AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
But we know it's just a lie [Joselyn Von Dietrich]
Página 1 de 1.
But we know it's just a lie [Joselyn Von Dietrich]
«People say that you'll die
faster than without water.
But we know it's just a lie,
scare your son, scare your daughter.
People say that your dreams
are the only things that save ya.
Come on baby in our dreams,
we can live on misbehavior.
Every time you close your eyes
Lies, lies!»
-Arcade Fire, "Rebellion (Lies)"
Y ahí estuvieron, su viaje había sido poco accidentado y su destino parecía haberlos estado esperando porque los recibió con una lluvia copiosa, pero ideal para caminar bajo ella. La última vez que había estado en esa ciudad fue para abrir la librería “Ereshkigal”, pero sobre todo porque en el único sitio que encontró a alguien capaz de construir junto con él un aparato para poder registrar sus repentinas premoniciones. Dvořák era un jodido genio que aceptó porque se trataba de un reto, pero ahora que “El Escribano” estaba descompuesto debía buscarlo y quizá proponerle expandir sus horizontes, hacer más artefactos que funcionaran con magia y Física. Instintivamente se llevó la mano al bolsillo interior del viejo saco color arena que vestía esa tarde pluviosa con la que los recibía París.
Aquella vez se hospedó en un hotel modesto, pero esta vez sabía que su estadía sería más larga y buscó un sitio para establecerse, encontró un apartamento amplio en un edificio elegante de tres pisos, mismo número de viviendas que poseía. Se puso en contacto con una mujer alemana que era dueña del lugar, la señorita Offenbach que en sus misivas se leía esquiva, pero conforme con el trato, entendía también que vivía en ese mismo edificio, en el tercer piso, y no sabía nada más, tampoco le interesaba saber nada más. Antes de partir se encargó de dejar todo listo, de amueblar modestamente el lugar, una copia de la llave llegó a su residencia en Bonn hacía varias semanas, lo único que se salió de lo planeado fue el hecho de arribar acompañado.
Antes de dejar territorio del Imperio Romano Germánico, se topó con ese chiquillo de nombre Adelbert que no tenía un duro partido por la mitad, pero brujo como él, algo, no supo qué, lo obligó a ofrecerle su ayuda, sin preguntarle demasiado, sólo lo básico, lo invitó a unírsele en el viaje. Como todo en su vida, haber unido a Adelbert a la travesía era un acto de redención, quería en su necedad de salvación, no dejar que el chiquillo repitiera su historia, ese era el único motivo. Giró el rostro mientras ambos caminaban por las desiertas calles de la ciudad a causa del aguacero, lo miró a su lado, arrastrando su propia maleta que no iba muy llena, el niño, como él, parecía no tener pasado y eso también le gustaba. Intentaba mirarlo, desde que lo encontró, como ese hijo que nunca nació, que nunca conoció por su propia negligencia, pero un poder invisible no se lo permitía, incluso pensaba a menudo que si se tratara de una chica y no de un chico, sería muy bonita. Sacudió la cabeza tratando de alejar pensamientos tan absurdos y estuvieron en el pórtico del edificio.
Entraron y bajando las escaleras bajó un hombre, rubio platinado, de porte elegante y vestido con pulcritud, los saludó de pasada y salió a la lluvia como si ésta no estuviera cayendo con fuerza, Isambard observó el trayecto del sujeto hasta que desapareció en la brisa del agua que caía de un cielo furioso, pero no demasiado como para matar. Buscó algo en un bolsillo de su pantalón y extrajo la llave, abrió la puerta e ingresaron al lugar, era amplio, había pocos muebles y estaba acondicionado para una sola persona, la presencia de Adelbert no estaba en el plan, pero se las arreglarían.
-¿Qué te parece si esperamos a que la lluvia cese y luego salimos a comer algo? –propuso con una sonrisa en el rostro, miró por la ventana y frunció el entrecejo, la lluvia no tenía intenciones de dar tregua. Colocó su maleta junto a la puerta de su habitación y miró a su protegido –creo que esta noche dormirás en el sofá en lo que te compramos una cama, o puedes dormir conmigo, si quieres –se encogió de hombros.
Aquella vez se hospedó en un hotel modesto, pero esta vez sabía que su estadía sería más larga y buscó un sitio para establecerse, encontró un apartamento amplio en un edificio elegante de tres pisos, mismo número de viviendas que poseía. Se puso en contacto con una mujer alemana que era dueña del lugar, la señorita Offenbach que en sus misivas se leía esquiva, pero conforme con el trato, entendía también que vivía en ese mismo edificio, en el tercer piso, y no sabía nada más, tampoco le interesaba saber nada más. Antes de partir se encargó de dejar todo listo, de amueblar modestamente el lugar, una copia de la llave llegó a su residencia en Bonn hacía varias semanas, lo único que se salió de lo planeado fue el hecho de arribar acompañado.
Antes de dejar territorio del Imperio Romano Germánico, se topó con ese chiquillo de nombre Adelbert que no tenía un duro partido por la mitad, pero brujo como él, algo, no supo qué, lo obligó a ofrecerle su ayuda, sin preguntarle demasiado, sólo lo básico, lo invitó a unírsele en el viaje. Como todo en su vida, haber unido a Adelbert a la travesía era un acto de redención, quería en su necedad de salvación, no dejar que el chiquillo repitiera su historia, ese era el único motivo. Giró el rostro mientras ambos caminaban por las desiertas calles de la ciudad a causa del aguacero, lo miró a su lado, arrastrando su propia maleta que no iba muy llena, el niño, como él, parecía no tener pasado y eso también le gustaba. Intentaba mirarlo, desde que lo encontró, como ese hijo que nunca nació, que nunca conoció por su propia negligencia, pero un poder invisible no se lo permitía, incluso pensaba a menudo que si se tratara de una chica y no de un chico, sería muy bonita. Sacudió la cabeza tratando de alejar pensamientos tan absurdos y estuvieron en el pórtico del edificio.
Entraron y bajando las escaleras bajó un hombre, rubio platinado, de porte elegante y vestido con pulcritud, los saludó de pasada y salió a la lluvia como si ésta no estuviera cayendo con fuerza, Isambard observó el trayecto del sujeto hasta que desapareció en la brisa del agua que caía de un cielo furioso, pero no demasiado como para matar. Buscó algo en un bolsillo de su pantalón y extrajo la llave, abrió la puerta e ingresaron al lugar, era amplio, había pocos muebles y estaba acondicionado para una sola persona, la presencia de Adelbert no estaba en el plan, pero se las arreglarían.
-¿Qué te parece si esperamos a que la lluvia cese y luego salimos a comer algo? –propuso con una sonrisa en el rostro, miró por la ventana y frunció el entrecejo, la lluvia no tenía intenciones de dar tregua. Colocó su maleta junto a la puerta de su habitación y miró a su protegido –creo que esta noche dormirás en el sofá en lo que te compramos una cama, o puedes dormir conmigo, si quieres –se encogió de hombros.
Invitado- Invitado
Re: But we know it's just a lie [Joselyn Von Dietrich]
Hacía mucho tiempo que no estaba acostumbrada a caminar con toda tranquilidad por la calle, después de ir huyendo por todos lados, tenía una ansiedad en el cuerpo que me subía por las piernas y que me hacía echar a correr. Pero correr y dejar atrás a quien planeaba darme asilo pudiera considerarse grosero, así que iba contando los pasos. Arrastraba mi bolsa con una mano mientras la otra se encontraba en el fondo de mi bolsillo apretando el puño, cabeza gacha, hombros tensos, pasos medidos y contados minuciosamente, respiración controlada, cosquilleo en las rodillas. Sentía la lluvia caerme en la nuca y correrme por dentro de la ropa, al principio me había causado escalofríos pero después de un rato se sentía como si una fuerza poderosa me limpiara el alma. Iba junto a él. Isambard, dijo que se llamaba, pero yo no lo miraba y sólo contestaba lo sumamente necesario y de ser posible, solamente con monosílabos.
Las relaciones interpersonales son difíciles sin vas por la vida sin querer que te toquen, te miren o te hablen demasiado pero él tenía algo que yo necesitaba: Una casa dónde pasar la noche, dinero para sobrevivir. Y algo que ya había obtenido: Un boleto a París. No quería enteblar una relación con él porque en algún punto de mi vida, una vez que estuviera bien, psicológicamente entera, monetariamente estable y segura de sobrevivir por mí misma, tendría que dejarlo, abandonarlo a su suerte y hacer camino yo sola. SIn ayuda. Mientras mis pies chapoteaban agua por todos lados, iba pensando en muchas cosas, montones de pensamientos, recuerdos y advertencias se arremolinaban en mi mente haciendo que no me diera cuenta por dónde íbamos, en dónde estábamos y con quién nos topábamos. No importaba, yo no pensaba salir de casa en unos cuantos días. Tan sólo levantaba la cabeza para asegurarme de que los pies que yo mantenía a mi lado y a los que seguía a cada paso que daban, seguían siendo los del hombre raro que parecía haberme adoptado. Las ventajas de parecer un chico menor de edad.
