Hambriento y miserable (Candy)

por **Anatole Dufort** Mar Jul 17, 2012 7:03 pm

Aquella mañana había despertado gracias al dolor de estomago. Se había acostado sin comer pues había preferido darle su porción a su madre y como era normal, en su casa no abundaba la comida. Anatole llevaba más de 3 días sin conseguir trabajo y eso empeoraba la situación. Se había levantado con malgenio debido al dolor también, pero luego de lavarse la cara y mirarse en el viejo y tajado espejo, se recordó así mismo que esa no era la actitud que necesitaba para sobrevivir.

Así pues que cambiando un poco de semblante había salido a recorrer las calles parisinas en busca de algo que pudiese hacer y que le diera un par de monedas. Entonces el delicioso olor de un restaorante al finalizar la tarde le atrajo inevitablemente. Anatole nunca había pedido limosna, el no era un mendigo, pero ese día tenía tanta hambre que habría sido capaz inclusive de hacerlo.

Se quedó observándo la vitrina con anhelo, la comida se veía fresca y además tenía un olor penetránte que le llenaba las entrañas, tragó saliva y notó el aviso que rezaba "Se necesitan empleados" abrió bastante los ojos con sorpresa ¡Una oportunidad frente a sus narices! se organizó la vieja camiza blanca que llevaba y entró animadamente en el lugar, se sintió bastante intimidado por el lujo y la abundancia, no sabía a quien preguntar así que se quedó de pie allí murmurando - Disculpe... yo... perdone - A la primera persona que pasó por delante de él que parecía trabajar en el lugar.

por **Candy Al-Fahaeled** Miér Jul 18, 2012 12:05 pm

Finalizaba la tarde cuando terminó de vestirse y colocaba su cabello para ir a trabajar a su restaurante. A diferencia de lo que pensaban algunos de sus ex -empleados, ella se preocupaba de su negocio mas de lo que debería. Era la base de su economía y a parte, era lo único que le recordaba la “humanidad” que había perdido hacía mas de cien años atrás. Era una responsabilidad, un bálsamo para su alma y un capricho egoísta.

Recogido su cabello por completo en una coleta alta y completamente lacia, salio de su humilde casa con dirección a su negocio, admirando como casi terminaba el crepúsculo y la oscuridad se hacia dueña y señora de las calles parisinas por las que ahora paseaba.

El sonido de sus tacones contra el empedrado de las calles era lo único que lograba escuchar aun a pesar de no ser el único sonido del lugar. Las voces dulces e insinuantes de las prostitutas que vendían su cuerpo, las risas de los niños que paseaban con sus madres de regreso a sus casas después de ir a la misa de la tarde, los cánticos desafinados de los borrachos… Y junto al sonido llegaba el olor.El olor de los perfumes baratos, del alcohol y el de los vómitos.

Suspiro y abrió la puerta del restaurante con lentitud, llamando la atención del metrê, que hizo una leve inclinación de cabeza y saludo con un “Buenas noches, madame” que fue respondido por un asentimiento de cabeza por parte de la inmortal.

La joven clavó sus ojos en la espalda de un hombre que permanecía de pie cerca de la entrada y frunció el entrecejo. No parecía un cliente-básicamente por que ninguno de sus camareros había ido a darle una mesa-por lo que supuso, que debía ser algún interesado en el cartel que señalaba que necesitaban personal.

-Disculpe, señor.-comenzó la vampiresa, acercándose por detrás al joven y poniéndose rápidamente de frente a el con una clara mirada de interés al ver la juventud del chico.-¿En que te puedo ayudar,joven?

por **Anatole Dufort** Miér Jul 18, 2012 2:13 pm

El olor a la comida recién preparada lo estaba mareando, comenzaba a pensar que, de continuar así, sería capaz de rogar por un pedazo de pan, pero entonces un escalofrío lo recorrió cuando sintió detrás de él la presencia de una persona, seguida por una voz femenina. Anatole no era excelente en las artes de cazador, de hecho aún estaba en proceso de convertirse en uno, sin embargo, su abuelo le había enseñado a sensibilizar sus sentidos para así poder identificar ciertas cosas que otros mortales no.

¿O Quizás era el hambre que traía que lo hacía sentir hasta nervioso?

Se cuestionó girándose para encotrarse con una bella mujer morena de oscuro y ondulado cabello. La mujer se veía obviamente de más clase que él y es que la mayoría de la gente tenía más clase, prácticamente.

- Buenas noches Madame - Le saludó cortésmente - Hizo una venia algo torpe y se irguió de nuevo, la mujer no vestía como los camareros así que supuso que se trataba d alguien de rango más administrativo - Estoy... interesado en el aviso que pone en manifiesto que se necesitan nuevos empleados -

Anatole desvió la mirada al suelo, recordando como iba vestido.

- Se que no luzco muy bien pero... le aseguro que soy un trabajador eficiente, puedo hacer mandados, compras y traer ingredientes... soy honrado... muy... no me guardaría ninguna moneda que no hubiese ganado con esfuerzo propio en mi bolsillo - Explicó poniéndose nervioso - No... se mucho de cocina... ¡pero estoy dispuesto a aprender cualquier oficio! - Finalizó, entonces recordó que no había dicho su nombre - Me...¡me llamo Anatole Dufort! -

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