Victorian Vampires
Inocent... -Lucifer- 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Selina Leonora De Souza Vie Ago 03, 2012 3:07 am

La noche, el manto estrellado de la Diosa Meztli permitía que aquellos seres habitantes de las sombras salieran, el comienzo para ellos era este, el ambiente era cálido como todas las primaveras, los arboles que se mecían ligeramente en un acompasado vaivén, los grillos y las cigarras con su incansable canto, los callejones lucían solitarios, apenas un par de farolas encendidas era lo único qué daba algo de luz junto a la tenue sonrisa de la Diosa Meztli, la llamada luna en occidente ayudaba a aquellos cuyo camino malamente se había torcido, sin embargo no eran muchos los que con todas aquellas advertencias de seres macabros y sádicos se atrevían a salir, pero no era así para todos, había quizás un par de almas intrépidas o muy ciegas por las pasiones desoladoras, eran atraídas a un lugar tan oscuro y lúgubre como eran los bosques, solo los idiotas se atrevían a poner un pie ahí ocultándose el sol “No salgan de noche… los pueden matar, los muertos y los perros espían, acechan y masacran…” era lo qué podía escucharse entre los habitantes de las cercanías, palabras qué no eran mentira, aun que para las jovencitas ilusas y enamoradas esas sentencias no eran más qué palabrería barata, nada ni nadie puede detener a una joven hermosa y adinerada cuando se encapricha, nada más qué la muerte.

Una hermosa chica, de facciones delicadas, mirada azulina como una gema, cabellos rubios como el sol, unas hermosas mejillas sonrojadas cual manzanas, esbelta de curvas sutiles, vestida con un hermoso vestido azul qué hacia resaltar su belleza, un entallado corsé, nada mejor, nada más suculento para aquellos cuya lujuria y malicia marcó su alma sellada en su mayoría con el dolor de una humanidad perdida, aquella hermosa jovencita cuyo carruaje esperaba a unos metros, representaba la alegría de la vida, la ingenuidad y la ternura que muchos habían perdido, era sin lugar a dudas un manjar para los condenados. Se encontraba sentada en una enorme roca, en uno de los claros del bosque, un pequeño espacio que poseía apenas pequeños arboles retoñando. Un cochero se encontraba en el carro esperándola, mientras ella tarareaba una cancioncilla con una no muy agraciada voz, el tiempo parecía detenido, en sus manos llevaba una bellísima y sumamente cara muñeca de porcelana cuyos caireles se parecían a los suyos, las manos delicadas y largas de la joven pasaban por las mejillas de la muñeca, la acariciaba como si fuere lo más preciado de sus posesiones, y así era, sin saberlo, aquella muñeca sería testigo del trágico o afortunado final de la pobre infeliz.

-La cruz está al revés querida, y el vicio no es más que la virtud para quienes tenemos todo el tiempo del mundo….- se escuchó justo detrás del cochero, el hombre tenía una expresión de terror en su rostro, lágrimas qué cobardemente salían de sus ojos implorando clemencia, de poco le sirvió, su cuerpo por la espalda justo atravesando el corazón, sangre emanó de su boca entreabierta, luego el cuerpo cayó al piso pesadamente justo frente a la pobre pequeña que para ese entonces se había levantado, aterrada, confundida solo esbozó un grito de pavor, sus pupilas contraídas y el cuerpo febril, la juventud parecía marchitarse en su rostro al haber sido testigo de tan cruel y repentino acto. No podía creer lo qué sus ojos veían, una joven se paró sobre el cuerpo inerte del cochero, una delicada jovencita de no más de un metro sesenta de estatura, y a lo mucho de cincuenta y cinco kilos de peso, sonreía maligna mientras de su diestra corría la sangre del hombre con una daga de negro ónix empuñada.

