Cervezas... que buen invento

Estaba trabajando como normalmente lo hacía en la taberna como cantinero, era un trabajo sencillo que no le daba mucho que molestarse, en algunas ocasiones debía sacar uno que otro tipo borracho para que no formara escándalos, pero de resto era algo muy tranquilo, apenas debía servir algunos tragos y estar encargado en el turno de la noche

Su turno apenas comenzaba, había poca gente, era mucho mejor así, cuando la verdadera cosa comenzara sería algo mucho más difícil, aunque gracias a sus sentidos aumentados siempre daba la talla en el trabajo, los camareros eran los que sufrían cuando estaban junto a él, porque sus ordenes salían muy rápidas. Noto el ladrido de un animal en la puerta mientras que un hombre que se podía distinguir por su esencia como cazador salía para ver que le pasaba al animal, a Eerin no le interesaba para nada lo que pudiera suceder, el siguió limpiando la barra con un trapo limpio. La madera brillaba de limpio, lástima que pronto seria ensuciada por las estupideces de los borrachos que botaban cerveza, a veces se preguntaba la razón de hacer algo si siempre quedaría peor.

El camarero vino a buscar la cerveza del hombre que se había vuelto a sentar, este volvió a servir lo suficiente en el vaso y se lo mando con el joven que lo atendía, se podía notar por su acento que no era de este país y que había apenas llegado hace unas semanas tal vez, bueno, pero eso no era de su intención, con tal de que no causara problemas estaría todo bien.

-Eerin!- exclamo uno de los empleados –algunos borrachos que les prohibiste la entrada quieren entrar- dijo mientras se acercaba a la barra. El licántropo apenas bufo mientras se acercaba a la puerta en donde efectivamente había unos cuatros hombres que había echado la noche anterior. El hombre les bloqueo la entrada mientras con el palo de una escoba comenzaba a retarlos. Nadie parecía interesado en retarlo, hasta que uno de ellos saco un arma de pólvora y le apunto al cantinero

-Vamos… eso no hace nada- con su voz grave reto mientras todos retrocedían. Un disparo se escucho, le habían dado en el hombro, Eerin gruño por la sensación de dolor, mientras con el brazo sano ahuyentaba a todos, el hombre que había tenido la pistola la dejo caer, con el simple hecho de pisarla la volvió añicos, ahora tenía una herida que sangraba y que podría alertar a todos –es solo un rasguño- mintió. La bala estaba adentro, pero por suerte no era de plata. Los empleados se acercaban mientras el lycan les hacia una seña de que se mantuvieran alejados, ellos obedecían ante la terquedad de su cantinero, de alguna forma sabia que estaría bien. Llego hasta la barra en donde mantuvo su mano presionando su hombro sangrante que manchaba su camisa marrón. Que mala suerte ¿Por qué el que debía estar aquí debía ser un cazador? Alguien debía estar gastándole una maldita broma.

-si le molesta el olor…- sonrió de forma ladina -¿Por qué no baña al pulgoso que está en la puerta?- susurro riendo suavemente. Le dio media vuelta sin mostrarse interesado en lo que tenía que decir, aquel hijo de su madre tenía una buena suerte, si hubiera estado en otro lugar probablemente le hubiera arrancado la cabeza, sacado con sus propias manos sus intestinos para ser una cuerda y colgar su cabeza y su cuerpo en un árbol con un cartel diciendo “Respeta a Eerin” pero como no estaba lejos de la taberna solamente se podría resignar a imaginar tantas muertes y torturas para el idiota que lo había insultado. Alzo su brazo hacia el techo quedándose unos segundos observando el cambio que estaba ocurriendo en su cuerpo. Los tejidos se unían, los músculos comenzaban a formarse de nuevo. Miro de reojo al hombre que también parecía mirarlo, este sonrió con regocijo de ser observado, comenzaba a sentirse halagado.

-Sebastián…- llamo el Lycan a uno de los camareros –Dale otra cerveza al hombre cuando termine esa… ah... y dale una más decente, no orina de caballo- dijo mirándole de reojo mientras entraba a un pequeño cuarto para cambiarse de camisa. El cuarto era pequeño, una pequeña maleta estaba en un rincón, en ella había dos o tres camisas, eligió una negra, su cuerpo ya no sangraba, limpio la sangre seca de su hombre y del resto de cuerpo con la misma camisa manchada para luego ponerse una limpia, ni marca quedaría de aquel encuentro.

Ya había salido para retomar con su labor, algunas personas comenzaban a llegar, pero aun era muy temprano, miro al hombre que aun estaba sentado en la barra, se acerco a él con una sonrisa divertida –Tal vez ellos me tienen miedo, tal vez ya lo sospechan- dijo mirando a los dos camareros de aquella jornada –pero en este lugar pasan tantas cosas que es mejor ignorarlas… ¿comprende?- le dijo en voz baja, como algo confidencial. Se alejo dejando salir un suspiro. –Cambiaformas, Vampiros, Licántropos, Gitanos, Brujos, Fantasmas, Inquisidores, Cazadores del bajo mundo, Cortesanos…. ¡de todo se ve!- estaba hablando lo suficientemente alto como para que él le escuchara, pero lo suficientemente bajo para que mas nadie lo hiciera. –Nadie se mete con nadie ¿comprende? Este es un lugar… por decirlo así neutro-

Le había dado la espalda mientras seguía hablando y explicándole prácticamente porque no lo mataba en ese mismo momento, esperaba que comprendiera sus motivos. Odiaba ser como era, deseaba ser humano, pero lejos de esta taberna había más enemigos que amigos, la razón de ser tan pasivo en este lugar era porque se convertía en una forma de ser humano y de darle la oportunidad a muchas especies de tener un lugar en donde convivir… era una forma de tener una pequeña Agharta lejos de ella. Claro no le contaría ni de sus labios saldría nada que tuviera que ver con aquella ciudad idílica… prácticamente aquello no existía, su consiente no lo reconocía como algo coherente, era una historia real que se había convertido en cuento de hadas. - puede hacer pasar a su amigo, no me molestara el olor…- dijo después de una larga pausa, le miro de reojo sonriendo –no me molestara el olor a “perro”- confirmo riendo suavemente.