El saludo de un extraño que casi se estampa conmigo, me tomó por sorpresa, levanté la cara para mirarlo y fruncí el ceño. ¿Era costumbre de los parisinos saludar a completos desconocidos? Habíamos llegado. Eché una mirada al edificio, apenas para recordar cómo se veía por fuera y volví a bajar la cabeza como si el suelo tuviera un imán para mis ojos. Entramos y sentí el contraste: Ya no había lluvia que me cayera en el cabello. Ya no había ni un poco de luz y mis ojos trataban de acostumbrarse. El latido de mi corazón se aceleró al presentir la llegada de las pesadillas y mi mano se precipitó hacia la pared para mantener contacto con algo real que me anclara al mundo. Me quedé parada en la entrada, a un lado de la puerta intentando no parecer muy contenta, ni tampoco fastidiada. Buscaba parecer cansada, o avergonzada por causar problemas. No supe muy bien qué expresión tenía colgada en el rostro. No solté mi bolsa, mi cuerpo no parecía querer instalarse demasiado ni considerarlo un hogar para que no doliera cuando tuviéramos que huir.
Y luego habló, tal vez para romper la tensión del silencio que poco a poco se instalaba en la habitación en la que estábamos y que parecía quedarse ahí para siempre, tal vez para ser amable con el pobre chico que no tenía un hogar, ni dinero, ni nadie que lo acompañara, tal vez solamente para crear una conexión. Sus primeras palabras me recordaron que hacía mucho que no comía, me hicieron escuchar a mis tripas rugir aun cuando me las había arreglado para aplacar sus gruñidos y no sentir el hueco que crecía en mi estómago. Encogí un hombro sin saber qué contestar, si esperábamos a que terminara la lluvia, nos quedaríamos ahí y moriríamos de inanición. Intenté buscar una respuesta, un ápice de amabilidad pero todo parecía demasiado forzado, así que me tragué la intención. Luego tuve que escupirla en forma de tos. Me ahogaba. Todo por culpa de cuatro palabras que lograron hacerme perder cualquier estabilidad mental que hubiera ganado en esos minutos bajo techo seguro.
¿C... cómo se atrevía siquiera a pensar en eso?, ¿Qué pensaba que era yo?, ¿Una cualquiera?
La rabia se había apoderado de mi, la rabia y la vergüenza, y así como estallaron en mi mente y me hicieron sentir fuego en las entrañas, así justamente recordé todo. Recordé que yo no era una mujer de 22 años, recordé que yo era un chiquillo de 15 que no debía tener ninguna pena en acostarse a dormir con un hombre mayor que lo había acogido con generosidad. Y así como cuando te esperas un gran impacto que nunca llega, así como se extingue una explosión entre humo asfixiante, así, la consciencia de toda mi vida, aplastó al enojo y a la frustración que habían dejado sus palabras. Ahora sólo quedaba duda. No supe cuánto tiempo me quedé con cara de tonta mirándolo, pensando, quedándome vacía. Y tampoco sabía qué contestar. ¿Dudaría de mi si me negaba a dormir con él?, ¿Creería que estaba tramando algo?, ¿Intentaría algo por la noche?, y lo peor... ¿¡Acaso ya sospechaba de mi?!
Ira. Vacío. Pánico. Demasiadas sensaciones para un periodo de unos cuantos minutos. No había ni contestado y ya estaba agotada psicológicamente hablando. Recargué la espalda en la pared para no perder el ancla y llevé mi mano libre a mi boca. Mis uñas a mis dientes. ¿Cuál era la respuesta coherente a esa proposición?, ¿Qué se supone que un chico de 15 años prefiere?, ¿El sillón?, ¿La cama?, ¿Compartir una cama? Dudé otros segundos, encogí un hombro inseguramente, pasé saliva, respiré profundamente. Mi cerebro era un torbellino, ideas volando, trozos de contestaciones impulsándose a mi boca, cambios de decisión arremolinándose por todos lados. Al final, me decidí por algo que me iba a costar un mundo superar. -No quiero causar molestias y ocupo muy poco espacio. Dormiré con usted si no le molesta- Bendita fuera la semi oscuridad porque ya sentía el rubor teñirme de rojo las mejillas. No quería dormir con él pero tampoco quería que me comprara una cama porque eso haría un lazo, una pieza perdida de una futura y posible relación, algo más qué cargar en mi consciencia cuando me largara. Y yo no quería nada de eso.
Las relaciones interpersonales son difíciles sin vas por la vida sin querer que te toquen, te miren o te hablen demasiado pero él tenía algo que yo necesitaba: Una casa dónde pasar la noche, dinero para sobrevivir. Y algo que ya había obtenido: Un boleto a París. No quería enteblar una relación con él porque en algún punto de mi vida, una vez que estuviera bien, psicológicamente entera, monetariamente estable y segura de sobrevivir por mí misma, tendría que dejarlo, abandonarlo a su suerte y hacer camino yo sola. SIn ayuda. Mientras mis pies chapoteaban agua por todos lados, iba pensando en muchas cosas, montones de pensamientos, recuerdos y advertencias se arremolinaban en mi mente haciendo que no me diera cuenta por dónde íbamos, en dónde estábamos y con quién nos topábamos. No importaba, yo no pensaba salir de casa en unos cuantos días. Tan sólo levantaba la cabeza para asegurarme de que los pies que yo mantenía a mi lado y a los que seguía a cada paso que daban, seguían siendo los del hombre raro que parecía haberme adoptado. Las ventajas de parecer un chico menor de edad.
El saludo de un extraño que casi se estampa conmigo, me tomó por sorpresa, levanté la cara para mirarlo y fruncí el ceño. ¿Era costumbre de los parisinos saludar a completos desconocidos? Habíamos llegado. Eché una mirada al edificio, apenas para recordar cómo se veía por fuera y volví a bajar la cabeza como si el suelo tuviera un imán para mis ojos. Entramos y sentí el contraste: Ya no había lluvia que me cayera en el cabello. Ya no había ni un poco de luz y mis ojos trataban de acostumbrarse. El latido de mi corazón se aceleró al presentir la llegada de las pesadillas y mi mano se precipitó hacia la pared para mantener contacto con algo real que me anclara al mundo. Me quedé parada en la entrada, a un lado de la puerta intentando no parecer muy contenta, ni tampoco fastidiada. Buscaba parecer cansada, o avergonzada por causar problemas. No supe muy bien qué expresión tenía colgada en el rostro. No solté mi bolsa, mi cuerpo no parecía querer instalarse demasiado ni considerarlo un hogar para que no doliera cuando tuviéramos que huir.
Y luego habló, tal vez para romper la tensión del silencio que poco a poco se instalaba en la habitación en la que estábamos y que parecía quedarse ahí para siempre, tal vez para ser amable con el pobre chico que no tenía un hogar, ni dinero, ni nadie que lo acompañara, tal vez solamente para crear una conexión. Sus primeras palabras me recordaron que hacía mucho que no comía, me hicieron escuchar a mis tripas rugir aun cuando me las había arreglado para aplacar sus gruñidos y no sentir el hueco que crecía en mi estómago. Encogí un hombro sin saber qué contestar, si esperábamos a que terminara la lluvia, nos quedaríamos ahí y moriríamos de inanición. Intenté buscar una respuesta, un ápice de amabilidad pero todo parecía demasiado forzado, así que me tragué la intención. Luego tuve que escupirla en forma de tos. Me ahogaba. Todo por culpa de cuatro palabras que lograron hacerme perder cualquier estabilidad mental que hubiera ganado en esos minutos bajo techo seguro.
"O puedes dormir conmigo..."
¿C... cómo se atrevía siquiera a pensar en eso?, ¿Qué pensaba que era yo?, ¿Una cualquiera?
La rabia se había apoderado de mi, la rabia y la vergüenza, y así como estallaron en mi mente y me hicieron sentir fuego en las entrañas, así justamente recordé todo. Recordé que yo no era una mujer de 22 años, recordé que yo era un chiquillo de 15 que no debía tener ninguna pena en acostarse a dormir con un hombre mayor que lo había acogido con generosidad. Y así como cuando te esperas un gran impacto que nunca llega, así como se extingue una explosión entre humo asfixiante, así, la consciencia de toda mi vida, aplastó al enojo y a la frustración que habían dejado sus palabras. Ahora sólo quedaba duda. No supe cuánto tiempo me quedé con cara de tonta mirándolo, pensando, quedándome vacía. Y tampoco sabía qué contestar. ¿Dudaría de mi si me negaba a dormir con él?, ¿Creería que estaba tramando algo?, ¿Intentaría algo por la noche?, y lo peor... ¿¡Acaso ya sospechaba de mi?!