Se mordió el labio inferior y fijó una fiera mirada a la chica, parecía un jaguar saboreando su presa, disfrutando del olor del miedo, mas aun que la jovencita de noble cuna quisiera, no podía evitar alejar la mirada, se había quedado petrificada, y por desgracia un extraño halo de sensualidad, belleza y misticismo rodeaba a aquella mujer maldita. –Pobre muñequita…- expresó la vampiresa sonriéndole, mostrando sus afilados y finos colmillos asomados por sus labios carnosos color carmín. Se acercó a ella paso a paso –Vamos muñequita horrenda, no querrás que me enoje… verdad?.- dijo en un tono de voz maquiavélico acercándose aún más, la chica corrió despavorida intentando huir. –Pequeña, la hora del té llegó, te prometo qué tu muerte será dulce y tendrás un bello funeral.- decía mientras corría sin el mayor esfuerzo tras la chiquilla –Muñequita horrenda, este es tu final, y antes de que alguien sepa lo que te sucedió, te darás cuenta de qué no es tan malo, prometo qué no te dolerá… mucho.- sentenció con una voz burlona, rematando con una risa que congelaría la sangre del más osado. –Jajajaja, debes saber muy dulce, pequeña idiota, que tus papitos no te dijeron qué no salieras sola por la noche?, no te imaginabas lo qué te iba a pasar verdad?. Pobre idiota, déjame adivinar, huiste de casa por qué papito no te quiso comprar ese vestido para la fiesta de las primas Pompadour?.- preguntó justo al momento de alcanzarla, la tomó por la melena, por esos bellos caireles que eran su cabellera.

La jaló con tal fuerza que la tiró al suelo, la chica de no más de unos diez y ocho años, forcejeó tomando la diestra que la tenía aprisionada, enterraba sus uñas y pataleaba con desesperación –AUXILIOOOOOOOOO DEJAME DEMONIO MALDITO!.- gritaba a todo pulmón con una voz entrecortada por el terror. –No, no te soltaré, has de saber que las muñecas finas e idiotas como tú y coloreteadas me dan nauseas, las odio, pero nadie sabrá lo qué sucedió, no te preocupes, si eres creyente puedes decir tus últimas plegarias.- dijo mientras con fuerza la arrastraba, para ese momento el cuero cabelludo de la joven aristócrata empezaba ya a sangrar por la fuerza que la vampiresa aplicaba al jalarle el cabello. Tras unos largos segundos, al fin se detuvo, y girándose la soltó, por fin y gracias al reflejo de la luna pudo verle el rostro, la vampira no era mucho mayor que ella, de ojos felinos y facciones exóticas pero hermosas, un corsé negro entallado y un faldón rojizo le daban un aspecto sensual y lujurioso. –Desnuda tu poder pequeña, déjate seducir o… me harás las cosas difíciles?, ya te he dicho que a mami no le gusta que la desobedezcan.- dijo sonriéndole de medio lado, mostrando con toda saña su colmillo derecho el cual relucía como una cuchilla.

La joven se levantó y temblando le hizo frente en un acto de supervivencia -Pater Noster, qui es in caelis, sanctificétur nomen Tuum, adveniat Regnum Tuum, fiat volúntas tua, sicut in caelo et in terra…- rezó cerrando los ojos, cuando sintió las manos de la vampira posarse en su cuello apretándolo con fuerza, dejándole marcas de sus dedos y uñas en ese blanco y delicado cuello adornado con una hermosa y cara gema. - Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie, et dimitte nobis débita nostra, sicut et nos dimittímus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in tentationem, sed libera nos a malo…- respondió la vampiresa cuando en un raído movimiento quitando la diestra clavó los colmillos en el cuello de la chica, justo en la yugular, bebió su sangre lentamente sin importarle el forsejeo de la victima, disfrutó del metalico sabor del elixir de la vida que succionaba de la chica, mientras la vampiresa se llenaba de vida, a la joven se le escapaba sin poder hacer nada. –AMEN!.- expresó sonriendo burlona la atacante cuando dejó caer el cuerpo al suelo, la piel de la chica era mucho más pálida, y sus labios de a poco se ponían morados.

