escapar en vano y se lamentaba de la bestia en la que se había convertido. Cuando otra vez su naturaleza se apoderaba de él rugía y de nuevo gritaba el nombre de Sunderland, pero para que se acercara lo suficiente como para hundirle los colmillos en la garganta. Iban a pasar unos días moviditos, de eso no cabía duda.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
Aquello era peor que un infierno, escuchar como gritaba su nombre, ya fuera la bestia o fuera su amante, era lo más insoportable de todo, porque siempre quería ir a su lado. La desesperación que mostraba por tener su sangre hacían que ofrecerse como comida no fuera lo más sensato. Es más, Prime le recomendó que se mantuviera al margen al menos los primeros días, hasta que se serenase. Tanto Sweetie como Rose, se encargaban de turnarse para alimentar al boticario, mientras él se mordía las uñas hasta casi los nudillos de pura desesperación.
Había vuelto a acudir al burdel, pagando el salario de las tres mujeres durante una semana entera a la madame, que no se quejó. Además había comprado comida para los tres que la necesitaban, Prime aprovechaba para ir a cazar cuando Basile estaba más tranquilo y lo podían mantener simplemente encerrado, de todas formas ella no necesitaba comer más de una vez cada dos días o así, no era como ellos.
Finalmente y tras varios días, casi rozando la semana, Vaël entró al cuarto, con un barreño lleno de agua, una pastilla de jabón y una esponja, dispuesto que el boticario se lavara o hacerlo él mismo. Las mujeres no lo habían tocado, a pesar de ser cortesanas, por respeto al propio inglés, ya que eran conscientes de lo que pasaba entre ellos dos, pero dos rameras y una vampiresa no eran precisamente las más indicadas para juzgar. El menor entró hasta dejar el barreño a un lado de la cama, tomando aire antes de buscar con sus ojos a Basile, ignorando el completo desastre que era su habitación, ya se preocuparía de eso más tarde, el dinero para los bienes materiales eran lo que menos le importaban. Prime permanecía sentada en un rincón, leyendo un libro con toda la elegancia del mundo. Se había preguntado varias veces qué llevaba a una mujer hermosa y se notaba que con clase, a semejante vida, pero no se había parado a conversar con ella. La mujer hacía como que no los veía, dándoles toda la intimidad que les era posible, ya que no se quería alejar mucho por si al neofito se le iba de nuevo la cabeza, aunque se suponía que ya estaba cada vez más sereno.
- Basile...¿cómo te encuentras? - se atrevió a preguntar con voz baja, muy suave. Se había vendado las marcas del cuello hechas la última vez por su amante, según Prime era mejor así, además de que se vendara todo el cuello para evitar la tentación que podía suponer su piel para el vampiro.
Había vuelto a acudir al burdel, pagando el salario de las tres mujeres durante una semana entera a la madame, que no se quejó. Además había comprado comida para los tres que la necesitaban, Prime aprovechaba para ir a cazar cuando Basile estaba más tranquilo y lo podían mantener simplemente encerrado, de todas formas ella no necesitaba comer más de una vez cada dos días o así, no era como ellos.
Finalmente y tras varios días, casi rozando la semana, Vaël entró al cuarto, con un barreño lleno de agua, una pastilla de jabón y una esponja, dispuesto que el boticario se lavara o hacerlo él mismo. Las mujeres no lo habían tocado, a pesar de ser cortesanas, por respeto al propio inglés, ya que eran conscientes de lo que pasaba entre ellos dos, pero dos rameras y una vampiresa no eran precisamente las más indicadas para juzgar. El menor entró hasta dejar el barreño a un lado de la cama, tomando aire antes de buscar con sus ojos a Basile, ignorando el completo desastre que era su habitación, ya se preocuparía de eso más tarde, el dinero para los bienes materiales eran lo que menos le importaban. Prime permanecía sentada en un rincón, leyendo un libro con toda la elegancia del mundo. Se había preguntado varias veces qué llevaba a una mujer hermosa y se notaba que con clase, a semejante vida, pero no se había parado a conversar con ella. La mujer hacía como que no los veía, dándoles toda la intimidad que les era posible, ya que no se quería alejar mucho por si al neofito se le iba de nuevo la cabeza, aunque se suponía que ya estaba cada vez más sereno.
- Basile...¿cómo te encuentras? - se atrevió a preguntar con voz baja, muy suave. Se había vendado las marcas del cuello hechas la última vez por su amante, según Prime era mejor así, además de que se vendara todo el cuello para evitar la tentación que podía suponer su piel para el vampiro.
