AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Véronique Pushkin-Mérimée
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Véronique Pushkin-Mérimée
Nombre del Personaje: Véronique Pushkin-Mérimée
Edad: 18
Especie: Humano
Tipo, Clase Social o Cargo: Clase Alta
Orientación Sexual: Heterosexual
Lugar de Origen: Moscú, Imperio Ruso.
Edad: 18
Especie: Humano
Tipo, Clase Social o Cargo: Clase Alta
Orientación Sexual: Heterosexual
Lugar de Origen: Moscú, Imperio Ruso.
Historia:
Soy nieta de un Coronel del Ejército Imperial Ruso y una feminista y destacada novelista. Hija de un comerciante y una prepotente obsesionada con el qué dirán y además, hermana mayor de uno de los despilfarradores, egocéntricos, egoístas y con un serio caso de autofobia del continente. Es así como se conforma mi familia.
Como el abuelo pertenecía a la aristocracia de Rusia, contamos, mi hermanito y yo, con la educación que cualquier noble tenía.
Al principio, Pyotr y yo tuvimos una infancia feliz, jugábamos, conversábamos, discutíamos, peleábamos… como todos los hermanos normales, hasta que empecé a notar las diferencias que hacía nuestra madre con respecto a nosotros, sus hijos.
Mère –no me permitía llamarle de otro modo-, tenía planeada la vida de mi hermano y mía desde antes de nacer; él tendría los cargos de mi padre y yo sería una dama de sociedad con el esposo noble. Ella no estaba de acuerdo con los ideales feministas de la abuela; nunca se llevaron bien.
Quería que yo aprendiera piano sin oído musical, bordado, costura, tejido a ganchillo y todas las que le siguen. Cuando me acusaba con mi padre porque no quería hacer alguna tarea, él me defendería diciendo: “no necesita aprender ciertas labores porque Nica va a ser intelectual y ya las pagará con los resultados de su actividad intelectual” Por supuesto, en cada ocasión las palabras variaban pero el significado era el mismo. Por este tipo de cosas amaba a mi Papa.
¿Por qué Mère no podía tratarme como Papa?
¿Por qué no podía tratarme como a Pyotr?
Los tratos que recibía de mi madre eran muy injustos. En las clases que compartía con mi hermanito, si él no lograba entender algo, se pasaba a la siguiente lección pues, según Mère aún no estaba listo y buscaban apresurarlo; si él hacía algo mal, se le pagaba con dulces, mimos y palabras de aliento para que no se sintiera mal; si faltaba a una clase, Mère ponía la excusa de que estaría ocupado haciendo otras cosas de igual o más importancia pero, ¿Cómo era con la pobre Véronique? Si no entendía algo, entonces era o muy estúpida y no valía la pena; se le podía escuchar decir: “¿Intelectual? Sí, como no”; o una malcriada por ni siquiera intentarlo; si hacía algo mal, se me reprendía y me obligaban a repetirlo hasta que o me salía bien o se cansaban de mí; si faltaba a una clase, era castigada sin poder salir y luego, en la privacidad de mi habitación, Mère me abofetearía hasta cansarse pues “no podía hacerle perder el tiempo así, ¿no te interesa tu futuro?, eres una perezosa, una inconsciente”, y todo lo que le sigue. Las “excusas” eran en vano, aún si no eran excusas en realidad y que ni se me ocurriera llorar o contarle a Papa, pues, ya no sería su mano con lo que me abofetearía…
Y, sin embargo, la quería. Era por eso que aún seguía intentando, con todas mis fuerzas, complacerla.
Con Papa las cosas eran muy distintas, él nunca me obligó a nada, cada cosa que hacía bien la premiaba con afecto y me reprendía cuando no me comportaba tan bien pero nunca fue tan severo como Mère. Con él podía reír o llorar sin miedo de nada, ser yo misma, sin llenar las expectativas de nadie.