-En fin, gracias padre por la cena que has puesto en mi… mesa esta noche.- dijo divertida agachándose para tomar la muñeca, sin embargo en ese momento un escalofrió recorrió su cuerpo haciendo que su mortecina piel se erizara, olfateó el viento que arreció por instantes y la temperatura bajó, era un antiguo, podía distinguirlo. –Era tuya?, lo siento…- dijo con osadía dejando caer la muñeca, expresándolo a aquel que era superior a ella, sin embargo la naturaleza de la neonata la obligaba a rebelarse, lo único que hizo fue soltar la muñeca de porcelana, dejarla caer en el piso y con un rápido movimiento pisarle la cabeza para quebrarla...
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Mensaje por Lucifer Vie Ago 03, 2012 2:31 pm

El castillo guardaba completo silencio en su inmensidad. Tanto sirvientas como las cortesanas restantes buscaron refugio en las mazmorras del castillo, a sabiendas que Lucifer conocía a la perfección los laberintos que el subsuelo imponía. Aun así se sentían resguardadas, ilusamente protegidas. Sus sollozos, su sudor, el galopar de sus corazones, seguramente podrían ser oídos por el vampiro desde la cocina. Mientras prevalecieran en su castilla nada las mantendría a salvo de él. Era demasiado antiguo. Demasiado poderoso para que la distancia lograse confundir a sus sentidos; agudos como los de ningún otro.
Excepto por los de aquella bella flor. Rosielle. El conocerla lo había desequilibrado. Había perdido la poca cordura con la que gozaba jactarse.

Los dedos del vampiro se enredaron por los cabellos de la mujer que yacía sobre su abdomen, acariciando su cuero cabelludo. Desnuda sobre él, aquella humana de cabello castaño estaba completamente tapada por las sabanas, cuales mostraban amplias manchas de sangre, algunas secas, otras aún recientes. Dos golpes en la puerta de la habitación despegaron al vampiro de su inercia. Su mente divagaba, errante cual alma en pena. No pensaba. Nada pasaba por su mente, ya no deseaba pensar. Su mente se convertía a veces; en su mayor enemigo. Al reaccionar, paso su vista entre las cabezas de la morena y la pelirroja. La segunda yacía sobre su pecho, y poseía innumerables mordidas por todo su cuerpo.

~ Pasa ~ Indicó a la que ya sabía seguramente sería su ama de llave y fiel confidente. Rosemarie. El picaporte rechino y junto al empuje de la regordeta mujer la hoja de madera le cedió el paso. Sus ojos pasaron una vista general por el cuarto. Su rostro no demostró sorpresa, ni asco. Estaba habituada al comportamiento de su amo, y esta lo adoraba ciegamente, ya que ella disfrutaba tanto como él del dolor ajeno. Esta vez su amo había pasado la línea de sus propios límites.

~ Por lo que he escuchado, a tenido un grato día. ~ Dijo la mujer apreciando el moreno cuerpo que tendía del lado izquierdo de su lecho. Al que le seguía una cabellera rubia y despeinada desparramada en el piso. Ambas, sin dudas, por las severas lesiones en su cuerpo estarían ya sin vida.

El inmortal sonrió con placer. ~ Lo fue. He fornicado de maravillas con estas hermosas damas. ~ Tomó de los pelos a las mujeres que yacían sobre su cuerpo y las apartó cual perro ~ Pero ya es hora que me vaya. ~ Se levantó, luciendo su cuerpo completamente desnudo frente a la mujer, otra cosa la cual tampoco parecía sorprenderla. Caminó sorteando los brazos y las piernas de los cadáveres de las mujeres a los pies de su cama. Se detuvo frente al espejo, y se notó mucho mas hinchado que por costumbre. Su cuerpo destilaba el exquisito aroma a muerte, en una combinación perfecta a los flujos de sus víctimas y la sangre. Lujuria. Placer. Condena. Sonrió cerrando sus ojos y degustando por un momento más aquellos aromas.

~ Están con vida. ~ Murmuró la sirvienta al observar que una de ellas se desperezaba quejumbrosa por el dolor. ~ ¿Debería asistirlas? ~ Algo en su voz dejaba claro que no apreciaba la idea, mas obedecería si eran sus órdenes.