- Spoiler:
- Bueno, avanzando varios días, espero que te parezca bien, si no es así ya sabes, me dices y edito sin problemas ò.ó/
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
De nuevo el tiempo elástico le impedía saber cómo estaban transcurriendo los días. Quizá debería empezar a marcar las jornadas en la pared del cuarto, total, ya lo había dejado hecho unos zorros y Vaël no se iba a enfadar más o menos por cuatro rayas en su muro. Al final desistió de la idea porque no era consciente ni de cuándo amanecía, ¿qué iba a apuntar? Además estaba rodeado de gente y si quería saber la fecha no tenía más que preguntar, eso cuando estaba bastante sereno como para articular sonidos reconocibles como palabras. La presencia de Prime era una bendición, y Basile lo sabía cuando era sensato y podía pensar con normalidad. Cuando no consideraba que era un fastidio porque le impedía hacer todo lo que quería.
Pasó una semana y el neófito había aprendido a calmarse lo suficiente como para dejar de gritar. No era un gran avance a simple vista pero al menos ya no pondría sobre aviso a la casera ni a nadie, ya que tener fisgones era lo último que necesitaban Vaël y él mismo. Seguía perturbándole el olor delicioso del inglés pero estaba medio acostumbrado a notarlo a todas horas en las fosas nasales, como un perfume continuo que a la vez lo embriagaba y lo torturaba todo el tiempo. En sus ratos de paz le preguntaba cosas a Prime y ella le respondía, contestando poco a poco sus dudas y aclarándole en primer término que el olor que despiertan los humanos en los vampiros es mucho más que el aroma de un alimento, se mezclan también las pasiones de otra clase, y siendo Vaël la encarnación de todas las pasiones de Basile no era de extrañar que su perfume lo atrajera más que el de ningún otro. Irónicamente que quisiera comérselo indicaba que lo amaba.
Aguantó la respiración cuando después de una semana lo vio por primera vez entrar en la habitación. Sus pupilas se contrajeron en el acto pero supo permanecer quieto en la cama que tenía una pata partida, aunque de momento se sostenía en pie. Los músculos de la mandíbula le temblaban por la fuerza que hacía por contenerse. Vio que Sunderland llevaba el cuello vendado y cerró los ojos.
- Te hice daño. - Dijo. No era una pregunta. - Lo siento.
No creía necesario responder a eso de cómo se encontraba. ¿No era obvio? Decir que estaba desesperado era quedarse muy corto, pero al menos lo alimentaban y tenía seguramente mejor aspecto que Vaël, que estaba ojeroso y a todas luces casi tan angustiado como él.
- Te he destrozado la habitación. - Añadió poco después, pausado, como si le costara mucho hablar. - Lo siento también.
Podía notar el calor del cuerpo del otro hombre aunque no le estuviera tocando, porque ahora sus temperaturas eran tan diferentes que cualquier rescoldo de tibieza le llegaba como una oleada. Era agradable. Abrió los ojos otra vez y miró a su amado con una tristeza profunda que era difícil de ignorar y también de aplacar.
- Voy a tener que marcharme. - Le anunció. - Tal vez no te vea... en un tiempo. - Eso era lo que más le había costado decir.
Pasó una semana y el neófito había aprendido a calmarse lo suficiente como para dejar de gritar. No era un gran avance a simple vista pero al menos ya no pondría sobre aviso a la casera ni a nadie, ya que tener fisgones era lo último que necesitaban Vaël y él mismo. Seguía perturbándole el olor delicioso del inglés pero estaba medio acostumbrado a notarlo a todas horas en las fosas nasales, como un perfume continuo que a la vez lo embriagaba y lo torturaba todo el tiempo. En sus ratos de paz le preguntaba cosas a Prime y ella le respondía, contestando poco a poco sus dudas y aclarándole en primer término que el olor que despiertan los humanos en los vampiros es mucho más que el aroma de un alimento, se mezclan también las pasiones de otra clase, y siendo Vaël la encarnación de todas las pasiones de Basile no era de extrañar que su perfume lo atrajera más que el de ningún otro. Irónicamente que quisiera comérselo indicaba que lo amaba.
Aguantó la respiración cuando después de una semana lo vio por primera vez entrar en la habitación. Sus pupilas se contrajeron en el acto pero supo permanecer quieto en la cama que tenía una pata partida, aunque de momento se sostenía en pie. Los músculos de la mandíbula le temblaban por la fuerza que hacía por contenerse. Vio que Sunderland llevaba el cuello vendado y cerró los ojos.