Cuando Papa lograba ver alguna herida o hematoma en mi rostro, le diría que me los había hecho jugando y él me creería. A veces deseaba que no fuera así, deseaba que dudara de mí y se molestara en averiguar lo que de verdad sucedía, que descubriera a Mère para que se fuera y me dejara en paz pero, al mismo tiempo, agradecía que eso no sucediera porque, a pesar de todo, es mi madre y, aunque supiera que no lo merecía, a mi padre le hacía feliz su compañía.
Como el abuelo pertenecía a la aristocracia de Rusia, contamos, mi hermanito y yo, con la educación que cualquier noble tenía.
Al principio, Pyotr y yo tuvimos una infancia feliz, jugábamos, conversábamos, discutíamos, peleábamos… como todos los hermanos normales, hasta que empecé a notar las diferencias que hacía nuestra madre con respecto a nosotros, sus hijos.
Mère –no me permitía llamarle de otro modo-, tenía planeada la vida de mi hermano y mía desde antes de nacer; él tendría los cargos de mi padre y yo sería una dama de sociedad con el esposo noble. Ella no estaba de acuerdo con los ideales feministas de la abuela; nunca se llevaron bien.
Quería que yo aprendiera piano sin oído musical, bordado, costura, tejido a ganchillo y todas las que le siguen. Cuando me acusaba con mi padre porque no quería hacer alguna tarea, él me defendería diciendo: “no necesita aprender ciertas labores porque Nica va a ser intelectual y ya las pagará con los resultados de su actividad intelectual” Por supuesto, en cada ocasión las palabras variaban pero el significado era el mismo. Por este tipo de cosas amaba a mi Papa.
¿Por qué Mère no podía tratarme como Papa?
¿Por qué no podía tratarme como a Pyotr?
Los tratos que recibía de mi madre eran muy injustos. En las clases que compartía con mi hermanito, si él no lograba entender algo, se pasaba a la siguiente lección pues, según Mère aún no estaba listo y buscaban apresurarlo; si él hacía algo mal, se le pagaba con dulces, mimos y palabras de aliento para que no se sintiera mal; si faltaba a una clase, Mère ponía la excusa de que estaría ocupado haciendo otras cosas de igual o más importancia pero, ¿Cómo era con la pobre Véronique? Si no entendía algo, entonces era o muy estúpida y no valía la pena; se le podía escuchar decir: “¿Intelectual? Sí, como no”; o una malcriada por ni siquiera intentarlo; si hacía algo mal, se me reprendía y me obligaban a repetirlo hasta que o me salía bien o se cansaban de mí; si faltaba a una clase, era castigada sin poder salir y luego, en la privacidad de mi habitación, Mère me abofetearía hasta cansarse pues “no podía hacerle perder el tiempo así, ¿no te interesa tu futuro?, eres una perezosa, una inconsciente”, y todo lo que le sigue. Las “excusas” eran en vano, aún si no eran excusas en realidad y que ni se me ocurriera llorar o contarle a Papa, pues, ya no sería su mano con lo que me abofetearía…
Y, sin embargo, la quería. Era por eso que aún seguía intentando, con todas mis fuerzas, complacerla.
Con Papa las cosas eran muy distintas, él nunca me obligó a nada, cada cosa que hacía bien la premiaba con afecto y me reprendía cuando no me comportaba tan bien pero nunca fue tan severo como Mère. Con él podía reír o llorar sin miedo de nada, ser yo misma, sin llenar las expectativas de nadie.
Cuando Papa lograba ver alguna herida o hematoma en mi rostro, le diría que me los había hecho jugando y él me creería. A veces deseaba que no fuera así, deseaba que dudara de mí y se molestara en averiguar lo que de verdad sucedía, que descubriera a Mère para que se fuera y me dejara en paz pero, al mismo tiempo, agradecía que eso no sucediera porque, a pesar de todo, es mi madre y, aunque supiera que no lo merecía, a mi padre le hacía feliz su compañía.
