Cáliz de vidrio cortado { Kara Jakes }

por **Marion Vaughn** Vie Ago 10, 2012 9:50 pm

Los aplausos estallaron en cuanto el ilusionista hizo la reverencia al término de su acto. El eco de las palmas fue una ola de gloria que cayó sobre aquel curioso mortal, quien había impresionado a la masa desde un simple escenario. Los números presentados habían sido únicos hasta el momento en todo París y no era exagerado decir que las bocas de docenas habían quedado boquiabiertas, a pesar de los impecables modales de la gran mayoría de los asistentes, parísinos… Sin embargo, Marion Vaughn no era parísina, ni siquiera era una humana como los demás; sus años podrían no igualarse a los de antiguos nocturnos, mas eran suficientes como para distinguir lo extraordinario de las ilusiones.

Las ilusiones no dejaban de ser mentira, pero lo extraordinario conseguía su interés, en un mundo que amenazaba con volverse aburrido.

Tal vez por salir de la rutina es que había asistido a ese teatro del populo, como ella decía, ya que a pesar de ser un edificio de costosa construcción, que abría sus puertas a la gente de las familias más adineradas, no era el Teatro de los Vampiros, los suyos. Ah… ¿pero más daba al final de cuentas? Ni siquiera los sangrientos ofrecían cosas novedosas, o al menos no durante la última temporada.

¿Qué buscaba entonces, con ir esa noche a mezclarse con la gente común? Bien, probablemente ese algo extraordinario, una esperanza con poco futuro.

La noble, ataviada con un elegante vestido carmín de finos holanes de encaje, combinando en perfecto tono con sus labios y peineta, no dejó de reconocer no obstante, la actuación de aquel hombre, a quien le dedicó un cortés aplauso desde la primera fila, e incluso puso una radiante sonrisa cuando sus miradas se cruzaron… viéndose dos segundos más de lo que ella hubiera querido. El mago había quedado complacido, sin haber podido reconocer la comprometida adulación.

Llegado el momento propicio, la mujer inició la retirada como cualquier otro de los asistentes, apresurándose a abandonar la gran cámara antes de que alguien pudiera reconocerla y la detuviera para intercambiar aburridos protocolos. Se mezcló entre la multitud y de ese modo llegó al salón de recepción antes que muchos, pero en vez de retirarse, giró sobre uno de los pasillos secundarios y con disimulo se dirigió hacia el área de camerinos. No había salido esa noche sólo para distraerse, también deseaba beber, sobre todo de un cáliz no cotidiano; es decir, que a pesar de haber analizado los rostros de los caballeros y damas en su entorno, lo que quería esta vez era sangre dotada, virtuosa, tal vez la de ese ilusionista que no la pasó por alto un momento atrás. Ese detalle ya jugaba a su favor, así que ahora ella comenzaría a jugar también, iría en busca de aquel.

por **Kara Jakes** Lun Ago 13, 2012 2:22 pm

Off: Sorry por la tardanza Sad

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Melquiades. Era el nombre del bastardo que hubo estado jugando con las memorias de los muertos. Melquiades Arimane, un brujo gitano. Lo había conocido quizás hace cinco o seis años atrás cuando recién había empezado a vagar con aquellos de la caravana, pertenecía a una comarca distinta a la mía. Pero desde que sus expresivos pero a la vez muertos ojos negros chocaron con los míos, le odie. Melquiades era de las personas que podrían vender su alma por un par de monedas de oro, y utilizo el tiempo pasado ya que apuesto ya vendió su alma. De hecho. Cuando lo conocí solo era un simple fisionado limitado a trucos de ilusiones tan fáciles e inútiles que no lograban atraer a más de tres espectadores.

Pero de pronto, una noche bastante taciturna en la que dormitaba en el techo de la pequeña choza que solía habitar en luna llena, uno de los espíritus del campo santo llegó hasta mí. El espíritu me habló de un hechicero que había llegado a desenterrar los huesos de un poderoso brujo. No era mi problema, pero de algún modo los fantasmas y almas en pena del cementerio parisiense se acercaban a mí debido a que me veían como su igual. Ciertamente, yo los consideraba algo más que solo apariciones y monstruos, después de todo en algún momento habían sido personas con corazones y sentimientos. Por lo que sin más, me vi en la necesidad de averiguar que diablos pasaba.

Mi pequeña y burda investigación me arrojó de inmediato a El grandioso Cassio, un ilusionista de poderes "descomunales". No me sorprendía en lo más mínimo que un pobre don nadie anduviera haciéndola de caza-tumbas por un poco de dinero o poder mágico, pero lo que en verdad me sorprendió fue ver al idiota de Melquiades Arimane en el escenario.

Respiré tranquila, ante todo él era un hermano gitano, y pensé que hablando civilizadamente con él lograría hacerle ver su error. Pero me cabreó cuando en escena, presento un estúpido truco donde hacía levitar un ropero... el maldito usaba almas penitentes de niños -los más débiles en cuanto a la estirpe fantasmagorica se refiere- y para hacer más estremecedor el acto... los hacía gemir con un conjuro de castigo.

Ahí fue cuando decidí hacerlo sufrir lo mismo o más de lo que hacía sufrir aquellos. Por eso, en cuanto terminó el espectáculo. Utilizando mis recursos -Jared y Agatha, dos espíritus que están bajo mi servicio- entré tras bambalinas por la puerta de empleados. No tuve que andar mucho, pues Jared se encarba de inmovilizar a quienes me trataban de detener y Agatha me guiaba entre los pasillos del anfiteatro.

Usaba un ceñido traje negro a la piel blancuzca. Una caperuza para aguardar mi identidad y la macabra sonrisa como bandera de venganza. Cuando por fin estuve frente a la puerta que rezaba en un refinado letrero el nombre del farsante... toqué dos veces. El hombre petulante abrió y mis ojos plata fueron la última visión del mundo terrenal.

- Buenas noches, mi señor Cassio...

La puerta se cerró tras mí...

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