- Te hice daño. - Dijo. No era una pregunta. - Lo siento.
No creía necesario responder a eso de cómo se encontraba. ¿No era obvio? Decir que estaba desesperado era quedarse muy corto, pero al menos lo alimentaban y tenía seguramente mejor aspecto que Vaël, que estaba ojeroso y a todas luces casi tan angustiado como él.
- Te he destrozado la habitación. - Añadió poco después, pausado, como si le costara mucho hablar. - Lo siento también.
Podía notar el calor del cuerpo del otro hombre aunque no le estuviera tocando, porque ahora sus temperaturas eran tan diferentes que cualquier rescoldo de tibieza le llegaba como una oleada. Era agradable. Abrió los ojos otra vez y miró a su amado con una tristeza profunda que era difícil de ignorar y también de aplacar.
- Voy a tener que marcharme. - Le anunció. - Tal vez no te vea... en un tiempo. - Eso era lo que más le había costado decir.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
Era horrible la sensación de sentirse una tentación desagradable para su amante, la sensación de saberse algo que el otro en ese momento despreciaba, que se tuviera que disculpar. Apretó las manos, sentándose en el borde de la cama, a los pies de Basile, un poco alejado pero por pura inercia, manteniendo la cabeza gacha por unos instantes. Tenía ganas de decirle tantas cosas que ni siquiera sabía por donde empezar. Las ansias de abrazarlo eran intensas, mucho más que nunca, pero sabía que debía contenerse, por el momento. Al escuchar su segunda disculpa no pudo más que alzar el rostro y mirarlo, casi con cierto reproche.
- No te disculpes por una absurda habitación, por favor. No es ni por asomo lo que más me preocupa. - confesó, aunque creía que eso era algo más que evidente - Te he traído algo de agua para que te laves, supongo que debes estar muy incómodo. - susurró, notando entonces su mirada y guardando completo silencio.
Tenía miedo, miedo de lo que el boticario pudiera decir o hacer, miedo de las decisiones que podría tomar a partir de ese momento, miedo a perderle. Y sus palabras no hicieron sino hacer explotar el pánico en su pecho. Se tuvo que llevar una mano a la boca para cubrírsela, cerrando los ojos y agachando la cabeza. No se iba a poner a llorar como una muchacha o un crío, era un hombre y debía afrontar esa situación como tal. Lo iba a dejar, estaba dándose cuenta de todo lo que los separaba. No solo el deseo de muerte por parte del neófito, también la inmortalidad, el poder...ahora Vaël era un insecto y no tenía sentido mantenerlo a su lado.
- Lo...l-lo entiendo. - aseguró, tomando aire para relajarse antes de volver a mirarlo. Sus ojos estaban enrojecidos y era evidente que estaba conteniendo las lágrimas, no las dejó escapar. En ese momento se movió, subiendo un poco por la cama hasta sentarse más a la altura de su cadera - Basile, yo voy a estar esperando, siempre que quieras regresar. - aseguró en un susurro suave y se llevó las manos a los vendajes del cuello, retirándoselos de forma lenta - No me importa lo insignificante que te resulte, no importa si con el tiempo me ves como a un capricho esporádico, yo voy a seguir aquí para ti.
Prime elevó el rostro del libro, notando sus intenciones, pero por el momento no hizo absolutamente nada, se veía a leguas que Vaël estaba afectado pero al mismo tiempo, ya se lo esperaba. Llevó una mano a la nuca de su compañero, para que se acercara, desviando la cabeza a un lado y exponiendo su cuello, entregándose al vampiro para que probara una vez más de su sangre, para que se alimentara de él antes de marcharse. Quería que recordara su sabor, para que al menos algo lo impulsara a regresar a su lado. Ahora echaba la vista atrás y recordaba por qué nunca se había querido enamorar, porqué había recubierto su corazón de piedra tras lo de su padrastro. Y aun así, pasaría por ese dolor mil veces.
- Te amo, Basile.
- No te disculpes por una absurda habitación, por favor. No es ni por asomo lo que más me preocupa. - confesó, aunque creía que eso era algo más que evidente - Te he traído algo de agua para que te laves, supongo que debes estar muy incómodo. - susurró, notando entonces su mirada y guardando completo silencio.