***
Una de las cosas que más me gustó sobre mi niñez fueron los cuentos que me leían mis abuelos. Cuando lograba concentrarme –cosa muy fácil, debo decir-, me sentía en otro lugar, otro continente, otro mundo, podía conocer gente nueva, criaturas nuevas… y ¡Sin moverme de mi silla! Mi mayor placer, definitivamente.
Mis abuelos, además de mi padre, eran la mejor compañía que podía tener.
Mis abuelos, además de mi padre, eran la mejor compañía que podía tener.
***
Un día cualquiera, luego de terminar mi sesión de juegos con Pyotr que se iba volviendo más insoportable cada vez, pasé por la biblioteca donde, seguro, me estaría esperando mi abuelo pues, aún teníamos la mitad de una aventura pendiente. Cuando entro, el abuelo no está allí, me dirijo hacia su habitación y tampoco se encuentra, decido preguntarle a mi padre, por lo que me dirijo hacia su oficina pero, Papa tampoco se encuentra. Cuando bajo hacia la sala todos, excepto Pyotr, que aún estaba en el patio, y el abuelo están allí. Los sirvientes se veían tristes, incluso Mère parecía preocupada, lo que me extrañó mucho pues ella evitaba esa emoción tanto como podía. Logro atisbar a Papa y, cuando me acerco, noto que parece estar consolando a babushka y corro con la preocupación marcada en mi rostro a preguntar por lo ocurrido. La conmoción me invade, pues, al acercarme, Papa estaba llorando y sí estaba consolando a la abuela como había creído, lloro con él aunque no tenga idea de lo que sucede y le pregunto por el abuelo para que luego me responda con lo que me temía: el abuelo había fallecido, Papa intentó explicarme pero sólo pudo decir “tu abuelo ha muerto… esta mañana… al parecer mientras dormía…” no pudo decir más, no se lo permití, salí corriendo hacia mi habitación donde lloré hasta quedarme dormida.
Dos días después, en la noche del entierro del abuelo, babushka le siguió. Al parecer, la muerte del abuelo fue demasiado para ella y su corazón no aguantó.
Luego de eso, no quería hacer nada, no tenía el ánimo de nada pero tenía que salir, a ellos no les hubiera gustado verme así, por lo que asistí a mis clases, comí mi comida, socialicé como pude pero, no era lo mismo, ya ni ganas de leer tenía, la única cosa que me llenaba; me recordaba mucho a ellos. Una parte de mí se había ido y con ella mis ganas de vivir.
Los 3 años que siguieron los pasé como si hubiera estado dormida, a mis 16 años tenía la personalidad de un muerto viviente, ya nada me provocaba placer o gracia. Mi padre, una de mis mayores inspiraciones y motivaciones, estaba en mi misma situación, apenas sonreía y se le veía muy deprimido. Al notar esto decidí hacer algo al respecto, no podía seguir así, mucho menos mi padre.
Comencé a vivir de nuevo, o por lo menos lo intenté, por supuesto, tantos años de vivir entumecida tiene sus efectos, pretendí arrastrar a mi padre conmigo. Retomé las historias que solían leerme los abuelos pues, ¿Para qué alejarme de lo que me acerca a ellos? Y lo logré, vivir de nuevo, no como antes, pero ¿Cómo podría ser de otra manera? Ahora, con mi padre, el caso era otro.
Mi hermano, Mère y yo salimos al centro de la ciudad de paseo, era un día muy bonito aunque la compañía no fuera tan buena. Mère se había rendido conmigo, no fui de acuerdo al plan de vida que ella tenía para mí, según ella, yo no valía la pena así que ¿para qué esforzarse? Yo estaba de acuerdo, digo, ¿Para qué molestarse en llenar las expectativas de alguien que cree que nunca serás suficiente? Y mi hermano… Luego de la muerte de los abuelos nuestra relación nunca fue la misma. Él no entendía el porqué de mi sufrimiento, decía que “¿Para qué ponerse triste por algo que ya se veía venir?, eran unos vejetes, tiene sentido”. Luego de que esas palabras salieran de su boca, me molesté tanto, que no volví a dirigirle la palabra en largo tiempo, hasta hoy, de hecho, aunque sólo fuera un saludo, y porque Mère me obligó. Entonces ¿Qué hago aquí compartiendo carruaje con ellos? No tengo idea. Supongo que Mère aún tiene esperanza de que me convierta en la señorita que siempre quiso que fuera aunque no lo demuestre o quizá yo todavía no aprendo y aún busco algún tipo de relación “madre – hija” con ella y no “inquisidora – hija” como lo fue siempre.
