Scarlett E. Lautrec

por **Etháin** Dom Jul 29, 2012 6:06 pm

Scarlett E. Lautrec

-Nombre del Personaje: Scarlett Elisabeth Lautrec Arese.

-Edad: Treinta y dos años.

-Especie: Humana cazadora.

-Tipo, Clase Social o Cargo: Clase social alta, Baronesa de los Paises Bajos.

-Orientación Sexual: Heterosexual.

-Lugar de Origen: Venecia, Italia.

-Descripción Física: Scarlett es una mujer ya adulta, por lo que sus rasgos han perdido parte de la dulzura que la infancia le proporcionó. Su rostro alargado es emmarcado por unos cabellos largos y rebeldes de color cobrizo. Sus cejas largas, poco pobladas aunque bastante marcadas enfatizan sus ojos, expresivos tanto por el color turquesa de sus iris como por sus largas pestañas azabaches. Su nariz, perfectamente simétrica, estiliza aun más las facciones de su rostro, escaso de pómulos y poseyendo unos labios finos y contorneados. El mentón redondeado invita a seguir el curso de la mirada hacia su delgado cuello que augura unos senos prominentes de acuerdo a su figura alta y esbelta, de cintura estrecha, piernas delgadas y largas acordes a las proporciones de sus brazos.
La joven suele presentarse en sociedad bajo la apariencia de una dama de la alta sociedad italiana, con lujosos vestidos largos, enjoyada con ricos adornos y maquillada de forma sencilla pero elegante, recogiendo a menudo su largo cabello. No obstante, su atuendo es opuesto cuando de trabajar se trata, pues opta por conjuntos que pasen desapercibidos, cómodos para correr y que le permitan hacer uso de la agilidad que posee.

-Descripción Psicológica: El carácter que mi entorno me forjó entre lujos y secretos, hicieron de mí una niña con dos facetas distintivas; por un lado, la pequeña señorita que acompañaba a sus padres de la élite a aquellos compromisos sociales que se les reclamaba, mostrándome siempre con clase, educación, silenciosa y siempre respetuosa, capaz de sentarme con adultos para escuchar charlas que a menudo no entendía. Por otro lado, en la privacidad de mí misma, siempre fui una curiosa empedernida, feroz defensora de los derechos como el de la vida, la libertad y la justicia. En mi madurez, no vacilé en enfrentarme a aquellos que oprimían mis ideales, que pedían mi silencio para no alborotar a la sociedad que debía educar mediante mi ejemplo, enviándoseme siempre a mi alcoba dónde, gracias la ayuda de algunos siervos, lograba escapar para esconderme en la gran Biblioteca familiar, dónde pasaba el día y la noche leyendo y aprendiendo cosas que de otro modo, hoy no conocería. La aventura era un deseo que siempre latió en mi pecho; el anhelo de dejar toda riqueza tras de mí para correr en libertad, hablar con quién quisiera sin tener en cuenta el título nobiliario que pesara sobre su apellido, el gritar si algo me molestaba o el saltar si la felicidad me sonreía, el enamorarme de un buen hombre sin importarme sus riquezas, el salir al mundo y conocerlo como conocía la palma de mi mano... esos y otros muchos sueños me empujaron a independizarme pronto, al menos, espitirualmente. Mentía constantemente, es cierto, pero era la única forma de seguir investigando quién era yo y qué era aquello que deseaba.
Pero aquellas ansias de vivir mermaron cuando perdí a mi hija y con ella, a mi marido. Todo cuanto había defendido pareció volverse en mi contra y asfixiarme, encontrando la vía de escape en una venganza sin objetivo definido, sin un nombre ni un rostro. Las ganas de prender una cerilla y ver cómo mi mundo hecho trizas ardía ante mis ojos, era lo único que me mantenía con vida de algún modo. Necesitaba encontrar la paz que había perdido, encontrando una pieza de puzzle de ésta por cada vampiro cuyo corazón arranqué o cabeza decapité. De alguna extraña forma, el saber que uno de aquellos maléficos seres había dejado de existir sobre la faz de la tierra me aliviaba, sabiendo que con su muerte, muchas víctimas podían respirar ahora tranquilas, sin temer más a una horrible muerte asegurada.
Como se puede observar, perdí la luminosidad de mi buen corazón, mi carácter bondadoso se enfrió y por lo contrario, ahora mi personalidad está impregnada de amargura contra aquellos seres de la noche, la Inquisición y todo ente viviente capaz de herir a otras personas de su entorno. No sé si eso me convierte en la mala del cuento o no, aunque lo cierto es que no me interesa lo que otros opinen de mí, pues mis motivos tengo para actuar como lo hago, de desconfiar en quién desconfío y de matar a quién mato.
Mi misión, no es en realidad acabar con toda la raza vampírica. Me conformo con morir en manos de uno de ellos llevándome conmigo a un buen ejército de sanguijuelas.