Tenía miedo, miedo de lo que el boticario pudiera decir o hacer, miedo de las decisiones que podría tomar a partir de ese momento, miedo a perderle. Y sus palabras no hicieron sino hacer explotar el pánico en su pecho. Se tuvo que llevar una mano a la boca para cubrírsela, cerrando los ojos y agachando la cabeza. No se iba a poner a llorar como una muchacha o un crío, era un hombre y debía afrontar esa situación como tal. Lo iba a dejar, estaba dándose cuenta de todo lo que los separaba. No solo el deseo de muerte por parte del neófito, también la inmortalidad, el poder...ahora Vaël era un insecto y no tenía sentido mantenerlo a su lado.
- Lo...l-lo entiendo. - aseguró, tomando aire para relajarse antes de volver a mirarlo. Sus ojos estaban enrojecidos y era evidente que estaba conteniendo las lágrimas, no las dejó escapar. En ese momento se movió, subiendo un poco por la cama hasta sentarse más a la altura de su cadera - Basile, yo voy a estar esperando, siempre que quieras regresar. - aseguró en un susurro suave y se llevó las manos a los vendajes del cuello, retirándoselos de forma lenta - No me importa lo insignificante que te resulte, no importa si con el tiempo me ves como a un capricho esporádico, yo voy a seguir aquí para ti.
Prime elevó el rostro del libro, notando sus intenciones, pero por el momento no hizo absolutamente nada, se veía a leguas que Vaël estaba afectado pero al mismo tiempo, ya se lo esperaba. Llevó una mano a la nuca de su compañero, para que se acercara, desviando la cabeza a un lado y exponiendo su cuello, entregándose al vampiro para que probara una vez más de su sangre, para que se alimentara de él antes de marcharse. Quería que recordara su sabor, para que al menos algo lo impulsara a regresar a su lado. Ahora echaba la vista atrás y recordaba por qué nunca se había querido enamorar, porqué había recubierto su corazón de piedra tras lo de su padrastro. Y aun así, pasaría por ese dolor mil veces.
- Te amo, Basile.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
Quería tocarlo, pero comparado con su estado de días anteriores estaba ahora tan tranquilo que le daba miedo despertar de nuevo a la bestia si hacía algo indebido. Se le hacía un nudo en la garganta al pensar que quizá ya no podría volver a besarlo nunca, ni a tenerlo en sus brazos o a hacerle el amor. Jamás debería haber ido a Saint Étienne, si se hubiera quedado con él... si le hubiera protegido mejor, si hubiera sido más valiente, si, si, si. Ya no tenía sentido reprocharse cosas que no iban a cambiar, así que trató de resignarse a su horrible suerte con un gesto que equivaldría al respirar profundo de un humano.
- Da igual, te compraré una cama. - Le aseguró.
Podía parecer banal hablar de eso en un momento como aquel pero era lo que Basile necesitaba, un tópico insulso con el que rellenar lo que de otro modo sería silencio. Haciendo caso omiso de las advertencias interiores de su mente se atrevió a alargar una mano para rozar el dorso de los dedos de Vaël apoyados sobre la colcha. Frío y calor. Ahora ya no tenía un corazón vivo pero nunca lo había amado más que en ese momento, cuando era consciente de que tenía por delante toda la eternidad para recordarlo y añorarlo cuando ya no pudiera verlo. Se incorporó hasta quedar sentado y se quitó la camisa que de todos modos ya llevaba hecha jirones de todas las veces que Prime lo había tenido que sujetar y retener contra su voluntad. Cogió la esponja, la humedeció y comenzó a lavarse con parsimonia sin apartar los ojos del inglés. Quería grabarlo en su retina para siempre. Se detuvo cuando lo vio al borde del llanto y volvió a meter la esponja en el barreño. Lo que iba a decir dolía mucho más que la angustia de querer beber su sangre y no poder hacerlo.
- No eres insignificante ni un capricho para mí. - Le replicó, enfadado porque Vaël se atreviera solo a insinuar una cosa como aquella. - Pero tal vez deberías seguir viviendo... ya sabes. Yo estoy muerto y tú... quizá si buscas a alguien que pueda darte lo que yo no puedo...