El vampiro dejo que una frívola risa se escapara de su garganta. ~ Entiérralas vivas. O gózalas. ~ Se volteo a ver a la mujer ~ Se que lo disfrutas. Haz de tu placer, pero después quiero que alimenten el fuego de las hogueras. ~ Su vista volvió a su vanidoso reflejo y quitó de su rostro el hilo de sangre que pendía de la comisura de su boca.


La noche lucía espléndida a sus ojos. El vampiro vestía opulento, donde el color principal de su atuendo era el negro. Cortaba la monotonía el pañuelo de satén rojo que envolvía su cuello, provocando así que sus facciones se notarán más sensuales y a la vez más siniestras. Sus pasos guiaban su camino hacia ninguna parte, seguía la marcada huella que costeaba el bosque. Su cuesto destilaba arrogancia con cada paso. Su autoestima es tal que carece de temor. Nada le significa una verdadera amenaza. Lo que desea lo obtiene, y si no lo obtiene por las buenas lo consigue haciendo uso indiscriminado de su poder. Y si así todo no consigue su cometido, lo destruye. Si no es suyo, no será de nadie.

~ Jonsu. ~ Murmuró levantando la vista apenas para admirar la luna. Aquella noche el dios de la noche brillaba en todo su esplendor. Una nueva luna llena se alzaba sobre las cabezas de hombres y bestias por igual. Sus manos se introdujeron en los bolsillos de aquel tapado, que constaba de pliegues y rebuscadas costuras, un diseño único. Sumamente personal. Hecho para él y a su perfecta medida. ~ No estuvo bien apostar contra Thot, ¿No?. ~ Murmuró burlón y destacando en su rostro las curvas de sus labios, cargados en cinismo. Tal como su guía astral, Lucifer se hacía a los vicios. A las apuestas, a las mujeres, a la avaricia y la ambición. Tal fue su perturbado deseo que lo llevaron a ser lo que era. Levantando la frente, enorgullecido por considerarse la bestia civilizada.

Su mirada se dirigió al frente, notando la silueta de una carroza. Bajo las sombras que su propio rostro causaba sonrió. Sus labios, dibujaron una línea torcida en su rostro. Nuevamente la suerte lo guiaba hacia una potencial presa, y desde luego no despreciaría tal invitación.

Su cuerpo se desplazó a través de las sombras, como si nada mas una de estas se tratase. Ligero cual hoja al viento. Observó la carroza. Notó la ausencia de mortales en esta. Mas su nariz percibió el majestuoso aroma de la sangre fresca. Más. Iría por más. Mas sangre, más muerte. Más placeres. El grito de una infanta y una voz que le acompañaba, atosigándole, se volvieron el motivo de que sus ojos oscurecieran. Sus rasgos dejaron de siquiera asimilarse a los apuesto y joven muchacho que presentaba para la sociedad. Las apariencias no eran más que crudas mentiras, destinadas a los oídos ingenuos que gozaban por creerlas. Lucifer vanagloriaba su clase. Su comportamiento estrictamente delimitado. Su cultura. Su historia. Su sabiduría y sus años. No obstante, jamás podría desprenderse de su piel. Ni deshacerse de sus instintos. Menos aún de la podrida vileza que abeldaba su cuerpo desde antes de conocer la existencia mas allá de la muerte.

Los corceles que permanecían amarrados a la carroza relincharon con agudeza y desesperación. Sus cascos golpetearon la tierra, levantando el polvo por sobre sus patas. El vampiro tomo de estribos, desglosándolos y dejando a las bestias en libertad. Observó su galopar agitado. No había para él, animal que lo definiera mejor.

