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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Laurette/Odette Louvier Dom Ago 12, 2012 11:31 am


¿De qué sirve que sigas siendo el malo que no deje de querer,
si no me das lo que realmente quiero para vivir?



Ocho días han pasado desde su regreso de Escocia a solicitud de un Rey que teme los encuentren, que la Reina sospeche más hasta que las habladurías la pongan en la pista correcta. Una excusa que termina convirtiéndose en realidad la obliga a partir de las tierras que tanto añora, pero sobre todo porque son el hogar del hombre que ama por sobre todas las cosas. Su arribo a España resulta a tiempo para ir a con la Princesa a París donde tienen que ir a revisar algunos datos del Club Louvier que terminan siendo todos delegados en la gemela que mira a su prima con censurable parecer ante la enorme sonrisa de la ahora De Castilla que le "cobra" los dos vestidos que le solicita para cuando el Rey viaje a España. Los dedos de la fémina se ocultan tras su oreja para rascarse y suspirar negando con la cabeza porque la han embaucado muy bien. ¿Quién diría que Marianne se haría pronto a las fintas y jugueteos de la Corte para obtener todo lo que quiere? Sólo se lo perdona porque sabe mejor que nadie que la joven española es tan inocente que todo lo que necesite siempre será algo que no hará daño a ninguna otra persona.

Aunque ocho horas después Odette está pensando muy seriamente en ir a reclamarle que le debe no dos vestidos, si no cinco de tan escabrosa que resultó la contabilidad y sobre todo ese encargado que no le da la menor de las confianzas. Quizá sea necesario que alguien de la familia o cercano a la Princesa se haga cargo del negocio para así estar siempre atentos a los manejos del dinero. Odette tiene ciertas dudas respecto de las cifras. Quizá esté mal, pero no puede ser que un faltante de esa cantidad sea su imaginación. Mientras camina por los pasillos de la residencia de los De Castilla donde es invitada, sus ojos continúan fijos en el cuaderno que aún tiene en las manos revisando cantidad por cantidad haciendo cuentas en su mente y no, siempre llega al mismo resultado: falta dinero. Su dedo índice retira un mechón de cabello de su rostro y lo enrosca tras la oreja entre tanto sus ojos se fijan de nuevo en todo y vuelve a revisarlo por novena vez. Para su fortuna, reacciona a tiempo de frenar ante la figura que ante ella se encuentra.

Alto, aún más que ella que usa zapatos de tacón y mide 1.75, poseedor de un cuerpo que denota la forma en que se ejercita y que de seguro es de forma contínua, intensa, porque el traje se le ve magnífico sin ningún gramo restante. Unos ojos que parecen domeñarla con gran facilidad, muy diferentes a los de Vincent que la enamoraron al instante. Éstos parecen más interesados en descubrir lo que en el interior de la francesa hay, tanto en su corazón como en su alma. La joven parpadea de tan fuerte presencia, tan imponente y sobre todo tan franca, es pues este varón un ser capaz de entregar la verdad siempre, brutal y sin tacto. Traga saliva ante la forma tan impresionante que tiene de plantarse, no dice nada y la mente femenina sólo puede admirarle. - Buena tarde, señor - hace una reverencia hasta que se fija en los escudos que adornan la casaca del varón. Las identifica con rapidez, el Reino de Rumania, pero él no es el Rey porque lo conoce demasiado bien del tiempo que pasó en Escocia, no por nada Viktor Dracul es el mejor amigo de Vincent. ¿Entonces? Además, de haberse encontrado con este hombre y esa presencia, no lo hubiera olvidado jamás. A menos que... - Espero su estancia sea placentera, Su Alteza - pudiera ser el Príncipe, de ser así... el séquito tras él se lo confirmó.

Vaya con Marianne, jamás le avisó de la presencia del Príncipe en la Residencia Real De Castilla. Al menos logra salir airosa -espera- de este trance. Se hace a un lado para que el Príncipe siga su camino, conocedora del protocolo. Si su hermana estuviera a su lado de seguro estarían ambas sonriéndose por la masculina presencia que no permite pensar en nada que no sea él. Ni con Vincent sintió esa necesidad de llamarle la atención, de ser algo más que una simple mujer. ¡Qué raro! Ahora entiende a qué se refiere Marianne con eso de que cuando ve a Delbaeth se siente una mujer de inmediato en contraposición del aire varonil de su amor. Ella ahora se siente así: tan femenina, frágil. Muy diferente de con Vincent, insiste, porque con él es una mujer y él un hombre, en una igualdad deliciosa. Este Príncipe no... no es igualdad, es equidad, el equilibrio entre dos personas diferentes. Aunque ella podía ser fácilmente su equilibrio. Eso hace que se le erice la piel de sólo pensarlo. ¡Qué inquietante pensamiento!