Quería que Sunderland fuera feliz, y si no era a su lado tendría que ser con otro humano. ¿No era eso lo que quería el vampiro que lo había convertido? Al final había ganado, ese grandísimo hijo de la grandísima puta. Basile hervía de rabia al recordarlo, pero ahora tenía que serenarse para poder estar al lado de Vaël y forjar una despedida que quisiera recordar después. Los gritos y las dentelladas no entraban en su idea del adiós perfecto, si es que alguno lo era. Se alarmó cuando lo vio quitarse las vendas y cuando comprendió lo que se proponía hacer. Sabiendo que no iba a ser capaz de resistir la tentación miró a Prime implorante, tranquilizándose al encontrarse con que ella lo miraba también y asentía con los ojos, dándole vía libre. Aquella vampiresa era su seguro y el boticario se relajó parcialmente al comprender que no lo dejaría hacer nada de lo que luego pudiera arrepentirse. Se relamió los labios y luego los posó sobre el cuello de Vaël, encima de la marca que ya le había hecho y que se proponía volver a abrir. ¿Le haría daño cada vez que le mordía? No quería lastimarlo, pero era tan delicioso... Los vampiros antiguos podían contenerse, se lo había dicho Prime, y beber solo cuando era su voluntad. Tal vez Basile tenía en su interior esa fuerza y solo debía ejercitarla. Inspiró una pequeña porción de aire y el aroma de Sunderland lo inundó otra vez, llamándolo, atrayéndolo. Todo el control del que quería hacer gala Grushenko se derrumbó como un castillo de naipes y volvió a morderlo, olvidando su intención inicial de no dañarlo, bebiendo otra vez de su sangre con avidez y separándose solo cuando Prime lo apartó y lo sujetó por los hombros.
- ¡Solo han sido dos tragos! - Se quejó la bestia. - Déjame... solo un poco...
Pero la vampiresa era firme en su agarre y no cedió hasta que Basile volvió a calmarse, a tumbarse y a enterrar la cara en la almohada.
- Yo también te amo. - Sollozó en un llanto sin lágrimas. - Por siempre.
- Da igual, te compraré una cama. - Le aseguró.
Podía parecer banal hablar de eso en un momento como aquel pero era lo que Basile necesitaba, un tópico insulso con el que rellenar lo que de otro modo sería silencio. Haciendo caso omiso de las advertencias interiores de su mente se atrevió a alargar una mano para rozar el dorso de los dedos de Vaël apoyados sobre la colcha. Frío y calor. Ahora ya no tenía un corazón vivo pero nunca lo había amado más que en ese momento, cuando era consciente de que tenía por delante toda la eternidad para recordarlo y añorarlo cuando ya no pudiera verlo. Se incorporó hasta quedar sentado y se quitó la camisa que de todos modos ya llevaba hecha jirones de todas las veces que Prime lo había tenido que sujetar y retener contra su voluntad. Cogió la esponja, la humedeció y comenzó a lavarse con parsimonia sin apartar los ojos del inglés. Quería grabarlo en su retina para siempre. Se detuvo cuando lo vio al borde del llanto y volvió a meter la esponja en el barreño. Lo que iba a decir dolía mucho más que la angustia de querer beber su sangre y no poder hacerlo.
- No eres insignificante ni un capricho para mí. - Le replicó, enfadado porque Vaël se atreviera solo a insinuar una cosa como aquella. - Pero tal vez deberías seguir viviendo... ya sabes. Yo estoy muerto y tú... quizá si buscas a alguien que pueda darte lo que yo no puedo...
Quería que Sunderland fuera feliz, y si no era a su lado tendría que ser con otro humano. ¿No era eso lo que quería el vampiro que lo había convertido? Al final había ganado, ese grandísimo hijo de la grandísima puta. Basile hervía de rabia al recordarlo, pero ahora tenía que serenarse para poder estar al lado de Vaël y forjar una despedida que quisiera recordar después. Los gritos y las dentelladas no entraban en su idea del adiós perfecto, si es que alguno lo era. Se alarmó cuando lo vio quitarse las vendas y cuando comprendió lo que se proponía hacer. Sabiendo que no iba a ser capaz de resistir la tentación miró a Prime implorante, tranquilizándose al encontrarse con que ella lo miraba también y asentía con los ojos, dándole vía libre. Aquella vampiresa era su seguro y el boticario se relajó parcialmente al comprender que no lo dejaría hacer nada de lo que luego pudiera arrepentirse. Se relamió los labios y luego los posó sobre el cuello de Vaël, encima de la marca que ya le había hecho y que se proponía volver a abrir. ¿Le haría daño cada vez que le mordía? No quería lastimarlo, pero era tan delicioso... Los vampiros antiguos podían contenerse, se lo había dicho Prime, y beber solo cuando era su voluntad. Tal vez Basile tenía en su interior esa fuerza y solo debía ejercitarla. Inspiró una pequeña porción de aire y el aroma de Sunderland lo inundó otra vez, llamándolo, atrayéndolo. Todo el control del que quería hacer gala Grushenko se derrumbó como un castillo de naipes y volvió a morderlo, olvidando su intención inicial de no dañarlo, bebiendo otra vez de su sangre con avidez y separándose solo cuando Prime lo apartó y lo sujetó por los hombros.