Cuando volvimos a casa del viaje, corrí hacia la habitación de Papa para mostrarle las cosas que había comprado y entonces sucedió, el fin de mi vida como lo conocía se había acabado. Papa se había suicidado y entonces me quedé oficialmente sola. Me quedé allí, mirando cómo se mecía su cuerpo colgado, no podía creerlo. Cuando recuperé el sentido, corrí a avisarle a mamá. Y luego todo se puso negro.
Cuando desperté, rabia, odio y repulsión eran las únicas cosas que podía sentir ¿Cómo pudo hacerme esto?, ¿Cómo?, ¿Es que no me quería como decía? No dejó ni una carta para excusarse o justificarse. Nada.
Era por el respeto que se sentía por la memoria del abuelo que pudimos mantener el estatus de nobles pero, al morir Papa, todo eso se perdió.
Las leyes de otros países decían que los herederos varones obtendrían los títulos de sus padres una vez que estos perecieran, pues, sólo las familias antiguas podrían ostentar tales títulos pero, en Rusia es distinto, hay muchas maneras de conseguir un título en la nobleza y unas de ellas es tu servicio al estado y así fue como el abuelo lo consiguió, él era noble no por herencia sino por mérito propio. Fueron sus servicios en el Ejército Imperial Ruso los que le consiguieron su cargo y sus tierras, tierras que dejó a Papa cuando falleció.
A Mère no le interesó mucho la historia familiar pues, de todos modos, todo le quedaría a Pyotr cuando el abuelo y Papa fallecieran. Protestó cuando se leyó el testamento pues, decía que mi hermano no podía ser cabeza de nada a menos que tuviera 18 años, el no protestó ya que, ser comerciante y seguir con el legado familiar nunca le interesó. La cláusula en el testamento decía que Pyotr sería dueño pero con la supervisión de su madre hasta cumplir la mayoría de edad. Mère no tenía idea de negocios por lo que dejó a Pyotr hacer lo que quisiera. Al notar que a él le daba igual lo que pasara con la empresa, pidió auxilio a sus padres pues, por seguir malos consejos de gente mal intencionada, perdimos varias secciones de tierra y como mi hermano no conoce de límites casi nos lleva a la quiebra. Y ahora estoy aquí, atrapada en París, Francia. Viviendo bajo el techo de unas personas que sólo conocí por correo.
Dos días después, en la noche del entierro del abuelo, babushka le siguió. Al parecer, la muerte del abuelo fue demasiado para ella y su corazón no aguantó.
Luego de eso, no quería hacer nada, no tenía el ánimo de nada pero tenía que salir, a ellos no les hubiera gustado verme así, por lo que asistí a mis clases, comí mi comida, socialicé como pude pero, no era lo mismo, ya ni ganas de leer tenía, la única cosa que me llenaba; me recordaba mucho a ellos. Una parte de mí se había ido y con ella mis ganas de vivir.
Los 3 años que siguieron los pasé como si hubiera estado dormida, a mis 16 años tenía la personalidad de un muerto viviente, ya nada me provocaba placer o gracia. Mi padre, una de mis mayores inspiraciones y motivaciones, estaba en mi misma situación, apenas sonreía y se le veía muy deprimido. Al notar esto decidí hacer algo al respecto, no podía seguir así, mucho menos mi padre.