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Mensaje por Velkan Dracul Dom Ago 12, 2012 4:00 pm

“Hace muchos, muchos años, en un reino junto al mar, habitaba una doncella cuyo nombre os voy a dar. Y el nombre que daros puedo es el de Annabel Lee, quien vivía para amarme y ser amada por mí.”

Edgar Allan Poe -


Acostumbrado estaba el Príncipe a obtener lo que él pensara o pidiera, pero poco era su interés para permanecer mucho tiempo fuera de su país, Rumania era en gran medida lo que él simbolizaba, la cabecilla de la familia Dracul - la palabra, la voluntad -. No apresuró el paso de los corceles, tampoco el tiempo en que los barcos navegaron los mares, la paciencia era uno de sus privilegios con los que se había hecho con el transcurso del tiempo y la experiencia adquirida en incalculables situaciones. Velkan era considerado haberse criado a imagen y semejanza del Rey Viktor a diferencia de que se le veía más constante acudir por ejemplo a celebraciones del pueblo, fiestas a plenas luz del día, algo que el Rey evitaba concurrir, pues los grandes grupos de personas le agobiaban o simplemente no le importaban. Por otro lado, el Príncipe tenía la virtud de navegar con bandera alta por las intenciones de la corte y su lema de afrontar las cosas con rectitud, con honestidad bruta eran las mejores formas de solucionar los problemas, de cortar las lenguas largas y las manos que hurtaban lo ajeno – propiamente dicho los que tomaban algo sin que les perteneciera, algo no material-.

“Eran los Cárpatos y sus majestuosas montañas con las que había nacido rodeado de todas ellas, las extrañaba, pero era la exuberancia de Francia en dónde encontraría el verdadero motivo de su viaje”

El destino en Francia aguardaba su arribo singular, siempre por mar, siempre majestuoso, los viajes por la inmensidad que representaba el océano le tranquilizaba, le soportaba la carga de lidiar con monarcas caprichosos, con hombres que muy probablemente extralimitarían su posición ¿Qué tipo de personas serian el Rey, la Reina y la Príncesa de aquella nación?, de una cosa si estaba muy claro, que al que él representaba no era un Rey, tampoco una Reina cualquiera.
Así como zarpó el barco se acunó en los mares de Francia, la bienvenida fue asombrosa, los ojos se posaban en su efigie gallarda, imponente, distinguida tal como se le conocía y se habían lanzado rumores para las jóvenes casamenteras. El Príncipe Velkan atraía por ser un hombre particularmente respetable, adinerado, dueño de un futuro muy prometedor. Conocido en Rumania y en otros países como “El Rey sin corona” y no porque Viktor su padre no fuese un Rey legítimo, todo rondaba en torno a sus funciones como Príncipe que habían sido legadas a su vida con pleno conocimiento de que él podría llevarlas a cabo.

El primer paso fue firme, los escuderos que navegaban junto a Velkan le rodearon para custodiarlo a salvo hasta los corceles que le conducirían hasta la residencia –corceles que era para él más cómodo y rápido en vez de un lujoso carruaje que sólo le haría parecer un pretencioso príncipe como todos los conocidos. –

-.-.-.-


El lacayo asistente enviado por España lo atendió como se merecía el trato a la realeza, aunque al verse tan imponente y determinante el hombre, procuraba no cruzar miradas con él. La mirada sola -sin intensión al menos- hacia declinar muchas de quienes se emprendiesen a analizar sus facciones faciales. Vestido sencillo pero no rozando lo simple, así engalanaba Velkan; su casaca color hueso con hilos dorados que asemejaban al oro característico en las prendas reales hacia un juego perfecto con la camisa de seda polícroma que su madre acostumbraba arreglar y hacer para su hijo –solo sus camisas- y en la parte dónde descansaba su corazón el sello de la casa real Dracul de Rumania se bordaba esplendido –el que en todo momento lucia con orgullo-. Los motivos que le llevaban hasta pisar tierras Francesas sólo su alteza las conocía, entrevistarse con la princesa de España se encontraba entre sus prioridades. Su avance por los pasillos decorados lujosamente al estilo barroco le encantaban por su alto nivel de cultura que mostraban, todo inmaculado y su notoria diferencia con Rumania era muy fácil de observar. Con su distracción al máximo y sin el aviso de sus escuderos sobre otra figura, el aroma dulce, femenino de una mujer alcanzó a avisar de su presencia que al igual que él no se encontraba ahí más que físicamente, el choque entre ellos fue inminente pero la postura de Velkan no se inmuto más que por un segundo –que paso casi de inmediato- .