- ¡Solo han sido dos tragos! - Se quejó la bestia. - Déjame... solo un poco...
Pero la vampiresa era firme en su agarre y no cedió hasta que Basile volvió a calmarse, a tumbarse y a enterrar la cara en la almohada.
- Yo también te amo. - Sollozó en un llanto sin lágrimas. - Por siempre.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
La piel de Basile, era de repente tan pálida, tan hermosa, parecía tan suave...¿era posible realmente que volverte inmortal te hiciera aun más hermoso? Definitivamente así era, y Vaël no podía sino mirarlo con ojos de devoción. ¿Quién se resistiría ahora a los encantos del boticario? Nadie se le iba a resistir, frente a él se abrían ahora tantas posibilidades que el inglés se sentía pequeñito e insignificante, se sentía nada y menos. Aunque él dijera lo contrario. El hecho de que pretendiera empujarlo a otros brazos le dolió como si le hubieran clavado una daga en el pecho y apretó los dientes, marcando las mandíbulas.
- Jamás. - fue todo lo que dijo al respecto. Había pasado por tantísimas camas, tantos cuerpos de hombres y mujeres, hasta por los brazos de su propio padrastro, los de su hermanastra...aun así, podía jurar que después de su boticario, no volvería a desear otra compañía. Sería como esas mujeres viudas que ya no quieren conocer más amor que el de aquel que perdieron. Estaba bien, tampoco le importaba.
Cerró los ojos al sentir como los dientes de su amante perforaban su piel, abriendo de nuevo las pequeñas incisiones que él mismo había provocado. Hizo apenas una mueca de dolor, dejando luego escapar un suspiro, un jadeo...disfrutaba, ¿por qué negar la verdad? Sentía placer al ser mordido, no podía decir que el dolor desaparecía, pero también lo disfrutaba y de pensar que era el francés quien estaba tomando de su vida, disfrutaba aun más. No podía decírselo en ese momento, pues parecería una súplica y un estúpido intento por intentar que no lo dejara.
Se cubrió de nuevo con las vendas cuando Basile fue apartado por la vampiresa, haciendo de tripas corazón y sacando fuerzas de donde no las tenía para superar aquel mal trago. Se inclinó sobre la espalda del vampiro, depositando suaves besos por todo el camino que su columna le marcaba, sintiendo el tacto frío de su piel en los labios. En algún momento una lágrima rodó por su nariz hasta perderse el el mármol que era ahora su compañero, pero no le dio importancia, se le había escapado sin su consentimiento. Cuando habló, lo hizo con la voz todo lo firme que pudo poner.
- Lo sé. - quizás la bestia no lo amara, puede que sus instintos solo lo desearan, pero sabía que el humano que Basile había sido, siempre lo amaría, porque lo creía, simplemente, porque era mutuo - Ten mucho cuidado, mi amor. - dejó que su aliento cayera sobre la piel contraria al hablar antes de separarse, dejando escapar un suspiro y controlando los sollozos. Era bonito pensar que los vampiros, al ser eternos, amaban eternamente. Pero al menos los que Vaël había conocido, tenían otro modo de ver las cosas, precisamente por ello acudían a burdeles y por eso eran clientes suyos. Había perdido a su amante, a su pareja y a su compañero. Pero al menos intentaría mantener al depredador, prendado de él.
Por el momento, debía darle tiempo, así que se levantó de la cama, ya dispuesto a salir del cuarto, aquella había sido su despedida y no pensaba detenerlo cuando tuviera intención de marcharse. Al oscurecer, se escondería en la cocina, dejando vía libre a Basile para que hiciera lo que quisiera. Si deseaba volver, lo estaría esperando. Aunque solo fuera por su sangre.
- Jamás. - fue todo lo que dijo al respecto. Había pasado por tantísimas camas, tantos cuerpos de hombres y mujeres, hasta por los brazos de su propio padrastro, los de su hermanastra...aun así, podía jurar que después de su boticario, no volvería a desear otra compañía. Sería como esas mujeres viudas que ya no quieren conocer más amor que el de aquel que perdieron. Estaba bien, tampoco le importaba.