Comencé a vivir de nuevo, o por lo menos lo intenté, por supuesto, tantos años de vivir entumecida tiene sus efectos, pretendí arrastrar a mi padre conmigo. Retomé las historias que solían leerme los abuelos pues, ¿Para qué alejarme de lo que me acerca a ellos? Y lo logré, vivir de nuevo, no como antes, pero ¿Cómo podría ser de otra manera? Ahora, con mi padre, el caso era otro.
Mi hermano, Mère y yo salimos al centro de la ciudad de paseo, era un día muy bonito aunque la compañía no fuera tan buena. Mère se había rendido conmigo, no fui de acuerdo al plan de vida que ella tenía para mí, según ella, yo no valía la pena así que ¿para qué esforzarse? Yo estaba de acuerdo, digo, ¿Para qué molestarse en llenar las expectativas de alguien que cree que nunca serás suficiente? Y mi hermano… Luego de la muerte de los abuelos nuestra relación nunca fue la misma. Él no entendía el porqué de mi sufrimiento, decía que “¿Para qué ponerse triste por algo que ya se veía venir?, eran unos vejetes, tiene sentido”. Luego de que esas palabras salieran de su boca, me molesté tanto, que no volví a dirigirle la palabra en largo tiempo, hasta hoy, de hecho, aunque sólo fuera un saludo, y porque Mère me obligó. Entonces ¿Qué hago aquí compartiendo carruaje con ellos? No tengo idea. Supongo que Mère aún tiene esperanza de que me convierta en la señorita que siempre quiso que fuera aunque no lo demuestre o quizá yo todavía no aprendo y aún busco algún tipo de relación “madre – hija” con ella y no “inquisidora – hija” como lo fue siempre.
Cuando volvimos a casa del viaje, corrí hacia la habitación de Papa para mostrarle las cosas que había comprado y entonces sucedió, el fin de mi vida como lo conocía se había acabado. Papa se había suicidado y entonces me quedé oficialmente sola. Me quedé allí, mirando cómo se mecía su cuerpo colgado, no podía creerlo. Cuando recuperé el sentido, corrí a avisarle a mamá. Y luego todo se puso negro.
Cuando desperté, rabia, odio y repulsión eran las únicas cosas que podía sentir ¿Cómo pudo hacerme esto?, ¿Cómo?, ¿Es que no me quería como decía? No dejó ni una carta para excusarse o justificarse. Nada.
Era por el respeto que se sentía por la memoria del abuelo que pudimos mantener el estatus de nobles pero, al morir Papa, todo eso se perdió.
Las leyes de otros países decían que los herederos varones obtendrían los títulos de sus padres una vez que estos perecieran, pues, sólo las familias antiguas podrían ostentar tales títulos pero, en Rusia es distinto, hay muchas maneras de conseguir un título en la nobleza y unas de ellas es tu servicio al estado y así fue como el abuelo lo consiguió, él era noble no por herencia sino por mérito propio. Fueron sus servicios en el Ejército Imperial Ruso los que le consiguieron su cargo y sus tierras, tierras que dejó a Papa cuando falleció.
A Mère no le interesó mucho la historia familiar pues, de todos modos, todo le quedaría a Pyotr cuando el abuelo y Papa fallecieran. Protestó cuando se leyó el testamento pues, decía que mi hermano no podía ser cabeza de nada a menos que tuviera 18 años, el no protestó ya que, ser comerciante y seguir con el legado familiar nunca le interesó. La cláusula en el testamento decía que Pyotr sería dueño pero con la supervisión de su madre hasta cumplir la mayoría de edad. Mère no tenía idea de negocios por lo que dejó a Pyotr hacer lo que quisiera. Al notar que a él le daba igual lo que pasara con la empresa, pidió auxilio a sus padres pues, por seguir malos consejos de gente mal intencionada, perdimos varias secciones de tierra y como mi hermano no conoce de límites casi nos lleva a la quiebra. Y ahora estoy aquí, atrapada en París, Francia. Viviendo bajo el techo de unas personas que sólo conocí por correo.
Descripción Física:
Altura: 167cms.