Ira. Vacío. Pánico. Demasiadas sensaciones para un periodo de unos cuantos minutos. No había ni contestado y ya estaba agotada psicológicamente hablando. Recargué la espalda en la pared para no perder el ancla y llevé mi mano libre a mi boca. Mis uñas a mis dientes. ¿Cuál era la respuesta coherente a esa proposición?, ¿Qué se supone que un chico de 15 años prefiere?, ¿El sillón?, ¿La cama?, ¿Compartir una cama? Dudé otros segundos, encogí un hombro inseguramente, pasé saliva, respiré profundamente. Mi cerebro era un torbellino, ideas volando, trozos de contestaciones impulsándose a mi boca, cambios de decisión arremolinándose por todos lados. Al final, me decidí por algo que me iba a costar un mundo superar. -No quiero causar molestias y ocupo muy poco espacio. Dormiré con usted si no le molesta- Bendita fuera la semi oscuridad porque ya sentía el rubor teñirme de rojo las mejillas. No quería dormir con él pero tampoco quería que me comprara una cama porque eso haría un lazo, una pieza perdida de una futura y posible relación, algo más qué cargar en mi consciencia cuando me largara. Y yo no quería nada de eso.
Joselyn Von Dietrich- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 01/08/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: But we know it's just a lie [Joselyn Von Dietrich]
Desde luego notó lo contrariado que Adelbert de pronto se mostró, pero preguntar significaba fraternizar y no podía permitirse algo así. Uno de los principales motivos que lo movió a acoger a ese joven fue precisamente que, como él, el chiquillo era absolutamente receloso cuando de hablar de él se trataba, esquivo pero de un modo inteligente. Isambard no era de obsesionarse con develar secretos ajenos, porque él mismo escondía demasiado, si no es que todo, y por ello mismo, aunque evitaba relacionarse, cuando era inevitable, le gustaba hacerlo con gente que tampoco pareciera interesada en su pasado. Después de todo, ¿qué pasado iba a tener él si se había encargado de incinerarlo en el crematorio de las falacias?
El sonido de las gotas chocando contra tejados y suelo lo embebió unos momentos, su mirada se fijó en la ventana empañada que no le permitía ver con claridad nada de lo que en el exterior sucedía, sólo se dibujaban siluetas confusas y los juegos de la luz. Definitivamente la lluvia no iba a dar tregua pronto; como su llegada a París no tenía una fecha exacta programada, no hizo nada por abastecer su nueva casa de comida, no sabía cuánto iba a tardar y no quería llegar a un sitio apestando a comida descompuesta. Luego regresó la mirada hacia su joven acompañante y frunció el ceño, aunque le divirtió la disputa interna que pareció tener de pronto y dibujó una sonrisa tímida, casi imperceptible. Estuvo a punto de echarse para atrás, quizá había presionado un botón en su pasado que había activado un recuerdo no grato, ¿cómo saberlo cuando ninguno de los dos sabía prácticamente nada del otro? Pero entonces contestó y él se imitó a asentir, ya no muy seguro de su propuesta; desde que emprendieron el viaje comenzó un extraño e incomprensible proceso mental dentro del adulto que lo atormentaba, quizá por ahora no demasiado como para quitarle el sueño, pero estuvo seguro que poco a poco estaría ahí arriba como un zopilote más en espera de su muerte a causa de locura. Antes no hubo problemas porque en el transcurso de la travesía durmieron en camas separadas, cuartos incluso en todos los hoteles en donde alguna vez se hospedaron, pero ahora… en lo que conseguían otra cama, dormirían juntos.
Ese pensamiento absurdo era enfermo y daba un pavor enorme, Isambard se preguntaba en forma de hipótesis cómo sería Adelbert si fuese una chica, no era descabellado si se consideraban los finos rasgos del joven, pero no como para que aquella pregunta se repitiera dentro de su cabeza como un eco infinito que amenaza con derrumbar la cueva de su mente. Suspiró y se puso de pie, hizo un ademán con la mano para dar por zanjado el asunto, así quedaban las cosas, dormirían juntos, no había nada de malo en ello. Caminó hasta la ventana y con la mano se deshizo un poco de la capa de vapor que lo cubría para poder ver más allá.
-Quítate esa ropa mojada –dijo sin mirarlo, aun estudiando la porción de calle que alcanzaba a ver –no queremos que llegando a esta ciudad te enfermes, ¿verdad? –se giró y miró al chico para caminar a un sofá, ahí comenzó a quitarse el saco y luego la camisa mostrando su esmirriada figura, aunque era delgado, algo en su construcción lo hacía lucir macizo, imposible de ser derribado. Iba a continuar pero se detuvo para observar a su protegido, le volvió a sonreír, le sonreía demasiado aunque algo en ese muchacho lo perturbaba.
-Tal vez debamos aventurarnos a la lluvia para conseguir algo de comer –acomodó su valija sobre el sofá y comenzó a remover las cosas, sacó una camisa seca, otro saco desgastado y unos pantalones también roídos, sin embargo, a juego con el resto de las prendas, vestía como un vagabundo con mucho sentido del estilo. Se quitó el pantalón, quedó sólo en calzoncillos pero no averiguó cuál era la expresión del otro, después de todos los dos eran varones y qué más daba, ¿no?
El sonido de las gotas chocando contra tejados y suelo lo embebió unos momentos, su mirada se fijó en la ventana empañada que no le permitía ver con claridad nada de lo que en el exterior sucedía, sólo se dibujaban siluetas confusas y los juegos de la luz. Definitivamente la lluvia no iba a dar tregua pronto; como su llegada a París no tenía una fecha exacta programada, no hizo nada por abastecer su nueva casa de comida, no sabía cuánto iba a tardar y no quería llegar a un sitio apestando a comida descompuesta. Luego regresó la mirada hacia su joven acompañante y frunció el ceño, aunque le divirtió la disputa interna que pareció tener de pronto y dibujó una sonrisa tímida, casi imperceptible. Estuvo a punto de echarse para atrás, quizá había presionado un botón en su pasado que había activado un recuerdo no grato, ¿cómo saberlo cuando ninguno de los dos sabía prácticamente nada del otro? Pero entonces contestó y él se imitó a asentir, ya no muy seguro de su propuesta; desde que emprendieron el viaje comenzó un extraño e incomprensible proceso mental dentro del adulto que lo atormentaba, quizá por ahora no demasiado como para quitarle el sueño, pero estuvo seguro que poco a poco estaría ahí arriba como un zopilote más en espera de su muerte a causa de locura. Antes no hubo problemas porque en el transcurso de la travesía durmieron en camas separadas, cuartos incluso en todos los hoteles en donde alguna vez se hospedaron, pero ahora… en lo que conseguían otra cama, dormirían juntos.
Ese pensamiento absurdo era enfermo y daba un pavor enorme, Isambard se preguntaba en forma de hipótesis cómo sería Adelbert si fuese una chica, no era descabellado si se consideraban los finos rasgos del joven, pero no como para que aquella pregunta se repitiera dentro de su cabeza como un eco infinito que amenaza con derrumbar la cueva de su mente. Suspiró y se puso de pie, hizo un ademán con la mano para dar por zanjado el asunto, así quedaban las cosas, dormirían juntos, no había nada de malo en ello. Caminó hasta la ventana y con la mano se deshizo un poco de la capa de vapor que lo cubría para poder ver más allá.
-Quítate esa ropa mojada –dijo sin mirarlo, aun estudiando la porción de calle que alcanzaba a ver –no queremos que llegando a esta ciudad te enfermes, ¿verdad? –se giró y miró al chico para caminar a un sofá, ahí comenzó a quitarse el saco y luego la camisa mostrando su esmirriada figura, aunque era delgado, algo en su construcción lo hacía lucir macizo, imposible de ser derribado. Iba a continuar pero se detuvo para observar a su protegido, le volvió a sonreír, le sonreía demasiado aunque algo en ese muchacho lo perturbaba.
-Tal vez debamos aventurarnos a la lluvia para conseguir algo de comer –acomodó su valija sobre el sofá y comenzó a remover las cosas, sacó una camisa seca, otro saco desgastado y unos pantalones también roídos, sin embargo, a juego con el resto de las prendas, vestía como un vagabundo con mucho sentido del estilo. Se quitó el pantalón, quedó sólo en calzoncillos pero no averiguó cuál era la expresión del otro, después de todos los dos eran varones y qué más daba, ¿no?