Giro la totalidad de su cuerpo, llamado por los gritos y la fragancia sanguinolenta que se despegaba de la humedad de la tierra. Sus pasos, pausados. Meticulosos sobre el terreno que pisaban. Él, como la bestia y depredador supremo, acechando a la victima y a su cazador. Su expresión ensombreció aún mas de lo que la natural oscuridad permitía. Su rostro presentaba líneas sobrehumanas, que destacaban su condición. Pocos de la especie conseguían tal evolución y control de tales músculos. Estaba transformado en una verdadera amenaza. Su mente segada e intoxicada con la sangre de cuatro mujeres, que parecían no ser suficiente.
Sus movimientos naturales, pero sin dudas comparables a los de un animal al acecho. Cual pantera en busca de su comida, lo acercaron a la escena. El cuerpo de una infanta tendía en el suelo. Lucifer relamió sus labios ¿hacía cuanto no se daba el placer de poseer el cuerpo de una niña?, hacia ya años que dejaba pasar aquel placer casi tan fortuito como el pecado mismo. Los niños gozaban del vigor, la energía. Su sangre parecía dar brincos en las bocas de sus cazadores. Aun que pocos eran capaces de tal desafuero.

Las palabras de la vampiresa quitaron el sabor a gloria de su boca. Se le notaba joven. De estatura poco menos de la deseable en su recatado gusto. Cabello negro, azabache. Aún más oscuros que la sombra. Su estatura pasaba si delineaba sus curvas. Curvas dotadas, casi como cinceladas por un artista muy exigente. El maldito despojo su cuerpo de su agazapada posición. Retomando la postura de una persona normal. Lentamente reveló su posición dando un par de pasos al frente. Permitiendo que la luna bañase su oscuro atuendo con su reflejo.

Hizo del silencio su aliado pasajero. Observando a la mujer y rondando por el terreno, casi como si estuviese reconociéndolo. Apreciando cada detalle de la escena; la revivía en sus ojos. En su mente cruzaban los gritos desesperados de la niña, de los cuales hubiese gozado fuesen a su causa. Pero la condenada lo había arruinado. Se le habían adelantado; era cierto. Probablemente debió salir antes de la cama, pero había estado muy reconfortado entre las piernas y los brazos de las mujeres, sintiendo la humedad y la calidez de sus cuerpos en su lecho. Bajó la vista, su rostro sonrió instantáneamente al recordar el exquisito aroma que estas le habían dejado. Había sido un deber y una lástima el bañarse; pero no era de aquellos desfachados y sucios vampiros. Después de todo, el aroma perduraba tenuemente en él. Cual fina fragancia.

Levantó la vista hacia la vampiresa. Deteniendo sus pasos en seco. ~ No. Pero hubiese sido la víctima perfecta para satisfacer la lujuria.. ~ Contestó finalmente a lo que había hablado. La voz del inmortal estaba falta de cualquier emoción. Frío y determinante. De un momento a otro, se encontraba cara a cara a la mujer. Vistando sus ojos felinos, grisáceos. El los analizó. Se los habría disecado si de su mirada hubiesen escapado las feroces llamas de su ira. Mas prevaleció inmóvil. Sintiendo el aroma de la jovial sangre de la niña en su boca. ~ Pero apuesto que su sangre se conserva fresca aún en tus entrañas. ~ Sus labios dieron espacio a mostrar sus dientes blancos cuales perlas. ~ ¿Qué tal si jugamos contigo? ~ Le susurró sobre la boca de esta.
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Mensaje por Selina Leonora De Souza Vie Ago 03, 2012 4:41 pm

