Bringing Out the Dead [Morrigan]

Sus largos y pálidos dedos se deslizaron por el cuello de su camisa, acomodándola al punto de lograr la perfección. Aliso la prenda, tomando del colgador el chaleco azul petróleo. Se preparaba para una nueva noche en las calles del pecado. Las noches parisinas apenas si eran comparables con el esplendor que ofrecía su tierra de origen. Nada era comparable con el espectáculo de estrellas y el reflejo de la luna aguas y arenas en los oasis o junto al Río Nilo. Lo único que poseía París para su atracción, era su gente. Su descarriada gente con sus malas costumbres. Se entretenía apreciando como uno a uno los humanos eran amarrados por la tentación, condenados. Aprecia su hipocresía. Damas y caballeros aparentando ser quienes no son. Ostentando títulos de los cuales se jactaban. A su edad son no mas que chiste.

¿Qué clase de título lo obligaría a él a estar bajo el mando de un inservible mortal?

Fijo su vista en el rostro que reflejaba el espejo; el suyo. Sonrió con arrogancia, se sabía apuesto. El tiempo no había tocado ni un solo centímetro de su rostro; ni de ninguna parte de su cuerpo. Joven eternamente. Estiró su brazo izquierdo fuera del retrato que presentaba el cristal. Una joven mano alcanzó a él un vaso de whiskey, mezclado con aquel líquido que lograba cegar sus sentidos.

Bebió un sorbo, sosteniendo su propia mirada. Los ojos café del vampiro relataban historias. Sus ojos habían sido testigo de muchos acontecimientos, de muchas muertes, mucha sangre… Muchas mujeres. La noche, los volvía aún más oscuros, confundibles con el azabache. Oscuros como las tinieblas. Su mirada refleja el último rojizo atardecer apreció entre las dumas egipcias antes de morir. La arena deslizándose entre más arena. El sol ocultándose, dando fin al último de sus días.

Su vaso volvió a estirarse, esperando que la mano de la joven estuviese allí para recibirlo. Lo soltó. El ácido sonido del vaso quebrando contra el piso lo despertó de sus recuerdos. Volteó a ver; la mujerzuela yacía desangrada sobre su cama. Sonrió levemente de lado. ~ Cada vez duran menos. ~ su voz carecía de preocupación, a sus espaldas la figura de una mujer regordeta se reflejó en el espejo. Ella caminaba con su saco entre las manos. ~ ¿No lo cree? Europeas… ~ El desdén en su voz era moneda de cambio común. El ama de llaves simplemente asintió a sus palabras. A nada se le atrevería discutirle. Esta le extendió el saco, y ayudó a colocárselo. Acomodó los hombros del atuendo negro, perfectamente alisado. Impecable al igual que su pantalón. En sus pies, destacaba el brillo de sus zapatos.

~ Encárgate de ella. Sabes ya que hacer ~ Le dijo a la mujer que lo acompañaba desde hacía mas de diez años en sus viajes. Tomo del colgador su corbata la pasó por su nuca mientras bajaba los escalones de su castillo con cierto apuro. No podía desperdiciar ni un solo miserable segundo de la noche. Anudó perfectamente su corbata al llegar a la planta baja del castillo. Demasiados años luchando con esas tiras de tela daban sus frutos, sin duda alguna.

Tomó la orilla de su saco con una de sus manos, introduciendo la otra dentro de su bolsillo. Giró a su derecha encaminando al pasillo que llevaba directamente a la puerta principal, en la cual ambas hojas eran adornadas por dos esbeltas damas que le esperaban para abrir la puerta.

~ Señoritas, que sorpresa ~ Su voz estaba cargada de ironía. Sabía que estarían allí, así él se lo había mandado. Una de ellas, le extendió su reloj de bolsillo, mientras la otra acomodó un delicado pañuelo de seda en el bolsillo de su saco; del mismo color que su chaleco. ~ Que haría sin ustedes. ~ Sonrió. Se acercó, besó y mordió los labios de la primera mujer. Bebiendo del elixir carmín. A la segunda, le tomó de la mano e insertó sus colmillos, para lamer los finos hilos de sangre que salían de estas. ~ Ya. Abran. ~ Su voz fue tajante, su cuerpo estaba ya erguido frente a la imponente puerta de madera, que se abrió frente a este de par en par.
La noche parisina lo esperaba, y este acudiría a ella sin dudarlo.


El centro de la ciudad nocturna comenzaba a tomar vida. Se iluminaba tenuemente con las farolas. Ya no cabían restos de rayos de sol sobre el horizonte y eso lo dejaba libre de su prisión diurna.

Su persona se dirigía con soltura a través de las veredas. Apreciando con exquisitez la arquitectura de los edificios iluminados sutilmente por el reflejo de la noche y retocados con la luz que los mortales creaban. Su vista se distrajo una o dos veces al ver pasar bellísimos especímenes de féminas a su lado, las cuales cuchicheaban cuan apuesto se encontraba. Su sonrisa arrogante no tardó en hacer presencia. Los pasos y el olfato lo dirigieron hacia lo que aparentaba ser la muchedumbre. Que resulta ser un grupo de gente de clase media/alta. Reunidos en jolgorio.

Una mujer. Una fina mortal le alcanza una copa de dudoso vino, en lo que a él constaba, sólo bebía vinos de cepas seleccionadas. Se volteó, apreciando la entrada a un restaurante, donde más gente prevalecía dentro del lugar. Dejó atrás al grupo de burdos mortales y largó la copa a un lado, con un simple e intencionado movimiento. Pensaba conseguir algo mil veces mejor para tomar esa noche.

Entró al salón que le constaba era un restaurante. Sonrió mezquinamente, ¿Con que motivos asiste un vampiro a un Restauran? Desde luego, en busca de algo que comer. Algo que respirase. Que fuese capaz de sentir pasión al sentir su tacto corriendo por la tersa piel cálida de su victima. Sin olvidar; que fuese capaz de gemir. De gritar las blasfemias mas insultantes que se hayan oído antes al sentirlo poseer no sólo su cuerpo; también su sangre. En resumen, aquella noche se haría de alguna bella dama de las que asistían en el lugar. Primero la cortejaría. Cual faisán dorado desplegaría todo su esplendor para encantar a la hembra y luego; bueno, lo que ya era una buena costumbre en su existencia.

El galante inmortal guardó una de sus manos en el bolsillo de su pantalón mientras la otra la guardaba recatadamente en el dobles de su chaleco. Caminó a paso lento. Mas de una mujer se volteó a fijar la vista en él y este con cortesía, encanto y alguna pizca de morbosidad, le agradeció con una sonrisa y una leve inclinación de su rostro. Sin importar si la mujer venía acompañada por algún caballero. Mas su paso no vaciló ni en un solo rostro a su camino hasta la barra del lugar, a la cual se acercó. Distendió sus brazos para colocarlos sobre la barra y tomar asiento, con la gracia que solo los años le podrían enseñar a un vampiro.

Volteó y contemplo a los presentes. Los murmuros femeninos se oían por doquier, especialmente de un grupo de mujeres arrinconado al otro extremo de la sala. Su sonrisa se extendió, volviéndose torcida. Arrogante.

~ ¿Qué desea caballero?. ~ La voz del mortal lo obligó a voltear su rostro.

~ Tráigame el mejor vino de la casa… Y lleve una botella para las bellas damas que allá a lo lejos se encuentran presentes. ~ Dijo este apenas dirigiéndoles la mirada. Estas aún estaban expectantes de su movimiento.

~ Desde luego, señor. ¿Pagará ahora o antes de retirarse? ~ Preguntas. Preguntas estúpidas que les gustaba hacer a los humanos.

~ De hecho, esta noche usted se hará cargo de los gastos. ¿No es así?. ~ Su sarcástica voz iba acompañada de una orden mental. Lo manipuló cual muñeco de madera y este asintió a sus palabras. ¿Para que derrocharía su dinero en negocios de mortales?. Que le cortasen la mano antes.

Giró su rostro nuevamente. Y fuera, tras el vitral del local, estaba aquella. Aquella mujer de rizos chocolates. No le conocía, en absoluto. Caminaba alrededor del grupo de humanos. Era un depredador; como lo era él. No le cabían dudas. No necesitaba analizarlo por mucho… Sus pasos, como si estuviesen despegados del suelo, el contonear fino y detallado de su figura, sus bucles jugando sobre su espalda. Aquella piel bronceada no lo engañaba; se veía muy natural para los idiotas. Mas no para sus sentidos. Le apreció por un instante mas, mas su curiosidad e interés en lo que sus oscuros ojos se fijaron; fue mas fuerte.

Se relajo; largando una sutil oleada de poder. Un llamado de atención. Una amenaza para cualquier otro depredador que estuviese allí también presente. Aquello era “pavonear” su antigüedad. Era dejarse al descubierto ante cualquier otro ser que fuese capaz de sentir aquella energía, y sin cuidado lo tenía.
Junto a él, la copa de vino fue colocada. Este simplemente estiró su brazo, la tomó y la llevó hasta su nariz; cual sentiría el delicioso y fino aroma de las uvas sacudiendo su paladar. La posó en su boca. Esperó. Aún estaba pendiente de los movimientos de la mujer. Ni siquiera le había interesado observar el rostro de sorpresa de las mujeres que ya recibían sus copas y su botella de buen pasar.

El mozo estaba de vuelta. Y con la mirada exhorta en la vampiresa le habló. ~ Hazme otro favor. ~ Le dijo este y pidió que se acercase a él para murmurar sus intenciones al oído del mortal.

El camarero escuchó con atención forzada las palabras del inmortal. La sonrisa de Lucifer se hacía mas amplia mientras dibujaba con sus labios cada una de las palabras que emitía. El camarero afirmó con lentitud, su mente no terminaba de comprender lo que seguiría... Un par de gritos quebrantaron con la tranquilidad del lugar. Lucifer volteó la vista hacia el lugar de proveniencia, las damas del rincón causaban alboroto. Un caballero era literalmente acribillado con carteras. El vampiro sonrió, he inmediatamente dirigió su vista hacia la mujer que permanecía fuera de todo aquel berrinche de cuervos y buitres.

Él mantuvo su vista fija en la dama de ondas pronunciadas, cabello castaño, piel meramente castigada. Cerró sus ojos, aquellos rasgos le traían, por algún motivo, un refrescante recuerdo a su memoria... A su antigua vida. A sus tierras castigadas por el dios Ra. Sus oídos captaron el sutil rasgar de la piel, y tras este, el aroma a sangre. Volteó dando un trago a su fino vino tinto. Una copa comenzaba a llenarse de sangre frente a él. Tal como lo había pedido el camarero se había cortado la muñeca para cumplir su retorcido pedido.

~ No derrames fuera de la copa. ~ Su rostro permaneció inmutable. El camarero se detuvo antes de que la copa pareciese demasiado llena. El hombre se vendó con un trapo, colocando luego la copa sobre la bandeja. Salió tras la barra. ~ Espera. Ven. ~ Le ordenó llamándole a su vez con un simple mover de los dedos de su mano libre. Este así lo hizo. El demonio tomo la copa colocándole frente a si, pasó su dedo pulgar por el filo de la madera, cortando su piel y dejando derramar algunas gotas sobre la sangre del humano. Colocó la copa nuevamente en su lugar y le indicó con un sobrante gesto que se marchara. Viéndole partir hacia la hermosa dama fuera del local succionó el sobrante de sangre que brotaba en su dedo, apreciando como la herida terminaba de cerrar.


Dio un sorbo mas a su copa antes de voltear. Miró por sobre su hombro a la mujer a través del ventanal. Su vista permaneció fija a esta, arqueando ligeramente su ceja en lo que sus labios marcaron una sonrisa torcida en el perfil visible de su rostro. Sus palabras habían sido claras al momento de otorgar su pedido.