Invitado- Invitado
Re: But we know it's just a lie [Joselyn Von Dietrich]
Cuarenta y tres sonrisas no correspondidas. Llevaba una cuenta. Y no era que no me agradara en realidad, la verdad era que ya se me había olvidado cómo sonreir, cómo confiar, cómo vivir normalmente. Tan normalmente como mi disfraz me lo permitía porque uno no puede ser normal si vive escapando en la piel de un chico de quince años, no cuando se es una señorita de 22. Tal vez un día le regresara una sonrisa, por cortesía, para que él supiera que yo no era tan antipática. Antipático. Me froté la nariz con la manga del abrigo mientras lo miraba dejando que la idea de dormir junto a él cayera sobre mi cabeza, eso iba a ser algo digno de ver, eso claro, si yo podía frenar la necesidad de esconderme bajo la cama para seguir durmiendo. No podía evitarlo, en realidad lo había hecho una costumbre por mera seguridad y ahora tenía que bajar mis barreras, quitarme algunas de las muchas máscaras que me cubrían y dormir espalda con espalda con ese hombre que en ese justo momento se estaba quitando la camisa.
Se estaba quitando la camisa.
Quise dar un paso hacia atrás pero mi espalda ya estaba contra la pared, una parte de mi quería girar la cabeza y plantar la mirada en algo que no fuera su delgado torso desnudo pero parecía que mis ojos se habían quedado clavados en él. En él sin camisa, más específicamente. Algo había dicho, lo sabía porque había movido los labios y mi cerebro trataba de hacerme creer que no había mencionado algo sobre mi ropa, algo sobre quitarme la ropa, ¡No podía quitarme la ropa! Me aferré a mi abrigo por inercia mientras él hablaba y me sonreía otra vez. Ya tenía otra razón por la cual nunca podía corresponderle el gesto: Siempre me sonreía cuando yo estaba en shock gracias a sus comentarios, o a sus gestos. Por mucho que no supiera nada de su pasado, algo en su persona me hacía sentir rara. Raro. Intenté encontrar una excusa válida, un razonamiento coherente que me permitiera quedarme con la ropa puesta o al menos huir al baño para cambiarme porque si se me ocurría que tal vez quedándome semi desnuda frente a él no vería las diferencias obvias entre nosotros, entonces yo tenía un serio problema mental.
Era cierto que no quería enfermarme, pero desnudarme ahí mismo tampoco era una opción y menos cuando él parecía estar quitándose el pantalón. Me giré violentamente, también el rubor de mi rostro se encendió de la misma manera, cerré los ojos para concentrarme porque yo debía ser un chico al que no le importaba que su nuevo protector se quedara en paños menores, al fin y al cabo los dos éramos iguales. ¿Cierto?
Falso. Totalmente falso y el sudor en mis manos confirmaba lo malo que estaba todo. ¿Y si durmiera en calzoncillos? Iba a volverme loca. Loco. Antes de que lograra escapar de ese lugar, iba a perder la cordura, era por eso que debía de apresurarme a salir de esa casa. Negué con la cabeza mirando por la ventana, su propia ropa me había dado la salida perfecta a esta embarazosa situación. Caminé hacia la ventana probando mis rodillas, aprovechando la distracción para dejar de mirarlo. -No tengo mucha ropa, si vamos a salir prefiero que se moje la que ya está mojada- No era para nada una mentira, era más bien un intento totalmente frágil y temporal para salvar el pellejo por el momento, mientras que las dificultades que vendrían comenzaban a formarse en mi cabeza. Y es que viviendo juntos, en la misma casa, compartiendo la cama, en algún momento, él se daría cuenta de que su anatomía y la mía no eran exactamente iguales.
Se estaba quitando la camisa.
Quise dar un paso hacia atrás pero mi espalda ya estaba contra la pared, una parte de mi quería girar la cabeza y plantar la mirada en algo que no fuera su delgado torso desnudo pero parecía que mis ojos se habían quedado clavados en él. En él sin camisa, más específicamente. Algo había dicho, lo sabía porque había movido los labios y mi cerebro trataba de hacerme creer que no había mencionado algo sobre mi ropa, algo sobre quitarme la ropa, ¡No podía quitarme la ropa! Me aferré a mi abrigo por inercia mientras él hablaba y me sonreía otra vez. Ya tenía otra razón por la cual nunca podía corresponderle el gesto: Siempre me sonreía cuando yo estaba en shock gracias a sus comentarios, o a sus gestos. Por mucho que no supiera nada de su pasado, algo en su persona me hacía sentir rara. Raro. Intenté encontrar una excusa válida, un razonamiento coherente que me permitiera quedarme con la ropa puesta o al menos huir al baño para cambiarme porque si se me ocurría que tal vez quedándome semi desnuda frente a él no vería las diferencias obvias entre nosotros, entonces yo tenía un serio problema mental.
Era cierto que no quería enfermarme, pero desnudarme ahí mismo tampoco era una opción y menos cuando él parecía estar quitándose el pantalón. Me giré violentamente, también el rubor de mi rostro se encendió de la misma manera, cerré los ojos para concentrarme porque yo debía ser un chico al que no le importaba que su nuevo protector se quedara en paños menores, al fin y al cabo los dos éramos iguales. ¿Cierto?
Falso. Totalmente falso y el sudor en mis manos confirmaba lo malo que estaba todo. ¿Y si durmiera en calzoncillos? Iba a volverme loca. Loco. Antes de que lograra escapar de ese lugar, iba a perder la cordura, era por eso que debía de apresurarme a salir de esa casa. Negué con la cabeza mirando por la ventana, su propia ropa me había dado la salida perfecta a esta embarazosa situación. Caminé hacia la ventana probando mis rodillas, aprovechando la distracción para dejar de mirarlo. -No tengo mucha ropa, si vamos a salir prefiero que se moje la que ya está mojada- No era para nada una mentira, era más bien un intento totalmente frágil y temporal para salvar el pellejo por el momento, mientras que las dificultades que vendrían comenzaban a formarse en mi cabeza. Y es que viviendo juntos, en la misma casa, compartiendo la cama, en algún momento, él se daría cuenta de que su anatomía y la mía no eran exactamente iguales.
Joselyn Von Dietrich- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 01/08/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: But we know it's just a lie [Joselyn Von Dietrich]
Aún ensimismado en desprenderse de su ropa y ponerse una que no estuviese mojada, giró el rostro para poder ver al joven brujo, siempre tenía esa expresión de pasmo, o esa era la impresión que le daba a Isambard, no tenía idea del origen de aquello, y aunque, como ser humano que era, le daba curiosidad, no tenía permitido preguntarle. Para cualquier otro esa dinámica podía resultar frustrante, pero el adulto estaba acostumbrado a ello, vivía en una mentira constante y al menos el extraño camino que había tomado su vida desde que había enviudado no lo había forjado cínico (o tan cínico, al menos) y por ende, si él era tesorero de tantos secretos, respetaba los ajenos por más que la curiosidad mordiera las uñas de su paciencia. Sonrió para sí, ya había aprendido que Adelbert era incapaz de esbozar tal gesto y no era como si lo hiciera buscando que fuese recíproco. Tampoco era sencillo para él sonreír, no cuando él mismo había asesinado su felicidad, pero cuando lo hacía, lo hacía de aquel modo melancólico y afectado, un ademán que, estaba seguro, no era contagioso en absoluto.
Se vistió con ropa seca, se sintió bien, se calzó un par de zapatos diferentes también y acomodó todo en los escuetos muebles que estaban dispuestos en la casa. Pocos muebles para tanto espacio. Esperó a que su acompañante lo imitara pero cuando se dio cuenta estaba de espaldas a él y rio con voz baja, terminó de acomodar la ropa para que se secara y se acercó, lo tomó por el hombro y no hizo conclusiones porque sería pecar de arriesgado, no sabía nada de él, más importante, no debía enterarse de nada.
-No te preocupes –le dijo ante la excusa, bastante válida, que había dado –te compraremos ropa nueva –quien supiera de aquella extraña relación mentor-pupilo acusaría de loco a Isambard, y estarían en lo correcto, porque nadie en el mundo ofrece tanto a un ser que seguía siendo un desconocido, podría tratarse de un asesino en potencia que estaba aguardando el momento de degollarlo con una navaja de afeitar, pero por lo que al brujo concernía, Adelbert podía pensar exactamente lo mismo de él y era completamente comprensible. Lo soltó y caminó en dirección al baño-. Te dejo solo para que te cambies –dijo con tono increíblemente comprensivo y desapareció en el umbral que dividía la estancia y el pasillo, mismo que conducía al cuarto de baño.
En realidad no tenía necesidad de ir a ese lugar, pero esa vergüenza repentina que apareció en el muchacho, se le contagió sin razón aparente. Una señal de alarma se encendió dentro de él, una que le gritó ensordecedoramente que verlo en paños menores o peor aún, desnudo, no iba a ser nada bueno para su actual estado de confusión –mismo que ignoraba olímpicamente-. Estuvo un rato en el baño, se miró al espejo, se lavó la cara y en la pequeña ventana que daba a la calle notó que la lluvia había cedido un poco, debían aprovechar para salir y comer algo. Salió de nuevo pero antes de entrar de lleno a la estancia, aguardó oculto.