Caía la noche en una niebla eterna, la luz se ocultaba y en ese momento el frio se apoderó del bosque, el ambiente era tenso, los arboles dejaban que sus hojas bailaran al ritmo del fuego interno y aquella macabra presencia de los dos seres, el silencio se hizo presente, hasta los animales parecían temer, aquellos corceles que el hombre liberó se alejaron a todo galope, no se escuchó mas que el crujir de las hojarasca bajo sus cascos, esa noche era de temerse, al menos para el pobre infeliz que se atravesara entre esos dos demonios, sin embargo no solo los fantasmas y las almas en pena o los habitantes noctámbulos del bosque temieron, aquella joven qué había irrumpido de forma salvaje cortando de tajo la vida del cochero y de esa pobre mozuela, sentía algo qué hacía mucho no percibía, el miedo. Notó la presencia de aquel demonio, de aquel hombre qué mas parecía salido del inframundo que un humano, era claro que no era un mortal y qué no era un cainita cualquiera, era puro, fuerte, la chiquilla pudo sentirlo, la fuerza y la energía que el alma negra condenada de aquel la hizo dar un paso atrás. Sin embargo y en un acto meramente instintivo, se dejó llevar por breves instantes, sintió como el miedo, la lujuria, el deseo, esa fuerza maléfica parecía inundarla, los sentidos de inmediato se le agudizaron como los de un jaguar en peligro, la adrenalina la inundó y odiaba la sensación de inferioridad que el cainita provocaba en ella, pero a la vez y en una incongruente batalla consigo misma, se dejaba guiar por esa excitación sexual que provocaba, una chipa que hacía mucho no sentía encender en su ser.

Notó el aroma a sangre y placer en el cuerpo del vampiro, sintió como si un fuerte escalofrió cimbrara su ser, recorriéndole vertebra por vertebra, haciéndole despertar todas las células de su mortecino cuerpo, abrió los ojos sonriendo de medio lado al sentirlo caminar. Parecía analizar lo qué había pasado, como si en su mente maquinara lo qué habría pasado de ser el quien irrumpiera en la inocencia de la desafortunada niñita, por qué eso era, una niña que apenas despertaba a la vida, si piel tersa y el cuerpo tierno, la alegría de la vida corriendo por sus venas como lava hirviente, aun y con el cuerpo sin vida, sus mejillas se encontraban sonrojadas, la piel tersa y cada vez mas pálida conforme el rigor mortis se apoderaba de ella. El cuerpo se endurecía y se enfriaba a cada segundo.

Correspondió a la mirada del cainita, era como si este encendiera en ella el fuego del infierno, tembló por primera vez en un siglo alguien le infundía miedo, y respeto, podía ver en esos macabros ojos el sadismo, la lujuria, la crueldad, las batallas y las vidas arrancadas por el poseedor de tan gallarda presencia. Dio otro paso atrás de forma silente, no bajó la mirada aún que deseaba hacerlo, la razón le indicaba correr, pero el instinto era mucho más fuerte aun, aun qué lo hiciera, correr no era una opción, la demostraría lo débil de su alma y no era así, era orgullosa, guerrera, y si su existencia iba a ser cortada lo haría con honor, al menos con un rival digno de ella, un pensamiento qué poseía gracias a sus ancestros prehispánicos, guerreros cuya sangre solo era derramada por gloriosos y valientes contrincantes.

-La envidia, el odio…- expresó bajando al fin la mirada fijándola en la jovencita que quizás le recordaba sin quererlo a una de sus hermanas cuando era mortal –La lujuria, y el miedo, son pasiones que han sido arrojadas al mundo para que no seamos solo ángeles castrados o demonios no dignos del infierno.- expresó volviendo a posar la mirada en el vampiro frente a ella, el frio heló su cuerpo al notar la blanca dentadura del hombre, los afilados colmillos que seguramente habían dado fin a muchas vidas. Correspondió con una atrevida sonrisa, esa maldita locura que se apoderaba de ella, el fuego del deseo que él había encendido la hizo actuar, ella no era más que un demonio menor, él por otro lado simbolizaba algo mucho mayor, la edad, la fuerza, ella podía ver el aura negra que le rodeaba a su inesperado acompañante. –Cual dentro está dispuesto a entrar en mis entrañas como para descubrir el sabor de esta pobre idiota?.- preguntó acotando la distancia, de su boca escapaba el dulce aroma de la sangre recién ingerida, pasó luego la lengua por los propios labios de forma lenta y sugerente dejando rezagos de la sangre de la chiquilla en ellos, no sabía como reaccionaría él, quizás la lanzaría contra un árbol con un golpe, o simplemente la degollaría, cerró los ojos y tembló ante la cercanía de sus labios contra los propios. –A qué quiere jugar?.- interrogó abriendo los ojos y viéndole fijamente a los suyos intentando no doblegarse, fingiendo tranquilidad mientras su mente y su cuerpo se debatía entre el deseo y el miedo…
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Mensaje por Lucifer Dom Ago 05, 2012 3:40 am