Peso: 57kgs aproximadamente.
Su cara es cuadrada; posee unos ojos cafés e inexpresivos cuando se encuentra en ambientes extraños; tiene unas mejillas llenas que la hacen parecer una niña cuando sonríe, la línea de su mandíbula es fuerte pero femenina. Su piel es clara, su pelo es largo, castaño oscuro y rizado, pero no demasiado.
Le gusta el ejercicio por lo que su cuerpo está en forma.
Conoce muy bien su cuerpo, por tanto, hasta en las situaciones más incómodas su postura es siempre segura y elegante.
Se viste de acuerdo a la ocasión, es elegante cuando el momento lo amerita y cuando no, suele ser más informal.
Peso: 57kgs aproximadamente.
Su cara es cuadrada; posee unos ojos cafés e inexpresivos cuando se encuentra en ambientes extraños; tiene unas mejillas llenas que la hacen parecer una niña cuando sonríe, la línea de su mandíbula es fuerte pero femenina. Su piel es clara, su pelo es largo, castaño oscuro y rizado, pero no demasiado.
Le gusta el ejercicio por lo que su cuerpo está en forma.
Conoce muy bien su cuerpo, por tanto, hasta en las situaciones más incómodas su postura es siempre segura y elegante.
Se viste de acuerdo a la ocasión, es elegante cuando el momento lo amerita y cuando no, suele ser más informal.
Descripción Psicológica:
Tranquila, reservada e indiferente, Véronique, puede parecer arrogante pero sólo es precavida. Es curiosa, se interesa en el cómo funcionan las cosas y por qué. Es leal a sus valores pero no se preocupa en respetar leyes y reglas cuando quiere conseguir algo y éstas entorpecen.
Es sensible, prudente, cuidadosa y práctica.
Aquellos que de verdad la conocen saben que le toma mucho tiempo confiar en las personas y que también le cuesta mucho olvidar cuando traicionan su confianza.
Y aquellos que de verdad la conocen, los que han logrado quebrar su escudo, saben que sonreír se le hace muy fácil, que es afectuosa en todo sentido, indulgente y amable aunque, a veces sarcástica y cruel.
A lo que más le teme es al rechazo. Después de haberlo vivido durante casi toda su vida debería estar acostumbrada pero no. Es perfeccionista para evitar el rechazo, muy estricta y exigente consigo misma y los demás por ésa misma razón.
Generalmente es pacífica pero, cuando se enfada, es violenta, definitivamente y física a la hora de demostrarlo. También grita, pero siempre encontró las demostraciones físicas mucho mas satisfactorias.
Es sensible, prudente, cuidadosa y práctica.
Aquellos que de verdad la conocen saben que le toma mucho tiempo confiar en las personas y que también le cuesta mucho olvidar cuando traicionan su confianza.
Y aquellos que de verdad la conocen, los que han logrado quebrar su escudo, saben que sonreír se le hace muy fácil, que es afectuosa en todo sentido, indulgente y amable aunque, a veces sarcástica y cruel.
A lo que más le teme es al rechazo. Después de haberlo vivido durante casi toda su vida debería estar acostumbrada pero no. Es perfeccionista para evitar el rechazo, muy estricta y exigente consigo misma y los demás por ésa misma razón.
Generalmente es pacífica pero, cuando se enfada, es violenta, definitivamente y física a la hora de demostrarlo. También grita, pero siempre encontró las demostraciones físicas mucho mas satisfactorias.
Datos Extra:
- Cada cosa nueva que llega a las manos de Véronique tiende a ser tratada como cual doctor a su paciente; examinada hasta que no encuentre detalles nuevos. Está maña comenzó como una distracción a los problemas vividos en su casa y terminó siendo una costumbre.
- La esquina externa de su ceja izquierda “vibra” cuando se estresa.
- El chocolate es el único relajante que conoce y necesita.
Véronique Pushkin-Mérimée- Humano Clase Alta
- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 02/08/2012
Localización : París, Francia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
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