-¿Estás listo? –prefirió cerciorarse que Adelber había hecho todo el proceso de desvestirse y volverse a vestir ya-. Debemos apresurarnos, la lluvia se ha calmado un poco, podemos aprovechar para comprar algo de comida para traer y ropa nueva para ti –habló desde su escondite en las sombras aguardando la señal de que sí, ya estaba listo. Habló por hablar, entre ellos no había conversaciones muy largas y eso le gustaba, de ese modo se reducía el margen de error de cometer una equivocación y dar algún dato de su pasado, pero en momentos como ese, un tanto incómodos, era difícil aligerar el ambiente cuando no cruzaban palabras, por eso procuraba siempre decir alguna frase trivial sobre cosas intrascendentes. Eso era mejor que el silencio entre ambos.
Se vistió con ropa seca, se sintió bien, se calzó un par de zapatos diferentes también y acomodó todo en los escuetos muebles que estaban dispuestos en la casa. Pocos muebles para tanto espacio. Esperó a que su acompañante lo imitara pero cuando se dio cuenta estaba de espaldas a él y rio con voz baja, terminó de acomodar la ropa para que se secara y se acercó, lo tomó por el hombro y no hizo conclusiones porque sería pecar de arriesgado, no sabía nada de él, más importante, no debía enterarse de nada.
-No te preocupes –le dijo ante la excusa, bastante válida, que había dado –te compraremos ropa nueva –quien supiera de aquella extraña relación mentor-pupilo acusaría de loco a Isambard, y estarían en lo correcto, porque nadie en el mundo ofrece tanto a un ser que seguía siendo un desconocido, podría tratarse de un asesino en potencia que estaba aguardando el momento de degollarlo con una navaja de afeitar, pero por lo que al brujo concernía, Adelbert podía pensar exactamente lo mismo de él y era completamente comprensible. Lo soltó y caminó en dirección al baño-. Te dejo solo para que te cambies –dijo con tono increíblemente comprensivo y desapareció en el umbral que dividía la estancia y el pasillo, mismo que conducía al cuarto de baño.
En realidad no tenía necesidad de ir a ese lugar, pero esa vergüenza repentina que apareció en el muchacho, se le contagió sin razón aparente. Una señal de alarma se encendió dentro de él, una que le gritó ensordecedoramente que verlo en paños menores o peor aún, desnudo, no iba a ser nada bueno para su actual estado de confusión –mismo que ignoraba olímpicamente-. Estuvo un rato en el baño, se miró al espejo, se lavó la cara y en la pequeña ventana que daba a la calle notó que la lluvia había cedido un poco, debían aprovechar para salir y comer algo. Salió de nuevo pero antes de entrar de lleno a la estancia, aguardó oculto.
-¿Estás listo? –prefirió cerciorarse que Adelber había hecho todo el proceso de desvestirse y volverse a vestir ya-. Debemos apresurarnos, la lluvia se ha calmado un poco, podemos aprovechar para comprar algo de comida para traer y ropa nueva para ti –habló desde su escondite en las sombras aguardando la señal de que sí, ya estaba listo. Habló por hablar, entre ellos no había conversaciones muy largas y eso le gustaba, de ese modo se reducía el margen de error de cometer una equivocación y dar algún dato de su pasado, pero en momentos como ese, un tanto incómodos, era difícil aligerar el ambiente cuando no cruzaban palabras, por eso procuraba siempre decir alguna frase trivial sobre cosas intrascendentes. Eso era mejor que el silencio entre ambos.
Invitado- Invitado
Re: But we know it's just a lie [Joselyn Von Dietrich]
No debí haberlo hecho pero el tacto de su mano sobre mi hombro me hizo dar un salto que casi me lleva al techo, no esperaba que se acercara y tan ensimismada estaba en mirar hacia fuera que tampoco lo escuché acercarse. Arañé con las uñas de una mano el vidrio que estaba frente a mi, ¿cómo decirle?, ¿qué hacer? Me encontraba en medio de un remolino de pensamientos, dudas y sentimientos que no sabía cómo ordenar, que ni siquiera quería tener dentro de mi. Respiré haciendo que mi aliento empañara la ventana, una señal de mi misma hacia el mundo exterior, una prueba de que por mucho que estuviera ahí, que lo hubiera visto semi desnudo, que me hubiera dado un susto de muerte y que me quemaran las ganas de salir corriendo, aún seguía viva. Me tensé por completo, con la idea de que podría descubrirme rondándome la cabeza, un pensamiento tonto porque mi hombro no gritaba a los cuatro vientos que yo era mujer, lo único que podría sacar en claro del contacto físico que estábamos teniendo era que necesitaba alimento.
Intenté tranquilizarme, pensar con coherencia pero en cuanto mi cerebro decidió aceptar la propuesta, él comenzó a hablar. Giré la cabeza despacito, no por completo, no para mirarlo, simplemente como un gesto de que lo estaba escuchando, de que no lo ignoraba y de que tomaba en cuenta lo que estaba diciendo. Y luego él va y me dice que me comprará ropa nueva. Más dinero aumentando a la cuenta que se hacía infinita, que no se pagaría con un "gracias", que no me dejaría largarme y dejarlo solo cuando fuera el momento. Suspiré sin saber qué hacer. Una cama, ropa, techo, comida. Demasiadas cosas y yo sólo tenía magia y miedo. Más miedo que magia en esos momentos. Bajé la vista a mis ropas sucias, mojadas, raídas y grandes y alisé la parte frontal del abrigo que me cubría siempre. No lo escuché irse pero cuando me giré ya no estaba.
Miré mi maleta y me apresuré a cambiarme. ¿Cuánto tiempo estaría fuera del alcance de su vista? Me senté por ahí y me quité las botas sucias de lodo, alcé las caderas para quitarme el pantalón mojado poniéndome el otro que no distaba del anterior más que en el lugar de los agujeros y las manchas, me quité el abrigo e intenté sacudirle las gotitas de agua que todavía viajaban por ahí. ¡Pero no había que perder el tiempo! Él se había ido pero podía aparecer por esa puerta en cualquier momento, o por aquella, o tal vez podría estar espiándome. Por algún recóndito rincón que yo no alcanzaba a ver. Paranoia. Miré a mi alrededor pensando que tal vez si lo pensaba con suficiente fuerza, mi ropa no estaría tan mojada. Inútil.
Tenía que cambiarme, enfermarme implicaría estar tirada en la cama y que él, en su amabilidad intentara curarme.
Con emplastes.
En el pecho.
¡Mi pecho!
Pecho que no era precisamente plano y musculoso.
Como el suyo.
La desesperación crecía en mi así que lo más rápido que pude, intentando meter la cabeza en todos y cada uno de los orificios que tenía la camisa que de tanto uso ya era color marrón, el corazón palpitándome hasta la extenuación, cubriéndome con los brazos, mirando a todos lados. Nunca antes cambiarme de ropa había sido tan cansado y emocionalmente demandante. Camisa cambiada y abrigo puesto. No había nada qué hacer. El abrigo iba conmigo y no ibamos a discutir. Y de pronto su voz que me hizo volver a saltar hasta el techo. Vivir con él me iba a matar del susto, o del trauma, o simplemente cuando se diera cuenta de que le había mentido, él me mataría con sus propias manos. Revisé todo alrededor, mi ropa tirada en un montón, mi maleta abierta de par en par, mis botas todavía en el suelo, nada que gritara que mi nombre era Joselyn, que era una chica, que tenía 22 años y que era una bruja. Todo estaba bien.
Asentí con la cabeza antes de hacer la conexión de que él no me estaba mirando (o eso esperaba). -List........o- Cuidado, Joselyn, mucho cuidado. Me desplomé en el piso para ponerme las botas, adoptando un aire de chiquillo despreocupado que tenía bien estudiado, esperé a que saliera, esperé a que estuviera ahí, a la perfecta distancia para que me escuchara. Una palabra que iba a decirle todo lo que quería expresar y que me mordía los labios para que la dejara salir. Una sola palabra que esperaba que no tejiera un lazo entre él y yo. ¿QUé tanto daño podía hacer una palabra? -Gracias- Le quité importancia a la palabra sin mirarlo, poniendo atención solamente a mis botas que una vez que estuvieron puestas y atadas me arrebataron la excusa para no tener una interacción con ese hombre que debía estar loco como para haberme "adoptado". Tan loco como yo misma por haber aceptado la "adopción". Me levanté del suelo y caminé hacia la puerta, apresurándome para darle la espalda, tropezando con mis propios pies haciendo que fuera de bruces al suelo. Golpe que rebotó en mi cuerpo, que me hizo quejarme sin querer, golpe que me llevó a sus pies. Ahí. Ojos en sus zapatos y demasiados pensamientos como para ordenar a mi cuerpo que me levantara de ahí. Antes de que otra cosa sucediera. Antes de que él volviera a tocarme.