Lucifer. Cual sombra. Cual monstruo, cual bestia. Cual demonio sediento de sangre joven. De sangre fresca, de la vitalidad de un niño; del ser mas puro y divino. Aquel era su deseo, y su deseo debía ser satisfecho. Maldito. Retorcido. Poseído por si mismo. Por su egoísmo, por su ambición, por su enferma obsesión. Su cuerpo permaneció estático frente a ella al oírle hablar. Aquel hedor que emanaba de su boca era la fragancia de un jazmín para un mortal, el inhalo. Se apoderó del aroma. Lo hizo mezclarse en su sangre, en lo más retorcido de sus pensamientos.

Sonrió. También percibía de ella el placer del temor. Ella le temía, y cada partícula de su cuerpo se lo decía. Ello sólo alimentaba aún más su vanidad. Largaba más leños a su hoguera. Incendiaba los tapetes de su cordura, ardiendo las pinturas de su más ínfima conciencia. El había cerrado por un instante los ojos, dejándose llevar por aquel viaje. Pero no duró mucho. La mirada sofocante y maldita de aquel ser estaba asentada sobre ella nuevamente, ahora mas segura que nunca; su miedo era el poder de su seguridad.

~ La pasión que más me gusta… Es la lujuria. ~ Contestó el inmortal a la poesía que recitaron los labios de la vampiresa. ~ ¿Ello me hace merecedor del infierno? ~ Sus labios se curvaron lentamente, sus líneas de expresión no sólo delataban claramente su apariencia de veintiséis años, si no, que además, le daba una pizca de psicópata sobre el ya muy marcado cinismo de sus labios. La fibra de su condenada piel se alimentaba de las emisiones de la morena. No estaban vivos. Sus corazones no daban brincos. Su piel no sudaba… Pero eran energía pura. Y su energía rastrillaba el ras de su cuerpo. Las siguientes palabras, sólo provocaron que ampliara su torcida sonrisa.

A paso tranquilo la rodeó. El podría haber hecho uso injusto de su poder para estar a sus espaldas en lo que un relámpago. Pero en cambio decidió tomarlo con calma. Caminó, la observó fijamente hasta quedar tras ella. Sólo dos pasos lo separaban de su cuerpo y los dio sin escrúpulo. La tomó por la cintura con firmeza. Su mano; completamente abierta, la tomaba por su vientre con tal presión que se podría decir que las yemas de sus dedos buscaban traspasar la tela; y hasta la piel. Mientras tanto, la opuesta recorría con la palma la línea que dibujaba su brazo. Subía lento. Suave. Seductor… Hubiere sido apenas perceptible el movimiento para un humano. Finalmente jaló de su cuerpo hasta quedar en completo contacto. Sólo las telas eran mediadoras de lo que la piel provoca.

~ ¿Aún así lo pregunta? ~ Su voz. Fría. Seca. Tajante. Cerró sus ojos. Buscó cruzar los límites que el lacio y siniestro cabello de la vampiresa marcaba, haciéndole llegar a su oído el susurro calmo, que no llevaba por ninguna intención el tranquilizar a lo que bien podría ser su presa.

~ Mi juego. Mis reglas. ~ Su rostro se hundió en su fino y sedoso cabello, buscó la forma de percibir su piel tras aquellos filosos hilos. Nuevamente inhalo su aroma, lo tallo con vehemencia en la repisa de sus recuerdos al mismo tiempo que su dedo índice, lentamente presionaba con fuerza descomunal su estómago. ~ Pero os daré dos opciones… ~ musitó sobre su cuello. Con su mano aferrada a su hombro, asegurándose que no escapara… No fácilmente. ~ La fácil, o la difícil. ¿Cuál escoge? ~ El abrió sus ojos. Su pérfida mirada se clavó en el horizonte, observando el delicado zumbar del agua detallado por el tenue rasguño de la noche.
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