-Historia: Giovanna Arese, familia lejana del duque del reino de Italia, tuvo en su juventud un romance con un bohemio escritor francés apellidado Lautrec, quién en su momento no hacía más que malmeter contra las distintas coronas europeas, incluso la nuestra, la italiana. Quizás su descaro fue suficiente para llamar la atención de mi madre quién, en una de sus visitas a la realeza francesa, no dudó en hacer llamar a aquél que tanto la había criticado. No cruzaron más de dos palabras antes de que se abalanzaran feroces contra el otro, haciendo del amor, su máxima expresión.
Pero cuando el alba barrió la noche y sus retales, Giovanna expulsó de su vida al escritor, a sabiendas que aquello no había sido más que un noche desenfrenada y que ahora, debían olvidarse mutuamente. El humilde escritor, supe, se casó unos meses después con una mujer de sus misma escala social, concibiendo a una niña unos años después de mi nacimiento, fruto de aquél desliz que me condenaba a ser una bastarda silenciosa, pues mi madre, que en aquella época ya flirteaba con un noble, le mintió para que se casaran y éste me brindó sus honorables apellidos que a día de hoy, ya abandoné.
Giovanna jamás intentó ocultarme la verdad, por lo que siempre supe quién era realmente, aunque me estuviera completamente prohibido hablar de ello, mencionar siquiera a mi padre biológico.