Intenté tranquilizarme, pensar con coherencia pero en cuanto mi cerebro decidió aceptar la propuesta, él comenzó a hablar. Giré la cabeza despacito, no por completo, no para mirarlo, simplemente como un gesto de que lo estaba escuchando, de que no lo ignoraba y de que tomaba en cuenta lo que estaba diciendo. Y luego él va y me dice que me comprará ropa nueva. Más dinero aumentando a la cuenta que se hacía infinita, que no se pagaría con un "gracias", que no me dejaría largarme y dejarlo solo cuando fuera el momento. Suspiré sin saber qué hacer. Una cama, ropa, techo, comida. Demasiadas cosas y yo sólo tenía magia y miedo. Más miedo que magia en esos momentos. Bajé la vista a mis ropas sucias, mojadas, raídas y grandes y alisé la parte frontal del abrigo que me cubría siempre. No lo escuché irse pero cuando me giré ya no estaba.
Miré mi maleta y me apresuré a cambiarme. ¿Cuánto tiempo estaría fuera del alcance de su vista? Me senté por ahí y me quité las botas sucias de lodo, alcé las caderas para quitarme el pantalón mojado poniéndome el otro que no distaba del anterior más que en el lugar de los agujeros y las manchas, me quité el abrigo e intenté sacudirle las gotitas de agua que todavía viajaban por ahí. ¡Pero no había que perder el tiempo! Él se había ido pero podía aparecer por esa puerta en cualquier momento, o por aquella, o tal vez podría estar espiándome. Por algún recóndito rincón que yo no alcanzaba a ver. Paranoia. Miré a mi alrededor pensando que tal vez si lo pensaba con suficiente fuerza, mi ropa no estaría tan mojada. Inútil.
Tenía que cambiarme, enfermarme implicaría estar tirada en la cama y que él, en su amabilidad intentara curarme.
Con emplastes.
En el pecho.
¡Mi pecho!
Pecho que no era precisamente plano y musculoso.
Como el suyo.
La desesperación crecía en mi así que lo más rápido que pude, intentando meter la cabeza en todos y cada uno de los orificios que tenía la camisa que de tanto uso ya era color marrón, el corazón palpitándome hasta la extenuación, cubriéndome con los brazos, mirando a todos lados. Nunca antes cambiarme de ropa había sido tan cansado y emocionalmente demandante. Camisa cambiada y abrigo puesto. No había nada qué hacer. El abrigo iba conmigo y no ibamos a discutir. Y de pronto su voz que me hizo volver a saltar hasta el techo. Vivir con él me iba a matar del susto, o del trauma, o simplemente cuando se diera cuenta de que le había mentido, él me mataría con sus propias manos. Revisé todo alrededor, mi ropa tirada en un montón, mi maleta abierta de par en par, mis botas todavía en el suelo, nada que gritara que mi nombre era Joselyn, que era una chica, que tenía 22 años y que era una bruja. Todo estaba bien.
Asentí con la cabeza antes de hacer la conexión de que él no me estaba mirando (o eso esperaba). -List........o- Cuidado, Joselyn, mucho cuidado. Me desplomé en el piso para ponerme las botas, adoptando un aire de chiquillo despreocupado que tenía bien estudiado, esperé a que saliera, esperé a que estuviera ahí, a la perfecta distancia para que me escuchara. Una palabra que iba a decirle todo lo que quería expresar y que me mordía los labios para que la dejara salir. Una sola palabra que esperaba que no tejiera un lazo entre él y yo. ¿QUé tanto daño podía hacer una palabra? -Gracias- Le quité importancia a la palabra sin mirarlo, poniendo atención solamente a mis botas que una vez que estuvieron puestas y atadas me arrebataron la excusa para no tener una interacción con ese hombre que debía estar loco como para haberme "adoptado". Tan loco como yo misma por haber aceptado la "adopción". Me levanté del suelo y caminé hacia la puerta, apresurándome para darle la espalda, tropezando con mis propios pies haciendo que fuera de bruces al suelo. Golpe que rebotó en mi cuerpo, que me hizo quejarme sin querer, golpe que me llevó a sus pies. Ahí. Ojos en sus zapatos y demasiados pensamientos como para ordenar a mi cuerpo que me levantara de ahí. Antes de que otra cosa sucediera. Antes de que él volviera a tocarme.
Joselyn Von Dietrich- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 01/08/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: But we know it's just a lie [Joselyn Von Dietrich]
Durante años desde que su esposa había muerto por su propio descuido, llevándose con ella ese hijo que Siegfried nunca conoció, Isambard, el personaje que decidió crearse, deambuló completamente solo, porque crear lazos era arriesgarse a contar su historia, misma que no estaba dispuesto a recordar ni siquiera de manera ágrafa. Su vía de escape estaba lejos de ser lo más sano, enterrar sus demonios del pasado era una amenaza que con el tiempo estallaría a base de negarla, pero era lo que había, era lo que pudo hacer desesperado en ese entonces, con un dolor clavado incluso ahora, por eso siempre consideró que la soledad era el camino a tomar, así nunca más volvería a manchar sus manos con sangre inocente. ¿Entonces qué había sido diferente con Adelbert? Esa era una excelente pregunta y era una lástima que careciera de una respuesta, de una respuesta coherente al menos, de uno que Isambard estuviera dispuesto a aceptar. La versión oficial que prefería repetirse mentalmente era que se vio reflejado en el jovencito, que como él, parecía carecer de raigones, que simplemente andaba por ahí en el mundo sin un pasado que pudiera rastrearse, interesado en sobrevivir el presente y no muy enterado de lo que quería para el futuro, y si él podía ayudarlo ¿por qué no? Aún a riesgo de cometer un error honesto y decir algo que pudiera darle una pista de quien fue antes; no es que creyera que el chico estuviera interesado, o hubiese escuchado hablar de los Ligeti cualquiera, pero era un riesgo que no podía tomar nadie podía saber que Siegfried Ligeti seguía vivo.
Entonces se le quedó mirando una vez que escuchó que ya podía pasar (era extraño que fuese tan respetuoso de los deseos ajenos), estaba en el suelo poniéndose las botas y la imagen le pareció condenadamente perfecta, ¿era acaso que creía que ese chico era sustituto de su hijo nonato? Eso sonaba plausible, pero dentro del brujo mayor no tenía mayor significado, no era eso lo que sentía, y en realidad lo que sentía le daba miedo, prefería no experimentar nada y la mayoría de las veces suprimía todo atisbo de emociones para con el joven, fuera de preocuparse por cubrir sus necesidades básicas y encaminarlo por un sendero que no calcara el que él había tomado y lo había conducido a donde estaba. Redención, eso era todo, expiar culpas, ese muchacho era su flagelo para cumplir la penitencia aunque el único perdón que necesitaba era el propio y no había miras de que fuese a dárselo pronto. El peso de lo que había hecho era mayor que cualquier cosa.
Antes de poder abrir la boca, Adelbert por si solo se puso de pie y se encaminó a la puerta, supuso que saldrían y lo vio dar tumbos, era como ver a un cervatillo recién nacido, se aguantó la risa pero cuando menos se dio cuenta, estaba tirado a sus pies, desde luego lo primero que hizo fue agacharse, se puso en cuclillas y lo tomó de un brazo para luego sonreírle, por más que trató de impregnar su gesto de un aire paternal, no lo consiguió confirmando así que eso no era lo que buscaba con él, ser una figura paterna no era opción. En parte porque consideraba que su único hijo era ese que nunca nació.
-Tal vez ropa de tu talla sería mejor para que no te cayeras –propuso mientras lo halaba del delgaducho brazo y lo obligaba a ponerse de pie al tiempo que él lo hacía, de ese modo evidenciando la diferencia de estaturas –y comer, claro, estás muy flaco y muy bajo de estatura –esta vez se trató más de una broma y se dio cuenta que lo seguía tomando del brazo, lo soltó casi como si quemara, como si estuviese invadiendo una intimidad vedada para él. Ambos eran recelosos con su espacio personal, pero era inevitable con la convivencia diaria, había momentos en los que simplemente no podían ignorarse de ese modo y cada vez que tenían contacto, Isambard sentía una especie de electricidad que no lograba comprender, que no quería entender por su propia salud mental-. Vamos entonces, antes de que la lluvia vuelva a sorprendernos –se adelantó con sus zancadas más largas y abrió la puerta que daba a la calle, pero aguardó a que su joven compañero de viaje saliera primero a la calle.
Entonces se le quedó mirando una vez que escuchó que ya podía pasar (era extraño que fuese tan respetuoso de los deseos ajenos), estaba en el suelo poniéndose las botas y la imagen le pareció condenadamente perfecta, ¿era acaso que creía que ese chico era sustituto de su hijo nonato? Eso sonaba plausible, pero dentro del brujo mayor no tenía mayor significado, no era eso lo que sentía, y en realidad lo que sentía le daba miedo, prefería no experimentar nada y la mayoría de las veces suprimía todo atisbo de emociones para con el joven, fuera de preocuparse por cubrir sus necesidades básicas y encaminarlo por un sendero que no calcara el que él había tomado y lo había conducido a donde estaba. Redención, eso era todo, expiar culpas, ese muchacho era su flagelo para cumplir la penitencia aunque el único perdón que necesitaba era el propio y no había miras de que fuese a dárselo pronto. El peso de lo que había hecho era mayor que cualquier cosa.