Su alteza en cambio no era de esos hombres que fácilmente se sorprendían por la belleza de una dama, estaba consciente de la “divinidad” de la que eran poseedoras. Divinidad que muchas usaban para satisfacer solamente sus caprichos, sus ambiciones, llegar al poder incluso por medio de hombres débiles que sucumbían a los encantos, heredar y destruir lo que no les atañía. Se había conocido de mujeres como Cleopatra, Nefertiti, entre otras que habían llevado al extremo a sus naciones, pero claro Velkan en esa ocasión podría estar equivocado. Sus labios se arquearon en una curva para formar una sonrisa súbita y encantadora, la franqueza a flor de piel no se hizo esperar.

-Madame casi terminar por asesinar mis pies, si no fuera por estas botas tan sólidas con los que llevo cubriéndolos, seguramente sus tacones ya habrían perforado mis dedos y hasta algunos fracturados tendría ya…- mientras realizaba una reverencia hacia la pelirrubia que parecía bastante importante pero no tanto como él volvió la mirada al frente – La estancia está siendo placentera, pero sáqueme de una duda, si usted es la princesa que yo busco, porque no la he encontrado por ningún lado. – Acercó su rostro sin vergüenza -no la conocía- la franqueza en sus faenas determinaban la ideología que seguía al pie de la letra y muchas veces ello ensombrecía a los hombres y hacia desandar a las mujeres - ¿Princesa Marianne de Castilla?-.
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Mensaje por Laurette/Odette Louvier Dom Ago 12, 2012 5:12 pm

Sí, es tan sincero, tan contrario a tus defectos,
pero sobre todo, es soltero... y seré su esposa.


¡Basta Odette, Basta por Dios!

No puede, ese hombre tiene algo que la hace verlo de una forma que no se le puede negar nada. Así que este es el encanto de Velkan Dracul, uno tan legendario como lo es el reinado que dirige de día. Ante un Rey al que le aburren los encuentros diurnos, matutinos. Durante algún tiempo las gemelas divagaron sobre el hecho de que no fuera un hombre, si no un... sobrenatural. ¿Quizá un hombre lobo, un vampiro? Era raro que la cabeza de Rumania nunca se viera a la luz del sol. Demasiado raro. Por lo que le daba un giro completamente diferente el hecho de que un joven como lo es Velkan fuera el que dirigiera ese gran reino. No por nada las mujeres se le derretían a sus pies, como moscas a la miel son atraídas por ese hombre que ella reconoce, es un sueño hecho realidad. Varonil, atractivo, con unos ojos magníficos, un rostro muy masculino, pero sobre todo un aire de tal virilidad que es imposible pensar que no complazca a toda mujer en la cama. Quizá ese sea su real sex appeal, que ninguna mujer consideraría una falta de tiempo coquetearle para obtener al menos unos momentos de placer y gemidos constantes en el lecho ya fuera del Príncipe o en el propio.

Un hombre, un Príncipe, un futuro Rey que hace delirar a las mujeres que gustosas levantan las faldas con indecencia y vulgaridad a su paso y no ocultan para nada la atracción que él ejerce en ellas, esa que les alborota las hormonas y las hace capaces de atrocidades y barbaridades con las correspondientes sanciones o simplemente la vergüenza de ser expulsadas de su cama sin ninguna consideración por sus sirvientes o guardias. Muchas suspiran al verlo pasar, a sabiendas de esa otra leyenda de que su madre, la Reina, es quien borda sus camisas. Así, muchas han intentado obsequiarle una prenda para que el Príncipe las elija por sus dotes en la costura. Días atrás comentaba algo parecido con su madre y ambas reían porque no imaginaban cómo una mujer con habilidad con la aguja e hilo sería capaz de ayudar a un Príncipe con los asuntos importantes de un reino. ¿Acaso no tenían dos dedos de frente como para visualizar semejante conflicto?

Aunque debe darles la razón: hombres como Velkan pocos hay en el mundo, pero para Odette no es más que una completa situación risueña que puede darle más que una regañiza de su prima como la queja del Príncipe llegue a sus oídos por medio de algún paje indiscreto que le diga que pisó a Su Majestad Dracul y que le hizo una fractura. De lo que son capaces los rumores de provocar en caso de exagerar. Tiene que dejar todo claro antes de que su prima ponga el grito en el cielo y la reprenda por haber sido la causante del percance hacia su Alteza. Marianne estará blanca como la tiza de enterarse lo cual la hace sonreír sólo de imaginarla, en ocasiones su prima exagera o puede ser que no porque es tan inocente que Odette de vez en cuando la hace presa de algunas bromas. Además, el que Marianne tenga 17 años, próxima a los 18 no ayuda para nada a que Odette le tenga un poquito de consideración por lo que a veces se las puede encontrar riendo a carcajada limpia rojas del esfuerzo.

Dios, el Príncipe acerca su rostro como si no fuera suficiente el tenerle frente a ella y ese aroma a hierbabuena y cítricos mezclado con algo más peligroso le llega a la nariz provocando el impulso de coquetearle. Alto. ¿Pensó en coquetearle? No, no. Si Vincent se entera... ¡Y de seguro lo hará! Velkan es el hijo adoptivo de su mejor amigo. Mas sin embargo, sus ojos brillan divertidos como pocas veces se le viera a su llegada a la Real Casa De Castilla. Ni siquiera cuando llegó de los Países Bajos, antes de que fuera la primera vez a Escocia se le notó tan radiante. Sus mejillas se sonrojan y sus dientes se muestran al instante que los pliegues de sus labios forman una sonrisa que le ofrenda al Príncipe negando con la cabeza. Pudo sentirse ofendida por su comentario tan exagerado, pero no pudo. - Ah, Su Majestad, estoy tan apenada de que mi exceso de peso haya causado en su pie casi la fractura total de todos sus dedos incluído su ego que está de seguro hundiéndose sin... - se sonroja. Baja la mirada a su libreta y se guarda su comentario. ¿De cuándo acá es tan boquifloja? - Lamento haber ofendido el ego de... err... a Su Majestad, no era mi intención, pero si lo que busca es a la Princesa De Castilla, debo decirle que no soy yo, ella es mucho... menos provista de kilos y más joven y... - lo piensa, qué debe decirle sobre su prima - ya la conocerá, si gusta acompañarme, puedo conducirle como forma de resarcir mi falta ante Su Alteza - espera paciente a que le conteste. Aunque al mirarle a los ojos se sonríe divertida y no puede contener la risa. ¿Su ego? Oh Dios. - Perdóne... jajajaja... perdón... jajajaja... lo siento Su Majestad, pero... - no podía dejar de reír, es que no sabe por qué, pero sus bromas tuvieron un efecto indeseado en su conducta, esa intachable de siempre. ¿Por qué? Si nadie logra robarle una sonrisa, con él ríe a carcajadas, claro cubriéndose la boca con las manos, pero el rostro está completamente rojo por la risa que tiene.



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Mensaje por Velkan Dracul Sáb Ago 18, 2012 12:32 pm

Hay para quererte a ti un solo corazón y yo lo tengo aquí.
Tú deberías ser siempre abrazada, siempre besada y siempre amada.



¿Era osadía lo de aquella mujer que se plantaba ante él? ¿Era seguridad o tal vez estupidez al dirigirse a un Príncipe invitado sobre todo de aquella forma? Comprendió Velkan la situación, pero no dudó en demostrar lo que pensaba con un resoplido de exhaustiva impaciencia, estaba harto de la intolerancia de los Españoles, de las ínfulas de grandeza que desde su llegada habían presentado ante él, si era un extranjero que con fines muy moderados había decidido ir hasta Francia para encontrarse con una mujer -extraña de por si- que no sabría si entendería su idioma o incluso.

-¿Cum se spune în [românest'e ]?- dijo él volteando para consultarlo con uno de sus consejeros reales que le auxiliaban con el idioma pues podía equivocarse en la pronunciación de sus palabras y agredir a la dama que estaba frente a él, acercándose con precaución a una distancia considerable del oído del Príncipe menciono sacándole de dudas, una sonrisa torcida casi al punto de figurarse cínica, sarcástica -As'a s'i as'a, Mult'umesc…- concluyó la consulta y el hombre se alejó para ubicarse nuevamente detrás de él. Era graciosa la actitud de la pelirubia, incluso le divertía tener que tolerarle el primer desplante, se había metido inconscientemente con su ego y en un ápice de segundos había cambiado su conducta para reírse en su cara. Aquello en Rumania ya hubiese provocado la condena de su familia o de la propia señorita, el Príncipe dictaba su propia voluntad allá en Rumania, pero en Francia tenia y debía ser más tolerante.

-Disculpad si sueno directo o hiero la susceptibilidad de vuestro sexo madame…-se refirió a ella en idioma español, aunque no pudo contener el tono sarcástico de su voz que por sí sólo salía a flote para darle un escarmiento a la dama, Velkan tenía la fama de poner en su lugar a quien osase a insultarle o a quien él consideraba lo conseguía, por supuesto lo más caballerosamente posible, pese a que no lo merecía por haberse reído de él – Pero mi ego no es de su incumbencia y habla mucho de usted cuando trata de mancillarlo aludiéndolo con un par de dedos que por su notable peso pudo haber lastimado…Por el contrario usted no ve mi ego y no sabe que clase del mismo poseo…así que le suplico Madame que se dirija a mí con las palabras adecuadas y escójalas bien, que pensaré que España no tiene el más mínimo interés de tratar con Rumania…- elevó una ceja al notar como su rostro se ponía tan rojo como las cerezas.

-¡Dejad de reírse de su alteza real, mujer!- exclamó el hombre detrás de Velkan interrumpiendo, exigiéndole compostura a la extranjera anfitriona pero calló al ver como la mano del Príncipe se levantaba extendida –Pero su alteza real…ella… - se le escuchó decir sumiso –¡He dicho silencio!- recriminó su interlocutor haciéndose escuchar por todos recto e indudable voz masculina. Con la mirada baja y cabeza también el consejero respetó la decisión de su mandatario. El ambiente se tornó tenso, los hombres conocían el carácter cambiante de su señor, todos bajaron las miradas.

-No parece necesario que me lleve hasta dónde la Princesa Marianne se encuentra, no quiero molestarle ni ser soportado por usted, ni yo soportarla a vos...– discrepó honesto y tan funesto como siempre, brutalmente directo algo que le había traído problemas pero también muchos beneficios, Velkan sembraba respeto a dónde quiera que iba y cosechaba frutos que beneficiaban al pueblo de Rumania y su gobierno. Los ojos fieros del Príncipe se situaron en todo momento sobre el rostro de la española y no claudicaron al expresar el enojo que por dentro contenía. Este era un hombre diferente, que no demostraba flaqueza tampoco dudaba al hacer respetar su palabra, muchas veces daba la impresión de estar peleado con la vida o el destino, pero no era más que las secuelas de su fatídica historia que le perseguía -Posiblemente madame Marianne tenga más modales para tratar con la realeza, ya que sus…-la miró con despecho y desdén, la mirada acérrima de provocación a los insultos y las peleas, sabia con qué tipo de mujer se encontraba –Sus damas de sociedad, mujeres que sólo buscan pisotear el ego masculino para sentirse por encima de los hombres no lo saben hacer…- asestó con la verdad y lo que pensaba a simple vista, golpeaba el orgullo también de la mujer con cara de ángel -¡Jajaja!- fue la carcajada sonora que salio de sus labios imitando la conducta de ella -Di...disculpe madame...es...es que...Jajaja...- le daba una probada de su propio chocolate, risas y burlas, mofadas y distancia, Velkan era así y cuidado con quien se atravesase, ella se toparía con pared.
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Mensaje por Laurette/Odette Louvier Lun Ago 20, 2012 2:47 pm

Aunque en el inicio, fuiste el fuego del castigo...


Toda su vida se caracterizó por ser alguien que sabía bien qué decir y cuándo hacerlo. Cuyos nervios no cedían en caso de que las circunstancias se volvieran escabrosas y llenas de baches o espinas que buscaran hacerle daño. Salía indemne, con la barbilla en todo lo alto, sonriendo y mirando a todos con una expresión que jamás buscaba la mofa, aunque por dentro estuviera dando saltos de felicidad y triunfo. Era hábil en la corte, no había nadie que pudiera ponerle el pie, nadie que le hiciera daño. Hasta ahora. El hueco que siente en el estómago no se compara a la náusea que se refuerza con cada una de las palabras de nada más y nada menos que el Príncipe de Rumania. Se descuidó, pero eso genera unas consecuencias tan desastrosas que no sabe siquiera cómo arreglarlas. Sus dientes se aprietan con fuerza el uno contra el otro, mandíbulas incluídas. Sus manos se entrelazan con un apretón tal que deja las marcas sobre la piel de lo que sus dedos ahora mismo están provocando. Su mirada baja al tiempo que su rostro se vuelve rojo denotando la vergüenza que siente y se incrementa con el reclamo de uno de los sirvientes del Príncipe. Se le había ido de control la situación y ahora sólo tenía que atenerse a las consecuencias. El aire a duras penas pasa por sus fosas nasales y sus pulmones se niegan a realizar su trabajo haciéndole sentir la opresión, el dolor en el pecho y las ganas de vomitar aumentan incluyendo el mareo que ella sabe, es producto de este momento incómodo. Reprendida como una chiquilla a sus 23 años y más que se merece, más que debe soportar de seguro, porque no cree que alguien como Velkan Dracul, Príncipe de Rumania tenga suficiente con ésta regañiza. Aprieta más las mandíbulas y siente el escosor de las lágrimas en sus ojos, traga con mucha dificultad un poco de saliva en tanto busca la forma en que Marianne no quede embarrada de todo este fango cuando él la menciona. Su prima mejor que nadie es merecedora de las consecuencias de un error tan crítico.

Baja más la cabeza ocultando sus ojos, sobre todo una pequeña gota que para su mortificación se desprende del lagrimal y recorre para satisfacción de los que se dan cuenta, la mejilla de la francesa. Sus padres estarán muy decepcionados de saber que ha perdido los papeles y más ante quién. No sabe cómo arreglarlo y sus pupilas se fijan en sus manos que se retuercen con nerviosismo y violencia en cierta forma. Aprieta los ojos ante su última -espera- burla, idénticas son las palabras que ella vertió con anterioridad y entiende ahora cómo debió sentirse el Príncipe. Se lame los labios porque los siente acartonados, aunque su regusto es muy amargo. Espera paciente hasta que él calla y aspira de nuevo muy profundo para decir con voz que para su martirio, suena rota, dolida, avergonzada, que denota lo que ahora mismo la joven siente - Yo... Le ofrezco a Su Majestad la más sincera de las disculpas, no soy quién para comportarme de esta manera y ruego su perdón. Tiene usted toda la razón, entiendo bien que no desée mi compañía y procuraré que ninguno de sus sentidos se encuentre conmigo. Se lo prometo. Tiene también la razón, mi... - se atraganta de pensar que si dice qué parentesco tiene con Marianne, él salga pensando que todos son iguales, no... no puede hacerle eso a su prima - señora por supuesto que tiene muchos mejores modales que esta mujer bárbara y falta de sensatez. Por favor, Su Alteza, perdone a ésta insolente y de ser necesario, acataré cada una de sus órdenes y deseos, no importando cuáles sean - traga de nuevo esperando mientras que mantiene la cabeza muy gacha, no quiere que él la vea llorando. Aguanta porque sabe que en caso de no hacerlo, será Marianne la que pague las consecuencias.

Y eso jamás Odette lo permitiría. Mantiene la expresión humilde, rogando porque no sólo sea un hombre duro y tajante, si no también tenga al menos la virtud de reconocer el arrepentimiento que ahora mismo Odette siente. En caso de que él no quiera perdonarla, al menos podrá decir que lo intentó. Aunque fuera un consuelo estúpido y banal, porque en juego está la reputación de su prima y comprende bien que no es sólo su desliz, si no también el de Marianne. El tener a alguien como Odette siquiera como dama de compañía es suficiente para catalogar a la Princesa española de una mala forma. Que él descubra que es su prima, es mucho peor. Se mantiene en la misma posición en total silencio, esperando paciente a que él diga algo, cualquiera que sean sus palabras, aunque ruega al cielo y a todos los santos, prometiendo ir a hacer algo, lo que sea a la iglesia o incluso a todas con tal de salir avante en este momento malhayado. Aspira y el aire se le pierde cuando escucha los pasos inconfundibles de la comitiva española. Marianne tuvo una pésima idea al venir a recibir al príncipe. Se lame los labios más inquieta aún, temiendo por ella, por su prima, más que por su propio destino. - Mon Dieu - susurra bajito cerrando los ojos al tiempo que su cuerpo se tensa al escuchar el cálido saludo propio de la española que llega hasta ellos. Si hubiera un terremoto, quisiera que la tierra se la tragara.



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Mensaje por Marianne Cromwell Mar Ago 21, 2012 7:32 pm

¿Por qué tengo que ser yo la que ponga orden con los niños?

Pasos que iban con rapidez, la comitiva de Rumania se había adelantado y Marianne no quería saber cómo iba a dar el grito en el cielo su padre cuando supiera que hizo esperar al Príncipe Velkan o mucho peor, que él tuvo que buscarla. Y todo porque se atrasaron las negociaciones con los delegados franceses y qué decir de los italianos quienes cada vez ponían más difícil las cosas para la joven que no podía hacer más que sonreír y esperar a que su padre aceptara las condiciones que cada vez se tornaban más agresivas e intransigentes. Así era mundo de la política, de las cortes y los nobles. Se lamió los labios pensando que quizá debió pedirle a Odette que se presentara con ella en lugar de enviarla al Club Louvier, pero también sabía que demasiada gente ponía nerviosos a los embajadores así que mejor se abstuvo de ello. Todo era tan complicado que gimió. Rogaba por una taza de chocolate caliente y estar en los brazos de Delbaeth mientras él se reía de sus aventuras, de la forma en que el delegado francés la miró cuando confundió los verbos de los puros nervios, de la mirada intensa de su ayudante cuando confundió el nombre del Rey de Italia. Oh Dios. Su Karma.

Sí, seguro que el mago se reiría a carcajadas y le pediría como siempre que terminara de una vez con eso de ser princesa y volviera al mundo real, donde no todos le servían, donde no tenían que hacer tantas inclinaciones, donde sólo era la joven De Castilla, pero incluso el apellido la resaltaba por donde quiera que estuviera. Ya todos la conocían tras haber sido presentada en sociedad, Dios. Ahora mismo daría su cargo con tal que alguien le cambiara los zapatos, le desprendiera del vestido que ella misma había confeccionado y que ahora renegaba porque por la misma cinturita que pretendía que se le viera o que notara Delbaeth, el corsé estaba demasiado apretado y dolía incomodándola. Por fin, a lo lejos divisó la comitiva. Sí, pronto se desharía del Príncipe y sería libre de ir a donde quisiera, de quitarse los zapatos, de andar descalza si lo necesitaba, pero sobre todo de estar en los brazos del mago que adoraba. Su sonrisa fue más amplia cuando vio con quién estaba el Príncipe, al menos su prima le había ayudado a entretenerlo y conociéndola, de seguro que él estaba... com... pla... ¿Qué pasaba ahí?

Ambos tensos, su prima ¿Lloraba? Parpadeó y miró a Velkan sintiendo que la sangre se le subía a la cabeza ¿Acaso se había metido con Odette? Su prima más inocente y la que más cargas estaba soportando en estos momentos tras el episodio de la pérdida de su hermano, de su gemela que se había ido a la Nueva España e incluso de, esa sí había sido decisión de la propia Odette, la partida acelerada de Escocia por un amor no correspondido. Parpadeó mirando a uno y a la otra, sin saber bien cómo proceder sin meterse en problemas. Al final, decidió que su prima era lo suficientemente sabia como para salir de la situación sin que ella metiera las manos. Así que llegó ante todos, hizo una profunda reverencia de conformidad con el protocolo, con las manos al frente de ella y sonrió con beatitud a Velkan Dracul, Príncipe de Rumania, tal cual le anunciaban ahora los pajes de la nación del varón. En correspondencia, hubo un joven que hizo lo propio, la Princesa alargó la mano para ser saludada por el Príncipe. Se moría de ganas por preguntar y cuando por fin toda la etiqueta y los ritos estuvieron hechos, sonrió al heredero al trono.

- Bienvenido sea usted a la Mansión Española, Sede de la Majestad de Nuestro Rey, Don José Alfonso de Castilla. Veo que ya conoce a mi... - miró asombrada cómo Odette movía la cabeza imperceptiblemente, con los ojos muy abiertos para que no dijera absolutamente nada y entornó los ojos aspirando aire y juntando las cejas hasta que sólo quedó una línea. No decía nada, pero su rostro era una perfecta calca de sus sentimientos, de sus pensamientos, algo no le agradaba y le gustaría saber qué diantres era lo que estaba mal en este momento. Aspiró y sonrió al Príncipe - Será un honor acompañarle al Salón. Me gustaría saber si Su Majestad prefiere primero ser atendido en sus habitaciones o podemos disfrutar de la cena que en su honor y con mucha privacidad, será dada. Sólo seremos usted, mi pri... - se quedó callada al ver a Odette volver a negar con la cabeza y sus labios se apretaron levantando la cabeza observándola duramente - ¿Disculpe, ha ocurrido algo de lo que deba enterarme? - al terminar la frase la expresión de Odette, cerrando los ojos con fuerza lo dijo todo... Marianne parpadeó observándola y luego al Príncipe - De verdad, me gustaría saberlo, Su Alteza, en vista de que mi prima no quiere que lo dialoguemos... ¿O gusta hacerlo en privado? - nunca en su vida se había prestado a un juego de secretos de esa envergadura, con tanta gente a su alrededor, prefería la sinceridad antes que alguien malinterpretada todo. La verdad en la mano mil veces.


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Mensaje por Velkan Dracul Dom Ago 26, 2012 4:00 am

Mi gentil señora, ¿no te asalta el espanto? ¿Cuál es, di, de tu ensueño el poderoso encanto? Debes de haber venido de los lejanos mares, a este jardín hermoso de troncos seculares. Extraños son, mujer, tu palidez, tu traje.



Era la comitiva española la que a lo lejos se acercaba hasta dónde Velkan se hallaba junto a la suya. Todos los hombres que se encontraban a cargo de su protección presentaron un saludo de total respeto hacia su alteza real inclinando sus torsos. Él alzó una ceja mientras la mirada fiera que caracterizaba al rumano se posaba en la bella princesa del imperio Español, y para su sorpresa, no era mucha la diferencia que existía entre ella y la dama que con la cabeza gacha aguardaba la llegada de Marianne de Castilla. Para él fue irónico y hasta gracioso pasar por la situación que banalmente se abría paso a sus costillas, gracias a su infinita clase y caballerosidad con la que había sido educado, transformándolo en un caballero desistía de las raquíticas formas para tratar con mujeres de la realeza, pero en esa ocasión mucho tenía que efectuar para beneficio de su propio país, tanto, que no importaba haber sido puesto a prueba su tolerancia.

Pero la situación lo entretenía, podía tal vez ponerle traspiés a la pelirrubia y hacerle escarmentar en vida propia lo que representaba reírse a expensas de un Príncipe como él. Sofisticado , amable o hasta condescendiente olvidó por un instante el mal momento con el que había sido acogido en la mansión española, A tal punto que, ignorando la disculpa de la mujer acudió al encuentro de la princesa realizando una mueca en los labios que permitió que su sonrisa se torciera seductor, algo que Velkan no podía disimular por completo.

-Os agradezco madame por vuestra bienvenida…- exhibió en respuesta en idioma español en el que claramente se notó el acento rumano, pero no demeritaba el enorme conocimiento que tenía un hombre tan preparado y culto como lo era el primogénito del Rey Viktor Dracul, quien orgullosamente aunque no lo aparentara del todo remitía a su majestad importantes tareas para llevar a cabo -Quiero felicitaros porque realmente vuestro palacio es impresionante, la estructura del mismo brinda un poco de vuestra cultura fuera de España, es un honor para mí ser recibido por vuestra alteza real en nombre del Rey Don José Alfonso de Castilla a quien no tengo el placer de conocer del todo en persona pero he recibido bastantes opiniones de vuestro padre; y todas y cada una han sido muy buenas. Un Rey de admirar.- culminó lanzando una mirada por el rabillo del ojo para observar a Odette Louvier quien por dentro seguramente estaría esperando una reprimenda de su parte.

Conteniendo su porte altivo luego de su muy breve discurso la sonrisa torcida desapareció, la princesa Marianne daba en el blanco cuestionando lo que sucedía mucho antes de llegar ésta hasta dónde ellos se encontraban, claramente no pudo fingir la molestia que ocasionaba la conducta de la doncella por lo que se limitó a negar supuestamente ofendido –Madame, no es de mi incumbencia poner entredicho nada de lo que sucede aquí, ni revelarlo pero…frente a esta señorita de la cual no le tengo muy buena referencia, me preocupa por futuras relaciones de España con otras potencias. Pues no sé de quién se trate, pero de lo que si estoy seguro es que no celebra mí llegada a la casa del Rey pues no fui recibido como se debía, todo lo contrario, la mofa llegó hasta sus labios para reírse de mi persona con tal amplitud que, me sentí ofendido…- el explicar lo evidente los hombres a sus espaldas mantenían las cabezas bajas pues cuando su alteza hablaba no habia quien le mirase o sostuviese la mirada, era casi imposible ponerse de frente al Príncipe Dracul y en ese momento podían esperar un centellar de respuestas por parte de Velkan.

-Pero no se preocupe, madame, he tenido la bondad de dejar pasar por alto este acontecimiento y avocarme a lo que realmente me importa que son las relaciones que tengamos entre Rumania y España, no es mi voluntad llevarme una mala impresión de vuestro país, estoy seguro que puedo ver mucho más allá ¿o me equivoco? ademas de que la señorita pudo haberse sentido agredida o aludida con algo que dije...- las carcajadas internas inundaban en regocijo el espíritu de Velkan, resultaba apasionante el juego de palabras que exponía a la joven Marianne quien notablemente tenía menos que edad que él, pero lo que más degustaba como el tabaco que fumaba en su pipa era el ver el rostro de la pelirrubia; Odette Louvier.


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