Cerró los ojos al sentir como los dientes de su amante perforaban su piel, abriendo de nuevo las pequeñas incisiones que él mismo había provocado. Hizo apenas una mueca de dolor, dejando luego escapar un suspiro, un jadeo...disfrutaba, ¿por qué negar la verdad? Sentía placer al ser mordido, no podía decir que el dolor desaparecía, pero también lo disfrutaba y de pensar que era el francés quien estaba tomando de su vida, disfrutaba aun más. No podía decírselo en ese momento, pues parecería una súplica y un estúpido intento por intentar que no lo dejara.
Se cubrió de nuevo con las vendas cuando Basile fue apartado por la vampiresa, haciendo de tripas corazón y sacando fuerzas de donde no las tenía para superar aquel mal trago. Se inclinó sobre la espalda del vampiro, depositando suaves besos por todo el camino que su columna le marcaba, sintiendo el tacto frío de su piel en los labios. En algún momento una lágrima rodó por su nariz hasta perderse el el mármol que era ahora su compañero, pero no le dio importancia, se le había escapado sin su consentimiento. Cuando habló, lo hizo con la voz todo lo firme que pudo poner.
- Lo sé. - quizás la bestia no lo amara, puede que sus instintos solo lo desearan, pero sabía que el humano que Basile había sido, siempre lo amaría, porque lo creía, simplemente, porque era mutuo - Ten mucho cuidado, mi amor. - dejó que su aliento cayera sobre la piel contraria al hablar antes de separarse, dejando escapar un suspiro y controlando los sollozos. Era bonito pensar que los vampiros, al ser eternos, amaban eternamente. Pero al menos los que Vaël había conocido, tenían otro modo de ver las cosas, precisamente por ello acudían a burdeles y por eso eran clientes suyos. Había perdido a su amante, a su pareja y a su compañero. Pero al menos intentaría mantener al depredador, prendado de él.
Por el momento, debía darle tiempo, así que se levantó de la cama, ya dispuesto a salir del cuarto, aquella había sido su despedida y no pensaba detenerlo cuando tuviera intención de marcharse. Al oscurecer, se escondería en la cocina, dejando vía libre a Basile para que hiciera lo que quisiera. Si deseaba volver, lo estaría esperando. Aunque solo fuera por su sangre.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: Welcome back (Vaël y Basile)
Por mucho que supiera que era lo mejor para Vaël buscar otro compañero no pudo evitar sentir un calor reconfortante en el pecho cuando el inglés se negó. Como nunca había amado a nadie antes de Sunderland tendía a pensar que esa sensación era irrepetible y que nadie podría querer jamás con más intensidad que él. Quizá por eso algo en su mente se resistía a la idea de que el ex cortesano se sintiera igual, no era posible, su afecto rayaba en la adoración y era imposible que un hombre como Vaël experimentara lo mismo cuando le miraba a él, que siempre había sido en comparación bastante insignificante y poco interesante. Ahora que era vampiro no se sentía diferente en absoluto, al contrario, estar muerto y ser un monstruo lo hacía todavía parecer peor por comparación a aquel que amaba tanto. Nunca osaría siquiera poner los ojos encima de otra persona que no fuera él, no importaba a dónde le condujeran sus pasos. Su alma estaba unida a la de su aprendiz.
- La botica está a tu cargo. - Dijo, sobreponiéndose lo suficiente como para arreglar sus asuntos antes de marcharse. - Por favor, di a mi madre y a Thibaut que he salido de viaje a buscar unos jarabes y que no sabes cuándo regresaré. Diles... no importa. - De todos modos no iba a poder resumir en una carta todo lo que quería que supieran, así que estaría bien con esa excusa inventada.
Se alegró al comprobar que su piel aún era capaz de erizarse bajo los besos y las caricias del otro y le dejó hacer, transportado unos minutos a un remanso de paz interior que empezaba a añorar después de tanta agitación. Cerró los ojos un instante y al abrirlos cruzó la mirada con la de Prime. Ella sabía de algún modo lo que estaba pensando, si podría conseguir llegar a ser como ella y estar en compañía de humanos sin convertirse en una fiera descontrolada. La muchacha asintió de forma casi imperceptible y Basile creyó notar en sus pupilas cierto brillo de comprensión y de ánimo, aunque quizá se lo imaginó. Necesitaba saber que alguien creía en él, que alguien pensaba que iba a lograrlo.
- Cuando pueda contenerme volveré a por ti. - Le prometió. - Todo será como antes. Mejor que antes. - Se forzó a sonreír, aunque seguramente el gesto quedó algo siniestro por la visión fugaz de sus colmillos bajo el labio superior. - Espero que entonces estés listo para perdonar las cosas que posiblemente haré. - Suspiró. - Cosas de las que ya me arrepiento...
Ahora mismo sentía que de nuevo lo salvaje se le despertaba dentro como una llamada acuciante. Fue una suerte que Vaël saliera de la habitación porque su olor se hacía de nuevo insoportable, pero Prime lo contuvo lo necesario hasta que bebió de Rose y más o menos se calmó. Necesitaba salir de allí o se iba a volver loco, era como estar debajo del agua sin aire en los pulmones y que cada vez que intentara salir a respirar alguien lo agarrara del tobillo, impidiéndoselo. Al menos si se largaba estaría lejos de su aroma y de la tentación que le suponía su piel. Prime lo sabía porque cuando anocheció se lo hizo notar, ya que allí dentro la ventana estaba cerrada. Basile la miró y la vampiresa le devolvió el gesto, con sencillez, de hermana a hermano. De un salto el que había sido boticario se encaramó al alféizar y lo envolvió la frescura de la noche.
- Dile que ya lo extraño. - Le pidió a la muchacha de tez marmórea que le aseguró que se despediría de Vaël por él.
Y entonces, de un modo raro, Grushenko se dio cuenta de que podía volar. No es que saltara y lo descubriera por el camino, sino que fue consciente de pronto como uno sabe que si abre la boca podrá hablar. Nadie le había enseñado y nunca lo había visto hacer, pero ahora estaba en su naturaleza y era su vía de escape. Saltó.
Y la noche se lo tragó.
- La botica está a tu cargo. - Dijo, sobreponiéndose lo suficiente como para arreglar sus asuntos antes de marcharse. - Por favor, di a mi madre y a Thibaut que he salido de viaje a buscar unos jarabes y que no sabes cuándo regresaré. Diles... no importa. - De todos modos no iba a poder resumir en una carta todo lo que quería que supieran, así que estaría bien con esa excusa inventada.
Se alegró al comprobar que su piel aún era capaz de erizarse bajo los besos y las caricias del otro y le dejó hacer, transportado unos minutos a un remanso de paz interior que empezaba a añorar después de tanta agitación. Cerró los ojos un instante y al abrirlos cruzó la mirada con la de Prime. Ella sabía de algún modo lo que estaba pensando, si podría conseguir llegar a ser como ella y estar en compañía de humanos sin convertirse en una fiera descontrolada. La muchacha asintió de forma casi imperceptible y Basile creyó notar en sus pupilas cierto brillo de comprensión y de ánimo, aunque quizá se lo imaginó. Necesitaba saber que alguien creía en él, que alguien pensaba que iba a lograrlo.
- Cuando pueda contenerme volveré a por ti. - Le prometió. - Todo será como antes. Mejor que antes. - Se forzó a sonreír, aunque seguramente el gesto quedó algo siniestro por la visión fugaz de sus colmillos bajo el labio superior. - Espero que entonces estés listo para perdonar las cosas que posiblemente haré. - Suspiró. - Cosas de las que ya me arrepiento...
Ahora mismo sentía que de nuevo lo salvaje se le despertaba dentro como una llamada acuciante. Fue una suerte que Vaël saliera de la habitación porque su olor se hacía de nuevo insoportable, pero Prime lo contuvo lo necesario hasta que bebió de Rose y más o menos se calmó. Necesitaba salir de allí o se iba a volver loco, era como estar debajo del agua sin aire en los pulmones y que cada vez que intentara salir a respirar alguien lo agarrara del tobillo, impidiéndoselo. Al menos si se largaba estaría lejos de su aroma y de la tentación que le suponía su piel. Prime lo sabía porque cuando anocheció se lo hizo notar, ya que allí dentro la ventana estaba cerrada. Basile la miró y la vampiresa le devolvió el gesto, con sencillez, de hermana a hermano. De un salto el que había sido boticario se encaramó al alféizar y lo envolvió la frescura de la noche.
- Dile que ya lo extraño. - Le pidió a la muchacha de tez marmórea que le aseguró que se despediría de Vaël por él.
Y entonces, de un modo raro, Grushenko se dio cuenta de que podía volar. No es que saltara y lo descubriera por el camino, sino que fue consciente de pronto como uno sabe que si abre la boca podrá hablar. Nadie le había enseñado y nunca lo había visto hacer, pero ahora estaba en su naturaleza y era su vía de escape. Saltó.
Y la noche se lo tragó.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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