Antes de poder abrir la boca, Adelbert por si solo se puso de pie y se encaminó a la puerta, supuso que saldrían y lo vio dar tumbos, era como ver a un cervatillo recién nacido, se aguantó la risa pero cuando menos se dio cuenta, estaba tirado a sus pies, desde luego lo primero que hizo fue agacharse, se puso en cuclillas y lo tomó de un brazo para luego sonreírle, por más que trató de impregnar su gesto de un aire paternal, no lo consiguió confirmando así que eso no era lo que buscaba con él, ser una figura paterna no era opción. En parte porque consideraba que su único hijo era ese que nunca nació.
-Tal vez ropa de tu talla sería mejor para que no te cayeras –propuso mientras lo halaba del delgaducho brazo y lo obligaba a ponerse de pie al tiempo que él lo hacía, de ese modo evidenciando la diferencia de estaturas –y comer, claro, estás muy flaco y muy bajo de estatura –esta vez se trató más de una broma y se dio cuenta que lo seguía tomando del brazo, lo soltó casi como si quemara, como si estuviese invadiendo una intimidad vedada para él. Ambos eran recelosos con su espacio personal, pero era inevitable con la convivencia diaria, había momentos en los que simplemente no podían ignorarse de ese modo y cada vez que tenían contacto, Isambard sentía una especie de electricidad que no lograba comprender, que no quería entender por su propia salud mental-. Vamos entonces, antes de que la lluvia vuelva a sorprendernos –se adelantó con sus zancadas más largas y abrió la puerta que daba a la calle, pero aguardó a que su joven compañero de viaje saliera primero a la calle.
Invitado- Invitado
Re: But we know it's just a lie [Joselyn Von Dietrich]
Hay momentos en nuestra vida en que el tiempo parece pasar muy lento, no sólo eso, parece detenerse de pronto, sin pedirle permiso a nadie e interrumpiendo todo. Peor aún, sólo se detiene para ciertos individuos y mientras la gente alrededor sigue con sus vidas a velocidad normal, dos personas están envueltas en una burbuja atemporal en donde la única música existente es el palpitar de ambos corazones y la respiración pesada envolviéndolo todo. Ese momento fue así. Mientras él me tomaba del brazo, me levantaba y hablaba, a mi me parecía que hasta sus palabras se escapaban en pausas alargadas, que el ambiente era espeso y que una bruma lo hacia todo menos normal. O tal vez yo me imaginaba todo, tal vez el "bum, bum" que escuchaba era el de mi corazón que quería salirse de mi pecho por el miedo que me daba que me tocara y descubriera mi mentira, tal vez la respiración que escuchaba era la mía que se había acelerado porque de pronto estaba muy cerca y tan cerca podía leer en mis ojos la verdad, y tal vez la bruma me la imaginaba y el ambiente también y sus palabras me parecían lentas porque estaba sufriendo de un infarto.
Y entonces de pronto todo se aceleró hasta llegar al momento exacto, toda la lentitud del momento anterior se volvió una ráfaga de tiempo que me estampó contra la pared del segundo actual como si me hubiera atropellado una pared de ladrillos, en algún punto en medio de la ensoñación y la realidad había olvidado respirar y ya de pie, con Isambard tomándome del brazo, conectados por una corriente eléctrica cuya fuente no podía descifrar porque lo primero era seguir viviendo. Así que solté el aire y asentí a un montón de palabras que no habían hecho sentido para la parte de mi que había sufrido el aceleramiento temporal pero que a nivel inconsciente, había captado muy bien. -¿Crees que vaya a ser tan alto como tu?- Fue un instinto, algo que salió formado por tanto tiempo comportándome como un crío. Adelbert había tomado el control y la inercia de mi cerebro por mantenerme a resguardo de que alguien se enterara había hablado por si sola. O tal vez era un intento débil por volver a la bruma espesa y las palabras lentas. Tan sólo una vez más.
Ni siquiera pude esbozar una sonrisa, la frase pueril contrastaba con los ojos de una mujer que buscaba explicaciones para todo eso que sintió y que duró un segundo y también una eternidad. Y entonces vi su urgencia por alejarse de mi, la prisa por soltar ese agarre que nos mantenía unidos físicamente y sentí el corte de la corriente eléctrica de golpe, de pronto el cosquilleo en mi piel se había detenido y bajé la mirada para ver mi brazo que caía inerte a un costado de mi cuerpo. No parecía enterarse de nada. Y en el fondo de mi estómago, muy al fondo, ahí donde se guardan todos esos sentimientos que no quieres sacar, esas sensaciones que entierras y olvidas, ahí se formó un grito frustrado. Un grito feroz y ronco que luchó por subir hacia mi garganta y abrir mi boca para liberarse pero se vio encerrado por las rejas de mis labios apretados y sólo atinó a rasparme la garganta con tal violencia que un par de lágrimas se asomaron a mis ojos. Un grito callado que me dolió.
Sacudí la cabeza y dejé de buscar explicaciones porque él y yo sólo éramos un par de almas solas que se habían encontrado y que buscaban obtener algo del otro. Lo vi alejarse y yo bajé la cabeza recriminándome el hecho de ser tan idiota. Advirtiéndome que de ahí en adelante ya no habría burbuja, ni electricidad, ni lágrimas, ni gritos sordos. De ahí en adelante yo sería Adelbert y él sería Isambard y dormiría con él y un buen día me largaría para siempre. Porque así era mejor. Caminé firmemente y pasé a su lado y muy en el fondo de mi mente, tal vez incluso imaginándolo, los chasquidos de nuestra electricidad volvieron a sonar cuando pasé junto a él. Afortunadamente estaba lloviendo. Y con suerte, la lluvia me lavaría el pensamiento y se llevaría todo lo que por un segundo pensé y sentí. Un segundo que duró una eternidad.
Y entonces de pronto todo se aceleró hasta llegar al momento exacto, toda la lentitud del momento anterior se volvió una ráfaga de tiempo que me estampó contra la pared del segundo actual como si me hubiera atropellado una pared de ladrillos, en algún punto en medio de la ensoñación y la realidad había olvidado respirar y ya de pie, con Isambard tomándome del brazo, conectados por una corriente eléctrica cuya fuente no podía descifrar porque lo primero era seguir viviendo. Así que solté el aire y asentí a un montón de palabras que no habían hecho sentido para la parte de mi que había sufrido el aceleramiento temporal pero que a nivel inconsciente, había captado muy bien. -¿Crees que vaya a ser tan alto como tu?- Fue un instinto, algo que salió formado por tanto tiempo comportándome como un crío. Adelbert había tomado el control y la inercia de mi cerebro por mantenerme a resguardo de que alguien se enterara había hablado por si sola. O tal vez era un intento débil por volver a la bruma espesa y las palabras lentas. Tan sólo una vez más.
Ni siquiera pude esbozar una sonrisa, la frase pueril contrastaba con los ojos de una mujer que buscaba explicaciones para todo eso que sintió y que duró un segundo y también una eternidad. Y entonces vi su urgencia por alejarse de mi, la prisa por soltar ese agarre que nos mantenía unidos físicamente y sentí el corte de la corriente eléctrica de golpe, de pronto el cosquilleo en mi piel se había detenido y bajé la mirada para ver mi brazo que caía inerte a un costado de mi cuerpo. No parecía enterarse de nada. Y en el fondo de mi estómago, muy al fondo, ahí donde se guardan todos esos sentimientos que no quieres sacar, esas sensaciones que entierras y olvidas, ahí se formó un grito frustrado. Un grito feroz y ronco que luchó por subir hacia mi garganta y abrir mi boca para liberarse pero se vio encerrado por las rejas de mis labios apretados y sólo atinó a rasparme la garganta con tal violencia que un par de lágrimas se asomaron a mis ojos. Un grito callado que me dolió.
Sacudí la cabeza y dejé de buscar explicaciones porque él y yo sólo éramos un par de almas solas que se habían encontrado y que buscaban obtener algo del otro. Lo vi alejarse y yo bajé la cabeza recriminándome el hecho de ser tan idiota. Advirtiéndome que de ahí en adelante ya no habría burbuja, ni electricidad, ni lágrimas, ni gritos sordos. De ahí en adelante yo sería Adelbert y él sería Isambard y dormiría con él y un buen día me largaría para siempre. Porque así era mejor. Caminé firmemente y pasé a su lado y muy en el fondo de mi mente, tal vez incluso imaginándolo, los chasquidos de nuestra electricidad volvieron a sonar cuando pasé junto a él. Afortunadamente estaba lloviendo. Y con suerte, la lluvia me lavaría el pensamiento y se llevaría todo lo que por un segundo pensé y sentí. Un segundo que duró una eternidad.