Con diecinueve años de edad, contraje matrimonio con el primogénito de un barón perteneciente a la realeza de los Paises Bajos, Joris Vor Saher, un hombre treinteañero cuya ajetreada vida repleta de viajes y aventuras no le había permitido asentar su vida amorosa en Venecia. Fueron años felices en su compañía, naciendo de nuestra unión, una hermosa doncella a la que llamamos Galia. Pero la dicha duró seis años, tiempo en el que la pequeña fue mermando de salud hasta morir plácidamente en su lecho tras una larga agonía. Mi marido, al que no sospechaba que los motivos de sus interminables ausencias tuvieran que ver con seres sobrenaturales sacados de libros de fantasía, desapareció antes de conocer el triste final de Galia, prometiéndome regresar con el antídoto que curaría su maldición, fracasando durante la espera, pues ni llegó su medicina ni él.
Unos meses más tarde, después de ofrecer cristiana sepultura a mi progenitora que ya había fallecido de vejez, empezaron a llegarme extrañas cartas de la Inquisición que me robaron el sueño y la salud mental. En ellas, se me aseguraba que mi marido nos había traicionado, vendiendo su alma al diablo y aliándose con el mal. Efectivamente, Joris fue sentenciado a la horca por herejía y unos hombres quemaron la biblioteca de nuestra mansión, salvando sólo unos pocos volúmenes que encontré entre las cenizas. Aquellos manuscritos hablaban de seres nocturnos, bebedores de sangre, hijos de Satanás, concebidos para esparcir el Mal por la humanidad. Aquellos seres, denominados vampiros, eran el motivo de las ausencias de mi esposo. ¿Por qué? ¿Qué buscaba de ellos? ¿O qué querían ellos de Joris?
La duda y la fuerza de querer limpiar su nombre, despertaron en mí las fuerzas suficientes para desear dar respuesta a esas y otras muchas dudas que me corroían. Me añadí a un grupo de hombres y mujeres que pretendían dar caza a los vampiros que según ellos, se alimentaban de las almas de sus hijos y vecinos. Les seguí, sólo para recibir información sobre la raza en cuestión, conduciéndome a partir de entonces, de un lugar a otro, poniendo trampas a aquellos seres nocturnos que luego interrogaban o asesinaban sin más. En un par de años, sabía lo suficiente de ellos y algo tenía claro en mí: el motivo de la muerte de mi marido era cosa de vampiros, por lo que decidí convertirme en una cazadora de éstos.
La muerte de mi padrastro supuso un ascenso más por mi parte en la escala social italiana con todo lo que eso comportaba: información, aliados y silencio. La mejor tapadera para mis noches de aventura, sin duda. Fue en esos primeros meses, cuando me llegó una carta desde París, anunciándoseme que había sido heredera de unos bienes que pertenecían a una famosa cortesana francesa. Por lo que el documento explicaba, la desaparición de Roxanne Lautrec durante diez años propiciaba que las autoridades francesas ya la dieran por muerta, sin haber dejado descendientes aparentes, su hermana recibiría la herencia repartida a partes iguales con sus progenitores, un tal señor Lautrec y su señora.
En efecto, yo era su hermana. Y no sé qué me sorprendió más de aquella carta oficial, si el recibir un céntimo de aquella mujer a la que ni conocía, o que se supiera de mi existencia en aquella humilde familia. ¿Lo habría admitido el escritor Lautrec? ¿A caso mi madre le anunció mi nacimiento? No, lo dudaba, pues a Giovanna no le interesaba que se hiciera público que yo era fruto de un desliz carnal con un muerto de hambre callejero. Entonces... ¿cómo? ¿Cómo pudo llegar a mí aquella carta? Por otro lado... ¿una desaparición de diez años? Aquél dato -que otro hubiera pasado por alto y se hubiera fijado nada más en la escandalosa y elevada cifra de dinero que mis arcas recibirían- me sobrecogió, recordándome a la historia de Joris. ¿Tendrían los vampiros algo que ver con Roxanne? En la carta se me pedía que me presentara a los tribunales franceses para reclamar la herencia que me correspondía, por lo que un viaje a París ya lo tenía asegurado, así que de paso, decidí husmear en el caso de mi hermanastra Roxanne, temiéndome que al menos un vampiro estuviera implicado en su desaparición. De ser así, no dudaría en darle caza y arrancarle el polvoriento corazón que en su pecho ocupara.

-Datos Extras:
Sus armas favoritas son las espadas, las dagas y el arco con flechas. Las armas de fuego las desprecia porque dice que son de cobardes, dado que no requieren ningún contacto cuerpo a cuerpo con el agresor.
Sus trabajos como cazadora van por libre, ataca y daña a quién ella considera oportuno, tomándose la libertad de perdonar si así lo cree conveniente.
Odia a la Inquisición y por ello, conspira contra sus ordenes para derrocarles definitivamente.
En su tiempo libre, le gusta practicar con las armas, así como leer y disfrutar de la música, siendo el piano y el violín sus instrumentos favoritos.
No bebe alcohol más que en ocasiones especiales, odia el tabaco y el humo que se desprende de éste.
Destaca la facilidad con que sabe llevar una doble vida gracias a sus contactos y su posición social.

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por **Nigel Quartermane** Dom Jul 29, 2012 11:07 pm

OBSERVACIONES:

Scarlett, todo en tu ficha esta correcto a excepción de dos puntos:
- El avatar. Te he enviado un mp informándote sobre la situación de la persona que posee a Nicole Kidman. Por favor edita las imágenes en tu ficha una vez que decidas que avatar usar.
- El cargo de realeza. También te he enviado un mp informándote sobre este tema, por lo tanto deberás editar ese dato en toda la ficha.

Cuando edites lo mencionado postea avisando para darle la aprobación a tu ficha. Gracias.

por **Etháin** Lun Jul 30, 2012 10:38 am

¡Modificaciones realizadas!

por **Nigel Quartermane** Lun Jul 30, 2012 5:20 pm

FICHA APROBADA
Bienvenida a Victorian Vampires

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