Perdida.... [Lucifer]

"Ser nuevo en algún lugar no suele ser muy agradable, pero eso se pasa con el tiempo"

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Los oscuros callejones no eran para cualquiera. Las tinieblas de los rincones podían confundirse con personas, y las personas podían sumirse en las sombras para ocultarse de los ojos de los mortales. ¿Pero que hacía eso a un vampiro?. Caminaba entonces él, donde el reflejo de su dios Jonsu iluminaba; por los tejados. Sus pasos, equilibrados y ágiles de cual gato, iban con calma. La noche apenas empezaba y no tenía motivos para llevar apuro. Mas sí para espantar a todo aquel que vivía en aquellas precarias viviendas. ¿Quien caminaría a esas por los tejados?. Al parecer nadie realmente quería averiguarlo.

Llevó a su trayecto las manos escondidas en sus bolsillos de su elegante saco. Como siempre; vestía impecable. De negro. El pañuelo de seda era lo único que destacaba, un verde petroleo que alzaba aún mas la palidez de su piel. Sus ojos merodeaban el entorno, como honrado depredador. Los sonidos de la noche eran para sus oídos la monotonía. Pasó por alto los pasos de los mortales por los callejones; rara vez alguna mujer se atrevía a cruzar los infiernos de París. Más esperaba que alguna de ellas fuese víctima de la corrupción humana para hacerse de ella; o simplemente que darse para apreciar la escena.

Pensaba ya abandonar aquel aburrido sitio. No hacía mas de cinco minutos que se había internado a los tejados de aquel infierno... Pero al parecer nada sucedería esa noche, y el no bajaría a mezclarse con la escoria de la sociedad que habitaba en esa zona. Pero la voz quejumbrosa de una mujer detuvo en el acto aquella idea. Los ojos oscuros del demonio se dirigieron directamente en dirección del sonido.

En un parpadeo Lucifer se encontraba sobre la cabeza de la mujer. Observándola junto la boca de una chimenea. Sus manos aún reposaban en sus bolsillos. Su rostro no mostraba indicios de algo. Simplemente apreciaba la figura de la mujer, una extraña mujer. Sus ojos se entrecerraron; claramente no era europea. El lo sabía muy bien.

Su presencia allí parecía no ser notada por la mujer, mas los animales comenzaban alborotarse. Una rata casi del tamaño de un zorro corrió desesperadamente hasta un refugio. Su instinto de supervivencia la llevaba a huir. Mientras que el instinto de la mujer casi la mataba del susto. Le observó caerse en el charco. Comenzó a dudar si su presencia valía la pena o no allí, aquella mujer no parecía ser una mujer normal. Probablemente fuese algún estilo de gitana, o aún mejor; una bruja. Su rostro enarcó una sonrisa; mal no le vendría una de esas. Se agazapó, tal como si acechara a una presa. Sus ojos parecían brillar en su propia curiosidad. Su gesto había cambiado completamente, la idea que pudiese encontrarse una bruja le producía cierto jolgorio, y tal parecía esta una realmente buena. ¿Pero sería así?...

Otros pasos se sumaron al callejón. No era él, desde luego. El aún permanecía en las alturas. Sus ojos se desviaron hacia la sombra masculina que se dirigía hacia la mujer. No aparentaba ser de buen fiar, y aun que poco le importase lo que hiciera con la mujer, permanecería allí. Atento a los hechos. Si aquella mujer era una bruja, seguramente algún truco bajo la manga debiese tener para defenderse. De no ser así, sería una decepción.

Inmóvil, como una gárgola observó el penumbroso escenario. Probablemente, si la morena demostraba ser lo que el deseaba; la quitaría del aprieto, con el único interés de que le sirviese. En este país, lleno de corrupción, aún se levantaban las fuerzas que trabajaban en nombre de aquel que dicese puede ver a todos... De vez en vez, no venía de mas una alianza; parte de un instinto de supervivencia.

Con la vista puesta en el escenario, una sonrisa socarrona no tardo en marcarse en el rostro del demonio, la mantuvo por un instante, para hacerla desaparecer con la misma ligereza con la que la había formado. Tal como lo había supuesto la mujer era mucho mas interesante que un tentempié nocturno. Notó de igual manera su dominio en la magia negra; y nada le interesaba mas que ello en una mujer de su clase. Conforme con la actuación presenciada, y sin molestarse por ser descubierto. Lentamente enderezó su figura al tiempo que quitaba sus manos del ostentoso saco. Aplaudió pausadamente.

Sin pretención de continuar dando vueltas sobre el asunto se largó hacia el callejón, controlando su caída como si alguna mano invisible interviniera sosteniéndolo por la espalda. Sus pies tocaron el piso casi sin hacer ruido. Sigiloso, carente de un alma que procurase ni el intento de una silueta bajo sus pies. Dio un paso al frente permitiendo que un as de luz tocase su rostro. Mantuvo la vista fija en la mujer, esperando que guardara la misma templanza con la que había actuado con anterioridad.

Simuló una sonrisa, que contaba con una simple linea curva de sobrada mezquindad. Extendió su mano derecha antes de hablar, percatándose de antemano de lo que la mujer era capaz de hacer teniéndolo al tacto. Pero antes de imponer temor, pretendía tenderle, tal vez confianza.

~ Sin ánimos de perturbar, Madame. Lucifer, es mi nombre. ~ La voz calma largaba cierta entonación que buscaba encontrar simpatizar bajo cualquier concepto posible de su angosto diccionario. Mantuvo su mano en la posición esperando que la mujer extendiera su mano para acabar con las modalidades preliminares. ~ Por lo que mis oídos han escuchado, y lo que mis ojos dichosos han visto... Usted necesita ayuda. ¿Estoy en lo correcto?. ~ Amplió su sonrisa, lentamente hilaba las palabras para llegar hasta donde le interesaba.