Joselyn Von Dietrich- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 01/08/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: But we know it's just a lie [Joselyn Von Dietrich]
Ese chiquillo, en su naturalidad de joven que no sabe nada y que se cree capaz de todo, en la inocencia que aún le quedaba de una infancia no hace mucho dejada atrás, resultaba el más grande misterio que Isambard hubiese enfrentado en su vida, y él estaba acostumbrado a los rompecabezas que tenía que descifrar en los libros de magia, así que eso que conseguía Adelbert era todo un hito. El gran y último, trascendental e imposible acertijo lanzado por una esfinge vengativa, que además se burlaba del difunto Sigfried al presentarle tan grande tentación, la de querer y no poder averiguar algo sobre el pasado del joven. No iba a hacerlo, no era tan hipócrita como para predicar ese tajante mandamiento de no hablar sobre él y su pasado y tratar de someter a su protegido a lo contrario, y tampoco era tan cínico como para pregonar algo y actuar de otro modo. Simplemente lo miró como quien mira un papel tapiz lleno de símbolos que alguien colocó ahí para transmitir un mensaje importante, pero que no cualquiera podía ni debía descifrar, se preguntó si él era el elegido, él Isambard, o él Siegfried, que no eran lo mismo aunque nacían de un mismo lugar.
El chico era esquivo, hablaba poco, el contacto visual era casi nulo, pero cuando lograba conectar sus ojos con los ajenos, parecía querer decirle algo, lo opuesto a lo que sus escuetas palabras lograban versar, algo más profundo, más rebosante en vocablos, más lleno de significados, pero la mayoría del tiempo creía que eran ideas suyas surgidas de la necesidad de encontrar una verdadera motivación, una de peso, que lo haya conducido a darle asilo a ese muchacho. Estuvo así un rato, mirándolo fijamente aunque no directo a la cara, más al cuerpo delgado y a los movimientos torpes, se dio cuenta de lo que hacía y desvió la mirada al tiempo que soltaba una carcajada ante las palabras de Adelbert.
-No sé, no sé –le dio una fuerte palmada en la espalda de camaradería, de dos hombres que comparten tiempo, porque eso eran –pero tienes que comer si quieres ser tan alto como yo –su risa poco a poco se fue apagando y de nuevo el alud de teorías, pensamientos y conjeturas sepultó la cordura que le quedaba. Primero sintió ternura ante las palabras, le parecieron más propias de un niño que de un jovencito, luego pensó que ser tan alto como él resultaba improbable, pues era sumamente espigado, pero eso no importaba demasiado, y finalmente sopesó las posibilidades, la del eterno misterio que envolvía a ese chico que parecía no cargar con demasiados secretos a simple vista, pero si observabas bien te dabas cuenta que en realidad era un remolino de éstos. Isambard decidió no prolongar más el momento y salió a la calle, la humedad del ambiente enfrió su torcida nariz y a punta de sus pies, las manos las resguardó en los bolsillos del saco roído.
Observó la calle, a un lado y luego al otro, aunque había estado antes en la ciudad estaba lejos de ser un experto en sus caminos y senderos, alzó el mentón para señalar hacia donde irían con un «por aquí» casi inaudible. Había enfilado en dirección a donde estaba “Ereshkigal”, su librería, porque al menos esa zona la conocía y sabía que había un par de cafés y calle más abajo, rumbo al Sena, un par de sastrerías y tiendas de sombreros, ideales para vestir a Adelbert con ropa nueva. Emprendió la caminata y no se fijó su el chiquillo lo seguía o no, supuso que sí, sus pasos levantaban agua encharcada pero no le importaba mucho mojar la orilla de su pantalón, dobló un par de esquinas y no muchos minutos después estuvieron en la calle en la que estaba su negocio, aunque no era su intención visitarlo ese día, después ya le mostraría al joven ese lugar que le enorgullecía tanto, y esa sección secreta de magia que seguro le serviría.
-¿Qué se te antoja? –se detuvo a mitad de calle, la gente era escasa, pero sí había peatones que desafiaban la tormenta recién acabada-, yo sólo quiero algo caliente, un té –porque Isambard sólo bebía té –un té de frutas del bosque –habló para sí mismo en voz alta, como añorando esa bebida que le pareció lo más adecuado dado el clima, se giró para ver a su acompañante -¿o quieres ir primero a alguna sastrería a que te confeccionen pantalones nuevos? –no sabía por qué le preguntaba su opinión, quizá por la más básica educación, porque era a él a quien le harían pantalones y tal vez un par de abrigos. El dinero no era problema y jamás le había echado en cara la ayuda que le daba, y nunca lo haría. Lo hacía realmente convencido, lo hacía pensando en el futuro de Adelbert, que no tropezara en las piedras que él tropezó, en guiarlo y una vez que lo sintiera listo, empujarlo para que extendiera sus propias alas. Era la fuerza de su difunta esposa halándolo para cometer tal empresa.
El chico era esquivo, hablaba poco, el contacto visual era casi nulo, pero cuando lograba conectar sus ojos con los ajenos, parecía querer decirle algo, lo opuesto a lo que sus escuetas palabras lograban versar, algo más profundo, más rebosante en vocablos, más lleno de significados, pero la mayoría del tiempo creía que eran ideas suyas surgidas de la necesidad de encontrar una verdadera motivación, una de peso, que lo haya conducido a darle asilo a ese muchacho. Estuvo así un rato, mirándolo fijamente aunque no directo a la cara, más al cuerpo delgado y a los movimientos torpes, se dio cuenta de lo que hacía y desvió la mirada al tiempo que soltaba una carcajada ante las palabras de Adelbert.
-No sé, no sé –le dio una fuerte palmada en la espalda de camaradería, de dos hombres que comparten tiempo, porque eso eran –pero tienes que comer si quieres ser tan alto como yo –su risa poco a poco se fue apagando y de nuevo el alud de teorías, pensamientos y conjeturas sepultó la cordura que le quedaba. Primero sintió ternura ante las palabras, le parecieron más propias de un niño que de un jovencito, luego pensó que ser tan alto como él resultaba improbable, pues era sumamente espigado, pero eso no importaba demasiado, y finalmente sopesó las posibilidades, la del eterno misterio que envolvía a ese chico que parecía no cargar con demasiados secretos a simple vista, pero si observabas bien te dabas cuenta que en realidad era un remolino de éstos. Isambard decidió no prolongar más el momento y salió a la calle, la humedad del ambiente enfrió su torcida nariz y a punta de sus pies, las manos las resguardó en los bolsillos del saco roído.
Observó la calle, a un lado y luego al otro, aunque había estado antes en la ciudad estaba lejos de ser un experto en sus caminos y senderos, alzó el mentón para señalar hacia donde irían con un «por aquí» casi inaudible. Había enfilado en dirección a donde estaba “Ereshkigal”, su librería, porque al menos esa zona la conocía y sabía que había un par de cafés y calle más abajo, rumbo al Sena, un par de sastrerías y tiendas de sombreros, ideales para vestir a Adelbert con ropa nueva. Emprendió la caminata y no se fijó su el chiquillo lo seguía o no, supuso que sí, sus pasos levantaban agua encharcada pero no le importaba mucho mojar la orilla de su pantalón, dobló un par de esquinas y no muchos minutos después estuvieron en la calle en la que estaba su negocio, aunque no era su intención visitarlo ese día, después ya le mostraría al joven ese lugar que le enorgullecía tanto, y esa sección secreta de magia que seguro le serviría.
-¿Qué se te antoja? –se detuvo a mitad de calle, la gente era escasa, pero sí había peatones que desafiaban la tormenta recién acabada-, yo sólo quiero algo caliente, un té –porque Isambard sólo bebía té –un té de frutas del bosque –habló para sí mismo en voz alta, como añorando esa bebida que le pareció lo más adecuado dado el clima, se giró para ver a su acompañante -¿o quieres ir primero a alguna sastrería a que te confeccionen pantalones nuevos? –no sabía por qué le preguntaba su opinión, quizá por la más básica educación, porque era a él a quien le harían pantalones y tal vez un par de abrigos. El dinero no era problema y jamás le había echado en cara la ayuda que le daba, y nunca lo haría. Lo hacía realmente convencido, lo hacía pensando en el futuro de Adelbert, que no tropezara en las piedras que él tropezó, en guiarlo y una vez que lo sintiera listo, empujarlo para que extendiera sus propias alas. Era la fuerza de su difunta esposa halándolo para cometer tal empresa.
Invitado- Invitado
Temas similares
» Joselyn Von Dietrich
» Pussycatdoll little Joselyn
» Joselyn Ayame Satien
» Joselyn Ayame Satien
» Diétrich.
» Pussycatdoll little Joselyn
» Joselyn Ayame Satien
» Joselyn Ayame Satien
» Diétrich.
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour